La construcción se derrumba (y no solo por la economía)

La construcción se derrumba (y no solo por la economía)

En lo que va del 2024 se produjo una serie de derrumbes en diferentes obras y propiedades linderas de la Ciudad de Buenos Aires. Durante febrero desde UOCRA hizo un relevamiento de obras activas, la mayoría de edificios y detectó graves incumplimientos.

El pasado febrero sucedió un trágico derrumbe en una propiedad lindera a una obra en construcción en el barrio de Caballito. En este accidente se confirmó la muerte de dos hermanos de 75 y 77 años. Los vecinos de la avenida Pedro Goyena al 500 habían pedido en reiteradas ocasiones al Poder Jucicial el cese de los trabajos porque consideraban que entrañaban peligro. En la misma zona, en la calle Río de Janeiro al 200, una pared de otra obra se desplomó dentro de un supermercado chino. También, en la esquina de Uriarte y Costa Rica, Palermo, se desmoronó una casa dejando como saldo fatal la muerte de dos obreros que quedaron atrapados entre los escombros.

La frecuencia de estos acontecimientos revela una problemática que se repite en la Ciudad de Buenos Aires: la falta de control sobre las condiciones en que se realizan las obras. Los vecinos pueden hacer la denuncia por irregularidades en las obras a la línea 147 que permite hacer el seguimiento dentro del sistema de gestión de la ciudad. En su página web la Dirección General de Fiscalización y Control de Obras, dependiente de la Agencia Gubernamental de Control, informa que “para realizar una obra en tu casa debés tener el permiso del Gobierno y ante una modificación, necesitás el consenso de todos los propietarios. Antes de empezar una obra, el profesional que contrataste deberá darla de alta en la AGC y tendrá que cumplir con las inspecciones obligatorias”.

Un informe desarrollado por la Asociación Civil Defendamos Buenos Aires asegura que en la ciudad hay alrededor de 5.400 viviendas en peligro de derrumbe, sumando departamentos, edificios, casas particulares y obras en construcción. El documento hace hincapié en la falta de controles gubernamentales y según le comentó Javier Miglino, titular de la ONG a Tiempo Argentino, se está violando el Artículo 34 de la Constitución de la CABA que establece que “la seguridad pública es un deber propio e irrenunciable del Estado y es ofrecido con equidad a todos los habitantes”.

Las estadísticas de la UOCRA y los incumplimientos a la CyMAT

Durante febrero, la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina (UOCRA) relevó 7.914 obras activas en la Ciudad de Buenos Aires. La mayoría de las construcciones son edificios de pisos múltiples y se destacan los barrios de Villa Urquiza, Belgrano, Caballito y Palermo con más de quinientas edificaciones en el mapa interactivo. Además, desde la UOCRA detectaron graves incumplimientos a la Comisión de Condiciones y Medioambiente de Trabajo (CyMAT), como la ubicación del tendido de cables aéreos a no menos 2,40 metros de altura o subterráneos, el mantenimiento y control del orden y limpieza en obras, la protección de aberturas de pisos con cubiertas o barandas de hasta un metro, el apuntalamiento de muros medianeros y el afianzamiento de partes inestables de la construcción.

Para Julio Cesar Neffa, Doctor en Economía del Trabajo por la Universidad de París e investigador superior del CONICET en el Centro de Estudios e Investigaciones Laborales, existe una estrecha relación entre el proceso de trabajo y la salud, y esto es lo que vuelve fundamental la prevención para aislar a los trabajadores del riesgo y evitar que los descuidos repercutan también en las ventajas competitivas del sistema productivo, algo que difundiría aún más estas prácticas.

“Hace falta una política sustentable, que dure, que se oriente a promover la salud del colectivo de trabajo y no solamente de cada trabajador, que no base su acción en medidas parciales o temporarias”, explica Neffa. “Con frecuencia, entre las medidas de prevención está el uso de los equipos de protección personal, se le exige al trabajador que use un casco, protectores auditivos, lentes, que se ponga las botas de seguridad. Pero esos equipos de protección personal son individuales y protegen a cada trabajador de los riesgos pero no los eliminan ni los reducen”. En su opinión, hay que poner atención, si se quieren identificar los riesgos y hacer prevención, en cuál es el contenido del trabajo y cómo está planteado.

Sin embargo, el último informe provisorio de accidentabilidad laboral a nivel nacional del período enero-septiembre del año 2023 muestra que se notificaron 454.970 casos de accidentes y enfermedades profesionales, con un aumento del 7,2 por ciento respecto de igual periodo del 2022. El total de casos mortales alcanzó 463 fallecimientos: 238 ocurrieron en lugar y en ocasión del trabajo y 225 fueron accidentes de trayecto, un aumento del 10,4 por ciento más que en septiembre de 2022. Según el informe de ese total de accidentes, el 9,2% se dio en la construcción que, a su vez, representa poco más del 3% de los trabajadores registrados, un indicio de lo riesgoso de la profesión.

Prevenir y curar

 La licenciada en Sociología y magíster en Investigación en Salud Laboral por la Universidad de Buenos Aires, Johanna Gerke, explica que la normativa sobre CyMAT es un «piso» para que todos los actores del Sistema de Riesgos del Trabajo tengan una referencia de las medidas mínimas que deberían implementarse. A su manera de ver, como el sistema está basado en la lógica del seguro, son pocas las veces que se llevan adelante medidas verdaderamente preventivas y específicas para cada lugar de trabajo. Por esto es que entiende que los exámenes médicos y los tratamientos de rehabilitación no pueden estar en manos de empresas que persiguen un lucro y cuentan cada centavo que «gastan» en prevención.

La normativa preventiva para la construcción es muy rica y específica; el Estado, la Cámara empresarial y su sindicato son muy activos en relación con otras actividades. Sin embargo, la cultura de la prevención debe ser fuerte y la atención alta en cada lugar de trabajo. “Si queremos reducir costos usando una escalera en lugar de una silleta con arnés para trabajar en altura, no hay control que alcance”, comenta Gerke.

La docente de la Especialización en Higiene y Seguridad en el Trabajo Agrario, en la Facultad de Agronomía de la UBA, explica que los organismos que intervienen en estos temas son “básicamente dos: el Ministerio de Capital Humano, que vela porque los empleadores incluyan a todas las personas trabajadoras en el Sistema de Seguridad Social, que estén ´en blanco´ y la Superintendencia de Riesgos del Trabajo, que controla que las aseguradoras de riesgos del trabajo cumplan con la normativa del Sistema de Riesgos del Trabajo”. Luego hay otros actores que intervienen y ejercen su propio peso en la CyMAT como la Unión de ART que asesora a las aseguradoras y ejerce presión para que las obligaciones legales de las mismas sean lo más flexibles posible, o los sindicatos, que tienen el importante papel de ampliar los derechos de sus representados. También inciden de distintas maneras las cámaras empresariales, los proveedores de bienes y servicios de las ART, la Cámara Argentina de Seguridad, la Secretaría de Comercio, las Universidades que capacitan a los Servicios de Salud Laboral e Higiene y Seguridad, el Poder Judicial que intercede ante conflictos laborales, y cada uno de nosotros en nuestro rol de trabajadores.

Recesión económica en la construcción

En este contexto, además, la baja en el sector de la construcción llegó al 18 por ciento en dos meses principalmente por el recorte en obra pública de un 85% ordenado desde la Secretaría de Hacienda. Desde la cuarentena no se había visto un desplome de tal magnitud. La producción de asfalto bajó el 61,9 por ciento, yeso 40,6 por ciento, hierro redondo y aceros 38,6 por ciento y hormigón 28,6 por ciento.

Una encuesta cualitativa del INDEC entre las empresas del rubro arrojó un panorama muy complejo sobre el futuro a corto plazo: más de la mitad de los participantes que hacen obras privadas prevé que el nivel de actividad cambiará en los próximos meses y solo un 5,9 por ciento cree que va a aumentar. Los motivos que esgrimen quienes trabajan en la construcción privada son la retracción de la economía y la inestabilidad de los precios; los que operan en el sector público se diferenciaron e indicaron los atrasos en la cadena de pagos.

Con semejante freno a la construcción seguramente la cantidad de accidentes se reduzca. ¿O para reducir costos en un contexto de poca rentabilidad los “ahorros” en seguridad e higiene aumentarán aún más?

 

Cosa de mujeres

Cosa de mujeres

Por Florencia Vaveluk

Fotografías: Camila Miconi

Valery Salguero es la creadora del grupo de Facebook “Albañilería cosa de mujeres”, que cuenta con casi dieciocho mil miembros y busca derribar los estigmas de la construcción en un sector masculinizado. Su plan es construir muros de solidaridad entre mujeres albañilas y generar oportunidades de empleo.

Es jueves por la tarde y se desata un temporal. En las calles de la localidad de William Morris, la gente se apura para llegar a casa y resguardarse del hostil clima. A pocas cuadras de la estación de tren, el Centro de Formación Profesional Malvinas Argentinas funciona como amparo, no sólo de la adversidad climática. En este centro se lleva a cabo el taller de electricidad doméstica destinado a un grupo especial de once mujeres. Así es cómo, impulsadas más por sus ganas de aprender que por el fuerte viento, comienzan a aparecer las chicas de “Albañilería cosa de mujeres», un grupo de Facebook de casi dieciocho mil personas que se convirtió en una comunidad de saberes y experiencias. Su creadora, Valery Salguero, llega a tiempo para la clase luego de una extensa jornada laboral en la que trabaja como parte de una cuadrilla de mujeres para una empresa constructora. Son las seis de la tarde y el día aún no termina para ella, ni para el resto de las chicas: hay que poner manos a la obra con los cables.

El CFP Malvinas Argentinas brinda talleres gratuitos de capacitación profesional. Al ingresar al aula donde se dicta el taller de electricidad, lo primero que se lee en la pizarra es “conexión de tomacorriente” y varios dibujos sobre cableados. Norberto, quien es el encargado de impartir el curso semanalmente, dialoga con ANCCOM mientras saca cables, pinzas, enfuches y varios tipos de herramientas para que las chicas puedan practicar los distintos tipos de instalaciones. El electricista cuenta que el curso es anual y, al finalizar, se certifican a través del Ministerio de Educación los conocimientos aprendidos sobre electricidad doméstica. El tema de hoy es la toma doble primero, y luego, la realización de una conexión para fotocontrol.

La creadora del grupo de Facebook cuenta cómo aprendió el oficio de albañilería a través de su madre, quien le fue enseñando desde pequeña. Actualmente, Valery tiene tres hijos y vive con su pareja en Hurlingham, en una casa que de a poco va poniendo a punto con sus conocimientos previos, y también con los adquiridos en el último tiempo. A raíz del enorme crecimiento del grupo de Facebook, creado hace tan solo seis meses, fueron llegando propuestas de talleres y capacitaciones. En este caso, fue ella quien reclutó al grupo de las mujeres para el taller: “Las chicas están acá porque hice una convocatoria por el grupo y se anotaron trescientas personas. Las fui llamando por orden. Imaginate que tengo casi dieciocho mil personas y no todas se concentran en Hurlingham, ni en Buenos Aires, ni en Argentina, esto ya pasó los límites porque ni siquiera son solo los países de alrededor, sino que hay gente que está en Estados Unidos, en Venezuela…”

El ambiente dentro del aula es de aprendizaje y risas. Una de las chicas, Giuliana, contó cómo fue armar una instalación en medio de la desconfianza de su marido: “Yo hice la conexión con la toma doble en la pieza de los chicos, porque estaban los cables pero no tenían luz. Entonces pasé los cables, hice la instalación y quedó bien. Mi marido me miraba y me decía, ‘¿Esto es así? ¿Estás segura?’ Y yo le decía andate y dejame sola, y se llevó a mis hijos. Tardé una hora y media pero lo hice bien”. Valery también realizó una instalación en su casa a pesar de la sospecha de su pareja: “Chequee que todo estuviera bien, y él fue con miedo a prender la luz… y prendió. Le dije: ‘¿Viste? no me tenías fe y mirá’”. El resto de las chicas señaló que todavía no lo intentaron, pero no les llevará tiempo hasta que pongan en práctica lo aprendido.

La mayoría de las chicas que asiste al curso tiene una familia que mantener. Algunas de ellas trabajan sólo en el hogar, otras también lo haacen afuera. Algunas van a la universidad. Lamentablemente, las situaciones de violencia de género se entremezclan en las experiencias del grupo. Las historias de vida son distintas, pero hay algo que las une: el deseo de aprender y capacitarse. Y la satisfacción es grande cuando “sucede la magia”, como señala Valery al momento en que los arreglos quedan como fueron planeados. “Siempre estuve metida en estas cosas por una cuestión de necesidad, no me quedaba otra que hacerlo. Pero después de que le empezás a agarrar el gusto, y ves que vas mejorando cada vez, eso te da una satisfacción muy fuerte”.

Unidas y envalentonadas

El último 25 de mayo, Valery estaba en su casa y recurrió a Facebook para ver si había algún grupo que tuviera que ver con las mujeres y la construcción. Su idea principal era consultar con otras chicas sobre el tema. Buscó por toda la red social en sus diversos grupos y solo encontró espacios donde la mayor parte de los miembros eran hombres. Convencida de querer intercambiar con otras mujeres, no se quedó con lo que arrojaron los resultados y empezó a realizar posteos en los habituales grupos de compra-venta, preguntando quién se quería sumar a un grupo sobre albañilería para mujeres. Muchas y muchos se sumaron y así nació el grupo, que comenzó un repentino y rápido crecimiento. Sin embargo, no faltaron las descalificaciones: “Se llama ‘Albañilería cosa de mujeres’ porque un tipo me mandó a lavar los platos, y me dijo ‘la albañilería no es cosa para mujeres, es cosa de hombres’ entonces de ahí saqué el nombre, a modo de burla o de chicanear al que dijo eso”.

«Se llama Albañilería, cosa de mujeres porque un tipo me mandó a lavar los platos y me dijo que estas eran cosas de hombres». 

“Como soy mujer y soy inquieta, me nació la necesidad de hacer este espacio que nos concentre a todas para hacer consultas y preguntas”, cuenta Valery. En dos días, más de 700 personas estaban unidas. Seis meses después, la cifra llega a casi 18 mil. Si bien el grupo estaba destinado a mujeres, muchos hombres también se unieron y se conformó una amplia comunidad donde se solidarizan los conocimientos. Valery ejemplifica con el caso de un hombre que tenía una duda con respecto a la casa: “Todas las chicas del grupo le contestaron con cancha, y yo me sentía tan orgullosa porque todas le dieron su punto de vista y sus consejos y él estaba muy agradecido”.

 

“En el grupo hay mucha gente haciendo cosas de albañilería cuando nunca hicieron nada antes. Eso te da poder, satisfacción. Me encanta leer en el grupo cuando dicen ‘gracias a ustedes me animé e hice tal cosa’ y te ponen la foto, todas la felicitan, todas le dan aliento para que siga haciendo cosas. Y siempre hay una en el medio que dice: ‘Yo también tengo que hacer pero no me animo’; y van todas con esa a apoyarla. Eso es lo lindo, el ánimo que te da, las ganas de hacer cosas”.

En la comunidad también se comparten difusiones, convocatorias y ofrecimientos laborales. Cuando empezó a llegar más gente y el grupo creció más, muchas personas empezaron a preguntarle a Valery si daba cursos sobre albañilería. El problema es que, además de necesitar presencialidad, se necesita un espacio y recursos con los que ella no cuenta. “Ahí es donde estoy trabada, tuve un montón de reuniones y hablé con un montón de gente pero todavía no conseguí”. Valery aspira a conseguir fondos para poder organizar cursos y capacitar gente, con el fin de conformar una cuadrilla solidaria. ¿A quién estaría destinada? Principalmente, para quien necesite ayuda o esté en una situación de vulnerabilidad: violencia de género, chicas que están solas con sus hijos o mujeres mayores que no cuentan con asistencia. Si logra conseguir ayuda del Estado, la idea es ir a hacerle la obra a la persona que lo necesite. Para eso, se necesita formación y recursos. “Estamos tratando de mostrar lo que estamos haciendo para que se vea y poder recibir del municipio materiales para una causa solidaria, siempre va a ser para eso”, dice Valery. Los cursos de formación le permiten sumar herramientas para su trabajo y conseguir un mejor puesto, mientras que a las chicas les permite insertarse en el mercado laboral. También les brinda autonomía al no depender de un tercero, generalmente hombre, para realizar los arreglos e instalaciones en sus hogares. Muchas de estas oportunidades se vieron posibilitadas gracias a “Albañilería cosa de mujeres” y a los lazos de solidaridad tejidos en el grupo. Si bien el número de mujeres sigue siendo bajo en el rubro de la construcción -se calculan alrededor de dos mil puestos en el sector- la visibilización promete generar mayor paridad de género. Para Valery y todo el grupo ya está decidido: la albañilería como cosa de mujeres llegó para quedarse.

Ni una de cal ni una de arena

Ni una de cal ni una de arena

La albañilería es uno de los rubros más “pesados” dentro de la construcción, además de ser uno de los oficios más precarizados. El aislamiento  impuesto por el gobierno a raíz del coronavirus, dejó al descubierto realidades difíciles a afrontar para los trabajadores de la construcción,  con más de cinco meses de restricción para desempeñar su labor.

Lunes 23 de marzo, son las seis de la mañana y el reloj biológico le indica a Julio Melián,  de 63 años.  que arranca el día;  se levanta, se lava los dientes y la cara, luego pone la pava para cargar el termo pensando en los mates. Se sienta y espera a su hijo, Lucio de 25 años. Ambos trabajan en una obra de construcción refaccionando un departamento en Vicente López. Pero la realidad le había jugado una mala pasada: la cuarentena había empezado e ir a trabajar ya no era opción ese día.

Julio es cabeza de familia, vive en la localidad de Libertad, Merlo. Toda su vida adulta vivió de su oficio, la albañilería. Su familia está compuesta por él, su esposa, sus dos hijas y su hijo y  compañero de tareas. Comenta acerca de su trabajo antes de la pandemia: “Dentro del rubro de la construcción me desempeño como oficial, también soy contratista, pero dado  que en los últimos años conseguir obras  era algo difícil, solo trabajaba de oficial albañil para otras personas, y siempre es de manera informal. Mi único oficio o profesión es el de la albañilería.”

El inicio del aislamiento perjudicó no solo sus trabajos actuales y futuros sino que además la informalidad le impidió tener el ingreso semanal que percibía “La cuarentena afectó varios de mis proyectos de trabajo. Tenía la remodelación de un baño y un departamento, eso quedó suspendido. Debido a la pandemia no se podía viajar ni realizar  este tipo de actividades, al comienzo fue incertidumbre.”, dice.

Por su parte, Lucio cuenta su experiencia en la albañilería y como vivió el inicio del aislamiento: “Antes del aislamiento me desempeñaba como peón de albañil y hacia algunas actividades de oficial, podría decirse que soy medio oficial pero cobraba como ayudante. A partir de la cuarentena se vieron afectados varios de los proyectos, porque después de terminar la última obra de refacciones que tenía empezada, había planes de empezar con otra. Incluso de la última obra que estuve trabajando y tuvimos que abandonar no  pude cobrar la semana que tenía porque esto se cortó un jueves y los viernes, que son los días en los que cobro, no pude hacerlo.”

 “Yo con las changuitas me fui arreglando, en el barrio por suerte me salían bastantes», dice Carlos.

Adaptarse en aislamiento

Walter, jefe de hogar casado con Betty y a cargo de sus dos hijos menores, Máximo y Noah, es albañil y plomero, por lo que también fue afectado  por el periodo de distanciamiento social. “Todos los trabajos que tenía se vieron afectados desde que comenzó la cuarentena y sin trabajar no cobro un peso”. Y explica: «Me arreglé con lo poco que tenía ahorrado y me puse a vender pan casero»

En cuanto a la ayuda brindada por el Estado, dice Walter: “Ninguno pudo cobrar el IFE. Mi esposa trabaja de preceptora en una escuela pública, lo que ayuda pero no es lo mismo.” En el caso de los Melián, la ayuda estatal llegó para uno de sus integrantes .  “Con mis ahorros pretendía cambiar el auto, pero con esto del Covid eso se esfumó. El gasto en casa no fue tanto. Por suerte, mi mujer que es empleada doméstica tiene ingresos, y mi hija, que vive con nosotros, cobró el IFE.”.

El uso de ahorros para suplir la falta de ingresos en los trabajadores de la construcción fue moneda corriente en el desarrollo de la cuarentena. Otro de los casos es el de José Mondragón,  padre de familia, que vive con su mujer e hijo en la localidad de Coronel Pringles, un pueblo en el interior de la provincia de Buenos Aires. “Mi actividad es la pintura, es dentro del proceso de las obras de construcción el proceso de terminación. Trabajo por mi cuenta, tengo empleados. Tengo esa sola ocupación y es mi único ingreso.  Se vio interrumpido durante estos meses por la cuarentena”, cuenta “Estos meses fueron difíciles, porque era nuestro único ingreso, entonces usamos ahorros o algunos trabajos realizados que fuimos cobrando y de otros sin terminar, como acá en el pueblo la gente es solidaria…” y agrega: “Por suerte ya pudimos ir cumpliendo con los trabajos pendientes y los fuimos terminando, pero porque la situación es otra. Acá en Pringles hubo un solo caso que duró diez días y hasta el momento seguimos con ese solo.”.

Incertidumbre y cuarentena

Carlos González,  de 29 años, vive en Mariano Acosta junto a su mujer. Son una pareja joven y sin hijos, pero de igual manera la pandemia los perjudicó. Él es oficial en el rubro de la albañilería y  una semana antes de empezado el aislamiento  había terminado una obra en la que prestaba servicio como trabajador formal, “Esa era mi única fuente de trabajo.  Siempre era una fija, todos los años empezábamos una obra nueva, esperaba a que salgan esos laburos. Había otras empresas con las que ya teníamos que empezar a laburar y con todo esto, no pudimos, se paró todo y no dejaron comenzar la obra.”

Al no contar con un ingreso fijo, tanto a Carlos y a muchos otros que brindan su relato les toco rebuscársela.   “Yo con las changuitas me fui arreglando –cuenta-, en el barrio por suerte me salían bastantes. Trabajos de los vecinos y de gente que ya me conocía. Iba tirando con eso.  Como era gente conocida  me mandaban  mensaje o me llamaban a casa.”. Otra experiencia similar es la de Walter: “También hice changuitas a unas cuadras de casa de uno, dos o tres días, más de eso no. Llevo barbijo, alcohol en gel en la mochila. Siempre nos tratábamos de lejos, ellos me hablaban desde el primer piso y yo estaba en el patio, en planta baja”, y agrega: “Solo por cosas urgentes, rotura caños o cosas de ese estilo, nada de hacer una carpeta.»

Por su parte, Carlos se vio en la misma situación, y los trabajos a vecinos fueron un salvavidas para muchas familias. “Al no saber cuándo se iba a resolver esto, me tuve que adaptar. Avanzada la cuarentena  hice algunos trabajos para vecinos, al de al lado le pinté la reja y al de a la vuelta le hice una base con pilotines”, comenta.

Tiempo libre

Durante el aislamiento, muchos aprovecharon para hacer lo que el agotamiento semanal de la vida laboral diaria no les dejaba. Al respecto.  Julio Melián cuenta: “Con el tiempo en cuarentena aproveché para hacer cosas en casa. Mis hijos me dicen que soy bastante inquieto. Pinté casi toda mi casa con ‘puchitos´ de pintura que tenía. También estuve arreglando cosas en casa con materiales que tenía acá. Podé arboles también, me mantuve ocupado.” Asimismo,  Walter hizo lo mismo en su casa. “En lo personal,  en este tiempo libre aproveche para arreglar mi casa, use lo poco que tenía para comprar material y terminar de hacer algunas cosas que tenía pendiente hace tiempo.”.

El futuro

Lucio da su perspectiva de cara a una posible flexibilización. “Yo creo que la construcción se podría llevar a cabo pero como estoy haciendo ahora, trabajando en una casa deshabitada y trabajando con personas de confianza o que ya conocés”,  y agrega: “Junto con un amigo desde el jueves 23 de julio empezamos a hacer unas refacciones en una casa en Merlo, pero ahí no vive nadie así que las medidas de prevención las tomamos entre nosotros. Mientras vamos en el auto usamos barbijo, si compramos una gaseosa o algo lo lavamos bien y tuvimos que suspender el mate, algo que antes era muy común en la obra. El retorno a la vida normal, dentro de lo que es el trabajo en la construcción es toda una incertidumbre”.

La posición de Walter es diferente: “El contacto y el riesgo siempre está, trabajes de lo que trabajes. No creo que la regulación ayude en algo, el riesgo es mínimo en el rubro si se cuida la distancia.”

Desde su propia experiencia, Carlos brinda su  posición ante el retorno de la actividad : “Es complicado porque tengo el ejemplo de un hermano de mi señora que sigue laburando en la empresa de construcción y todo, pero la semana pasada a uno de los muchachos le agarró coronavirus y los tuvieron que aislar a todos, al hermano de mi señora le agarro, hace poco el test le dio negativo, se recuperó.” Carlos concluye: “Es complicado, uno quiere laburar, pero por más que te cuides y todo lo que quieras, no es tan seguro.”