Por Carolina Ocampo
Fotografía: Captura de pantalla de La Retaguardia

El sobreviviente Diego Barreda declaró en una nueva audiencia del juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en el Pozo de Quilmes, el Pozo de Banfield y en la Brigada de Lanús. Contó como nació Victoria Moyano Artigas.

Este martes se realizó la audiencia N° 86 del Juicio de Brigadas que busca juzgar a represores de la última dictadura militar que llevaron adelante delitos de lesa humanidad en los Centros Clandestinos de Detención (CCD) conocidos como Pozo de Banfield, Quilmes y Lanús. 

En esta ocasión, brindaron su testimonio Fausto Bucchi, que estuvo presente durante el secuestro y detención de Ileana García y Edmundo Dossetti, padres de Soledad Dossetti García, las víctimas aún se encuentran desaparecidas. Luego fue el turno del sobreviviente Diego Barreda, quien pasó por varios CCD del denominado Circuito Camps y que estuvo presente la noche que nació Victoria Moyano Artigas.

El primero en brindar su declaración resultó Fausto Bucchi, que fue testigo del secuestro de los uruguayos Ileana García y Edmundo Dossetti, el 21 de diciembre de 1977. El hecho ocurrió en Lavalle al 1500, en el partido de Vicente López. Esa noche, cerca de las 23, alrededor de diez personas armadas se presentaron en el hall del edificio y lo retuvieron. Por lo cual no pudo ingresar a su departamento ubicado en el quinto piso del mismo inmueble donde ocurrieron las detenciones. 

“Se llevaban a una persona detenida, esposada, más algunas cosas por el ascensor”, contó, y agregó que “al otro día, como era vicepresidente del consorcio, el portero me llamó para decirme que le habían dejado a una criatura”. Se trataba de Soledad Dossetti García de alrededor de ocho meses. 

A la niña, sostuvo el testigo, que se la llevaron a la Comisaría de la Mujer de San Martín y luego de un tedioso trámite, lograron que la tenencia sea concedida a una de sus abuelas que habían viajado las dos juntas, tanto la materna, como la paterna, desde Uruguay, para luego volver a cruzar el Río de la Plata. Bucchi perdió el contacto con la menor. 

Las partes hicieron preguntas para ampliar la declaración y el testigo aclaró que la detención la realizaron “personas de traje con armas de guerra y que parecía que estaban participando de un operativo. Hubo tres o cuatro vestidos de civil con armas largas en el hall del edificio y en el departamento tres o cuatro más”.

«No sé cuánto pasó, pero escuchamos el llanto de una criatura. El lugar donde nació era la cocina donde ellos, los guardias, comían.”

Luego fue el turno de Diego Barreda, quien declaró de manera presencial frente al Tribunal Oral Federal Nº1 de La Plata. El sobreviviente contó que fue secuestrado en 1978. En un detallado relato que comenzó previo a su secuestro, narró que era estudiante de Cinematografía en Bellas Artes, pero dejó la carrera para trabajar como carpintero en el Astillero Río Santiago. Además, resaltó que, dentro de la empresa, que pertenecía a la Marina, tuvo participación como delegado y que tenían “un profundo cuestionamiento al sistema imperante en Argentina y el mundo”.

Luego de un conflicto gremial por reclamar aumento de las horas extras lo dieron de baja y se quedó sin trabajo. Hasta que fue tomado por una metalúrgica en Villa Elisa donde, un día previo a cumplir los tres meses, fue despedido. A partir de allí se desempeñó como albañil cuentapropista en Ensenada. 

Cuando volvía de su trabajo, a una cuadra de su casa, el 14 de julio de 1978 fue secuestrado en la calle 12 y 510 de la localidad de Ringuelet, en La Plata. “Me tabicaron, me esposaron y me tiraron arriba de una camioneta, arriba de alguien. Fuimos a parar al Pozo de Quilmes”, señaló. 

En este CCD, fue víctima de lo que describió como parrilla: “Estaba atado, en este caso a un elástico, como un resorte continuo, todo metálico, habitual en la picana eléctrica”. Y continuó: “Me interrogaron sobre situaciones absurdas, por ejemplo, si había puesto la bomba para hundir la Fragata Santísima Trinidad en el Astillero”, pues efectivamente había ocurrido este evento. Pero el testigo no fue parte del incidente.

A partir de las torturas que sufrió allí, tuvo desvanecimientos: “No sentí más nada y era como que estaba dormido. Perdí la noción de todo. Sobre todo, del tiempo. No sé cuántas horas fueron. Era invierno. Me tiraron en una celda que se llovía. Tomaba agua del piso. No había luz. Estaba todo oscuro. Nunca pude recomponer si estuve cuatro horas o dos días”.

Luego, describió que una persona que se hacía llamar “Coronel” lo metió en un vehículo junto con Rodolfo Tiscornia y Rodolfo Nani, con quien compartió celda durante casi toda su detención. “Después de un trayecto de más de media hora entramos a un edificio, que no podía ver, pero enseguida te das cuenta que era muy grande. Me hicieron subir por la escalera. Fui a parar a una celda con estas dos personas”.

Barreda detalló que se dio cuenta que estaban en el Pozo de Banfield por un avión que sobrevolaba la zona con propaganda del circo: “Tanto secreto del aparato represivo con nosotros y nos venimos a enterar por estas cosas de la vida que estábamos en Banfield”. Allí sufrió lo que él mencionó como el desprendimiento de la piel y con quienes charlaba, que pasaban la misma situación que él, le respondían que era algo normal porque era resultado de la picana eléctrica. Otras de las consecuencias directas de la tortura fue que estuvo 23 días sin poder ir al baño, pues, en sus palabras “la picana seca todo”. 

El testigo hizo hincapié en que allí conoció a María Asunción Artigas Nilo de Moyano, que estaba embarazada de alrededor de ocho meses. Ella era la encargada de pasarles el balde para poder ir al baño y la comida. “Una noche empezamos a escuchar gritos. Ella tenía una compañera de celda para ‘cuidarla’. Esta mujer gritaba, pateaba la puerta y los guardias tardaron una barbaridad en venir. No sé cuánto pasó, pero escuchamos el llanto de una criatura. El lugar donde nació era la cocina donde ellos, los guardias, comían”. Barreda se durmió y no escuchó más nada. Al otro día cuando se despertó, María ya no estaba. 

Su tercer traslado fue hacia la Comisaría 8ª de La Plata, ubicada en 7 y 74. Allí se cruzó con otro grupo de personas que cantaban. Eran Baratti, Bonin y Fracaroli que habían sido llevados desde la Comisaría 5ta. Barreda fue informado en este edificio que iba a pasar a depender del Consejo de Guerra Especial y que debía ser juzgado por este mismo. 

Luego lo llevaron hacia Devoto, donde fue trasladado como preso político. Ese Consejo Especial que debía juzgarlo, se declaró incompetente y pasó a estar bajo tutela de la Justicia Federal. “El juez (Leopoldo) Russo empezó a preguntarme por los campos de concentración. Insistía en detalles de cómo eran los pisos, de qué color, de qué color estaban pintadas las paredes. Era una situación absurda”. Esto sucedió debido a que, junto al juez, se encontraba una mujer, que era trabajadora judicial y tenía un hijo desaparecido: “Lo que quería era obtener información sobre su hijo”.

A partir de allí, el juez Russo le concedió la libertad vigilada. “Una vez que salí tenía que ir todas las semanas a la comisaría por un tiempo hasta que caducó la vigilancia. Empecé a militar con las Madres de Plaza de Mayo”. 

Barreda terminó su declaración con una descripción de las consecuencias directas de las torturas que sufrió hace 45 años atrás. La más importante fue, que resultado de la picana eléctrica, quedó estéril y fue indemnizado por el Estado argentino por daños irreparables. 

La semana próxima se hará una visita ocular al Pozo de Banfield en donde estarán presentes sobrevivientes del cautiverio que ocurrió en este espacio, sus representantes legales, medios de comunicación que participan de la transmisión de los juicios por delitos de lesa humanidad y los funcionarios judiciales a cargo.