Un gran gesto

Un gran gesto

Una decena de fotógrafas que pasaron por ANCCOM se autoconvocaron para realizar una muestra fotográfica que homenajee a las mujeres trabajadoras en el Centro Cultural San Martín.

En el marco del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, se inauguró Desde el gesto, una muestra fotográfica que reflexiona acerca del trabajo de las mujeres y de las feminidades como el motor del movimiento del mundo, exhibida en el Cultural San Martín. 

“Pensamos Desde el gesto desde un lugar simbólico. No sólo como una caricia sino para mostrar cómo esas tareas, acciones, apoyo o actitudes que no se ven necesariamente, son fundamentales. Lo pienso desde las tareas domésticas que por mucho tiempo creímos que se hacían de la nada, pero que en realidad hay un trabajo invisible que debería ser visibilizado”, sostiene Sofía Genovese, una de las integrantes del colectivo que compone la muestra que puede visitarse hasta el 9 de mayo en Centro Cultural San Martín. Además del trabajo de  Genovese, en la exhibición pueden apreciarse obras de Florencia Ferioli, Cristina Sille, Camila Godoy, Daniela Morán, Daniela Yechúa, Melisa Molina, Deborah Valado, Camila Alonso Suárez y Noelia Marcia Guevara.

La exhibición propone once microhistorias independientes sobre trabajadoras, retratadas por cuatro fotografías y un texto que las acompaña. En conjunto permiten entrar a la vida de estas mujeres y sus labores, en ambientes masculinizados o no remunerados, lo hacen de una manera íntima y a la vez cotidiana. 

Daniela Yechúa comenta cómo se dieron los primeros pasos para organizar la exposición: “Fueron discusiones bastante abiertas entre nosotras porque la temática era el 8M, pero la conmemoración de esta fecha es amplia. Nosotras nos agarramos de la consigna de la Mujer Trabajadora y decidimos contar sus historias. Pero decidimos contar once historias diferentes y que cada una de nosotras se encargara de narrarlas en imágenes. Entonces fuimos poniendo en común las historias de las mujeres que nos gustaría contar y a partir de ahí consensuamos cuáles incluiríamos para ser lo más inclusivas posibles. Además, nos propusimos tomar el trabajo doméstico, no sólo mostrar a las mujeres en sus oficios sino también lo que muchashacen una vez que llegan a sus casas”.

Camila Godoy detalla cómo fue el proceso creativo: “En mi caso usé fotos que ya había producido en otro contexto. Es un trabajo que arranqué en ANCCOM y fue un desafío porque hice esas fotos con un enfoque más informativo. Nosotras teníamos la idea del gesto, en las manos, en los detalles. Hubo que encontrarle un poco la vuelta para poder adaptar esas fotos al colectivo. Como eran cuatro fotos por cada protagonista, pudimos hacer todo un recorrido de historias diversas de esos retratos y también contar la historia con el contexto”.

“Nos interesaba retratar aquellas que hacen laburo doméstico y trabajan en rubros muy masculinizados. Lugares donde no estamos acostumbradas a ver mujeres. Nos gustó remarcar que estamos ahí y que somos parte de esos oficios. Lo mismo que nos pasa a muchas de nosotras en fotoperiodismo, que es un oficio muy masculinizado. Para nosotras, ANCCOM siempre fue un espacio donde no existió esa brecha de género, incluso en nuestra camada éramos todas mujeres, algo sumamente contrario a lo que pasa en los trabajos remunerados. Aquello que estamos mostrando con las fotos es un poco lo que nos identifica como grupo, ser mujeres en espacios donde no acostumbramos a ser mayoría mujeres”, continúa Cristina Sille. 

El colectivo de las diez artistas se formó con todas fotoperiodistas que realizaron su práctica preprofesional en ANCCOM, la agencias de noticias de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA. “Sentíamos que haber transitado por ANCCOM nos daba una base y un conocimiento que nos unía, aunque hubiéramos transitado en distintos momentos por allí. De hecho, algunas nos conocimos recién en la inauguración en persona. Trabajar virtualmente juntas fue una linda experiencia”, explica Camila Godoy.

Diego Rosemberg, docente y coordinador de redactores de la ANCCOM suma su mirada al proceso construido por las practicantes: “Algo para destacar es que son fotógrafas que realizaron la práctica en la agencia  en distintas épocas, muchas de ellas nunca interactuaron entre sí. Sin embargo, se buscaron y se reunieron para realizar un proyecto conjunto: lo que les dio identidad como colectivo fue esa experiencia. La agencia las identifica y les permite construir en conjunto aun sin conocerse. Eso, para nosotros, tiene un valor inmenso”.

Durante la inauguración, en el 4to piso, se presentó la artista Catu Hardoy con sus canciones originales. Además, se proyectó un video poema producido por las artistas Milagros Vaca Narvaja, Mechi Miguel, Silvana Montezuma, Sol Lorenzo, Mar Bel Hadad y Male Schvartz para complementar las imágenes. Desde el Cultural San Martín, Josefina Marino comenta que la muestra “surge en el contexto del 8M y las diferentes propuestas culturales de los espacios de la Ciudad. Las dejamos con libertad para que la curaduría y el concepto de la muestra quede a cargo de ellas. La muestra es totalmente de ellas. Con la consigna de que usen ese espacio de artes visuales para contar algo en el marco de la fecha”, explica. “La idea era hacer algo colectivo y las historias que cuentan son muy originales. Con ellas hablamos de que hay una mirada a veces medio cliché de cómo retratar a la mujer para esta fecha, una puesta en escena de la calle, de la lucha y las manifestaciones que ya se han visto mucho. La idea era buscar algo más singular”, señala.

Desde el gesto se encuentra en el Hall de la Sala Muiño del Centro Cultural San Martín, la entrada es libre y gratuita y puede ser visitada de jueves a domingos de 15 a 21 hasta el 9 de mayo. Bajo la conmemoración de la fecha, también se exponen en el Hall inicial de la planta baja In Illo Tempore de la escultora Mónica Souza. 

Las diez artistas mujeres afirman: “Somos tribu, en este momento donde las consignas son confusas y nos dispersamos repensando(nos), permitiéndonos sembrar nuevas crianzas y nuevas formas de enraizarnos. Es ese el sostén y cuidado que nos damos, reverdeciendo los espacios como jefas de cada hogar. Son nuestros derechos los que están en pugna y es el trabajo como un modo de vida. Es la resistencia la que florece de nuestra siembra”.

El freestyle ya tiene su fotógrafo fetiche

El freestyle ya tiene su fotógrafo fetiche

Con solo 21 años y su lente a cuestas, @imruso se convirtió en un personaje más de las batallas de Gallos y de las riñas de las pibas, aunque no cante. Ahora expone sus fotografías en una muestra virtual en la fanpage del Centro Cultural Carlos Gardel.

@imruso

Muchas son las líneas que en este sitio se escribieron sobre el surgimiento del freestyle como género musical en nuestro país, las batallas de Gallos o las “Riñas de las pibas” y un sinfín de etcéteras. Pero el submundo del “estilo libre trae” consigo nuevos personajes, entre ellos a quienes retratan e inmortalizan a través de la lente de su cámara estos eventos propios de la época.

Leonardo Puga es un fotógrafo que bajo el pseudónimo de Imruso se dedica, justamente, a capturar las imágenes que dejan las “riñas” en los escenarios. Con 21 años, el joven oriundo de Ramos Mejía, cuenta que lo que empezó de manera lúdica, hoy lo convirtió en uno de los profesionales más solicitados del ambiente: “Comenzaron a llegar los primeros mensajes privados por Instagram en donde requerían mi trabajo y me solicitaban presupuestos por las jornadas laborales. Es muy gratificante cuando eso sucede, podemos combinar el hobby y trabajar de lo que te gusta”.

El artista no es un outsider, se reconoce como “parte de los pibes” por su corta edad pero también por sus gustos, ideales y sus experiencias de vida. “Veo freestyle desde los 11 años, asistí a encuentros de plazas y a las máximas competencias en escenarios. Al estar allí me siento con ganas de ver a los pibes rapear, romperla arriba del escenario, escucharlos atentamente para entender las ‘barras’ con doble sentido que tiran”. Quizás sea ese el motivo que lo erija como uno de los máximos exponentes de la fotografía freestyler, buscado por los medios masivos por su trabajo y elegido por los batallantes, pero también por los más de 15.000 seguidores que tiene en su cuenta de Instagram.

Su ojo entrenado lo llevó casi como algo natural a cubrir eventos como la Batalla de los Gallos Red Bull y la God Level Argentina, algo impensado para un adolescente de 17 años. Además, participó de la FMS Argentina, la Shaolin Battles Argentina, la Copa Federación de Freestyle Rap Federation, la FMS Internacional Chile, entre otras, donde pudo registrar a los mejores freeStylers de habla hispana.

Ysy A, retratado por @imruso

 

Hoy @imruso fue seleccionado para exponer su obra en el Espacio Cultural Carlos Gardel como parte de la muestra denominada “FreeStyle by imruso”. Como no podía ser de otra manera en los tiempos que corren, la modalidad será online y podrá ser visitada desde el 23 de noviembre al 3 de diciembre.

FreeStyle by imruso se podrá disfrutar mediante un vídeo a través de la fanpage del Espacio Cultural Carlos Gardel. El clip, realizado por la productora Ser Audiovisual, expondrá una selección de 25 fotos de freestylers en acción y en diversas competencias: Emanero, Bhavi, khea, Replik, Ysy A, El Misionero, Trueno, Papo, Chuty, Seven Kayne, Duki,Stuart y Sub.

La muestra, con la curaduría de Florencia de la Vega, ofrecerá al espectador la posibilidad de conocer algunos de los aspectos y emociones que propone este género musical único por su energía y personalidad.

Bhavi, retratado por @imruso

La movida solidaria de Fotógrafes x los barrios

La movida solidaria de Fotógrafes x los barrios

Aparición de la nieta 126, Adriana Garnier Ortolani. Foto de Daniela Morán en una cobertura para ANCCOM.

Fotografes x los barrios es una iniciativa lanzada por un grupo de profesionales que venden algunas de sus fotografías para donar lo recaudado a los barrios populares del país a través de la organización La Poderosa. En un contexto en el que el mundo entero se ve afectado sanitaria y -en igual medida- económicamente, más de un centenar de reporteros y retratistas se organizaron para aportar, desde su lugar, con el trabajo de emergencia que se está realizando en los barrios más vulnerables.

La pandemia provocada por el Covid 19 ha obligado a la sociedad toda a tomar estrictas medidas para prevenir y evitar el contagio y propagación del virus; el aislamiento social y la constante higiene de manos y superficies son las medidas más importantes. Pero ¿cómo se hace para respetar el aislamiento cuando se comparte un baño con cinco, nueve o doce personas más? ¿Cómo se hace para mantener la higiene en barrios que no tienen acceso al agua potable?

Florencia Guzzetti, fotógrafa y una de las organizadoras de Fotografes x los barrios, en diálogo con ANCCOM contó que el proyecto surgió “a partir de pensar qué podíamos hacer como reporteros gráficos para poder ayudar a los barrios”, aquellos que tantas veces visitan para documentar una historia de vida o mostrar su realidad a tantos argentinos. Una vez lanzada la convocatoria, una gran cantidad de profesionales se sumaron a donar sus fotografías. Entre ellos se encuentran artistas de altísimo reconocimiento como Eduardo Longoni, Adriana Lestido, Carlos Bosch, Giancarlo Ceraudo, Nora Lozano, Pablo Piovano; y también fotógrafos que hicieron su experiencia en esta agencia, como Romina Morua, Daniela Morán y Néstor Beremblum, y sus dos editores, Victoria Gesualdi y Leandro Teysseire. Las producciones estarán disponibles durante diez días a partir del miércoles 6 de mayo, y la compra puede realizarse a través de la cuenta de Instagram y en la Fan Page de Facebook.

24 de Marzo de 2015. Foto de Romina Morua realizada para ANCCOM.

“Días atrás, un texto publicado por Nacho Levy, referente de la organización social La Poderosa, nos dejó algunas pistas y muchas certezas –relatan en una carta conjunta los fotógrafos-. Levy detalla con precisión la frágil situación de la parte más dolorosa del país”. Hace días que, desde La Garganta Poderosa, vecinos y vecinas de las distintas barriadas de la Capital Federal vienen denunciando la situación en la que se hallan: al hacinamiento infrahumano, la falta de acceso a servicios básicos, el empobrecimiento cada vez más estremecedor de las economías familiares y la ausencia estatal se le suma, en una carrera de injusticias, el peligro inminente que el coronavirus y el dengue suponen.

Como si esto fuera poco, desde hace diez días los vecinos de la Villa 31 no tienen acceso al agua en sus casas, lo cual los sitúa en un panorama catastrófico. Las tardías respuestas y la inacción durante este lapso por parte de los funcionarios responsables dejaron como saldo un aumento exponencial de la curva de contagios en “la villa más emblemática de la ciudad más rica del país”, como bien define el referente de La Poderosa. De tan sólo tres casos confirmados de coronavirus, a partir del corte de agua el número se elevó a 198 positivos y una vecina de 84 años fallecida. Mientras tanto, el Gobierno de la Ciudad responsabiliza a las autoridades de AySA y éstas últimas alegan que el encargado de garantizar el servicio en el barrio es el gobierno porteño.

Y no son los únicos: en la Villa 1-11-14, donde ya se contabilizan 69 contagiados y cinco fallecidos, la situación es igual de crítica. Además, el domingo por la tarde las estadísticas oficiales informaron que hay casos en Ciudad Oculta, Villa 20, Rodrigo Bueno, Barrio Mitre, Barrio Ramón Carrillo, Villa 21-24, Fátima, Piletones y en “barrios populares sin precisar”.

Fotografía de Lilian Andrade, de La Garganta Poderosa

Pero esta realidad no aparece en las grandes pantallas ni los principales portales web. O por lo menos no aparece hasta que no lo pueden tapar más, hasta que la situación colapsa. En este sentido, Fotografes x los barrios también “ayuda a mostrar lo importante que es el rol del fotoperiodismo y del fotógrafo para documentar la historia de un país, de un momento, de un barrio, de una situación”, según comentó Guzzetti. Además, agregó que invitaron a participar a los fotógrafos de La Poderosa, que son justamente, dijo, “los que pasan el tiempo y viven en los barrios. Ellos pueden aportar un montón con su mirada que es la que se logra al caminar y vivir los barrios todos los días”.

A partir de que se sumaron un montón de profesionales a la iniciativa, Guzzetti comentó que la intención es “poder continuar con una segunda tanda de fotos de otros autores y seguir avanzando en esto no sólo a través de la venta de fotografías sino también pensando y articulando cuestiones culturales, talleres o alguna otra propuesta que se pueda hacer en los barrios, siempre con el fin social, de intercambio y para poder trazar esos puentes que se trazan cuando uno va al barrio a hacer una historia o sacar una foto”.

Todo el dinero recaudado a partir de esta iniciativa será donado a La Poderosa, quien estará encargada de distribuirla en los lugares donde más urgencia haya. En la página web de Fotografes x los barrios los organizadores afirman que optaron por La Poderosa “porque confiamos en su accionar colectivo, y en su capacidad de llegar a lugares donde otrxs no llegan”.

Con este motivo más de 100 fotógrafos donaron sus producciones, que incluyen desde retratos a paisajes y rincones de cualquier parte del mundo, pasando por marchas y manifestaciones históricas, el carnaval en el norte argentino y jugadas memorables del fútbol nacional. De tan enriquecida compilación, la fotografía ofrecida por Florencia Guzzetti no parece haber sido elegida al azar: se trata de Norita Cortiñas en el interior la mina de Río Turbio, a siete kilómetros de profundidad.

“Es una foto muy importante, muy significativa en mi carrera profesional –dice Guzzetti-. Para mí Nora es todo: es fuerza, es lucha, es coraje. Es ese abrazo que todos queremos tener y que todos necesitamos ahora más que nunca que no nos podemos abrazar”. Y el abrazo de la Madre de todas las batallas llegó, en medio de un contexto extremadamente crítico en los barrios populares de la Argentina, a través de la publicación de la denuncia “del crimen en la villa” frente a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, redactada en conjunto con Adolfo Pérez Esquivel y decenas de artistas, organizaciones de Derechos Humanos, medios de comunicación, personajes públicos, etcétera. “Nora es esa llama que siempre se mantiene prendida y que nos guía cuando no sabemos para dónde ir”, concluyó Guzzetti.

“Tenía una mirada brutal que coincidió con una época brutal”

“Tenía una mirada brutal que coincidió con una época brutal”

El reportero gráfico Eduardo Longoni en entrevista con ANCCOM.

Uno no recuerda lo que vivió sino lo que esa vivencia significó para uno, explicará el reportero gráfico Eduardo Longoni en un momento de la charla que mantuvo con ANCCOM, luego de que sus fotos se convirtieran en la clave del juicio por los desaparecidos de La Tablada. Y tiene razón, aun cuando habla y suelta un ejemplo sin darse cuenta. El día que hizo su primera foto como reportero gráfico estaba en la agencia Noticias Argentinas leyendo unos apuntes de Historia, porque al día siguiente tenía un parcial. “De repente, en la agencia empezaron a preguntar dónde estaban los fotógrafos. Me vieron a mí con la cámara, me agarraron de los pelos y me subieron a un taxi”, recuerda Longoni. Era el 7 de noviembre de 1979 y acababa de ocurrir el segundo atentado al entonces secretario de Hacienda, Juan Alemann. Ese pibe al que nadie conocía, que había ido el día anterior a pedir trabajo a esa agencia y le habían dicho que volviera, acababa de terminar la colimba. Relucía su cabeza calva, última maldad de sus compañeros en la frontera de Beagle, y, justamente por ese perfil, en tiempos de dictadura militar, había sido dejado de lado por los tres fotógrafos de la agencia aquel día, que se fueron a sus notas y no quisieron llevarlo a practicar. Eduardo Longoni había quedado solo frente a la foto que sería tapa de todos los diarios y sentía cómo lo agarraban de los pelos y lo llevaban a debutar.

Podría pensarse que ese estreno dejó una huella en la trayectoria de Longoni, uno de los fotógrafos más destacados en el retrato de la violencia política y social de la historia argentina, en tiempos de la dictadura y durante los primeros años de la democracia. Casi una década después, aquel estudiante de Historia, que “entendía que lo que fotografiaba podía ser testimonio de lo que estaba pasando”, abandonó un congreso de fotografía latinoamericana que se realizaba en La Plata, guiado por esa premisa del ojo documental, y se fue hasta La Tablada. Había oído que algo estaba pasando allí, fue creyendo que era un nuevo alzamiento carapintada y, recién en una terraza, cuerpo a tierra empuñando la cámara, descubrió que estaba fotografiando el copamiento del Movimiento Todos por la Patria (MTP) al cuartel de La Tablada. La famosa serie de ocho imágenes que Longoni realizó aquel día superaron su sueño de testimoniar una época y fueron aún más allá: se volvieron prueba fundamental para desentrañar la verdad sobre las desapariciones y violaciones a los derechos humanos que se cometieron en la recuperación del regimiento, en pleno gobierno democrático de Raúl Alfonsín. En una de las fotos, se ve a un joven arrodillado, con las manos en la nuca rindiéndose, y a otro tirado sobre el pasto del cuartel: son José Alejandro Díaz e Iván Ruiz, miembros del MTP detenidos con vida durante el enfrentamiento, que permanecen desaparecidos desde entonces junto a otros dos militantes del movimiento. El viernes pasado, después de 30 años, las imágenes de Longoni terminaron de rebelarse ante la impunidad, cuando el Tribunal Oral Federal 4 de San Martín condenó a prisión perpetua al jefe del operativo, general retirado Alfredo Arrillaga, por el homicidio con alevosía de José Alejandro Díaz, en la resolución del primer juicio por estos delitos de lesa humanidad que incluyeron la tortura, el fusilamiento y la desaparición de los cuerpos de los cuatro militantes. Longoni, con su cámara, estuvo allí.

¿Cómo viviste el juicio?

Hay cosas que aún estoy procesando. En ese momento, me puse a llorar. Escuché la sentencia como escucha un fotógrafo: mirando por el objetivo a alguien, que en mi caso era el hijo de José Alejandro Díaz, que lloraba, atento. Escuché la sentencia de un juicio que se reabrió por mi foto haciendo otra foto, como un ciclo de la vida. El juicio, para mí, también marca un antes y un después de esa foto.

José Alejandro Díaz, arrodillado y con las manos en alto e Iván Ruiz, tirado detrás del oficial que empuña el fusil. Díaz y Ruiz están desaparecidos. (fotografía de Eduardo Longoni).

¿Por qué?

Porque, desde ahora, se convirtió en la más importante que tomé en mi vida. Sirvió para desentrañar un crimen horrible y no hay ninguna otra que yo haya hecho que se acerque a eso. Agradezco tener salud y haber estado en Argentina para haber podido ir al juicio. Allí estuvieron las dos puntas de los personajes que yo había fotografiado: el hijo de José Alejandro Díaz, que ya no está, y el general que mandó a desaparecer a su papá, que en mi foto está representado por el militar que lo detiene, más allá de que él no fue quien lo hizo desaparecer. Todavía estoy conmocionado. Cuando un fotógrafo hace clic con su cámara, no sabe lo que va a pasar con su foto. Y yo nací con la fotografía documental, en diarios y agencias, y siempre pretendí que a mis fotos las viera mucha gente, porque como fotógrafo uno está en un lugar en el que la mayor parte de la gente no puede estar y pasa a ser su mirada. Pero en un momento, las fotos se te escapan. Algunas se volvieron íconos contra la dictadura, como las que hice de los militares o las Abuelas de Plaza de Mayo, y otras se hicieron famosas, como la de “la mano de Dios”. Bueno, esta se hizo prueba judicial.

Después de un largo camino.

Sí. Yo tenía 29 años cuando hice esa foto y ahora tengo 59, eso habla de los tiempos de la justicia también. En el momento en que fue hecha, sólo mostraba dos bandos en pugna. Después, a los años, me entero de la historia de los desaparecidos, cuando me llama Aurora Sánchez Nadal, la mamá de Iván Ruiz, el otro guerrillero que está en mi foto y también está desaparecido. Ella vive en Nicaragua, había venido a la Argentina y me dijo que había visto mis fotos en la prensa y quería contactarse conmigo. Nos juntamos y armamos la serie de ocho fotos. Ella se quedó con copias y, junto a otros familiares de víctimas y procesados de La Tablada, las llevaron a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos junto a otros testimonios y entonces fue la Comisión la que logró destrabar el juicio, que había quedado cajoneado.

 

¿Hay algo que te haya sorprendido especialmente del recorrido de estas fotos?

En realidad, lo que siempre me pareció aterrador es que, en plena democracia, el Ejército tuviera las mismas herramientas que tuvo durante la dictadura, que fue desaparecer gente. Sobre todo para los de mi generación, que nacimos en la fotografía durante la dictadura y que, más allá de imágenes simbólicas, nunca pudimos fotografiar un centro clandestino de detención, ni un secuestro, ni una sala de tortura… No pudimos fotografiar un desaparecido en el momento en el que iba a desaparecer, que es justamente lo que representa esta foto. Es paradojal que pasaran los años y, en democracia, eso sucediera delante de mi cámara.

¿Creés que hay un tiempo humano para tomar imágenes? Una vez dijiste que hoy te sentís mejor fotógrafo que el que eras aquel día en La Tablada, pero que, justamente por eso, quizás hoy no habrías podido tomar esas imágenes.

La reflexión en sí ya tiene que ver con la edad: en ese momento, no paraba nunca de fotografiar y dejaba las reflexiones para más adelante. En las jornadas del 14 y 18 de diciembre de 2017, cuando fue la ley de la reforma provisional y hubo dos represiones terribles, yo fui a Plaza de Mayo y sentí que ya no estaba para eso. Después de meditarlo mucho, me di cuenta que me estaba autojubilando de la calle. Cuando empecé a laburar, en la época de la dictadura, entrenaba para correr más rápido que la policía. Ese día, o los policías habían entrenado mucho o yo estaba mucho más grande… La cosa es que me alcanzaban. A nuestro laburo hay que ponerle mucho el cuerpo: la fotografía documental tiene un sentido de la oportunidad y la ingeniería fotográfica para poder acceder a tomar una imagen, pero además hay que ponerle el cuerpo. Recuerdo que, en la Semana Santa del ’87, en el alzamiento carapintada, dormí engripado cuatro noches arriba de un auto. Hoy no lo podría hacer. Hay una cuestión física.

¿Sólo física?

No solamente. Yo no estudié fotografía, no había dónde estudiar, y lo poco que aprendí lo fui aprendiendo de mis colegas, trabajando. Noticias Argentinas fue una escuela de fotoperiodismo para mí. Creo que en el período que tanto fotografié, en la dictadura y los primeros años de la democracia, mi mirada era muy brutal. Yo era un intuitivo. No tenía timing para la composición, no había mirado suficiente cine ni fotografía… Era una mirada brutal, pero coincidió con una época brutal. Creo que, a lo largo de estos años, he aprendido algo, tanto de mis colegas como de las imágenes del cine y de la literatura, pero temo que esta mirada se hubiera perdido todas aquellas fotos, buscando el encuadre perfecto o la luz más apropiada. Hoy se me habrían pasado muchas cosas que entonces no, porque entonces, para mí, lo importante era congelar ese instante a como diera lugar.

¿Recordás vívidamente aquel día en La Tablada? ¿Cómo se fueron tejiendo esos recuerdos?

Hay una frase de García Márquez que dice algo así como que uno no recuerda lo que vivió sino lo que pensó acerca de lo que vivió. Que uno recuerda sus recuerdos. Mis recuerdos sensoriales de ese día son el calor, porque era un día agobiante, un ruido ensordecedor, de los tiros y los tanques, un olor penetrante a pólvora y muchísimos gritos apagados.

Ese día tuviste un encuentro con un francotirador del Ejército, que te dio un “consejo”. ¿Cómo fue?

Sí, tal vez me salvó la vida. Llegué a La Tablada, pensando que era un alzamiento carapintada, y me agarró un tiroteo feroz en la avenida Crovara, donde estaba una de las puertas de entrada del cuartel. Quedé cuerpo a tierra un montón de tiempo. Fueron como 20 minutos sin poder hacer una foto. Querías meterte adentro de una alcantarilla. Las balas silbaban por todos lados. Yo no sabía qué era lo que estaba pasando, pero suponía que el tiroteo podía repetirse y debía buscar un lugar en altura. Vi que había una terracita: ese era el lugar. Cuando amainó el tiroteo, convencí al dueño. Le rogué de tantas maneras que me dejó pasar. Subí a la terraza, empecé a acomodar mis cosas y apareció una voz del más allá. ‘Flaco, tirate cuerpo a tierra que te van a volar la cabeza’, me dijo. Cuando me di vuelta, era un francotirador del Ejército que estaba en una terraza de la casa de atrás. Desde una posición más elevada, me fue relatando todo lo que iba sucediendo. Me dijo que habían entrado guerrilleros (él dijo ‘zurdos’) y que el Ejército estaba tratando de recuperar el cuartel. Era mi relator de lo que pasaba. No sé cuál era su función desde ahí y, en la confusión de tiros, no sé si disparaba o no disparaba, pero el consejo que me dio fue certero: cuando bajé, a la noche, la pared de mi terraza estaba destruida a balazos.

Las fotos de Longoni se convirtieron en la clave del juicio por los desaparecidos de La Tablada.

En medio de la conmoción, ¿lográs darte cuenta de lo histórico de tu trabajo y de la paz y verdad que le trajo a muchas personas?

Durante mucho tiempo, estuve peleado con mis fotos iniciales. Sentía que no las iba a poder superar nunca y no sabía qué estaba haciendo como fotógrafo. Eso me llevó a estar un año y medio sin tocar la cámara ni hacer una foto. Sentía que se me había acabado lo que tenía para decir. Que no tenía más voz. Esa sensación la superé el día que Estela (de Carlotto) presentó su nieto recuperado: me acuerdo que tuve una complicación y llegué tarde, en el último instante, hice la foto y me di cuenta que había vuelto a fotografiar después de un año y medio. Ese día hice las paces con mis primeras fotos. Ya estoy amigado con ellas. Ahora, después del juicio, la sensación que tengo es que ya no le puedo pedir más a la fotografía. Estoy hecho: una foto mía ayudó a desentrañar un crimen, hay un juicio y una condena. Nadie te devuelve el muerto, pero hay un manto de paz. José Alejandro Díaz se rindió y, en vez de tener un juicio justo, lo desaparecieron, pero ahora el responsable de eso tiene una prisión perpetua por lo que hizo. Hay algo de alivio… Y que una foto tuya sirva para eso es lo máximo que se le puede pedir a una fotografía. Si ya me había amigado con mis fotos, ahora estoy completamente en paz con ellas. Y no entiendo qué habría sido de mi vida si no hubiera sido fotógrafo.

“En cuanto la mujer cuenta lo que le pasa, su palabra se pone en duda”

“En cuanto la mujer cuenta lo que le pasa, su palabra se pone en duda”

Eleona Ghioldi posando frente a dos de las fotografías de su muestra.Luego de haber pasado por el Centro Cultural Rojas y el Polo Integral de las Mujeres en Salta, la muestra Guerreras. Historia de resiliencia se puede visitar hasta el 11 de marzo en el Museo Evita. En diálogo con ANCCOM, Eleonora Ghioldi cuenta acerca de su trayectoria, de la continuidad de este  proyecto y de otros que aún están en proceso, también vinculados a la lucha de género.  

¿Qué te llevó de  la sociología a la fotografía?

Cuando tenía 20 años comencé a realizar fotografía y empecé a estudiarla a la vez. Después de un par de años me quise dedicar de lleno a la fotografía. Luego me mudé a Estados Unidos y allí me puse a estudiar intensivamente. Soy una persona muy visual, no las puedo separar porque me encantan ambas áreas de estudio. A los 24 años, en 1986, tuve mi primer trabajo. Consistía en la impresión de fotos en blanco y negro en un laboratorio vinculado a museos, exponían fotógrafos reconocidos como Wim Wenders o Helmut Newton. No era nada comercial, fue una experiencia increíble. Me abrió la cabeza. En ese momento se imprimía todo con película, no existía lo digital, entonces se podía observar todo el proceso creativo cuando se efectuaba el revelado y la impresión. Luego trabajé para documentales, lo que me posibilitó  darme cuenta de lo que quería decir y quizás solo con fotografía no me alcanzaba. Por eso la idea de los testimonios, de incorporar audios, videos y entrevistas.

¿Por qué emigraste a los Estados Unidos?

No fue planeado, supuestamente era por un mes.  Una vez allá, me di cuenta que podía estudiar fotografía de una manera más seria que lo que se ofrecía acá en ese momento y me quedé.

¿Cuándo surgió  Guerreras?

Hace siete años. Siempre quise respetar que sea un espacio de charla. Si bien está terminado, hay personas que se acercan porque quieren participar, específicamente familiares de víctimas de femicidios. Es muy difícil para mí decir que no aunque no estoy activamente tratando de incorporar historias.

¿Qué es lo que te plantean?

Que la historia se sepa, que no caiga en el olvido. Y para mí  lo importante es que sea un espacio de diálogo abierto, que no pasen a ser cifras. Con el testimonio y el audio, la intención es salir del anonimato, del número. Que la gente se conecte con que son personas, historias. Por eso la idea de que en los audios fuese una constante que digan el nombre, la edad en que fueron abusadas, la experiencia que tuvieron y la relación que tenían con el abusador. Hay hermanos, médicos, hay padres, amigos, extraños.

Tu inquietud es que se refleje la idea de red, que estén interconectadas, ¿por qué?

Porque quería demostrar que todos tenemos una persona conocida que ha sufrido algún tipo de violencia sexual, se puede armar un árbol o una red enorme sin límite que demuestre que todos conocemos a alguien sin necesidad de visitar una organización. Luego de hacer una fotografía para el testimonio le decía a esa persona que si tenía una amiga que tuvo una experiencia y que quiera formar parte del proyecto que le pase mi contacto. Siempre la respuesta  era “no sé, quizás, tengo que ver”… Entonces yo contestaba “pensalo, estoy segura que conocés a alguien”.

¿Cómo llegaste a los testimonios de Ciudad Juárez?

A través de una amiga de una amiga que conocía a unas chicas que son parte de un colectivo que se llama Bordamos por la Paz, son familiares de víctimas de desapariciones y asesinatos.

Eleona Ghioldi posando de brazos cruzados en un patio con algunas plantas.

«Que la historia se sepa, que no caiga en el olvido. Y para mí  lo importante es que sea un espacio de diálogo abierto, que no pasen a ser cifras», explica Eleona Ghioldi.

¿Qué lugar tiene la violencia de género con el entramado de relaciones que propone el capitalismo?

La violencia contra la mujer está relacionada con un todo. La violencia en contra de la mujer aumenta tomando forma en su expresión más extrema que es el femicidio, abusos, esterilización forzada.  En Estados Unidos, en los años 60, se dio mayormente con hispanos, mujeres negras y nativas que cuando iban a hospitales públicos las esterilizaban sin consentimiento luego de parir. Cuando fueron llevados los médicos a la Corte no fueron penalizados. Estos casos sistemáticos muestran  cómo se entretejen todas las formas discriminatorias: cuanto más precaria es la situación económica, más se agudiza ese entrecruzamiento. Luego se cambió la ley, si una mujer quiere ligarse las trompas después de dar a luz necesita 48/72 horas por ley de hablarlo con el médico para dar margen a la posibilidad de arrepentimiento.

En los testimonios se ve el maltrato que padecen las víctimas o los familiares durante el proceso judicial, ¿lo notaste más fuerte en Argentina?

En dos de los tres casos de Argentina lo mencionaron. De todos los que documenté  en Estados Unidos, solamente dos personas hicieron la denuncia, y de ellas solo una (un profesor de danzas) fue a la cárcel. En la muestra también hay un video de tres horas de entrevistas a profesionales para darle un marco teórico a la información obtenida de los testimonios. La abogada peruana Julissa Mantilla dice allí que este estereotipo del silenciamiento no es verdad, las mujeres hablamos del tema. Lo contamos en el ámbito privado porque es el único en el que sabemos que nos van a creer y que no nos van a enjuiciar. ¿Qué pasa cuando la mujer cuenta? ¿Dónde está la justicia? ¿Cómo protege a la mujer? Es una llamada de atención. No es que la mujer no habla, está silenciada en un marco público porque no está protegida, en cuanto cuenta lo que le pasa su palabra se pone en duda.

Retratos fotográficos de la muestra de Eleona Ghioldi.

«La violencia contra la mujer está relacionada con un todo. La violencia en contra de la mujer aumenta tomando forma en su expresión más extrema que es el femicidio, abusos, esterilización forzada», plantea Eleona Ghioldi.

La muestra dispara la reflexión acerca del vínculo entre arte y denuncia…

El interrogante es qué es el arte y qué queremos de él. Todo puede ser arte. Es lo que uno hace, lo que está creando. Nunca me interesó llamarme artista o llamarlo arte, siempre lo llamo trabajo. Es una herramienta, utilizo lo que siento que va a sumar a la historia que estoy tratando de contar, sea con una foto, un testimonio, un audio, una instalación, un video. El audio lo incorporé porque no quería que fuera solo mi visión, que como fotógrafa es imposible de eludir, el audio funciona como un puente para permitir que el sujeto pueda decir lo que está sintiendo y abrir un espacio para que la persona que está fotografiada pueda decir lo que ella piensa. Por eso llega de otra manera.

¿Hiciste la muestra fuera de Argentina?

En Estados Unidos hice una pero privada porque este trabajo es autogestionado. Llegó un momento en el que se me estaba acabando el dinero, no podía seguir imprimiendo. Fue una iniciativa comunitaria para finalizarla, poder pagar a la editora para que termine el video, imprimir las fotos, enmarcarlas. Mis amigos me incentivaron, fue invitación de boca en boca. Vinieron personas que no me conocían, cuando les contaban del trabajo se involucraban y querían cooperar para que lo pueda terminar. A raíz de eso pude montarlo para que se muestre en el Centro Cultural Rojas que abrió para el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo de 2018, y estuvo un mes. En julio llegó al Polo Integral de las Mujeres en Salta, allí permaneció por tres meses. Atrajo a mucha gente para que conozcan la organización que tiene muchísimas actividades para la mujer en situación de riesgo,  también existe un punto destinado a tomar denuncias para que las víctimas puedan realizar los trámites en un solo lugar.

¿Estás encarando proyectos nuevos?

Gracias a haber estado en Salta pude hacer entrevistas a mujeres transexuales que van a formar parte de uno de los otros dos trabajos que estoy haciendo sobre roles de masculinidad. Va a ser muy abarcativo, su fecha de finalización es a largo plazo. El otro es sobre la legalización del aborto en el que hay testimonios de personas gestantes, entonces incluyo hombres que nacieron mujer, en este estoy a la mitad del proceso de investigación.

La muestra termina en marzo, ¿hay posibilidades de que continúe?

Estamos en tratativas, con seguridad se va a exponer en la Universidad de Junín. Hay propuestas para llevarla a Brasil y España. A mí me interesa que continúe en Argentina y en Latinoamérica.

Grupo de gente viendo la muestra de Eleonora Ghioldi.

«Nunca me interesó llamarme artista o llamarlo arte, siempre lo llamo trabajo. Es una herramienta, utilizo lo que siento que va a sumar a la historia que estoy tratando de contar, sea con una foto, un testimonio, un audio, una instalación, un video», cuenta Ghioldi.