«Es hermoso ser argentino»

«Es hermoso ser argentino»

Los viernes de abril puede verse «Mr.Martin», una obra de teatro que aborda la temática de la identidad entre un profesor de inglés y su alumno argentino.

Los viernes abril, en Tadrón Teatro, se podrá ver El señor Martín, dirigida por Gabriela Villalonga y con las actuaciones de Juani Pascua y Luis Cardozo. En el escenario situado en Niceto Vega y Armenia, se reúnen en el salón de clases un maestro de inglés y su alumno en una rutina que invita a la reflexión. “La obra es el encuentro de dos tocayos llamados Martín, en un colegio inglés donde se educa a los chicos como si estuvieran en un rincón de Cambridge o en Londres, en una cultura diferente. Y esa es la lucha de la identidad resistida contra la identidad que rehúye la nuestra”, comenta en diálogo con ANCCOM el creador de la obra, Gastón Cerana.

 Escrita en 2001 y estrenada en julio del 2002 en Teatro por la identidad, “la obra tuvo muchas versiones, algunas extranjeras. No las vi todas. Estoy muy orgulloso de esta versión y de que sea un reencuentro con Gabriela Villalonga, a quién conocí en ese ciclo. Que los chicos tengan esa frescura que me emociona mucho, me hace acordar a cuando nosotros éramos teníamos veintipico haciendo la versión más linda que he visto. Es la segunda vez que la veo”, comenta Cerana.

 “Ahora, el texto está sumamente resignificada –dice la actriz, directora teatral y dramaturga Gabriela Villalonga- , por eso elegimos hacerla en este momento. Hay algo de lo que la obra muestra que es cómo se realzan valores de otra cultura pero siempre en detrimento de la nuestra. O sea, una binariedad: podés valorar cosas de otras culturas pero no por eso tiene que ser descalificado lo nuestro. Pareciera que ligado a ciertas políticas, sobre todo económicas, está esta cosa de lo binario. ‘Si está muy bien eso otro es porque lo nuestro está mal’. Y como siempre, en lo binario hay una zona que está aplanada, vinculada con lo más particular, lo individual de cada uno y cada una, hasta lo social, lo que nos gusta y lo que nos gusta menos y lo que nos gusta un poco más o lo que nos encanta. Y encima esto se transmite, como muestra la obra. En matrices de aprendizaje están esos valores y esa binariedad, entonces se supone que si nos gusta eso no nos tiene que gustar lo otro.”

 Se apagan las luces y llega el momento clave, Luis Cardozo y Juani Pascua dejan sus cuerpos para prestarlos al profesor de inglés Mr. Martin y a Martín, alumno del colegio James Day High School, lugar dónde transcurre la trama. Con un traje cuadrillé gris, camisa celeste, corbata marrón con rayas blancas, zapatos negros y lentes aparece en escena el docente “Mr. Martin es un profesor de una escuela privada en un rinconcito de Burzaco. Él es muy histriónico, muy inglés y no permite que sus alumnos hablen lengua castellana en su clase. Es muy estricto a la hora de dar clases y es un gran soñador”, agrega el actor y estudiante de sociología, Luis Cardozo quien lo interpreta.

 Vestido con el uniforme escolar gris y verde Martín entra a clases. “¿Quién es Martín, el estudiante? Pude haber sido yo porque tiene mucho de biográfico, después uno le mete ficción como es el arte. Tiene que ser un entretenimiento, pero tiene mucho de mi vivencia. Lo veo a él y me veo un poco”, reflexiona Cerana. Martín es un fiel representante de la lucha por evitar la imposición: “Ahora que lo pienso, esa imposición le hace a él valorar más su identidad y preguntarse por qué tanta resistencia de este señor, es lo que genera que vaya a averiguar de dónde es este profesor”, agrega el autor.  “Martin es un estudiante de esta escuela secundaria bilingüe y está cansado de no pertenecer a ese mundo de escuela burguesa que odia lo nacional y exacerba lo traído de afuera. No se siente para nada parte de ese mundo y durante toda la obra lo explicita; .le cuenta al público desde el inicio lo incómodo que se siente en ese espacio”, retrata Juani Pascua, actor y estudiante de sociología quien interpreta a Martin.

 Pascua plantea que el mensaje de la obra consiste en que “no es que estemos diciendo que está mal apreciar otras culturas pero sí, si eso viene con el desprecio de la nuestra. Desde la educación, a una temprana edad, nos educan para irnos: ‘Estudiá para hacer plata e irte a otro lado’, ‘Tenés que irte de Argentina, Argentina es una mierda’. Y creo que con esta obra queremos contar que queremos a nuestro país y que más allá de todo lo que pueda llegar a pasar, es hermoso ser argentinos y apreciar toda esa cultura que es nuestra”. Luis Cardozo agrega con respecto a lo que transmite la obra que “principalmente habla de cómo nosotros nos autopercibimos como argentinos, nuestra identidad nacional y cómo desde afuera constantemente se nos quiere avasallar con ese mensaje, con esa identidad a través del eurocentrismo, del colonialismo. Constantemente nos quieren hacer creer que ser argentino está mal o que no se puede triunfar o progresar en este país. Además, lo hace en un ámbito educativo. El autor, Gastón Cerana, esto lo lleva al ámbito de la educación, de un profesor, un alumno en una escuela privada lo cual lo hace mucho más interesante para poder indagar ahí.”

Villalonga tiene un deseo respecto a la obra: “La idea es que uno se pueda quedar pensando en esta binariedad de la que hablábamos y cómo la tendencia a instalarnos en ese tipo de pensamiento hace que nosotros y nosotras descalifiquemos costumbres, hábitos, paisajes y producciones artísticas que son nuestras, argentinas. Hay épocas de la Argentina donde esto fue en trazo grueso, fue super explícito.”

 

«El teatro debe ser pensado como un piedrazo en el espejo»

«El teatro debe ser pensado como un piedrazo en el espejo»

Actor, docente, autor y director. Todos esos roles cumple el célebre Pompeyo Audivert. Habitación Macbeth es su nueva obra, que se presentaba en el Centro Cultural de la Cooperación hasta que las nuevas restricciones dispuestas por el Gobierno nacional interrumpieron las funciones. Mientras espera que cuando estén dadas las condiciones pueda regresar a ese escenario, dialogó con ANCCOM sobre teatro y, como no podía ser de otra manera, también sobre la realidad nacional.

¿Por qué Shakespeare y por qué Macbeth?

El año pasado estaba haciendo la obra Trastorno, después del 2019 en el Centro Cultural de la Cooperación y en Mar del Plata. Nos estaba yendo muy bien, ganamos varios premios. Yo actuaba y también dirigía. La idea de hacer Macbeth ya me había visitado para hacerla solo. Empecé a hacer una adaptación y la abandoné, tan envuelto como estaba en cuestiones de producción, sobre todo de autores de otra esencia que venía haciendo: “Muñecas” y “La Farsa de los Ausentes”, entre otras. Pensé también en hacerla con Rodrigo De la Serna y decidí adaptarla para seis actores. Vino la pandemia y me fui a Mar del Sur, donde tengo una casa y me reduje en ella. También me reduje a mi propio cuerpo como habitáculo teatral, ya que estábamos en una situación muy angustiosa, encerrados. Empecé a pensar en qué hacer, sabiendo que se venía un año de clausura y retomé la fantasía de esa obra de Shakespeare. Empecé a memorizar la obra durante la primer mitad de 2020 en largas caminatas que hacía por la playa o por el campo, fue muy bueno para poder integrar la obra a mi cuerpo, porque tenía todo el tiempo y ese paisaje salvaje que alentaba a una tarea asociativa. Shakespeare es de una dimensión de lo teatral de una magnitud extraordinaria y hay ciertas obras de él, como Macbeth, donde todas las cuestiones de fuerzas sobrenaturales, fantasmales y de espíritus están muy en juego. Tiene que ver con las cuestiones que se abren en el encierro, ya que es una zona en la que se abren puertas y perspectivas que uno no tenía tan a la vista, puertas interiores, donde aparecen fantasmagorías. En esa introspección aparecen zonas luminosas además de oscuras. Supongo que a toda la humanidad le debe haber pasado eso puertas adentro, en la clausura de la cuarentena. Ahí se constituyó la obra. En estas tres cuestiones: la pandemia que desata una introspección, la vieja fantasía de llevar adelante un trabajo que pusiera de relieve la naturaleza metafísica y sobrenatural de la operación teatral, y la obra de Shakespeare que ya me había visitado de varias maneras y que transmite esas cuestiones . No es que yo dije: “Hay una pandemia, entonces yo voy a citar a Shakespeare y a Macbeth para hablar de esto”. La situación me llevó a muy naturalmente.

Es curioso como usted utiliza la metáfora de cambiar el rumbo del protagonista, que trayéndolo a la actualidad sitúa a la pandemia como eje de cambio en nuestra vida.

Exacto. Yo creo que siempre el teatro es un fenómeno que está signado por circunstancias históricas. No creo en el teatro político, ni en el histórico concretamente pero sí creo que el teatro se debe al grito histórico y que es producido en formas muy misteriosas, o difíciles de deducir o rastrear. Aunque no tanto, porque en este caso podemos decir que las circunstancias históricas produjeron estos rebrotes. Por otro lado, habla también de los procesos históricos del capitalismo, por ejemplo. Es una obra que puede ser connotada con esta situación tan típica de personas que se dan vuelta: pueden ser periodistas, políticos, funcionarios. Gente que uno creía que eran de una naturaleza y son todo lo contrario. Grandes traidores. Pienso en Mario Vargas Llosa, Jorge Lanata, José Luis Manzano, todos personajes conversos que de repente pasan a ser todo lo contrario a lo que se insinuaban. La obra de Shakespeare, además de esa naturaleza metafísica que tiene de por sí, y de ese planteo poético que manifiesta, tiene también una circunstancia histórica que la atraviesa siempre y le permite reverberar en ella nuestras propias circunstancias históricas.

Este texto de Shakespeare tiene tanta vigencia… pareciera que estamos leyendo un diario.

SÍ, pero es una vigencia que tiene toda la obra de Shakespeare, por su naturaleza poética, por cruzarlo históricamente y por señalar nuestra pertenencia a un campo sobrenatural. Es universal, como el teatro griego. Son autores que se han inscripto en esa zona autónoma de lo artístico y que por su naturaleza poética pueden señalar nuestra pertenencia a esos dos niveles: al histórico y al sagrado. Señalan que no somos seres estrictamente históricos, sino que somos seres metafísicos, venidos de una naturaleza poética, que el frente histórico lapida y subvierte y la escarnia.

El título de la obra Habitación Macbeth es un juego de palabras, ya que usted utilizaq su propio cuerpo como habitáculo de distintos personajes, mostrando también la plasticidad del artista. ¿Cómo es ese proceso en el que es poseído por esos siete personajes?

El concepto habitación es muy poético, en el sentido de que tiene muchas significaciones simultáneamente, y ninguna de ellas anula a la otra, sino que conviven. El fenómeno de la actuación exhibe esta idea de ser habitado, el hecho de sentir la presencia del personaje como una entidad que a uno lo habita, que también uno habita el texto, como una zona que debe ser habitada. El concepto también se replica en otras escalas, cuando uno siente que el cuerpo puede ser habitado por varios personajes, al punto de que toda una obra habite a ese actor, que desencadene su escala sobrenatural; su escala de estructura habitáculo: cuerpo-habitación, cuerpo-inquilinato, donde viven y se agitan todas las convulsiones dramáticas de un material a través de todos sus personajes.

«El poder ha capturado las fuerzas teatrales para sus propios fines hedonistas», dice Audivert.

¿Cuál es, para usted, en este contexto caótico, la función que tiene el actor?

Yo creo que más que de la función del actor, habría que hablar de la del teatro. El teatro ha sido desvirtuado en los últimos años de una función sagrada, que tiene que ver con sondear Identidad y pertenencia a una escala extra-cotidiana. El teatro es una máquina destinada a inscribirnos en una latitud presencial y de identidad que no está a la luz en el frente histórico; que es nuestra naturaleza metafísica, sagrada y poética; esa que el frente histórico viene a lapidar. Por eso me parece que el teatro debe ser pensado como un piedrazo en el espejo. Debe erigir un espejo para concitar una unidad referencial con los espectadores, y al cabo debe arrojar un piedrazo a ese espejo, no para perder la idea del reflejo, sino para revelar el reflejo como ficción. Debe denunciar a la realidad como ficción histórica. Lo histórico es un campo ficcional alienado y el teatro debe romper esa ficción y revelar que por detrás de ella, existe un nivel del cual somos fruto; que es ese nivel metafísico al que se debe la operación teatral. El poder ha capturado las fuerzas teatrales para sus propios fines hedonistas, y lo único que uno ve habitualmente del teatro es ese espejo, no el piedrazo. Se erigen grandes espejos en donde la sociedad se ve reflejada en sus conflictos básicos, mínimos; pero no se lleva adelante la segunda parte de la operación en la que se apedrea el espejo y se revela que ese espejo es un campo ficcional alienado y que por detrás de él está el verdadero objetivo de las fuerzas teatrales, que por algo es un ritual presencial: revelar nuestra pertenencia a ese campo metafísico de otredad del que somos fruto. A eso se debe el teatro y hoy más que nunca, en una crisis mundial existencial como en la que nos encontramos, el teatro debe situarse en esa funcionalidad. El teatro es un lugar donde uno va a ensayar la muerte y la resurrección, donde uno va a suspender su presencia, y a revelarse como estructura presencial individual y colectiva. Por eso me parece que Shakespeare es un excelente vehículo, porque él ya de por sí constituye un piedrazo en el espejo, en la misma escritura. Salvo Beckett, Shakespeare y los griegos que ya dan el piedrazo desde la escritura, el teatro lo puede hacer a través también de los procedimientos teatrales, de la forma de composición de los cuerpos, de la puesta en escena; de una serie de recursos técnicos con que cuenta el teatro para ser este piedrazo en el espejo y transparentar ese identidad de la estructura.

¿Cuál es su opinión sobre la situación de los actores frente a esta suspensión obligatoria de sus actividades?

Hemos firmado una solicitada entre un grupo grande de artistas en relación a la desatención que estamos sufriendo por parte del Gobierno de la Ciudad y del Estado en general. Opino que el arte no tiene el lugar central que debería tener en nuestra sociedad. Está lateralizado y se piensa en él como algo secundario, no es el foco ni el centro de lo social, lo cual habla del atraso social en el que vivimos. Creo que los artistas tenemos que entrar en una conciencia política de que estamos solos y que corremos un peligro de extinción si no establecemos formas autónomas de producción, y si no le exigimos colectivamente al Estado lo que nos pertenece, lo que la sociedad tiene que aportar hacia el frente artístico. Ahora el Teatro San Martin ofrece a los actores entrar en cooperativas, son cosas ridículas. Tenemos que denunciar todo eso. Pero a la vez siento a veces que esa denuncia nos insume fuerzas que debemos también derivar hacia nuestras propias producciones, o sea que también en el proceso de lucha contra el destrato y contra las formas espantosas con las que somos enfocados, hay un desgaste artístico. Entonces tenemos que ser cuidadosos y hacer las dos cosas a la vez sin descuidar nuestro propio frente productivo interno. El Estado no se hace cargo del arte, como tampoco de la cultura, la educación, la salud, o las clases trabajadoras. El capitalismo es el problema y las formas que está adoptando son siniestras. Tenemos que finalmente elegir entre dos facciones: una que tiene un costado más humano, que rige los movimientos nacionales y populares; y otra que es el fascismo futuro, la línea que baja de los Estados Unidos y que encarnan Patricia Bullrich, Macri, Bolsonaro, Trump y Biden que son lo mismo, porque las políticas norteamericanas son las que designan a las latinoamericanas y siguen siendo las mismas. Ellos no cambian sus políticas, cambian sus máscaras. Son como Macbeth, son máscaras que ocultan identidades perversas, compulsivas y que eso es el capitalismo: un sistema descerebrado, que lo único que necesita es acumular y extinguir.

¿A qué conclusiones pudo llegar en este tiempo?

La producción de esta obra, desde la adaptación, la memorización, la puesta en escena y el estreno me parece que es una de las cosas más importantes que hice en mi vida. Que esto haya sucedido en un marco dramático y trágico de la humanidad también me llama mucho la atención por lo contradictorio y lo paradójico, no obstante siento que he alcanzado zonas que no hubiera podido como estaba sumergido en mis cosas que no sé si podría haberlo hecho si no hubiera tenido este tiempo de introspección y de producción tan concentrado. Así que siento que, así como en la dictadura, que fue uno de los peores momentos de nuestra historia pude constituir mi identidad teatral en esas circunstancias pavorosas, ahora, pude llevarla a un punto que no me hubiera imaginado jamás, así que de algún modo hay algo que fue muy positivo para mí de todo esto; y ahora se trata de ver cómo se sigue. Estoy muy atento a todo lo que está pasando.

«En el teatro es donde afinás los instrumentos»

«En el teatro es donde afinás los instrumentos»

Pepe Monje trabajó en más de una decena de películas, en 39 ficciones y en exitosas obras de teatro. Actualmente, después del parate de la pandemia, protagoniza el thriller «Detrás de esa puerta». En esta entrevista habla de ese papel y también de su interpretación de Chitoro, en Maradona: sueño bendito.

 

En Detrás de esa puerta, el thriller psicológico escrito por Rafael Calomino, José María Pepe Monje interpreta a  un inspector,  mientras Emilio Diaz encarna a un asesino. Ambos, con la ayuda del personaje de Silvia Dietrich, debaten sobre la muerte, el amor, el perdón, el funcionamiento de la justicia y la redención. En 50 minutos, el director Eduardo Lamoglia logró un equilibrio entre las actuaciones de cada uno de los personajes, la trama de la obra, los efectos sonoros, la escenografía y musicalización. ANCCOM visitó en bambalinas a Monje que habla de su personaje, de la vuelta después de la pandemia y de su interpretación de Chitoro, en Maradona, sueño bendito.

 

¿Hay algo del personaje que te represente en la vida real?

La locura. El tema está en encajar en los pabellones, hay mucha locura. Llega un momento en la vida que ya vas ubicando los pabellones. Cuando entrás en un pabellón que no te corresponde o no sos correspondido, empiezan los cortocircuitos. Mientras tanto debes intuir un poco en dónde estás. 

 ¿Cómo te preparaste para el personaje?

Al principio hicimos el espectáculo vía Zoom hasta que comenzaron las vacunas y terminamos todo el elenco con las dos dosis aplicadas. A partir de ahí saltamos al ensayo presencial. Fue un proceso completamente diferente. Entendimos que el Zoom podría llegar a ser una limitación pero hoy entendemos que es un elemento más.  Vino para quedarse y para resolver un montón de cosas. Hay que aprovecharlo.

 ¿Qué fue lo primero que pensaste cuando leíste el guion?

No se entiende al comienzo. Ninguna obra se entiende al comienzo. Son partituras nuevas, con instrumentos nuevos, un director nuevo y un idioma que se mueve por intuición. Decís “hay algo, no hay algo”. Te resuenan algunos momentos. Cuando vos lees la obra no tenes la capacidad del derrotero, incluso, hasta después de estrenar. Muchas cosas son reveladoras a partir de las funciones. Son destellos.

 Cuando interpretás un personaje, ¿creés que sí o sí tiene que haber un rasgo con el que te identifiques en la vida real?

Lo hago yo. Por lo tanto siempre tiene que haber una base. No necesariamente tenés que estar disparando y probando. Es una construcción desde uno. Lo interesante es que los personajes y las obras te formulan nuevas preguntas, te ponen en otro lugar, en otro espacio. Te ubica. En el mismo plano pasas a ser otro arquetipo. Pero la construcción es desde uno. Es imposible que aparezca otro cuerpo.

«Chitoro es un personaje del cual hay fotos pero no hay videos, entonces la gente no tiene construida una imagen de  él. Por eso, puedo ir a buscar la similitud física pero después, desde el ángel, el alma y el espíritu, van a conocer más de Chitoro por mi que por él mismo».

Pepe Monje

Trabajaste en teatro, formaste parte de 10 películas y más de 39 ficciones que incluyen éxitos como Grande Pá, Los Simuladores y Los Únicos, entre otras producciones. ¿Tenés esa libertad  de construcción del personaje en todos los esos ámbitos?

No siempre. Hay veces que en la tele son esquemáticos. Hay veces que las construcciones tienen cierto tipo de estructura. Te llaman para hacer a Napoleón, no podés hacer de San Martín. Entonces hay bases. Cuando no hay, te lo creás. La creación es como el fuego, es una reacción en cadena donde tiene tres puntos. Aire, oxígeno (combustible) y calor. Entonces, vos lo que tenés que hacer es reemplazar esos elementos y ubicarlos: cuál viene a ser el fuego, cuál el calor, cuál el oxígeno. En el texto vos tenés esos puntos.

 ¿Qué preferís, televisión o teatro?

El idioma es la actuación. Hoy te llaman para hacer teatro, mañana para hacer plataformas. No digamos más televisión porque la televisión como la tenemos entendida para mí se terminó. Ahora son plataformas. Los canales, sentarse a las 7 de la tarde, prender la tele, tomar la leche y ver el programa, me parece que ya terminó. Ahora son lugares, una nube donde va el contenido. Cada cosa tiene su parte linda pero el teatro es donde vos afinás el instrumento, el resto de los espacios es oficio.

 ¿Qué se siente formar parte de la serie que cuenta la historia de un ídolo argentino y mundial como tu papel de Don Diego Maradona en Sueño Bendito?

Es una gran responsabilidad. Es una proyección muy grande para todo el elenco argentino que nos ve en el exterior. Es un personaje del cual no hay mucha imagen. Hay fotos pero no hay videos, entonces la gente no tiene construida una imagen del padre. Por eso, pude trabajar con libertad con respecto a eso. Puedo ir a buscar la similitud física pero después, desde el ángel, el alma y el espíritu, van a conocer más de Chitoro por mi que por él mismo.

Cosa Golda

Cosa Golda

Una obra de teatro revive a Golda Meir, la primera mujer en convertirse en mandataria de Israel. Sus convicciones, sus ideales y su postergación personal en pos de la lucha colectiva.

En el corazón de Palermo Hollywood, hay una especie de túnel del tiempo que permite viajar hacia 1947 y 1969 a la vez. Es que, subiendo la escalera que lleva a la sala principal del Teatro Border, los domingos a las 20:30, 11 actores interpretan “Golda Meir: Cuestión de Estado”.

La obra se sitúa en dos temporalidades a la vez para retratar a la ex primera ministra de Israel, en distintos momentos de su vida. Aparece primero bajo las luces una Golda mayor y tomada por la enfermedad, y en la hora y 45 minutos de puesta en escena se intercala con una primera ministra en ejercicio, que se dedica a negociar con Inglaterra.

Encarnada por la joven actriz Marina Munilla – que también escribió la obra -, Golda no decepciona: el personaje está construido y pensado en detalle, desde la voz, pasando por la postura y llegando a un cuerpo que debe recrear la ilusión de que una mujer grande por momentos, y más grande aún por otros, está en el escenario. “Fue un gran desafío de Marina, porque tenía que, con su mismo cuerpo, sin ningún recurso más que el vestuario, hacerse joven y vieja en cuestión de segundos”, cuenta Gerardo Grillea, director del espectáculo. Esto, además, implica una sobre exigencia corporal para la actriz que, asegura, se siente al día siguiente.

Al largo proceso de cinco etapas para dar con el elenco idóneo, le precedieron cuatro intensos meses de ensayos en los que cada intérprete buscó encarnar a distintos personajes de la política israelí del siglo XX: Golda Meir, el ministro de Defensa Moshe Dayan y el líder político-militar Igal Alón son algunos de ellos. Otros personajes parten de la ficción que habita en la narración para darle color, como el de la secretaria o la enfermera.

Según Grillea, la idea surgió de casualidad, pero a la vez por un deseo de Munilla de revivir la  histórica mandataria. “Lo que más me atrapa es su convicción, su vehemencia; la lucha por los ideales y su pueblo”, afirma la protagonista. “Esa lucha a partir de lo colectivo y no de lo individual, me parece que ese es el principal atractivo en una sociedad que muchas veces es bastante individualista o que nos conduce a esa actitud”, sigue.

La obra refleja fielmente el espíritu de Golda, la primera mujer en acceder al cargo de primera ministra – y única hasta el momento – de Israel, en el contexto de un siglo plagado de conflictos bélicos e ideológicos. Para Grillea, investigar y recortar todo esto fue el mayor desafío. Una vez decidido que iban a tomar la temporalidad de la creación del Estado de Israel en el ‘47 y la del ‘69, cuando se le solicitó a Meir que asumiera el poder aún cursando una enfermedad, el desafío fue pensar cómo contar la historia.

“Nosotros realizamos teatro alternativo y no contamos con los recursos económicos suficientes como para hacer, por ejemplo, cambios de escenografía o contar con dos actrices que interpreten a una Golda joven y una adulta”, señala el director. “El desafío fue que el espacio se resignificara”.

Entre cigarrillo y cigarrillo, una sala repleta de espectadores vislumbra a una mujer fuerte y estratega, pero que está frente al peor de sus enemigos: el tiempo. Porque a Golda, el único que la pudo gobernar, fue el tiempo, que apremia y que protagoniza, junto con su figura, esta obra de teatro. El reloj corre para que la política decida si va a aceptar el ofrecimiento para asumir como primera ministra con el fin de calmar las turbulentas aguas de la política israelí; corre, también, para que su enfermedad le gane la batalla. Y una vez que acepta la propuesta del Partido Laborista, el reloj la presiona para que decida si atacar o no el día de Yom Kippur. 

Aunque ponerse en la piel de este personaje resulta un desafío cada vez, Munilla señala que “es maravilloso poder ponerme en la piel de semejante mujer que supo luchar por sus ideales, defender también el rol del género femenino y marcar un antes y un después de su existencia. Es alguien que no podemos olvidar”.

El espectáculo, que se realiza desde 2019, retomó hace poco las funciones que se vieron inevitablemente interrumpidas por la pandemia del coronavirus. Ahora, sostiene la actriz, “cada función se convierte en una especie de celebración que va más allá del hecho artístico en sí; es una celebración de poder agruparnos, volver a sociabilizar y participar de un hecho efímero como es el teatro”. Cada noche, los 11 actores que integran el elenco son aplaudidos de pie por asistentes que, privados por tanto tiempo del teatro, resignifican el hecho artístico.

“Esta obra no existiría si Facu estuviera acá”

“Esta obra no existiría si Facu estuviera acá”

El 12 de noviembre se presenta por primera vez en la ciudad de Córdoba «La ilusión del rubio», una obra escrita por Santiago San Paulo sobre Facundo Rivera Alegre, desaparecido desde el 19 de febrero del 2012, víctima de violencia institucional.

El escenario está vacío, solo hay unas sillas en hilera y un micrófono. De repente. alguien se pone al frente y habla. Ese alguien es Martín Slipak quien interpreta a Facundo Rivera Alegre, el protagonista de la obra dirigida por Gastón Marioni que se presentará en la Sala de las Américas, dentro del Pabellón Argentina de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), el viernes 12 de noviembre, a las 21 horas.

La realización del unipersonal surgió del ciclo Nuestro Teatro del Teatro Nacional Cervantes, en el que el escritor y actor Santiago San Paulo presentó  La ilusión del rubio. La obra finalmente fue seleccionada para ser filmada y presentada de manera virtual. Para el director aquel estreno fue extraño por la novedad del formato, pero la experiencia resultó más que satisfactoria: “En la dimensión artística a la gente le ha gustado mucho como obra de teatro y en la dimensión social ha cumplido una necesaria función de visibilizar y ponerle palabras a la ausencia de Facundo y la de muchos otros desaparecidos en democracia como él”.

Viviana Alegre, la madre de Facundo, víctima de violencia institucional desde el 12 de noviembre de 2012, confiesa lo difícil que ha sido atravesar la desaparición de su hijo: “Hubo un momento que colapsé psicológicamente. Era sentarme en la puerta a esperar que venga, pararme en la esquina para ver si aparecía por algún lado, sentir que escuchaba su voz”. Viviana es también hermana de Marco Alegre, desaparecido durante la última dictadura cívico-militar, y luego de la desaparición de su hijo enfermó de un cáncer que afortunadamente pudo superar. Recordó el momento en que la obra de San Paulo fue seleccionada para ser presentada: “Tuve una mezcla de ternura y de dolor, esta obra no existiría si Facu estuviera acá”. Desde aquella lluviosa madrugada de febrero, Viviana espera el regreso de su hijo, que la noche anterior había salido a un baile de cuarteto del cantante Damián Córdoba.

 

Viviana es también hermana de Marco Alegre, desaparecido durante la última dictadura cívico-militar, y luego de la desaparición de su hijo, en democracia, enfermó de un cáncer que ya superó.

“Desde antes de lo que pasó con Facundo ella ya era una referente de las luchas sociales de Córdoba”, dice San Paulo sobre Viviana. Su búsqueda se suma a tantas otras de la larga lista de desaparecidos en democracia que tiene nuestro país. Sobre lo que le toca vivir, Viviana remarcó: “El poder político de la provincia miró para otro lado, les pedimos audiencias, pero (el exgobernador de Córdoba, José Manuel) De la Sota nunca nos recibió y (el actual gobernador Juan) Schiaretti tampoco”. Para ella la responsabilidad del Estado es ineludible: “Al comienzo no le dieron mucha bolilla a la causa, desde el Gobierno nacional ofrecieron todo para buscar a Facundo, pero el fiscal Alejandro Moyano se opuso”.

La causa tuvo su fin para la justicia cordobesa cuando en el 2015 condenaron a los presuntos asesinos. Sin embargo, el proceso judicial se llevó a cabo con un manto de sospechas por parte de los familiares, testigos falsos, un fiscal que no investigaba y la coincidencia del cierre del caso con la cercanía de las elecciones a gobernador. “Nosotros absolvimos a los que ellos culparon. Sabemos que son el último eslabón de una larga cadena de impunidad: quienes los imputaron y los condenaron fueron el poder político, la Justicia y la Policía de Córdoba”, señala Viviana.

Un cuerpo que aparece

En el séptimo aniversario de la ausencia de Facundo Alegre se realizó una peña para recordarlo y fue allí cuando Santiago San Paulo, uno de los participantes, pensó en qué podía hacer de diferente para interpelar a los asistentes. Como respuesta le surgió la idea de representar a Facundo arriba del escenario: “Ahí corroboré el poder que tiene el teatro de hacer aparecer a un desaparecido”. Luego de esa experiencia, y con el advenimiento de la pandemia de covid-19, el joven escritor decidió hacer una obra de esa idea y presentarla para el concurso del Cervantes. Desde el teatro le ofrecieron la dirección a Gastón Marioni, quien tras una primera lectura quedó encantado con el material y aceptó la propuesta. “Desde que empezamos a trabajar, Viviana se ha convertido en otra protagonista del proyecto, nos ayudó mucho las veces que hablamos por videollamada y cuando fuimos a verla a Córdoba”.

Para Viviana se trataba de algo inesperado, pero colaboró en todo cuanto pudo y sobre todo con Martín Slipak, quien iba a actuar de su hijo. Le contó cómo era, le facilitó grabaciones y hasta le mostró las canciones que él había escrito. Luego de haber visto la obra ella le confesó: “Nos lo hiciste aparecer”. La presentación en Córdoba, por primera vez, cobra entonces un sentido especial para la familia de Facundo.

“El título tiene una clave, hay un poco de la prestidigitación, de la magia, que es algo que hace el teatro, poner presencias a las ausencias”, señala Marioni. El juego de estos términos oponibles ha tenido en la historia argentina reciente un enorme peso. En una recordada conferencia, el por entonces presidente de facto, Jorge Rafael Videla, definió al desaparecido: “No tiene entidad, no está ni muerto ni vivo”. Esta conceptualización fue retomada por San Paulo: “Traté de deconstruir ese binarismo y superar esa definición, si él trataba a los desaparecidos como si fueran fantasmas entonces ahora esos fantasmas les van a hablar”.

Es por eso que esta obra reabre el debate sobre lo que implica que sigan habiendo desaparecidos en democracia. “Seguimos percibiendo las desapariciones como casos aislados y no nos damos cuenta de que no puede desaparecer una persona si no hay connivencia del Estado”, observa San Paulo. “Lo que pasó con Facundo no es de una provincia específica, pasa en todo el país”, señala Viviana y concluye: “La lucha es larguísima y no sé si encontraremos a Facu porque tenemos muchas trabas, pero a pesar de eso yo sigo creyendo en que va a aparecer y para eso hay que seguir buscando”.

La ilusión del rubio: 12 de noviembre a las 21 hs. Sala de las Américas, Pabellón Argentina, UNC.