Contagiar teatro

Contagiar teatro

Proyecto Pierre es una iniciativa de la universidad pública que desde 2017 busca acercar nuevos públicos a las artes escénicas y crear el hábito de ir al teatro. Sus responsables relatan la experiencia en un libro de reciente publicación y, en diálogo con ANCCOM, cuentan detalles de su investigación.

“Nuestra idea era ir a buscar a aquellos que estaban a medio pasito de ir al teatro”, explica Mónica Berman sobre Proyecto Pierre, un programa nacido en 2017 en el Área de Artes Escénicas de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, que ella misma encabezaba y que ahora se convirtió en un libro. El objetivo es generar el hábito de ir al teatro, en este caso de estudiantes y docentes universitarios. Con un guiño al sociólogo francés Pierre Bourdieu –uno de los teóricos más leídos en la facultad–, el proyecto propone ir en grupo al teatro y debatir y reflexionar sobre la experiencia vivida.

Berman no ideó sola el proyecto Pierre: Ludmila Botta y Fernanda Blanco, licenciadas en Ciencias de la Comunicación, la acompañaron desde el primer momento. «Ambas estaban en busca de una tutora para sus tesinas y vinieron a cursar conmigo como oyentes un seminario que daba sobre artes escénicas. Tenían un gran entusiasmo, así es como se sumaron al Área de Escénicas. Y Pierre surgió en una merienda donde nos dimos cuenta de que nosotras si íbamos a ver teatro, pero nuestros amigos no, o si lo hacían tenía que ser sí o sí con nosotras».

A través de diversas vivencias personales, empezaron a analizar cómo se construye el hábito y los rituales para ir al teatro. Desde Pierre se propusieron estudiar cuáles son las barreras de los públicos que sí gustan del teatro, a la hora de asistir a una sala, y de qué forma se podría garantizar esta experiencia.

Cuando el proyecto arrancó, uno de los desafíos era cómo difundir la convocatoria. “Tuvimos que buscar dónde estaban esos públicos universitarios. Primero usábamos grupos de Facebook, mails y también lo comunicábamos a través de amistades”, recuerda Blanco. Pero con la baja considerable en el uso de Facebook tuvieron que incorporar WhatsApp, hecho que lamentaron un poco debido a que con el primer sistema se generaba una comunidad.

“Desde que comenzamos el proyecto lo pensamos como una instancia de prueba y error constante, casi como un experimento, por algo lo llamamos experiencia. Cada vez que terminábamos un encuentro hacíamos crónicas, encuestas o charlas entre nosotras para debatir qué habíamos observado”, agrega Blanco.

Respecto a qué obras ir a ver, Berman comenta: “Soy una persona que ve mucho teatro. A la hora de la curaduría, me obsesionaban algunos aspectos puntuales como incluir teatro de infancias, comunitario o títeres para adultos. Al principio, cuando las chicas hacían las encuestas, lo que los inscriptos decían era que nunca irían a ver obras infantiles. Pero nosotras queríamos que puedan ver obras que no hubieran ido a buscar por su cuenta”.

“La barrera del valor de las entradas es la que a la mayoría de los públicos les mueve la aguja”, asegura Botta. Sin embargo, también han detectado barreras simbólicas. Una de ellas es el trato en las salas. En uno de los encuentros, el grupo que armaron no fue bien recibido en un espacio donde, según Berman, “deberían sí o sí tratarte bien”, lo que provocó cierto rechazo de los participantes a la hora de ir al próximo encuentro.

Además, la cartelera teatral de Buenos Aires es inabarcable, otro aspecto que vuelve complejo optar por una obra. “Cumplimos nuestro objetivo de brindar herramientas a los públicos para que puedan adquirir autonomía en su elección y así hacer su propia selección de qué obras ir a ver”, sostiene Blanco, a lo que Berman añade: “La idea era que advirtieran que había propuestas muy distintas en la cartelera. Que existe el teatro comercial o empresarial lo sabemos todos, es muy fácil de percibir, en cambio lo otro es muy difícil de conocer. Teniendo un panorama de la oferta teatral que hay en la ciudad, se logra esa autonomía en la elección”. Incluso, algunos participantes de Pierre se volvieron “recomendadores”.

Ante el vacío de investigaciones sobre públicos que estudien las razones por las que alguien va o no al teatro, el libro Proyecto Pierre, creando el hábito de ir al teatro constituye un análisis tanto cuantitativo como cualitativo acerca del hábito en potenciales espectadores. La publicación se enfoca en las primeras cinco temporadas del proyecto –de 2017 a 2023, exceptuando 2020 cuando el proyecto se paralizó por la pandemia– y pudo materializarse gracias al programa Mecenazgo del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires. Se puede leer de manera gratuita en este link.

“Hay que actuar como actor y también como sujeto social”

“Hay que actuar como actor y también como sujeto social”

La obra teatral Seré se presenta como un instructivo de fuga del excentro clandestino de detención homónimo. Encarnado en el cuerpo de Lautaro Delgado, el testimonio de Guillermo Fernández en el Juicio a las Juntas se despliega como un truco de magia, un acto de posesión y una construcción dramatúrgica total. Un acto de ventriloquía inverso.

Si bien el público que concurre al Teatro del Pueblo sabe que a continuación verá una obra teatral, su confirmación se pondrá en duda rápidamente: “Lo que verán es real y no”, dice alguien que aparece y se presenta como Lautaro Delgado Tymruk, actor y mago. “Abracadabra: iré creando conforme hable. Mucha atención a este truco. Nada por aquí, nada por allá. Puede que ocurra un milagro”. Y comienza la obra, si ya no lo había hecho. Se produce, entonces, la posesión del cuerpo de Delgado por la voz del sobreviviente del excentro clandestino de detención Mansión Seré, Guillermo Fernández. “El milagro ocurre, efectivamente. Soy poseído por esa voz. Puedo tomar esa voz y esa voz puede ser yo”, explicará luego Delgado Tymruk en una entrevista con ANCCOM.

En el centro del escenario hay una mesa y sobre ella distintos objetos que tendrán protagonismo a medida que avance la grabación del testimonio de Guillermo Fernández. Así, por momentos, el teatro oscuro y frío se convierte en Atila -nombre interno que los represores le daban al centro de detención y tortura-, y por otros, en el tribunal del Juicio a las Juntas. Algo parecido ocurre con el actor que pone el cuerpo; la mímica exacta que hace de todo: gestos, sonidos, pausas, muletillas y fallos de Fernández posibilita el acto mágico de posesión, la sensación de ver y oír a un único sujeto, una síntesis total de voz y cuerpo que hace olvidar la división material de ambos. “Sucede la magia, un acto de espiritísmo tecnológico porque hablo a través de una voz grabada”, dirá Delgado Tymruk. Un cuerpo sentado dando la espalda al público de la misma imagen que en 1985 era transmitida de Fernández. Luego, el mismo cuerpo, en el centro de tortura materializa el horror, y remueve al observador del asiento al simular el sonido de la picana eléctrica o “pequeña Lulu”. “Una de las tesis de Seré es: ¿quién actúa? Es una de las preguntas que me hice al pensar la obra. Porque la actuación es voz y cuerpo, pensamiento y espíritu. Si yo tomo la voz de Guillermo y pongo el cuerpo, ¿quién es el que está actuando? En su voz está impresa su alma y pensamiento, y en mi cuerpo también está mi alma y pensamiento. Para mí es una pregunta sin respuesta. O con muchas. Guillermo Fernández alguna vez me mencionó que cuando veía Seré se abría otra dimensión, donde no era ni él ni yo, era un otro”. La sensación de traspaso de un espacio a otro y de representado a representante se amplifica por la utilización de sonidos y silencios, de pequeñas luces o de oscuridad total.

La obra no utiliza el testimonio original y lineal sino que “se le impregnó un sentido poético y estético, hay un trabajo de estructura dramática. Se intervino la declaración con sonidos, música, ruidos, y otros textos, pero principalmente con la acción, que puede hacer circuito o a veces cortocircuito con el relato. No siempre van unidas y eso crea otra posibilidad de sentido”. Hay cosas que el cuerpo de un actor puede representar, otras que solo pueden ser dichas por quien lo vivió. Y la obra respeta, además, una solicitud: que no sea “lacrimógena», que tenga algo de vital. “Ellos algunas veces se han reído en medio del cautiverio, y en eso había una forma de supervivencia también”. El testimonio de Fernández, por sus respuestas irónicas e inteligentes a las defensas genera risas y murmullos entre la tribuna del juzgado que se replican en la del teatro. “Haber escapado un 24 de marzo tiene algo de disparate también, de chiste, y de ironía”. Porque esa fecha también es el natalicio del reconocido mago Harry Houdini. “Bien, Houdini”, le dijó Claudio Tamburrini a Fernández cuando, con un clavo flojo de la cama logró abrir la ventana para iniciar la fuga de los cuatro compañeros de pieza en 1978, a dos años del golpe militar. Pocos días después de su huida el campo de tortura fue incendiado y quienes todavía permanecían detenidos fueron “legalizados” por el Poder Ejecutivo Nacional.

¿Por qué el nombre Seré?

Seré es por el centro clandestino pero también seré, que es el futuro simple del verbo ser. Ser en el futuro. Y justamente un centro clandestino de detención es la imposibilidad de ser. Te arranca de lo humano, te inhabilita la posibilidad de ser, ya no solo en un futuro, sino en el momento. Una persona torturada, secuestrada, que está maniatada, en un lugar de inhumanidad como eran los centros de exterminio. Entonces, seré es una suerte de palabra mágica. Una proyección de cuatro personas que vislumbran un futuro, yo seré, a pesar de este contexto, tanto Fernández y sus compañeros en ese momento, como en el contexto actual que vivimos. Es la posibilidad de crear futuro, más allá de todo. A partir de la ocurrencia, de la imaginación, del amor por la vida, de los lazos que se pueden crear con otra persona, y con uno mismo.

¿Qué es Seré?

Mi Seré es un estudio sobre el sonido, la voz y la palabra, sobre el lenguaje y el discurso. No solo es la fuga de cuatro sobrevivientes, sino la fuga del discurso: al inicio de la obra lo decimos, nuestro sentido común es moldeado, somos dichos. Y Seré busca desautomatizar eso, es un procedimiento para generar pensamiento crítico. Se realiza un acto de ventriloquía inverso, que busca dar cuenta que uno es hablado: muchas veces las cosas que uno dice, no las piensa realmente sino porque las escucha, hay un discurso que se instala en el sujeto que habla. Tik Tok es un ejemplo de ventriloquía inversa, gente que toma la voz de otra, pero que se utiliza como mero entretenimiento, humor vacío. Esta obra, en cambio, quiere hacer consciente el proceso de construcción de sentido común que se da en el ser social, en los sujetos, desencriptar ese proceso. Es una forma de decir, “cuidado con lo que escuchás, sé crítico”. Por eso creo que Seré es un despertador, tiene la función de generar un movimiento sísmico en el punto de vista del que mira. Porque hay que actuar, no solo como actor, sino actuar como sujeto social. Me han dicho varias veces, “hay muchas historias sobre la dictadura, sobre los desaparecidos y las desaparecidas, ya lo vi muchas veces”, pero luego de ver la obra cambian de parecer “esto no lo vi nunca en mi vida”. Claro, el procedimiento, el hecho artístico, más allá de la temática, teatralmente es poderoso. Es eso lo que busca Seré, desautomatizar la historia, volver a mirarla y con asombro. La etimología de asombro viene de la no sombra, de sacar a la luz. Lo mismo sucede con el objeto que se entrega al final. Es un símbolo, tiene una función semántica desautomatizada de su utilidad inicial, lo podes usar como quieras, se transforma. Me gusta que la gente imagine y creo en la potencia del símbolo y en el encuentro del espectador con la obra, no quiero cercenar una mirada o una posibilidad de lectura.

¿Cómo surgió este proyecto? Previamente habías interpretado a Carlos García en Crónica de una Fuga:¿son proyectos que se relacionan?

Mientras filmaba Crónica de una Fuga yo ya estudiaba magia, pero nunca pensé que haría una obra sobre Seré. Nunca en mi vida. Y finalmente, la magia atraviesa Seré. Es algo que a mí me asombra, esa casualidad. Para llegar a este proyecto, sin embargo, hubo un suceso crucial, que fue la invitación de Carlos García que en el año 2014 dio su testimonio en el Tribunal Federal Oral de San Martín. Estaba a pocos metros de distancia, y mientras escuchaba su declaración tuve una suerte de ataque de pánico. Empecé a temblar, a llorar, algo similar a cuando uno se sueña afuera del cuerpo. Lo veía testimoniar y sentía que era yo, como sí sus palabras salieran de mi boca y todo lo que relataba era algo que ya había vivido mi cuerpo. Tiempo después, cuando pude pensarlo y reflexionar: ¿qué pasaría en el público si puedo transmitirle esto que yo viví de tomar su voz y poner mi cuerpo? Comencé a escribir el proyecto en 2020, en el comienzo de la pandemia y convoqué a los actores y actrices en el 2023. Yo como director tenía pensado una puesta similar a la que tenemos hoy, pero amplificada y con el cuerpo de cinco actores y actrices. Finalmente, con el arribo de este nuevo gobierno, se tomó otra decisión por el cuidado de la compañía, no sabíamos con qué nos íbamos a encontrar y decidí poner solo mí cuerpo.

La obra participó en el Festival Internacional de Teatro: “Un gesto político del jurado y del director del festival, que agradezco porque, además de valorar la obra, es un posicionamiento político importantísimo en estos tiempos” finaliza Delgado Tymruk.

Al finalizar el acto de posesión, de magia, de síntesis entre cuerpo y voz, el público que sale de la sala recibe de Sofía Brito, codirectora de la obra, un clavo, similar al que accionó Guillermo Fernández para dar inicio a la fuga y, sin saberlo, poner punto final a Mansión Seré como un lugar de no ser. El público es provocado: tiene en sus manos un llamado a la acción.

La obra Seré termina el año con dos últimas funciones los sábados 23 y 30 de noviembre a las 17en Teatro del Pueblo, Lavalle 3636.

Cartas desde la cárcel

Cartas desde la cárcel

Se reestrena la obra «Y con esta Luna», basada en la correspondencia de Charo Moreno, una militante uruguaya exiliada en la Argentina, que fue detenida por la dictadura militar.

Vuelve a escena la obra Y con esta Luna, dirigida por la actriz y directora uruguaya, Charo Moreno, quien fue presa política en Argentina desde 1974 hasta 1984. En la obra documental cuatro actrices le ponen voz y cuerpo a las cartas que la militante devenida en dramaturga envió a su madre desde distintas cárceles argentinas.

El golpe militar en Uruguay, en 1973, obligó a muchos militantes a exiliarse en Argentina, como fue el caso de Moreno. Pero un año después resultó detenida en Buenos Aires, cuando tenía 18 años y estaba embarazada. A través de las palabras que le envía a su madre se accede al cotidiano de esa joven y sus compañeras de cárcel. 

La obra se compone con recortes de 140 cartas. Fueron seleccionadas y ordenadas en relación a cuatro ejes: la vida en la cárcel, la política penitenciaria, el sol y su hijo Andrés, quien nació a comienzos del encierro. Cada carta lleva sellada la palabra “censura”, que paradójicamente significa que pasó por el control de los represores antes de ser enviada. Ellos decidían, en última instancia, qué estaba permitido decir y que no.

El título de la obra retrata un momento que se repetía en la cárcel. Entre las compañeras se hacían caballito para que una de ellas pudiera espiar la luna desde una pequeña ventana. Siempre había alguna que se lamentaba “Nosotras acá adentro y con esta luna allá afuera”. Ese gesto resume varios de los temas que se abordan en la obra: el compañerismo, la vitalidad en las pequeñas cosas, la búsqueda de conexión con el afuera y la esperanza. A pesar de tratarse de 10 años de prisión y todo lo que eso implicó, el tono de la obra es optimista. El hecho de que sean cartas dirigidas a una madre, hace que la ternura esté presente en cada palabra.

La puesta en escena

En la primera escena, las actrices dicen a la vez: “La cárcel es la primera escuela de un revolucionario”, frase de Ho Chi Minh, citada en una carta escrita desde la Brigada de Avellaneda. Mariela Lacuesta, una de las cuatro actrices de la obra, en diálogo con ANCCOM y sostiene: “Nuestra maquinaria es como un instrumento que lo afinamos con esa primera escena”.

En la obra se utilizan elementos brechtianos y las protagonistas se sirven del recurso del extrañamiento que provoca ser fieles a los textos. “La actriz está hablando, no está actuando, es la persona la que lo está diciendo”, explica Lacuesta y agrega: “Las cartas se dicen de una manera neutra, no estás comprometiéndote sentimentalmente con lo que estás diciendo”.

Al finalizar cada obra, las actrices y la directora cuentan por qué hoy en día, luego de 9 años de su estreno, consideran importante seguir poniéndola en escena. Esa convicción también es un gesto militante, así como la búsqueda de intervenir en la realidad a través del arte. Lacuesta sostiene que es crucial hacer la obra en este momento, cuando los movimientos de derecha avanzan en todo el mundo. Por su parte, Moreno subraya desde el escenario que ofrece una voz que no está del todo presente en estos tiempos, la de una juventud resistente y optimista, así como las voces de las presas políticas.

Cuando hicieron la obra por primera vez, en 2015, Lacuesta tenía casi la misma edad que cuando Moreno fue detenida. Hoy ya no son las mismas. Para reestrenar la obra, tuvieron que hacer ajustes. “No queremos recrear a esa chica de 18 años, porque no tenemos esa edad, pero sí acercarnos a esa vitalidad de una piba de 18 años que está escribiendo en la cárcel convencida de lo que cree”, explica la actriz.

Comenzaron trabajando a la gorra, buscando llegar a un público amplio. Recorrieron el país, presentándose en distintos teatros y espacios. Incluso fueron a escuelas, donde para muchos chicos significó la primera experiencia de ver teatro, así como también fue conocer esa parte de la historia. “Te enseñan en la escuela sobre el golpe militar, pero no te hablan de los presos políticos”, afirma Lacuesta. En muchas oportunidades, abren el espacio para debatir con el público después de la obra.

“La devolución de la gente fue siempre muy fuerte”, afirma Lacuesta. Recuerda la actriz una vez que ofrecieron la obra en Neuquén; había muchas ex compañeras de cárcel de Moreno en el público que cantaron las canciones a la par de la obra. También rememora una oportunidad en que realizaron la obra en una escuela y los chicos respondieron escribiéndoles cartas. “Es la maravilla del teatro. No sabés qué fibra le va a tocar al otro”, afirma Lacuesta.

Una de las formas más efectivas para que la obra continúe es el “boca en boca”. Y con esta luna puede verse todos los viernes de noviembre a las 21:00 en Área 623, con entradas disponibles en alternativa teatral. Luego de esta temporada la obra se exhibirá Uruguay.

“Un espejo siniestro de aquella época que se refleja en la actual”

“Un espejo siniestro de aquella época que se refleja en la actual”

Una textil recuperada, Overlock, que recrea el clima e historia de otra, Brukman, manejada por sus trabajadores desde la debacle de 2001: de eso trata esta obra de teatro independiente dirigida por Verónica Schneck, una pieza conmovedora, entretenida y altamente política.

La obra Overlock, escrita y dirigida por Verónica Schneck, cuenta la historia de la fábrica de textiles Brukman, una empresa abandonada por sus dueños y recuperada por sus trabajadores en plena crisis del 2001, en el barrio porteño de Balvanera. Al caer la noche, siete actrices y dos actores interpretan al plantel que decidió quedarse en la fábrica; nueve voces que intentarán mantener funcionando las máquinas bajo la inminente amenaza de desalojo, siempre con el retumbar de la ausencia del patrón.

“Me parecía muy interesante la situación de que el dueño se haya ido —dice la directora en diálogo con ANCCOM—. El lugar del poder quedaba como un espacio vacío, y seguía repercutiendo. Entonces se me apareció la idea de un fantasma, y a eso lo asociaba al capitalismo: al fantasma del capitalismo”.

Ese fantasma estará presente en el medio de todas las conversaciones, mientras los personajes discuten, se exasperan, hablan el uno por encima del otro mientras alguien gesticula por detrás, evocando ese caos tan propio de una asamblea o de una jornada de trabajo, en un escenario salpicado de trajes, gajos de telas, maniquíes y máquinas textiles. “Me gusta lo coral, porque me gusta trabajar en términos de ritmo —sigue Verónica, que después concluirá—: Que sea como un caos ordenado. Y para que ese caos fluya, tiene que haber mucho orden”.

Schneck, con un bebé en brazos, cuenta cómo ese caos se fue ordenando en la obra: era un proyecto de doce personas como trabajo final para su graduación en la UNA; a ese primer elenco, del que hoy quedan tres integrantes, se sumaron seis actores y actrices con quienes ella quería trabajar. Lo que faltaba no era talento, sino dinero. “Todo lo que ves en el escenario lo conseguimos: tías, tíos, familiares, todas las máquinas fueron donadas; las mesas son de la UNA; los retazos de telas fuimos a conseguirlos al Once”, dice la directora, que se nota frustrada por la situación actual: “El teatro independiente siempre es difícil —comenta—. Estoy todo el tiempo así: si es momento de ensayar o es momento de hacer función, si no es mucho el reme que hay que hacer en un momento tan difícil, donde hay que estar buscando gente que pague una entrada en tiempos donde no se llega a fin de mes. Bueno, eso de que la plata no alcanza lo dice la obra también, y ahora es lo que nos sucede: la plata no alcanza”.

El 2001, en Textiles Brukman, la plata tampoco alcanzaba. Las trabajadoras decidieron quedarse porque no podían pagar ni el colectivo; el dueño, Jacobo Brukman, les había tirado las llaves sin pagarles los sueldos, a ver qué podían hacer. Lo que hicieron fue tomar la fábrica, ponerla en marcha y resistir los intentos de desalojo con Myriam Bregman como abogada, con el apoyo de otras fábricas recuperadas cortando la calle, mientras por fuera se sucedían los presidentes, cerraban los bancos, gaseaban y apaleaban a obreros, jubilados y estudiantes. Una historia que, dice Schneck, remite mucho a este presente: “Es un poco un espejo, un espejo siniestro, de aquella época que se refleja en la actual”.

Pero Overlock es de todo menos lóbrega. Un momento tan simple como compartir una pizza se siente como un faro de calidez humana; un súbito corte de luz hace saltar al elenco y a la audiencia. Después, los discursos proféticos, llenos de épica: ‘¡Es mejor sin patrón!’, ‘¡La lucha hilvana un mundo mejor, compañeros!’, ‘¡Estatización ya!’… Es una obra directa, altamente política, pero sobre todo atrapante, conmovedora y entretenida.

Los personajes tienen voces únicas, son personas de carne: Eva, la secretaria, peleando contra el fantasma de su amante y patrón; Marcelo, el renegado, con su cinismo y sus solos de guitarra; una obrera inmigrante rusa contrasta el humor con la nostalgia soviética; Jazmín, la empleada nueva, con su cuello ortopédico; Rita, embarazada, de palabra más fuerte y decidida; y así con los nueve, todos en juego, repartidos en focos sobre el escenario, mezclados en diálogos que trasuntan cotidianidad, mundanos en el mejor sentido de la palabra. Cada uno con su jerga, su momento y su tarea: los actores parecen estar pasándolo bien. 

“Yo no creo que esté bueno en una obra independiente que alguien actúe muy poco —dice la directora—. Todos tienen que tener su volumen, su brillo. La obra tiene que enamorarlos, porque no hay dinero, entonces tiene que ser por otra cosa.”

¿Y cuál sería esa otra cosa?

El amor —su bebé llora—. Nada más. Nada más y todo eso.

Overlock será presentada en el teatro Becket (Guardia Vieja 3556) por otras siete funciones, todos los viernes a las 22:30. Las entradas están disponibles en Alternativa Teatral. 

Teatro y territorio

Teatro y territorio

El grupo teatral Los Payasos del Matute presentan la obra infantil 24 toneladas que aborda la quema de libros durante la última dictadura. También presenta, para adultos, Tercer cordón del conurbano. Ambas se sitúan en el Gran Buenos Buenos Aires, donde el colectivo también gestiona un comedor y una biblioteca.

Los payasos del Matute invitan a toda la comunidad al teatro Becket durante el mes de septiembre. Para el público infantil presentan 24 toneladas los domingos a las 17 y para los adultos, Tercer cordón del conurbano, una tragedia marrón los sábados a las 21. Atención: jubilados gratis.

Paula Sánchez, la directora de ambas obras, comentó a ANCCOM: “Para nosotros son como un proyecto único. Uno para adultos y otro para infancias, pero es parte de la misma búsqueda. Ambas obras reivindican algo de nuestro territorio, de la identidad. Con lenguajes y temáticas distintas”. Estas obras con música en vivo, utilizan el humor y el arte como herramientas ingeniosas para abordar la tragedia.

24 toneladas

Esta obra se basa en la quema de libros del depósito del Centro Editor de América Latina. Ocurrió en Avellaneda durante la última dictadura cívico militar. “Nos parecía audaz hablar de esta temática tan terrible y hacerlo para las infancias”, afirma Sánchez.

El título hace referencia a la cantidad de toneladas de libros destinados a la hoguera y que significó la quema de libros más grande de América Latina. Los llevaron a un depósito donde los clasificaron y los guardaron por dos años. Finalmente, en 1980, los llevaron a un terreno baldío de Sarandí. Los militares obligaron a los trabajadores del Centro a presenciar la quema y además los hicieron fotografiarla para constatar que ellos no se iban a robar ningún libro. “También los obligaron a juntar dinero para comprar nafta”, cuenta Sánchez. La obra ironiza aún más esta escena absurda sin perder veracidad.

“Además de la investigación que hicimos, dimos con Amanda Toubes, que era una de las trabajadoras del Centro Editor y testigo de la quema. Ella siempre nos expresó su admiración por el rigor histórico que mostramos”, cuenta la directora. Aunque muchos libros llegaron a prenderse fuego, algunos lograron salvarse por la misma humedad y porque por la noche, cuando los guardias se distraían o se iban, entraban los vecinos a rescatarlos.

Durante la obra, que utiliza recursos del teatro y del circo, los niños intervienen espontáneamente: soplan para apagar el fuego, ayudan a los actores a salvar los libros, comentan y se ríen, son espectadores activos. “Cuando se hace teatro para niños y niñas, hay una tendencia a hacer teatro medio naïf, o hay temáticas que parecería que no se pueden abordar porque son niños. Nosotros creemos que esto no tiene por qué ser así”, afirma Sanchez.

“La obra también tiene que ver con volver a conectar con la importancia del libro: muchas personas lucharon por defender esos libros”, sostiene la directora y subraya que es clave presentar la obra en este momento “La cultura está amenazada –agrega- y si no defendemos los libros, el arte, el teatro, la música, estamos muy complicados”.

Tercer cordón del conurbano

La otra obra que presenta el grupo es una adaptación de Bodas de Sangre de Federico García Lorca, ambientada en el conurbano bonaerense durante la crisis del 2001. “Habla de lo que nos pasa a nosotros, los pobres, odiando a otros pobres”, afirma la directora. Mientras la tragedia sucede, en los barrios del conurbano la gente trata de vivir, enamorarse, cuidar a sus hijos y escapar por amor.

“En un momento donde los discursos de odio están tan en boga, incluso legitimando al violencia directamente desde el Estado, más sentimos que Tercer Cordón es una obra que tiene que estar”, afirma Sanchez con convicción. Agrega que “es una tragedia, que lo que muestra es que esos discursos terminan en tragedia. Que no hay chance de que podamos zafar de eso si algo no cambia en el medio”

Los Payasos del Matute

El grupo teatral empezó formalmente con 24 toneladas, que se estrenó a fines de 2021 logrando gran repercusión. Después hicieron Tercer cordón. Antes habían realizaron algunas obras más pequeñas. La mayoría de ellos se conoció siendo profesores en la escuela de Circo de Avellaneda.

Los Payasos del Matute hacen teatro de territorio, “24 toneladas habla de algo que pasó en Avellaneda y Tercer Cordón habla del conurbano. Hay algo de la realidad de ese conurbano profundo que plantea la obra y nosotros estamos ahí, vivimos el cotidiano en ese conurbano profundo”, explica Sánchez.

Cuentan con un centro cultural llamado “Matute kultural”, donde sostienen un comedor, una biblioteca y dan talleres de teatro, dibujo y música gratuitos. “Es un espacio que cumple un rol muy social en el barrio. Van a comer allí cien personas por día”, cuenta Sánchez. El comedor comenzó en la pandemia, del deseo de hacer algo por los demás en el momento que estaban viviendo. El comedor sigue hasta el día de hoy y cada vez tiene más gente. El espacio si bien es independiente, se sostiene por un acuerdo con el municipio de Avellaneda, que le paga a los profesores y también da subsidios. También se sostiene con la misma actividades y obras que realiza el grupo.

En 24 toneladas tienen un sistema de circulación: reciben libros y los dan en las obras. ”Somos una especie de biblioteca rodante. Es como un acto reparador. Tendríamos que pesar los libros que vamos dando, y que se cumpla la misión cuando cumplamos las 24 toneladas de libros”, reflexiona Sánchez. Quienes quieran colaborar donando libros que estén en buen estado, se pueden contactar por instagram.

Las entradas para ambas obras están disponibles en Alternativa teatral. Se pueden ver los fines de semana en el teatro Becket, ubicado en Guardia Vieja 3556.