«Iglesia y Estado, asuntos separados»

«Iglesia y Estado, asuntos separados»

Movimientos feministas realizaron un acto en la Legislatura porteña para exigir la baja del “0800 Vida”, la línea que entró en vigencia a partir de un convenio entre el Consejo Social de la Ciudad, liderado por Cynthia Hotton, y sectores de la Iglesia evangelista.

“Plena implementación de la Ley IVE” y el rechazo de “la injerencia eclesiástica en las políticas públicas” fueron las principales consignas mencionadas por las oradoras de grupos feministas que participaron del acto realizado el jueves último frente a la Legislatura porteña, para exigir la baja de la línea “0800 Vida”.

La línea entró en vigencia a partir de un convenio entre el Consejo Social de la Ciudad, liderado por Cynthia Hotton, y sectores de la Iglesia evangelista, lo que dejó expuesta la estrecha relación de esa iniciativa con sectores religiosos que repudian la ley. Entre las manifestantes que repudiaron esta asociación se encontraban Nora Cortiñas, madre de Plaza de Mayo, y agrupaciones de mujeres como Isadora, Plenario de Trabajadoras, Juntas y a la Izquierda, Las Rojas y Pan y Rosas.

Para Mercedes Trimarchi, legisladora de la Ciudad por el Frente de Izquierda Unidad y dirigente de Isadora, el 0800 Vida “es un ataque” a la Ley 27.610 de Interrupción Voluntaria del Embarazo, y representa “una clara avanzada del sector más reaccionario”. Tratándose de un año electoral, advierte que es “una señal política para un sector atrasado de la sociedad”, y agrega: “Lo que no dicen es que quienes atienden son representantes de Ongs ligadas a las iglesias”.

Durante el acto, también se denunció que esta línea telefónica “busca llenar de culpa a las pibas. Genera confusión, culpa y desinformación. La persona gestante está muy vulnerable y puede creer cualquier cosa”, opina Agustina Alvarito, docente que asistió a la movilización y quien, además, propone hablar de “personas gestantes: No solo las mujeres abortan”, afirma.

Las promociones de la nueva línea telefónica dicen dirigirse a situaciones de “embarazos vulnerables”. De esta manera, se pretende que la decisión de ser madres debe sostenerse a partir de la aceptación de una ayuda económica. Virginia Rodríguez, miembro de la Red de Socorristas que acompañan a las personas en su decisión de abortar, reconoce que el hecho de carecer de recursos suma en la decisión de interrumpir el embarazo, pero que no es el motivo principal: “Subestiman nuestra capacidad de elegir sobre nuestros cuerpos, no tienen en cuenta que la decisión tiene que ver con el deseo”, explica, y asegura que el 0800 despliega un “hostigamiento” contra la persona que se comunica, contactándola desde distintos números “para evitar que pueda tomar una decisión pensando en su proyecto de vida”.

También se hizo énfasis en la escasa inversión en infraestructura y en la falta de capacitación de profesionales de la salud: “Faltan ecógrafos en todos lados. Tenemos un derecho que por ley es gratuito, pero en la práctica no es lo que sucede”, cuenta Virginia, y comenta que cuando la ecografía no la garantiza el Estado, el costo puede ser de hasta 5.500 pesos: “La gratuidad es algo relativo”, concluye.

Cerró el acto la tradicional batucada de las marchas feministas, luego de un pañuelazo bajo el reclamo: “Iglesia y Estado, asuntos separados”.

«¿A quién protege esta justicia?»

«¿A quién protege esta justicia?»

Organizaciones feministas y familiares de María Isabel Speratti Aquino, asesinada por su ex marido, se concentraron frente a Tribunales para exigir justicia por el femicidio.

El 16 de julio de 2021 María Isabel Speratti Aquino sufrió un intento de asesinato mediante asfixia por parte de su exmarido y padre de sus hijos, Gabriel Núñez. La causa llegó al Juzgado de Garantías Nº 8, a cargo del juez Martín Miguel Rizzo, y fue caratulada como “lesiones leves”. María luchaba para que su causa sea titulada como tentativa de femicidio agravada por el vínculo para así poder recibir la protección necesaria. Pero no la escucharon, y el 16 de marzo pasado fue asesinada por Nuñez en la puerta de su casa, en Cañuelas, Provincia de Buenos Aires.

Un grupo de mujeres autoconvocadas, compañeras y familiares de María, se reunieron el viernes 14 de abril frente al Palacio de Tribunales bajo la consigna «Justicia por María”. Tomó la palabra Fernanda Tarica, directora de Shalom Bait, ONG que brinda contención y asistencia a mujeres en situación de violencia de género: “María estaba en red, no estaba sola, y pasó lo peor. Estaba luchando por su vida, fue muchas veces a la Fiscalía pidiendo que su situación sea tratada como lo que fue, un intento de femicidio, incluso el día anterior a su muerte. María ya no puede seguir con su lucha y ahora estamos nosotras”. En relación al sistema judicial, reflexionó: “¿Cómo puede ser que la vida de María haya sido tan poco importante para la justicia? ¿A quién protege esta justicia? ¿Quiénes tendrían que tener miedo por la puesta en marcha del sistema judicial? ¿Quiénes deberían dar explicaciones? La respuesta es obvia, deberían ser ellos, los denunciados, los violentos”.

Se pidió un minuto de silencio y luego se reprodujeron los audios que María había enviado a sus compañeras. Son 11 minutos en los que relata todos los lugares a los que acudió en busca de una respuesta por parte del Estado: la Comisaría de la Mujer, la Fiscalía, y el Juzgado de Garantías. “No estoy siendo escuchada y el Estado me vuelve a violentar una y otra vez”, denunciaba.

“María nos dejó un mapa, donde nos fue mostrando las huellas de la complicidad que llevan a que nos maten. Eso es el punto último de una escala de violencia que empieza mucho antes. Es un mapa para todas las que estamos acá, para saber que no es un hecho aislado, que hay miles de Marías todos los días”, refirió Cristina Lobaiza Estrada, psicóloga y activista feminista.

Núñez está preso y desde la agrupación Justicia por María informan que todavía no hay ninguna declaración por parte del Juzgado que demuestre un avance en la causa. Desde la agrupación se exige la sanción y remoción de los responsables judiciales que desprotegieron a María, entre quienes se encuentran Martín Miguel Rizzo, del Juzgado N°8 de La Plata, Javier Berlingieri, titular de la Fiscalía N° 1 de Cañuelas, Inés del Valle Rivarola del Juzgado de Paz de Cañuelas y Lisandro Damián Damonte, ex titular de la Unidad Funcional de Instrucción y Juicio N°1 de Cañuelas. Se exige también un pronunciamiento y compromiso por parte del Poder Ejecutivo, de organismos y funcionarios del Estado en la difusión y en el accionar en el caso de María.

“Todavía hay un sistema machista, se aprueba la Ley Micaela pero no se aplica, falta perspectiva de género –denunció Rocío Speratti, la hermana de María–. Siento que a mi hermana no le creyeron, el agresor seguía con su vida impunemente mientras ella estaba con miedo. Debería haber una democratización de la justicia, que tengamos la posibilidad de elegir quiénes forman parte del Poder Judicial, y realizar una reforma feminista ya, para que no haya más Marías”.

María era tejedora y con ese trabajo sostenía a su familia. Bajo la consigna “Somos las tejedoras, justicia por María”, se dedicó un espacio con agujas y ovillos para sumarse a la actividad. “Invitamos a todas a tejer una red y no estar solas, a tejer un mundo nuevo para continuar con el legado de María”, afirmó Lobaiza Estrada.

«Estamos siendo condenados por una justicia injusta»

«Estamos siendo condenados por una justicia injusta»

Este jueves se cumplen dos años de la muerte de Micaela Rasconvsky. Sus padres organizan una marcha y exigen que el caso se investigue como un femicidio.

En la mañana del 13 de abril del 2021, Sebastián y Patricia, papás de Micaela Rascovsky quien en ese momento tenía 25 años, se enteraron a través de las palabras de su yerno Guido Pascuccio que su hija estaba muerta en el departamento que compartían los jóvenes en el barrio porteño de Villa Ortúzar. «Tu hija no se qué mierda tomó pero está muerta, está viniendo Criminalística a buscar el cuerpo», fueron las palabras que el novio de la chica disparó, para instalar la idea de un suicidio. Sin embargo, la autopsia reveló que tenía golpes, signos de defensa y de haber sido amordazada y rastros de semen de dos hombres.

A dos años de su muerte, la lucha de la familia de la víctima es por cambiar la carátula de «abandono de persona» a «femicidio”. Mientras, Pascuccio está imputado y en libertad, aunque imputado. Y este jueves, desde las 18, se realizará una marcha en Escobar, donde viven los padres de Micaela, en reclamo de justicia.

‘Miqui’, como la llaman sus padres, estuvo 17 años de su vida yendo y viniendo con su mamá a hospitales desde la localidad de Maquinista Savio a la Ciudad de Buenos Aires para tratarse por su labio leporino. «Eso la hizo fuerte, amaba tanto ir a esos lugares que dijo: ‘El día de mañana quiero ser médica y quiero ayudar como me ayudaron a mí’, recuerda Sebastián.

Al crecer concretó su deseo y comenzó a estudiar medicina en la UBA. De esa manera conoció en la parada del colectivo, yendo a la universidad, a una mujer que vendía pan casero y no le alcanzaba para comprar los remedios para su esposo. «Ella se fue a la facultad y habló con Dios y María Santísima para que le consiguiera ese medicamento. Al otro día se los dio a la señora. Esa era Mica, esa personita que nunca te iba a dejar tirado. El ayudar era algo muy fuerte en su esencia», agrega.

Micaela y Guido Pascuccio se habían conocido en 2018 pero no coincidieron más que un par de meses. Volvieron a reencontrarse en tiempos de pandemia y decidieron comenzar una relación con proyección de conformar una familia. Pero el sueño de Micaela se vio truncado al desarrollar un embarazo molar -aquel que se produce cuando el embrión crece en las trompas de Falopio- y que le podría haber causado un cáncer. 

«Mica me contaba que discutía mucho después de haber perdido el embarazo. El sábado anterior a su muerte, me dice que habían discutido y que él le había pegado tres cachetadas. Era la primera vez que ella me decía que le había levantado la mano. Yo la  quise ir a buscar, pero ella volvió a acceder ante el pedido de disculpa de él, esas maniobras que hacen los psicópatas, perversos. Ella quería quedarse y resolver», dice Patricia.

Su mamá asegura que Micaela estaba comenzando a visualizar la manipulación por parte de él. «Recién estaba empezando a correrse del lugar de culpable por haber perdido un embarazo y que él la hacía sentir así», afirma. Y agrega que la chica le había pedido préstamos que en realidad tenían como destinatarios a los padres de Pascuccio.

Es que Micaela tenía una relación de cercanía con sus suegros: el día anterior a su fallecimiento, los contactó para pedirles ayuda y así sacar a su hijo de las drogas. «Si ella tenía que trabajar más y pagar un tratamiento para él, lo hacía, pero sí o sí Guido necesitaba una ayuda para sacarlo de la cocaína. Cuando conocimos al suegro personalmente, le preguntamos por esa conversación que había tenido con Micaela, pero la negó. Y cuando la Fiscalía nos entrega todos los chats impresos y vemos la charla hasta le mandó fotos de los golpes que recibía y le dijo que no se podía ni levantar de la cama», comenta Sebastián. Horas después Micaela murió.

Pascuccio, al contradecirse en la indagatoria entre su relato y las pruebas que había al momento, quedó detenido y se caratuló la causa como «homicidio/femicidio». Sin embargo, cuando el expediente llegó a la Cámara de Casación para ser confirmada o rectificada la imputación, aún faltaban pruebas por recabar, por lo que la cambiaron a “abandono de persona agravada por el vínculo”.

«Él declara que estaba durmiendo a las cuatro y media de la madrugada y se despierta porque escuchaba ruidos en el living, se levanta y la ve a Mica convulsionando dando ‘saltos’ en el piso. Por eso, supuestamente los golpes que presentaba Mica, por eso también tenía los nudillos pelados. Tenía los deditos mordidos, trece golpes en su cuerpo y semen de dos masculinos en su ropa interior. Todo era por la convulsión…ironía mía. Acá hay un cuerpo que habla, que se defendió», expresa su padre.

Después de un año y medio preso, y al no tener la condena firme, el juez Manuel Gorostiaga le permitió a Pascuccio pagar una fianza de tres millones de pesos para conseguir la excarcelación e incluso le permitió vacacionar en Mar Chiquita.

Sus padres intentaron demostrar el femicidio pagando de forma particular la cuantificación de la droga en el cuerpo de Micaela. No pudieron, los insumos sólo entran por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT). “Como no está esa prueba y no hay una cámara que muestre que a Mica la podrían haber drogado, para quizás realizar un abuso, para matarla de manera vengativa por lo que había hablado con los padres o algo que mi hija haya visto, la calificación queda hoy como abandono de persona agravada por el vínculo, ejerciendo por violencia de género y lesiones leves”, expresa Patricia.

En esta etapa, se introdujo la figura de violencia de género porque se demostró que tenía golpes infringidos de hasta cinco días atrás.  “Hasta el momento es eso, nosotros peleamos por la carátula que corresponde, nosotros sabemos que lo de Mica fue un femicidio.”, enfatiza la madre.

«Un periodista nos preguntó porqué pensamos que Mica, a pesar de toda esa violencia que vivía, no se fue. ¿Sabés por qué no se fue? Por culpa nuestra, por haberla criado con tanto amor, porque siempre le enseñamos que si amás nunca sueltes la mano y hoy con el diario del lunes me arrepiento. Quería ayudar, lo quería sacar, que haga un tratamiento, porque esa era la manera de ser de Mica”, comenta Sebastián. Patricia remarca: “Acá no hemos fallado nosotros como papás, no ha fallado Mica como persona, como mujer. Ha fallado la otra parte que ha abusado, que ha ejercido todo tipo de violencia hacia mi hija, la física, la psicológica y la económica”.

Además, los padres reclaman la falta de perspectiva de género en los profesionales judiciales. «Fuimos condenados el 13 de abril por Guido Pascuccio y el otro asesino. Vamos a estar condenados hasta el día cerremos los ojos. Pero también estamos siendo condenados por una justicia injusta. Hay un porcentaje de culpa que tiene la víctima para la justicia, por no irse, por callar, por no denunciar en el momento”, dice Sebastián. «Es importante que se sepan las cosas, que se dejen de tapar, de callar. Hoy cargamos con este dolor, entonces si sabemos algo es que por lo menos la muerte de Mica tiene que servir, o yo por lo menos me lo propongo como mujer, que otras mujeres abran los ojos y estén alertas, porque hombres como Guido Pascuccio están en todos lados. No vamos a parar, si era lo único que teníamos Miqui», cierra Patricia.

En ese marco, hoy, desde las 18, los familiares de Micaela realizarán una marcha de velas en Escobar, que partirá desde la Plaza del Campito, de esa ciudad.

 

«Que exista una movida queer es de yuta madre porque el folklore siempre ha sido muy machista»

«Que exista una movida queer es de yuta madre porque el folklore siempre ha sido muy machista»

Crónica de una noche entre zapateos, bombo, pañuelos, glitter e inclusiones feministas y trans en el barrio de Almagro: cuando la danza se transforma en un acto político.

Almagro. Sobre la calle Mario Bravo, un cartel advierte: Centro Cultural Archibrazo. El afiche en la entrada interpela a los invitados: “Respeto, diversidad e inclusión”. Banderines multicolores decoran los pasillos que llevan al patio. De fondo suena “Zamba para no morir”, de Mercedes Sosa. A unos pasos está el salón. En el escenario, una luz pone el foco en la bandera colorida que tiene escrito «Folklorazo Queer», el movimiento que organiza el evento. Los colaboradores van de un lado a otro para ultimar detalles. Todo indica que pronto comienza el baile.

Las violas ya están afinadas y los músicos en el escenario. Acomodan las partituras y preparan los acordes para dar inicio a la peña disidente. El público —amigos, amigas, parentela, curiosos y curiosas— espera para levantarse ni bien escuche las primeras notas de la chacarera. Esta noche van a bailar y zapatear sobre el piso gastado de la heteronorma. El Folklorazo Queer garantiza la fiesta.

“Lo queer es lo no binario. Traemos ese término a la danza para romper con los estereotipos de género. El Folklorazo le da espacio a propuestas artísticas que no son hegemónicas. Superamos el cupo femenino y trans en los escenarios”, dice Eli Marchini. La joven de 33 años es oriunda de José Mármol. Cuenta que es lesbiana, bailarina y organizadora de la peña. Desde 2019, el Folklorazo Queer apoya a los artistas sexualmente disidentes en el tradicional género, a través de encuentros “libres de prejuicios y llenos de amor y danza”. 

Un gesto de rebeldía

El gaucho y la paisana son las figuras arquetípicas del folklore tradicional. El primero, con la frente en alto, bien “macho”, conquistador y habitante de las llanuras pampeanas. Fiel representante de la vetusta “argentinidad al palo”, la tradición y las costumbres del campo. La mujer gaucha, “la china”, sumisa, dócil y delicada, devota cuidadora del rancho. Son símbolos instalados en el imaginario social del ambiente folklórico desde épocas remotas, representantes de una patria conservadora y binaria que se quedó en los tiempos del Martín Fierro, lejos de la apertura que se vive en el presente en nuestra sociedad. 

Si toda estructura está para romperse, las identidades diversas caen como un tsunami que arrasa sobre la ya obsoleta superficie heteronormativa del folklore. Entonces, las pistas de las peñas se abrieron de a poco al glitter y a las diversidades e identidades disidentes.

En las pistas del Folklorazo reinan la extravagancia y los colores brillantes de protesta, y nadie está obligado a usar pollera o bombacha si no lo representa. Juegan los tacos, las plumas, el brillo. El drag y el vogue se suman como disciplinas en un criollismo resignificado.

Con este ideal de transgresión en la cabeza, Sol Pérez y Elina Marchini crearon esta peña nómade. Un encuentro por mes, un paso más hacia la igualdad y la libertad. Cuentan que una vez cada cuatro semanas buscan espacios que las reciban con amor y sin prejuicios. “Pero, claro, siempre están los misóginos que te miran de reojo y te juzgan por ser torta,: ser mujeres no heterosexuales es un obstáculo”, dice Eli. Luego agrega que, muchas veces, cuando quieren presentarse en lugares administrados por hombres, no les ofrecen días ni horarios, les cierran la puerta en la cara. 

La clave, según las chicas, está en no parar. En demostrar que el Folklorazo no es marketinero, que apuestan por un espacio que reivindica las identidades de género, las orientaciones sexuales y las distintas formas de vivir lo popular.

Clase de baile

“Armemos una ronda así bien grande entre todes”, dice Sol, bailarina, profesora y motor del evento. Este sábado, la sala de El Archibrazo quedó chica para los bailarines y las bailarinas que se acercaron a aprender zamba. Todos y todas revolean los pañuelos al compás de la guitarra en seis por ocho que suena a través de los parlantes del centro cultural. La mayoría son principiantes. Les cuesta coordinar izquierda y derecha, los giros y el zapateo. Disfrutan y se ríen cuando no les salen. Lo importante es disfrutar. “En nuestras clases siempre decimos que el zapateo y zarandeo es tirar magia. Cada quién puede bailar cumbia, vogue, contemporáneo, o lo que mejor le salga, si es parte de su identidad”, resalta Sol.

“La idea es conectar con la otredad, con nosotras mismas”, dice Justin, bailarina, cantante y actriz no binaria. Es otra de las organizadoras del Folklorazo. Esta noche enseña a “sentir el pañuelo”, a caminar el espacio, a mirar a los ojos, a comunicar a través de la danza. Explica: “Acá venimos a ser lo que queremos ser, para sentir la zamba con cada paso que damos”.

La ronda continúa, cada vez más sincronizada. Una vez aprendidos los movimientos básicos, llega el momento en el cual los bailarines y las bailarinas se animan a la primera coreo de la noche. “Amiga, mostrémosles este paso”, lanzan las profesoras y la cosa se va poniendo más complicada. Las docentes dividen a los participantes en dos filas enfrentadas. Se baila de a dos, rotando pareja y lugares para que todos bailen con todos. Es inevitable que los cuerpos se choquen en cada pasada. “Uy, perdón”, se escucha, entre risas. Se practica la coreo reiteradas veces: sobrepasos triples, medias vueltas, encuentros, desencuentros, errores, aciertos. Al final de la clase, todos y todas hacen una “pose final”. Las profes piden un fuerte aplauso. 

Música y esperanza

Mientras las organizadoras levantan el micrófono y hacen la presentación, el público compra cervezas y empanadas. Se preparan para la fiesta.

Pausa. Silencio. Expectativa. Suben ellas: la “Banda en construcción”. Así se definen, por ahora. Es la primera vez que tocan juntas. Su repertorio, detallan a coro, fusiona el folklore local con géneros latinoamericanos como el tango, la murga y el candombe. Así forman esta noche: Ana en el bombo, Macu en la voz y la guitarra, Georgina en la voz y en el cuatro. Consultadas por su propuesta musical, resaltan que buscan transmitir un mensaje revolucionario a través de las letras de otras artistas.

Suena una chacarera de Duratierra. El público deja las sillas para ir a bailar. La diversidad tiene su momento de disfrute con zapateos, zarandeos, el avance y retroceso de esta danza bien argentina.

Después de un par de vueltas de chacarera, llega el momento del tango. Lo que parece ser un homenaje, se desmiente a los pocos segundos. “Raras, como encendidas”, canta Macu, y todo el mundo sabe que habla de “Los mareados”. Pero de esas estrofas de antaño quedaron detalles nada más: “Esta noche hay aquelarre / las ancestras convocadas /¿Qué me importa que se rían / que nos llamen las mareadas?”, resignifica y sigue: “Hoy decimos Ni Una Menos / y en las calles lograremos, vida y libertad”. 

“Que exista una movida queer es de yuta madre, ya que el folklore siempre ha sido muy machista y muy masculino. Seguimos haciendo lo que hacen los feminismos y disidencias, y dejamos un mensaje político al subirnos al escenario”, explica Georgi. El show termina con “Creo”, un tema de Eruca Sativa. La canción, firme exponente de la lucha de los feminismos, agrega un mensaje de protesta al final: “Hartas estamos de los femicidios, de los travesticidios, de lesbofobias. Hartas de no poder decidir sobre nuestros cuerpos, sobre nuestras formas de amar. Estamos hartas de que abusen de nuestras infancias, pedimos por infancias que no estén más invisibilizadas”. Una ola de aplausos invade el salón de El Archibrazo.

La noche sigue. Hay agite y viene del Oeste. Ellas se llaman Maldita Sea. Dani está en la voz, Inés en bombo y segunda voz, Agustina completa el grupo en violín. La peña se llena de alegría y de buenas energías. El público acompaña y sigue bailando, como si la noche fuera eterna. “Nuestro repertorio musical es de Santiago del Estero”, cuentan. Detrás de cada selección de canciones, hay una investigación profunda, revelan las Maldita Sea. Se fijan en las letras, en la historia de sus compositores, para que vayan en sintonía con el mensaje feminista y de respeto por la diversidad que quieren transmitir.

La noche termina, y es solo recién con el último acorde que suena de Maldita Sea cuando la gente enfila para la salida. Las organizadoras y artistas prometen repetir la peña pronto, no sólo para extender el disfrute, sino para continuar con la visibilización y promoción de espacios donde primen el respeto, la diversidad y la igualdad. En este sentido, Georgi señala: “Estar arriba de un escenario que se define como folklore queer es un acto político”.

Mujeres cooperativas

Mujeres cooperativas

En la semana de la reivindicación de los derechos de la mujer, tres trabajadoras cuentan su experiencia en otro modelo de organización económica. Relatan cómo se unieron para enfrentar las dificultades del mercado laboral, para recuperar una fábrica u organizarse para cuidar a sus compañeras.

En la semana en la que se conmemora la lucha de las mujeres trabajadoras por igualdad de derechos, que tuvo origen con las trabajadoras textiles de las fábricas de Chicago, ANCCOM conversó con mujeres que llevan adelante asociaciones y cooperativas de trabajo para demostrar que otra economía es posible. De Berazategui y como parte de la Comisión Directiva de Safra, habló Graciela Avalos; desde el valle de Uco, lo hizo Francisca Agüero, integrante de Mujeres de la Viña y María Ramallo, integrante de la cooperativa Ave Fenix de la economía social y popular, se pronunció desde Ezeiza.

Graciela forma parte de Safra, una cooperativa de Berazategui que fabrica caldos deshidratados, sopas instantáneas y salsas. Tuvo origen en 2010, cuando los trabajadoras y trabajadores decidieron recuperar y autogestionar la empresa que estaba en vías de extinción. “La idea de formar una cooperativa surgió por necesidad. Antes de llevarla a la quiebra comenzaron a hacer un desgaste y muchos se fueron buscando otros horizontes y los pocos que quedamos dijimos que teníamos que hacer algo: o formábamos una cooperativa o cerrábamos y nos íbamos. Ni siquiera hizo falta tomar la empresa porque hicieron abandono del lugar”.

El espíritu de resistencia no sólo lo tenían los trabajadores y trabajadoras, sino que contaron con el apoyo de los vecinos de la fábrica, quienes les avisaron cuando empezaron a llevarse las máquinas del lugar, por lo que tuvieron que empezar a dejar guardias todo el día: “La mayoría éramos mujeres y de noche una mujer sola en el lugar era más peligroso. Durante todo el día íbamos las mujeres, con los chicos y a la noche se quedaban los varones”.

Graciela trabajaba en la empresa como personal de maestranza y dice que eso la ayudó y le sirvió porque escuchaba muchas cosas que nunca pensó que en algún momento le iban a servir para entender cómo organizar el trabajo, desde la producción hasta la venta. Cuando surgió la idea de la cooperativa nadie sabía nada de cooperativismo: «Para mí conformarla fue un mundo aparte, había escuchado de empresas recuperadas por sus trabajadores, pero no sabía bien lo que había que hacer. Un día estuvimos ahí y dijimos: ´¿Seguimos luchando por esto o cada uno se va a su casa y ve su rumbo?´ Había muchas chicas jefas de familia con hijos que su única entrada era esa. Fuimos aprendiendo con muchas ganas. Fue difícil aprender, pero tuvimos gente que nos ayudó, de la UOM y del INAES, por ejemplo». 

Graciela plantea que recuperar la empresa le dio otro valor al trabajo en cooperativa: «Lo único que tenés es la necesidad de sostener un trabajo y las ganas de trabajar». Graciela también menciona la diferencia que hay entre el mercado laboral formal y el cooperativismo: «Acá lo que entra, se reparte para todos igual, no hay empleados. La otra diferencia es que cuando pasamos por momentos difíciles en lo que estás en la disyuntiva de cerrar o no, en ningún momento se piensa que vamos a sacar a cinco o diez para salvar a unos pocos, en la cooperativa se salvan todos o ninguno.» Y también la ve en el rol que las mujeres tienen en Safra: «Cuando estaba el anterior dueño llegó un momento en el que quería echar a las mujeres porque decía que faltaban porque se embarazaban, o porque siempre tenían problemas con los hijos y echó a bastantes chicas. Éramos más mujeres porque el trabajo es muy manual y las mujeres tenemos más habilidad con las manos. Los varones estaban en lugares donde tenían que hacer tareas de fuerza». Graciela destaca que hoy en la cooperativa trabajan todos igual: “Todos a la par, siempre cuidando el respeto entre todos porque somos todos iguales, todos tenemos que saber hacer todo. Tenemos muchos proyectos a futuro, queremos ampliarnos, pero también queremos que el consumidor tenga la posibilidad de elegir”.

Mujeres de la Viña es una asociación productoras conformada por 23 trabajadoras. Estas mujeres eran dueñas de tierras en el Valle de Uco (Mendoza) donde se producían uvas de alta calidad que, en su mayoría, eran comercializadas a bodegas extranjeras.

Federica Agüero, técnica de los centros de desarrollo vitícola del INTA quien trabajó en articulación institucional con la Coviar (Corporación Vitivinícola Argentina), contó que se conformaron en 2018 como una asociación que trabaja con espíritu cooperativo. En ese año, las uvas no tenían buen valor y estaban teniendo inconvenientes para venderlas y colocarlas en la zona, dominada por bodegas extranjeras que compran a los pequeños productores para sus vinos de alta gama. «Ese año las bodegas estaban con stock de vino y era un problema que tenían en común las mujeres».

Federica trabajaba dando asesoramiento y apoyo técnico en la zona: «Me di cuenta que había muchas mujeres dueñas de sus unidades productivas que les costaba mucho insertarse en el mercado y ser visibilizadas en el sector vitivinícola. Las empezamos a visitar con más frecuencia y se unieron, en especial a las que eran mujeres porque los hombres, como es una actividad masculinizada, se apoyaban con el precio de la uva, se prestaban maquinaria y con las mujeres no sucedía eso». 

Ese año el problema era la venta de la uva y surgió la propuesta de hacer un vino bajo su propia marca aprovechando que lo que mejor que tenían era la materia prima, ya que sus uvas son de alta calidad. El proyecto fue creciendo de menor a mayor ya que primero fueron seis o siete productoras y después, con el boca en boca se fueron invitando a otras productoras. Agüero comentó que al principio les costó porque costaba que ellas encontraran su espacio. Pero que la idea era darles un espacio para que pudieran capacitarse en la elaboración de vino y fortalecerse como mujeres empresarias, productoras y que pudieran visibilizar todo lo que estaban haciendo. 

Otro punto en común de estas mujeres era el amor por sus tierras que no querían perder, porque también eran tradiciones de familia. Los viñedos eran tradición masculina e históricamente los trabajaban los hombres. Pero, más allá del arraigo a sus tierras, más allá que las unía la necesidad al momento de vender la uva y elaborar un vino para mejorar la rentabilidad, las experiencias compartidas pasaban por no ser visibilizadas como mujeres productoras, explica Agüero. «Entonces empezaron a trabajar, a charlar, a contar historias y eso las unió y les permitió plantearse objetivos claros y sumar mujeres que estén en la misma situación». Federica las acompañó, escuchó, asesoró y ayudó a buscar capacitaciones. «Mi rol es contar las historias hermosas que tiene cada una. Hoy, en 2023 las veo y es increíble el crecimiento de este grupo, vendiendo su marca a nivel nacional con cuatro líneas de vino. 

En 2018 estaban preocupadas por tratar de levantar la cosecha y tratar de saber cómo negociar el valor de la uva a la bodega, y hoy están trabajando para exportar su línea de vinos, su marca. Por ejemplo, hay mujeres que vendieron toda su vida a bodegas, donde tenían que rogar y negociar el precio. Hoy las llaman porque son conocidas, porque saben que producen su propia marca y porque el bodeguero quiere su uva, entonces hay otro tipo de negociación. No son esas productoras sumisas que vendían la uva con tal de no dejar nada en la planta y levantar la cosecha, hoy están en otra posición».

Agüero destaca que Mujeres de la Viña es un colectivo que está todo el tiempo estudiando, porque ellas aprenden en todos los roles: desde la finca, que empezaron a capacitarse con asesoramiento técnico, después en la elaboración del vino. «Ellas están asesorando y aprendiendo siempre sobre comercialización, comunicación, sobre toda la cadena completa que lleva el vino. El estar constantemente capacitándose, adquiriendo conocimiento también les genera poder. El conocimiento es fundamental en ellas porque algunas son profesionales, otras amas de casa, otras modistas, otras trabajadoras de la educación. El valor más importante que tienen es que se transmiten una a la otra su conocimiento y eso también las empodera y las pone de pie frente a cualquier situación en las que tenga que negociar con una bodega, vinoteca o empresario del vino».

María Ramallo comenzó a trabajar en la cooperativa Ave Fénix de la economía social en 2009 debido a la situación económica que atravesaba el país. «Me llevó a ser parte de una cooperativa el tener que satisfacer una necesidad, participar en la economía social a través de un colectivo, organizado solidariamente y para prestar un servicio a la comunidad».

En el trabajo que realizaban, pudo darse cuenta de la diferencia que se da con el mercado laboral tradicional: «Las cooperativas dan oportunidades no sólo económicas, sino también educativas. Por fuera no tendríamos esas oportunidades, ya que las cooperativas generan los espacios para eso». María dice que las mujeres en las cooperativas tienen herramientas que sirven como una salida económica instantánea, pero también como oportunidad de estudio, ya que son un espacio para organizarse y satisfacer sus necesidades en todos los ámbitos de sus vidas y también en su propia comunidad. 

En 2013, el Ministerio de Desarrollo Social sumó a Argentina Trabaja un nuevo programa que se llamó Ellas Hacen, con el objetivo de otorgar una ayuda económica a madres solteras y a mujeres que hubieran atravesado situaciones de violencia de género. María, además del trabajo en la cooperativa, tuvo la oportunidad de realizar una diplomatura que dictó el organismo y comenzó con otras compañeras un equipo de «operadoras de género». En ese sentido, asegura: «Doy gracias a que las cooperativas me dieron el lugar y así estudié una diplomatura que me abrió muchas puertas». Desde ese año trabajó en la cooperativa y ayudó a decenas de mujeres que recurrían a sus asesorías y acompañamiento por grupos de WhatsApp: «Fue un trabajo que costó pero que al fin pudimos articular con las instituciones del distrito para ayudar y acompañar a las mujeres que estuvieran atravesando diferentes problemáticas. Hoy acompaño a las mujeres en sus denuncias, empezando ese camino al que llamo «la ruta crítica». 

María se jubiló hace dos años, pero no dejó de trabajar y tampoco de luchar por los derechos que faltan conquistar. «Los próximos años los veo difícil con este sistema capitalista. Creo que las cooperativas son clave para generar trabajo, igualdad, equidad; la salida está en la economía popular», asegura.

Graciela, Federica y María son tres de las tantas mujeres que se pusieron en pie ante las adversidades que se les presentaba el mercado laboral. Como reflexiona Federica: «Las mujeres somos así, si nos cierran las puertas nos metemos por la ventana. No hay maneras que nos pongan trabas. Solas sí, y es lo que tratamos de transmitir siempre a otras mujeres productoras o emprendedoras y es que la unión hace la fuerza». 

¿Por qué marchamos?

¿Por qué marchamos?

ANCCOM retrató a manifestantes del 8M y le preguntó sobre sus razones para movilizarse. Conocé las respuestás.

 

Geraldine (20),  Lomas de Zamora. «Marcho por las que no están, porque tengo sobrinas y es importante decirle a las nenas que luchen por sus derechos».

Karina (21), Lomas de Zamora. «Marcho por muchas cosas, por todas las injusticias».

Nani (23), Lomas de Zamora. «Marcho por mi violación, para que se haga justicia».

Guadalupe (19). «Marcho para que me dejen de acosar y verme como un objeto sexual en la calle».

Camila (27), Claypole. «Marcho por los derechos conseguidos y los que faltan, y por todas las que no están». 

Paola (34), Claypole. «Marcho para que el día de mañana mi hija pueda ser libre».

Morella (7), Claypole.

Mica (17) y Wanda (17), Buenos Aires. «Es nuestra primera vez acá y nos encanto, queríamos ver cómo era estar. Es un tema que debería ser celebrado todos los días, no solo una fecha, porque es una lucha siempre».

Meliza (22) y Angie (26).  «Estamos acá por la lucha, por las hermanas, para luchar por los derechos de todas y que sea más equitativa».

Mercedes, (79), Palermo: «Me convoca la marcha y también el problema de Milagro Sala y Cristina (Kirchner) proscripta».

Pamela Del Río (38). «Estamos con las compañeras del conurbano por la lucha».

Mariana (34) y Mirna (39). «Vinimos a hacer una perfomance contra la violencia obstetrica».

Cristina Suarez (69). «Estoy acá porque soy mujer y eso es suficiente».

Belen (29) y Aneley (43). «Venimos a trabajar porque somos mujeres independientes».

Abril (20), Quilmes. «Marcho para honrar a las mujeres».

Lara (16). «Vengo porque tengo miedo de salir a la calle y no volver.  Marcho por las que fueron a estudiar y no volvieron para graduarse».

Ariana  (27). «Marcho por la unión de las mujeres y por la lucha». 

Lucia (20). «Marcho por la injusticia diaria». 

María (66), Buenos Aires. «Estoy acá por la lucha de la mujer».

Abril (16), Buenos Aires. «Me convoca la desigualdad que pasan las mujeres día a día y no tener miedo para caminar sola.»

Mía (15), Florencio Varela. «Me convoca bailar acá y desde chiquita en el escenario».

Veronica (58), Lanús, y Sonora cañahuate.