«Una reparación histórica que la Iglesia nunca había hecho»

«Una reparación histórica que la Iglesia nunca había hecho»

El párroco Alejandro Llorente y el padre Domingo Bresci oficiaron una misa en homenaje a las víctimas del bombardeo a Plaza de Mayo de 1955 en la Basílica Nuestra Señora de la Merced. Luego dejaron una ofrenda floral en el lugar de los hechos.

Este martes, 17 de junio, se celebró una misa en homenaje a las 309 víctimas de los bombardeos a Plaza de Mayo, a 70 años del crimen. La ceremonia fue llevada a cabo por el párroco Alejandro Llorente y el padre Domingo Bresci en la Basílica Nuestra Señora de la Merced, en Reconquista 209. Los casi 50 asistentes pertenecían a distintas agrupaciones del peronismo y asociaciones civiles. Todos ellos estaban relacionados de una u otra manera al hecho que sacudió nuestro país en 1955.

Luis Miraldi vivía en Belgrano y Sarandí y tenía siete años el día del bombardeo. Junto a su padre, italiano y peronista, observaron desde la alzada del tranvía, en la avenida, los aviones y las bombas cayendo en la plaza. “Estábamos un poco inconscientes y confundidos. Y más allá de las bombas bajando y explotando, lo que más me impresionó fue ver pasar por nuestros costados, autos a muy alta velocidad, hombres con armas en las manos, gritando: “¡Se fue el tirano!, ¡se fue el tirano!, ¡hay que matar al tirano!”. Mi padre estaba preocupado y muy triste, él había entendido enseguida que el peronismo se trataba de cuidar al trabajador”, recuerda. “Horas más tarde, mi primo que esta haciendo el servicio militar, fue a levantar los cadáveres de la calle. Manejaba muy bien y lo designaron camionero para cumplir la terea”, agrega.

Miraldi no recuerda los destrozos en la vía pública producto de las bombas que fueron más de 100, pero no olvida la quema de Iglesias esa noche. “Con el tiempo, sentí mucho dolor por el rol que tuvo la Iglesia en el ataque. Cristo Vence era un canto de época, fue una mala impostación teológica”. Miraldi participa con su esposa en una comunidad eclesial en la Parroquia de la Santa Cruz, y hoy en la Basílica, una de las iglesias atacadas luego del bombardeo, presencian la misa en homenaje a las víctimas de los aviones de la Marina y la Fuerza Aérea.

Durante la misa se leyeron los salmos correspondientes, se celebró la comunión de los presentes y se entonaron los cantos tradicionales. En el inicio, integrantes de asociaciones civiles organizadoras del encuentro dieron las gracias por la convocatoria y compartieron su dolor e indignación ante lo ocurrido: “Cuando se lo compara con Guernica, es errado, porque fue producida por los nazis. Acá fueron argentinos los que cometieron la masacre”, afirma Alberto Lina, vicepresidente de la Comisión Nacional de Monumentos de Lugares y Bienes Históricos.

Los sacerdotes celebrantes también compartieron parte de sus memorias de ese oscuro 16 de junio. Llorente contaba que, durante su crianza en una familia profundamente antiperonista, siempre se habló de la quema de iglesias, pero nunca de aquello masacre previa. “De eso en casa no se hablaba”, dice. “Es mi convicción cristiana la que me trae aquí hoy”, finaliza. Por su parte, el padre Domingo Bresci, uno de los fundadores del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, recordó ante los presentes: “Yo era seminarista y venía en el tren con otro sacerdote, íbamos a la Capital porque se contaban cosas espantosas de lo que iba a pasar”. Y sigue con gran efusión: “Vimos la Curia arder, ¡la forma en la que se incendiaban los ladrillos! Pero no vimos aquellos cuerpos que fueron asesinados y que eran el templo vivo de Dios. Retomando lo que contaba a Alejandro de cuando era niño, hablaban de la quema de iglesias, pero no de la quema de los cuerpos humanos, que valían muchísimo más que los miles de ladrillos que se podrían haber quemado”. Y concluye, en relación a la misa: “Este es una reparación histórica que la Iglesia nunca había hecho”.

Una vez terminada la celebración, los concurrentes se dirigieron con una marcha lenta en la fría noche de martes hacia la Plaza de Mayo. Allí se colocó un gran ramo de flores blancas hacia la Casa Rosada y se leyó un discurso en conmemoración de las víctimas y en favor de la democracia. El grupo entonó las estrofas del Himno Nacional y permanecieron unos pocos minutos más recordando en la penumbra del lugar. Al escuchar sus memorias, muchos parecían volver a ser los niños que presenciaron la atrocidad. Uno de ellos, que prefiere no dar su nombre, cuenta que su padre, que militaba activamente, ese día se encontraba enfermo, y muchos años después entendió de lo que se había salvado.

Por su parte, Juan Mercurio cuenta que vieron a los aviones irse hacia Uruguay desde el barrio de Banfield, donde vivía. Otra de las voces que pudo escucharse, describe la caída de las bombas con la mirada que tenían de niños: “Cuando vio que venían los aviones, un amigo me dice: “Mirá, van tirando cosas. Eso ahora explota y caen papelitos”.

La ex clase pasiva

La ex clase pasiva

Cada vez más jubilados trabajan para compensar los magros haberes que reciben mensualmente y poder hacer frente a los gastos cotidianos. Historias de canosos con empleo.

La postal de jubilados que se ven en la necesidad de volver al trabajo se repite cada vez más seguido en Argentina. Según la Encuesta Permanente de Hogares, uno de cada seis jubilados (15,47%) sigue en actividad, lo que representa un aumento del 42% en comparación con 2011. La necesidad económica es el principal motor: el haber mínimo ronda los 366 mil pesos, mientras que la canasta básica del adulto mayor supera los $1.200.000.

“Cuando vi que me faltaban cuatro o cinco años para jubilarme dije: ‘¿Qué hago?’ Porque con la jubilación mínima no iba a poder vivir. Entonces me puse a estudiar abogacía y ahora trabajo en eso”, cuenta Lili Kunis, jubilada de 71 años, que trabajó como docente durante 35 años en la provincia de Buenos Aires. Se recibió a los 54 años en la Universidad Nacional de La Matanza y ejerce como abogada laboralista. “Me gustaría no tener la obligación de trabajar. El trabajo que hago me gusta, pero también es correr todo el tiempo, con plazos y escritos. A los 71, me gustaría dejar de correr”.

La situación se agrava por la pérdida del poder adquisitivo y la eliminación de subsidios a los servicios. “Los jubilados hemos perdido con todos los gobiernos, pero esto es brutal”, asegura Kunis. “La quita de los medicamentos gratuitos también nos afecta mucho. En las marchas me cruzo gente llorando porque no puede comprar sus gotas. Me dicen: ‘Si me las compro, no como’”.

«Me parece que están queriendo instalar un discurso: que es normal que alguien de 70 años vuelva a trabajar, y no es normal. Ya trabajaste, ya diste todo. Ahora nos tocaría descansar”, dice Silvia.

Rosario Sastre, jubilada de 67 años, comparte la misma preocupación. Cobra la mínima y vive de changas: es podóloga, lleva personas con discapacidad al médico, hace compras y cuida enfermos. “Por mes puedo sacar unos 200 mil pesos, y olvídate de comprar carne. Hay gente que me dejó de llamar porque no puede pagarme”, dice. “Una cosa es trabajar por elección, pero yo trabajo porque no me queda otra. Este mes, con el aguinaldo, somos Gardel: cobramos 500 mil pesos. ¡Qué tristeza tener que reírse de eso! Nos sacaron todo”.

Sastre vive en Ciudadela y camina diariamente para ahorrar en transporte. “Estoy cansada, agotada, con bronca. Quisiera pasear con mi nieta, pero tengo que trabajar todos los días”. Su alquiler es de 220 mil pesos. “Con la jubilación se me va el alquiler, y el resto en luz y gas. La mayoría está igual: los que tienen casa propia, no pueden pagar los impuestos; los que pueden, siguen trabajando”.

Silvia Bondareff, de 63 años, y Juan Domingo Redondal, de 72, son una pareja que hace changas de albañilería en Tres de Febrero para poder subsistir. “Me quedaron algunos clientes de cuando trabajaba en la construcción y con la jubilación mínima no podemos vivir, así que sigo en la lucha”, dice Juan Domingo. Silvia es profesora de gimnasia y estudia psicología social, pero lo ayuda en el trabajo: “Lo acompaño para que no le sea tan duro y no tenga que ir solo. Llevo los baldes, hago la mezcla. La gente nos mira como diciendo: ‘¿es la peona o la dueña de la casa?’. Cuando estamos revocando una pared también es raro, porque somos grandes”. Tienen cinco hijos, uno de ellos estudia en la universidad: “Es nuestro mayor gasto. Queremos que termine, que no tenga que dejar por trabajar”, cuenta Juan Domingo. Silvia agrega: “Me jubilé gracias a la moratoria para amas de casa. Siempre trabajé, pero nunca tuve aportes. Pensé que podría hacer lo que me gusta, pintar, él ser profesor de fútbol. Pero nos dimos cuenta de que íbamos a tener que trabajar de nuevo. Me parece que están queriendo instalar un discurso de que es normal que alguien de 70 años vuelva a trabajar, y no es normal. Ya trabajaste, ya diste todo. Ahora nos tocaría descansar”.

“La dignidad no se vende”

Para Juan Domingo, la lucha sigue: “La mayoría de los jubilados que nos sentamos en el Anexo del Congreso venimos de la década del 70 y nos han cagado a palos siempre. Pero este tipo (en referencia al presidente Javier Milei) rompió las normas. No entienden que no vamos a abandonar las calles. Nos han quitado los remedios, nos han aplastado el sueldo. Lo único que nos queda es la dignidad, y eso no se vende”. Silvia coincide: “Nuestros amigos están vencidos, como que no activan. Algunos votaron a Milei y piensan que hay que esperar. Ahora se ven más jubilados autoconvocados en el Anexo y eso te da ánimo para seguir luchando”. Juan Domingo concluye: “Para este gobierno somos un grano en el culo, nos van a hacer de todo, nos van a meter gases y matar los sueldos, pero no nos van a sacar de la lucha. Ese es el legado que le dejamos a esta juventud. No es solo por nosotros, es por los que vienen atrás”. Silvia agrega: “Voy al Anexo por mis hijos y mis nietos. Algún día se van a acordar, como yo me acuerdo de cuando mi papá iba a la marcha de Norma Plá y yo le preguntaba: ‘¿Para qué vas?’. Ahora lo sé”.

El aumento en la esperanza de vida es otro de los factores que complejiza el panorama. La Fundación Navarro Viola advierte que los sistemas previsionales fueron diseñados cuando la mayoría de las personas fallecían a los cinco años de jubilarse. Hoy, muchas viven 15 o 20 años más. Según el informe, casi un cuarto de los jubilados menores de 70 años sigue trabajando.

Víctor C. Amarilla tiene 72 años y es encargado de edificios. Se jubiló hace nueve años, pero sigue en actividad. Cobra un poco más de la mínima: 420 mil pesos de jubilación y 400 mil pesos como encargado. “No me alcanza. La luz y el gas cuestan más de 100 mil pesos. Uno come lo que puede. Me levanto a las 4:30 para trabajar. Estoy podrido. No puedo ir al cine, no puedo salir a pasear. Mis amigos están desesperados: ganan poco y muchos están enfermos. Yo no sabía que iba a tener que seguir trabajando. Pensé que iba a hacer una changuita, pero al final es lo único que me permite vivir”.

En situaciones similares están Ana Montenegro y Luis Relinque. Ana, de 69 años, tiene discapacidad visual y cobra la mínima. Para sobrevivir, intenta vender ropa en ferias barriales, pero enfrenta trabas del Ggobierno de la Ciudad. “Nos sacan como si fuéramos delincuentes. No nos dejan vender. Fui a Parque Patricios, Parque Centenario, Chacarita, Mataderos, y nos sacaron de todos lados. Nos persiguen. Lo único que quiero es vivir tranquila, pero no nos lo permiten. Cobro 350 mil pesos y tengo que trabajar los fines de semana desde las 4 de la mañana. Mis hijos me ayudan, pero no quiero ser una carga. Yo también hice este país, no nos merecemos esto”.

Luis, de 75 años, vende alfajores frente al hospital Evita. Cobra la mínima y vive con su hijo y su nuera. “Me las rebuscaba, pero el último año ya no. Empecé a vender cuatro alfajores por mil pesos. Gano unos 7 u 8 mil pesos por día. Con la jubilación no alcanza: la mitad se me va en servicios. Dejé de pagar los impuestos. Quisiera comer una pizza en Corrientes o ir al teatro con mi nieta, pero no puedo. Antes iba al cine, ahora no. Tengo 75 años: mi vida es hoy, y no quiero pasarla mal”.

Tocaría descansar

El escenario es desolador. La falta de políticas previsionales integrales, la eliminación de la moratoria y la intención de anular regímenes especiales profundizan la crisis. “Los choferes de colectivo, los docentes, van a tener que esperar. Antes uno decía: ‘los jubilados tienen la ayuda de la familia’, pero ahora ni eso. Las familias también están fundidas”, advierte Kunis. “Yo voy a tener que seguir trabajando hasta que pueda. No es por gusto, es por necesidad”.

La jubilación mínima ​​se encuentra actualmente en 296.396 pesos, a esto se le suma el bono de 70.000 pesos, congelado hace más de un año. Sobre los 7,4 millones de jubilados y pensionados, cobran los haberes mínimos con bonos poco más de 5 millones. La Cámara de Diputados dio media sanción una ley que otorga un  aumento del 7,2% en todos los haberes y una actualización del bono a 110.000 pesos. También repone la moratoria previsional, que venció el 23 de marzo y no fue renovada por el gobierno, dejando a un estimado de 243.000 personas sin poder jubilarse en 2025. Ahora le toca votar al Senado para que entre en vigencia. De todas formas, Javier Milei ya anticipó que de aprobarse, vetaría la norma por lo que la situación de penuria de los jubilados seguiría tal cual está ahora. 

El fenómeno de los jubilados que no pueden dejar de trabajar crece y se expande. La falta de una respuesta estatal deja a miles de personas mayores atrapadas entre el hambre y la precariedad laboral. La imagen de adultos mayores en ferias, limpiando vidrios o trabajando en edificios se multiplica en las calles de todo el país, mientras las políticas de ajuste profundizan un escenario cada vez más injusto.

El bombardeo se sigue reescribiendo

El bombardeo se sigue reescribiendo

A 70 años de la Masacre de Plaza de Mayo, cuando la Fuerza Aérea argentina lanzó un ataque contra su propia población, dejando más de 300 muertos y 800 heridos, autores del libro “16 de junio de 1955. Bombardeo y masacre: imágenes, memorias, silencios” revisan el acontecimiento y reconstruyen la memoria de una herida aún abierta y fragmentada.

“Este es el único caso en el que un sector de las Fuerzas Armadas, en este caso la aviación de la Marina de Guerra, bombardea a sus propios ciudadanos sin que haya ninguna señal de que algo de este orden podía suceder”, señala Juan Besse, antropólogo, profesor de Geografía en la Universidad de Buenos Aires y autor del libro 16 de junio de 1955. Bombardeo y masacre: imágenes, memorias, silencios, junto a María Graciela Rodríguez. El investigador usa un concepto de Antonin Artaud, “el teatro de la crueldad”, para describir los sucesos que ocurrieron aquel día. Más de un centenar de bombas cayeron en el centro porteño, bombas que producían efectos de mutilación. Además, los militares también usaron sus aviones para ametrallar a trabajadores que habían salido a protestar en la zona del Bajo. “Este teatro tuvo efectos de discernimiento político”, agrega.

Lo que siguió fue un silenciamiento de los hechos, sobre todo en los primeros años de la Revolución Libertadora y la proscripción del peronismo. Para Besse, los historiadores encargados de narrar la masacre instauraron una “prefiguración arcaica de la Teoría de los Dos Demonios”, donde se puso al mismo nivel el bombardeo y la posterior quema de iglesias por parte de militantes del gobierno: “Cuando se describe lo que sucedió se dice que hubo un bombardeo, pero no se dice nada sobre las víctimas, y se dice que hubo incendios, y por supuesto tampoco se habla de muertos porque no los hubo. Lo que se perdió fue patrimonio histórico religioso. Toda esta corriente historiográfica liberal suscribió a algo que uno podría asociar con la figura de una guerra justa”, sostiene.

El libro de Besse y Rodríguez revisa el tratamiento que recibió el bombardeo durante las décadas posteriores, desde el punto de vista de múltiples actores sociales como la política, la prensa o la academia.  “Algo que me resultó sorprendente es que tanto el equipo de María Graciela como el equipo que yo dirigía, no éramos historiadores. Éramos sociólogos, comunicólogos, politólogos, o en mi caso un antropólogo devenido geógrafo. Eso también es indicial”, destaca el investigador, que afirma que esta singularidad da cuenta de “las timideces historiográficas para plantarse frente a este acontecimiento”.

Un nuevo abordaje, el literario

El bombardeo. Plaza de Mayo. 16 de junio de 1955 es una antología literaria publicada este año que reúne una serie de textos de autores sobre lo ocurrido, algo que casi no tiene antecedentes debido a que la literatura sobre aquellos años se remite a otros hechos, como los fusilamientos de José León Suárez (Operación Masacre). Cuenta con 13 relatos de distintos géneros escritos por Mercedes Araujo, Humberto Bas, Juan José Becerra, Juan Carrá, Albertina Carri, Alejandro Covello, Esther Cross, Mariano Dubin, María Pía López, Carla Maliandi, Sebastián Martínez Daniell, Ricardo Romero y Luis Sagasti. Para el compilador y autor del prólogo, Julián López, el bombardeo “es un evento que los artistas no terminamos de escuchar, de representar o de entender”, y a él le parece que eso “es un motor bien interesante para la escritura, un desafío que te deja en un lugar de inseguridad, de incertidumbre y hasta te guía de cierta prevención”.

Con la antología, el objetivo fue abrir una puerta: “Lo único que busca es la posibilidad de la lectura. Y en ese sentido hay una ambición, tal vez un poco desmedida, que es que se pueda leer ese evento. Tal vez no que se empiece a leer, pero que vuelva a circular. Que a 70 años de esa barbaridad se generen nuevas posibilidades de lectura, de referencia, de asociación, de identificación, de cuestionamiento. Entender también por qué el silencio ganó esa partida”. De esta manera se configura un texto que incluye una narración colectiva, una forma de representar inédita para el bombardeo. “No hace falta siquiera opinar, no hace falta siquiera saber. Hace falta abrir el libro y leer”, afirma el escritor.

Guernica sin Picasso

Ambos autores comparan el ataque aéreo argentino con el producido por la aviación italiana y alemana sobre la localidad vasca durante la guerra civil española en 1937, que inspiró la obra del afamado pintor español. “Guernica es una aldea muy pequeña, en relación sobre todo a Buenos Aires, pero tiene el cuadro de Picasso. Tiene esa representación universal de magnitud máxima. Y que el bombardeo no tenga una significa que no permeó de alguna manera”, explica López. Juan Besse recalca que el número de víctimas y de destrucción en el pueblo ibérico fue menor, pero que “la ausencia de una inscripción como la que Picasso produjo con ese cuadro marca una relativa invisibilidad del acontecimiento”.

“Las bombas aparecen ahí como un corte, como la marcación de un tipo de violencia que va a asestar el trabajo y el proceso político en las décadas venideras”, afirma Besse. Recién con el aniversario 50 del hecho se empezaron a instalar políticas gubernamentales en torno a la recuperación de información, reparación histórica y divulgación para entenderlo como un suceso de lesa humanidad. Sin embargo, con el paso del tiempo y los cambios de signo político en el gobierno la reivindicación por la memoria vuelve a ser difusa: “Es un riesgo permanente de las políticas que quieren darle visibilidad, inscripción institucional, a algo respecto de lo cual los dueños de la Argentina no quieren saber nada”. Para el investigador el silencio que hubo y hay es “muy complejo”, ya que “se entraman distintos actores y distintas estrategias”.

López sostiene que el bombardeo fue un “quantum disciplinador fabuloso que definió y que define hasta nuestros días muy poderosamente nuestra vida política, social y cultural”. “Lo que estamos viviendo ahora, y por supuesto en el 76, tiene una línea directa inabordada, una coherencia de un tipo de proyecto que es capaz de asesinar a 309 compatriotas y hacer esa locura”.

Besse subraya que el bombardeo es un acontecimiento sobre el que “no hubo un llanto nacional. Como si fuera muy difícil universalizarlo. Siempre se lo particulariza y parece que esto fue una cosa que afectó a los peronistas”, y sentencia: “se bombardeó una ciudad y mataron a un montón de gente y me imagino que había peronistas y no peronistas”. Además, habla de la necesidad de realizar un debate serio y no oportunista sobre la historia y un duelo, que por la lejanía temporal de lo sucedido sería “transgeneracional”.

López, por su parte, reafirma la importancia de enseñar “que una fuerza tuvo su bautismo de fuego en contra de ciudadanas y ciudadanas del país que las sostiene, las mantiene, que eso implicó la proscripción de un líder político durante 18 años y contribuyó a generar una matriz de expresión política que negó a las mayorías y que prohibió palabras”.

Los jubilados le hicieron «ooole» a la policía

Los jubilados le hicieron «ooole» a la policía

Como todos los miércoles, marcharon reclamando aumento de haberes y restitución de medicamentos gratuitos. Pero esta vez se movilizaron a Plaza de Mayo y dejaron en ridículo al megaoperativo de seguridad en el Congreso. Solidaridad con Cristina Kirchner.

A cualquier desprevenido que haya pasado la tarde del miércoles por las inmediaciones del Congreso le habrá llamado la atención el fuerte operativo de seguridad: vallas, patrulleros y efectivos bloqueando la Avenida Callao desde Corrientes hasta Belgrano y calles paralelas. Podría pensarse que se trataba de una manifestación masiva, algo que quizá justificara semejante despliegue. Pero el que decidiera continuar a pie, zigzagueando entre calles cortadas hasta llegar finalmente a la Plaza de los Dos Congresos, se toparía con una escena bastante distinta: no había nadie. El caos de tránsito en pleno microcentro porteño no respondía a una protesta multitudinaria, sino a una decisión policial que, en los hechos, cercó una plaza que estuvo vacía durante gran parte del día.

“Ahora los piqueteros son ellos, la yuta” bromea Manuel Gutiérrez, representante de la Mesa Coordinadora Nacional de Jubilados, mientras se acomoda con sus compañeras sobre Plaza de Mayo. Esta tarde, los jubilados decidieron cambiar su itinerario para acompañar al personal médico del Hospital Garrahan que, después de un “abrazo simbólico” al hospital, marcharon desde el Obelisco hasta Casa Rosada. Minutos antes de las 16, y luego de haber realizado el tradicional acto con radio abierta de todos los miércoles, los jubilados formaron una columna para caminar por Avenida de Mayo hasta llegar a Casa de Gobierno, donde los esperaban, además de los trabajadores de salud, múltiples movimientos y sindicatos que decidieron unificar sus reclamos para que sus voces alcancen mayor potencia, sumado a decenas de ciudadanos que se acercaron a manifestar en repudio de la decisión de la Corte Suprema de mantener firme la condena a la exvicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, lo que generó que la mitad de la plaza se colmara de manera espontánea.

Sin embargo, el viaje de los jubilados por Plaza de Mayo no estuvo exento de la habitual violencia policial. “Los compañeros venían desplazándose bien, rápidamente, ágilmente, digamos, en la medida de lo posible con los años que cargamos en la espalda. Y bueno, de golpe vinieron a empujar. Empujando a personas de 70, 80 años, con lo que implica eso”. Cuenta Manuel, sin abandonar el humor que lo caracteriza, como lo confirman sus compañeras. Según pudo confirmar ANCCOM con la Defensoría del Pueblo, el accionar de las fuerzas de seguridad tuvo como saldo la fractura de la pierna de una joven que acompañaba a los manifestantes cuando los efectivos de la Policía de la Ciudad comenzaron a empujarlos. “Luego de eso, se formó un cordón policial de esquina a esquina en la Calle Santiago del Estero que impedía que la manifestación siga avanzando. Se produjeron muchas situaciones de tensión entre los militantes y la Policía porteña. Finalmente terminaron avanzando por la Avenida de Mayo y la policía por la vereda”, confirmó la mujer, quien prefirió no revelar su identidad.

El 4 de junio, la Cámara de Diputados dio media sanción a un proyecto que propone un aumento excepcional del 7,2 % en los haberes jubilatorios y eleva el bono extraordinario de $70.000 a $110.000, con actualización mensual ligada al índice de movilidad. Además, restituye la moratoria previsional para quienes no completaron 30 años de aportes. Ahora el proyecto aguarda su tratamiento en el Senado, aunque el Gobierno ya adelantó que lo vetará si se aprueba, argumentando su impacto sobre el equilibrio fiscal. “Es la continuidad de la política cruel de Milei, que se ha ensañado con los jubilados y nos lo hace sentir cada semana. El corazón de su programa económico es mantener el equilibrio fiscal a costa de los jubilados y trabajadores”, denunció Manuel Gutiérrez.

Frente al Cabildo, un camión con altoparlantes dispuesto por los empleados del Hospital Garrahan disparaba diversas consignas como un “RCP colectivo al Garrahan” o coreografías y cantitos contra el Presidente de la Nación, Javier Milei y su Ministro de Salud, Mario Lugones. “Hace dos semanas que iniciamos el reclamo y, de parte del gobierno, no nos dieron respuestas. Hoy tuvimos una reunión y ellos no se presentaron. La primera vez que fueron hicieron como que no sabían por qué estábamos reclamando, cuando todo el país lo sabía. Así que mañana nos reuniremos nuevamente todos los trabajadores del hospital para ver cómo continuamos con la lucha. Cualquier decisión la comunicaremos de manera inmediata”, cuenta Romina Cabrera, especialista en Pediatría e integrante del Área de Neonatología del hospital, además de contar con una diplomatura en Traslado Neonatal. A día de hoy, un médico pediatra del Garrahan cobra menos de $800.000 mensuales, muy por debajo de los $1.110.063 que necesita una familia tipo para no ser considerada pobre en Argentina según datos del INDEC relevados en abril del 2025.

Dentro de la pluralidad de voces que se escucharon esta tarde, se encuentra la de Juan José Luis, un trabajador eléctrico despedido de la empresa Industrias Juan F. Secco, una multinacional dedicada a la generación de energía y servicios asociados en toda América Latina. Junto a otros 36 compañeros —también cesanteados— formaba parte de un equipo especializado en energía móvil, conocido popularmente como “los bomberos de la luz”, por su rol clave en situaciones de emergencia eléctrica. Organizados en una agrupación de base que integra la Fetera (Federación de Trabajadores de la Energía de la República Argentina), denuncian despidos direccionados como represalia por su activismo sindical y por defender la calidad del servicio que prestaban. Exigen la reincorporación y advierten que el desmantelamiento del área impacta directamente en el acceso a la energía en zonas críticas del país. “Somos los que llegábamos cuando se reventaba un transformador, cuando había una inundación o un incendio. Reconectábamos la energía y devolvíamos el servicio al pueblo o a una fábrica. Hoy ese servicio se está desmantelando, la gente sigue pagando tarifas más caras, pero ya no estamos nosotros ni el servicio que dábamos”, relata Juan José.

Un festival que resiste

Un festival que resiste

Con proyecciones gratuitas y diversidad de voces, vuelve el Festival Internacional de Cine y Derechos Humanos, una herramienta para pensar el presente y transformar la realidad. Estrenos exclusivos y más de 50 películas para ver.

Identidad, la ópera prima de Florencia Santucho.

Bajo el lema “Abriendo fronteras”, comienza una nueva edición del Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos (FICDH). El encuentro, que se llevará a cabo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires entre el 11 y el 18 de junio, vuelve a posicionarse como una plataforma para la exhibición de filmes con perspectiva crítica y compromiso social. “No sólo proyectamos películas, también proponemos actividades atravesadas por otras artes, el activismo y la academia”, sostiene Maximiliano Rottjer, productor ejecutivo del evento.

Organizado en secciones temáticas como Miradas de Género, Pueblos Originarios, Migrantes, Infancia y Juventud, Panorama y Salud, el festival incluye cortos, medios y largometrajes de ficción, documental y experimental. Las sedes elegidas para la 21° edición son el Centro Cultural San Martín, la Alianza Francesa de Buenos Aires, FADU-UBA (Ciudad Universitaria) y el Teatro Empire. Además de las proyecciones en salas tradicionales, habrá funciones especiales en espacios emblemáticos de la Ciudad como el Centro Cultural 25 de Mayo, el Cine Gaumont -en el marco de Cine Club Núcleo-, la Fundación Rosa Luxemburgo y el Museo de los Inmigrantes (MUNTREF).

Creado en 1997 por el Instituto Multimedia de Derechos Humanos (IMD), el proyecto cultural apuesta por un cine que funcione como un vehículo para la reflexión colectiva y la construcción de futuros posibles. En esta edición, el foco estará puesto en las fronteras materiales y simbólicas que nos atraviesan como humanidad, más allá de los límites geográficos. “Hoy el concepto de frontera no solo tiene que ver con la migración, también puede pensarse desde los cuerpos, el color de piel o el género”, afirma Rottjer.

Programación comprometida

La película elegida para inaugurar el festival es No Other Land, un retrato íntimo y poético sobre los desplazamientos forzados en Cisjordania. Codirigida por Basel Adra, Hamdan Ballal, Yuval Abraham y Rachel Szor, la obra fue distinguida como Mejor Documental en los últimos Premios Oscar y surgió de una coproducción entre Palestina y Noruega. “Tenerla en la apertura no es poca cosa: implica una gran negociación, el pago de derechos y, sobre todo, una decisión clara sobre qué tipo de cine creemos que hoy puede atraer al público a las salas”, señala Rottjer.

La programación, compuesta por 56 títulos, es el resultado de una curaduría rigurosa realizada por un equipo de más de 15 personas. El proceso de selección partió de más de mil postulaciones internacionales y dio como resultado una muestra representativa de 37 países, con obras que promueven la pluriculturalidad y el respeto por la diversidad. “El contenido que proponemos es muy enriquecedor porque permite conocer la visión que tienen del mundo en distintos lugares”, asegura el productor.

Una de las novedades que reafirma el compromiso del festival con la equidad de género y la diversidad en el cine, es que la mitad de las obras seleccionadas están dirigidas por mujeres. “Creemos que, para que las cosas cambien, tenemos que hacerlas nosotros y no esperar a los demás”, sostiene. Entre estas producciones se destacan Una casa, un documental de Agustina Moras que reconstruye el paso de cuatro mujeres en un centro clandestino de detención durante la última dictadura militar; y La Cárcova, de Ludmila López Pérez, una pieza que muestra cómo una biblioteca popular de José León Suárez se convierte en un pilar de identidad y cultura.

También sobresale el estreno del documental Identidad, la ópera prima de Florencia Santucho, que narra la historia de su hermano Daniel, quien fue apropiado y pudo reconstruir su historia gracias al trabajo incansable de las Abuelas de Plaza de Mayo. La pieza, que cuenta con la codirección del corresponsal de guerra Rodrigo Vázquez Salessi, no sólo explora la búsqueda del nieto 133 sino también el entramado de adopciones ilegales y el plan sistemático de desaparición de personas llevado adelante en Argentina entre 1976 y 1983. La proyección será el domingo 15 a las 20 en el Centro Cultural San Martín.

Una casa, un documental de Agustina Moras.

Actividades especiales

Con el objetivo de fomentar el intercambio y la reflexión colectiva, cada proyección contará con la participación de directores y referentes vinculados a las distintas temáticas. “Poder hablar con quien hizo la película es el otro lugar tan enriquecedor que ofrece este festival, eso no pasa en Cinépolis o en el cine comercial”, destaca el productor. Al igual que en ediciones anteriores, el FICDH contará con invitados internacionales. En colaboración con la Embajada de España y el Centro Cultural de España en Buenos Aires, participará la activista Lucía Hellín Nistal; mientras que, junto al Instituto Italiano de Cultura, estará presente la cineasta italiana Claudia Brignone.

El festival además ofrecerá una serie de actividades paralelas que promueven la reflexión sobre los desafíos del presente desde una perspectiva de construcción común. Entre las propuestas se destaca Activar la memoria, proyectar lo común, un conversatorio que tendrá lugar tras la proyección de Trans Memoria (Suecia, 2024) y Nada menos que la igualdad, un corto documental realizado por Fundación Huésped. La propuesta invita a reconstruir colectivamente los procesos de organización y metodologías sociales de transformación en torno a los derechos de las identidades trans y las diversidades sexuales. “Hace ya un tiempo que en Argentina se percibe como una necesidad urgente visibilizar cómo se está violentando a la diversidad, y en particular al colectivo trans”, señala.

El FICDH contará con tres Competencias Oficiales: Largometrajes Internacionales, Corto y Mediometrajes Internacionales, y Documentales Latinoamericanos. También, se hará entrega del Premio RAFMA «Edgardo ‘Pipo’ Bechara el Khoury» (Red Argentina de Festivales y Muestras Audiovisuales), y una mención elegida por el voto del público.

 Celebración colectiva

Sostener un festival de esta magnitud en el contexto actual no es fácil. Con la falta de convocatorias nacionales, dificultades en la financiación y aumentos de los costos, los organizadores se enfrentaron a un escenario complejo. “En esta edición la creatividad en la búsqueda de fondos fue clave, ya que tuvimos que buscar empresas que nos patrocinen, algo que en otro momento no era necesario”, explica Rottjer.

Sin embargo, una de las decisiones más firmes del equipo fue mantener la gratuidad de todas las funciones, con excepción de dos proyecciones en el Cine Empire, cuyas entradas tienen un valor simbólico de $3000 para poder apoyarlo tras haber estado cerrado por mucho tiempo. En ese esfuerzo por pagar para ver una película, los espectadores también contribuyen al sostenimiento de un teatro histórico del circuito alternativo. “Estar presentes en estos espacios es un acto político, de resistencia y de transformación”, asegura.

Durante ocho días, el público podrá acceder a una programación diversa que trasciende lo cinematográfico y se proyecta como una plataforma de diálogo, pensamiento crítico y acción colectiva. “Buscamos que el público vuelva a enamorarse de un cine que tiene otros lenguajes y un fuerte compromiso social”, concluye.

La programación completa del Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos se puede ver en: www.ficdh.imd.org.ar

 

Una criatura como presidente

Una criatura como presidente

En el Día del Periodista, ANCCOM entrevistó a dos jóvenes acreditadas en la Casa Rosada para que cuenten cómo ven el gobierno desde el centro del poder. Maia Jastreblansky, de La Nación y Cenital, y Melisa Molina, de Página/12 y la 750 -ambas formadas en la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA-, hablan también del pluriempleo y los ataques a la prensa.