“Un espejo siniestro de aquella época que se refleja en la actual”

“Un espejo siniestro de aquella época que se refleja en la actual”

Una textil recuperada, Overlock, que recrea el clima e historia de otra, Brukman, manejada por sus trabajadores desde la debacle de 2001: de eso trata esta obra de teatro independiente dirigida por Verónica Schneck, una pieza conmovedora, entretenida y altamente política.

La obra Overlock, escrita y dirigida por Verónica Schneck, cuenta la historia de la fábrica de textiles Brukman, una empresa abandonada por sus dueños y recuperada por sus trabajadores en plena crisis del 2001, en el barrio porteño de Balvanera. Al caer la noche, siete actrices y dos actores interpretan al plantel que decidió quedarse en la fábrica; nueve voces que intentarán mantener funcionando las máquinas bajo la inminente amenaza de desalojo, siempre con el retumbar de la ausencia del patrón.

“Me parecía muy interesante la situación de que el dueño se haya ido —dice la directora en diálogo con ANCCOM—. El lugar del poder quedaba como un espacio vacío, y seguía repercutiendo. Entonces se me apareció la idea de un fantasma, y a eso lo asociaba al capitalismo: al fantasma del capitalismo”.

Ese fantasma estará presente en el medio de todas las conversaciones, mientras los personajes discuten, se exasperan, hablan el uno por encima del otro mientras alguien gesticula por detrás, evocando ese caos tan propio de una asamblea o de una jornada de trabajo, en un escenario salpicado de trajes, gajos de telas, maniquíes y máquinas textiles. “Me gusta lo coral, porque me gusta trabajar en términos de ritmo —sigue Verónica, que después concluirá—: Que sea como un caos ordenado. Y para que ese caos fluya, tiene que haber mucho orden”.

Schneck, con un bebé en brazos, cuenta cómo ese caos se fue ordenando en la obra: era un proyecto de doce personas como trabajo final para su graduación en la UNA; a ese primer elenco, del que hoy quedan tres integrantes, se sumaron seis actores y actrices con quienes ella quería trabajar. Lo que faltaba no era talento, sino dinero. “Todo lo que ves en el escenario lo conseguimos: tías, tíos, familiares, todas las máquinas fueron donadas; las mesas son de la UNA; los retazos de telas fuimos a conseguirlos al Once”, dice la directora, que se nota frustrada por la situación actual: “El teatro independiente siempre es difícil —comenta—. Estoy todo el tiempo así: si es momento de ensayar o es momento de hacer función, si no es mucho el reme que hay que hacer en un momento tan difícil, donde hay que estar buscando gente que pague una entrada en tiempos donde no se llega a fin de mes. Bueno, eso de que la plata no alcanza lo dice la obra también, y ahora es lo que nos sucede: la plata no alcanza”.

El 2001, en Textiles Brukman, la plata tampoco alcanzaba. Las trabajadoras decidieron quedarse porque no podían pagar ni el colectivo; el dueño, Jacobo Brukman, les había tirado las llaves sin pagarles los sueldos, a ver qué podían hacer. Lo que hicieron fue tomar la fábrica, ponerla en marcha y resistir los intentos de desalojo con Myriam Bregman como abogada, con el apoyo de otras fábricas recuperadas cortando la calle, mientras por fuera se sucedían los presidentes, cerraban los bancos, gaseaban y apaleaban a obreros, jubilados y estudiantes. Una historia que, dice Schneck, remite mucho a este presente: “Es un poco un espejo, un espejo siniestro, de aquella época que se refleja en la actual”.

Pero Overlock es de todo menos lóbrega. Un momento tan simple como compartir una pizza se siente como un faro de calidez humana; un súbito corte de luz hace saltar al elenco y a la audiencia. Después, los discursos proféticos, llenos de épica: ‘¡Es mejor sin patrón!’, ‘¡La lucha hilvana un mundo mejor, compañeros!’, ‘¡Estatización ya!’… Es una obra directa, altamente política, pero sobre todo atrapante, conmovedora y entretenida.

Los personajes tienen voces únicas, son personas de carne: Eva, la secretaria, peleando contra el fantasma de su amante y patrón; Marcelo, el renegado, con su cinismo y sus solos de guitarra; una obrera inmigrante rusa contrasta el humor con la nostalgia soviética; Jazmín, la empleada nueva, con su cuello ortopédico; Rita, embarazada, de palabra más fuerte y decidida; y así con los nueve, todos en juego, repartidos en focos sobre el escenario, mezclados en diálogos que trasuntan cotidianidad, mundanos en el mejor sentido de la palabra. Cada uno con su jerga, su momento y su tarea: los actores parecen estar pasándolo bien. 

“Yo no creo que esté bueno en una obra independiente que alguien actúe muy poco —dice la directora—. Todos tienen que tener su volumen, su brillo. La obra tiene que enamorarlos, porque no hay dinero, entonces tiene que ser por otra cosa.”

¿Y cuál sería esa otra cosa?

El amor —su bebé llora—. Nada más. Nada más y todo eso.

Overlock será presentada en el teatro Becket (Guardia Vieja 3556) por otras siete funciones, todos los viernes a las 22:30. Las entradas están disponibles en Alternativa Teatral. 

Una década de autogestión

Una década de autogestión

La gráfica Madygraf cumplió diez años desde que sus obreros la recuperaron y comenzaron a producir sin patrón. El rol de las mujeres y el aporte al cuidado del ambiente en una planta donde trabajan cien personas.

En la mañana del 11 de agosto de 2014 las vidas de los 400 empleados de la empresa gráfica R. R. Donnelley se detuvieron. Las máquinas también. Un comunicado de la compañía, pegado de manera muy improvisada sobre el portón de la entrada, anunciaba la quiebra y el cierre definitivo de la firma. Todos habían perdido sus trabajos sin ningún tipo de indemnización ni explicación.

Lo que no se detuvo aquella mañana de invierno fue la iniciativa de los empleados. La mitad de los despedidos decidió acatar la decisión, pero el resto optó por la resistencia. Ese mismo día encendieron las máquinas rotativas y comenzaron a hacer lo único que deseaban: trabajar. De esta manera recuperaron la planta y nació Madygraf. Diez años después celebran la hazaña.

Un poco de historia

R.R. Donnelley se instaló en Argentina en 1992 tras la compra de la editorial Atlántida. Su fundador había comenzado con su propia imprenta en Chicago el siglo anterior, pero la empresa creció de manera tan exponencial que Estados Unidos le quedó pequeño. 

En 2001, tras varios años soportando la implementación de las doce horas de trabajo y el turno americano, que los obligaba a trabajar sábados y domingos, ocurrió un conflicto previo. A raíz de esto, hubo cincuenta despidos. La tensión, lejos de desaparecer, aumentó con el correr del tiempo.

En julio de 2014, un mes antes de la quiebra y posterior recuperación, la empresa solicitó al Estado un subsidio alegando una situación económica muy complicada. Para ello, presentaron un plan de crisis que constaba de más de cien despidos y una reducción considerable de los salarios. La propia presidenta Cristina Fernández de Kirchner dijo que se trataba de fondos buitres, tal como denunciaban los trabajadores.

Finalmente, el 11 de agosto llegó y el comunicado del cierre de la planta también. Muchos de los, por ese entonces, desempleados decidieron rápidamente la toma del establecimiento. No fue necesario romper puertas ni candados. Al día siguiente, los mismos guardias entregaron las llaves y, desde allí, fueron conservadas por sus trabajadores. 

Una vez dentro se encontraron con que la Editorial Atlántida tenía su papel para imprimir en uno de los depósitos. Por supuesto que cuando se enteraron de la noticia quisieron llevárselo, pero en ese mismo instante los trabajadores acordaron terminar las revistas. De esta manera, pudieron mostrar que no solo querían  trabajar, sino que también podían hacerlo sin la necesidad de un empleador. “No hacen falta patrones para poner en movimiento una fábrica. Ellos no saben encender una máquina, nosotros sí”, resumió de manera contundente a ANCCOM Marcelo “El pollo” Ortega, trabajador de Madygraf desde el año 2012.

Son cien las personas que forman Madygraf, aunque 70 se encuentra en actividad. Ante la ausencia de la patronal, las decisiones son tomadas enteramente por los trabajadores de manera colectiva en asambleas que se realizan habitualmente. Cada sector tiene su propia comisión, lo cual permite que problemas más pequeños puedan ser resueltos de manera más rápida.

Los roles rotan constantemente y muchos son sometidos a votación. Año a año son los mismos obreros los que deciden quiénes serán los encargados de ocupar los cargos en la presidencia, la tesorería y la secretaría. “Acá podemos organizarnos, debatir y votar democráticamente. En un laburo bajo la mirada de un patrón eso no lo podes hacer, no tenes voz”, afirmó Érica Gramajo, trabajadora de Madygraf desde 2015.

 

Memorias propias

El solo recorrido de la planta, ubicada en Garín, cuenta su propia historia. Justo en la entrada, un cartel con letras de todos colores da la bienvenida y presenta uno de los mayores logros de los obreros: la juegoteca, una guardería donde las mujeres dejan a sus hijos mientras cumplen su horario laboral. Se encuentra en el mismo sector donde funcionaba la Secretaría de Derechos Humanos durante la época de Donnelley, lo cual la carga aún más de sentido. Allí interactúan con otros niños en su misma situación bajo la mirada atenta de docentes y trabajadores sociales. Este logro fue mérito de las mujeres, quienes al momento de la toma parecían inexistentes, pero que luego lograron un rol imprescindible. 

Continuando el recorrido, al lado de la juegoteca, se puede vislumbrar una pared con varias tapas enmarcadas: Paparazzi, Billiken, Para Ti, todas revistas impresas aquí mismo. Más adelante, también encuadrado, uno de los cuadernillos característicos, aquel que cuenta la historia de esta gráfica recuperada y que es entregado a alumnos y alumnas de escuelas estatales. 

Las camisetas de fútbol de clubes de barrios aledaños también dan el presente en esa enorme pared que funciona como una vitrina de logros. Es que Madygraf hace tiempo dejó de ser solo una empresa recuperada para convertirse en un símbolo de lucha y de resistencia. “Nosotros cumplimos un rol social y tenemos el apoyo de la comunidad”, mencionó Ortega.

Las mujeres 

Al momento de la recuperación de la planta, solo había algunas pocas mujeres en el sector de administración. Eso hoy cambió rotundamente. Fue un proceso paulatino, no ocurrió de un día para el otro.

Allá por 2011, tres años antes de la toma, 19 empleados fueron despedidos. Sus compañeros y parejas decidieron dar la batalla y lograron la reincorporación de todos. Pero en el medio hubo muchas protestas y acampes frente a la puerta de la fábrica. Allí fue donde se conocieron las mujeres que pasaron de ser solo las esposas o novias de los empleados de Donnelley a integrear Madygraf. “Teníamos muchas cosas en común y se formaron vínculos. Desde ahí no paramos más y ya tenemos 13 años de organización”, expresó Gramajo. El resultado de ello fue la creación de la Comisión de Mujeres, fundada en 2011.

Una vez recuperada la empresa, esas mujeres que lucharon codo a codo a la par de sus parejas y compañeros no podían quedar relegadas. Por eso pasaron a formar parte de la gráfica y hoy en día son maquinistas, presidentas y tesoreras, a la par de los varones. “El cierre de la planta nos encontró organizadas y pudimos recibir nuevas mujeres. La organización es fundamental”, agregó Érica.

El proceso de aceptación fue largo, hubo muchos palos en la rueda y resistencia. La deconstrucción fue necesaria, algunos chistes y algunas maneras de actuar cotidianamente tuvieron que cambiar para mejorar el día a día entre compañeros y compañeras. “Eran batallas contra nosotros mismos porque no podíamos tener los mismos valores que nos dictaban los de arriba que nos querían dividir. Nosotros teníamos que ser mejores personas”, manifestó Ortega. 

El presente

Aunque en el cartel de la entrada sobre el km 36,7 de la Panamericana aún se puede leer “Donnelley”, así como también en las cajas dentro de la planta, el nombre Madygraf se lleva con mucho orgullo entre los obreros, ya que carga con mucho simbolismo para ellos y ellas. 

El nombre Madygraf nació en honor a la hija de uno de los empleados de la gráfica que se encontraba al momento de la toma. Madeleine era una niña que había sufrido un accidente que le complicó su salud y que la condenó a una expectativa de vida de 10 años, pero Mady finalmente vivió más de 20 años y es considerada aún como una luchadora. 

Ellos mismos también se consideran luchadores. Han tenido que reinventarse más de una vez y constantemente. No solo tuvieron que experimentar crisis económicas y una pandemia que los obligó a la confección de sanitizantes y barbijos, sino también la caída abrupta del consumo de revistas gráficas en formato papel. Por eso hoy apuestan a las bolsas de papel, una labor a favor del medio ambiente que ofrece opciones para reemplazar al plástico. 

Muchas de las grandes máquinas que integran la planta en Garín hoy están paradas, pero el sector que se encarga de aquellas bolsas, mayormente conformado por mujeres, está más vivo que nunca. 

Lamentablemente la impresión de cuadernillos y manuales de uso escolar es cada vez más baja, aunque sea una prioridad para los trabajadores. Especialmente desde la llegada de Javier Milei.

Los integrantes de Madygraf subrayan el rol clave que podría jugar el Estado en esta gráfica y reclaman la estatización de la planta para producir libros escolares, entre otros productos, a bajo costo. “Nosotros sabemos todo lo que imprime y puede imprimir el Estado. Ellos tranquilamente podrían estatizar la fábrica y hacer un montón de cosas para las escuelas y las universidades”, denunció Érica.

Pero la estatización no es el único de los deseos de los trabajadores.  Guillermo Kane y María Laura Cano, ambos diputados bonaerenses del Frente de Izquierda, están llevando a cabo el proyecto por la expropiación. Por el momento contó con dictamen positivo de la Comisión de Tierras, pero el trayecto es más largo y debe pasar por otras comisiones antes de ser aprobado en el recinto.

 

Una década después 

El relato de esta historia se puede oír de la voz de sus propios trabajadores y trabajadoras en el documental Huellas de un futuro, antesala de una celebración que parece recién haber comenzado.

Este mes también anunciaron la publicación del libro Trincheras de Libertad, donde Eduardo «Chavo» Ayala y Jimena Gale, ambos trabajadores de Madygraf, relatan la historia de organización de los obreros de Donnelley. Además, festejaron a lo grande con el Festival por la Expropiación Definitiva para Madygraf en el playón de la fábrica. Allí se presentaron, C4 Reggae Combativo, Las Manos de Filippi, Grupo Anaconda y Sonido de Cumbia. 

Las cooperativas gastronómicas resisten

Las cooperativas gastronómicas resisten

Nacieron en la crisis del 2001 ocupando y poniendo a producir sus restaurantes cuando sus empleadores los dejaron en la calle. Ahora, enfrentan la caída del consumo y los tarifazos con esa experiencia a cuestas.

«El trabajo está muy caído, después de la pandemia no se terminó de acomodar”, cuentan desde La Robla

Según el último registro nacional de empresas recuperadas por sus trabajadores realizado en 2021, en el país existen más de 400 organizaciones de este tipo, en una extensa gama de rubros, entre ellos el gastronómico. Los Cabritos, La Robla y Pizzería 1893, tres experiencias porteñas, cuentan cómo atraviesan la caída del consumo y el aumento de las tarifas.

Las empresas gastronómicas recuperadas tienen experiencia en sobreponerse y adaptarse, ya que la gran mayoría de ellas se formó en momentos de gran incertidumbre. Jorge Jaian, secretario de la cooperativa Los Cabritos, parrilla ubicada en el barrio de Mataderos, comenta: “Cuando se clausuró el local, el desánimo y la falta de perspectiva nos hacían sentir que íbamos navegando en un barco sin timón, no sabíamos qué iba a pasar. Al formar la cooperativa en 2015, ese cambio produjo una reacción positiva en nosotros. Nos costó mucho, pero pudimos sacar el negocio adelante”.

En la misma línea, Carlos Delucca, secretario de la cooperativa que lleva adelante de La Robla, restaurante ubicado en el microcentro porteño, remarca que muchos no entienden cómo funciona una cooperativa de trabajo, por eso muchas veces se genera desconfianza y se vuelve complicado alquilar un local. ”Cuando nos mudamos en 2015 tuvimos que plantar bandera. Nos costó mucho acceder al local porque al dueño no le cerraba demasiado que fuéramos una cooperativa, tenía cierta desconfianza, hay un preconcepto enorme respecto al trabajo cooperativo, no lo entienden bien”, señala.

Y el contexto económico actual no es la excepción. El aumento constante de precios y la caída del consumo las obliga, nuevamente, a ponerse al hombro la difícil tarea de sacar adelante el negocio en una realidad adversa.“Sentimos una disminución del trabajo y estamos tratando de adaptarnos, lo que implica una mayor atención, un mayor compromiso con el tema de la mercadería, que no se desperdicie, achicar los costos, todo lo hacemos en función de que la fuente de trabajo siga existiendo”, remarca Jaian.

Pese a la crisis,  la Pizzería 1893 se resiste bajar la calidad de sus proveedores para achicar costos.

En esta situación inflacionario, que ha obligado a recortar gastos porque que la plata no alcanza, las salidas a comer afuera se convierten en algo más que prescindible. Las cooperativas gastronómicas lo sienten más que nunca y, por ello, muchas de ellas se ven obligadas a no abrir ciertos días de la semana en los que no hay tanto trabajo. “Hay días que no se justifica abrir, por ejemplo el lunes o el martes a la noche, porque hay muy poca gente en la zona. El trabajo está muy caído, después de la pandemia nunca se terminó de acomodar”, enfatiza Delucca.

No es fácil trasladar los aumentos de la mercadería a la carta. Las cooperativas hacen un gran esfuerzo por mantener precios competitivos y razonables, y aplicar los aumentos indispensables, para no perder clientes. Esto se traduce muchas veces en una pérdida de rentabilidad, al tener que absorber los aumentos. Por este motivo, generalmente, se encuentran en un rango de precios mucho más bajo que otros negocios del mismo rubro. A la caída de la convocatoria de los comensales, la inflación y la poca venta, se suma el aumento de las facturas de luz y agua, que para los comercios de estas características alcanza los 800.000 pesos por mes.

Para las cooperativas, la calidad de sus productos es muy importante a la hora de diferenciarse y posicionarse dentro del mapa gastronómico de Buenos Aires, y por eso hay costos que no se pueden achicar. Ernesto De Arco, tesorero de la Pizzería 1893, situada en el barrio de Villa Crespo, explica: “No buscamos precios en algunos insumos porque no queremos que cambie nuestro producto, queremos que la pizza siga siendo igual. La mozzarella, que es lo principal y la clave de la pizza, la seguimos comprando al mismo proveedor”. De Arco señala que sí cambiaron proveedores de otros productos que hacen al trabajo cotidiano en la pizzería. “Somos clientes de muchas cooperativas a las que les compramos, desde la papelera Patria Grande, productos de limpieza a la cooperativa Burbuja Latina, y productos de almacén a la cooperativa RECOOP”.

“Sentimos una disminución del trabajo y estamos tratando de adaptarnos» afirman desde Los Cabritos.

A pesar de lo difícil de la situación, las cooperativas gastronómicas resisten. “Todos viajamos en el mismo barco, entonces tratamos de buscar precios, de conversar con los proveedores, de encontrarle la vuelta para que podamos seguir”, reflexiona Jaian. “Estamos tratando de llevarla de la mejor manera posible como cualquier otro restaurante, haciéndole frente a este mal momento que estamos atravesando no sólo nosotros como cooperativa sino cualquier persona del común”, comenta Delucca.

En este marco, el apoyo de los clientes no es una cuestión menor. Muchos de ellos eligen las cooperativas no sólo por la calidad de los productos, sino también por la buena atención.Tanto es así que, por ejemplo, Los Cabritos recibió el reconocimiento de ser una de las diez mejores parrillas de la ciudad, en una encuesta organizada por el gobierno porteño, en 2018. Por su parte, De Arco señala que la clientela de 1893 es muy fiel y al formar la cooperativa, sumaron aún más comensales ya que la pizza a la piedra y a la parrilla se volvió muy conocida en el barrio.

Es muy importantepara las empresas gastronómicas recuperadas el contacto entre sí, para poder apoyarse mutuamente. Jaian, Delucca y De Arco concuerdan en que en los primeros momentos de la formación de las cooperativas fue crucial el apoyo de AléAlé, una cooperativa gastronómica creada en 2013. Todas recibieron asesoramiento de parte de aquellay gracias a esta ayuda pudieron continuar.“El entonces presidente de la cooperativa vinoa charlar con mis compañeros y a convencerlos de que se podía. Fue súperimportante para que ellos tomen la confianza y crean que este proyecto podía darse”, recuerda De Arco. Tambiénles prestaron el espacio de cocina de su restaurante para que pudieran vender las pizzas por delivery.

Por su parte, Jaian señala que sin su ayuda hubiera sido más que difícil abrir el negocio, ya que tenían muchas urgencias y carecían de experiencia: “Nos pusimos en contacto con ellos y nos ayudaron mucho, nos contactaron con las personas que nos podían ayudar y así empezamos el proceso de convertirnos en una cooperativa”. Delucca rememora que en su momento también hablaron con los compañeros de AléAlé y tuvieron una reunión con una abogada del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER), que les indicó cómo proceder.

Este acompañamiento y ayuda fue tan importante, que ahora ellos sienten la misma responsabilidad de ayudar a otro restaurante que esté pasando por la misma situación. “Seremos nosotros quienes vayamos, los apoyemos y les digamos: ‘No se dejen pisotear, no se vayan a casa sin nada, quédense acá dentro y peleen por lo que les corresponde’, concluye De Arco.

Suspendieron el remate de Cerámica Neuquén

Suspendieron el remate de Cerámica Neuquén

Tras un principio de acuerdo entre los trabajadores que autogestionan la fábrica y los antiguos dueños, el Poder Judicial detuvo la subasta. Hay 120 días para formalizar el convenio.

El miércoles 11 de octubre, el juez Hugo Daniel Ferreyra le puso fin, al menos por 120 días, a la posibilidad del remate de Cerámica Neuquén, que estaba estipulado para el 27 de este mes. La resolución del fallo a favor de la fábrica recuperada por sus trabajadores tiene lugar gracias al acuerdo que los obreros ceramistas establecieron con la antigua patronal: la parte productiva pasará a ser de la cooperativa mientras que los terrenos ociosos serán vendidos y, con ese dinero, se podrán pagar las indemnizaciones de los extrabajadores. El magistrado dio el visto bueno a la propuesta y suspendió la subasta para avanzar en la solución conveniada.

Los obreros de Cerámica Neuquén lanzaron un comunicado en el que califican la suspensión del remate como un “importante paso adelante” pero dejaron claro que “todavía resta llegar a una solución de fondo que permita que la fábrica quede en manos de la gestión obrera de la Cooperativa Confluencia” y que “hay que avanzar con el Ministerio de Economía de Nación para que libere la hipoteca sobre el terreno, para acordar una subdivisión de los terrenos entre todos los actores.” También, afirma Andrés Blanco, obrero ceramista de la planta recuperada Zanon (hoy Fa.Sin.Pat.) y diputado provincial por el Frente de Izquierda, que “el próximo paso es que se cumpla el acuerdo, o sea, que se subdivida el terreno y que los ex trabajadores que reclamaron su indemnización puedan cobrarla con un lote.”

La primera conquista en esta problemática que atraviesa Cerámica Neuquén fue el restablecimiento del servicio eléctrico debido al acuerdo con la central eléctrica Calf. El corte se extendió por dos semanas e impidió a la empresa producir, de manera que repercutió en sus ingresos y significó importantes daños en las máquinas por el parate sin planificación de las líneas. Luego de conseguir ese objetivo, los integrantes de la ceramista autogestionada realizaron una movilización de siete kilómetros desde el Parque Industrial hasta el Juzgado Laboral N° 1 de la ciudad de Neuquén y lograron que el juez abriera una audiencia con todas las partes involucradas para que expliquen la situación y se pueda llegar a una resolución.

Para los ceramistas, la suspensión del remate da cuenta de la importancia de la movilización: lograron defender 80 puestos de trabajo.

 

«Podemos ser inversores, no ocupas»

«Podemos ser inversores, no ocupas»

Fabián Pierucci, síndico y responsable de la planificación de la Cooperativa La Litoraleña, denuncia las trabas judiciales en su lucha por mantener la fábrica recuperada en movimiento. Fallos adversos  amenazan la continuidad laboral. Un proyecto de expropiación ingresó a la Legislatura.

Una buena propuesta para la cena serían unos sorrentinos rellenos de ricotta, jamón y muzzarella de La Litoraleña, la fábrica de tapas de empanadas, pastas, piononos y pizzetas que fue recuperada y es autogestionada por sus trabajadores desde finales del año 2015. ¿Las razones? Darle su apoyo a la cooperativa de Girardot 345, en el barrio porteño de Chacarita, porque se encuentra en peligro de desalojo. Su continuidad está en riesgo debido a los fallos en contra de la justicia, que le niega a la empresa recuperada el derecho a comprar la fábrica y sus maquinarias con las indemnizaciones y meses que los antiguos acreedores -Deconti SA- le adeudan a los trabajadores. Habiendo agotado todas las instancias judiciales posibles, La Litoraleña, apoyada por el bloque de del Frente de Todos, presentó en la Legislatura porteña un proyecto de expropiación que busca la declaración de “utilidad pública y sujetos a expropiación de los bienes muebles, instalaciones y bienes intangibles junto a los inmuebles sitos en calle Giradot 345”. La iniciativa tiene como objetivo garantizar que los bienes expropiados sean destinados al funcionamiento de la Cooperativa de Trabajo, siempre que mantenga su actividad productiva y fuentes de empleo.

Todo comenzó en 2015 cuando los trabajadores se vieron enfrentados a una situación preocupante: tres turnos de trabajo, salarios impagos o atrasados, falta de inversión en maquinaria y condiciones laborales precarias. Los empleados comenzaron a darse cuenta de que se trataba de un proceso de vaciamiento de la empresa, lo que generó accidentes y un ambiente de incertidumbre. En agosto de ese año, los trabajadores decidieron ocupar la fábrica en un acto de resistencia. Durante dos meses, llevaron a cabo una rotación laboral durante las 24 horas para mantener la producción. Sin embargo, esto no estuvo exento de consecuencias legales, ya que Luis Baini, delegado sindical y actual presidente de la cooperativa, fue imputado por usurpación y estuvo bajo investigación durante dos años.

Fabián Pierucci, síndico y responsable de la planificación de la Cooperativa La Litoraleña

 

A la par de haberla puesto a producir desde el 27 de octubre del 2015, La Litoraleña debió enfrentar durante ocho años los fallos adversos de la jueza Valeria Pérez Casado, quien en una primera instancia argumentó que los empleados no tenían la capacidad para gestionar una empresa. En 2020, en medio de la pandemia, la magistrada insistió con un pedido de desalojo; sin embargo, al tratarse de trabajadores esenciales dedicados a la producción de alimentos, tuvo que dar marcha atrás. Durante el mes de abril de este año, la justicia rectificó el fallo de la jueza, otorgando una prórroga de tan solo sesenta días para abandonar la fábrica. Frente a la imposibilidad de apelar ante la Corte Suprema, y tras haber agotado todas las instancias judiciales posibles, los trabajadores presentaron la propuesta de expropiación en una conferencia de prensa realizada la semana pasada en la Legislatura porteña. 

Fabían Pierucci, síndico y responsable de la planificación de la cooperativa, dialogó con ANCCOM sobre su llegada la empresa, los fallos en contra y la situación actual de La Litoraleña:

 ¿Por cuántos trabajadores está compuesta la cooperativa?

El día de la ocupación, el 27 de octubre del año 2015, había unos 115 empleados entre trabajadores de planta, administrativos, el cuadro jerárquico, los gerentes y gente vinculada a la patronal. La asamblea de la ocupación era cien por cien de planta, no participaron de otros sectores; y son los que se quedaron a conformar la cooperativa: éramos 50. 

 ¿Vos te incorporaste con la cooperativa ya en marcha?

Sí, yo venía como asesor de FACTA -Federación Argentina de Cooperativas de Trabajadores Autogestionados-, me dediqué muchos años a acompañar procesos de recuperación, básicamente especializado en la cuestión productiva. Empezamos a hacer unos talleres de formación, pasar algunas películas sobre otras experiencias para acelerar el proceso de información y de convencimiento, empezar a pensarse como trabajador autogestivo es cambiar el chip. 

 ¿Por qué te quedaste en la cooperativa?

Me invitaron los compañeros. Hubo una asamblea donde se decidio incorporarnos como asociados. Es mi primera experiencia como asociado. Yo pertenezco al Grupo Audiovisual Alavío, dónde venimos haciendo una serie llamada Redes del Trabajo y la Autogestión, son treinta capítulos, y el último que filmamos es acá -La Litoraleña-. No soy fundador, pero tengo la misma antigüedad que todos mis compañeros. Es muy interesante la perspectiva de un asesoramiento externo, sugerir y hacer capacitaciones a los asociados y tener que discutir en la asamblea de igual a igual. Tiene sus pros y sus contras. La contra de venir de afuera es que es un proceso de integración paulatina y de confianza, y por otro lado la posibilidad de decidir que defiendo con más énfasis porque soy parte, estoy adentro del barco, así que si se hunde me perjudico yo también. Es muy interesante desde el perfil profesional, en cuanto a la decisión de ser un externo o estar participando activamente. Yo llegué incluso a ser presidente. 

¿Podrías contarme cómo han utilizado las rotaciones en La Litoraleña?

Una de las cosas que valoramos mucho es la rotación, no rotar significa burocracia, tener algún tipo de privilegio. Acá nos proponemos como política interna que haya la mayor participación política, está la asamblea pero no alcanza. Luis Baini fue el primer presidente, de una gestión super sufrida, fue la de la ocupación, la que intervino la policía…. Por ejemplo, no nos permitían en la AFIP sacar el CUIT, porque no teníamos domicilio. Tuvimos que alquilar un local en Garay y Boedo para que esa sea nuestra sede fiscal. El segundo consejo, tenía que ver con consolidar, con analizar algunos procedimientos y nos tocó la pandemia en el medio. El tercer consejo, el que vuelve Luis de presidente, se incorporan algunos compañeros que no habían estado, y algunos rotamos de cargos. En lo personal, yo estoy cumpliendo el rol de síndico, que es un cargo muy importante en la cooperativa. Es la garantía de que si hay alguna cuestión que no se cumpla de legalidad del consejo, el síndico se tendría que hacer cargo. La primera gestión fue de aprendizaje, la segunda de consolidación y esta es  la que le va a poner el broche al conflicto, que es sacarnos de encima al fantasma de Deconti SA.

 ¿Cómo pudieron mantenerse a flote a lo largo de los años pese a los fallos en contra de la jueza Perez Casado, la Cámara de Apelaciones y el hecho de no poder apelar ante la Corte Suprema de Justicia? 

La jueza Perez Casado es la segunda vez que nos saca un fallo en contra, ahí me parece interesante la perspectiva del por qué, de dónde viene, cuánto gana, por qué nunca vino a la fábrica. Hay un sesgo de la justicia anti-trabajadora. Los que administran la justicia no vienen de la clase trabajadora, o si vienen ya hace rato perdieron esa perspectiva. No hay una idea de lo que es la vida cotidiana si vivís en un country o si venís en auto por autopista al juzgado y te volvés al country, si te vas de vacaciones a Europa y no pagas el impuesto a las ganancias y cobrás varios millones. Con el sueldo de la jueza seguramente pagamos todas las nóminas de retiro nuestro. No le importa nada, lo único que le interesa es cuidarse ella misma. La perspectiva de solucionar un problema social, que significa que si se desmantela la fábrica es una destrucción de capital sumamente importante, de trabajo humano, porque la fábrica no es solamente el capital que aportó el dueño, el capital es todo lo que implica instalar una fábrica: ponerla a punto, que las máquinas funcionen, que tengan los servicios correspondientes para que arranquen los procesos de producción. La jueza dice que hay un delito previo que es la ocupación. ¿Por qué juzga, si no es una jueza penal? A los compañeros que los juzgaban por el pasado fueron sobreseídos, ella tiene un sesgo clasista, xenófobo: si sos morocho, sos ocupa, y estas en una situación ilegal. Es una perspectiva fascista, nunca lo había dicho, pero está bueno como marcar de dónde se gestiona la ley. La primera barbaridad fue detenernos la continuidad, la segunda fue negarnos la compensación de crédito. En el juzgado comercial quienes deberían estar imputados no somos nosotros, no somos responsables, es Deconti SA, nosotros somos acreedores. Estamos inscriptos en la causa como perjudicados, no como imputados. Tenemos un fallo en contra que no nos permite cobrar con una solución social, que sería que nos cobramos las acreencia para con la planta para darle continuidad a la fábrica. Podemos constituirnos en inversores y no en ocupas o responsables de la quiebra.

¿Qué es lo que busca el proyecto de expropiación presentado el día miércoles? 

El proyecto de expropiación que presentamos nosotros, busca la declaración de “Utilidad pública y sujetos a expropiación de los bienes muebles, instalaciones y bienes intangibles junto a los inmuebles sitos en calle Girardot 345”, que plantea la opción de que si el Estado considera que algo va a beneficiar el progreso, sea un terreno donde va a haber un dique o un lugar para hacer una ruta, se pueda expropiar. Se declara de utilidad pública y se expropia. El concepto de utilidad pública viene después de la crisis de 2001, porque se empieza a considerar que hay un valor en sí mismo en el taller o la fábrica en funcionamiento, que no es lo mismo que esté desguazada. Por lo que significa en términos de desocupación, el costo social que tiene que pagar el Estado y por lo que significa el capital social del trabajo muerto, que está en las máquinas e incluso en el saber hacer del conocimiento, que requiere poner en marcha la operatividad del proceso de producción. Esa discusión que fue parte del 2001, del cual tienen que ver la lucha de los trabajadores desocupados y la experiencia nueva de la ocupación de fábricas. Declarar de utilidad pública significa que el Estado asuma un costo y que compre lo que vamos a usar nosotros y que se lo ceda a la cooperativa. 

 ¿Alcanza solo con el apoyo de los legisladores Frente de Todos?

No alcanza sólo con el Frente de Todos. Nuestra tarea es seguir explorando, uno por uno a los diputados para tratar de convencerlos.

 ¿De qué trata el programa fábrica de puertas abiertas? ¿Quienes dan las charlas?

Es un concepto. La idea es que mientras una fábrica está bajo un patrón es un lugar cerrado o hermético, el trabajador ficha para salir. En las recuperaciones lo que sucede es que se abren las puertas a la comunidad, para alguien que nunca entró a una fábrica. En este caso nosotros trabajamos con comunidades educativas. Todo el tiempo vienen colegios primarios, secundarios, universitarios, terciarios. El perfíl, que es muy interesante, es por un lado el proceso productivo, de donde viene el capital, la distribución de la línea, la producción, etc.; y después el otro eje está vinculado a la cooperación, qué significa el trabajo cooperativo, hay mucho interés siempre en cómo fue abarcar los problemas políticos y cómo nos organizamos.