Por Lucía Bernstein Alfonsín y Carla Spinelli
Fotografía: Ana Laura Márcico, Diego Castro Romero, Rocío Forte, Sabrina Nicotra, Sofía Barrios y Camila Miconi

Una multitud convocada en pocas horas desbordó la Plaza de Mayo y varias cuadras a la redonda, en claro repudio al intento de magnicidio de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Referentes políticos, organizaciones populares, sociales de derechos humanos, estudiantes, y un intenso y constante flujo de personas confluyeron durante al menos seis horas hacia la plaza donde, al cierre, se leyó un documento que exigió dejar afuera de la sociedad los discursos de odio.

Miles y miles de personas marcharon a Plaza de Mayo -algunos calcularon medio millón, pero para qué sirve hacer el cálculo si de toda formas desbordó cualquier previsión-, para responder y rechazar de plano el intento de magnicidio de Cristina Kirchner, la vicepresidenta de la Nación.

Amigos, familiares y conocidos se mezclaron entre remolinos de gente y banderas mientras se iban encontrando. “¡Eh Rober!”, le gritó el señor a su compañero antes de darse un abrazo de fuerte agarre. Los encuentros resultaron parte fundamental de esta marcha de rostros conocidos. Estaban todos los mismos que salieron el 24 de marzo, todos los mismos que salieron para la movilización del 2×1, todos los mismos que gritaron “¡presente!” cada vez que alguien no estaba.

Estuvieron las Abuelas, las Madres, los H.I.J.O.S. y les Nietes de Plaza de Mayo, estuvo la CORREPI, estuvo SIPREBA, estuvieron los ex combatientes de Malvinas; estuvo el PJ, La Cámpora, los Canillitas, la UPCN, estuvo La Poderosa, la CTA, Barrios de Pie, UTEP; estuvieron las agrupaciones de los distintos barrios de la Provincia de Buenos Aires, el Frente Trabajo y Dignidad, los secundarios, los terciarios y las universidades; estuvieron todos ellos y muchos más.

Entrando por la todavía vacía Avenida de Mayo se veía a lo lejos la Casa Rosada, paisaje cubierto de celeste, blanco y un humo que cerraba el cuadro. “¡Hay choris muchachos!”, se escuchó a lo lejos en la plaza del pueblo. A un costado, dos pibes se apoyaban en lo que era un metro y medio de vallas negras -de esas que la policía usa para intentar frenar multitudes- que yacían apiladas en la vereda. Con sus Quilmes en la mano charlaban tranquilos. Ahí no se iba a levantar ninguna otra valla.

Osvaldo y Elena se encontraban frente al Cabildo, mirando cómo cientos de militantes de la UOM se acercaban desde Diagonal Sur, donde en su momento supo entrar la Juventud Sindical. “Estábamos en casa cuando dieron la noticia. Nos impactó mucho, nos asustó. Nos hizo pensar qué podría haber llegado a pasar -dijo Osvaldo- Realmente creíamos que vivíamos en una democracia plena y resulta que no es tan sólida. Hay que seguir peleando para mantenerla”.

Los trabajadores de AuBASA se sentaban en ronda para compartir unos mates cuando sonó una bengala. “¡Esa!”, gritaron todos mientras calmaban a los compañeros asustados con una sonrisa. Una sonrisa que solo pudo ser porque una bala falló. Los estruendos gatillaron los odios e hicieron temblar los cuerpos de los compañeros, agradecidos de no haberlos escuchado la noche anterior.

 “Si ese tiro hubiera salido, hoy el escenario sería otro -dijo Graciela Lois, de Familiares-. Hoy tenemos que estar todos, primero porque tenemos que defender a la vicepresidenta y segundo porque tenemos que defender a la democracia. Tipos como estos no son locos sueltos, a mí la teoría del loco suelto no me llega”.

 En el revoltijo de sentimientos, la angustia e impotencia se hacían presentes al recordar el motivo de la convocatoria. Para defender la democracia había muchos, pero no estaban todos. El odio al pueblo, el odio a la lucha, el odio a ella se notaba en la ausencia de los principales dirigentes políticos de los partidos opositores, que, sí lo hicieron, únicamente mostraron su compasión a través de los medios y redes sociales.

“La democracia argentina no tolera estos niveles de violencia, es momento de salir a defender lo que construimos durante estos últimos cuarenta años -dijo Paula Litvachky, directora del Centro de Estudios Legales y Sociales-. Estos momentos son puntos bisagras para la democracia argentina. Hay que pensar cómo se hace política de ahora en adelante, ¿Qué hacemos con estos fenómenos sociales que vienen ocurriendo también a nivel mundial y que vienen poniendo en juego las democracias? Expresiones de odio y violencia como estas no pueden tener lugar, hay que construir una malla social que repudie esto y al mismo tiempo construya unos vínculos a futuro que nos den un horizonte democrático”, agregó.

“Esto es una cuestión de supervivencia boluda. Se pudrió todo más de lo que se podría pudrir en lo imaginable”, dijo la escritora Gabriela Cabezón Cámara mientras avanzaba detrás de la bandera de Ni Una Menos. “Mirá que yo no soy peronista, pero me encanta la fiesta peronista. No hay otra así”, agregó entre risas mientras señalaba al festival de banderas y tambores.

Celestes eran los buzos, las banderas y el cielo. Desde el sur, La Cámpora se abría paso. Los prolijos y los desprolijos cantaban: “A pesar de las bombas / de los fusilamientos / de los compañeros muertos / No nos han vencido”. Las banderas flameaban hacia la Casa Rosada y el coro de voces ocupaba más de dos cuadras de largo.

“Queremos expresar el repudio a la acción criminal, al odio, expresar nuestra solidaridad con nuestra vicepresidenta y que sienta el calor y el aliento del pueblo argentino”, dijo “Cachorro” Godoy, dirigente de la CTA Autónoma, agarrándose fuerte de sus compañeros encolumnados.

“¡Lorena! ¡Sacame una foto Lorena!”, gritó una señora trepada arriba de un grupo electrógeno. Mientras Lorena sacaba la foto, arriba del mismo camioncito grafiteado, Baltasar, de nueve años, bailaba y chiflaba con los dedos en la boca. “Es historia Romi, es historia pura. Hay que vivirla”, dijo una chica que pasaba con el dedo apretando el botón del audio de whatsapp.

Entonces fue que una ola de aplausos comenzó a crecer desde Avenida de Mayo hacia la Plaza. “Madres de la plaza / el pueblo las abraza”, el coro de puños alzados abrió paso a la camioneta de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. “Ni un paso atrás”, decía su cartel.

Ni un paso atrás se dió en toda la marcha. Ante una nueva amenaza a la democracia, ni un paso atrás. El gatillo represor que respiró en la nuca de todos los militantes comprometidos con la soberanía y paz social de su país no provocó miedo. La convocatoría demostró el todavía firme compromiso de un sector con la lucha por los derechos humanos.

“No se si van a haber discursos ¿Quién va a hablar?- dijo Horacio mientras avanzaba por Avenida de Mayo- ¿Quién va a salir en representación de todos?”. A un costado en la sede central de Madres de Plaza de Mayo se leía el cartel que hace días decoraba su entrada, “Todos somos Cristina”.

“No hay manera de relativizar ni minimizar un intento de magnicidio”, leyó Alejandra Darín, titular de la Asociación Argentina de Actores, rodeada del gabinete, miembros de organismos DDHH, sindicatos y gobernadores. El documento armado minutos atrás en la Casa Rosada sostenía que “el límite, del que hemos oído hablar mucho en las últimas horas, no se cruzó ayer. Si no queremos que la intolerancia y la violencia política arrasen con el consenso democrático que hemos construido desde 1983 a la fecha, debemos contextualizar lo ocurrido anoche contra la vicepresidenta Cristina Kirchner: desde hace varios años, un sector minúsculo de la dirigencia política y de sus medios partidarios, viene repitiendo un discurso de odio, de negación del otro, de estigmatización, de criminalización de cualquier dirigente popular o afín al peronismo, y aún de cualquier simpatizante -y recordó-. Todos hemos visto movilizaciones donde se pasearon por las plazas más importantes de la Capital Federal bolsas mortuorias, ataúdes o guillotinas”.

“Vine con mi hija, mi marido, mi hermana y con todo el pueblo argentino”, dijo limpiándose las lágrimas Jimena, que sostenía un televisor hecho de cartón que decía: “el odio no es libertad de expresión”. El reclamo por un periodismo militante y comprometido con la democracia y la justicia social se escuchaba en cada conversación y se leía en cada cartel:  “Vomitar tanto odio no puede resultar siempre gratis”; “Basta de violencia de los medios de de-formación”; “Más voces, más democracia”.

“En un principio venimos a defender a una líder Cristina Fernandez de Kirchner, pero también a la democracia y al estado de derecho -dijo Raquel Wittis con su pin que leía “Justicia por Mariano Wittis”-. Este se vio en jaque debido a los discursos de odio que tiene la oposición, donde no mide la consecuencia de sus dichos. Envía a una tropa, policía de la ciudad, mal formada, que no cumple con los protocolos y lleva adelante una represión ilegal sobre una manifestación pacífica. Es terrible que desde los mandos se incentive esa violencia”. Jorge, su marido, agregó: “Si ese fogoneo alimentó a una persona que intentó asesinar a Cristina ¿qué le espera a cualquier ciudadano de a pie?”

Memoria y agradecimiento

Por Agustín Bagnasco y Daniela Hernández

Con anteojos de sol, se pasea por Avenida de Mayo con una bandera argentina colgada del cuello. Se llama Ana, tiene 73 años y dice que en la vida solo hay que tener dos cosas: memoria y agradecimiento. Y que porque es una agradecida está hoy acá.

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Aún faltan veinte minutos para que sean las 12, hora en la que fue fijada la convocatoria a la Plaza de Mayo. Sin embargo, Osvaldo y Elena ya se encuentran frente al Cabildo, mirando cómo cientos de militantes de la UOM se acercan desde Diagonal Sur.

“Estábamos en casa cuando dieron la noticia. Nos impactó mucho, nos asustó. Nos hizo pensar qué podría haber llegado a pasar, se hubiera armado una guerra civil” –relata el hombre de 67 años, mientras su compañera de 65 le saca una foto–. Realmente creíamos que vivíamos en una democracia plena y resulta que no es tan sólida como uno creía. Hay que seguir peleando para mantenerla. Históricamente solíamos movilizarnos, en los últimos tiempos, dejamos de hacerlo por la edad y la pandemia. El hecho de anoche nos hizo volver a movilizarnos. Creo que esta marcha nos unió más que nunca, nos permite tener un poco de esperanza en que es posible mantener la democracia”.

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Desde una de las esquinas de Avenida de Mayo y Bernardo de Yrigoyen, Alba, de 76 años, observa cómo avanza la marea de manifestantes en dirección a Casa Rosada. En sus manos, se puede leer una bandera que reza “Comisión por la Memoria, la Verdad y la Justicia de Liniers, Mataderos y Villa Luro”.

“Creo que estamos en riesgo de perder la democracia por la que tanto peleamos” –lamenta–. Nosotros desde 1996 conmemoramos en nuestro barrio a los compañeros detenidos desaparecidos, que tenemos muchísimos”.

Su metro cincuenta y su voz tenue, no se condicen con la fortaleza que expresa cuando relata por qué decidió movilizarse: “lo de anoche fue de terror. Yo viví la dictadura, me tuve que exiliar porque mi compañero era delegado general de FOETRA, del Edificio Golf. Lo fue a buscar la Triple A y tuve que vivir en la clandestinidad hasta el ’77, que pudimos salir del país. Estuve en Holanda como exiliada política y recién pudimos volver en el ’83. Por eso digo que hay que defender esto con puños y dientes”.

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“Fue una locura la noticia. La verdad es que no se puede creer que puedan pasar estas cosas” –comenta Mateo Sujatovich, líder de Conociendo Rusia, bajo la sombra de uno de los plátanos de Avenida de Mayo–. Cuando recibí la noticia hubo mucha confusión, estaba en otra sintonía, escuchando el disco de una amiga que recién había salido. Realmente no entendía nada”.

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En la esquina de Rivadavia y 9 de julio, un hombre de unos 45 años se saca una foto junto a su esposa y su pequeña hija, con la columna de militantes de fondo. Una postal familiar de la lucha por la democracia.

“Venimos a apoyar a Cristina y a repudiar el hecho de anoche” –afirma él, mientras toma de la mano a la niña y acaricia su abundante barba–. También vinimos para apoyar al presidente y a decirle que es momento de que se meta un poquito en el barro. Hay cosas que se tienen que modificar ya: los jueces que están manejando las leyes del país, no queremos que estén más. Ya sabemos que responden a intereses. Se tiene que actuar con los medios que le llenan la cabeza a la gente con basura y fomentan este tipo de cosas”.

En la misma línea, la mujer agrega: “ninguno se puede hacer el distraído con todos esos discursos de violencia que generan en la gente. Tienen que ser responsables, porque no llevan a ningún buen puerto. La democracia no se fomenta, no crece, con esos discursos de odio”.

“Esperamos que se produzca un cambio –continúa él–, que la conducción política reaccione a que el pueblo está esperando otra cosa. La grieta no la inventó el peronismo, hay intereses detrás de esto. Esperamos que se actúe contra eso”.

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En una vereda de Avenida de Mayo cuatro señoras toman café y comen medialunas. Cuando la multitud empieza a cantar “No nos han vencido”, una de ellas se levanta y empieza a cantar y a grabar todo. Su nombre es Pato Quijano, tiene 72 años y milita desde los años 70. La artritis no la deja estar en la calle hoy pero hace su marcha desde la vereda.

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Faltan unas cuadras para llegar al punto de encuentro y se respira compañerismo. A la marcha, no solo asisten militantes o agrupaciones políticas. A la 9 de Julio y Avenida de Mayo llegan personas sin bandera política. Luciana, una estudiante “repudio totalmente lo que pasó. Por eso vengo a marchar contra la violencia y el odio que generan los medios tradicionales. Y vengo a bancar a Cristina.”

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“Cristina es atacada mediáticamente porque es un gran referente de la política desde hace muchos años -dice ella, profesora de la UBA, apoyada a la sombra, contra una pared mientras espera a su grupo de compañeres-, y su Gobierno junto al de Néstor fueron los mejores años de nuestras vidas.”

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“A mí nadie me trajo, yo vine en colectivo, somos dos personas y vinimos para defender la democracia.” Desde Wilde, provincia de Buenos Aires, dos hermanas se movilizaron desde bien temprano para mostrar su apoyo a Cristina. En sus manos llevan un cartel de cartón donde se lee “Todos somos Cristina” y debajo “Justicia”. “Vamos a salir cuantas veces sea necesario para defender a la democracia y a Cristina”, dice una de ellas. “No nos van a derrotar -agrega la otra-. Nos atacan a todos, vienen por nuestros derechos, y vamos a salir las veces que sean necesarias por la justicia.”