Visita al corazón del Delta

Visita al corazón del Delta

El Área Natural Monte Blanco, ubicado en el Delta del Tigre, abrió sus puertas al público desde el invierno pasado. Investigación, educación y conservación en el verde de los humedales.

Poner en pausa el ritmo de la ciudad para embarcarse en una aventura en el Delta: a eso invita la Reserva Natural Monte Blanco, que hace casi un año se encuentra abierta al público de viernes a domingo. Al llegar a la estación fluvial de Tigre ya se siente un aire distinto. Desde ahí se puede llegar con lancha colectiva en unos 45 minutos, o menos en transporte privado, a esta reserva ubicada en el Arroyo Rama Negra Chico, o “Ramita” (como le dicen los vecinos), a 500 metros del arroyo Espera.

Al surcar el arroyo se anuncia la llegada a la reserva con un cartel de madera: “Disminuya la velocidad, cruce de fauna’’. Detrás del muelle se puede ver un salón de usos múltiples donde se dan charlas y talleres. Está rodeado de un deck de madera muy prolijo, abrazado por distintas tonalidades de verde de la vegetación que compone a la reserva. En total son 20 hectáreas. Cuentan con un centro de interpretación, donde se cuenta la historia del Delta y se dan detalles sobre la flora y la fauna. También hay dos caminos, que en conjunto suman alrededor de dos kilómetros. Los visitantes pueden salir a caminar por su cuenta o con un guía intérprete llamado Sebastián Arena , quien brinda dos visitas guiadas los días de apertura. Los responsables del lugar llevan registradas alrededor de 350 especies en la reserve, aunque estiman que un lugar así podría tener alrededor de mil especies, incluyendo animales, plantas y hongos. Algunas de las que se encuentran son carpinchos, gato montés, plantas exóticas y nativas, entre otras.

“Hay mucha gente que visita el Delta con su embarcación, hace paseos turísticos o se baja en el muelle y camina. Pero hay pocos lugares que te permiten caminar hacia el centro de la isla. Y entre esos pocos, hay uno solo que es público: la Reserva Monte Blanco. Es la oportunidad de visitar otra isla. El corazón del Delta”, sostiene Román Labrousse, uno de los guardabosques de la reserva, y explica: “El nombre hace referencia a la formación boscosa del lugar. Es un bosque que estaba en la parte alta de las islas. La leyenda cuenta que los árboles tenían las cortezas blancas y por ese motivo cuando llegaron los europeos lo denominaron Monte Blanco’’.

 

De privado a público

Hasta el año 2021 Monte Blanco era una reserva privada. Estuvo 13 años funcionando bajo la administración de la Fundación Félix de Azara, con quien continúan trabajando articuladamente en la actualidad. En este sentido, cuenta Labrousse, “es raro, pero no es el primer caso en Argentina de un área privada que pasa a ser municipal a través de la gestión de una fundación”. A principios de la década la reserva pasó a ser pública. “Los primeros años nos agarró la pandemia. Fue un poco más complejo en cuanto a la organización y los recursos para que este espacio se pueda mantener. A partir del año pasado pudimos repuntarlo. De enero a junio logramos que esto esté abierto al público”, cuenta a ANCCOM Lucila Pimentel, quien está a cargo de áreas naturales del municipio de Tigre.

Al ser privado, tenía otro tipo de visitas: eran más que nada extranjeros y grupos acotados. “Hoy nuestro desafío es que la gente del lugar también lo empiece a tomar como propio” cuenta Pimentel, y agrega: “Hay muchos vecinos de la zona que capaz un domingo terminan de almorzar y se vienen acá como si fuera el patio de su casa. Se empezaron a realizar actividades donde los vecinos participant. Hace poquito, para el Día Mundial de los Humedales, hicimos acá una jornada alusiva. Una de las actividades era una clase de yoga y la daba una vecina. Queremos empezar a abrir las puertas para todos.”

Labrousse y Pimentel, recibieron al equipo de ANCCOM en la reserva. También Omar, el conductor de la lancha, quien se encontraba esperando en la estación fluvial. Se hablan amistosamente: son un equipo pequeño con mucha dedicación y amor por la naturaleza. Tienen uniformes de polar verde, abrigo necesario para enfrentar el frío. El sol y los mates calientes también ayudan en ese sentido. De fondo se escucha un silencio calmo que de a ratos se interrumpe por el sonido de alguna lancha o el canto de los chiricotes.

¿Cuál es la importancia de este lugar?

“Son lugares donde uno puede repensar la relación de la sociedad con la naturaleza”, dice Labrousse mientras pasa un mate. “El hecho de ir a un espacio verde, trae un montón de beneficios. A nivel sociedad, cuando entendés qué significa un espacio natural, podés defenderlo. Manteniéndolo, estás mejorando la calidad de vida de toda la población que lo rodea”.

Concretamente, el espacio cuenta con tres ejes de acción: educación, investigación y conservación. Consideran que la educación es uno de los pilares fundamentales. Por ese motivo, brindan talleres para la conservación del ambiente y visitas guiadas de interpretación ambiental. Además, tienen proyectos con escuelas: “Desde 2022, veníamos dando charlas de biodiversidad en escuelas. Ahora tenemos una propuesta para los últimos años de secundaria. En ese año los chicos deberían ir de viaje de egresados. Con el contexto del país y otras cuestiones, sabemos que puede ser inviable. Esto se presenta como para que puedan hacer una salida extracurricular. Se promociona en todas las escuelas públicas. Las que se anotan, tienen el traslado y el día acá”.

Respecto a la investigación, trabajan con organismos produciendo datos científicos para ampliar el conocimiento del área. “Participamos dentro de lo que es conservación y ciencia ciudadana en el convenio con Fundación Vida Silvestre. Usamos plataformas para registrar biodiversidad: Argentinat y Ebird. Quien quiera, en cualquier parte del mundo, puede acceder a esa base de datos, entrar al proyecto del Área Monte Blanco y encontrarse con la galería de biodiversidad que tenemos”, cuenta Labrousse, y agrega: “Recabamos datos en general. Lo que recibimos de Fundación Azara fue un relevamiento de las condiciones básicas del elenco de flora y fauna. Nosotros reforzamos eso con salidas semanales para hacer relevamientos. Esos datos sirven para contrastar con otros años’’. Sostiene que hay muchos registros que son la primera foto conocida del individuo vivo: “Antes se los capturaba, se los mataba, y con eso se clasificaba. Capaz hoy uno se encuentra con un saltamontes y resulta que le está sacando la primera foto o es por lo menos la primera publicada conocida de la especie”.

Para el tercer eje, conservación, se realizan trabajos de restauración de ecosistemas a través de la plantación de flora autóctona, control de especies exóticas invasoras y se trabaja en conjunto con organizaciones de rescate y rehabilitación de fauna silvestre: “Trabajamos mucho con Temaiken. Ellos hacen el trabajo de rescate y rehabilitación de animales y nosotros en este lugar le damos la posibilidad a esos animales de regresar a su hábitat natural. Es un lugar que está controlado, entonces si llega a aparecer algún animal con alguna anomalía o se enferma, tenemos un registro. También trabajamos con el Serpentario de Tigre, que también tiene un centro de rescate. Ellos se encargan de la rehabilitación de los animales, y nosotros acá hacemos la recepción de los mismos y el seguimiento, en caso de que sea necesario”, cuenta Pimentel.

Sostienen que el espacio está abierto para estudiantes o posibles proyectos de conservación de alguna especie que se pueda realizar en la reserva: “Nosotros hoy no tenemos ningún proyecto de conservación con alguna especie particular. Pero están dadas las posibilidades para quien lo desee o lo necesite. Este verano lo estuvimos haciendo con el proyecto de conservación de los murciélagos de Argentina. Fuimos parte de la captura de murciélagos y la toma de muestras. A nosotros nos sirve porque nos capacita y ellos se fueron con datos concretos. Obvio que después volvieron a la naturaleza. Se les sacó sangre, se les hizo muestreo de saliva”.

Las puertas de la reserva, se encuentran abiertas al público de viernes a domingo, de 10:00 a 17:00. Se puede llegar en transporte privado o en lancha colectiva, desde la estación fluvial de Tigre. Tanto las escuelas que quieran formar parte de la iniciativa como cualquiera que quiera contactarse, puede hacerlo al siguiente mail: CentroHumedalesTigre@tigre.gob.ar.

Lentes que fueron tapitas

Lentes que fueron tapitas

El Taller Proyecto Mutan recicla tapitas de plástico en anteojos, composteras, lámparas, muebles, macetas y tachos de basura. Armaron sus propias máquinas de triturado, inyección y prensa. Trabajan con cooperativas de recicladores.

Del dicho al hecho, a veces, puede haber un corto trecho. Sergio Fasani, fundador del Proyecto Mutan, dice y hace en consonancia. Al momento de conversar con ANCCOM, lleva puestos unos anteojos cuyo marco fue elaborado en su propio taller, en el cual él y sus cinco colegas producen lentes, composteras, lámparas, muebles, macetas y tachos de basura con tapitas de plástico recicladas. 

Desde la planta alta del taller, ubicado en Villa Martelli, Provincia de Buenos Aires, Fasani cuenta que estudió Diseño Industrial en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y que ya desde el último tramo de su carrera se empezó a interesar por el universo del reciclaje y las cooperativas. Lo dice sentado en una silla hecha con plástico reciclado, mientras toma un café que está apoyado sobre una mesa también reciclada. La lámpara que ilumina la sala de la planta alta, que funciona como oficina, también está hecha con tapitas de plástico fundidas. Dice que su tesis de grado exploró, allá por el 2013, la idea de triturar plástico para transformarlo en nuevos objetos. “Al final de la carrera quedó más como una pequeña investigación. Diseñamos cestos de residuos y nos empezamos a juntar acá, en este taller, para hacer pruebas. Primero fuimos a ver algunas fábricas que ya trabajaban con plástico tratando de que nos hicieran algunos prototipos con sus máquinas, pero en ese momento no había mucha conciencia del reciclaje y los productores no querían hacerlos. Los que nos hacían un prototipo ya después no nos querían hacer un segundo o tercero. Por eso terminamos haciendo nuestras propias máquinas. La primera, que es una vieja hormigonera que todavía tenemos, nos permitió hacer las luminarias”, cuenta. 

Unos minutos antes Candela Aris, quien también trabaja en el taller, había mostrado la máquina trituradora de plástico a la que se referiría Fasani, que se encuentra en la planta baja del lugar junto con las otras herramientas que utilizan en el día a día. Ella había contado que el artefacto en cuestión fue el proyecto final de la materia Tecnología 4 de la carrera de Diseño Industrial de la UBA. “Acá todos venimos de la universidad pública”, había dicho mientras gesticulaba con las manos para explicar el funcionamiento de la máquina. Ese aparato y los demás, una inyectora para objetos pequeños, una rotomoldeadora para objetos huecos y una máquina de prensa con calor, fueron construidos por los integrantes de Mutan con componentes adquiridos a través de proveedores nacionales. 

Ahora, en la planta alta, Fasani cuenta que la tesis del 2013 se transformó, en 2016, en la presentación oficial del primer producto (las lámparas) en el mercado, que se hizo junto con la Fundación Garrahan en la Feria Puro Diseño. Garrahan le había vendido a Mutan las tapitas de plástico con las que elaboraron las luminarias, por eso estuvieron juntos en la presentación. ¿Cuánto tiempo les llevó, y les lleva, hacerlas? 

Y tienen un proceso de horneado y rotación —explica en detalle Fasani—. O sea, básicamente es como cocinar. Lo metemos en el horno, con un molde y una matriz, y está una hora calentándose y una hora enfriándose. Así que hacer una lámpara demora dos horas en máquina, más todo el armado de la pieza. Los productos más pequeños, como los anteojos o los llaveritos que solemos vender a las empresas, llevan dos minutos. Las composteras te toman medio día, porque son muchos módulos por vez. Casi todos tienen procesos posteriores, de pulido y de corte, para terminar de darles la forma”. 

Mientras Fasani cuenta esto, se puede ver detrás de él una estantería que reúne todos los productos terminados: un cesto de residuos, una compostera, una maceta, y así. Un ejemplar de cada uno. Dice que Mutan no sólo consigue las tapitas de plástico a través de Garrahan, sino que también se las compra a cooperativas que se dedican a recolectarlas, clasificarlas y limpiarlas, y también a algunas empresas que tienen su propio descarte industrial. Cuenta que él y sus compañeros no se encargan del acopio porque les interesa dedicarse directamente a la transformación y al diseño de los productos. 

«Cuestionarse, como diseñadores, con qué material está hecho lo que producimos o qué va a pasar con nuestros materiales después es algo relativamente nuevo», dice Fasani.

De todas maneras, el vínculo con las cooperativas va más allá de la obtención del material, dice Fasani. Por ejemplo, tiempo atrás Mutan empezó a producir los estuches de los anteojos con el reciclaje de bolsas plásticas. En el ínterin conoció a Entramadas, un colectivo socioambiental de mujeres emprendedoras del barrio 1-11-14 también dedicado al reciclaje, y las ayudó a conseguir máquinas. Después Mutan les dio capacitaciones y ahora ellas producen los estuches en su totalidad. Fasani cuenta que él y sus compañeros también tienen vínculo, gracias a un proyecto de la UBA, con la Cooperativa Recuperadores Urbanos del Oeste. Dice que la idea es montar un pequeño taller y brindarles capacitaciones. 

Con respecto al vínculo con las empresas, Fasani dice que los primeros cien anteojos que hicieron en Mutan fueron elaborados con las carcasas de pavas eléctricas que tenían fallas, las cuales fueron provistas por Newsan, que produce electrodomésticos. Esas pavas se transformaron y volvieron a la empresa en forma de lentes. Fasani dice que también fabrican premios y mini souvenirs para firmas como Andreani y el Consejo Publicitario Argentino. “¿Ves?”, y Fasani señala un pequeño galardón de color blanco con pintitas de colores, los vestigios de las otrora tapitas de plástico.

¿Mutan recibe algún tipo de ayuda estatal? “No de forma constante”, dice Fasani. Cuenta que han obtenido subsidios del exMinisterio de Ciencia, Tecnología e Innovación, sobre todo, para fabricar o mejorar alguna máquina. “Hoy se cortó bastante”, agrega. “Es más dice tenemos uno que nos dieron el año pasado para mejorar la tecnología de los lentes y ya lo rendimos y todavía no logramos que nos firmen el okey de la rendición. No hay nadie que lo firme, lo que pasa en un montón de sectores, me parece”. 

¿Qué es lo más desafiante de llevar adelante el Proyecto Mutan? “Que la gente note la calidad de los productos”, dice Fasani después de pensarlo un poco. Ahora se explaya: “Como el reciclaje estaba más asociado a lo artesanal, quizás no se confiaba en la calidad de un producto reciclado. Creo que eso está cambiando bastante y fuimos parte de eso, de mostrar que podemos hacer productos complejos, como los anteojos, o con una estética particular, como la compostera, que para mí es la más linda del mercado”, dice entre risas. ¿Y lo más gratificante? “Trabajar en una nueva área del diseño, porque cuestionarse, como diseñadores, con qué material está hecho o qué va a pasar con nuestros materiales después es algo relativamente nuevo. Eso nos interesa a todos los que formamos parte de Mutan, y saber que lo que hacemos tiene impacto en la gente. Con esta nueva conciencia, sabemos que hay que producir y consumir mejor, entonces tratamos de acompañar ese camino y es gratificante saber que estamos haciendo algo en ese sentido”, concluye. 

Otra vez, Concordia bajo el agua

Otra vez, Concordia bajo el agua

Las constantes lluvias de los últimos días trajeron una fuerte crecida del Río Uruguay, que inundó la zona ribereña de la ciudad y obligó a cientos de vecinos a ser evacuados. Los lugareños aseguran que es un fenómeno cada vez más frecuente.

Las lluvias no cesan en Concordia y los vecinos saben que inevitablemente tendrán que tomar recaudos. Algunos se refugian en la planta alta de sus viviendas, esperan que el temporal amaine y el agua baje. Otros toman los elementos más indispensables y esenciales, y se van en busca de resguardo a otro sitio.

Para los vecinos de una de las ciudades más populosas de Entre Ríos esta situación no es novedosa. De hecho, llevan décadas acostumbrados a las fuertes crecidas del Río Uruguay, que marca el límite geográfico con el país homónimo. Desde la gran inundación de 1959 -que dejó un saldo de 13 fallecidos, más de 10.000 evacuados y a casi toda la ciudad inundada por una crecida que alcanzó 17 metros-, cada cinco ó seis años se repiten los días de lluvia constante y el inevitable desborde del cauce de agua.

La represa Salto Grande, creada en la década de 1980, ayuda a regular la altura del río y a que los vecinos estén en alerta ante una posible crecida. Además, en 2005 se construyó una defensa que evita anegamientos en la zona sur. Sin embargo, quienes viven cerca de la ribera quedan inexorablemente expuestos a perder lo poco que tienen. Una y otra vez.

Lo llamativo es que el lapso entre temporales se acortó notoriamente. Sin ir más lejos, a fines del año pasado hubo una inundación más fuerte que la actual, que en aquel momento no tuvo eco en los medios de comunicación de alcance nacional, enfocados en las elecciones presidenciales.

Ahora, el Río Uruguay volvió a crecer y la ciudad considerada Capital Nacional de la Citricultura y una de las inspiraciones del francés Antoine de Saint-Exupéry para escribir El Principito se transformó en noticia para algunas redacciones situadas en la CABA.
A pesar de haber tenido que tomar resguardos, los vecinos descreen de lo que se dice en los noticieros. Ellos creen que la inundación no tiene nada que ver con lo que está pasando en el sur de Brasil, pero sí admiten que la mano del hombre está involucrada. La tala de árboles, el desmonte para comerciar madera o sembrar tiene consecuencias para la comunidad. En el medio, la gestión del intendente radical Francisco Azcué, que el año pasado desbancó al peronismo que gobernaba desde el regreso de la democracia, está ante su primer gran desafío.

“Nunca estás preparada”
Selva Acevedo Miño, vecina de Concordia, tiene su casa a unos 150 metros del Río Uruguay y sostiene que de momento lo está sobrellevando. “No llegó a mi casa, pero estamos ahí a la espera. A mi vecina ya le llegó y tuvo que irse”, relata en diálogo con ANCCOM. “Nunca estás preparada para esto. La última inundación fue a finales del año pasado y me estresé bastante. Esta vez ya, por decisión propia, decidí tomarlo diferente”, agrega la docente jubilada, que vive sola en su hogar.
Así como los isleños cargan todas las cosas en sus botes y las mudan a otro lugar antes de un temporal, Selva cuenta que ella hace algo similar, pero con un camión. Allí carga sus pertenencias al galpón de alguna amiga que acuda en su ayuda. Mientras tanto, muda lo esencial a la planta alta de su vivienda, donde se refugia hasta que pase lo peor y pueda retornar a su vida normal. Ella sostiene que estas situaciones “se compensan con la belleza del lugar”.
Por otra parte, cuenta que hace un tiempo, con las frecuentes inundaciones, trata de tener cada vez menos cosas materiales. “Regalo cosas en cada creciente, a mí en lo personal me sirve para desprenderme”, confiesa. “Empezás a convivir con esto sabiendo que ocurre por un montón de motivos, hay muchas causas, pero yo creo que lo fundamental es el desmonte que se ha hecho”, analiza Acevedo Miño. “Ahora ya no pasa cada 5 años, es más frecuente. El humano está destruyendo su planeta, su hábitat. Yo acá tengo un lugar precioso que da al río y lo cuido, planto, hago lo que puedo”, sostiene. A pesar de la situación, ella es optimista. “Estoy convencida de que cada vez somos más los que tomamos conciencia e intervenimos en esto de cuidar el ambiente”, asegura.
En ese sentido, la solidaridad de la comunidad surge cuando las aguas llegan a la superficie: “Muchísima gente está ayudando y dando lo que tiene y, muchas veces, lo que no tiene. Sobre todo, en este momento que hay tanta tristeza y tanta angustia en la gente”, considera.

“La mano del hombre causó esto”

Hugo Ledesma frecuenta el Río Uruguay desde que tiene uso de razón. Nació y fue criado muy cerca de allí, su padre era casero del Club de Regatas de Concordia, y actualmente asiste regularmente a esa institución, donde suele subirse a una embarcación para recorrerlo. “Llevo toda la vida influenciado por la naturaleza del Río Uruguay. He sido nadador, remero, navegué, todas las actividades náuticas que uno se pueda imaginar, y sigo en la misma onda”, cuenta. El hombre asegura que ya vivió entre 20 y 30 crecientes de la magnitud de la actual. En ese sentido, se muestra crítico de la información que se difunde en los medios de alcance nacional, a los que acusa de “meterle miedo a la gente” y no mencionar referencias, ni medidas exactas.

“Acá hay un elemento que lo maneja el hombre, que es la represa de Salto Grande. El régimen del río antes dependía de la cantidad de lluvias en la zona de los afluentes brasileños. Vos sabías qué milimetraje caía y en 48 o 72 horas, tenías una determinada medida de altura en creciente. Hoy, la represa manipula la corriente natural que había en aquella época. Es decir que no es más natural”, explica. “Cuando hay noticias de que al norte está cayendo agua y está ingresando al cauce del río Uruguay por los afluentes, la represa evacúa el agua que tiene en ese momento e inunda la ciudad de Concordia en un nivel que no es un pico muy alto, pero sí que tiene muchos días de permanencia”, agrega.

Según el testimonio de Ledesma, esta situación hace que el río se extienda hasta la cota 14 de la ribera, donde el Municipio tiene prohibido la instalación de viviendas. ¿Qué pasa? Mucha gente que no tiene otro lugar donde vivir elige ese lugar. Son las mismas familias que, en pleno temporal, tienen que ser socorridas por las autoridades. “Es el drama social que estamos teniendo acá”, sostiene.

Actualmente, se estima que la crecida alcanzó los 13,5 metros. Un nivel que inunda la ribera y sus adyacencias, pero que está lejos de los 17,75 metros de la inundación histórica de 1959.

No obstante, el agua llegó hasta las instalaciones del Club Regatas del que Ledesma forma parte. Tuvo que salir con un kayak a trasladar elementos que estaban en un depósito que fue afectado por la inundación.

“Se arruinaron las instalaciones que están en la planta baja del club, se rompieron vidrios y se dañaron las instalaciones eléctricas. Además se acumula barro en las veredas. Esta zona es de agua limpia, pero cuando viene el agua del norte arrastra un montón de barro y lo viene depositando a las partes donde no corre el lecho del río”, explica. “Es complicado, pero estamos acostumbrados. El parque del club se nos inunda con 10,5 metros. Hoy estamos a 13,5. así que estamos con tres metros de agua sobre el parque”, agrega.

Desde su punto de vista, el hombre considera que Concordia está a merced de un cambio del régimen climático, que en parte podría ser explicado por la presencia de la represa y el lago que la circunda junto a los desmontes. “Antes los veranos eran secos y ahora cae agua a baldes. Ya no tenés parámetros”, grafica. “La represa formó un espejo de agua inmensamente grande, que ahora es un lago donde se navega, se pesca. Ese espejo de agua evapora 100 veces más de lo que evaporaba el río en su cauce normal. Esas cosas modifican los climas, al igual que los desmontes”, remarca Ledesma.

“La mano del hombre causó esto en Concordia. El clima húmedo que hay actualmente, los casos de alergia y cómo han crecido un montón de pestes como el mosquito o la proliferación de carpinchos, que hoy tenés que andar frenando para que pasen y antes era muy difícil ver uno. El lago es una cosa hermosa, pero genera un desbalance de la situación silvestre y animal”, sostiene.

Un hueco en la casa

Norma Issler es otra de las vecinas de Concordia que puede dar fe del temporal que ocurrió en los últimos días. A diferencia de otros de los lugareños, no está tan cerca de la zona afectada por las inundaciones, pero conoce lo que sucede cada vez que el Río Uruguay se desborda.

“Cada seis años, más o menos, se registra esta inundación. Ahora hace cinco meses que se produjo una de la misma importancia que esta, pero en esta oportunidad los medios de comunicación se hicieron eco de lo que pasó. La realidad es que nosotros convivimos con las inundaciones, es frecuente”,  confiesa. Desde su punto de vista, el cambio climático es uno de los factores que causan estos desbalances. Sobre todo, con la tala indiscriminada de árboles que ocurre en toda la región del Litoral, pero fundamentalmente en la provincia de Misiones. “Se cansaron de desmontar”, reclama. “Está claro que no hay un solo factor, son varios factores que coadyuvan, pero hay una relación directa entre la deforestación y estas inundaciones”, advierte.

Issler vive cerca del centro, una zona que no está afectada por el agua, pero cuenta que conoce gente que vive a cinco cuadras y tuvo que ser evacuada. De hecho, hizo un hueco en su casa para recibir a una amiga y sus muebles hasta que pase el temporal. “Tu casa queda totalmente arruinada porque después, cuando baja la creciente queda todo el residuo de cloacas y de los desechos. Además, eso arrastra alimañas, camalotes con reptiles y pulgas”, relata.

No obstante, Issler también resalta la fraternidad que despierta pasar por estas situaciones: “Concordia entera se activa y es muy solidaria. Ya todos sabemos que largamos todo zapato, comida, muebles”, cuenta. También cuestiona el tratamiento mediático de lo que está sucediendo en la ciudad entrerriana, donde se sostiene que toda la ciudad está bajo agua, pero en realidad el centro sigue con su vida normal, con teatros, restaurantes y los complejos termales. “Hace mucho daño y lo digo en nombre de los comerciantes. Con todo esto, la gente no viene a la ciudad y nosotros vivimos del turismo”, protesta.

Por lo pronto, esta semana salió el sol en Concordia. El agua sigue en la zona ribereña, pero si el clima cambia seguramente volverá a subir el agua. La incógnita pasa por saber cuándo ocurrirá eso. “Estas cosas no las maneja nadie”, reflexiona Issler.

El drama de Porto Alegre

La ciudad de Concordia sufre una nueva inundación producto del desborde del Río Uruguay, pero afortunadamente los evacuados fueron apenas 500 y no se lamentaron víctimas fatales. Distinta es la situación en Porto Alegre y el sur de Brasil, donde las copiosas lluvias desembocaron en una de las peores tragedias naturales de su historia.

Según los últimos reportes, la capital del estado de Rio Grande do Sul acumula 144 fallecidos y más de dos millones de personas damnificadas por las lluvias, que sepultaron bajo el agua prácticamente la totalidad de la ciudad y las zonas aledañas.

Daniela Sallet es una periodista brasileña que actualmente no ejerce el oficio, pero reside en Porto Alegre y está viendo en vivo y en directo todo lo que sucede allí. Afortunadamente, está en una zona que no fue afectada directamente por el temporal, sin embargo está colaborando como voluntaria en los operativos de ayuda. “Hay un gran movimiento de gente que está donando su trabajo en beneficio de los desalojados, de la gente que perdió todo en su casa”, le cuenta a ANCCOM mientras selecciona ropa donada en una escuela del distrito para destinar a las familias que perdieron todo con las lluvias.

“Las donaciones llegan de todo Brasil e, incluso, desde el exterior. Es muy emocionante todo esto”, relata. “Emociona ver a la gente involucrada con eso. Pero la preocupación de quien entiende un poco de la situación es que eso en un rato, la gente también no va a donar todo el tiempo. Entonces hay que mantener esa movilización porque el problema no va a pasar muy rápido”, alerta.

Las escuelas y los clubes se transformaron en lugares de abrigo para los damnificados e, incluso, para los animales. Por eso, tanto Porto Alegre como la región del sur de Brasil están en una situación de stand by. No hay clases y cualquier actividad está frenada. “Esto es muy trágico, porque volvió a llover. Entonces hay algunas áreas que el agua bajó, pero los gobiernos dicen no vuelvan a casa porque puede volver a entrar agua”, cuenta Sallet.

“Empecé a trabajar como voluntaria para no estar todo el tiempo conectada con las noticias. Porque las redes están casi 100% con este tema. Decidí colaborar con la gente para no enfermarme”, confiesa.

Es tan grave el panorama que el gobierno del estado y el federal están analizando la idea de instalar una ciudad temporal fuera de la zona afectada. Es decir, llevar a las familias a un lugar para que los niños puedan retomar las clases y la actividad comercial vuelva a su cauce natural.

“Los refugios donde está la gente son escuelas, gimnasios y lugares que tienen otra utilidad. Hoy no tenemos aulas, no hay clases, las escuelas no volvieron aún. Entonces hoy es algo que es necesario profundizar”, explica.

Este temporal tuvo lugar luego de varias advertencias por parte de especialistas y ambientalistas. A eso hay que sumarle que la legislación que protegía el medio ambiente sufrió varias modificaciones durante el gobierno de Jair Bolsonaro, negacionista del cambio climático.

“Fue una lluvia muy por encima de lo normal. En un día cayó lo que estaba previsto para un mes, es difícil no imaginar lo que podía pasar. Esto es muy trágico”, cierra la periodista brasileña.

«El cambio climático empeora los problemas ambientales, políticos, económicos y sociales»

«El cambio climático empeora los problemas ambientales, políticos, económicos y sociales»

En el marco de la semana del Día de la Tierra, agrupaciones ambientalistas organizaron una jornada de discusión con movimientos sociales, científicos, abogados y dirigentes políticos.

Este sábado la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA) se vistió de un verde ambientalista. “Organizamos este evento a pocos días de una marcha universitaria histórica y en la semana del Día de la Tierra para remarcar el lazo inquebrantable que existe entre la lucha contra el cambio climático y la defensa de la ciencia y técnica nacional”, aseguró Mercedes Pombo de la agrupación Jóvenes por el clima para dar inicio a Ambientalismo en defensa de la ciencia, una jornada que reunió a profesionales experimentados de diferentes organismos científicos del país, organizaciones socioambientales y miembros de la comunidad en general. “Tenemos la mejor institución científica de la región y entre las veinte mejores del mundo. Somos de los pocos países que producen satélites geoestacionarios, radares y reactores nucleares. En este momento que se está atacando a la ciencia nacional, hay que poner sobre la mesa las implicancias que eso tiene para la vida de todos los argentinos”, agregó Pombo.

El evento empezó a las 15:30 y tuvo lugar en el Salón verde de la universidad. La convocatoria fue impulsada por las organizaciones Ahora qué?”, Alianza por el Clima, Red Universitaria por la Crisis Climática, Climate Save Movement-Argentina, Sustentabilidad sin fronteras, Enlace ambiental y Jóvenes por el Clima. El encuentro tuvo dos instancias: la primera consistió en una disertación llevada adelante por un panel de expertos y moderada por la periodista Josefina Amore y la segunda, en un plenario participativo.

Carolina Vera, meteoróloga y científica del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), inauguró la jornada: “El cambio climático está acá, no es algo del futuro, y no es un problema aparte sino que ha venido a empeorar todos los problemas sociales, ambientales, políticos y culturales que tiene no sólo nuestro país sino nuestro planeta”. Resaltó el papel fundamental que cumplen la ciencia y la tecnología en la medición de los gases de efecto invernadero y expresó su preocupación, en el escenario político actual, ante la falta de financiamiento estatal a un sistema científico articulado entre expertos en medicina, ambiente y cambio climático que podría investigar en qué situación se encuentra Argentina frente al calentamiento global. Además, destacó el encuentro al considerarlo “una oposición a un Gobierno nacional al que sólo le preocupa la economía y promueve la destrucción del entramado público e institucional”. Para finalizar, alentó a los presentes a defender de manera colectiva y solidaria la Ley de Presupuestos Mínimos de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático Global, la Ley de Bosques y la Ley de Glaciares.

Por su parte, Claudia Campetella, doctora en Ciencias de la Atmósfera y exdirectora de Pronósticos en el Servicio Meteorológico Nacional, aseguró que para medir el cambio climático “se necesitan observaciones tomadas por organismos científico-técnicos que garanticen la profesionalidad, la sustentabilidad y la trazabilidad de los datos” y sostuvo que, para que eso sea posible, se requieren “organismos de ciencia y técnica financiados y con recursos humanos formados y que tengan amor por este país”. Además, resaltó la importancia de mejorar los sistemas de alerta meteorológica temprana de manera interdisciplinaria: con organismos de ciencia y técnica, con la sociedad civil, con los grupos de gestión de riesgos y con las organizaciones que ayudan a la comunidad en los territorios. “Necesitamos la ciencia y la tecnología en el mayor nivel de despliegue para poder tener capacidad de respuesta. Hay que bregar para que el desfinanciamiento y el éxodo de recursos humanos sea el menor posible”, agregó.

“Argentina no se va a desarrollar —y desarrollarse significa que 45 millones de argentinos tengamos cierto bienestar— si no hacemos una revolución del conocimiento”, afirmó a su vez Facundo Manes, neurocientífico, creador del Instituto de Neurología Cognitiva (INECO) y diputado nacional por la Unión Cívica Radical (UCR). “El año pasado yo fui —como presidente de la Comisión de Ciencia y Tecnología— uno de los que empujó la Ley de Ciencia con consenso. Eso deberíamos replicarlo. El optimismo puede hacer en Argentina un paradigma que nos englobe a todos, que es la revolución del conocimiento”, insistió. También sostuvo que es necesario crear en el país “instituciones intermedias que vinculen el conocimiento que genera el CONICET, las universidades e institutos como el nuestro, privado-públicos, con el sector productivo”.

Sobre el financiamiento al sector científico y técnico, Manes aseguró: “Primero el Estado tiene que invertir y después tiene que darle las condiciones al sector privado. Después cambia la inversión en los países desarrollados: la vinculación del conocimiento científico con el sector productivo, a la larga, es más privado que público”. Ante sus dichos, aunque el panel no estaba pensado exactamente como un espacio de debate directo, Vera expresó su opinión: “En líneas generales estoy de acuerdo con lo que acaba de decir Facundo, pero no hay que olvidar que hay ciertas áreas del conocimiento que es muy probable que los privados nunca las tomen. En Estados Unidos, por ejemplo, el servicio meteorológico es público, está financiado por el Estado, y es uno de los países más capitalistas del planeta”.

El último en tomar la palabra en la disertación fue Facundo Ríos, abogado especialista en Derecho y Política de los Recursos Naturales y del Ambiente, quien empezó su discurso con una advertencia: “No hay que enroscarse en los laberintos de comunicación en los que nos está metiendo el Gobierno, porque nos sacan de la discusión principal, que es: ¿qué valor le da a la sociedad, al desarrollo de nuestro país, la ciencia, la tecnología y la educación pública?”. Destacó que la tecnología “está creciendo en una vorágine increíble” y opinó que “tenemos el desafío de criar a las generaciones que vienen para que puedan tener esa arma tan poderosa que es la tecnología y el acceso a la información para que puedan usarla”. Sobre el ambiente, dijo que “el desafío es la discusión del modelo productivo” y agregó: “Hay algo que no se comunica y que no se sabe: el ambiente es un derecho humano desde hace muy poquito —Naciones Unidas en 2022 lo aprobó como derecho humano—. Nos están alertando de la crisis ambiental desde el año 1972. Un informe que se llama ‘Los límites al crecimiento’ nos explicaba que de persistir el crecimiento poblacional, los niveles de contaminación, el modelo productivo y el modelo de consumo que tenemos, en cien años se nos terminarían los recursos naturales”. Remarcó que esa disminución de recursos va a afectar a todas las clases sociales, por lo que instó a los presentes a movilizarse colectivamente.

El encuentro terminó con un plenario en el que representantes de las organizaciones ambientalistas encargadas de la convocatoria y otras, como Barrios de Pie, La Juventud del Frente Renovador, Emergente, FEM, Ecologismo Popular, Vecinos por el Ambiente y Mundo sin Guerra, dieron su mirada sobre el desarrollo de la ciencia en la mitigación del cambio climático. También participaron tres investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y Adriana Serquis, quien se encuentra al frente de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).

Hacia el final Micaela Oroz, referente de la organización Ahora qué?, sostuvo en diálogo con ANCCOM: “Fue una primera instancia clave de interacción entre sectores que no están necesariamente en diálogo entre sí, como son la comunidad científica relacionada con las ciencias exactas y naturales, que estuvo representada por Claudia y Carolina, y sectores más vinculados a lo universitario y a la política, como Manes y Ríos. Todo esto estuvo enlazado por el sector ambiental. Me parece que la intersectorialidad es algo en lo que tenemos que hacer mucho énfasis y lo que tenemos que potenciar porque son las alianzas que tenemos que tejer de cara a los cuatro años que vienen”.

El Niño que demoró el otoño

El Niño que demoró el otoño

Inundaciones, efecto invernadero, veranos más largos e inviernos más cortos. Pese a que el Gobierno de Milei lo niega, el cambio climático avanza y amenaza a toda la población.

Inundación en la ciudad de La Plata en 2023. Archivo TELAM

El fenómeno de El Niño llegó y alertas amarilla, naranja y roja fueron las que predominaron durante marzo, en el que en un solo día de lluvia cayeron más milímetros de agua de lo que suele llover en todo el mes. Estas condiciones, además, hicieron que el otoño se retrasara más de lo habitual. Pero, ¿qué tienen que ver El Niño y el otoño? Al respecto, ANCCOM dialogó con Melanie Ayelén Alfonso, militante de la organización Consciente Colectivo y estudiante de Relaciones Internacionales en la UNSAM.

Alfonso afirma que el fenómeno de El Niño y el otoño tardío tienen una estrecha relación. Por un lado, aquel genera un aumento de la temperatura del Océano Pacífico ecuatorial y cambios en la atmósfera y en el clima a nivel global. Aproximadamente, ocurre cada dos a siete años y los episodios suelen durar de nueve a doce meses. “El Niño influye fuertemente en las condiciones del otoño debido a que el cambio climático intensifica este fenómeno. ¿Qué va a pasar? Lluvias, muchas lluvias. Tres de los diez otoños de los que se tiene registro desde los años sesenta fueron los más lluviosos y fueron bajo El Niño”, explica.

“El fenómeno de El Niño suele estar asociado a temperaturas mínimas más altas y máximas más bajas por un menor enfriamiento por la noche y mayor nubosidad durante el día. Además, al aumento de la temperatura media y la reducción considerable de ocasionales heladas, especialmente en la zona centro y norte del país, ya que la nubosidad por las noches conlleva a que la radiación solar acumulada en la Tierra se refleje en las nubes produciendo un esporádico efecto invernadero”, agrega.

Dado el cambio climático que se vive a nivel global, las estaciones van a durar cada vez menos. Alonso sostiene que un dato no menor es que todas las mediciones con las que se trabajan estos fenómenos son del pasado, tiempo en el que no existía un planeta tan caliente como ahora. “Estamos trabajando con un factor de incertidumbre extra que se genera año a año. Según un estudio de 2021, mientras más se intensifica el calentamiento global, las cuatro estaciones del año ya no son equivalentes en duración. Otro señala que entre 1952 y 2011 en el hemisferio norte el verano aumentó de 78 días a 95 días y el invierno redujo su duración de 76 a 73 días”, detalla.

El fenómeno de El Niño no se puede evitar debido a que es algo que sucede naturalmente. Pero, ¿y el cambio climático? Alfonso subraya que “no podemos pelear contra él porque ya sus consecuencias y efectos nos sobrepasan. Sí el Estado, a través de la ciencia, debe implementar políticas de mitigación, para reducir la emisión de gases de efecto invernadero -que son los que calientan la atmósfera- en las distintas actividades productivas del país y producir recursos como paneles solares para bajar las emisiones. Además, se necesitan políticas de adaptación para prever cómo amoldarse a ciertos fenómenos que sabemos que van a ocurrir sí o sí, como generar infraestructuras para las inundaciones o más espacios verdes”.

En un contexto donde el CONICET y la ciencia argentina están en riesgo de desguace y vaciamiento, el desafío es mucho mayor. “Luchar contra el cambio climático no es trabajo de una sola disciplina. Sin la ciencia nacional en territorio, sin una ciencia que tenga intereses propios, no se pueden crear políticas públicas para tratar los efectos que el cambio climático trae en las distintas partes del país”, remarca Alfonso y concluye: “La coyuntura internacional nos condiciona política y económicamente a cumplir con políticas de mitigación y adaptación porque, por ejemplo, tenemos que seguir cumpliendo con el Acuerdo de París. Incluso nuestra propia Constitución nos obliga a cuidar los bienes comunes. El mismo cambio climático no te va a permitir seguir adelante con ciertos modelos de mercado y política que no son sustentables”.