Jubilados de vanguardia

Jubilados de vanguardia

Como en la década de 1990, un grupo de trabajadores pasivos se reúne todos los miércoles frente al Congreso para exigir aumentos que les den un respiro en el bolsillo. Participaron de las manifestaciones contra la Ley Ómnibus y fueron reprimidos. ¿Quiénes son? ¿Cuál es su historia?

Jubilados Insurgentes es un movimiento creado en el año 2019 por personas de distintas afinidades y militancias políticas. No tiene dirigentes ni referentes porque creen en una democracia directa que reemplace a un sistema de representatividad que está en crisis. Todos los lunes hacen asambleas vía Meet para reunir a todos los integrantes esparcidos por la Argentina en las que, a partir de consensos, trabajan, cada uno con su idea política, en función del bienestar no solo de los jubilados, sino también de los trabajadores en actividad –porque pelean por la defensa del sistema previsional vigente–, de los estudiantes y de los desocupados.

“Insurgentes trata de poner sobre la mesa todas las necesidades que tienen los jubilados. Hay compañeros a quienes no les dan los medicamentos oncológicos ni turnos de visitas con el médico. La situación es muy grave”, afirma Beatrice, una de las integrantes del movimiento que en los tiempos que corren prefiere preservar su apellido. Y todos coinciden en un número: 500.000 pesos de jubilación mínima, es decir, un monto que por lo menos alcance para cubrir la canasta básica de un adulto mayor.

En la vereda

El grupo Jubilados Insurgentes se junta todos los miércoles a las 15 horas en la puerta del Anexo “A”, edificio ubicado frente al Congreso sobre la avenida Rivadavia entre Riobamba y avenida Callao, y hacen “semaforazos” sin interrumpir la circulación de autos y peatones. Al ritmo de consignas como “Trabajadores, les estamos avisando que sus jubilaciones se las están afanando”, “Paro general”, “Jubilados, carajo”, “¿A dónde está esa famosa CGT?”, “Necesitamos una huelga general”, Insurgentes se organiza del cordón de la calle hacia la vereda para cumplir con el protocolo de seguridad impuesto por este nuevo gobierno.

Así y todo, la policía bajo las órdenes de la ministra de Seguridad Patricia Bullrich los amedrentó, al igual que a tantos otros manifestantes, durante las jornadas del 31 de enero al 2 de febrero. “Me comí el gas en los ojos, por más que tenía lentes, y en la nariz. Me dejaron las fosas nasales ardiendo una hora. Vinieron compañeros militantes, me dieron limón y, más o menos, se me calmó, pero el gas que están usando es venenoso: dicen que con leche se calma, pero esto ataca a los pulmones”, indica uno de los jubilados reprimidos y agrega: “No nos van a doblegar, lo único que han hecho es potenciarnos. A nosotros nos reprimieron y crecimos.”

Desde los 15

Mario Palavecino tiene 69 años y vive en el barrio porteño de Villa Lugano. Trabajó 43 años en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en relación de dependencia y hace ‘changas’ desde los 15. Hoy cuida a su nieto mientras su hija sale a trabajar. Si bien militó en la izquierda, actualmente no se identifica ni agrupa con ningún partido político.

Palavecino dice que esta arremetida del gobierno no se arregla únicamente con movilizaciones en las calles: les exige a los dirigentes de las centrales obreras, CTA y CGT, más allá de sus diferencias, a ponerse a la cabeza de las demandas con un plan de lucha nacional que incluya paros y marchas. Al ser consultado por el reciente aumento de las jubilaciones del 29%, cataloga este ajuste como “un afano” y agrega que “debería estar, para los compañeros que tienen la mínima, en un piso de 500.000 pesos, el equivalente a la canasta básica de adulto mayor.”

Para Mario, “este gobierno endurece el garrote contra los trabajadores, pero es muy blando con los titulares del Fondo Monetario. Dicen que no hay plata, pero se la llevan todas las grandes corporaciones bancarias. Se está pagando una deuda altamente fraudulenta que es una estafa al pueblo argentino. No hay plata para los trabajadores, para los jubilados ni para los sectores populares. Al final la casta somos vos, él y yo”, se enoja.

Un paseo por la historia

Rubén Cocurullo, de 76 años, nació en el barrio de Saavedra y aún sigue allí. Trabajó ocho años en relación de dependencia hasta que se dio cuenta que “era explotado por el patrón”. Tomó la decisión de continuar de manera autónoma y lo hizo por 43 años hasta jubilarse con la mínima.

No forma parte de ningún partido político porque “son todos piramidales.” Así, desde 1999, cuando se fue del Partido Socialista Democrático, Rubén decidió formar, junto a otras seis personas, el grupo Jubilados Autogestionados en la Biblioteca Popular José Ingenieros. Junto a dicho grupo, organiza reuniones semanales en el Centro Cultural Casa del Pueblo, situado en Villa del Parque, para llevar a cabo charlas, debates, conmemoraciones y muestras, entre otras actividades culturales costeadas por ellos mismos.

Rubén se remonta al pasado para recordar que hoy, en el gobierno, están “los mismos” que participaron de la Semana Roja de 1909 en Plaza Lorea, de la Semana Trágica de 1919 en la Plaza Martín Fierro, de la masacre de la Patagonia rebelde de 1921, de la masacre de Oberá de 1936 y del asesinato de los Pilagá en 1947: “los Vasena, los Bullrich… esos son exactamente los mismos que nos vienen gobernando”, enumera.

Por último, deja dos mensajes, uno de ellos para los policías que reprimen en las movilizaciones: “Muchachos, despierten de una vez. Ustedes cobran 500 ‘lucas’ por mes como cualquiera. Son trabajadores adiestrados para la represión, para asesinar al pueblo, y no saben que de este lado puede estar el abuelo, el tío, o el padre del amigo.” Y otro para la juventud, especialmente, para quienes votaron a Javier Milei: “A los jóvenes les hicieron leer una mitad de la biblioteca y no la otra. Cuando estos chicos se encuentren sin un ‘mango’ en el bolsillo, sin jubilación y explotados, la decisión que van a tomar va a ser irse del país porque «es una mierda».”

De San Fernando al Congreso

Más de una hora y media tarda en llegar Juan Manuel Quintero desde su hogar, ubicado en la localidad de Virreyes, para reunirse con sus compañeros de Jubilados Insurgentes. A sus 76 años, y luego de toda una vida de trabajo como metalúrgico, Juan Manuel muestra una faceta política que se desliga de su militancia en el Partido Comunista de los Trabajadores (PCT), movimiento que integró hasta la irrupción del Golpe de Estado de 1976, y en el fundado por Luis Zamora, Movimiento al Socialismo (MAS), desde el año 1982, y hoy expresa su descontento hacia los dirigentes partidarios.

Juan Manuel acusa a este gobierno de tener relaciones muy estrechas con el sionismo, con los ‘yankis’ y con los anglosajones. “Quieren destruir todas las conquistas que ganó la clase obrera. La mayoría de los políticos se hacen los distraídos y algunos dicen «cuanto peor, mejor». Por eso, les exigimos a las tres centrales sindicales (Confederación General del Trabajo, CTA Autónoma y CTA de los Trabajadores) que luchen para tirar este plan económico e ir con uno distinto que empiece por un aumento de todo: jubilaciones, pensiones”, enfatiza. “Si no, este país es semicolonia. ¿Es difícil? No, no es difícil. La clase obrera a nivel mundial está luchando: hizo 25 paros en Latinoamérica, hizo un paro en Alemania. Hay una situación revolucionaria que llegó acá: la clase obrera puso en jaque al gobierno el 24 (de enero) y, lamentablemente, las conducciones le dieron un respiro”, agrega.

Remando contra la corriente

Beatrice tiene 78 años y vive en Balvanera, “ahí en Once”, dice mientras señala en dirección a los autos que circulan por la Avenida Rivadavia. Estudia Sociología en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA: le quedan tan sólo dos exámenes y la entrega de dos informes para recibirse y cumplir aquel sueño que se vio truncado desde joven, cuando le contó a su padre que quería arrancar la ‘facu’. “¿Qué? ¡Vos tenés que ser maestra jardinera, casarte y tener hijos!”. En ese recuerdo aparece la lucha histórica de las mujeres, ese combate contra aquello que se llama ‘estigma’ y existe hace siglos. Ella, militante del movimiento feminista, insiste en que la desigualdad de género sigue siendo la misma porque todavía las mujeres no ganan lo mismo que los hombres y deben cuidar a los hijos, cumplir con las tareas del hogar y mantener su empleo formal al mismo tiempo.

Beatrice trabajó en el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) de manera ininterrumpida por 26 años y, ahora, con una pensión de 169.000 pesos –una cifra que se considera como ‘privilegio’ dentro de los jubilados–, no le “da para nada.” De hecho, cuenta que vive con su hijo de 52 años para recortar sus gastos lo máximo posible. “Se invirtió todo: ahora es mi hijo quien se hace cargo de gran parte de las cosas, es él quien me cuida a mí.”

En la mirada de Beatrice “hay un sistema que indica que somos descartables. Los jóvenes producen hasta que se vuelven descartables, y eso forma parte de un sistema que se llama capitalismo. Es el ‘usar y tirar’. Esto es una lucha de tipo política: en la medida que sigamos así, el capitalismo no va a aguantar”.

 

Capital, ¿humano?

Capital, ¿humano?

La UTEP reclamó alimentos frente a varias cadenas de supermercados y ante el Ministerio de Capital Humano. La ministra Sandra Pettovello no les recibió el petitorio, pero los manifestantes recibieron palos y gases de la policía.

En el edificio de Capital Humano y en supermercados de Gran Buenos Aires, la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular protestó por la falta de alimentos en las ollas barriales, debido a la quita de financiación del Gobierno Nacional, a la devaluación y a la inflación, que aumentan las situaciones de vulnerabilidad. Antes de hacer el cierre de la actividad en el Ministerio de Capital Humano, fueron reprimidos.

Hasta ese momento, la concentración fluía pacíficamente en Pellegrini y Juncal. Bajo las banderas, las cocineras populares, vestidas de delantal y rejilla, colocaban sus ollas vacías en el piso. Rafael Klejzer, referente de la UTEP y dirigente del Movimiento Popular La Dignidad, les habló en semicírculo: “Están acá por ustedes, por los vecinos de los barrios que representan y por el conjunto de los sectores populares más humildes de nuestro país. Se mudaron de la 9 de julio hace una semana y nosotros ya estamos acá”. Lejos de un entusiasmo de arenga, las cocineras golpearon con seriedad las ollas con cucharones gigantes. Ocuparon la calle porque el hambre inunda sus barrios y el nuevo superMinisterio les quitó los recursos para frenar la crisis en sus comedores.

Desde Pellegrini, subió una Amarok blanca brillante a la vereda y se abrieron las puertas. Las 40 personas que estaban cerca corrieren con prisa. Sandra Pettovello, con un alisado impecable, se baja de la camioneta.

– Más allá de ustedes, ¿la gente que está acá son gente que va a comer a los comedores? – interrogó la ministra de Capital Humano- Quiero que de a uno vengan todos los que están atrás de ustedes, los que tienen hambre, a decirme lo que necesitan, no los referentes- siguió la ministra con desdén.

– ¿Y la gente que está en el interior? – preguntó una señora desde el fondo del grupo.

– Hay lista de espera en los comedores. Acá hay una política pública que hay que sostener – reclamó el Secretario de Bienestar General de la UTEP.

La ministra entró sin dar respuestas y su auto quedó estacionado frente a un mural de trabajadores protestando. Del otro lado de la reja, la imagen se refleja en cuerpos reales. El edificio del Ministerio de Capital Humano hasta hace pocos meses era la sede de la Casa Patria Grande “Néstor Kirchner”, centro para la integración latinoamericana, en especial de sus juventudes. El patio, antes lleno de recitales y actividades culturales, estaba ocupado por más de 6 camionetas de lujo: dos Amarok, un Audi Q7, un Alaskan y un Jeep.

Oficiales de seguridad llevaron un par de sillas al patio interno y la ministra se sentó, rodeada de pueblo. Del otro lado de la reja, una veintena de cocineras de delantal fucsia y verde agitaban carteles: “No al ajuste en las mesas: el hambre no espera”; “Por una argentina sin hambre”; “La única necesidad y urgencia es el hambre”; “Pettovello con el hambre del pueblo no se negocia”.

En el cantero, una señora de unos 50 años con gorra blanca debatía con un señor usando un tono de Maestra Ciruela.

– ¿Para qué voy a pasar? Si van uno o dos es darle la razón. Acá estamos todos.

Con un megáfono, alguien agitaba: “Señor, señora / no sea indiferente / nos quitan la comida en la cara de-la gente”. Las cocineras de primera línea apilaban las ollas y les ponían otros carteles. Luego de cuatro minutos al sol, la ministra entró a las oficinas. Con todo su aire un señor de cuarenta años bramó:

– ¡Eh,caradura! ¡¿No ibas a atender uno a uno?! -su remera tiene las caras de Evita y El Che con la firma de la UTEP.

Tras las ollas de alumnio, arengaban: “Pettovello, Pettovello / que amargada se te ve/ entregá los alimentos/ los pibes quieren comer”. Algunos manifestantes aplaudían, otros golpeaban las ollas.

 

“Yo creo que a mí me va a llamar porque dirijo un comedor. Le voy a contar cómo la pasamos en los comedores: nos faltan ollas, heladeras, aires acondicionados…”, decía Miriam del Comedor de Pie de Retiro, sin enterarse de que la ministra ya no estaba dispuesta a atender a nadie. “Estamos reclamando más mercadería para los comedores. Yo tengo un comedor asistido. Nos dan cupos para 57 personas, pero nosotros asistimos a 100. Es muy poca la mercadería y está viniendo en mal estado”. 

Con la voz quebrada, Miriam agregó que tiene una lista de espera cada vez mayor. “Vienen muchos jubilados con la mínima. A las personas mayores me cuesta decirles ‘no tengo más lugar’. Así es cómo a veces les cedo mi porción de comida. Las cocineras no tenemos un sueldo. Trabajamos por solidaridad, por amor a la gente. Desde la pandemia no hemos descansado nada, somos las creadoras de ‘lo esencial’”, apuntó deseando que alguna vez el Estado reconozca su labor.

En otros puntos del Gran Buenos Aires, la UTEP convocó a concentrarse en diferentes cadenas de supermercados para que estas empresas con ganancias al alza desde la pandemia aporten solidariamente a los comedores que no dan abasto. Carlos de la Coordinadora de Trabajadores Desocupados (CTD) Anibal Verón, acercó a lo concreto la idea: “La necesidad y la falta de alimento nos obligan a estar acá a todos los vecinos porque nada alcanza. No se puede comprar ni un paquete de fideos ni de arroz y encima nos sacan las entregas a los comedores y a los merenderos. Hasta acá estamos pudiendo, pero más adelante, si sigue así, no vamos a tener para comer nosotros ni para darle a nuestros chicos”.

 

Las columnas más cercanas a Juncal tomaron la posta de los cánticos: “Milei, compadre / la olla está que arde/ bajá los alimentos que los pibes tienen hambre”. La bandera de Nuestra América se agitaba con los saltos de los que cantaban.

Tras una hora y media, a las 11.30, el que estaba usando el megáfono tocó un botón erróneo. En medio del repiqueteo de las ollas, sonó “Para Elisa” de Beethoven. Se rieron. “Es música de espera”, apuntó una cocinera con los ojos chicos de la risa. Con una leve sonrisa, el del megáfono imitó a una máquina: “En este momento no podemos atender su reclamos. Manténgase en línea”. Con rapidez, activó la música de espera. “Aconsejamos resolver entre privados”. Otra vez el viejo conocido Beethoven.

Abriendo una botella de agua, una señora con remera azul se quejó a los gritos hacia el edificio: “A ver, ministra, atiéndanos que hace calor… y háganos entrar a su oficina con aire”. Entre risas, especuló pícara: “¿Que habrá en su menú ministra?”.

“Tendría que estar acá afuera, tendría que estar en los barrios. No sabe de la problemática. Con un BMW en el estacionamiento, con aire acondicionado y comiendo sushi nunca va a entender lo que pasa de este lado”, alegó Macarena de la agrupación Frente Máximo Paz Cañuelas. Decidieron unirse al petitorio de la UTEP para que Nación regularice la situación con los comedores porque no están recibiendo alimentos. “Queremos una respuesta porque hay miles de familias y muchas niñeces que se están quedando sin su plato de comida”, agrega con gravedad.

 

Desde la puerta secundaria del Ministerio, ofrecieron vasos con agua fresca. La emergencia es tanta y es otra que los vasos no apagaron el enojo encendido por la falta de comida diaria.

– No queremos la limosna del Ministerio del Hambre, queremos derechos. Necesitamos Estado Presente. La buena onda se termina cuando nuestros pibes no pueden ir al colegio y tienen hambre. No alcanza con el esfuerzo de las familias – exclamó ofendido Klejzer desde la columna de La Dignidad.

Mientras uno de los agentes del Ministerio se reía burlonamente, algunos manifestantes se acercaron a la puerta secundaria del edificio. Ahora los zapatos de punta pulidos miraban con preocupación a las alpargatas y zapatillas gastadas que les hacían frente. Desde la multitud, explotó un comentario: “Devaluaron: nos estamos muriendo de hambre”.

“El señor presidente no piensa en esto, en el hambre, porque no lo necesita, no le hace falta. No piensa en la gente pobre ni de clase media. Un día el pueblo va a levantarse y, así como lo puso, lo va a sacar”, anticipaba Miriam de Retiro. La puerta abierta exhalaba a un metro y medio una agradable temperatura de 20°, mientras que en la calle los 36° aumentaban en sensación.

 

Los manifestantes le cantaban en la cara a los custodios: “U-ni-dad de los trabajadores / y al que no le gusta/ que se joda / que se joda”. Cada tanto, alguien sumaba algo más a la sinfonía: “¡Ratas!”; “¡La gente tiene hambre!”; “No les cuesta nada recibirnos el petitorio”. Indignada, una jóven le preguntó al aire: “¿Cómo puede ser que el Gobierno nacional le garantice la comida a los perros de Milei y no a la gente?”

– ¡Que la ministra baje y de la cara! – increpó una mujer, ya cansada.

Los movimientos sociales volvieron a la puerta principal para hablarle de frente a la ministra. Las 120 personas reanudaron los cantos. Y entonces, llegó la policía.

A unos escasos diez metros de la concentración en la puerta secundaria, la Policía Federal había armado un cordón. Los efectivos entraron en formación por la puerta ahora liberada.

Por la entrada principal, no salió la ministra, sino gas pimienta. Después, las cachiporras. La esquina de Juncal y Pellegrini se nubló y las columnas empezaron la retirada. Las canciones se ahogaron, pero el gas no hiere la profunda miseria que azota en los barrios y que llevó a que más de cien personas pongan el cuerpo a pesar de una ola de calor. “Seguiremos luchando porque la necesidad se siente, se nota”, destacó Carlos de la CTD.

Más de cinco manifestantes terminaron hospitalizados por la inhalación del aerosol. “Mientras los gerentes de hipermercados prometieron entregar alimentos para los comedores, la ministra Pettovello mandó a toda la Policía para que nos reprima”, denunció Norma Morales, dirigente de la UTEP. Al hambre ni siquiera se le recibe un petitorio.

 

Un negocio circular

Un negocio circular

Crece en la Argentina el negocio de la ropa usada o de la creación de prendas nuevas a partir de otras descartadas. Algunos lo hacen para enfrentar la crisis, otros por conciencia ambiental.

Son las diez y cuarto del sábado. Tocan el portero. ¿Quién es?

-¿Tiene algo para dar? Contesta alguien del otro lado.

– Ya bajo

Llevo ese pullover azul estuvo dando vuelta desde el fin de la secundaria, interfiriendo toda apertura del ropero. Quizá por nostalgia nunca me deshice de él. Resistió lluvias, mudanzas y lavados. Pero había llegado la hora de jubilarlo. La misma suerte que un jean que me queda chico y una camisa a cuadros.

Raquel Chany tiene 47 años, mamá de tres hijos con los que vive en Lanús Oeste. No tiene empleo formal. Trabaja dos veces por semana limpiando casas en San Telmo y relata: “Casi todos los sábados a la mañana salgo a timbrear. Pido ropa o lo que la gente quiera darme, lo que esté a su alcance”.

Cinco o seis horas después de patear Constitución y San Telmo, vuelve en el tren Roca a su casa. La ropa que consigue y no le queda o no le sirve a ningún integrante de su familia, la hace circular. En la feria de la Plaza San Martín, en Lanús Oeste, comienza uno de los caminos que puede seguir una prenda en desuso: ser expuesta en una feria para venderla o cambiarla por otra cosa.

Para poder venderla, Raquel acondiciona, lava y plancha con oficio de sastre la ropa que consigue. “Los que tenemos un lugarcito en la feria o venimos seguido a vender, varias veces necesitamos de lo que tiene algún puesto y terminamos cambiando ropa por cosas para la casa, comida o por zapatillas “.

La circularidad en la moda, la sostenibilidad textil o la moda reciclada son términos comunes que comenzaron a tomar protagonismo en la pandemia, logrando que se empiece a gestar un paradigma del que hoy, la industria de la moda (la segunda más contaminante del planeta) no puede desoír. Conocemos como empieza este proceso cada vez que nos desprendemos de alguna prenda que no usamos, pero, ¿sabemos donde termina?

Aparato circulatorio

“Me parece muy interesante que estemos pensando en lo que producimos en exceso, cuál es la finalidad y el origen de nuestros apetitos”, señala Ana Torrejón, editora de la revista L’Officiel. La cantidad de indumentaria que se produce a toda escala, desde la aspiracional -como las marcas de lujo- hasta la producción masiva de grandes cadenas es hija de un proceso que se inició en 1947 con el advenimiento del prèt a porter. La Segunda Guerra Mundial generó la necesidad de un desarrollo, donde el baby boom, la promesa de un mundo feliz y la rápida circulación de bienes hacían motorizar una economía languideciente. El consumo entró así en ascenso con algunas objeciones. El flower power y el movimiento punk hicieron objeciones a la sociedad de consumo, junto con la posmodernidad que se plantó filosóficamente en torno de las catedrales de consumo constituyéndose en grupos objetores que han dejado huellas importantes en cuestionar el consumo.

La idea de construir un sistema de circulación de prendas dejó de ser una propuesta para convertirse en una necesidad. Comprar, usar y  tirar es la trilogía que viene a cambiarse por, comprar menos, usar más, reutilizar, reciclar, reparar. Una primera aproximación a este cambio, podría sintetizarse en las ya conocidas ferias americanas, donde se vende indumentaria usada. Pero éste es solo el primer eslabón. Esta tendencia en alza va de la mano de las energías renovables, la sustentabilidad y otras prácticas como, los oficios de la modista del barrio, las grandes mercerías y los cursos de corte y confección que vuelven a tomar importancia.

Claudia Barbera es profesora en la Tecnicatura Superior de Producción de Indumentaria del Normal Superior N° 6. Hace diez años trabaja en la investigación, desarrollo de productos y formación de profesionales. “Mis argumentos no cambiaron, la diferencia es que hace años la gente no entendía de lo que hablaba o hacía y tenía que dar muchas más explicaciones que las que doy ahora. La fundamentación es que el exceso de materiales considerados como basura, en realidad no lo son, es materia prima para seguir utilizando, lo que también permite desarrollar productos más exclusivos, al no planificar una producción en modo masivo: trabajamos con lo que hay, activando la creatividad y los productos de edición limitada”.

The Global Fashion Agenda (globalfashionagenda.org) afirma que el 73% de la ropa del mundo termina convertida en basura, utilizando solo el 15% de esta cantidad con fines de reciclaje. ¿Para qué seguir fabricando y desechando, cuando se puede reutilizar, reciclar? Al respecto, Claudia cuenta: » Ya como profesional y asesora de emprendedores empecé a investigar cómo las empresas plantean sus misiones y visiones de marca y descubrí el impacto negativo que la mayoría de las grandes marcas internacionales generaban. En la actualidad hay marcas que trabajan en esta modalidad y otras son sustentables aparentando tener una conciencia verde, pero en realidad aún no han hecho el cambio necesario”.

La producción de indumentaria a gran escala construye espirales a través del tiempo, renueva su interés hacia sí misma, propone fantasía, lujo, belleza y al mismo tiempo genera contaminación, un consumo alarmante de agua y emisiones de carbono; motivos suficientes para orientar su naturaleza cíclica hacia una ética circular en pos de un futuro sostenible. Desde el sitio globalfashionagenda.org argumentan que “la industria de la confección y el calzado representó unos 2.100 millones de toneladas de emisiones de CO2 en 2018, alrededor del 4% del total mundial. Se trata de la misma cantidad de CO2 al año que las economías de Francia, Alemania y el Reino Unido juntas. El valor del mercado mundial de prendas de vestir crecerá de 1,5 billones de dólares en 2020 a aproximadamente 2,25 billones de dólares en 2025, y emplea a más de 60 millones de personas a lo largo de su cadena de valor; de los cuales el 80% son mujeres”. Las implicaciones sociales negativas de la industria de la moda, así como los desafíos en materia de derechos humanos y ambientales, el aumento de los estándares sociales y la eliminación del trabajo forzoso, son temas que en los últimos años lograron imponerse en las agendas públicas.

Comprar, usar, tirar es un ciclo que se repite temporada tras temporada porque la moda propone un eterno retorno, un nacimiento dos veces al año, dos temporadas que mueven una gran industria. “El consumo de moda hoy resulta interesante porque queda claro que estamos en una crisis económica muy fuerte. Sin embargo los niveles de compra de indumentaria no han sido tan bajos, ni muchos menos los niveles de ganancia. Si nos basamos en datos duros, los precios de indumentaria superaron en muchísimas ocasiones los montos máximos de inflación. Por eso sus ganancias han sido muy interesantes. Si a esto le superponemos que el Estado Nacional subsidió durante la pandemia luz, gas sueldos de trabajadores, las tasas de rentabilidad han sido exitosas, a costa de la especulación y el aprovechamiento de un Estado y una población vulnerables”, asegura Gustavo Lento, profesor de la Carrera de Diseño de Indumentaria de la Universidad de Palermo.

En 2002 el diseñador argentino Martín Churba inauguró su capacidad para la experimentación en el campo del diseño textil y su posterior sistematización en la producción de técnicas utilizadas experimentalmente, estudiando qué se podía hacer luego con los descartes y los restos de una producción seriada. “Empecé a enseñar termoestampación en los barrios y el impacto fue enorme. Trabajé diez años también en la Puna con tejedoras, aportando conocimientos, y alimentándome de sus experiencias. Cuando enseñás a la gente que no tiene nada fácil y le decís que haciendo esto puede tener un atajo para que su producto parezca mucho mejor, no lo pueden creer, se sienten felices. Ahí me di cuenta que, al final, mi trabajo entra por la puerta de atrás. Me dediqué al emprendedurismo social. En el camino hice una marca de jeans con descartes industriales textiles, aunque esos proyectos, aún no tienen un lugar comercial en el mercado, al país le cuestan las cosas nuevas e innovadoras”.

Si bien aún es prematuro saber qué va a pasar con la industria textil frente a esta tendencia, emprendedores en Europa y en América Latina comenzaron a incursionar en este terreno. Como toda tendencia que aparece, irrumpen oportunidades y emprendimientos, pero el interrogante es saber si hoy existen suficientes consumidores para que sean rentables.

“La moda circular refiere a una responsabilidad con toda la cadena de producción por parte del fabricante y su uso, por parte del consumidor. Desde la cantidad de prendas que se fabrican, la elección de los textiles, formatos de producción de las fibras, hilados, tejidos, teñidos, acabados, etiquetados, envoltorios y entregas. Todo en talleres de costura grandes o pequeños equipados dignamente, en regla, y con personal remunerado como corresponde y los usuarios tendrían la responsabilidad en cuidar de que la vida útil de ese producto sea la mayor posible o tomar la iniciativa de reciclar, reparar prendas o intercambiarlas”, manifiesta Vicky Otero, diseñadora de indumentaria y titular de una cátedra en FADU.

La rueda de la moda o la moda de la rueda

En un corto lapso, los negocios de la moda circular adquirieron diferentes formatos y volúmenes. Aquí alguno de ellos:

Buy Back: Compra con reventa asegurada Se trata de comercializar indumentaria pero asegurarle al dueño de la prenda que si al año se quiere desprender de ella, la marca se la recompra al 25% de su valor.
Compra con Garantía de transformación: Uniqlo ha lanzado hace poco Re-Uniqlo permitiendo a los clientes alargar la vida de la ropa usada transformándola en nuevas prendas para la marca. La acción se materializará en la chaqueta Recycled Down, confeccionada en su totalidad a partir de plumas recicladas. En vez de comprar una nueva prenda, el cliente entrega la que tiene y le devuelven una nueva utilizando la materia prima original de su campera.
Alquiler de ropa usada: Si bien no se trata de un negocio disruptivo, muchas empresas se dedican al alquiler de ropa para casamientos, eventos sociales de relevancia o disfraces y emprendedores comenzaron incursionar en el alquiler de diseños exclusivos. Vestidos o carteras cuyos valores superan los 5.000 dólares se pueden rentar por 5000 a 15.000 pesos en Argentina.
Intervención de ropa usada: ya sea por artistas o diseñadores, el objetivo es darle una segunda vida a las prendas pero resignificándolas y otorgándoles un valor especial.
En  Somos Dacal recuperan géneros y prendas de sastrerías de Buenos Aires, las eligen por ser textiles nobles, de fibras naturales. Rediseñan y las transforman en nuevas prendas para todos los cuerpos y géneros. ”Empezamos a buscar buenos géneros para hacer un trabajo artesanal, pero por sobre todo que sea durable. Nos animamos a deconstruir la formalidad del traje, las corbatas o las camisas, esa formalidad asociada a espacios de poder, de jerarquía” expone Florencia Dacal, mentora de la firma que a fecha ha logrado reciclar más de 1800 prendas, 300 kilos de tela y miles de litros de agua, gracias a su proyecto circular no se han usado.

La dolarización y el narcotráfico siguen afectando a Ecuador

La dolarización y el narcotráfico siguen afectando a Ecuador

Gonzalo Fiore Viani, analista internacional y becario doctoral del Conicet, y a Matías Hof, periodista especializado en Economía analizan crisis ecuatoriana.

Mientras persiste en Ecuador la conmoción interna, con el estado de emergencia dictado por el presidente Daniel Noboa y el recrudecimiento del conflicto armado, van quedando a la luz las razones económicas de la crisis, la desregulación financiera y su relación con el funcionamiento de las bandas del narcotráfico.

Estos grupos no solo luchan contra el Estado sino entre ellos mismos por la toma de poder. Las mafias se convierten en una opción para la economía ecuatoriana y se consolidan en momentos de descenso económico en la sociedad. En este contexto, la dolarización impide el desarrollo industrial que pague salarios altos, algo que sí puede hacer el narcotráfico.

ANCCOM entrevistó a Gonzalo Fiore Viani, analista internacional y becario doctoral del Conicet, y a Matías Hof, periodista de la Izquierda a Diario especializado en Economía para analizar lo que está ocurriendo en Ecuador.

¿Cómo ve Ecuador la evolución de la situación desde que empezó la reciente crisis?

Gonzalo Fiore Viani: Es un problema que viene desde hace rato. El año pasado, el asesinato del candidato a presidente liberal Fernando Villavicencio, contribuyó a enrarecer el clima político complejo y violento en el país. Las bandas criminales transnacionales parecen actuar con completa y total libertad. El narcotráfico y la violencia exacerbada del crimen organizado se han incrementado en Ecuador desde el año 2020. La tasa de homicidios casi se duplicó en el último año, pasando de 14 por cada 100.000 habitantes, en 2021, a 25, en 2022. El inicio de la ola de violencia podría ubicarse en las masacres carcelarias que dejaron 458 muertes entre 2020 y 2022 en los penales de Guayas, Santo Domingo de los Tsáchilas, Cotopaxi, Azuay y Esmeraldas. Los últimos gobiernos no sólo no han dado respuesta a esta situación, sino que tampoco han encontrado culpables ni transformado realmente las duras condiciones de vida en las cárceles ecuatorianas.

Matías Hof: Ecuador es un país que está en crisis económica, social y política con distintos momentos, matices, puntos más altos y más bajos desde el 2019, en general, y esto que ahora está en el centro con el narcotráfico es un aspecto de esta situación. Tenemos que entender esta crisis del narcotráfico como parte de este entramado capitalista internacional y del sistema económico ecuatoriano, porque por más que lo persigan, es parte de la economía. Incluso el hecho de ser perseguido lo hace más rentable para los que son parte de ese negocio, porque pueden cobrar precios más abultados. La crisis de narcotráfico está precedida por una grave crisis económica que derivó en una crisis social con levantamientos por los intentos de aplicar el plan del FMI, y una crisis política con Lasso, no terminando su gobierno, llamando a elecciones anticipadas.

¿En qué medidas influye la dolarización implementada desde 2000 en la situación actual?

G.F.V: Ecuador implementó la dolarización como su moneda de curso legal para estabilizar su economía y combatir la alta inflación y la inestabilidad monetaria que enfrentaba. Como resultado de la dolarización, el país dejó de emitir su antigua moneda, para utilizar el dólar de los Estados Unidos. Al adoptar el dólar estadounidense, Ecuador perdió la capacidad de tener una política monetaria independiente. No podía controlar su oferta monetaria, ni su tasa de interés para responder a las necesidades económicas internas. Esto limita su capacidad a la hora de enfrentar crisis económicas y ajustar su economía de manera eficiente. Al depender del dólar estadounidense, Ecuador se vuelve vulnerable a las decisiones y políticas económicas de Estados Unidos. Fluctuaciones en el valor del dólar y cambios en la política económica de Estados Unidos pueden tener un impacto directo en la economía de Ecuador. Esto hizo, además, que las exportaciones ecuatorianas sean menos competitivas en los mercados internacionales, ya que el país no puede devaluar su moneda para aumentar la competitividad de sus productos. La facilidad para el lavado de dinero y el acceso a nuevos mercados en dólares, además, fomentaron el crecimiento del narco en el país.

M.H: La dolarización la aplica el presidente Jamil Mahuad en el 2000, en medio de una crisis económica en Ecuador, producto de la caída del precio del petróleo. Va a ser un país dependiente de las exportaciones de petróleo. El petróleo cae a fines del año 2000 y genera una crisis en la economía ecuatoriana. Como método utilizaron la dolarización, el salario básico ecuatoriano quedó alrededor de los 50 dólares. Una parte muy importante de los jubilados cobran jubilaciones de 13 dólares en medio de una inflación anual inédita para lo que es Ecuador. Este golpe fue tan fuerte que, para aquellos que tenían plata en los bancos, que fue congelada, cuando pudieron volver a tener acceso a sus ahorros habían perdido el 80% de su valor. Provocó un ataque a las condiciones de vida, a los ingresos de la gran mayoría de la población de Ecuador, que fueron a los que hicieron pagar la crisis de la caída de los precios del petróleo para sostener y salvar a los bancos, a las petroleras y a las empresas, y evitar las quiebras de esas empresas a costa de las condiciones de vida de la mayoría de la población.

La dolarización como quiebre

M.H: La dolarización marca un salto muy importante en lo que es este empeoramiento. Ecuador, para poder recomponer los ingresos de la población, nunca volvieron a los niveles anteriores. A partir del año 2001-2002, logró salir de la situación catastrófica que se vivía en el año 2000, pero la vulnerabilidad se mantiene. Cuando llegamos al año 2019, es una crisis con muchas condiciones internas del sistema capitalista internacional. Ecuador, al mantenerse dolarizado, tenía menos herramientas para poder protegerse frente a esta crisis. Las consecuencias de la crisis internacional de 2019 lo llevaron a tener que endeudarse nuevamente y pedir nuevos préstamos al exterior, sobre todo al FMI.

 

¿Por qué el ex presidente Rafael Correa siguió con la dolarización si era un gobierno progresista?

M.H: Rafael Correa gobernó 10 años Ecuador, entonces hay distintos momentos a lo largo de su gobierno. Correa se habría comprometido a no pagar la deuda, a no firmar un tratado de libre comercio con Estados Unidos y a no continuar con la base militar estadounidense que existía en Ecuador. En cuanto a la deuda, luego de primero hacer una investigación, de la cual Toussaint* fue parte, y declarar casi el 70% de la deuda como ilegal y no pagarla, al poco tiempo Correa vuelve a endeudarse, cuando se acaba el pico del precio de las commodities, el precio del petróleo. Por lo que la deuda la vuelve a tener, y si bien no firma un tratado de libre comercio, permite al capital extranjero meterse en la producción del petróleo y en los grandes núcleos de producción exportadora de Ecuador. La política de Correa refuerza mutuamente la entrega de partes centrales de la economía y el endeudamiento, haciendo que se profundice la dependencia con el capital extranjero.

¿Y qué pasó con la deuda?

M.H: Correa logró bajar la deuda extranjera a 8 mil millones de dólares al principio de su gobierno, pero cuando se fue ya estaba otra vez en 36 mil millones. Esto da cuenta de cómo el plan de Correa fracasó, terminó haciendo una política que iba en contra de poder llegar a ese objetivo, y así se llegó al día de hoy, un país que sigue dolarizado, lo que hace muy difícil poder salir de la crisis económica actual. Entre 2020 y 2022 entregó alrededor de 6.500 millones, que el gobierno actual de nuevo se compromete a pagar y a cumplir con todas las exigencias del ajuste. Esta situación implica más ataque a las grandes mayorías, abre más lugar a que el narcotráfico pueda seguir avanzando, imposibilitando conseguir empleos, y que tengan que formar parte de todo el sistema de narcotráfico. Entonces, la situación estructural que da lugar al narcotráfico, tanto desde mantener la prohibición y la ilegalización de las drogas, junto a una sociedad cada vez más golpeada. Las medidas represivas han demostrado, que no dan resultado y es muy probable que la situación siga así o empeorando.

*Eric Toussaint es un historiador belga, portavoz de la red internacional del Comité para la abolición de las deudas ilegítimas (CADTM), que contribuyó a fundar.

Con la remarcadora en la mano

Con la remarcadora en la mano

Si con Alberto Fernández la inflación no daba tregua, desde que asumió Javier Milei la suba de precios se potenció. Los comerciantes dicen que deben aumentar hasta tres veces por semana y que los clientes disminuyeron su consumo.

 Se estima que la inflación interanual de 2023 ascendió cerca de 165%, comparada con los precios de diciembre del 2022. Sin embargo, hay datos que revelan que a partir de la asunción de Javier Milei en la presidencia y la designación del Luis Caputo como nuevo ministro de Economía, esta tendencia de suba en los precios se ha acelerado en menos de tres semanas.

En sus discursos posteriores al 10 de diciembre, el actual presidente mencionó que prevé una inflación mensual  que ronde entre el 20 y 40 por ciento y también enfatizó que será «un ajuste ordenado que caiga sobre el Estado y no sobre el sector privada”. ¿Pero cómo afectan las nuevas medidas los precios en el día a día?.

En diálogo con ANCCOM, David Cabrera de 37 años, cuenta la situación que se vive en la farmacia del Sindicato de Obreros de Maestranza en la cual trabaja, ubicada en el barrio de Parque Patricios: “Los precios de los medicamentos están aumentando bastante, a veces por semanas, días y hasta horas. Es insostenible, sobre todo para los pacientes que necesitan llevarse los medicamentos sí o sí porque son recetados. Lamentablemente los sueldos no aumentan con la misma velocidad”.

No solo los productos de farmacia están sufriendo un alza de precios; los de perfumería también siguen esta tendencia como comenta David: “Las subas durante todo este año fueron constantes, pero la diferencia es que antes eran escalonadas, estas últimas semanas se disparó todo demasiado y muy rápido”, asegura.

Los aumentos han sido generalizados en distintos rubros, incluido el más fundamental, que es el alimenticio. Juan Carlos Lombardo,  de 52 años,  trabaja en la granja avícola La Amistad,  que se ubica a pocos metros de Avenida Sáenz, en la zona de Pompeya, dice: “En lo que es la semana del 25 de diciembre en adelante quedó un poco más calmado el tema de las subas, pero las semanas anteriores fue tremendo con la velocidad que subían las cosas, llegando a tener aumentos de hasta dos veces por día. No te voy a decir que los proveedores especulan pero sí que a veces se guardan cosas”.

Lombardo agrega: “Hoy las ventas también bajaron un poco, antes la gente te compraba kilos y kilos de productos, hoy se llevan de a pocas cositas, solo lo justo y necesario para el momento. Se comentaba que la venta de pollo había aumentado por el aumento de la carne, es verdad que la carne es la “vedette” que eligen los argentinos para las fiestas, pero el pollo también subió, así que no aumentaron tanto las ventas; esto se empezó a acelerar con la devaluación fuerte que hubo con Alberto, pero esta últimas semanas fue peor”.

Por último, Luis Alberto Ricalde, de 35 años, dueño de una verdulería ubicada en el barrio de Villa Jardín, en Lanús Oeste, cuenta: “Yo vendo algunos productos de almacén además de la verdulería, y noté que la yerba y el arroz subieron un montón. En una semana tuve que aumentar los precios de esos productos como tres veces. Con la verdura lo mismo, por ejemplo el morrón rojo se disparó, por eso estoy trayendo menos y un poco más del verde, con la papa pasa lo mismo”. El comerciante asegura: “Se nota mucho cómo la gente compra menos para gastar lo justo y necesario, de a dos o tres cositas, solo repuntó un poco en los días previos de las fiestas, pero antes y después estuvo complicado”.