“El racismo está en todos lados”

“El racismo está en todos lados”

Con el motivo de conmemorar el Día de los Afroargentinos y la Cultura Afro más de veinte organizaciones confluyeron en la Segunda Marcha Afro de Argentina.

La comunidad afro de Argentina, en su reclamo histórico por visibilidad y reconocimiento, logró en 2013 la sanción de la Ley N° 26.852, que establece el 8 de noviembre como “Día Nacional de los Afroargentinos, las Afroargentinas y de la Cultura Afro”.

La fecha fue elegida para conmemorar a María Remedios del Valle, “madre de la Patria”, afroargentina y capitana del ejército de Manuel Belgrano, quien combatió en las Invasiones Inglesas y en la Guerra por la Independencia, y falleció el 8 de noviembre de 1847.

“Tener un personaje como María Remedios, que fue tan valiente, tan inteligente, que fue esclavizada y se incorporó a los ejércitos como combatiente, hace que encontremos en ella una figura que nos aglutina a todos. Es indiscutible para nosotros y queremos darle la jerarquía que se merece la madre de la patria”, expresa Myriam Victoria Gómez, miembro de la de la Sociedad de Socorros Mutuos Unión Cabo Verdiana de Dock Sud.

“Es una figura que puede incomodar. Porque sería una madre negra. Es algo que en la Argentina es rechazado drásticamente todavía. Eso de tener antepasados negros parece algunas veces una vergüenza”, agrega.

Las organizaciones convocaron ayer viernes 8 de noviembre a una concentración en Plaza de Mayo, donde, con motivos de celebración, ofrecieron exhibiciones de samba, capoeira, danzas tradicionales senegalesas y danza urbana fusionada con ritmos africanos. El baile fue acompañado por ritmos de tambores y de percusión.

“María Remedios del Valle es una figura que puede incomodar. Porque sería una madre negra. Es algo que en la Argentina es rechazado drásticamente todavía. Eso de tener antepasados negros parece algunas veces una vergüenza”, agrega Gómez.

“Están convocados diferentes sectores: los afroreligiosos; las personas de la cultura, llámese capoeira, samba, reggae, danzas africanas; los músicos también y los maestros africanos; la diversidad secundaria afro y afro-LGBTIQ”, detalla Myriam.

Tras los festejos, los referentes de las diferentes comunidades afro encabezaron una marcha hacia la Plaza Congreso, contra el racismo y la invisibilización que sufre la población en Argentina, así también por el recorte en derechos y en oportunidades laborales.

“El racismo lamentablemente está en todos lados, entonces nosotros luchamos contra ello día a día. Más en una nación argentina y plurinacional, pero donde no se conoce a la población local, a las personas afro-argentinas”, denuncia Estefanía, de la Asociación Cultural Argentino-Brasileña A Turma da Bahiana. “Lo que nos reveló el primer censo interno que hicimos es la existencia de más de 2 millones de afrodescendientes. Ahora estamos alrededor de los 9 millones”.

“Esta ley ha ayudado en diferentes ámbitos, principalmente el educacional. Falta muchísimo, aún no hay reparaciones. Una de nuestras consignas es el acceso a nuestros ancestros y a los archivos para la restauración de la identidad”.

¿Qué fue lo que cambió desde la marcha del año pasado? Los recortes en becas y los despidos en el Estado impactaron de lleno en la comunidad. El cierre del INADI como organismo que recibía denuncias también significó la pérdida de puestos de trabajo para muchos y muchas afroargentinos. Casos similares sucedieron con direcciones de los ministerios de Cultura y Educación, actualmente Capital Humano.

“Hubo un recorte en el acceso a determinadas condiciones para toda la población popular dentro de la que estamos los afrodescendientes”, denuncia Myriam. “Las becas Progresar eran para jóvenes de 6 a 24 años y nosotros habíamos logrado desde la comunidad, junto con el Ministerio de Educación, que los afrodescendientes fueran considerados grupos priorizados, para lo cual no habría límite de edad. Y eso a principios de este año se derogó.”

Otro eje del reclamo es el de la brutalidad policial y el destrato hacia miembros de la comunidad afro. A principios de octubre la Policía de la Ciudad arremetió contra manteros de Once, confiscando su mercadería. Eso viene pasando realmente en la ciudad hace años. En 2016 hubo también una arremetida muy violenta contra los manteros. “Estos ataques se repiten sucesivamente y de manera periódica. Pero hubo momentos que no sólo les confiscaban la mercadería, sino que también muchas veces los seguían hasta las pensiones u hoteles donde vivían y les robaban computadoras, teléfonos y dinero”.

El evento más significativo que denuncian es el asesinato de José Delfín, a manos de la policía. Dice Sandra Chagas, militante afroargentina: “El 5 de abril de 1996, a José Delfín Acosta Martínez lo asesinó la Policía del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires a golpes y patadas en la comisaría de Lavalle y Ayacucho. Seis policías le pegaron hasta asesinarlo. 24 años después, el 31 de agosto del 2020, su hermano Ángel Acosta Martínez logró la condena internacional por racismo”.

“Argentina es el único país de América Latina y el Caribe que tiene una condena internacional por racismo por el asesinato de nuestro compañero, que era un activista afrodescendiente de los derechos humanos del pueblo negro”, destaca.

Luego de una muestra de danza de las comunidades afroboliviana y de las de Guinea y Senegal frente al Congreso de la Nación, y ante la mirada de un destacamento policial que frenaba el acceso desde la plaza hacia Avenida Entre Ríos, se leyó un comunicado con las consignas de la movilización: sanción de una Ley Antirracista, cupo laboral afrodescendiente, restitución de los restos mortales de sus ancestros, la perspectiva afrocentrada de la educación y el reconocimiento social de la contribución de los africanos y su descendencia en el patrimonio nacional.

Una forma de contar con ojos africanos

Una forma de contar con ojos africanos

Durante agosto se realizará una nueva edición del Festival Internacional de Cine Africano de Argentina. Incluirá películas del cotinente, de la diáspora y de afrodescendientes. Las proyecciones serán en Buenos Aires, Córdoba y Neuquén.

Del 3 al 31 de agosto se llevará a cabo la edición número 17 del Festival Internacional de Cine Africano de Argentina (FICAA), organizado por el Observatorio Sur. Se presentaran 51 películas procedentes de 40 países, entre las cuales no sólo habrá producciones de África, sino también realizaciones de afrodescendientes y de africanos en la diáspora. 

El festival tiene la intención de ser federal y descentralizado para interpelar a un público más amplio. Por ese motivo, además de contar con tres sedes en Buenos Aires -el Centro Cultural Kirchner, la Biblioteca Nacional y la Alianza Francesa-, habrá proyecciones en la Ciudad de Córdoba, en Jesus María, así como también en la ciudad de Neuquén y en Junín de los Andes.

“Estamos acostumbrados a decir cine francés, cine italiano… este festival es como darle lugar a un tipo de narrativa que cuenta con otras visiones de lo que en la vida, de lo que es la historia”, señala Jorgelina Barrera, codirectora del evento. 

El FICAA apuesta a la posibilidad de, a través del cine, derribar fronteras. Los documentales que se proyectarán permitirán explorar el pasado colonial o los conflictos armados contemporáneos, así como también apreciar registros de danzas y música del continente africano. También se podrá disfrutar de ficciones, entre las cuales se proyectarán películas románticas, policíacas, comedias, dramas familiares o sociales. En la selección de clásicos, se realiza un recorrido por la obra de los pioneros: “Esos padres del cine africano que comenzaron a filmar con las independencias de cada país, en los 60 y 70, y su visión ayudó mucho a mostrar y decir que hay una narrativa y una forma de contar con estilo africano”, explica Jorgelina Barrera. 

En la selección de películas se busca captar la expresión de África, así como también la mirada de autores afrodescendientes. “Latinoamérica tiene varios países donde lo afrodescendiente es muy fuerte y es importante también tener esas miradas”, enfatiza Barrera. Se buscó dar espacio a las distintas narrativas y temáticas del continente africano, teniendo en cuenta la calidad artística. La propuesta es generar un espacio donde el público argentino pueda conocer y disfrutar cine africano.

“El Festival -sostiene Barrera- también ayuda a entender que son países lejanos pero con realidades muy parecidas”. Da el ejemplo de la película Diente por diente, producida en Senegal. Trata sobre una crisis muy grande que hubo en 2021 debido a las políticas establecidas por el FMI. Las universidades y los estudiantes, salieron a protestar por aquella crisis. “Es como un reflejo también de lo que pasa acá, en Latinoamérica. Como esas visiones de la cultura, de la economía y de las crisis políticas que se van reflejando en un país y en otro”, afirma la codirectora.

Este FICCA comenzó como una muestra en el año 2007. Fue creciendo y en pandemia devino en festival, desplegándose en distintas sedes del país. Logró consolidar un público que asiste cada año, aunque la propuesta es llegar a cada vez más gente.

La entrada para el FICAA es libre y gratuita. Se recomienda asistir con puntualidad, ya que es por orden de llegada hasta agotar capacidad. Para acceder a la programación se puede hacer desde la página web del Festival o por su cuenta de instagram.

El combo de Sandra Chagas

El combo de Sandra Chagas

Mujer, feminista, afrodescendiente y lesbiana, la activista Sandra Chagas repasa su historia familiar y lo que significa militar sus causas en la Argentina. El caso de José Delfín Acosta Martínez.

Del otro lado de una puerta de la que cuelgan muñecas, al final de un pasillo aireado de Once, una habitación blanca y memoriosa. Las aberturas son el espacio respirable de pedazos de pasados. Las paredes rebalsan fotos de mujeres con vestidos y hombres con tambores. Un mueble guarda tras sus ventanas más fotos y, ocasionalmente, una taza.

Al lado de la mesa, una escultura de ensamblados de metal: una pierna adelante, la otra atrás, rodillas flexionadas, rulos afro, una mano que toca un tambor y otra que lo sostiene, arriba de una sonrisa, la mirada. Esa mirada de júbilo turbada por algo más grande.

– ¿Quién es?

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José Delfín Acosta Martínez pertenecía al Grupo Cultural Afro, desde el que se inició todo el movimiento de reivindicación afrodescendiente en Argentina. Lo fundó con Diego Bonga, otro inmigrante afrouruguayo, en 1989. El candombe se convirtió otra vez en espacio de reunión y unión afro-rioplatense: el grupo enseñaba el baile y hacía presentaciones.

– Cuando lo asesinan a José, nosotros tenemos un quiebre – dice con pesar y brillo en los ojos Sandra Chagas, activista afro que conoció en bailes al candombero. Su mamá y su hermano eran muy activos en el Grupo Cultural Afro.

El 5 de abril de 1996, José había estado en una clase de la Universidad del Tango en la confitería El Molino. Pasó por la puerta del boliche Maluco Beleza, adonde iban muchos brasileros. La Policía Federal fue a la salida, argumentando que habían recibido la denuncia de una persona armada y quisieron arrestar, sin mucha más prueba que el color de piel, a dos afrodescendientes.

–   José estaba incluso con sus zapatos de tango. Lo único que hizo fue tratar de ayudar y defender a estos dos compañeros brasileños porque sabía de derechos, sabía que no se los podían llevar así nomás. Los estaban acusando de algo, pero se los querían llevar y eso no se puede. Cuando él salió en su defensa, agarraron y se lo llevaron a los tres. Pero el único que sale asesinado es José.

El candombero José, el defensor José. En el living, la escultura hecha por Waldemar Moreira Zurbrigk parece respirar.

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–  En el 98, dos años después del asesinato, Ángel Acosta Martínez, el hermano, hace lo que se llamó el Homenaje a la Memoria: homenajear no tanto a José Delfín, sino a la memoria de todos aquellos afrodescendientes en Argentina.

Para esa fecha, Ángel dio clases gratuitas de candombe en varios espacios de la ciudad de Buenos Aires. Había que pintar la ciudad de memoria afro. En una foto en blanco y negro sobre la pared, se ve una gran comparsa, la Kalakan-Gue.

– La comparsa fue desde Pasaje San Lorenzo hacia el Cabildo. En general, las llamadas – explica Chagas en referencia a las marchas populares con tambores y baile- se hacen desde más o menos Pasaje San Lorenzo hacia Parque Lezama. Pero esa vez se invirtió para visibilizar la presencia y tener ese registro del candombe resurgiendo en la Ciudad de Buenos Aires. Se visibilizó, no solamente el caso de José, sino también la presencia de los afroargentinos en este territorio, que hacía casi más de cien años que no transitaba por las calles.

La historia afro tiene mucho que ver con perder y recuperar. Los relatos de toda la Nación se destiñen a blanco: padres y madres de la patria, próceres y hasta sus caballos se blanquean en la imprenta de la historia. Aún así, la pérdida más grande es la identidad afro.

–  Venimos de la trata transatlántica esclavista. Las personas que habitan en estos territorios que hoy llamamos Argentina, Uruguay, Brasil, Chile, Perú, Bolivia, somos toda la misma gente, traída en calidad de esclavos. Para mí, esto fue un genocidio que duró cuatro siglos y del que somos consecuencia.

La historia familiar de Sandra requirió cuatro generaciones para recuperar con total orgullo la identidad afro. “Mi madre no era candombera”, cuenta apresurada. Su bisabuela era una mujer criolla de arrugas profundas y mirada perdida. Su foto en blanco y negro reposa, desgastada, en el primer estante del armario familiar.

Primero, la bisabuela se casó con un hombre negro y después con uno blanco. Así, en la familia convivían los hijos negros con los blancos. El abuelo de Sandra era uno de los negros. Cuando le tocó cuidar a la próxima generación, fue determinante: tenían prohibido juntarse con “los negros que estaban en la esquina”.

–  Hoy todo el mundo quiere bailar candombe, quiere tocar candombe, como si hubiese sido fácil para la propia comunidad negra hacer entender a la propia familia lo que significaba para una. Para mi mamá era una contradicción no juntarse con esa gente que era su misma gente.

Mientras tanto, levanta uno de los cuadros. Una negra sonriente baila al compás de los tambores. La nieta rebelde, la madre de Sandra.

–  Su madre es negra, ella es negra, ‘¿por qué no me puedo juntar con esa gente?’, se preguntaba mi mamá. Pero vos ves que mi bisabuela es criolla.

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–  Ahora estamos viendo o viviendo un retroceso espantosísimo, donde lo que prima es todo lo que venga otra vez de Europa o de Estados Unidos, lo que venga de fuera… Sin mirar a la propia gente, ni lo que quieren, ni lo que desean, ni lo que piensan… Nada, las propias personas a las que se supone que gobernás o estás dirigiendo un país, ¿para quién? ¿Para qué? Porque no se está escuchando la voz de las personas, no se está escuchando la voz del pueblo. No hay un ida y vuelta. Es solamente tirar cosas que tenés que asimilar y chau – acelera.

De repente, se para en seco.

– Aquella ya está sacando fotos que me ponen más nerviosa. Estás sacando fotos de José igual, ¿no? Hay muchas con mi mamá también. Ellos bailaban juntos.

Arriba de la escultura, hay una foto de una Sandra joven en el Teatro Coliseo en una bailanta del Grupo Cultural Afro.

–  Hay otras fotos más – desliza mientras recorre la pared con la vista. A la derecha, una foto de su mamá en los 80 con el coro Kennedy.

La madre de Sandra bailó la prohibición familiar toda su vida. En esa época, se presentaba con Yavor, después con el Grupo Medio Mundo. Incluso, llegó a bailar en una obra de Egle Martin, una vedette y coreográfa argentina. Cada tanto, también le gustaba cantar.

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– Como mujer tenés otra carga más, porque sos mujer, sos negra, sos… 

– Soy lesbiana. Claro. Tengo el combo cuatro. Yo hablo de afrofeminismo. No puedo dejar mi identidad fuera del activismo, de nada. Es más, a veces hablo del afrolesbianismo feminista, porque en realidad soy afrodescendiente, soy lesbiana desde chica y llegué al feminismo. Ojo: no fue fácil llegar al feminismo.

Menos, cuando la liberación femenina se limita a pequeñas disputas que no cuestionan al sistema colonialista, capitalista y blanco. Un feminismo blanco de panel con cupo negro que excluye, que expulsa.

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–  Estoy estudiando la licenciatura de Justicia y Derechos Humanos en la Universidad de Lanús para poder seguir defendiendo los derechos de nosotras, las personas afrodescendientes.

Tras una pausa, Sandra toma aire.

– Vos pensá que en 1996, cuando asesinaron a José, nosotros éramos “los negros”. Igual no va a cambiar eso, ¿eh? Nosotros no necesitamos que cambie, pero sí que la sociedad entienda algunas cosas. Porque, por ejemplo, después de la Cumbre de las Américas de Durban, Sudáfrica (2001), nosotros tenemos derechos humanos. Ahí fueron reconocidos por la política internacional.

El derecho internacional está más presente de lo usual en las historias personales cuando se trata del colectivo afro.

–  Tuvimos que pasar por muchas cosas. Primero, salir de las cárceles. Después, de la esclavización, del apartheid, de la segregación racial. O sea, hay todo un combo. Y lo que siempre nos toca, a cualquier afrodescendiente, esté donde esté: el racismo, la xenofobia, la discriminación racial, la extranjerización -suspira y se le caen los ojos-. Nosotros siempre vamos a terminar siendo extranjeros.

¿Cómo llamarse? ¿Migrante? ¿Transhumante? ¿Afroargentino?

–  La gente se traslada. Las poblaciones se mueven y van de acá para allá. Yo me considero afrodiaspórica. Y lo digo así porque de las dos diásporas, de la primera, la de la trata, y la segunda diáspora, que son de los países latinoamericanos y sus dictaduras económicas.

Con catorce años, su familia la subió a un colectivo de larga distancia de Uruguay a Argentina. De a uno, fueron viniendo. No los persiguieron las cachiporras de los represores. Los expulsó la economía que hacía cerrar los números con la gente afuera.

–  Ahora no estamos en dictadura, aunque sí hay una dictadura económica. Te podés manifestar, el derecho a la protesta está acá, en Naciones Unidas… pero quieren imponer la cultura del miedo: no es que van a perseguir sólo a los indígenas, a los negros, es a todos los que estén en desacuerdo.

Pero cuando la tez se oscurece, los policías gatillan más rápido.

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Aún el caso de José Acosta no está cerrado en la Corte Suprema. Se agotaron las instancias nacionales y Argentina no se presentó a las internacionales de solución amistosa. Así que, en 2020 la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) se expidió con una condena histórica. El racismo volvió a ser central para los organismos internacionales por la presión de movimientos como Black Lives Matter, creados con el caso de George Floyd, el ciudadano afroestadounidense asesinado en marzo de 2020 por la policía.

–  Ellos hace años que están teniendo un caso al que no le están dando bola. Hay un caso internacional que todavía lo tenés acá en la gatera. Y al que no le das viabilidad y al que dejaron muchísimo tiempo ahí en espera y espera y espera hasta que no había manera de poder tapar el sol con la mano.

Meses más tarde del violento asesinato de George, a fines de agosto de 2020, la CIDH falló en el caso José por primera vez acentuando la violencia policial por el “perfil racial” del asesinado.

–  A George lo filmaron, pero no había nadie que lo ayudara. José estuvo encerrado en una pieza donde lo golpearon hasta matarlo. Son dos cosas diferentes. No había nadie que filmara, ni que lo viera, ni que…O sea, ¿cómo probás todo lo que tenés que probar?

En la pregunta hay un aliento cansado, acarreado por generaciones.

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–  Hoy las Naciones Unidas hablan de George Floyd y crean un ente, el EMLER, que tiene que ver con un foro por los casos de asesinato. No solamente lo ponen a George Floyd como el caso paradigmático, sino que no visibilizan el caso de José Delfín Acosta Martínez, que es un único caso en toda Latinoamérica y el Caribe.

El caso de José sirvió para el caso de Lucas González: en la primavera de 2021, policías de civil, lo persiguen en auto y le disparan por atrás. Lucas salía del entrenamiento de un club de fútbol, tenía gorra y la tez marrón.

–  Otro caso que tiene que ver es el de Fernando Báez Sosa. Fernando Báez era argentino, pero sus padres paraguayos. Entonces, a él le corría la extranjerización. Esas once personas que lo golpearon hasta matarlo, mientras lo golpeaban, no le decían “marrón”, le decían “negro de mierda”. Hay toda una connotación racista contra el color de la piel, que no te veas blanco.

Cuando hablamos de racismo, tenemos que hablar de clasismo. Y de exclusión.

En la sala, la estructura de metal exhala al ritmo del tambor repiqueteado por siglos de pérdida, rebeldía y rabia.

«No queremos más que se nos borre de la historia»

«No queremos más que se nos borre de la historia»

La Primera Marcha de las Comunidades Afroargentina, Afrodescendiente, Africana, Afrodiaspórica y Panafricanista tuvo lugar este miércoles frente al Congreso. Qué derechos reclaman.

Por primera vez en nuestro país, columnas de organizaciones afro marcharon este miércoles 8 de noviembre bajo premisas variadas: diversidad, religión, cupo laboral, revisionismo histórico e inclusión fueron algunos de los principales ejes en disputa. El encuentro contó con una gran convocatoria y recorrió de manera pacífica la distancia entre Plaza de Mayo y el Congreso de la Nación. Con la premisa transversal del reconocimiento social, esta porción de la comunidad argentina tuvo que salir a las calles para ser reconocida. Invisibilizados, tanto por los medios de comunicación como por la historia, la movilización sirvió de llamado de atención a una sociedad que aún no se percata de sus problemas estructurales en torno al racismo.

Hace no mucho tiempo el caso judicial de Lucas Gonzalez introdujo como agravante el odio racial en la condena a los policías que lo ejecutaron a sangre fría. Hoy, sin haber ocurrido ningún cambio significativo en torno al tratamiento de estos sectores históricamente marginados, algunos todavía se sienten inseguros y olvidados.

“Sabemos perfectamente que el odio, la persecución y la idea de exterminio ha perseguido a muchos pueblos, entre ellos al pueblo negro”, explicaba Melina Sánchez, migrante y activista por los derechos humanos. “Estamos acá como señal de resistencia, pero también demostrando que somos una organización política y que tenemos mucho para aportar a la sociedad argentina, porque somos parte histórica de ella”.

En búsqueda de romper con el ocultamiento sistemático de sus aportes a la historia del país, muchos de los reclamos recayeron en el reconocimiento a la participación en la historia nacional de la figura de Remedios del Valle, “La Capitana”. “Lo que me moviliza personalmente es la reivindicación y la restauración por los daños hechos dentro del historicidio argentino a las disidencias que somos los afro argentinos, los afrodescendientes, africanos y a los pueblos originarios que constituimos esta nación desde el principio, desde su fundación”, decía Nahuel Tawahedo, afro argentino de sexta generación. ”No queremos más que se nos niegue, que se nos invisibilice y que se nos borre de la historia”.

“No venimos como un sector minoritario de la población a exigirles reconocimiento al Estado: nosotros ya estamos constituidos como naciones, como bloques con diferentes entidades y ascendencias de diferentes naciones africanas. Tenemos algo que decir, algo por que luchar. Lo que vamos a tratar de generar o estamos generando es que se avale todo eso”, concluía su testimonio Tawahedo que, a partir del movimiento de la marcha empezaba a desplazarse al destino final.

El recorrido de Plaza de Mayo al Congreso fue festivo. Candombe, capoeira y múltiples manifestaciones de cultura negra se apoderaron de la calle y obtuvieron la mirada de todo el que pasaba. Carteles y banderas acompañaron el recorrido. “La negra que me parió”, “Basta de racismo” y algún que otro cartel en contra del conflicto en medio oriente podían llegar a leerse. Vestidos con ropa religiosa de matriz afro, parte de los bloques manifestantes se movilizó por el respeto a formas de culto no católicas. Piruetas y sonrisas le seguían por delante, junto a instrumentos que no dejaron de sonar ni un momento.

Llegados al Congreso, cerca de las 20, los organizadores instalaron el equipo de sonido para el discurso final. Literatura negra y comida se instalaron junto a ellos en las calles. Media hora más tarde, sin sol en el cielo, los reflectores y las lecturas de los reclamos iluminaron a las oradoras. “Reunides nada más y nada menos que frente al Congreso de la Nación vamos a luchar por la representación política de la comunidad afrodescendiente”, inició su discurso una de las oradoras del 8N para, luego, mencionar a las organizaciones, instituciones y personas que apoyaron la realización de esta movilización.

“Hoy nos congrega esta marcha a diez años de la Ley 26852. Esta marcha marca un hito histórico en la comunidad, se trata de la primera acción en unidad del movimiento político afrodescendiente”, proclamó la oradora acompañada de aplausos. “A 40 años de democracia hay muchas deudas con la comunidad afrodescendiente, hay muchos logros también que nos unen y nos trajeron hasta acá, pero hay demandas y vamos a seguir en la lucha ¡Somos una comunidad de lucha! ¡Somos la resistencia negra de Argentina!”, concluyó el grupo organizador del 8N. Finalmente se leyó el documento con los propósitos del encuentro: Basta de racismo y otras formas conexas de intolerancia, la aprobación de una ley antirracista, la preservación de los Territorios Ancestrales y del Patrimonio Cultural, el reclamo por cupo laboral, representación política afro y el respeto a las religiones de matriz afro fueron algunos de los planteos mencionados.

Ante un proceso de radicalización de ciertos discursos de odio, la marcha afro, específicamente en este país, marca un antecedente muy importante en tanto restituye su voz a quienes la historia no dudo en callar. Religiones, culturas y vidas humanas debieron mostrarse en público como grupo para que se les reconozca como personas habitantes de este país.

«Militamos en distintos movimientos sociales y políticos pero a la hora del armado de listas, siempre quedamos afuera»

«Militamos en distintos movimientos sociales y políticos pero a la hora del armado de listas, siempre quedamos afuera»

Se realizó en La Plata el 4º Encuentro Plurinacional de Naciones y Pueblos Indígenas, Afrodescendientes y Migrantes. ¿Se viene el partido político propio?

“Hablar de cultura es algo muy grande. Yo quisiera hablar del monte. Ya no hay monte donde estamos nosotros, en Salta. Y si perdemos el territorio donde tenemos monte, perdemos las plantas para nuestras medicinas ancestrales. Perdés el monte, perdés la cultura”, sostuvo una de las muchas voces presentes en el taller “Artes y Culturas para la Descolonización”, que se realizó el sábado 15 de abril como parte de la primera jornada del 4º Encuentro Plurinacional de Naciones, Pueblos e Identidades Indígenas, Afrodescendientes, Migrantes y Diversidades celebrado en la Facultad de Periodismo y Comunicación de la Universidad Nacional de La Plata. El Encuentro continuó el domingo 16 de abril en el Centro Cultural Daniel Omar Favero y cerró con la realización de murales colectivos y un festival artístico pluricultural donde 300 personas bailaron al son de sus propias músicas. 

“Estamos trabajando con algo (la cultura) que está vinculado al placer. No podemos olvidar eso, es una ventaja. Porque después de aquí, de este encuentro, tomamos el subte y vuelve el vacío, el miedo, el peligro. Tenemos que lograr que la cultura plurinacional sea un espacio donde se pongan en juego espontáneamente los sentimientos y el pensamiento”, mencionó Izel Paz, moderadora del taller. 

Para un pensamiento plurinacional la cultura es parte de la vida, es una experiencia de la vida. No es un hecho aparte que se puede vender o presenciar como producto o espectáculo”, señaló Héctor Santomil, referente de la comunidad Charrúa Etriek de Villaguay. “El otro día fui al INADI a preguntar quién nos representaba como quechuas, como pueblo, y todos eran blancos”, reclamó otra voz dentro del taller, era la de un señor mayor, guaraní, que hasta entonces había permanecido callado.

El término plurinacional se refiere a una entidad política o Estado que reconoce la existencia y la diversidad de varias naciones dentro de su territorio. Los talleres que reflexionan en torno a este paradigma se erigen como el espacio propicio y necesario donde, año a año, se debaten las problemáticas más urgentes y cruciales para la corriente plurinacional en Argentina. 

El de Artes y Culturas no fue el único taller que se realizó en el Encuentro. También hubo espacios para debatir y reflexionar sobre “Experiencias y Participación Política Plurinacional”, “Reivindicación de la Organización y Lucha Migrante”, “Salud Intercultural, Medicina Ancestral y Parto Respetado”, “Pueblos Originarios en la Guerra de Malvinas”, “Comunicación con Identidad”, “Genocidio Indígena. Tierra, Hábitat, Territorio y Consulta Previa”, en este cuarto encuentro. La idea de los organizadores es que lo debatido lleve a conclusiones y acciones que se impulsen y se retomen los siguientes eventos que el movimiento realice.

El término plurinacional se utiliza a menudo en el contexto de países con una población diversa, como Bolivia, Ecuador y México, donde se reconoce la existencia de diferentes naciones y culturas dentro de sus fronteras. Estos países han adoptado modelos de Estado plurinacional para reconocer la diversidad cultural y garantizar los derechos de todas las comunidades. Sin embargo, en Argentina, donde todavía hoy conviven más de 40 pueblos, naciones y etnias a lo largo y ancho del territorio, el movimiento plurinacional todavía se considera incipiente, aunque desde la organización reconocen que han logrado varios avances.

“Entendamos que las casas de estudio son los ámbitos en donde se construye y se debate el pensamiento. Por eso para nosotros es importante que estos talleres de debate se den en ámbitos como la Facultad de Periodismo”, señala Puma Katrileo, mapuche y encargado de todo lo relacionado con la comunicación del Encuentro. A su vez, señala que “desde el primer encuentro hasta hoy lo que se ha visto es un avance en ciertas políticas públicas o reconocimiento. Por ejemplo, en Buenos Aires ya hay distintos lugares que se vienen reconociendo como municipios pluriculturales y plurinacionales”. 

La mutación de movimiento a partido es un ideal que el Encuentro se ha planteado desde su primera realización. Para Puma ese momento tendrá que llegar tarde o temprano por la naturaleza de los convocados al encuentro: “La convocatoria es a las militancias indígenas, afro, migrantes de diversidades y compañeros y compañeras que aportan y militan estas causas. Esos que somos los proscritos de la política, porque militamos en distintos movimientos sociales y políticos, pero a la hora del armado de listas quedamos siempre fuera. Pero seguimos poniéndole onda porque entendemos que la militancia misma y la dirigencia de esos movimientos sociales tienen que hacer eco de la pluriculturalidad que conforman estos espacios. Y eso lo tienen que llevar adelante la militancia de base, porque las cabezas siempre están en otras cuestiones, en otras roscas”.

A su vez, desde el movimiento reconocen que “la plurinacionalidad de cuando la planteamos en 2019 ha avanzado dentro de los movimientos sociales también, ahora hay movimientos sociales y políticos que tienen su corriente plurinacional. Y en lo discursivo, en los encuentros políticos, ahora aparece el debate de lo plurinacional, cosa que antes no se daba cuando irrumpimos en el 2019 con este nuevo paradigma. Esto ha llevado a rupturas como que el encuentro nacional de mujeres ahora se llame encuentro plurinacional de mujeres”, remarca orgulloso Puma. 

El problema, dice, es que “todavía hay cierta militancia que no entiende la cuestión de la plurinacionalidad y que cree que es algo separatista. Y nosotros lo que venimos planteando es que hay que entender las diferencias. Somos todos diferentes. Partiendo de esa base, la diversidad a los que nos tiene que llevar es a la articulación de acciones y no que haya una bajada de línea unidireccional y monocultural. Porque esto de decir somos todos iguales es mentira, no somos todos iguales. Ni ante la ley ni ante nadie”. 

 Esto último, en resumen, está en la base del pensamiento plurinacional, que se refiere a una entidad política que reconoce la diversidad cultural y étnica de su población y busca garantizar los derechos de todas las comunidades dentro de su territorio.

En los talleres que se dieron durante este 4º Encuentro Plurinacional se habló de dar formalidad y organización a las propuestas. Y de elevar los reclamos a instancias judiciales, “para usar las herramientas de ellos (el Estado) y no ir como indios sueltos”. Alguien entre el público del taller murmuró con eso de “indios sueltos”. El término se considera ofensivo. Pero Eliseo Álvarez Prado, uno de los 70.505 collas en Argentina (según el censo de 2010), quien además es profesor de charango, ante el murmullo, se explicó así: “Lo mío es una postura política y no me ofende que me llamen indio –remarcó–, porque con el término indio nos conocieron, con el término indio nos sometieron, y con el término indio vamos a liberarnos”.