«En Argentina no se habla lo suficiente de la salud mental”

«En Argentina no se habla lo suficiente de la salud mental”

Víctima de abuso sexual infantil a manos de su padre, la multifacética escritora e influencer Ilay Ventura se reivindica como una sobreviviente y plantea que a través del humor se pueden romper estigmas y superar traumas.

En la mitología griega Quirón es un centauro de buen carácter –a diferencia del resto– y en la astrología está relacionado con el arquetipo del «sanador herido”. Según esta figura, toda persona tiene una herida y puede sanarse a sí misma y a otros. Esto lo sabe muy bien Ilay Ventura, no sólo porque su hermana es astróloga y maneja al derecho y al revés cada posición de su carta natal, sino también por su propia historia como víctima (“sobreviviente” prefiere decir ella) de abuso sexual infantil por parte de su padre y por la resiliencia que le permite hoy ayudar a los demás a superar sus propios traumas.

Oriunda de Quilmes, Ventura, a sus 26 años, se dedica a acompañar a quienes se puedan ver reflejados en ella a través de su trabajo en las redes sociales, el teatro y dos libros publicados: Cómo arreglarse después de romperse y De víctima a sobreviviente. En conversación con ANCCOM, la creadora de contenido se presenta anunciando que le gusta abordar temas que siguen siendo tabú, como la salud mental, y cuenta que fue diagnosticada con trastorno de estrés postraumático y trastorno límite de la personalidad.

 “Me gusta generar un cambio en las personas mediante la comedia o con acompañamientos en coaching”, explica, tras expresar que la apasiona trabajar este tipo de contenidos hace ya más de diez años. Dice Ventura que su cercanía al humor viene desde siempre, gracias a su familia materna, y que allí ha encontrado una herramienta de sanación.

“La comedia que utilizo es un método de defensa que he creado en base a mis traumas y no hubiera podido hacer eso si no hubiera podido sobrevivir a ellos”, subraya. Desde que se decidió por la escritura, la influencer encuentra que las palabras son importantes para darle un sentido a sus vivencias. Así marca diferencias entre los términos: “Víctima es aquel que se fue, me parece más correcto llamarlo sobreviviente”, sostiene.

En sus cuentas de Instagram y TikTok (@ilayventura), recibe miles de reacciones a sus videos, en donde puede sacar risas hablando, por ejemplo, de un episodio de ansiedad: “Empecé a ayudar a las personas una vez que pude ayudarme a mí misma y entender el sufrimiento que pasan quienes tienen algún trauma”. Ventura aclara que nunca ha pretendido tomar un rol que solo es pertinente a profesionales de la salud mental, como psiquiatras y psicólogos. No obstante, su papel resulta clave, ya que comunica sobre los estigmas que padecen quienes han sido diagnosticados con algún trastorno mental.

«En Argentina no se habla lo suficiente de la salud mental como se debería. Sin ir más lejos, tenemos un presidente –no me gusta meterme en política, pero es necesario– que dijo ‘si tenés un problema mental, andá y matate’. Si tenemos un referente, que es la persona que se supone que debe gobernar el país, hablando de la salud mental de esa manera, ¿qué nos espera a los visibilizadores?», se pregunta.

«Siento que hay mucha discriminación hacia las personas que convivimos con un trastorno, porque nuestra vida no es la de una persona neurotípica, sin embargo, no significa que no podamos ser productivos –asegura–. Los estigmas existen porque existe la desinformación y los que tienen que informar son justamente las autoridades gubernamentales, provinciales, escolares y hasta espirituales, ya que vivimos en un país que no es laico”.

¿Esta pantalla es perjudicial para su salud?

¿Esta pantalla es perjudicial para su salud?

Argentina, Estados Unidos y China son algunos de los países que empiezan a debatir la necesidad de regular el uso del celular para cuidar la salud. ¿Se viene el etiquetado de los teléfonos como el de las marquillas de cigarrillos?

El mundo publicitario muchas veces se encarga de ocultar el daño que producen las industrias más poderosas. En el siglo XX le tocó asociar el consumo de tabaco al deporte, al sexo y al éxito en sociedad, desviando los descubrimientos médicos que daban cuenta de que se trataba de un producto cancerígeno. Hoy, los paquetes de cigarrillos que se venden en todo el mundo llevan imágenes y datos inquietantes, las publicidades están prohibidas y los espacios habilitados para fumar son cada vez menos, en un intento por detener una de las principales causas de enfermedad a nivel global.

Con síntomas mucho menos visibles y diagnósticos todavía en discusión, el consumo de pantallas y redes sociales enciende alarmas parecidas: en un artículo para el New York Times, el cirujano general de los Estados Unidos, Vivek H. Murthy, exigió que las redes sociales lleven etiquetas que adviertan los riesgos de su uso en la salud mental de los adolescentes que al pasar más de tres horas al día conectados duplican sus chances de sufrir ansiedad y depresión: en promedio, los chicos estadounidenses pasan 4,8 horas por día en redes sociales. Murthy asegura que se trata de una emergencia médica en la población joven, que no se puede esperar a tener un diagnóstico perfecto para intervenir y que el etiquetado de plataformas puede aumentar la conciencia y cambiar el comportamiento de los usuarios.

La urgencia de Murthy no es una rareza: en octubre de 2023, más de 40 Estados de los EE.UU demandaron a la corporación Meta, propietaria de Facebook e Instagram, alegando que estas redes alteran las realidades psicológicas y sociales de los usuarios más jóvenes en pos de sostener su adictivo modelo de negocios.

En Argentina también se disparan inquietudes y propuestas. El Senado bonaerense discute desde junio un «Proyecto Pantallas«, que establece a los centros de salud, educación y venta de artículos electrónicos la obligación de exhibir carteles y folletos sobre los efectos nocivos de la exposición a pantallas en niños así como recomendaciones para un uso saludable.

Las iniciativas de regulación, restricción y hasta prohibición de las pantallas traen recuerdos del enorme movimiento que en las últimas décadas desincentivó el uso de tabaco, aunque ahora se trate de un panorama mucho más confuso. ¿Pueden las etiquetas de advertencia alterar los hábitos digitales? ¿Qué otros proyectos se necesitan para que el cambio sea integral? ¿Cuál es el rol del Estado, las familias y el mercado? ANCCOM lo pensó junto a profesionales de la salud, la política y la comunicación.

 

Pan para hoy…

Mauricio Pedersoli es neurólogo infantil y hace años que estudia la relación entre pantallas y desarrollo cognitivo de la niñez: «Las pantallas activan un sistema de recompensas impredecibles que liberan enormes cantidades de dopamina, generando un mecanismo de tipo adictivo con efectos muy preocupantes en la salud mental: trastornos en la conducta, la regulación emocional, la interacción social, el lenguaje y la motricidad». A pesar de todas estas complicaciones y de las sugerencias profesionales, los chicos acceden a dispositivos celulares cada vez más temprano. Según el especialista, esto se debe a que «la mayoría de los padres desconoce los efectos nocivos y aprovecha la comodidad de calmar a un hijo dándole el teléfono: pan para hoy, trastornos de neurodesarrollo para mañana».

Estas observaciones coinciden con lo postulado por el neurocientífico Michel Desmurget quien dedica sus investigaciones a demostrar las consecuencias de la virtualización de las relaciones sociales y a desmitificar los relatos sobre una sociedad perfectamente hiperconectada. Pedersoli asegura que las áreas de Neurología, Psicología, Psiquiatría y Pediatría están desbordadas de consultas sobre esta problemática y que al menos hasta los cinco años las pantallas deberían estar totalmente prohibidas para evitar daños cognitivos permanentes.

Consultado por si las tecnologías pueden al menos aprovecharse para el desarrollo educativo, su negativa es tajante: «El uso de dispositivos digitales no mejora el rendimiento académico. Uno puede consultar las pruebas PISA 2023 y ver que los resultados son más bajos en un contexto donde el uso de tecnologías es mayor». Se refiere al Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes de la OCDE, que el año pasado expuso que el 72,9% de los alumnos argentinos no alcanza el nivel básico de razonamiento matemático.

El pasado miércoles, Pedersoli y otros especialistas avalaron la discusión del Senado bonaerense sobre la necesidad de regular la exposición de niños a las pantallas: «Mi experiencia en el Senado fue muy positiva, se dio la política que le gusta a la gente: funcionarios de distintas fuerzas trabajando en conjunto para combatir un gran problema de salud pública», celebra.

Proyectos

Lorena Mandagarán es senadora bonaerense por el bloque de Unión Cívica Radical-Cambio Federal. El pasado mes de junio presentó un proyecto de ley para que diversos establecimientos públicos y privados -escuelas, hospitales, centros de venta de celulares- dispongan de información accesible sobre los riesgos de la exposición a pantallas en niños y preadolescentes. «Todos los implicados en el proyecto tenemos hijos de distintas edades –explicó-, pero compartimos la misma problemática: el exceso de pantallas y la imposibilidad de poner límites. Esta dificultad se extiende a las escuelas y a los docentes, sea por la permisividad de la institución o porque los mismos docentes usan el teléfono en clase. De estas situaciones se desprenden preguntas: ¿Con qué prácticas se respaldan los ejemplos que pretendemos dar? ¿Hasta dónde podemos avanzar? ¿Cuáles son las consecuencias de trabajar con el ámbito educativo, familiar y de la órbita privada?»

En otros estados, la regulación alcanza niveles inimaginables para la Argentina: en 2021 y ante una epidemia de miopía, China estableció que los menores pueden jugar videojuegos en red solo una hora los viernes, fines de semana y feriados.

Para dar un primer paso hacia la construcción de hábitos digitales saludables, el proyecto se enfoca en chicos de hasta 12 años de edad y, además de establecer campañas de concientización, considera que deben fomentarse actividades deportivas, artísticas y culturales que reemplacen el uso de teléfonos celulares en espacios educativos. Esto entra en consonancia con la propuesta del diputado de Unión por la Patria Emanuel González Santalla, que busca prohibir en toda la provincia de Buenos Aires el uso de dispositivos digitales por parte de alumnos de Nivel Primario mientras estén en la escuela a menos que su utilización fuera requerida con fines pedagógicos por un docente. 

El proyecto de la senadora Mandagarán cuenta con el acuerdo de gran parte del arco político, aunque continúa su tratamiento en la Comisión de Niñez, Adolescencia y Familia del Senado bonaerense a la espera de aportes sugeridos por el bloque del PRO. «Sabemos que todo cambio drástico trae resistencias y que esto no se va a lograr de un día para el otro. Se requiere del compromiso de las familias, de los docentes y de los municipios para conseguir un cambio escalonado. Por eso la primera medida es poner en conocimiento los efectos de las pantallas, para empezar a tomar conciencia», concluye Mandagarán. 

¿Dónde estamos parados?

Carolina Martinez Elebi es comunicadora y consultora en el impacto de las TIC en los derechos humanos. Desde su experiencia profesional, reflexiona sobre el estado normativo en materia de tecnología y salud mental: «No hay un consenso estable sobre lo que hay que hacer y es porque tampoco existe un consenso sobre el diagnóstico. Por un lado hay profesionales de la salud, desde psicólogos hasta oculistas, que dan cuenta de muchos problemas físicos y mentales provocados por el uso de estos dispositivos. Por otro lado, en el ámbito educativo existen muchos matices: desde quienes dicen que el celular no permite el desarrollo de la clase y desvía la atención, hasta quienes consideran que se puede incorporar su uso en el aprendizaje de las y los estudiantes».

Sobre esto último, Elebi encuentra un interesante desafío en escapar del mero prohibicionismo y «tratar de pensar de qué manera estas herramientas que forman parte del día a día se pueden enseñar desde su potencial artístico, de investigación y de aprendizaje. Incluso puede enseñarse a los chicos cómo buscar, cómo discernir la información fidedigna de la que no lo es. Y para que esto ocurra siempre hace falta una mejor calidad de debate».

La especialista, acostumbrada al diálogo con padres y madres, explica también que el mundo familiar es muy diverso a la hora de entender el impacto de las tecnologías en su vida cotidiana: «Por un lado están las familias súper empapadas de información, con una buena red de contención, que tratan de establecer a sus hijos equilibrios sumamente difíciles entre la tecnología y otras actividades, y que por supuesto cuentan con la posibilidad económica de costearlas. Después hay familias donde esto no es una preocupación porque tienen otras prioridades, otras urgencias, adultos que trabajan muchas horas y a quienes prestar el teléfono facilita el desarrollo de su día a día y tampoco se lo cuestionan… ‘es lo que hay'». Así, resulta importante comprender los hábitos digitales problemáticos no como un gesto de desidia y comodidad, sino como el resultado de muchas variables sociales, culturales y económicas.

La conversación sobre el consumo de dispositivos y tecnologías de información está en aumento, se extiende de los consultorios hacia las aulas y reúne a cada vez más actores de la política tradicional. ¿Qué ocurre entonces con las principales plataformas y redes sociales que monopolizan el tiempo en pantalla? ¿Pueden asumir responsabilidades en detrimento de su modelo de negocios? Elebi enfatiza que “lo que se ha comunicado durante muchos años es la mirada del mercado, de la novedad: cada vez que se presenta un nuevo dispositivo, tenés a los medios contentos porque los invitan a San Francisco. Desde el hardware, se trata de convencer al usuario de que el nuevo dispositivo le va a mejorar algo, a optimizar algún aspecto de su vida personal, familiar, cultural o laboral. Y las plataformas que están montadas sobre eso también funcionan con esta lógica de generar permanentemente cada vez más consume del tiempo, porque venden publicidad. Los estados pueden promover un montón de discusiones, de debates regulatorios; en las escuelas se puede tratar de plantear todo esto; las familias intentan estar informadas y hacen lo mejor que pueden con lo que tienen. No es que nadie se esté moviendo, es que la maquinaria es más fuerte”.

La epidemia de tabaquismo genera síntomas mucho más notorios que la adicción a las pantallas. Aún así, a los Estados nacionales y entidades científicas les llevó décadas plantarse contra el lobby de las tabacaleras, una de las industrias más poderosas del capitalismo moderno, que invirtió millones en publicidad e investigaciones para esconder los daños del cigarrillo. Hoy, los gigantes tecnológicos ocupan una posición similar y tienen a su favor que sus efectos no salen en una radiografía y no son solo nocivos. Revertir la tendencia seguramente requerirá mucho más que una etiqueta.

Un mate contra la discriminación

Un mate contra la discriminación

oovimientos sociales y políticas organizaron un desayuno en la 9 de Julio para las personas en situación de calle y denunciar la política represiva y estigmatizante del Gobierno de la Ciudad para los sin techo.

Este martes 14 se realizó, frente al Obelisco, una acción solidaria para las personas en situación de calle en donde se les ofreció un desayuno y concluyó con una conferencia de prensa encabezada por distintas personalidades y organizaciones, bajo la consigna “inseguridad es la aplicación del protocolo ilegal”. Fue, además, una forma de visibilizar la política de persecución a los que no tienen techo por parte del Gobierno de la Ciudad que encabeza Jorge Macri. El objetivo fue manifestarse en contra de las medidas del Ministerio de Desarrollo y Hábitat sobre salud mental y los operativos de “higiene y limpieza” que se están llevando a cabo, visibilizar y repudiar la mirada estigmatizante del Ejecutivo porteño hacia estas personas.

El evento fue realizado por varias organizaciones sociales, legisladores de distintos bloques, organismos de justicia y diferentes sectores preocupados por el deterioro social. Entre ellos se encontraban la agrupación H.I.J.O.S., el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), CTA Autónoma CABA, Comedor Barracas, Somos Barrios de Pie, Proyecto 7, La Barriada, Pueblo Unido, Red Puentes, entre otros.

La legisladora Celeste Fierro (Frente de Izquierda Unidad), en diálogo con ANCCOM, señaló que “esta iniciativa surgió frente a la necesidad de visibilizar el trabajo que se viene haciendo, de conocer que los censos que han llevado adelante las propias organizaciones dan más de 10.000 personas en situación de calle”. Y agregó: “La única política que lleva adelante este gobierno es la represión e intentar instalar que las personas en situación de calle son criminales y directamente enfocarlo en cuestiones de salud mental sin dar una respuesta real en materia habitacional, de trabajo genuino, de salud y de educación que creemos que son los derechos necesarios que se tienen que garantizar”.

El desayuno comenzó a las 8 de la mañana cuando las organizaciones repartieron pan casero, facturas, tortas fritas, galletitas y alfajores. También sirvieron chocolatada, mate cocido y leche caliente y repartieron frazadas para combatir el frío entre las más de 300 personas que se acercaron desde diferentes zonas cercanas al Obelisco. Una de ellas fue Marcelo Díaz, quien desde los 7 años vive en la calle. Hoy con sus 52 años señaló: “El Estado nunca me dio ningún tipo de ayuda, ni una pensión por discapacidad. Yo soy discapacitado por dificultades que tengo en los brazos y vivo el día a día con la ayuda de una revista que hacemos entre las personas en situación de calle que se llama Hecho en Buenos Aires. Gracias a su venta tenemos algo de dinero para sobrevivir”.

Hacia las 10 de la mañana se realizó una conferencia de prensa en donde se plasmaron los principales ejes de los reclamos: la ilegalidad del protocolo de salud mental y los operativos de “higiene y limpieza” que se llevan a cabo por el gobierno de la Ciudad, mediante los cuales se tira en camiones de residuos las pocas pertenencias que las personas en situación de calle poseen, se las desaloja de la vía pública y se las obliga a ir a los paradores nocturnos donde solo pueden pasar unas horas.

Además, se destacó la importancia de visibilizar esta problemática, pero sobre todo contrarrestar la campaña de deshumanización de estigmatización criminalización y represión que está llevando a cabo el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires con las personas en situación de calle.

Semanas atrás se pudo ver por las redes sociales del Jefe de Gobierno, un accionar en donde se mostraba la política de espacio público que llevaba adelante. Macri se enorgullecía de “limpiar” la zona en donde se encontraban personas en situación de calle y eran retiradas del lugar y despojadas de sus escasas pertenencias.

La misma lógica siguió el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat. Este organismo se dedicó a armar un protocolo de intervención de salud mental, a pesar de no ser quien deba realizar esta tarea, ya que debería hacerlo el Ministerio de Salud. También lo hicieron sin respetar las legislaciones vigentes en la materia con el fin de estigmatizar y encerrar de manera compulsiva en hospitales neuropsiquiátricos a la población en situación de calle.

A todo esto, se le suman las recientes declaraciones del Secretario de Seguridad y Jefe de Policía Metropolitana, Diego Kravetz, en donde señaló que las personas en situación de calle “están cómodas viviendo en las ranchadas y que el 50% de esta población tiene antecedentes penales”. Sobre esta estigmatización, Fierro destacó que “hay una política clara por parte del gobierno de “ordenar” la ciudad. A ellos les encanta hablar del orden y hemos visto que para ellos esto es reprimir a los movimientos sociales en la 9 de Julio, es sacar a las personas en situación de calle, sin resolver los problemas estructurales, como una forma de mostrar que están haciendo algo. Pero lo único que están haciendo es no garantizar derechos que son elementales porque el derecho al acceso a la vivienda es un derecho humano que en esta ciudad está completamente cuestionado. Capital Federal es una ciudad llena de casas y de departamentos con gente sin casa y sin vivienda y, sin embargo, su respuesta es la represión”.

También, durante la conferencia, se exigió la aplicación de la Ley 3706, de Protección y Garantía Integral de los Derechos de las Personas en Situación de Calle y en Riesgo a la Situación de Calle, y la Ley 27654, sobre la situación en calle y familias sin techo, para implementar un presupuesto adecuado al número real de personas que componen esta población”.

La conferencia concluyó con Horacio Ávila, referente de Proyecto 7, quien destacó la importancia de organizar eventos como este, en donde se demuestra que los compañeros que están en situación de calle no están solos, sino que hay todo un grupo de organismos, de legisladores y de organizaciones que hace muchos años, le vienen poniendo el pecho a esta situación. Finalmente, Ávila, en diálogo con ANCCOM, señaló: “Es importante hacer acciones como estas para poder darle visibilidad y decir que la gente en situación de calle no está sola y que no van a poder hacer con ellos lo que quieran.”

Aumenta el consumo de psicofármacos por el deterioro socioeconómico

Aumenta el consumo de psicofármacos por el deterioro socioeconómico

Los especialistas en salud mental observan también mayores niveles de depresión, ansiedad, violencia y desesperanza en la población.

Durante los últimos dos años se ha registrado una mayor demanda de consultas médicas, derivaciones y un aumento en el consumo de psicofármacos en nuestro país. La comunidad científica advierte que esta tendencia viene creciendo desde que finalizó la pandemia por el covid-19 y que se agravó aún más con la crisis económica. A través del Observatorio de Salud, Medicamentos y Sociedad, la Confederación Farmacéutica Argentina presentó un informe en el que se puede observar el nivel en el que han subido las ventas de este tipo de medicamentos: durante el primer trimestre del 2023 se registraron incrementos en el consumo de antidepresivos, antipsicóticos y, en especial, los hipnóticos y sedantes, sobre todo este último grupo, respecto del primer trimestre del 2022.

Dentro de los psicofármacos, el más recetado es el clonazepam (51%). Muchas personas padecen actualmente de insomnio, o despiertan en reiteradas oportunidades por las noches, sienten estrés, ansiedad, mucha frustración e incertidumbre, por lo que recurren a profesionales de la salud en busca de algún tipo de alivio.

Santiago Levín, médico psiquiatra, psicoanalista y expresidente de la Asociación de Psiquiatras de Argentina (APSA), cuenta que “en Argentina hay poco presupuesto para realizar las investigaciones necesarias para poder reflejar fielmente todas las realidades, pero así y todo, por investigaciones y estudios aislados, podemos observar en los últimos años un aumento en el consumo de psicofármacos, sobre todo de los ansiolíticos. El problema de la salud mental es un tema muy difícil de abarcar en su totalidad y sumamente complejo, pero cabe preguntarse puntualmente qué es lo que está haciendo que las y los argentinos recurran frecuentemente a este tipo de medicamentos”.

María Fernanda Abella, psicóloga y médica psiquiatra, explica que “cuando apareció la pandemia aumentó notoriamente la demanda de consultas a los profesionales de la salud mental debido a la amenaza que representaba el covid 19. El riesgo de muerte y el aislamiento hicieron que las personas se sintieran abrumadas y en una situación de vulnerabilidad tal, que comenzaron a recurrir en mayor medida a este tipo de medicamentos.”

La especialista agrega: “Pero después de la pandemia, en nuestro país la demanda sigue subiendo por sintomatología depresiva-ansiosa a raíz del deterioro socioeconómico. Vemos más violencia en general, una mayor intolerancia, la gente experimenta desesperanza y tiene una expectativa muy negativa respecto al futuro, lo cual explica un poco por qué el consumo sigue aumentando”.

La vorágine del día a día le impide a la mayoría de los argentinos llevar adelante un ritmo de vida desacelerado que le permita tomarse tiempos de descanso necesarios para superar momentos de estrés psicológico, por lo que muchas personas terminan recurriendo a soluciones rápidas para eludir este tipo de barreras y poder seguir adelante.

«Cuando contemplamos los índices de consumo de psicofármacos estamos poniendo el foco solamente en aquella parte de la población que puede acceder a los medicamentos. Pero ¿qué pasa con los pobres o con los indigentes?», se pregunta Levin

“Si realmente queremos comprender la situación e intentar resolver estas cuestiones, debemos observar el panorama completo. Cuando contemplamos los índices de consumo estamos poniendo el foco solamente en aquella parte de la población que puede acceder a los medicamentos. Pero ¿qué pasa con los pobres o con los indigentes? Observar solamente los indicadores le da al abordaje del tema un enfoque clasista. La salud mental es un término sanitario poblacional, relacionado a los niveles de bienestar o malestar, al poder adquisitivo de los salarios, si se llega a fin de mes o no, a los grados de marginación, a los niveles de desempleo, etcétera”, explica Levín.

En ese sentido, remarca que no se puede hablar de salud mental apropiadamente “si la aislamos de la situación socioeconómica de nuestro país. No puede haber salud mental sin equidad social”. Y añade: “Las crisis se traducen en un aumento de la demanda de psicofármacos porque generan un gran padecimiento psíquico para su población. Todo esto además hace que se entre en un círculo vicioso de sufrimiento colectivo en el que también aumentan otro tipo de episodios, como los infartos”.

Pero este problema no es un fenómeno que atraviese solamente a nuestra sociedad. Actualmente se observa a nivel global las consecuencias del padecimiento psíquico. El problema del sufrimiento mental excede cualquier frontera territorial. Sociedades de todo el mundo están padeciendo sus consecuencias. La Organización Mundial de la Salud pronostica que para 2050 la depresión va a ser la principal causa de enfermedades. En este momento vemos cómo los indicadores de salud mental se deterioran cada vez más en el mundo entero. Aumentan la depresión y los suicidios, sobre todo en la franja etaria más joven.

La postura de los profesionales es sumamente crítica respecto a la cantidad de recursos destinados de las políticas de salud pública y a la importancia que la nueva gestión de gobierno, encabezada por Javier Milei, pretende otorgarles.

“El sistema de salud pública se encuentra en una emergencia crónica desde hace ya muchos años. Ninguna gestión consigue solucionar el problema de fondo. Hay que pulir las leyes actuales y mejorar drásticamente el sistema público, que además no llega a cubrir el aumento de la demanda, porque debido al deterioro económico y la caída del poder adquisitivo es cada vez mayor la cantidad de personas que recurren a él”, explica Abella.

La necesidad de establecer una línea de políticas públicas que ofrezca una respuesta efectiva al sufrimiento que atraviesa la población hace que diferentes asociaciones y organizaciones de nuestro país trabajen en conjunto para emitir un comunicado que manifieste la urgencia con la que el gobierno debe operar.

“Frente a esta delicada situación estamos organizándonos para presentar los reclamos e inquietudes a las autoridades correspondientes, pero lleva su tiempo. Estamos trabajando en conjunto con diferentes asociaciones para lograr un discurso unificado. Pero las expectativas de una respuesta acorde a la gravedad de la situación son muy bajas,” afirma Levín

“Cuando uno observa la postura de las autoridades de turno cuesta pensar en una respuesta acorde a la emergencia. Nuestra postura refleja una concepción del ser humano muy contraria a la lógica que hoy se busca imponer, es contraria al individualismo negativo que tanto daño le hace a las sociedades. Nosotros nos posicionamos en defensa de la salud pública, a favor de la misma oportunidad de acceso para todos y todas, porque la realidad se transforma con políticas públicas, y las políticas actuales dejan todas estas cuestiones en un segundo plano”, concluye.

La hora de los hongos

La hora de los hongos

La psilocibina, proveniente de los hongos alucinógenos, genera un gran interés entre investigadores por su potencial para tratar trastornos mentales. Sin embargo, su prohibición a nivel mundial limita las posibilidades de incluirla en la medicina tradicional. ¿Cuál puede ser su verdadera utilidad? ¿Y a qué se debe tanta polémica?

Los hongos alucinógenos, que desde hace siglos se consumen con fines rituales y recreativos, están en la mira de investigadores y profesionales de la salud mental que ven un gran potencial médico en uno de sus componentes activos: la psilocibina. Si bien en Argentina es considerada ilegal, esta sustancia ha vuelto a utilizarse en investigaciones sobre tratamientos para trastornos mentales como la depresión y la ansiedad.

Uno de los antecedentes más cercanos del cambio que se viene dando es de este año, cuando Australia legalizó el uso de psilocibina en pacientes con trastorno de estrés postraumático y ciertos tipos de depresión. Como explica Franco García Cervera, médico psiquiatra, la psilocibina es una molécula que al ingresar al organismo se  transforma en psilocina y se adhiere a los receptores serotoninérgicos evitando que el neurotransmisor serotonina, que interviene en los estados de ánimo, actúe de la manera habitual. “Según las partes del cerebro donde vaya afectando serán los efectos que se producen”, añade. Entre ellos se observan la falta de percepción del tiempo, la reconexión con el aquí y ahora y un mayor insight, o capacidad de introspección.

Este tipo de efectos, marginados por años de la investigación científica, siguieron siendo utilizados desde espacios alternativos pese a las prohibiciones. La psilocibina “trabaja muy bien la reconexión neuronal, genera nuevas posibilidades de resolver o atender situaciones que se presentan en la vida”, dice Ernesto (quien prefiere no brindar su verdadero nombre), cultivador y proveedor de microdosis de hongos con fines terapéuticos.

El potencial de la psilocibina no es un descubrimiento reciente en nuestro país. Ya en la década de 1950 se empleaba como “coadyuvante de terapias sobre todo psicoanalíticas tanto grupales como individuales”, explica García Cervera. Tal fue el caso hasta el año 1966 cuando la sustancia fue declarada ilegal y cesaron las investigaciones debido al mayor uso recreativo que se hacía de ella en el contexto del movimiento hippie.

 

La terapia psicodélica

Los hongos psilocibes pueden consumirse de varias maneras: frescos, secos y en distintas proporciones y periodicidades. Ernesto los comercializa secos y en microdosis siguiendo el protocolo de James Fadiman que consta de tomas de 0,1 a 0,3 gramos cada 72 horas durante seis a ocho semanas. “Vos tomás el día uno la microdosis y tenés dos días para trabajar esa reconexión que te permite la sustancia, el proceso de sanación y autoconocimiento”, explica.

Si bien lo recomendado es consumirlo con el apoyo y guía de un profesional de la salud mental o, al menos, con alguien familiarizado con el mundo fungi, la popularización de los hongos alucinógenos ha llevado a que haya quienes cultivan, consumen y hasta comercializan kits por cuenta propia con fines recreativos. “La gente tiende a confundir el nombre con la cosa, a perder la noción de riesgo”, aclara García Cervera.

El consumo de hongos obtenidos de la naturaleza y especialmente el consumo no supervisado por alguien con los conocimientos requeridos implica riesgos que no se presentan en, por ejemplo, investigaciones científicas donde se administra la psilocibina purificada. “Cuando vos tomás un hongo, la dosis puede variar mucho, además de que posiblemente tenga otros compuestos químicos que también puedan ser psicoactivos y haya un efecto en equipo”, explica Aín Stolkiner, médico e investigador del CONICET.

Según investigaciones que se han realizado recientemente, la psilocibina no genera adicción pero sí tolerancia. “Tu cuerpo se adapta rápidamente pero cuando dejas de tomar no hay síndrome de deprivación. No hay un deseo, una compulsión a seguir consumiendo”, dice Stolkiner. Esto no quiere decir que se trate de una sustancia inocua. Como explica García Cervera: ”Existe gente que en el uso recreacional puede presentar o despertar trastornos psicóticos o flashbacks posteriores al uso”.

En los estudios clínicos recientes, hasta ahora se han visto muy pocos efectos adversos serios en las personas que toman dosis altas de drogas psicodélicas. Esto se debe a múltiples factores como la purificación de las sustancias, el acompañamiento por parte de profesionales y el hecho de que “en los estudios clínicos siempre se filtra más o menos al noventa por ciento de las personas que quieren participar”, explica Stolkiner: “Se descartan a personas que tengan antecedentes personales o familiares de psicosis, trastorno bipolar o trastorno de personalidad límite”.

Si bien ya está comprobado que no hay riesgos de adicción, no hay certezas de que el consumo de psilocibina no favorezca trastornos como la psicosis. Al no admitirse personas con tales antecedentes en las investigaciones, hay pocas evidencias sobre el tema: “Sería muy valioso que se hiciera un estudio clínico admitiendo a esas personas. Entonces podríamos ver si es cierto o no, porque se han dicho muchas cosas que resultaron ser mitos”, admite Stolkiner y agrega: “La razón por la que no se los admite es porque se teme que el estrés del estudio pueda desencadenar la enfermedad en alguien que tiene la predisposición adecuada”.

El boom fungi

A pesar de seguir siendo una sustancia ilegal en Argentina, es cada vez mayor y más frecuente la promoción de kits de autocultivo de hongos psilocibes. Como explica García Cervera, “hace muchos años, sólo se conseguían los sellos, que son círculo de papel aluminio con esporas, en foros especializados y actualmente se ve publicidad libre en redes sociales sobre autocultivo de hongos ‘mágicos’”.

No queda claro aún el motivo del boom de los hongos alucinógenos en este contexto de ilegalidad. Se puede deber a lo que denomina García Cervera como “la competencia entre lo ‘industrial’ y la ilusión de ‘lo natural’” en base a la cual la gente deja de lado los fármacos y se inclina por opciones alternativas sin tener en cuenta que “si realizo selección de cepas determinadas, ya la naturaleza dejó de ser la única que mete la mano en el producto final” y que “no todo lo natural es bueno porque que sea natural; eso no necesariamente significa amigable con el cuerpo”.

La reticencia frente a los especialistas en salud mental también puede formar parte de esta nueva tendencia. Según Stolkiner, “muchas veces la psiquiatría tiene mala reputación en la sociedad y creo que en parte se debe a que no es muy efectiva, no ha progresado tanto como otras áreas de la medicina” y añade que “nos limitamos a reconocer síntomas y a dar drogas que calmen un poquito esos síntomas pero no entendemos realmente con seguridad cómo funcionan esos problemas y no otorgamos tratamientos que los traten de solventar de base”.

Según Ernesto, el consumo terapéutico de psilocibina trae la posibilidad de una reconexión a nivel físico, mental y espiritual que va “drenando de alguna manera todas esas emociones que están muy sobrecargadas y que tiene que ver muchas veces con el estilo de vida actual”. Como explica Stolkiner, “en la terapia con psicodélicos no buscamos calmar los síntomas o que el paciente deje de sentir” sino que se trata de “traer la mente a la superficie y que el paciente tome contacto con lo que le está pasando”.

La psilocibina se abre camino

Que la psilocibina siga considerándose ilegal en Argentina limita las investigaciones y por ende el conocimiento que se tiene del potencial terapéutico de la sustancia. “Todo el abordaje que hice para instruirme siempre fue con estudios que vienen principalmente de Estados Unidos y de Canadá”, comenta Ernesto. Si bien la psilocibina es ilegal en Estados Unidos, existen jurisdicciones que han reducido las penas por posesión y esto, como explica Ernesto, permite que se lleven a cabo trabajos de investigación y se generen plataformas de acceso al conocimiento.

De acuerdo con la Disposición 4855/96 promulgada por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT), la psilocibina está incluida en la Lista I de sustancias psicotrópicas por lo que está prohibido su uso en “la elaboración de especialidades farmacéuticas o fórmulas magistrales”. Según esta mirada, explica Stolkiner, se trataría de “una sustancia que no tiene potencial terapéutico, que es adictiva y que es muy peligrosa cuando en realidad se sabe que no es adictiva, que sí tiene potencial terapéutico y que no es tan peligrosa, sobre todo que no es tóxica. Lo lógico sería cambiarla de la Lista I a la Lista IV, que es la categoría donde están otras drogas que los médicos pueden recetar”.

Los avances en investigaciones extranjeras parecen la salida más viable para que la psilocibina se incluya en la medicina argentina. “Muchas veces cuando se introduce una nueva droga en el mercado de Estados Unidos o Europa, la ANMAT tiene una suerte de equivalencia. Entonces las drogas que se aprueban en esos países después se pueden homologar fácilmente acá”, explica Stolkiner y agrega que “ya hay investigaciones avanzadas que este año tendrían que empezar los estudios de fase tres, que son los últimos que hay que concluir para que pueda introducirse al mercado”.

Hay soluciones pero también “intereses encontrados” que dificultan su accesibilidad en Argentina. “Estas son medicinas que, a diferencia de los psicofármacos que hoy por hoy genera la industria, no generan dependencia. Es un tratamiento que lejos de seguir medicalizándote, te desmedicaliza”, dice Ernesto sobre la prohibición en nuestro país.

Por el momento solo queda “esperar, ver y, dentro de lo posible, empujar un poquito”, resume Stolkiner. En tanto a aquellos que quieran incursionar en los tratamientos con psicodélicos, sugiere la consulta con un profesional que pueda realizar un psicodiagnóstico para corroborar que el paciente está en condiciones de realizar el tratamiento. “Ese es posiblemente el mejor esfuerzo que pueden hacer las personas que quieran tomar psicodélicos por ahora en Argentina”, concluye.