Once represores condenados

Once represores condenados

Diez perpetuas y una sentencia a 25 años para los responsables de las torturas, desapariciones y robos de bebés ocurridos en el Pozo de Banfield, el de Quilmes y la Brigada de Lanús durante la última dictadura. También fueron castigados por lo acontecido en La Noche de los Lápices.

 El Tribunal Oral Federal N° 1 de La Plata, el martes 26 de marzo, sentenció a la pena de prisión perpetua a diez imputados por los crímenes cometidos en tres centros clandestinos de detención: las Brigadas de Investigaciones de Banfield, de Quilmes, de Lanús. Uno de los  imputados fue condenado a  25 años y otro quedó absuelto. El Tribunal calificó los crímenes cometidos por los imputados que actuaron en los centros clandestinos de detención “Pozo de Banfield”, “Pozo de Quilmes” y “el Infierno” de Lanús con asiento en Avellaneda como delitos de lesa humanidad.

A casi tres años y medio de su inicio del juicio, el presidente del TOF Ricardo Basílico leyó el veredicto con una sala de audiencia llena que esperaba escuchar una condena ejemplar y cárcel común para los represores. Organismos de derechos humanos, sobrevivientes y familiares de víctimas estuvieron presentes escuchando el fallo y otras decenas estaban en las afueras de los Tribunales de La Plata. Los medios autogestivos “Pulso Noticias” junto con “La Retaguardia” transmitieron el juicio por youtube que se pudo ver por dos pantallas colocadas en la vereda, frente al tribunal, para seguir el juicio.

Dieciocho fueron los imputados y seis murieron durante el juicio, entre ellos, el excomisario Miguel Osvaldo Etchecolatz, director general de Investigaciones de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. La querella de Abuelas de Plaza de Mayo acusó a los 12 imputados por los delitos de privación ilegal de la libertad y tormentos de 23 embarazadas y una madre secuestrada junto a su hijo, y por la sustracción, retención y ocultamiento de diez nietos y nietas, siete de los cuales ya recuperaron su identidad. A ella se le sumó la de Justicia Ya, y otras particulares.

Fueron condenados a las penas de prisión perpetua Federico Antonio Minicucci, Guillermo Alberto Dominguez Matheu, Carlos Gustavo Fontana, Carlos María Romero Pavón, Jorge Héctor Di Pasquale, Roberto Armando Balmaceda, Jaime Lamont Smart, Juan Miguel Wolk, Jorge Antonio Bergés y Horacio Luis Castillo. Julio Condioti fue condenado a 25 años de prisión y Enrique Barre fue absuelto.

Abuelas de Plaza de Mayo fue querellante junto con los nietos restituidos Carlos D’Elía, Victoria Moyano Artigas, Pedro Nadal, María José Lavalle Lemos y su hermana María Lavalle, y Laura Garack -quien busca a su hermano o hermana; y con Pablo Díaz, sobreviviente de “La noche de los lápices”, secuestrado y torturado en el Pozo de Banfield y Graciela Borelli Cattaneo, hermana de un ciudadano uruguayo víctima del Plan Cóndor.

Colleen Torre, abogada querellante de Abuelas de Plaza de Mayo opinó sobre la sentencia: “Estamos muy conformes porque fueron diez perpetuas. Por un lado, se condenó por primera vez a Juan Miguel Wolk, jefe del Pozo de Banfield, lo mismo que a Castillo. Wolk es el responsable de la desaparición de los chicos de la noche de los lápices. Además, fueron condenados no sólo por la apropiación de nietos y nietas que han podido recuperar su identidad, que nacieron en el Pozo de Banfield o que fueron secuestrados con sus madres como Pedro Nadal en el pozo de Quilmes; sino también por la desaparición forzada de tres nietos que todavía seguimos buscando”, agregó Colleen. “Me parece importantísimo que los hayan condenado porque resalta que son personas que aún continúan desaparecidas, y es de suma importancia poder condenarlos por la desaparición forzada de todas las mujeres embarazadas con el agravante que conlleva”.

En ese sentido, la abogada de Abuelas dio cuenta de lo necesarios que son los juicios para acceder a información sobre lo ocurrido: “Estos juicios reavivan la posibilidad de tener y de poder seguir buscando datos, siguen apareciendo testimonios de mujeres embarazadas desaparecidas que nos enteramos más de cuarenta años después. Es importante lograr estas condenas en contexto de negacionismo, es importante también que los jueces puedan seguir mencionando y hablando de las desapariciones forzadas y la necesidad de que estos juicios sigan porque todavía nos falta la verdad sobre lo que paso, donde están los nietos y nietas que estamos buscando y sabemos que los genocidas y represores de los Pozos saben dónde están”.

Torre en el alegato había mencionado la violencia y el destrato específico a las mujeres: “Algo que también se mencionó es el sufrimiento de las mujeres embarazadas, nos parece importante que se ponga en el fundamento de la sentencia porque hablamos de violencia específica: la violencia obstétrica. Más allá de la violencia específica que sufrieron las mujeres y las compañeras trans, las mujeres fueron utilizadas como envase contenedor de bebés para sacarle su hijo o hija y quedárselo como botín de guerra. En este sentido también un represor reivindicó y justificó la apropiación de niños y niñas durante la dictadura, esto no hace más que darnos la razón aun sabiendo que la teníamos, que todos ellos fueron parte del plan sistemático de apropiación”, enfatizó.

La condena resultó ejemplar y la alegría se notó en sus protagonistas y en la sala: “Tenemos que esperar los fundamentos del veredicto del tribunal pero la sensación fue de alegría siempre con ese sinsabor porque aún nos falta mucha verdad y no la dicen, sobre todo por los hijos e hijas que están buscando a su mamá y a su papá y no les devolvieron sus cuerpos, ni sus restos, pero sabiendo que por lo menos a partir de anoche van a dormir sabiendo que no están impunes por los crímenes cometidos en los centros clandestinos”.

Torre también se refirió a la importancia de la publicidad de los juicios de lesa humanidad: “Me parece importante que puedan ser transmitidos y visibilizados porque más allá del resultado jurídico penal, las condenas son necesarias y es una obligación del Estado argentino de investigar, juzgar y en su caso, condenar a los responsables de estos crímenes y que los más jóvenes puedan tener esa inmediatez con un testimonio, con un veredicto porque me parece que de esa manera pueden llegar a conocer de una manera más profunda y sensible la historia antes que por un manual. Las víctimas y sobrevivientes están declarando hace años y muchos no lo quieren hacer más porque es agotador y doloroso. En esa inmediatez que tienen los juicios transmitidos, las personas más jóvenes pueden sentir lo que sucedió y pueden verle la cara y los gestos a los imputados. Las Abuelas siguen buscando a sus hijos y a sus nietos, y tal vez a partir de estos juicios se pueda seguir visibilizando lo que siempre nos enseñaron ellas: que la lucha es con amor y siempre es colectiva”.

ANCCOM también conversó con Miguel “El Tano” Santucho hijo de Cristina Navajas y hermano del último nieto restituido. Cuando él declaró en el juicio contó que su mamá estaba embarazada en el momento de su secuestro y que estaban buscando a su hermano o hermana. El año pasado, junto a Abuelas de Plaza de Mayo, lograron encontrar a Daniel Santucho, su hermano. “Me parece que la sentencia estuvo bien, fue muy significativo que hayan sostenido tantas sentencias a cadena perpetua pese al clima político. La justicia llegó tarde y dos de los imputados nunca habían sido condenados. Tantos años de impunidad… cuando declaré dije que me parecía que estos imputados después de tanto tiempo, de nunca haber aportado información, que saben dónde están los otros nietos y lo que hicieron con los desaparecidos, no me parecía bien si les daban beneficios. Con todo lo que hicieron para para evadir la justicia y no aportar nada, la verdad que se le dé privilegios me parecía mal”, declaró y reflexionó: “En la sala se sintió la disconformidad porque los imputados no estuvieron presentes, pero más allá de eso, me parece que las condenas son motivos para festejar, sobre todo porque logramos que mi hermano fuera parte de los motivos por los cuales fueron condenados”.

“Cuando empezamos el juicio hacía más de tres años que estábamos con la querella de mi mamá, pero como hace menos de ses meses apareció Dani logramos a último momento incorporar su caso como uno de los delitos a investigar, a juzgar y ayer tuvimos la primera condena por lo que le hicieron. El apropiador de Dani murió impune. El Tribunal declaró que fueron crímenes de lesa humanidad en el marco un genocidio, hay que remarcar que hicieron las sentencias teniendo en cuenta los crímenes sexuales y las violaciones”, destacó el Tano Santucho y compartió: “Todo lo que sé lo reconstruí cuando era chiquito y pensé que no tenía mucho para aportar. Los abogados de Abuelas me dijeron que era muy importante que yo expresara ante el Tribunal las consecuencias de los hechos y a mí me sirvió mucho, me saqué una mochila de encima, pero se resignificó totalmente cuando apareció mi hermano y el Tribunal tuvo la posibilidad de ver y de constatar. Estar presente con mi hermano y estar ahí con él fue muy simbólico”.

A minutos de la sentencia, Daniel emocionado se abrazaba con mucha fuerza a una foto de su mamá, su hermano ponía su mano en su hombro para contenerlo. “Lo que me genera acompañar a mi hermano en estos momentos… él siempre tiene presente a nuestra madre y está procesando toda la información. Ayer él fue con un cartel y dijo: `Yo siento que mamá está presente`”. Miguel reflexiono acerca de la importancia de hacer memoria: “Las condenas si bien llegan tarde y algunos momentos son insuficientes, ayer el Tribunal nombro a las más de 600 víctimas y eso te hace tomar dimensión también del daño y de la gravedad de los crímenes y uno se da cuenta de lo insuficiente que es la misma condena porque llega más de 40 años después o porque por la edad tienen privilegios, están en sus casas, tienen prisión domiciliaria. Pero lo importante es que no continuaron impunes porque todo lo que no se puede condenar, todo lo que queda impune se puede llegar a repetir con facilidad. Es importante que quede esa marca, ese mensaje a las generaciones siguientes.

 “Yo lo digo muy abiertamente: al no haber podido condenar como correspondía a los responsables civiles del terrorismo de Estado, a los empresarios, al poder económico que estaban detrás de ese proceso, claramente ellos sí son impunes y ellos creen que pueden volver a intentarlo porque no les llega una condena. Por más ejemplar que sea y no logra condenar a los responsables económicos de la dictadura, esos pueden volver a intentarlo otra vez. Por lo menos que la sociedad sepa y condene todos los hechos de violencia que pasaron”.

En la sentencia también estuvo presente Maria Ester Alonso Morales, que vino desde Alemania para presenciar el veredicto: “Yo declaré en este juicio en el 2021, vine de Alemania para hacer la declaración testimonial. Como estábamos en pandemia declaré por zoom porque en ese momento no se estaban tomando declaraciones presenciales. He seguido este juicio a la distancia a través de La Retaguardia y ayer para mí fue conmovedor estar en la sala junto a compañeros y compañeras de H.I.J.O.S, los nietos y nietas y junto a miembros de organismos de derechos humanos de La Plata”. El tiempo es una constante en los familiares que hace décadas esperan obtener justicia: “Esperamos mucho este juicio porque el centro clandestino del Pozo de Banfield también fue maternidad clandestina. Es la primera vez que Miguel Ángel Wolf recibió una condena por delitos de lesa humanidad. En este juicio faltó Adriana Calvo y faltó Hilda que lamentablemente no llegaron a presenciar este escrito tan importante y hace años que veníamos esperando una condena también por los jóvenes de La Noche de los Lápices”. Alonso Morales agregó: “En este juicio declaré para contar la historia de la detención de mi madre y de sus compañeros, que fue en noviembre del 1974. Sus compañeros inauguraron, por decirlo así, el Pozo de Banfield, el centro clandestino de detención y uno de ellos, Manuel Taboada está desaparecido. Lo torturaron y lo mataron y se robaron el cuerpo de la morgue policial. Seguramente los fundamentos de la sentencia van a traer este hecho, lo que venimos diciendo hace mucho que el terrorismo de Estado no comenzó el 24 de marzo de 1976 comenzó antes porque ya hubo desapariciones y torturas antes de la fecha del golpe”.

Sobre su caso declara: “Mi madre estaba embarazada de mí y de mi hermana melliza cuando la detuvieron junto con Dalmiro Suárez, Nelfa Suárez, Ester Alonso y Víctor Taboada. Como estaba embarazada la dejaron en la comisaría segunda de Quilmes y a sus compañeros los trasladaron al Pozo de Banfield para torturarlos; después se volvieron a encontrar en un camión de traslado de personas con destino al Penal de Olmos en la Unidad 8 junto a María Ester y Suárez. Yo pasé ahí mi primer año de vida con mi hermanita. Mi hermana María Elena falleció en 1991 con 16 años, víctima de una enfermedad inmune como el lupus, así que soy yo la que queda de la familia para presenciar este juicio y ayer me reencontré con Víctor Taboada hijo que nació también en la Unidad de Olmos, ahí había un pabellón para madres con sus bebés”, rememoró Morales.

Hubo celebración del veredicto dentro y fuera de la sala. El público levantó en alto los pañuelos blancos, insignia de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, mientras sostenían carteles que decían: “Son 30000 y fue genocidio”.

A días de haberse cumplido 48 años del último golpe de Estado y en un contexto de resurgimiento de los discursos negacionistas y las provocaciones provenientes del gobierno nacional, en Argentina se sigue encontrando memoria, verdad y justicia.

Piden perpetua para nueve represores

Piden perpetua para nueve represores

Tras una semana de alegatos en la causa que investiga los crímenes de la dictadura en el Pozo de Banfield, el Pozo de Quilmes y la Brigada de Lanús, las querellas exigieron justicia.

La querella de Abuelas de Plaza de Mayo pidió prisión perpetua para los represores Luis Horacio Castillo , Jorge Antonio Bergés , Juan Miguel Wolf , Federico Minicucci, Roberto Armando Balmaceda , Jorge Di Pasquale , Guillermo Dominguez Matheu, Carlos María Romero Pavón, Carlos Gustavo Fontana por los delitos de lesa humanidad perpetrados en las Brigadas de Investigaciones de la Policía Bonaerense de Banfield, Quilmes y Lanús, con asiento en Avellaneda.

En el Tribunal Oral Federal N° 1 comenzó el alegato de la querella de Abuelas de Plaza de Mayo en el juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en el “Pozo de Banfield”, el “Pozo de Quilmes” y “el Infierno” de Lanús, el martes 5 de marzo último.

En una audiencia extensa semipresencial ante el TOF N° 1 de La Plata integrado por Walter Venditti, Ricardo Basílico y Esteban Carlos Rodríguez Eggers se desarrollaron los alegatos del CODESEDH , del doctor Claudio Yacoy por la Municipalidad de Avellaneda y el de Abuelas de Plaza de Mayo a cargo de los abogados Collen Torre y Emanuel Lovelli .

En el marco de la audiencia número 135 la querella de Abuelas de Plaza de Mayo repasó algunos de los testimonios de sobrevivientes acompañados por un grupo de nietos y nietas que estuvieron presentes , entre ellos Daniel Santucho, el último nieto que recuperó su identidad el año pasado, mientras se desarrollaba este juicio.

Abuelas de Plaza de Mayo es querellante junto con los nietos restituidos Carlos D’Elía, Victoria Moyano Artigas, Pedro Nadal, María José Lavalle Lemos y su hermana María Lavalle, Laura Garack , Pablo Díaz y Graciela Borelli Cattaneo.

“Además de los casos querellantes y que representamos por los que acusamos también vamos a acusar por las mujeres embarazadas víctimas desaparecidas que pasaron por esos tres centros clandestinos y por los niños y niñas que nacieron allí pero antes nos parece importante destacar el funcionamiento del conocido Pozo de Banfield como maternidad clandestina”, comenzaba la abogada Colleen Torre.

“Los responsables del terrorismo de Estado –señaló- montaron las maternidades clandestinas en los distintos centros de detención, uno de los más grandes de la Provincia de Buenos Aires fue el Pozo de Banfield. Los nacimientos se daban en estos lugares específicos, lo pudimos ver cuando hicimos la inspección ocular”

Coleen Torre recordó los testimonios de los sobrevivientes en las audiencias que contaron cómo las embarazadas eran obligadas a dar a luz rodeadas de los represores, generalmente en las mesadas de las cocinas, mientras las insultaban y eran tabicadas y atadas de manos. Luego –coincidieron los sobrevivientes- eran separadas de sus hijos que fueron entregados a sus apropiadores. La abogada recordó también que tras el parto, las madres eran obligadas a limpiar el lugar y que las condiciones de su detención eran las mismas que tenían los demás detenidos y detenidas .

“De las 23 mujeres embarazadas por las que estamos hoy pidiendo justicia, veinte estuvieron secuestradas en el Pozo de Banfield y una de ellas, Liliana Ross, fue asesinada antes de dar a luz. Y de los diez nacimientos probados en estos juicios, ya sea por testimonio o porque el niño o niña, hoy adultos, fueron restituidos a sus familias, nueve sucedieron en el Pozo de Banfield”.

La letrada argumentó que las apropiaciones se dieron en el marco de un plan de exterminio de quienes los militares consideraban como un ´enemigo interno´. “Y en ese plan –continuó- también tenían que aniquilar a las mujeres que se habían alejado de los mandatos de una sociedad patriarcal y habían abandonado los estereotipos de género para ingresar al escenario público, a la militancia política». Por este motivo, explicó la letrada, los militares “le quitaron el derecho a criar a sus hijos e hijas».

Antes de terminar, Torre leyó las palabras escritas por algunos nietos y nietas que restituyeron su identidad acerca de lo que significa este juicio para ellos y para ellas. Pedro Nadal, uno de los nietos querellante en la causa, escribió  “Quiero agradecer al tribunal y a la fiscalía por la sensibilidad para abordar este juicio , pero no entiendo cómo las víctimas están presentes en cada audiencia y los imputados están ausentes . Algunos, comiendo, nos veían por telecomunicación desde sus hogares , otros reivindican sus atrocidades de manera obscena desde una cámara y hasta nos mandan mensajes para que sepamos que, según ellos, lo mejor que pudieron hacer es hacer desaparecer a nuestros padres y apropiarnos para educarnos mejor”.

Colleen Torre finalizó diciendo que los organismos de derechos humanos seguirán buscando a los 30.000 desaparecidos y a cada uno de los nietos que fueron apropiados para restituirles su identidad.

Las otras querellas

El jueves 7, en el TOF Nº 1 se escucharon los alegatos de las querellas de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre (LADH) y UNIÓN, representadas por los abogados Guadalupe Godoy y Pablo Llonto quienes se sumaron al pedido condenatorio.

Llonto citó al presidente Javier Milei en el discurso que pronunció en su excolegio cuando les sugirió a los y las adolescentes que «lean las dos bibliotecas», en torno de lo que sucedió durante la última dictadura. El letrado le respondió : “ Es una invitación a que leyeran las bibliotecas de los genocidas para que de allí tomen su lenguaje y explicaciones sobre lo que iban a hacer y lo que hicieron . Algo así como si en Europa algún jefe de Estado les dijera a estudiantes secundarios y universitarios: “Ustedes que no han vivido la Segunda Guerra Mundial o el Holocausto agarren las bibliotecas de los nazis para encontrar las explicaciones de por qué había que exterminar judíos , gitanos , homosexuales y así se pueden formar una idea de lo que pasó. Por eso pedimos, por favor jueces y juezas, señalen en las sentencias la dimensión del daño para que no ocurra más“, cerraba Llonto. 

En una sala colmada, el viernes 8, el último día de las querellas, se escucharon los alegatos del colectivo Justicia YA!, representados por Pía Garralda y Luz Santos Morón. “Habiendo pasado 17 años de impunidad, lo hacemos también por nuestro compañero Jorge Julio Lopez. Seremos su voz en este nuevo juicio pese a lo que pretendieron los responsables de su segunda desaparición forzada. El devenir político de nuestro país hace que el alegato que presentamos transcurra en un contexto de un peligroso avance de sectores que niegan el genocidio y reivindican a la distadura”, comenzó Luz Santos Morón.

“En tiempos donde nos invitan a olvidar y a ser sumisos, en tiempos de mirar para otro lado, en pozos donde entierran a la historia nos hemos unidos y hermanados, en tiempos donde hablan por la libertad y no la escuchan pues ella es hija de la madre de los que luchan, nunca de los que creen en el dios mercado, entiendan que no hay libertad posible si en la panza de nuestro niños y niñas hacen ruido las tripas de los desolados. Sepan señores que con nuestro hambre no construirán sus imperios. Como hemos dicho siempre, cárcel común perpetua y efectiva para todos los genocidas. No olvidamos, no perdonamos y no nos reconciliamos. Son 30000 y fue un genocidio”, cerraba la audiencia la doctora Pía Garralda.

A cada nombre de desaparecidos mencionado por las letradas, el público respondía a una sola voz : «¡Presente!»

 

Recuerdos de la infancia

Recuerdos de la infancia

La cantante Malena D´Alessio y Florencia Bernales, dos niñas que presenciaron el momento del secuestro y desaparición de sus familiares, declararon en el juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en los pozos de Banfield y Quilmes y en la Brigada de Lanús.

Familiares y amigos de José Luis D ´Alessio, el Bebe, dieron su testimonio en una nueva audiencia por el Juicio Brigadas de Lanús, Quilmes y Banfield. En esta ocasión, contaron la historia del detenido desaparecido, cómo era su vida previa a la detención qué ocurrió el 28 de enero de 1977, y las consecuencias que padecieron su sobrina Florencia Bernales y su hija Malena D´Alessio, que fueron secuestradas y liberadas con apenas dos años de edad.

El primero en declarar fue Néstor Belomo, que conoció a D´Alessio en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, donde éste último militaba en una organización de izquierda. Con la vuelta de Perón en 1973, el grupo político al que pertenecía José Luis comenzó a virar hacia el peronismo y se unieron a Montoneros. “En el 76 me fui al sur, pero cuando volví, nos volvimos a encontrar (con D´Alessio). Ahí él me contó y me confirmó lo que yo ya sabía, a pesar de estar confinado en un trabajo de médico en el sur, en el medio de la nada. Pero estaba informado. Me confirmó la situación desastrosa en la que estaba la organización y recuerdo que me dijo: ‘Estoy durmiendo en los subtes’, porque no tenía donde estar. Estaba en una situación de precariedad absoluta en cuanto a su seguridad personal”, detalló en su relato Belomo. Ya para ese entonces, D’Alessio tenía participación militante en Zona Norte en el Astillero Astarsa, donde brindaba información sobre salud e higiene a los obreros.

El testigo contó que, en el contexto de la dictadura y al pasar a la clandestinidad, intentó ayudarlo: “Le ofrecí que venga a mi casa. Venía a casa, no todas las noches, pero venía bastante. Vino un par de ocasiones con Malena. Su hijita tenía, en ese momento, dos años. Yo estaba casado con quien era mi mujer y vivía en un pequeño departamento de dos ambientes. Tirábamos un colchón en el suelo y ahí dormían”. 

“Cuando D’Alessio no dormía en casa me hacía una llamada telefónica, me decía que estaba todo bien y sabía que no venía porque esa noche tenía otro lugar donde ir. Una noche no llamó. Por supuesto, un gran estado de inquietud con mi mujer y finalmente nos dormimos. Y a la mañana no habíamos tenido ninguna noticia”. Ese fue el día de la detención de la familia de D’Alessio. En cuanto al testigo, junto a su mujer decidieron alejarse de la ciudad y dirigirse hacia el campo. En primera instancia pararon en campings. Luego, decidieron quedarse en el campo de la familia de su exesposa pues all: “se puede ver, a la distancia, si aparece alguien. Estuvimos un mes”, detalló. 

“Como teníamos que trabajar y vivir, volvimos. Mandamos a una amiga al departamento y no había ninguna novedad. Volvimos a hacer nuestra vida”, recordó el testigo. A partir de allí, Belomo viajó, tras la liberación del resto de la familia, a Brasil para encontrarse con ellos. “Me contaron que todo había sido a raíz de que estaban tramitando un pasaporte para Bebe quien no se quería ir. Yo lo sabía por Bebe. No quería irse dejando solo a sus compañeros que no tenían posibilidad de salir del país. Fue a raíz de que tenían un contacto en la policía para hacer un pasaporte para que Bebe pudiera salir. Fue una trampa”. 

Luego expresó que la última vez que lo pudieron ver a D’Alessio detenido fueron los mismos familiares que arrestaron con él aquel día de enero de 1977, y lo pudieron hacer en la Brigada de Quilmes donde su hermano, Alfredo D’Alessio, pudo salir luego de pagar un rescate. Y mencionó la frase que le dijeron una vez liberado: “Sabemos que vos no estás en nada. Pero de tu hermano, olvidate”. 

 

La segunda en brindar su testimonio frente a la Justicia fue Florencia Bernales, sobrina de José Luis D’Alessio. La sobreviviente relató que, junto a su madre, vivían en Perú, pero al momento del secuestro, se encontraban en Buenos Aires por una visita que hacían cada año. “Tengo recuerdos del 77. Nos alojamos en la casa de mi tía abuela Berta en un departamento en Marcelo T. de Alvear, entre San Martín y Reconquista. Tengo recuerdos de ese momento en ese departamento. Tengo el recuerdo de varios hombres entrando. Caos y confusión. A Malena y a mí nos encerraron en un cuarto, nos cerraron la puerta y nos dijeron que tratáramos de dormir, cosa que no hicimos”, señaló.

Y resaltó cuál fue el recuerdo más fuerte que tiene de esa noche: “Vi cómo les vendaban los ojos a todos. Como yo hablaba pregunté qué pasaba. Me dijeron que estaban jugando al gallito ciego. Eso después lo recordé siempre”. Se llevaron a todos, pero a la niña, junto a su prima, Alfredo D’Alessio (padre) y Sofía Yessen los liberaron a las pocas horas cerca de Plaza de Mayo. 

A pesar de que era menor, Bernales manifestó que tuvo consecuencias directas posterior a haber vivido un momento traumático. Una vez que volvió a Perú con su madre, y que su tía abuela Berta iba a ir a visitarlas “empecé a tener un tartamudeo intenso. No podía hablar. Eso duró varios días. No se me iba. Mi mamá no sabía bien qué hacer y le dijeron que tratara de hablar conmigo sobre lo que había pasado”. Y añadió: “Me sentó, me preguntó si tenía miedo de que con la tía Berta vinieran esos hombres malos a Perú. Le dije que sí. Y me explicó que no podían venir porque estaban en Argentina y que ahí estábamos a salvo. Al poco tiempo se me fue ese tartamudeo”. 

“Después, con 20 años, vivía en Londres y me había alojado en la casa de un periodista que escribía sobre los juicios de lesa humanidad. Yo dormía cerca de donde entraban los faxes y las llamadas. Un día entró una llamada, yo escuché el contestador telefónico que decía que era un militar, que lo estaban buscando para matarlo. Me dio un ataque de pánico. No podía respirar. Sentía un terror total. Resulta que esa llamada había sido un chascarrillo. Que no era cierto. Después me pareció que era absurdo sentir tanto miedo en Londres por una llamada, pero bueno. Es otro recuerdo de haber vivido lo que había pasado”, declaró. 

Asimismo, finalizó su exposición pidiendo justicia por su tío y que se haga lo más rápido posible. 

«No hablaba mucho de mi papá. La primera herramienta con la que pude alzar la voz fue la canción ´Hijo de Desaparecido´», declaró Malena D´Alessio.

La siguiente fue Malena D’Alessio, hija del desaparecido José Luis D’Alessio. Su testimonio comenzó a explicar que luego de una lucha interna sobre cómo hablar de su padre, que lo ha hecho durante todo este período a través de la música y la militancia, ha logrado traer su historia personal frente a este juicio. 

En la familia D’Alessio, a partir de que la mayoría pudo recuperar su libertad y exiliarse en Brasil, “no se hablaba mucho de mi papá, con excepción de mis abuelos. Ellos eran quienes me hablaban mucho. Lo tramitaron de la manera más natural y sana. No así el resto de la familia. A mí se me fue armando una especie de trauma. No lo exteriorizaba. No hablaba”, relató. “Crecí en un clima social que un poco de lo que pasaba al interior de mi familia, pasaba afuera. Era un tema que estaba muy silenciado socialmente. Yo tenía la versión de mis abuelos y me contaban cosas sobre su aspecto humano. Me enseñaron a amarlo y me transmitieron su dimensión humana. Siempre crecí creyendo que a mi papá le habían pegado un tiro. Nunca, ni remotamente, concebí la posibilidad de que él pudiera haber sido torturado. No sabía que la tortura estaba sistematizada. Nunca me lo pude imaginar en relación a mi padre. Todo este clima de la Teoría de los Dos Demonios, la demonización de los militantes en esa época contrastaba con mis abuelos que me hablaban de la maravillosa persona que era mi padre”, expuso D´Alessio.

En sintonía con lo que contaba, rescató que en su adolescencia encontró en el arte la posibilidad de expresar todo lo que le generaban las políticas que se llevaban adelante desde los gobiernos democráticos con los militares que habían torturado, matado, violado y robado bebés durante la dictadura: “Sentía la necesidad de que algo tenía que hacer. La primera herramienta con la que pude alzar la voz fue con una canción que se llamaba ‘Hijo de desaparecido’. Fue una catarsis enorme donde pude expresarme y eso, además, me empodero mucho. Estaba muy enojada con la sociedad. Tuve algunos encontronazos con mi tío (Alfredo). Sentía que no me sentía acompañada en esta necesidad de hacer justicia por mi padre. Me sentía muy sola. Empecé con la música frente de batalla. Cantar contra el indulto. Me empecé a dedicar a la música más profesionalmente. Fui conocida por este tema. Me embanderé con el tema de los derechos humanos”. 

Acto seguido comenzó su militancia en HIJOS donde encontró la contención que necesitaba y donde los demás militantes entendían lo que estaba pasando Malena. Sin embargo, todavía estaba en deuda con la parte personal. Por lo cual decidió hacerle un homenaje a su padre junto a familiares donde se colocó una baldosa con su nombre, y, además, produjo un documental donde pudo unir las voces de amigos y compañeros de militancia de José Luis D´Alessio para reconstruir su memoria.

La exposición de la Malena siguió con el relato de cómo era la vida de José Luis D´Alessio previo a su detención. Y con respecto del día del secuestro, con ayuda de su tío Alfredo, pudo reconstruir la historia. No obstante, entre lágrimas, puntualizó que, al momento de la detención, su padre “me tomó en brazos, me dio un beso como despidiéndose de mí. Mi abuela dijo que prácticamente no la miró”. Lo mismo sucedió cuando recordó que su tío le contó que dentro del Pozo de Quilmes, previo a su liberación, pudo ver a José Luis, y las últimas palabras que le dijo fueron “Mandale un beso a Malena”. 

Para finalizar su intervención, D´Alessio repasó unas palabras que había escrito el día anterior y recitó el rap “Hijo de Desaparecido”, que escribió para hacer escuchar su voz y a su vez poder expresar lo que sentía. Entre las frases que leyó se destacó la siguiente: “Espero que este juicio me ayude en lo personal y nos ayude como sociedad a poner en orden lo más básico y elemental que podemos exigirle a la justicia. Algo que debería ser de sentido común, pero que durante tanto tiempo nos fue negado. Que no es ni más, ni menos que los asesinos, los torturadores, los violadores, robadores de bebés y sobre todo los responsables del genocidio más atroz de nuestra historia contemporánea vayan, o vuelvan, al único lugar que les corresponde, que es la cárcel común, perpetua y efectiva. Y que reciban también el repudio y desprecio del pueblo argentino, que ya se ganaron. Incluso en muchos casos el de sus propios hijos e hijas que han decidido dejar de ser un eslabón más en la cadena de degradación humana. No es el odio a estas bestias lo que, en mi caso, me ha impulsado a emprender esta lucha, es el amor que arde en mi cada vez que pienso en mi viejo y en toda esa generación que llevó la entrega y la solidaridad a los más altos niveles”.

La próxima audiencia será el martes 6 de diciembre a las 8:30.

Por primera vez una sobreviviente trans declaró en un juicio de lesa humanidad

Por primera vez una sobreviviente trans declaró en un juicio de lesa humanidad

Valeria del Mar Ramírez, exdetenida en el Pozo de Banfield, testimonió en la causa que tiene 17 imputados e investiga qué pasó con 442 desaparecidos. Relató los crímenes sexuales de la dictadura y el robo de bebés.

Valeria del Mar Ramírez era trabajadora sexual durante la última dictadura militar y narró ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal (TOF) Nº1 de La Plata los golpes y abusos que sufrieron tanto ella como sus compañeras tras ser detenidas ilegalmente. Esto se produjo en una nueva audiencia en la que se investigan los crímenes ocurridos en los centros clandestinos Pozo de Quilmes, Pozo de Banfield y El Infierno, en Lanús. El juicio tiene 17 imputados y se busca determinar qué ocurrió con 442 personas que hasta hoy continúan detenidas desaparecidas. 

El testimonio cortó la respiración de los participantes en una nueva audiencia virtual por el juicio que investiga la responsabilidad del director de Investigaciones de la policía bonaerense Miguel Etchecolatz y la de sus subalternos en la práctica de privación ilegal de la libertad y la aplicación de torturas. En una jornada marcada por la potencia de los relatos de Boris Santos, delegado de Peugeot, sobreviviente del Pozo de Quilmes y Eduardo Castellano, sobreviviente del Pozo de Banfield y El Infierno, la voz de Valeria del Mar Ramírez, primera querellante trans en causas por delitos de lesa humanidad, se hizo sentir. 

El tribunal de la esta causa denominada Las Brigadas o Los Pozos —integrado por Walter Venditti, Ricardo Basílico y Esteban Carlos Rodríguez Eggers (subrogantes) — escuchó con atención las preguntas que el fiscal de la querella Germán Camps le realizó a Ramírez.

La declarante aportó pruebas para que el jurado pudiera reconstruir los apremios que vivieron ella, y sus compañeras trabajadores sexuales, tras sus dos detenciones por los comandos de tareas de la dictadura, tanto a finales de 1976 como en los primeros meses de 1977. Ramírez —que en 2012 recibió su nuevo DNI con identidad autopercibida y su partida de nacimiento rectificada— fue arrestada durante el golpe de Estado en Camino de Cintura, Ruta Nº4, rotonda de Llavallol, cuando vivía en Rafael Calzada, partido bonaerense de Almirante Brown. 

Destacó que la primera ocasión en la que fue confinada fue por una razzia, ya que se iba a producir la visita de un grupo de inspectores hacia la zona. Las habían alertado a ella y a sus compañeras para que se fueran del lugar. “Nosotras no hicimos caso, nos quedamos en una estación de servicio, donde guardábamos las cosas. Nos levantaron y nos llevaron a la comisaría de Llavallol”, planteó. La querellante aseguró que, por falta de espacio en ese cuartel fue separada de sus compañeras y, junto con otras dos —Romina y “La Hormiga”—, fueron llevadas al Pozo de Banfield, donde estuvieron dos días.   

Lo peor para Ramírez llegaría unos meses después, durante su segunda detención. Señaló que estaba acompañada nuevamente por Romina cuando fueron interceptadas por unos agentes que manejaban un Ford Falcon y las metieron en el auto. “Les dije: ‘Recién llegamos, no hicimos nada’. Y no nos contestaron. El de adelante nos dijo: ‘Cállense la boca, que ya van a saber a dónde van a ir’”, narró. 

Sostuvo que, una vez que llegaron al Pozo de Banfield, ambas fueron arrodilladas entremedio de las piernas de los policías, “con la cabeza para abajo”. “Aquí tienen las cachorras que habían pedido», escuchó decir de parte de quienes las habían detenido. Mientras la mamá de Ramírez y su compañera “La Mono” las buscaban por distintas comisarías de la zona, los policías las trasladaban hacia unos calabozos individuales del Pozo y las hacían mirar al suelo para evitar que llegaran a ver a otros detenidos.

Los apremios y las violaciones fueron parte del tormento por el que pasó Ramírez, que ya no podía contener las lágrimas mientras narraba su estadía allí. “Vinieron dos policías y me violaron porque no quería tener sexo con ellos. Primeramente me dieron golpes y tuve que tener relaciones con los dos”, afirmó.

A eso se le sumó que los efectivos pasaban sus miembros por la rendija de su celda, con la promesa de que, a cambio, le darían comida. Ramírez consiguió una botella, y cuando la sacaban a bañarse la llenaba. Con eso podía evitar nuevas violaciones de parte de los policías, aunque dejaría de alimentarse. Relató que estuvo dos días tomando agua pero cuatro agentes encontraron su botella en el calabozo. “Puto, así que te hacés el vivo”, le gritaron, mientras le tiraban la botella. Contó que en otra oportunidad, cuatro policías entraron a su celda y la violaron luego de que ella no pudiera resistir más. 

Otro punto de inflexión en su narración se produjo cuando señaló que, mientras terminaba de bañarse, se dio cuenta que compartía espacio en “los buzones” con otra chica reclusa. «Pensé: ‘¿qué le estarán haciendo?’. En eso siento a un bebé llorar. Y la milica le dice ´bueno dale, levantáte y agarrá un balde y limpiá esta mugre tuya´, mientras la chica, pelo largo, delgada, demacrada, todo su vestidito lleno de sangre, no se podía mantener en pie. Yo la agarré de la mano, la apoyé en el piletón del baño y me puse a llenar el balde», sostuvo. 

Ramírez contó que la mujer policía se dio cuenta de su presencia allí y retó a uno de los policías que hacía guardia: “¿Vos sos boludo? ¿Cómo lo tenés acá al puto ese y no me dijiste nada?» Fue arrastrada de los pelos y pasó un día encerrada desnuda en su calabozo. 

“Había nacido un bebé”, exclamó cuando fue interrogada sobre el porqué de la sangre y señaló que cuando salía del lugar pudo ver a un policía que tenía en sus manos a un niño recién nacido. Cabe destacar que el Pozo de Banfield es conocido por haber sido lugar en el que fueron privadas de su libertad un gran número de mujeres embarazadas.

Su contundente testimonio, que duró más de una hora, incluyó nuevos abusos de a grupos sobre su persona, lo que llevó a Ramírez a afirmar: “Yo ya no sabía qué hacer, prefería que Dios me lleve”. Luego de catorce días de detención, salió por el portón de El Pozo, atravesando un descampado y tomó un colectivo y un tren hasta llegar a su casa con su madre.

Durante su alocución, reiteró la cantidad de veces que pidió ayuda adentro del calabozo y la desesperación que vivió cada vez que era vulnerada. La situación para las trabajadoras sexuales era exasperante: “Prácticamente no teníamos ningún derecho. Siempre iban a estar favor de ellos, siempre íbamos a salir perdiendo nosotras”. 

Caracterizada por los agentes policiales como “jefa” del grupo de compañeras trabajadoras de la zona de Rafael Calzada, Ramírez expresó que una vez que recuperó su libertad sintió miedo por lo que podía llegar a pasarle. 

Se mudó a la casa de su madre y su padrastro en el barrio porteño de Belgrano. Planteó que si algo le llegaba a suceder sería “un puto menos”, que solo sería “reclamado” por su familia. Con angustia, señaló que tuvo “que volver a ser Oscar”: se cortó el pelo y se disfrazó nuevamente de hombre.  

Hoy Ramírez vive en Constitución, cobra una jubilación mínima y llega a cubrir sus gastos del mes con la ayuda de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR). «Cobré una indemnización, me dieron 50 mil pesos, y ya lo gasté. No sé qué va a ser de mí. Las heridas las tengo en el cuerpo, nadie me las saca. Solo las que lo pasamos sabemos lo que es. Es muy feo no tener libertad. Pero, ¿qué salida tenía yo, qué salida laboral tenía? No tenía otra», se preguntó, visiblemente afectada. 

Se refirió a las secuelas que quedaron en ella y que “ni física ni psicológicamente” se encuentra bien. “A veces no quiero salir de mi casa”, afirmó. Ramírez es la única del grupo de mujeres trans que fueron secuestradas que aún se encuentra con vida.

Con el correr del tiempo se comprenderá la importancia histórica de su testimonio del día martes. 

«Quedé estéril por la picana eléctrica»

«Quedé estéril por la picana eléctrica»

El sobreviviente Diego Barreda declaró en una nueva audiencia del juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en el Pozo de Quilmes, el Pozo de Banfield y en la Brigada de Lanús. Contó como nació Victoria Moyano Artigas.

Este martes se realizó la audiencia N° 86 del Juicio de Brigadas que busca juzgar a represores de la última dictadura militar que llevaron adelante delitos de lesa humanidad en los Centros Clandestinos de Detención (CCD) conocidos como Pozo de Banfield, Quilmes y Lanús. 

En esta ocasión, brindaron su testimonio Fausto Bucchi, que estuvo presente durante el secuestro y detención de Ileana García y Edmundo Dossetti, padres de Soledad Dossetti García, las víctimas aún se encuentran desaparecidas. Luego fue el turno del sobreviviente Diego Barreda, quien pasó por varios CCD del denominado Circuito Camps y que estuvo presente la noche que nació Victoria Moyano Artigas.

El primero en brindar su declaración resultó Fausto Bucchi, que fue testigo del secuestro de los uruguayos Ileana García y Edmundo Dossetti, el 21 de diciembre de 1977. El hecho ocurrió en Lavalle al 1500, en el partido de Vicente López. Esa noche, cerca de las 23, alrededor de diez personas armadas se presentaron en el hall del edificio y lo retuvieron. Por lo cual no pudo ingresar a su departamento ubicado en el quinto piso del mismo inmueble donde ocurrieron las detenciones. 

“Se llevaban a una persona detenida, esposada, más algunas cosas por el ascensor”, contó, y agregó que “al otro día, como era vicepresidente del consorcio, el portero me llamó para decirme que le habían dejado a una criatura”. Se trataba de Soledad Dossetti García de alrededor de ocho meses. 

A la niña, sostuvo el testigo, que se la llevaron a la Comisaría de la Mujer de San Martín y luego de un tedioso trámite, lograron que la tenencia sea concedida a una de sus abuelas que habían viajado las dos juntas, tanto la materna, como la paterna, desde Uruguay, para luego volver a cruzar el Río de la Plata. Bucchi perdió el contacto con la menor. 

Las partes hicieron preguntas para ampliar la declaración y el testigo aclaró que la detención la realizaron “personas de traje con armas de guerra y que parecía que estaban participando de un operativo. Hubo tres o cuatro vestidos de civil con armas largas en el hall del edificio y en el departamento tres o cuatro más”.

«No sé cuánto pasó, pero escuchamos el llanto de una criatura. El lugar donde nació era la cocina donde ellos, los guardias, comían.”

Luego fue el turno de Diego Barreda, quien declaró de manera presencial frente al Tribunal Oral Federal Nº1 de La Plata. El sobreviviente contó que fue secuestrado en 1978. En un detallado relato que comenzó previo a su secuestro, narró que era estudiante de Cinematografía en Bellas Artes, pero dejó la carrera para trabajar como carpintero en el Astillero Río Santiago. Además, resaltó que, dentro de la empresa, que pertenecía a la Marina, tuvo participación como delegado y que tenían “un profundo cuestionamiento al sistema imperante en Argentina y el mundo”.

Luego de un conflicto gremial por reclamar aumento de las horas extras lo dieron de baja y se quedó sin trabajo. Hasta que fue tomado por una metalúrgica en Villa Elisa donde, un día previo a cumplir los tres meses, fue despedido. A partir de allí se desempeñó como albañil cuentapropista en Ensenada. 

Cuando volvía de su trabajo, a una cuadra de su casa, el 14 de julio de 1978 fue secuestrado en la calle 12 y 510 de la localidad de Ringuelet, en La Plata. “Me tabicaron, me esposaron y me tiraron arriba de una camioneta, arriba de alguien. Fuimos a parar al Pozo de Quilmes”, señaló. 

En este CCD, fue víctima de lo que describió como parrilla: “Estaba atado, en este caso a un elástico, como un resorte continuo, todo metálico, habitual en la picana eléctrica”. Y continuó: “Me interrogaron sobre situaciones absurdas, por ejemplo, si había puesto la bomba para hundir la Fragata Santísima Trinidad en el Astillero”, pues efectivamente había ocurrido este evento. Pero el testigo no fue parte del incidente.

A partir de las torturas que sufrió allí, tuvo desvanecimientos: “No sentí más nada y era como que estaba dormido. Perdí la noción de todo. Sobre todo, del tiempo. No sé cuántas horas fueron. Era invierno. Me tiraron en una celda que se llovía. Tomaba agua del piso. No había luz. Estaba todo oscuro. Nunca pude recomponer si estuve cuatro horas o dos días”.

Luego, describió que una persona que se hacía llamar “Coronel” lo metió en un vehículo junto con Rodolfo Tiscornia y Rodolfo Nani, con quien compartió celda durante casi toda su detención. “Después de un trayecto de más de media hora entramos a un edificio, que no podía ver, pero enseguida te das cuenta que era muy grande. Me hicieron subir por la escalera. Fui a parar a una celda con estas dos personas”.

Barreda detalló que se dio cuenta que estaban en el Pozo de Banfield por un avión que sobrevolaba la zona con propaganda del circo: “Tanto secreto del aparato represivo con nosotros y nos venimos a enterar por estas cosas de la vida que estábamos en Banfield”. Allí sufrió lo que él mencionó como el desprendimiento de la piel y con quienes charlaba, que pasaban la misma situación que él, le respondían que era algo normal porque era resultado de la picana eléctrica. Otras de las consecuencias directas de la tortura fue que estuvo 23 días sin poder ir al baño, pues, en sus palabras “la picana seca todo”. 

El testigo hizo hincapié en que allí conoció a María Asunción Artigas Nilo de Moyano, que estaba embarazada de alrededor de ocho meses. Ella era la encargada de pasarles el balde para poder ir al baño y la comida. “Una noche empezamos a escuchar gritos. Ella tenía una compañera de celda para ‘cuidarla’. Esta mujer gritaba, pateaba la puerta y los guardias tardaron una barbaridad en venir. No sé cuánto pasó, pero escuchamos el llanto de una criatura. El lugar donde nació era la cocina donde ellos, los guardias, comían”. Barreda se durmió y no escuchó más nada. Al otro día cuando se despertó, María ya no estaba. 

Su tercer traslado fue hacia la Comisaría 8ª de La Plata, ubicada en 7 y 74. Allí se cruzó con otro grupo de personas que cantaban. Eran Baratti, Bonin y Fracaroli que habían sido llevados desde la Comisaría 5ta. Barreda fue informado en este edificio que iba a pasar a depender del Consejo de Guerra Especial y que debía ser juzgado por este mismo. 

Luego lo llevaron hacia Devoto, donde fue trasladado como preso político. Ese Consejo Especial que debía juzgarlo, se declaró incompetente y pasó a estar bajo tutela de la Justicia Federal. “El juez (Leopoldo) Russo empezó a preguntarme por los campos de concentración. Insistía en detalles de cómo eran los pisos, de qué color, de qué color estaban pintadas las paredes. Era una situación absurda”. Esto sucedió debido a que, junto al juez, se encontraba una mujer, que era trabajadora judicial y tenía un hijo desaparecido: “Lo que quería era obtener información sobre su hijo”.

A partir de allí, el juez Russo le concedió la libertad vigilada. “Una vez que salí tenía que ir todas las semanas a la comisaría por un tiempo hasta que caducó la vigilancia. Empecé a militar con las Madres de Plaza de Mayo”. 

Barreda terminó su declaración con una descripción de las consecuencias directas de las torturas que sufrió hace 45 años atrás. La más importante fue, que resultado de la picana eléctrica, quedó estéril y fue indemnizado por el Estado argentino por daños irreparables. 

La semana próxima se hará una visita ocular al Pozo de Banfield en donde estarán presentes sobrevivientes del cautiverio que ocurrió en este espacio, sus representantes legales, medios de comunicación que participan de la transmisión de los juicios por delitos de lesa humanidad y los funcionarios judiciales a cargo.