45 años de lucha y búsqueda

45 años de lucha y búsqueda

Las Abuelas de Plaza de Mayo cerraron sus festejos por el 45º aniversario de la institución en el CCK. Artistas, militantes por los derechos humanos y el presidente de la Nación, entre otros presentes.

El pasado miércoles 26 de octubre se llevó a cabo el acto institucional por el 45 aniversario de Abuelas de Plaza de Mayo en el Centro Cultural Kirchner. El evento contó con la presencia de referentes políticos, sociales y artísticos. 

El 22 de octubre, desde hace 45 años, es especial. En aquel 1977, familiares de desaparecidos se juntaban en la Plaza de Mayo para reclamar por sus seres queridos alrededor de la Pirámide de Mayo. A partir de la pregunta acerca de si alguien buscaba nietos o nietas, se fundó la organización Abuelas de Plaza de Mayo. 

En una noche llena de emoción, entre artistas musicales que marcaron la intergeneracionalidad presente en la lucha por la identidad, hubo música, poesía, recuerdos audiovisuales, y también un poco de humor desde la conducción que encarnaron los nietos restituidos Manuel Goncalves Granada y Leonardo Fossati. También se entregaron presentes a organismos que han colaborado en este camino de la verdad y la justicia. 

Para recibirlos, subieron al escenario los referentes del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG), de la Comisión por el Derecho a la Identidad (CONADI), de Teatro por la Identidad, y de la Unidad Fiscal Especializada para Casos de Apropiación de Niños durante el Terrorismo de Estado (UFICANTE). Los obsequios, unos pañuelos enmarcados que serán colocados en las paredes de cada institución, fueron entregados en manos de bisnietos y bisnietas. Toda una generación que ha sido marcada por la historia de sus abuelos y abuelas.

Entre los presentes en el evento, llegó de sorpresa el Presidente de la Nación, Alberto Fernández, quien subrayó que “Las Abuelas y las Madres nos dieron un ejemplo de cómo luchar. Tenemos que cuidarlas mucho y cuidar mucho lo que representan. Representan lo mejor que tenemos: el respeto, la dignidad, la búsqueda de la verdad y de la justicia. Sin nunca pedir venganza” y agregó: “tenemos esta Argentina democrática que enjuicia genocidas, que puso en valor y le dio significado a la vida y el respeto de la diversidad, todo eso fue en gran medida por la enseñanza de las Abuelas”. Además, manifestó otras de las razones de su presencia: “No me hubiera quedado tranquilo, con mi espíritu, si no estuviera al lado tuyo esta noche, Estela. Sabés el cariño que te tengo. Saben el compromiso que tengo con ustedes, el de Cristina (Fernández de Kirchner) y el de todos nosotros. Mi generación, los que son más jóvenes y futuras estaremos eternamente agradecidos por lo que ustedes le enseñaron a la Argentina, que es mucho. Se puede recuperar la esperanza, no con venganza, sino pidiendo justicia”.

Luego fue el turno de Estela: “Hemos puesto la vida, el corazón, el dolor y el amor, pero nunca el odio, la venganza o la revancha. Justicia, Memoria y Verdad creo que es y será siempre el símbolo de las Abuelas de Plaza de Mayo. Ya quedamos poquitas, muchas están en el cielo, otras están enfermitas, pero tenemos el relevo de todos ustedes queridos amigos y estos nietos que hemos recuperado y que son parte de nuestra institución”, sostuvo. Y añadió “tenemos la democracia más larga de nuestra historia. Hay que cuidarla. La Patria es de todos. En nombre mío, de las Madres y las Abuelas, nos llenan de fuerza para seguir. No podemos largar el bastón. Este momento es inolvidable”.

El concierto contó con la presencia de Víctor Heredia, Ignacio Montoya Carlotto; Kevin Johansen y su hija Wiranda, Pim Pau, Lula Bertoldi y BB Asul, Julián Kartun, todos acompañados por un ensamble dirigido por Nicolás Sorín. Interpretaron canciones propias y de María Elena Walsh, Luis Alberto Spinetta y León Gieco. Asimismo, jóvenes que participan de las actividades que brinda el CCK, tuvieron la oportunidad de mostrar su arte con poesías, freestyle y beatbox. Entre ellos, Simón Azar, Alba Duarte, Gala Halfon, Luliibeats, NTC, Juan Rey, Pilar Sanjurjo Murujosa y Micaela Tapia. 

Luego de finalizado el acto, y en diálogo con Anccom, Miguel Santucho, hijo de Julio Santucho y Cristina Navajas, y que aún hoy continúa en la búsqueda de un hermano o hermana desaparecida durante la última dictadura militar, señaló: “45 años es un número muy grande, muy importante. Tenemos que ser conscientes de donde estamos y lo que nos espera y de mi lado, nuestra promesa es de toda la vida, es hasta encontrar al último”. Por otro lado, opinó que “las Abuelas nos enseñaron a reconstruir el tejido social para que cada uno tenga la posibilidad de expresarse y poder convocar a sus pares o poder tratar de expresar según sus capacidades y talentos. Creo que la mejor forma de llegarle a los jóvenes es dejar que ellos mismos logren interactuar entre ellos, resignificando este mensaje que hace años venimos transmitiendo, que es el derecho a la identidad”.

Buscarita Roa, actual vicepresidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, indicó que está muy feliz pues “en estos 45 años encontré a mi nieta, tengo bisnietos y tengo una familia muy numerosa que amo. Estoy feliz por haber restituido a mi nieta, que es la que estuvo perdida en esa época, que se la robaron los militares”. Y agregó: “Nosotras somos como cualquier persona, no tenemos nada de diferente, lo que pasa es que hemos sufrido, hemos pasado por muchas cosas, y a pesar de todo eso tenemos ganas de seguir viviendo y seguir haciendo cosas que es lo más importante”, remarcó.

El legislador porteño Claudio Morresi asistió al evento para acompañar a las Abuelas en este nuevo aniversario. El ex deportista, durante la dictadura militar, perdió a su hermano Norberto Julio Morresi, de 17 años, que fue secuestrado, fusilado a la vera de una ruta y enterrado como un NN en una fosa común del cementerio de General Villegas. Morresi les agradeció por lo que han hecho: “Han enfrentado tantas adversidades y han logrado que hoy haya 130 nietos que están en su verdaderas familias. Gracias por su lucha, por lo que han hecho por 130 argentinos y por lo que han hecho para nuestra sociedad y país”. Y continuó “hay sectores ideológicos que alimentan el odio para salvaguardar sus beneficios y sus posturas económicas. Siempre van a estar en contra de que la verdad histórica y de que se sepa lo que fueron los crímenes de lesa humanidad”.

Clara Burstein de Weinstein, madre del detenido desaparecido Mauricio Weinstein, estudiante secundario y militante de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), dio su presente y contó que estaba muy emocionada de poder estar en el evento: “Me alegra el alma cuando voy a una reunión y veo tanta gente joven. Lo que pido y es lo que tiene que ser, porque nosotras ya podemos muy poco y ya somos muy pocas las que estamos. Estamos tratando de hacer lo que podemos, que no es mucho, pero venir hasta acá, es mucho ya para mí. Lo tenemos que hacer y lo que seguiremos haciendo. Pero estamos dejando a la gente joven que tiene ganas de escucharnos y me parece bárbaro”.

Roberto Baradel, secretario General del SUTEBA, también asistió a esta noche de recuerdos y emociones en la “Ballena” del Centro Cultural. En diálogo con Anccom, mencionó que Abuelas es “amor, es dignidad, es lucha, es perseverancia, es pensar en todos. Construir un país en el marco de la paz, de la convivencia democrática, y el amor. Alejado del odio y de la persecución, Abuelas es uno de los más altos símbolos que tiene nuestro país, no solamente en Argentina, sino en todo el mundo. Los jóvenes si tienen que seguir un ejemplo, si tienen que tomar como referencia a alguien, es a las Abuelas y a las Madres”.

Por último, invitado por las Abuelas, Sergio Maldonado, hermano de Santiago Maldonado desaparecido en democracia, luego de una represión que se dio en marco de un desalojo a la comunidad originaria mapuche, y que falleció en circunstancias que aún hoy no son claras, expuso: “las Abuelas son un faro a seguir y son, sobre todo, una contención muy grande. Siempre te abrazan cuando vas a la casa de Abuelas, se respira ese olor de abuela y son muy generosas en un montón de cosas. Transformaron, como ellas dicen, en una frase muy trillada, pero no hay otra forma de expresar, el dolor en lucha y de eso hay que aprender”.

En este encuentro, del que participaron Abuelas, Madres, familiares, nietos y nietas restituidos junto a sus hijos e hijas, se destacó el rol que tienen que cumplir ahora ellos en este relevo generacional. Sucede que, ya no se buscan niños y niñas, o adolescentes, ahora son adultos y adultas que están formando sus familias. Se buscan bisnietos y bisnietas. Por lo que es necesario que sepan su verdadera identidad, para que las nuevas generaciones no arrastren el daño causado durante la última dictadura militar. 

La fiesta de las Abuelas

La fiesta de las Abuelas

Abuelas de Plaza de Mayo celebró su 45º aniversario con un festival artístico y múltiples talleres, charlas y visitas guiadas por Tecnópolis. La Abuela Buscarita Roa llegó a coronar la noche para agradecer y certificar que la búsqueda continúa.

 

Manuel Gonçalves Granada tenía 20 años cuando lo encontraron las Abuelas de Plaza de Mayo. No tenía idea de que podía ser hijo de desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar. En ese entonces se llamaba Claudio y tenía una adolescencia que creía “normal”, parecida a la del resto de sus amigos. Sabía que era adoptado aunque siempre había sentido que algo no estaba bien. 

“Tenía claro que no era hijo biológico de la familia que me crió pero entendía que mi familia biológica no me quería, no me podía criar, me habían abandonado, no sé. A los 20 años, más o menos, me enteré de que nada de eso era así, sino que durante todos  años mi familia biológica me había buscado, sobre todo mi abuela Matilde”, recuerda Manuel. “Restituir la identidad es un camino que no termina cuando te encuentran, arranca ahí. Yo creo que nunca lo termino. Hoy vengo a Tecnópolis a encontrarnos en esta charla porque sé quién soy”. 

El 22 de octubre es el Día Nacional por el Derecho a la Identidad en homenaje a la lucha de las Abuelas. Manuel Gonçalves Granada pudo conocer su historia, pero hay muchos hijos de personas que fueron desaparecidas en la última dictadura cívico-militar que aún no saber cuál es su verdadera identidad. En el marco de su 45° aniversario, Abuelas de Plaza de Mayo organizó un festival en Tecnópolis para todas las edades, con entrada libre y gratuita, con el objetivo de continuar con la búsqueda.

Entre las muchas actividades que se organizaron, una de ellas fue una entrevista del periodista Julio Leiva a Manuel Gonçalves Granada y a la música Malena D’Alessio. Allí conversaron sobre sus historias de vida, la transmisión generacional de la memoria y el rol de la música en la construcción de identidades. 

Malena D’Alessio creció un poco en Argentina y un poco en Brasil, exiliada. Secuestraron a seis integrantes de su familia y liberaron a todos menos a su papá, que continúa desaparecido. Ella creció viendo a su abuela luchar: “Iba a la plaza con el pañuelo y contaba que mi abuelo se moría de pena, pero no era capaz de ir a la plaza a reclamar y a dar vueltas. Fueron mujeres las que se fueron a enfrentar ni más ni menos contra el Ejército argentino, contra los militares armados. Son el ejemplo de fortaleza y dignidad más grande que tenemos en la historia de este país. El abrazo de las Abuelas es incomparable”.

Como algunos de los nietos y nietas que las Abuelas están buscando, por su edad, probablemente sean padres y madres se ofrecieron actividades para niños y jóvenes. Teatro por la Identidad presentó la obra A propósito de la duda para promover la activación de la memoria desde las tablas. Además, en el escenario Juana Azurduy se presentaron para los más chicos y chicas, El gran baile de Zamba y Nina, Canticuénticos.  

“Es muy necesario generar estos encuentros y para nosotros es la posibilidad también de que nos permita encontrar a alguien. Es un convencimiento y una responsabilidad histórica: nosotros tenemos que transmitir la historia. Hay que dar estos espacios para que las nuevas generaciones la puedan saber”, comentó Manuel Gonçalves Granada  en diálogo con ANCCOM. Leonardo Fossati Ortega, nieto restituido en 2005, también asistió con su familia y protagonizó una visita guiada por la muestra “Identidad”.

La jornada estuvo llena de arte y de niños y niñas divirtiéndose. Hubo espacio para hacerse tatuajes temporales y maquillaje artístico. Talleres, como el que la ilustradora María Verónica Ramírez organizó en el espacio Infancias de Anses, junto a la nieta restituida Sabrina Valenzuela Negro. La nieta Adriana Metz, quien busca a un hermano o hermana nacida en cautiverio, presentó junto a la Secretaría de Derechos Humanos el libro La historia no es un cuento. También se realizaron origamis de pañuelos, afiches tipográficos y estampas en remeras con el logo del 45° aniversario de Abuelas.

Victoria asistió al festival con sus tres hijos. “Me parece que está bueno porque apuntan a los niños que son más curiosos. Yo soy profe y estuve trabajando el tema del Derecho a la Identidad en una escuela del Conurbano, en Escobar. Al final de la clase vino una de las estudiantes y me dijo: ‘Sabés que mi mamá piensa que es hija también pero no lo quiere saber porque ella se niega’. Todavía está el tema latente y los niños pueden ser disparadores de hacerse la pregunta porque quizás los adultos tienen más miedo”, expresó a ANCCOM.

La música para los más grandes tampoco faltó en el Festival Abuelas 45 años, la búsqueda continúa. A eso de las 18, en el Escenario Juana Azurduy, presentados por Natu Maderna y Juan Amorín, tocaron la Bersuit Vergarabat, Sara Hebe y Bhavi cerró la noche a puro trap. Buscarita Roa, Abuela de Plaza de Mayo, estuvo ahí para presentarlo junto a su nieta Claudia Poblete y rodeada de más nietos y nietas y bisnietos de distintas abuelas. Entre gritos de recibimiento de “Abuela, Abuela, Abuela”, Buscarita Roa emocionada agradeció a todo el pueblo argentino por acompañarlas en sus 45 años de lucha. “Que lindo ver toda esta gente acá, la verdad que es emocionante. Ya quedamos muy poquitas, las Abuelas se han ido de este mundo y necesitamos que el pueblo nos siga acompañando para seguir buscando a los nietos que nos faltan”. El público la aplaudió y abrazó a la distancia con el mismo amor. 

 

Tres generaciones, una misma lucha

Tres generaciones, una misma lucha

En el marco del 45 aniversario de Abuelas de Plaza de Mayo, ANCCOM dialogó con la abuela de Plaza de Mayo Buscarita Roa, su nieta Claudia Poblete -restituida en el año 2000- y su bisnieta Guadalupe, de 14 años. ¿Qué significa la apropiación? ¿Cómo fue el proceso de restitución? ¿Cómo se transmite la historia familiar y el valor de la verdad?

A 45 años de la creación de Abuelas de Plaza de Mayo, ANCCOM entrevistó a tres generaciones marcadas por la misma historia. Durante la dictadura cívico militar que comenzó el 24 de marzo de 1976, se llevó adelante un plan sistemático de detención y desaparición de personas en manos de las fuerzas de seguridad militares, que incluyó el secuestro, desaparición y apropiación de niños y niñas. Buscarita Roa, Claudia Poblete Hlaczik y Guadalupe Álvarez Poblete, son testimonio de ese plan de exterminio, pero también de los logros de una lucha colectiva que el 22 de octubre conmemora 22 años de búsqueda. 

Buscarita Roa, Abuela de Plaza de Mayo, buscó incansablemente a su hijo, José “Pepe” Poblete Roa, militante de Montoneros, desaparecido por el terrorismo de Estado, el 28 de diciembre de 1978 en la Ciudad de Buenos Aires. El mismo día, en la localidad de Guernica, secuestraron a su nuera Gertrudis “Trudy” Hlaczik, junto a su nieta de ocho meses, Claudia Victoria Poblete Hlaczik. En su búsqueda, Buscarita supo que sus familiares estuvieron detenidos en el Centro Clandestino de Detención “El Olimpo”. Mientras buscaba a Pepe, Trudy y a la pequeña Claudia, Buscarita había acordado con su consuegra que la familia materna se encargaría de criar a la niña, pero su destino fue otro. 

Por testimonios de sobrevivientes, se supo que luego de permanecer unos días en el Centro Clandestino de Detención con sus padres, Claudia fue apropiada por el Coronel Ceferino Landa, integrante de la inteligencia del Ejército, y su esposa, Mercedes Beatriz Moreira. El médico militar Julio César Cáceres Monié fue quien colaboró en la falsificación de la partida de nacimiento, donde le impusieron otro nombre, Mercedes Landa. 

En 1999, por denuncias que recibió Abuelas de Plaza de Mayo sobre una niña que había llegado al seno del matrimonio Landa-Moreira, Claudia fue convocada por la justicia que investigaba si podía ser hija de desaparecidos, y accedió a realizarse el examen de ADN que confirmó que era hija Pepe y Trudy y que su nombre era Claudia. Y el 7 de febrero del 2000 la justicia restituyó su verdadera identidad. 

Claudia reconoce que le costó aceptar su historia, cuando se convirtió en madre de su primera hija, Guadalupe fue cuando comenzó a comprender la importancia de lo que le había pasado respecto de su apropiación. Con Guadalupe, de 14 años, ANCCOM inició este diálogo intergeneracional en Casa por la Identidad, el espacio que Abuelas tiene en la ExESMA, para contar su historia a las nuevas generaciones. 

¿Qué sensación te dio conocer la historia de tu mamá? ¿Qué pensaste cuando te enteraste que eras bisnieta de Buscarita?

Guadalupe Álvarez Poblete (GAP): Me fui dando cuenta de a poquito. En un momento seguíamos viendo a los apropiadores, pero era como muy de vez en cuando. Hubo un día que estábamos en el auto con mi mama volviendo del colegio y fue cuando me contó la verdad que en realidad ellos no eran parte de la familia y que eran sus apropiadores. Estaba muy enojada porque pensaba qué malas personas, le mintieron toda la vida sabiendo que era muy menor y le mintieron sobre algo tan importante como es tu familia. Aparte de eso, también porque eran militares, y estaba muy enojada. No podía creer que habían hecho eso. Cuando me di cuenta de toda la lucha que había hecho mi bisabuela me sorprendió, y por eso admiro mucho a las Abuelas en su totalidad. Admiro mucho a mi bisabuela y a todas las Abuelas de Plaza de Mayo. Son muy valientes por lo que hicieron durante todo ese tiempo y en un momento muy complicado.

Cuando hablas con tus compañeros y compañeras de la escuela, ¿les contás la historia de tu mamá, tus abuelos y tu bisabuela?

Guadalupe: Me acuerdo que en la primaria cuando les conté a mis compañeros, todos estaban muy sorprendidos y no entendían bien, porque todavía no entendían mucho. Sobre lo que pasó, la dictadura, recién hablamos en séptimo grado. Yo a veces les contaba en cuarto y quinto, pero no sabían casi nada, después en séptimo lo hablamos un poco. Me gustaba participar más en esas clases porque sabía más sobre eso. En la secundaria, vino una sobreviviente a charlar y pude saber más sobre la historia, ahí me di cuenta que había cosas que no sabía tanto.

¿Qué pensás que le podés decir a los chicos de tu edad y a los del futuro? Como vos debe haber un montón de chicos que todavía no saben cuál es su verdadera familia. ¿Cómo crees que se les puede hablar de la identidad?

Guadalupe: Es muy importante que los jóvenes y las personas que podrían haber sido apropiadas sepan sobre la historia y sepan sobre su identidad.  Es muy importante saber quién sos, saber quién es tu familia, cuál es tu historia. Si no sabes nada de tu identidad, no sabes tu nombre, tu día de tu cumpleaños, no sabes quienes son las personas que estuvieron detrás tuyo, haciendo un montón de juicios, buscándote por todos lados, tantos años. Es muy importante porque hicieron un gran esfuerzo a lo largo de toda su vida para encontrarte y para que sepas sobre ellos y la lucha que hicieron.

Claudia, ¿te resultó difícil contarle a tu hija Guadalupe la historia de lo que había pasado?

Claudia Victoria Poblete Hlaczik: Fácil no es nunca. Lo que sí, siempre fue guiado por una decisión que yo tomé cuando ella nació de tratar de que siempre supiera la verdad. Ella se dio cuenta recién cuando era un poquito más grande, pero la realidad es que siempre tratamos de que lo tomara, dentro de todo lo posible, con naturalidad. De todos modos, hubo un momento de quiebre donde se dio cuenta de lo que significaba lo que le estábamos diciendo y tomó conciencia. A partir de ahí es un proceso gradual. A mí lo que me genera alegría, de alguna forma, es saber que mi hija y mi otro hijo pueden crecer con su verdadera identidad. El proceso les permite a ellos también conocer quiénes son y no tener que sufrir el trauma de la apropiación que fue heredada. Ella, al ser mi hija mayor, le tocó un poquito más que al chiquito que llegó con todo un poco más ordenado. Hubo herramientas cuando ella era más chica, por ejemplo. una vez fuimos al cine a ver la película Rapunzel y me puse a llorar viendo una escena. Ella me miraba y no entendía qué era lo que pasaba. Le traté de explicar que eso era muy parecido a lo que me había pasado a mí. Pero ella era muy chiquita. Todas esas cosas son pequeños momentos en que uno va hablando y sembrando esas pequeñas semillitas con ayuda de mi familia, mi abuela, mis tíos, son una familia que vive mucho la historia y se va mamando de alguna manera.

¿Cómo hablarle a los chicos y chicas de la identidad ahora, que la dictadura parece algo lejano para ellos que nacieron en democracia? 

Claudia Victoria Poblete Hlaczik: En este momento es un desafío de la institución de Abuelas. Es mantener vivo ese relato porque en realidad está vivo todavía. Mi hija tiene 14 años, mi hijo tiene 9, los chicos que vienen acá son de escuelas secundarias y primarias y tienen la edad que pueden tener los bisnietos y bisnietas de las abuelas. Parece algo lejano porque las fotos están en blanco y negro, pero es algo que en realidad es todavía vigente. Es un desafío hablarles a los jóvenes hoy en día. Creo que la clave está en que los jóvenes mismos puedan hablar, que sean ellos que puedan encontrar su voz en este relato y verlos en sus experiencia. Ver en el hecho de que ellos tienen una partida de nacimiento, tienen un DNI desde que salen del hospital, todas esas cosas que ellos viven puedan relacionarlas con el derecho a la identidad, que tiene su base en la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo. Incluso hoy, con lo que es la identidad de género y todos estos nuevos desafíos que tenemos los adultos de llegar hasta ellos, ellos pueden ver esa identificación y ver esa necesidad de conocer lo que significa tener la verdadera identidad y la construcción que requiere socialmente. Es necesario transmitirles que los necesitamos porque hay que encontrar a los y las que faltan, y es a través de ellos que vamos a lograr encontrarlos. Ojalá pudiéramos no dejarles ese legado y los encontremos pronto, pero mientras nos falte uno, la generación de ellos también sufre la posibilidad del cambio de identidad.

¿Vos empezaste la búsqueda de tus abuelos o ellos te buscaron a vos?

Claudia Victoria Poblete Hlaczik: A mí me encontraron. Fui restituida cuando tenía 21 años. Había tenido algunas dudas en mi adolescencia por la edad de mis apropiadores. Yo había sido criada en una especie de burbuja, por lo que no sabía nada de lo que había pasado en Argentina. Era durante la década de 1980 y 1990, nada que ver con la Argentina de ahora. No tenía acceso a la información y no sabía. Había denuncias que habían llegado a Abuelas de que mis apropiadores tenían una beba y ella no había estado embarazada, que claramente era un caso raro. A partir de esas denuncias, mis familiares lograron ubicarme, y me hice el examen de ADN para corroborar mi verdadera identidad.

¿Cómo fue ese momento de reencuentro?

Claudia Victoria Poblete Hlaczik: Fue un proceso. Al principio fue muy difícil para mí. Había sido criada con la ideología de mis apropiadores que eran militares, entonces me costó un tiempo poder aceptarlo. La verdad que mi familia me espera con mucho respeto y mucho cariño siempre. Logramos llegar a los abrazos y compartir, hoy en día, instancias de vida familiar normales. Ir a comer fideos los domingos, que mis hijos, mi abuela, que es su bisabuela, pero es su abuela, la viven con mucha naturalidad y eso para mí es una gran satisfacción haber llegado a este punto. También es muy importante para mí hoy por hoy acompañar el trabajo en Abuelas, dando testimonios, colaborando en las actividades, porque es fundamental que los podamos encontrar a todos y todas por la sociedad en sí misma y por cada uno de ellos y ellas que no saben quiénes son.

Buscarita, a tu bisnieta le pregunté qué significaba para ella la identidad porque pertenece a otra generación, con otro tipo de historia y contexto. De tu parte quisiera saber lo mismo. Para vo,s ¿qué es la identidad?

Buscarita Roa: Para la juventud de ahora la identidad ya está instaurada en la sociedad porque la verdad estuvo perdida. La sociedad había perdido la identidad porque los militares dejaron un vacío, dejaron 30.000 personas desaparecidas y con ellos una juventud diezmada. Para mi, pienso, que la democracia es algo que se está construyendo nuevamente.

¿Cómo fue el reencuentro? Sé que Claudia al principio estuvo un poco más alejada

Buscarita Roa: Les pasa. Les pasa a todos. Ella fue la más fácil y la que costó menos porque la familia nuestra tuvo mucha paciencia de esperarla porque la verdad es difícil. Se la llevaron a los ocho meses y fue criada con un coronel, con otros valores, con otra vida. Sacar eso de la cabeza de una chica de 21 años cuando la encontramos fue bastante difícil. Creo que tuve mucha suerte porque es una persona muy correcta, con valores que parece que se lo hubieran dejado los padres. Ella no fue tan difícil.

¿Qué le dirías a los jóvenes hoy en día?

Buscarita Roa: Es una cosa tan difícil porque todos los jóvenes de hoy en día no han vivido esta situación, acá se vivió un golpe de Estado, se vivieron momentos muy difíciles. Creo que la juventud de ahora lo que tiene que hacer es escuchar, aprender y tener memoria. Es lo más importante.

 

La búsqueda continúa

La búsqueda continúa

Se iniciaron los eventos conmemorativos por el 45º Aniversario de Abuelas de Plaza de Mayo con la presentación de una obra colectiva y un recital. Veintinueve artistas intervinieron un pañuelo gigante en la vidriera delCentro Cultural Borges y el grupo de Sacrum tocó para las nuevas generaciones que levantan la posta de la memoria, la verdad y la justicia.

Las conmemoraciones por los 45 años de Abuelas de Plaza de Mayo se iniciaron el 14 de octubre en el Centro Cultural Borges (CCB) con la inauguración de una obra colectiva en su homenaje y un recital para jóvenes que están en la edad de los bisnietos de las Abuelas, que también tiene parte de su identidad vulnerada. 

La actividad se inició con la inauguración de la obra, montada en la vidriera del Centro Cultural, sobre la calle Viamonte en pleno centro de la Ciudad de Buenos Aires. Se trata de un pañuelo blanco intervenido por pequeños pañuelos entramados para homenajear la lucha por la recuperación de las nietas y nietos apropiados durante la última dictadura cívico-militar. Los pañuelos intervenidos tienen desde dibujos hasta textos escritos o impresos sobre ellos, como por ejemplo la imagen de un hombre cargando una niña en sus hombros, otro con letras rojas que dice “HIJXS Y NIETXS DE SUS REBELDÍAS”, otro donde se recuerda el terrible número de 240 femicidios, y otros compuestos por dibujos de colores y diferentes formas.

A la derecha del vidrio se encuentra la lista de los artistas participantes y debajo el nombre de Gustavo Vázquez Ocampo, curador y museólogo, quien fue la persona encargada de liderar la creación colectiva. Al pie se encuentra la lista de los nietos y nietas restituidos por Abuelas de Plaza de Mayo.

El director del Centro Cultural Borges, Ezequiel Grimson fue quien dio inicio al acto: “Estamos conmemorando la gesta de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo. Estamos celebrando 45 años de amor, 45 años de lucha, 45 años del sostenimiento permanente de las banderas de Memoria, Verdad y Justicia. También la recuperación de 130 nietos.” Junto Grimson estuvieron la abuela Buscarita Roa, los nietos restituidos Guillermo Amarilla, Manuel Goncalves, Juan Pablo Moyano, Claudia Poblete; el Ministro de Cultura de la Nación, Tristán Bauer; el Subsecretario de Gestión de Espacios y Proyectos Especiales, Martín Bonavetti; el procurador del tesoro de la Nación, Carlos Alberto Zannini y varios de los artistas convocados: Felipe Noé, Daniel Santoro, Miguel Rep, entre otros.

Gustavo Vázquez Ocampo comentó que esta actividad es la primera de tres que Abuelas de Plaza de Mayo está organizando junto al Ministerio de Cultura de la Nación para conmemorar los 45 años de lucha y visibilizar que la búsqueda de los nietos y nietas continúa. Los próximos eventos serán: el 22 de octubre, con un festival de 15 a 20.30 en Tecnópolis y el 26, en el Centro Cultural Kirchner, con la inauguración de una muestra fotográfica de Alejandro Reynoso, con textos de María Eugenia Ludueña y a las 18 un acto institucional en la Ballena Azul con música, videos, poesía para repasar los 45 años de búsqueda. 

 

Gustavo comenta que tiene una hermana desaparecida embarazada, de quien aún se busca su hijo o hija, y durante muchos años trabajó junto con Madres y Abuelas. Además, es hijo de Marta Vázquez Ocampo quien fue presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Línea fundadora y miembro de Abuelas de Plaza de Mayo. Marta falleció en 2017 sin encontrar a su nieto. Para Gustavo la primera complejidad de la obra fue por el espacio asignado y la cantidad de artistas convocados, pero está feliz con el resultado porque más allá de las expresiones artísticas “es un gesto simbólico en apoyo a la lucha de las Abuelas”, aseguró visiblemente emocionado.

Luego de algunas palabras y la mención a los 29 artistas, algunos nietos recuperados junto a la abuela Buscarita repartieron pañuelos blancos en agradecimiento al trabajo realizado. Al finalizar hicieron desplegarlos para hacer una gran foto grupal. Buscarita Roa tomó la palabra para agradecer: “La compañía de tantos años” y agregó: “No nos hemos sentido solas, porque ustedes han andado con nosotros, nos han acompañado en las buenas y en las malas y esperamos seguir teniéndolos cerca, para poder seguir adelante”.

El ministro de Cultura aseguró que “La búsqueda continua”, es el lema de este 45 aniversario que intenta visibilizar la actualidad y vigencia de esta lucha. Bauer recordó cómo se acercó a las Madres y las Abuelas y comenzó su labor junto a ellas: “Esas banderas, esos pañuelos, esa luz que siempre ilumina. Cuando estamos con ellas, hasta el aire se modifica. Cuánto ejemplo y cuánta dignidad sostenida durante estos 45 años de lucha. Este nuevo tiempo sigue siendo de resistencia y de búsqueda. Son ustedes, Abuelas queridas, para nosotros un ejemplo extraordinario.” El acto finalizó con la afirmación: “30.000 compañeros detenidos desaparecidos, presentes. Ahora y siempre”.

Buscarita se tomó fotos y saludó a quienes se le acercaban con calidez y una sonrisa enorme. Su emoción se palpa en el aire y también su entereza a pesar de los años.  Está muy contenta con el resultado de la obra: “Agradecidísima porque lo que ustedes hacen por nosotras es una gran alegría. Nosotras ya estamos grandes, estamos viejitas. Cualquier cosa que los jóvenes hagan nos hace sentir complacidas. Siento un apoyo grande de los jóvenes que nos ayudan a continuar”, dijo en diálogo con ANCCOM.

Ezequiel Grimson explicó que la actividad fue un trabajo colectivo de Abuelas y los trabajadores del CCB. Buscando qué hacer para honrar, homenajear y celebrar la lucha de las Abuelas. Feliz con el resultado final no sólo por la belleza estética, sino por el mensaje contundente para la historia con el país. 

Entre las personas que siguen admirando la vitrina con el gran pañuelo desplegado estaba Miguel Rep, artista y humorista gráfico. Mientras observaba por primera vez la obra terminada, rescató: “Más allá del valor artístico es lo que simboliza: un gran pañuelo con todos los pañuelos. Ojalá que sea un super gran pañuelo, una vez que recorra todo el país. Que haya miles de pañuelos de gente que adhiere a la lucha de Abuelas”. La motivación de Rep para participar es simplemente el amor y el apoyo de años de trabajo, “ellas me llaman y yo estoy”, aseguró. Muestra de ellos son las múltiples colaboraciones que el artista tiene con las Abuelas desde hace decenas de años, además de que la tira del mensuario institucional es de su autoría, todos los meses.

Entre los nietos restituidos que hoy trabajan con las Abuelas y forman parte Comisión Directiva, de los actos y por supuesto del trabajo más importante, el de las búsquedas, está con Manuel Goncalves Granada. “Los pañuelos son el mayor símbolo que ha construido Argentina, sobre su enorme trabajo de militancia, de los sobrevivientes, las Madres, las Abuelas. Todo se sintetiza en un pañuelo. Y en este caso con un montón de artistas consagrados y comprometidos. Es una demostración de lo que las Abuelas han construido en estos años de lucha, el reconocimiento de gran parte de la sociedad. Ese símbolo nos representa a todos los que pensamos y soñamos con un país en el que el Nunca Más, ya no sea una utopía. Me gusta cómo quedó, dónde está. Esto es el centro de la Ciudad y está en un lugar en donde uno no espera encontrarse con una intervención así. Hay un montón de cosas que se cruzan acá y ese símbolo está ahí”, reflexionó. Y entró al Centro Cultural en donde ya estaba por comenzar el espectáculo que brindó el grupo Sacrum, conformado por Tomás Sainz en batería, Martín Varela en bajo eléctrico y Javier Burin Heras en piano y teclado, en el Auditorio Astor Piazzolla para regalarle a las Abuelas y al público asistente una noche a todo jazz, swing y Groove. Esta actividad, recuerda los 45 años de lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo, pero sobre todo convoca a las nuevas generaciones a abrazar esta lucha. La búsqueda por los 300 nietos y nietas que aún faltan recuperar continúa. Por eso es importante que la memoria siga vigente, para el futuro que queremos construir, donde la identidad es la base de lo que somos.

Los artistas que intervinieron los pañuelos

Cerca de las 18 comenzaron a llegar al Centro Cultural Borges algunas personas a la espera de un pequeño acto homenaje mientras admiran la creación de los 28 artistas nacionales que realizaron la obra colectiva: Luis Felipe Noé, Elda Cerrato, Eduardo Stupía, Cristina Schiavi, Daniel Ontiveros, Diana Dowek, Rosana Fuertes, José Luis Landet, Marcos López, Eduardo Basualdo, Leticia Obeid, Luján Funes, Marta Minujín, grupo Etcétera, Karina Granieri, Roberto Jacoby, Daniel Santoro, Alejandra Fenochio, Marcia Schvartz, Miguel Rep, Mariela Scafati, Irene Banchero, Tulio de Sagastizábal, Marcelo Brodsky, Marcela Astorga, Cristina Piffer, Elisa Estrada, Tamara Stuby y Silvina D’Alessandro.

«Mi mamá comenzó a sanar cuando empezó a luchar»

«Mi mamá comenzó a sanar cuando empezó a luchar»

En una nueva audiencia por los crímenes de lesa humanidad cometidos en los pozos de Quilemes y Banfield y en la Brigada de Lanús, declararon dos hermanos de desaparecidos que pudieron reconstruir la búsqueda incensante y el horror que atravesaron de sus familiares.

La jornada número 82 del juicio por los crímenes cometidos en los Centros Clandestinos de Detención de Banfield, Lanús y Quilmes tuvo los testimonios de María Cecilia Della Flora y Sergio Szajnbaum. La primera en declarar fue María Cecilia Della Flora, hermana de José María (Pepi), quien fue secuestrado el 12 de abril de 1977 en la Ciudad de Buenos Aires y continúa desaparecido.

La Fiscalía le preguntó a Cecilia si tanto ella como algún miembro de su familia habían sido víctimas de la última dictadura cívico-eclesiástico-militar y en qué circunstancia se dio. Esta pregunta, es la que dio inicio a la exposición. Cecilia contó que su hermano mayor, José María nació el 15 de abril de 1955 y que actualmente está desaparecido. José María fue visto por otros secuestrados, que luego fueron liberados, en el Pozo de Quilmes y también en el Centro Clandestino El Vesubio. Cecilia pidió permiso para mostrar una foto de su hermano, una foto de los últimos tiempos antes de su desaparición: «Nosotros no lo llegamos a ver con 22 años». Luego exhibe una foto de él con 20 años y una a color que decide mostrar, por un rasgo en particular que tenía su: era pelirrojo.

«Era mi hermano mayor, físicamente era pelirrojo, delgado, medía 1,70 y en casa, cuando éramos chicos, le decíamos Pepi. En sus tiempos de la universidad y militancia tuvo varios sobrenombres, «Flora», «Polo», «Colorado», «Juan». Había cursado en el Colegio Don Bosco de Bernal. Era muy buen alumno, destacado en matemáticas, aficionado al dibujo». Destacó que desde la escuela y en su familia tuvieron formación católica y cristiana, lo que implicó que José María adquiriera mucha sensibilidad, empatía, trabajara por los más necesitados, por la justicia.

“En el secundario –prosiguió- concurría a un grupo juvenil en una parroquia y daba catecismo en la villa. Esa era su vida. Tenía muchos amigos, ni bien terminó el secundario, en 1973, comenzó a estudiar arquitectura en la UBA desde 1973 hasta 1976”, contó. Cecilia conserva una copia de la libreta universitaria donde consta que la última mesa de examen a la que se presentó fue el 10 de marzo de 1976. También contó sobre la actividad en la política universitaria de José María: “En esa época mi hermano participó en el centro de estudiantes y fue militante de la JUP de arquitectura”. En abril de 1976 José María se incorporó al servicio militar obligatorio en el Regimiento de Caballería 8 de Magdalena, provincia de Buenos Aires. Allí estuvo hasta el mes de agosto, cuando fue a visitar a su familia en Quilmes. Lo llamaron y le contaron que un amigo suyo y compañero de militancia de la facultad estaba desaparecido. Se llamaba Alfredo Romay, un chico de Haedo, estudiante de arquitectura, que también estaba haciendo el servicio Militar. “A mi hermano le dijeron que el 30 de julio habían ido a la casa de sus padres y que lo habían secuestrado, que se lo habían llevado medio muerto”, describió Cecilia. José María se asustó por el peligro que implicaba seguir en el Servicio Militar y decidió no presentarse más, desertó.

Los efectivos militares lo fueron a buscar, según relató Cecilia y recordó: “A partir de allí mi hermano también dejó de vivir en casa, nos mandaba algunas cartas por correo, les decía a mis padres que estaba bien, buscando algún trabajo y que no se preocupen por él”. Durante la clandestinidad, la familia se encontraba con José María en citas en Capital donde le llevaban cosas. Della Flora dijo que perdieron todo contacto con él en el mes de abril de 1977.

La fecha que quedó consignada en los registros de la CONADEP fue 12 de abril, ya que así lo informó la madre de Cecilia. “Puso esa fecha porque el 15 mi hermano iba a cumplir 22 años y por eso se iba a encontrar con mi mamá, pero, por razones de seguridad como mi hermano era un desertor y había perdido legalidad, temía que si se encontraban el 15 de abril la siguieran, por lo que había combinado unos días antes y a esa cita mi hermano no se presentó”. Cecilia recordó también que a principios de abril se encontró con él y lo vio en mal estado. A Cecilia se le quiebra la voz y detiene su relato para tomar agua. “Me decía que no tenía donde estar, que hacía alguna changa cuando podía. Me decía que a veces podía dormir en la casa de algún compañero o amigo y que muchas veces se iba a Plaza Miserere, se tomaba un tren a Lujan y volvía para dormir en el tren”. Después de ese encuentro, lo invitó a su casa en Lanús. “Lo llevé a mi casa y lo tuve guardado ahí, lo llevé sin que viera a donde iba, para que durmiera, comiera, se bañara, le lavé la ropa, charlamos muchísimo. Me decía que su intención era volver a la militancia. Yo, en ese momento, hacía un tiempo había comenzado con una militancia barrial, en Montoneros”. Recordó también que hablaron mucho y le dio un dato que se volvió doloroso a través del tiempo, ya que le contó que su novia de quien sólo dijo que se llamaba -o le decían- Ana, probablemente estaba embarazada.

Cecilia habló con su referente de Montoneros, un compañero al que le decían “Gordo» y de apellido Vega, quien hoy también está desaparecido. “El Gordo me dio un papelito cerrado donde había escrito una cita para que mi hermano se encontrara con alguien que iba a ser un enlace para volver a la militancia. Con ese papelito se fue mi hermano de mi casa. Me pidió que le tiña el pelo, salió de mi casa con el pelo teñido de marrón. Esa fue la última vez que lo vi, la primera semana de abril del 77”. José María empezó a faltar a las citas con la familia, Cecilia habló con “el Gordo» quien le dijo que la cita de su hermano había sido secuestrado y torturado y le comentó: “Tenemos conocimiento que dijo muchos datos que tenía”. Luego recuperó el nombre de esa cita: “Este muchacho se llamaba Horacio Paz, sobrenombre el Hippie. Leí que a él lo habían secuestrado el 14 de abril de ese año. No sabemos qué pasó con mi hermano porque no tenemos la fecha exacta ni tampoco nadie que haya visto su secuestro”.

Della Flora recordó que se acercaron personas a su casa y le llevaban mensajes de su hermano en los que decía que se encontraba bien, que estaba preso, pero no sabía a dónde. “Durante toda la dictadura fue hasta ahí lo único que supimos, porque después los datos que fuimos teniendo fueron a partir de CONADEP”. Sus padres presentaron habeas corpus, escribieron cartas a la Junta Militar, a instituciones estatales y eclesiásticas, se contactaron con organismos internacionales para saber sobre el paradero de su hijo. “Un tío, Atilio Della Flora, mi papá era italiano, en Génova y en la embajada de Italia. Esas fueron algunas de las acciones que realizaron mis padres José Della Flora que falleció en 2003 a los 94 años y mi mamá Elena Campo que está por cumplir 94”.

Como ocurrió con las reconstrucciones de las historias de los familiares de detenidos desaparecidos a lo largo de este juicio, Cecilia también contó que los datos de su hermano los obtuvo de personas que fueron liberadas y que compartieron tiempo con José María. “En los datos que fuimos teniendo a partir de la CONADEP, supimos que a mi hermano no lo registraron como estudiante universitario, figura como conscripto. Nos citaron y nos dijeron que había sido visto en el pozo de Quilmes y tenían datos de tres personas: Alcides Chiessa, Alberto Derman y Felipe Favazza. Con Alcides Chiessa nos entrevistamos y pudimos conversar varias veces. Con Derman y Favazza no pudimos hablar, pero tengo copia de toda su denuncia en CONADEP firmada por ellos donde está consignado como visto”. Alcides les contó que lo habían detenido a mediados de octubre del 77 y lo llevaron al Pozo de Quilmes, entre medio a otro lugar y definitivamente salió del pozo de Quilmes a mediados de mayo del 78. Compartió el lugar de detención con mi hermano, me dijo que habían conversado muchas veces: “Alcides sabía que mi hermano era estudiante de arquitectura. Lo recordaba como pelirrojo, le habían roto los anteojos, de las torturas, golpes, picana y submarino. También me contó que algo que cantaban en el pozo de Quilmes era El himno a la alegría, que me conmovió muchísimo porque era algo que mi hermano impulsaba bastante. El himno a la alegría era el himno de nuestra familia desde chicos”. En la conversación que tuvo con Chiessa, pudo saber que tenían identificados tres momentos en los que sacaban a los detenidos: “Un horario temprano, para los que liberaban. Un horario intermedio que significaba traslado y de noche era indicador de que los mataban. Y poco antes del mundial se lo llevaron a mi hermano en un horario intermedio y pensaron que lo trasladaron a otro lugar, pero nunca más se supo de él”.

María Cecilia recuerda que armar el rompecabezas fue insólito, ya que un día leyendo el diario en un recordatorio que se hacía sobre el CCD El Vesubio leyó el nombre José María Della Flora: “Al otro día me comuniqué con Antropólogos y me dijeron que una persona declaró haber estado con él en Vesubio, Ricardo Cabello y me dieron su número de teléfono. Lo llamé y me atendió muy bien. Ahí aparece un dato que modifica lo que uno sabía. Él había estado con mi hermano. Lo habían secuestrado el 25 de agosto del 77, tenía 15 años, y lo habían liberado creo que el 3 de octubre del 77. Me dijo que cuando llegó a Vesubio mi hermano estaba y que cuando se fue de Vesubio mi hermano seguía estando, que ellos pudieron hablar bastante porque compartían cucheta. Me dijo que a mi hermano lo había identificado por fotos. Me dijo que lo recordaba petiso, coloradito (sonríe), de sobrenombre Flora y que charlaron que vivía en un barrio cercano al nuestro, no se conocían de antes”. Con el testimonio de Ricardo, el recorrido de José María cambia y hasta la actualidad continúa recibiendo información. “Este año una compañera me facilitó un contacto con otro sobreviviente del Pozo de Quilmes, Carlos Guarino que vive en el sur y accedió a comunicarse por videoconferencia, conversamos y me contó que estuvo en el Pozo de Quilmes entre el 6 de enero del 78 y el 6 de febrero y después de principio de marzo a mediados de mayo del 78. Estuvo con mi hermano en la primera ocasión, y también recordaba a Alcides”.

La Fiscalía preguntó a Della Flora cómo continuó la vida de su familia y en qué los afectó la desaparición de su hermano: “Cambió la vida de la familia para siempre, éramos una familia que nos manejábamos con objetivos comunes. Nos partió al medio. El objetivo era que sigamos creciendo, que estudiáramos. Mi papá y mi mamá dedicaron todos sus esfuerzos a buscar, a recorrer todo lugar posible. Yo me terminé escapando de Buenos Aires, mi hermana más chica quedó sola acompañando a mis padres, se opacaron los festejos. Mi mamá siempre conservaba todo intacto, para navidad había un plato en la mesa porque mi mamá decía: ‘Mirá, no vaya a ser que venga´. La vida de todos cambió y era no saber, era imaginar, divagar, pensar qué hicieron con él. Con el correr de los años nos íbamos convenciendo. Desde lo personal hasta la democracia yo decía ´va a venir la democracia, van a abrir las cárceles y nos van a devolver a nuestros parientes´ y con el tiempo fuimos viendo que no. La que nunca se convenció de eso, que lo sigue esperando con vida es mi mamá. Era peligroso hablar porque uno no sabía con quién hablaba. Era peligroso contar lo más importante que nos estaba pasando. Porque teníamos temor y desconfianza, durante todo el tiempo del proceso fue terrible”. Luego pidió leer algo que escribió para su hermano donde explica lo que es para una familia decir todo lo que ocurrió, en la que incluyó una carta de su nieta a su hermano y cerró su lectura diciendo: “Sin justicia, la impunidad es ley”.

Por problemas en la conexión con Luis María Armesto, las partes toman la decisión de adelantar el último testimonio, de Sergio Szajnbaum quien es hermano de Saúl Jaime Szajnbaum, secuestrado el 21 de noviembre de 1977, en Belgrano. Saúl se había recibido en el colegio Huergo y estudiaba Bioquímica en la UBA, también radio y televisión y trabajaba como técnico químico en Robertech SA que era una empresa de perfumes.

Sergio se enteró por la madre de Ruth Roller, novia de Saúl, cómo sucedieron los hechos: “El día del secuestro, él salió del curso de radio y televisión, volvía a la casa de la novia y lo estaban esperando con autos típicos de esa época, Ford Falcon, y las vecinas de la madre de Ruth escucharon gritos, corridas y la agarraron a Ruth y la hicieron entrar en una de las casas y a Saúl lo persiguieron hasta que lo agarraron”. Luego de averiguar e investigar en muchos lugares, Sergio pudo reconstruir cuál fue el recorrido que hizo su hermano después de su secuestro: “Se lo llevan a la Brigada de San Justo y ahí es su primer secuestro y de ahí pasa, después de un tiempo, a lo que hoy llamamos el Pozo de Banfield, el CCD. Ahí es donde estuvo más tiempo y el 14 de mayo del 78 hacen el famoso y lamentable traslado, era el final”. Supo que un día o dos antes lo pasaron porque él estaba tanto en San Justo como en Banfield, siempre estuvo con Graciela Grigo y Claudia Com. “En un momento dado Graciela me dice que lo pasan arriba con un grupo de uruguayos que él no tenía nada que ver con un grupo de uruguayos y ahí si hacen el traslado. Yo supongo que los que estaban abajo después los legalizaron, como Adriana Chamorro, que cuenta que vio a alguien que lo subieron al piso de arriba. Luego del juicio de la brigada de San Justo donde declaré, hablé con ella y ella no recordó a Saúl en concreto, pero sí que subieron a alguien al primer piso. Se corrobora con lo que cuenta… y a partir de ahí no lo vio más”.

Saúl había dejado la militancia. Cuando se enteraron del secuestro de Claudia, una compañera, un sábado, le dijeron que se fuera del país y les respondió que no iba a pasar nada, porque ya no militaba. Lo secuestraron el lunes a la noche. El apodo que tenía era Felipe y militaba en OCPO (Organización Comunista Poder Obrero). “Tal es así que después de tantos habeas corpus, salió uno positivo con el pedido de captura de él, por pertenecer a esa organización, emitido por el 1er cuerpo del ejército”, contó Sergio.

Sergio también describió que aún antes del secuestro de su hermano, había sido perseguido: “En julio del 74 asesinan al diputado Ortega Peña y fue muchísima gente al entierro en Chacharita. Saúl va con el grupo de diputados, yo fui en el subte y ellos en micros. Resulta que la policía para esos micros y se los llevan a todos detenidos. Saúl estuvo detenido dos o tres días. Después fueron dejando a todos, porque también había diputados. Nosotros vivíamos en la casa de mis padres donde tenían un negocio en Caballito y empezaron a llamar las tres A, Alianza Anticomunista Argentina, liderada por López Rega. Las amenazas eran terribles, fuertísimas, que nos iban a matar a todos, que iba a matar a Saúl y mis padres se empezaron a aterrorizar, así que de manera urgente y casi regalando la casa la vendieron y compraron dos departamentos, en uno fui a vivir con Saúl y en el otro mis padres”.

“Nos enteramos de San justo porque mi mamá iba a las marchas de las Madres, yo la acompañaba. Esto ya era en el 83. Yo iba con una pancarta con la foto de mi hermano y veo que una chica se me acerca, me abraza y se pone a llorar desconsoladamente y la abraza a mi mamá. Yo no la reconocí. ´Éramos muy amigos de Saúl, Graciela y Claudia´, me dice. Era Graciela Grido, y me dice que ellas estaban seguras de que Saúl había salido como ellas, que lo habían legalizado por el PEN. A partir de ahí Graciela me ayudó muchísimo en mi sanación porque me contó hechos con detalles de cómo estuvo en San Justo y Banfield. Yo creí que después de la tortura estaba totalmente destruido. Y ella me cuenta que en San Justo tenían calabozos contiguos que pasaba las manos por algún lugar y las hacía reír y divertirse, les hacía como una obrita de títeres con las manos y que ella se reía muchísimo. Eso me dio la idea de cómo él se mantuvo en San justo, íntegro, fuerte, entero. Y no sólo eso, sabiendo que Claudia es la que lo delata a él y a Graciela, era muy jovencita. Sin embargo, como él tenía esta cuestión de humanidad y solidaridad, no le importó lo de Claudia y las siguió animando a las dos. Entonces eso me produjo a mí una gran sanación porque lo imaginé distinto. Y había pasado las torturas”, aseguró. La amistad entre Claudia, Graciela, Saúl y él en la adolescencia persistió a lo largo de todo su relato. Ellos también tenían amigos del Huergo que fueron secuestrados en marzo del 77, Meglia y Ficarra, que militaban en otra organización.

Sergio fue armando el recorrido de su hermano con las declaraciones de testigos y comentarios. Graciela lo acompañó en los reclamos cuando volvió la democracia y dijo: “Después yo seguí con mi mamá o solo, fuimos a todos lados, con habeas corpus desde la conferencia episcopal argentina, a la AMIA, a todos los contactos que pudiéramos tener, militares, policías que tenían un contacto con mis padres de cuando tenían la tienda. Tuve la misma información de Antropólogos Argentina, ellos me corroboraron todo, pero no pudimos avanzar a partir del traslado y también corroboramos con los uruguayos, pero me dicen: ´Mira Sergio, no podemos avanzar, es como que los grupos de tareas eran independientes y no podemos avanzar´”.

Sergio habló sobre cómo afectó a la familia el secuestro y desaparición de Saúl: “Mi mamá fue a la que más impactó esta situación, tuvo un brote psicótico, así que la tuvimos que internar en una clínica psiquiátrica de Flores, en el 77, para que tengan una idea de lo que era una clínica, le hicieron mucho electroshock. Estuvo internada un tiempo, cuando le dieron el alta estuvo acá y recién empezó a sanar cuando salió a luchar, salió a la búsqueda de Saul junto con las Madres, esa contención y esa búsqueda la ayudó. Eso no significa que no tuviera un dolor terrible, además yo estaba al lado de ella en las marchas, esa fuerza y esa potencia se manifestó. En cambio, mi padre tuvo una depresión profunda y no pudo salir, se quedó adentro y le afectó al corazón, pero no pudo ir a ningún lado ni a buscar ni nada”. También habla de su hermano mayo, Mario, quien no pudo asistir a la búsqueda ni a ningún lado: “No pudo atestiguar en ninguno de los juicios y no porque no tenga dolor, sino porque se desmorona, no lo puede soportar. Va mucho más allá. En cuanto a mí, yo seguía buscando hasta que un chico amigo de la infancia que tenía contactos con la SIDE vino y me dijo en el 79: “Sergio, dalo por muerto. Te aconsejo que te vayas del país, así que yo me fui, estando muy alterado psíquicamente. Me fui a México sin contactos. Estuve allí unos meses”. Sergio veía que quienes estaban allí no soportaban el exilio y decidió volver a seguir buscando a su hermano. “A mí me afecta todo lo que signifique la desaparición. Yo ponía un papel en un cajón y la sensación total era que se evaporaba y no estaba más. Eso se agravaba con los afectos, si bien yo no tengo temores, en eso me agarraba pánico, la desaparición. Hoy todavía lo conservo.  He hecho muchas terapias. si no veo a alguien me agarra una sensación, es como un anclaje. mis padres que vinieron de chicos escapando de los nazis y escuchaban una sirena de ambulancia y para ellos era una bomba”.

Para concluir con su testimonio, Sergio habló de Saúl: “Era un muchacho brillante intelectualmente, las notas de bioquímica eran impresionantes. Era un chico con muchas inquietudes, le encantaba la música, tocaba la guitarra y sus amigos también. Después empezó a activar. Siempre con una idea extraordinariamente solidaria, humana, tal es así que él soportó las torturas y nadie cayó por él. Incluso ayer mismo hablé con un compañero del que había ido a una cita y me dijo que vive por Saúl porque él no habló. Eso habla de esa extraordinaria solidaridad, humanidad de buscar un mundo mejor, más humano continuamente y como digo esta cuestión de su brillantez intelectual siempre solidario con los demás, siempre respetado por toda la gente. Además de ser mi hermano era muy amigo mío”.

Sergio, Al final de su exposición se retiró a buscar una foto de su hermano para compartir y trajo una remera de Saul con la fecha en la que se registró su secuestro y desaparición. Pidió también que si alguien sabe algo más se comunique para poder avanzar en su investigación y saber qué pasó después.

“Quería decir que cuando hablé del dolor y las heridas, quiero decir que los represores, torturadores no se regocijen dentro de esta perversidad que tienen porque esas cicatrices nos hacen más fuertes, nos hacen estar presentes acá, en este juicio, tanto en las calles cuando cantamos. Y que yo estoy de cuerpo entero y que las y los 30 mil también están con su cruz, con su antorcha que sigue ardiendo. Estas heridas hoy son cicatrices que nos dan fuerza, que nos dan potencia”.

Al finalizar, debido a que Luis María Armesto tuvo problemas de conectividad, se solicitó al presidente reprogramar su testimonio para la siguiente audiencia, que será el martes 4 de octubre, semipresencial. Prestará testimonio Diego Barreda y Walter Washington Barnas Pereyra, Coordinador del equipo de instrucción de Derechos Humanos de Uruguay.

El Estado rebautizó al Puente Alsina con el nombre de Ezequiel Demonty

El Estado rebautizó al Puente Alsina con el nombre de Ezequiel Demonty

A 20 años de su asesinato en manos de la Policía Federal, sus familiares y amigos le rindieron homenaje. Madres en Lucha exigió la Ley Integral contra la Violencia Institucional.

Tres pibes cruzaban por el Puente Alsina. Era de madrugada y no había flores ni gente, como hay ahora. Hace veinte años Julio, Claudio y Ezequiel volvían a sus casas cuando uniformados de la Federal los frenaron. 

“Ezequiel Demonty. Detenido, torturado y desaparecido por la Policía Federal de la comisaría Nº 34 el 14 de septiembre de 2002. Encontrado sin vida en el Riachuelo el 21 de septiembre de 2002”, decía el cartel del barquito de madera cubierto de flores. Cerca de ciento cincuenta personas se reunieron en la orilla del Riachuelo, a un costado del puente renombrado Ezequiel Demonty, para conmemorar los veinte años de su brutal asesinato. 

Con sus buzos amarillo flúo, los trabajadores de vialidad cortaron el puente para dejar pasar a la familia, amigos y compañeros que se reunían para descubrir la placa de señalización del “Puente Ezequiel Demonty”. “Esto es parte de la agenda que venimos reclamando los familiares de víctimas de violencia institucional. Todos los familiares necesitamos que nuestros hijos permanezcan en la memoria por un Nunca Más”, dijo Dolly, la mamá, agarrada de su cartera mirando, con sus singulares ojos tristes, a la comunidad que la escuchaba atenta. “Tenemos puente la puta que los parió”, cantaron todos entre lágrimas, abrazos y dedos en V.

“Que fuerte, que fuerte ver ese cartel ahí. Aparte el cartel es oficial, ninguna gilada”, se escuchó entre medio de la multitud que subía nuevamente a la vereda para dirigirse hacia la orilla del Riachuelo. 

A Ezequiel y a sus dos amigos los obligaron a saltar por el puente una madrugada de septiembre. Julio y Claudio llegaron nadando a la costa, mientras que Ezequiel permaneció desaparecido una semana. Los policías que detuvieron, torturaron y desaparecieron a Ezequiel, lo empujaron a su muerte. 

“Hace veinte años estábamos acá, al lado de Dolly, y la verdad que fue muy duro. Hoy nos acordábamos de lo que fue estar abajo del puente esos siete días, con la lluvia, con el viento. Pido un fuerte aplauso porque fue un soporte muy grande la gente que estuvo siempre y nos acompañó desde el primer día”, dijo Lu Martínez, la maestra de Ezequiel. De fondo, colgando del puente, el cartel de cinco metros en el que se leía “Ezequiel Demonty Presente”.

“Esto es una herencia de la dictadura y nosotros y nosotras como militantes del campo popular no tenemos camino que no sea el de asumir la responsabilidad de transformar esta realidad -dijo Lucía Cámpora, diputada por el Frente de Todos en la Ciudad de Buenos Aires-. Nos hicimos cargo cuando fuimos oposición y sobre todo nos tenemos que hacer cargo cuando somos Gobierno. Por eso peleamos para que se pueda sancionar, tanto en el Congreso Nacional como en la Legislatura de Buenos Aires, el Proyecto de Ley Integral Contra la Violencia Institucional”.

“Que el nunca más sea nunca más”, decía el cartel. Las remeras verdes de Nueva Chicago, el club de fútbol del que Ezequiel era parte, acompañaban y llenaban de color la jornada. 

Otras caras también se hicieron presentes en la memoria y en las remeras de todas las referentes de la organización “Madres en Lucha”: David Orona, Fabian Gorosito, Miguel Bru, Judith Alice Giménez, Ramon Santillán “Sugus”, Sebastián Bordón, Andrea Viera y Mariano Witis, todas víctimas de la violencia del Estado.

“Para mí, este Riachuelo es igual al risco donde dejaron sin vida a mi pibe. Es la misma sensación que tengo, el mismo dolor. El horror de lo que hicieron con la vida de Ezequiel es el mismo horror que sentimos en cada una de las vidas que arrebata la fuerza de seguridad del Estado”, dijo Miriam Medina, madre de Sebastian Bordón, mientras cientos de manos limpiaban las gotas de lágrimas. ¿Cómo condenar lo incondenable? ¿A quién sacia la condena cuando no hay retorno? Entre el dolor y la memoria Miram exigió una demanda muy concreta: “¿Dónde está la decisión política del Estado para cambiar esta fuerza de seguridad? Basta de tortura de una vez. Basta de desaparecer a los pibes. Basta de terror. Pero basta enserio ¡De discursos estamos hartas, queremos que accionen! Seguimos de pie y seguimos por Ezequiel, por Sebastian y por cada pibe y piba que nos falta”.

 

“Más que nada quería agradecerles a todos por acompañar. Por las caras que veo cada año y por las nuevas” dijo David. Con veinte años, el hijo de Ezequiel habló por primera vez a la comunidad.

“Podrán cortar todas las flores pero no detendrán la primavera”, dijo Neruda una vez. En medio de las decenas de personas, con un ramo de flores rojas y su gorro con la cara de Ezequiel, Dolly sonreía. “Esta es una lucha colectiva, lo aprendí en el camino -dijo a la vez que dejaba salir dos lágrimas-. Ezequiel ya no es más mío, ni de las madres. Ahora también es de los jóvenes y de la militancia, de todos los que tomaron a Ezequiel como bandera de la lucha contra la violencia institucional”.

“Ezequiel Demonty”, gritaron fuerte. “¡Presente!”, contestaron todos mientras las flores rojas y blancas caían sobre el agua y acompañaban al barquito de Ezequiel que se alejaba de la orilla. “Ahora y siempre. Ahora y siempre”, cerraron entre aplausos y abrazos.