Del antirracismo moral al antirracismo político

Del antirracismo moral al antirracismo político

Festejos y denuncias en la presentación del periódico El Afroargentino.

El pasado 8 de noviembre se conmemoró el fallecimiento de María Remedios del Valle, afroargentina a quien el General Manuel Belgrano le otorgó el grado de capitana por su osadía y valor en el campo de batalla. La fecha fue celebrada, por sexta vez, por parte de diversas organizaciones de la sociedad civil que buscan difundir y asistir a la comunidad afro pero, al mismo tiempo, denunciar la discriminación, el racismo y la xenofobia que sufre en la actualidad.  ANCCOM conversó con algunos referentes de la comunidad y ayer, participó de la presentación de la octava edición del periódico El Afroargentino, órgano difusor de la organización Diáspora Africana Argentina (DIAFAR), en el Centro Cultural de la Cooperación (CCC).

“Los funcionarios del gobierno que hoy promueven este tipo de fechas conmemorativas son los mismos que después fomentan la persecución policial contra los senegaleses. Entonces, como diría la reconocida activista Mireille Fanon, hay que terminar con el antirracismo moral y compasivo al que puede adherirse cualquiera y, en cambio, hay que avanzar hacia un antirracismo político, lo que es molestar a las estructuras mismas del poder”, reflexionó Federico Pita, durante la presentación del periódico, el primero de la Comunidad Afroargentina del siglo XXI. Licenciado en Ciencia Política de la UBA e hijo de padre afro y madre judía, fundó la Diáspora Africana Argentina (DIAFAR) en 2010 con el objetivo rescatar y mantener activa la memoria del legado africano o afrodescendiente en Argentina.

Federico Pita, presidente de la Diáspora Africana de la Argentina (DIAFAR).

“No es por nada que cuando uno habla con los argentinos ellos acuden a sus ancestros provenientes de Italia, España o Alemania. Como si Argentina proviniera de Europa. Cuando se dice que los argentinos son descendientes de los barcos europeos, a propósito se deja de lado los barcos que venían de África en la época colonial”, afirma Nengumbi Sukama, fundador y director ejecutivo del Instituto Argentino para la Igualdad, Diversidad e Integración (IARPIDI). Oriundo de la República Democrática del Congo, Sukama llegó al país en agosto de 1995 y, si bien es licenciado en Administración de Empresas, nunca pudo ejercer su profesión en relación de dependencia debido a su color de piel. Desde octubre de 2007, su organización se dedica a asistir legalmente a la comunidad afro y también a concientizar sobre las violaciones de derechos humanos que sufre este colectivo.

El hostigamiento policial hacia los afros que se dedican a la venta ambulante comenzó a aumentar particularmente a partir del DNU 70/2017 que modificó la Ley Nº 25.871 de migraciones. Aquella norma, que fue declarada inconstitucional por la Sala V de la Cámara en lo Contencioso Administrativo Federal, tuvo como objetivo agilizar la deportación de ciudadanos extranjeros acusados de haber cometido delitos y también fortalecer los controles para la entrada de personas al país. “Se trata de una violencia que tiene un doble mensaje: los que están acá no los queremos, así que váyanse. Los que están afuera, vean cómo tratamos a sus hermanos, así que no vengan. El gobierno está tratando de establecer un vínculo entre inmigración y delincuencia con la colaboración y acompañamiento de los medios hegemónicos de comunicación. La parte de la sociedad, que en el fondo odia la inmigración de países no desarrollados, también compra eso”, piensa Sukama.

El 8 de noviembre no fue solo un día de conmemoración, sino de denuncia contra la discriminación, el racismo y la xenofobia que sufre en la actualidad la comunidad afro.

Irene Teixeira es presidenta y fundadora de la Casa de África en Argentina, una asociación civil que desde 1995 trabaja en la difusión de la cultura del continente africano y, asimismo, en la asistencia y orientación a los ciudadanos africanos que llegan al país. Su abuela y su madre arribaron desde Cabo Verde, África, pero ella nació y creció en la Argentina. En homenaje a sus ancestros decidió fundar esta institución que fue visitada por artistas, referentes de la cultura y embajadores de aquel continente, entre ellos Zenani Mandela-Dlamini, la hija de Nelson Mandela. “Los africanos son gente pacífica, trabajadora y que, debido a su cultura y religión, no les gusta que les regalen nada. Pero, ahora, muchos se están yendo del país porque están sintiendo una xenofobia similar a la que vivieron en Europa. Los que no pueden irse tienen pánico y viven escondidos, tratando de no salir de sus casas”, cuenta Irene preocupada.

Existen muy pocos datos precisos sobre la comunidad afro en el país, ya sea desde el Estado como desde organizaciones privadas. El último Censo Nacional de Población, que fue realizado 8 años atrás, arrojó un total de 149.493 afrodescendientes. Significó el primer Censo Nacional que incorporó a este sector de la población. Sin embargo, Nengumbi Sukama afirma que actualmente habría 4.000 senegaleses aproximadamente en Argentina que llegaron con posterioridad. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) indica, en su último informe de 2017, que en el país existen 7.515 refugiados y solicitantes de refugio, de los cuales 1.610 provienen de África. A su vez, demuestra que hay 71.439.506 personas desplazadas a la fuerza en todo el mundo, de las cuales 24.783.440 son africanas.

Ante estas problemáticas Federico Pita denuncia que hay un vacío de propuestas de políticas públicas: “La clase política en su totalidad es ciega o miope a la variable del color. Si uno va al Congreso de la Nación y ve toda gente blanca, pero cuando sale a la calle ve gente de todos los colores hay algo que está pasando”.

Pita en la presentación de la octava edición del periódico El Afroargentino, órgano difusor de su organización.

Hay 71.439.506 personas desplazadas a la fuerza en todo el mundo, de las cuales 24.783.440 son africanas.

Sudáfrica mía

Sudáfrica mía

Personas dispersas observando exhibiciones de fotografías.

Somnyama Ngonyama se exhibe en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA) hasta este domingo.

Somnyama Ngonyama significa en zulú “¡Salve, oscura leona!” y así se titula la exhibición de esta artista, que  nació en Umlazi, Durban en 1972. La fotógrafa vive y trabaja en la ciudad de Johannesburgo, se llama a sí misma activista visual  y está comprometida con la causa de la comunidad LGBTQ. Vía e-mail, Muholi le señala a ANCCOM  sobre este primer contacto con Argentina: “Fui invitada para exponer las fotografías de Somnyama Ngonyama. Esta es una exhibición itinerante y estuvo recientemente expuesta en Suiza, Suecia y Reino Unido”. La sudafricana no descarta repetir la experiencia en estas latitudes: “Si me dan la oportunidad exhibiré futuros proyectos también asociados a los temas de raza, género y sexualidades” y agrega que actualmente se encuentra  en Filadelfia, Estados Unidos, trabajando en colaboración con un proyecto visual en el Women’s Mobile Museum, junto al Philadelphia Photo Art Center.

Las obras que se exhiben en Buenos Aires forman parte de un proyecto  que comenzó en 2012 pero que sigue actualizándose. En los trabajos expuestos,  la artista se autorretrata y pone en evidencia su propia historia, su condición de mujer, su negritud y la historia de su país. A través de su trabajo destaca que el  apartheid no es cosa del pasado y las imágenes son tan bellas como políticas.

Pared con leyenda y foto, todo en blanco y negro.

Las fotografías interpelan al espectador, lo retan a sostener la mirada.

 La muestra llegó a nuestro país de la mano de la directora del museo, Victoria Noorthorn, que ya venía siguiendo el trabajo de la activista en el exterior.  La curadora de la muestra, Sofía Dourron, cuenta que lo que más tiempo llevó fue investigar el abundante trabajo de Muholi. “Lo que hicimos fue estudiar en profundidad el proyecto completo para hacer una pequeña selección y  también entender el universo de estas imágenes que es muy complejo. A primera vista parece que no, pero cada elemento que aparece en las fotos está seleccionado muy cuidadosamente por Zanele, con un propósito muy específico”. Además aclara que la denuncia también refiere a la propia experiencia de la artista: “Por lo general son una reacción a un evento social, crimen de odio o bien una situación personal de discriminación. Una situación que refleje su condición de mujer negra y lesbiana en el mundo”.

Imagen de la sala , se ven tres paredes y tres personas observando fotografías.

Las obras que se exponen en MAMBA forman parte de un proyecto que comenzó en 2012 y sigue actualizándose.

Dourron detalla:  “Durante muchísimos años retrató a la comunidad LGBT sudafricana por ser particularmente invisibilizada y su objetivo era dejar un registro de una comunidad que había sido borrada.  En 2012 decidió dar vuelta a cámara sobre su propio cuerpo. El autorretrato se convirtió en una herramienta muy importante”.

Sobre un fondo blanco inmaculado el protagonismo lo tienen las fotografías que no sólo se hacen visibles sino que observan al espectador, lo retan a sostener la mirada, lo interpelan y cumplen finalmente con su misión: aparecen en el espacio público voces que no fueron escuchadas.

El trabajo de la curadora está alineado con las problemáticas que se repiten tanto a nivel internacional  como en nuestro país. “A mí, lo que me interesaba era entender un poco cómo es la comunidad de afrodescendiente o la actual comunidad afroamericana residente en Argentina. Y cómo se vive acá también no sólo la discriminación sino el borramiento cultural”, dice Dourron.

Personas observando un gran autorretrato. Una mujer sacando un foto con su cámara a otra obra que no llega a verse.

Somnyama Ngonyama es una exhibición itinerante que ya recorrió varios países.

 Mar Díaz es una visitante más entre las miles personas que desfilaron por el MAMBA. “No es una obra que circule en Buenos Aires y por eso creo que tiene un peso importante. Yo me reconozco afrodescendiente y me parece que es importante porque interpela a los argentinos contra el mito de que en el país no hay negros.  Tiene que ver con la construcción de identidad del país. El objetivo del artista lo logra con el tamaño de las imágenes, con las miradas”, cuenta.

 Por otro lado, Guillermo, otro visitante, dice: “Entré virgen, porque no tengo idea de esto pero algunas imágenes me parecieron inquietantes”. Muy cerca de él, Melisa indica: “Me gustó mucho porque hay una composición muy cuidada y hay mucha complicidad con el receptor de la imagen”.

Dos personas observando fotografías pequeñas, se ve un gran auterretrato.

Zanele Muholi logra en el autorretrato exhibir su propia historia y la de su país.

Como es habitual, al museo también lo recorren extranjeros que se sintieron convocados por la problemática con la que ella trabaja: “Fantástica. Especialmente la forma que busca las miradas de las mujeres. En cada mirada tienes un mensaje distinto. Los capturó muy bien. Debería ir a Brasil también”, afirma  Laura, una turista brasileña. “Muy impactante. Quedé realmente impresionado. La belleza y la fuerza del trabajo. La composición y el contraste. Demuestra lo difícil que es ser lesbiana y negra. Lo mismo pasa en Brasil”, reconoce por su parte Sergio, también del país vecino.

 La muestra se puede visitar en Avenida San Juan 350 hasta este domingo. Quienes visiten esta exposición también podrán recorrer las salas donde se exhiben actualmente las obras de Tomás Saraceno: “Cómo atrapar el universo en una telaraña”, Alberto Goldenstein: “La materia entre los bordes. Fotografías 1982-2018” y el Archivo Aldo Sessa “1958-2018: 60 años de imágenes”.

 

Voces, gritos y susurros de los afrodescendientes

Voces, gritos y susurros de los afrodescendientes

«El afro argentino está de la peor de las maneras: invisibilizado». Así resume su trabajo Alejandra Egido, actriz y directora cubana que dirige la Compañía Teatro en Sepia, un colectivo de mujeres que a través del arte representa y transmite las problemáticas históricas de la comunidad afroamericana en el país y en la región.

Invisibilización es la palabra que se repite en la mayoría de los testimonios. La comunidad afro en Buenos Aires busca, a partir de su cultura, combatir, sobre todo, sus consecuencias. «Si se consigue hacer sensible a la sociedad y al Estado sobre la presencia, las necesidades y la identidad de los y las afro, las actitudes cambian», asegura Egido.

Ese es el objetivo de obras como «Afrolatinoamericanas. De voces, susurros, gritos y silencios», declarada de interés por la Ciudad de Buenos Aires y que recupera las voces de mujeres negras. «Si alguien en la sociedad necesita respeto, desde todo punto de vista, es la mujer. Ni hablar la mujer negra», sentencia la directora.

Alejandra Egido llegó en 2007 a Argentina. Por esa época, participó en encuentros en el Palacio San Martín donde se debatía sobre las temáticas de la comunidad afro. «Estaba llenísimo. Cuando vi a tanta gente, no lo podía creer —dice a ANCCOM—. A mí me contaban que en Argentina, los negros habían muerto por la fiebre amarilla y las guerras por la independencia. Nunca había visto en otras partes del mundo que el fenómeno del racismo sea invisibilizar a alguien», cuenta Alejandra.

El trabajo artístico, dentro de la Compañía Teatro en Sepia, va de la mano de la defensa de los derechos de los afros. Carmen Yannone, una de las actrices, cuenta lo difícil que es para los más jóvenes reconocerse identitariamente dentro de su comunidad. «La palabra ‘negro’ para la sociedad, es lo feo, lo pobre, lo peor. Los hijos de mis sobrinas, por ejemplo, son blancos y dicen ‘yo no soy negro’. Tengo otros sobrinos que me agradecen por mostrarles que ser negro es un orgullo», explica Yannone.

Egido ejemplifica con situaciones aparentemente normales que se viven a diario, como la historia de la hija de una amiga, que también es afrodescendiente, a la que le preguntaron por la calle: «¿De dónde sos?». Silvia Balbuena, otra de las actrices de la obra, amplía: «Es muy feo que te pregunten eso, respondas ‘de Argentina’ y te repregunten: ‘¿Y de dónde son tus abuelos?'».

El 23 de diciembre de 2013, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó una resolución que proclama el Decenio Internacional de los Afrodescendientes entre 2015 y 2024 e impulsa programas que apunten a «promover el respeto, la protección y la realización” de todos sus derechos humanos y libertades fundamentales, así como también difundir su herencia y su cultura.

Una actriz de la compañía Teatro en Sepia

Desde el año pasado, la Compañía Teatro en Sepia integra uno de los organismos que trabaja para implementar esos programas: la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas, Afrocaribeñas y de la Diáspora. Katherine Fernández, una de las activistas que llevan adelante este proyecto, cuenta que en las cumbres «reciben a casi 400 mujeres de organizaciones de 22 países». En la próxima, de la que participará la Compañía, «se va a proponer una plataforma política para llevar a los organismos internacionales, Estados y gobiernos regionales».

«Nosotras estamos proponiendo que, a través del teatro, podamos hacer un taller con mujeres afro de la Ciudad de Buenos Aires, debatir los temas de las obras y terminar haciendo una encuesta como prueba piloto para movilizar al INDEC y la Dirección de Censo de la Ciudad, a ver si se llega a hacer una estadística desagregada a los afrodescendientes», amplía Egido sobre sus propuestas. La falta de datos oficiales precisos es uno de los principales temas: «El INDEC hizo un relevamiento en el censo de 2010 que no fue completo y que se dijo que era simbólico, para que posteriormente se hicieran más investigaciones. No tenemos los números reales. No tenemos ningún programa que nos proteja porque no se sabe qué necesitamos», señala Egido.

Otro de los proyectos dedicados a la transmisión de la cultura afro en Buenos Aires es el Movimiento Afrocultural, un espacio en el barrio de Monserrat, que constituye la continuación de los trabajos del Grupo Cultural Afro, creado en 1987, y la Comparsa Kalakan-Güé, fundada en 1998 y declarada patrimonio cultural de la Ciudad.

Movimiento Afrocultura en Monserrat

Ángel Acosta Martínez, afrodescendiente nacido en Uruguay y uno de los activistas que trabajó desde el comienzo en ese grupo, relató, en diálogo con ANCCOM, que junto a su hermano José Delfín Acosta Martínez migraron a la Argentina en los años ’80 «por la problemática de los militares en Uruguay». «Nos encontramos en una Argentina que negaba la existencia de los propios afroargentinos», indica y agrega: «Desde entonces, nos encargamos, por intermedio del candombe, de difundir la existencia de los afroargentinos. También empezamos a defender sus derechos humanos y civiles, a luchar contra la discriminación por su color de piel y a trabajar para que se legalice la religión africana. Difundimos todo lo relacionado a nuestra comunidad, sus influencias y su participación en las guerras y trabajos en la construcción de la identidad argentina».

Acosta Martínez continúa con el relato: «Viendo con otras personas que teníamos ideologías y sentimientos en común, formamos el Grupo Cultural Afro y luego, en el ’87, el Centro Cultural Afro. En el ’88 dictamos el primer curso de Candombe en el Centro Cultural Ricardo Rojas, extensión cultural de la Universidad de Buenos Aires. Y en el ’89 organizamos la Primera Jornada de arte Afroamericano, también en el Rojas. Ahí, asistieron embajadores de Costa de Marfil, de la República Democrática del Congo, de Sudáfrica y Nigeria y organizaciones afros de Uruguay, Argentina, Brasil, Haití y Paraguay. También hubo capoeira y danza afro yoruba».

El 5 de abril de 1996, se produjo un quiebre en el grupo, ya que el hermano de Ángel Acosta Martínez, José, fue asesinado luego de salir en defensa de dos jóvenes afro que habían sido arrestados por su color de piel. A José se lo llevó la policía y apareció muerto horas después. A partir de allí, Ángel creó la Comparsa Kalakan-Güé, que sirvió para homenajear a su hermano. Años después, se exiliaría a España denunciando persecuciones policiales.

En 2009, el grupo afro fue desalojado del lugar donde daba clases.Allí también vivía una gran cantidad de familias que inició -y ganó- un juicio al Gobierno de la Ciudad por “racismo institucional”. Así, se les cedió el espacio donde actualmente el Movimiento dicta clases de candombe, música y capoeira, fabrican tambores e instrumentos y generan actividades y shows artísticos para visibilizar a la comunidad. Hoy, además de las actividades, festejan el Día de San Baltasar el 6 de enero o el Día de Yemanyá el 2 de febrero, tocando los tambores desde Plaza Dorrego hasta Parque Lezama.

Dentro de las respuestas que le da el Estado a la comunidad afro, María Gabriela Pérez, del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), menciona el Foro de Afrodescendientes y Africanos, que según ella constituye el «primer espacio desde el Estado para diseñar y llevar adelante políticas de inclusión y visibilidad de la población afroargentina y afrodescendiente».

«La aparición de estos espacios dentro del INADI y en otros lugares contribuyó a que la gente que ya estaba organizada y luchaba con trabajo de hormiga, pueda contar con la oportunidad de trabajar de una manera más efectiva. El Estado que en algún momento invisibiliza, también es el Estado que está acompañando toda esta inclusión», subraya Pérez. «Reconocerse afro es reconocerse dentro de una historia jamás contada».