La foto y el barro

La foto y el barro

Se inauguró ayer la muestra «I(nte)rrupciones de la política: la labor de la agencia de noticias de la Carrera de Comunicación», en el Centro Cultural Caras y Caretas (Venezuela 330, CABA). La exposición propone una selección de fotografías de ANCCOM realizada por el Área de Imagen y Política de la Carrera de Comunicación y la propia agencia, que da cuenta del trabajo de fotoperiodismo recorrido de 2015 a 2018. Las imágenes que componen la muestra atraviesan diferentes problemáticas políticas que se han vuelto cotidianas en nuestro presente, como la represión de la protesta social, la emergencia de identidades políticas negadas y la disputa por el espacio público.

En el panel de apertura, Santiago Mazzuchini, del área de Imagen y Política de la Carrera de Comunicación fue el primer expositor en tomar la palabra, introdujo el espíritu del trabajo y presentó al resto de los oradores. “El eje principal de la muestra es repensar la relación entre imagen y política”, subrayó.

Felisa Santos, otra integrante del área, agradeció la labor de la agencia y remarcó la idea de poder trabajar en conjunto: “Cuando gestamos este espacio, pensamos trabajar con ANCCOM para darle un lugar a la imagen y a su dimensión política; tiene ver con el estar en el barro. Para obtener esa imagen hay que haber estado ahí, el estar ahí de alguien que saca una foto y de alguien que está ahí siendo registrado. Alguien decide que ese momento necesita ser registrado”. Y concluyó: “La política para nosotros es irrupción y lo demás es policía”.

Luego de la presentación y los agradecimientos, tomó el micrófono Victoria Gesualdi, coordinadora -junto con Leandro Teysseire- del equipo de fotoperiodistas de la agencia: “La posibilidad de estar en una muestra permite una nueva relectura, permite nuevas relaciones en las imágenes, una puede detenerse un tiempo sobre ellas y reflexionar, dar un nuevo tiempo a las imágenes para ser pensadas” describió y amplió: “Una mirada histórica de lo que nos está aconteciendo como sociedad, desde la perspectiva de los estudiantes de la Carrera de Comunicación, de la universidad pública. Un medio que se construye dentro de ese contexto y esa perspectiva”.

En el 2015, nació la posibilidad de formar una agencia de noticias y Victoria recordó esos inicios. “La agencia se pensó con el fotoperiodismo como una pata principal, por insistencia un poco del Área de Imágenes y Estudios sobre Fotografía. Teníamos que estar involucrados fotoperiodistas con vinculación a la carrera: yo soy egresada y Leandro Teysseire es docente del Seminario de Fotoperiodismo en la Carrera”, se presentó Leandro. “Nos pusimos a pensar una práctica de fotoperiodismo en una carrera que no forma fotógrafos pero sí comunicadores, con lo cual teníamos un interesante camino que habían transitado los estudiantes pero debíamos pensar cómo compensar el saber técnico. Los estudiantes tienen un pensamiento crítico y debíamos pasarlo a una mirada crítica. Todo eso se da en la práctica, en la calle, en el barro. Algunos agarraban la cámara por primera vez, tenían un interés pero aún no un saber. Tenían que resolver cómo realizar un retrato hasta contar lo que pasaba en algún conflicto social”, repasó Victoria.

Luego se le cedió la palabra a tres fotógrafas que participaron en la agencia, Noelia Pirsic, Camila Alonso Suárez y Daniela Morán que contaron anécdotas y experiencias en su recorrido por la agencia y lo que conlleva realizar el trabajo fotoperiodístico, mientras en la pantalla se observaban imágenes de trabajos realizados. “Empecé a sentir que tenía que estar ahí, en esos momentos históricos del país. Sentía que tenía que estar con la cámara, a sentir que era una responsabilidad”, contó Morán. Para Alonso la agencia es la pata que le hacía falta a la Carrera, el aprender saliendo a la calle, y resaltó el espacio que brinda ANCCOM para generar y producir proyectos que surgieron desde los mismos practicantes.

Mostrando en pantalla las fotos del antes y el después, Pirsic recordó en medio de risas: “Ingresé en el año 2015, todavía no teníamos ni sitio web, unos de mis primeros trabajos era un retrato a un director de cine, saqué dos fotos rápidamente y cuando Tesseyre las vio, eran realmente desastrosas, me dijo: “Rehacer”. Había que adquirir audacia y animarse, después mejorar la técnica, buscar la luz”.

A eso de las seis de la tarde fue el turno de la fotoreportera Emiliana Miguelez que reivindicó la generación de contenidos desde la universidad pública. “En el espacio público es donde se da la disputa del sentido, a nivel imagen se establecen las reglas comunicacionales. Cuando uno está en la calle, pone los pies ahí, está el registro del escenario de lo que pasa, y eso hay que saber leerlo. Qué es lo que se quiere comunicar de todo lo que pasa de ese escenario, qué se quiere visibilizar como sujeto político”. Recordó las fotografías sobre las marchas de Ni una menos, la trata y violencia de género, las historias clandestinas de abortos. “No me parece menor que el espacio público sea quien sostenga una agencia con este tipo de contenido, porque desde los medios comerciales muchas veces hay acuerdos con el poder hegemónico”.

Sebastián Miquel, fotoperiodista, fue el último orador del encuentro, quien en la misma línea recalcó la importancia de que la agencia sea de la universidad pública. Se preguntó, además, qué sentido le darían a estos temas (aborto, transexualidad, problemáticas sociales) las universidades privadas: “Que se sostenga algo como ANCCOM me parece fantástico. Escuchando los testimonios de las chicas pensaba la importancia que es aprender a comunicar responsablemente. Los grandes grupos de comunicación gozan de una irresponsabilidad atroz. Lo que se ve en los trabajos de la agencia es encarado con un grado de responsabilidad de sentido de periodismo y sentido de la política muy alto”. Luego resaltó: “Esto es valioso frente a la realidad que hoy vive el periodismo en Argentina. Los comunicadores emancipados, esos que rompen las cadenas y ven la realidad, nos pueden decir mucho más que un comunicador mal formado o mezquino, o que está solo al servicio del capital o especulación hegemónica”.

Por otro lado, reflexiona sobre la reconstrucción de la memoria que hace la muestra, y que le da sentido histórico: “Los trabajos que hicieron los chicos en esos años retrata, de alguna manera, qué es este momento político en el que estamos viviendo. Le da estética, contenido, sentido, estas fotos van a quedar en la historia de lo que fue el neoliberalismo en la Argentina. Una pugna por derechos, nuevos actores sociales disputando espacio, y la única manera de que quede en la historia es realizando este tipo de trabajos. La Universidad de Buenos Aires, la Carrera de Comunicación y ANCCOM están a la altura de las circunstancias”, afirmó Miquel. Para finalizar remarcó la importancia de la imagen: “La fotografía en sí misma tiene que ver con la percepción del otro. En tiempos en que el otro pasa a ser una especie de obstáculo, o una especie de enemigo. La fotografía tiene un rol importante de mirar al otro e interpelarlo e interpretarlo. Podemos ayudar al resto de la sociedad a que mire, que pueda sensibilizarse frente a realidades que son muy heterogéneas y poder construir un país más justo e igualitario”, concluyó.

La muestra permanecerá en  el Centro Cultural Caras y Caretas hasta el 10 de octubre, de 14 a 18 horas.


Los fotógrafos de ANCCOM realizaron la muestra fotográfica Muestra «I(nte)rrupciones de la política», donde expusieron las producciones de coberturas noticiosas para la agencia de noticias. En la muestra Emiliana Miguelez y Sebastián Miquel conversaron con el público en el centro cultural Caras y Caretas.

Retratar el conflicto

Retratar el conflicto

Daniel Vides, presidente de la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (ARGRA), toma la palabra.

El lunes por la tarde se llevó adelante el primer encuentro de “Fotoperiodismo y conflicto social”, organizado por el departamento de Comunicación del Centro Cultural de la Cooperación (CCC) y el Area de Estudios sobre Fotografía de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la/UBA. Contó, además, con la colaboración de ANCCOM y la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (ARGRA).

Más de cien personas llenaron la Sala Pugliese del CCC donde se realizó una charla con fotoperiodistas y otra con colectivos de fotógrafos.

Yamila Ocampo, investigadora del CCC, junto a Cora Garmanik, doctora en Ciencias Sociales, fueron las presentadoras y hablaron sobre la necesidad de analizar la relación entre el fotoperiodismo y los conflictos sociales tanto en la historia como en la actualidad. También remarcaron la importancia del intercambio de experiencias entre fotoperiodistas de agencias y medios y colectivos de fotógrafos y fotógrafas.

Cora Garmanik, doctora en Ciencias Sociales.

Paula Ribas fue la primera expositora en tomar la palabra. La fotógrafa despedida por el vaciamiento de Télam comenzó a hablar sobre su experiencia en agencias de noticias, definió al conflicto social como la “disputa de intereses de la sociedad y el Estado” y remarcó que “la fotografía es la búsqueda de una imagen democrática”.

Mientras en la pantalla se observaban imágenes de marchas como la que se realizó en contra de la Ley de Reforma Previsional en diciembre del año pasado, Ribas afirmó que “en la actualidad el conflicto social está agudizado y el periodismo ha pasado a ser el blanco de la violencia”. Acto seguido, sentenció: “Hay que tener una posición ética y moral frente a estos acontecimientos”.

El segundo en tomar el micrófono fue Pepe Mateos, el exfotoperiodista de Clarín que estuvo presente -entre otros conflictos sociales- en la masacre de Avellaneda, cuando la Policía Bonaerense asesinó a Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Durante su exposición proyectó obras fotográficas que le tocó hacer durante el alfonsinismo y el menemismo y, en ese sentido, afirmó que “los años interesantes son tremendos porque son años de cambios de paradigma y tienen un costo altísimo para la mayor parte de las personas”. Finalmente remarcó: “La fotografía tiene que comunicar algo”.

Pepe Mateos y Paula Ribas.

Pablo Piovano fue el tercero en tomar la palabra. El autor del libro “El costo humano de los agrotóxicos” y exreportero gráfico de Página/12 abrió un debate sobre el conflicto dentro de la fotografía en “este tiempo”. Afirmó que “están sucediendo cosas en el interior del país que no son narradas” y, como consecuencia, se preguntó: “¿Para qué fotografiamos?”. Piovano contó lo que significó llevar adelante la investigación sobre la problemática de los agrotóxicos y, en ese sentido, manifestó que “no hay forma de contar una historia que no sea con el tiempo”.

Pablo Piovano.

A continuación, el actual presidente de la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (ARGRA), Daniel Vides, habló acerca de la rama institucional del fotoperiodismo y señaló que “no se puede construir lo que no ocurrió, se puede tomar posición pero no se puede inventar una realidad”. Luego, aseguró que “estamos atravesando una crisis salvaje que el año pasado tomó una gran dimensión y durante diciembre fuimos, claramente, objeto de la represión”. Además reafirmó: “Estaba claro que había algo que no querían que mostráramos”. En ese sentido, Vides reconoció que ARGRA es una gran herramienta para poder enfrentar ese atropello.

 

Pasadas las 18:15 se abrió el debate y una de las concurrentes preguntó: “¿Cómo se pueden sacar los estereotipos y reflejar el origen del conflicto en las fotografías?”. Piovano insistió en la necesidad de “tomarnos el trabajo de investigar por qué pasa lo que pasa, de ir al interior del país, pero el problema es que no tenemos forma de que nos financien. Y así, ¿cómo hacemos para mostrar a aquellos que no tienen voz?”. En esa línea surgió el dilema entre registrar lo inmediato o lo profundo y fue Ribas quien remarcó que “la fotografía de la inmediatez también tiene una función social muy grande” Y afirmó: “Es tan importante lo profundo en el tiempo como la rapidez en lo inmediato”. Otra de las preguntas hizo referencia a “¿cómo seguir comunicando en un contexto donde no hay trabajo?” Mientras todos asentían cabizbajos, Piovano remarcó que “lamentablemente tenemos enfrente a los grandes medios concentrados que lo único que hacen es engañarnos. Por eso ser fotógrafo en este momento es un gesto romántico”.

Antes de iniciar la segunda parte del encuentro, la pared del escenario desplegó un cartel con la consigna “Todos somos Télam” y, en apoyo a los 357 trabajadores y trabajadoras despedidas, el panel y el público se acercaron al escenario para tomar una foto en apoyo a la lucha y en defensa de los medios públicos y estatales.

La segunda mesa inició pasadas las 19:00 y por el panel fueron desfilando, en palabras de Yamila Ocampo, “distintos colectivos de fotógrafos y fotógrafas con experiencias muy diversas”. Posteo, medio de origen rosarino, fue quien abrió la charla. El expositor agradeció la invitación y explicó que pertenece a un espacio de práctica de la fotografía que realiza trabajos desde la ciudad de Rosario de corte documental. Además remarcó que trabajan con material analógico y que son irregulares, ya que no tienen una agenda determinada ni un cierre de edición porque “publicamos cuando sentimos que conseguimos abordar una problemática de manera seria, profunda, con paciencia y con empatía. Apurar una publicación para responder a una fecha estipulada de antemano es atentar contra la calidad de los trabajos que estamos haciendo y, eventualmente, faltarle el respeto a nuestros posibles lectores”. Desde Posteo definieron a la fotografía como un hecho colectivo- “No tenemos tanta presencia en la web sino más bien en ferias, en presentaciones como estas -expresaron-. El colectivo debe entenderse como puente hacia otros colectivos”.

Colectivo POSTEO de Rosario.

El colectivo Sado, el segundo en presentarse, se formó hace cinco años en la Ciudad de La Plata y, según una de sus expositoras, lo que tratan de hacer es “construir nuevas formas de vida cotidiana”. Aseguraron que el medio surgió con la necesidad de contar los conflictos sociales de la ciudad y “mostrar lo que está sucediendo que los medios hegemónicos no están contando”. Mientras la pantalla mostraba imágenes de conflictos laborales en una línea de colectivos platenses, otro de los expositores señaló: “La horizontalidad es el valor que intentamos construir todo el tiempo”.

Colectivo SADO de La Plata.

A continuación, tres integrantes de La Garganta Poderosa se sentaron en el panel. Daniela fue quien contó cómo surgió el medio y, en ese sentido, enfatizó que “La Garganta nace con la necesidad de terminar con la estigmatización”. Luego Rodrigo, otro de los integrantes, aseguró que “ser fotógrafo es un privilegio de clase”. De manera simultánea, en la pantalla, no dejaron de circular fotos de actividades en distintas villas, coberturas de movilizaciones, imágenes del Pu Lof de Cushamen. Roque continuó con la exposición y contó la experiencia que le tocó vivir junto a sus vecinos en la Villa 21-24 donde el 24 de mayo “me encontré con 200 policías reprimiendo a los alrededores de mi casa y como no hice a tiempo de buscar mi cámara para registrar lo que estaba pasando, usé mi celular. Entonces la fotografía es importante pero todos los recursos son válidos”. En ese sentido, Daniela aseguró que trabajan para que “dejen de hablar de nosotros y seamos nosotros los que hablemos de nosotros”, y afirmó: “Hay algo que no se muestra porque no quieren que se muestre y es ahí cuando tomamos nuestras propias armas: la cámara es una de ellas”.

Fotógrafos de La Garganta Poderosa.

Enfoque Rojo fue el último colectivo fotográfico en exponer. El equipo forma parte de La Izquierda Diario. Mariana, una de sus integrantes, manifestó que “la fotografía es como un arma para la crítica”. Aseguraron que lo que intentan es hacer periodismo pero de forma militante y estar en los conflictos “que atraviesa la clase trabajadora como el de Pepsico o Lear”. Desde Enfoque Rojo aseguraron que “la fotografía, como todo proceso identitario, es colectivo”.

Luego de una gran ola de aplausos y antes de finalizar la jornada, las presentadoras recordaron que el próximo encuentro tendrá lugar el 10 de septiembre. Ese día, los fotoperiodistas podrán exponer sus obras. Para ello, se abrió una convocatoria hasta el 27 de agosto para que los reporteros o colectivos envíen sus trabajos. Un comité editor seleccionará los trabajos a proyectar en una jornada en la que también habrá espacio para conversar con los autores.

Fotógrafos de Enfoque Rojo.

La luz del pasado encapsulada

La luz del pasado encapsulada

Harry Grant Olds (1869 – 1943) fue un fotógrafo estadounidense que a mediados de 1899 emigró a Sudamérica por sentirse menospreciado en su país de origen. En Argentina encontró su lugar y comenzó a desarrollar su ‘colección general’, un archivo de negativos en placas de vidrio de 20x25cm, con tomas de vistas, tipos y costumbres locales. Al mismo tiempo, entre 1901 y 1916 ejerció el cargo de ‘fotógrafo oficial’ de la Sociedad Rural Argentina. Más de un siglo después, Alfredo Srur, fotógrafo contemporáneo argentino, descubrió el trabajo de Olds y comenzó su restauración. Producto de esa investigación y acercamiento se montó la exhibición “Espejos de Plata – Olds/Srur”, un diálogo entre ambos fotógrafos, que se podrá ver hasta el 4 de marzo en la Fototeca Latinoamericana (FoLa).

Dos manos sosteniendo una placa de vidrio del negativo de una fotografía tomada por Harry Grant Olds

Negativo original de una placa de vidrio que forma parte de la producción de Harry Grant Olds.

Para Ariel Authier, curador de la exposición, la obra de Olds consiste de “viajes visuales que incluían desde lo más rico y acomodado de la época hasta lo más pobre y precario”. Fueron Authier y Olds quienes pusieron en marcha este proyecto, que resultó de una alianza entre el Centro de Investigación Fotográfico Histórico Argentino (CIFHA) y FoLa. Authier considera que Espejos de Plata es la puesta en escena de un diálogo entre dos fotógrafos, dos épocas y dos miradas que juntan y mezclan más de 140 años de historia fotográfica.

ANCCOM se sentó a charlar con Alfredo Srur, quien es definido por Authier (además de colegas, amigos) como un “un fotógrafo que no puede tener distancia, por lo menos al principio, de las cosas con las que está trabajando. Para Srur la fotografía es una forma de relacionarse con el mundo y eso es fundamental en su obra”.

¿Cuál fue tu recorrido con el archivo de Olds?

Lo primero que había que hacer con el archivo era evitar que se siga deteriorando, porque había llegado en muy malas condiciones de conservación. Para ello hubo que hacer todo un trabajo de recuperación que llevó un año aproximadamente, sin pensar nada más que en eso. En segundo lugar, había que ver el estado real una vez que se limpiaba y preservaba. Por último vino todo un proceso artístico paralelo, en donde yo venía con una crisis personal en la fotografía que venía haciendo y con la fotografía contemporánea.

El fotógrafo Alejandro Srur en primer plano

El fotógrafo Alejandro Srur se encargó de restaurar el trabajo realizado un siglo atrás de Harry Grant Olds

¿A qué te referís?

A mí me interesaban mucho los avances tecnológicos que ocurrieron a partir de que se inventa la fotografía y que hacen que se modifique la manera de fotografiar. Particularmente, las imágenes del archivo de Olds nunca habían sido ampliadas de modo analógico, sino que siempre habían sido copiadas por contacto. Me parecía interesante comenzar a experimentar con esos negativos y ver qué sucedía con esas copias.

Una vez terminado el proceso de restauración, ¿cómo llegaste a la exposición en FoLa?

Trabajé con Ariel Authier en todo el proceso. La verdad que fue con el trabajo y a través de lo que le iba contando acerca de la crisis que tenía. Fue en un taller que él dictaba sobre fotografía de la década de 1960 y 1970 donde me surgió el interés en recuperar y coleccionar negativos fotográficos. Como fotógrafo considero que el negativo fotográfico es quizás la obra más importante del fotógrafo; el negativo es el original único, siendo que la copia fotográfica es algo reproducible. Y es lo más despreciado por el coleccionismo, porque no se puede exhibir, además de que para trabajarlo hace falta un conocimiento técnico y un plan. Ser el custodio del archivo de Olds fue una responsabilidad enorme. Finalmente el proyecto surge cuando Authier me invita a una muestra colectiva donde expuse lo que sería la obra fundacional de la muestra de hoy en día, que consistía en dos fotografías que conforman una sola obra que es la foto vintage hecha por Olds de la quema de basura y la ampliación hecha por mí de la quema de basura reencuadrada. Esa era la propuesta inicial de lo que fue después toda la muestra.

Una cámara fotográfica antigua que tiene un cartel pegado que dice "primera cámara fotográfica de FOTO SEGAL"

La exhibición «Espejos de Plata» propone un diálogo entre los dos fotógrafos.

¿Qué es lo que se recupera del pasado en una exposición como esta?

La emulsión del negativo contiene la luz del pasado encapsulada en haluros de plata. Entonces es como trabajar con la luz que reflejaron las personas reales, la arquitectura y los objetos; es trabajar directamente con esa luz de un siglo atrás. Ese es el hecho, más allá de la imagen. La imagen, además, es la obra de un gran maestro de la historia de la fotografía argentina.

Uno de los focos de Olds fueron los retratos de personas de sectores populares. ¿Cuáles son las relaciones de poder o privilegio que podría haber tenido Olds en este contexto?

Digamos que todo fotógrafo tiene una situación de privilegio frente al retratado, sea de la clase que sea. El poder de fuerza lo tiene el que posee la cámara. Obviamente vos tenés un aparato fotográfico y estás haciendo una fotografía y después la utilizas como consideres necesario o como puedas. Es siempre una situación de poder tener una cámara de fotos, pero eso no implica que el fotógrafo no tenga una habilidad y conexión con las personas que pueda lograr que el retrato sea algo extraordinario, pero siempre desde una situación de poder. La propuesta que hicimos fue que lo que Olds realmente sentía por la persona que retrataba, es algo que nunca vamos a saber. Yo por lo menos trabajo desde ese lugar, imaginándome qué sentía él frente a esas personas, si se sentía identificado o no, o si era simplemente una foto comercial. Parto de la premisa de que él sentía algo por esas personas, pero es algo que yo quiero creer. Es como una ecuación para seguir creando, pero es algo que nunca vamos a saber. Lo interesante es trabajar con la duda, con cómo habrá sido.

 

Actualizado 07/02/2018

Fotografiar el silencio

Fotografiar el silencio

Cristina Fraire nació en los suburbios de Buenos Aires en 1949. A lo largo de su vida fue reconvirtiéndose profesional y personalmente en una búsqueda constante por encontrar una identidad propia. Inquieta, rigurosa, sensible y solidaria son solo algunas de las características que la definen. “He andado por la vida como en un río arremolinado, fluyendo sin un destino prefijado, atormentada las más de las veces por el sentimiento de ser sin casa, de ser sin moldes, de ser un ser transitando la marginalidad del margen, ese extraño filo de las no certezas”, escribe en su libro La vida austera.

A principios de los 80, luego de avanzar en sus estudios de Psicología, comenzó a trabajar como foto-periodista en distintas publicaciones. Su preocupación por los prejuicios y la exclusión social, que experimentó en primera persona por su condición de mujer, la llevó a enfocarse en los desfavorecidos. Sus  obras reflejan el interés que tiene por las personas y sus formas de habitar los espacios. Ejemplos de ello son la serie fotográfica Donde la ciudad se interrumpe que realizó en 2001 sobre la vida en las villas; o la serie titulada Pequeños equilibrios que creó en 2002 sobre los habitantes de La Boca. Sus obras recibieron la distinción de las becas John Simon Guggenheim (1997) y del Fondo Nacional de las Artes (1993 y 1997). Trabajó en la Biblioteca Nacional y coordinó el área de fotografía del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti. Su último proyecto fue La vida austera que se centró en las comunidades criollas de las laderas de Córdoba. El trabajo en el que convergen ensayo y fotografía se desarrolló durante la década de 1990 y recientemente se terminó de editar. Lugo de su presentación el sábado último, en la Casa por la Identidad de Abuelas de Plaza de Mayo, en el Espacio Memoria y Derechos Humanos, la fotógrafa dialogó con ANCCOM.  

¿Cómo fueron tus inicios en la fotografía?

En mis comienzos trabajé en fotoperiodismo, pero como mujer fue muy difícil. Cuando salía a buscar trabajo no te contrataban y se justificaban diciendo sos mujer y las mujeres se embarazan, traen problemas. Las veces que trabajé en periodismo fue en negro y me pagaban cuatro australes con cincuenta. Se podría decir que la mujer es como el negro del mundo, nunca te tomaban efectiva. Sé que tengo algunas buenas fotos  periodísticas, pero las considero un registro. No me están expresando a mí misma ni lo que yo quiero decir. Di un montón de vueltas, al principio pensé que quería ser periodista hasta que me di cuenta que no, uno no hace periodismo, sino que trabaja para una empresa. Yo tuve que hacer un esfuerzo para encontrarme a mí misma. Llego a la fotografía un poco tarde, a los treinta años. Antes intentaba inútilmente un título universitario, recorrí varias facultades, buscando ser la hija doctora. Cuando hallé la fotografía fue algo muy importante para mí y muy raro. Siempre hubo en casa alguna maquinita fotográfica, pero realmente me encontré con la fotografía cuando viajé a Bolivia y a Perú. Me compré una cámara, leí el manual y saqué fotos durante el viaje. Cuando volví murió mi papá y ahí dije basta de universidades, se terminó. Cuando me preguntaban qué iba hacer cuando me recibiera, yo respondía que iba a regalar el título a mi papá para que lo pusiera en un cuadrito. Yo iba a terminar la facultad ese año o a mitad del año siguiente y dije basta, ya estuve loca diecinueve años tratando de sacar un título.

¿Cómo nació el libro La vida austera?

Había hecho un viaje a las Altas Cumbre en Córdoba, con mi sobrino Javier, mi sobrina Noelia y mi cuñado. Pero cuando fui con ellos no me pasó nada en ese lugar. Después decidí volver sola, porque había una escuela en donde los chicos estudiaban y dormían. Quise volver para hacerle un reportaje a su maestra, lo hice como reportera gráfica. En ese entonces estaba muy encuadrada como fotoperiodista y con la idea del registro de la realidad. Cuando bajé de la montaña y volví a Buenos Aires empecé a editar el trabajo y sentí que no me gustaba nada de lo que había hecho, solo una o dos fotos. Entonces le pedí a un amigo reportero gráfico que me ayudara a editar, pero tampoco me gustó lo que editó. Hasta que me di cuenta qué era lo que quería hacer, por qué me gustaban ciertas fotos y  no otras, y entendí que en realidad debía seguir por ahí y elegir el camino de las fotos que me estaban hablando. Entonces volví. En la montaña tuve que ir con un señor que no conocía y hacía de guía. Se llamaba “Ñato” López, era como un baquiano. Yo iba detrás con un caballo y ahí empecé a sentir un montón de cosas con el paisaje y de golpe bajaron las nubes y lo único que dijo en todo el viaje este señor fue: «se aneblinó». Entonces pensé que eso era serio, porque si en el tiempo que llevábamos de viaje lo único que había dicho era eso, debía ser porque había que tener cuidado. En ese momento empecé a sentir que mi vida dependía de ese señor. El lugar es un desierto de tierra y paja. No hay caminos, no hay nadie.  Pensé que si le pasaba algo a ese hombre yo estaba perdida, no tenía cómo sobrevivir, no conocía nada. Eso fue una cosa muy rara, entender que tu vida depende de otro a ese extremo de que si le pasa algo a ese otro a uno también le pasará lo mismo.

Una mujer sentada en una butaca dentro de un teatro mirando a cámara y sosteniendo un libro que en su título dice: "La vida austera".

Su preocupación por los prejuicios y la exclusión social, que experimentó en primera persona por su condición de mujer, la llevó a enfocarse en los desfavorecidos.

¿Por qué lo titulaste así?

Siempre sentí que se llamaba La Vida austera. Yo empecé el trabajo en la época del menemismo, en los años 90. Al mismo tiempo que trabajaba como fotoperiodista quería hacer este proyecto y necesitaba encontrar a alguien que me ayudara con la financiación. Me presenté a una beca y pensé que si le ponía ese título iba a ser más complicada la financiación. Entonces le pedí ayuda a un amigo semiólogo y el resultado fue Pastores en el fin del milenio. Este trabajo empieza con ese nombre, pero a medida que fui haciéndolo sentí que se acercaba más a La vida austera y decidí titular el trabajo con su verdadero nombre. Sentía que Pastores en el fin del milenio no me representaba, un nombre muy periodístico, como que lo aleja totalmente. El título que me recomendó el semiólogo tenía un anclaje en mi asombro ante el hecho de que hubiese gente que fuera pastora. Ser pastor, por un lado, es algo raro y aburrido, el estar ahí todo el tiempo. Y por otro, sentía que con ese gobierno y esa política íbamos a terminar todos así. Esta situación parece de muchos años atrás, pero la era actual es falsamente global. Este verso que nos vendieron que vamos a repartir entre todos las riquezas, es todo mentira. En ese sentido es que se construye aquel título de Pastores en el fin del milenio. Sin embargo, cada vez que miraba las fotos yo pensaba en La vida austera. Realicé otros trabajos, como uno en una villa que nombré Donde la ciudad se interrumpe, porque estando ahí sentí que la ciudad quedó afuera: el colectivo da la vuelta y no entra, es un agujero dentro de la ciudad. Ese título se me ocurrió porque lo sentía. Y esto de La vida austera sentía que era una vida pegada a la naturaleza. Nosotros vivimos completamente tamizados por la cultura y allí es una vida económica, con una presencia muy fuerte de las personas y los animales.

¿Algo que te haya llamado la atención de ese modo de vida?

Algo que me sorprendió fue que los animales no tienen nombre, así sea su caballo, lo máximo en la vida, su amor, porque les permite entrar, salir, moverse. Si un perro, un gato o una oveja  entran y te muerden la matan, o si se roban algo también. Otra cosa que me llamó la atención fue ver a los hombres con sus hijos en brazos mientras son  bebés, porque cuando están en edad de empezar a producir, les regalan animales, van juntando su dote con lo que se irán cuando dejen la casa paterna, como una donación de los padres a los hijos: vacas, ovejas y cabritas. También hembras que dan crías, porque significan más animales. Algo absolutamente ligado a la naturaleza, y una vida muy económica. En ese sentido es austera, no hay cosas superfluas, que sobran. Las casas, por lo general, son chiquitas. Esta comunidad vive a 2.500 metros de altura, en aislamiento. Ellos dicen mi vecino, y está a dos horas a caballo. Es un vecino porque tienen vínculos solidarios y si pasa algo acuden a él. El vecino pasa cada tanto, si se le escapa un animal, ayuda a buscarlo. Pero no es de hablar mucho. Los viajes allá eran largos así que te hacían bajar,  Vos llegabas a caballo, esperabas a fuera del campo, los dueños venían al alambre y te decían apéense. Cuando entrabas a una piecita estaban todos sentados pasándose un mate en silencio, cada uno estaba en lo suyo, y cada tanto una palabra, alguien preguntaba por fulanito, otro le respondía y nuevamente el silencio. Yo veía que a los chicos en la escuela hacía falta que los hicieran hablar, porque eran muy mudos, eran más del juego físico. A veces hacía de maestra y les hacía hablar, pedía que me contaran cosas. Eran austeros también en el lenguaje. La memoria de los adultos llegaba hasta la casa paterna, nunca llegué a los abuelos, no tenían mucha historia familiar. No sabían cómo habían llegado ahí.

¿Qué cambios hubo en la comunidad a partir de tu llegada y el contacto con la fotografía?

La fotografía se volvió protagonista, eso fue muy fuerte. Al principio no querían que les tomaran fotos y después pasó a ser algo muy importante en sus vidas. Me llamaban para decirme que se casaba alguien, si podía ir. Ahora todos tienen celulares, sacan fotos. De esa primera etapa en la que me vuelvo, porque no soporto el aislamiento, a que ellos me llamen para ir hacer fotos, hubo una gran transformación. Hay una foto en el libro de una chica sentada entre flores que parecen margaritas -son cosmos- con un vestido blanco. La chica se llama Margarita, había cumplido quince años y no le hicieron la fiesta porque ese año murió su abuelo, la hicieron cuando cumplió dieciséis y yo no pude ir. Para sus diecisiete yo volví y fui a visitar su casa. Al llegar me pidieron que le sacara la foto de los quince. Van al baúl y agarran todo el ajuar hasta los aritos y la visten. Ahí te das cuenta que la fotografía se convirtió en algo importante. Antes no tenían experiencia fotográfica. Vi los álbumes familiares y tenían muy poquitas fotos. Les hice reproducciones de las fotos porque se ve que eran fotos que algún turista les había tomado y enviado, estaban perdiendo el color, se estaban deteriorando. También fotografié a una señora  y cuando volví a las montañas y le llevé las fotos a su casa ella las miró y me dijo soy como era mi mamá. Se me puso toda la piel de gallina, porque a través de esa foto le estaba devolviendo la imagen de su mamá. Ella me dijo que su mamá también ponía las manos de la misma forma que ella en la foto. Esto es la fotografía, acá no hay espejos grandes,  pero nadie posa frente a los espejos. Frente al fotógrafo ella posó como su mamá. En otro viaje que hice para llevarle otra foto que le tomé cuando ella regresaba de recolectar leña me dijo esperame un segundo y me trajo una foto chiquitita en colores sepia de su mamá. Eso fue impresionante porque ella esperó a que volviera para mostrarme la foto de su mamá.     
         
¿Qué vínculo formaste con la comunidad que fotografiaste?

El vínculo con la comunidad llegó a ser muy fuerte, en el sentido de que me incorporaron, pero tuve que trabajarlo. Cuando les planteé por primera vez que quería hacer las fotos se retrajeron un montón. Porque ellos no tenían una cultura fotográfica. Al principio cuando les dije que quería hacer un trabajo sobre la vida de ellos y empecé a querer sacarles fotos huían despavoridos, no quedaba nadie, o me ponían caras y posaban y ninguna de esas fotos me servían. Pero después la fotografía se transformó en algo muy importante en esa comunidad.  El vínculo se fue dando porque siempre volví. Eso fue muy importante, creo que si hubiera ganado las becas que después gané y me hubiese podido quedar en Córdoba para hacer el trabajo, no hubiese logrado el lazo que construí con la comunidad. Fue muy importante para el proyecto que yo no tuviera la plata para hacerlo, porque por ese motivo tuve que ir y venir muchas veces. Así me convertí en la que siempre vuelve. Cada vez que iba les llevaba las fotos del viaje anterior. A veces sacaba con dos cámaras porque a ellos el blanco y negro mucho no les gustaba. Cuando volví la primera vez y le llevé las fotografías era muy interesante ver cómo las miraban, porque lo hacían de forma diferente a como uno está acostumbrado a hacerlo. En las fotos en que uno aparece tendemos a mirarnos a nosotros mismos, mientras que ellos miraban lo que tenían en ese momento como las ovejas o la cocina. Otro factor para la construcción de ese vínculo fue que me puse a trabajar, dejé las fotos para los momentos que tuve libre. Me puse ayudar en la casa, y decir bueno yo puedo ofrecerles tal cosa. Les gustaba que les cocinara porque hacía cosas diferentes como tartas. También lavaba los platos, ponía la mesa, en algunos lugares recibía a los turistas. Tampoco puse distancia corporal, con ellos. Ellos decían están los turistas, y usted que es como de la familia. Yo disfrute mucho de esta experiencia y también sufrí. Pasé las angustias de hacer el trabajo, de que a veces te guste y otras no, de no saber si va a salir bien o no. 

Un grupo de personas sentados al rededor de una mesa en un escenario, detrás de ellos en una pantalla grande se ve proyectada una imágen en blanco y negro con personas.

El libro se presentó el pasado 28 de julio junto a Horacio González y Eduardo Jozami.

En tu libro haces una distinción entre el acá y el allá. ¿Qué significado tiene?


Con el acá y el allá me refiero a nosotros y los animales. El lado de acá son los humanos, mientras el lado de allá son los animales, el lado de acá es el paraíso perdido y del lado de allá la inocencia. Al poder hablar los humanos perdimos la inocencia, porque al hablar podemos mentir. La inocencia no nos pertenece, a los animales sí porque son inocentes de toda inocencia. La armonía la hemos perdido también. Cuando rebelé la foto de la llama que está comiendo del árbol sentí una emoción enorme, tenía ganas de hablarle al dueño y agradecerle por haberme dejado sacarle la foto a su llama y visitar sus campos. Esa foto la sentía como la armonía, lo que hemos perdido los humanos. Allá en la montaña es como que todavía tienen esta vinculación con la naturaleza. Hoy me pregunto qué va a ser de mis sobrinos nietos -porque no tuve hijos-, cuál es el mundo que van a recibir, qué mundo les dejamos. Yo no estoy con este gobierno, y creo que no va ser sencillo cambiar este pensamiento tan mercantil y empresarial,  para el cual la gente no vale nada. Porque esto no pasa solamente acá sino que es global. No sé cómo se va a salir. Va a haber mucha muerte, me parece. Es como si hubiese una fractura muy grande en el mundo. El hoy no tiene nada que ver con las expectativas que uno podía tener de la vida y el mundo cuando yo era chica. Pienso, por favor, te van a matar por un vaso de agua. El mundo cambió mal, es muy feo.

¿Cómo te diste cuenta de que estabas haciendo el trabajo de tu vida?

Vuelvo a la historia de la niebla, me pasó que con la niebla no podía ver ni anticiparme al camino y de pronto se nos apareció una persona caminando en medio de la nada. Lo vi con un sobretodo y zapatos abotinados, después vi una foto y me di cuenta que eran botas. Esa imagen fue muy fuerte y sentí que iba a volver e iba hacer las fotos de mi vida, porque aquello que veía era una imagen increíble. Después me di cuenta realmente que iba a hacer las fotos de mi vida a medida que fui trabajando allí, viendo a este gente que vive ahí, muy rústica, pero al mismo tiempo muy sabia, en otro sentido. Y la vinculación que tienen con la naturaleza, me hacía acordar a mi padre, él era una persona de la tierra, me enseñó mucho acerca de la naturaleza, los animales y las plantas. Había otras cosas que me remitían a mi historia personal, esa cosa que tengo yo medio de sacrificada en el sentido de que si algo hay que hacerlo entonces lo hago. También esto de la belleza y el rigor que siento en la vida, como así también por los animales, que considero seres especiales. En la ciudad de Buenos Aires, me la pasaba encerrada en el laboratorio, revelaba rollos y copiaba. Mi vida pasó por este trabajo y este lugar, venía a Capital Federal, trabajaba para juntar un poco de plata y me volvía. No es que yo disfruté y usé ésta ciudad. No extrañaba Buenos Aires cuando estaba en la montaña. Donde yo estaba no había luz eléctrica, ni pantalla solar ni motor, las noches eran con vela o con un sol de noche. En un momento dado me sorprendí de mi misma cuando viajábamos de la parte sur a la parte norte. Se había  hecho de noche y estábamos cruzando a caballo, al filo de la montaña, y vi todo Mina Clavero, un mar de luces abajo y yo le pregunté al baquiano qué era lo que estábamos viendo, porque ya me había olvidado lo que era la electricidad. El lugar me atrapó, aprendí un montón de cosas sobre cómo relacionarme. En parte era volver a ciertas cosas de la infancia suburbana cuando vivía en Polvorines y se cortaba la luz, o nos quedábamos sin agua y había que bombear para sacarla, o no teníamos gas y nos bañábamos con agua calentada en tachitos. Había cosas ahí  que eran parecidas a las que había vivido pero de otra manera menos rigurosa.

¿Después de hacer las fotos de tu vida qué sigue ahora?
No lo sé. No estoy haciendo fotos en este momento. Ahora soy jubilada, Ésta será mi próxima etapa de trabajo personal, saber cómo se sale. Me tocó el amor y ya no está más. Ahora me toca ver en qué me reconvierto porque yo me he dado cuenta de que en la vida me fui reconvirtiendo. Primero era la que intentaba estudiar Psicología, Medicina, Bioquímica o Biología. Después pasé a ser la fotógrafa, traté de hacer periodismo y luego descubrí los ensayos. Más tarde hice mi trabajo de fotografía y empecé a caer en la nada hasta que entré en la Biblioteca Nacional a trabajar con fotos de otros, lo cual me trajo mucho placer, armé la galería y el área en el (Centro Cultural de la Memoria Haroldo) Conti. Me jubilé. Ahora no sé qué voy hacer. Espero reconvertirme en alguna otra cosa.   

Una mujer sentada en una mesa, ríendo, un hombre sentado al lado de ella la mira atentamente. En la mesa se ven libros, uno de ellos se muestra parado de frente y en su título dice: "La vida austera".

«Esto de La vida austera sentía que era una vida pegada a la naturaleza. Nosotros vivimos completamente tamizados por la cultura y allí es una vida económica, con una presencia muy fuerte de las personas y los animales», dijo la autora.


Actualizada 02/08/2017


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Revelar Ciudad Oculta

Revelar Ciudad Oculta

Un hombre frente a una cámara, como si ésta no estuviera. Él y su familia en el festejo del cumpleaños número cuarenta, cuarenta y cinco, cincuenta… Ya no importa. Ya no importa porque no hay números sobre la torta de cumpleaños. Ya no importa porque hay una sola vela y una bengala, en símbolo de celebración. El hombre toma la bengala y la agita en el aire mientras sonríe hacia arriba, mirando al cielo y pidiendo un deseo.

“Esa foto fue en el último cumpleaños de mi viejo. Agarró la bengala y la empezó a agitar mientras miraba para arriba. Sentí que estaba pidiendo todos los deseos ahí, mirando la luz, como si mirara a mi abuela diciéndole: “Quiero ir con vos”, cuenta Nahuel Alfonso, explicando la secuencia de fotos más personales de su muestra. “Era muy importante su madre para él y en ese momento me dio la impresión de que él también se quería morir. Cuando llegué a casa, bajé las fotos y las empecé a mirar. Cuando me di cuenta que había doce personas alrededor de él, como en la Última Cena, pensé: El último cumpleaños. Pasó un mes y medio y falleció. Nos tomó por sorpresa. El 2014, fue un año durísimo: mi abuelo murió en enero, mi abuela en marzo, él en mayo y mi mamá en junio. Y eso muestra esa serie de tres fotos. El espacio que dejé entre la foto del cumpleaños y la que sigue, la del pasillo de la villa que da a la puertita de mi casa, es para mostrar justamente ese vacío, lo que pasó cuando él se fue. Y la tercera foto si la armé. Le pedí a todos que sacaran el poster de Jesús y que movieran las coronas de flores para que quedara solo el cajón con mi viejo. Les dije: “Quiero hacer una foto de mi papá, así que váyanse todos para atrás”, termina Nahuel, señalando la foto del velorio de su padre.

es una muestra compuesta, casi por completo, por retratos.

La muestra está compuesta, en su mayoría, por retratos.

Nahuel Alfonso, autor de la muestra de fotografía “Ciudad Oculta”, inaugurada el sábado 22 de abril en el centro cultural Haroldo Conti (ex ESMA), muestra la profundidad de la vida real en las villas, no desde la mirada externa, sino, desde “un pibe que vive en su barrio. La muestra transmite cercanía con las personas, que es una de los grandes motivos por los que hago fotografía. Si se fijan bien, es una muestra compuesta, casi por completo, por retratos. Empatía, ponerse en los zapatos del otro, acercarse con la gente, relacionarse. Creo que transmite eso: el valor de las relaciones humanas”. Los pasillos de la villa que no ocultan nada, muestran a sus integrantes, invisibles, auténticos, entre esos pasillos.

Nahuel arrancó con la fotografía al ingresar en los talleres de PH15, organización encargada de llevar talleres de fotografía a los chicos de Ciudad Oculta, villa 15, a partir de darle una cámara a cada uno y guiarlos en el camino del juego con las imágenes: “PH15 les brinda herramientas para su futuro: poder pensar el trabajo en equipo, crear y recibir una crítica constructiva y poder hacer valer sus opiniones. Estas, son todas herramientas que les faltan en otros ámbitos de su vida, y que el taller les deja, luego de su paso por las clases”, cuenta Miriam Priotti, una de las directoras, que junto con Moira Rubio Brennan, crearon la organización hace ya más de 15 años. “Difundimos la organización, cada vez con mayor esfuerzo. Las únicas formas de financiación son la venta del libro de los 15 años de la ONG, donaciones, venta de obra y donaciones de cámaras fotográficas que componen la totalidad del equipamiento de trabajo que se les da a los chicos”, cuenta Miriam para comprender la dinámica de la fundación.

Nahuel Alfonso, autor de la muestra de fotografía “Ciudad Oculta”, muestra la profundidad de la vida real en las villas, no desde la mirada externa, sino, desde “un pibe que vive en su barrio

Nahuel Alfonso, autor de la muestra de fotografía “Ciudad Oculta”, muestra la profundidad de la vida real en las villas, no desde la mirada externa, sino, desde “un pibe que vive en su barrio».

“Es Ciudad Oculta, pero al mismo tiempo no lo es. La muestra se podría llamar Familia o El barrio, pero es Ciudad Oculta, aunque no está mostrada como oculta, sino que retrata lo que ve un tipo común en su barrio. Y las fotos son eso: imágenes que retratan a las personas que viven en ese barrio”, explica Nahuel mientras detalla cómo llegó a la realización de la muestra, luego de que le robaran la computadora con sus trabajos hace algunos años. Gracias a la ayuda de algunos colegas y de la fundación, consiguieron rápidamente el material de trabajo para que pudiera seguir produciendo y lograron que tuviera todo lo necesario para, finalmente, presentar Ciudad Oculta, que se podrá visitar hasta el 30 de julio, con entrada gratuita.

“A los doce años fue la primera vez que tuve una cámara en mis manos. Se la había robado a mi mamá y la llevé con los chicos. Mientras ellos les bajaban los pantalones a otros, yo sacaba fotos. Era todo un juego”, recuerda Nahuel viejos tiempos. Las fundadoras de PH15 cuentan que ha cambiado mucho el lugar desde donde los chicos se acercan a los talleres. En los comienzos, no tenían ningún contacto previo con una cámara, mientras hoy no solo conocen su funcionamiento, sino que ingresan con muchos prejuicios: “Ahora quieren acceder a una nueva forma de contar y de relacionarse con la herramienta, teniendo que derribar muchos prejuicios sobre qué mostrar y cómo mostrarse en una fotografía. Hoy, hay mucho prejuicio por deconstruir para que puedan tener un lenguaje más propio”, explica Moira.

«Los pasillos de la villa que no ocultan nada, muestran a sus integrantes, invisibles, auténticos, entre esos pasillos».

Ninguna de las fotografías de la muestra fue realizada para la exposición, sino que todas fueron tomadas en momentos espontáneos o específicos que retrataron una cualidad particular de la villa. “Cuando retomé la fotografía, ya venía buscando una herramienta artística de expresión. Había pasado por la literatura, la música, la pintura, y lo que me pasó es que quise probar de vuelta y volví al barrio. Ahí saqué la foto del paraguas. Tendría 20 años más o menos, y en ese momento me di cuenta que quería dedicarme a la fotografía realmente. Fue la foto que me ancló en una realidad y me hizo entender quién soy y qué es lo que quiero ser, revela Alfonso al mostrar la foto principal de su muestra.

PH15 sostiene que el arte funciona como una herramienta que genera cambios en la vida de las personas, más allá de la inclusión dentro de un lenguaje artístico. Y Nahuel resume que él hace fotos como quien escribe poesía: “Estás ahí y empezás a narrar lo que ves, contándolo desde las emociones. Las fotos por sí mismas, muestran lo que uno quiere expresar. Por ejemplo en esta foto, mi abuela a oscuras mirando la tele, no es solo eso, sino que es el símbolo de mi abuela, que se sienta todos los días a la misma hora en frente de la tele, pareciendo ser la única compañía que tiene: Tac. Esa es la foto”.

Ciudad Oculta se podrá visitar hasta el 30 de julio, con entrada gratuita.

Actualizado 16/05/2017