¿Quien garantizará la paridad de género en los medios?

¿Quien garantizará la paridad de género en los medios?

Ahora que se reglamentó la Ley de Paridad de Género en los medios resulta necesario seguirla de cerca para que se cumpla. El rol del Ministerio de Trabajo y los gremios en las paritarias y de la universidad en el monitoreo.

El pasado 7 de junio, en un nuevo aniversario del Día del Periodista, el Boletín Oficial dio aviso de la reglamentación de la Ley 27.635 de Equidad de Género en los Servicios de Comunicación. Su sanción concibe una perspectiva de diversidad sexual para servicios tanto de gestión privada como estatal, con una representación base de 1% de personas travestis, transexuales, transgéneros e intersex.

Esta medida tuvo su inicio con proyectos presentados por las funcionarias del Frente de Todos (FdT) Norma Durango, Gisella Marziotta y Mónica Macha, junto a un pedido que involucra redes de periodistas, comunicadoras y gremios de trabajadores de medios en su búsqueda por reconocer en igualdad de condiciones a las tareas profesionales de las mujeres y diversidades.


Foro y gremios para la reglamentación

 

Para esta iniciativa –desde la misma aprobación de la ley en 2021– ya opera un Foro Federal con más de 80 organizaciones que coordina virtualmente provincia a provincia las demandas locales. “Es una ley que nos agarra muy organizadas, con mucho trabajo en común. Tuvimos que evitar que no quede en maquillaje. Hacer de esto una concientización no es de palabra, es de acto. Creemos que va a tener impacto en que el respeto, la dignidad, el trabajar en un ambiente libre de violencias es posible”, sostiene Claudia Acuña, fundadora de Periodistas Argentinas. 

Un elemento clave será la participación de los gremios, ya que regularán los ámbitos de trabajo para la aplicación de la reglamentación de la ley: entre los implicados, figuran los de prensa –Fatpren y Sipreba– como así también la multisectorial audiovisual, compuesta por más de 20 sindicatos de operadoras, locutoras, camarografas, editoras, guionistas, entre otras. Además  del sindicato de televisión Satsaid.

La autoridad de aplicación es el Ministerio de Trabajo. Al respecto Larisa Kejval, directora de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA y copartícipe en la redacción de la ley, refiere: “Ese es un logro, porque es el actor estatal que tiene capacidad de diálogo a partir de los acuerdos paritarios tanto con los gremios como con las empresas mediáticas. Ingresos, protocolos para el abordaje de las violencias en los espacios, cupo trans, salas de lactancias, regímenes de licencia. Cuando hablamos de equidad, hablamos de todas esas cosas, no solo de que ‘haya más mujeres’”.

Recientemente, Sipreba firmó un convenio con el Bachillerato Mocha Celis para acercar su actividad a las compañeras cobijadas por la escuela. Micaela Polak, secretaria de Género del sindicato, afirma al respecto: “Porque esas compañeras no tienen una visión de lo que pueden hacer más allá de la prostitucion. ¿De qué equidad estamos hablando si las diversidades no pueden siquiera acceder a pensar en eso? Hay un montón de maneras de las que son expulsadas. Lo que hace la reglamentación es enfocarse en lo que hay y tratar de que sean empresas las que vayan a Mocha Celis”.

Qué pasa con los salarios

“Respetar las cuotas de equidad implica el reconocimiento de las categorías salariales que corresponden y no se dan. Por eso es importante que la implementación de la ley esté en manos de las organizaciones gremiales, que van a trabajar con estos temas con la seriedad que requiere esta situación”, sostiene Acuña. “Es importante –agrega– enchufarlo a las paritarias, conectar que cuando se sienten a discutir salarios nadie se sienta desplazado, hombres, mujeres y trans”.

Según la Encuesta Integral 2023 de Sipreba, la presencia de mujeres aumenta en las ramas con mayor precariedad y escasea en aquellas con mejores condiciones laborales: es el caso de la radio con un 57% de mujers, trabajos freelance con un 52% y prensa escrita con un 33%, mientras por su parte, en televisión el porcentaje es apenas del 30%.

Al mismo tiempo, juegan un papel especial las tareas de cuidado en el hogar, dentro de las cuales un 48% de mujeres se sienten “muy afectadas” contra un 38% de varones, dentro de los trabajadores de prensa encuestados.

Polak sostiene que “en radio, no hay jefas mujeres y somos más que varones, justo la rama que peor paga. Hay paridad de operadoras y ninguna accede a un cargo de jefatura, esas compañeras se tendrían que quedar dos horas más para ejercer pero tenés la tarea de cuidado en tu casa que no te permite quedarte. Eso es una dinámica social que depende también de las empresas”. Además de las tareas de cuidado, una posible razón a la dificultad de acceso de mujeres a cargos de tomas de decisiones para Polak está en que “hay una división sexual del trabajo instalada que tiene que ver con quela maquinaria la operan los varones”.

Las universidades: roles y desafíos

¿Cómo se expresan las desigualdades? y ¿cuál es el punto de partida y cómo la implementación de la ley va permitiendo transformarlo? Son algunas de las preguntas que se hace Kejval, quien cree que las universidades, dentro de esta medida, pueden aportar a “los procesos formativos y seguir profundizando en la reflexión de cómo estos se llevan adelante” en las casas de estudio, en tanto agrega que “no sólo enseñamos sino que articulamos con otras organizaciones en las tareas de extensión”.

Por su parte, las universidades nacionales cuentan con medios propios como radios o canales de televisión y desde el Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Sociales se aprobó recientemente una resolución donde llama al Consejo Superior de la UBA a adherir a la reglamentación. Kejval, quien ve como “un desafío” a esta adhesión en los establecimientos educativos, indica: “Creemos que tiene que haber una apropiación, no somos ajenos, estamos haciendo un llamamiento”. 

“Nosotras somos actoras políticas que pugnamos por la democratización de las comunicaciones y políticas comunicacionales sin desigualdades de género, en términos de una sociedad más justa”, concluye Kejval. Sobre la Ley, Acuña expresa: “Necesitamos que se la enseñe y que haya un observatorio que monitoree la aplicación en cada región. Por eso es muy importante el rol de la universidad, porque nos permitiría meterle presión al control y que a su vez se creen otras pautas de monitoreos de medios que no son sólo las cuestiones a los géneros sino también a los salarios”.

De cara al 31 de agosto se harán tres foros para terminar de trabajar sobre los puntos de la Ley para su implementación, con la elaboración por parte del Ministerio de Trabajo de un registro de medios privados que la vayan a incorporar.

Para regular al Pato Donald

Para regular al Pato Donald

La Comisión Nacional de Defensa de la Competencia dictaminó que Disney se quiere quedar con casi todo el mercado de las transmisiones deportivas y deberá realizar una propuesta de desinversión en los próximos días. ¿Qué viene ahora?

En marzo de 2019, la Compañía Walt Disney adquirió a 21st Century Fox. La compra implicaba una megafusión ya que no sólo los estudios cinematográficos y canales de televisión de Estados Unidos de ambas empresas quedaban en las mismas manos, sino que implicaba la obtención de derechos de transmisión en diversos países, entre ellos, la emisión de varios eventos deportivos en Argentina. En nuestro país, esta compra implicaba que Disney obtuviera 7 de las 9 señales deportivas y los derechos de transmisión de varias competencias, entre ellas la Copa Libertadores, hasta entonces transmitida por Fox Sports.

 El 18 de enero, la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia (CNDC) emitió un dictamen desfavorable acerca de la unión entre Fox y ESPN solicitando su desinversión para la continuidad de la fusión. Es decir, vender en el plazo de un año  -más seis meses de prórroga-  algunas señales y derechos a otros jugadores del sector. Mientras tanto, dos partidos de la liga local de fútbol deberán emitirse de forma gratuita a través de canales de aire. Uno de ellos deberá ser sí o sí de River o Boca. No es un dato menor ya que se trata de los equipos más convocantes en términos de consumo y facturación

 Uno de los fundamentos que puede leerse en el dictámen de la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia (CNDC) es la gran concentración por parte de una sola empresa de señales deportivas, ya que Disney, dueña de ESPN, incorpora los canales de Fox, brindando una oferta de menor calidad a los televidentes dado que “al haber menos empleadores, hay menos diversidad y competencia en los programas y en las producciones”, afirma Agustín Espada, Magíster en Industrias Culturales (UNQ).

 Además, los clientes de los prestadores del servicio de televisión paga se ven afectados económicamente puesto “que una empresa como Disney tenga tanto poder en un activo tan importante como  son las transmisiones de deportes en vivo, hace que pueda exigir mayor dinero a los cableoperadores y eso haga que el abono sea más caro”. Por otro lado, Espada menciona que esta situación deja fuera de competencia a otras empresas como Turner en algunos segmentos importantes a través de la venta paquetizada: “Yo te vendo esta señal pero además me tenés que comprar 15 más”, ejemplifica el investigador. 

 La operación entre ambas compañías se desarrolló de forma global y Argentina no fue el primer país en intervenir: México, Estados Unidos, Chile y Brasil, entre otras naciones,  también optaron por tomar medidas anti-concentración.

¿Cómo llegamos hasta acá?

En Argentina la industria de la comunicación está bajo la mirada de varios organismos reguladores, entre los que se destaca la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia (CNADC), dependiente de la Secretaría de Comercio, como ente de asistencia al Ente Nacional de Comunicaciones (ENACOM). El mismo actúa bajo la Ley de Defensa de la Competencia, sancionada en consecuencia con los “nuevos derechos y garantías” de los usuarios y consumidores, incorporados en el artículo 42 de la Constitución Nacional de 1994. El mismo prevé libertad de elección y un trato equitativo.

 Marta Maule, coordinadora del módulo de Políticas TIC del Observatorio de Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV), afirma que las agencias regulatorias se encuentran con muchas limitaciones a la hora de intervenir en industrias y mercados como el audiovisual y, eso se debe a que “las herramientas actuales de regulación son para una realidad que ya dejamos atrás, por lo que se requiere innovación en tecnología y estrategias de regulación”. Además, señala que Disney y FOX son actores de alcance global por lo que la adquisición excede al mercado argentino. “Estas complejidades hacen que nos preguntemos desde qué posición debe intervenir el Estado, circunstancia bastante compleja tras el desguace que la gestión pasada hizo de las leyes 26.522 y 27.078”.

 “Los bienes comunicacionales tienen una naturaleza distinta: son bienes públicos, no rivales –siguiendo a Joseph Stiglitz-, con un valor económico y simbólico. Esto hace que tenga que considerarse otra naturaleza y otro tipo de regulación a la hora de defender la competencia económica en este sector y atacar las condiciones de concentración económica”,  dice Espada ,  y continúa:  “En este caso, el dictamen de la CNDC es muy bueno, tiene mucho fundamento de la lógica del mercado audiovisual y del mercado comunicacional. Es una decisión que va en línea con la defensa de la diversidad de voces y contenido”. 

 Asimismo, Espada añade: “Me parece que es necesario garantizar el análisis en la doble vía: un organismo que entiende de comunicación (ENACOM) y otro como Defensa a la Competencia que se encargue de analizar la parte económica e industrial a la hora de aprobar estas fusiones”.

 Maule aclara que es importante destacar que las variables de análisis sobre estos fenómenos globales de concentración, ya han dado muestras que exceden el análisis económico y demandan abordajes multidisciplinarios e interinstitucionales, sin mencionar la necesidad de cooperación internacional. 

 Martín Becerra, Doctor en Ciencias de la Información y Magíster en Ciencias de la Comunicación,  opina que estos organismos son protectores de las audiencias, del público y también de la especificidad que tienen las empresas: “Debería interesarles que haya un regulador sectorial porque entiende más sobre el tema. La Comisión Nacional de Defensa a la Competencia, en Argentina y en el mundo, no tiene un conocimiento tan específico del sector. Creo que sería más robusta la defensa de todas las partes si el escrutinio fuera por las dos vías”.

¿Regulación ex-ante o ex-post?

Existen dos formas de legislar sobre la concentración económica: la regulación ex ante que implica una intervención previa a un suceso y la regulación ex post a través de la cual se toman medidas luego de que el hecho ya está consumado. Si bien la Ley de Medios, sancionada en 2009, no era completamente rigurosa en medidas ex ante, tenía un tope a la concentración que puede entenderse de esa manera. Aquí radica otra de las modificaciones realizadas por la administración de Cambiemos,  ya que se redujo o eliminó dicha restricción.

 En cuanto al caso Disney – Fox, Espada cuenta que el cambio mencionado no es tan relevante porque no regulaba expresamente derechos de transmisión deportiva ni la propiedad de las señales de cable, pero aclara que “están a la vista los problemas de la regulación ex post en Argentina, donde después de tres años tenemos una decisión y es mucho más difícil volver para atrás operaciones económicas ya realizadas que, por ejemplo, en países en  los que la regulación ex post funciona bien como en México o en EEUU donde se logró revertir a tiempo esta situación de concentración económica”.

 Por su parte, la coordinadora del módulo de Políticas TIC del Observatorio de Políticas Públicas de la UNDAV, asegura que la regulación ex ante es una valiosa herramienta con la que cuenta el Estado para prevenir perjuicios, sobre todo en los últimos eslabones de las cadenas de valor. “Su falta es compatible con una ideología en la que se supone que el mercado asigna eficientemente los recursos y en donde los agentes de mayor peso dominan y maximizan ganancias a costa de la gente y las Pymes”

.En este contexto, Becerra no cree que se vaya a revisar o modificar la normativa ya que la composición del Congreso Nacional no parece ir en ese sentido. “Deberían fortalecerse las competencias ex ante, tal como ocurre en Europa y Estados Unidos, ante fusiones y concentraciones mayúsculas”, agrega.

Desinversión versus judicialización

En este caso, el organismo regulador dictaminó que la empresa deberá vender los derechos de los Contenidos Fundamentales de la Copa Libertadores, la Fórmula 1, National Football League, Premier Boxing Champions, ATP World Tour 250 – ATP Córdoba y la Champions League, entre otros, con el objetivo de reparar la competencia en el mercado de comercialización de señales deportivas básicas. Este proceso debe realizarse en los próximos 12 a 18 meses. El dictamen, además, establece condicionamientos conductuales como no empaquetar las señales deportivas para vender a los cableoperadores, no aumentar el precio de estas señales para que no represente una lesión a la competencia con los cableoperadores y al mismo tiempo ofrecer a otras señales de cable y a canales de televisión abierta de eventos deportivos que el dictamen establece. 

 Maule sostiene que es demasiado optimista pensar que las desinversiones son una herramienta eficaz para estos casos porque “contamos con una historia que nos demuestra que no se llevan a la práctica. Hoy, la sanción más efectiva es la multa”. Un ejemplo es el Grupo Clarín, quien logró imponer una medida cautelar que detuvo el proceso de adecuación. 

 “Es urgente que se produzca esta desinversión y darle 18 meses cuando en México le dieron 6 meses, me parece algo excesivo”,  afirma Espada y agrega que si se judicializa la medida, podríamos llegar a las elecciones presidenciales con un panorama de indecisión en esta materia.

 Por otra parte, Becerra señala que como en la Argentina tomó esta decisión más tarde que en Chile, Brasil o el propio Estados Unidos, y no cree que “la empresa salga con los tapones de punta” porque hay antecedentes muy potentes sobre esta misma fusión. 

Los derechos del fútbol

Hay dos empresas en el mercado que son competencia directa de Disney en relación a este tema: Clarín y DirectTV que estarían interesados en adquirir derechos de transmisión  porque son actores que participan en la distribución de señales deportivas. Espada cree que los derechos del fútbol, contrario a lo que se piensa, no van a ser vendidos por Disney ya que representan un buen negocio para la empresa y uno de los principales activos. “Pienso que prefieren desprenderse de una parte o la totalidad de la transmisión de la Copa Libertadores”. 

 Por otro lado, descarta que pueda entrar un participante local como Telecentro, que intentó ingresar al negocio con una oferta más atractiva. “Esa oferta tenía más que ver con una herramienta de presión política en la negociación con Disney”, piensa Espada. 

 En cuanto al rol del gobierno aún no se sabe cuál será el recorrido. A los dos días del anuncio de Roberto Feletti desde la Secretaría de Comercio con el duro dictámen antitrust, el senador Oscar Parrilli presentó un proyecto para que vuelva Fútbol para Todos. En este caso el camino será legislativo o no será nada.

 

«Soy de una generación que quiso cambiar el mundo pero fracasamos: el mundo nos cambió a nosotros»

«Soy de una generación que quiso cambiar el mundo pero fracasamos: el mundo nos cambió a nosotros»

El proyecto impulsado por Jacobo Timerman tuvo la perspicacia de ser la contracara de “el diario del lunes”, paradójicamente o no, el único día en que La Opinión no se imprimía. Lejos de las publicaciones circunstanciales o anecdóticas, el periódico marcó un quiebre en el periodismo argentino e introdujo ideas innovadoras para la profesión, siguiendo el formato de la tradición francesa de Le Monde.

A 50 años del nacimiento de La Opinión, Abrasha Rotenberg, administrador y director -por un tiempo- del diario y socio de esa legendaria camada de personalidades, cuenta sobre el corto e intenso período de subsistencia de la publicación, de la intervención en manos de la dictadura militar, el legado en el campo del periodismo y la cultura del país. También analiza el presente de la profesión, la pandemia y se anima incluso a avizorar un futuro que describe con detalle y elocuencia. 

¿Qué significa La Opinión?

El diario se propuso elegir, en primer lugar, las noticias que eran trascendentes según su concepto y, en segundo lugar, entre las miles de noticias que hay en el día, tratar de detectar aquellas que verdaderamente eran importantes y no anécdotas o circunstanciales, que lo único que hacían era llenar páginas. En segundo término, el papel de los periodistas en los periódicos de esa época era absolutamente anónimo. No se conocía quiénes eran los autores. En La Opinión eso era distinto. Y en tercer lugar, el diario buscaba un público muy especial, lo que se llamó «la inmensa minoría», que era parte del público interesado en lo que sucedía afuera de la Argentina, interesado en el lugar que la Argentina ocupaba en el mundo. Eran intelectuales, leían mucho, y La Opinión buscó a ese público para que se enterara de lo que pasaba en el mundo según la visión de sus periodistas o, mejor dicho, según los periodistas que interpretaban la línea del periódico.

¿Y cuál era esa línea?

En primer lugar, la inteligencia. En La Opinión los que colaboraban no eran solamente periodistas, eran a veces intelectuales, a veces poetas, a veces escritores o gente de la política. Lo importante era que tuvieran la capacidad de medir inteligentemente, según su criterio, el significado de las noticias, qué ocurría, por qué ocurría, a qué conducía lo que había sucedido. En ese sentido, incluso a veces había hechos que dentro de La Opinión eran interpretados por los periodistas de distinta forma. La novedad era que firmaban. En ese momento eso era una revolución. Y si mirás los periódicos hoy, ese hábito, esa revolución existe ahora, ya dejaron de ser anónimos los periodistas. La gente habla de los periodistas como de un jugador de fútbol. Empieza a tener preponderancia no solamente el periódico donde trabajan, sino ellos mismos, que hoy se han transformado en personajes cuya opinión trasciende e importa.

La Opinión se imprimió por primera vez el 4 de mayo de 1971, ese mismo día, pero cinco años después, salió a las calles de España el diario El País, con una impronta muy similar a la del periódico argentino. El azar impuso su agenda, en esa fecha cumple años Javier Timerman, hijo menor de Jacobo y testigo privilegiado de lo que ocurría en las redacciones. Curiosidades del destino, el mismo día de mayo, el propio Abrasha Rotenberg, este 2021, cumplió 95.  

¿Cómo se mentó esta idea tan disruptiva del periodismo? 

Viene de una tradición francesa. Esto lo inventó el periódico Le Monde, que trajo esta innovación. Por ejemplo, La Opinión no tuvo nunca fotos. En vez de fotografías había caricaturas de Sabat, que era un hombre de un ingenio extraordinario, interpretaba la realidad con sus ilustraciones. La Opinión se definió justamente por eso, por esa presencia. Y también por la ausencia de fútbol, por eso no salía los lunes. También hay que entender en qué momento aparece el diario, en un tiempo muy duro. Nació el 4 de mayo de 1971 y fue confiscado por el gobierno militar en mayo de 1977. Vivió seis años nada más. En esos seis años tuvo como presidente a Lanusse, Cámpora, Lastiri, Perón e Isabel Perón; cinco presidentes en seis años, y los cinco presidentes en tiempos muy tormentosos. Justamente, esos periodistas tan singulares, tan abiertos eran políticamente muy combativos y combatían no solamente por el cambio de la sociedad, sino también por el cambio de la ideología. Así que tuvimos una vida muy agitada. Y sin embargo, hoy todavía, después de cincuenta años, independientemente de esos conflictos, fue muy importante lo que marcaron Jacobo Timerman y unos meses yo, que fui director, sin tener la preparación necesaria, pero bueno. Me tocó una época muy complicada. Había que manejarse con mucho cuidado porque la vida no valía nada. La función que yo cumplía tenía que ver con cuidar a la empresa. No era fácil manejar una economía en épocas tan turbulentas, donde todos los días te preguntabas: «¿Por qué no vino este? No sabés, lo mataron ayer». Naturalizamos la muerte. Es un horror lo que nos pasó.

En una entrevista decís «La Opinión es un desaparecido más»…

Bueno, porque se apoderaron y siguió saliendo un año o dos más, pero era otro diario, no tenía nada que ver con La Opinión. Eso que era antes desapareció. Es una metáfora, pero ocurrió eso. La Opinión original murió en mayo del 77. Después hubo mucha gente que colaboró, y algunos cuyos nombres vi hace unos años cuando fui a la Biblioteca Nacional para ver quién había participado con el diario intervenido. Te vas a encontrar con nombres de gente que anda hablando de la democracia y se metió a La Opinión intervenida por los militares. Antes, todo el mundo quería que apareciera su nombre en La Opinión, imaginate, era un prestigio. Era el «prestigio axilar», llevabas bajo la axila La Opinión y ya estabas identificado como el gran personaje. Era un signo de identidad.

Luego de la intervención del diario, Abrasha Rotenberg y Jacobo Timerman intentaron revivir la idea en España, pero ese espacio ya estaba ocupado por El País. Rotenberg había llegado a Madrid en 1976 con su familia (su esposa, la cantante y pianista Dina Rot, y sus hijos Cecilia Roth y Ariel Rot, actriz y músico, respectivamente). Por su parte, Timerman había arribado a la misma ciudad luego de vivir un tiempo en Israel, país al que viajó después de haber estado detenido por la dictadura en Argentina. 

Otra de las frases de esa entrevista es «no sé si hoy podría haber un diario como La Opinión«. ¿En qué sentido no podría existir un diario así hoy?

Mirá, es lo que siento, no te podría decir que tengo una estadística. En los años 60, 70, este era un país de clase media muy inquieta, muy apasionada por la lectura, por la discusión, por la innovación. No estar en Buenos Aires no me da a mí el derecho de ser absoluto en lo que digo, pero desapareció esa clase media, se empobreció, no solamente económicamente, se empobreció intelectualmente. Se publican libros, pero ahora hay escritores que me han confesado que vender 500 ejemplares, con los nombres que tienen, es su consuelo. Antes tres mil ejemplares era lo mínimo. La tecnología te permite a un costo bajo editar 200 ejemplares, y las editoriales con muchos libros hacen eso. Ahora el gran éxito no es vender 300 mil ejemplares, solamente venden los temas políticos, pero la literatura no sé. Debe haber, pero es más limitado el público.

¿Hay algo que se conserve actualmente, en cuanto al estilo del periodismo, en relación a esa época?

Yo creo que hay innovación. No hay que desdeñar. Cada uno vive su época. Pero el lector ya no tiene la capacidad de sentarse y leer. ¿Sabés cuál era el problema de La Opinión?¿Sabés por qué mucha gente lo dejaba de leer? Por rabia, por bronca, porque tenía tanto material que no podía leerlo todos los días, porque al final era en realidad una revista que salía todos los días, con artículos e interpretaciones. Era la forma de un diario, pero el contenido interpretativo tenía parte de revista. Era la noticia con la interpretación de esa noticia, y otros temas. Eso lo hacen muchos diarios ahora, no hay que desdeñar eso, y hay periodistas extraordinarios en esta época. Pero ver un periódico como La Opinión ahora no es necesario. Apretando el dedito ves lo que está ocurriendo.

Fracaso

Abrasha Rotenberg nació el 4 de mayo de 1926 “en un lugar que ya no existe”, comenta: la Unión Soviética. También cuenta que hoy utiliza su tiempo en leer e informarse. Se define como un hombre de radio, incluso aprendió a hablar español por ese medio cuando llegó al país con tan solo ocho años. “Aprendí escuchando novelas camperas”, agrega. La amenaza (2020) es el nombre del último libro de Rotenberg. Se trata de una novela que cuenta, en dos tiempos, la historia de Travin, un joven culto e interesado por la política, y también un periodista adulto perseguido por la dictadura militar. En el sitio web del autor y en su perfil de Instagram se destaca una frase de presentación:

«Soy de una generación que quiso cambiar el mundo. Fracasamos, el mundo nos cambió a nosotros». 

«Mirá -dice Rotenberg-, nací en 1926, es decir, hace 95 años. Era un mundo de esperanza, en 1917 se produjo la Revolución Rusa, iba a nacer el hombre nuevo, una sociedad equitativa, un mundo de distribución de la educación igualitaria, de los ingresos igualitarios, iba a desaparecer la explotación del hombre por el hombre. En 1922, Mussolini toma el poder en Italia, todo lo opuesto, el Estado es lo más importante, el hombre es un elemento nada más, el hombre tiene que trabajar para un Estado fuerte, la patria, el ejército, la bandera; nacionalismo puro. En 1933, sube Adolfo Hitler, la violencia, la guerra, la persecución a los judíos, a los gitanos, a los homosexuales. 1936, Guerra Civil Española. 1939, Guerra Mundial. Y luego, Corea, Vietnam, ni un solo día dejó de sonar un cañón. ¿Y qué pasó con ese sueño del hombre? El hombre nuevo nació con Lenin en la Unión Soviética, y termina con Putin. Volvemos a la prehistoria. El sueño de una generación que iba a cambiar el mundo se transformó en absoluto fracaso. ¿Estamos mejor que antes? Sí, mucho mejor. ¿Conseguimos algo de lo que queríamos? Un poquito».

¿Qué nos espera?

Estamos en medio de una revolución cuyo significado no entendemos. Estamos en el final de la era industrial y en los principios de la era de la inteligencia artificial, y no nos damos cuenta de que para esa revolución que viene no tenemos ni el lenguaje, ni sabemos cómo interpretarla, porque va a una velocidad mucho más rápida que la de nuestra inteligencia para captar su sentido. La Revolución Industrial tardó 200 años en desarrollarse y en llegar a su cúspide. Esta tarda días. La mente no se acostumbra a eso. Estamos perdidos, pero yo creo en la inteligencia del hombre, a pesar de esto inesperado que nos está ocurriendo, de este virus asesino, porque igual lo vamos a superar. Tuvimos la peste negra, la peste española, muchas cosas, pero no teníamos los elementos tecnológicos para combatirlas. En un año el hombre descubrió cómo pelear contra un enemigo desconocido, así que yo voy a morir con el desencanto, pero con la esperanza.

Me hizo acordar un poco a una frase de Pepe Mujica que dice algo similar, y agrega: «Pero sigo soñando que vale la pena luchar»…

Yo voy a ser más modesto. Yo digo que vale la pena vivir, vale la pena vivir, y con los ojos abiertos, porque hay muchos vendedores de fantasías entre nosotros, muchos, y son muy hábiles. A lo que yo le temo es a la fe, porque no admite argumentos. Esa cosa basada en la irracionalidad me preocupa, pero los sueños son necesarios. El hombre sin sueños se parece mucho a un animal. Técnicamente, del hombre de las cavernas estamos a cien mil kilómetros, pero espiritualmente, emotivamente, estamos a medio metro. 

Los kilómetros que nos separan del hombre de las cavernas se plasman en la virtualidad del Zoom, plataforma que Abrasha maneja a la perfección. Sumado a esto, el autor de La amenaza (2020) hace transmisiones en vivo por Instagram para seguir difundiendo su última obra, publicada a sus 93 años.

En cuanto a La Opinión, muchas y muy variadas son las interpretaciones de este diario que se desarrolló en las puertas de la época más trágica de la historia de nuestro país. El principal legado del periódico fue el de marcar un quiebre y una innovación en la práctica periodística. ANCCOM tuvo el privilegio de conversar con una de las principales figuras de ese legado. 

«Nos mean y los medios dicen que llueve»

«Nos mean y los medios dicen que llueve»

Referentes de la comunicación alternativa y popular analizan el accionar de sus medios en las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001. La historia del movil que se convirtió en refugio de las Madres de Plaza de Mayo.

Walter Isaía, cubrió la represión en Plaza de Mayo del 19 y 20 de diciembre de 2001 para la radio La Tribu.

Durante el 19, y especialmente el 20 de diciembre del 2001, los medios de comunicación de la Ciudad de Buenos Aires se encargaron, cada uno a su manera y con sus herramientas, de mostrarle a sus audiencias qué era lo que estaba sucediendo en las inmediaciones de la Plaza de Mayo y el Congreso de la Nación. 

Mientras se llevaba a cabo la violenta represión policial en el centro de la ciudad, se planteaba la disyuntiva: “¿Desde qué lado informamos?”. Pese a tener una referencia simbólica, esta vez la pregunta apuntaba a lo material. “¿De qué lado ponemos la cámara, detrás de la policía o atrás de la gente?” La respuesta configuró una forma de comunicar de ahí en adelante. 

Durante la década de los noventa, los medios alternativos, alterativos, sociales, porpulares, autogestivos, contrahegemónicos o de contrainformación -cada uno elegía su forma de autodefinición- se convirtieron poco a poco en una caja de resonancia para las voces que no tenían lugar en otros medios de comunicación. En la mayoría de los casos, su objetivo era reconstruir el tejido social y establecer diálogos entre actores que no dialogaban. Había una hegemonía muy clara que buscaban romper.

Walter Isaía, conductor de FM La Tribu entre 1997 y 2004, asegura que este es el caso de esa radio comunitaria, que se fue consolidando como un espacio de encuentro y refugio para distintas organizaciones sociales que resistían al neoliberalismo reinante. Su tarea como “colectivo de comunicación” también se ramificó hacia otras actividades: el centro de capacitación, el bar, la publicación de libros y producciones audiovisuales. 

En su momento, también medios como ANRed, La Conjura TV, Revista Campo Grupal, Indymedia, Diario Nuestra Lucha, entre otros, buscaban agrupar, cada uno con sus plataformas (gráfica, audiovisual o radial o digital), reclamos diversificados de distintos sectores de las clases populares, ante la falta de centralización de una lucha política. 

A principios del siglo, se manifestaba claramente una búsqueda de recuperación de los espacios públicos, luego de que los años noventa estuvieran atravesados, precisamente, por su privatización. Mucha gente sentía que los medios alternativos podían contener o expresar alguna de sus furias, demandas o inquietudes. 

Claudia Acuña es cofundadora de lavaca, un medio de comunicación social que nació al calor de la crisis de 2001.

Durante el 19 y 20 de diciembre de 2001, confluyeron todos esos años de reclamos y organización en una unificación de demandas que llevaron a miles y miles de personas hacia el centro de la Ciudad de Buenos Aires. Los escraches, las huelgas, la carpa docente, el asesinato de José Luis Cabezas y muchas situaciones más, sirvieron de disparadores para esa movilización.

“No se puede entender el 2001 sin la dimensión del `hagamos lo que queremos´, no era solamente el que se vayan todos y ya está. No había nada, pero estaba el deseo. Y eso era algo muy fuerte”, afirma Claudia Acuña, fundadora de Lavaca, medio constituido en abril del 2001. 

Los medios de comunicación que decidieron pararse a informar desde el lado de la gente, tuvieron un rol fundamental a la hora de documentar y revelar lo que sucedía. “El que se informaba desde los medios empresariales y comerciales, no iba a la plaza. Muchos de esos medios ni siquiera comentaban lo que estaba sucediendo, y si lo hacían, te mostraban cómo los policías sufrían piedrazos por parte de los manifestantes”, asegura Walter Isaía.

Por ese y otros motivos más, surgen las famosas frases y pintadas en las calles, como “Nos mean y los medios dicen que llueve”. En ese sentido, Claudia Acuña agrega: “Ya no había confianza en los grandes medios, era sabido que no vivían de vender noticias e informar, sino de las noticias que ocultaban. Negociaban la no publicación de una noticia por la llegada a un satélite u otras extorsiones millonarias por telecomunicaciones”. Se reconfigura el sistema de medios, las empresas se convierten en corporaciones con poder político, que extorsionan y buscan favores, y ya no es necesaria la pauta para subsistir. 

Lucía Berra, fotógrafa de Contraimagen, un grupo de contrainformación volcada al registro audiovisual, describe: “El 19 y 20 aceleraron enormemente un proceso que ya venía pasando desde antes, sobre todo durante el 2001, que fue la activación por todos lados de grupos de contrainformación que pudieran ser una herramienta ante la desinformación brutal que generaban los medios masivos”. 

El caso del móvil de FM La Tribu representa en carne y hueso el nivel de involucramiento con la realidad que atravesaban. “El 19 y 20 de diciembre, el móvil de la radio estuvo en el centro del conflicto, trasladándose una y otra vez entre el Congreso de la Nación y la Plaza de Mayo, acompañando las protestas, denunciando la represión. Ese móvil fue, siguiendo los principios de La Tribu, también comunitario: actuó como espacio de protección para las Madres de Plaza de Mayo, para los manifestantes sociales e, incluso, para los periodistas de otros medios”, cuenta Ximena Tordini, ex integrante del colectivo de Radio La Tribu, que estuvo dentro del móvil en esa jornada. 

El momento en que la policía comienza a reprimir violentamente a las Madres de Plaza de Mayo durante su ronda de los jueves fue un punto cúlmine en la jornada. Al ver eso por televisión, y con el recuerdo todavía fresco de la última dictadura cívico militar, mucha gente decidió salir a la calle a dar apoyo a las Madres por la situación que estaba aconteciendo. El conductor del móvil de La Tribu, en un acto de valentía casi heroica, decidió subir la camioneta a la plaza, cruzar a los caballos de la policía, y subir a las madres a su refugio en movimiento. 

“El móvil de la radio funcionó más como ambulancia o un dispositivo para proteger a los compañeros de la represión -para que salieran del foco del conflicto y no fueran lastimados-, que como un móvil de cobertura periodística. La radio actuó también como una línea directa con los acontecimientos, pero sin los códigos naturales de la producción periodística”, agrega Walter Isaía. 

Este accionar da cuenta de la intención de no quedarse solamente con los números de los muertos y heridos en el día, sino de un periodismo comprometido, que ponía el cuerpo para contar cada historia allí presente. 

Lucía Berra tomó esta fotografía durante la represión en Plaza de Mayo.

En esa plaza confluían la experiencia de militantes que venían de espacios culturales, de la comunicación, que nunca habían tenido que enfrentar algo similar a lo que allí sucedía, con la experiencia de los compañeros del movimiento piquetero, con saberes previos de enfrentamientos con el Estado armado, que nutrían de destrezas a los inexpertos. 

Durante ese día, los medios autogestivos se resignificaron, salieron de su lugar y se convirtieron en otra cosa. Otro ejemplo de ello es el Colectivo Argentina Arde, que mientras la policía reprimía y los manifestantes resistían, llevó adelante una muestra fotográfica en las calles, con imágenes impactantes, sacando las fotos de su lugar de contemplación, como un museo, y resignificando la calle como un lugar de disputa política. 

A partir del 2001 el escenario para los medios populares, alternativos y/o comunitarios cambió. Se ganaron un lugar de legitimidad en la sociedad y dejaron de ser menospreciados para pasar a tener una voz autorizada. Las radios FM volvieron a tener servicios informativos. La información se volvió algo demandado socialmente. Muchas más personas empezaron a sentirse parte de la construcción del relato público de los acontecimientos.

«Soy de una generación que quiso cambiar el mundo pero fracasamos: el mundo nos cambió a nosotros»

«Soy de una generación que quiso cambiar el mundo pero fracasamos: el mundo nos cambió a nosotros»

El proyecto impulsado por Jacobo Timerman tuvo la perspicacia de ser la contracara de “el diario del lunes”, paradójicamente o no, el único día en que La Opinión no se imprimía. Lejos de las publicaciones circunstanciales o anecdóticas, el periódico marcó un quiebre en el periodismo argentino e introdujo ideas innovadoras para la profesión, siguiendo el formato de la tradición francesa de Le Monde.

A 50 años del nacimiento de La Opinión, Abrasha Rotenberg, administrador y director -por un tiempo- del diario y socio de esa legendaria camada de personalidades, cuenta sobre el corto e intenso período de subsistencia de la publicación, de la intervención en manos de la dictadura militar, el legado en el campo del periodismo y la cultura del país. También analiza el presente de la profesión, la pandemia y se anima incluso a avizorar un futuro que describe con detalle y elocuencia. 

¿Qué significa La Opinión?

El diario se propuso elegir, en primer lugar, las noticias que eran trascendentes según su concepto y, en segundo lugar, entre las miles de noticias que hay en el día, tratar de detectar aquellas que verdaderamente eran importantes y no anécdotas o circunstanciales, que lo único que hacían era llenar páginas. En segundo término, el papel de los periodistas en los periódicos de esa época era absolutamente anónimo. No se conocía quiénes eran los autores. En La Opinión eso era distinto. Y en tercer lugar, el diario buscaba un público muy especial, lo que se llamó «la inmensa minoría», que era parte del público interesado en lo que sucedía afuera de la Argentina, interesado en el lugar que la Argentina ocupaba en el mundo. Eran intelectuales, leían mucho, y La Opinión buscó a ese público para que se enterara de lo que pasaba en el mundo según la visión de sus periodistas o, mejor dicho, según los periodistas que interpretaban la línea del periódico.

¿Y cuál era esa línea?

En primer lugar, la inteligencia. En La Opinión los que colaboraban no eran solamente periodistas, eran a veces intelectuales, a veces poetas, a veces escritores o gente de la política. Lo importante era que tuvieran la capacidad de medir inteligentemente, según su criterio, el significado de las noticias, qué ocurría, por qué ocurría, a qué conducía lo que había sucedido. En ese sentido, incluso a veces había hechos que dentro de La Opinión eran interpretados por los periodistas de distinta forma. La novedad era que firmaban. En ese momento eso era una revolución. Y si mirás los periódicos hoy, ese hábito, esa revolución existe ahora, ya dejaron de ser anónimos los periodistas. La gente habla de los periodistas como de un jugador de fútbol. Empieza a tener preponderancia no solamente el periódico donde trabajan, sino ellos mismos, que hoy se han transformado en personajes cuya opinión trasciende e importa.

La Opinión se imprimió por primera vez el 4 de mayo de 1971, ese mismo día, pero cinco años después, salió a las calles de España el diario El País, con una impronta muy similar a la del periódico argentino. El azar impuso su agenda, en esa fecha cumple años Javier Timerman, hijo menor de Jacobo y testigo privilegiado de lo que ocurría en las redacciones. Curiosidades del destino, el mismo día de mayo, el propio Abrasha Rotenberg, este 2021, cumplió 95.  

¿Cómo se mentó esta idea tan disruptiva del periodismo? 

Viene de una tradición francesa. Esto lo inventó el periódico Le Monde, que trajo esta innovación. Por ejemplo, La Opinión no tuvo nunca fotos. En vez de fotografías había caricaturas de Sabat, que era un hombre de un ingenio extraordinario, interpretaba la realidad con sus ilustraciones. La Opinión se definió justamente por eso, por esa presencia. Y también por la ausencia de fútbol, por eso no salía los lunes. También hay que entender en qué momento aparece el diario, en un tiempo muy duro. Nació el 4 de mayo de 1971 y fue confiscado por el gobierno militar en mayo de 1977. Vivió seis años nada más. En esos seis años tuvo como presidente a Lanusse, Cámpora, Lastiri, Perón e Isabel Perón; cinco presidentes en seis años, y los cinco presidentes en tiempos muy tormentosos. Justamente, esos periodistas tan singulares, tan abiertos eran políticamente muy combativos y combatían no solamente por el cambio de la sociedad, sino también por el cambio de la ideología. Así que tuvimos una vida muy agitada. Y sin embargo, hoy todavía, después de cincuenta años, independientemente de esos conflictos, fue muy importante lo que marcaron Jacobo Timerman y unos meses yo, que fui director, sin tener la preparación necesaria, pero bueno. Me tocó una época muy complicada. Había que manejarse con mucho cuidado porque la vida no valía nada. La función que yo cumplía tenía que ver con cuidar a la empresa. No era fácil manejar una economía en épocas tan turbulentas, donde todos los días te preguntabas: «¿Por qué no vino este? No sabés, lo mataron ayer». Naturalizamos la muerte. Es un horror lo que nos pasó.

En una entrevista decís «La Opinión es un desaparecido más»…

Bueno, porque se apoderaron y siguió saliendo un año o dos más, pero era otro diario, no tenía nada que ver con La Opinión. Eso que era antes desapareció. Es una metáfora, pero ocurrió eso. La Opinión original murió en mayo del 77. Después hubo mucha gente que colaboró, y algunos cuyos nombres vi hace unos años cuando fui a la Biblioteca Nacional para ver quién había participado con el diario intervenido. Te vas a encontrar con nombres de gente que anda hablando de la democracia y se metió a La Opinión intervenida por los militares. Antes, todo el mundo quería que apareciera su nombre en La Opinión, imaginate, era un prestigio. Era el «prestigio axilar», llevabas bajo la axila La Opinión y ya estabas identificado como el gran personaje. Era un signo de identidad.

Luego de la intervención del diario, Abrasha Rotenberg y Jacobo Timerman intentaron revivir la idea en España, pero ese espacio ya estaba ocupado por El País. Rotenberg había llegado a Madrid en 1976 con su familia (su esposa, la cantante y pianista Dina Rot, y sus hijos Cecilia Roth y Ariel Rot, actriz y músico, respectivamente). Por su parte, Timerman había arribado a la misma ciudad luego de vivir un tiempo en Israel, país al que viajó después de haber estado detenido por la dictadura en Argentina. 

Otra de las frases de esa entrevista es «no sé si hoy podría haber un diario como La Opinión«. ¿En qué sentido no podría existir un diario así hoy?

Mirá, es lo que siento, no te podría decir que tengo una estadística. En los años 60, 70, este era un país de clase media muy inquieta, muy apasionada por la lectura, por la discusión, por la innovación. No estar en Buenos Aires no me da a mí el derecho de ser absoluto en lo que digo, pero desapareció esa clase media, se empobreció, no solamente económicamente, se empobreció intelectualmente. Se publican libros, pero ahora hay escritores que me han confesado que vender 500 ejemplares, con los nombres que tienen, es su consuelo. Antes tres mil ejemplares era lo mínimo. La tecnología te permite a un costo bajo editar 200 ejemplares, y las editoriales con muchos libros hacen eso. Ahora el gran éxito no es vender 300 mil ejemplares, solamente venden los temas políticos, pero la literatura no sé. Debe haber, pero es más limitado el público.

¿Hay algo que se conserve actualmente, en cuanto al estilo del periodismo, en relación a esa época?

Yo creo que hay innovación. No hay que desdeñar. Cada uno vive su época. Pero el lector ya no tiene la capacidad de sentarse y leer. ¿Sabés cuál era el problema de La Opinión?¿Sabés por qué mucha gente lo dejaba de leer? Por rabia, por bronca, porque tenía tanto material que no podía leerlo todos los días, porque al final era en realidad una revista que salía todos los días, con artículos e interpretaciones. Era la forma de un diario, pero el contenido interpretativo tenía parte de revista. Era la noticia con la interpretación de esa noticia, y otros temas. Eso lo hacen muchos diarios ahora, no hay que desdeñar eso, y hay periodistas extraordinarios en esta época. Pero ver un periódico como La Opinión ahora no es necesario. Apretando el dedito ves lo que está ocurriendo.

Fracaso

Abrasha Rotenberg nació el 4 de mayo de 1926 “en un lugar que ya no existe”, comenta: la Unión Soviética. También cuenta que hoy utiliza su tiempo en leer e informarse. Se define como un hombre de radio, incluso aprendió a hablar español por ese medio cuando llegó al país con tan solo ocho años. “Aprendí escuchando novelas camperas”, agrega. La amenaza (2020) es el nombre del último libro de Rotenberg. Se trata de una novela que cuenta, en dos tiempos, la historia de Travin, un joven culto e interesado por la política, y también un periodista adulto perseguido por la dictadura militar. En el sitio web del autor y en su perfil de Instagram se destaca una frase de presentación:

«Soy de una generación que quiso cambiar el mundo. Fracasamos, el mundo nos cambió a nosotros». 

«Mirá -dice Rotenberg-, nací en 1926, es decir, hace 95 años. Era un mundo de esperanza, en 1917 se produjo la Revolución Rusa, iba a nacer el hombre nuevo, una sociedad equitativa, un mundo de distribución de la educación igualitaria, de los ingresos igualitarios, iba a desaparecer la explotación del hombre por el hombre. En 1922, Mussolini toma el poder en Italia, todo lo opuesto, el Estado es lo más importante, el hombre es un elemento nada más, el hombre tiene que trabajar para un Estado fuerte, la patria, el ejército, la bandera; nacionalismo puro. En 1933, sube Adolfo Hitler, la violencia, la guerra, la persecución a los judíos, a los gitanos, a los homosexuales. 1936, Guerra Civil Española. 1939, Guerra Mundial. Y luego, Corea, Vietnam, ni un solo día dejó de sonar un cañón. ¿Y qué pasó con ese sueño del hombre? El hombre nuevo nació con Lenin en la Unión Soviética, y termina con Putin. Volvemos a la prehistoria. El sueño de una generación que iba a cambiar el mundo se transformó en absoluto fracaso. ¿Estamos mejor que antes? Sí, mucho mejor. ¿Conseguimos algo de lo que queríamos? Un poquito».

¿Qué nos espera?

Estamos en medio de una revolución cuyo significado no entendemos. Estamos en el final de la era industrial y en los principios de la era de la inteligencia artificial, y no nos damos cuenta de que para esa revolución que viene no tenemos ni el lenguaje, ni sabemos cómo interpretarla, porque va a una velocidad mucho más rápida que la de nuestra inteligencia para captar su sentido. La Revolución Industrial tardó 200 años en desarrollarse y en llegar a su cúspide. Esta tarda días. La mente no se acostumbra a eso. Estamos perdidos, pero yo creo en la inteligencia del hombre, a pesar de esto inesperado que nos está ocurriendo, de este virus asesino, porque igual lo vamos a superar. Tuvimos la peste negra, la peste española, muchas cosas, pero no teníamos los elementos tecnológicos para combatirlas. En un año el hombre descubrió cómo pelear contra un enemigo desconocido, así que yo voy a morir con el desencanto, pero con la esperanza.

Me hizo acordar un poco a una frase de Pepe Mujica que dice algo similar, y agrega: «Pero sigo soñando que vale la pena luchar»…

Yo voy a ser más modesto. Yo digo que vale la pena vivir, vale la pena vivir, y con los ojos abiertos, porque hay muchos vendedores de fantasías entre nosotros, muchos, y son muy hábiles. A lo que yo le temo es a la fe, porque no admite argumentos. Esa cosa basada en la irracionalidad me preocupa, pero los sueños son necesarios. El hombre sin sueños se parece mucho a un animal. Técnicamente, del hombre de las cavernas estamos a cien mil kilómetros, pero espiritualmente, emotivamente, estamos a medio metro. 

Los kilómetros que nos separan del hombre de las cavernas se plasman en la virtualidad del Zoom, plataforma que Abrasha maneja a la perfección. Sumado a esto, el autor de La amenaza (2020) hace transmisiones en vivo por Instagram para seguir difundiendo su última obra, publicada a sus 93 años.

En cuanto a La Opinión, muchas y muy variadas son las interpretaciones de este diario que se desarrolló en las puertas de la época más trágica de la historia de nuestro país. El principal legado del periódico fue el de marcar un quiebre y una innovación en la práctica periodística. ANCCOM tuvo el privilegio de conversar con una de las principales figuras de ese legado.