Entre la preferencia por las confirmaciones y el rechazo de las refutaciones, ¿hay lugar para una despolarización o apartidismo en el ámbito de las redes?
En este momento estamos en un momento de alto nivel de polarización en el mundo. En el marco de esa polarización estamos en una instancia de mucha activación ideológica y afectiva de las derechas, lo cual como las derechas son muy extremas en sus posiciones, eso vuelve más difícil despolarizar. Entre otras cosas porque en los discursos que circulan tanto en el espacio offline como el espacio online, los grupos más intensos suelen estar sobrerrepresentados, entonces lo que más miramos es a esos grupos intensos sobrerrepresentados que están en las regiones más extremas de los polos. En este momento lo veo difícil, de todas formas despolarizar creo que no depende tanto de un estado de cosas, sino en qué medida determinado tipo de eventos sociales y políticos cobran mayor visibilidad y pueden llegar a ser eventos que despolaricen. Muchos de los eventos que nosotros hemos analizado en el libro anterior, por ejemplo, eran eventos que promovían una agenda de género, de recuperación de derechos civiles, y esas agendas tendían más a despolarizar, pero eran eventos puntuales, pero no es que va de suyo que despolaricemos y eso se mantenga.
“Dar me gusta y compartir son formas de exposición pública que aumentan el riesgo social ya que quedamos a merced del juicio de quien nos lee.” ¿Considerás que se propone la perduración del dicho: “No se habla de fútbol, política, ni religión”?
De esos temas se habla mucho, sobre todo de política. Muchas veces incluso la religión está muy imbricada con la política. Una cosa que explica la polarización y por ende la exposición a distintos tipos de violencia virtual es el hecho de que las identidades políticas y en particular la identificación partidaria pasan a ser un vector que aglutina muchas otras divergencias. Ser conservador o progresista, ser republicano o demócrata, ser peronista o antiperonista, muchas veces eso aglutina otros aspectos o dimensiones de nuestra vida como la religión, la idea que tenemos sobre el aspecto sanitario, las vacunas, u otros derechos civiles como la legalización del aborto o aspecto que tenga que ver con nuestra perspectiva del funcionamiento de la economía o la educación. Cuando el vector político-partidario absorbe todo lo demás, tendés a una polarización que simplifica nuestras ideas alrededor de los asuntos y se vuelve un polo u el otro polo. Dentro de ese polo, todo, y fuera de ese polo o burbuja, nada, ningún tipo de contacto y total aversión contra el otro que deja de ser un adversario o un oponente político y se convierte en un enemigo con el que hay que cortar todo tipo de lazo.
Transitando el año electoral surgen cuentas verificadas o anónimas con gran cantidad de seguidores que pretenden lograr incidencia en la coyuntura política de las redes sociales, ¿qué rol ocupan realmente?
En el libro anterior analizábamos a los trolls no verificados y los verificados. En ese sentido, en ocasiones podíamos distinguir después de estudiarlos de manera consistente que había ciertos influencers que tenían mucha incidencia en los discursos políticos, pero que eran cuentas no verificadas. En muchas ocasiones muchas veces eran centros mediáticos detrás de eso, que tenían mucha incidencia en el discurso y la narrativa que circulaba y se expandía dentro de una burbuja. En el marco de estas elecciones me parece que están pasando comportamientos de otro tipo, donde hay en el caso de los candidatos o del candidato que ha usado las redes de manera muy intensiva y diversificada que es Javier Milei, nosotros vemos una suerte de externalización de tareas, donde ni siquiera es él quien concentra el discurso alrededor de sí mismo, sino que son muchos otros múltiples actores que se han vuelto influencers y hablan sobre él. Eso supone que además hay una convergencia entre el espacio digital de redes sociales y el espacio de medios de comunicación masivos, que también están habitando las redes. Es más complejo lo que está pasando hoy, en el sentido que excede la distinción entre trolls que generan mecanismos violentos o de desinformación en las redes, sino que está atravesado por un tipo de discursividad, interacción y contribución de distintos actores a la narrativa que excede la distinción del influencer troll y el influencer no troll.
¿Esto se vincula con las “fake- fake news”?
Sobre las fake-fake news nos referimos a aquellas cuentas fake o falsas que lo que hacen es por un lado emular ciertos criterios de noticiabilidad como si fueran medios, pero al mismo tiempo se presentan como medios que hacen sátira política o humor político. Lo que ocurre es que es muy difícil poder chequear si la información es falsa, porque se amparan en el hecho de que es humor político y por ende es muy difícil corregirlo si no se supone que tenga intenciones de ser real. Lo que pasa es que termina siendo en algunas ocasiones un mecanismo simulado de humor político para generar violencia, desinformación o atacar a ciertos actores.