Un cacho de cultura

Un cacho de cultura

Los resultados preliminares de la encuesta de consumos culturales que realiza el SinCA da cuenta del permanente crecimiento del streaming. Sin embargo, la televisión sigue reinando. Más de la mitad de los argentinos leyeron al menos un libro en el último año.

La encuesta de consumos culturales, a cargo del Sistema de Información Cultural de la Argentina (SInCA), se encarga de hacer un relevamiento a nivel nacional para conocer los hábitos de consumo cultural por parte de la población. Este año, se contraponen los datos con la encuesta de 2013, de 2017 y aquellos tomados durante el muestreo, que fue entre noviembre de 2022 y enero de 2023 de manera presencial a lo largo del país.

Federico Bonazzi, Coordinador del SInCA, comentó en diálogo con ANCCOM que la encuesta buscó mantener la mayor cantidad de preguntas iguales a ediciones anteriores, con la finalidad de observar la evolución de los principales indicadores: “de las 179 preguntas de la encuesta de 2022, hay 93 que son directamente equiparables a las de 2017”, afirmó. Por eso, es posible hacer una revisión en estadísticas como el consumo de la televisión, que si bien tuvo una baja en la cantidad de personas que la miran, el porcentaje de consumo sigue siendo uno de los más altos y alcanzó a el 91%, a comparación de 2013, cuando era del 97%. 

El economista especializado en datos y cultura ahondó la metodología en la que se basaron para realizar la encuesta de consumos culturales: “A fin de tener una representación de cada una de las regiones, se establece un nivel mínimo de casos por región. Para que sea estadísticamente significativo y representativo, en cada una de esas regiones se selecciona una serie de ciudades, y entre esa serie de ciudades, una serie casos”. De esta manera, la encuesta fue estratificada y tiene un carácter multietápico y probabilístico, a la vez que contiene márgenes de error propios de esta metodología.

“Una de las novedades en los cambios de hábitos que presuponemos se relaciona con introducir nuevas preguntas de consumo digital o de plataformas a través de todos los módulos”, confirmó Bonazzi. En la misma encuesta es posible ver que si bien el porcentaje disminuyó en 2022, en comparación con el 87% de 2013, un 67% de la argentina consume radio, siendo la FM la más escuchada, y los programas musicales los más populares, seguidos por los informativos y políticos. Se evidenció que el consumo mutó, ya que el 27% escucha radio por Internet y el 47% por una radio tradicional. Este cambio en las plataformas de consumo también atravesó la lectura de noticias, que en 2013 era practicada por un 73% de la población. Años más tarde, en 2017, tuvo una fuerte disminución para llegar a la cifra del 57%. En el 2022, recobró fuerza esta práctica y se vio que el 68% la sigue practicando, principalmente en redes sociales y en diarios digitales.

El coordinador del SInCA comentó una de las mayores novedades de la encuesta, que refirió a ahondar en las prácticas culturales más allá del consumo cultural. “Se incluyeron preguntas sobre la formación cultural y el trabajo cultural –sostuvo–. Para ver las distintas formas de relacionarnos con la cultura, ya no desde un rol solamente pasivo”. A comparación del 2017, donde la cifra sólo alcanzaba un 26%, se verificó que en 2022 un 36% de la población concurre o participa de algún  tipo de actividad en espacios y organizaciones comunitarias, siendo la mayoría clubes, sociedades de fomento y espacios, centros o grupos religiosos, con un 11% de concurrencia cada una.

 

Bonazzi admitió que principalmente se guían por las preguntas del censo y la encuesta permanente de hogares (EPH), ambos coordinados por el INDEC. Esto es para “ganar también marcos de comparabilidad”, según sus propias palabras. Así, comentó a ANCCOM que si bien los resultados preliminares son exhaustivos, el informe final indagará “sobre los gastos o los motivos de por qué no se realizan ciertos consumos. Eso es interesante al momento de pensar políticas públicas y políticas de públicos”. Con una mirada prospectiva advirtió que “estudiando qué podemos decir de los análisis regionales y analizando las conformaciones del hogar. Por ejemplo, estamos revisando cuánto inciden las variables de cuidado de menores o adultos mayores en los niveles de consumo”.

 

El informe preliminar de la encuesta de consumos culturales demostró que las redes sociales cuentan con una gran participación comunitaria, ya que el 92% de la argentina utiliza Whatsapp. En cuanto a las plataformas emergentes, se mostró que el 34% utiliza Tik Tok y el 9% utiliza Twitch, una plataforma que habilita la transmisión en vivo. En este caso, el  44% de la población visualiza transmisiones en vivo en las redes sociales. 

Las plataformas de streaming verificaron un gran aumento en su uso. A comparación de 2017, cuando solo el 41% las consumía, en 2022 el 65% de las personas admitió mirar películas, series u otros materiales audiovisuales en estas plataformas, siendo Netflix la más popular, seguida por Disney Plus y HBO +.

“A partir de la encuesta anterior se indaga en la simultaneidad, en los consumos culturales, como puede ser escuchar música y leer un libro o escuchar la radio y jugar videojuegos”, sostuvo Bonazzi. La lectura de libros aumentó con respecto al año 2017 y alcanzó a un 51% de la población. Se verificó que la lectura, tanto habitual como ocasional, se da principalmente en el formato papel. El coordinador del SInCA afirmó que entienden que “ahora la posibilidad de consumir cultura está mucho más deslocalizada y se puede conseguir a través de distintos dispositivos”.

En cuanto a actividades culturales tradicionales, se observó una mayor popularidad del cine: el 36% de la población concurre para ver, principalmente, películas de acción, aventura y suspenso. Los recitales de música ganaron relevancia en comparación con 2017: un 29% asistió a ellos. Luego le siguen la visita a los museos con un 20% y, por último, el teatro, con solo un 15% de asistencia.

Las industrias culturales muestran así un fuerte cambio debido al consumo de la población. Las tendencias mutan hacia consumos simultáneos, on demand y más selectivos: según lo prometido por Bonazzi, los resultados finales de la encuesta arrojarán mayor cantidad de datos sobre los gastos y por qué las personas eligen no consumir o practicar ciertas actividades.

La ciencia es machirula

La ciencia es machirula

La desigualdad de género tiene impacto en distintas áreas del conocimiento y el sector tecnológico no es la excepción. La situación actual coloca a las mujeres y las disidencias en una posición de desventaja con respecto a los varones. 

Existen distintos indicadores que señalan la inequidad en el sector CTIM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, o STEM, según sus siglas en inglés). Uno de ellos es el fenómeno conocido como «techo de cristal», el cual implica que las mujeres tienen más obstáculos para acceder a los puestos jerárquicos. Según el diagnóstico sobre la situación de las mujeres en Ciencia y Tecnología publicado por el Ministerio de esa área en febrero de 2020, sólo el 14% de los puestos directivos de los organismos bajo su órbita  mostró mujeres al frente, mientras que el 86% de los cargos directivos restantes estaban ocupados por varones. 

Delfina García Hamilton, coordinadora del Programa Mujeres, Paz y Seguridad en ONU Mujeres, refuerza estas estadísticas: «Según ONU Mujeres y UNESCO, en América Latina y el Caribe, el 45% del total de las personas investigadoras son mujeres. Sin embargo, la segregación horizontal y vertical continúa siendo elevada: las mujeres investigadoras se encuentran aún subrepresentadas en los niveles más altos de las carreras profesionales y continúan siendo una minoría en diversos campos de las STEM».

Esta realidad se vincula con la denominada “segregación horizontal”. Las mujeres están sub-representadas en áreas tradicionalmente masculinas (Ingeniería, Tecnología, Ciencias Naturales y Exactas); mientras que, por lo contrario, están sobrerrepresentadas en  otros campos como las Ciencias Sociales, las Humanidades y las Ciencias Médicas y de la Salud, tradicionalmente femeninas y que refuerzan los estereotipos de roles de género.

Marta Maule, especialista TIC, docente y coordinadora en el Observatorio de Políticas Públicas en la Universidad de Avellaneda, enfatiza esta idea al expresar que “tendríamos que mirar cómo se involucra a les niñes en el conocimiento y la experiencia temprana de las CTIM. Allí tenemos el inicio de un proceso sostenido que, cuanto menos a las mujeres, nos excluye sistemáticamente de la posibilidad de siquiera soñar con ser matemática, programadora o científica en general”.

Maule es una de las fundadoras del espacio de estudio y análisis de Políticas TIC en la UNDAV, conformado íntegramente por mujeres profesionales que se interesan en el sector. «La iniciativa no se trata de retener un espacio sólo entre mujeres, se trata de demostrar una forma distinta de trabajar, pensar y analizar las tecnologías, haciéndolas propias y poniéndole nueva voz a la transmisión y generación de ideas y reflexiones sobre temas monopolizados por lo heteronormativo», explica. 

Por su parte, García Hamilton coincide en el rol que cumple la integración de las mujeres para evitar los sesgos en el área. «Dar a las mujeres igualdad de oportunidades para desarrollarse y prosperar en carreras STEM -dice-  ayuda a reducir la brecha salarial de género, mejora la seguridad económica de las mujeres, garantiza una fuerza de trabajo diversa y talentosa, y evita los sesgos en estos campos y en los productos y servicios elaborados».

Medidas estatales para acortar la brecha

El mes pasado el Gobierno nacional inauguró el Centro de Géneros en Tecnología (Centro G+T). Se trata de una iniciativa de la Secretaría de Innovación Pública que articula al Estado con empresas privadas. Tiene como objetivo la inserción de las mujeres y disidencias en el sector CTIM. Desde el sector privado, participarán Google, Nokia, Huawei, Globant, Claro, Microsoft y Facebook, entre otras.

El acto de presentación en el Salón Norte de Casa Rosada, disponible en Youtube, fue encabezado por la secretaria de Innovación Pública, Micaela Sánchez Malcolm; la directora de ARSAT, Anabel Cisneros; la vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca; y, en representación del sector privado, Lilian Denicola, gerenta de Calidad para el Cono Sur de Nokia.

Según ONU Mujeres, en América Latina y el Caribe, el 45% del las personas investigadoras son mujeres.

El Centro maneja dos líneas estratégicas: por un lado, trabajará en la formación e inserción de mujeres y disidencias en el sector CTIM a través de capacitaciones y charlas; y, a la par, se encargará de generar espacios en donde se visibilice a referentes mujeres con el fin de motivar a más jóvenes a formar parte del sector. 

La coordinadora en ONU Mujeres resalta la importancia de este tipo de políticas: “Para lograr la igualdad de género es clave la articulación público-privada, por lo que celebramos la creación del nuevo Centro de Géneros en Tecnología, lo que representa un avance para que el Estado y las empresas articulen para impulsar políticas con perspectiva de género en sectores profesionales muy masculinizados como STEM”.

En la misma línea, Maule entiende que “decir que todas las acciones positivas contribuyen a reducir esta brecha y a generar condiciones de equidad no sorprende a nadie, pero es cierto que acciones concretas como el nuevo Centro de Géneros en Tecnologías aporta significativamente en esta dura tarea de visibilizar y comprender las barreras y prejuicios propios de un sector muy masculinizado y, también, a poner en agenda la necesidad de motivar, inspirar y mentorear a futuros profesionales que hoy pertenecen a sectores tradicionalmente relegados en las tareas de estudiar y hacer ciencias ‘duras’ o ‘abstractas’”. 

Acciones concretas

Este  22 de abril, con motivo del Día de las Niñas en las TIC, se realizó la primera mesa de trabajo. En la reunión, que fue virtual, se presentó el sitio web del Centro G+T. También se estableció la articulación con el programa Punto Digital, que suma más de 580 nodos de conectividad en el territorio nacional e implica una vinculación directa entre los ciudadanos y las tecnologías.

Con respecto al sector privado, la empresa Huawei anunció la entrega de 600 becas a mujeres y disidencias que sean docentes y/o tengan entre 18 y 35 años de edad para brindarles capacitaciones en Big Data e inteligencia artificial. Por su parte, Microsoft presentó una propuesta de trabajo de 12 meses para mujeres y disidencias.

“Creo que contar con un Ministerio que tiene por tarea transversalizar la perspectiva de género en todo el accionar del Estado es estratégico para avanzar en soluciones reales y sustentables”, opina Maule. “Va de suyo que no es suficiente este enorme trabajo, sino que debemos poner, cada uno desde el sector en el que se desarrolla, la lupa en acciones concretas para profundizar y afianzar esta tarea titánica que pudimos retomar, desde lo público, en diciembre de 2019”, agrega la especialista.

 El Centro G+T apunta a constituir un factor determinante en las acciones del Estado para la reducción de la brecha de género en los sectores CTIM y, para ello, la participación del ámbito privado es fundamental en este proceso. Lograr una mayor diversidad de género en áreas tradicionalmente masculinas contribuirá a resultados con menores sesgos y a un desarrollo económico más equitativo.

Así las cosas, la coyuntura de la pandemia no ha impedido que las mujeres continuen con una agenda activa en el diseño de políticas públicas y acuerdos con el sector privado para romper ese “techo de cristal”, un eufemismo de la discriminación por género que se usa en el ámbtio letrado. 

Pobre Argentina

Pobre Argentina

Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) el 42% de las personas y el 31,6% de los hogares argentinos son pobres. Dentro de este conjunto, se distingue un 7,8% de hogares indigentes, que incluyen al 10,5% de las personas. La información, correspondiente al segundo semestre del 2020, evidencia una problemática acuciante y que arrastra varias décadas en el país. Las políticas sociales parecen el único instrumento sensible para evitar que la inequidad se transforme en violencia  para la simple supervivencia, por las necesidades básicas insatisfechas. Un indicador alarmante de este último informe es que los jóvenes menores de 14 años son los más pobres. En otras palabras: carecen de alimentos básicos para su desarrollo físico e intelectual.

Los datos del Indec, publicados el 31 de marzo, arrojaron números alarmantes. En términos absolutos implica que, para el universo de los 31 aglomerados urbanos de la Encuesta Permanente de Hogares, por debajo de la Línea de Pobreza -aquellos cuyos ingresos no pueden satisfacer un conjunto de necesidades alimentarias y no alimentarias consideradas esenciales- se ubican 2.926.890 hogares que abarcan a 12.000.998 personas. Asimismo, 720.678 hogares se encuentran por debajo de la Línea de Indigencia. Estos son quienes no cuentan con ingresos suficientes para satisfacer un umbral mínimo de necesidades energéticas y proteicas para la subsistencia, e incluye a 3.007.177 personas.

El Indec también destaca que la franja etaria de 0 a 14 registra la mayor cantidad de pobres con el 57,7% de las personas, seguida por el grupo de 15 a 29 con un 48,2%. Además, los niveles más altos de incidencia de la pobreza en personas se observaron en las regiones de Gran Buenos Aires con el 44,3%. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires tiene el 16,5%. 

El Noreste argentino cuenta con una pobreza global del 43,5%, con variaciones según las provincias: Corrientes 42,9%, Formosa 36,4%, Gran Resistencia 53,6% y Posadas 37,7%. Por su parte, la región Pampeana alcanza un 38,2%, en tanto la Patagonia suma 35,2%. 

Mientras que la mayor cantidad de indigencia por personas se concentra en la zona del Gran Buenos Aires con el 13,3%, la Patagonia posee el 7,8% (Neuquén-Plottier 12,3%); y la menor indigencia se observa en Cuyo con un 5,3% y en Noroeste un 7,0%.

Los índices de pobreza e indigencia se calculan sobre la capacidad de los hogares de acceder, respectivamente, a la canasta básica total (CBT) y la canasta básica alimentaria (CBA), mediante sus ingresos monetarios, y la brecha es la distancia entre estos y las canastas. 

Los últimos datos revelan que el ingreso total familiar promedio de los hogares pobres fue de $29.567, mientras la CBT promedio del mismo grupo alcanzó los $50.854, por lo que la brecha se ubicó en 41,9%. En el caso de la indigencia, la CBA promedio de los hogares fue de $21.572 y el ingreso total familiar promedio de $12.864, lo que implicó una brecha del 40,4%.

Estos números son la muestra certificada de una cruda realidad social. La deuda interna que dejó el macrismo, según el Banco Mundial, marca una recesión y caída del PIB de 2,5%, en 2018, y 2%, en 2019. A esto, se  adiciona el endeudamiento externo por 40 mil millones de dólares y la aparición de la inédita pandemia originada por el virus del Covid-19. 

La contracción de la economía durante 2020, producto de las restricciones impuestas a partir de la cuarentena, generó una caída de 9,9% interanual del Producto Interno Bruto (PIB). Estas consecuencias negativas se replicaron en la mayoría de las latitudes del mundo. En el caso de América Latina, el informe anual de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) sostuvo que, en el año pasado, se registró una caída del PIB de 7,7% y la tasa de pobreza extrema y de la pobreza se situaron en 12,5% y 33,7% de la población, respectivamente. Esto significó que a finales de 2020, en la región, 22 millones de personas engrosaron la fila de la pobreza. 

Para la CEPAL, pese a las medidas de protección social de emergencia adoptadas por los países, orientadas a frenar la pandemia, estos números en la cantidad de pobres no se habían observado en los últimos 20 años.

Evolución de la pobreza

La problemática de la pobreza arrastra varias décadas en nuestro país y se agudiza con el tiempo: es, tal vez, la mayor deuda de la democracia con la sociedad. La exclusión social en los últimos 50 años (1970 – 2020) mostró niveles de pobreza cada vez más altos. 

En la década de 1970 la pobreza promedio fue de 5,7%, aunque ya en la década siguiente prácticamente se cuadriplicó al pasar al 19,6%. La década de 1990 volvió a crecer al ser del 26,4%, mientras que en la década del 2000 el salto volvió a registrarse al establecerse en niveles de 36,4%. Donde vemos que todas las décadas el número de pobres no paró de crecer en su promedio. La única excepción fueron los últimos 10 años, en donde el promedio se ubicó en valores igualmente desgraciados del 29,3%”, afirma Julián Zícari, Economista y Doctor en Ciencias Sociales. 

En la misma sintonía, un estudio del Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales (Cedlas), el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) recalcó que, entre 1983 y 2018, la pobreza medida por ingresos “sólo disminuyó en el rebote de las dos crisis macroeconómicas profundas que vivió el país [después de la hiperinflación de 1989 y de la crisis del 2001], y en el período de excepcionales circunstancias externas durante parte de los 2000 [principalmente entre 2004 y 2007]”. 

Desde una mirada más reciente en el tiempo, a partir del estudio del Cedlas se puede advertir que, considerando en su conjunto los tres gobiernos kirchneristas entre 2003 y 2015, la pobreza cayó del 58,2% al 30,1%,  mientras que la indigencia descendió del 21,1% al 5,9%. El documento también destacó que la disminución tanto de la pobreza como de la indigencia se dio de forma acelerada entre 2003 y 2007, y luego siguió bajando, pero de forma paulatina hasta el 2011. Desde ese momento, se mantuvieron en los mismos niveles, con algunos altibajos durante el gobierno de Cristina Fernández.

Respecto al mandato de Mauricio Macri, el primer dato oficial del Indec señaló que la pobreza y la indigencia en el segundo trimestre de 2016, alcanzaron respectivamente al 32,2% y al 6,3% de la población. Luego hubo un leve descenso de la pobreza a partir del 2018, pero como consecuencia de la crisis macroeconómica, ese número aumentó significativamente. De este modo, los números del Indec indicaron que en 2019 el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Fernández recibieron un país con 35,5% de pobreza en las personas y 8% de indigencia. 

Pobreza en pandemia y asistencia social

La grave situación económica que atravesaba el país a fines del 2019 y, acentuada al año siguiente, generó los números cristalizados en el informe del Indec. Para Itai Hagman, economista y diputado del Frente de Todos, la pandemia “no sólo no permitió revertir un proceso de crecimiento sostenido de la pobreza desde abril de 2018”, sino que también “ocasionó que el punto de partida sea aún más bajo”. Hagman también advierte que “sin las políticas de asistencia que existieron durante la pandemia, la situación sería todavía más dramática. Aunque eso no justifica que se podrían haber hecho más cosas para evitar los resultados que hemos conocido”.

Pese al rebote en la actividad económica de los últimos meses, sin una intervención activa del Estado esa mejora no va a alcanzar para revertir todo el daño que se produjo en la pandemia. 

Para Hagman, este contexto “demanda políticas distributivas más intensivas, de transferencias de ingresos. Hay propuestas en danza, desde las más ambiciosas como establecer un salario universal que por lo menos garantice un ingreso equivalente a la línea de indigencia, y que permita también disminuir la pobreza. Hasta políticas más focalizadas que permitan inyectar recursos en los sectores más vulnerables, básicamente, con políticas de urbanización de barrios populares, de construcción de viviendas, de inversión en infraestructura que le de trabajo e ingresos a esos sectores de la población. Requiere de políticas concretas y no va a derramar automáticamente del crecimiento económico que está ocurriendo en la industria y que es importante, pero resuelve solo una parte del problema” 

En 2020, el Estado fue un protagonista inexorable por la crisis global y local. No sólo para adquirir los insumos indispensables que el sistema de salud usó en la pandemia, sino también en la implementación de políticas que pudieran morigerar el impacto económico y social que tuvo el Covid-19. Entre ellas, la asistencia y los planes sociales como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), el Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP), los incrementos en los montos de la Tarjeta Alimentar y en la Asignación Universal por Hijo (AUH).  Todos ellos permitieron contener a aquellos sectores más vulnerables.   

Conforme a la Memoria detallada del estado de la Nación 2020, la Tarjeta Alimentar implicó una inversión de $95.355 millones y alcanzó a 2.040.277 personas. El monto otorgado fue de $4.000 para las familias con un hijo de hasta seis años, y de 6.000 para las familias que tuvieran más de un hijo en la misma franja etaria, y sin límites de edad en el caso de los niños y niñas con discapacidad. Durante mayo y diciembre se duplicaron ambos montos de las tarjetas. 

Por otra parte, el IFE -creado el 24 de marzo- llegó, al menos en una ocasión, a 9.048.499 personas (32,8% de la población entre 18 y 65 años) y significó una inversión de $263.169 millones. Consistió en el pago excepcional de $10.000 a trabajadores desocupados, informales, de casas particulares, cuentapropistas de menores ingresos y beneficiarios de AUH y Asignación Familiar por Embarazo para Protección Social (AUE). Se abonó en tres oportunidades a lo largo de seis meses. 

El ATP -lanzado el 1 de abril- fue recibido por 2.965.909 trabajadores y 306.761 empresas fueron beneficiadas y representó una inversión de $236.377 millones. Mediante este programa el Estado se hizo cargo de parte de los salarios de los trabajadores de las empresas privadas en todo el territorio nacional que evidenciaron una afectación considerable en su facturación producto de la pandemia.

Asimismo, el INDEC publicó el segundo informe del impacto del coronavirus en los hogares del Gran Buenos Aires, correspondiente a agosto-octubre de 2020. En él se destaca que 68,3% de los hogares con jefe o jefa asalariado no registrado recibió prestaciones implementadas a partir de la pandemia. La cobertura alcanzó al 82,2% si se suman quienes comenzaron a recibir transferencias con la pandemia (22,8%), quienes cobraron esas sumas y ya obtenían algún tipo de programa (45,6%) y quienes solamente cobraban en base a programas previamente existentes (14%).

Los números de la cobertura y el alcance de estos programas evidencian la importancia que tuvieron durante el 2020. Ante ciertos relatos peyorativos sobre estas ayudas estatales, Hagman señala que se anclan en prejuicios, “porque supone que cuando el Estado hace transferencias de ingresos lo que está haciendo es sacarle a un sector de la población que, supuestamente, es productivo y meritorio, y destinarlo a un sector que es parasitario. Esto no es así. La razón por la que el Estado tiene que hacer políticas distributivas no se vincula con sacarle a los que se esfuerzan y darle a los que le viene todo de arriba. Tiene que ver con reparar o equilibrar una injusticia social”.

¿Llegó el tiempo de hablar de soberanía tecnológica?

¿Llegó el tiempo de hablar de soberanía tecnológica?

Las plataformas digitales son parte de nuestra vida cotidiana, nunca en la historia de la humanidad estuvimos tan conectados y con tanta información a disposición. Aunque nos brindan un sinfín de posibilidades, ya no se pueden ignorar los peligros que sostienen esta red a la que recurrimos diariamente. En medio de una vorágine de información y a un click de distancia de cualquier parte del mundo ¿Qué sociedad estamos construyendo?

Varios debates han acompañado estos cambios, algunos arriesgan que es necesario eliminar todas las redes sociales y otros miran con fascinación el mundo de posibilidades que tenemos a disposición. Las ciencias sociales tienen por delante el desafío de descifrar lo que ocurre mientras los cambios suceden de manera vertiginosa. Especialistas de la sociología, la comunicación social y el psicoanálisis comparten algunas de sus reflexiones que, lejos de responder sobre el futuro, proponen repensar lo que ocurre hoy. 

“Somos entrenados para un mundo donde la diferencia entre lo real y lo virtual es poco clara”, dice Ferrer.

“Estamos siendo entrenados para  habitar un mundo donde la diferencia entre lo real y lo virtual es poco clara”, expresa Christian Ferrer sociólogo y docente de la Facultad de Ciencias Sociales. Estos cambios desdibujan la percepción del tiempo y el espacio, todo se vuelve más inmediato y, aunque estemos quietos, la experiencia espacial puede indicar que estamos en todos lados. Desarrollamos el sentido de la vista y el oído por sobre todos los otros y hay un acostumbramiento perceptual para volvernos emisores y receptores constantes. “El contenido es de poca importancia, lo relevante es que se habiten las redes sociales y se construya el sistema de control permanente que registre gustos y tendencias”, señala.

Que el uso de las plataformas no es exactamente gratis, sino que funciona a partir de un modelo de negocios que se basa en nuestros datos no es novedoso. Todo es registrable y todos constituimos un perfil en internet. Pablo Rodríguez, docente de Comunicación Social e investigador CONICET, expresa que la vigilancia es más grande que nunca, pero que hubo un cambio en su carácter porque ya no ocurre desde el Estado a la población, sino que es todos con todos y forma parte de la vida social. La asimetría radica en la cantidad de datos que tiene, por ejemplo, Google: “Claramente ellos tienen más poder sobre nosotros que nosotros sobre ellos”. El autor del libro Las palabras en las cosas señala que existe un nuevo procesamiento de datos que representa una mayor complejidad y son los algoritmos probabilísticos. Estos bucean en el Big Data buscando relaciones que no fueron solicitadas de antemano “No obedecen una orden, el algoritmo está buscando cosas sin que sepamos qué pueden encontrar, ni qué decisiones puede tomar en función de eso”, explica Rodríguez.  

El caudal de información que se deposita en las plataformas digitales, para Ferrer, implica una confesión constante que realiza una función parecida al confesionario de la Iglesia “una tendencia  a exponerse todo el tiempo que complace al narcisismo dominante o a la vanidad a la cual ahora se la llama autoestima”. Los usuarios saben que están siendo constantemente vigilados, pero el beneficio de potenciar el narcisismo personal es más poderoso que el miedo. Entre las confesiones, el autor destaca que existe una fuerte moralización de los discursos. Esta función que antes estaba en manos de generaciones pasadas, ahora opera entre los jóvenes: “Aparecieron un montón de buenos que en manada persiguen a quienes consideran malos. Es la tradicional metáfora del rebaño eclesiástico. No importa que unos se definan como buenos de izquierda y otros como buenos de derecha, importa que hay un solo bando persiguiendo a la oveja negra”, destaca. 

«El algoritmo busca cosas sin que sepamos qué puede encontrar, ni qué decisiones toma en función de eso”, dice Rodríguez  

Diana  Litvinoff es psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y explica que la subjetividad y la identidad siempre es construida en relación a los otros, pero que en las redes sociales este proceso se evidencia en likes, comentarios y repercusiones: “Genera mucha angustia subir una foto y que nadie diga nada, afecta el autoestima, y hay personas que pueden poner más distancia con respecto a eso y hay otros que quedan muy pendientes de ese tipo de aprobación”.

La autora de El sujeto escondido en la realidad virtual destaca que la intimidad es cultural, por lo que el contexto de lo íntimo y privado cambia de acuerdo a la época. En las redes sociales existen nuevas redefiniciones: “De alguna manera el hecho de que estés con la computadora en tu casa, que haya distancia y no ser consciente de cuánta gente está al tanto de lo que decís provoca la confesión”, explica. La intimidad se vuelca de manera más fácil y si es bajo el anonimato más aún, pero también hay que tener en cuenta que lo que se publica en redes suele ser muy superficial: “La intimidad se reserva siempre, no es que desaparece sino que se la esconde y hay que encontrarla en otras partes”, agrega Litvinoff. 

El tiempo frente a las pantallas es cada vez mayor y preocupa en cierta medida el uso desmedido, la psicoanalista sostiene que el potencial adictivo de la tecnología y los videojuegos se encuentra más en la persona que en la plataforma: “La adicción a los videojuegos puede tener que ver con la completitud que da a la imagen o que la persona pueda recibir el reconocimiento que afuera no encuentra. Me cuesta pensar que  sea algo nuevo en ese sentido”. 

Para Ferrer uno de los elementos que resultan tan atractivos es que funcionan como fugas compensatorias. En un mundo donde la vida cotidiana puede volverse extenuante y generar infelicidad, las retóricas de las plataformas digitales sirven de ayuda. Este fenómeno no es nuevo: “Mi mamá y mi tía miraban telenovelas y lloraban juntas. Yo siendo niño pequeño me preguntaba por qué, hasta que entendí que todas las pasiones que había en esa telenovela no las tenían ellas con sus propios maridos. Lo mismo pasa con las redes sociales porque las personas que están ahí no tienen una vida muy interesante, están quietas emitiendo o consumiendo, pero se genera la ilusión de que son alguien que importa”, describe Ferrer. 

“Hay que entender que existen derechos en las redes sociales”, recuerda Rodríguez.

Para el sociólogo lo único que sobrevive al tiempo es la emoción, la mayoría de lo que ocurre en los medios de comunicación no va a tener ninguna importancia en veinte años porque se sostiene en la vanidad: “Tener tiempos y espacios para los afectos es muy importante y para eso no necesitas cinco mil contactos en Facebook”. Pero tampoco se trata de huir al bosque “aunque no estaría mal de vez en cuando, pero eso es algo que solo pueden hacer los ricos”. Sino que se trata de no permanecer conectados todo el tiempo, especialmente porque muchas veces ya se sabe lo que se va a encontrar en las redes sociales: “¿Qué sentido tiene leer un libro que me va a confirmar lo que ya pienso? No se produce ni un mínimo cambio de opinión. Solo se aprende de lo desconocido, cuando se suspende la certeza y sin juicios previos”, declara. 

Rodríguez destaca que es necesario un debate profundo y una resignificación del rol del Estado para problematizar el uso de los datos, algoritmos y plataformas de manera democrática, “hay que entender que existen derechos en las redes sociales”.  Volver a pensar en las plataformas bajo una mirada de política pública sin que solo exista la lógica del mercado puede ser un buen inicio. Por eso el autor destaca que debería existir un pensamiento institucional que cree alternativas regionales y que fomente el diseño de las plataformas que se usan acá: “Todos hablamos de soberanía económica y alimentaria, ¿en qué momento vamos  a plantear algo sobre soberanía tecnológica?”.

Ni una de cal ni una de arena

Ni una de cal ni una de arena

La albañilería es uno de los rubros más “pesados” dentro de la construcción, además de ser uno de los oficios más precarizados. El aislamiento  impuesto por el gobierno a raíz del coronavirus, dejó al descubierto realidades difíciles a afrontar para los trabajadores de la construcción,  con más de cinco meses de restricción para desempeñar su labor.

Lunes 23 de marzo, son las seis de la mañana y el reloj biológico le indica a Julio Melián,  de 63 años.  que arranca el día;  se levanta, se lava los dientes y la cara, luego pone la pava para cargar el termo pensando en los mates. Se sienta y espera a su hijo, Lucio de 25 años. Ambos trabajan en una obra de construcción refaccionando un departamento en Vicente López. Pero la realidad le había jugado una mala pasada: la cuarentena había empezado e ir a trabajar ya no era opción ese día.

Julio es cabeza de familia, vive en la localidad de Libertad, Merlo. Toda su vida adulta vivió de su oficio, la albañilería. Su familia está compuesta por él, su esposa, sus dos hijas y su hijo y  compañero de tareas. Comenta acerca de su trabajo antes de la pandemia: “Dentro del rubro de la construcción me desempeño como oficial, también soy contratista, pero dado  que en los últimos años conseguir obras  era algo difícil, solo trabajaba de oficial albañil para otras personas, y siempre es de manera informal. Mi único oficio o profesión es el de la albañilería.”

El inicio del aislamiento perjudicó no solo sus trabajos actuales y futuros sino que además la informalidad le impidió tener el ingreso semanal que percibía “La cuarentena afectó varios de mis proyectos de trabajo. Tenía la remodelación de un baño y un departamento, eso quedó suspendido. Debido a la pandemia no se podía viajar ni realizar  este tipo de actividades, al comienzo fue incertidumbre.”, dice.

Por su parte, Lucio cuenta su experiencia en la albañilería y como vivió el inicio del aislamiento: “Antes del aislamiento me desempeñaba como peón de albañil y hacia algunas actividades de oficial, podría decirse que soy medio oficial pero cobraba como ayudante. A partir de la cuarentena se vieron afectados varios de los proyectos, porque después de terminar la última obra de refacciones que tenía empezada, había planes de empezar con otra. Incluso de la última obra que estuve trabajando y tuvimos que abandonar no  pude cobrar la semana que tenía porque esto se cortó un jueves y los viernes, que son los días en los que cobro, no pude hacerlo.”

 “Yo con las changuitas me fui arreglando, en el barrio por suerte me salían bastantes», dice Carlos.

Adaptarse en aislamiento

Walter, jefe de hogar casado con Betty y a cargo de sus dos hijos menores, Máximo y Noah, es albañil y plomero, por lo que también fue afectado  por el periodo de distanciamiento social. “Todos los trabajos que tenía se vieron afectados desde que comenzó la cuarentena y sin trabajar no cobro un peso”. Y explica: «Me arreglé con lo poco que tenía ahorrado y me puse a vender pan casero»

En cuanto a la ayuda brindada por el Estado, dice Walter: “Ninguno pudo cobrar el IFE. Mi esposa trabaja de preceptora en una escuela pública, lo que ayuda pero no es lo mismo.” En el caso de los Melián, la ayuda estatal llegó para uno de sus integrantes .  “Con mis ahorros pretendía cambiar el auto, pero con esto del Covid eso se esfumó. El gasto en casa no fue tanto. Por suerte, mi mujer que es empleada doméstica tiene ingresos, y mi hija, que vive con nosotros, cobró el IFE.”.

El uso de ahorros para suplir la falta de ingresos en los trabajadores de la construcción fue moneda corriente en el desarrollo de la cuarentena. Otro de los casos es el de José Mondragón,  padre de familia, que vive con su mujer e hijo en la localidad de Coronel Pringles, un pueblo en el interior de la provincia de Buenos Aires. “Mi actividad es la pintura, es dentro del proceso de las obras de construcción el proceso de terminación. Trabajo por mi cuenta, tengo empleados. Tengo esa sola ocupación y es mi único ingreso.  Se vio interrumpido durante estos meses por la cuarentena”, cuenta “Estos meses fueron difíciles, porque era nuestro único ingreso, entonces usamos ahorros o algunos trabajos realizados que fuimos cobrando y de otros sin terminar, como acá en el pueblo la gente es solidaria…” y agrega: “Por suerte ya pudimos ir cumpliendo con los trabajos pendientes y los fuimos terminando, pero porque la situación es otra. Acá en Pringles hubo un solo caso que duró diez días y hasta el momento seguimos con ese solo.”.

Incertidumbre y cuarentena

Carlos González,  de 29 años, vive en Mariano Acosta junto a su mujer. Son una pareja joven y sin hijos, pero de igual manera la pandemia los perjudicó. Él es oficial en el rubro de la albañilería y  una semana antes de empezado el aislamiento  había terminado una obra en la que prestaba servicio como trabajador formal, “Esa era mi única fuente de trabajo.  Siempre era una fija, todos los años empezábamos una obra nueva, esperaba a que salgan esos laburos. Había otras empresas con las que ya teníamos que empezar a laburar y con todo esto, no pudimos, se paró todo y no dejaron comenzar la obra.”

Al no contar con un ingreso fijo, tanto a Carlos y a muchos otros que brindan su relato les toco rebuscársela.   “Yo con las changuitas me fui arreglando –cuenta-, en el barrio por suerte me salían bastantes. Trabajos de los vecinos y de gente que ya me conocía. Iba tirando con eso.  Como era gente conocida  me mandaban  mensaje o me llamaban a casa.”. Otra experiencia similar es la de Walter: “También hice changuitas a unas cuadras de casa de uno, dos o tres días, más de eso no. Llevo barbijo, alcohol en gel en la mochila. Siempre nos tratábamos de lejos, ellos me hablaban desde el primer piso y yo estaba en el patio, en planta baja”, y agrega: “Solo por cosas urgentes, rotura caños o cosas de ese estilo, nada de hacer una carpeta.»

Por su parte, Carlos se vio en la misma situación, y los trabajos a vecinos fueron un salvavidas para muchas familias. “Al no saber cuándo se iba a resolver esto, me tuve que adaptar. Avanzada la cuarentena  hice algunos trabajos para vecinos, al de al lado le pinté la reja y al de a la vuelta le hice una base con pilotines”, comenta.

Tiempo libre

Durante el aislamiento, muchos aprovecharon para hacer lo que el agotamiento semanal de la vida laboral diaria no les dejaba. Al respecto.  Julio Melián cuenta: “Con el tiempo en cuarentena aproveché para hacer cosas en casa. Mis hijos me dicen que soy bastante inquieto. Pinté casi toda mi casa con ‘puchitos´ de pintura que tenía. También estuve arreglando cosas en casa con materiales que tenía acá. Podé arboles también, me mantuve ocupado.” Asimismo,  Walter hizo lo mismo en su casa. “En lo personal,  en este tiempo libre aproveche para arreglar mi casa, use lo poco que tenía para comprar material y terminar de hacer algunas cosas que tenía pendiente hace tiempo.”.

El futuro

Lucio da su perspectiva de cara a una posible flexibilización. “Yo creo que la construcción se podría llevar a cabo pero como estoy haciendo ahora, trabajando en una casa deshabitada y trabajando con personas de confianza o que ya conocés”,  y agrega: “Junto con un amigo desde el jueves 23 de julio empezamos a hacer unas refacciones en una casa en Merlo, pero ahí no vive nadie así que las medidas de prevención las tomamos entre nosotros. Mientras vamos en el auto usamos barbijo, si compramos una gaseosa o algo lo lavamos bien y tuvimos que suspender el mate, algo que antes era muy común en la obra. El retorno a la vida normal, dentro de lo que es el trabajo en la construcción es toda una incertidumbre”.

La posición de Walter es diferente: “El contacto y el riesgo siempre está, trabajes de lo que trabajes. No creo que la regulación ayude en algo, el riesgo es mínimo en el rubro si se cuida la distancia.”

Desde su propia experiencia, Carlos brinda su  posición ante el retorno de la actividad : “Es complicado porque tengo el ejemplo de un hermano de mi señora que sigue laburando en la empresa de construcción y todo, pero la semana pasada a uno de los muchachos le agarró coronavirus y los tuvieron que aislar a todos, al hermano de mi señora le agarro, hace poco el test le dio negativo, se recuperó.” Carlos concluye: “Es complicado, uno quiere laburar, pero por más que te cuides y todo lo que quieras, no es tan seguro.”