La cosecha del veneno

La cosecha del veneno

Vecinos de Pergamino denuncian que la producción agrícola contamina con glifosato el agua que consumen. Señalan altos índices de cáncer en la población.

A 222 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, Pergamino es uno de los núcleos sojeros más importantes del país, con las tierras más cotizadas de Argentina. Estas condiciones traen aparejada la presencia de las empresas más poderosas del agronegocio, que en función de sus intereses económicos utilizan sustancias sumamente contaminantes, no solo para el medio ambiente, sino también para los habitantes de la localidad.

Argentina lidera el ranking mundial en lo que respecta al uso del glifosato, superando los 300 millones de litros cada año. Fernando Sánchez, ingeniero agrónomo, subraya que “el producto mayormente usado para fumigar es el glifosato, con lo que matamos el 95 o 96 por ciento de las malezas”.

Alejado de los ruidos del centro, donde se despliega la mayor parte de la vida pergaminense, se encuentra Santa Julia, un barrio calmo al sur de la ciudad. Con sus veredas arboladas y sus casas de mitad de siglo XX, después de las 16, cuando culmina la hora de la siesta, los negocios locales abren sus puertas, los niños salen a jugar a la calle o se encuentran en la placita del barrio, y los vecinos se sientan en las puertas de sus hogares con sus reposeras rayadas a charlar con quien pase por allí, hasta que el sol comienza a caer. Pero, tras esta fachada encantadora, se oculta una realidad que muchos, consciente o inconscientemente, ignoran: el agua que beben y usan está contaminada con 19 agrotóxicos diferentes como consecuencia de las fumigaciones que se realizan en los campos cercanos.

Alejandra Bianco es una prueba viviente de ello. Docente, vive en el barrio desde hace casi 30 años, a la vuelta de la parroquia. “Yo tomo consciencia de lo que estaba pasando cuando se enferma Sergio, que era mi pareja –recuerda–. Sergio empezó a tener problemas de salud hasta que, finalmente, le diagnosticaron cáncer de páncreas y de hígado, y fue el médico que iba a hacerle la biopsia quien me dijo si yo no tenía alguna sospecha de que lo que sucedía no era una cosa aleatoria, que no podía ser casual que toda mi familia estuviera sufriendo alguna patología, todas diferentes, mis dos hijos, Sergio, y yo”.

Alejandra comenzó denunciando el mal funcionamiento de un transformador cerca de su hogar, luego de recibir aviso de un empleado de la Cooperativa Eléctrica. “Lo denuncio primero en una radio, y al día siguiente viene un canal local a hacerme una nota, donde sacaron al aire la imagen del transformador”. La escena, transmitida a través de Canal 2 de Pergamino, llegó al otro lado de la ciudad hasta Sabrina Ortiz, habitante del barrio Villa Alicia, quien llevaba ya varios años denunciando las fumigaciones que se realizaban a pocos metros de su casa y que habían enfermado a todos los integrantes de su familia.

Después de oír el relato, Sabrina decidió contactarse y no dudó en tenderle una mano a Alejandra. Nadie mejor que ella sabía lo que era levantarse en contra de las compañías más poderosas del agro en una localidad donde el campo es “palabra santa”, y donde quien decide enfrentarlo, encuentra su mayor adversario en el silencio cómplice de todos aquellos que tienen la posibilidad de ayudar. “Hablo de los médicos, de los abogados, de todos los que tienen una voz autorizada, no hay toxicólogos, que no es casualidad, no hay un área ecológica, que en una ciudad de producción sojera donde están contaminadas todas las napas de agua no haya una historia clínica ambiental no es algo azaroso”, expresa Sabrina, indignada.

La misma indignación se instaló en la vida de Alejandra, luego de que Sabrina le explicara que, muy probablemente, los problemas de salud que sufría su familia y el número creciente de fallecidos de cáncer en Santa Julia se debieran a los agrotóxicos aplicados en zonas cercanas. De esta manera, y frente a la indiferencia y la inacción del Municipio, decidió llevar adelante una encuesta dejando en los negocios barriales unas planillas para que completaran quienes hubieran padecido alguna enfermedad o fuesen cercanos a algún fallecido por el mismo motivo. “En mi cuadra era muy llamativo, porque los vecinos de al lado de mi casa murieron los dos de cáncer, otro vecino que aún vive tiene cáncer en los intestinos, al lado de ellos otra mujer que ya falleció hace dos años y medio, el señor de la casa de al lado de ella con leucemia, también fallecido, y así te puedo nombrar infinidad de casos”, detalla Alejandra, mientras cuenta con los dedos. Los resultados fueron estremecedores: en dos manzanas se habían registrado 53 casos de personas con enfermedades diversas.

 

Volver justa la injusticia

Desde 2014, una ordenanza prohíbe fumigar en los primeros 100 metros cercanos a las urbes y 500 metros donde sólo se permitía aplicar productos que fuesen menos nocivos. Sabrina, decidida a salvar a su familia, se recibió de abogada, y en 2018 logró que su caso llegara a la justicia federal. “Acá hay abogados, pero ninguno de los que se hacen llamar ambientalistas me quiso acompañar, porque son los mismos que hacen los contratos agrarios, que asesoran a las empresas, y son los mismos que hoy representan a quienes están procesados por envenenamiento”, sostiene.

La participación de Alejandra en el juicio contra la Municipalidad comenzó después del acercamiento de Sabrina. “Ella me ofreció trabajar juntas, y como yo estoy en la otra punta de Pergamino, ser querellante de la causa por el Barrio Santa Julia”, puntualiza Alejandra. Así empezó, se encargó de recolectar y llevar a la ciudad de San Nicolás 30 historias clínicas de diferentes vecinos, las cuales fueron presentadas ante el juez Villafuerte Ruzo, a cargo del expediente, quien ordenó la distribución de agua apta para el consumo en el barrio de Alejandra. La medida fue apelada. “Para la Municipalidad no hay tantos casos de cáncer, una falta de respeto hacia el dolor de los vecinos y la pérdida de nuestras familias, una falta de respeto después de haber hecho el censo”, se queja Alejandra.

El actual intendente, Javier Martínez, de Juntos por el Cambio, se lava las manos. Según él, se está gastando “dinero de los pergaminenses injustamente” y asegura fervientemente que “toma agua de la canilla”. Más allá de la apelación, el Municipio debió cumplir con la medida, sin embargo, tal como relatan los vecinos, no funciona correctamente. “A veces pasan, a veces no, hacen lo que quieren, a mí me han desaparecido bidones y nadie nunca se hizo cargo”, cuenta María Lorena Bertora, quien vive frente al Jardín Santa Julia junto con sus dos hijas de 17 y 8 años. “La mayoría de las veces lo que nos dejan no alcanza y tenemos que tomar el agua de la red, no nos queda otra”, se lamenta.

 

La cultura del campo

A pesar de todo esto, se sigue negando la toxicidad de los químicos y cómo pueden afectar a la población. El ingeniero Fernando Sánchez afirma que “el porcentaje de agroquímicos que contaminan el agua es muy poco, porque cuando tocan la tierra se desactivan. Hay mucha polémica con el tema del glifosato, pero no saben que éste se desactiva automáticamente cuando toca la tierra, por eso hay muchos que lo discuten”.   

Cualquiera podría llegar a la conclusión de que es una obviedad la postura que toma el Municipio en un caso como este, teniendo en cuenta que es una ciudad cuya economía gira alrededor de la producción agropecuaria, y que no va a ceder frente al reclamo de unos pocos vecinos.

Esto último es lo que más duele a quienes llevan la lucha adelante: la ignorancia de los pergaminenses, el poco interés que muestran en lo que, quieran o no, es un tema de salud pública.Seguimos así tranquilos, sin movernos, sin hacer nada, por eso yo tampoco empecé ninguna campaña más acá, porque me sentí muy sola, acompañada por muy pocos vecinos y siempre los mismos, no participan de la lucha, así que lo sigo haciendo, pero desde otro ámbito, con Sabrina, cada vez que se necesita algo, respondiendo entrevistas cada vez que puedo, pero es muy triste ver lo que pasa en el barrio, que la gente aún no reaccione”, manifiesta Alejandra con un dejo de resignación.

La cultura del campo cala muy hondo en la ciudad, muchos habitantes pertenecen a familias rurales. “Nos criamos pensando que el campo es el motor de la ciudad, el que nos da de comer, el que nos da trabajo, y no está mal, está mal que nos digan que está todo bien cuando no es así, cuando sabemos que hay otros métodos de producción que pueden ser compatibles con la salud”, explica Sabrina.

Los productores tienen otra visión del tema. “Si existe algún método menos nocivo para la salud, no lo sé, pero en algún momento tenés que aplicar los químicos, pulverizar, no hay otra, no hay métodos que te permitan no hacerlo, no existe en Argentina, y si no tendríamos que volver a la época de 1930 que se hacía todo a mano, y no estamos en condiciones de hacerlo en este momento”, dice Sánchez. Si no se habla de métodos alternativos ni desde la industria, ni desde la Secretaría de Salud, las víctimas del agronegocio ignoran, no sólo la posibilidad de incorporar medidas que atenúen los efectos de la contaminación, sino también la existencia de ella.

Un ejemplo llamativo es el de la Fundación Leandra Barros, que desde 2011 organiza una maratón con el objetivo de recaudar fondos para colaborar con personas de Pergamino que padecen enfermedades oncológicas. Lo curioso es que la carrera está auspiciada por algunas de las más reconocidas empresas del agro.

Contra un panorama que no parece ser el más favorable, Alejandra no se da por vencida. Desde los espacios que habita intenta aportar a la causa y visibilizar la problemática, para así llegar a quienes aún desconocen lo que sucede con el agua en Pergamino. “En mi profesión como docente realizo una concientización sobre el tema todo el tiempo –señala–. Me han hecho muchas notas por radio, en los periódicos, en los medios virtuales, he ido a dar charlas a escuelas secundarias, al Instituto de Formación Docente, y en cada invitación que tengo y que puedo, porque trabajo mucho, por supuesto que también asisto”. 

Quienes participan activamente de esta lucha, esperan con ansias la elevación a juicio contra tres productores que incumplieron las medidas de seguridad y de dos funcionarios municipales que, a pesar de estar encargados del control de la aplicación de fumigaciones terrestres, protegieron al fumigador, aun cuando eran conscientes de que había violado la cautelar.

Bosques y glaciares, ¡afuera!

Bosques y glaciares, ¡afuera!

El proyecto de Ley Ómnibus que presentó Javier Milei al Congreso deja a los ambientes naturales en total disponibilidad de los intereses de las grandes corporaciones económicas y de los negocios inmobiliarios.

La Libertad Avanza sobre los bosques nativos y glaciares de la Patagonia a través de la Ley Ómnibus, presentada como proyecto en el Congreso de la Nación por el presidente Javier Milei. Desregulaciones y ajustes en el financiamiento del ambiente para la llegada de negocios en manos privadas. 

Una de las primeras modificaciones recae sobre la Ley de Bosques Nativos que actualmente establece los presupuestos mínimos para el enriquecimiento, la restauración, la conservación, el aprovechamiento y el manejo sostenible de los bosques. El cambio traería el desfinanciamiento total con la quita del Fondo Nacional para la Conservación de Bosques Nativos. 

Bajo su manga, la autorización a desmontes en áreas protegidas, catalogadas por colores: “La zona verde tiene bajo valor de conservación, por ende se puede forestar. La zona amarilla tiene un valor medio de conservación, no se puede deforestar pero sí se puede hacer turismo. La zona roja está totalmente prohibida la deforestación. La Ley Ómnibus plantea que tanto en la zona amarilla como en la zona roja, que antes no se podía, ahora se puede deforestar”, relata Nicole Becker, cofundadora de la ONG Jóvenes por el Clima Argentina. 

Como consecuencia, todos los bosques argentinos serían desmontados para la llegada de cultivos transgénicos como la soja, ganadería o monocultivos forestales. 

A la par, cambios en la Ley de Control de Actividades de Quema -que establece presupuestos para controlar las actividades de quema y busca prevenir incendios o daños ambientales- ya que se permitirá la quema de tierras “para facilitar” el terreno y dar avance a las actividades productivas; aun así, si el Estado no da la autorización dentro de un plazo de 30 días, se sobreentiende que el permiso está dado.  

La quema arrasa sobre toda la biodiversidad, convierte a los suelos en infértiles, contribuye a la contaminación del agua, al aumento del dióxido de carbono, al efecto invernadero y al cambio climático que se expresa en inundaciones y corrimientos de la tierra. 

Para las corporaciones, este momento de desdemocratización a gran escala es también el momento de la ‘gran piñata’, de la gran repartija de los ‘dulces’ que quedan, ofrecidos gentilmente por un presidente anarco-capitalista, que busca suprimir cualquier regulación estatal, en favor de los privados”, enfatiza Enrique Viale, abogado ambientalista. 

Agrega que el gobierno de Milei es “un golpe al corazón de la legislación de protección ambiental argentina”, debido al debilitamiento y desprotección total dentro del marco legal  de la Ley de Ómnibus, que deja al sector ambiental fuertemente desamparado en términos naturales. 

La Ley Nacional de Glaciares que prohíbe la  liberación de sustancias contaminantes, obras de arquitectura e instalación de industrias por ser considerado un bien de carácter público debido a recursos hídricos, también entra entre las desregulaciones de la nueva normativa. 

Este cambio permite el avance de actividades económicas sobre los periglaciares -procesos geomórficos formados por el congelamiento del agua en hielo- que se encuentran cercanos a los glaciares: “Algo importante para tener en cuenta es que los glaciares andinos perdieron el 42% de su superficie en los últimos 30 años”, comenta Becker. 

Según National Geographic, la pérdida de masa de hielo glaciar actual representa una contribución de entre el 25 al 30% del aumento del nivel del mar y su desaparición implicaría menos agua para millones de personas, menos energía hidroeléctrica y menos disponibilidad para regar los cultivos. Sumado a ello, hace crecer de forma crítica el riesgo de otras catástrofes naturales, como los desbordamientos repentinos de lagos glaciares. 

“Al parecer, la casta para este gobierno, además de los trabajadores y los sectores populares afectados por el ajuste, también son los Glaciares y los Bosques”, concluye Viale, ante la intención de La Libertad Avanza de arrasar junto a las empresas multinacionales sobre los recursos naturales de la Argentina. 

La Ley de Humedales perderá estado parlamentario

La Ley de Humedales perderá estado parlamentario

 Dos proyectos presentados para la conservación de los humedales no fueron tratados por el Congreso y su estado parlamentario caduca el 10 de diciembre

En noviembre del año pasado las comisiones de Recursos Naturales y Conservación del Medio Ambiente, Agricultura y Ganadería, y Presupuesto y Hacienda votaron favorablemente para crear una normativa que proteja los humedales. Si los proyectos no se tratan antes del 10 de diciembre perderán su estado parlamentario. Las iniciativas fueron presentadas por los legisladores Ximena Garcia y Maximiliano Ferraro de Juntos por el Cambio y Leonardo Grosso por el oficialismo en la cámara de Diputados

 La función

 Según la definición del gobierno nacional  en su espacio de acción ambiental “los humedales son áreas que permanecen en condiciones de inundación o con suelos saturados con agua durante periodos considerables de tiempo y si bien este término engloba variedad de ecosistemas, todos los humedales comparten una propiedad primordial: el agua es el elemento clave que define sus características físicas, vegetales, animales y sus relaciones”.

 Martín Proia, licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad de Buenos Aires, considera a los humedales como un “parche de paisaje”. Una zona definida, cuya característica principal es que están inundados semi permanentemente, es decir “un suelo anegado en agua que tiene una diversidad vegetal y animal muy amplia y que no se puede encontrar en otros espacios”.

 “La relevancia que tiene un humedal depende mucho del lugar que lo circunda”, explica Proia, quien trabajó el tema en relación al proyecto de remediación del río Reconquista bajo auspicio del COMIREC (Comité de la cuenca del río Reconquista), y pone como ejemplos la Reserva Ecológica en la ciudad de Buenos Aires y el Delta del Paraná, “un mega humedal” que arranca en la zona de Tigre. Además el licenciado explica que en Argentina los humedales suelen ser de agua dulce lo que resulta “extremadamente llamativo” porque son grandes reservorios y le dan estructura al suelo en general de tipo limoso (barro).

 Desde el punto de vista biológico los humedales tienen una función “fotosintética”: “Estas extensiones captan mucha luz y suelen tener muy poca intervención humana porqué son lugares feos para construir, ya que no dan buen sustrato para una edificación”, sintetiza Proia. Por lo tanto, suelen ser de características muy silvestres y diversas en cuanto a la población que albergan y también tienen una fauna asociada que permite la migración de las aves que dispersan con su vuelo las semillas de las plantas de un lugar a otro.

Promesa incumplida

 Durante la campaña para las elecciones legislativas de medio término en 2021 uno de los avisos publicitarios del gobierno nacional remarcaba estar a favor de la aprobación de una ley de protección de los humedales. Lo cierto es que, a pocos meses de terminar el mandato del presidente Alberto Fernández, todavía no se trató en el poder legislativo ninguna iniciativa vinculada al tema.

 En el mismo año que las elecciones legislativas, la Organización de la Naciones Unidas emitió un documento donde advirtió sobre la conservación de los humedales en Argentina y recomendó la elaboración de una ley que proteja estos ecosistemas. La ONU reunió antecedentes de distintas iniciativas políticas en otros países y brindó fundamentos de orden institucional, técnicos y operativos para implementar en nuestro territorio.

 Hoy en día hay solo dos proyectos de ley “de presupuestos mínimos” para la protección ambiental y para el uso racional y sostenible de los humedales que cuentan con dictamen de comisiones pero todavía no fueron tratados en el congreso nacional, Las presentaciones pertenecen a la diputada santafesina Ximena García en coautoría con el diputado por la Ciudad de Buenos Aires Maximiliano Ferraro, presidente de la Coalición Cívica, y al diputado Leonardo Grosso de la provincia de Buenos Aires, referente del Movimiento Evita.

 El legislador Leonardo Grosso explicó a ANCCOM que “si hay dictamen es porque empujamos muchos” pero los gobernadores, especialmente los de la Región del Norte Grande, trabajan para que la ley no salga y le pidieron a sus diputados que no firmen el proyecto ni lo voten en el recinto.

Los opositores de siempre

 La organización independiente Greenpeace denuncia que los incendios forestales se repiten año a año en nuestro país y que son un problema ambiental grave. Solo en el período 2012-2022 el fuego arrasó con 78 mil hectáreas en el sur, superficie similar a 4 veces la Ciudad de Buenos Aires y durante 2022 los incendios afectaron 95 mil hectáreas en Salta y 25 mil en Jujuy, según reportes del Servicio Nacional de Manejo del Fuego (SNMF). Además agregan que según datos del Ministerio de Ambiente de la Nación, el 95% de los incendios forestales son producidos por la mano del hombre.

Desde el año 2013 se presentan iniciativas para la protección de los humedales, que muchas veces llegaron a obtener media sanción pero terminaron por perder estado parlamentario. Vale en este contexto preguntarse entonces a quién o quiénes perjudica la preservación de estos ecosistemas. Grosso atribuye al lobby del litio y la minería que no se pueda avanzar hacia la sanción definitiva de su proyecto.

 Es cierto que además del litio y la minería, hay sectores como el agropecuario y el inmobiliario del poder económico que tienen sus intereses en que no exista una ley para la protección de humedales. Estos sectores atacan a los defensores del proyecto tildándolos de Anti-productivistas, cuando en realidad no están en contra de ciertas actividades, siempre y cuando se encuentren “reguladas”.

 El conflicto refleja dos visiones sobre el territorio: por un lado están quienes buscan su conservación, garantizando la supervivencia y sus servicios ambientales; mientras que otro solamente lo ve como potencial espacio de producción.

«No a las petroleras en el mar»

«No a las petroleras en el mar»

El “Atlanticazo” se hizo presente en varias ciudades de la Argentina para rechazar la llegada de un buque de EQUINOR a Buenos Aires y la próxima iniciación de tareas ligadas a la exploración del petróleo frente a la costa de Mar del Plata.

Protesta contra las petroleras en la Plaza de Mayo a comienzos de 2022.  

El “Atlanticazo” se convocó en Mar del Plata, Ciudad de Buenos Aires, Ushuaia, Bahía Blanca y Puerto Madryn, entre otras localidades del país, el 4 de octubre tras la llegada de un buque de EQUINOR a Buenos Aires.

Este miércoles la plaza frente al Congreso de la Nación congregó tímidamente grupos con colores azules y celestes. Los carteles estaban calmos pero, poco a poco, se elevaron como olas hasta romper con el silencio y decir: “No a las petroleras en el mar”.

Mar del Plata, uno de los centros afectados por el accionar de empresas offshore (afuera de la costa, por su traducción), llamó a la reflexión en sus intervenciones artísticas a lo largo de la costanera: “¿Somos agua contaminada?”. Fernanda Génova, integrante de la Asamblea por un Mar Libre de Petroleras en la ciudad balnearia bonaerense, afirmó a la agencia ANCCOM que “el agua ya está afectada por actividades como la sobrepesca, por las industrias que vierten sus agrotóxicos en los mares y ríos, y por la gran cantidad de plásticos y microplásticos. La actividad humana puso en una situación de fragilidad al mar”.

La activista recordó: “En 2021 generamos acciones de visibilización, porque los proyectos se gestaron a espaldas de la población”. El reclamo fue contra EQUINOR, una compañía estatal noruega que realizará un estudio en el mar argentino que consiste en la generación de ondas sísmicas para reconocer en dónde están ubicados los hidrocarburos y luego comenzar el proceso de extracción. Génova también denunció que esta actividad genera un impacto sonoro sobre las poblaciones marinas, “causa la muerte de animales y el alejamiento de especies de su hábitat natural, perturbando el ecosistema marino”. 

La Asamblea por un Mar Libre de Petroleras, junto con otras organizaciones medioambientales, participaron en audiencias públicas del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación, que fue el encargado de analizar la exploración de la cuenca argentina norte que abarca las costas de la Provincia de Buenos Aires. También tienen activos otros dos proyectos en las cuencas Malvinas Oeste y Austral, pertenecientes a Tierra del Fuego y Malvinas Argentinas.

En febrero de 2022 la Organización de Ambientalistas Autoconvocados presentó un amparo al Juzgado Federal de Mar del Plata y solicitó la suspensión inmediata de actividad de exploración y explotación sísmica en la zona hasta que se conozca el impacto sanitario, ambiental, económico y social de la actividad. La acción judicial retuvo el avance por un tiempo, pero el Estado y Equinor apelaron a este fallo y en enero de 2023 la Cámara Federal de Mar del Plata revocó la medida cautelar bajo la condición de que el Gobierno garantice el máximo nivel de control sobre las tareas.

Pasadas las horas, el mar de gente redobló el reclamo en la Ciudad de Buenos Aires. Agrupaciones ambientalistas y partidos políticos de izquierda marcharon como cada día 4 del mes en un nuevo “Atlanticazo”. El recorrido que empezó en la Plaza del Congreso terminó dos cuadras después en la puerta de la casa de la Provincia de Buenos Aires, la cual estaba completamente cerrada.

Los pueblos originarios de Jujuy protestaban contra la reforma de la Constitución  provincial impulsada por Gerardo Morales. Lejos de ignorarse, las dos manifestaciones se unieron para demostrarse un apoyo mutuo y los integrantes del Tercer Malón de la Paz guiaron la marcha contra la explotación petrolera.

Silvia Ferreyra, militante ambiental en la Campaña Fuera Mekorot, una empresa estatal de Israel acusada por la ONU de violar el derecho al acceso al agua a palestinos, alertó: “Ahora mismo el buque de EQUINOR está en el puerto de Buenos Aires, próximo a iniciar la tarea denunciada por todas las organizaciones sociales”. 

Llena de carteles y prendas azules, una cuadra de manifestantes que ocupaban un solo carril de la avenida Entre Ríos, inundó y trajo un paisaje marino al medio del caos de la ciudad. Mientras los bocinazos de gente frustrada por la reducción de calzada peleaban por tapar los cantos de las organizaciones, sucedió un encuentro entre dos luchas: los pueblos originarios de Jujuy protestaban contra la reforma de la Constitución  provincial impulsada por Gerardo Morales. Lejos de ignorarse, las dos manifestaciones se unieron para demostrarse un apoyo mutuo y los integrantes del Tercer Malón de la Paz guiaron la marcha contra la explotación petrolera.

Entre los participantes se encontraban Gabriel Solano, diputado de CABA y dirigente del Partido Obrero, Vanina Biasi, candidata a Jefa de Gobierno por el Partido Obrero en el Frente de Izquierda y Juan Carlos Giordano, dirigente del partido Izquierda Socialista integrante de la Unidad Internacional de los Trabajadores.

Nahuel Peña Ayala, coordinador de la Rebeldía, parte de la Coordinadora Plurinacional Basta de Falsas Soluciones (BFS), enfatizó que el reclamo es contra un modelo de país que no piensa en un futuro. “Las audiencias públicas fueron una pantomima y las respuestas son siempre las mismas”, aseveró y resaltó que la resistencia no es solo por el mar, sino también por el propio patrimonio de la humanidad que este representa para los argentinos.

Los carteles se multiplicaban y reclamaban el cumplimiento del Artículo 41 de la Constitución de la Nación Argentina, el cual legisla que “todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano”. Entre performances y un micrófono abierto, el Atlanticazo captó la atención de algunos peatones cuando dieron a conocer las amenazas que sufre el mar argentino por parte de empresas extraccionistas extranjeras. 

Ariel Marsilli, militante en Rebelión o Extinción Argentina, afirmó: “Salimos a reclamar que este proyecto pare, porque no tiene licencia social. “Queremos que el gobierno escuche a las comunidades costeras”, concluyó.

Mentiras verdes

Mentiras verdes

Las empresas invierten en “greenwashing”, o lavado de imagen verde, para presentarlas como ambientalistas a costa de engañar a sus consumidores. Una práctica que afecta también al ambiente.

Estamos atravesando una de las peores catástrofes ambientales provocadas por el ser humano. El calentamiento global tiene múltiples causas, pero muchas de ellas tienen que ver con empresas que embolsan las ganancias y socializan los daños de sus modelos de negocios. Un ejemplo cercano y visible de esto, es lo que ocurre con el plástico.

Para tener una dimensión de cuanta cantidad se produce, el plástico fabricado durante el 2003 y el 2016 fue mayor a todo lo que se produjo durante el siglo XX. Según el World Wildlife Fund, de todo el plástico generado a nivel mundial solo el 10% se recicla. Este elemento tiene una utilidad aproximada de menos de tres años pero su desintegración en el medio ambiente puede llevar décadas y hasta siglos.

El 44% del plástico tiene como destino hacer botellas y otros tipos de envases. Cuando se lo descarta, ese mismo plástico que se usa generalmente sólo unos minutos contamina el agua y el suelo, poniendo en peligro la vida marina y terrestre. También su producción contribuye a las emisiones de gases de efecto invernadero y su eliminación inadecuada genera problemas de gestión de residuos.

En un informe para Ellen Macarthur Foundation, en 2019, Coca-Cola afirma que utiliza tres millones de toneladas de envases de plástico al año, lo que equivale a 200.000 botellas por minuto. De ese total, solo el 14% del total son envases retornables. Toda esta evidencia choca de frente con lo que dice su página web acerca de que “El ecodiseño es mucho más que una simple tendencia. Es una filosofía que se ha vuelto imprescindible. Se trata de diseñar productos teniendo en cuenta todo su ciclo de vida, desde su fabricación hasta su uso y distribución con el objetivo de reducir al máximo su impacto ambiental”. Presentar la empresa como “ecologista” no es simplemente una publicidad engañosa (como mínimo) sino que representa una práctica perjudicial para el planeta.

El ejemplo de las botellas es solo uno entre miles de ejemplos del marketing del greenwashing, que busca subir la imagen de la empresa a la ola de lo ecológico engañando a sus consumidores. Utilizar el color verde en productos y publicidades,  agregar palabras como ”naturales” o “ecofrendly”, o proporcionar información poco probable sobre el gran beneficio ambiental que generan son algunas de las estrategias de marketing que emplean las empresas para posicionarse. Esta falsa práctica verde deja importantes huellas en nuestro planeta.

Responsabilidad empresarial ambiental

La Ley 8583 de Argentina, promulgada en 1962, promueve la «Protección de los Recursos Naturales». Esta ley establece medidas para la protección y conservación de los recursos naturales del país, incluyendo aspectos relacionados con la responsabilidad ambiental empresarial. “En primer lugar, es vital comprender la relevancia del sistema multilateral de protección del medio ambiente en el que estamos inmersos. Y nuestras respuestas a nivel local deben ser consecuentes con los objetivos asumidos en el plano global”, comenta Sofia Biscayart, abogada de la Universidad de Buenos Aires.

A su vez, Nicki Becker, referente de Jóvenes por el Clima Argentina, movimiento social y político encabezado por la juventud del país que lucha por revertir los efectos de la crisis climática explica, dice: “La responsabilidad ambiental que deberían tener las empresas en principio es que su actividad no vaya en deterioro del ambiente”.

La ley establece la obligación de las empresas de prevenir y controlar la contaminación ambiental generada por sus actividades. Esta norma conlleva sanciones para aquellos que incumplan las disposiciones y sus responsabilidades ambientales. Las sanciones pueden variar dependiendo de la gravedad de la infracción y pueden incluir desde advertencias y clausuras temporales hasta multas económicas significativas.

“A partir de la reforma constitucional de 1994, con la incorporación del Artículo 41 que prevé expresamente el derecho a un medio ambiente sano, se traza un camino de regulaciones locales que persiguen incansablemente su operatividad”. Aclara la abogada, sobre la responsabilidad ambientalista que deben tener las empresas.

“En Argentina tenemos mucha normativa ambiental, tenemos la Ley General del Ambiente, la Ley de Cambio Climático, la de Educación Ambiental… La normativa abunda”, aclara Becker y agrega: “Lo que sucede es que hoy en día esta actividad no está regulada dentro del Código Penal, por lo cual, en general, el castigo a las empresas que no cumplen con la normativa, termina siendo un vuelto, o sea, termina siendo dinero que ellos incluyen como parte de los gastos y no implica un castigo real”.

¿Cuál es el costo que pueden tener las empresas al no responsabilizarse ecológicamente?

Para la activista Becker, “el riesgo, básicamente, es perder credibilidad. Creo que hoy en día cada vez más se valora el hecho de la transparencia de las empresas y es un tema que se trabaja mucho”. Luego, aclara: “Por ejemplo, con la ley del etiquetado quedó muy a la vista esto de la transparencia en el consumo. Utilizar palabras como ´natural´ o ´verde´, queriendo representar que son óptimas para el medio ambiente, cuando en realidad no lo son genera un efecto de desacreditación con el consumidor”.

Biscayart opina que uno de los riesgos principales de practicar el greenwashing es perder la credibilidad, a su vez agrega, desde el plano legal, que, “En primer término, subestimar al consumidor en tiempos donde la información abunda denota una absoluta falta de profesionalismo; desenmascarar a la organización no sólo implicaría una pérdida de confianza por el público en general, sino habría un impacto en su reputación y definitivamente afectaría su posicionamiento en el mercado, sus ventas y su negocio en general”. Sofía aclara que la práctica de greenwashing es una actividad ilícita: “Por otro lado, las prácticas de greenwashing resultan violatorias de distintas leyes, tanto de publicidad engañosa como de regulaciones ambientales; en consecuencia las organizaciones deberían enfrentar multas y sanciones legales, lo que perjudica su situación financiera y su imagen pública”.

“El greenwashing es una estrategia de marketing muy utilizada en la actualidad”, aclara Mel Alfonso, integrante de Consciente Colectivo, organización socioambiental conocida por sus acciones militantes a favor del ecosistema, como la ley de humedales, la adaptación al cambio climático y la soberanía alimentaria, entre otras campañas que promueven.

La activista detalla en qué sectores laborales se practica usualmente el lavado de imagen verde, “También suele suceder que el greenwashing en su narrativa incorpora aspectos ambientales de manera muy superficial, sin plantear cambios paradigmáticos en cuanto al impacto que las actividades productivas tienen sobre nuestro ambiente. Esto es válido para todos los sectores, desde un proyecto de extractivismo hasta las cadenas multinacionales de moda rápida, pasando por los agrotóxicos; el greenwashing está en todos lados y la sostenibilidad de nuestra matriz productiva no es tanta como a veces parece ser”.