El otro campo

El otro campo

«El campo que alimenta», la muestra fotográfica coproducida entre SiPreba y la UTT puede verse en el Sindicato de Prensa de Buenos Aires hasta el 2 de julio.

Zulma Malloja, de la Unión de Trabajadores de la Tierra, y el fotografo Juan Pablo Barrientos.

El martes se inauguró la muestra fotográfica “Retratos del Campo que Alimenta” en la sede de SiPreBA, un evento organizado por la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) junto al Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA) y la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (ARGRA). “Los compañeros y compañeras de la UTT nos lo plantearon hace un tiempo y a nosotros nos pareció que estaba buenísimo que se haga en el sindicato”, declaró Agustín Lecchi, secretario general de SiPreBA, en el acto de inauguración.

Desde Santiago del Estero hasta la Ciudad de Buenos Aires, la muestra cuenta con diversas fotografías que retratan desde momentos de cosecha durante la madrugada, hasta situaciones de represión en los verdurazos en Plaza de Mayo. Los fotógrafos y colectivos que participan en la muestra son Juan Pablo Barrientos, Pepe Mateos, Hernán Vitenberg, Sergio Goya, Bernardino Ávila, Pablo Piovano, Pilar Camacho, Subcoop, Tierra viva, Cítrica, Revista MU, La Garganta Poderosa, Somos Télam y SiPreBA.

Nahuel Levaggi, coordinador de UTT, estuvo presente en el acto de inauguración de la exposición fotográfica y relató que recorriendo la muestra “nos damos cuenta de la cantidad de fotos que faltan para poder contar todo lo que realmente pasa en ese campo que alimenta y ese campo tan federal”, pero que esta actividad “recién empieza, nos vamos a dar la tarea de ir completándola para que realmente sean esos retratos, que se vea ese otro campo, el de la soberanía alimentaria, el que produce alimento para el pueblo”.

Bernardino Avila, posando junto a la reconocida foto de la mujer y las berenjenas, durante un verdurazo de la UTT en Constitucion, año 2019.

“Para mí la foto que más me significó es una foto de Ramona, ella me contaba su vida tan distinta a la mía, yo estaba en la Facultad aprendiendo un oficio nuevo y ella se crió siendo campesina, las dos teníamos la misma edad, y fue lindo poder retratar a una mujer de mi edad, las dos haciendo nuestro camino profesional de alguna manera”, contó Camacho.

El reportero gráfico Bernardino Ávila recordó en diálogo con ANCCOM: “El día que estuvimos en el verdurazo, la represión que sufrimos fue brutal, un feriazo de la UTT en el cual cayó la Policía de la Ciudad a reprimir a feriantes que solamente iban a vender a bajo costo comida y ahí caían todos, y entre los que reprimieron estaba Ángela, la que está en la foto”. Además, destacó que como fotoperiodista se siente comprometido en reflejar la realidad: “Eso lo hago –dijo- mediante la cámara de una manera que sea fehaciente”.

La fotoperiodista Pilar Camacho, exfotógrafa de ANCCOM– también rememoró uno de los momentos que capturó con su cámara en una de las chacras de la UTT en Luján: “Para mí la foto que más me significó es una foto de Ramona, ella me contaba su vida tan distinta a la mía, yo estaba en la Facultad aprendiendo un oficio nuevo y ella se crió siendo campesina, las dos teníamos la misma edad, y fue lindo poder retratar a una mujer de mi edad, las dos haciendo nuestro camino profesional de alguna manera”. Camacho también relató: “Es necesario tener una mirada formada, profesional, que se cuestione sobre la comunicación en imágenes y que con esa mirada entrenada se pueda construir relatos”.

Hernán Vitenberg, fotógrafo independiente y gestor de Bulbo Editorial, se refirió a la importancia del fotoperiodismo en la sociedad: “Hacer fotos no es simplemente eso, tiene que ver con un entramado social, que nuestras imágenes tienen que ser consecuentes con nuestros actos y con nuestros vínculos”. Además, Vitenberg agregó que hoy ve “los medios hegemónicos que están en decadencia hace tiempo, no hay ni espacio laboral ni espacio para escuchar historias nuevas” y que entonces si una imagen “puede modificar o sensibilizar o hacer reflexionar a alguien va a tener que ver con las acciones de esa persona después de hacer la foto”.

La exposición estará disponible hasta el 2 de julio y se podrá visitar de lunes a viernes de 9 a 18 en Solis 1158.

Verdurazo para enfrentar el ajustazo

Verdurazo para enfrentar el ajustazo

La Unión de Trabajadores de la Tierra entregó 30.000 raciones de verdura gratis frente al Congreso de la Nación. Jubilados, despedidos y estudiantes hicieron fila para llevar comida a sus casas.

“Esto es libertad. Comer es libertad”, vociferó Nahuel Levaggi, coordinador nacional de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra (UTT), desde arriba de un camión repleto de cajones de verduras para dar inicio al primer “Verdurazo” de este 2024. El encuentro fue organizado por la Mesa Agroalimentaria Argentina (MAA), que se compone de pequeños y medianos productores agrícolas de todo el país, y consistió en la entrega de 30.000 raciones de verduras gratuitas a quienes se acercaban a conseguir las verduras que ya no pueden comprar. “Esta es la flor de la libertad”, dijo Levaggi al tiempo que repartía flores a quienes estaban presentes en la Plaza del Congreso, lugar donde sucedió el evento, que tuvo su inicio pasadas las 11 de la mañana de este miércoles.

En diálogo con ANCCOM, Zulma Molloja, vocera nacional de la UTT, aseguró: “Estamos donando más de 30.000 kilos de raciones de verduras, hay flores también para que se lleven nuestros jubilados o esas familias que no están pudiendo llegar a fin de mes. También estamos solidarizándonos con los despedidos -este Gobierno es lamentable-, con Télam, con ANSES, con el INAFCI, de agricultura familiar, que lo quieren cerrar. Es lamentable lo que viene pasando con la inflación, venimos también de cuatro temporales muy fuertes, por los que se inundó y perdimos la producción. Hoy nos hemos solidarizado con lo poco que nos quedaba, dijimos: ‘donemos lo que se pueda’”.

Si bien este Verdurazo es el primero del año que corre, en pandemia también lo habían organizado. “Hemos donado a comedores populares, a La Poderosa y otras organizaciones que llevaban un plato de verduras a esas familias que estaban muy complicadas por el Covid. Hoy también estamos haciendo eso, porque es preocupante la situación, porque los que no producen no tienen para comer. Nuestra lucha también es por el acceso a la tierra: en vez de pagar el alquiler, queremos tomar un crédito blando y poder pagar la tierra. Y que vea este Gobierno de qué forma trabajamos y quiénes somos los que realmente alimentamos al pueblo”, agregó Molloja.

Levaggi por su parte, sostuvo: “Es un Verdurazo más de los que hemos hecho durante tantos años y donde planteamos la necesidad de visibilizar la situación del sector y, por otro lado, que nuestra forma de lucha sea en solidaridad con el pueblo, por eso estamos compartiendo nuestro fruto de trabajo como es la verdura con todos los vecinos, vecinas, comedores y trabajadores despedidos, y donde nosotros planteamos nuestra realidad, de tarifazos, devaluación, que aumentó los costos de producción un 300 por ciento. Porque los costos están dolarizados, la situación de emergencia climática tampoco fue atendida por parte del Gobierno, el desguace de las instituciones nacionales que atienden al sector. Ante eso, nosotros planteamos que el alimento es un derecho y si ese derecho no se garantiza, planteamos la solidaridad”.

A su vez, Pedro Poslaba, delegado de la UTT cuya base funciona en la Escuela N° 49, aseguró: “Somos trabajadores de la tierra, producimos las verduras que entregamos. La decisión surge por la organización que tenemos, de cada base, y cubrimos los gastos entre todos”.

Poco antes de las 11 de la mañana, mientras los organizadores del encuentro bajaban de los camiones los cajones de verduras y los acomodaban en hilera en la vereda de la plaza, iban llegando cada vez más personas, que enseguida formaron una fila larguísima. “Me trae la necesidad, porque soy jubilada con la mínima y realmente no nos alcanza. Es la primera vez que vengo. No hay derecho a que los chicos pasen hambre, porque están en una etapa de crecimiento”, comentó a ANCCOM Graciela Margini, quien asistió a la Plaza del Congreso para llevarse una ración de verdura.

Un relato similar realizó Gustavo Lama, un señor que también acudió al lugar y contó: “Vine por la situación en la que estamos. Es la primera vez que participo en esto. No damos abasto. Soy jubilado, gano $170.000, pago hotel donde vivo, me sale $100.000, me quedan $70.000”. Por su parte, Camila, una joven que también fue en busca de una ración de verduras, aseguró: “Vine para apoyar a la Unión de Trabajadores de la Tierra y a buscar alimentos gratis, que hoy en día es muy difícil pagarlos. Yo igual estoy en una situación de privilegio, tengo techo y comida, pero lo único que estoy comprando es comida, así que vine a apoyar y a recibir lo que es justo para todes”.

También estuvo presente Marcela Galeano, referente de La poderosa, quien afirmó: “Somos varias vecinas de todos los barrios tratando de recibir verduras porque estamos en una situación bastante difícil. También estamos recibiendo para nuestros comedores, que se están sosteniendo solamente con donaciones de buenas personas, porque no tenemos nada. En distintos comedores se dan muchas raciones por día y cada día están aumentando más porque cada día hay más gente que se queda sin trabajo y hay muchos que directamente están en situación de calle. Esto nos viene rebien para cocinar a todos nuestros compañeros, compañeras, y aparte para los vecinos y los que vienen a buscar la comida al comedor”.

Cerca del mediodía, la fila humana ya se había desarmado. Ahora había personas por doquier yendo de un lado a otro con bolsas cargadas de comida. Por esa hora, la UTT improvisó un escenario arriba de uno de los camiones con verduras. Allí se subieron Levaggi, Molloja, una referente de La poderosa y también Valeria Taramasco, secretaria de Derechos Humanos de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), quien, con micrófono en mano, aseguró: “Venimos no sólo a solidarizarnos, sino a compartir la lucha, porque es la misma lucha, primero porque estamos siendo víctimas de las políticas de este Gobierno, pero además los trabajadores y trabajadoras de la agricultura familiar compartimos la misma lucha con las organizaciones, están desmantelando las políticas para el sector. A nosotros nos están despidiendo, sin anunciarnos el despido, sino directamente no renovándonos los contratos, además estamos sin cobrar el mes de marzo. Es un Gobierno al que poco le importa la producción, la soberanía y menos que menos las políticas territoriales”.

Aunque no subieron al “escenario”, también estuvieron en el “Verdurazo” algunos trabajadaores de “Somos Télam” y del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA). Tampoco faltó la presencia policial, un clásico de este Gobierno para desplegar el protocolo represivo caprichosamente e intentar, de manera infructuosa, abortar la actividad.

Otros precios son posibles

Otros precios son posibles

La UTT organizó un Feriazo Soliario en la Plaza Constitución. Una multitud se congregó con bolsas y changuitos para comprar frutas y verduras a valores accesibles.

Bajo un sol que quema a cualquiera que esté al descubierto, gazebos y carpas comienzan a protagonizar la Plaza Constitución este miércoles por la mañana. La Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) se acomoda para realizar un nuevo “feriazo” solidario ante la inflación de los precios en alimentos y el DNU de desregulación total que quiere imponer el presidente Javier Milei. 

A medida que bajan de camiones cientos de cajones con diferentes tipos de frutas y verduras, las personas comienzan a hacer una fila larga y tendida. Con el paso del tiempo, el sol empieza a molestar cada vez más. Con sus changos o bolsas de compras vacías, cubren sus cabezas de la insolación. 

Algunos, cansados por la espera, toman asiento en la sombra mientras algún familiar hace la compra por ellos: “Me parece bien que hagan esta movida, porque si no…” comenta un hombre que en vez de terminar la frase, se pasa el dedo por el cuello como si fuera un cuchillo. “Estamos fritos”, remata. 

Frente a la boca del subte, un parlante empieza a sintonizar folklore y chamamé mientras las ventas se ejecutan. El flujo de entrada y salida del subte no se detiene y eso ayuda a incrementar el público del “feriazo” solidario. A quienes bajan de los colectivos o trenes, les llaman la atención los puestos; aquellos que veían los precios, sacan fotos y se suman a la fila de espera sin dudarlo. 

Precios justos para el pueblo es el lema de los Trabajadores de la Tierra -familias que se encargan de la producción de frutas y verduras, granos, lácteos y crianza de animales-, quienes cuelgan diferentes carteles que anuncian su reclamo e identidad: “Necesidad de Urgencia es el acceso a la tierra”, “Soberanía alimentaria” y “Agroecología”. Junto a ellos, la lista de precios de las frutas y verduras por dos kilos que no pasan de los mil pesos. 

Delina, quien espera sentada en el piso bajo la sombra, le compra a los Trabajadores de la Tierra desde hace un año: “Son frescas y te las regalan. Un morrón te puede durar dos meses, son lindos y grandes. Si los comprás en otro lugar y no lo usás, al otro día se pudre todo.” Al no contar con pesticidas en sus producciones, son productos naturales que vienen directo de la tierra y sus consumidores lo saben. 

Por esa misma razón, los eligió una oriunda de Wilde, quien tiene a su hija vegetariana y un nieto autista que debe seguir una dieta estricta, sin agrotóxicos. Con una sonrisa en la cara y viendo cómo cargar las siete u ocho bolsas que rebalsan de frutas y verduras en sus manos, comenta que la compra le salió solamente siete mil pesos. Admirada por el tamaño de las frutas y el color que tienen, agarra un tomate gigante a modo de exhibición para contemplarlo. 

A sus espaldas, comienza un desfiladero de trabajadores que continúan cargando en sus hombros y espaldas los cientos de cajones que bajan de los camiones: acelga, pepinos, hinojos, repollos, zanahorias y remolachas eran algunas de las verduras presentes. Todas tenían algo en común: el tamaño de sus cuerpos y el brillo de cada una las hacían ver frescas y sabrosas, resultado de producciones agroecológicas.

“La tierra en manos campesinas y no corporativas” sostiene Marisa, integrante de la UTT frente al puesto de trabajo, en reclamo a uno de los decretos del DNU que plantea la compra de tierra a extranjeros sin límites y como consecuencia, la concentración en manos privadas. 

Derogaciones a la regulación de la yerba mate, el mercado interno, la suba del dólar que afecta a la compra de insumos y alquileres de la tierra llamaron a que los Trabajadores de la UTT salgan a las calles para ayudar al pueblo y atenuar el gasto de sus bolsillos: “Con toda la situación del gobierno nacional, no podemos ver por la tele todo lo que está pasando y no hacer nada” comenta Jorge Ortiz, uno de los protagonistas del “feriazo” solidario. 

“Más allá de la economía, venimos a solidarizarnos con el pueblo. No vinimos a generar, simplemente a brindar el alimento que producimos al pueblo y que pasen un Año Nuevo diferente”, cuenta Ortiz, quien junto a su equipo de trabajo, tienen en claro que realizar canales directos de comercialización con las personas permite precios más bajos y garantiza el acceso a alimentos básicos en medio de la crisis económica.

«Justicia ambiental es justicia social»

«Justicia ambiental es justicia social»

Convocada por organizaciones ambientalistas de la juventud, una multitud marchó desde Plaza de Mayo hasta Congreso, con reclamos muy concretos contra las actividades que dañan el ambiente y la salud. 

Mientras el sol busca salir de entre las pesadas nubes grises de la ciudad, las organizaciones juveniles estiran sus banderas en el piso de la Plaza de Mayo. Federico camina a través del parque para saludar a su compañera Stephi. En el ínterin en que organizaban la posición de las banderas, miran a sus costados, expectantes por el desarrollo de la marcha. Federico ya tiene más de tres años marchando, pero varias chicas y chicos como él salen a las calles por primera vez en esta jornada, lo cual se deja ver en el rostro inquieto, incómodo e inexperto de jóvenes de entre 17 y 22 años. “No hay color, solo las banderas y algún que otro cartel”, dice un fotógrafo cercano a los 50 años de edad, alejado del conjunto que sigue aumentando minuto a minuto.

Se escuchan los tambores de las organizaciones sociales y de los partidos políticos que llegan por las diferentes calles. Se levantan las banderas y los carteles y en el medio aparece la barredora que abre la marcha con la frase “Justicia ambiental es justicia social”. Las miradas se tranquilizan y los nervios se van de los rostros. Las cámaras corren hacia adelante para retratar los carteles y banderas que con lemas varios comienzan a colorear la columna que está por salir hacia el Congreso. Se leen frases como: “Mirá: acá está la juventud”; “El dólar no se bebe”; “El colapso va a llegar antes que mi título”. Y, al mismo tiempo, se alzan reclamos puntuales como:  “Ley de Acceso a la Tierra YA”, “Mar Libre de Petroleras”, “Ley de Humedales YA”, entre otros.

“Ni la naturaleza, ni nuestros cuerpos son territorio de conquista”, dice Ariana Krochik, militante de Consciente Colectivo, parada a un costado de la columna que, con música y pogo, avanza por Av. de Mayo. Explica que la crisis climática no impacta en todo el mundo por igual y que los países del sur se ven afectados no solo por las consecuencias generales, sino también por un contexto de desigualdad económica estructural. Históricamente el norte global desarrolló sus economías utilizando los territorios y bienes comunes ambientales del sur, y son también los mayores emisores de gases de efecto invernadero a nivel mundial. “Exigimos que se cumpla el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas, que implica que los Estados que más han contaminado y beneficiado de la destrucción ecológica, sean quienes inviertan en la transición de otros países.”

Entre la fiesta de diez cuadras de largo, con redoblante y bombos se escucha el agite por la Ley de Humedales. “Ole ole ole, ole ole ola, Ley de Humedales queremos ya. Y que a las islas se las dejen de quemar”. Desde el 2013 fueron tres los proyectos de ley presentados en el Congreso que perdieron estado parlamentario y este año se promete que el proyecto presentado por el diputado Leo Grosso, apoyado por las organizaciones sociales y científicas, pase a tratarse en la Cámara de Diputados. 

“Venimos a defender y generar conciencia, y me alegro que haya tanta juventud.  Eso es lo más importante. Ellos son el presente y el futuro de la patria. Nosotros tenemos que salir y apoyarlos a ellos en esta iniciativa que ya desde hace tiempo se debía hacer. El planeta, cuanto más lo dañamos, más arruina al humano. Se está enojando la tierra y nosotros tenemos que cuidarla”, dice Teresa, de 72 años, mientras avanza con paso seguro y con ímpetu rodeada de jóvenes, fiesta y militancia, levantando su cartel de “Hay más plásticos que sentido común”. 

El tractor lleno de verduras, frutas y flores de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) abre las aguas de cemento y ciudad mientras avanza detrás de las organizaciones juveniles. “El impulso de la agroecología para una soberanía alimentaria” es una de las consignas con las que se convocó a la movilización y que la UTT trabaja desde hace años.

Ya en el Congreso, previo a escuchar a las y los diez oradores que van a estar dando su discurso, Stephanie Cabovianco de Climate Save Argentina, con ayuda de sus compañeras y compañeros, colgaba su bandera en las rejas del Congreso que decía: “Por un sistema alimentario justo, saludable y sostenible”, ella clara que esta consigna es para las personas, el ambiente y los animales”.

Entre las y los oradores ubicados en el escenario frente al Congreso, solo se ven caras jóvenes. Rodeándolos están las organizaciones y partidos amuchados. “El ambientalismo es una bandera que le pertenece por definición a las grandes mayorías”, grita Mercedes Pombo de Jóvenes por el Clima, con una contextura pequeña y un grito gigante. Federico Pellegrino de Eco House, acompaña el sentimiento y en su discurso reivindica “la politización de nuestros dolores individuales” como la única herramienta que tenemos para sacarle el poder a los de arriba y distribuirlo en toda la sociedad. “Si la historia argentina algo nos ha demostrado es que el pueblo organizado puede transformar su presente y su futuro y no hay lobby ni poder concentrado que pueda frenar eso”, dice Mijael Kaufman de Consciente Colectivo.

A las ocho y media de la noche, algunas personas ya retornan para sus casas y otras se quedan bailando al ritmo de la música que todavía envuelve al Congreso de la Nación.

El rompecabezas de la soberanía alimentaria

El rompecabezas de la soberanía alimentaria

El concepto reivindicado por los movimientos campesinos con distintas piezas que aportan, entre otros, la educación, el derecho y el ambientalismo.

 

La alimentación es una parte elemental de nuestra cotidianidad y hace más de 30 años se lucha para que el acceso al buen comer sea un derecho garantizado. En la última década, la cuestión de la producción, distribución, comercialización y consumo del alimento comenzó a tomar fuerza en la agenda pública, y desde el campo al Congreso de la Nación, la militancia por la soberanía alimentaria se abordó desde diferentes posiciones.  

El concepto de “Soberanía alimentaria” fue presentado en 1996 en la Cumbre Mundial de la Alimentación por Vía Campesina para ofrecer una alternativa a las políticas de alimentación que priorizan el comercio internacional y no contribuyen a la erradicación del hambre en el mundo. Se define como el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, producidos de forma sostenible y el derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo.

El proyecto de ley

Maritsa Puma es referente de la Unión de Trabajadores/as de la Tierra (UTT), con 23 años produce verduras agroecológicas con su familia en el círculo frutihortícola de La Plata. En la organización, forma parte de un equipo de productores que trabaja de manera agroecológica y enseña a las familias a arrancar desde cero con este tipo de cultivo.

En octubre del año que se fue, acompañada por sus ya clásicos “Verdurazos”, la UTT presentó por tercera vez en el Congreso de la Nación el proyecto de Ley de Acceso a la Tierra. La iniciativa busca que los pequeños productores puedan acceder a una vivienda digna y a una parcela donde producir alimentos, así como impulsar un desarrollo rural ambiental, social y económicamente sustentable.  Durante la movilización, Puma contaba la importancia de esta normativa: “La Ley de Acceso a la tierra viene a darnos la posibilidad a los pequeños productores de acceder a la tierra a través de créditos a bajos intereses, en vez de estar pagando un alquiler mes a mes. Más del 80% de las familias que producimos los alimentos no somos dueñas de las tierras en donde producimos, sino que las arrendamos y muchas veces pagamos precios muy abusivos por la especulación inmobiliaria”.

Uno de los mayores beneficios de esta ley, explica Puma, tienen que ver con el acceso a una vivienda digna y a poder planificar su vida: “Alquilando, muchas veces estamos tres años en una tierra y luego tenemos que mudarnos a otra, por lo tanto, armamos nuestras casas con los mismo materiales con los que construimos un invernadero: nailon, maderas chapas, algunos clavos. Construimos una casilla precaria, con una instalación eléctrica también precaria. Siempre ocurren accidentes: incendios, fuertes vientos que vuelan las chapas, inundaciones, goteras; y todos los niños y todas las familias viven así. El piso de la casa, cuando nos vamos, tenemos que romperlo, los árboles talarlos, para devolverlo como ellos nos lo dieron, sin nada”.

Desde que comenzaron con los talleres de agroecología, Puma no podía evitar preguntarse cómo era que sus padres y abuelos no necesitaran agroquímicos para cultivar y ahora se cree que sin ellos no se puede producir. “Con este modelo de producción no se llega a tener la noción de cuánto daño se hace a la salud y el ambiente. Lo que estamos haciendo con la agroecología es dejar de ser dependientes de una multinacional que vende productos de síntesis químicos, que nos hacen tanto daño, y empezar a hacer nuestros abonos con materiales de nuestro propio campo”, describe.

La activista explica que empezaron a recuperar la cultura del campo con diferentes prácticas para el cultivo, procesos que realizaban sus padres y abuelos. En ese sentido, retomaron las tradiciones de distintos pueblos. Cuenta que como alrededor de las ciudades hay una gran diversidad de personas procedentes de diversos paíse,s como Bolivia, Paraguay y diferentes provincias, la diversidad de experiencias es infinita: “Hay un montón de conocimiento que si no lo recuperamos realmente se va a perder. De a poco se va arrasando con nuestra cultura, nuestra forma de producir, de alimentarnos. Cada compañero que vino de otro lugar, se vino con sus semillas y las pudimos adaptar, demostrando que se puede producir de manera agroecológica y combinar prácticas diferentes de cultivo”.

Educación e investigación

La Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria (CaLiSA) de Nutrición en la Facultad de Ciencias Médicas UBA,surgió el 1 de marzo de 2013 con la coordinación de Miryam Gorban. Fue creada por iniciativa de los estudiantes de Nutrición que comprendieron la importancia del rol activo que debían cumplir con relación al acceso a alimentos sanos, seguros y soberanos de la población.

Su principal motivación fue movilizar y visibilizar la importancia de la soberanía alimentaria y solicitar un espacio de formación libre dentro de la academia para intercambiar saberes. Se presentaba la necesidad de comprender y analizar los medios actuales de producción, comercialización, distribución y consumo de alimentos, para estudiar las problemáticas y vincularlas con la crisis ambiental e implicancias económicas, para finalmente afianzar el derecho fundamental a la alimentación saludable.

La nutricionista Clara Zárate es parte del equipo de CaLiSA Nutrición, la cátedra que lleva adelante diferentes actividades. Con disertantes, invitados especiales, seminarios, jornadas, clases expositivas, prácticas en terreno (entre las que se han propiciado, por ejemplo, visitas a pequeños productores y productoras locales) diálogos e intercambio de saberes y ferias regionales. Clara comenta: “A raíz de los temas y problemáticas trabajadas en la cátedra, fueron surgiendo otros espacios más allá de la cursada, que se complementó con iniciativas como el kiosco saludable, el bar saludable y la huerta agroecológica. Son lugares pensados para fomentar la soberanía alimentaria y entornos saludables dentro de la nutrición. El principal objetivo es mostrar que se puede caminar hacia la soberanía alimentaria y lograr una alimentación sana, segura, soberana y sabrosa para todes”.

Dentro de la cátedra plantean: “Los ejes principales giran alrededor de los modelos productivos, aspectos nutricionales, enfoques socioculturales, ambientales y análisis de prevención y protección de la salud. La idea es elaborar, difundir y ejecutar propuestas direccionadas al lograr una Soberanía Alimentaria capaz, que abarque toda la problemática alimentaria. En definitiva, aspiramos a lograr la Seguridad Alimentaria y Nutricional de los pueblos, con el respeto de los Derechos Humanos: el derecho a la salud, a la alimentación, al agua segura y a la vida digna”.

Ambientalismo

Ariana Krochik es activista y cofundadora de Consciente Colectivo, una organización de jóvenes con perspectiva socio-ambiental, que milita por el cuidado del ambiente como una problemática transversal a todas las demás. Con respecto a la soberanía alimentaria, cuenta: “En este sistema siempre se busca producir más. Hoy con la tierra pasa lo mismo, ya no se respetan sus ciclos naturales. Para poder tener otra relación con la naturaleza, es prioritario poder producir y consumir de manera sana y segura, aplicando aquí el concepto de soberanía alimentaria. El “Buen vivir”, noción utilizada en los movimientos campesinos e indígenas, habla justamente de esto, del respeto por la naturaleza, de la relación del ser humano con la vida”.

Krochik está segura que las problemáticas ambientales tienen siempre de fondo una cuestión social, por eso lo socioambiental es en definitiva un activismo social y el activismo ambiental como algo totalmente transversal. Sobre esto desarrolla: “Fumigaciones, agroquímicos y un montón de cuestiones que tienen que ver con las plantaciones están totalmente relacionadas con las sociedades donde se aplican. Siempre que se fumiga hay, a kilómetros o metros, poblaciones, escuelas y viviendas donde se generan un montón de problemáticas en la salud de las personas que allí habitan, y ni hablar de la contaminación de la tierra, agua y aire que literalmente nos está matando. Los movimientos campesinos, las organizaciones juveniles y las distintas organizaciones de la sociedad civil vienen trabajando hace miles de años como movimientos de lucha ambiental”.

Desde la organización se activa por la soberanía alimentaria a partir de la incidencia política y la acción barrial, exigiendo políticas públicas y militando con vecinos y vecinas de diferentes barrios en la conformación de huertas para los merenderos locales. “En el lugar del privilegio en el cual me considero, ser activista por la soberanía alimentaria tiene que ver con una cuestión colectiva. Me explico: yo como persona de privilegio, tengo de alguna manera la posibilidad de elegir qué y cómo consumir. Pero ahora, parte del activismo y la militancia tiene que ver con la organización colectiva en pos de un objetivo en común. Entonces, en este caso, el poder organizarnos colectivamente para exigir políticas públicas para que todas las personas puedan tener acceso a la soberanía alimentaria, y elegir qué comer sea un derecho garantizado para todos y no un privilegio para pocos”.

Derechos

La Vía Campesina es un movimiento internacional que reúne a millones de campesinos, agricultores pequeños y medianos, sin tierra, jóvenes y mujeres rurales, indígenas, migrantes y trabajadores agrícolas de todo el mundo. Defiende la agricultura campesina por la soberanía alimentaria como una forma de promover la justicia social y dignidad y hace frente a los agronegocios que destruyen las relaciones sociales y la naturaleza.

El Centro de Estudios Legales y Sociales es un organismo de derechos humanos argentino creado en 1979, durante la última dictadura militar, que promueve la protección de los derechos y su ejercicio efectivo, la justicia y la inclusión social, a nivel nacional e internacional. En el presente, uno de los principales temas abordados por la organización es la inclusión social y los derechos económicos sociales y culturales, en especial en lo relacionado al acceso a la tierra y a un hábitat digno.

El CELS trabaja en conjunto con La Vía Campesina para asegurar la protección de los derechos de las comunidades campesinas e indígenas. “La soberanía alimentaria requiere la intervención activa del Estado y políticas públicas que protejan los modos de vida y de producción campesinos-indígenas, que garanticen que las comunidades puedan permanecer en las tierras que habitan y que trabajan, sin hostigamiento ni amenazas de desalojos, y que fortalezcan el tejido organizativo y cooperativo. Son políticas activas que desconcentren el sistema agroalimentario y modelen la producción y la demanda las que pueden favorecer el acceso de todes a alimentos de buena calidad”, afirman desde el organismo.

En sus informes sobre el tema explican: “Para les campesines, el territorio es vida y forma parte de su identidad, a través de una relación de mutua pertenencia y cuidado a través de generaciones. Esta cultura se ve amenazada por el agronegocio, responsable hoy del monocultivo, los desmontes, los cambios en los cursos de agua, la saturación de la tierra y la producción con agrotóxicos, el patentamiento de semillas transgénicas que impiden su conservación. También está amenazada por otras actividades extractivistas como los desarrollos inmobiliarios, la minería y el turismo”.

Redes de amistad

El periodista Sergio Ciancaglini, en su libro Agroecología, el futuro ya llegó, plantea, de forma poética y reflexiva, cómo lo colectivo y el trabajo en red acerca un verdadero cambio de paradigma, no solo productivo, sino cultural, socioambiental, humano y político: “Mientras caminamos entre las pasturas Norman Best menciona algo que podría ser un proyecto altamente político, en el sentido no contaminado de la palabra: ‘Tal vez todo consista en saber crear redes de amistad’. Esas redes, como lo muestra Guaminí, podrían simbolizar los mejores modos de encarar uno de los grandes conflictos que definen esta época: cómo lograr que los sueños sean más fértiles que las pesadillas.”