La fotógrafa de las luchas populares

La fotógrafa de las luchas populares

Se inauguró en el Centro Cultural Comunarte la muestra “Mujer y Derechos Humanos”, una serie de fotografías del archivo Hasenberg-Quaretti que destaca la persistencia y el protagonismo de las mujeres, de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo a la vitalidad actual del feminismo.

 “A mí me enamora ver a la gente comprometida con sus ideas. No hay ningún derecho que haya sido gratis, todos han sido conquistados con lucha: si no estamos en la calle, no logramos nada. Quienes nunca se han movilizado y reciben esos derechos, no tienen conciencia de lo necesario que es defenderlos. Por eso, retratar las luchas me parece fundamental: lo que hago es multiplicar y difundir la actividad de los militantes en las calles”, afirmó Mónica Hasenberg en referencia al valioso archivo que construyó durante su carrera como fotógrafa y que en parte expone en la muestra Mujer y Derechos Humanos en el Centro Comunarte.

En la primera habitación del Centro Comunarte, ubicado en la Comuna 5 de Capital Federal, reposan sobre la pared blanca de la izquierda unas 20 fotografías, las primeras en blanco y negro, y más adelante otras a color: la Asociación Civil Madres Víctimas de Trata, Abuelas y Madres de Plaza de Mayo anunciando la restitución de un nieto, el primer Día Internacional de la Mujer luego de la dictadura civicomilitar y personas que reclaman en la megacausa ESMA.

“Soy fotógrafa de las luchas populares. Saco personajes cuando están en situación, ya sea una marcha o una actividad política. Si bien las fotografías de la década del 80 tienen distintas temáticas, la actual es prácticamente de luchas sociales. Las imágenes de mujeres son una parte de mi archivo, un recorte. Quizás son pocas, pero muy simbólicas de las luchas que tenían ellas en aquellos años. Con esas fotografías pueden trazar paralelismos, cortes transversales en la historia o armar síntesis que resultan fundamentales. Por ejemplo, las luchas sindicales femeninas: con las imágenes podemos mostrar que antes eran muy pocas las mujeres y su protagonismo, nulo. Pero también nos muestran la evolución y los cambios que se dieron luego. Cómo la mujer ha tomado protagonismo estos años y cómo su poder hoy en la calle es totalmente evidente e indiscutible”, explica la artista.

En el segundo ambiente, de paredes blancas muy altas con ribetes celestes, un pizarrón señala “memotest feminsita”. Sobre tres mesitas se exhiben de a pares varios grupos de pequeñas fotos: pañuelos blancos y verdes, mujeres abrazadas y marchando con pancartas y carteles. El público comienza a llegar a la hora citada, se dispersan por el centro, conversan y pasan a las mesas del patio donde además funciona una cantina. Destaca la ausencia de jóvenes. Son apenas unos pocos, pero ninguno menor de 20 años.

En la primera actividad de este año sobre DDHH que el Centro Comunarte organiza, con la sala llena, le ceden el micrófono a la psicóloga y exdocente Alicia Piatti de Quieto. “Los trámites que ven ahí los hicimos todos entre nosotras”, relata la esposa del detenido desaparecido Carlos Quieto mientras hace circular entre el público distintos papeles y documentos. Embarazada de seis meses de su hija Lucila Quieto, presentó un habeas corpus, cartas y distintas denuncias sobre la desaparición de su marido, incluso visitó a la Iglesia. “Luego comencé a ir a reuniones con mi beba de un mes. Allí la mayoría eran madres y padres porque mis compañeras del barrio estaban desaparecidas. En una última reunión plantearon ir a la plaza, y allí fuimos. No querían mujeres jóvenes ni hombres por miedo a que los llevaran”.

Mónica Hasenberg tomó el micrófono y en la misma línea que su predecesora continuó: “Realmente creían que a las mujeres las iban a poder dominar, pero si les daban la orden de no estar paradas, ellas rondaban. Cuando no podían estar en grupos grandes, se enlazaban de a dos. Existía una resistencia muy característica de las mujeres. Y acá -dice mientras señala las fotografías exhibidas- tenemos un montón de fotos que retratan ese protagonismo y fuerza para hacer, para no olvidar”.

En entrevista con ANCCOM, Hasenberg explicó cómo comenzó a retratar las manifestaciones y luchas sociales. “Tuve una época en que me volcaba más a la publicidad y hacía mucho laboratorio. Esos fueron mis inicios, pero con los años mi elección fue otra”, relata la hija del también fotógrafo Werner Haisenberg. “Un día fui a una marcha. Si bien tenía algunos amigos a los que habían chupado y luego liberado (es decir, estaba al tanto de lo que sucedía), cuando vi a las madres, me conmovió tanto que me puse a llorar. Desde entonces fui todos los jueves, incluso estando embarazada. Yo iba con la máquina de fotos disimulada en un bolso. En esa época levantaba la cámara, sacaba la foto y la volvía a  guardar rápido. Quizás esas primeras imágenes no tienen una relevancia fotográfica, sino más bien testimonial. Luego, a las marchas grandes íbamos con un mayor el equipo de cámaras y juntos”, dijo, en referencia al trabajo que realizó con su compàñero Brenno Quaretti.

Aquel trabajo hoy se conoce como archivo Hasenberg-Quaretti y consta de 45.000 negativos de fotografías analógicas tomadas entre 1979 y 1989 que la fotógrafa junto a sus hijos donó al Estado argentino luego de la muerte de Quaretti. De ellas, solo unas 6.000 habían sido digitalizadas personalmente, pero luego de la donación, el archivo completo está en proceso de digitalización por un equipo de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA en un Programa de Extensión Universitaria. Hasenberg también promete donar su archivo digital posterior a la década del 80.

Fue a partir del 2004, cuando comenzó con la digitalización, que encontró fotos que no recordaba que las tenía. “Por ejemplo, las fotos que tomé del primer 8 de marzo luego de la dictadura, son las únicas que por el momento han aparecido, ojalá existieran más”.

En 2013 inauguró una primera muestra en Plaza Almagro con ocho banners, que nunca dejaron de circular por escuelas, centros culturales y universidades. Actualmente son 20 y se encuentran en una gira patagónica que inició en Bariloche y espera que “recorran distintas localidades del sur del país sin apuros y sin volver a Buenos Aires pronto”.

En la muestra se esperaba la presencia de Lucila Albertina Quieto “fotógrafa de la ausencia” que, aunque de una forma diferente de Hasenberg, preserva la memoria a través de la fotografía. Nació cuatro meses después de la desaparición de su padre, y la imposibilidad de una foto juntos la llevó a crear la imagen imposible. Con superposiciones y montajes manifiestos que denuncian la falta, posa ante la proyección de una foto de su padre y toma una nueva, donde aparecen los dos. Este trabajo luego lo replicó con otros hijos de desaparecidos y sus padres.

Entre el público presente destacaron que la muestra Mujeres y Derechos Humanos “transmite fuerza, si bien me devuelve a un momento doloroso, pero en el cual teníamos mucha fuerza para luchar”. También agradecieron “por hacer visibles cosas que no podíamos ver quiénes no vivíamos en Buenos Aires, eran épocas en que se ocultaba”. No faltaron vitoreos de “30.000 compañeros detenidos desaparecidos, presente, hoy y siempre” e incentivos a acompañar las manifestaciones de cada miércoles que frente al Congreso reúne a los jubilados.

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Centro Cultural Comunarte, Castro Barros 236, CABA. La muestra se puede visitar de lunes a viernes de 14 a 21 y los sábados de 11 a 14.

 

El derecho a saber quién soy

El derecho a saber quién soy

La titular de la filial Córdoba de Abuelas de Plaza de Mayo y nieta restituida nº 88, María Belén Altamiranda Taranto cuenta cómo restituyó su identidad en el ciclo “Los derechos que supimos conseguir”. La avanzada negacionista y los anticuerpos de la sociedad argentina.

Un abrazo por la memoria

Un abrazo por la memoria

Los trabajadores del sitio de la memoria ex-Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio Virrey Cevallos convocaron a una asamblea pública este lunes 13 contra los despidos de todos sus trabajadores, ordenados por el secretario de Derechos Humanos Alberto Baños.

—Empecemos a sentarnos en el piso así entramos todos- dispuso una mujer para organizar el poco espacio que quedaba en un garage del barrio de Monserrat. La gente ya había ocupado la bicisenda que pasaba frente al ingreso, cortando el paso de ciclistas furiosos que echaban puteadas a toda velocidad. Quizás no conseguían leer lo que decían los carteles de estos “desubicados”, o no llegaban a escuchar lo que los “imbéciles» que no estaban sobre la vereda, como corresponde, decían por el micrófono. Quizás no se percataban, al igual que los vecinos del barrio en su momento, que detrás de ese garage, sobre la calle Virrey Cevallos, funcionó un centro clandestino de detención, tortura y exterminio durante la dictadura cívico-militar. «En esa época, mi viejo tenía el local a la vuelta. Nunca supo lo que pasaba ahí dentro hasta que se recuperó como espacio para la memoria», contaba Franco, dueño de la cancha de padel frente al centro.

El Virrey Cevallos convocó a una asamblea abierta por su situación crítica: todos sus trabajadores fueron despedidos por la Secretaría de Derechos Humanos y la tajante directiva del «No hay plata». Para quienes sostienen el funcionamiento del centro desde hace veinte años, no es casualidad el brusco ataque al espacio de memoria más pequeño de los siete -más el museo ex-Esma- que hay en la Ciudad de Buenos Aires. Un eslabón fácil, pensaban, sin considerar la comunidad que florece cada vez más rápido para defender a la Memoria, Verdad y Justicia. 

Frente a las muestras de apoyo de los distintos sindicatos, agrupaciones y autoconvocados, también hay organización. El Virrey Cevallos convoca a un festival junto a los demás espacios para el próximo 25 de enero en su mismo centro: «Allá está nuestra compañera para anotar a todos y todas que tengan algo para ofrecer y participar; puede ser un espectáculo, algo para vender, lo que sea. También les recordamos que si trabajan o conocen a dirigentes políticos, o sindicales, o agrupaciones que les parezca importante que conozcan el centro, los invitamos a enviarnos un mensaje para organizar visitas guiadas. Habitar estos espacios es lo que los mantiene vivos», dijo Malena, una de las trabajadoras despedidas. El próximo sábado 18 de enero habrá una visita guiada para quien quiera acercarse.

“No vino tanta gente como esperaba”, expresó un vecino del barrio, algo desencantado. Las 10 mil personas que asistieron al pasado festival contra el cierre del Haroldo Conti dejó la vara alta y esperanzada. Sin embargo, en la cuadra del Virrey Cevallos no dejaban de aparecer abrazos espontáneos, sentidos, con camaradería. 

—¡Qué hacés, Rolo! -gritó un hombre emocionado al encontrarse con su compañero de marchas. También estaba Araceli, la mujer mayor que vende sus llaveros en todas las convocatorias: «Esta es mi fuente de ingreso, con la jubilación no me alcanza. A veces no puedo estar en todas, pero intento participar y colaborar siempre. Hace poco le llevé llaveros de pañuelos blancos a las Abuelas para que pudieran recaudar algo más con ellos», dijo mientras señalaba la mercadería que produce junto a su nieta.

Quizás, el vecino de más arriba no se encontró con el mismo escenario populoso de la ex-Esma; pero en esa oscura casa del barrio de Monserrat, el amor y el apoyo de la comunidad se contagiaban en la lucha por mantener viva una causa todavía sin concluir. 

«Nosotros nos estamos yendo de a poco, pero hay que seguir estando», le dijo un señor con boina y bastón a un joven compenetrado con las palabras del adulto. Lo marcaron, porque al poco tiempo no aguantó decirle a sus dos compañeros: «Me parece importante que vengamos el sábado que viene. Tenemos que ser más la próxima vez». 

«El Conti no se toca»

«El Conti no se toca»

Miles y miles de personas rebalsaron el predio de la ex-Esma en defensa del centro cultural que allí funciona y de las políticas de memoria, verdad y justicia que el gobierno quiere desterrar. Manifestaciones artísticas, dirigentes de diversos espacios y gente de a pie se reunieron para repudiar el despido de 50 trabajdores y el ajuste en políticas derechos humanos.

Miles de personas se acercaron al festival contra el cierre del Centro Cultural Haroldo Conti. El secretario de Derechos Humanos Alberto Baños anunció el 31 de diciembre -horas antes del brindis de Año Nuevo- su cierre por «reestructuración». El 2 de enero los trabajadores fueron recibidos por la policía en las puertas del centro; 50 de los 79 empleados encontraron su nombre en la lista de despedidos, impidiéndoles el ingreso al establecimiento.

El ajustazo contra las políticas de Memoria, Verdad y Justicia sigue en avance. Una vez más, el espacio de memoria ex-Esma recibió el impacto del gobierno de Javier Milei: en solo una semana, se puso en duda la continuidad del Archivo Nacional de la Memoria y se anunció el cierre -por una reestructuración que nadie sabe en qué consiste- para el Centro Cultural Haroldo Conti. Ante tal conmoción, miles de personas caminaron por la avenida Libertador para encontrarse con otras miles en el festival en contra de su cese. A las 18 horas, puntual a su convocatoria, el predio ya estaba repleto; pero una vasta murga afro consiguió hacerse lugar para su performance. La marcha bailable de su candombe llevó a los presentes al frente del escenario. Comienzó el acto.

Son alrededor de 50 artistas y oradores convocados para defender la Memoria. El Tata Cedrón, quien inauguró el acto con un sentido tango, se siente honrado de haber conocido a Haroldo Conti: «Un tipo humano, tierno, solidario, se lo veía en la cara. Mi hermano vio cuando se lo llevaron los militares, lo extraño mucho. Ningún otro podría haber tenido el honor de cargar el nombre de este centro cultural».

El Haroldo Conti es un espacio que permite una enorme diversidad y expresividad artística, pero forma parte de una conquista histórica de la sociedad civil, de décadas de lucha colectiva. Para Damián Lamanna Guiñazú, trabajador de hace 13 años, detrás del Conti hay algo más grande: «Es un espacio que se lo apropió la comunidad, la memoria colectiva, y cuando digo memoria me refiero a muchas memorias haciendo fuerza para consolidar algo. En el Conti pasan y pasaron artistas de todas las generaciones, en el Archivo Nacional de la Memoria se guardan testimonios del bombardeo del 55, los testimonios de las travestis cagadas a palos por la policía en los ochenta, los testimonios de la dictadura… Son todas las memorias las que conviven acá, no solo las de los setenta. Cerrar este espacio es un abuso para todos, pero en momentos donde las cosas se ponen feas, la fuerza de la comunidad florece».

La Orquesta Andina del SUTEBA de Lomas entonó el Himno Nacional. La versión no necesitó más de tres instrumentos para ser igual de imponente, con una flauta de madera y un siku que guiaban la melodía que avanzaba lenta, pausada, emotiva, alcanzando todos los rincones. Los presentes cantaron casi en susurro, como conectados; hasta que llegó el “Sean eternos los laureles que supimos conseguir” a todo pulmón. Los retoños de la comunidad floreciente. 

Mientras la música continuaba, en el predio también había una feria de emprendedores con de todo: stickers, libretas, serigrafía, hasta salames y quesos. Una mujer mayor sin puesto caminaba y ofrecía sus llaveros con forma de pañuelo por 2.500 pesos a todo aquel que se le cruzaba. Cada tanto también se echaba una cuclilla difícil de mantener para enseñar su mercadería a quienes estaban sentados. La jubilación no permite perder oportunidades de venta. 

Paula Fernandez es otra de las despedidas del Centro. Trabajó allí 15 años, desde que se creó el espacio. Cuenta que el viernes 26 de diciembre comenzaron a llegar los telegramas para sus compañeros. Aunque todavía no llegó el suyo, lo espera, porque sabe que los trabajadores de contratación bajo la denominación llamada en la jerga interna ACARA fueron todos despedidos. De una plantilla de 79 personas, en el Conti quedaron alrededor de 30. También, fue de las que no adhirió al extorsivo retiro voluntario; planeaba trabajar allí toda su vida.

 

—Gracias al Conti soy orgullosamente estatal. No lo cambio por nada- dice.

 

Entre la multitud, de repente, se hizo una gran ronda, impensada de lograr por el poco espacio que había. Es que el grupo circense de más de 20 personas que hizo su sorpresiva aparición para compartir un pequeño show en medio de toda la comunidad. Los payasos, malabaristas y bailarines hicieron sus gracias al son de un clarinete y una trompeta. Colmados de ovaciones al final, dieron el grito por los 30 mil desaparecidos presentes, junto a la respuesta y los puños en alto del público, con la misma fuerza de los aplausos del cierre. ¿Cómo es que dentro de la diversión y el disfrute se encuentra una causa tan potente? Los trabajadores del Conti lo saben muy bien: la cultura no está exenta de la memoria. O mejor dicho, la memoria está en la cultura. Que el Conti esté dentro de uno de los centros de detención y tortura clandestinos más grandes de latinoamérica es la manera de combatir el olvido de nuestra historia, porque un pueblo sin memoria está condenado a repetirla.

Es por eso que el predio de la ex-Esma estaba enteramente saturado. El bar de la agrupación H.I.J.O.S estaba repleto de personas riendo bajo los farolitos colgados en los árboles; los niños aprovechaban el extenso estacionamiento frente a la Secretaría de Derechos Humanos para unos pases largos con la pelota o para darse enviones eternos en el monopatín. “Papá, ¿qué hace el señor con esas fotos?”, preguntaba un curioso sobre el cartel de Néstor bajando el cuadro de Videla del Colegio Militar. Marina y Gustavo también vinieron con su hijita de 6 años: «Ella sabe, hace preguntas y le contamos para que entienda. La otra vez quiso saber qué es un desaparecido. Nosotros vamos todos los 24 de marzo, el jardín público también cuenta sobre este momento a su manera. El tema está presente y ella hace preguntas porque quiere saber». 

Finalmente, llegó la noche. Los organizadores comenzaron a repartir vasos de plástico y velas para hacer pequeñas antorchas mientras Tati Almeida tomaba el micrófono. El enojo se le sentía en la voz, lista para un “mano a mano” con Milei y Villarruel: «Yo quisiera preguntarles en la cara si están de acuerdo con sus amigos genocidas de haber tirado al río a tantos hijos nuestros en ese avión que recuperamos», mientras señalaba al Skyvan PA-51 en medio del predio, utilizado para los vuelos de la muerte. Pero el odio del gobierno no terminó por cegarla: “Las velas son para alumbrar el camino que vamos a continuar”.

La noche avanzaba igual que la lista de quienes tomaban el micrófono y las tablas para mostrar su apoyo y compromiso contra el cierre del Conti, y contra todo el intento de barrer la memoria de un pueblo entero. Desde Liliana Herrero hasta la Asociación Mocha Celis, desde el folcklore convocante hasta la cumbia conquistante, el mensaje fue el mismo: los desaparecidos están presentes y depende de nuestra lucha mantener vivo su recuerdo. Como dijo Nana Gónzalez, trabajadora del Centro y delegada de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), «Seguiremos convocando». Porque una vez que el fuego de la memoria arde, es muy difícil apagarlo.

La motosierra avanza sobre los derechos humanos

La motosierra avanza sobre los derechos humanos

Una asamblea de trabajadores del estado se convocó de manera urgente este jueves en el predio de la Ex-ESMA ante el anuncio del cierre del Centro Cultural Haroldo Conti y el Archivo Nacional de la Memoria. ATE denunció la militarización del predio y despidos masivos en la Secretaría de Derechos Humanos. También hubo cesantías en Parques Nacionales. Mirá las fotos de ANCCOM.