Voces que recordaron la dictadura y llamaron la atención a los medios

Voces que recordaron la dictadura y llamaron la atención a los medios

La multitud que se manifestó en la plaza para repudiar el atentado a Cristina Fernández de Kirchner aludió al terrorismo de Estado y los discursos periodísticos.

De las miles y miles de personas que se acercaron a Plaza de Mayo, algunas de ellas testimoniaron ante ANCCOM y expresaron sus sentimientos y sus mensajes para el resto del país.

            “Tenemos que estar unidos, resistiendo y bancando a Cristina porque es la única que puede sacarnos de esto. Es la líder natural del movimiento peronista y del movimiento popular- comentó Iván Momeño, uno de los tantos manifestantes que llegó en la tarde a la plaza-, lo que pasó es un atentado a la democracia y a los Derechos Humanos, vivimos en un clima de violencia política que es irrespirable desde hace mucho tiempo. La violencia que se vio contra la vicepresidenta, el intento de asesinato, es la consecuencia directa de todo este clima de violencia política, simbólica, mediática y judicial”.

Por su parte, Silvina Saladino, sobreviviente del Centro de Detención Clandestino El Vesubio e integrante de la Comisión Vesubio y Puente 12, dijo: “Lo de ayer fue un punto de inflexión. Es muy importante que estemos en esta plaza y las de todo el país, demostrando que esto no lo queremos. En la dictadura quisieron romper el lazo social y nos costó mucho recomponerlo, tenemos que seguir trabajando para esa unidad, Emilio Prismann, en tanto,  comentó: “Nuestra esencia es estar en la calle con el pueblo. Queremos un país inclusivo, en paz. Es un territorio con un pueblo y recursos que permitirían, para todos, la felicidad. Necesitamos un Estado democrático que respete los derechos de todos”.

“Los medios hegemónicos que se dejen de joder. Si quieren mantener la paz social, se tienen que calmar. Este es un gobierno elegido por el pueblo, aunque no les guste”, dijo José Muñoz, uno de las tantas personas que estuvo presente. Por otra parte, su compañera Lidia Flicetti, agregó: “Los jóvenes tienen que salir a la calle, salir adelante y abrirse camino, es por ellos su bienestar”.

Pero la juventud también es parte de la plaza  En ese sentido, la integrante de Nietes, Lola Rosales, agregó: “Esto es un llamado a la juventud. La mayoría tuvimos la oportunidad de nacer en democracia y es una sorpresa. Tenemos que movilizarnos, dar espacios de debate y ponernos a pensar realmente por qué hoy tenemos en el Congreso dos bancas ocupadas por personas negacionistas que dan discursos de odio. Hay que replantearse en qué lugar estamos y qué es lo que lleva a la Argentina a estar en este momento tan movilizada. Lo que sucedió ayer, y lo que viene sucediendo hace tiempo con Cristina, es un atentado a la democracia y es necesario que nos manifestemos en las calles. Estamos por cumplir 40 años desde el regreso de la democracia, no podemos dejar que haya ocurrido lo que pasó ayer”.

Victoria Serra, militante de la misma organización, comentó: “No podemos dejar pasar ningún discurso de odio y exigimos que los que son responsables ideológicos, y especialmente los medios de comunicación que fogonean estos discursos, sean llevados a la justicia. La lucha por los derechos humanos no es una lucha del pasado y no es una lucha de gente mayor a nosotres, es nuestra también”.

Nunca más a la violencia

Nunca más a la violencia

Una multitud convocada en pocas horas desbordó la Plaza de Mayo y varias cuadras a la redonda, en claro repudio al intento de magnicidio de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Referentes políticos, organizaciones populares, sociales de derechos humanos, estudiantes, y un intenso y constante flujo de personas confluyeron durante al menos seis horas hacia la plaza donde, al cierre, se leyó un documento que exigió dejar afuera de la sociedad los discursos de odio.

Miles y miles de personas marcharon a Plaza de Mayo -algunos calcularon medio millón, pero para qué sirve hacer el cálculo si de toda formas desbordó cualquier previsión-, para responder y rechazar de plano el intento de magnicidio de Cristina Kirchner, la vicepresidenta de la Nación.

Amigos, familiares y conocidos se mezclaron entre remolinos de gente y banderas mientras se iban encontrando. “¡Eh Rober!”, le gritó el señor a su compañero antes de darse un abrazo de fuerte agarre. Los encuentros resultaron parte fundamental de esta marcha de rostros conocidos. Estaban todos los mismos que salieron el 24 de marzo, todos los mismos que salieron para la movilización del 2×1, todos los mismos que gritaron “¡presente!” cada vez que alguien no estaba.

Estuvieron las Abuelas, las Madres, los H.I.J.O.S. y les Nietes de Plaza de Mayo, estuvo la CORREPI, estuvo SIPREBA, estuvieron los ex combatientes de Malvinas; estuvo el PJ, La Cámpora, los Canillitas, la UPCN, estuvo La Poderosa, la CTA, Barrios de Pie, UTEP; estuvieron las agrupaciones de los distintos barrios de la Provincia de Buenos Aires, el Frente Trabajo y Dignidad, los secundarios, los terciarios y las universidades; estuvieron todos ellos y muchos más.

Entrando por la todavía vacía Avenida de Mayo se veía a lo lejos la Casa Rosada, paisaje cubierto de celeste, blanco y un humo que cerraba el cuadro. “¡Hay choris muchachos!”, se escuchó a lo lejos en la plaza del pueblo. A un costado, dos pibes se apoyaban en lo que era un metro y medio de vallas negras -de esas que la policía usa para intentar frenar multitudes- que yacían apiladas en la vereda. Con sus Quilmes en la mano charlaban tranquilos. Ahí no se iba a levantar ninguna otra valla.

Osvaldo y Elena se encontraban frente al Cabildo, mirando cómo cientos de militantes de la UOM se acercaban desde Diagonal Sur, donde en su momento supo entrar la Juventud Sindical. “Estábamos en casa cuando dieron la noticia. Nos impactó mucho, nos asustó. Nos hizo pensar qué podría haber llegado a pasar -dijo Osvaldo- Realmente creíamos que vivíamos en una democracia plena y resulta que no es tan sólida. Hay que seguir peleando para mantenerla”.

Los trabajadores de AuBASA se sentaban en ronda para compartir unos mates cuando sonó una bengala. “¡Esa!”, gritaron todos mientras calmaban a los compañeros asustados con una sonrisa. Una sonrisa que solo pudo ser porque una bala falló. Los estruendos gatillaron los odios e hicieron temblar los cuerpos de los compañeros, agradecidos de no haberlos escuchado la noche anterior.

 “Si ese tiro hubiera salido, hoy el escenario sería otro -dijo Graciela Lois, de Familiares-. Hoy tenemos que estar todos, primero porque tenemos que defender a la vicepresidenta y segundo porque tenemos que defender a la democracia. Tipos como estos no son locos sueltos, a mí la teoría del loco suelto no me llega”.

 En el revoltijo de sentimientos, la angustia e impotencia se hacían presentes al recordar el motivo de la convocatoria. Para defender la democracia había muchos, pero no estaban todos. El odio al pueblo, el odio a la lucha, el odio a ella se notaba en la ausencia de los principales dirigentes políticos de los partidos opositores, que, sí lo hicieron, únicamente mostraron su compasión a través de los medios y redes sociales.

“La democracia argentina no tolera estos niveles de violencia, es momento de salir a defender lo que construimos durante estos últimos cuarenta años -dijo Paula Litvachky, directora del Centro de Estudios Legales y Sociales-. Estos momentos son puntos bisagras para la democracia argentina. Hay que pensar cómo se hace política de ahora en adelante, ¿Qué hacemos con estos fenómenos sociales que vienen ocurriendo también a nivel mundial y que vienen poniendo en juego las democracias? Expresiones de odio y violencia como estas no pueden tener lugar, hay que construir una malla social que repudie esto y al mismo tiempo construya unos vínculos a futuro que nos den un horizonte democrático”, agregó.

“Esto es una cuestión de supervivencia boluda. Se pudrió todo más de lo que se podría pudrir en lo imaginable”, dijo la escritora Gabriela Cabezón Cámara mientras avanzaba detrás de la bandera de Ni Una Menos. “Mirá que yo no soy peronista, pero me encanta la fiesta peronista. No hay otra así”, agregó entre risas mientras señalaba al festival de banderas y tambores.

Celestes eran los buzos, las banderas y el cielo. Desde el sur, La Cámpora se abría paso. Los prolijos y los desprolijos cantaban: “A pesar de las bombas / de los fusilamientos / de los compañeros muertos / No nos han vencido”. Las banderas flameaban hacia la Casa Rosada y el coro de voces ocupaba más de dos cuadras de largo.

“Queremos expresar el repudio a la acción criminal, al odio, expresar nuestra solidaridad con nuestra vicepresidenta y que sienta el calor y el aliento del pueblo argentino”, dijo “Cachorro” Godoy, dirigente de la CTA Autónoma, agarrándose fuerte de sus compañeros encolumnados.

“¡Lorena! ¡Sacame una foto Lorena!”, gritó una señora trepada arriba de un grupo electrógeno. Mientras Lorena sacaba la foto, arriba del mismo camioncito grafiteado, Baltasar, de nueve años, bailaba y chiflaba con los dedos en la boca. “Es historia Romi, es historia pura. Hay que vivirla”, dijo una chica que pasaba con el dedo apretando el botón del audio de whatsapp.

Entonces fue que una ola de aplausos comenzó a crecer desde Avenida de Mayo hacia la Plaza. “Madres de la plaza / el pueblo las abraza”, el coro de puños alzados abrió paso a la camioneta de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. “Ni un paso atrás”, decía su cartel.

Ni un paso atrás se dió en toda la marcha. Ante una nueva amenaza a la democracia, ni un paso atrás. El gatillo represor que respiró en la nuca de todos los militantes comprometidos con la soberanía y paz social de su país no provocó miedo. La convocatoría demostró el todavía firme compromiso de un sector con la lucha por los derechos humanos.

“No se si van a haber discursos ¿Quién va a hablar?- dijo Horacio mientras avanzaba por Avenida de Mayo- ¿Quién va a salir en representación de todos?”. A un costado en la sede central de Madres de Plaza de Mayo se leía el cartel que hace días decoraba su entrada, “Todos somos Cristina”.

“No hay manera de relativizar ni minimizar un intento de magnicidio”, leyó Alejandra Darín, titular de la Asociación Argentina de Actores, rodeada del gabinete, miembros de organismos DDHH, sindicatos y gobernadores. El documento armado minutos atrás en la Casa Rosada sostenía que “el límite, del que hemos oído hablar mucho en las últimas horas, no se cruzó ayer. Si no queremos que la intolerancia y la violencia política arrasen con el consenso democrático que hemos construido desde 1983 a la fecha, debemos contextualizar lo ocurrido anoche contra la vicepresidenta Cristina Kirchner: desde hace varios años, un sector minúsculo de la dirigencia política y de sus medios partidarios, viene repitiendo un discurso de odio, de negación del otro, de estigmatización, de criminalización de cualquier dirigente popular o afín al peronismo, y aún de cualquier simpatizante -y recordó-. Todos hemos visto movilizaciones donde se pasearon por las plazas más importantes de la Capital Federal bolsas mortuorias, ataúdes o guillotinas”.

“Vine con mi hija, mi marido, mi hermana y con todo el pueblo argentino”, dijo limpiándose las lágrimas Jimena, que sostenía un televisor hecho de cartón que decía: “el odio no es libertad de expresión”. El reclamo por un periodismo militante y comprometido con la democracia y la justicia social se escuchaba en cada conversación y se leía en cada cartel:  “Vomitar tanto odio no puede resultar siempre gratis”; “Basta de violencia de los medios de de-formación”; “Más voces, más democracia”.

“En un principio venimos a defender a una líder Cristina Fernandez de Kirchner, pero también a la democracia y al estado de derecho -dijo Raquel Wittis con su pin que leía “Justicia por Mariano Wittis”-. Este se vio en jaque debido a los discursos de odio que tiene la oposición, donde no mide la consecuencia de sus dichos. Envía a una tropa, policía de la ciudad, mal formada, que no cumple con los protocolos y lleva adelante una represión ilegal sobre una manifestación pacífica. Es terrible que desde los mandos se incentive esa violencia”. Jorge, su marido, agregó: “Si ese fogoneo alimentó a una persona que intentó asesinar a Cristina ¿qué le espera a cualquier ciudadano de a pie?”

Memoria y agradecimiento

Por Agustín Bagnasco y Daniela Hernández

Con anteojos de sol, se pasea por Avenida de Mayo con una bandera argentina colgada del cuello. Se llama Ana, tiene 73 años y dice que en la vida solo hay que tener dos cosas: memoria y agradecimiento. Y que porque es una agradecida está hoy acá.

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Aún faltan veinte minutos para que sean las 12, hora en la que fue fijada la convocatoria a la Plaza de Mayo. Sin embargo, Osvaldo y Elena ya se encuentran frente al Cabildo, mirando cómo cientos de militantes de la UOM se acercan desde Diagonal Sur.

“Estábamos en casa cuando dieron la noticia. Nos impactó mucho, nos asustó. Nos hizo pensar qué podría haber llegado a pasar, se hubiera armado una guerra civil” –relata el hombre de 67 años, mientras su compañera de 65 le saca una foto–. Realmente creíamos que vivíamos en una democracia plena y resulta que no es tan sólida como uno creía. Hay que seguir peleando para mantenerla. Históricamente solíamos movilizarnos, en los últimos tiempos, dejamos de hacerlo por la edad y la pandemia. El hecho de anoche nos hizo volver a movilizarnos. Creo que esta marcha nos unió más que nunca, nos permite tener un poco de esperanza en que es posible mantener la democracia”.

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Desde una de las esquinas de Avenida de Mayo y Bernardo de Yrigoyen, Alba, de 76 años, observa cómo avanza la marea de manifestantes en dirección a Casa Rosada. En sus manos, se puede leer una bandera que reza “Comisión por la Memoria, la Verdad y la Justicia de Liniers, Mataderos y Villa Luro”.

“Creo que estamos en riesgo de perder la democracia por la que tanto peleamos” –lamenta–. Nosotros desde 1996 conmemoramos en nuestro barrio a los compañeros detenidos desaparecidos, que tenemos muchísimos”.

Su metro cincuenta y su voz tenue, no se condicen con la fortaleza que expresa cuando relata por qué decidió movilizarse: “lo de anoche fue de terror. Yo viví la dictadura, me tuve que exiliar porque mi compañero era delegado general de FOETRA, del Edificio Golf. Lo fue a buscar la Triple A y tuve que vivir en la clandestinidad hasta el ’77, que pudimos salir del país. Estuve en Holanda como exiliada política y recién pudimos volver en el ’83. Por eso digo que hay que defender esto con puños y dientes”.

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“Fue una locura la noticia. La verdad es que no se puede creer que puedan pasar estas cosas” –comenta Mateo Sujatovich, líder de Conociendo Rusia, bajo la sombra de uno de los plátanos de Avenida de Mayo–. Cuando recibí la noticia hubo mucha confusión, estaba en otra sintonía, escuchando el disco de una amiga que recién había salido. Realmente no entendía nada”.

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En la esquina de Rivadavia y 9 de julio, un hombre de unos 45 años se saca una foto junto a su esposa y su pequeña hija, con la columna de militantes de fondo. Una postal familiar de la lucha por la democracia.

“Venimos a apoyar a Cristina y a repudiar el hecho de anoche” –afirma él, mientras toma de la mano a la niña y acaricia su abundante barba–. También vinimos para apoyar al presidente y a decirle que es momento de que se meta un poquito en el barro. Hay cosas que se tienen que modificar ya: los jueces que están manejando las leyes del país, no queremos que estén más. Ya sabemos que responden a intereses. Se tiene que actuar con los medios que le llenan la cabeza a la gente con basura y fomentan este tipo de cosas”.

En la misma línea, la mujer agrega: “ninguno se puede hacer el distraído con todos esos discursos de violencia que generan en la gente. Tienen que ser responsables, porque no llevan a ningún buen puerto. La democracia no se fomenta, no crece, con esos discursos de odio”.

“Esperamos que se produzca un cambio –continúa él–, que la conducción política reaccione a que el pueblo está esperando otra cosa. La grieta no la inventó el peronismo, hay intereses detrás de esto. Esperamos que se actúe contra eso”.

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En una vereda de Avenida de Mayo cuatro señoras toman café y comen medialunas. Cuando la multitud empieza a cantar “No nos han vencido”, una de ellas se levanta y empieza a cantar y a grabar todo. Su nombre es Pato Quijano, tiene 72 años y milita desde los años 70. La artritis no la deja estar en la calle hoy pero hace su marcha desde la vereda.

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Faltan unas cuadras para llegar al punto de encuentro y se respira compañerismo. A la marcha, no solo asisten militantes o agrupaciones políticas. A la 9 de Julio y Avenida de Mayo llegan personas sin bandera política. Luciana, una estudiante “repudio totalmente lo que pasó. Por eso vengo a marchar contra la violencia y el odio que generan los medios tradicionales. Y vengo a bancar a Cristina.”

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“Cristina es atacada mediáticamente porque es un gran referente de la política desde hace muchos años -dice ella, profesora de la UBA, apoyada a la sombra, contra una pared mientras espera a su grupo de compañeres-, y su Gobierno junto al de Néstor fueron los mejores años de nuestras vidas.”

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“A mí nadie me trajo, yo vine en colectivo, somos dos personas y vinimos para defender la democracia.” Desde Wilde, provincia de Buenos Aires, dos hermanas se movilizaron desde bien temprano para mostrar su apoyo a Cristina. En sus manos llevan un cartel de cartón donde se lee “Todos somos Cristina” y debajo “Justicia”. “Vamos a salir cuantas veces sea necesario para defender a la democracia y a Cristina”, dice una de ellas. “No nos van a derrotar -agrega la otra-. Nos atacan a todos, vienen por nuestros derechos, y vamos a salir las veces que sean necesarias por la justicia.”

«Este atentado es la exteriorización de un proceso largo»

«Este atentado es la exteriorización de un proceso largo»

Marcelo Larraquy, historiador y periodista, y Alejandro Kaufman, ensayista y crítico cultural, analizan el atentado contra Cristina Fernández de Kirchner y lo ponen en un contexto histórico.

Alejandro Kaufman.

Una de las pocas banderas que quedaba casi sin manchar de nuestro sistema político desde la dictadura para este lado de la historia era el no-uso la violencia para dirimir las cuestiones ideológico-partidarias.. 

El término que suena de otra época, casi como el de cuarentena, es el de magnicidio: un intento de asesinato a una figura pública relevanteimpone revisar la historia de lo que se llama violencia política. Marcelo Larraquy, historiador y periodista, y Alejandro Kaufman, ensayista y crítico cultural, analizan el atentado contra Cristina Fernández de Kirchner y lo ponen en un contexto histórico.

A partir del atentado a Cristina Fernández de Kirchner, ¿se puede pensar la violencia política en términos históricos?

AK: Hay que empezar por que “violencia política” es una expresión que no significa mucho, en general se usa de una manera negadora de los conflictos. Cuando se dice violencia política es como si se dijera “no-violencia política” y entonces se imagina una paz, que es lo que uno desearía, pero que en general funciona como una manera de negar los conflictos sociales que tienen que ver con la injusticia. Hay un monto de violencia que forma parte de la vida social y que tiene que ser siempre referido, explicado, contextualizado, y no tratado como si fuera un fenómeno independiente de la lógica social, porque eso siempre sirve a la derecha. 

¿Qué antecedentes hay de intentos de magnicidio en Argentina? Aparecen los intentos de magnicidio a Alfonsín. 

ML: Hay muy pocos antecedentes de intento de magnicidio en la Argentina. Desde la formación del estado y desde la democracia hay muy pocos. En el caso de Alfonsín, si. Cuando ya no era presidente. En el caso de Sarmiento, también. Pero este de Cristina como vicepresidenta con una centralidad en la política argentina de alguna manera marca una novedad en la última etapa.

Hay una escalada de violencia que fue conquistando lugares para materializarse en lo que pasó ayer. ¿Es un punto de inflexión en términos históricos? 

AK: En un sentido lo es, y en otro uno tendría que cuestionar que lo sea. Esta es una paradoja que ocurre en los grandes eventos: el gran evento marca y se presenta como una bisagra y es representado de esa forma, pero si uno pone el acento en el gran evento pierde de vista los procesos largos que son los verdaderamente responsables de lo que ocurre. Pero este atentado es la exteriorización de un proceso largo, es su culminación. Es como la cumbre de una montaña, abajo está la montaña y para llegar a la cumbre hay que subir. No es una llanura donde la cumbre aparece de repente, no es un rayo en un cielo despejado, es un rayo en medio de una tempestad que ya estaba y era relativamente ignorada. Hay una especie de divinización de una libertad de expresión boba, abstracta, por la cual nada se puede decir sobre este tipo de problemas de opinión o de expresión, que son de estigmatización y de odio. Entonces, el atentado se sitúa en ese marco.

Siempre hubo intentos de disputar el sentido en términos de números de desaparecidos por ejemplo, pero cada vez el negacionismo parece avanzar un paso más. ¿Qué pasa con la construcción de consenso en torno a la memoria? 

ML: El consenso en torno a la memoria entra en esta disputa política. Antes el 24 de marzo era una fecha de convocatoria histórica, de consenso como el Nunca Más, que era parte de la cultura política argentina, un acuerdo sobre lo que había significado la dictadura. Solo elementos marginales lo ponían en discusión ligados a la derecha procesista. Pero ahora entra en clave de discusión política, negacionista. Entonces ese consenso, al entrar en la disputa política, se va perdiendo.

AK: Hablar de consenso y hablar de disputa cuando se habla de la memoria, es ya una forma de devaluar la problemática de la memoria. Porque la memoria no es objeto de disputa, no puede serlo. ¿Uno qué disputa? Una pizza, un partido de fútbol. Uno no disputa su propia vida y por lo tanto no disputa la memoria. La memoria no es un objeto de disputa. 

La memoria es lo que se sostiene con el testimonio, es decir, con el cuerpo y con la vida.  En una disputa, uno puede perder o ganar, mientras que la vida si se pierde no queda nada más. Y con la memoria pasa lo mismo. Se instaló, hace ya muchos años, un sociologismo de la memoria que lo ve como un juego en que alguien gana y alguien pierde, alguien impone su versión sobre otra. En lugar de ver que como la memoria es producto del testimonio, es cierto que hay muchos testimonios divergentes y mucha memoria, pero no disputan, coexisten. El consenso es ponerse de acuerdo sobre un contrato, sobre algo que puede ser de un modo o de otro. Esto no puede ser de un modo o de otro, la memoria del horror y la condena a los genocidios no son consensuales, no son opinables. Hay un mínimo que no es opinable. Pero ahí hay una confusión que se produce, cuyo resultado es la Teoría de los Dos Demonios. Porque entonces los dos demonios son opiniones, son disputas y son consensos.

Hay un personaje que siempre estuvo vinculado a la política y a la violencia que es Patricia Bullrich. Ayer escribió que el presidente tomó un acto individual y lo convirtió en una jugada política. ¿Dónde se ubica esa declaración históricamente? 

ML: En el caso de Bullrich me parece que lo que busca es jugar por su candidatura presidencial por encima de la gravedad institucional que supuso este atentado a la vicepresidenta, un atentado a la democracia. Yo lo relaciono con la sublevación carapintada, donde estuvo en riesgo la democracia y también hubo apoyo popular y apoyo de la oposición, en ese caso el peronismo. Se sentaron al lado de Alfonsín sin objeciones, al lado de Alfonsín en el balcón de la Plaza de Mayo con un apoyo total, sin hacer cálculo político. Me parece que Bullrich hace un cálculo político electoralista dentro de su núcleo propio de votantes por encima del atentado a la democracia. 

Ezequiel Ipar escribió en Anfibia que este es el “acontecimiento de violencia política más previsible de la historia argentina”. ¿Cómo se lee este contexto en términos históricos? 

ML: Lo que se corrió es la cultura política. La cultura política hoy es el mensaje que dio Ricardo López Murphy, al menos desde ese sector: ellos o nosotros. La confrontación con el enemigo. Eso rompe toda posibilidad de convivencia política porque cada hecho menor va a ser objeto de una discusión política bipolar, tajante e implacable de enfrentar al enemigo. Se da en todos los órdenes y se pierde racionalidad política. Esa pérdida es lo que impide una discusión serena sobre la vida política de los argentinos y la sociedad de cara al futuro. Retrotrae el debate a situaciones no racionales, de psicosis política en la que entran desde políticos avezados como es el caso de López Murphy, con una historia en el radicalismo, hasta sectores de ultraderecha. Mi lectura es que este atentado fue como la sublevación de Semana Santa y requiere el apoyo de la sociedad toda en favor de la estabilidad institucional.

Parece que vivimos en un estado de excepción constante, que corre el límite siempre un poco más. 

AK: Sí, efectivamente. Ese el problema también de la institucionalidad democrática que supone un estado de cosas respecto a las cuales lo que interfiere con esa forma de vida es una excepción, pero los intereses que tienen que ver con lesionar esa forma de vida recurren siempre a la excepción y la convierten en norma. Son intereses pero también son ideologías, formas de vida, de pensamiento, de acción, que llamamos habitualmente derechas o derechas extremas y que no tienen interés en defender la convivencia democrática. La convivencia democrática no conduce a favorecerles a esas formas de ver las cosas. Necesitan una sociedad vertical, ordenada, autoritaria, unívoca y entonces luchan contra la democracia y utilizan métodos espurios, métodos de violencia, de violencia simbólica y física constante. Eso pasa con el régimen acusatorio: algo que tendría que ser una excepción que es que haya un delito, que haya un conflicto y que pueda recurrirse a una tercera parte que son los tribunales, se convierte en el discurso habitual. Entonces vos tenés medios de comunicación que es como si estuvieran en un tribunal permanente de enjuiciamiento de culpables que son siempre los sectores populares, es decir, la guerra contra el pueblo es a través de una lógica juridicista, tribunalicia, que culpa constantemente de todo y que logra que una parte de la población quede subyugada por ese tipo de discursos. Hemos llegado demasiado lejos.

Los símbolos del odio

Los símbolos del odio

Sol negro en el codo, cruz de hierro en la mano derecha, martillo de Thor en la izquierda: los mensajes de violencia tatuados en la piel de Fernando Andrés Sabag Montiel, el hombre que intentó asesinar a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

“El sol negro forma parte del ocultismo nazi, fundado en un misticismo ario ancestral, donde se destacaban la pureza de la sangre y de la conquista del espacio vital para dicha raza”, sostiene el historiador Nicolás Breglia, quien además es Pro Gran Maestre de la Masonería Argentina.

Compuesto por dos círculos concéntricos, su interior tiene la forma de un sol del que parten doce rayos. Sus extensiones alcanzan el círculo exterior, donde los ángulos se tuercen y forman dos símbolos importantes en el misticismo nazi: la esvástica y las doce runas de la victoria. Esta representación constituía el emblema de las SS, el cuerpo de élite del régimen nazi.

La cruz de hierro, que ostenta Sabag Montiel en su mano derecha, fue utilizada por Hitler como condecoración por actos de gran valentía o méritos al mando de las tropas, afirma Breglia, quien, desde su condición de masón, subraya que siempre busca la protección de las personas ante cualquier poder despótico, y por ello, agrega, aplica sus conocimientos para entender el uso nocivo de la simbología nazi en la actualidad.

“El martillo de Thor en la mitología nórdica es el arma más temida, símbolo de destrucción y poder. La Alemania nazi se apropió de este elemento –señala y rememora–: su imagen ha sido plasmada en banderas de fútbol, como en un encuentro de la Champions League entre Oporto y Real Madrid en el 2010”.

“La exhibición de los símbolos de odio consigue retroalimentar el mensaje del fascismo y, concretamente, la repercusión que se le da a los mismos es importante desde que utilizan como vehículo de adoctrinamiento las nuevas tecnologías de la comunicación –afirma el especialista en grupos urbanos violentos David Docal Gil en su estudio Símbolos del odio (2012)–, por ello debemos conocer que símbolos utilizan y su significado con el objetivo de prevenir y atajar y en su caso enjuiciar, acorde con el Estado de Derecho, las conductas que no lo respeten”.

Semanas antes de tratar de asesinar a la Vicepresidenta de la Nación, Sabag Montiel apareció en un móvil de Crónica TV estigmatizando a quienes son beneficiarios de planes sociales porque “generan vagancia”, en sintonía con los discursos de odio difundidos 24×7 en las redes y medios hegemónicos.

En el mismo móvil de Crónica fue entrevistada una mujer de la Villa 20 de Lugano que se manifestó en desacuerdo con los dichos de Fernando y de su novia, que estaba con él y que se jactó de ganar mucho más quee “los 21 mil pesos que se cobra por los planes” vendiendo copos de azúcar.

Un rato más tarde, en sus redes, Sabag Montiel se refirió a la mujer de la Villa 20 como “la boliviana que nos trató de mentirosos diciendo que no ganábamos eso”. Un nazi, racista y xenófobo cebado por los discursos de las corporaciones del odio.

«Es la crónica de un atentado anunciado»

«Es la crónica de un atentado anunciado»

La periodista y analista política Stella Calloni pone en contexto nacional y regional el atentado a Cristina Fernández de Kirchner. «En esta situación, no se puede ser ambiguo», sentencia.

Stella Calloni es una periodista de investigación y escritora argentina especializada en procesos políticos y sociales latinoamericanos. Ha brindado cobertura a los recientes procesos destituyentes en la región y su análisis permite comprender las motivaciones ocultas en lo que entiende como “golpes de Estado de baja intensidad”. Su mirada ayuda a navegar en la intensidad de los conflictos al calor de los hechos. En este caso la crónica anunciada del retorno de la violencia política en el intento de asesinato de Cristina Fernández de Kirchner.

Sus libros, Los años del lobo: Operación Cóndor (1999) y Operación Cóndor: pacto criminal (2001), son piezas periodísticas ineludibles para comprender la complejidad de la violencia política en el Cono Sur. También sus artículos como corresponsal de La Jornada de México han sido siempre una guía para el periodismo comprometido con la democracia.  En sus 62 años de trabajo ininterrumpido ha entablado diálogos con numerosos mandatarios latinoamericanos como Salvador Allende, Hugo Chávez Frías, Fidel Castro Ruz, Rafael Correa Delgado, Evo Morales Ayma y Daniel Ortega.

 Frente al ataque dirigido a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner reflexiona sobre el contexto político-social, los antecedentes en manifestaciones previas de ciertos sectores antiperonistas y el rol de los medios de comunicación en la circulación de discursos de odio.

¿Cuál es su primera reflexión respecto del ataque que recibió la vicepresidenta?

 No debemos tomar esto como algo coyuntural. Esto es parte de un proceso que viene sucediendo en América Latina. ¿Qué era lo que estaba haciendo el embajador de Estados Unidos, Marc Stanley, cuando en un mensaje a Horacio Rodríguez Larreta le dice: “Únanse antes de las elecciones del 23”? ¿Para qué te vas a unir, para un gobierno de transición? Esos son llamados a los golpes de Estado. Lo que le está pasando a Cristina es casi un atentado anunciado, porque ya han intentado atentar contra ella. Con la siembra de bolsas negras, los muñecos ahorcados, el apedreo a su oficina en el Congreso y ver que su ventana estaba marcada. Sumado al accionar de los periodistas que no son periodistas, sino parte de un complejo plan de apoderamiento de todos los países de nuestra América Latina y sus recursos. ¿No era eso un disparo al pecho de la vicepresidenta, cuando intentaban degradarla, humillarla, a un punto pocas veces visto? Estaban tratando de matarla moralmente y no les dio resultado. Pero ya cuando quemaban el muñeco de ella ahorcada en Plaza de Mayo, si ella pasaba por ahí la mataban. Esa violencia la siembran los medios de comunicación al servicio de la guerra, porque están haciendo una guerra de baja intensidad. El lenguaje que tienen es criminal, abusivo. Es un atentado también esa condena que le hicieron de una causa que no tiene ninguna prueba, se basa en un alegato, y salen todos a festejar. También tenemos que pensar que estuvimos con una lentitud insoportable para responder a estas cosas tan graves, y lo que estuvimos haciendo,o no, para que un episodio así nos encontrara en esta coyuntura peligrosísima.

 

La escalada de violencia es evidente, pero un acto así no parecía posible desde la vuelta a la democracia.

 No parecía posible, pero mirá lo que hicieron el sábado [27 de agosto]. Dejaron el escenario armado, dejaron dos containers de piedras a una cuadra de la casa de la vicepresidenta. Venían dispuestos a matar, a hacer algo muy fuerte que por suerte se les quebró. Pero lo poco que hicieron fue demasiado, lo que hablaban, lo que insultaban, las amenazas de la policía, el maltrato… Aislar a la vicepresidenta es decir: “Te encierro acá en tu casa”. Todo eso es gravísimo y no le damos la dimensión hasta ver algo que no creíamos posible en nuestro país, que es ponerle un arma a centímetros de la cara de la vicepresidenta. Aquí no se puede ser ambiguo, no se puede andar con un discurso de poner la otra mejilla. En ningún país del mundo se hubiera aceptado que llevaran una guillotina a Plaza de Mayo, habiendo tenido tantas dictaduras y siendo la última la más cruel de la historia. Por un lado está esa siembra; y, por otro, algunas debilidades que no podemos regalarnos en este período histórico en el que estamos peleando a muerte nuestra independencia definitiva. Estudiemos un poco. Estamos muy acostumbrados a la coyuntura. Es la crónica de un atentado anunciado.

 

¿Cómo debería actuar un periodismo responsable con los derechos humanos y la democracia?

 

El periodismo responsable es la verdad. En principio, decir la verdad permanentemente. Sea cual sea, porque la verdad no mata. Según la UNESCO los pueblos tienen el derecho a una información veraz. La información falsa es violentar un derecho humano de los pueblos. Y las noticias falsas han estado toda la vida. En 1955 era tal la violencia de lo que decían sobre Perón y Evita, que tenían 150 juicios abiertos y ninguno de ellos servía para nada. Y Cristina iba aumentando su cifra. El periodismo debe combatir también al mal periodismo, exigiendo que se ajuste a las reglas periodísticas. Y el monopolio también atenta contra el buen periodismo. Hay que hacer algo. Primero, organizarnos a nivel nacional. Un puchito por acá, otro por allá… eso no sirve. Organicémonos para exigir que el periodismo sea periodismo. Y cuando no es periodismo es una  práctica mercenaria de la desinformación que alienta el crimen o es propaganda. No hay que repetir esos discursos y sí explicarle al pueblo argentino que eso no es periodismo. No podemos seguir permitiendo que la palabra sea un arma de guerra.

 

¿Y qué medidas se pueden tomar desde el gobierno?

 Tienen que ser clarísimos con ese tema. ¿Qué vas a alimentar, a periódicos que se hicieron dueños de Papel Prensa gracias a la dictadura? Hay muchas cosas por reajustar. En este período histórico, no puede un gobierno ser ambiguo. Porque ves que desde el otro lado te están tirando con todo lo que tienen a mano. Tenés que averiguar a dónde va el dinero y qué se hace. Como decía Perón, acostumbrémonos a pensar estratégicamente la situación de nuestros países. Porque lo que nos pase hoy a nosotros es lo que le va a pasar a toda América Latina, porque somos un territorio riquísimo y estamos en la mira de todos los ambiciosos del mundo que quieren apoderarse de nuestros recursos, y si nos tienen que limpiar porque les molestamos, nos van a limpiar. Y hay gente joven en nuestras universidades que está muy preparada y a los que no se les dan oportunidades. Tenemos una enorme cantidad de recursos humanos para hacer otro periodismo.

 

Cristina es referente de un progresismo latinoamericano de principios de siglo. Pero, además, es mujer. ¿Cree que eso aumenta el odio que recibe?

Por supuesto. Dilma Rousseff y Cristina son castigadas porque son mujeres. Y Cristina es una mujer inteligente, la consideran una estadista en círculos más serios. Entonces es un odio desmedido que va mucho más allá de un tema político. Están compitiendo contra una mujer inteligente. Todo el espíritu de esa unidad progresista, no socialista o comunista, que hubo a principios del siglo en América Latina es lo que está sucediendo con esta rebelión de los pueblos. Sembraron la idea de que las cosas pueden ser mejor. Los veinte millones de personas que sacó Lula de la pobreza nunca se olvidan, como no se olvidó la gente del peronismo. Decía Leonardo Favio que el peronismo es un sentimiento. Y sí. El amor a la patria también es un sentimiento. Hay muchas cosas para reflexionar. Pero en el fondo es saber quién sos, a dónde vas y qué querés para tu pueblo. Recuperar el respeto y los valores.