La magia del libro usado

La magia del libro usado

El protagonismo del mercado de textos usados tiene múltiples sentidos para sus lectores: desde la concientización del medio ambiente hasta el interés por la historia de un ejemplar que llegó a pasar por cuatro personas. Un mercado en expansión ideal para enfrentar a la crisis.

“La lectura es una herramienta fundamental. Es memoria, entretenimiento, un instrumento que no tiene contraindicaciones y aporta conocimiento. Le puede cambiar la vida a una persona. Cuando nace un lector y logra mantener ese hábito, lo tiene para siempre”, asegura Alejandro Vaccaro, Presidente de la Asociación Borgesiana de Buenos Aires y miembro de la Sociedad de Bibliógrafos Argentinos, en diálogo con ANCCOM. Un comentario, una sugerencia, una temática o un escritor en especial son algunas de las tantas motivaciones que tienen los usuarios para comenzar a leer. Sin embargo, el mundo de la lectura es todo un enigma. “Los libros son un misterio, tiene un relieve inesperado y razones inexplicables”, afirma Vaccaro.

Las prácticas culturales fueron cambiando a lo largo de los siglos, así como también la relación entre los libros y sus distintos usuarios: lectores de libros nuevos, usados y de ambas cualidades. Generalmente es difícil encontrar al lector del libro nuevo comprando uno usado. Ante una situación económica, opta por comprar menos libros pero es muy raro que se pase al mundo del libro usado. “El libro usado tiene un encanto especial, que fascina a los lectores de usados. Tiene su propia historia, los subrayados, la dedicatoria, los papelitos que hay dentro, el olor, el color del papel, la edición. Todo eso genera una fascinación, un aura en particular. Pero las personas que leen nuevos, tienen cierta resistencia a todo eso. No les gusta que el libro tenga polvo ni marcas. Les gusta el olor a nuevo y que esté impecable. Todos los lectores tienen sus mañas”, confiesa Patricio Rago, organizador de la Fiesta del Libro Usado (FLU), escritor y dueño de la Librería Aristipo en el barrio porteño de Villa Crespo.

Los libros de papel tienen segundas, terceras y hasta cuartas vidas gracias a las librerías de segunda mano. Se encuentran en diversas partes: plazas, librerías, veredas, anticuarios, mercados de pulgas o inclusive también de manera virtual. A lo largo de los años este tipo de literatura fue creciendo por su presentación, por la dificultad de encontrar un título o editorial en particular, por una cuestión medioambiental, ejemplares que se encuentran agotados o más baratos que los libros nuevos. Es decir, hay diferentes motivos que influyen en el auge de los libros usados: temáticas de interés diversas, hallazgos de piezas antiguas no reeditadas y una lista amplia. 

Además, en los últimos años se incorporó el uso de las redes digitales dentro de la administración del tiempo de cada persona. Este dato no es menor ya que no se aborda desde la intensidad con que leen los usuarios sino de los nuevos modos de leer que alteran los hábitos tradicionales e impactan también en la apropiación de los contenidos. 

Muchos lectores se acercan no solo a ver los libros sino también a donar títulos y colecciones que no pueden tener ya en sus casas. El objetivo es lograr una mayor circulación de los textos como medio de cultura y aprendizaje, convirtiéndolos también en objetos de intercambio. 

 

Un espacio de encuentro

Gran parte del público lector de las librerías de segunda mano, las consideran un espacio de encuentro. Un lugar que no solo da vida por segunda vez a libros viejos y usados que descubren un nuevo y potencial lector, sino también un sitio para vincularse con personas con los mismos gustos. A su vez, es un ámbito para fomentar el libro como objeto de uso y crecimiento. Se crea un entorno nuevo e idóneo para encontrar ese libro perdido, retomar el hábito o localizar un clásico. Anécdotas, sorpresas, comentarios y largas conversaciones forman parte de este tipo de librería. Por lo que se puede entonces hallar tres tipos de acercamiento: del libro al lector, del lector al libro y entre los mismos lectores.

En la Avenida Corrientes 1187, se encuentra La Librería del Subsuelo, un sitio al que concurren muchas personas para consultar, canjear o vender libros y lo hacen directamente con la dueña del espacio, Jeannette Chejolan. “Todos los que se acercan a nuestra librería, lo hacen con la idea de dar un paseo, de conocer otras personas que les gusta lo mismo que a ellos. Al ingresar libros todos los días, también se acercan para ver qué temáticas nuevas entraron. Es parte de la rutina del lector formar un lugar de encuentro”, afirma Chejolan. Visitar una librería de segunda mano implica también comunicarse y relacionarse con otros. “Esta semana se acercó un chico de unos 15 años buscando un libro particular sobre historia argentina. En la misma sección estaba un lector que nos compra hace años y que sabe mucho de la temática en sí. Estuvieron muchos minutos hablando, intercambiando ideas y se pasaron los teléfonos para que éste último le recomendara más ejemplares. Eso sucede muy seguido en las librerías de segunda mano”, concluye la dueña de la Librería del Subsuelo.

A su vez, en el stand 36 de la Feria de Libros Usados de Plaza Italia, está Fabiana Medina, quien trabaja en su puesto hace 45 años y disfruta recomendando libros tanto a chicos como adolescentes. “A la feria viene mucha gente, todos los días, la mayoría turistas. Les encanta el paseo, el lugar, observar estos pequeños universos porteños. Persiguen a Borges, Cortázar y Sábato para comprenderlos un poco más. Pero el público en general busca de todo y las ofertas tienen mucho éxito”, confiesa a este medio Fabiana en diálogo con Anccom. 

Marcelo Gancedo, propietario de “Victoria libros” de Plaza Italia, cuenta que el público que va es variado y aumenta mucho cuando es la Feria del Libro. Cuando salen de la Rural siguen entusiasmados y se cruzan para seguir mirando y comprando. “Últimamente las ventas aumentaron bastante porque el precio de los libros nuevos es muy alto, porque el papel está caro. Entonces la gente busca precio”, agrega.

Las maneras de conseguirlo

“La ciudad de Buenos Aires tiene una gran tradición de libros usados que es única en el mundo. No existe ninguna ciudad que tenga la cantidad de librerías, la calidad de textos y de lectores. Acá, es bastante frecuente ver gente leyendo en la calle y en los colectivos”, sostiene Rago. Asegura que la gente durante muchos años se reunía en las distintas zonas de librerías, las de la avenida Corrientes, avenida de Mayo, por las calles Rodríguez Peña, Montevideo, Paraná; por las de los Parques Rivadavia, Centenario y Plaza Italia y las de los barrios como San Telmo. Existía una tradición muy fuerte por la compra de libros usados en esos lugares, allí la gente se juntaba a charlar y a debatir sobre literatura, filosofía e historia.

Para el dueño de Aristipo ese mundo comenzó a resurgir durante este último tiempo, y además, apareció una nueva generación de libreros de segunda mano. Esta nueva generación de librerías es la que viene trabajando desde hace algunos años en la difusión y promoción del libro usado, devolviéndole “su épica y su aura”. Es gente apasionada por los libros, poniéndolos en valor. No sólo ofrecen la posibilidad de encontrar ediciones antiguas o textos que ya no se venden en el mercado, sino que también destacan y transmiten la magia que tiene el libro usado, ya que entre sus páginas se puede encontrar partes de su historia y conocer a sus antiguos dueños. Muchas veces aparecen dedicatorias, subrayados, reflexiones, citas, frases, nombres, lugares o fechas que le dan a ese objeto una vida propia y tienen la capacidad de hacer volar la imaginación del lector.

Por otra parte, en el mundo del libro nuevo, las editoriales son las que deciden qué ejemplares y qué autores se deben vender, exigiendo que las novedades sean colocadas sobre las mesas de las librerías para lograr mayor exposición. Los libreros de usados, en cambio, trabajan por fuera de estas presiones y lógicas comerciales, siendo ellos quienes deciden qué vender y recomendar, haciendo una especie de curaduría de los libros que eligen para ofrecer. Se crea así un vínculo de fidelidad con el cliente que confía en el criterio de selección de los libros que se les proponen. “Muchos lectores están descubriendo el valor del libro usado, de alguna manera, contagiados por esa pasión que transmiten los libreros. Hay una especie de explosión en su consumo”, asegura Rago.

Aparte de estas librerías especializadas en el tema, existen otras formas de adquirirlos. En la página del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires se promocionan las Ferias de Libreros. Se aclara que, además de libros y revistas usadas, algunos puestos se dedican a la compra, venta y canje de artículos relacionados a la filatelia, numismática y objetos de colección. Abren de lunes a viernes de 10 a 18 horas y se los puede encontrar en: 

La cantidad total de puestos otorgados son 232. Para acceder a los permisos se exige aparte de ser argentino nativo (por opción o naturalizado/a) o extranjero con radicación permanente en el país, pasar una prueba de taller donde se evalúa si el postulante tiene antecedentes referentes a la explotación del rubro, y si tiene suficiente provisión de mercadería, experiencia y conocimiento de la actividad. Estos requisitos garantizan la calidad del puesto y que quien lo maneje pueda ofrecer un buen servicio. 

Otra manera frecuente de adquirir libros usados es por medio del e-commerce. Según Marcelo Gancedo y Fabiana Medina, puesteros de la Feria de Plaza Italia, durante la pandemia la venta por internet de libros usados aumentó considerablemente. A partir de ese momento los lectores adquirieron el hábito de buscar en la web los libros usados porque no los conseguían nuevos o por ser más económicos. Una de las plataformas utilizadas es Tiendanube, donde cualquier persona puede crear su propia tienda online para vender en Internet directamente al comprador. Las ventas por este medio son bastante rentables porque tienen muy bajos costos, existe una demanda constante y la posibilidad permanente de renovar stock. Las ventas se pueden concretar por medio de plataformas como Mercado Libre y Tiendanube, por medio de grupos de compraventa o marketplaces en Facebook o publicaciones en Instagram.

Otra manera de comprar libros usados en la ciudad es por medio de los puestos que se han instalado en diferentes esquinas del centro porteño. Se trata de la iniciativa Un libro por una oportunidad» creada en 2020 por dos amigas Cecilia Gallo y Mariana Peluffo. Esta red solidaria recibe donaciones de libros usados que luego entrega a personas de bajos recursos o en situación de calle para que ellos los puedan vender a un precio accesible, y con lo recaudado generen un ingreso propio. De esta manera la organización contribuye no sólo con el vendedor, sino también con el vecino o peatón que adquiere un libro por un precio muy accesible.

 Qúe es la Flu

La Fiesta del Libro Usado (FLU) es una feria de entrada libre y gratuita que se organizó por primera vez el 5 y 6 de noviembre de 2022 en el Centro Cultural Plataforma Nave en el barrio de Palermo en Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). En esa oportunidad asistieron 2000 personas por día. En 2023, la Biblioteca Nacional Mariano Moreno ofreció el espacio de La plaza del Lector “Rayuela” (Avenida Las Heras 2025, Ciudad Autónoma de Buenos Aires) para organizar el evento como una manera de apoyar la iniciativa. Se esperaba la presencia de entre 6.000 y 8.000 personas y asistieron más de 40.000. Según Rago, su organizador, la feria fue el resultado de muchos años de trabajo, de difusión, de devolverle la épica y el aura al libro usado. La organización de la FLU lleva un gran trabajo de preproducción porque se eligen cuidadosamente las librerías que participan. Van sólo libreros y libreras que tienen buenas obras, que tienen conocimiento sobre libros y literatura y llevan una selección de sus mejores títulos.

En la feria no sólo se pueden comprar buenos ejemplares, también hay distintas actividades, charlas, lectura de poesía, de narrativa, entrevistas a distintos autores, música en vivo y puestos de comida. La idea es que la visita sea una experiencia y entender la lectura como una fiesta. Por eso se llama la Fiesta del Libro Usado y no la feria del libro usado. 

La fiesta de este año se organizó en septiembre y tuvo mucha difusión por parte de los medios masivos de comunicación. “Los precios en general eran muy buenos en relación al nuevo, la gente se llevaba pilas de libros y los libreros tuvieron que volver a sus locales a buscar más textos para reponer en los stands”, recuerda el organizador de la FLU. En la edición de este año participaron 35 libreros y se calcula que cada uno vendió aproximadamente 400 ejemplares, lo que da un total de 14.000 libros vendidos durante los dos días.  Este tipo de eventos permite a la gente descubrir con mayor profundidad el universo del libro usado e incorporarlo como un posible hábito.

La lectura en Argentina

El tiempo y magnitud que la persona le dedica a la lectura está relacionada a la edad, sexo, zona geográfica y actividad que ésta presente. Según la última Encuesta Nacional de Consumos Culturales 2022 (ENCC), la mitad de la población leyó al menos un libro el último año. La lectura, tanto habitual como ocasional, se realiza más en el formato papel. Por otro lado, la mayoría de la población (39%) lee para entretenerse, un 18% lee por estudio y un 6% por trabajo, y el principal motivo de elección de los libros leídos es el género o tema tratado. Además, los grupos etarios que más leen son aquellos entre 13 y 29 años con un porcentaje de lectura de 77% y 58% respectivamente.

 Al mismo tiempo, dicha encuesta, también plasmada en la página de Sistema de Información Cultural de la Argentina (SINCA), sostiene que el libro en papel es el formato más elegido en todas las edades, niveles socioeconómicos, géneros y regiones del país. A su vez, la lectura en formato digital duplicó los valores que presentaba en 2017. Es una práctica en expansión que complementa el hábito de la lectura en papel y no como muchos sostienen, una competencia. 

La producción de libros en el país

En el último Informe de Producción del libro Argentino presentado por la Cámara Argentina del Libro (CAL) en mayo de 2022 se pueden observar ciertas tendencias en la producción de libros que responden, entre otras cosas, a los hábitos de los lectores. Desde el 2015 a 2019, la producción de libros había caído en la Argentina sostenidamente, de 83 a 35 millones de ejemplares. Puestas en comparación con un año anómalo como fue el pandémico 2020 que afectó los modos de producción, las cifras de 2021 hablan de una recuperación y nueva tendencia de crecimiento ya que se produjeron un total de 44 millones de ejemplares y un crecimiento del 24% de las novedades editoriales, datos que comienzan a equipararse con los de 2019. Sin embargo, existe un dato importante en cuanto al significativo achicamiento de las tiradas: la cantidad de ejemplares que se imprimen en cada edición. En el sector editorial la tirada promedio pasó de 2.700 ejemplares en 2016 a 2.229 en 2018 y 1.700 en 2021. En ese año la mayoría de las novedades salieron al mercado con una tirada de sólo 1.000 ejemplares, y teniendo en cuenta que en todo el país había en ese momento 1.200 librerías de nuevos, significa menos de un ejemplar por librería. Un análisis más detallado de las tiradas muestra cómo se acentúa esa caída en la producción de la primera tirada. En casi el 40% de las ediciones comerciales, las tiradas no superaron los 600 ejemplares. 

El mito del fin 

Actualmente, los libros enfrentan una gran competencia por la existencia de otros medios de entretenimiento. Esto no solo influye en la falta de lectura sino la ausencia de agilidad en el pensamiento de la persona.

Sin embargo, por más que existan otros medios de entretenimiento o libros digitales, es un mito que el libro físico llegue a su fin. Por un lado, Rago afirma que es justamente el uso y bombardeo de las tecnologías, las redes y el teléfono lo que hace que el libro físico resulte atractivo. Explica que “leyendo la gente busca otra temporalidad y un descanso de la excesiva exposición a las pantallas. Lo que tiene para ofrecer hoy el libro en papel es eso, un descanso, entrar en otro tiempo, un rato de calma y otra manera de respirar”. 

Por otro lado, Alejandro Vaccaro sostiene que la era digital representa una moda y que es pasajera. “Esto va a pasar. Se va a revertir y vamos a volver a la parte humana. No está en peligro el libro físico, va a subsistir. Lo mismo ocurrió por ejemplo con la radio. Además, el avance del libro digital es mínimo, está comprobado”, declara el Presidente de la Asociación Borgesiana de Buenos Aires. 

Agustin Vega, sociólogo de la Universidad de Buenos Aires (UBA), sostiene que, además de que no desaparecerá el formato físico, existe una convivencia de ambos formatos y que la era digital es funcional para aquellos que están a distancia. “Creo que el libro digital no es una amenaza, sino una buena forma de poner en disponibilidad ciertos textos y otras formas económicas accesibles o casi imposibles de acceder. El atractivo del objeto va a seguir estando. Todavía tiene mucho atractivo y cierta practicidad. Va a convivir con formas digitales, con otros consumos y formas de lectura”, asiente el sociólogo. 

De todas maneras, la lectura es un hábito que mejora las condiciones sociales y le permite al lector desarrollar los aspectos cognitivos y reflexionar sobre cualquier tema, independientemente del formato que elija. “En definitiva, lo que vale es el texto. Cada uno lee como se siente más cómodo. Un buen texto soporta cualquier formato”, concluye Vaccaro. 

Con el paso del tiempo, los libros usados tienen muchos más seguidores ya sea por su precio, por el aumento de la concienciación y por la experiencia de tener un libro que ha estado en otras manos y ha vivido muchas historias de otras personas. También hubo una transformación en su connotación: lo que anteriormente algunos lectores veían como negativo y vinculado como un recurso escaso, ahora es una experiencia ecologista, sustentable y social. Los lectores y vendedores tienen la tarea de mostrar otra imagen del libro, un enfoque más atractivo y descontextualizado de los espacios académicos tradicionales. La nueva imagen que se está intentando mostrar tiene que ver con que un libro usado es un tesoro encontrado.

Un cambio que nadie reclama

Un cambio que nadie reclama

La Ley Ómnibus propuesta por el presidente Javier Milei derogaría, entre otras, la Ley del Libro. Un día después de enviada al Congreso, las diversas Cámaras libreras comenzaron a organizarse para explicar los efectos negativos de la medida y resistir su aplicación. Las pequeñas librerías y la bibliodiversidad, en peligro.

La Ley 25.542 del Libro corre riesgo de ser derogada si se aprueba la Ley Ómnibus en las sesiones extraordinarias que la tratarán hasta el 31 de enero. Esta norma, con 22 años de vigencia, dicta que “los editores, importadores o representantes de libros deberán fijar un precio uniforme de venta al público (PVP) o consumidor final de los libros que edite o importe”. Es decir que establece un precio único tanto para la pequeña librería como la gran cadena editorial, e incluyendo los canales de venta online.

La Cámara Argentina de Librerías Independientes (CALI), fundada el 19 de diciembre de este año, se pronunció al respecto y su vocero, Juan Pablo Armenio, de Tiempo Libro, confiesa: “No sabemos el por qué de este proyecto: es insólito, nos agarra de sorpresa. El sector está de acuerdo con que la Ley del Libro sirve” y señala: “En sí ha mejorado la competencia y permitido que otros actores ingresen al mercado, como pequeñas editoriales y librerías que puedan poner acento en diferentes lugares del mundo del libro”. Actualmente, las diversas instituciones como CAL, CALEDIN, Fundación El Libro y la propia CALI, entre otras, se encuentran organizadas para unificar criterios y “tener un plan de acción común” según Armenio.

Mónica Dinerstein, presidenta de la Cámara, al ser consultada sobre el impacto de esta medida, explica que la derogación “atenta contra la competencia porque las grandes empresas pueden rebajar el precio”. Esto es: actores económicos -no necesariamente del mundo editorial- compran gran cantidad de ejemplares para comenzar vendiéndolos hasta un 30% menos, corriendo a las pequeñas y medianas librerías de la escena, para luego terminar aumentando el producto sin preocupación ya que no tendrán contra quién competir.

“Mucha gente cree que va a poder comprar más libros. Hay un grave error en esto: el precio no va a bajar. A lo sumo bajará en algunos lados, pero lo más grave es que se va a perder la bibliodiversidad”, advierte Dinerstein y en este punto complementa: “Hay libros de los que se venden pocos ejemplares al año. De eso nos nutrimos las librerías independientes. Logramos tener clientela que busca eso y nos diferenciamos. La idea es tener una gama de títulos que probablemente las grandes cadenas no tengan”.

Según Cecilia Fanti, de Céspedes Libros y vicepresidenta de la CALI, los casos de países con una ley de precios en el mundo literario, como Italia, Argentina o España, son “los que tienen el entramado más fuerte de librerías y editoriales independientes” y, sobre la importancia de la diversidad editorial, recalca: “No solamente han surgido infinidad de editoriales y librerías, sino que han sido declaradas Patrimonio Cultural. Hemos visto el crecimiento exponencial de las ferias de editores como la FED. No es una ley que va en detrimento del mercado, sino que como el precio es uniforme, la competencia no se traslada al descuento. El libro es un bien cultural, no solamente regulado por la economía”.

En paralelo, Fanti afirma: “Los editores pueden volcarse a pensar catálogos distintos, las librerías competimos desde la calidad de nuestro servicio. Hay un consenso absoluto dentro del sector de que la ley en argentina se cumple. Editores, libreros y distribuidores estamos de acuerdo en que hay que defenderla y que la derogación puede ser una tragedia para la industria y para los lectores”.

Antes de la implementación del “precio único”, existía el “precio sugerido” por las editoriales y en ese sentido Armenio recuerda: “En el 2001, se sanciona esta ley justamente porque estaban desapareciendo librerías independientes a manos de las grandes superficies. El que quiera vender cualquier libro en la Argentina lo tiene que tener al mismo precio entonces las oportunidades en ese caso son iguales absolutamente para todos: para mí, para Jenny, para un supermercado y para la editorial que lo quiera vender en la página. Por eso la competencia es beneficiada por una ley de precio único”.

Por esta derogación, las Bibliotecas Populares también puede verse en su sistema de compras centralizado dependiente de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (CONABIP). Braian Urban, presidente de la Biblioteca Popular Sarmiento de Villa Italia, Tandil, señala el apoyo del sector a la industria editorial “sobre todo con el tema de la diversidad” ya que las editoriales independientes “pueden acercar producciones que las grandes editoriales no realizan o están condicionadas”. Urban sintetiza: “Nos afecta como compradores de libros. De parte nuestra está la necesidad de tener diversidad de miradas y autores”.

La Ley Ómnibus también atenta contra las Bibliotecas con su propuesta de derogar dos puntos de su Ley N° 23.351 de 1986. Se tratan de sus títulos IV de la Junta Representativa y el V del Fondo Especial para las bibliotecas populares. Sobre el punto de la Junta Representativa, Urban señala que se eliminaría “un espacio de participación colectiva federal” con diálogo entre representantes de los gobiernos provinciales y de las federaciones de bibliotecas: “Un espacio central de intercambio, pensando cómo se discuten las políticas públicas de la CONABIP”, concluye.

Sobre la quita del Fondo, Urban advierte: “Nos afecta en términos materiales de financiamiento. Es un componente muy importante para las bibliotecas populares y la implementación de políticas públicas en torno a la promoción del libro, lectura, de acceso a la información, la conectividad”. Este Fondo está desde el año 86 y, al verse reformado, impactaría en gastos corrientes de las bibliotecas, como el internet con el Programa de Inclusión Digital, además de la promoción de lectura, servicios de información ciudadana y el Programa Libro%. Este último punto asegura la “posibilidad de que las bibliotecas viajemos a conocer a la Feria del Libro y compremos libros al 50% de su valor con recursos que transfiere la CONABIP, por lo tanto sería un desfinanciamiento que calaría muy hondo”.
La Ley Ómnibus atenta contra la diversidad de oferta y de miradas del mundo de los libros, limitando la posibilidad de elección de los lectores y, sobre todo, del acceso a consumos por fuera de las leyes de grandes mercados. De prosperar la derogación los libros se quemarán en el altar del libre mercado.

El retorno de los padres, el exilio de los hijos

El retorno de los padres, el exilio de los hijos

“Villa Olímpica” es una película documental que, mediante la recopilación de imágenes analógicas y reconstrucciones escénicas en maquetas, cuenta la historia de los hijos de los exiliados latinoamericanos por las dictaduras en los años 70.

“Un día vine a México a trabajar a los 33 años y cuando vi la Villa Olímpica lo supe. ¿Cómo no iba a haber una película sobre la comunidad de exiliados más grande de América Latina? Yo no viví ahí, pero estaba cerca e iba mucho, era un epicentro cultural del sudamericanismo de izquierda. Después de esa visita llegué a mi casa, googlée y arranqué con el proceso de investigación. Terminé después de seis años”, cuenta Sebastián Kohan Esquenazi, director de Villa Olímpica, quien vivió en el exilio en México con sus padres.

Los recuerdos, la nostalgia y lo lúdico toman el papel central en esta película que funciona como una “reconstrucción” de hechos que al mirar hacia el pasado se tornan difusos hasta para sus mismos protagonistas. Sus imágenes gozan de una imperfección verosímil a partir de material de archivo real y la ficcionalización de recuerdos.

“Me pareció más interesante contar la desestructuración de la comunidad que su conformación. ¿Qué había pasado con cada uno de ellos, qué pasó con la gente que vivió ahí y luego tuvo que irse a su lugar de origen? La historia que no se había contado no sólo era la del retorno y desarraigo, sino la de mi generación, que fuimos los verdaderamente afectados por el destierro en democracia. Había muchas películas sobre el exilio, pero pocas sobre el desexilio”, afirma el cineasta.

Villa Olímpica trae a la mesa una problemática poco tratada: el ser extranjero en todas partes. Volver  a un lugar de origen que en realidad ya no existe más como tal. Ser argentino en México, ser mexicano en Argentina. Un “argenmex” que casi no es considerado como una opción identitaria. O sos uno, o sos el otro. Sumado a los conflictos que implicó para una generación que nació en ese espacio “vacío”.

“Cuando nos dimos cuenta del enfoque que tenía que tener la película, se empezó a afinar la mirada infantil y borrar el testimonio de la mirada de nuestros padres. Empezamos a pensar cómo se construye el desarraigo y el destierro en las infancias. Crecer en un lugar diferente significa tener que reinventarse todo el tiempo, porque las recetas no están y el librito de quiénes éramos no nos lo dieron, se nos cayó del avión directo al mar”.

El documental cuenta en retrospectiva cómo fue la infancia de niños que crecieron caminando las calles de este condominio con una libertad que no era equivalente a la que tenían sus padres fuera de ese lugar y país. Habitaban un pequeño gran mundo que se desmoronó cuando sin consulta previa les avisaron el regreso a donde nunca había sido su casa.

“Lo visual nace desde varios puntos diferentes, cuando yo les preguntaba a mi generación qué recordaban de su infancia en México lo primero que hacían era ponerse a pensar y luego responder algo que evidentemente estaba siendo reinventado. Cuando uno no sabe realmente cómo fueron las cosas, se construyen discursos a partir de elementos: la foto que quedó del padre, el relato del tío. Me pareció importante el hecho de no saber, porque para desprendernos de esa condición de hijos de perseguidos y ser nosotros una generación con identidad propia de alguna manera necesitamos construirnos”. 

De esta manera, el particular espacio geográfico y las travesuras de niños que se valían por sí solos se establecen como la excusa para algo más profundo: la constitución de las identidades y el desarraigo en contextos difíciles.

“Conocí a Pablo —protagonista principal de la película— cuando estaba exponiendo una maqueta en el Museo de la ESMA. Ahí me contó la historia de su padre. Su narración tenía elementos sanadores y me pareció fundamental el hecho de que la memoria sea sanadora y no una forma de autovictimizarse y meter nuevamente el dedo en la llaga. Por eso fue la decisión de incluir su maqueta y a su vez generar nuevas”.

Es posible apreciar la intención de traer al presente el pasado de una manera distinta a partir de la utilización de las maquetas y los collages hechos con fotos. Una mixtura visual que atraviesa toda la película y que representa quienes fueron y son estos niños de Villa Olímpica. 

“Creo que el resultado fue bueno porque si bien la gente después de ver la película llora mucho, sale un poco más entera o al menos no destruida, como suele pasar con muchos documentales que simplemente trabajan el drama para generar dolor. Yo creo que no tenemos que generar más dolor, tenemos que contar nuestras vidas pero para que nuestros hijos no sufran lo que nosotros sufrimos”, concluye Kohan Esquenazi.

 

Villa Olímpica se estrena hoy jueves 21 de diciembre a las 18.40 en el Cine Gaumont, Rivadavia 1635, CABA. Hoy también podrá verse a las 20 en la señal CINE.AR TV y desde mañana, viernes 22, estará disponible en la plataforma CINE.AR PLAY por una semana. También será exhibida en la Red de Espacios INCAA.

“La presencia en la Antártida implica defender la soberanía”

“La presencia en la Antártida implica defender la soberanía”

A 120 años del rescate realizado en el Continente Blanco por el Almirante Irizar a una expedición nórdica, el CCK inauguró una muestra inmersiva que reivindica el trabajo y la ciencia en ese confín del territorio argentino.

“El eje es mostrar la ciencia como acto soberano y el trabajo de miles de argentinos y argentinas que desde 1902 han realizado tareas científicas allí”, plantea el historiador Teo Salvarrey en torno a la muestra inmersiva “Antártida, un legado de soberanía”, recién inaugurada en el Centro Cultural Kirchner.

La exposición rinde homenaje a los 120 años del rescate de la expedición liderada por el sueco Otto Nordenskjöld, el noruego Carl Anton Larsen y el explorador y geólogo argentino José María Sobral, quienes se quedaron atrapados en la Antártida tras encallar el barco que los transportaba hasta que en 1903 fueron rescatados por el argentino Julián Irizar.

“Es el Estado quien garantiza ciertos mecanismos para llevar adelante un trabajo científico del primer nivel”, puntualiza Salvarrey. La muestra, organizada por el Ministerio de Cultura y la Dirección Nacional del Instituto Antártico Argentino, está compuesta por registros producidos por este historiador en la Isla Cerro Nevado, por materiales de archivo cedidos por Suecia, y por imágenes del Museo del Cine, que fueron conservadas y restauradas. A todo eso se suma la creación de imágenes en 3D para llevar a cabo la experiencia inmersiva.

“La idea de la muestra es que se generen diferentes configuraciones de sentido, dependiendo de donde uno se ubique a verla”, afirma Salvarrey. Al ingresar a la sala se siente un descenso de la temperatura mientras el Almirante Irizar avanza y rompe todo a su paso. La voz de Salvarrey narra su viaje a la Antártida y reflexiona sobre la expedición en la que Sobral y sus compañeros quedaron varados. “¿Alguna vez se preguntan por qué hacen lo que hacen?”, se escucha en los altavoces de la sala. Salvarrey y sus compañeros registran su estadía de dos meses en el Continente Blanco y los desafíos que debieron enfrentarse ante las temperaturas extremas. A medida que la muestra transcurre, Salvarrey encuentra la respuesta: “La presencia en la Antártida implica defender la soberanía”.

Las imágenes de la expedición se intercalan con un cielo estrellado y mapas que muestran las diferentes bases de Argentina en la Antártida. “Acá se encuentran historias de fraternidad y de soberanía. No se puede defender lo que no se conoce”, concluye Salvarrey.

 

  La exhibición puede visitarse los miércoles, jueves, sábados y domingos, de 14 a 20. La actividad es gratuita y no requiere reserva previa. Hasta el 17 de diciembre.

¿Qué hay detrás de la salida de Spotify de Uruguay?

¿Qué hay detrás de la salida de Spotify de Uruguay?

La Ley de Rendición de Cuentas aprobada en octubre abrió el debate: mientras el gobierno dice buscar una remuneración justa para los artistas, algunos cantantes señalan que perderán difusión. El riesgo para las web educativas.

Los usuarios uruguayos de Spotify recibieron diciembre con una notificación de la empresa informando el cese de sus actividades en el país. Este contexto despertó recelo entre los artistas que temen por la pérdida de su principal distribuidora digital de música. Esta es solo la punta del iceberg de un problema aún mayor que enfrentan los autores, intérpretes y plataformas de la República Oriental.

El pasado octubre, el Senado uruguayo aprobó la Rendición de Cuentas de este año, una ley ómnibus que abarca diversidad de tópicos que escapan a lo simplemente presupuestario. En esta edición 2023, se incluyeron la aprobación de los artículos 329, 330, 331 y 332 que modifican la Ley N° 9.739 de Derechos de autor promulgada en 1937 y su actualización del año 2003.

El objetivo de esta aprobación es “el reconocimiento de un derecho y la búsqueda de una justa y equitativa remuneración para los artistas”, explica Ignacio Martínez, presidente del Consejo de Derechos de Autor perteneciente al Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay. Esto se lograría obligando a plataformas de distribución como Spotify a realizar pagos a gestoras colectivas que actúan como intermediarias entre las plataformas y los artistas. En Uruguay las gestoras colectivas que recaudan los derechos de autores e intérpretes son AGADU y SUDEI.

“Hoy no existe remuneración. Se trata de acceder a ella a partir de la legalización de los criterios y los reglamentos”, explica Martínez y expresa el deseo del Consejo de que se entienda al trabajador de la cultura como alguien que tiene derecho a ser remunerado. “No queremos perjudicar a nadie: ni a los productores ni a los intermediarios que difunden nuestra música. Queremos beneficiar a los artistas nacionales”, agrega.

El Laboratorio de Datos y Sociedad (Datysoc) es un proyecto de Uruguay que nuclea a un equipo interdisciplinario de profesionales interesados en el vínculo entre derechos humanos y la era digital. En un hilo de Twitter explicaron que “los artículos aprobados en la Rendición de Cuentas no abordan el problema adecuadamente y agregan disposiciones que perjudicarán a las plataformas educativas, los repositorios digitales y otros sitios web culturales sin fines de lucro”, ya que la ley no limita los cobros a las grandes empresas comerciales, sino que abarca a todos los sitios web.

Este nuevo contexto también implica complicaciones para los artistas. Según Jorge Gemetto, investigador de Datysoc, los autores perderán la libertad de entregar licencias gratuitas ya que se trata de un “derecho irrenunciable” por el cual las gestoras realizarán los cobros de igual manera, sin importar que los artistas no estén afiliados a ninguna de ellas.

Datysoc no está en contra de que Spotify y las discográficas paguen a las gestoras. El foco de su reclamo está en que la aprobación de los cuatro artículos no resuelve el problema de fondo: los escasos ingresos que perciben los autores e intérpretes frente a las ganancias de las plataformas y discográficas. “Los derechos de intérpretes y ejecutantes existen en Uruguay desde hace décadas”, explica Gemetto y agrega: “Lo que pasa es que los artistas firman contratos por los cuales se los ceden a las discográficas, que les pagan muy poco”. Frente a esta situación, Gemetto plantea dos posibles soluciones: una más racional pero difícil de ejecutar que es la regularización de los contratos entre artistas y discográficas. La alternativa sería que se haga el pago directo de las plataformas a los artistas, medida que implicaría acotar con precisión qué tipo de plataformas cargarían con esa obligación.

El porcentaje que perciben las gestoras también representa un foco de esta problemática. “Son organizaciones que recaudan para los artistas pero que tienen comisiones altísimas: AGADU cobra hasta el 45%”, detalla Gemetto. Por eso, muchos autores e intérpretes eligen gestionar sus propios derechos; se trata de una libertad que está avalada por ley y que se va a perder con la aprobación de la Ley de Rendición de Cuentas: “Sin importar lo que opinen los músicos independientes, las gestoras van a cobrar en nombre de ellos. Y si no son socios, no van a poder ir a buscar lo que la gestora cobró en su nombre”, explica Gemetto. En eso consta el derecho irrenunciable.

Pánico

 El viernes pasado, Spotify sorprendió a sus oyentes uruguayos con el infame comunicado que explicaba su salida. En él señala que “los cambios con esta nueva ley podrían obligar a Spotify a pagar dos veces por las mismas canciones” y, a no ser que el gobierno explicite que las discográficas y editoras se harán cargo de esos gastos, su negocio de “conectar artistas y fans” sería insostenible.

Este mensaje tuvo como consecuencia la creación de una cuenta de Instagram anónima llamada Artistas Uruguayos que difundió un comunicado en el que piden la corrección urgente de los artículos que les competen ya que “lo que se está intentando revisar es objetivamente menor en relación al riesgo de perder un aliado tan importante para la industria de la música uruguaya como es Spotify”. Dando a entender que la remuneración justa queda en segundo lugar frente a la difusión mundial que les permite la plataforma.

Según Gemetto, esta postura es tomada por la camada de artistas jóvenes cuya sostenibilidad depende de las grandes plataformas de distribución como Spotify y afirma que su salida del país sería “un desastre” en tanto que se trata de su mayor canal de difusión y “no hay nada que lo reemplace”.

Martínez explica que la plataforma “jamás pidió conversar estos asuntos y lanzó una campaña equivocada, con datos falsos y una clara tergiversación de la información. Ha sido la Presidencia de Uruguay la que ha pedido encontrarse por videollamada y ahora está elaborando un proyecto de solución”, el cual se vería reflejado en un Decreto Reglamentario.

“La amenaza de irse de Spotify es una bravuconada”, opina Gemetto y agrega que despertó una discusión que impide ver la complejidad de una ley mal hecha. Si bien duda que la salida se vaya a concretar, Gemetto junto a sus colegas de Datysoc temen que el gobierno uruguayo haga un acuerdo que beneficie a Spotify y no derogue los cuatro artículos, dejando al resto de los sitios web en “una situación muy complicada” en la que se verán obligados a pagar a las gestoras. “Nuestro miedo más grande es por las plataformas educativas. Sobre todo el Entorno Virtual de Aprendizaje de la Universidad de la República, que tiene unos cien mil estudiantes”, explica. Las gestoras podrán ir tras cualquier plataforma, incluso si se trata de plataformas que usan contenidos sin fines de lucro, con licencias abiertas o que pertenecen a autores e intérpretes independientes.

El comunicado de Spotify opacó el problema estructural que presenta la Ley de Rendición de Cuentas. “Desde Datysoc pedimos que se deroguen los cuatro artículos que se aprobaron y que se empiece de cero a discutir en serio la cuestión de la remuneración justa para autores e intérpretes. Esa discusión seria implica tres patas: lo que tienen que pagar las plataformas, lo que tienen que pagar las discográficas y lo que se están quedando las gestoras colectivas”, resume Gemetto. Todo indica que Uruguay seguirá bailando al ritmo de Spotify al menos un tiempo más.

 

Un libro sonoro

Un libro sonoro

Experiencias desde la comunicación comunitaria y sugerencias para nuevas creaciones se recopilan en «Poscat. El podcast después del podcast», el libro de Ernesto lamas y Gastón Montells que se presenta el miércoles 6 de diciembre en FM La Tribu.

Poscat. El podcast después del podcast es un registro abierto que tematiza el formato sonoro y la comunicación comunitaria desde diversas experiencias en Argentina y Latinoamérica. El libro es el resultado de una seguidilla de seminarios que llevan el mismo nombre, dictados por Gastón Montells y Ernesto Lamas, autores y compiladores, que empezaron el proyecto en 2020 y que continúa hasta hoy. “En un contexto tan singular como ha sido la pandemia, el podcast funcionó como una especie de fogón digital que, con distintos husos horarios y desde distintos territorios, nos agrupó a conversar”, contó Montells en una entrevista para ANCCOM.

“El libro documenta reflexiones sobre la comunicación comunitaria alternativa y las narrativas artísticas sonoras de manera colectiva. Es una especie de itinerario de cuaderno, la imaginamos así.” La edición fue ideada cuidadosamente y ningún detalle gráfico queda suelto. De la mano del estudio de diseño El Fantasma de Heredia, las páginas fueron intervenidas con garabatos, palabras subrayadas, se sumaron anécdotas compinches, frases filosóficas e imágenes imponentes. “Le queríamos dar a la impresión gráfica el ritmo y los atributos de la oralidad. Desde su concepción el libro habilita a intervenirlo”, marcas que registran algo de eso volátil e íntimo que pasa en una conversación con uno mismo o con otros.

Gastón Montells y Ernesto Lamas –que se conocen hace 30 años– escribieron “el libro de sus sueños”. Como no querían ninguna restricción externa, decidieron inagurar su propia editorial: El nombre del Mar ediciones, y estrenaron allí su primera publicación.

El libro viene a llenar un espacio vacío en la literatura sobre el tema, habilitando la conversación sobre una historia que es reciente pero importante. “Queríamos poner mucho énfasis en los podcast pensados para los proyectos comunitarios, desde la comunicación alternativa. Habilitar la pregunta por la voz pública de muchos sectores subalternos que no llegan a los medios hegemónicos: ¿cómo pueden hacer para contar historias?”, planteó Lamas.

 El libro consta de tres partes que emulan el recorrido de los talleres, privilegiado espacio de producción colectiva. En la primera parte, “Cuadernos desde el mar”, se reúnen conceptos y perspectivas inéditos que son el resultado de investigaciones y la experiencia de los autores. Son “paisajes conceptuales”, como explicó Montells, porque “tienen una gran raíz pero son inacabados, en permanente transformación”.

En “Anotaciones desde los territorios de la oralidad” se hace referencia a proyectos y experiencias dignas de ser amplificadas, entre ellas Las Raras podcast, La Voladora Radio, Vokaribe.mp3. Además, se puede encontrar una parte técnica, con ejes a tener en cuenta al producir un podcast, consejos, softwares de producción, plataformas y bibliotecas, e incluso un listado de fondos de fomento para todos aquellos que se aventuren a producir una pieza artística.

Por último, en “Voces desde la indisciplina” aparecen otros y otras autoras que ilustran cómo a partir del podcast se pueden visibilizar temáticas y perspectivas relacionadas al género, a la vida en situación de encierro, la discapacidad, la cancelación y el escrache virtual, entre otros.

Para los autores, “en la creación y los sentidos elaborados del libro hay una cantidad muy grande de personas que participaron de manera muy diversa, más de 40 referentes de radio comunitarias de América Latina, integrantes de más de 200 organizaciones populares de Argentina, estudiantes de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA, tanto de los seminarios que hemos dado como de las clases de Taller 3. Hay una autoridad de sentido ahí colectiva que es, para nosotros, muy conmovedora”.

En relación al formato, Lamas afirmó: “Si se autopercibe podcast, es podcast”. Se trata de un formato novedoso, pero a su vez antiguo. Si bien empezó en 2004, pasó mucho tiempo hasta que se consolidó. Su boom durante la pandemia popularizó su producción, tanto desde medios masivos como desde pequeños productores que se lanzaron a probarlo. Si bien tiene algunas de las características de la radio, la relación entre estos formatos es de solidaridad mutua. “La oralidad de siempre aparece relanzada de modos singulares en todo una ingeniería artefactos digitales, de medios, pero también de procesos domésticos. Queremos que el libro sea inspirador para movilizar otras iniciativas creativas”.

El primer podcast de Argentina se hizo en FM La Tribu cuando Montells era su director. Es una radio que empezó en 1989 como un proyecto de estudiantes de la Carrera de Comunicación, entre los que estaba Ernesto Lamas, y con el paso del tiempo se fue profesionalizando hasta crear una empresa sin fines de lucro. “Durante el período de dirección de Gastón, con una necesidad de amplificar la radio, creamos un sitio de podcasting donde subíamos audios que nos parecían tenían que perdurar en el tiempo, esa era la lógica”, contó Lamas. El 17 de julio de 2005 se estrenó el primer podcast que arrancaba contundente: “La tecnología sirve para decirle al mundo que no estamos de acuerdo”.

Los primeros podcast eran más bien musicales, poéticos, con algunas frases. “Después empezamos a hacer cosas más de investigación con un tema concreto, por ejemplo “Made in Bajo Flores” que investigaba la explotación de la empresa CyA en los talleres textiles”, recordó Montells. Es uno de los primeros podcasts argentinos realizado por un medio comunitario, que además recibió el premio internacional: Nuevo Periodismo de La Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI).

 

El libro será presentado el miércoles 6 de diciembre a las 18.30hs en el auditorio de FM La Tribu (Lambaré 873).