El derecho a reparar

El derecho a reparar

El Club de Reparadores junto a la biblioteca del Instituto Goethe de Buenos Aires, realizaron una jornada de restauración electro-textil para promover la sustentabilidad de los objetos y promover el consumo responsable. Una biblioteca de cosas.

El Club de Reparadores tomó prestada la biblioteca del Goethe-Institut Buenos Aires para una jornada de restauración electro-textil, el jueves último. Ubicada en plena avenida Corrientes del microcentro porteño, dentro de ella desplegaron largas mesas en las que se reunían los asistentes. “Invitamos a personas que tengan saberes de reparación o que tengan objetos rotos, en este caso en particular de los rubros de electrónica o pequeños electrodomésticos y ropa para reparar en conjunto”, comentó Melina Scioli, organizadora del evento y fundadora del Club.

Al respecto del encuentro entre las dos organizaciones, Nicole Narbebury del Goethe-Institut, mencionó que “nació por el mes de sustentabilidad que realizamos en octubre junto al Club y con Amigos de la Patagonia, funcionó muy bien y lo quisimos repetir. Parte de las propuestas del instituto de este año era fomentar más la sensibilización en estas temáticas y nos interesaba el trabajo con gente local y conocer gente nueva, para que también conozcan nuestra biblioteca y armar un puente con personas desconocidas”.

Como parte de las convergencia, Narbebury aprovechó para destacar: “Tenemos una parte de objetos que se pueden prestar, como carpas y máquinas de coser. Se llama biblioteca de las cosas y la idea es darles un uso más comunitario a algunos objetos que quizá las personas no puedan acceder a tener en una casa”.

Sobre la historia del Club de Reparadores, Melina Scioli relató que “comenzó en 2015, hace casi diez años, un poco enfrentado a la sensación de que las cosas duraban cada vez menos y que teníamos que hacer algo para promover la reparación de lo que estaba cayendo en desuso. El espíritu fue tratar de que la reparación sea algo posible, deseable, accesible y divertido, eso se da en los eventos”.

Asimismo, aclaró que “la reparación enfrenta muchas barreras para poder ser exitosa. Una tiene que ver con la disponibilidad de partes o de herramientas muy específicas. En el caso de la electrónica, uno tiene que tener manuales que te indiquen cómo desarmar un objeto, como rearmarlo y dónde están sus componentes. Por eso es tan relevante la idea del derecho a reparar, esto es que tanto consumidores como personas que se dedican a la reparación puedan acceder a partes, manuales y repuestos competitivos que no hagan que comprar uno sea más caro que reponer todo el objeto. Todo esto es importante a la hora de pensar qué tipo de relación queremos tener con los productos que consumimos”.

Lucas De Gaspe es voluntario del club desde este año, “me invitó mi compañero Santiago que venía laburando con ellos hace rato”, declaró mientras hacía una pausa de una licuadora bastante antigua y el mencionado hacía lo propio con unos auriculares blancos bluetooth de vincha. “Yo empecé a reparar cosas porque me gustaba prolongar la vida útil y me parece que la movida que se está haciendo acá de brindar el espacio para que algunas cosas que no son redituable reparar en un servicio, o que las empresas empujan y avalan que sean descartadas, puedan ser rescatadas y salvarlas de la basura para seguir usándolas”, narró.

En el aspecto personal, subrayó que es “técnico electrónico, vivo de reparar cosas como plaquetas, circuitos, microsoldaduras, entre otras. Pero también máquinas mediante Linux, apuntando a devolverle el control del hardware al usuario y no que el usuario sea esclavo de su software y que por eso se vea obligado a cambiar de máquina. Hay muchas distribuciones de Linux que ayudan a levantar computadoras viejas, esa es una de las promesas fundamentales del software libre, que mediante el control de las herramientas uno puede ser dueño de su propio hardware, y no usado por la empresa fabricante del software para fines espurios”.

Lisi González fue profesora de la Universidad de Palermo y también es voluntaria del club “de todo lo que sea textil, ya sea desde una prenda hasta una pelota o un muñeco. Arreglamos todo manera gratuita, con los materiales incluidos y, si la persona tiene ganas, si tiene tiempo, le mostramos alguna técnica de costura o como funcionan las máquinas”. Detalló que “en general, traen ropa. La verdad es que la gente se acerca para todos los elementos que se puedan reparar; viene y pregunta. Y cuando les decimos que sí se puede, se ponen muy contentos. Por ahí encontramos impedimento, si hay una prenda que tiene una máquina muy específica, porque nosotros estamos trabajando con máquinas básicas y no todas las prendas se arreglan con máquinas básicas. Pero suelen traer cosas no muy complejas, de uso cotidiano. Aunque nos han traído vestido de fiesta, vestido de novia, todo lo que te imagines. Y lo reparamos”.

Consultada al respecto de cómo se unió, respondió que “por las redes. Siendo docente ya es una tendencia que esto viene hace un montón. Además, soy vestuarista de teatro y a veces iba a las ferias de intercambio. Vine a arreglar y después me enganché y, cuando puedo, vengo de voluntaria”.

“Ya se está haciendo ropa de ropa, ya se está haciendo hilados de ropa reciclada que con eso se hace ropa nueva. Y los negocios de marcas, percheros con ropa usada, como en H&M. Por ahí lo hacen como de caripela, pero es una tendencia”, argumentó. De igual modo, contó que “acá hay una galería especial para eso, La Quinta Avenida, en Talcahuano y Av. Santa Fe. Tiene tres pisos y se dedica hace 20 años a eso y están especializados, tenés el negocio de los años 70, de los 60, el negocio de zapatillas, etc. Otro lugar que hace mucho que está con eso, pero recién ahora está resurgiendo, es La Casa del Teatro. Es un lugar donde las actrices y los actores conocidos donan ropa para que la gente vaya y lo compre, con el plus de que cuando uno lo compra, ese dinero va hacia esa Casa del Teatro que es donde viven actores que no tienen donde vivir, es como súper circular”.

De Gaspe sostuvo, con respecto a las empresas, que “Microsoft y Apple son las peores. Ellos necesitan venderte, lo que pasa es que Microsoft vende nada más que software, entonces tiene que justificar su oferta impulsando la demanda. Las tecnologías crecen y crecen en un sentido que no siempre está ligado a las necesidades de la sociedad”.

“El crecimiento del ancho de banda, que lleva aparejado la posibilidad de poder transmitir más cosas, tiene la contraparte de que le puede pedir más cosas a tu hardware. El hecho de que una máquina que hace seis años funcionaba perfecto para internet y ahora te dicen no, le falta RAM, vos decís ¿por qué me falta RAM? Y bueno, porque te estoy ejecutando un programa que me hizo un pibe que no le dejaron tiempo para hacerlo mejor, y es una cuestión meramente de método, de cómo funciona la industria”, agregó.

Por su lado, González opinó que “hay muy pocas que tienen buena calidad. No tiene nada que ver la calidad con la marca. Podemos ir a Flores y conseguir algo de mucha calidad, venir acá y comprar en un shopping y no. Los costureros son los mismos, la tela es la misma, no cuesta nada. Lo demás es marketing e impuestos, acá el 60% del costo de la ropa, si no más, son los impuestos que se les pone, la modelo, la campaña, el alquiler… El shopping es pérdida, además del alquiler les piden el 8% de las ventas, pero tienen que estar para que la gente no se olvide”.

Julieta Morosoli es cofundadora del Club de Reparadores y recalcó: “tenemos algunos criterios más éticos de no trabajar con determinadas empresas extractivistas o cosas así. Eso no lo hacemos. Las empresas muchas veces hacen actividades de puertas para adentro. Está buenísimo, porque quieren promover algunos valores, pero nosotros con determinado tipo de empresas decidimos no trabajar. Porque es una ética que tiene que ver con lo que buscamos, que es proteger el ambiente. Entonces, sino hay como una doble moral en algunas cosas”.

Por la veta legal, Melina Scioli adelantó tener “intención de, el año que viene, impulsar algo. Sentimos que muchas de esas discusiones están teniendo lugar en Europa, donde hay una decisión respecto de cómo se fabrican las cosas que es mucho más influyente que la que podemos llegar a tener en nuestro país en términos del ecodiseño y de cómo se conciben los aparatos para ser más durables. Nos parece importante resaltar el trabajo de las personas que se dedican a la reparación, por ello creemos que sería valioso tener proyectos de ley que impulsen, favorezcan o generen mejores condiciones para este sector”.

En este sentido, Narbebury agregó que, en Alemania, país con el que el instituto está muy relacionado, “tienen una postura muy fuerte con respecto al reciclaje, tienen variedad de tachos para tirar las diferentes cosas y está todo más legislado. Tachos de ropa, plásticos, vidrio verde, vidrio amarillo y otros tipos de vidrio, lo orgánico de lo no orgánico… Tienen todo muy segmentado”.

González, que vive medio año en Chile, precisó “en Atacama se encuentra el desierto de la ropa, se tira ahí, se abandona y va mucha gente a buscar ahí, sobre todo los inmigrantes para vender. Gran contaminación”, a la vez que estimó “creo que no están trabajando sobre eso”.

Consultada sobre las tendencias, Melina Scioli dijo que “hay un sesgo en términos de que en los encuentros se traen cosas que uno puede cargar. De esas cosas portables, hay unos clásicos: las minipimer, que todas tienden a tener la misma falla que es una parte que se desgasta con el uso y la fuerza del motor, y muchos auriculares, creo que es algo que uno tiene capaz en la cartera o la mochila y cuando uno deja escuchar de un lado, llegan al club”.

Morosoli, coincidió e incluyó pavas eléctricas, cafeteras y celulares: “la mayoría de las reparaciones son bastante simples, a lo mejor es el pin de carga o la pantalla, que eso sí, requiere traer por ahí el repuesto”. Al respecto de las minipimer, añadió que “cuando se rompe ese engranaje adentro, es una pieza que no se consigue fácilmente y muchas veces ya no existe como repuesto”. Si bien con impresión 3D hacen muchas piezas faltantes como manijas o teclas, aclaró que “sirve para generar partes que ya no se consiguen, pero justo esto de las minipimer, no”.

Por el lado textil, González recalcó que “en cuanto a los hombres, vienen con ropa destrozadísima y que aman, pantalones que tienen 20 años, y, por el lado de las mujeres, por ahí algún ajuste de prendas que tienen o que se compraron. A mí me da la sensación de que los hombres tienen un amor así como indefinido, sin nombre, hacia alguna prenda que le queda recontra bien, que le calza muy bien y no la quieren tirar hasta el último momento. Pantalones que están transparentes. En general son hombres que por ahí no son tan fashion, esos o más jóvenes por ahí traen alguna prenda así como para ajuste y demás”.

Para seguir restaurando, Narbebury aprovechó para comentar que el sábado 23 de noviembre por la tarde realizan “un taller de profundización en impresión 3D” mientras que Morosoli mencionó “vamos a estar en una feria de Navidad del Gobierno de la Ciudad en la que vamos a estar reparando juguetes y textiles. Todavía no está confirmada la fecha, pero será alrededor del 17 o 18 de diciembre”.

Una contramuestra en Mar del Plata en defensa del cine nacional

Una contramuestra en Mar del Plata en defensa del cine nacional

En paralelo al Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y en oposición a las medidas implementadas por la nueva Comisión Directiva del INCAA, se presenta Contracampo, que desea ser una espacio para imaginar un futuro distinto para la industria audiovisual.

Organizada por un grupo autoconvocado de directores, productores y críticos, Contracampose concibe como una acción en defensa del cine nacional. El encuentrose realiza entre el 22 y el 26 de noviembre –en paralelo al histórico Festival de Cine de Mar del Plata–, con sede en el Teatro Enrique Carreras de la ciudad balnearia.

Con películas de Martín Rejtman, Mariano Llinás y Diana Cardini, la grilla de Contracampo busca reflejar las diversas formas de producción que existen y su importancia para la construcción de una identidad compartida.“La formación de espectadores y el cultivo del deseo de las audiencias por ver cine nacional deberían ser una política de Estado y no sólo responsabilidad del sector audiovisual”, manifiestan los organizadores de la muestra.

La programación incluye 37 películas, producidas en diversas regiones del país y que pertenecen tanto al círculo independiente como al comercial. Se destacan El aroma del pasto recién cortado de Celina Murga, el documental Las formas de la invención de Maia Navas y el largometraje Breve Cielo de David José Kohon.

También se ofrece un recorrido histórico por las distintas etapas del cine nacional con la proyección de obras situadas en la época clásica, la renovación modernista de los años 60 y la posdictadura. “Buscamos demostrar que el pasado y el presente del cine argentino son igualmente valiosos e inseparables a la hora de pensar en su futuro”, expresan desde la organización. 

Con la idea de ofrecer un espacio de debate y recuperar discusiones acerca de lo que sucede dentro y fuera de las pantallas, Contracampo contará con actividades especiales de formación y reflexión. Los desafíos de la distribución, la reducción de la financiación, la sostenibilidad del cine independiente y la crisis del patrimonio audiovisual son algunos de los ejes que se abordarán en la librería El Gran Pez de “La Feliz” entre el 23 y el 26 de noviembre. 

Mientras tanto, la 39° edicióndel Festival de Cine de Mar del Plata, quese desarrollará hasta el 1 de diciembre,pondrá el foco en celebrar sus 70 años de historia. “El Festival sirve para participar en la construcción del cine argentino”, aseguró Gabriel Lerman, periodista y flamante director artístico del evento en diálogo con ANCCOM, tras la presentación oficial en el Cine Gaumont, de la ciudad de Buenos Aires.

La cartelera del único festival de cine clase A de Latinoaméricacuenta con la proyección de 125 títulos –75 menos que la última edición– y tiene por primera vez como país invitado a Japón. Entre las visitas internacionales sobresalen el cineasta canadiense Jason Reitman (ganador del Globo de Oro por Amor sin escalas), la actriz española Adriana Ugarte (El tiempo entre costuras) y la directora mexicana Fernanda Valadez (Sin señas particulares). También habrá lugar para homenajear el cine nacional con la proyección de clásicos como La treguade Sergio Renán a 50 años de su estreno, La Patagonia rebeldede Héctor Olivera y Boquitas pintadas de Leopoldo Torre Nilsson, a un siglo de su nacimiento.

Durante el evento, tendrá lugar la Competencia Argentina y Latinoamericana de corto y largometrajes en la que participarántítulos como 1978, de Nicolás y Luciano Onetti, Después del finalde Pablo César y Bailamos para no estar muertosde Lucía Benavente. En la Competencia Internacional, que contará con la presencia de la actriz colombiana Angie Cepeda y el director israelí Samuel Maozcomo miembros del jurado, se destacanA real pain del dramaturgo estadounidense Jesse Eisenberg y “There Was, There Was Not” de la armenia Emily Mkrtchian.

Otra propuestainteresante es la Competencia en Tránsito, en la que se presentan proyectos de largometrajes –tanto documentales como de ficción–que estén en proceso de realizacióny deseenobtener un aporte para poder finalizarlo. “Participamos en la construcción de cine argentino no sólo dándole un lugar de exhibición a las películas sino también con competencias para que las puedan terminar”, sostuvoLerman.

Consultado por ANCCOM respecto a los desafíos que enfrenta el sector audiovisual, en un contexto de desfinanciamiento por parte del Estado, Jorge Stamadianos, productor de cine y codirector del Festival,se mostró evasivo y consideró que “las realidades de producción cambiaron en todo el mundo” y que “es necesario tener conversaciones que contribuyan a sostener un cine que posee una marca muy importante a nivel mundial”.

Ahora bien,a diferencia de lo que sucede en el Festival de Mar del Plata, donde las localidades pueden llegar a costar hasta $4300, la muestra alternativa Contracampo ofrece entradas a $2500, un precio más accesible y en línea con el objetivo de democratizar el acceso al cine nacional.


La programación completa de Contracampo se puede ver en su página web. Las entradas se pueden adquirir en la boletería del Teatro Enrique Carreras (Entre Ríos 1824, Mar del Plata).

“Hay que actuar como actor y también como sujeto social”

“Hay que actuar como actor y también como sujeto social”

La obra teatral Seré se presenta como un instructivo de fuga del excentro clandestino de detención homónimo. Encarnado en el cuerpo de Lautaro Delgado, el testimonio de Guillermo Fernández en el Juicio a las Juntas se despliega como un truco de magia, un acto de posesión y una construcción dramatúrgica total. Un acto de ventriloquía inverso.

Si bien el público que concurre al Teatro del Pueblo sabe que a continuación verá una obra teatral, su confirmación se pondrá en duda rápidamente: “Lo que verán es real y no”, dice alguien que aparece y se presenta como Lautaro Delgado Tymruk, actor y mago. “Abracadabra: iré creando conforme hable. Mucha atención a este truco. Nada por aquí, nada por allá. Puede que ocurra un milagro”. Y comienza la obra, si ya no lo había hecho. Se produce, entonces, la posesión del cuerpo de Delgado por la voz del sobreviviente del excentro clandestino de detención Mansión Seré, Guillermo Fernández. “El milagro ocurre, efectivamente. Soy poseído por esa voz. Puedo tomar esa voz y esa voz puede ser yo”, explicará luego Delgado Tymruk en una entrevista con ANCCOM.

En el centro del escenario hay una mesa y sobre ella distintos objetos que tendrán protagonismo a medida que avance la grabación del testimonio de Guillermo Fernández. Así, por momentos, el teatro oscuro y frío se convierte en Atila -nombre interno que los represores le daban al centro de detención y tortura-, y por otros, en el tribunal del Juicio a las Juntas. Algo parecido ocurre con el actor que pone el cuerpo; la mímica exacta que hace de todo: gestos, sonidos, pausas, muletillas y fallos de Fernández posibilita el acto mágico de posesión, la sensación de ver y oír a un único sujeto, una síntesis total de voz y cuerpo que hace olvidar la división material de ambos. “Sucede la magia, un acto de espiritísmo tecnológico porque hablo a través de una voz grabada”, dirá Delgado Tymruk. Un cuerpo sentado dando la espalda al público de la misma imagen que en 1985 era transmitida de Fernández. Luego, el mismo cuerpo, en el centro de tortura materializa el horror, y remueve al observador del asiento al simular el sonido de la picana eléctrica o “pequeña Lulu”. “Una de las tesis de Seré es: ¿quién actúa? Es una de las preguntas que me hice al pensar la obra. Porque la actuación es voz y cuerpo, pensamiento y espíritu. Si yo tomo la voz de Guillermo y pongo el cuerpo, ¿quién es el que está actuando? En su voz está impresa su alma y pensamiento, y en mi cuerpo también está mi alma y pensamiento. Para mí es una pregunta sin respuesta. O con muchas. Guillermo Fernández alguna vez me mencionó que cuando veía Seré se abría otra dimensión, donde no era ni él ni yo, era un otro”. La sensación de traspaso de un espacio a otro y de representado a representante se amplifica por la utilización de sonidos y silencios, de pequeñas luces o de oscuridad total.

La obra no utiliza el testimonio original y lineal sino que “se le impregnó un sentido poético y estético, hay un trabajo de estructura dramática. Se intervino la declaración con sonidos, música, ruidos, y otros textos, pero principalmente con la acción, que puede hacer circuito o a veces cortocircuito con el relato. No siempre van unidas y eso crea otra posibilidad de sentido”. Hay cosas que el cuerpo de un actor puede representar, otras que solo pueden ser dichas por quien lo vivió. Y la obra respeta, además, una solicitud: que no sea “lacrimógena», que tenga algo de vital. “Ellos algunas veces se han reído en medio del cautiverio, y en eso había una forma de supervivencia también”. El testimonio de Fernández, por sus respuestas irónicas e inteligentes a las defensas genera risas y murmullos entre la tribuna del juzgado que se replican en la del teatro. “Haber escapado un 24 de marzo tiene algo de disparate también, de chiste, y de ironía”. Porque esa fecha también es el natalicio del reconocido mago Harry Houdini. “Bien, Houdini”, le dijó Claudio Tamburrini a Fernández cuando, con un clavo flojo de la cama logró abrir la ventana para iniciar la fuga de los cuatro compañeros de pieza en 1978, a dos años del golpe militar. Pocos días después de su huida el campo de tortura fue incendiado y quienes todavía permanecían detenidos fueron “legalizados” por el Poder Ejecutivo Nacional.

¿Por qué el nombre Seré?

Seré es por el centro clandestino pero también seré, que es el futuro simple del verbo ser. Ser en el futuro. Y justamente un centro clandestino de detención es la imposibilidad de ser. Te arranca de lo humano, te inhabilita la posibilidad de ser, ya no solo en un futuro, sino en el momento. Una persona torturada, secuestrada, que está maniatada, en un lugar de inhumanidad como eran los centros de exterminio. Entonces, seré es una suerte de palabra mágica. Una proyección de cuatro personas que vislumbran un futuro, yo seré, a pesar de este contexto, tanto Fernández y sus compañeros en ese momento, como en el contexto actual que vivimos. Es la posibilidad de crear futuro, más allá de todo. A partir de la ocurrencia, de la imaginación, del amor por la vida, de los lazos que se pueden crear con otra persona, y con uno mismo.

¿Qué es Seré?

Mi Seré es un estudio sobre el sonido, la voz y la palabra, sobre el lenguaje y el discurso. No solo es la fuga de cuatro sobrevivientes, sino la fuga del discurso: al inicio de la obra lo decimos, nuestro sentido común es moldeado, somos dichos. Y Seré busca desautomatizar eso, es un procedimiento para generar pensamiento crítico. Se realiza un acto de ventriloquía inverso, que busca dar cuenta que uno es hablado: muchas veces las cosas que uno dice, no las piensa realmente sino porque las escucha, hay un discurso que se instala en el sujeto que habla. Tik Tok es un ejemplo de ventriloquía inversa, gente que toma la voz de otra, pero que se utiliza como mero entretenimiento, humor vacío. Esta obra, en cambio, quiere hacer consciente el proceso de construcción de sentido común que se da en el ser social, en los sujetos, desencriptar ese proceso. Es una forma de decir, “cuidado con lo que escuchás, sé crítico”. Por eso creo que Seré es un despertador, tiene la función de generar un movimiento sísmico en el punto de vista del que mira. Porque hay que actuar, no solo como actor, sino actuar como sujeto social. Me han dicho varias veces, “hay muchas historias sobre la dictadura, sobre los desaparecidos y las desaparecidas, ya lo vi muchas veces”, pero luego de ver la obra cambian de parecer “esto no lo vi nunca en mi vida”. Claro, el procedimiento, el hecho artístico, más allá de la temática, teatralmente es poderoso. Es eso lo que busca Seré, desautomatizar la historia, volver a mirarla y con asombro. La etimología de asombro viene de la no sombra, de sacar a la luz. Lo mismo sucede con el objeto que se entrega al final. Es un símbolo, tiene una función semántica desautomatizada de su utilidad inicial, lo podes usar como quieras, se transforma. Me gusta que la gente imagine y creo en la potencia del símbolo y en el encuentro del espectador con la obra, no quiero cercenar una mirada o una posibilidad de lectura.

¿Cómo surgió este proyecto? Previamente habías interpretado a Carlos García en Crónica de una Fuga:¿son proyectos que se relacionan?

Mientras filmaba Crónica de una Fuga yo ya estudiaba magia, pero nunca pensé que haría una obra sobre Seré. Nunca en mi vida. Y finalmente, la magia atraviesa Seré. Es algo que a mí me asombra, esa casualidad. Para llegar a este proyecto, sin embargo, hubo un suceso crucial, que fue la invitación de Carlos García que en el año 2014 dio su testimonio en el Tribunal Federal Oral de San Martín. Estaba a pocos metros de distancia, y mientras escuchaba su declaración tuve una suerte de ataque de pánico. Empecé a temblar, a llorar, algo similar a cuando uno se sueña afuera del cuerpo. Lo veía testimoniar y sentía que era yo, como sí sus palabras salieran de mi boca y todo lo que relataba era algo que ya había vivido mi cuerpo. Tiempo después, cuando pude pensarlo y reflexionar: ¿qué pasaría en el público si puedo transmitirle esto que yo viví de tomar su voz y poner mi cuerpo? Comencé a escribir el proyecto en 2020, en el comienzo de la pandemia y convoqué a los actores y actrices en el 2023. Yo como director tenía pensado una puesta similar a la que tenemos hoy, pero amplificada y con el cuerpo de cinco actores y actrices. Finalmente, con el arribo de este nuevo gobierno, se tomó otra decisión por el cuidado de la compañía, no sabíamos con qué nos íbamos a encontrar y decidí poner solo mí cuerpo.

La obra participó en el Festival Internacional de Teatro: “Un gesto político del jurado y del director del festival, que agradezco porque, además de valorar la obra, es un posicionamiento político importantísimo en estos tiempos” finaliza Delgado Tymruk.

Al finalizar el acto de posesión, de magia, de síntesis entre cuerpo y voz, el público que sale de la sala recibe de Sofía Brito, codirectora de la obra, un clavo, similar al que accionó Guillermo Fernández para dar inicio a la fuga y, sin saberlo, poner punto final a Mansión Seré como un lugar de no ser. El público es provocado: tiene en sus manos un llamado a la acción.

La obra Seré termina el año con dos últimas funciones los sábados 23 y 30 de noviembre a las 17en Teatro del Pueblo, Lavalle 3636.

El día en que los pupitres fueron butacas

El día en que los pupitres fueron butacas

Como parte de su programa El Cine Argentino Va a las Escuelas, la Fundación DAC llevó el film “Gilda, no me arrepiento de este amor”, a una secundaria del partido de Moreno. Después de ver el film, pibes que no conocían una sala cinematográfica pudieron hablar con Lorena Muñoz, la directora de la película. Una historia de dos horas sin celular.

“Vi la peli entera y eso ya es un montón” dijo Mateo, un pibe de 16 años, cuando terminó la proyección de Gilda, no me arrepiento de este amor. En ese montón implicaba el logro de separarse por un rato del agobio que produce el celular. Permanecer sentado, quieto, concentrado y atento, en su propia escuela, pero que en ese momento era un cine. El pasado 1 de noviembre, el aula 10 de la Escuela Secundaria N°11 “Madres y Abuelas de Plaza de Mayo” de la localidad de Francisco Álvarez, Moreno, se convirtió en una sala de cine. Era una mañana calurosa de viernes, y todo transcurría con normalidad: en el patio, apenas se cruza el portón de rejas de la entrada, se desarrollaba una clase de educación física. A la izquierda de ellos, en unos bancos en ronda bajo unos árboles, otro grupo hablaba con su profesora sobre un trabajo pendiente y “papers”.

Antes de las 7 de la mañana, en la sede de DAC (Directores Argentinos Cinematográficos) en Buenos Aires, ya se encontraban Lisa, Pedro, María y Malena -encargados de la producción de la actividad- acomodando de manera milimétrica en la camioneta todo lo que tenían que llevar. Proyector, parlantes, banners, computadora, pantallas y el fundamental agropol -un plastico negro que logra aislar todo rastro de luz en el espacio que oficie de sala-. Hace más de 10 años que la Fundación DAC recorre escuelas secundarias, en su mayoría públicas, donde nunca o muy pocas veces los estudiantes fueron al cine, y mucho menos a ver cine argentino. 

En el primer piso de la escuela, un largo pasillo conecta todos los salones. El pizarrón del aula 10 mostraba restos de una clase de educación sexual integral, y algo de Carlomagno. Los alumnos estaban en el recreo cuando empezó la transformación del lugar. Mientras Malena medía las ventanas y puertas para cubrir con el agropol, María y Pedro empezaron a armar las pantallas, el cablerío, el sonido y las luces. Algunos de los pibes que pasaban por el pasillo miraban con asombro lo que estaba sucediendo en el aula. Media hora después ya no era un salón más de cuatro por tres metros sino una sala de exhibición cinematográfica. 

La proyección era una actividad programada para los alumnos de 5º, pero se aprovecharon todos los lugarcitos, achicaron los espacios entre las sillas y tras la aprobación “entran, entran” de Lisa también pudieron sumarse algunos de 4º y 6º que querían asistir a la función. Entre jarras de jugo, tereré y galletitas los pibes se entrometieron en Gilda, en una especie de microclima dentro de la escuela. El calor de la mañana, casi 50 personas en un salón y la poca ventilación producto del agropol hizo necesaria una pequeña pausa. Todos regresaron al aula al horario pautado para seguir viendo la peli. Las icónicas canciones hacían inevitable bailotear un poco a quienes pasaban por el pasillo . 

A los acercamientos que la Fundación DAC propicia entre el cine argentino y alumnos de secundaria de todo el país, suman la presencia y el diálogo de alguien que haya sido parte de la película que proyectan: actor, director, productor, técnico, etcétera. Ese viernes en Moreno, cerca de las 12 del mediodía, los sorprendió en el aula Lorena Muñoz, la directora de Gilda. Mientras se proyectaban los créditos, todo oscuro, y al ritmo de la música, apareció Lorena en el aula, bailando e inundada de aplausos. 

Pese al cansancio, el amontonamiento y las casi dos horas que dura la película, los pibes decidieron que sus celulares podían esperar un rato más y se dedicaron a charlar y escuchar con atención a Lorena. Ella respondió preguntas: cómo es ser directora de cine, cuánto tiempo tardaron en hacer Gilda, si participó en el guión técnico, en el literario y si tuvo señales de Gilda. Fundamentalmente, Muñoz se posicionó como par de esos pibes, y les contó sobre su camino: “a mi me costaba la escuela, era mala alumna y no me podía concentrar, la pasé mal, sufrí bullying, tuve que rendir materias libre”.

Lorena, utilizando un ejemplo familiar, impulsó a los pibes sobre la fuerza que la juventud tiene para crear. Les contó que su hermana tenía un gran talento para dibujar, que todos le destacaban, pero que quién no lo dimensionaba era ella misma. “Todos tenemos un potencial creativo, y no debemos pensar en las imposibilidades, sino en lo que tenemos al alcance para hacer”, dijo Muñoz, y agregó que estaba terminando de filmar una película que se grabó casi toda con un celular.

“La escuela parecía otro lugar, además está recaro ir al cine, estuvo buenísima la experiencia”, expresó Thiago al salir del salón. Los jóvenes consumen muy poca cinematografía nacional, y si tienen la posibilidad económica de ir al cine eligen películas de acción, ficción, pero extranjera en gran mayoría. “El cine va a la escuela” fue para muchos de los chicos un fructífero primer acercamiento a la gran producción audiovisual argentina. Priscila, la docente que llenó el formulario de DAC para que visiten la media 11 de Moreno, comentó que al hablar con los alumnos antes de la proyección estaban muy entusiasmados con la propuesta y la visita de la directora. 

La Fundación DAC con “El cine va a la escuela” recorre hasta los lugares más recónditos de la Argentina mostrando a los pibes, además de películas, que existe una industria posible donde trabajar. El bastardeo y ataque sistemático al cine argentino, el INCAA, la ENERC y todas las partes de un gran sistema que orbita en torno a él complejiza el contexto, pero también es parte constitutiva de la historia que es importante para los jóvenes conocer. El cine es más que una película, actores y directores reconocidos, contribuye a forjar la identidad nacional, nos representa en el mundo y es parte de la cultura. “Yo hago cine por la función social, es lo que le da sentido a mi obra, y si a alguno de los chicos estuvieron presentes en la comunión que tuvimos después de ver la película se le despierta el interés por las artes audiovisuales me sentiría muy feliz”, concluyó el encuentro Muñoz.

“No te atrevas a ensuciar la palabra libertad”

“No te atrevas a ensuciar la palabra libertad”

El Club Artístico Libertad vuelve a los escenarios para reapropiarse de la rebeldía colectiva y lleva a escena las canciones de la Guerra Civil Española.

En los tiempos históricos que corren, cuando a nivel local y global se resignifica la palabra libertad desde el individualismo, focalizando en el mercado y la competencia, reaparecen actores que enarbolan y rescatan los primeros y verdaderos sentidos del concepto.

Luego de publicar en 2019 El rayo que no cesa con sus primeras canciones de autoría, el Club Artístico Libertad (CAL) se tomó un tiempo de los escenarios hasta que decidió volver en 2024: “Veníamos sin estar en actividad desde el 2019, pero en diciembre de 2023 tiramos la gallo señal después de ver el discurso [de asunción presidencial] de este ser siniestro. Ya veníamos pensando en la vuelta, pero ahí se terminó de concretar”, cuentan sus integrantes. Volvieron en junio de este año en el Club Atlético Fernandez Fierro (CAFF), el mismo escenario donde se habían despedido cinco años atrás.

Tras agotar las entradas del pasado 2 de noviembre, lanzan una nueva fecha para revolucionar el CAFF el próximo sábado 23, siguiendo siempre la consigna “Reivindiquemos la palabra Libertad”. Así, se volverán a presentar estos 13 músicos bajo la lógica colectiva y libre, la misma que narran sus canciones y contagian al público.

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La noche calurosa del 2 de noviembre, personas mayores, familias con niños, se amontonaron frente a un escenario repleto de instrumentos: batería, teclados, guitarras eléctricas y criollas, se entremezclaban con bandoneón, violín, trompetas y trombones, saxo, clarinete y otros instrumentos algo más exóticos, como la gaita y el banjo. Las mesas no alcanzaban y se  compartían a medida que llegaba más gente al galpón del Club Atlético Fernandez Fierro en el barrio de Abasto. Había bullicio y movimiento entre las personas expectantes que compraban comidas y bebidas antes de que iniciara el show. La cantina era atendida por los mismos músicos que conforman la Orquesta Típica, fundadores de este centro cultural.

Que el regreso del Club Artístico Libertad sea en el CAFF tiene un significado especial: alguna vez tocar ahí fue su sueño, la meta a alcanzar. Hasta que en un momento se “nos dio”, dijo Demián Casaubon, cantante y guitarrista de la banda. En el CAFF encontraron “comodidad, pero principalmente una comprensión de la lógica de trabajo de los dos equipos, que hizo que no pudiéramos volver a otro lugar que no fuera acá”.

Desde el inicio de la función, el grupo representado en la voz de Casaubon invitó al público a participar, a cantar, porque “estas son canciones que antes se cantaban de manera colectiva”. La interacción constante también incluyó en ocasiones explicar el origen histórico de algunos temas.

 

El CAL se formó en 2009 a partir de la fusión de músicos provenientes de otras bandas y a la que luego se sumaron más artistas. Casaubon recuerda que “de entrada fue algo que siguió las lógicas de la banda tradicional. Pero no queríamos estar limitados a que si un integrante faltaba no pudiésemos hacer el ensayo o el show. Así surgió la idea de Club, donde vale más la voluntad que las obligaciones y responsabilidades. Se formó este colectivo a partir de los que teníamos ganas de brindar. Nos juntamos cómo y cuándo podemos. Cada uno aporta con su instrumento y su sonoridad, aunque eso va cambiando y se van haciendo distintos arreglos. Nunca tuvimos demasiados requerimientos musicales porque, justamente, nos organizamos en función de proyectos y no de personas, lo cual hace todo más fácil. Permite otra entrada y salida. Por eso no te va a pasar, como sí quizás cuando vas a ver una banda que te gusta, que al faltar un integrante te volves con la sensación de que algo faltó”.

La misma lógica de lo colectivo se da en el armado de las canciones. Durante la puesta musical del 2 de noviembre presentaron dos nuevas composiciones Identidad y otra canción aún sin nombre definido con la que se invitó al público al proceso de bautizarla: ¿Mi ley no es Milei o Fiebre de los Pobres? El público eufórico aprobó el primer nombre con aplausos desmedidos. La canción sin nombre, acababa de ser nombrada. “Buscamos una idea general de cómo producirlas, de la impronta y, principalmente, la sonoridad que queremos darle. Es también un proceso en conjunto pensar arreglos para cada canción y sus versiones, al que le dedicamos mucho tiempo. Pero una vez que está, después se va replicando en cada ensayo y en el caso de que falten instrumentos, ver cómo podemos sustituirlos con otras sonoridades. Es algo muy de la cocina nuestra, pero así nos gusta. Tiene que ver con nuestra forma de trabajar”, explica Casaubon sobre el proceso creativo.

Carlos “Charlie” Scullie, voz y bajo eléctrico del Club, suma: “Lo colectivo se nota mucho en que todos aportamos y no hay una voz que dirige. Hace que quizás lo que cada uno tiene en mente sobre para dónde tiene que ir o cómo va a ser, nunca termina siendo exactamente así porque somos muchos los que estamos pensando esto. Sin embargo, tenemos una línea común que nos mantiene vivos a pesar de que siempre hay cosas nuevas y sorpresas. Alguna vez nos dijeron que teníamos una lógica similar a la murga, porque aparecía uno, de la nada, donde antes había otro y todo sigue sonando”.

El Club Artístico Libertad está formado por un total de 19 personas: 13 músicos y otros 6 integrantes más entre artistas audiovisuales, técnica y sonido.

Por ser el cantante, en la puesta en escena le toca a Casaubon dirigir la emocionalidad que se genera, “procesar la sensibilidad, la respuesta del público es increíble, es algo de lo que tengo registro todo el tiempo. Si bien el show está organizado desde un punto de vista estético: empezar fuerte, después bajar en intensidad y levantar hacia el final, que busca darle recorrido a la gente para que, primero entienda de qué vamos y después pueda encontrar momentos de goce y disfrute. Dejamos toda la cuestión emotiva hacia el final, y las cosas que empiezan a pasar ahí son hermosas, increíbles”.

Tal como lo describe, el público que en un inicio parecía muy solemne, sentado, escuchando atentamente, a medida que avanzaba la noche se entregaba a algo que empezaba a gestarse en el ambiente. Muchos se levantaban de las sillas, hacían percusión en las mesas al ritmo de la música y se escuchaban los olé. Otros, permanecían sentados pero bamboleaban sus cuerpos y cabezas, y agitaban las manos en el aire. Algunas canciones, las más conocidas, se entonaban con más fuerza, y el público tapaba la voz de Demián. Entre una y otra canción, cambiaban de instrumentos repetidas veces, pero a pesar de lo que generaban en conjunto cada cual lograba identificarse en el total musical.

Si el cimbronazo de emociones provocado por la música acaso no era suficiente, se incrementaba aún más con la propuesta visual: imágenes de policías reprimiendo y obreros arando la tierra -de los que es muy difícil identificar si son de aquí o de allá, de ahora o de entonces-. Madres y Abuelas marchando en Plaza de Mayo. En la puesta artística completa que propone el Club, ritmos, letras e imágenes incitan al público a despertar, a levantarse de sus sillas, pero también levantarse contra las injusticias y opresiones que, como en las propias canciones, viven los trabajadores. Así se logra una sinergia total, una experiencia de un todo contagioso entre un arriba y un abajo del escenario que se vuelve indiferente.
Gran parte del repertorio resulta del registro y resguardo histórico de canciones y melodías tradicionales de los movimientos obreros y anarquistas. Su primer álbum Rojo y Negro: Canciones Republicanas de la Guerra Civil Española (2017) recopila canciones que en la década del 30 eran cantadas por republicanos buscando la valentía y esperanza que los hermanara para hacerle frente al franquismo. En esta oportunidad, estuvieron junto a la bailarina Guadalupe D’Aniello, que acompañó las canciones con bailes de flamenco y una representación con abanicos del temaLos dos Gallos” y también acompañó Mónica Puertas, divulgadora y organizadora de recorridos históricos sobre la Guerra Civil. Para Casaubon “el rescate histórico no tiene que ver con la nostalgia. De ninguna manera nos paramos en el lugar de los derrotados, de la revolución que no sucedió, de los mundos perdidos. Al contrario, lo vemos desde la alegría del rebelde, de eso que va creciendo en el encuentro con un otro y que no lo pueden callar. Algunas de las canciones que tocamos son de hace varios siglos pero no pierden actualidad”.

El arte es su forma de colaborar con algo mayor, el CAL siente una especie de responsabilidad social con su repertorio: “Tanto el Club como el CAFF nos dan el espacio, simbólico y físico, para que la gente pueda levantar el puño y cantar las canciones de la Guerra Civil Española, pero también sacarse un poco de adentro la congoja que vive día a día. Gratifica saber que buscan en el consumo cultural estas ideas y mensajes», explica Scullie. El surgimiento de discursos violentos, el desprecio por los espacios públicos y el hostigamiento a quienes piensan diferente, amparados por una supuesta “libertad”, vuelve necesario diferenciar los nuevos significados de los que históricamente representó la palabra. “Lo que propone este gobierno es la libertad individual y la libertad no es individual, la libertad es colectiva, siempre lo fue”, explica Nahuel Tamayo, guitarrista del grupo. Y Scullie agrega: “Esa es la gran diferencia de base, y desde donde nos paramos también. Nosotros nos llamamos Club Artístico Libertad desde hace 15 años y ahora apareció este señor que le da a la palabra un valor distinto, que para nosotros es equívoco. ‘No te atrevas a ensuciar la palabra libertad’ -parte de la nueva canción Mi ley no es Milei–  porque para nosotros tiene otro valor, incluso la palabra libertario: libertarios de la guerra civil, es lo opuesto a lo que hoy tenemos en Balcarce 50. Para nosotros es importante hacer ese contrapunto, es el valor nuestro”.

Las entradas para la función de este próximo sábado 23 se pueden obtener a través de la página web del CAFF o en el siguiente enlace. El Club Artístico Libertad, además, promete una última función para cerrar el año el próximo 6 de diciembre.