La pobreza sin fin

La pobreza sin fin

El gobierno de Javier Milei recibirá un país con el 40 por ciento de pobres. El plan de ajuste que asoma, probablemente haga crecer ese índice. ¿Por qué las políticas públicas no aciertan con las soluciones?

 

En el primer semestre de 2023, la pobreza en Argentina afectaba al 40,1% de la población según el Instituto Nacional de Estadística y Censo (INDEC). Con la aceleración inflacionaria de estos últimos meses, ese índice seguramente trepó. Este preocupante panorama, combinado con el inminente cambio de gobierno, sitúa en el centro del debate la pregunta por las políticas públicas respecto de esa problemática.

Mariana Heredia, socióloga de la UBA e Investigadora del CONICET, analiza el contexto actual: “La sociedad argentina está en una situación delicada en la que el Estado está desplegando todas las políticas sociales de contención que puede. Todas condiciones que hoy están, dentro de un tiempo pueden no estar”.

Las políticas sociales predominantes en las últimas décadas, tanto en Argentina como en la región, fueron las transferencias de ingresos. Heredia, autora de libros como ¿El 99 % contra el 1%? Por qué la obsesión con los ricos no sirve para combatir la desigualdad sostiene que “estas políticas significaron un gran avance, pero no acabaron por resolver el problema. No terminaron de coordinarse con políticas de bienestar y empleo que permitieran efectivamente que los hogares más modestos pudieran hacer frente a las necesidades más elementales”.

En línea con esta perspectiva, Belén Aenlle, socióloga de la Universidad Nacional del Salvador, doctora en Ciencias Sociales de la UBA y docente de la carrera de Trabajo Social en la Universidad Nacional de Moreno, plantea que “la política social en estos 40 años de democracia se ha ido fragmentando. Un mismo grupo familiar puede recibir numerosos programas y sin embargo no cubrir la canasta básica.” Añade: “Las políticas piensan en intervenir sobre las consecuencias de la pobreza, cuando en verdad hay que pensar primero en la redistribución del ingreso, la generación de trabajo y la política social en conjunto”.

La problemática de la pobreza en nuestro país es compleja y su abordaje requiere considerar con urgencia la situación coyuntural. Daniel Arroyo, diputado nacional del FdT y exministro de Desarrollo Social, afirma que hoy el principal problema es el elevado precio de los alimentos que coexiste con salarios considerablemente desmejorados.

“Esto se refleja en dos situaciones. Una es que baja la desocupación, pero la pobreza sube. La otra es que en los barrios hay más actividad económica, pero necesitan el aporte de los merenderos para llegar a fin de mes. Esto quiere decir que los ingresos son muy bajos, producto de la inflación y los altos precios de los alimentos”. El exfuncionario plantea que la principal política social a implementar hoy es la estabilización de los 1.900 productos de la canasta básica, lo que podría marcar un punto de partida para construir políticas destinadas a combatir la pobreza.

Los problemas estructurales de la Argentina demandan transformaciones intensivas, que impulsen mejoras en cada etapa y aspecto de la vida. Frente a un escenario en el cual el 56% de los niños viven en condiciones de pobreza, según mediciones del INDEC, la intervención del Estado en la educación es fundamental.

Arroyo argumenta que “una reforma en la escuela secundaria puede cambiar la realidad social”. La promoción de una escuela moderna, vinculada a la tecnología y con una modalidad más flexible, no solo podría atraer a los estudiantes, sino también proporcionarles instrumentos más efectivos para su futuro.

En la actualidad, la escuela secundaría enfrenta graves problemas de permanencia, falta de incentivos y deserción. Heredia plantea que parte de esta crisis se debe a que “las instituciones educativas hoy no están lo suficientemente equipadas en términos pedagógicos, en cuestiones de infraestructura para despertar el interés de los alumnos, para ofrecerles herramientas para que después consigan mejores trabajos. Esto genera mucha frustración en los jóvenes”. 

La discusión sobre la mejora de las condiciones de vida y la reducción de la pobreza también tiene al sistema laboral como punto central. Aenlle destaca que “las políticas sociales de las últimas décadas no han podido revertir el debilitamiento del empleo asalariado. El trabajo siempre funcionó como gran integrador social y en este contexto se pierde la posibilidad de fortalecer la identidad y los lazos sociales».

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el 45% de las y los trabajadores en Argentina están en condiciones de informalidad. Esto implica trabajar en situaciones de máxima vulnerabilidad, con esquemas laborales precarios y desamparados de las protecciones sociales. Arroyo señala que “hay que apuntar a fortalecer la mano de obra intensiva, la construcción, el textil, la producción de alimentos, los sistemas de cuidado y reciclado, donde se desempeñan los sectores más desfavorecidos”.

Otro eje central es el acceso a una vivienda digna. Heredia señala que “existe una generación de inquilinos, formales e informales, que tiene graves dificultades para acceder a la vivienda”. La escalada inflacionaria y los salarios rezagados, anclados en una desprotegida lógica laboral, revelan considerables obstáculos para materializar el proyecto de la casa propia, situación que vulnera los derechos de la ciudadanía.

En paralelo, Arroyo añade que hay un importante problema de vivienda e infraestructura en los barrios populares, donde habitan millones de personas sin acceso a los servicios básicos y en condiciones de precariedad. “Hay políticas que se han llevado a cabo para urbanizar los barrios y deben profundizarse. Se creó un fondo para hacerlo, el Registro Nacional de Barrios Populares. Durante mi gestión urbanizamos 600 barrios, quedan 5.600 por delante”.

El desafío que enfrenta Argentina ante la pobreza demanda una reflexión profunda sobre el impacto de las políticas sociales. Como sostiene Aenlle: “Lo que no podemos poner en cuestión es la necesidad de un Estado presente con políticas de fuerte intensidad, que pueda cubrir el piso mínimo de necesidades de un grupo familiar, que tienda a garantizar trabajo, salud, empleo, asistencia social, educación. Los programas sociales deberían empezar a transformar esa fragmentación para pensar en grandes líneas de políticas públicas”.

La vida en los márgenes

La vida en los márgenes

El sociólogo Javier Auyero y la estudiante de antropología Sofía Servián presentaron ¿Cómo hacen los pobres para sobrevivir?, una aproximación-estudio-crónica enfocada en las variadas estrategias que relevaron en el asentamiento La Matera, en Quilmes, donde la coautora se crió.

En pleno microcentro porteño y a tan solo una cuadra del Obelisco, se presentó ¿Cómo hacen los pobres para sobrevivir?, un libro escrito por Javier Auyero, sociólogo y profesor en la Universidad de Austin (Texas), y Sofía Servián, estudiante de la licenciatura en Ciencias Antropológicas en la Universidad de Buenos Aires. El trabajo indaga sobre las estrategias que llevan a cabo los sectores populares para hacer frente no sólo a la crisis económica acuciante, sino también la violencia e inseguridad que impera en los barrios marginados. Los autores desarrollan una perspectiva integral, que busca dar cuenta de las múltiples dimensiones de la pobreza: salud, educación, vivienda, comida, ocio, pasando desde la intervención estatal hasta la formación de lazos de solidaridad y comunitarios. Particularmente, centran su investigación en las experiencias de los habitantes de La Matera, asentamiento ubicado en el municipio de Quilmes, zona sur del Conurbano, entre el año 2019 y 2022.

Así, en uno de los tantos edificios grisáceos del microcentro, ascensores color dorado y negro elevarían a los interesados hacia la adquisición de una mayor sabiduría respecto a una realidad que se vive apenas a unos kilómetros de la Capital. Una sala repleta de personas curiosas y expectantes, quizás simpatizantes de las ciencias sociales, amigos, colegas y familiares, esperaba el comienzo de la exposición. “Seguro me van a multar”, se escuchó al pasar una queja por la dificultad que ocasiona el tráfico en ese sector de la ciudad, mientras de fondo se formaban los clásicos murmullos que intentan ser respetuosos del ambiente silencioso.

Estefanía Pozzo, periodista especializada en economía y docente, fue la primera invitada en hablar: “Hay una dimensión académica del libro que me parece completamente interesante, pero creo que esos momentos donde se abre la ventana y Sofía cuenta parte de su historia, de su vida, cómo fue su recorrido en el barrio, ante la adversidad, es lo que me parece más maravilloso de este libro”, comentó, visiblemente emocionada luego de leer un fragmento del libro en que Sofía cuenta su propia experiencia como vecina de La Matera. Porque una particularidad que tiene esta investigación es que Servián accede a un campo de estudio que no le es ajeno, pues ella ha habitado toda su vida en dicho barrio. Es decir que su objeto de estudio fueron vecinos, amigos y familiares, lo cual implicó un esfuerzo por objetivar una realidad internalizada. “Mi trabajo no fue acercarme al barrio, porque ya lo conocía y tenía contactos, sino más bien alejarme, metafóricamente, para poder observarlo de una forma mucho más acabada”, afirmó Sofía.

En este sentido, Auyero destacó que el libro es “un experimento”, pues se encuentra en el punto de intersección entre su acercamiento al barrio y el distanciamiento de Sofía. “La sociología o la antropología clásica hubiesen hecho de Sofía la informante clave –dijo Auyero–. En este caso fue distinto, empieza de una manera vertical, en una relación profesor-alumna, pero termina siendo horizontal, de una auténtica colaboración”.

Por su parte otro de los invitados, Gabriel Kessler, sociólogo, profesor e investigador del CONICET, indagó sobre la temática fundamental en que se inscribe este libro, editado por Siglo XXI: “La categoría de ‘pobreza’ se mantiene central. Eso testimonia su productividad, todavía sigue siendo útil para focalizar acciones, para debatir, criticar a un gobierno, evaluar los ejes, etc., pero también es un testimonio del fracaso argentino. Que desde la reparación democrática nunca hayamos bajado, más o menos, de un cuarto o un tercio de población pobre en el país, que haya un libro que se hace la pregunta de cómo sobreviven los pobres, son indicadores que muestran que las promesas de la democracia ‘con la democracia se come, se cura, se educa’, no se cumplieron”.  Sin embargo, Kessler matiza esta observación, ya que también subraya el desempeño que ha tenido Argentina en términos de aumentar la cobertura estatal en diversos aspectos que hacen a la pobreza: generaciones nuevas que han accedido a la universidad, la formalización del empleo doméstico, la cobertura de salud, entre otras.

Respecto a la pregunta que se hace el título del libro, Sofía concluye que los sectores populares son ‘bricoladores’, combinan muchas estrategias para sobrevivir: trabajo formal, informal, ilícito, redes clientelares, ayuda estatal y, sobre todo, ayuda mutua. “Cuando tenía siete u ocho años iba con mi mamá a cobrar un plan social, el de Jefes y Jefas, en el que te daban 150 pesos –contó–. Hacíamos las dos cuadras de cola en Banco Provincia y, una vez que cobrábamos el dinero, íbamos al Coto y lo gastábamos ese día. La ayuda del Estado terminaba en una hora, el resto del mes vivíamos con los alimentos que comprábamos y después sobrevivíamos yendo a la casa de algún familiar a comer: el abuelo, alguna tía, etc. También nuestros primos hacían lo mismo cuando su mamá no tenía trabajo, venían a casa. Es la ayuda mutua para poder sobrevivir”.

Asimismo, los autores reflexionaron sobre la elección del género narrativo de la crónica para contar lo relevado durante el trabajo de campo, las encuestas y entrevistas hechas a los vecinos de La Matera. “Quisimos combinar una escritura académica con elementos de no ficción, de diarios personales de Sofía –expresó Auyero–. Creo que conocer bien a la gente conlleva tratar de describirla bien, lo que implica tratar de transmitir el resultado de una investigación sistemática, pero al mismo tiempo construir historias que de alguna manera conmuevan. Como intelectuales públicos, lo que uno quiere hacer es expandir el universo, los límites, de la comunidad moral”. Enseguida admitió que está aburrido de leer ciencias sociales, ya que suelen escribirse para unos pocos, dijo, y manifestó la necesidad de modificar la manera de escribir en este campo científico. 

En este sentido, Sofía destacó que buscaron que el libro, presentado el lunes pasado, pueda ser leído por cualquier persona, sin restringirse al ámbito meramente académico. “La idea es que todos puedan discutir. De hecho, vamos a llevar los libros al comedor para que también ellas puedan leer y realizar observaciones sobre el registro que hicimos de su trabajo”.  Se refiere al comedor de Chela, en el cual se basa el último capítulo del libro, “El trabajo de ellas”; en femenino, porque es gestionado exclusivamente por mujeres, que realizan tareas de cuidado por las cuales reciben apenas un incentivo. “Veníamos de registrar todos problemas en el barrio. Cuando llegamos al comedor, nos dimos cuenta que era la esperanza que necesitábamos”.

“El comedor se piensa a sí mismo como un lugar de sociabilidad, pero también de rescate frente a la violencia que circula. Las mujeres se organizan, no sólo para dar de comer y para educar, sino para rescatar a los chicos”, señaló Auyero, y agregó que la escuela es otro escenario que ocupa un lugar prominente en el barrio: “En el imaginario es un lugar y mecanismo de ascenso social. No tanto para ellos, sino para sus hijas e hijos. Se registra cierta esperanza de movilidad social intergeneracional”. También destacó que 99% de las personas encuestadas entiende que a pesar de vivir en un contexto de hipermarginalidad, sus condiciones de vida han mejorado gracias a la acción colectiva y de protesta disruptiva.

Al terminar la ronda de preguntas hubo aplausos celebratorios y sonrisas cómplices entre los autores, que concluyeron la presentación con un abrazo triunfal.

Frutazo para los sin techo

Frutazo para los sin techo

La cooperativa de alimentos ECAS y Proyecto 7 repartieron frutas para las personas en situación de calle y reclamaron la plena implementación de la ley que protege a quienes no tienen en donde vivir.

«Estoy viviendo de esto. Cocino en una lata con un poco de alcohol, me las ingenio, es así”, dice Elizabeth en la fila para esperar una bolsa llena de verduras y frutas. Acudió a la iniciativa de la Asociación Civil Proyecto 7 y la Empresa Cooperativa de Alimentos Soberanos (ECAS), que realizaron ayer un “frutazo” en la Plaza Congreso con la intención de reclamar la implementación de las leyes para las familias que no tienen dónde vivir. Desde las 17 y con el lema “La calle no es un lugar para vivir” entregaron 5.000 kilos de fruta a quienes se acercaron allí. 

Elizabeth cuenta que está en la calle desde el 2012 y al no conseguir un alquiler le quitaron a sus seis hijos que se encuentran en hogar: “Me cortaron todos los subsidios que tenía, ahora vivo de esto”.

Junio trajo consigo una ola polar que se hace sentir en el país. Pulóveres, camperas, incluso guantes y gorros ya comienzan a circular en las calles de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la idea de llegar a casa, sentir el calor hogareño resulta reconfortante. Lamentablemente, no todos cuentan con esa posibilidad y el frío se convierte en una realidad permanente y difícil de combatir.

Las personas en condiciones de calle se encuentran desprotegidas todos los días, todo el día y frente a temperaturas extremas su vida corre aún más peligro. El lunes pasado en el barrio de Villa Crespo un hombre fue hallado muerto, sin signos de violencia, en la calle Leopoldo Marechal al 1400.

Desde fines del 2021 se encuentra sancionada la Ley 27.654 de Situación de Calle y Familias sin Techo que tiene por objeto “garantizar integralmente y hacer operativos los derechos humanos” de las personas en esa condición. A esta ley, se le suman las propias de la Ciudad de Buenos Aires que fueron reglamentadas en 2013 y que no son puestas en práctica: Ley 3706 «Protección y Garantía Integral de los Derechos de las Personas en Situación de Calle y en Riesgo a la Situación de Calle» que dispone «la formulación e implementación de políticas públicas en materia de salud, educación, vivienda, trabajo, esparcimiento y cultura elaboradas y coordinadas intersectorial y transversalmente entre los distintos organismos del Estado». 

Horacio Ávila, vocero de Proyecto 7 habló con ANCCOM y señaló que la ley es “letra muerta, hace unos meses que fue reglamentada pero no tiene adjudicado presupuesto y tampoco se realizó un relevamiento cuantitativo y cualitativo para conocer la población a la que se debe dirigir”. La organización trabaja desde cuatro centros de integración, nació en 2003 y está integrada y coordinada por personas en situación de calle. “Buscamos ayudar, visibilizar, como también reclamar al Estado en general. Acá no se trata de señalar ‘de quiénes son los pobres’, sino que todos tienen que laburar en conjunto para que las personas dejen de estar en la calle. El aumento de la pobreza es algo que vemos todos, no solo nosotros”. 

Estas acciones son necesarias también para aquellas personas que tienen un hogar, pero que los gastos del día a día hacen cada vez más difícil acceder a ciertos alimentos. Mientras guarda la bolsa que recibió en su carrito, Estela cuenta que se enteró del “frutazo” y se acercó al salir del trabajo, es empleada doméstica. “A veces ni verdura podemos comprar, esto nos viene muy bien, nos salva un montón”, dice agradecida por la ayuda.

Juan Pablo De la Vila, integrante de ECAS, dijo a Télam que “no puede ser que en 2023 la única política pública a nivel nacional, y en la Ciudad, para familias en situación de calle sea entregar algo caliente y una frazada. Eso lo hacemos las organizaciones sociales. El Estado tiene que hacer cosas que transformen la matriz, construir trabajo y lugares aptos que sean funcionales para las familias».

Media hora más tarde de iniciada la acción solidaria, gran parte de las verduras y frutas fueron entregadas a la fila de personas que se hicieron presentes allí. “En una hora o menos ya nos vamos”, dicen los organizadores frente a la falta de alimento que seguir ofreciendo. “Venimos haciendo desayunos, el lunes estuvimos en el Obelisco, el martes frente al Ministerio de Desarrollo Social y probablemente mañana vengamos de vuelta al Congreso. Vamos rotando”, comenta Horacio e invita a que chequear la página web de la organización que cuenta con información sobre los cuatro centros de integración y los datos para poder llamar, acercarse y ayudar. Se reciben donaciones de ropa y mantas en los abastos soberanos de ECAS ubicados en el barrio porteño de Villa Crespo, en Serrano al 461, y en Monte Grande, en Arana al 293, de lunes a viernes de 9 a 20 y los sábados de 9 a 14.

«La pobreza seguirá aumentando»

«La pobreza seguirá aumentando»

Según el INDEC, creció el índice de pobreza. Para los analistas, los próximos números serán peores. ¿Por qué hay más trabajo pero no disminuye la cantidad de personas con necesidades básicas instatisfechas?

En el segundo semestre del 2022, el 39,2% de la población argentina vivía en situación de pobreza y los niveles de indigencia se ubicaron en el 8,1%, según informó el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). Esto alcanza a 11 millones de personas que se encuentran por debajo de la línea de pobreza y 2 millones de personas indigentes. ¿Qué dicen los especialistas? ¿Cómo encarar ya esta problemática?

“Los datos muestran un aumento de la pobreza en la Argentina ya en la etapa poscovid con una dinámica creciente en un contexto altamente inflacionario, pero también de lento pero sistemático estancamiento de la economía y de la demanda de empleo. Si la pobreza no creció más durante el 2022, fue en buena parte porque hubo más demanda de trabajo, o autogeneración de trabajo, en el sector informal y crecimiento del empleo en el sector industrial. Esto hizo que, efectivamente, los hogares pobres o clases medias compensaran el aumento de precios, es decir la caída real de las remuneraciones, con más trabajo, más changa, más actividades informales”, indicó Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA.

En ese mismo sentido, Julio César Neffa, investigador del CONICET en el Centro de Estudios e Investigaciones Laborales y Universidad Nacional de Moreno, comentó: “Este aumento de la pobreza no tiene la misma variación que con respecto al empleo. Si la tasa de empleo aumentó de 43.2% en el segundo semestre de 2021 a 44,4 %, en el mismo periodo del año 2022, no quiere decir que hubo una mejora general, sino que ante la caída del salario y el aumento del precio de los alimentos, hay más gente que sale al mercado de trabajo y que antes no salía porque es la forma que podría de alguna manera compensar un poco la situación”.

La incidencia de la pobreza y la indigencia resultan de la capacidad de los hogares de acceder a la canasta básica alimentaria y a la canasta básica total mediante sus ingresos monetarios. En esta línea, el informe reflejó respecto al semestre anterior que, en promedio, el ingreso total familiar aumentó 37,3%. “En Argentina lo que determina el índice de pobreza es el precio de los alimentos. Entonces lo que tenemos es que además de que el precio de los alimentos crece, el salario real de los trabajadores, con el incremento de la inflación, ha ido disminuyendo. También hay disminución en el monto real de los bonos, los planes sociales y las jubilaciones. Esto implica que no solo los salarios no compensan la inflación, sino que tampoco lo logran los beneficios sociales. Hay movimientos sociales que piden que haya más planes sociales y que den más alimentos porque empleo entienden que hay, pero aun así no alcanza”, aseguró Neffa.

“Los que están cayendo en este contexto son fundamentalmente clases medias de obreros o empleados, pequeños comerciantes e incluso jubilados, ya que van teniendo un retroceso en cuanto a sus ingresos reales con respecto a la evolución de los precios de canastas básicas alimentarias y complementarias. Mientras que la pobreza extrema creemos que se va a mantener contenida”, comentó Salvia y agregó: “Todas las actualizaciones están por detrás del crecimiento de los precios de la canasta básica alimentaria y de la canasta básica total. Eventualmente la compensación será con más trabajo y con más ayudas, actualizaciones en las asistencias sociales, bonos a los jubilados o ajustes en las remuneraciones de los sectores formales, pero quienes irán quedando afuera de esto son los trabajadores informales que pelearán en un mercado cada vez más competitivo y sus salarios irán a la baja, por lo cual la pobreza seguirá aumentando”.

 

«La realidad es que no solo hay más pobreza, sino también más gente en los comedores comunitarios, pobres con trabajo, sin trabajo, haciendo changas, sin hacer changas, con planes, sin planes, porque hay un problema serio para llegar a fin de mes”, describe Daniel Arroyo.

La compleja situación actual con respecto al primer semestre de 2022, donde la pobreza registró un aumento de 2,7 puntos porcentuales y una reducción de 0,7 de la indigencia en las personas, implica pensar posibles soluciones. Al respecto, el actual diputado nacional por el Frente de Todos y exministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, comentó: “La mejor política social hoy es estabilizar el precio de los alimentos. La realidad es que no solo hay más pobreza, sino también más gente en los comedores comunitarios, gente que es pobre con trabajo, sin trabajo, haciendo changas, sin hacer changas, con planes, sin planes, porque hay un problema serio para llegar a fin de mes”.

“Tenemos que hacer un plan antiinflacionario integral que tome el tema fiscal, el tema monetario y crear 400 pequeños mercados centrales. Hay que debatir un plan integral que tome todos los aspectos, macros, micros, el precio de los alimentos, la intermediación y el crédito. Tenemos tres grandes desafíos: garantizar que un conjunto de alimentos de la canasta básica sean accesibles, mejorar los ingresos de la población y atender al endeudamiento de las familias, hay muchas que arrancan el mes debiendo plata porque no les alcanzó, y se le hace muy largo el resto del mes”, concluyó Arroyo.

 

 

Las fotos del hambre

Las fotos del hambre

El fotógrafo Juan Pablo Barrientos presentó su libro Conurbano en tiempos de coronavirus con una muestra de imágenes en el Museo del Hambre. Un relato sobre la vidas precarizadas en medio del aislamiento.

Conurbano en tiempos de coronavirus es un libro producido por el reportero gráfico y cronista visual Juan Pablo Barrientos que se presentó mediante una muestra fotográfica en el Museo del Hambre el pasado viernes 31 de marzo. A pesar de lo que se puede pensar sobre lo que implica la presentación de un libro, esta propuesta se trató de una experiencia totalmente diferente.   

El libro relata a través de un corpus de fotografías lo que fue la cruda realidad que afrontaron las personas que vivieron con escasos recursos dentro del AMBA en el periodo de emergencia sanitaria por el Covid-19 en 2020. Muestra la precariedad y lo normalizada que está la desigualdad social para una importante parte de la sociedad.

Se trató de una enriquecedora experiencia en la que la muestra busca realizar el mismo recorrido que se presenta en el libro. Al llegar al Museo del Hambre, en Av. San Juan 2491, CABA -y tal vez como una metáfora-, para ingresar había que descender por unas escaleras para acceder al espacio donde estaban dispuestas las fotografías. Descender para conocer las precarias condiciones en las que vivieron estas familias de bajos recursos en una situación extrema. Por su parte, el nombre del museo, tal como lo explican sus representantes, surge con “el afán de poder convertir al hambre en objeto de museo y que nunca más lo encontremos afuera como lo estamos encontrando”.

Contó Barrientos que cuando comenzó con su recorrido, salía todos los lunes y miércoles para poder tomar sus fotografías. Sin embargo, a medida que la situación sanitaria se agravaba, tuvo que optar por realizar sus visitas a los barrios más pobres del conurbano una sola vez por semana. A pesar de esta reducción, su compromiso con las familias que día a día iba conociendo crecía, tanto que incluso dejó de ser solo un extraño que tomaba fotografías y se convirtió él y su trabajo en un instrumento para hacerle frente a la crisis económica y sanitaria. Se mostró sorprendido al descubrir que con una de sus fotografías consiguió una importante circulación e incomodidad: “Esa foto molestó y generó que el municipio responda con obras o con materiales. Provocó que responda alguien”. En la imágen aparece Nancy, una vecina de Vicente López, que había perdido su vivienda en un incendio, sentada sobre los escombros de lo que quedaba de su casa. Cuando la foto dio a conocer esta situación, el municipio entregó materiales para ayudar a la reconstrucción. 

Luego de unos minutos, que sirvieron para recorrer el lugar y observar las fotografías exhibidas en las paredes del museo, colocaron almohadones en el piso. Las personas que visitaban la muestra formaron una ronda alrededor de Barrientos y las invitadas especiales: se trataba de algunas de las protagonistas del libro. El autor enfatizó en lo importante que era darle voz a quienes vivieron en carne propia esta experiencia. Uno de los testimonios de las participantes da cuenta de lo ignorados que llegaron a sentirse durante ese periodo: “El tiempo que duró la pandemia fue muy duro trabajar, fuimos agredidos por el Estado, en vez de ayudarnos nos agredían y no estaban presentes. Vos llamabas al 120 [línea del Ministerio de Salud de la Nación para emergencias y asistencia frente a necesidades a causa de la emergencia sanitaria] y nadie nos asistía”. Según los propios protagonistas de estas historias retratadas, durante la pandemia sólo contaron con la solidaridad que se había creado al interior de cada barrio. En los relatos aparecen anécdotas de cómo se habían organizado llegando a conseguir hasta una ambulancia para ayudarse y asistirse unos a otros. Esta unión es la que aparece plasmada en las fotografías.

Entre las imágenes hay puntos en común que representan lo que fue el coronavirus y lo que es vivir bajo esas condiciones de precariedad. Lo más destacable es cómo se visualizan algunos aspectos de la vida cotidiana, como la inocencia de las infancias retratadas en una de las fotografías donde dos niños juegan en un viejo Renault 12. A su lado, aparece una secuencia de dibujos que muestra lo que para ellos representa este pedazo de chatarra: una nave espacial. A pesar de encontrarse confinados a una atroz realidad, estos niños llegan al espacio en algo que para otros no es más que basura.

Hacia el final del recorrido, el fotógrafo compartió algunas ideas acerca de cuál fue su motivación a la hora de salir en busca de estas imágenes: “Me motivó ver que se hablaba mucho de la situación en la que estaba la gente en CABA, pero nadie pensaba en la gente que estaba en el conurbano que tenía mayores necesidades. Mientras, veía cómo se empezaba a agudizar la situación económica”.

Por otro lado, y desde lo personal, habló de lo difícil que fue salir a la calle en un momento en el que imperaban la incertidumbre y el miedo al contagio. Su preocupación se centró en no contagiar a su hijo, quien pertenecía al grupo de riesgo. A pesar de ello, siguió adelante con su labor social. Y reveló que cuando comenzó esta aventura, nunca tuvo en mente publicar un libro. Sin embargo, el momento llegó y ese proyecto impensado hoy es una muestra que se puede visitar los días 12, 13, 19 y 23 de abril.