“No son supuestos ni opiniones, estos son casos juzgados”

“No son supuestos ni opiniones, estos son casos juzgados”

Se inició un nuevo juicio de lesa humanidad por los crímenes ocurridos en la Comisaría Quinta de La Plata. Por allí pasaron 200 desaparecidos, entre ellos 13 embarazadas y al menos hubo dos partos.

Comenzó un nuevo juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en el Centro Clandestino de Detención y Exterminio que funcionó en la ex Comisaría Quinta de La Plata. Se trata de una causa residual de lo que fue conocido como Juicio del Circuito Camps, que el 2012 condenó a seis genocidas. El nuevo debate investiga los crímenes contra 112 víctimas, entre ellas embarazadas desaparecidas, además de nietas y nietos apropiados que fueron restituidos. Los imputados son el multicondenado Jorge Bergés, Pedro Muñoz y José Saravia Day.

El juicio iniciado ayer en el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata está a cargo de la jueza Karina Yabor y los jueces Adrián Basso y Ricardo Basilico. Según el nieto restituido Leandro Fossati Ortega, uno de los querellantes en la causa, el contexto en que se lleva a cabo el juicio es muy particular: “Cobra una importancia aún mayor, ya que hay un Gobierno que no apoya estas políticas, mientras que la vicepresidenta ha realizado declaraciones negacionistas y hasta reivindicando lo que fue la última dictadura militar, considerando estos delitos como excesos pero hay que llamarlo por lo que son: crímenes de lesa humanidad”. Colleen Torres, abogada de Abuelas de Plaza de Mayo, amplió: “Lo que se espera de este juicio es lo mismo que con todos: que se haga justicia y más teniendo en cuenta que Muñoz es la primera vez que es juzgado. Seguimos en este camino a pesar del tiempo transcurrido”. En relación a las expectativas del juicio Fossati Ortega expuso: “Como con todos los juicios de lesa humanidad espero que se conozca la verdad de los hechos. Queremos encontrar los restos de los desaparecidos, así que ojalá que en este juicio, que es una causa residual, se nos den indicios para encontrar los restos de nuestros seres queridos”.

Al inicio de la audiencia, los jueces escucharon los cargos a los que se les imputa al médico de la Policía bonaerense retirado Jorge Bergés, el policía bonaerense retirado Pedro Muñoz y el teniente retirado del Regimiento de Granaderos a Caballo José Ignacio Saravia Day.

Bergés ya recibió varias condenas por violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura, entre ellas en el Juicio Circuito Camps que en 2012 condenó a él y a otros cinco responsables. Sin embargo, lo novedoso es que para Muñoz se trata del primer juicio. Por otro lado, hay más imputados en la causa pero el aletargamiento de los procesos hizo que dos de ellos fallecieran antes de ser juzgados, Néstor Ramón Buzatto y Cecilio Reinaldo Gómez, ambos expolicías del Cuerpo de Infantería.

Dos de los bebés que nacieron y fueron restituidos en la Comisaría Quinta de La Plata lograron ser restituidos.

Las demoras en los juicios de lesa humanidad generan un obstáculo para que todos los acusados sean juzgados en tiempo y forma: “Este proceso tardó porque la justicia es lenta, para determinar si estaba listo para elevarse a juicio se tomaron desde el 2015, recién ahora estamos con el debate. La fragmentación de las causas también hace que sea más lento”, explicó Torre.

En el circuito represivo bajo el mando del jefe del Ejército Ramón Camps, en la Provincia de Buenos Aires, uno de los centros clandestinos bajo su órbita fue ubicado en la Comisaría Quinta de La Plata. Allí se llevó a cabo una maternidad clandestina donde a los pocos días de nacer estos bebés eran alejados de sus madres y entregados a familias ajenas para ser criados. Sin embargo, los militares les aseguraban a las detenidas que entregarían a sus bebés a sus familias biológicas. Al llevarse a cabo la apertura del juicio con la lectura de cargos e imputaciones las mentiras quedaron al descubierto, mientras que los acusados y el abogado de Muñoz continuaron la presentación mediante videoconferencia.

Además, la audiencia fue seguida por familiares y víctimas, como Leonardo Fossati Ortega, junto con integrantes de organismos de Derechos Humanos tales como Abuelas de Plaza de Mayo que se concentraron en el tribunal, pidiendo justicia por las víctimas y condena a los represores.

Jorge Bergés escuchó sus cargos, mientras su rostro vía Zoom aparecía en primer plano, sin gestos ni reacción. En la sala se le imputó la privación de la libertad a Julio López, sobreviviente de ese Centro Clandestino y desaparecido por segunda vez, en democracia, el mismo día que se darían los alegatos del juicio por los Crímenes del Circuito Camps en 2012. Su familia y la sociedad aún esperan saber qué pasó con él. También se lo acusa de partícipe secundario de torturas, siendo él quién traía al mundo a los bebés de las mujeres secuestradas. Según testimonios reunidos en el Archivo Nacional de la Memoria y en causas judiciales, pudo determinarse que en la Comisaría Quinta de La Plata estuvieron secuestradas unas doscientas personas, entre las cuales había niños, niñas y, al menos, trece mujeres embarazadas. Al menos dos de ellas dieron a luz en este centro clandestino. Por sobrevivientes se sabe que Inés Beatriz Ortega dio a luz un varón en la cocina de la Comisaría, ya que fue detenida cuando estaba embarazada de siete meses. El parto fue asistido por Bergés. Fossati Ortega fue uno de esos bebés y restituyó su identidad en 2005: “No lo tomo como el médico que me trajo al mundo, sino como un genocida que ha colaborado en mantener cautivas a mujeres embarazadas en condiciones infrahumanas”.

Luego, continúo la lectura de los cargos a Pedro Muñoz, imputado por todos los crímenes de este centro clandestino de detención. Se lo acusa por los 110 casos de la Comisaría, entre ellos cuatro nietos restituidos y los padres de Fossati Ortega. José Saravia Day está acusado por el secuestro y tortura de tres conscriptos: Jose David Alekoski, Roberto Campos y Juan Ignacio Araujo. Ellos cumplían el Servicio Militar Obligatorio cuando fueron raptados y retenidos en la Comisaría Quinta de La Plata. Saravia Day fue identificado como uno de los represores por López durante uno de sus testimonios en el proceso de juzgamiento a genocidas. Aleksoski aún permanece desaparecido, mientras que Araujo y Campos sobrevivieron. Estos casos antes del juicio no se conocían, salieron a la luz gracias a las investigaciones de los juicios.

Los imputados Néstor Ramón Buzzato y Cecilio Reinaldo Gómez fallecieron antes de que el juicio llegue a la instancia de debate oral, y debían responder por su participación en el operativo de la Calle 30, en el que fue secuestrada la nieta Clara Anahí Mariani, quien aún continúa desaparecida. Este caso por la lentitud de los procesos judiciales quedada sin posibilidad de ser juzgado en este tramo.

Al final de la audiencia hubo peticiones sobre el imputado Muñoz a quien se le otorgó la prisión preventiva, siendo el único que estaba en su casa sin prisión domiciliaria, llegando hasta el día del juicio totalmente libre. El próximo jueves 4 de julio se llevará a cabo otra audiencia. Hay esperanza por la explícita responsabilidad penal de que los tres acusados, sean condenados. Fossati Ortega aseguró la importancia del conocimiento de los procesos judiciales: “La sociedad y sobre todo las nuevas generaciones tienen que saber que no son supuestos ni opiniones, estos son casos juzgados”.

Sus nietos también los condenan

Sus nietos también los condenan

Dentro del colectivo Historias Desobedientes, que agrupa a familiares de genocidas, nació el subgrupo Nietes, que busca desde una perspectiva generacional y artística sumarse a la consigna de Memoria, Verdad y Justicia.

Historias desobedientes es una organización que reúne a familiares de militares genocidas que repudian su accionar durante la última dictadura militar y reivindican las consignas de Memoria, Verdad y Justicia. Se conformaron en 2017, impulsados por la lucha feminista y su consigna de romper silencios. Dentro de esta organización, ahora nace un subgrupo, Nietes Historias Desobedientes, cuyos integrantes se unen con una historia y una lucha en común. Para disgusto de los negacionistas, además, utilizan la “e” del lenguaje inclusivo para autodefinirse.

Juliana Vacas, tiene 28 años. Vive en Rosario y está estudiando abogacía. Ella siempre supo que sus abuelos habían sido militares. En la casa estaba la gorra, el uniforme y fotos, aunque tiempo después comprendió lo que eso implicaba: «Más de adulta, entendí que los abuelos fueron parte del Ejército argentino que llevó adelante la dictadura militar que desapareció, torturó y mató gente. Antes era: ´Bueno, es el trabajo de mis abuelos´. Después fue preguntarme qué implicaba el trabajo de mis abuelos». «La primera marcha que me sumé a la columna de Historias Desobedientes, hace cuatro años, fue fuertísima. Lloré toda la marcha. Me ayudó a decir: ´Estoy donde tengo que estar. Esos miedos, de que van a decir, se desvanecen. Cuando te colectivas es todo más fácil», explica. 

Nicolás Ruarte, tiene 34 años. Es artista visual y director de teatro. Es nieto de Luis Arias Duval, que fue integrante del batallón 601 y fue enjuiciado en la causa contraofensiva montonera: «Yo me enteré de todo esto post 2003, cuando él cae preso. Antes de eso no sabía nada de su accionar, ni de la dictadura en general, porque mi familia no hablaba nada de todo eso. Al menos no hasta ese momento». Nicolas tenía una relación muy cercana con su abuelo: «Era uno de mis héroes. Realmente fue un proceso muy largo. Fue muy difícil entender de qué se lo acusaba y pasar de defenderlo a condenar esos crímenes».

Nicolás reconoce que siempre fue un poco desobediente: «Creo que los desobedientes tenemos algo así como un gen desobediente que nos une. Fue mi curiosidad la que me llevó a investigar y a no quedarme con lo que mi familia me decía».

¿De dónde nace el grupo de Nietes?

Juliana: De una visión de la historia familiar. La mayoría de nietos y nietas, lo que tenemos es una continuación de la historia que fue guardada bajo siete llaves. A mí me toca militar con mi viejo, pero la mayoría de nietes no tiene a sus papás formando parte de alguna organización de militancia. Son los primeros en su familia que están politizados, los primeros en contar la historia desobediente. Les toca desempolvar esa historia. La lógica de la familia militar es no hablar de eso. Sí, mi abuelo era milico y ya. ¿Qué hizo? ¿Dónde trabajó? ¿Quiénes fueron sus víctimas o posibles víctimas? ¿Qué implicancias tuvo eso en la familia, en la sociedad? Todo eso les tocó a los nietes. Nosotros tuvimos la posibilidad de habitar una sociedad que ya había dado esa discusión a nivel institucional y social, por las madres y las abuelas. Entonces tenemos otras herramientas. Y eso es lo que nos ha permitido no continuar con la lógica del silencio.

Nicolas: Es distinta la relación que se tiene con un abuelo, que la que se tiene con un padre. Nosotros sentíamos la necesidad de charlar de ciertas cosas a nuestra manera. Además, muchos de los nietes también manejamos las redes de Historias Desobedientes, y coordinamos algunas cosas por fuera. Ya había algunas tareas en común y decidimos formar este grupo.

¿Cómo se están organizando?

Nico: Es un grupo de WhatsApp básicamente. Charlamos algunas problemáticas que nos son propias por ser nietos y no hijos de genocidas. Pero formamos parte de Historias Desobedientes, no somos un desprendimiento.

Juliana: Empezamos a recibir a varios nietes. Entonces pensamos que nosotros también podemos aportar desde nuestra mirada particular algo al colectivo. Ahora se agrandó porque sumamos un nieto chileno y dos nietas paraguayas. Creo que llegamos a ser diez. Hay un espectro de edades bastante variado en término generacional: entre 20 y 35 años. Trabajamos la mirada desde nuestra generación. Porque los hijos e hijas tuvieron relación directa con el pariente genocida. A nosotros nos llega como una historia más lavada. Incluso, en muchos casos tuvimos una buena relación con nuestros abuelos.

¿Qué pueden aportar?

Juliana: Tenemos muchos artistas en nietes. Diseñadores gráficos, actrices, actores. Queremos ver cómo aportar, para no caer todo el tiempo en contar nuestra historia personal. Eso, si bien es nuestro gran aporte como Historias Desobedientes, queremos ver qué otra cosa podemos construir. Una de las compañeras de Paraguay es fotógrafa. El compa de Chile es antropólogo. La mayoría somos estudiantes y no queremos caer en lo académico, escribir cosas larguísimas que nadie lee. Queremos ir por lo cultural. Además, porque la batalla planteada por el gobierno actual, es cultural. Creo que en eso nos han ganado en los últimos años. Si no, no hubiesen calado tan fuerte en la sociedad. Están apuntando a una batalla cultural fuerte. Y nosotros tenemos que hacer las nuestras también.

Nicolás: Con Nietes ayudamos en la parte comunicacional y en las redes sociales de Historias Desobedientes. Lleva mucho tiempo y mucho trabajo. Hay que ser muy cuidadoso con lo que uno dice y hace en redes sociales. También, hacemos propuestas artísticas, creativas o de acercamiento a la juventud. Yo siempre estoy con proyectos artísticos, comunicacionales y de obra y militancia artística. Creo que todo el arte es militante. Incluso el que no milita está militando por no militar nada. Es una trampa discursiva. Si no tenes nada que criticar o comunicar, lo que estás comunicando es que estas perfecto con la situación en la que estamos.

Para el último 24 de marzo, Nicolás realizó un filtro de instagram para poder hacer un siluetazo virtual desde Historias Desobedientes. Para quien no pudiera ir a la marcha y como una acción en paralelo a la calle. También, llevó a cabo otros proyectos artísticos en los últimos años, entre los cuales se encuentran: «Historietas desobedientes«, «Llamado a la desobediencia« y «Arismendi«

Llamado a la desobediencia.

La mayor búsqueda de Historias Desobedientes, es de otros desobedientes: «Que nos lean, nos escuchen, llegar a ellos, que pueden acercarse, contar su historia. Es muy importante para colaborar en la búsqueda de la verdad y la justicia. Llamamos a la desobediencia», afirma Juliana.

«Somos una organización de brazos abiertos con toda persona que se quiera acercar, que sea familiar de genocidas, que quiera saber más, que necesite acompañamiento, un espacio de militancia, de amigos incluso. Que sepan que no están solos», sostiene Nicolas. Cada aporte que pueda hacer un desobediente, aunque parezcan cosas perdidas o micro partes de la memoria nacional, sirve: «Cualquier miembro de historias desobedientes que se acerca y aporta su visión, nos ayuda a completar esta verdad».

“A mí ya me cagaron la vida, no puedo dejar que se lo hagan a mis hijas también”

“A mí ya me cagaron la vida, no puedo dejar que se lo hagan a mis hijas también”

Hace nueve meses Daniel Santucho recuperó su identidad y se convirtió en el nieto restituido 133. Además de reencontrase con su familia, en este tiempo, declaró en un juicio de lesa humanidad, visitó el Pozo de Banfield donde nació y su hija lo llevó a la escuela para hablar por el Día de la Memoria.

Daniel Santucho es el nieto restituido número 133 por las Abuelas de Plaza de Mayo. Hace nueve meses, tras un análisis de sangre, confirmó que es hijo de Cristina Navajas, desaparecida durante la última dictadura, y de Julio Santucho, quien se vio obligado al exilio. La búsqueda de la verdad iluminó su historia y hoy sabe que nació en el centro clandestino de detención, tortura y exterminio conocido como el Pozo de Banfield, cuyos responsables fueron condenados el pasado 26 de marzo después de un juicio que duró tres años y medios. Hoy tiene dos hijas y a través de su testimonio busca generar conciencia sobre el accionar criminal del gobierno militar para que eso no se repita. “Considero necesario enseñar a la sociedad y, sobre todo, a aquellas nuevas generaciones que desconocen lo que pasó para que sepan la verdad de la historia y que no se repita”, sostiene. 

¿Cómo surgió el interés para descubrir tu identidad?

 Necesitaba saber la verdad después de haber vivido muchos años en una mentira. Las sospechas empezaron cuando tenía 21 años, tras la muerte de quien yo creía era mi madre. Una hermana de crianza, 20 años mayor que yo, me dijo que ella pensaba que no era hijo de quienes, hasta ese momento, consideraba como mis padres y que no entendía porque nunca me lo habían dicho. Ella era adoptada, pero lo sabía, conocía a su mamá biológica.  

¿Tenías dudas antes de ese momento?

No, yo no tenía ninguna duda. Aunque, durante mi adolescencia había actitudes de mi apropiador cuando aparecían las Abuelas en los medios que me hacían ruido, había una partida de nacimiento que decía que ellos eran mis padres y yo creía eso. En ese momento había mucha impunidad, yo fui anotado como si hubiera nacido un 24 de marzo de 1977, a un año del golpe, fecha que con el paso del tiempo fue tomando otro significado para mí. Pero, incluso después de que hablé con mi hermana, viví muchos años con la duda porque cada vez que quería hablar con quien creía mi papá, y le transmitía mi inquietud él evitaba la situación o inventaba para salir del paso.

«A pesar del tiempo que nos arrebataron, hoy estamos todos juntos y eso es lo que importa», dice Daniel. En la foto, acompañado por su hermano, el Miguel Santucho.

¿Cuándo decidiste acercarte a Abuelas?

 Mi primer contacto con Abuelas fue en el año 2019. En ese momento me había separado y era un tiempo de cambios en mi vida, en el que sentía que me tenía que hacer cargo de mi historia. En ese encuentro me acerqué más que nada por impulso y presenté lo que sabía hasta ahí y las dudas que tenía. Me escucharon y me dijeron que busque toda la información posible y que necesitaba un acta de nacimiento. Como había pasado mucho tiempo yo ya no tenía una en mi poder así que me acerqué a realizar el trámite. Pero quedó en eso porque mientras esperaba los papeles, estalló la pandemia y quedó todo parado, yo no volví a ocuparme del tema.

Después de la cuarentena, mi apropiador enviudó por segunda vez y se acercó a pedirme ayuda, yo empecé a visitarlo más seguido y al tiempo me pidió que viviera con él, que había muchas personas que se aprovechaban y que le sacaban plata. Así que tomé la decisión de mudarme a su casa. Durante esta convivencia fueron saliendo a la luz cada vez más mentiras. Yo ya era una persona adulta, no era un chico y ya tenía incorporado en mi inconsciente que algo andaba mal. Cuando volvía de trabajar me enteraba que las personas de las que lo tenía que cuidar habían estado y que él las dejaba pasar, me empecé a dar cuenta de que me mentía y teníamos discusiones un día tras otro. También en ese momento había arrancado a hacer terapia y hablar de mis dudas. Eso me hizo dar cuenta de que nadie me iba a venir a decir la verdad, sino que la tenía que salir a buscar yo. Lo primero que hice fue enfrentarlo, ya no pedirle sino exigirle información. Cuanto más lo enfrentaba, cuanto más le exigía, más nervioso se ponía y evitaba el tema; lo que me daba la razón de que me estaba mintiendo. Eso siguió un tiempo así, hasta que un día me invento una historia de que él se había separado de quien yo creía mi mamá y ella me tuvo durante otra relación, que después volvió con un bebé y él se hizo cargo. Ahí me di cuenta de que me seguía mintiendo, que no tenía consistencia lo que me estaba diciendo, que si esa era la verdad porque no me la había dicho antes. La única certeza que conseguí de todo eso fue que él no era mi papá. A partir de ese momento retomé la búsqueda de mi identidad y me acerqué nuevamente a Abuelas con la decisión de descubrir la verdad.

¿Cómo fue el proceso de restitución de tu identidad?

Primero tuve que caer en la realidad de que me habían mentido durante toda mi vida y la peor sensación que tenía era que les estaba transmitiendo todo este problema a mis hijas, yo pensaba: “A mí ya me cagaron la vida, no puedo dejar que se lo hagan a ellas también”. Después tuve que recabar información, partida de nacimiento, bautismo de fe y además tenía un testimonio del hermano biológico de mi hermana de crianza que recordaba haber escuchado a dos policías diciéndole a mi apropiador, que era policía también, que le iban a conseguir un bebé. Con esa información me presenté a Abuelas y a los días me llegó la fecha para ir a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI) y hacerme el estudio de ADN. Los resultados tardaron tres meses y durante todo ese tiempo estuve acompañado por mi familia, mi e esposa y mis hijas, que todo el tiempo me preguntaban si tenían una familia, si tenían tíos, abuelos. En ese caso debía tener mucho cuidado con lo que transmitía pese a que todo apuntaba a que podía ser un nieto de Abuelas, porque habían pasado muchos años. Si bien yo quería descubrir la verdad más que nada para que ellas tuvieran las respuestas que yo no tuve, tampoco quería generar falsas expectativas, ya que, si no se confirmaban los estudios, la desilusión podía ser muy grande. Todo cambió cuando llegaron los resultados del estudio que aseguraban que era hijo de Julio Santucho y de Cristina Navajas. Sentí que por fin había podido saber mi historia y que iba a tener una familia de la que nunca me tendría que haber separado. Recuerdo que cuando me fui a hacer el nuevo documento con mi verdadera identidad, tenía una felicidad inexplicable y me tuvieron que sacar varias fotos porque no paraba de sonreír. Después, con el acompañamiento de Abuelas, fui haciendo todos los demás trámites que necesitaba, tanto para mí como para mis hijas.

Mi hija me dijo que quería dar una charla en el colegio, que quería contarles a sus compañeros lo que me había pasado y explicarles por qué iba a cambiar su apellido. Yo pensaba cómo expresarme con los chicos de 8 años para no confundirlos, pero ella empezó a hablar: “Mi papa es el nieto 133 de las Abuelas de Plaza de Mayo, él tenía dudas sobre su identidad así que fue a pedir ayuda, lo mandaron a hacer el estudio de ADN, dio positivo y bueno ahora tenemos una familia”

Daniel Santucho

¿Cómo vivieron la restitución tus hijas?

Al principio fue muy movilizante. En marzo del 2023 me confirman que los resultados eran positivos. En ese momento, la más grande, tenía 13 años y estaba transitando el Mes de la Memoria en el colegio así que sabía de lo que yo le hablaba cuando me refería a Abuelas, a la dictadura y a lo que me estaba pasando. En ese sentido, me imagino lo fuerte que habrá sido para ella saber que todo eso que veía en el colegio no era algo que estaba solo en los libros, sino que era real, que era mi historia y la suya también, por eso el camino fue de a poco. Para mi es super emocionante ver el interés que ella tiene de saber y de involucrarse en el tema. En el caso de mi hija menor, que ahora tiene 9 años, fue un poco diferente porque al mes de que ya habíamos recuperado mi identidad, y que ya había hablado conmigo y con su mamá, me dijo que ella quería dar una charla en el colegio, que quería contarles a sus compañeros de lo que me había pasado y decirles quién era yo y quién era ella, porque iba a cambiar su apellido. A mí eso me sorprendió y al mismo tiempo me llenó de orgullo. Cuando llegó el momento de ir me acuerdo que yo pensaba sobre cómo expresarme para ser claro con los chicos de 8 años y no confundirlos, pero ella fue la que empezó a hablar y a contarles a sus compañeros: “Mi papa es el nieto 133 de las Abuelas de Plaza de mayo, él tenía dudas sobre su identidad así que fue a pedir ayuda, lo mandaron a hacer el estudio de ADN, dio positivo y bueno ahora tenemos una familia”. Con esa simpleza, ella se encargó de transmitir todo. Cuando terminó la directora preguntó si la habían entendido y todos respondieron que sí. Así que después preguntó: “¿Cómo se va a llamar Milagros ahora?” y todos gritaron: “Milagros Santucho” en ese momento se nos empezaron a caer las lágrimas y nos fundimos en un abrazo, fue algo que me llenó de orgullo. Hoy veo a mis hijas y, más allá del parecido físico, puedo ver a mi mamá y a mi abuela que de alguna manera viven en ellas. 

¿Qué fue lo que cambió después de saber tu historia?

Todo cambió, yo cambié y también la relación con mis hijas. Me pude parar desde otro lado en la vida, yo quería saber la verdad para reconstruir mi historia, pero más que nada para mis hijas, porque tarde o temprano a ellas la duda le iba a llegar e iban a empezar a hacerse preguntas. Como padre, saber que lo pude hacer yo me da seguridad y plenitud. También, más allá de todo lo que costó, poder llegar a la verdad antes del fallecimiento de mi apropiador me dio la tranquilidad de sentir de que no se fue impune, que todo lo que hizo no fue gratis y que yo había hecho las cosas a tiempo. El murió estando con prisión domiciliaria y sabiendo que yo había llegado a la verdad, que toda sus mentiras se habían caído.

¿Cómo fue el reencuentro con tu familia después de tantos años de búsqueda?

Yo no lo podía creer, cuando me dan la noticia y me muestran fotos diciéndome quiénes eran cada uno, yo no caía. El primer encuentro fue por videollamada y enseguida que los vi me reconocí en ellos. Después, cuando empezamos a relacionarnos me di cuenta de que tengo un poco de cada uno. Hoy siento que estoy en el lugar correcto y elijo pensar que, más allá de todo el dolor que me causaron mis apropiadores, me pude encontrar. Saber que mi papá, mis hermanos y mi abuela me buscaron durante toda su vida me reconforta y me ayuda mucho para disfrutar del ahora y no dejar que el pasado me afecte. A pesar del tiempo que nos arrebataron, hoy estamos todos juntos y eso es lo que importa.

¿Estuviste o participaste en algún juicio de Lesa Humanidad?

Si, al poco tiempo de recuperar mi identidad, los abogados de Abuelas y los fiscales me notificaron que había dos juicios en curso. Uno era el Juicio de las Brigadas, que por suerte mi aparición fue antes de que se cierre el límite para presentar pruebas y, por lo tanto, participe como víctima, ya que había nacido en cautiverio, y también como una prueba viviente de que habían existido robos de bebés. En ese caso no había necesidad de declarar, así que no brinde mi testimonio. El segundo fue el que se había iniciado contra mi apropiador, en el cual si fui a declarar ante el juez. En ese momento era todo muy reciente para mí y me dieron toda la facilidad para que cuando me sintiera seguro pudiera hablar. Pese a que él falleció, el juicio sigue en curso, porque son varias las personas implicadas.

Teniendo en cuenta que naciste en el Pozo de Banfield y que tu mamá estuvo ahí ¿Cómo viviste el juicio que condenó a sus represores?

Durante la lectura de la condena, que duró cinco horas, estuve abrazado a la foto de mi mamá y no me pare ni para ir al baño, en ese momento sentía que se estaba haciendo justicia, por ella y por los demás desaparecidos que habían estado ahí. 

¿Qué sensación te dejó la justicia?

El tema de la justicia es complicado, porque es lenta y, en este caso, tardó 48 años. Pero en buena hora que llegó, era necesario. Yo sé que por ahí lo mío es muy reciente, porque hace nueve meses que recuperé mi identidad y supe lo que le pasó a mi mamá, pero he visto varios familiares y otras personas que han cargado con el reclamo durante toda su vida y necesitaban que se hiciera justicia, que quienes habían cometido los crímenes reciban sus condenas. En este juicio hubo represores que hasta ese momento estaban en libertad y terminaron el juicio con cadenas perpetuas. Así que, en este caso, creo que la justicia tardó, pero funcionó y posibilitó que estas personas no hayan quedado impunes de todo lo que hicieron. 

¿Has ido al Pozo de Banfield?

El Pozo de Banfield lo conozco, fui en dos oportunidades, es un lugar frío y oscuro en todo sentido. La primera vez fue el 27 de septiembre del año pasado durante un homenaje que se le iba a realizar a cuatro maestras, entre las que estaba mi mamá. Yo pensaba que era solamente el acto, pero previo al acto hubo un recorrido por los calabozos y las celdas. Fue algo muy fuerte, pero lo hice porque creí que estaba preparado. La segunda vez que fui, fue el 10 de enero de este año, el día de mi cumpleaños y le pedí a mi hermano que me acompañe. A él le costó un poco más, pero fue conmigo. Yo necesitaba estar ahí porque en definitiva fue el último lugar en el que estuve con mi mamá y por suerte siento que conseguí lo que fui a buscar.

¿Cómo sigue tu vínculo con Abuelas después de todo esto?

Mi vínculo es más que nada con los demás nietos que han sido recuperados y somos de la misma generación. Desde el primer momento estuvieron conmigo y me hicieron sentir parte, como si siempre hubiera estado ahí. Con Abuelas no tengo una relación directa, pero estuve en el aniversario del año pasado y subí a hablar al escenario del teatro que estaba lleno, si bien mi participación no es directa, trato de estar presente desde el lugar que puedo.

 ¿Qué pensás del discurso negacionista que circula y es sostenido por el actual gobierno?

Históricamente, esos pensamientos negacionistas han estado presentes. Incluso, durante la reciente democracia. Lo que cambió es que, hasta ahora, siempre habían sido discursos minoritarios. Hoy, por un vacío que hubo en la sociedad, no solo con estos temas sino con muchos otros, se ha abierto la posibilidad de plantear ideas que atrasan como: “no fueron 30.000” o “fue una guerra”. Por este motivo considero necesario remarcar que puede haber distintos pensamientos y opiniones, pero hay un límite que no se debe cruzar. No se puede avalar la tortura, el secuestro, la detención clandestina, las violaciones, el robo de bebés y la desaparición de personas, eso está fuera de discusión. Por eso considero necesario enseñar a la sociedad y, sobre todo, a aquellas nuevas generaciones que desconocen lo que pasó para que sepan la verdad de la historia y no se repita. En definitiva, el número no importa, es el acto lo que es repudiable. No hay que correr el foco de lo importante: fue un genocidio. Para esto también es importante remarcar, que todo esto empieza en pequeñas cosas, y ya cuando se clausura a determinado artista o a alguien por pensar distinto hay que impedirlo porque así es como comenzaron todas estas aberraciones que ya vivimos y que aún seguimos sanando.

 

 

«El objetivo es borrar la historia»

«El objetivo es borrar la historia»

Legisladores, organizaciones defensoras de los derechos humanos y trabajadores denuncian el desmantelamiento de los equipos de relevamiento y análisis de archivos de las Fuerzas Armadas, un duro revés para la búsqueda de la verdad sobre delitos de lesa humanidad en Argentina.

Desde las 9.30, en el Salón Perón de la Legislatura porteña, se realizó una conferencia de prensa para denunciar el desmantelamiento de los equipos de Relevamiento y Análisis de archivos y el Sistema de Archivos de la Defensa, que se encargaban de analizar los archivos de las Fuerzas Armadas, contribuyendo así a la investigación de delitos de lesa humanidad. Además, trabajaban en proyectos destinados a ampliar el acceso de la sociedad a estos archivos.

El desmantelamiento del sector, del cual fueron despedidos diez de sus trece trabajadores, tiene como objetivo “borrar una historia que durante años pudimos construir en Memoria, Verdad y Justicia. Y se da en el contexto en el que el gobierno pide la reconciliación con las Fuerzas Armadas”, según denunciaron al iniciar la conferencia Victoria Montenegro, diputada por la Ciudad y presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de la Legislatura, que además es una de las nietas recuperadas por Abuelas, y Alejandrina Barry, legisladora del FIT e hija de desaparecidos.

“Es fundamental visibilizar cuál es el objetivo de este gobierno y del ministro de Defensa, Luis Petri, que vergonzosamente se jacta de sus fotos con reivindicadores del accionar de los genocidas y, por supuesto, nuestro compromiso permanente con la lucha de los Derechos Humanos”, comentó Montenegro.

Junto con la presencia de organizaciones sociales, sindicales y políticas, denunciaron que los equipos realizan un aporte fundamental para esclarecer delitos de lesa humanidad. La antropóloga e investigadora Valeria Barbuto leyó el comunicado firmado por Abuelas de Plaza de Mayo, H.I.J.O.S Capital y el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). “La decisión busca obstaculizar el proceso de justicia y de averiguación de la verdad. Retirar estos equipos civiles y profesionales resulta aún más preocupante dado que la conducción del ministerio de Defensa está ahora en gran parte a cargo de militares retirados”, remarcó.

“Son archivos que no pueden, obviamente, estar en manos de los mismos genocidas y de los mismos policías represores, que van a garantizarse la impunidad, porque al pacto de silencio le siguió esto, intentar por todos los medios que no se pudiera conocer toda la información”, denunció Alejandrina Barry. 

Angélica Enz tomó la palabra por los trabajadores despedidos: “Es un hecho gravísimo, ahora los requerimientos van a estar respondidos directamente por las propias fuerzas. No solo porque muchas personas que están en las Fuerzas Armadas pueden tener algún tipo de interés, sino también porque no tienen el conocimiento ni el nivel de información y capacitación que se requiere. Cada compañero conoce en detalle cómo funcionaba cada fuerza, cuáles eran las regulaciones en el período 76-83”, señaló la investigadora. “Hay alrededor de 30 causas abiertas que no van a recibir esos aportes”, estimó Enz. Desde su creación en 2010, los equipos generaron alrededor de 170 informes que colaboraron con tribunales y fiscalías para responder a requerimientos vinculados a investigaciones por delitos de lesa humanidad.

Amparo

Según explicó el abogado Pablo Llonto, junto con su colega Mariana Maurer, presentaron una medida cautelar ante el Juzgado Criminal y Correccional Federal N° 3 de Capital Federal para la reincorporación de todo el equipo. La idea es que la iniciativa se replique en todo el país. “No tenemos ninguna duda de que cada medida que ya han puesto en marcha desde el gobierno, más las que seguramente están tramando, tienen como objetivo central obstaculizar, frenar y tratar de lograr los objetivos de impunidad para los genocidas”, remarcó Llonto, y agregó: “Por eso la importancia que tiene la lucha tanto sindical, en las calles, por parte de nuestros organismos, como por parte de las abogadas y los abogados para hacer presentaciones en la justicia”.

 

Once represores condenados

Once represores condenados

Diez perpetuas y una sentencia a 25 años para los responsables de las torturas, desapariciones y robos de bebés ocurridos en el Pozo de Banfield, el de Quilmes y la Brigada de Lanús durante la última dictadura. También fueron castigados por lo acontecido en La Noche de los Lápices.

 El Tribunal Oral Federal N° 1 de La Plata, el martes 26 de marzo, sentenció a la pena de prisión perpetua a diez imputados por los crímenes cometidos en tres centros clandestinos de detención: las Brigadas de Investigaciones de Banfield, de Quilmes, de Lanús. Uno de los  imputados fue condenado a  25 años y otro quedó absuelto. El Tribunal calificó los crímenes cometidos por los imputados que actuaron en los centros clandestinos de detención “Pozo de Banfield”, “Pozo de Quilmes” y “el Infierno” de Lanús con asiento en Avellaneda como delitos de lesa humanidad.

A casi tres años y medio de su inicio del juicio, el presidente del TOF Ricardo Basílico leyó el veredicto con una sala de audiencia llena que esperaba escuchar una condena ejemplar y cárcel común para los represores. Organismos de derechos humanos, sobrevivientes y familiares de víctimas estuvieron presentes escuchando el fallo y otras decenas estaban en las afueras de los Tribunales de La Plata. Los medios autogestivos “Pulso Noticias” junto con “La Retaguardia” transmitieron el juicio por youtube que se pudo ver por dos pantallas colocadas en la vereda, frente al tribunal, para seguir el juicio.

Dieciocho fueron los imputados y seis murieron durante el juicio, entre ellos, el excomisario Miguel Osvaldo Etchecolatz, director general de Investigaciones de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. La querella de Abuelas de Plaza de Mayo acusó a los 12 imputados por los delitos de privación ilegal de la libertad y tormentos de 23 embarazadas y una madre secuestrada junto a su hijo, y por la sustracción, retención y ocultamiento de diez nietos y nietas, siete de los cuales ya recuperaron su identidad. A ella se le sumó la de Justicia Ya, y otras particulares.

Fueron condenados a las penas de prisión perpetua Federico Antonio Minicucci, Guillermo Alberto Dominguez Matheu, Carlos Gustavo Fontana, Carlos María Romero Pavón, Jorge Héctor Di Pasquale, Roberto Armando Balmaceda, Jaime Lamont Smart, Juan Miguel Wolk, Jorge Antonio Bergés y Horacio Luis Castillo. Julio Condioti fue condenado a 25 años de prisión y Enrique Barre fue absuelto.

Abuelas de Plaza de Mayo fue querellante junto con los nietos restituidos Carlos D’Elía, Victoria Moyano Artigas, Pedro Nadal, María José Lavalle Lemos y su hermana María Lavalle, y Laura Garack -quien busca a su hermano o hermana; y con Pablo Díaz, sobreviviente de “La noche de los lápices”, secuestrado y torturado en el Pozo de Banfield y Graciela Borelli Cattaneo, hermana de un ciudadano uruguayo víctima del Plan Cóndor.

Colleen Torre, abogada querellante de Abuelas de Plaza de Mayo opinó sobre la sentencia: “Estamos muy conformes porque fueron diez perpetuas. Por un lado, se condenó por primera vez a Juan Miguel Wolk, jefe del Pozo de Banfield, lo mismo que a Castillo. Wolk es el responsable de la desaparición de los chicos de la noche de los lápices. Además, fueron condenados no sólo por la apropiación de nietos y nietas que han podido recuperar su identidad, que nacieron en el Pozo de Banfield o que fueron secuestrados con sus madres como Pedro Nadal en el pozo de Quilmes; sino también por la desaparición forzada de tres nietos que todavía seguimos buscando”, agregó Colleen. “Me parece importantísimo que los hayan condenado porque resalta que son personas que aún continúan desaparecidas, y es de suma importancia poder condenarlos por la desaparición forzada de todas las mujeres embarazadas con el agravante que conlleva”.

En ese sentido, la abogada de Abuelas dio cuenta de lo necesarios que son los juicios para acceder a información sobre lo ocurrido: “Estos juicios reavivan la posibilidad de tener y de poder seguir buscando datos, siguen apareciendo testimonios de mujeres embarazadas desaparecidas que nos enteramos más de cuarenta años después. Es importante lograr estas condenas en contexto de negacionismo, es importante también que los jueces puedan seguir mencionando y hablando de las desapariciones forzadas y la necesidad de que estos juicios sigan porque todavía nos falta la verdad sobre lo que paso, donde están los nietos y nietas que estamos buscando y sabemos que los genocidas y represores de los Pozos saben dónde están”.

Torre en el alegato había mencionado la violencia y el destrato específico a las mujeres: “Algo que también se mencionó es el sufrimiento de las mujeres embarazadas, nos parece importante que se ponga en el fundamento de la sentencia porque hablamos de violencia específica: la violencia obstétrica. Más allá de la violencia específica que sufrieron las mujeres y las compañeras trans, las mujeres fueron utilizadas como envase contenedor de bebés para sacarle su hijo o hija y quedárselo como botín de guerra. En este sentido también un represor reivindicó y justificó la apropiación de niños y niñas durante la dictadura, esto no hace más que darnos la razón aun sabiendo que la teníamos, que todos ellos fueron parte del plan sistemático de apropiación”, enfatizó.

La condena resultó ejemplar y la alegría se notó en sus protagonistas y en la sala: “Tenemos que esperar los fundamentos del veredicto del tribunal pero la sensación fue de alegría siempre con ese sinsabor porque aún nos falta mucha verdad y no la dicen, sobre todo por los hijos e hijas que están buscando a su mamá y a su papá y no les devolvieron sus cuerpos, ni sus restos, pero sabiendo que por lo menos a partir de anoche van a dormir sabiendo que no están impunes por los crímenes cometidos en los centros clandestinos”.

Torre también se refirió a la importancia de la publicidad de los juicios de lesa humanidad: “Me parece importante que puedan ser transmitidos y visibilizados porque más allá del resultado jurídico penal, las condenas son necesarias y es una obligación del Estado argentino de investigar, juzgar y en su caso, condenar a los responsables de estos crímenes y que los más jóvenes puedan tener esa inmediatez con un testimonio, con un veredicto porque me parece que de esa manera pueden llegar a conocer de una manera más profunda y sensible la historia antes que por un manual. Las víctimas y sobrevivientes están declarando hace años y muchos no lo quieren hacer más porque es agotador y doloroso. En esa inmediatez que tienen los juicios transmitidos, las personas más jóvenes pueden sentir lo que sucedió y pueden verle la cara y los gestos a los imputados. Las Abuelas siguen buscando a sus hijos y a sus nietos, y tal vez a partir de estos juicios se pueda seguir visibilizando lo que siempre nos enseñaron ellas: que la lucha es con amor y siempre es colectiva”.

ANCCOM también conversó con Miguel “El Tano” Santucho hijo de Cristina Navajas y hermano del último nieto restituido. Cuando él declaró en el juicio contó que su mamá estaba embarazada en el momento de su secuestro y que estaban buscando a su hermano o hermana. El año pasado, junto a Abuelas de Plaza de Mayo, lograron encontrar a Daniel Santucho, su hermano. “Me parece que la sentencia estuvo bien, fue muy significativo que hayan sostenido tantas sentencias a cadena perpetua pese al clima político. La justicia llegó tarde y dos de los imputados nunca habían sido condenados. Tantos años de impunidad… cuando declaré dije que me parecía que estos imputados después de tanto tiempo, de nunca haber aportado información, que saben dónde están los otros nietos y lo que hicieron con los desaparecidos, no me parecía bien si les daban beneficios. Con todo lo que hicieron para para evadir la justicia y no aportar nada, la verdad que se le dé privilegios me parecía mal”, declaró y reflexionó: “En la sala se sintió la disconformidad porque los imputados no estuvieron presentes, pero más allá de eso, me parece que las condenas son motivos para festejar, sobre todo porque logramos que mi hermano fuera parte de los motivos por los cuales fueron condenados”.

“Cuando empezamos el juicio hacía más de tres años que estábamos con la querella de mi mamá, pero como hace menos de ses meses apareció Dani logramos a último momento incorporar su caso como uno de los delitos a investigar, a juzgar y ayer tuvimos la primera condena por lo que le hicieron. El apropiador de Dani murió impune. El Tribunal declaró que fueron crímenes de lesa humanidad en el marco un genocidio, hay que remarcar que hicieron las sentencias teniendo en cuenta los crímenes sexuales y las violaciones”, destacó el Tano Santucho y compartió: “Todo lo que sé lo reconstruí cuando era chiquito y pensé que no tenía mucho para aportar. Los abogados de Abuelas me dijeron que era muy importante que yo expresara ante el Tribunal las consecuencias de los hechos y a mí me sirvió mucho, me saqué una mochila de encima, pero se resignificó totalmente cuando apareció mi hermano y el Tribunal tuvo la posibilidad de ver y de constatar. Estar presente con mi hermano y estar ahí con él fue muy simbólico”.

A minutos de la sentencia, Daniel emocionado se abrazaba con mucha fuerza a una foto de su mamá, su hermano ponía su mano en su hombro para contenerlo. “Lo que me genera acompañar a mi hermano en estos momentos… él siempre tiene presente a nuestra madre y está procesando toda la información. Ayer él fue con un cartel y dijo: `Yo siento que mamá está presente`”. Miguel reflexiono acerca de la importancia de hacer memoria: “Las condenas si bien llegan tarde y algunos momentos son insuficientes, ayer el Tribunal nombro a las más de 600 víctimas y eso te hace tomar dimensión también del daño y de la gravedad de los crímenes y uno se da cuenta de lo insuficiente que es la misma condena porque llega más de 40 años después o porque por la edad tienen privilegios, están en sus casas, tienen prisión domiciliaria. Pero lo importante es que no continuaron impunes porque todo lo que no se puede condenar, todo lo que queda impune se puede llegar a repetir con facilidad. Es importante que quede esa marca, ese mensaje a las generaciones siguientes.

 “Yo lo digo muy abiertamente: al no haber podido condenar como correspondía a los responsables civiles del terrorismo de Estado, a los empresarios, al poder económico que estaban detrás de ese proceso, claramente ellos sí son impunes y ellos creen que pueden volver a intentarlo porque no les llega una condena. Por más ejemplar que sea y no logra condenar a los responsables económicos de la dictadura, esos pueden volver a intentarlo otra vez. Por lo menos que la sociedad sepa y condene todos los hechos de violencia que pasaron”.

En la sentencia también estuvo presente Maria Ester Alonso Morales, que vino desde Alemania para presenciar el veredicto: “Yo declaré en este juicio en el 2021, vine de Alemania para hacer la declaración testimonial. Como estábamos en pandemia declaré por zoom porque en ese momento no se estaban tomando declaraciones presenciales. He seguido este juicio a la distancia a través de La Retaguardia y ayer para mí fue conmovedor estar en la sala junto a compañeros y compañeras de H.I.J.O.S, los nietos y nietas y junto a miembros de organismos de derechos humanos de La Plata”. El tiempo es una constante en los familiares que hace décadas esperan obtener justicia: “Esperamos mucho este juicio porque el centro clandestino del Pozo de Banfield también fue maternidad clandestina. Es la primera vez que Miguel Ángel Wolf recibió una condena por delitos de lesa humanidad. En este juicio faltó Adriana Calvo y faltó Hilda que lamentablemente no llegaron a presenciar este escrito tan importante y hace años que veníamos esperando una condena también por los jóvenes de La Noche de los Lápices”. Alonso Morales agregó: “En este juicio declaré para contar la historia de la detención de mi madre y de sus compañeros, que fue en noviembre del 1974. Sus compañeros inauguraron, por decirlo así, el Pozo de Banfield, el centro clandestino de detención y uno de ellos, Manuel Taboada está desaparecido. Lo torturaron y lo mataron y se robaron el cuerpo de la morgue policial. Seguramente los fundamentos de la sentencia van a traer este hecho, lo que venimos diciendo hace mucho que el terrorismo de Estado no comenzó el 24 de marzo de 1976 comenzó antes porque ya hubo desapariciones y torturas antes de la fecha del golpe”.

Sobre su caso declara: “Mi madre estaba embarazada de mí y de mi hermana melliza cuando la detuvieron junto con Dalmiro Suárez, Nelfa Suárez, Ester Alonso y Víctor Taboada. Como estaba embarazada la dejaron en la comisaría segunda de Quilmes y a sus compañeros los trasladaron al Pozo de Banfield para torturarlos; después se volvieron a encontrar en un camión de traslado de personas con destino al Penal de Olmos en la Unidad 8 junto a María Ester y Suárez. Yo pasé ahí mi primer año de vida con mi hermanita. Mi hermana María Elena falleció en 1991 con 16 años, víctima de una enfermedad inmune como el lupus, así que soy yo la que queda de la familia para presenciar este juicio y ayer me reencontré con Víctor Taboada hijo que nació también en la Unidad de Olmos, ahí había un pabellón para madres con sus bebés”, rememoró Morales.

Hubo celebración del veredicto dentro y fuera de la sala. El público levantó en alto los pañuelos blancos, insignia de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, mientras sostenían carteles que decían: “Son 30000 y fue genocidio”.

A días de haberse cumplido 48 años del último golpe de Estado y en un contexto de resurgimiento de los discursos negacionistas y las provocaciones provenientes del gobierno nacional, en Argentina se sigue encontrando memoria, verdad y justicia.