Una mano a los niños del Barrio Mugica

Una mano a los niños del Barrio Mugica

Los domingos, la capilla Caacupé, del Barrio Mugica, recibe a los jóvenes de la organización Manos en Acción, que acompañan a las niñas y niños de la zona a pasar una jornada más acorde a sus derechos, en un momento en que más del 60 por ciento de los chicos se encuentra debajo de la línea de pobreza.

“Llegaron tarde, llegaron tarde”, gritaban con sonrisas y ojos brillosos en sus rostros ilusionados cuatro niñas de unos nueve años agarradas de las manos haciendo una cadena cuando los vieron llegar. Abrazos, besos y la llamada de atención sobre algunas ausencias. Es domingo, son las 10 de la mañana y después de una caminata de dos kilómetros adentro del Barrio Mugica llegan los chicos de Manos en Acción (Maenac) a la capilla Caacupé. Van al encuentro con niños y niñas que viven entre enjambres de hierro oficiando de escaleras, botellas de plástico vacías que se convierten en pelotas de fútbol, personas enrolladas en mantas durmiendo que se vuelven parte del paisaje y una banda sonora que logra pasear a quien escucha por toda Latinoamérica. 

Con una cruz pintada de blanco con brillo plateado salido en partes, “santos de jean y zapatillas” -como decía Juan Pablo II- se juntan desde las 8:45 en la Torre de los Ingleses, en Retiro, para intentar cambiar el color de la mañana de los niños que comparten la jornada. La plaza Fuerza Aérea Argentina es un sitio de la Ciudad de Buenos Aires donde la desigualdad no pide permiso:ahí emergen el Sheraton y el Barrio. En bolsas de tela de supermercado llevan una caja decorada con círculos de colores de papel afiche, lápices de distintos colores, tamaños, marcas, algodón, pegamento, tijeras, fibras. También hay tuppers con torta casera: de chocolate, dulce de leche y granas coloridas. La Pastoral Universitaria de Buenos Aires alberga desde la fe a estudiantes, muchos del interior del país, y de ella dependen distintos grupos de acción solidaria: uno de ellos es Maenac. 

El reloj marca las 09:40 cuando, con pecheras de color naranja y verde fluo, jóvenes de entre 20 y 26 años cruzan la arcada ubicada en la intersección de la Avenida Ramos Mejía y la calle Sara Beatriz Fernández, “Bienvenidos al Barrio Mugica”, dice el mural ubicado a la derecha, que también contiene un mapa ilustrativo del lugar. Con mochilas en la espalda y los celulares guardados, sin desconcentrarse unos de otros y con toda la atención puesta en lo que están haciendo. Unos pasos después, vienen de frente, formando un bloque hermético, cuasi marchando, un grupo de oficiales uniformados con cascos negros brillosos, borcegos acordonados, chalecos antibalas, pantalones cargo y caras inanimadas. Eran la misma cantidad o algunos más que los integrantes de Maenac. 

Mientras bordean el predio que corresponde a la terminal de ómnibus, con una reja de por medio, un chofer de colectivo chista a un vecino del barrio. Metros más adelante, en un bar varios beben cerveza. El aroma es una mezcla entre comino, asado, humo y basura. Antes de pasar por debajo de la autopista, una enorme araña de cables logra rozar algunas cabezas y grandes charcos de agua turbia en las calles orientan el ritmo y la linealidad del caminar. Mientras tanto, a los costados de las angostas calles: la feria del domingo. Esa mañana, la presencia del Estado, que da prioridad al equilibrio fiscal a costa de todo, se reduce a policías y carteles de la campaña electoral 2023 de Jorge Macri y Clara Muzzio.

Mientras se pudren alimentos en los galpones por desidia del Ministerio de Capital Humano, Josefina, una de las coordinadoras de Maenac, empezó a organizar el desayuno junto a un par de compañeros. El resto, la mayoría, emprendió el recorrido de llamar (o despertar) a los niños que suelen acercarse a los encuentros que organizan. Se dividen entre los pasillos, tocan las palmas, gritan sus nombres, esperan un rato, si salen, continúan el recorrido con ellos, si no, siguen. Los perros ladran y se pelean, mientras Yisus toca unos acordes en la guitarra. 

Son casi treinta chicos: la mesa está servida. Bandejas con tortas, galletitas, cereales, magdalenas y budines. Vasos de plástico color pastel están distribuidos esperando, desde la última visita, llenarse de leche chocolatada. En Argentina hoy más del 60% de los niños son pobres, y lidiar con la cobertura de las necesidades básicas se torna, en muchas familias, imposible. “De a uno”, “profe yo quiero”. Impacientes, eufóricos, inquietos, exaltados, algunos introspectivos, otros por momentos tensos y otros que sonríen sin parar. Cuatro que no superan los cuatro años se aíslan para balancearse en una cadena, con la cabeza gacha y la vista perdida. Tal como “todos para uno, uno para todos” unen sus manos sobre la mesa luego de que, junto a Tony, hicieron un canto para bendecir la comida. Canciones de campamento en ronda en el pequeño playón entre la capilla y un volquete lleno de cajas de cartón, invadido de palomas, con perros que muerden madera y se rascan las pulgas, un hombre revolviendo lo que había y otro reposando al sol con el torso descubierto y bermudas de jean fueron testigos con la próxima actividad: hacer ovejas en cartones y recrear el pelaje tupido de animal exteriorizó furia y frustración en algunos niños. Otros se ayudaban entre ellos, y algunos quisieron volver a empezar. Aunque el tiempo se detenga por instantes, sabían que era el mediodía y que la jornada estaba llegando a su fin. Una foto de todos los voluntarios de Maenac y los niños con las palmas extendidas inmortalizó el momento, otro domingo más juntos, predicando el amor por el prójimo, el buen trato y el respeto. 

“Profe hoy es el cumple de mi hermanito” avisó e insistió Tomi, a quien las fechas no le resultan poco importantes. Todos cantaron el feliz cumpleaños a Santino y disfrutaron de un pedazo de torta con su mamá, hermanos y vecinos. Personas del barrio empezaron a acercarse a la capilla Caacupé para presenciar la misa, y los jóvenes de Maenac emprendieron el camino de regreso a los niños. Un altar a San la Muerte, una casa con más de cien muñecas, peluches y juguetes sucios colgados de un panel y de las rejas de la autopista, con esqueletos de autos y materiales de construcción; una cancha y detrás de ella Noah, de unos cinco años, distingue y alerta. “Seño, algo está pasando allá que está la policía” mientras señalaba un patrullero, con más de siete oficiales abajo. Como las veredas son casi invisibles, los vecinos caminan por las calles. Llegando a la esquina, dobla un automóvil policial a alta velocidad casi derrapando, “cuidado cuidado córranse” gritó uno de los jóvenes de Maenac. 

 “Abrazo de oso” fue la premisa para despedir a Elif, una beba de menos de dos años que apenas camina y fue protegida toda la mañana por su hermana mayor, que la desabrigo cuando calentaba el sol, la alzó para jugar a la mancha con los más grandes y nunca desatendió sus pasos. Los padres miraban con ojos llenos de ternura desde la puerta. “La basura se saca de 19 a 21hs”, Buenos Aires Ciudad firmaba al pie del enorme cartel que hace base en medio de casas hacinadas, pintadas de distintos colores, con garabatos de hierro para acceder, algunas a medio hacer. El ruido de la autopista no cesa, las motos que andan por el barrio esquivan bultos no siempre inertes, y los jóvenes de Maenac se despiden, como siempre en grupo y alertas, hasta el próximo encuentro. 

 

«Nos matan de una manera simbólica y brutal»

«Nos matan de una manera simbólica y brutal»

Organizaciones que nuclean a familiares y personas con discapacidad marcharon para visibilizar el daño que está causando el vaciamiento de las políticas públicas en ese sector. Además, preparan un proyecto de ley en línea con lo que establece la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad.

Han pasado casi diez meses desde que Javier Milei asumió la Presidencia de la nación el 10 de diciembre pasado, con la promesa firme de que “el ajuste lo pagaría la casta”. Bajo el calor húmedo y agobiante de este lunes 30 de septiembre, un grupo de personas se congrega alrededor de la Pirámide de Mayo, a los pies de la Casa Rosada. A simple vista, ninguno de ellos parece pertenecer a esa supuesta casta: hay adolescentes, ancianos, trabajadores de la salud, personas ciegas y jóvenes en sillas de ruedas. Sin embargo, están aquí porque, desde aquel día, muchos han perdido sus trabajos o se han visto privados del acceso a derechos fundamentales, especialmente para quienes tienen alguna discapacidad.

La movilización, que comenzó pasadas las 15, contó con el testimonio de representantes de distintas organizaciones -Discas en Lucha, Prestadorxs Precarizadxs de Salud y Educación, Jubilados Insurgentes, Familias Unidas Por la Escuela Especial, Asociación Argentina de Terapistas Ocupacionales, Red Nacional de Terapia Ocupacional-,  para luego movilizarse a la sede de la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS), ubicada en Rivadavia 879, donde se realizó una conferencia de prensa difundiendo la problemática, iniciativa que se replicó en ciudades como Mar del Plata, Santa Fe y Entre Ríos.

En el último año, 350 trabajadores fueron despedidos de la Agencia Nacional de Discapacidad al terminar sus contratos, situación que podría agravarse debido al vencimiento inminente de otros cientos. Maive Carones Fernández, trabajadora despedida de ANDIS cuenta: “Yo era parte de la Dirección de Accesibilidad que a su vez pertenecía a la Dirección Nacional de Inclusión de Personas con Discapacidad, que hoy ya no existe, fue absorbida por la subdirección de la ANDIS. La Dirección de Accesibilidad se encargaba de eliminar barreras en los entornos físicos, comunicacionales y actitudinales, lo que quiere decir que las personas con discapacidad encuentran dificultades en su cotidianeidad para poder desarrollar su ciudadanía completa y ser sujetos plenos de derechos. Nosotros interveníamos en una diversidad de proyectos porque éramos un área transdisciplinar, donde había arquitectos, comunicadores, intérpretes de lengua de señas argentina-español, asesores sordos, programadores, entre otros. Hoy el área está totalmente diezmada”.

Para quienes tienen la suerte de aún conservar su fuente de trabajo, la situación no deja de ser alarmante: “Hoy la prestación de apoyo para terapeutas está en 10.000 pesos. Y la prestación de apoyo para el servicio de integración escolar está por debajo de los 300.000 pesos. O sea que un integrador escolar que trabaja cuatro horas de lunes a viernes en una escuela, gana 300.000 pesos. Pudiendo trabajar solo dos turnos, se llega a los 600.000 pesos. No llegamos ni cerca de la canasta básica que hoy está en un millón de pesos”, cuenta Rocío, integrante de la organización Prestadorxs Precarizadxs de Salud y Educación. Por otro lado, el traspaso de ANDIS desde Presidencia a la órbita del Ministerio de Salud generó inconvenientes para establecer un diálogo fluido: “Es completamente perjudicial, porque siempre hacíamos nuestros reclamos en Presidencia, teniendo una llegada directa, y ahora no. Quedamos en manos de Salud, como si ser discapacitado es ser enfermo. Esa es la ´igualdad´ que están pretendiendo implantar”.

Para poder dimensionar el daño que causan estas políticas y cómo se traducen estos números en la cotidianeidad, Guadalupe Bargiela, una militante ciega que lucha por los derechos de las personas con discapacidad, expresa su preocupación por el vaciamiento que está sufriendo el área: “Nos están matando de una forma simbólica y brutal. Las personas ciegas, en particular, no somos sujetos de derecho al querer sancionar la boleta única sin accesibilidad en las elecciones próximas. Estamos acá porque este gobierno nos está avasallando, nos está diciendo que no podemos, que no somos. Y hoy, más que nunca, creo necesario gritar que nuestra identidad es orgullo, que nuestra identidad es política. Somos ciudadanos”.

La manifestación reunió a múltiples organizaciones con puntos de vista y necesidades diferentes. Marcela, integrante del colectivo Familias Unidas por la Escuela Especial alerta: “Las personas mayores de 22 años en la Ciudad de Buenos Aires son dejadas fuera del sistema público educativo. Las escuelas de modalidad especial fueron creadas para brindar opciones pedagógicas a las necesidades y a las posibilidades en los tiempos que tienen las personas con discapacidad intelectual. El colectivo de discapacidad es muy amplio.

Generalmente el discapacitado no tiene un problema sino varios. Tenemos desde personas con un retraso leve madurativo, que tienen perfecta posibilidad de desempeñarse en el mundo laboral, hasta personas con una muy importante discapacidad intelectual que no podrían incorporarse. Pero todos tienen derecho a tener un plan de vida”. Por esta razón decidieron presentar un proyecto de ley que plantea que “como establece la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad, las personas con discapacidad tienen derecho a educación permanente y sin límite de edad. Según sus capacidades se organiza un plan de vida. Eso es lo que ofrece y eso es lo que queremos, volver a tener escuelas que, sin límite de edad temporal, les permita asistir, concurrir a sus talleres en los tiempos de una escuela y poder realizar estos aprendizajes que a veces son permanentes y perpetuos. Son aprendizajes que se tienen que reforzar permanentemente”.

 

 

Futuro incierto para el Museo del Traje

Futuro incierto para el Museo del Traje

Los trabajadores se enteraron por los medios de las intenciones del Gobierno de Javier Milei de deshacerse de la institución. Por el momento, en el Boletín Oficial fue anunciado el cierre de la Dirección del museo. Nada se sabe qué pasará con los trabajadores ni el patrimonio histórico que posee.

En el Boletín Oficial del lunes 30 de septiembre, el Museo Nacional de la Historia del Traje no figura dentro de la nueva estructura de Capital Humano, lo que sí menciona la publicación es la derogación de la función ejecutiva de la dirección del organismo. Los trabajadores de la institución no fueron comunicados por ningún funcionario estatal de dicha decisión y, al día de hoy, continúan a la espera de alguna certeza sobre el futuro del museo y sus puestos de trabajo. 

 

–No figuramos en el esquema donde normalmente estábamos, y en otro de los anexos figura la derogación del Museo. Esa es la noticia más oficial que tengo– dijo Victoria Salías a ANCCOM, al día siguiente, en su oficina del Museo. 

 

Frente a la inesperada noticia, Salías pidió una reunión con la secretaria de Patrimonio y Cultura, Liliana Barela, quien le comentó, en una charla más amigable que oficial, que, “en teoría”, tanto el patrimonio como el personal seguirían funcionando en el edificio actual del museo. Lo más significativo del cambio es la pérdida de la dirección, al no existir la unidad como organismo Salías quedaría desligada de sus tareas. Aparentemente, este cambio en la estructura de los museos nacionales es algo que se venía tramando al interior de la Secretaría de Cultura hace ya tiempo, pero Barela decidió no adelantar la situación.

 

–No tenemos ninguna información oficial más que el Boletín, tampoco se me comunicó mí el cese en la función ejecutiva, ni sabemos de quién quedaría dependiendo el patrimonio. En algún momento todo ese andamiaje organizativo tiene que aparecer –sostuvo la directora.

El Museo de la Historia del Traje surgió en 1972, luego de una muestra que se hizo en el Museo Histórico Nacional llamada “Autoría del Traje en el Río de la Plata, 1810-1910”. La muestra, de un éxito rotundo, impulsó a Julio Gancedo, director del museo y secretario de Cultura de ese momento, a abrir una delegación del Museo Histórico Nacional, dedicado específicamente a la historia del traje. En 1986 el Museo de la Historia del Traje adquirió independencia e institucionalidad propia. Ahora, frente a la  incertidumbre, los trabajadores de la institución se preguntan si no volverán a quedar dentro de la órbita del organismo nacional. 

 

–Lo que pasa acá va más allá del sueldo. Nosotros somos como una familia y no sabemos qué va a pasar con esto ni con todo el trabajo que venimos desarrollando– dijo una trabajadora del museo del área de Educación que prefirió no dar su nombre. 

 

Ella, al igual que muchos otros trabajadores, está bajo régimen de contratación de servicios, por lo que ni siquiera cuenta con una relación laboral estable que la vincule con la institución. En el museo hay personas con contrato de locación de obra desde hace más de 20 años, situación que los deja más precarizados ante los posibles cambios. 

Frente al shock y la desesperación por falta de información, los trabajadnores del museo se reunieron este martes en asamblea para intentar organizarse frente al horizonte negro que presenta el futuro inmediato.

-Nicolas Rodriguez Saa, trabajador del museo y delegado de ATE, sostuvo que la incertidumbre es total porque lo poco que pueden saber surge de información dada por funcionarios de la Secretaría de Cultura a la prensa, en la que sostienen que se busca cerrar el museo, pero sin aclarar qué sucederá con los trabajadores, el patrimonio ni el edificio. 

 

–No hay ninguna resolución escrita donde se diga lo que quieren hacer. Es un llamado de atención para el patrimonio histórico en general porque lo que sucede con este museo puede pasar con otros. Muchos directores fueron degradados de sus funciones en el Boletín de ayer.- Mantuvo Rodriguez Saa.

 

El museo también brinda asistencia y servicios de conservación, restauración, guarda y catalogación a todos los demás museos nacionales que no cuentan con la especificidad en textiles e indumentaria. 

 

–Preservar el patrimonio es muy importante porque es la historia y la cultura de un país, nosotros coleccionamos indumentaria, textiles, accesorios, objetos de uso personal, cuestiones que tienen que ver con esta faceta de la cultura. Hay mucho simbolismo en la indumentaria, en los textiles, los estampados o bordados y si uno no sabe de la cultura no termina de entender la profundidad del significado que esa pieza tiene dentro de su cultura y su sociedad. – dijo la directora del museo en el podcast “No solo de cuadros están hechos los museos”, producido por hace unos meses por ANCCOM.

 

Una de las justificaciones utilizadas por la Secretaría de Cultura es la baja convocatoría del museo. Argumentación que se demuestra débil al momento de poner sobre la mesa las tareas desarrolladas desde la organización. 

 

–Si bien el año pasado todavía manteníamos un ritmo más lento, de recuperación pospandemia, hoy está viniendo un montón de gente. Como el espacio es chico, muchas veces tenemos que hacer inscripción previa a las charlas y mucha gente queda afuera porque no hay lugar donde sentarse -sostuvo Salías–. Hay que rescatar que esta es la única institución a nivel nacional especializada en patrimonio, conservación, investigación y difusión de la indumentaria y los textiles. Somos referencia en la región latinoamericana porque valoran nuestro trabajo, nuestro quehacer y nuestro conocimiento. También somos parte del Consejo Internacional de Museos (ICOM) y tenemos planificada la conferencia anual para el año que viene en este museo. Hay programadas muestras y exposiciones. 

 

Hasta que surjan nuevas informaciónes, los empleados del museo seguirán trabajando en estado de alerta, proponiendo actividades de apoyo al museo. Salías tiene programada una reunión con funcionarios de la Secretaría de Cultura la semana próxima.

“Finalmente, al que le rezan es al dios dinero”

“Finalmente, al que le rezan es al dios dinero”

La periodista Paula Bistagnino habla de «Te serviré», su investigación sobre el funcionamiento del Opus Dei, una organización definida como secta, partido político y multinacional, caracterizada por la manipulación espiritual y el apetito patrimonial.

“Los miembros célibes, que viven en las casas del Opus Dei, llamados numerarios o numerarias y las numerarias auxiliares, tienen una rutina diaria que comienza con el ‘minuto heroico’, que consiste en salir de la cama apenas suena el despertador, ponerse de rodillas en el piso, besar el suelo y decir, serviam en latín o acá en Argentina lo traducen como te serviré”. Lo explica Paula Bistagnino en Te serviré. Fe, poder y disciplina: el plan del Opus Dei para beneficiarse de una de las mayores fortunas de América del Sur, su nuevo libro, en el que reconstruye la historia de la familia Gianoli Gainza, que sirvió al desembarco de la organización en la región: empresas, herencias millonarias y sus propias vidas entregadas a una institución que los obligaba a vivir en la extrema pobreza.

En 2013 Bistagnino realizó la primera reunión con exnumerarios –exmiembros de la organización que vivieron aislados en “centros” bajo principios de obediencia, pobreza y castidad–, y luego de cinco años escuchando las historias publicó un primer artículo que le abrió la entrada a la historia de una de las familias más ricas de América del Sur. “Me llamó un grupo de abogados uruguayos en 2019. Lo que yo contaba en el artículo estaba documentado en una causa judicial por la herencia de la familia Giaonli Gainza”, cuenta la periodista oriunda de Bella Vista provincia de Buenos Aires, un barrio de herencia católica y militar, donde funciona “La Charca”, un centro de retiro que alojó en 1974 a monseñor Escrivá de Balaguer, el sacerdote español que fundó “La Obra”, el modo en que los miembros refieren, entre ellos, a la institución.

¿Qué es la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei?

La definición del Opus Dei que mejor describe cómo funciona la organización me la comentó una exnumeraria: es una secta, partido político y multinacional a la vez. Tiene un condimento religioso muy fuerte que lo asocia con el término de secta por la manipulación espiritual principalmente. Eso está muy relacionado con otras dos cuestiones: la búsqueda de poder y la importancia del dinero para ellos. Y finalmente, la parte multinacional porque es una organización que trasciende fronteras, está en setenta países. Instalan franquicias y hacen funcionar su matriz más allá de la cultura, lengua e idiosincrasia del país.

Al ser consultada por la actualidad, ante el resurgimiento de movimientos y gobiernos de extrema derecha e ideas ultraconservadoras, Bistagnino considera que “esa idea de vida ellos la siguen sosteniendo, aunque es bastante difícil de aplicar en la sociedad actual. Les está costando sostener la pirámide de miembros que tenían: personas célibes, que quieran vivir casi en clausura, autoflagelarse, sin comunicación, separados por géneros y de su familia. Yo creo que el mensaje es cada vez más difícil de que cale en las personas, pero cuando no cala el mensaje, cala el negocio. El tejido de poder, económico y político, su acceso a la élite intelectual a través de universidades, eso sí lo siguen teniendo. Finalmente, al que le rezan es al dios dinero”.

“Hay una metáfora con la que el Opus Dei explica su visión: la sociedad es como una montaña; para dominarla hay que llegar a la cima y, desde allí, derretir la nieve hacia las bases. ‘El espíritu de La Obra es que sus socios varones ocupen cargos oficiales y, en general, puestos de dirección’, indicaba uno de los primeros reglamentos del Opus Dei”, cita en su libro Paula Bistagnino, sobre “la revolución de laicos que cambiaría al mundo, apóstoles que se mueven en medio del mundo bajo una apariencia similar a la de los demás, pero que llevan en sus vidas comunes una misión que nunca, por ninguna razón, deben manifestar”.

¿Cómo se investiga a una institución que no quiere ser reconocida o encontrada, por quienes no son sus miembros?

Como periodista lo que te moviliza, lo que te enciende la llama, tiene que ver con esa dificultad de recrear. Ellos tienen una oficina de comunicación pero nunca me dieron una entrevista, su respuesta siempre fue el silencio. De todas formas, en estos últimos años, no solo conmigo, sino que en el mundo, aparecieron muchos testimonios de personas que fueron parte del Opus Dei, así también como de otras organizaciones.

 

Lo primero que supo sobre el Opus Dei fue por “una tía que trabajaba en la escuela de mucamas”: refiere al Instituto de Capacitación Integral en Estudios Domésticos (ICIED), que funcionó entre 1973 y 2017, que prometía dignificar a la mujer y al trabajo doméstico. “Sin embargo, fue un tema que apareció tardíamente en mi investigación, cuando incluso ya estaba escribiendo el libro. Fue en 2020 que ellas, ya organizadas y con un abogado, se me acercaron para contarme sus historias” En 2021 la organización fue denunciada por 41 mujeres ante el Tribunal para la Doctrina de la Fe del Vaticano por trata de personas, reducción a la servidumbre y manipulación psicológica. “Es la denuncia más importante que tiene el Opus Dei desde su fundación en 1928”, relata Bistagnino, que reconstruye la metodología internacional de selección de adolescentes menores de edad provenientes de familias vulnerables económicamente y muchas veces extranjeras. Eran invitadas por supernumerarias –forma más común de pertenecer al Opus Dei, con vocacion de apostolado y deber de reproducción prolifera– bajo promesa de la “santificación de la vocación”. Así se transformaban en “numerarias auxiliares” o servicio doméstico y conformaban “un sistema en el que mujeres pobres servían a mujeres ricas y en el que entre todas hacían de los hombres la élite del Opus Dei”.

Elina Gianoli Gainza fue la numeraria más importante de la organización: referente, líder, santa y heredera de una enorme fortuna. La menor de los cinco hermanos Gianoli Gainza, fue la única que pasó toda su vida en distintos centros del país cumpliendo con el “Plan de Vida” de La Obra. “Las personas son complejas, yo intenté mostrar todas esas caras, como autoridad, como persona, con su fe y vocación, su carisma y cercanía con los miembros que la conocieron –cuenta Bistagnino–. Pero también es una persona acusada de cometer delitos que le costaron el vínculo con su familia de sangre –el Opus Dei se vuelve la verdadera familia de sus miembros, que se alejan de su familia de sangre o biológica–. Elina, por momentos, puede parecer una victimaria y otros una víctima de eso mismo. Porque, finalmente, ella dejó su vida ahí adentro”. La periodista reconstruye su historia a partir de testimonios de aquellos que convivieron con Elina en los distintos centros: “Donde la mayoría era milicia, Elina era familia”, cita en su libro a una exnumeraria. “Evidentemente, ella les servía por muchas razones: era muy simpática, tenía un gran carisma que le permite atraer gente, era una lideresa, ¿no?”, aunque aclara que esta palabra les parecería “horrible” a la organización ultraconservadora.

Posterior a la publicación del libro hubo un “giro de guion”, debido a una revocatoria sobre el testamento de María Luisa Gianola Gainza, hermana de Elina, declarada incapaz, de la cual era curadora legal, aunque la justicia uruguaya comprobó que el dinero fue maniobrado, mucho antes de dicha declaración. “Su último testamento, estimado en decenas de millones de dólares, que también podrían ser cientos, irá a las arcas de la Asociación Legal y Técnica de Montevideo. Solo con esto, la familia Gianoli Gainza sería la mayor benefactora del Opus Dei en el mundo, en toda su historia”. Son estas últimas palabras del libro de Bistagnino las que le valieron un comunicado en el que el Opus Dei la acusa de publicar información falsa, que “eligió no verificarla o, deliberadamente, omitirla”. De cara a futuras novedades la periodista promete será “incorporada en un epílogo por supuesto y voy a publicar artículos sobre la información nueva que aparezca” sobre esta causa judicial.

“Es una institución que funciona como una matriz en la que las personas ingresan y son manipuladas, sometidas –sosiene Bistagnino–. Y en ese sentido mi juicio apunta contra los comportamientos de esa institución y no de las personas. Hasta ahí llega mi trabajo, el periodismo. Después está la instancia judicial, de la que yo no formo parte”. Cuando en un artículo adelantó parte de esta investigación, el vicario regional del Opus Dei, Juan Lavallol, indicó que estaba obsesionada con La Obra: “No tengo ninguna obsesión con el trabajo: me gusta, me apasiona el periodismo, pero no tengo ningún tipo de obsesión con el Opus Dei. Sé que no es la única institución que tiene este tipo de prácticas. Es mi tema de investigación y nada más”. Para intentar quitarle seriedad a su trabajo le achacaron que dijera que “combate a la Iglesia igual que a la astrología”. “Es que cada vez que me preguntan de qué signo soy, yo digo que no me hablen de signos ni de Dios”, concluye Bistagnino.

“Nos quieren echar para vender el Tigre”

“Nos quieren echar para vender el Tigre”

Los vecinos de las islas del Tigre organizaron un “bidonazo” para reclamar porque les cierran el acceso al agua potable. Denuncian que el municipio busca despoblar el lugar para vender terrenos como negocio inmobiliario.

El  sábado alrededor de las dos de la tarde comenzaron a reunirse los habitantes de las islas del Municipio de Tigre en el continente. Así está dada la oposición entre los territorios habitados: isla-continente. Toda la jornada realizada en la estación fluvial giró en torno a visibilizar la falta de agua potable, el corte de la cuadrilla de Aysa que iba muelle por muelle cargando los bidones, la contaminación del humedal y la primacía de lo privado por sobre lo público. “Quieren que nos vayamos” denunció Victoria Aguiló, una de las integrantes de la Asamblea Isleña.

Quienes viven en las islas se reúnen en asamblea cada quince días y tratan las diferentes problemáticas que les afectan: “La falta de agua potable, los biodigestores, la falta de regulación en la velocidad de las lanchas en el río”, contó Aguiló y agregó: “Venimos con un recorte de derechos que hace que ser isleño o isleña sea cada vez más difícil”. Al ser consultada sobre el accionar del municipio, Victoria declaró que “están privatizando las islas, hay cada vez más población y el humedal no lo resiste”. Además, destacó que hay un delegado de islas que “se llama Julio y ni siquiera vive en la isla, no le conocemos la cara, no sabemos el apellido, no nos representa”. 

“Están vendiendo Tigre como el nuevo Olivos, quieren explotar el territorio con fines inmobiliarios por eso nos cortan el agua potable, nos cortan el servicio de lanchas a las ocho de la noche, y si trabajás, tenés que tomar una lancha taxi que te sale 4 mil pesos por una distancia de 15 minutos” afirmó Aguiló.  

Carteles y bidones con consignas como “tenemos derecho al agua segura”, “agua potable para la isla”, “¿y vos, qué agua tomás?” podían verse mientras se recorría la fluvial y en las largas filas para subir a las lanchas. Mientras esperaba, Carla, vecina de la primera sección, contó que “siempre salimos con bidones y muchas veces no nos dejan subir con más de dos, pero los turistas suben con un montón de carga”, destacó. “Hay muchas personas mayores, otras con problemas de movilidad o mamás, hay casas que están a 300 metros del muelle y nos ayudamos entre vecinos, somos solidarios”.

Por su parte, Victoria y Edgardo Moyano, vecinos del río Sarmiento que se mudaron a la isla luego de la pandemia, manifestaron que “la cantidad de agua que necesitás a diario es un montón y más si tenés chicos”. El agua potable que cargan de las bocas de la fluvial la utilizan para tomar y cocinar, mientras que para lavar los platos o bañarse usan el agua del río. Para poder utilizarla hacen un proceso de decantación del barro y tratamiento especial, y aún así en algunas zonas “hay personas que tienen erupciones por la contaminación” aseguró Estanislao Airala. “El agua baja muy pesada, no sólo por la contaminación de la ciudad o industrial sino por la pesca casera y los agrotóxicos del Paraná” explicó Airala. El vecino de arroyo Esperanza afirmó que “el mes pasado bajaron cantidad de peces muertos, las aguas no van a ser seguras hasta que no se corte la contaminación”. 

Gustavo Sirio, extrabajador de las cuadrillas de Aysa contó que “trabajamos casi cuatro años en un servicio gratuito que daba la compañía, teníamos diferentes itinerarios, incluso en un momento llegamos hasta el río Paraná Miní. La gente estaba muy agradecida”. Sobre el corte del servicio declaró que “nos preguntaban qué iba a pasar, incluso estaban dispuestos a pagar alguna tarifa para que continúe, pero nosotros sólo les podíamos decir que aprovecharan a cargar, porque sabíamos que en cualquier momento se cortaba”.

Eran más de veinte trabajadores que cargaban los bidones que las personas dejaban en los muelles, había capacidad para dos o tres mil litros de agua, como también muelles con veinte o treinta bidones, dependiendo de la cantidad de familias, pero “un día nos dijeron que no había más servicio y desde entonces estamos sin trabajo” confesó Sirio.

“Olé olé, olé ola, nos contaminan el humedal, queremos agua es una necesidad”, se escuchan los cánticos mientras la policía avanzaba de costado y por atrás para contener a los manifestantes que daban vueltas en la rotonda entre la estación de trenes y la fluvial. Los autos pasaban rozando sin miramientos. Los y las isleñas ni siquiera son parte del paisaje, pasan desapercibidos ante el turismo que solo explota el lugar y “ensucian y agotan el territorio». dicen desde la asamblea. 

Hicieron un bidón mutante, como un tejido a mano, fueron hilando los recipientes de plástico y los colgaron del puente que cruza el río. Junto con ellos la bandera de Fuerza Isleña y Asamblea Isleña que acompañaron el reclamo. Luego marcharon al edificio municipal con el grito de “agua potable, no seas miserable”, “¿y Aysa dónde está?” Y no faltó la mención al intendente Julio Zamora. Por supuesto, un cordón con algunos agentes de policía cuidaban las puertas del Municipio. El resto de agentes guardaban el espacio de circulación vehicular. Mientras tanto, la convivencia armónica con la naturaleza está en declive y lo privado invade lo público.