Esta vez gasearon a los curas

Esta vez gasearon a los curas

Una procesión de religiosos de distintos credos acompañaron este miércoles a los jubilados que reclaman aumento de haberes y la gratuidad de los medicamentos. Las fuerzas de seguridad no le tuvieron piedad y también los reprimieron. El padre Paco Olveira termino en el piso, apaleado y con gas pimienta.

Otro miércoles con un nuevo hito en la represión a las marchas de jubilados: Francisco Olveira, el Padre Paco, fue golpeado y rociado con gas pimienta por segunda vez en el lapso de una semana. El hecho se dio en el marco de una convocatoria a organizaciones religiosas y culturales que, siguiendo el comunicado de la Mesa Ecuménica, acudieron con vestimentas y símbolos religiosos a las inmediaciones del Congreso Nacional, donde los jubilados se concentran periódicamente desde fines del 2024. En agitado diálogo con ANCCOM, todavía afectado por los gases, el sacerdote declaró: “Pasó lo que pasa todas las semanas: una represión absolutamente indiscriminada a los jubilados. Este miércoles era el campito de la fe: musulmanes, judíos, católicos, evangélicos y cristianos en general, acompañando el reclamo de los jubilados. Tienen miedo a los curas: vallaron todo el Congreso; la Bullrich violando su propio protocolo. Eso es lo que pasó, ni más ni menos”.

La marcha se fue gestando a la sombra de un fuerte operativo de seguridad, que implicó el cierre total de las avenidas Rivadavia y Callao por efectivos de la Policía Federal, Prefectura y Gendarmería. Los jubilados fueron los primeros en enfrentarse al Congreso vallado, todos con lienzos de la organización respectiva. La comitiva de los curas entró por la calle lateral: con estolas sacerdotales, un hábito franciscano e imaginería de la Virgen de Luján. De ahí en más se desencadenó la represión, chorros de gas pimienta desde la fila de escudos, hasta que el Padre Paco, tras verse rodeado por la policía, terminó recibiendo asistencia contra la cortina metálica de un kiosco, golpeado y rociado tres veces en la cara. Al levantarse, sin embargo, se lo veía sereno: “Acá estamos, por eso nos tienen miedo —afirmaba—. Tienen miedo al Dios que derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes”.

Y es que la marcha mezclaba un tono a la vez combativo y eclesiástico: en una vereda, un anciano que recibía primeros auxilios no se quería acostar, “tirado como un muerto”; en la vereda contraria, el Padre Rodolfo de Merlo, gaseado en sus hábitos franciscanos, daba un sermón ante los escudos de la PNA: “¡Éste trabajo los bestializa a ustedes! ¡Se están portando como bestias, gracias a la bestia que los está mandando!” Se mezclaban sotanas con camisetas de Chacarita, cacerolas y cantos gregorianos, mientras Gendarmería barría la calle hacia un lado, la Federal iba al trote hacia el otro, y los voluntarios de primeros auxilios atendían a ancianos que se descompensaban. Siguió el padre Paco: “Tenemos que decir que todos deberíamos tener dignidad para vivir, y sobre todo los jubilados y las jubiladas. El Papa Francisco repetía: ‘En ellos está la sabiduría de nuestro pueblo. Piden justicia y les dan gas pimienta’. Hoy nos volvieron a dar gas pimienta”.

Ya cerrando la tarde, tras una foto grupal, los sacerdotes, feligreses y manifestantes corearon el Himno Nacional, al que siguió un Padre Nuestro. El policía encargado del rifle se estaba fumando un cigarrillo, y el padre Paco, vistiendo una remera de El Eternauta, saludaba y atendía a los medios en el camino de vuelta al Instituto Patria, que sirvió como centro de asistencia a los afectados. La misma Cristina Fernández de Kirchner bajó a comprobar el estado de Nicolás Capresi, dirigente del Frente de Trabajadores Excluidos que fue herido en la cabeza al defender a Paco de la policía. El Padre que apenas de recuperarse arengara: “¡Francisco está feliz: jubilados haciendo lío!”

Esta marcha se suma a las de todos los miércoles para demandar, entre otras cosas, un aumento en los haberes jubilatorios, la cobertura del PAMI a medicamentos esenciales y la prórroga de la moratoria previsional. Las concentraciones se repiten todas las semanas desde septiembre del 2024 a partir del veto a la reforma jubilatoria por el presidente Javier Milei, y tuvieron como hito repudiable el ataque al fotoperiodista Pablo Grillo que, tras pasar por terapia intensiva, aún se recupera del impacto de un cartucho de gas en la cabeza. Francisco Olveira ya había sido golpeado en la marcha del pasado miércoles 7 de mayo, resultando herido en la ceja, y encabezaba la convocatoria a organizaciones religiosas que emprendiera la Mesa Episcopal.

Por miedo, este año no habrá marcha por Facundo Astudillo Castro

Por miedo, este año no habrá marcha por Facundo Astudillo Castro

Se cumplen cinco años de la desaparición del adolescente, tras haber sido detenido por la policía en pandemia. El hallazgo de su cuerpo y las irregularidades en la causa desataron un intenso pedido de justicia que su madre, Cristina, sostiene hasta hoy.

Facundo Astudillo Castro tenía 22 años, conseguía trabajos ocasionales, amaba tocar en la batucada y militaba en el programa Jóvenes y Memoria, de la CPM. El 30 de abril de 2020, en pleno inicio de la pandemia, salió temprano desde Pedro Luro, un pueblo del sur de la provincia de Buenos Aires, donde vivía con su familia. Quería llegar a Bahía Blanca para ver a su exnovia, pero como no tenía dinero se fue a pie, haciendo dedo por la Ruta 3. En el país regía el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio por el COVID-19, y en su camino Facundo fue detenido al menos dos veces por policías. No tenía permiso para circular, por lo cual estaba violando la cuarentena. Nunca llegó a su destino. 

La última imagen que se conserva de él lo muestra al lado del patrullero que manejaba Mario Sosa. Desde entonces, no se supo nada más de su paradero hasta que el 15 de agosto de 2020 los restos incompletos de su cuerpo esqueletizado fueron hallados en un cangrejal de Villarino Viejo. La autopsia determinó que murió por asfixia por sumersión, una muerte violenta no natural. Sin embargo, aún no se estableció si fue un accidente o un homicidio. Su mochila con su ropa rota y signos de haber sido quemada apareció días después en la misma zona.

El voluminoso expediente judicial que investiga los hechos sigue caratulado como el primer día: desaparición forzada seguida de muerte. La hipótesis apunta directamente a la Policía Bonaerense, la misma fuerza que lo detuvo aquel día. Durante la investigación se hallaron pertenencias de Facundo en dependencias policiales, hubo contradicciones en los testimonios de los agentes y se detectaron indicios de encubrimiento. Pese a todo esto, los policías sospechados que fueron llamados a indagatoria por el fiscal Ulpiano Martínez jamás declararon, lo que no quita la hiperactividad que desarrollan sus abogados en una causa, que ya pasó por cambios de fiscales y jueces, pericias demoradas, testimonios truchos, dilaciones sistemáticas e incluso denuncias cruzadas y amenazas a testigos y a la familia, que teme la imposición de la impunidad. Antes de la aparición del cuerpo, habían sido recibidos junto a sus abogados por el expresidente Alberto Fernández y en ese encuentro le pidieron a la ministra de Seguridad Sabina Frederic que apartara a la Policía Federal del caso, porque esa fuerza “estaba ejerciendo las mismas maniobras e interferencias que la Bonaerense”, tal como lo expresaron. 

La madre de Facundo frente a la fiscalía de Bahía Blanca días después de su desaparición.

En estos cinco años, la voz de Cristina Castro no dejó de exigir justicia y se convirtió en símbolo de la lucha contra la violencia institucional. ANCCOM habló con ella y comenzó relatando cómo vivió este tiempo sin respuestas.

“Es durísimo. La salud me lo está cobrando”, dijo y agregó: “No poder hacer el duelo, no poder llorar tranquila. Estar todo el tiempo defendiéndonos de los ataques. Me van a hacer una ecografía de la tiroides porque tengo algo en la garganta, y el médico me dice que es psicológico.”

Ella trabaja en la estación de servicio Shell de Pedro Luro, y hasta allí fueron a intimidarla. “Los ataques nunca cesaron”, subraya. La policía local la hostiga incluso en trámites cotidianos. “Cuando cambié la moto y me dieron la tarjeta con todo en regla, igual me cerraban el paso. Sabían que era mía, pero me buscaban igual. Dos veces casi me hacen caer”, contó.

En un pueblo chico las versiones oficiales pesan. “Luro se involucró en nuestro apoyo, pero algunos, como el intendente Carlos Bevilacqua, primero dijeron que nos iban a meter presos y después se sentaron a tomar café en mi lugar de trabajo. Hoy sigo trabajando ahí, aunque me pusieron a una testigo hostigando a mis compañeras. Ella pidió mi cabeza, pero no lo logró porque mis jefes me defendieron”, recordó.

53 policías 

La causa judicial está estancada a la espera de los resultados de la Datip (Dirección de Asistencia Técnica a la Investigación Penal) de los cruces telefónicos de los celulares de los policías, para determinar quién hizo qué cosa en qué momento. Esa dependencia también aportó un estudio de 213.420 Geolocalizaciones que mostraron 53 abonados de interés, entre ellos los oficiales Sosa, Siomara Flores, Jana Curruhinca y Alberto González, además de algunos de sus jefes. “Seguimos esperando las pericias. A principio de año, la fiscal, Iara Silvestre, me dijo que habían desbloqueado unos teléfonos y me iba a mandar la información. Todavía la estoy esperando. Los policías se niegan a entregar su clave. ¿Por qué será?”, planteó la mamá de Facundo. “La justicia actúa según el poder político de turno. Desde que se fue el fiscal que estaba por la Procuvin (Procuraduría de Violencia Institucional), cambió todo”. Cristina se refiere al paso de Andrés Heim por la causa, ahora designado juez en Pehuajó.

“Los celulares que entregaron no eran los que los policías tenían”, dijo Leandro Aparicio, abogado del caso. “El teléfono desde el que se sacó la última foto de Facundo, que era de Jana Curuhinca, nunca fue hallado”, agregó para tomar apenas un botón de muestra sobre las irregularidades.

En abril de 2025, Marcos Herrero, el instructor de perros que había trabajado en la causa, fue condenado a siete años de prisión en una causa iniciada por los mismos policías sospechados de la desaparición de Castro. Ayer salieron los fundamentos de su sentencia. Ernesto Sebastián, magistrado del Tribunal Oral Federal, afirmó que el acusado: «sabía perfectamente que sus canes no detectaban los hallazgos que él refería» y que su actuación fue «una cadena de falacias constitutiva de una gran farsa». Para Castro, “lo que le hicieron a Marcos fue terrible. Es una manera de ensuciar para que quede la parte como el todo, pero aún sin esos hallazgos la causa sigue en pie porque hay mucha otra prueba sustancial”. Cabe destacar que tanto los fiscales como las instancias superiores tomaron por válidas las pruebas ahora cuestionadas –el amuleto y las piedras turmalinas– al momento de expedirse en el caso. Y resta en pie el hallazgo de un cabello en un móvil policial, que contiene el ADN mitocondrial de Cristina Castro.

Facundo en un encuentro del Programa Jóvenes y Memoria en Chapadmalal. 

Temor y desasosiego

“Este año es más triste todavía, la gente de Facu está asustada. No vamos a hacer nada el 30 de abril por miedo. Solo queda un mural suyo, los otros fueron tapados. Y encima dicen que si la justicia no actúa, por algo será. Pero no es así”, advirtió.

Cristina no baja los brazos: “Quiero que Facundo tenga justicia. Que los chicos puedan salir sabiendo que no hay asesinos sueltos. Yo no lo voy a ver ni escuchar más. Cada ataque lo vuelve a matar un poco más”.

Sobre el hallazgo del cuerpo de su hijo, Cristina contó una certeza visceral. “Sentía que esos huesos me decían ‘llévame a casa’. Cuando vi la zapatilla, que encima estaba intacta, supe que era de Facu. La buscaba como una señal. Estaba a 30 metros de donde habían marcado. Ellos ya sabían que estaba ahí”.

En estos cinco años, las respuestas tampoco llegaron del Ejecutivo. “De este gobierno no recibimos comunicación. Las que siempre estuvieron fueron las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Y las familias a las que les pasó lo mismo, que la policía les mató un chico. Con Sergio Maldonado habló seguido. Nos contenemos entre nosotros. Somos los que sabemos lo que se siente”, relató.

Facundo militaba y participaba en marchas en defensa de los derechos humanos, entre ellas las que reclamaban justicia por Santiago Maldonado. “Yo no quería que mis hijos se metieran en política, pero él estaba muy conmovido. Me explicaba cosas del sistema y después me tocó vivirlo en carne propia”, señaló Cristina. Y a su memoria vienen las imágenes de los policías de Luro y Villarino hostigando a Facu y los demás pibes que acudían al Semillero Cultural –una actividad de La Cámpora local– que les rompían la huerta orgánica y los ponían contra la pared como delincuentes cuando salían de un taller de literatura o de batucada.

Este 30 de abril no habrá acto. Hay miedo. Pero la lucha continúa. “Voy a seguir hasta donde la salud y la vida me den. Facu no se merece esto. No puedo dejar que me borren la alegría de haberlo tenido 22 años. A mi hijo lo crié sola, me costó mucho. Y a pesar de todo, no me quiero ir de este pueblo. Es el lugar donde crecieron mis hijos y murió mi madre. La gente es buena, es el poder político y judicial el que está mal”.

Leandro Aparicio, uno de sus abogados, ha trabajado en causas como la de Daniel Solano, peón rural desaparecido en 2011 y cuyos policías responsables tienen condena firme, y la de Sergio Avalos, desaparecido en 2003. “Entiendo que esta causa puede llegar a durar 20 años”, confiesa y agrega: “pero ante este panorama desolador, las pruebas duras de la DATIP me dan esperanzas”. Entre esas “pruebas duras” también está la confirmación de que un patrullero de Bahía Blanca estuvo diez días antes de la aparición del cuerpo a pocos metros del hallazgo, en el cangrejal de Villarino Viejo.

Cristina encontró algo de paz en sus nietas. “Con ellas tengo momentos de armonía. Tati es buena, tranquila, y Milenita, un torbellino. Veo mucho de Facu en ellas. A veces besan su foto y le dicen ‘el tío Pacu’, lo reconocen. Y eso me parte el alma porque sé que él las habría adorado”.

El caso de Facundo Astudillo Castro es, cinco años después, una herida abierta. La justicia tiene elementos pero no avanza. Cristina aún no puede llorar a su hijo en paz. “Sé que el día que pueda soltar a mi hijo él descansar, yo voy a poder hacer el duelo. Mientras tanto, estoy en el ojo del torbellino”.

 

Otro miércoles de gases y palos

Otro miércoles de gases y palos

Parece naturalizado que cada marcha de los jubilados que reclaman aumento de haberes y el retorno de los medicamentos gratuitos termine con represión de las fuerzas de seguridad y detenidos. Esta vez, arrestaron a dos personas.

El 11 de septiembre de 2024, los jubilados se concentraron por primera vez frente al Congreso para repudiar el veto de Javier Milei a la ley de movilidad, que vinculaba los haberes al índice de inflación o al RIPTE, el que resultara más alto. A partir de ese día las “rondas de los miércoles” se convirtieron en un ritual de resistencia contra el ajuste. Cada semana, ese puñado inicial de manifestantes fue creciendo. El punto de inflexión fue el 12 de marzo de este año, cuando simpatizantes de distintos clubes convocaron a una masiva marcha que, desafortunadamente, concluyó en una represión de las fuerzas de seguridad que hirió gravemente a Pablo Grillo, foto-periodista, con una granada de gas lacrimógeno.

Este miércoles no fue distinto: los jubilados, respaldados por organizaciones de todo tipo, clubes sociales, partidos políticos, gremios, docentes universitarios y un importante grupo de autoconvocados volvieron a marchar. Esta vez, el trayecto partió de Plaza de Congreso y avanzó hacia Plaza de Mayo. La jornada empezó tranquila, sin enfrentamientos mayores. Hasta el final resultó  imposible prever que, más tarde, se desataría otra vez un operativo policial que, como cada miércoles, fue desmedido.

Un comienzo en paz

De camino a Plaza de Mayo, como parte de las organizaciones que asisten a los manifestantes ante cualquier hecho de represión, ANCCOM habló con Marcelo, presidente de la filial La Plata del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios, quien declaró que pese a que la movilización parecía tranquila, igualmente él y su equipo estaban siempre alerta a cualquier tentativa de represión: “Vemos que nuestros chicos estén con la cobertura necesaria de elementos de protección personal: un overol, que tengan un traje que los pueda cubrir, un casco. Ahora estamos utilizando las máscaras No porque sepamos que vayan a reprimir pero tenemos que estar preparados: poder cubrir a nuestra gente que es la única forma de poder asistir a un tercero”.

ANCCOM también intercambió unas palabras con Marita, representante de la rama de jubilados de ATE e  integrante de la “verde y blanca”: “Notamos que a medida que pasan las semanas, se suman jubilados autoconvocados…. La cantidad de efectivos en la calle es hasta ridícula. A esta altura hay más policías que jubilados”.

En el medio de la Plaza de Mayo, de espaldas a la Casa Rosada, se encontraba un pequeño escenario rudimentario de madera que se alzaba como el corazón de la concentración. A sus lados, dos parlantes amplificaban las voces de distintos dirigentes sociales y partidarios que reclamaban por la recomposición salarial de los jubilados y el restablecimiento de los medicamentos gratuitos, entre otras consignas. Frente a ellos, una multitud se desplegaba de cara al escenario, ocupando la mitad de la Plaza: banderas de algunos clubes, carteles escritos a mano, y “trapos” partidarios, de la izquierda sobre todo.

 

A unos pasos del grupo más nutrido estaba Luis Zamora, histórico dirigente de la izquierda argentina que se encontraba como todos los miércoles en la movilización: “Las marchas de fines del año pasado eran con un grupo de 100 jubilados; ellos empezaron a construir esa agenda. Después empezó, cada vez más en el verano, a acercarse más gente. Y el punto más alto fue cuando los hinchas de fútbol hicieron un puente al pueblo, a sectores populares. No es fácil esperar que todos los miércoles pase lo que pasó el Día de los Hinchas. No se sabe muy bien cómo sigue esto. Pero esa es la gran tarea. Puede ser la lucha de jubilados u otras luchas. Pero lo importante es que acá están empezando a confluir sectores que se están movilizando. Y vienen sectores despedidos de una fábrica o trabajadores que están en lucha por salario. De alguna manera los reclamos se retroalimentan y encuentran en la plaza los miércoles una referencia. Mucha gente lo sigue por los medios con atención”.

Al ser consultado sobre cómo este tipo de movilizaciones podría influir electoralmente, Zamora amplió: “Están todos los dirigentes ahora pensando en las elecciones, en los votos. De alguna forma están diciendo: ‘Está bien, marchen, pero ¿a quién votan?’ La clave es esto. Porque a Milei no se lo va a derrotar votando más o votando menos.”

Aunque sin el volumen de la marcha del 12 de marzo, sigue habiendo actividad de distintos clubes. Luis, que es parte del Club Social “La Cultura del Barrio”, a medida que aumentaba la presencia policial, contaba: “Nosotros venimos siempre que podemos, a bancar a los jubilados… A veces la marcha tiene más adhesión, a veces menos como hoy; la constante es que siempre hay una desmedida presencia policial. Totalmente injustificado. Están subiendo la apuesta y eso, tarde o temprano, creo que sale caro”.

Por el contrario, Celeste Fierro, exdiputada por el MST, cree que esta marcha fue importante: “Estuvimos trabajando con distintas organizaciones sociales para que adhieran a la movilización. La mayoría acompañamos las rondas desde el principio”. La candidata a legisladora por CABA aprovechó para acusar al sindicalismo de ser concesivo con el Gobierno: “Como la burocracia sindical no convoca, son las organizaciones combativas las que aparecemos en defensa de los jubilados”.

«Ver a los periodistas es muy impresionante: están con casco, con máscaras; parece que son cronistas de guerra.Y esto no es una guerra, es una marcha legal en la Ciudad de Buenos Aires”, dice Solano.

Final de palos

Cerca del final de la marcha, a las 18, la situación que todos temían y que parecía que no iba a suceder se terminó dando: mientras los jubilados y las distintas organizaciones desconcentraban, la policía reprimió con gas lacrimógeno y detuvo a manifestantes. Al menos dos fueron arrestados.

Si la movilización no fue masiva ni intensa como en otras ocasiones y los manifestantes, que son en su mayoría jubilados, marchan de manera pacífica, ¿cómo se justifica el nivel de exagerada presencia y represión policial? Gabriel Solano, presidente del Partido Obrero y legislador de la Ciudad de Buenos Aires, comentó a ANCCOM: “Cuando vos ves el operativo policial, nunca hay relación con la cantidad de manifestantes. Yo creo que cumple una función intimidatoria, que la gente que está viendo por televisión que quiere venir a la marcha y está a favor de los jubilados no venga porque quizá los muelen a palos. Ver a los periodistas es muy impresionante: están con casco, con máscaras; parece que son cronistas de guerra.Y esto no es una guerra, es una marcha legal en la Ciudad de Buenos Aires”.

Pasan las semanas y las marchas sin represión son la excepción. Los jubilados y las organizaciones sociales no parecen dispuestos a abandonar la plaza ¿Cederá el Gobierno o seguiremos viendo las mismas imágenes miércoles a miércoles? Mientras tanto los jubilados siguen marchando.

Otro miércoles de represión

Otro miércoles de represión

Las fuerzas de seguridad reprimieron la protesta que realizan cada semana jubilados y jubiladas para reclamar por un aumento en sus haberes y dejaron más de cien heridos como saldo.

Como cada miércoles manifestantes se reunieron frente al Congreso para reclamar por la suba de las jubilaciones. Las fuerzas de seguridad reprimieron la protesta, que dejó más de cien heridos, entre ellos niños y niñas, periodistas y un diputado nacional. Al cierre de esta edición había, además, dos personas detenidas.

La movilización en defensa de los jubilados reunió a manifestantes de diversas edades y espacios políticos y sociales frente al Congreso de la Nación. La protesta, que se realiza desde hace varias décadas pero que cobró aún más presencia desde septiembre de 2024 cuando el Poder Ejecutivo vetó la Ley de Movilidad Jubilatoria, otra vez fue reprimida en el marco del protocolo antipiquetes. Los fotógrafos de Tiempo Argentino Edgardo Gómez y Eduardo Sarapura fueron gaseados y golpeados por la policía.

Juan Domingo, albañil de 72 años, continúa trabajando pese a estar jubilado: “Tengo la suerte de poder hacer algunas changas. Es un genocidio lo que le están haciendo a los jubilados”. Y alentó a otros adultos mayores a sumarse a la protesta: “No tengan miedo, traten de venir, sean troskos, peronistas o apolíticos. Tratemos de resolverlo juntos”.

Horacio tiene 80 años, viaja desde La Plata todos los miércoles. Relata que la manifestación pasada un efectivo lo empujó y le provocó un corte en el brazo: “Tengo tres puntos. Me di cuenta cuando estaba en Constitución porque tenía todo el brazo mojado de sangre”.

Sergio Ríos, de 70 años, hincha de Chacarita, señaló que desde que asumió el actual gobierno el PAMI sólo le cubre el 50% de su medicación para la convulsión: “Me sale 10 mil pesos”. Recordó además la manifestación del 12 de marzo, cuando un fotógrafo fue herido por una escopeta de gas lacrimógeno. Pablo Grillo fue operado nuevamente este miércoles y evoluciona favorablemente.

Ramón, otro de los jubilados presentes, denunció haber sido gaseado en esa ocasión mientras permanecía sobre la vereda. Hoy asistió con un cartel que llevaba el dibujo de un grillo en referencia al fotógrafo: “Lo saqué de Facebook, le pedí a una chica que lo dibuje”. Y agregó, “el único delito que cometió fue llevar su cámara. Esa granada podría haber sido para cualquiera”.

También participó Beatriz Bianco, jubilada de 87 años herida en la represión de marzo, a quien la ministra de Seguridad calificó como “patotera”. “Patricia Bullrich nunca me llamó”, dijo. Y a pesar de agradecer los abrazos de jóvenes manifestantes, expresó: “Nos sentimos tan desprotegidos”.

En la manifestación también estuvieron presentes los Misioneros de Francisco, con una imagen de la Virgen de Luján en los hombros. Viajaron desde Luján para asistir a la protesta. “Vayan y pónganle la virgen adelante, a ver si con eso se conmueven”, gritó una manifestante al verlos pasar.

Algunos carteles exhibidos rezaban: “Ayúdame a luchar, el próximo viejo sos vos”, “Los jubilados no aflojan, fuera Milei” y “CGT no quiero tu solidaridad, quiero tu lucha ya”, en alusión al paro general de la semana pasada, donde la central obrera se plegó a la marcha de los miércoles.

Palos, gases y golpes

Cerca de las 17, los manifestantes intentaron, como en ocasiones anteriores, realizar una ronda alrededor del Palacio Legislativo. Al cruzar la avenida Entre Ríos durante el corte del semáforo, fueron dispersados por efectivos de Gendarmería Nacional y de la Policía de la Ciudad. En ese momento se produjeron las primeras escenas de represión.

Jubilados, periodistas y militantes fueron alcanzados por gases lacrimógenos y golpes de bastón policial. Los efectivos forzaron la dispersión de las columnas hacia las esquinas y la plaza, donde personal médico voluntario de la agrupación Cepa (Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios) atendió a las personas afectadas. Muchos se encontraban sentados o acostados sobre el pavimento, rodeados de charcos de leche, utilizada para mitigar el ardor en los ojos.

El operativo se extendió hasta las 19 horas. Según fuentes médicas presentes en el lugar, se registraron 116 personas heridas, principalmente por golpes y efectos de los gases. Entre ellas, una niña de 13 años, un adolescente de 16 y un reportero gráfico herido por el impacto de un proyectil Byrna, según el Monitoreo que realizó en el lugar la Comisión Provincial por la Memoria.

El diputado del Frente de Izquierda, Alejandro Vilca, tuvo que acudir a la guardia oftalmológica porque fue gaseado directamente en el rostro.

Esto es una locura. Laburé toda mi vida y ahora estoy pasando hambre. ¿No tienen madres? ¿Abuelas? Son asesinos. No es para reírse”, gritó una mujer a uno de los efectivos que sonreía mientras se refugiaba tras el cordón policial. Sobre avenida Rivadavia, varios taxis quedaron atrapados en la multitud, lo que motivó un nuevo avance represivo.

Ana María, de 75 años, participa de las marchas desde enero: “Siempre hay un montón de efectivos para un grupito de viejos. Yo cobro un poco más de la mínima, pero no me alcanza. Los que cobran la mínima no pueden ni comer”.

Actualmente, el haber jubilatorio mínimo es de $285.820,63, con un bono de $70.000 que se mantiene congelado desde marzo de 2024. Según el último Boletín Estadístico de la ANSES, el 27% de los jubilados cobra el haber mínimo. En total, 5,4 millones perciben menos de $400.000, mientras que la canasta básica del adulto mayor, que incluye categorías como “medicamentos”, fue estimada en $1.200.000 en marzo por la Defensoría de la Tercera Edad.

Entre septiembre de 2023 y marzo de 2025, las jubilaciones mínimas perdieron un 13,3% de su poder adquisitivo.