Bellamente diversas

Bellamente diversas

El Centro Cultural Recoleta alojó el festival que busca es promover la diversidad corporal, sexual y de género y así prevenir los trastornos alimentarios.

Cuando Candela Yatche terminaba el secundario comenzó a notar la enorme importancia que recaía sobre los cuerpos en su colegio, sobre todo, en los de las mujeres. Para su fiesta de egresados sus amigas hacían dietas, bajaban muchísimo de peso y hasta iban a la cama solar. Cuando finalizó el año, dos de ellas comenzaron tratamientos por trastornos de la conducta alimentaria.

Según un informe de la Fundación La Casita, Argentina es el segundo país con más trastornos de la conducta alimentaria en el mundo después de Japón, por lo que estas experiencias no solo atravesaron la adolescencia de Candela si no, también, las de muchas otras mujeres. Al egresar del colegio decidió crear una cuenta de Instagram para poner en palabras estas cuestiones: “Ahí hablaba de por qué no hay diversidad de talles, por qué en las publicidades siempre aparecen las mismas personas, un montón de porqués que empecé a cuestionar. Una pregunta fue llevando a la otra hasta que mucha gente se empezó a sumar y de una cuenta de Instagram creció un proyecto social y hoy en día es una fundación sin fines de lucro que lo que busca es promover la diversidad corporal, sexual y de género y así prevenir los trastornos alimentarios”, explicó, en diálogo con ANCCOM, Candela, fundadora de Bellamente.

El miércoles se realizó en el Centro Cultural Recoleta el cuarto Festival Bellamente con entrada libre y gratuita. Mientras bajaba el sol, la gente se fue acercando a la terraza para pasar una tarde llena de música y para escuchar paneles de distintas activistas. La jornada comenzó con una charla sobre discapacidad y racismo con Daniela Aza y Melisa Yaleva de invitadas. Más tarde, se sumaron Lucía Levy, periodista de moda, y Brenda Mato, modelo y activista de la diversidad corporal, a discutir sobre nuevas maneras de pensar la moda, la Ley de Talles, ecología y fast fashion. A su vez, Acus y Mora Navarro se lucieron con sus interpretaciones musicales. Esta última, cantó “Libres” una canción ya convertida en himno en la conmemoración de fechas como el Día de la Mujer y Ni Una Menos. Por su parte, Mercedes Russo leyó un relato de su autoría sobre la recuperación de un TCA. 

Además, el Festival contó con variedad de propuestas con el fin de emprender un camino de transformación social a favor de la diversidad, la igualdad de género y el cuidado de la salud mental. Una de las actividades fue el stand de Un Pelito Más Fácil, destinado a la donación de pelo para la confección de pelucas para entregar de forma gratuita a niñas, adolescentes y adultas que estén transitando por un tratamiento oncológico. “La idea es inspirar a que cada uno desde su lugar pueda hacer algo por el otro, en este caso, donando un poquito de su pelo. Hay que romper algunos mitos que hay sobre la donación de pelo, cualquier tipo de pelo sirve, teñido, alisado, decolorado, desmechado”, comentó Carina Cohen. “También vamos a las escuelas para que se pueda abrir la conversación de un tema tan complicado como es el cáncer, sobre todo el cáncer infantil. Para que los chicos puedan entender qué pasa cuando un nene se enferma o cuando la mamá de un compañerito se enferma y que entre todos le hagamos, como es nuestro lema, ´un pelito más fácil la vida al otro´”, agregó.

También participaron del Festival asociaciones como Preservate, que se dedica a dar charlas de Educación Sexual Integral en distintos ámbitos e instituciones para todas las edades y FUSA, que tiene como objetivo mejorar la calidad de vida de las personas a través de la promoción, prevención y atención integral de la salud desde una perspectiva de género y derechos humanos. Contratá Trans fue, a su vez, parte de la jornada: una organización que busca insertar a las personas trans en el mercado laboral. “Cada vez que una persona asume su identidad es muy poco probable que puedan ir a entrevistas o que sean consideradas para los trabajos formales. El 60 por ciento de la población recae en lo que es prostitución o trabajo sexual y tiene una expectativa de vida de 40 años. Por eso, lo que buscamos hacer desde la organización es ayudar a estas personas para que puedan insertarse en el mercado laboral y tener una vida digna como cualquier persona. La idea es que la gente se acerque, que nos puedan conocer, que, si hay personas de la comunidad trans que vengan a cargar CVs a nuestra plataforma”, dijo Romina Ramírez, voluntaria de la organización, a ANCCOM.

Por su parte, Anybody, la ONG que impulsó la Ley de Talles contó con su stand. “Estamos consultando cuándo hicimos la primera dieta para mostrar que tan chiquites empezamos con ese tipo de procesos tan violentos para nosotres mismes y ver cuánto camino falta recorrer para aceptarnos”, explicó Ayelén Lecman.

El evento finalizó con un desfile diverso, siguiendo con el lema de Bellamente de “somos más que un cuerpo”, uno de los pensamientos que circulaban por la cabeza de Candela cuando era adolescente. “Avanzamos un poquito, pero falta muchísimo más para hacer. Cada vez hay más marcas con diversidad de talles, más y más personas que dejan de comentar sobre otros cuerpos, pero hay que hacer un cambio masivo y todo eso es un proceso, lleva tiempo. Esto es una lucha no es una moda, las modas son pasajeras, esto vino para quedarse y tenemos que poder repensar y cuestionar en conjunto. Necesitamos que el cambio sea sistémico”, concluyó la fundadora de Bellamente.

 

IV Marcha del Orgullo Transvillero

IV Marcha del Orgullo Transvillero

Las calles de la Villa 31 se llenaron de glitter y banderas multicolor para reivindicar el derecho a la identidad travesti-trans.

El último sábado se llevó a cabo la IV Marcha del Orgullo Transvillera, impulsada por Marea Feminismo Popular, una organización que enarbola la libertad como el valor principal bajo el lema “la identidad es un derecho y debemos llevarlo como bandera”. 

El punto de encuentro era el Banco Santander de Retiro, a las dos y media. Cerquita estaba la Peluquería “Sophie”, donde una banda tocaba cumbia de antes, reversionada con temas de la actualidad. Todxs cantaban y reían al compás de la música.

Globos de muchos colores decoraban la escena, los balcones de las casas aledañas lucían adornados con las banderas del orgullo LGBTQI+. Se vivía un ambiente de festejo y se respiraba felicidad. El calor era sofocante, se vendían bebidas y cerveza bien helada.

La caravana partió desde la calle Tres de Diciembre, ubicada en la Manzana 12 de la Villa 31, hacia Ulla Ulla. Comenzaron el viaje organizaciones como Barrios de pie, MTL villa 31 y AHF Argentina (la organización más grande a nivel global que trabaja en prevención, detección y tratamiento de VIH y sida para todas las personas sin importar su capacidad de pago). 

El incipiente verano invitaba a todos a moverse al ritmo de las cumbias que escuchaban de fondo, llegó una carroza ornamental que dio inicio a la marcha. Ninxs, adultxs y ancianxs acompañaron el recorrido por el Barrio Mujica. 

Las miradas de lxs vecinos dejaban entrever respuestas positivas y negativas del reclamo. Caras de asco, indignación, sorpresa; otras de alegría, orgullo, satisfacción; incertidumbre, vergüenza. 

Las chicas flameaban su bandera con orgullo y pasión, como diciendo «acá estamos, y no vamos a callarnos más». La pelea continua día a día, los prejuicios siguen latentes en cada esquina, solo queda mirar para delante y seguir. “Nadie puede decirte cómo vestirte o como ser, ya no estamos para calabozos ni castraciones. Vinimos a vivir y disfrutar cada aspecto que tiene la vida”, dice una de las manifestantes. 

Se reclamaban derechos, se exigía libertad: de expresarse libremente, de vivir como cada unx quiera. Pedían reconocimiento, no ser invisibles para la sociedad. A medida que iba sumando kilómetros, el clima se tornaba más emocionante, se transmitía esperanza, amor por la camiseta de cada agrupación. La carroza llevaba el brillo que merecía ese día, el glitter en el rostro de cada una de las compañeras alumbraba las calles. Ya no había miedo, jamás lo hubo, se taparon los prejuicios y se cantaba cada vez más fuerte las canciones que sonaban en los parlantes. 

Un día para el recuerdo.

«Un idioma maricón»

«Un idioma maricón»

El carrilche nació hacia 1940 entre la comunidad travesti como un argot para poder hablar entre los miembros de la comunidad en medio de situaciones de peligro y sin que la policía entienda. Aquí su historia.

María Belén Correa, en la Marcha de la Memoria Trans.

“Hablamos idioma maricón. Hablamos carrilche”, dice la activista María Belén Correa, fundadora del Archivo de la Memoria Trans. El carrilche significa marica y es el argot que nació en la década de 1940 como mecanismo de defensa de la comunidad ante la policía y los presos. En ese entonces, existían ciertas figuras legales que servían como forma de control y represión estatal. Hacerse visible ante la persona equivocada implicaba terminar en la Estancia -la cárcel de Devoto-, donde permanecían de 15 a 120 días, reencontrándose.

 

Cuma doda la sidilcre

 Los testimonios de Malva Solís en la película Con nombre de flor y la revista El Teje dan cuenta de la resistencia del colectivo travesti trans frente a la violencia policial, y de los lazos intracomunitarios. Solís se encontraba en la cárcel cuando las hermanas Arveja- Florián y Orquídea-, atendieron la urgencia de inventar palabras para usar en la calle ante la caza. En este contexto, surgieron los términos fundamentales para su supervivencia, como doda (cuidado) o sidilcre (policía), y también aquellos que denotaban pertenencia como cuma (maricón). Estos se cristalizarían en fórmulas como “cuma doda la sidilcre” (maricón,  cuidado la policía).

“Nosotras hacemos visible a Malva porque fue la última que podía hablar el carrilche original. Ella dejó testimonio de ese argot con un diccionario. Hay algunas palabras que pueden utilizarse hoy, pero no todas están en uso. Ninguna de las personas que hoy hablamos el carrilche de los 90’ utilizamos el carrilche original de los 40”, dice María Belén.

            Daniel Busato, director de la compañía de teatro Kumas de Sitges, reflexiona acerca  de la actualidad: “Se utilizan ciertas palabras en tono gracioso, pero la realidad del carrilche es otra: solamente que las personas que lo hablan se enteren de lo que están hablando sin que un tercero o cuarto -en su origen la policía o carceleros-, se enteraran de qué era lo que estábamos hablando”.

             A través del tiempo y con la creatividad de la comunidad, el carrilche fue mutando: se amplió, degeneró, algunas palabras se olvidaron y otras se sumaron. No en todo el país se hablaba igual; por ejemplo la gente de Santiago del Estero hablaba diferente que la del Río de la Plata. Pero también se nutrió de otros argots, ya que se trataba de un método de defensa existente en distintos países, sin tener conexión entre las personas. “En Estados Unidos te decían si conocías a Dorothy para saber si eras gay. En Brasil se hablaba abogó y, en Perú, lóxoro”, menciona Correa.

Mucho chongo

            Hacia finales de las décadas de 1980 y 1990’, las únicas personas que seguían hablando carrilche eran quienes se relacionaban con el espectáculo. Esto se debe a que las personas que estaban en la calle ya no lo utilizaban de la misma forma. “Desde que lo adopté, lo utilizamos en los camerinos”, cuenta Daniel. El carrilche se utilizó entonces para que los strippers o iluminadores no entendieran lo que hablaban. María Belén comenta: “Al cambiar las leyes, las mismas personas dejaron de utilizarlo para el cometido y empezó a usarse de manera social: un idioma distinto”.

Las vedettes comenzaron a escuchar las palabras de sus amistades que las peinaban o maquillaban. Si tenían buena relación, se les enseñaban los términos. En ese marco, se viralizó un audio de Moria Casán donde decía “mucho chongo” y hoy todo el mundo sabe lo que es. En este marco, María Belén afirma que “las pocas palabras que se han popularizado fueron utilizadas correctamente. Pero fue un error porque fueron palabras que ya no pudimos usar”.

            Hay debates que tienden a negar al lenguaje como campo de disputa por los sentidos, tierra fértil para la resistencia y la trasgresión, pero ante la violencia de la norma, la lengua insiste y deja huellas identitarias. En este sentido, Correa reflexiona: “La persona que habla carrilche tiene una historia de vida mucho más fuerte que una persona que no lo habla. Era un método de defensa que algunas pocas podemos seguir manteniendo. Fue una forma de pertenecer, la llave para poder ser del grupo. Saber carrilche era poder estar en la conversación, ser parte de. En aquellos tiempos, se vivía con bastante soledad y vos eras parte de un grupo, te hacía pertenecer a algo, a una familia: nos entendíamos y hablábamos el mismo idioma”.

 

Un argentino marrón

Un argentino marrón

David Gudiño saltó al escenario público después de haber reunido 9 millones de vistas en su cortometraje Argentina No Es Blanca. El documental fue presentado en la novedosa categoría Tiktok en el festival de Cannes, en Francia. No fue seleccionado, pero sirvió para demostrar que Argentina es racista.

«El primer comentario de hate que me hicieron en TikTok fue: “Un productor boliviano, ni yo me la creo”, recuerda Gudiño.

“¿Qué significó que mi mamá se fuera a cuidar chicos blancos de padres blancos que no le pagaban los aportes mientras yo me quedaba solo en mi casa?”, reflexiona David Gudiño, actor, director y docente, durante esta entrevista con ANCCOM.  El disparador fue la producción de su corto Argentina No Es Blanca, que participó en la nueva categoría para cortometrajes en TikTok del Festival de Cannes y que, pese a no haber sido seleccionado, instaló el debate del racismo en Argentina tras viralizarse con más de nueve millones de vistas. Gudiño, además habla sobre el estreno de la serie “Marrón. Antirracismo en tiempo presente” por Canal Encuentro y de su activismo en el colectivo Identidad Marrón.

Aunque Argentina No Es Blanca no quedó entre los finalistas de Cannes, ¿qué cosas sentís que se movieron desde que se viralizó?

A partir del corto se comunicaron más de 30 medios. Siento que de alguna forma se instauró el debate y empezaron a decir: “Ah, mirá, son marrones”. Tenemos que entender que el racismo en Argentina circula de una forma distinta a lo que vemos en Estados Unidos y los medios están dispuestos a tener ese debate. Eso es un gran logro que jamás imaginé mientras hacía el corto. Que además lo grabamos en dos días con los chicos del colectivo Identidad Marrón y capaz hacíamos una toma sola y quedaba. Entre todas las redes sociales lo vieron nueve millones de personas. Es una locura, me para gente en la calle. El hecho de que se esté hablando de esto en medios grandes me parece muy importante para la causa. De hecho, en las últimas notas ya ni se menciona Cannes. Es el video por el video. Y es perfecto que haya pasado eso, porque lo del festival quedó como algo anecdótico y con esa excusa se empezó a hablar de identidad marrón. 

¿Cómo nació la idea del corto?

El primer comentario de hate que me hicieron en TikTok fue: “Un productor boliviano, ni yo me la creo”. Yo ahí ya participaba en el colectivo Identidad Marrón y percibía mi identidad como tal. A TikTok no entré a hablar de racismo, entré a hacer humor. Y cuando saltaron los comentarios racistas me sorprendió muchísimo, porque en TikTok hay gran mediación con las normas con el hateo. “Un peruano se ríe de Majul”, “No sabía que en Perú miraban TN”, “Lo que pasa es que sos boliviano”. Cuando pensaba en el corto, era imposible no pensar en las nacionalidades porque a mí me las dicen, es algo que atravesé todo el año. En Perú se generó una gran controversia a partir de esto. De los tres millones que vieron el video en TikTok, el 40% son peruanos. Tuve que salir en vivo a decir: “Sí, esto está pasando en Argentina”. No sé si les habrá pasado a Malena Pichot, Santi Maratea o cualquier otro comediante que le digan alemán, polaco, italiano, inmigrante ándate. Es innegable que en Argentina el racismo llegó a tal punto que las nacionalidades son utilizadas como un insulto. El 10% de las reproducciones son de Bolivia y el 7% de Chile. 15 mil peruanos comenzaron a seguirme después de eso. 

¿De qué forma pensás tu contenido para TikTok? 

Tuve un año de estudio de mercado para ver qué prendía. Yo sabía que si algo se volvía viral, la gente tenía ganas de ver eso. Observé que la gente en TikTok tenía ganas de consumir crítica social, política y medios con humor. En la pandemia los medios me estallaron la cabeza. La vacuna, la cuarentena, lo anti, el encierro, la alerta. Me harté y pensé: “¿Qué hago yo como ciudadano para generar una contrapropuesta?” Lo que hago en mis videos como productor que tira letra dentro del control de un estudio de TV es una forma de demostrarles que lo que hacen no es tan importante. Es de cartón, es un relato. Ahora es lo mejor que sé hacer en mi vida. Lo vi, se me ocurrió y pum, lo grabé a las 9 de la mañana. En general, la grabación es espontánea. Me ocupo de que a lo que estoy reaccionando desde el control sea conciso y se entienda. Hago tres tomas y elijo lo mejor. En Tiktok si lo pensás mucho se nota. Tiene que parecer que lo hiciste con papel afiche y cinta Scotch.

¿Cómo conociste a Identidad Marrón y cuándo decidiste empezar a participar de ese colectivo?

Hace dos años, cuando fue lo de George Floyd en mayo del 2020, una compañera de la facu compartió un collage que se hizo viral de los rostros de los pibes marrones de acá y hablaba de que no había que ir muy lejos para encontrar racismo. 

«En Tiktok, si lo pensás mucho se nota. Tiene que parecer que lo hiciste con papel afiche y cinta Scotch», admite Gudiño.

David interrumpe lo que está diciendo, toma su celular y busca algo. Finalmente lo encuentra: es el collage del que está hablando. Se coloca el celular junto a su rostro, manotea del escritorio su gorra, se la pone y dice:

Vi eso y caí: “Ah, tengo la misma cara”. En ese mismo momento fui al espejo, me miré y dije: “Soy marrón”. Ahí, como un vómito en mi cocina, escribí mi monólogo Marrón. En julio ya estaba adentro del colectivo. A mi me paró una vez la policía, me pasó también estando junto a un amigo blanco en una clínica que uno de seguridad me pida la mochila y a él no. Todo eso lo tomaba como algo normal, como lo que me tocó. Pero cuando entendés que tiene que ver con algo estructural y con tu color de piel, la cosa cambia. Encontrar Identidad Marrón fue como volver a nacer. Yo me sentía perdido, hasta ese punto llega la identidad. Ahora sé todo el valor que tuvo y tiene ser marrón.

Este mes se estrenó la serie que hicieron con el colectivo Marrón. “Antirracismo en tiempo presente» por Canal Encuentro. ¿Cómo nació el proyecto?

Había empezado a circular en redes un meme de un Zamba “turro” que portaba un arma. Nosotros, desde el colectivo, le sacamos la pistola al dibujo y la publicamos diciendo basta a la estigmatización de los chicos de barrios populares. A partir de que una compañera, América Canela, se lo tatuó y se hizo viral, llegó hasta Jésica Tritten, la directora de contenidos de Canal Encuentro. Tras algunas reuniones se decidió que Identidad Marrón formaría parte del contenido de la programación 2022 del canal. La grabamos toda este verano. Estuvimos en el guión, la producción y la edición en conjunto con la productora Un Puma, que nos incluyó siempre en la toma de decisiones.

¿De qué forma pensaron la escena en la que los roles se intercambian y los productores blancos pasan a ser entrevistados por los actores marrones?

La propuesta surgió en conjunto. La idea era no caer en una exotización, hacer algo más real. La productora puede estar compuesta por personas blancas pero nosotros también nos movimos dentro de ese contenido. No fue un “hagan lo que tengan ganas con nosotros”. Esa escena fue un momento interesante para poder pensar en la aceptación de las diferencias. Crecimos en entornos distintos y con cosas distintas, eso es real. Que alguien hoy pueda tener una productora implica que pudo tener acceso a una cámara de niño. Se trata de chicos, como dice uno de ellos en esa escena, que fueron cuidados por personas marrones. De hecho mi mamá iba a cuidar otros chicos y me dejaba solo con mis hermanas cuidando de mi cuando yo tenía diez años. Sirve para pensar cómo nos constituimos de manera distinta, que no está mal, sino que es lo dado, y ahora con un capital cultural se puede reflexionar: ¿qué significó que mi mamá se fuera a cuidar chicos blancos de padres blancos que no le pagaban los aportes y yo me quedaba solo en mi casa? ¿Cómo camino mi vida hoy? 

¿Cómo fue crecer en una familia marrón en un país que se dice blanco?

Crecí en un ambiente no tan violento en el sentido racista. Sí, andando en bici me decían “boliguayo”. Sí, no me sentía parte. Pero dentro de todo en Tierra del Fuego, como clase marrona, tuvimos un ascenso social, y hoy es la provincia con menor nivel de pobreza. Invito a algún sociólogo marrón a analizar este caso –ríe–. En las familias marrones a veces no está cultivar el talento. Había otras prioridades. El talento estaba en saber levantar una pared, saber hacer algo rápido. Es algo que compartimos todos los marrones. Dije que iba a estudiar Medicina, pero terminé haciendo el Profesorado de Biología. Más tarde, finalmente, me cagué en lo que esperaban mis viejos de mí. Sufrí y lloré un montón que mis viejos no vengan a verme actuar o cuando a los 17 estrené una obra que había escrito yo en un festival regional. Mis viejos ni deben saber hasta ahora que eso pasó. El blanqueamiento es un sistema que asocia al color marrón a lo indigno, a lo chorro y uno empieza a no querer serlo. Si tu color de piel es asociado a lo feo, mal gusto, no a la belleza, te lleva a desear no ser marrón, huirle a los espejos. A los 7 años, mientras le ponía azúcar a un té, un tipo me dijo: “No le pongas tanta azúcar al té que nunca vas a ser blanco”. Desde ahí yo cargo con una aspiración de ser lo que nunca voy a ser. Así, me ponía la toalla en las rodillas para que no se me pongan tan marrones o me ponía protector solar en invierno. Y cuando empecé a tener más plata, un protector solar más caro que impida que me vuelva más marrón. 

El blanqueamiento es un sistema que asocia al color marrón a lo indigno, a lo chorro y uno empieza a no querer serlo. Si tu color de piel es asociado a lo feo, al mal gusto, no a la belleza, te lleva a desear no ser marrón, huirle a los espejos.

David Gudiño

¿En qué lugares siempre te viste hasta que aparecieron ciertas barreras sociales, culturales o raciales que te impidieron habitarlos?

Por lo general fueron lugares de belleza, de sentirme bello. Siempre que me vi representado en la tele, mi color aparece como sucio, desalineado. Pero a mi siempre me gustó sonreír, sentirme lindo, el sentirme deseado, en el buen sentido del “che, levanto”. Ese  lugar siempre se me negaba hasta que encontré Identidad Marrón. De hecho, como un acto político, mando cada tanto una foto al feed medio en bolas, para que el algoritmo salte. También, siempre quise ser aceptado como un buen deportista. Nunca tuve un compañero que me enseñe a jugar a la pelota, ni mi papá. Me faltaron amigos, que ahora por suerte los tengo, que me apoyen en las debilidades que yo sentía del cuerpo. A mí me gustaba el deporte, pero me hacía sentir mal no jugar tan bien. Y a su vez el lugar más masculino, varonil me fue negado también. Había siempre algo de que el varón arreglaba todo solo. Y también estaba el hecho de tener que proteger pero no poder ser protegido. Eso lo veía en mi viejo. Que un varón pueda decir, más allá de su condición sexual, que sufre racismo, es un lugar vulnerable. Me llegan muchos mensajes de chicos que pasan por esas situaciones y se sienten identificados. Es importante que entre varones podamos hablar de eso para contribuir en el acercamiento hacia el varón deconstruido que queremos hoy en día. 

¿De qué forma vivís la articulación entre tu carrera artística, el reclamo antirracista y la reivindicación de tu propia identidad?

Lo vivo con muchísima alegría. Hay recuerdos que tengo de chico del ritual de familia marrona, clase media baja, haciendo humita que pensé que no tenía valor. Pero ahora me doy cuenta que artísticamente es algo bellísimo. Que podría escribir una novela sobre eso. Haber crecido sin tapa de inodoro, sin cortinas, sin botiquín para mirarme al espejo son cosas que hoy como artista las valoro mucho. Y eso es lo que se me juntó. Que todo mi mundo marrón que yo creía indigno y sin valor, es artísticamente muy potente y muy bello. Y me inspira y puede inspirar a otros. Haber estudiado para tener una voz y para poder articular bien y poder decir claramente: Lautaro Rosé, Camila Arjona, Fernando Báez Sosa… Es como si me hubiera preparado esos ocho años de carrera para poder decir esos nombres. Lo primero que quiero decir son los nombres de estos chicos que mataron. ¿Cómo voy a decir otra cosa? Ahí están las ganas de seguir creando. Es algo que me podría haber pasado a mí. Ser marrón a la noche, al lado de la policía, es estar en peligro. El monólogo Marrón es una interpelación a los marrones. “Facundo no somos blancos ni negros”. Es hacia nosotros. A mí no me gusta apuntar a nadie y decir: “Ustedes son racistas”. Ellos que hagan sus cosas, nosotros hagamos nuestro contenido. Cuando me di cuenta que solo iba a hacer castings para ser chorro o policía me puse a escribir y dirigir yo. Si no podía actuar iba a hacer otra cosa. La universidad pública me preparó para hacer todo y podía hacer algo con esas oportunidades. 

¿Cuáles son las urgencias del reclamo antirracista hoy?

Principalmente hay que atender la cuestión del racismo institucional y de la violencia institucional. Es importante contar con una ley sobre el entendimiento de la violencia institucional que ejerce la policía sobre los cuerpos marrones y que se acepte que existe un perfilamiento policial: que por tus rasgos fenotípicos sos percibido como alguien que desea hacer el mal a una sociedad. Se necesita una capacitación a la policía para entender estos mecanismos. ¿Cómo negar que a Fernando Báez Sosa se lo mató a patadas mientras se le decía negro de mierda? En Argentina no hay jurisprudencia en relación a sentencias de crímenes racistas. Pero bueno, cuando fue lo de George Floyd, estalló todo. 

¿A qué se debe la indignación con lo que pasa en Estados Unidos en detrimento de lo que pasa acá?

Hay una aspiración blanca en Argentina que nosotros, los marrones, la arruinamos con la presencia de nuestros cuerpos. Es una cuestión histórica: en esta nación se eligió al sujeto europeo como digno de habitar y construirla y se tomó la clara decisión de correr al sujeto indígena fuera del plano. Esto se suma a que mundialmente reconocemos un solo tipo de racismo, que genera una homogeneización del concepto y que desplaza la territorialización del término. Debemos entender cómo circula, por eso es tan difícil hablar de racismo en Argentina. Por eso el corto no gana. 

En una escena de la serie, César González reflexiona sobre que quizá la solución para el racismo no sea empezar a ser tapa de revista, a ocupar todos esos lugares de visibilidad de los blancos. Para vos, ¿con qué tiene que ver esa solución?

Por un lado, se trata de que una clase social pueda aceptar sus privilegios. Hay un discurso instalado de que “somos todos seres humanos” o “somos iguales ante la ley”. Pero hay que ver esas diferencias para poder debatir qué hacer con eso, ese es el primer paso. Yo estoy de acuerdo con César: no se trata de algo frívolo, de que los marrones queremos actuar y en las series haya marrones o estar en las revistas. Pero a la vez, recibo muchos mensajes de gente que le hace bien que yo esté en esos lugares. Entonces, puede ayudar a un montón de personas a verse representada. Pero después es importante que debatamos derechos civiles y políticas públicas. El pibe marrón que vive en un barrio popular no tiene TikTok para ver mi video. Es el amigo de Lucas González, Dante Valero, diciendo que por ser más morochito y tener visera ya sospechan de vos. Hay un sujeto que no tiene recursos para hablar porque no nos educan sobre el racismo, y la desigualdad que existe en Argentina. Si hay un pueblo marrón que es pobre, ¿podemos aceptar que esto es así o vamos a seguir en este “daltonismo social” del que habla Alejandro Mamani? En Identidad Marrón hablamos de una doble racialización: por tu color de piel y de dónde venís. Las personas blancas son racializadas por la sociedad que les dice negros de mierda porque son pobres o porque vienen de determinado barrio. No somos propietarios de nada. Tratamos de dar el debate desde nuestros recursos y la visibilización mediática. Después de 30 entrevistas veo que en este tema no hay grieta: todos los medios coinciden en que nos merecemos el debate sobre racismo en Argentina. 

¿Qué cosas nuevas se vienen desde Identidad Marrón?

Marrones escriben es un libro que se está terminando de editar. Contiene todo el material teórico que hemos podido producir en este tiempo. Escrito por marrones que escriben de diversos temas, sean o no del colectivo. El proyecto fue presentado en la Universidad de Manchester y trabajamos con organizaciones de Brasil, de México, para poder hacer una contribución global al estudio sobre el racismo. Luego, el objetivo anual es siempre “Octubre Marrón”, donde reivindicamos nuestro legado indígena, donde recordamos que nadie descubrió nada y cómo nuestros cuerpos habitan en el presente. Habrá actividades virtuales, presenciales, festivas, de encuentro durante todo el mes. Nos estamos organizando con recursos propios, integrando también organizaciones de otros países. 

¿Qué forma sentís que es la más cómoda para nombrarte? 

A mí me encantaría que me digan “che, marrón”. Ahora amo mi color y lo vivo con mucha felicidad. Para seguir bastardeando la aspiración blanca de Argentina, me gusta que me digan “un argentino marrón”. Necesitamos muchos más marrones haciendo cosas. Identidad Marrón no es un colectivo, no es un producto, no es una idea, es una identidad. Cualquier persona marrón, con rasgos indígenas, que hable y que haga desde su perspectiva y su visión. Ya un montón de blancos autorizados hablaron sobre indígenas en documentales, ahora dejame a mí que yo hable desde lo que me pasa. 

No al mono, sí al chivo expiatorio

No al mono, sí al chivo expiatorio

La viruela del mono recuerda a los tiempos de “La Peste Rosa”, cuando la responsabilidad por la difusión del HIV-SIDA se atribuyó a la comunidad homosexual. Sin una justificación desde el punto vista médico, algunos medios estigmatizan como forma de procesar los miedos.

Buena parte de los discursos mediáticos sobre las causas del actual brote de la viruela del mono fortalecen la estigmatización contra la comunidad homosexual. La situación recuerda a lo que pasó hace unas décadas con el VIH/SIDA que durante mucho tiempo se asoció a la homosexualidad, aún cuando “no hay antecedentes científicos que avalen las relaciones sexuales entre hombres como la transmisión más importante”, como enfatizó Lucía Cavallaro, presidenta de la Asociación Argentina de Virología en declaraciones a C5N.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha hecho hincapié en aclarar que la viruela del mono no es una enfermedad nueva. En 1948 se la detectó en simios de un laboratorio. En 1970 aparecieron los primeros casos humanos, sobre todo en las selvas tropicales de África central y occidental donde viven los animales portadores del virus. Se consideraba endémica pues sólo se encontraba en esa región del planeta; pero todo cambió el viernes 13 de mayo cuando aparecieron los primeros brotes en países no endémicos. En nuestro país, el Ministerio de Salud de la Nación confirmó el contagio de dos personas provenientes de España Ministerio de Salud | Argentina.gob.ar

DISCURSOS MEDIÁTICOS ESTEREOTIPADOS

El diario Clarín en su edición del 20 de mayo, sección salud titulaba: “VIRUELA DEL MONO EN HUMANOS: LA FIESTA DEL ORGULLO GAY DONDE SE HABRÍA PROPAGADO LA ENFERMEDAD EN ESPAÑA”. El 27 de mayo, recalcaba: “SALUD Y POLÉMICA: UN NUEVO ESTIGMA PARA LA COMUNIDAD LGBTIQ EN ESPAÑA”. Si bien esta nota expresa el sentir de la comunidad homosexual acerca de que estos brotes producirían un aumento del sentimiento homofóbico debido a malentendidos sobre la enfermedad, cierra el informe destacando que los casos en Europa se han producido sobre todo entre homosexuales. En ninguna de las notas se explican las maneras de contagio.

En la emisión del 20 de mayo del programa “8:30 AM” de , Luis Majul, pregunta: “Para no estigmatizar a nadie, ¿hay grupos focalizados para contraer este virus que se llama la viruela del mono?”. El entrevistado, Conrado Estoll, Doctor en Medicina de la UBA, especializado en Neurología y reconocido por el Consejo Norteamericano de Psicología y Psiquiatría, reconoció que «los primeros casos de contagio han sido comprobados por contacto sexual. Ese ha sido el principal motivo y el Reino Unido reporta homosexuales, bisexuales y sexuales en general”. Majul aclara que Estoll “trabajó en uno de los primeros grupos de investigación del SIDA, tiene información sobre este tipo de cosas, no queremos compararlo con el HIV, pero, ¿qué nos tiene que preocupar hoy?”. Durante el programa hablaron de lo impactante de las imágenes de las vesículas formadas en la piel de los contagiados con el virus de la viruela del mono, se preguntaron si son fotos reales o aumentadas. Igual reacción ocasionaron las imágenes del Sarcoma de Kaposi, tumores de la piel de aquellos infectados con HIV.

En Europa, los discursos son similares. Susan Hopkins, Asesora Médica en Jefe de la Agencia Británica de Seguridad Sanitaria, expresó “que el aumento de la enfermedad continuará en los próximos días” y apeló a hombres homosexuales y bisexuales a estar atentos a los síntomas, al afirmar que una “proporción notable de los casos en el Reino Unido y Europa proceden de este grupo”.

ESTIGMA VS. PRUEBAS

El Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA (ONU/SIDA), advirtió su preocupación por las “representaciones que refuerzan los estereotipos homofóbicos y racistas” a través de la caracterización que se hizo de las personas LGBTIQ y africanas relacionándolas con los casos de la viruela del mono, enfermedad que puede afectar a cualquiera. Instó a medios de comunicación, gobiernos y comunidades a que basen sus respuestas “en un enfoque en los derechos y las pruebas” y evitar, así, la estigmatización de esos grupos.

Las constataciones científicas determinan que esta enfermedad se transmite a través del contacto con las erupciones, pus, sangre y costras del contagiado, además de secreciones respiratorias y fluidos como la saliva. También puede producirse el contagio al tocar ropa, ropa de cama, toallas y utensilios que han sido usados por la persona infectada. Una mujer embarazada puede pasar el virus al feto por la placenta.

La OMS es terminante al concluir que “el riesgo no se limita a los hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres”.

NO PONER EN PELIGRO AL OTRO

Determinadas estrategias discursivas fortalecen y tensionan el estigma contra el grupo homosexual al exponerlo como causa de un mal y presentarlo como el chivo expiatorio a través del cual se canaliza el miedo ante los nuevos brotes de la viruela del mono en países donde, hasta el momento, no habían surgido.

La Doctora en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Lila Luchessi, en diálogo con ANCCOM, enfatiza que” la operación de estigmatización mediática es parecida a lo largo de la historia de los medios; lo que van cambiando son los actores, pues es poner en el otro una carga negativa como causa de una crisis o de un contagio. Así se consolidan discursos de odio que refuerzan lo que piensan los medios” .

A modo de conclusión, establece que la estigmatización mediática es “una herramienta de adoctrinamiento para aislar a grupos y dejarlos en un lugar de vulnerabilidad, como parámetro para que el resto no se identifique con ellos”.

Uno de los colectivos LGBTIQ español, clama que : “Necesitamos menos sensacionalismo y más rigor por parte de los medios, y más empatía y representación por parte de las instituciones” para no culpabilizar a nadie por su propia enfermedad ni atribuirle un significado moral.