«Este atentado es la exteriorización de un proceso largo»

«Este atentado es la exteriorización de un proceso largo»

Marcelo Larraquy, historiador y periodista, y Alejandro Kaufman, ensayista y crítico cultural, analizan el atentado contra Cristina Fernández de Kirchner y lo ponen en un contexto histórico.

Alejandro Kaufman.

Una de las pocas banderas que quedaba casi sin manchar de nuestro sistema político desde la dictadura para este lado de la historia era el no-uso la violencia para dirimir las cuestiones ideológico-partidarias.. 

El término que suena de otra época, casi como el de cuarentena, es el de magnicidio: un intento de asesinato a una figura pública relevanteimpone revisar la historia de lo que se llama violencia política. Marcelo Larraquy, historiador y periodista, y Alejandro Kaufman, ensayista y crítico cultural, analizan el atentado contra Cristina Fernández de Kirchner y lo ponen en un contexto histórico.

A partir del atentado a Cristina Fernández de Kirchner, ¿se puede pensar la violencia política en términos históricos?

AK: Hay que empezar por que “violencia política” es una expresión que no significa mucho, en general se usa de una manera negadora de los conflictos. Cuando se dice violencia política es como si se dijera “no-violencia política” y entonces se imagina una paz, que es lo que uno desearía, pero que en general funciona como una manera de negar los conflictos sociales que tienen que ver con la injusticia. Hay un monto de violencia que forma parte de la vida social y que tiene que ser siempre referido, explicado, contextualizado, y no tratado como si fuera un fenómeno independiente de la lógica social, porque eso siempre sirve a la derecha. 

¿Qué antecedentes hay de intentos de magnicidio en Argentina? Aparecen los intentos de magnicidio a Alfonsín. 

ML: Hay muy pocos antecedentes de intento de magnicidio en la Argentina. Desde la formación del estado y desde la democracia hay muy pocos. En el caso de Alfonsín, si. Cuando ya no era presidente. En el caso de Sarmiento, también. Pero este de Cristina como vicepresidenta con una centralidad en la política argentina de alguna manera marca una novedad en la última etapa.

Hay una escalada de violencia que fue conquistando lugares para materializarse en lo que pasó ayer. ¿Es un punto de inflexión en términos históricos? 

AK: En un sentido lo es, y en otro uno tendría que cuestionar que lo sea. Esta es una paradoja que ocurre en los grandes eventos: el gran evento marca y se presenta como una bisagra y es representado de esa forma, pero si uno pone el acento en el gran evento pierde de vista los procesos largos que son los verdaderamente responsables de lo que ocurre. Pero este atentado es la exteriorización de un proceso largo, es su culminación. Es como la cumbre de una montaña, abajo está la montaña y para llegar a la cumbre hay que subir. No es una llanura donde la cumbre aparece de repente, no es un rayo en un cielo despejado, es un rayo en medio de una tempestad que ya estaba y era relativamente ignorada. Hay una especie de divinización de una libertad de expresión boba, abstracta, por la cual nada se puede decir sobre este tipo de problemas de opinión o de expresión, que son de estigmatización y de odio. Entonces, el atentado se sitúa en ese marco.

Siempre hubo intentos de disputar el sentido en términos de números de desaparecidos por ejemplo, pero cada vez el negacionismo parece avanzar un paso más. ¿Qué pasa con la construcción de consenso en torno a la memoria? 

ML: El consenso en torno a la memoria entra en esta disputa política. Antes el 24 de marzo era una fecha de convocatoria histórica, de consenso como el Nunca Más, que era parte de la cultura política argentina, un acuerdo sobre lo que había significado la dictadura. Solo elementos marginales lo ponían en discusión ligados a la derecha procesista. Pero ahora entra en clave de discusión política, negacionista. Entonces ese consenso, al entrar en la disputa política, se va perdiendo.

AK: Hablar de consenso y hablar de disputa cuando se habla de la memoria, es ya una forma de devaluar la problemática de la memoria. Porque la memoria no es objeto de disputa, no puede serlo. ¿Uno qué disputa? Una pizza, un partido de fútbol. Uno no disputa su propia vida y por lo tanto no disputa la memoria. La memoria no es un objeto de disputa. 

La memoria es lo que se sostiene con el testimonio, es decir, con el cuerpo y con la vida.  En una disputa, uno puede perder o ganar, mientras que la vida si se pierde no queda nada más. Y con la memoria pasa lo mismo. Se instaló, hace ya muchos años, un sociologismo de la memoria que lo ve como un juego en que alguien gana y alguien pierde, alguien impone su versión sobre otra. En lugar de ver que como la memoria es producto del testimonio, es cierto que hay muchos testimonios divergentes y mucha memoria, pero no disputan, coexisten. El consenso es ponerse de acuerdo sobre un contrato, sobre algo que puede ser de un modo o de otro. Esto no puede ser de un modo o de otro, la memoria del horror y la condena a los genocidios no son consensuales, no son opinables. Hay un mínimo que no es opinable. Pero ahí hay una confusión que se produce, cuyo resultado es la Teoría de los Dos Demonios. Porque entonces los dos demonios son opiniones, son disputas y son consensos.

Hay un personaje que siempre estuvo vinculado a la política y a la violencia que es Patricia Bullrich. Ayer escribió que el presidente tomó un acto individual y lo convirtió en una jugada política. ¿Dónde se ubica esa declaración históricamente? 

ML: En el caso de Bullrich me parece que lo que busca es jugar por su candidatura presidencial por encima de la gravedad institucional que supuso este atentado a la vicepresidenta, un atentado a la democracia. Yo lo relaciono con la sublevación carapintada, donde estuvo en riesgo la democracia y también hubo apoyo popular y apoyo de la oposición, en ese caso el peronismo. Se sentaron al lado de Alfonsín sin objeciones, al lado de Alfonsín en el balcón de la Plaza de Mayo con un apoyo total, sin hacer cálculo político. Me parece que Bullrich hace un cálculo político electoralista dentro de su núcleo propio de votantes por encima del atentado a la democracia. 

Ezequiel Ipar escribió en Anfibia que este es el “acontecimiento de violencia política más previsible de la historia argentina”. ¿Cómo se lee este contexto en términos históricos? 

ML: Lo que se corrió es la cultura política. La cultura política hoy es el mensaje que dio Ricardo López Murphy, al menos desde ese sector: ellos o nosotros. La confrontación con el enemigo. Eso rompe toda posibilidad de convivencia política porque cada hecho menor va a ser objeto de una discusión política bipolar, tajante e implacable de enfrentar al enemigo. Se da en todos los órdenes y se pierde racionalidad política. Esa pérdida es lo que impide una discusión serena sobre la vida política de los argentinos y la sociedad de cara al futuro. Retrotrae el debate a situaciones no racionales, de psicosis política en la que entran desde políticos avezados como es el caso de López Murphy, con una historia en el radicalismo, hasta sectores de ultraderecha. Mi lectura es que este atentado fue como la sublevación de Semana Santa y requiere el apoyo de la sociedad toda en favor de la estabilidad institucional.

Parece que vivimos en un estado de excepción constante, que corre el límite siempre un poco más. 

AK: Sí, efectivamente. Ese el problema también de la institucionalidad democrática que supone un estado de cosas respecto a las cuales lo que interfiere con esa forma de vida es una excepción, pero los intereses que tienen que ver con lesionar esa forma de vida recurren siempre a la excepción y la convierten en norma. Son intereses pero también son ideologías, formas de vida, de pensamiento, de acción, que llamamos habitualmente derechas o derechas extremas y que no tienen interés en defender la convivencia democrática. La convivencia democrática no conduce a favorecerles a esas formas de ver las cosas. Necesitan una sociedad vertical, ordenada, autoritaria, unívoca y entonces luchan contra la democracia y utilizan métodos espurios, métodos de violencia, de violencia simbólica y física constante. Eso pasa con el régimen acusatorio: algo que tendría que ser una excepción que es que haya un delito, que haya un conflicto y que pueda recurrirse a una tercera parte que son los tribunales, se convierte en el discurso habitual. Entonces vos tenés medios de comunicación que es como si estuvieran en un tribunal permanente de enjuiciamiento de culpables que son siempre los sectores populares, es decir, la guerra contra el pueblo es a través de una lógica juridicista, tribunalicia, que culpa constantemente de todo y que logra que una parte de la población quede subyugada por ese tipo de discursos. Hemos llegado demasiado lejos.

Los símbolos del odio

Los símbolos del odio

Sol negro en el codo, cruz de hierro en la mano derecha, martillo de Thor en la izquierda: los mensajes de violencia tatuados en la piel de Fernando Andrés Sabag Montiel, el hombre que intentó asesinar a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

“El sol negro forma parte del ocultismo nazi, fundado en un misticismo ario ancestral, donde se destacaban la pureza de la sangre y de la conquista del espacio vital para dicha raza”, sostiene el historiador Nicolás Breglia, quien además es Pro Gran Maestre de la Masonería Argentina.

Compuesto por dos círculos concéntricos, su interior tiene la forma de un sol del que parten doce rayos. Sus extensiones alcanzan el círculo exterior, donde los ángulos se tuercen y forman dos símbolos importantes en el misticismo nazi: la esvástica y las doce runas de la victoria. Esta representación constituía el emblema de las SS, el cuerpo de élite del régimen nazi.

La cruz de hierro, que ostenta Sabag Montiel en su mano derecha, fue utilizada por Hitler como condecoración por actos de gran valentía o méritos al mando de las tropas, afirma Breglia, quien, desde su condición de masón, subraya que siempre busca la protección de las personas ante cualquier poder despótico, y por ello, agrega, aplica sus conocimientos para entender el uso nocivo de la simbología nazi en la actualidad.

“El martillo de Thor en la mitología nórdica es el arma más temida, símbolo de destrucción y poder. La Alemania nazi se apropió de este elemento –señala y rememora–: su imagen ha sido plasmada en banderas de fútbol, como en un encuentro de la Champions League entre Oporto y Real Madrid en el 2010”.

“La exhibición de los símbolos de odio consigue retroalimentar el mensaje del fascismo y, concretamente, la repercusión que se le da a los mismos es importante desde que utilizan como vehículo de adoctrinamiento las nuevas tecnologías de la comunicación –afirma el especialista en grupos urbanos violentos David Docal Gil en su estudio Símbolos del odio (2012)–, por ello debemos conocer que símbolos utilizan y su significado con el objetivo de prevenir y atajar y en su caso enjuiciar, acorde con el Estado de Derecho, las conductas que no lo respeten”.

Semanas antes de tratar de asesinar a la Vicepresidenta de la Nación, Sabag Montiel apareció en un móvil de Crónica TV estigmatizando a quienes son beneficiarios de planes sociales porque “generan vagancia”, en sintonía con los discursos de odio difundidos 24×7 en las redes y medios hegemónicos.

En el mismo móvil de Crónica fue entrevistada una mujer de la Villa 20 de Lugano que se manifestó en desacuerdo con los dichos de Fernando y de su novia, que estaba con él y que se jactó de ganar mucho más quee “los 21 mil pesos que se cobra por los planes” vendiendo copos de azúcar.

Un rato más tarde, en sus redes, Sabag Montiel se refirió a la mujer de la Villa 20 como “la boliviana que nos trató de mentirosos diciendo que no ganábamos eso”. Un nazi, racista y xenófobo cebado por los discursos de las corporaciones del odio.

«Es la crónica de un atentado anunciado»

«Es la crónica de un atentado anunciado»

La periodista y analista política Stella Calloni pone en contexto nacional y regional el atentado a Cristina Fernández de Kirchner. «En esta situación, no se puede ser ambiguo», sentencia.

Stella Calloni es una periodista de investigación y escritora argentina especializada en procesos políticos y sociales latinoamericanos. Ha brindado cobertura a los recientes procesos destituyentes en la región y su análisis permite comprender las motivaciones ocultas en lo que entiende como “golpes de Estado de baja intensidad”. Su mirada ayuda a navegar en la intensidad de los conflictos al calor de los hechos. En este caso la crónica anunciada del retorno de la violencia política en el intento de asesinato de Cristina Fernández de Kirchner.

Sus libros, Los años del lobo: Operación Cóndor (1999) y Operación Cóndor: pacto criminal (2001), son piezas periodísticas ineludibles para comprender la complejidad de la violencia política en el Cono Sur. También sus artículos como corresponsal de La Jornada de México han sido siempre una guía para el periodismo comprometido con la democracia.  En sus 62 años de trabajo ininterrumpido ha entablado diálogos con numerosos mandatarios latinoamericanos como Salvador Allende, Hugo Chávez Frías, Fidel Castro Ruz, Rafael Correa Delgado, Evo Morales Ayma y Daniel Ortega.

 Frente al ataque dirigido a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner reflexiona sobre el contexto político-social, los antecedentes en manifestaciones previas de ciertos sectores antiperonistas y el rol de los medios de comunicación en la circulación de discursos de odio.

¿Cuál es su primera reflexión respecto del ataque que recibió la vicepresidenta?

 No debemos tomar esto como algo coyuntural. Esto es parte de un proceso que viene sucediendo en América Latina. ¿Qué era lo que estaba haciendo el embajador de Estados Unidos, Marc Stanley, cuando en un mensaje a Horacio Rodríguez Larreta le dice: “Únanse antes de las elecciones del 23”? ¿Para qué te vas a unir, para un gobierno de transición? Esos son llamados a los golpes de Estado. Lo que le está pasando a Cristina es casi un atentado anunciado, porque ya han intentado atentar contra ella. Con la siembra de bolsas negras, los muñecos ahorcados, el apedreo a su oficina en el Congreso y ver que su ventana estaba marcada. Sumado al accionar de los periodistas que no son periodistas, sino parte de un complejo plan de apoderamiento de todos los países de nuestra América Latina y sus recursos. ¿No era eso un disparo al pecho de la vicepresidenta, cuando intentaban degradarla, humillarla, a un punto pocas veces visto? Estaban tratando de matarla moralmente y no les dio resultado. Pero ya cuando quemaban el muñeco de ella ahorcada en Plaza de Mayo, si ella pasaba por ahí la mataban. Esa violencia la siembran los medios de comunicación al servicio de la guerra, porque están haciendo una guerra de baja intensidad. El lenguaje que tienen es criminal, abusivo. Es un atentado también esa condena que le hicieron de una causa que no tiene ninguna prueba, se basa en un alegato, y salen todos a festejar. También tenemos que pensar que estuvimos con una lentitud insoportable para responder a estas cosas tan graves, y lo que estuvimos haciendo,o no, para que un episodio así nos encontrara en esta coyuntura peligrosísima.

 

La escalada de violencia es evidente, pero un acto así no parecía posible desde la vuelta a la democracia.

 No parecía posible, pero mirá lo que hicieron el sábado [27 de agosto]. Dejaron el escenario armado, dejaron dos containers de piedras a una cuadra de la casa de la vicepresidenta. Venían dispuestos a matar, a hacer algo muy fuerte que por suerte se les quebró. Pero lo poco que hicieron fue demasiado, lo que hablaban, lo que insultaban, las amenazas de la policía, el maltrato… Aislar a la vicepresidenta es decir: “Te encierro acá en tu casa”. Todo eso es gravísimo y no le damos la dimensión hasta ver algo que no creíamos posible en nuestro país, que es ponerle un arma a centímetros de la cara de la vicepresidenta. Aquí no se puede ser ambiguo, no se puede andar con un discurso de poner la otra mejilla. En ningún país del mundo se hubiera aceptado que llevaran una guillotina a Plaza de Mayo, habiendo tenido tantas dictaduras y siendo la última la más cruel de la historia. Por un lado está esa siembra; y, por otro, algunas debilidades que no podemos regalarnos en este período histórico en el que estamos peleando a muerte nuestra independencia definitiva. Estudiemos un poco. Estamos muy acostumbrados a la coyuntura. Es la crónica de un atentado anunciado.

 

¿Cómo debería actuar un periodismo responsable con los derechos humanos y la democracia?

 

El periodismo responsable es la verdad. En principio, decir la verdad permanentemente. Sea cual sea, porque la verdad no mata. Según la UNESCO los pueblos tienen el derecho a una información veraz. La información falsa es violentar un derecho humano de los pueblos. Y las noticias falsas han estado toda la vida. En 1955 era tal la violencia de lo que decían sobre Perón y Evita, que tenían 150 juicios abiertos y ninguno de ellos servía para nada. Y Cristina iba aumentando su cifra. El periodismo debe combatir también al mal periodismo, exigiendo que se ajuste a las reglas periodísticas. Y el monopolio también atenta contra el buen periodismo. Hay que hacer algo. Primero, organizarnos a nivel nacional. Un puchito por acá, otro por allá… eso no sirve. Organicémonos para exigir que el periodismo sea periodismo. Y cuando no es periodismo es una  práctica mercenaria de la desinformación que alienta el crimen o es propaganda. No hay que repetir esos discursos y sí explicarle al pueblo argentino que eso no es periodismo. No podemos seguir permitiendo que la palabra sea un arma de guerra.

 

¿Y qué medidas se pueden tomar desde el gobierno?

 Tienen que ser clarísimos con ese tema. ¿Qué vas a alimentar, a periódicos que se hicieron dueños de Papel Prensa gracias a la dictadura? Hay muchas cosas por reajustar. En este período histórico, no puede un gobierno ser ambiguo. Porque ves que desde el otro lado te están tirando con todo lo que tienen a mano. Tenés que averiguar a dónde va el dinero y qué se hace. Como decía Perón, acostumbrémonos a pensar estratégicamente la situación de nuestros países. Porque lo que nos pase hoy a nosotros es lo que le va a pasar a toda América Latina, porque somos un territorio riquísimo y estamos en la mira de todos los ambiciosos del mundo que quieren apoderarse de nuestros recursos, y si nos tienen que limpiar porque les molestamos, nos van a limpiar. Y hay gente joven en nuestras universidades que está muy preparada y a los que no se les dan oportunidades. Tenemos una enorme cantidad de recursos humanos para hacer otro periodismo.

 

Cristina es referente de un progresismo latinoamericano de principios de siglo. Pero, además, es mujer. ¿Cree que eso aumenta el odio que recibe?

Por supuesto. Dilma Rousseff y Cristina son castigadas porque son mujeres. Y Cristina es una mujer inteligente, la consideran una estadista en círculos más serios. Entonces es un odio desmedido que va mucho más allá de un tema político. Están compitiendo contra una mujer inteligente. Todo el espíritu de esa unidad progresista, no socialista o comunista, que hubo a principios del siglo en América Latina es lo que está sucediendo con esta rebelión de los pueblos. Sembraron la idea de que las cosas pueden ser mejor. Los veinte millones de personas que sacó Lula de la pobreza nunca se olvidan, como no se olvidó la gente del peronismo. Decía Leonardo Favio que el peronismo es un sentimiento. Y sí. El amor a la patria también es un sentimiento. Hay muchas cosas para reflexionar. Pero en el fondo es saber quién sos, a dónde vas y qué querés para tu pueblo. Recuperar el respeto y los valores.

Atentado a la democracia

Atentado a la democracia

Pocos minutos después de las 21.00 de este jueves, una persona -luego identificada como Fernando Andrés Sabag Montiel- gatilló una pistola Bersa con cinco balas a centímetros de la cabeza de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Por fortuna, los proyectiles no salieron. Conmoción social y una marcha convocada para el mediodía del viernes.

El día que Recoleta fue Rekoleta

El día que Recoleta fue Rekoleta

Una multitud se manifestó en las inmediaciones de la casa de Cristina Fernández de Kirchner en su apoyo y en repudió al vallado que rodeaba su domicilio. Hubo represión de la Policía de la Ciudad y, al final, habló la Vicepresidenta entre los manifestantes.

Los planes cambiaron. Las organizaciones políticas ligadas al peronismo habían organizado movilizaciones en diferentes puntos de la Ciudad y el país para el sábado 27 de agosto en solidaridad con la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, para quien el fiscal Diego Luciani pidió inhabilitación de por vida para ejercer cargos públicos y doce años de prisión por la denominada causa Vialidad. Sin embargo, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires decidió colocar vallados en la puerta de su casa para interrumpir la vigilia de militantes que allí se daba desde el lunes y los manifestantes decidieron cambiar el escenario de sus actos políticos. Todos fueron a Juncal y Uruguay.

Los vallados fueron colocados en las esquinas en Juncal y Paraná, y Juncal y Uruguay. Ambos impedían el acercamiento del pueblo, y también, la salida de quienes viven en la intersección que se ha convertido el punto de encuentro para miles que han sentido la necesidad de salir a calle a proteger a la máxima líder del peronismo.

Un primer acercamiento hostil. La Policía de la Ciudad parecía no querer ceder. Mientras tanto en Parque Lezama, como en Parque Chacabuco, por asamblea y voto popular, se decidió llevar la manifestación hacia donde se encuentra el departamento de la Vicepresidenta de la Nación. El motivo es simple, las fuerzas policiales, con constantes provocaciones, querían impedir el acercamiento de miles por miedo a que se produzca un plan organizado “de ocupación del espacio público”.

Esto llevó a un debate interno dentro la oposición: mantener a la policía allí y que cada momento se viva con máxima tensión, o retirar la presencia policial. Hacía las 18:00, aproximadamente, las columnas de militantes y personas autoconvocadas decidieron avanzar por Juncal, post represión con gases, la utilización de camión hidrante y balas de goma. Mientras se acercaban hacia la policía, la militancia cantaba “el pueblo unido jamás será vencido”. Tras unos minutos de tensión, los uniformados debieron retroceder y ceder el espacio al pueblo.

A pesar de que la presencia policial no disminuyó, las columnas de miles y miles de personas, entre jóvenes, adultos y adultos mayores, se reunieron en la esquina de Juncal y Uruguay y la imagen se transformó. De ser una esquina sitiada, pasó a ser un lugar de reencuentro entre personas que no se veían hace mucho tiempo, de abrazos, mates, y canciones a favor de Cristina Ferández de Kirchner que, mientras tanto, se encontraba en el interior de su departamento.

Entre las personas que allí se reunían, en esa mezcla entre juventud y adultez, quienes eran autoconvocados confirmaban que su acercamiento hacia la movilización era por lealtad y porque la figura de Cristina Fernández de Kirchner significaba mucho para el pueblo. Todos enumeraban logros de sus gobiernos.

Nadie se movía de su lugar. El atardecer trajo expresiones artísticas como cuadros, fotografías de la Vicepresidenta, fuegos artificiales y bombos, acompañados -en más de una vez-, por la Marcha Peronista, mientras aguardaban que simplemente se asomara por el balcón Cristina Ferández de Kirchner. Sorpresa para todos y todas, luego de la conferencia de prensa del Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, decidió hablar frente al público que allí la esperaba.

En un discurso con fuerte crítica hacia la violencia institucional ejercida por las fuerzas policiales, que inclusive se llevaron detenidos a representantes políticos y dejaron un periodista herido, la Vicepresidenta afirmó que “la violencia fue provocada por odio al peronismo. No toleran el amor y la alegría de los peronistas”.

Y recordó que, la esquina donde se encuentra su departamento, es un lugar constante de ataques por parte de seguidores de la oposición: “Desde el último día que me fui de la Presidencia, ese 9 de diciembre que terminaba ese acto maravilloso en Plaza de Mayo, no pude llegar acá porque este lugar estaba rodeado de simpatizantes del nuevo gobierno, del macrismo, que insultaban y agredían”.

“Desde ese día y hasta el martes he sufrido el permanente hostigamiento de gente que viene a amenazarme de muerte. Nunca vi a la Ciudad de Buenos Aires intervenir para evitar ese hostigamiento. Pago mis impuestos igual que todos los que están acá. Tengo el mismo derecho, ninguno más, pero sí el mismo. Y después dicen que los peronistas somos violentos”, desarrolló.

Y agregó que “Ha habido demasiada sangre en la Argentina para que sigan amenazando con tiros, balas, gas lacrimógeno, gas pimienta, a los que piensan diferente”. Y destacó que lo que sucedió durante cinco días en las calles de Recoleta “No vi insultar a nadie, no a desearle la muerte a nadie. Simplemente se vino a apoyar, humildemente, a un espacio político que tanto ha logrado para la Argentina. Por más que quieran ocultarlo o disimularlo desde sus construcciones mediáticas”.

Por último, les habló a quienes se encontraban allí y remarcó que “aunque viviera mil años nunca me va a alcanzar para agradecerles el amor, la solidaridad y la lealtad de todos ustedes”.

Estas últimas palabras llevaron al fin de la manifestación. Por lo menos por esta noche. En un momento histórico donde el peronismo parecía dividido, encontró en este ataque a Cristina Fernández de Kirchner, un motivo sólido que ha llevado a la unión del movimiento nacional y popular, como el acercamiento de muchos y muchas a la política.