«No creo que el movimiento feminista tenga que hacerse cargo de Alberto Fernández»

«No creo que el movimiento feminista tenga que hacerse cargo de Alberto Fernández»

La paradoja de los avances de las políticas de género que permitieron demandar a un expresidente que las impulsó y el retroceso en el tratamiento mediático analizados por la investigadora Luci Cavallero y por la autora de «Feminismo Jumanji», Ana Laura Núñez Rueda.

Esta semana, el Poder Judicial resolvió imputar al expresidente Alberto Fernández por los delitos de lesiones graves doblemente agravado por el vínculo y contexto de género y amenazas luego de la denuncia presentada por su expareja Fabiola Yáñez. ANCCOM dialogó con la investigadora feminista Luci Cavallero y con Ana Laura Núñez Rueda, coautora del libro Feminismo Jumanji para pensar sobre la vigencia del patriarcado, el movimiento feminista y el tratamiento de la violencia de género en los medios.

Núñez Rueda puso en contexto el hecho: “Si el sujeto todopoderoso de estos tiempos sigue siendo el varón pudiente, blanco, de traje, con poder y que vive en las grandes urbes ¿qué nos sorprende de que Alberto ejerza la violencia de género? Con esto no quiero decir que cualquier varón blanco ejerza la violencia física y psicológica sobre las mujeres, pero sí, que el sistema sigue reproduciendo la desigualdad estructural -económica- que se vuelven visibles y palpables cuando se materializan en los cuerpos femeninos con marcas, golpes y en algunos casos hasta la muerte”. No obstante, para la autora, el feminismo hoy es uno de los movimientos sociales más importantes de América Latina, y es por eso que, a pesar del desmantelamiento de políticas públicas para combatir la violencia de género que atraviesa la Argentina, en otro momento histórico no se hubiera podido denunciar a un expresidente y escuchar la voz de la denunciante.

Luego de la denuncia, la filtración de los chats e imágenes inundó los medios de comunicación que no cesaron de hablar del caso desde entonces. Ante la mediatización de la causa, la socióloga feminista Luci Cavallero dice: “La forma en que fue tratado el caso en los medios es un retroceso en los logros que habíamos obtenido en la disputa por una comunicación feminista. Los medios fueron quienes difundieron las imágenes sin consentimiento previo de Fabiola y sin que ella antes denunciara. También los medios comenzaron una cacería de mujeres que pasaron por Olivos, sin poner en eje a la responsabilidad del denunciado”. El enfoque en las visitas que recibió Alberto Fernández durante la pandemia por el covid-19 tomó más relevancia y generó más odio que la misma violencia de género; incluso, la ira recayó principalmente en las mujeres que fueron a Olivos analiza Cavallero. “Hay una tendencia misógina, puritanista, punitivista, que desaprovecha la oportunidad para el nivel pedagógico del asunto, donde se eduque a todes contra la violencia de género”, agrega al respecto Núñez Rueda.

Las especialistas coinciden en que al cambiar el eje sobre lo que verdaderamente se tendría que dar el tratamiento -la violencia de género- se preguntan si realmente los medios de comunicación tienen la problemática social en su agenda. Cavallero explica: “Esto es parte de una forma de tratar el tema que no tiene que ver con favorecer los intereses de las mayorías sociales que están esperando respuestas del gobierno por la crisis económica, que transforma la salida de la violencia como una utopía. Hoy quien tiene que salir de su hogar porque sufre violencia de género no puede alquilar porque los precios están desregulados, hoy también quién necesita una ayuda del Estado como el programa Acompañar, no puede recibirlo”.

Núñez Rueda retoma el análisis del tratamiento mediático y asegura: “Seguramente hay personas y voluntades que sí están preocupadas por la erradicación de la violencia de género, pero los intereses económicos y políticos detrás de los medios de comunicación, y en un marco donde las leyes que se habían construido a través del debate ciudadano quedan sin efecto o con poca capacidad de accionar, se torna muy difícil posicionar debates que se aparten de las ideas de rating, impacto, amarillismo”. Este caso mediático es una demostración de que, pese a que Yáñez se haya cuestionado el accionar del Ministerio de la Mujer ya que según ella “no hubo ayuda”, cuando es elemental la implementación de políticas públicas a la hora de afrontar casos de violencia de género. En el mismo sentido, Cavallero suma: “Las declaraciones de Fabiola no aportan nada para entender el fenómeno de violencia por razones de género en donde se perjudica de forma gratuita a la institucionalidad feminista. Si bien entendemos su posición, nos parece que deslegitimar una institución fruto de años de lucha, no aporta para nada a la clarificación que tiene que hacer la sociedad sobre las políticas públicas”.

Por otro lado, algunos medios de comunicación y el mismo imputado expresaron que las fotos difundidas de Yáñez estaban trucadas o que los moretones se debían a procedimientos estéticos. Esos rumores no hacen más que deslegitimar a la víctima y generan un retroceso social en cuanto a la credibilidad de la mujer. Cavallero historiza el mecanismo opresor: “El cuestionamiento de la validez de imágenes de una víctima de violencia es un recurso histórico, es una forma de describimiento de la sociedad. Ha habido una gran pedagogía del feminismo no con la finalidad de que se condene de antemano, sino para darle entidad a la persona que denuncia”. 

La imputación cae sobre un exmandatario que durante su gobierno promovió derechos de las mujeres tales como el derecho al aborto legal, seguro y gratuito además de la erradicación de la violencia de género a través de la implementación de políticas públicas. No obstante, Núñez Rueda comenta: “No creo que el movimiento feminista tenga que hacerse cargo de Alberto Fernández, de hecho, creo que se nos exige mucho. El libro Feminismo Jumanji surge como escritura conjunta en un momento de muchísima expectativa respecto a ese señor, a quien muchas de nosotras militamos, porque desde el 2015 a esa parte, habíamos adquirido mucha visibilidad pública y política y creíamos que un fuerte movimiento de mujeres y un gobierno peronista, nos iba a dar la posibilidad no solo de adquirir el aborto, sino de ganar terreno en muchas batallas. Pero Alberto no es un fiasco, ahora que se sabe que es un golpeador -lo cual, de ser demostrado, lo llevará a prisión- sino, que para muchas de nosotras se constituyó en un fiasco en el preciso momento en el que sobre alguna de nuestras agendas generó política, mientras no resolvía el tema de la redistribución de la riqueza; y no hay feminismo posible, no hay erradicación de la violencia posible, si no hay modificaciones estructurales en lo económico”.

El combo de Sandra Chagas

El combo de Sandra Chagas

Mujer, feminista, afrodescendiente y lesbiana, la activista Sandra Chagas repasa su historia familiar y lo que significa militar sus causas en la Argentina. El caso de José Delfín Acosta Martínez.

Del otro lado de una puerta de la que cuelgan muñecas, al final de un pasillo aireado de Once, una habitación blanca y memoriosa. Las aberturas son el espacio respirable de pedazos de pasados. Las paredes rebalsan fotos de mujeres con vestidos y hombres con tambores. Un mueble guarda tras sus ventanas más fotos y, ocasionalmente, una taza.

Al lado de la mesa, una escultura de ensamblados de metal: una pierna adelante, la otra atrás, rodillas flexionadas, rulos afro, una mano que toca un tambor y otra que lo sostiene, arriba de una sonrisa, la mirada. Esa mirada de júbilo turbada por algo más grande.

– ¿Quién es?

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José Delfín Acosta Martínez pertenecía al Grupo Cultural Afro, desde el que se inició todo el movimiento de reivindicación afrodescendiente en Argentina. Lo fundó con Diego Bonga, otro inmigrante afrouruguayo, en 1989. El candombe se convirtió otra vez en espacio de reunión y unión afro-rioplatense: el grupo enseñaba el baile y hacía presentaciones.

– Cuando lo asesinan a José, nosotros tenemos un quiebre – dice con pesar y brillo en los ojos Sandra Chagas, activista afro que conoció en bailes al candombero. Su mamá y su hermano eran muy activos en el Grupo Cultural Afro.

El 5 de abril de 1996, José había estado en una clase de la Universidad del Tango en la confitería El Molino. Pasó por la puerta del boliche Maluco Beleza, adonde iban muchos brasileros. La Policía Federal fue a la salida, argumentando que habían recibido la denuncia de una persona armada y quisieron arrestar, sin mucha más prueba que el color de piel, a dos afrodescendientes.

–   José estaba incluso con sus zapatos de tango. Lo único que hizo fue tratar de ayudar y defender a estos dos compañeros brasileños porque sabía de derechos, sabía que no se los podían llevar así nomás. Los estaban acusando de algo, pero se los querían llevar y eso no se puede. Cuando él salió en su defensa, agarraron y se lo llevaron a los tres. Pero el único que sale asesinado es José.

El candombero José, el defensor José. En el living, la escultura hecha por Waldemar Moreira Zurbrigk parece respirar.

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–  En el 98, dos años después del asesinato, Ángel Acosta Martínez, el hermano, hace lo que se llamó el Homenaje a la Memoria: homenajear no tanto a José Delfín, sino a la memoria de todos aquellos afrodescendientes en Argentina.

Para esa fecha, Ángel dio clases gratuitas de candombe en varios espacios de la ciudad de Buenos Aires. Había que pintar la ciudad de memoria afro. En una foto en blanco y negro sobre la pared, se ve una gran comparsa, la Kalakan-Gue.

– La comparsa fue desde Pasaje San Lorenzo hacia el Cabildo. En general, las llamadas – explica Chagas en referencia a las marchas populares con tambores y baile- se hacen desde más o menos Pasaje San Lorenzo hacia Parque Lezama. Pero esa vez se invirtió para visibilizar la presencia y tener ese registro del candombe resurgiendo en la Ciudad de Buenos Aires. Se visibilizó, no solamente el caso de José, sino también la presencia de los afroargentinos en este territorio, que hacía casi más de cien años que no transitaba por las calles.

La historia afro tiene mucho que ver con perder y recuperar. Los relatos de toda la Nación se destiñen a blanco: padres y madres de la patria, próceres y hasta sus caballos se blanquean en la imprenta de la historia. Aún así, la pérdida más grande es la identidad afro.

–  Venimos de la trata transatlántica esclavista. Las personas que habitan en estos territorios que hoy llamamos Argentina, Uruguay, Brasil, Chile, Perú, Bolivia, somos toda la misma gente, traída en calidad de esclavos. Para mí, esto fue un genocidio que duró cuatro siglos y del que somos consecuencia.

La historia familiar de Sandra requirió cuatro generaciones para recuperar con total orgullo la identidad afro. “Mi madre no era candombera”, cuenta apresurada. Su bisabuela era una mujer criolla de arrugas profundas y mirada perdida. Su foto en blanco y negro reposa, desgastada, en el primer estante del armario familiar.

Primero, la bisabuela se casó con un hombre negro y después con uno blanco. Así, en la familia convivían los hijos negros con los blancos. El abuelo de Sandra era uno de los negros. Cuando le tocó cuidar a la próxima generación, fue determinante: tenían prohibido juntarse con “los negros que estaban en la esquina”.

–  Hoy todo el mundo quiere bailar candombe, quiere tocar candombe, como si hubiese sido fácil para la propia comunidad negra hacer entender a la propia familia lo que significaba para una. Para mi mamá era una contradicción no juntarse con esa gente que era su misma gente.

Mientras tanto, levanta uno de los cuadros. Una negra sonriente baila al compás de los tambores. La nieta rebelde, la madre de Sandra.

–  Su madre es negra, ella es negra, ‘¿por qué no me puedo juntar con esa gente?’, se preguntaba mi mamá. Pero vos ves que mi bisabuela es criolla.

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–  Ahora estamos viendo o viviendo un retroceso espantosísimo, donde lo que prima es todo lo que venga otra vez de Europa o de Estados Unidos, lo que venga de fuera… Sin mirar a la propia gente, ni lo que quieren, ni lo que desean, ni lo que piensan… Nada, las propias personas a las que se supone que gobernás o estás dirigiendo un país, ¿para quién? ¿Para qué? Porque no se está escuchando la voz de las personas, no se está escuchando la voz del pueblo. No hay un ida y vuelta. Es solamente tirar cosas que tenés que asimilar y chau – acelera.

De repente, se para en seco.

– Aquella ya está sacando fotos que me ponen más nerviosa. Estás sacando fotos de José igual, ¿no? Hay muchas con mi mamá también. Ellos bailaban juntos.

Arriba de la escultura, hay una foto de una Sandra joven en el Teatro Coliseo en una bailanta del Grupo Cultural Afro.

–  Hay otras fotos más – desliza mientras recorre la pared con la vista. A la derecha, una foto de su mamá en los 80 con el coro Kennedy.

La madre de Sandra bailó la prohibición familiar toda su vida. En esa época, se presentaba con Yavor, después con el Grupo Medio Mundo. Incluso, llegó a bailar en una obra de Egle Martin, una vedette y coreográfa argentina. Cada tanto, también le gustaba cantar.

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– Como mujer tenés otra carga más, porque sos mujer, sos negra, sos… 

– Soy lesbiana. Claro. Tengo el combo cuatro. Yo hablo de afrofeminismo. No puedo dejar mi identidad fuera del activismo, de nada. Es más, a veces hablo del afrolesbianismo feminista, porque en realidad soy afrodescendiente, soy lesbiana desde chica y llegué al feminismo. Ojo: no fue fácil llegar al feminismo.

Menos, cuando la liberación femenina se limita a pequeñas disputas que no cuestionan al sistema colonialista, capitalista y blanco. Un feminismo blanco de panel con cupo negro que excluye, que expulsa.

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–  Estoy estudiando la licenciatura de Justicia y Derechos Humanos en la Universidad de Lanús para poder seguir defendiendo los derechos de nosotras, las personas afrodescendientes.

Tras una pausa, Sandra toma aire.

– Vos pensá que en 1996, cuando asesinaron a José, nosotros éramos “los negros”. Igual no va a cambiar eso, ¿eh? Nosotros no necesitamos que cambie, pero sí que la sociedad entienda algunas cosas. Porque, por ejemplo, después de la Cumbre de las Américas de Durban, Sudáfrica (2001), nosotros tenemos derechos humanos. Ahí fueron reconocidos por la política internacional.

El derecho internacional está más presente de lo usual en las historias personales cuando se trata del colectivo afro.

–  Tuvimos que pasar por muchas cosas. Primero, salir de las cárceles. Después, de la esclavización, del apartheid, de la segregación racial. O sea, hay todo un combo. Y lo que siempre nos toca, a cualquier afrodescendiente, esté donde esté: el racismo, la xenofobia, la discriminación racial, la extranjerización -suspira y se le caen los ojos-. Nosotros siempre vamos a terminar siendo extranjeros.

¿Cómo llamarse? ¿Migrante? ¿Transhumante? ¿Afroargentino?

–  La gente se traslada. Las poblaciones se mueven y van de acá para allá. Yo me considero afrodiaspórica. Y lo digo así porque de las dos diásporas, de la primera, la de la trata, y la segunda diáspora, que son de los países latinoamericanos y sus dictaduras económicas.

Con catorce años, su familia la subió a un colectivo de larga distancia de Uruguay a Argentina. De a uno, fueron viniendo. No los persiguieron las cachiporras de los represores. Los expulsó la economía que hacía cerrar los números con la gente afuera.

–  Ahora no estamos en dictadura, aunque sí hay una dictadura económica. Te podés manifestar, el derecho a la protesta está acá, en Naciones Unidas… pero quieren imponer la cultura del miedo: no es que van a perseguir sólo a los indígenas, a los negros, es a todos los que estén en desacuerdo.

Pero cuando la tez se oscurece, los policías gatillan más rápido.

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Aún el caso de José Acosta no está cerrado en la Corte Suprema. Se agotaron las instancias nacionales y Argentina no se presentó a las internacionales de solución amistosa. Así que, en 2020 la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) se expidió con una condena histórica. El racismo volvió a ser central para los organismos internacionales por la presión de movimientos como Black Lives Matter, creados con el caso de George Floyd, el ciudadano afroestadounidense asesinado en marzo de 2020 por la policía.

–  Ellos hace años que están teniendo un caso al que no le están dando bola. Hay un caso internacional que todavía lo tenés acá en la gatera. Y al que no le das viabilidad y al que dejaron muchísimo tiempo ahí en espera y espera y espera hasta que no había manera de poder tapar el sol con la mano.

Meses más tarde del violento asesinato de George, a fines de agosto de 2020, la CIDH falló en el caso José por primera vez acentuando la violencia policial por el “perfil racial” del asesinado.

–  A George lo filmaron, pero no había nadie que lo ayudara. José estuvo encerrado en una pieza donde lo golpearon hasta matarlo. Son dos cosas diferentes. No había nadie que filmara, ni que lo viera, ni que…O sea, ¿cómo probás todo lo que tenés que probar?

En la pregunta hay un aliento cansado, acarreado por generaciones.

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–  Hoy las Naciones Unidas hablan de George Floyd y crean un ente, el EMLER, que tiene que ver con un foro por los casos de asesinato. No solamente lo ponen a George Floyd como el caso paradigmático, sino que no visibilizan el caso de José Delfín Acosta Martínez, que es un único caso en toda Latinoamérica y el Caribe.

El caso de José sirvió para el caso de Lucas González: en la primavera de 2021, policías de civil, lo persiguen en auto y le disparan por atrás. Lucas salía del entrenamiento de un club de fútbol, tenía gorra y la tez marrón.

–  Otro caso que tiene que ver es el de Fernando Báez Sosa. Fernando Báez era argentino, pero sus padres paraguayos. Entonces, a él le corría la extranjerización. Esas once personas que lo golpearon hasta matarlo, mientras lo golpeaban, no le decían “marrón”, le decían “negro de mierda”. Hay toda una connotación racista contra el color de la piel, que no te veas blanco.

Cuando hablamos de racismo, tenemos que hablar de clasismo. Y de exclusión.

En la sala, la estructura de metal exhala al ritmo del tambor repiqueteado por siglos de pérdida, rebeldía y rabia.

Contra el avance de un Estado machista, organización feminista

Contra el avance de un Estado machista, organización feminista

Una asamblea abierta y feminista se realizó en la Plaza del Congreso frente al cierre del Ministerio de la Mujer, Géneros y Diversidad para visibilizar el ajuste, los despidos y el vaciamiento de políticas públicas que promuevan la igualdad y la protección de derechos. Trazaron un plan de lucha.

La Asociación de Trabajadores del Estado del Ministerio de Géneros y Diversidades realizó ayer una movilización en la que participaron sindicatos, movimientos sociales, políticos, feministas, transfeministas, organismos institucionales frente al cierre del Ministerio de la Mujer, Géneros y Diversidad para visibilizar el ajuste, vaciamiento y los despidos en el sector.

Una de las presentes fue Elizabeth Gómez Alcorta, abogada especializada en derechos humanos, docente de la UBA, militante feminista y primera ministra de Mujeres durante el gobierno de Alberto Fernández. “La particularidad que tenemos –expresó- es que se trata de un Ministerio que nace de la calle y de las entrañas del feminismo popular. Por eso lo defendemos con uñas y dientes. Por eso sabemos que no nos regalaron la conquista del derecho al aborto, el cupo laboral travesti-trans, por eso sabemos que acompañar ya es un derecho de todas las mujeres que sufran violenciade genero. Por eso no vamos a renunciar a la línea 144”.

Entre las cientos de personas reunidas, ondeaban banderas de la comunidad LGBTQI+ y whipalas. Se recordó a las referentas Lohana Berkins y Diana Sacayán por sus activismos que culminaron en la sanción de la Ley de identidad de Género y se las conmemoró con los cantos: “Lo dijo Lohana y Sacayán, al calabozo no volvemos nunca más”.

Durante las distintas exposiciones, las reflexiones fueron sobre el neofascismo patriarcal que puso como principales enemigas y enemigues a las mujeres y diversidades. Se reafirmó la necesidad de que las políticas de igualdad de género tengan continuidad más allá del gobierno de turno. Otra temática que estuvo muy presente fue la necesidad de combatir la idea de que las personas que trabajan en el sector público son “ñoquis”. En consonancia con esto, otra de las expositoras expresó: “Soy estatal y mi trabajo son tus derechos”. Cada intervención fue acompañada con aplausos, bombos y tambores.

Sobresalieron la diversidad de colores en las pecheras, signos políticos, banderas y consignas, así como la participación de organismos de orígenes y tradiciones distintas como el INTI, INTA, Télam, la CONADU histórica, la Secretaría de Género de ATE y PAMI, AGDUBA, la CGT, el movimiento No Matarás, entre otros. La transversalidad da cuenta de una unidad que desborda al sector estatal. Otra de las temáticas que surgió fue la necesidad de volcar esa unidad en las calles para frenar la Ley Bases, cuyo tratamiento se realizaría en ese mismo espacio, comenzará hoy.

 

Un retroceso de tres décadas

Marina Bruceras es delegada general adjunta del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad. Trabaja en el programa Producir, que dependía de la Secretaría de Violencias. En diálogo con ANCCOM, explica cuáles son las consecuencias del vaciamiento del Ministerio: “Si quedan cien trabajadoras, es lo que están diciendo que va a quedar en el Ministerio de Justicia, implicaría que la línea 144 no pueda atender los 7 días de la semana las 24 horas los 365 días del año, porque solo quedaría reducido a un turno. La línea 144 hace acompañamientos, que son las que aprietan el botón cuando hay una emergencia y se comunican con la policía. Después no existiría más el programa Acompañar, que tampoco se está ejecutando presupuestariamente. Este implica también el acompañamiento financiero de un salario mínimo vital y móvil para que las compañeras que están en situación de violencia puedan tener esa independencia económica para irse de la casa de sus agresores. No habría capacitación de la Ley Micaela. No habría programas de prevención contra las violencias. Esto indefectiblemente lleva a un crecimiento de los crímenes de odio”, y agrega: “Estamos hablando de que por primera vez en 30 años no vamos a tener un organismo que se ocupe de la violencia de género”.

En sintonía con Bruceras, Esther Lombardi trabajadora, chofera y delegada de ATE del exministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, manifiesta: “La violencia en la sociedad se va incrementando porque hay un aval de esta gestión, que termina en lo peor como fue la masacre de Barracas, los tres lesbicidios que tuvimos y la compañera sobreviviente”. Suma que la desidia y el abandono estatal también repercute en la vida de una persona vulnerable por la pobreza que, a la vez, fue víctima del crimen de odio: “¿Qué política pública tiene el Estado para acompañarla?”, pregunta.

Las trabajadoras que buscan acompañar, prevenir y disminuir la violencia machista que afecta a decenas de miles de personas que asisten son, asimismo, blanco de la violencia que enfrentan diariamente: “Sufrí hostigamientos, gritos, me golpearon el vidrio, me gritaban desde afuera porque iba con la camioneta ploteada del Ministerio. Recibimos amenazas de bomba en la línea 144. Hubo que evacuar, casualmente el día que presentaban trabajos sobre los femicidios y transfemicidios”, ejemplifica Lombardi.

Las dos amenazas de bomba sucedieron en el edificio del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación el viernes 24 de noviembre de 2023, después del ballotage que llevó a Javier Milei a la presidencia. “Hay un recrudecimiento de la violencia que empieza por las trabajadoras”, expresa Bruceras.

A la deriva

Una trabajadora del Área de Igualdad, especialista en políticas sociales de género, expresa que el cierre del ministerio implica “Menos recursos. Cuando reducen la cantidad de trabajadoras, rerecortan los agentes que estamos a cargo de poder llevar adelante esas políticas públicas. Reducción de los lugares de atención, de las personas que pueden acercarse a los territorios. Que no se pueden generar capacitaciones, políticas de prevención, de sensibilización, de visibilización”. Frente a la pregunta de qué pasará con aquellas personas que necesiten asistencia responde que, al igual que ellas, “quedarán a la deriva”.

Mientras que el programa Registradas fue cerrado, la línea 144 sigue reduciendo trabajadores. Algunos convenios internacionales que no implican un gasto presupuestario por parte del gobierno nacional fueron suspendidos. Tal es el caso de la prestación para la paridad de los municipios. Frente a la suspensión de convenios y acuerdos internacionales a los que adhiere la Argentina en carácter constitucional y en materia de derechos humanos, Lombardi da cuenta de que “incumpliendo las normas internacionales, la multa que paga el Estado es mucho más cara que mantener todos nuestros ministerios”.

A la violencia machista sistemática se le suma el contexto de crisis y recesión. Según el Informe sobre la participación de las mujeres en el trabajo, el ingreso y la producción en base a la Encuesta Permanente de Hogares del Instituto Nacional de Estadística y Censos (EPH-INDEC) las mujeres ganan, en promedio, 28,1% menos que sus pares varones, los sectores de menores ingresos están compuestos en un 64% por mujeres y están más expuestas a trabajos informales que vulneran sus derechos laborales. La otra cara de la moneda muestra que el decil más rico de la población está integrado en un 66% por varones. Estos datos muestran la feminización de la pobreza. Por esta razón, la crisis económica social recrudecida impacta en mayor medida sobre el sector social de las mujeres y diversidades. “Sabemos que la mayoría de las mujeres y diversidades somos las que pagamos los costos de la crisis”, cuenta Bruceras. Gómez Alcorta, agrega: “La Ley de Bases viene por los derechos de todos y de todas. Sabemos que viene con un paquete fiscal que va a asegurar más ricos a los ricos, que no casualmente son varones, y nos van a dejar más pobres a los pobres, que no casualmente somos mujeres. Ya lo dijeron: 9 de cada 10 mujeres nos podemos jubilar por la moratoria previsional. Eso es lo que nos quieren arrebatar mañana. Nuestro futuro, nuestro proyecto de vida, nuestras vejeces y a eso también le decimos que no”.

El abrazo

El plan de lucha votado por unanimidad en la asamblea constituye: el 12 de junio encontrarse frente al Congreso para manifestarse en contra de la Ley Bases, el martes 18 de junio realizarán una campaña por redes sociales para darle visibilidad al cierre del organismo, y el miércoles 19 de junio harán una movilización desde la sede del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad del Paseo Colón al Ministerio de Justicia con trabajadoras del organismo, organizaciones sociales, movimientos feministas y personas autoconvocadas. 

Ante el interrogante por los objetivos y los frutos de la asamblea, Bruceras responde: “Fuerza. Me llevo mucha fuerza. Estamos muy cansadas. Venimos siendo violentadas laboralmente desde hace muchos meses. Sin autoridades, sin que se puedan llevar adelante los programas en los que estamos trabajando” y finaliza: “Como laburantes lo que intentamos todo el tiempo es buscar estrategias, armar planes de lucha y lo que faltaba y creo que necesitábamos mucho es más allá de las laburantes de los ministerios, el abrazo de los feminismos”.

 

 

 

Astrología para paliar la crisis

Astrología para paliar la crisis

En lo cotidiano se percibe un creciente interés de mujeres jóvenes por la astrología. Una encuesta de la consultora Sentimientos Públicos fundamenta este vínculo a partir de cierta dificultad para la construcción de miradas a futuro. ¿Es contradictorio este dato en tiempos de olas verdes?

Quienes se mueven en ciertos círculos de mujeres jóvenes, por debajo de los 40 años, perciben un creciente interés por la astrología. En ese sector parecería multiplicarse como sentido común la validez de arquetipos astrológicos creados a partir de las constelaciones vinculadas a la mitología griega y que tienen más de 2000 años. Pese a que no tienen ningún fundamento científico, mujeres de variados niveles educativos vuelven con naturalidad a esta forma de pensamiento mágico para encontrar explicaciones para el amor, los vínculos pero incluso para explicar fenómenos sociales o históricos. 

¿Es realmente una tendencia? Una reciente encuesta brinda una perspectiva amplia a este fenómeno en crecimiento.

 Datos

 Según el estudio “La astrología: Una religiosidad de la nueva Argentina”, realizado por la consultora Sentimientos Públicos, con un total de 3.500 casos a nivel nacional, hay una relación entre consumir astrología, el contexto de inflación y la dificultad para construir miradas a futuro. De acuerdo a la segmentación, a un 38% de los encuestados le parece que la astrología se trata de una fantasía, algo que no tienen en cuenta, pero no le molesta mientras que un 37% no le presta atención pero le gustaría saber más. A estos dos resultados a favor, le sigue un porcentaje que orienta sus opciones amorosas (9%) y decisiones de vida (7%) a partir de información proveniente de la astrología. Sólo a un 9%  le molesta su influencia en la gente. Si se discrimina por género un 15% de hombres se ha hecho la carta astral, contra un 25% en mujeres.

Otro dato que podría llamar la atención es que entre la gente que votó a Myriam Bregman un 18,3% asegura que las astrología “orienta mis opciones amorosas” o “Me hace entender mejor mis emociones”.

Entre las conclusiones a las que llega la consultora, aparece que “la astrología es una religiosidad en expansión” y “permite el análisis de los contextos emocionales y de los vínculos afectivos en una época de precariedad”, además de que la asumen como “consumible en términos individuales pero con una muy positiva tasa de conversión a lo gregario”, es decir, con tendencia a reafirmar un carácter de comunidad alrededor de sus seguidores, algo que les da un espacio de pertenencia donde compartir sus deseos, miedos o dudas.

Estas comunidades suelen ser mayoritariamente de jóvenes mujeres, dos cualidades que coinciden con un tiempo de demandas sociales de los feminismos hacia reivindicar las autonomías y la equidad. También suman que “representa a una nueva Argentina de clase media baja, empobrecida y sumida en la incertidumbre y la falta de referencias éticas”.

Hernán Vanoli, sociólogo y director de Sentimientos Públicos, asegura que detectaron que “a menor nivel socioeconómico había una mayor proclividad a considerar seria o vitalmente la astrología” y que “esto nos habla de que las élites mantienen otra relación con la espiritualidad”, aunque aclara que en el estudio no se desarrolló la relación de las clases más altas con otras corrientes como el tarot o los registros akáshicos. “Esto no significa que siempre la astrología se use para sobrellevar crisis económicas o políticas. Puede hacerlo, pero es una clave de lectura relacional para entender la historia y los padecimientos personales que está menos presente en las élites”, explica Vanoli.

Desde la consultora creen que existe una relación entre esa mayoría y el género determinada “por las características histórico-sociales que se asignaron a las identidades de género” y que a largo plazo creen que “se irá normalizando porque los jóvenes en general son más proclives” a este tipo de consumos. Si bien no se puede prever el futuro mediante una encuesta, Vanoli sostiene la necesidad de investigaciones subsiguientes y diferenciar bien las variables que intervienen.

 

Una mirada feminista

Danila Suarez Tomé, filósofa feminista, investigadora y docente universitaria, cree que la astrología, el tarot, los registros akáshicos o el reiki no son simplemente parte del  “pensamiento mágico” y prefiere llamarlas “prácticas culturales esotéricas” o “pseudocientíficas”. En este sentido, la licenciada sostiene que apelan a modos de pensamientos por correspondencia, entablando conexiones simbólicas dentro de la realidad: “Se habla de una naturaleza viva en la que hay un flujo de energía, en donde se supone que el conocimiento de estos pensamientos requiere una iniciación o un conocimiento especializado, un médium o alguien que haga de intermediario”.

Para Tomé estas prácticas esotéricas funcionan “mercantilizadas” y son ofrecidas de maneras agradables, fácilmente memificables y como recursos para lidiar en el corto plazo con angustias e incertidumbres. También las ve como “una nueva forma de esencializar las identidades” por funcionar mediante arquetipos y pensamientos deterministas: es el caso de quienes ven que, al coincidir en fecha o mes de cumpleaños con otra persona, deducen rasgos de personalidad como que “quienes nacen de Piscis son extremadamente sensibles” o “si sos de Leo tenés que ser muy seguro de vos mismo”. De alguna manera las contradicciones naturales de las personas se aplanan y se encajan en arquetipos preestablecidos habilitando también la posibilidad de emitir opinión sobre la personalidad del otro.

Sobre la apropiación que hacen de la astrología algunos feminismos, Suarez Tomé afirma que una razón sobre esta atracción pasa por “el objetivo de captar un mercado”, es decir de sólo tomar al movimiento feminista como un público potencial más: que el feminismo sienta un gusto hacia este tipo de prácticas no quita los aportes que históricamente se han dado desde el movimiento. En este sentido, más allá de esta atracción, Suárez Tomé ve que el feminismo ha tomado a la producción científica “en favor de la liberación sexual y la disrupción de jerarquías de género”. Es decir, que aunque existan ciertas manifestaciones en el mainstream que muestran “preferencias hacia los consumos esotéricos, el feminismo no tiene una tendencia natural” hacia estos y ha hecho aportes sustanciales para una mirada de género sobre las ciencias.

Suárez Tomé también asocia que “lo femenino genera alejamiento” en la producción de conocimiento, dados los ejes sexistas en la ciencia moderna: “Las mujeres hemos sido expulsadas del sujeto epistémico. Es difícil pensar en una ciencia feminista o un movimiento feminista apropiándose de la ciencia. Es una herramienta difícil de agarrar y es una institución social muy permeada por la desigualdad de género”.

En las marchas feministas suele repetirse el canto: “Somos las nietas de las brujas que no pudiste quemar”. Suarez Tomé, sobre esto, prefiere “recuperar a las brujas” no en sentido literal de la persecución por hacer magia, sino “como las primeras científicas, que generaban medicamentos y tenían prácticas protocientíficas”. “Esa idea de que se necesita el saber de las mujeres para llevar adelante la práctica científica-biomédica es una idea que apoyo. En muchos casos se han tenido que organizar por fuera, para generar conocimiento sobre sus cuerpos: es el caso de las feministas de los 70, que tomaron prácticas médicas como activistas y empezaron a producir conocimiento en torno a las diferentes partes del cuerpo de las mujeres que no habían sido exploradas como el placer femenino, la menstruación, el aborto”, explica Tomé.

El ojo de la ciencia

Alberto Rojo, físico y profesor titular del Departamento de Física de la Universidad de Oakland, en Rochester, Michigan, hace unos años  mantuvo un debate sobre el consumo de esta pseudociencia que tuvo una importante repercusión. Allí explica las razones por las que el comportamiento de los astros en el cielo no influye en la personalidad de los humanos y que se trafican muchos conceptos científicos para darle validez injustificada a la astrología.

Para el físico existe una conexión entre consumir “terapias alternativas” como la astrología, el tarot, registros akashicos o el reiki en momentos de crisis políticas y económicas: “La crisis política en el mundo para mí está vinculada a una disminución de la sofisticación cultural de la población. Este fenómeno a su vez está conectado con la transición hacia nuevas tecnologías. El internet y las redes son maravillosas, pero la transición es un proceso que desorienta por lo novedoso”. Desde su punto de vista, “la proliferación desmedida de datos, ni siquiera de información, abre la puerta a un todo vale, a cuestionar la ciencia, las vacunas, los métodos de validación. Y en paralelo, el mundo se hace cada vez más complejo, conocemos más de neurociencias, de cosmología, pero seguimos pensando con arquetipos anteriores a ese conocimiento. La realidad es mucho más sutil”. Al ser consultado sobre la actualidad del tema, sostiene que la gente acude a creer en estas teorizaciones para soportar angustias y afirma: “La validez de estas disciplinas está en que representan una verdad interna, íntima. Si te sirve y estás convencido de que funciona, es válido, del mismo modo que el placebo funciona” y suma que “el problema está cuando uno piensa que la astrología es parte de lo verificable, porque postula un modelo de funcionamiento en el que los secretos del universo pueden leerse o descifrarse”.

Para el físico e investigador este modelo está “en contradicción con el conocimiento monumental adquirido”, detrás del cual están los avances tecnológicos como los celulares, internet, la medicina moderna, entre otros, “curiosamente, todas herramientas tecnológicas usadas profusamente por los detractores de la verdad científica”, concluye.

Es cierto que la ciencia nunca tuvo un desarrollo lineal y distintas formas de astrología acompañaron el estudio de los cielos en distintas culturas. Sin embargo, al menos desde la Revolución Científica, la astronomía dejó atrás a sus primas lejanas. Por otro lado, la liberación de las ataduras, cierta desconfianza de una ciencia que históricamente no aceptó a las mujeres y un contexto preocupante, surge el interés por formas alternativas de pensamiento que den un horizonte y cierto alivio en el encuentro con pares. El precio, sin embargo, puede ser alto y habilitar un comercio que ofrece respuestas fáciles que tienen patas cortas.

La marea verde de ayer a hoy

La marea verde de ayer a hoy

La fotógrafa Mónica Hasenberg convocó a mujeres de diferentes artes para presentar una muestra que acompañe imágenes que tomó durante la concentración por el 8M de 1984 frente al Congreso.

El 8 de marzo de 1984 grupos de mujeres se reunieron frente al Congreso en el Día Internacional de la Mujer, el primero luego de la última dictadura cívico-militar. La fotógrafa Mónica Hasenberg subía entonces las escalinatas en la plaza para buscar las mejores tomas. Hoy, sus registros se resignifican junto con las obras que forman parte de la muestra “Mujeres Artistas”, exhibida en La Casona Cultural Humahuaca.

“Convoqué artistas mayores de 60 años para recrear esa marcha. Cada una podía hacerlo como quisiera, ponerse a sí misma dentro con la ropa que usaba, o pintar familiares desaparecidos -cuenta Hasenberg en conversación con ANCCOM-. Queremos reivindicar a las que lucharon por nuestros derechos y estimular la militancia, la participación que nos hermana con otros en las conquistas colectivas”.

Las luchas populares son el centro del trabajo de Hasenberg desde que se vio conmovida por la historia de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y empezó, durante la dictadura, a formar parte de las rondas de los jueves. Hija de un fotógrafo y una madre concertista que había dejado la profesión al casarse, aprendió el oficio de niña. Así, el feminismo la atravesó, no por formación orgánica, sino como rebeldía a las injusticias patriarcales de su propia familia.

Sus fotos cuelgan de grandes banners en las paredes de la Casona. Algunas de las activistas retratadas volvían al país tras años de exilio y sostenían carteles con consignas marcadas por el contexto: «Machismo es fascismo», «Violación es tortura». También, se distinguían reclamos del momento como la «igualdad de los hijos ante la ley» y la patria potestad compartida, sancionados en 1985, así como el reclamo por la despenalización del aborto. Otras pancartas dan cuenta de reclamos que continúan sin respuesta: «Igual salario por igual trabajo».

Una de las fotos muestra a Susana “la Tana” Rinaldi, actriz y cantante, rodeada de mujeres que cargan sobre sus cabezas los carteles. “Fue la que más me atrapó, es imponente, se nota la fuerza que tenía esa marcha, como de avance”, cuenta la artista plástica y docente Adriana Tavares sobre la imagen que inspiró su obra “Manifestación”. Se trata de una pintura hecha con acrílicos donde destacan los colores y la expresión en las caras pintadas: todas con la boca abierta. 

En mis cuadros de marchas, la gente siempre está gritando”, agrega Tavares. Las pinta desde que transformó su perspectiva, antes prefería los paisajes y retratos. Cuando al mismo tiempo que criaba a sus hijos, logró estudiar, conoció el cuadro La libertad guiando al pueblo sobre la Revolución Francesa. “Me empecé a cuestionar las cosas, tenía la misma edad que los chicos que desaparecieron La Noche de los Lápices, mi padre era comunista, sentía que se los debía”, cuenta.

Otras pinturas expuestas son de Paula Pasini y Marcela Seoane, mientras que las artistas Ana Rosa Givanetti, Mónica Vidal y Silvia Carrasco optaron por técnicas mixtas. El collage está presente en muchas de ellas y es la técnica principal en los cuadros de Patricia Pellegrini y Verónica del Giudice. Por su parte, Vicky Biagiola realizó Mujeres de fuego a partir de acrílicos cortados con láser.

Con la coordinación de Ariel Muñoz y entrada gratuita, la muestra puede visitarse de martes a sábados por la tarde en Humahuaca 3508, en el barrio de Abasto.

“El placer es revolucionario” se lee en el cartel que aferra una mujer fotografiada por Hasenberg hace 40 años. ”Queriamos rescatar esa frase para pensar el cuerpo desde el disfrute de la sexualidad, pero también de la feminidad”, sostiene la escultora y arteterapista Estela Garber, sobre la idea detrás de su obra Chaleco antibalas Feminista. Se trata de una pieza de arte textil que realizó junto con la joyera Diana Torcoletti. Acerca del nombre, comentan que “ser feministas en este momento requiere portar metafóricamente un chaleco protector ante múltiples agresiones, como ironía del que usan políticos como Milei en los actos públicos”.

Su significado se refuerza a la luz de las amenazas del gobierno, algunas concretadas, de retroceder en materia de derechos. A la eliminación de programas y ministerios destinados a reducir la desigualdad, se le suma el proyecto de Ley Bases. La inclusión de la eliminación de la moratoria jubilatoria afectaría a mujeres que trabajaron toda su vida como amas de casa, o en trabajos precarios sin aportes. Por su parte, los cambios en licencia por maternidad permitirían a los empleadores hacer trabajar a una embarazada hasta diez días antes del parto.

El chaleco negro cuelga del techo en La Casona y sintetiza en las intervenciones  los avances de las luchas, como el acceso a los anticonceptivos y profilácticos, o la posibilidad de acceder a la educación y el mercado laboral. Al mismo tiempo, estas se articulan con experiencias personales:  “Diana tiene la costumbre de salir cerca del Parque Rivadavia los domingos a buscar muñequitos vintage que hacen a sus recuerdos, yo busqué distintos retazos en la casa de mi mamá y los agregamos también”, cuenta Garber.

En una esquina, destaca por su tridimensionalidad la obra de María Dogliotti. Sobre una base forrada con las fotos de Hasenberg, se erige un vestido rojo junto con unas hojas violetas y verdes, colores que distinguen al movimiento en los últimos años, especialmente a partir de su expansión con la lucha por la despenalización y legalización del aborto. Su título remarca uno de los sentidos más importantes de la muestra: La lucha sigue.