10 años de política nacional: de Cristina a Milei

10 años de política nacional: de Cristina a Milei

¿Qué ocurrió en el país para que en tan solo una década pasara de un gobierno popular a uno de derecha radical? Las experiencias fallidas de Macri y Alberto Fernández, los efectos de la pandemia y los problemas que nadie pudo resolver.

La victoria de Javier Milei en las elecciones presidenciales de 2023 representó un sacudón para la sociedad argentina. Mirando hacia atrás, las claves de su triunfo se vuelven más claras y trazan una línea de hechos y momentos que marcaron estos últimos diez años de la historia política argentina. Ana Paola Zuban, politóloga, consultora e investigadora analiza que “el liderazgo de Milei es un eco de una sociedad cansada, enojada, que conquistó derechos pero que no puede ejercerlos materialmente y esto es terreno fértil para que prosperen los conservadurismos y las ideas de derecha”.  

Las crisis que enfrentan las clases trabajadoras pueden explicarlo en parte. La inestabilidad, inseguridad, inflación, el aumento de precios y servicios, la pérdida de puestos de trabajo y la informalidad laboral, la no actualización de los salarios y por ende el deterioro de la calidad de vida, son algunos de los elementos que conforman el cuadro crítico de una sociedad que busca sobrevivir día a día. Zuban reflexiona que la incertidumbre creciente que plantean las crisis económicas y su profundización, producida por la pandemia del Covid 19, impone la necesidad de protección del statu quo.  En ese marco, gran parte de la sociedad siente que su estilo de vida y sus creencias son atacados y que el discurso de odio es una justa reacción a eso. “Ese conservadurismo se orienta, por definición, a mantener y proteger tradiciones culturales, religiosas, siempre orientadas a proteger valores tradicionales, que representan un escudo protector ante tanta incertidumbre y consolida una identidad comunitaria, muy necesaria en momentos de fragmentación”, remarca.

En el trazado de esa línea retrospectiva de hechos políticos que permiten analizar el presente, la primera parada es el gobierno de Alberto Fernández. En diálogo con ANCCOM, Pablo Semán, sociólogo, antropólogo e investigador del CONICET, señala que “la pandemia catalizó una serie de tendencias críticas del Estado y las condensó en una acción de la política que también fue sometida a crítica por la población”. Queda claro que la desbordante crisis social y sanitaria no sólo dejó secuelas en la propia sociedad, sino también en un gobierno que había articulado su narrativa en contraposición a la anterior gestión de Mauricio Macri, y en torno a la reconstrucción de un nuevo contrato social “fraterno y solidario”, la reactivación de la obra pública y la salida de la lógica del ajuste y la deuda, en palabras del propio Fernández en su discurso de asunción en diciembre de 2019.

“Al kirchnerismo le interesa mucho deslindar culpas, descargándolas en Alberto Fernández y yo diría que en general todo el comportamiento del Estado fue bastante problemático, aun cuando el de Fernández, sobre todo por algunas cosas específicas como la foto de Olivos, haya quedado en el centro de la escena.  No parecía un gobierno unificado, digo, personas que no tuvieran otros intereses que no fuesen salvar su propia silla”, puntualiza Semán.

Por su parte, el gobierno de Mauricio Macri representó el triunfo de Juntos por el Cambio como una coalición nueva, de centro-derecha, que se volvió competitiva y ganó las elecciones; y de una persona que no provenía ni del peronismo ni del radicalismo. “En el gobierno de Macri sucedió una cosa importantísima y mala que fue el endeudamiento. Todo el proceso que llevó al endeudamiento constituyó algo así como un engaño a la población, porque la previa apreciación cambiaria y la posterior devaluación eran cosas que se suponían que no iban a volver a ocurrir y generaron una gran decepción”, observa Semán.

El fracaso del gobierno de Macri, que había llegado bajo la promesa de la generación de empleo,  pobreza “cero” y la ampliación de la economía, no hizo más que dejar una crisis social aún más aguda, con altos niveles de inflación, pobreza y endeudamiento. Como resultado, el vínculo de la sociedad con la política continuó resquebrajándose. En relación a este punto, Manuel Salvador Zunino, sociólogo, docente y consultor explica que existe una combinación de factores estructurales y coyunturales que moldearon la relación de la sociedad con la política en la última década. “En lo estructural, los cambios en la forma de producir, el avance tecnológico y la precarización del empleo generaron nuevas subjetividades, nuevas formas de relacionarse con la política y un sentimiento de incertidumbre generalizado. En lo coyuntural, la crisis económica persistente, la inflación y la dificultad de los gobiernos para ofrecer respuestas concretas deterioraron la confianza en la dirigencia. Eso abrió la puerta a discursos más disruptivos y a liderazgos que canalizan el descontento con la política tradicional” analiza Zunino.

Es posible señalar, entonces, que la poca capacidad o voluntad de desarrollar ciertos parámetros de gobernabilidad, las contradicciones al interior del propio gobierno y la imposibilidad de satisfacer ciertas necesidades sociales durante la gestión de Macri se fueron acumulando durante el mandato de Fernández, desembocando en el surgimiento de la figura de Milei. Gabriel Vommaro, sociólogo, docente e investigador, puntualiza que la era actual del descontento político y la crisis de representación de las democracias data de mucho antes. “Si vos mirás la Primavera Árabe, el movimiento Ocuppy WallStreet o el 15-M en España tuvieron lugar hace más de una década. Por eso uno puede decir que el descontento social con las elites políticas comienza bastante antes. Y después, con las crisis de la subprime en 2008/2009 se agudiza una crisis económica y política en el mundo. América Latina tuvo ciertas particularidades, un boom en el precio de las commodities que le permitió traer recursos extraordinarios durante cierto período y esto coincidió con el ascenso de izquierdas anti-sistemas o ciertamente novedosas en sus países, lo que retrasó ese descontento generalizado, que llegó directamente de la mano de las derechas radicales”.

Por su parte, Semán se aleja de la necesidad de pensar el gobierno de Milei como eco del ascenso de las derechas a nivel mundial y señala que la referencia cómoda y superficial a lo internacional en los análisis cotidianos, impide asumir o entender el porqué de la victoria  de Milei y porqué se mantiene. “Las extremas derechas de América Latina son muy diferentes de las de Europa, en su proceso evolutivo y en su modo de gobierno, y además las extremas derechas que ganaron en América Latina también son muy diferentes en sus propias evoluciones. La principal diferencia es que, por ejemplo, ascendieron de forma abrupta, consolidaron mayorías electorales con pisos por encima del 45%, y gobiernan de forma radical y revolucionaria, transgresora de los acuerdos constitucionales previos, cosa que no necesariamente ocurre en Europa”.

En este contexto, remarca que “los mismos que en Argentina decían que en nuestro país no iba a pasar lo mismo que pasaba en otros países del mundo, porque en Argentina había una excepción que era el peronismo y los juicios a las juntas, son los mismos que ahora dicen que esto es un fenómeno mundial. Milei, más que ser un reflejo de lo que acontecía mundialmente en su momento, fue más bien un vector, un factor de ampliación de lo posible de ser dicho por la derecha a nivel mundial. Porque podía decir lo que no podía decir ningún líder de las extremas derechas. Entonces, Milei fue menos influido mundialmente, aunque algo lo fue”.

En la actualidad, se abren muchos interrogantes en torno a la evolución del panorama político, ciertamente complejo. “El impacto de las redes sociales, las fake news, la segmentación y los discursos de odio, imponen nuevas narrativas y nuevos modos de conectar con toda la sociedad. Surgen nuevos movimientos de protesta, transversales, con demandas diversas con multiplicidad de consignas. También, una militancia más volátil, menos leal a los partidos, aunque no por eso despojada de ideología”,  señala Zuban.

En relación a la oposición, las fuentes concuerdan en que en su disputa por el liderazgo, el peronismo retrasa la discusión sobre el contenido y una necesaria autocrítica. Zunino remarca que “está más en una posición reactiva frente a la agenda de Milei que en una fase propositiva. No está intentando conectar con los jóvenes, ni con el trabajador informal, y en un tema central como la seguridad cedió espacio y dejó que figuras como Patricia Bullrich dominen ese discurso, sobre todo en los sectores de mayores de 60 años. Tiene una debilidad en su relato en las tres franjas etarias. Por otra parte, para que emerjan nuevos liderazgos, el peronismo primero tiene que definir qué le quiere proponer a la sociedad”.

Por su parte, Semán analiza que los años de protagonismo del peronismo en el gobierno “llevaron a la construcción de superestructuras políticas muy densamente pobladas, que tienen intereses creados en la defensa de esas posiciones, antes que en la construcción de una representatividad”. Y agrega que “eso a su vez está comprometido con la consolidación de un repertorio de acción política que consiste en la intransigencia, la agresividad política, la imposibilidad de realizar alguna autocrítica y en un modo de producir consenso político basado en la creencia de una jefatura infalible, lo cual lleva, por ejemplo, tanto a la imposibilidad de renovación como a los desacuerdos que se manifiestan entre Cristina Fernández de Kirchner y Kicillof”.

En un año de definiciones en medio de una inestabilidad casi estructural, el rumbo político está atado a la economía como factor principal. “Un oficialismo adicto a las fake news, una oposición fragmentada y fracturada, una sociedad escéptica, con altas dosis de frustración vinculada a la economía puede triunfar en octubre, y eso puede permitir ganar algo de tiempo. La economía es y será el factor determinante”,  puntualiza Zuban. Desde su mirada, Zunino remarca que “el principal desafío lo tiene Milei. Si logra consolidar su liderazgo dentro del espacio antiperonista, puede asegurarse un piso electoral importante. Pero ahí tiene un obstáculo que es Mauricio Macri, que sigue siendo un actor clave. El mes bisagra en la política nacional es mayo, ahí se definen las alianzas y vamos a poder ver cómo se ordena el mapa político”. Por su parte, Semán concluye que “la evolución del panorama político va a estar vinculado a los logros que pueda tener el gobierno de Milei en cuanto a consolidar su política antiinflacionaria, que tiene un costo enorme. Ahora, si distintas situaciones políticas llevan a que el gobierno, por ejemplo, no tenga financiamiento y caiga en una devaluación, o se acelere una espiral de expectativas negativas, el gobierno va a estar más erosionado, y las elecciones de octubre van a ser un desafío más profundo y más duro para el oficialismo”.

Del tsunami verde a la ola machirula

Del tsunami verde a la ola machirula

Las críticas al feminismo ganan terreno en el debate público y cada vez son con más virulencia. La falta de consenso en torno a las políticas de género se hicieron visibles en los resultados electorales. Las consecuencias del desmantelamiento del Ministerio de la Mujer y diferentes programas que abogaban por la igualdad.

Una encuesta realizada en octubre del 2023 por el Observatorio de Psicología Social Aplicada de la Facultad de Psicología de la UBA indicaba que un 67% de los varones y un 51% de las mujeres consideraba que las políticas de género promueven el odio hacia los hombres. La cifra ascendía al 82% cuando se trataba de los votantes de La Libertad Avanza. A su vez, un 72% de los votantes de Milei consideró que la justicia suele favorecer a las mujeres. Un 66% de los varones considera, incluso, que los hombres deben tener cuidado al relacionarse con mujeres.

Este cambio de tendencia respeto de los tiempos de la llamada “ola verde” se refleja también en discursos que parecían olvidados: en una reciente entrevista radial el publicista de ultraderecha pura y dura Nicolás Márquez insistió en la utilización de términos anacrónicos y discriminatorios como “invertido y “sodomita, argumentando que la connotación despectiva de éstos fue impuesta por la corrección política de la ideología de género y que él no se sentía obligado a cumplir con esos mandatos. En la misma entrevista calificó a la homosexualidad como conducta insana y autodestructiva.

También en el plano electoral la insistencia de Javier Milei con el tema puso de manifiesto que el repudio a las políticas de género no resta votos al candidato ganador sino todo lo contrario. Las encuestas tanto anteriores como posteriores a las elecciones mostraron que Milei obtenía más votos del electorado masculino, sobre todo entre los jóvenes, y que estos criticaban mayoritariamente los “excesos” del feminismo.

El fenómeno no es exclusivamente local ni mucho menos: según otra encuesta realizada en 2023 por el Centro de Investigaciones Sociológicas de España un 44% de los hombres y el 32% de las mujeres consideraba que se ha llegado tan lejos en las políticas de igualdad que ahora los discriminados son los hombres.

Estos datos acompañan otras señales de que la ola verde, en los lugares a donde llegó, ahora sufre un reflujo. Este fenómeno está impactando en electorados del mundo occidental y la reivindicación del patriarcado, lejos de espantar votantes, los atrae, sobre todo en los segmentos de hombres jóvenes. Un extenso artículo de The Economist hablaba de una deriva que distancia cada vez más a los jóvenes varones y mujeres entre sí.

Nuevas nuevas masculinidades

Cuestionamientos al feminismo hay desde muchas corrientes. Pero hay una que directamente lo niega y suele estar acompañado por una reivindicación de la masculinidad tradicional. Así, las políticas gubernamentales que se implementaron para generar la participación equitativa de mujeres y minorías en diversas instituciones, pasan a ser repudiadas por una porción de la población que las ve como un trato desigual ante la ley, un “privilegio”, como lo llamaría el actual presidente, alejando a estas políticas del consenso que parecían tener hasta hace pocos años.

Matías de Stéfano Barbero, Doctor en Antropología (UBA), Investigador Asistente del Conicet y especializado en las relaciones entre violencia y género, sostiene que este discurso reviste hoy un carácter de cierta rebeldía. Esto se debe a que  el cuestionamiento de la masculinidad tradicional ganó fuerza en diversas capas de la sociedad pero ahora sufriría una “reacción” esperable e, incluso, deseable porque plantea el desafío de buscar nuevas formas de interpelar y convencer. De Stefano ofrece además una interpretación del particular clima de época que vivimos, asegura que “estamos en un escenario social y político donde prima el ‘sálvese quien pueda’ y el ‘todos contra todos’, donde se instrumentaliza la idea de masculinidad tradicional como una forma de ser en el mundo que puede ayudarnos a sobrevivir”. Según su parecer, esto sólo aumentará el individualismo, la crueldad y la violencia.

Irene Meler, coordinadora del foro de Psicoanálisis y Género de la Asociación de Psicólogos y Psicólogas de Buenos Aires, asegura que nos encontramos ante el fenómeno conocido como backlash, una reacción conservadora frente a los nuevos derechos adquiridos por las mujeres en los últimos años. Para la especialista el motivo de esta reacción estaría dado por las condiciones económicas. Según Meler, “la derechización masculina es un síntoma de la añoranza respecto de un status social privilegiado que muchos están perdiendo por la fuerte concentración económica en pocas manos y el desclasamiento de los sectores medios, cuyos jóvenes van a ser más pobres que sus padres.”

La crisis económica favorece, entonces, la reivindicación de refugios que funcionaban en el pasado, pero esto se da sobre todo entre los hombres. “Las mujeres no experimentan su condición de clase del mismo modo que los varones, porque la componen en parte mediante su nivel educativo y su trabajo, pero también a través de la alianza con un hombre, que suele ser quien establece el status familiar. Esta alianza está cada vez más dificultada, pero como expectativa persiste. De modo que el resentimiento juvenil es la causa de la derechización” explica Meler.

La nueva vieja derecha

Desde luego, la lectura que se hace desde los sectores conservadores es diametralmente distinta. Tal es el caso del politólogo Agustín Laje, quien se define como liberal conservador. En una entrevista del año 2017, cuando presentaba el libro que escribió junto a Nicolás Márquez sobre la nueva izquierda, ambos se refirieron a los estudios y las políticas de lo que consideran “ideología de género” y que para ellos resulta dominante y parte de la ideología de Estado.

Según Laje y Márquez las políticas de género corresponden a una estrategia que la izquierda tuvo que emplear desde los años 60 y de manera más acuciante después de la caída del Muro de Berlín, cuando la clase obrera dejó de responder a los postulados del marxismo clásico. Se habría pasado entonces del conflicto estructural al conflicto en la cultura, por ello se salió a buscar minorías conflictuadas que fueran funcionales a la revolución. En esta nueva fase, que Laje y Márquez consideran marxismo cultural, no se busca expropiar los medios de producción sino la forma de pensar, se pasa entonces de la lucha de clases a la lucha de géneros. Las políticas de inclusión consisten, según estos dos autores, en igualar contrafácticamente aquello que por naturaleza es desigual. Por eso, una de las medidas gubernamentales más celebradas por Laje fue la prohibición del lenguaje inclusivo en la administración pública, medida que el Gobierno nacional implementó en febrero de este año.

 

Cómo acercarme a hablar

Otro de los ejes de discusión en torno al avance del feminismo en los últimos años tuvo que ver con los nuevos parámetros de conducta cuando los varones se vinculan con mujeres, una cuestión dónde también aparecen las denuncias, el riesgo de desprestigio social y la posibilidad de la cancelación.

Cristian Cabrera y Juana Cúneo son profesionales de la fundación Kaleidos, una organización que trabaja con diferentes instituciones educativas en cuestiones de salud reproductiva y la lucha contra las violencias. Ellos advierten que el malestar de los varones por no saber qué se espera de ellos al vincularse con las mujeres no está tan presente en los jóvenes de hoy como sí lo estaba en 2017 y 2018, cuando los escraches en muchas escuelas de la ciudad empezaron a ocurrir ante cualquier actitud violenta o irrespetuosa por parte de los varones. Para los especialistas eso generaba, por esos años, cierta parálisis o resistencia al cambio de paradigma de muchos varones. La fundación trabaja en ámbitos escolares y deportivos, los cursos y talleres que brindan se enfocan en abordar la violencia como temática en todos los órdenes posibles. Los profesionales cuentan que a veces se acercan ellos mismos a las instituciones, otras veces llegan por pedido de los directivos y a una escuela incluso llegaron por parte del centro de estudiantes. Sobre la búsqueda de una masculinidad más sana explican la importancia de no conducir a la formación de un nuevo estereotipo de masculinidad ya que detrás de ese estereotipo pueden esconderse viejas formas de violencia y subordinación.

Sobre la cuestión del respeto y el consentimiento, Matías de Stéfano Barbero explica que si bien algunos hombres expresan hoy cierto grado de malestar por no saber cómo es la forma correcta de proceder, sus discursos son muy diversos. Aunque algunos son más reaccionarios, otros denotan incertidumbre por el cambio en ciertos límites. Y aclara que es importante revisar ciertas prácticas que podrían significar un avasallamiento a la voluntad de las mujeres.

¿El aborto en cuestión?

Durante la campaña presidencial Javier Milei había prometido cerrar el Ministerio de las Mujeres y desde sus primeras apariciones públicas siempre se mostró en contra de la legalización del aborto. ¿Están en peligro los derechos por el retorno de las ideas conservadoras? Meler afirma que sí y que una muestra de eso se encuentra en los intentos de revisar la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo.

Los profesionales consultados coinciden en señalar que un cisma entre varones y mujeres podría llegar a ser aún más perjudicial, ya que una salida superadora precisa de la acción en conjunto. Para prevenir la violencia de género y generar una comunicación respetuosa, es necesario erradicar todo tipo de violencias de las prácticas cotidianas y no sólo en vínculos sexoafectivos sino entre pares, en la amistad o en la familia. Atender a las complejidades que supone ser hombre en nuestra sociedad no necesariamente implica una oposición categórica al feminismo. La masculinidad tradicional no ofrece sólo privilegios sino también sufrimiento y alienación.

Tanto sea por razones económicas, culturales o políticas, lo cierto es que los cuestionamientos al feminismo se han instalado en el debate público y han permeado con más fuerza en el electorado masculino.

 

Un cacho de cultura

Un cacho de cultura

Los resultados preliminares de la encuesta de consumos culturales que realiza el SinCA da cuenta del permanente crecimiento del streaming. Sin embargo, la televisión sigue reinando. Más de la mitad de los argentinos leyeron al menos un libro en el último año.

La encuesta de consumos culturales, a cargo del Sistema de Información Cultural de la Argentina (SInCA), se encarga de hacer un relevamiento a nivel nacional para conocer los hábitos de consumo cultural por parte de la población. Este año, se contraponen los datos con la encuesta de 2013, de 2017 y aquellos tomados durante el muestreo, que fue entre noviembre de 2022 y enero de 2023 de manera presencial a lo largo del país.

Federico Bonazzi, Coordinador del SInCA, comentó en diálogo con ANCCOM que la encuesta buscó mantener la mayor cantidad de preguntas iguales a ediciones anteriores, con la finalidad de observar la evolución de los principales indicadores: “de las 179 preguntas de la encuesta de 2022, hay 93 que son directamente equiparables a las de 2017”, afirmó. Por eso, es posible hacer una revisión en estadísticas como el consumo de la televisión, que si bien tuvo una baja en la cantidad de personas que la miran, el porcentaje de consumo sigue siendo uno de los más altos y alcanzó a el 91%, a comparación de 2013, cuando era del 97%. 

El economista especializado en datos y cultura ahondó la metodología en la que se basaron para realizar la encuesta de consumos culturales: “A fin de tener una representación de cada una de las regiones, se establece un nivel mínimo de casos por región. Para que sea estadísticamente significativo y representativo, en cada una de esas regiones se selecciona una serie de ciudades, y entre esa serie de ciudades, una serie casos”. De esta manera, la encuesta fue estratificada y tiene un carácter multietápico y probabilístico, a la vez que contiene márgenes de error propios de esta metodología.

“Una de las novedades en los cambios de hábitos que presuponemos se relaciona con introducir nuevas preguntas de consumo digital o de plataformas a través de todos los módulos”, confirmó Bonazzi. En la misma encuesta es posible ver que si bien el porcentaje disminuyó en 2022, en comparación con el 87% de 2013, un 67% de la argentina consume radio, siendo la FM la más escuchada, y los programas musicales los más populares, seguidos por los informativos y políticos. Se evidenció que el consumo mutó, ya que el 27% escucha radio por Internet y el 47% por una radio tradicional. Este cambio en las plataformas de consumo también atravesó la lectura de noticias, que en 2013 era practicada por un 73% de la población. Años más tarde, en 2017, tuvo una fuerte disminución para llegar a la cifra del 57%. En el 2022, recobró fuerza esta práctica y se vio que el 68% la sigue practicando, principalmente en redes sociales y en diarios digitales.

El coordinador del SInCA comentó una de las mayores novedades de la encuesta, que refirió a ahondar en las prácticas culturales más allá del consumo cultural. “Se incluyeron preguntas sobre la formación cultural y el trabajo cultural –sostuvo–. Para ver las distintas formas de relacionarnos con la cultura, ya no desde un rol solamente pasivo”. A comparación del 2017, donde la cifra sólo alcanzaba un 26%, se verificó que en 2022 un 36% de la población concurre o participa de algún  tipo de actividad en espacios y organizaciones comunitarias, siendo la mayoría clubes, sociedades de fomento y espacios, centros o grupos religiosos, con un 11% de concurrencia cada una.

 

Bonazzi admitió que principalmente se guían por las preguntas del censo y la encuesta permanente de hogares (EPH), ambos coordinados por el INDEC. Esto es para “ganar también marcos de comparabilidad”, según sus propias palabras. Así, comentó a ANCCOM que si bien los resultados preliminares son exhaustivos, el informe final indagará “sobre los gastos o los motivos de por qué no se realizan ciertos consumos. Eso es interesante al momento de pensar políticas públicas y políticas de públicos”. Con una mirada prospectiva advirtió que “estudiando qué podemos decir de los análisis regionales y analizando las conformaciones del hogar. Por ejemplo, estamos revisando cuánto inciden las variables de cuidado de menores o adultos mayores en los niveles de consumo”.

 

El informe preliminar de la encuesta de consumos culturales demostró que las redes sociales cuentan con una gran participación comunitaria, ya que el 92% de la argentina utiliza Whatsapp. En cuanto a las plataformas emergentes, se mostró que el 34% utiliza Tik Tok y el 9% utiliza Twitch, una plataforma que habilita la transmisión en vivo. En este caso, el  44% de la población visualiza transmisiones en vivo en las redes sociales. 

Las plataformas de streaming verificaron un gran aumento en su uso. A comparación de 2017, cuando solo el 41% las consumía, en 2022 el 65% de las personas admitió mirar películas, series u otros materiales audiovisuales en estas plataformas, siendo Netflix la más popular, seguida por Disney Plus y HBO +.

“A partir de la encuesta anterior se indaga en la simultaneidad, en los consumos culturales, como puede ser escuchar música y leer un libro o escuchar la radio y jugar videojuegos”, sostuvo Bonazzi. La lectura de libros aumentó con respecto al año 2017 y alcanzó a un 51% de la población. Se verificó que la lectura, tanto habitual como ocasional, se da principalmente en el formato papel. El coordinador del SInCA afirmó que entienden que “ahora la posibilidad de consumir cultura está mucho más deslocalizada y se puede conseguir a través de distintos dispositivos”.

En cuanto a actividades culturales tradicionales, se observó una mayor popularidad del cine: el 36% de la población concurre para ver, principalmente, películas de acción, aventura y suspenso. Los recitales de música ganaron relevancia en comparación con 2017: un 29% asistió a ellos. Luego le siguen la visita a los museos con un 20% y, por último, el teatro, con solo un 15% de asistencia.

Las industrias culturales muestran así un fuerte cambio debido al consumo de la población. Las tendencias mutan hacia consumos simultáneos, on demand y más selectivos: según lo prometido por Bonazzi, los resultados finales de la encuesta arrojarán mayor cantidad de datos sobre los gastos y por qué las personas eligen no consumir o practicar ciertas actividades.

La ciencia es machirula

La ciencia es machirula

La desigualdad de género tiene impacto en distintas áreas del conocimiento y el sector tecnológico no es la excepción. La situación actual coloca a las mujeres y las disidencias en una posición de desventaja con respecto a los varones. 

Existen distintos indicadores que señalan la inequidad en el sector CTIM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, o STEM, según sus siglas en inglés). Uno de ellos es el fenómeno conocido como «techo de cristal», el cual implica que las mujeres tienen más obstáculos para acceder a los puestos jerárquicos. Según el diagnóstico sobre la situación de las mujeres en Ciencia y Tecnología publicado por el Ministerio de esa área en febrero de 2020, sólo el 14% de los puestos directivos de los organismos bajo su órbita  mostró mujeres al frente, mientras que el 86% de los cargos directivos restantes estaban ocupados por varones. 

Delfina García Hamilton, coordinadora del Programa Mujeres, Paz y Seguridad en ONU Mujeres, refuerza estas estadísticas: «Según ONU Mujeres y UNESCO, en América Latina y el Caribe, el 45% del total de las personas investigadoras son mujeres. Sin embargo, la segregación horizontal y vertical continúa siendo elevada: las mujeres investigadoras se encuentran aún subrepresentadas en los niveles más altos de las carreras profesionales y continúan siendo una minoría en diversos campos de las STEM».

Esta realidad se vincula con la denominada “segregación horizontal”. Las mujeres están sub-representadas en áreas tradicionalmente masculinas (Ingeniería, Tecnología, Ciencias Naturales y Exactas); mientras que, por lo contrario, están sobrerrepresentadas en  otros campos como las Ciencias Sociales, las Humanidades y las Ciencias Médicas y de la Salud, tradicionalmente femeninas y que refuerzan los estereotipos de roles de género.

Marta Maule, especialista TIC, docente y coordinadora en el Observatorio de Políticas Públicas en la Universidad de Avellaneda, enfatiza esta idea al expresar que “tendríamos que mirar cómo se involucra a les niñes en el conocimiento y la experiencia temprana de las CTIM. Allí tenemos el inicio de un proceso sostenido que, cuanto menos a las mujeres, nos excluye sistemáticamente de la posibilidad de siquiera soñar con ser matemática, programadora o científica en general”.

Maule es una de las fundadoras del espacio de estudio y análisis de Políticas TIC en la UNDAV, conformado íntegramente por mujeres profesionales que se interesan en el sector. «La iniciativa no se trata de retener un espacio sólo entre mujeres, se trata de demostrar una forma distinta de trabajar, pensar y analizar las tecnologías, haciéndolas propias y poniéndole nueva voz a la transmisión y generación de ideas y reflexiones sobre temas monopolizados por lo heteronormativo», explica. 

Por su parte, García Hamilton coincide en el rol que cumple la integración de las mujeres para evitar los sesgos en el área. «Dar a las mujeres igualdad de oportunidades para desarrollarse y prosperar en carreras STEM -dice-  ayuda a reducir la brecha salarial de género, mejora la seguridad económica de las mujeres, garantiza una fuerza de trabajo diversa y talentosa, y evita los sesgos en estos campos y en los productos y servicios elaborados».

Medidas estatales para acortar la brecha

El mes pasado el Gobierno nacional inauguró el Centro de Géneros en Tecnología (Centro G+T). Se trata de una iniciativa de la Secretaría de Innovación Pública que articula al Estado con empresas privadas. Tiene como objetivo la inserción de las mujeres y disidencias en el sector CTIM. Desde el sector privado, participarán Google, Nokia, Huawei, Globant, Claro, Microsoft y Facebook, entre otras.

El acto de presentación en el Salón Norte de Casa Rosada, disponible en Youtube, fue encabezado por la secretaria de Innovación Pública, Micaela Sánchez Malcolm; la directora de ARSAT, Anabel Cisneros; la vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca; y, en representación del sector privado, Lilian Denicola, gerenta de Calidad para el Cono Sur de Nokia.

Según ONU Mujeres, en América Latina y el Caribe, el 45% del las personas investigadoras son mujeres.

El Centro maneja dos líneas estratégicas: por un lado, trabajará en la formación e inserción de mujeres y disidencias en el sector CTIM a través de capacitaciones y charlas; y, a la par, se encargará de generar espacios en donde se visibilice a referentes mujeres con el fin de motivar a más jóvenes a formar parte del sector. 

La coordinadora en ONU Mujeres resalta la importancia de este tipo de políticas: “Para lograr la igualdad de género es clave la articulación público-privada, por lo que celebramos la creación del nuevo Centro de Géneros en Tecnología, lo que representa un avance para que el Estado y las empresas articulen para impulsar políticas con perspectiva de género en sectores profesionales muy masculinizados como STEM”.

En la misma línea, Maule entiende que “decir que todas las acciones positivas contribuyen a reducir esta brecha y a generar condiciones de equidad no sorprende a nadie, pero es cierto que acciones concretas como el nuevo Centro de Géneros en Tecnologías aporta significativamente en esta dura tarea de visibilizar y comprender las barreras y prejuicios propios de un sector muy masculinizado y, también, a poner en agenda la necesidad de motivar, inspirar y mentorear a futuros profesionales que hoy pertenecen a sectores tradicionalmente relegados en las tareas de estudiar y hacer ciencias ‘duras’ o ‘abstractas’”. 

Acciones concretas

Este  22 de abril, con motivo del Día de las Niñas en las TIC, se realizó la primera mesa de trabajo. En la reunión, que fue virtual, se presentó el sitio web del Centro G+T. También se estableció la articulación con el programa Punto Digital, que suma más de 580 nodos de conectividad en el territorio nacional e implica una vinculación directa entre los ciudadanos y las tecnologías.

Con respecto al sector privado, la empresa Huawei anunció la entrega de 600 becas a mujeres y disidencias que sean docentes y/o tengan entre 18 y 35 años de edad para brindarles capacitaciones en Big Data e inteligencia artificial. Por su parte, Microsoft presentó una propuesta de trabajo de 12 meses para mujeres y disidencias.

“Creo que contar con un Ministerio que tiene por tarea transversalizar la perspectiva de género en todo el accionar del Estado es estratégico para avanzar en soluciones reales y sustentables”, opina Maule. “Va de suyo que no es suficiente este enorme trabajo, sino que debemos poner, cada uno desde el sector en el que se desarrolla, la lupa en acciones concretas para profundizar y afianzar esta tarea titánica que pudimos retomar, desde lo público, en diciembre de 2019”, agrega la especialista.

 El Centro G+T apunta a constituir un factor determinante en las acciones del Estado para la reducción de la brecha de género en los sectores CTIM y, para ello, la participación del ámbito privado es fundamental en este proceso. Lograr una mayor diversidad de género en áreas tradicionalmente masculinas contribuirá a resultados con menores sesgos y a un desarrollo económico más equitativo.

Así las cosas, la coyuntura de la pandemia no ha impedido que las mujeres continuen con una agenda activa en el diseño de políticas públicas y acuerdos con el sector privado para romper ese “techo de cristal”, un eufemismo de la discriminación por género que se usa en el ámbtio letrado. 

Pobre Argentina

Pobre Argentina

Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) el 42% de las personas y el 31,6% de los hogares argentinos son pobres. Dentro de este conjunto, se distingue un 7,8% de hogares indigentes, que incluyen al 10,5% de las personas. La información, correspondiente al segundo semestre del 2020, evidencia una problemática acuciante y que arrastra varias décadas en el país. Las políticas sociales parecen el único instrumento sensible para evitar que la inequidad se transforme en violencia  para la simple supervivencia, por las necesidades básicas insatisfechas. Un indicador alarmante de este último informe es que los jóvenes menores de 14 años son los más pobres. En otras palabras: carecen de alimentos básicos para su desarrollo físico e intelectual.

Los datos del Indec, publicados el 31 de marzo, arrojaron números alarmantes. En términos absolutos implica que, para el universo de los 31 aglomerados urbanos de la Encuesta Permanente de Hogares, por debajo de la Línea de Pobreza -aquellos cuyos ingresos no pueden satisfacer un conjunto de necesidades alimentarias y no alimentarias consideradas esenciales- se ubican 2.926.890 hogares que abarcan a 12.000.998 personas. Asimismo, 720.678 hogares se encuentran por debajo de la Línea de Indigencia. Estos son quienes no cuentan con ingresos suficientes para satisfacer un umbral mínimo de necesidades energéticas y proteicas para la subsistencia, e incluye a 3.007.177 personas.

El Indec también destaca que la franja etaria de 0 a 14 registra la mayor cantidad de pobres con el 57,7% de las personas, seguida por el grupo de 15 a 29 con un 48,2%. Además, los niveles más altos de incidencia de la pobreza en personas se observaron en las regiones de Gran Buenos Aires con el 44,3%. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires tiene el 16,5%. 

El Noreste argentino cuenta con una pobreza global del 43,5%, con variaciones según las provincias: Corrientes 42,9%, Formosa 36,4%, Gran Resistencia 53,6% y Posadas 37,7%. Por su parte, la región Pampeana alcanza un 38,2%, en tanto la Patagonia suma 35,2%. 

Mientras que la mayor cantidad de indigencia por personas se concentra en la zona del Gran Buenos Aires con el 13,3%, la Patagonia posee el 7,8% (Neuquén-Plottier 12,3%); y la menor indigencia se observa en Cuyo con un 5,3% y en Noroeste un 7,0%.

Los índices de pobreza e indigencia se calculan sobre la capacidad de los hogares de acceder, respectivamente, a la canasta básica total (CBT) y la canasta básica alimentaria (CBA), mediante sus ingresos monetarios, y la brecha es la distancia entre estos y las canastas. 

Los últimos datos revelan que el ingreso total familiar promedio de los hogares pobres fue de $29.567, mientras la CBT promedio del mismo grupo alcanzó los $50.854, por lo que la brecha se ubicó en 41,9%. En el caso de la indigencia, la CBA promedio de los hogares fue de $21.572 y el ingreso total familiar promedio de $12.864, lo que implicó una brecha del 40,4%.

Estos números son la muestra certificada de una cruda realidad social. La deuda interna que dejó el macrismo, según el Banco Mundial, marca una recesión y caída del PIB de 2,5%, en 2018, y 2%, en 2019. A esto, se  adiciona el endeudamiento externo por 40 mil millones de dólares y la aparición de la inédita pandemia originada por el virus del Covid-19. 

La contracción de la economía durante 2020, producto de las restricciones impuestas a partir de la cuarentena, generó una caída de 9,9% interanual del Producto Interno Bruto (PIB). Estas consecuencias negativas se replicaron en la mayoría de las latitudes del mundo. En el caso de América Latina, el informe anual de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) sostuvo que, en el año pasado, se registró una caída del PIB de 7,7% y la tasa de pobreza extrema y de la pobreza se situaron en 12,5% y 33,7% de la población, respectivamente. Esto significó que a finales de 2020, en la región, 22 millones de personas engrosaron la fila de la pobreza. 

Para la CEPAL, pese a las medidas de protección social de emergencia adoptadas por los países, orientadas a frenar la pandemia, estos números en la cantidad de pobres no se habían observado en los últimos 20 años.

Evolución de la pobreza

La problemática de la pobreza arrastra varias décadas en nuestro país y se agudiza con el tiempo: es, tal vez, la mayor deuda de la democracia con la sociedad. La exclusión social en los últimos 50 años (1970 – 2020) mostró niveles de pobreza cada vez más altos. 

En la década de 1970 la pobreza promedio fue de 5,7%, aunque ya en la década siguiente prácticamente se cuadriplicó al pasar al 19,6%. La década de 1990 volvió a crecer al ser del 26,4%, mientras que en la década del 2000 el salto volvió a registrarse al establecerse en niveles de 36,4%. Donde vemos que todas las décadas el número de pobres no paró de crecer en su promedio. La única excepción fueron los últimos 10 años, en donde el promedio se ubicó en valores igualmente desgraciados del 29,3%”, afirma Julián Zícari, Economista y Doctor en Ciencias Sociales. 

En la misma sintonía, un estudio del Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales (Cedlas), el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) recalcó que, entre 1983 y 2018, la pobreza medida por ingresos “sólo disminuyó en el rebote de las dos crisis macroeconómicas profundas que vivió el país [después de la hiperinflación de 1989 y de la crisis del 2001], y en el período de excepcionales circunstancias externas durante parte de los 2000 [principalmente entre 2004 y 2007]”. 

Desde una mirada más reciente en el tiempo, a partir del estudio del Cedlas se puede advertir que, considerando en su conjunto los tres gobiernos kirchneristas entre 2003 y 2015, la pobreza cayó del 58,2% al 30,1%,  mientras que la indigencia descendió del 21,1% al 5,9%. El documento también destacó que la disminución tanto de la pobreza como de la indigencia se dio de forma acelerada entre 2003 y 2007, y luego siguió bajando, pero de forma paulatina hasta el 2011. Desde ese momento, se mantuvieron en los mismos niveles, con algunos altibajos durante el gobierno de Cristina Fernández.

Respecto al mandato de Mauricio Macri, el primer dato oficial del Indec señaló que la pobreza y la indigencia en el segundo trimestre de 2016, alcanzaron respectivamente al 32,2% y al 6,3% de la población. Luego hubo un leve descenso de la pobreza a partir del 2018, pero como consecuencia de la crisis macroeconómica, ese número aumentó significativamente. De este modo, los números del Indec indicaron que en 2019 el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Fernández recibieron un país con 35,5% de pobreza en las personas y 8% de indigencia. 

Pobreza en pandemia y asistencia social

La grave situación económica que atravesaba el país a fines del 2019 y, acentuada al año siguiente, generó los números cristalizados en el informe del Indec. Para Itai Hagman, economista y diputado del Frente de Todos, la pandemia “no sólo no permitió revertir un proceso de crecimiento sostenido de la pobreza desde abril de 2018”, sino que también “ocasionó que el punto de partida sea aún más bajo”. Hagman también advierte que “sin las políticas de asistencia que existieron durante la pandemia, la situación sería todavía más dramática. Aunque eso no justifica que se podrían haber hecho más cosas para evitar los resultados que hemos conocido”.

Pese al rebote en la actividad económica de los últimos meses, sin una intervención activa del Estado esa mejora no va a alcanzar para revertir todo el daño que se produjo en la pandemia. 

Para Hagman, este contexto “demanda políticas distributivas más intensivas, de transferencias de ingresos. Hay propuestas en danza, desde las más ambiciosas como establecer un salario universal que por lo menos garantice un ingreso equivalente a la línea de indigencia, y que permita también disminuir la pobreza. Hasta políticas más focalizadas que permitan inyectar recursos en los sectores más vulnerables, básicamente, con políticas de urbanización de barrios populares, de construcción de viviendas, de inversión en infraestructura que le de trabajo e ingresos a esos sectores de la población. Requiere de políticas concretas y no va a derramar automáticamente del crecimiento económico que está ocurriendo en la industria y que es importante, pero resuelve solo una parte del problema” 

En 2020, el Estado fue un protagonista inexorable por la crisis global y local. No sólo para adquirir los insumos indispensables que el sistema de salud usó en la pandemia, sino también en la implementación de políticas que pudieran morigerar el impacto económico y social que tuvo el Covid-19. Entre ellas, la asistencia y los planes sociales como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), el Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP), los incrementos en los montos de la Tarjeta Alimentar y en la Asignación Universal por Hijo (AUH).  Todos ellos permitieron contener a aquellos sectores más vulnerables.   

Conforme a la Memoria detallada del estado de la Nación 2020, la Tarjeta Alimentar implicó una inversión de $95.355 millones y alcanzó a 2.040.277 personas. El monto otorgado fue de $4.000 para las familias con un hijo de hasta seis años, y de 6.000 para las familias que tuvieran más de un hijo en la misma franja etaria, y sin límites de edad en el caso de los niños y niñas con discapacidad. Durante mayo y diciembre se duplicaron ambos montos de las tarjetas. 

Por otra parte, el IFE -creado el 24 de marzo- llegó, al menos en una ocasión, a 9.048.499 personas (32,8% de la población entre 18 y 65 años) y significó una inversión de $263.169 millones. Consistió en el pago excepcional de $10.000 a trabajadores desocupados, informales, de casas particulares, cuentapropistas de menores ingresos y beneficiarios de AUH y Asignación Familiar por Embarazo para Protección Social (AUE). Se abonó en tres oportunidades a lo largo de seis meses. 

El ATP -lanzado el 1 de abril- fue recibido por 2.965.909 trabajadores y 306.761 empresas fueron beneficiadas y representó una inversión de $236.377 millones. Mediante este programa el Estado se hizo cargo de parte de los salarios de los trabajadores de las empresas privadas en todo el territorio nacional que evidenciaron una afectación considerable en su facturación producto de la pandemia.

Asimismo, el INDEC publicó el segundo informe del impacto del coronavirus en los hogares del Gran Buenos Aires, correspondiente a agosto-octubre de 2020. En él se destaca que 68,3% de los hogares con jefe o jefa asalariado no registrado recibió prestaciones implementadas a partir de la pandemia. La cobertura alcanzó al 82,2% si se suman quienes comenzaron a recibir transferencias con la pandemia (22,8%), quienes cobraron esas sumas y ya obtenían algún tipo de programa (45,6%) y quienes solamente cobraban en base a programas previamente existentes (14%).

Los números de la cobertura y el alcance de estos programas evidencian la importancia que tuvieron durante el 2020. Ante ciertos relatos peyorativos sobre estas ayudas estatales, Hagman señala que se anclan en prejuicios, “porque supone que cuando el Estado hace transferencias de ingresos lo que está haciendo es sacarle a un sector de la población que, supuestamente, es productivo y meritorio, y destinarlo a un sector que es parasitario. Esto no es así. La razón por la que el Estado tiene que hacer políticas distributivas no se vincula con sacarle a los que se esfuerzan y darle a los que le viene todo de arriba. Tiene que ver con reparar o equilibrar una injusticia social”.