Un abrazo por la memoria

Un abrazo por la memoria

Los trabajadores del sitio de la memoria ex-Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio Virrey Cevallos convocaron a una asamblea pública este lunes 13 contra los despidos de todos sus trabajadores, ordenados por el secretario de Derechos Humanos Alberto Baños.

—Empecemos a sentarnos en el piso así entramos todos- dispuso una mujer para organizar el poco espacio que quedaba en un garage del barrio de Monserrat. La gente ya había ocupado la bicisenda que pasaba frente al ingreso, cortando el paso de ciclistas furiosos que echaban puteadas a toda velocidad. Quizás no conseguían leer lo que decían los carteles de estos “desubicados”, o no llegaban a escuchar lo que los “imbéciles» que no estaban sobre la vereda, como corresponde, decían por el micrófono. Quizás no se percataban, al igual que los vecinos del barrio en su momento, que detrás de ese garage, sobre la calle Virrey Cevallos, funcionó un centro clandestino de detención, tortura y exterminio durante la dictadura cívico-militar. «En esa época, mi viejo tenía el local a la vuelta. Nunca supo lo que pasaba ahí dentro hasta que se recuperó como espacio para la memoria», contaba Franco, dueño de la cancha de padel frente al centro.

El Virrey Cevallos convocó a una asamblea abierta por su situación crítica: todos sus trabajadores fueron despedidos por la Secretaría de Derechos Humanos y la tajante directiva del «No hay plata». Para quienes sostienen el funcionamiento del centro desde hace veinte años, no es casualidad el brusco ataque al espacio de memoria más pequeño de los siete -más el museo ex-Esma- que hay en la Ciudad de Buenos Aires. Un eslabón fácil, pensaban, sin considerar la comunidad que florece cada vez más rápido para defender a la Memoria, Verdad y Justicia. 

Frente a las muestras de apoyo de los distintos sindicatos, agrupaciones y autoconvocados, también hay organización. El Virrey Cevallos convoca a un festival junto a los demás espacios para el próximo 25 de enero en su mismo centro: «Allá está nuestra compañera para anotar a todos y todas que tengan algo para ofrecer y participar; puede ser un espectáculo, algo para vender, lo que sea. También les recordamos que si trabajan o conocen a dirigentes políticos, o sindicales, o agrupaciones que les parezca importante que conozcan el centro, los invitamos a enviarnos un mensaje para organizar visitas guiadas. Habitar estos espacios es lo que los mantiene vivos», dijo Malena, una de las trabajadoras despedidas. El próximo sábado 18 de enero habrá una visita guiada para quien quiera acercarse.

“No vino tanta gente como esperaba”, expresó un vecino del barrio, algo desencantado. Las 10 mil personas que asistieron al pasado festival contra el cierre del Haroldo Conti dejó la vara alta y esperanzada. Sin embargo, en la cuadra del Virrey Cevallos no dejaban de aparecer abrazos espontáneos, sentidos, con camaradería. 

—¡Qué hacés, Rolo! -gritó un hombre emocionado al encontrarse con su compañero de marchas. También estaba Araceli, la mujer mayor que vende sus llaveros en todas las convocatorias: «Esta es mi fuente de ingreso, con la jubilación no me alcanza. A veces no puedo estar en todas, pero intento participar y colaborar siempre. Hace poco le llevé llaveros de pañuelos blancos a las Abuelas para que pudieran recaudar algo más con ellos», dijo mientras señalaba la mercadería que produce junto a su nieta.

Quizás, el vecino de más arriba no se encontró con el mismo escenario populoso de la ex-Esma; pero en esa oscura casa del barrio de Monserrat, el amor y el apoyo de la comunidad se contagiaban en la lucha por mantener viva una causa todavía sin concluir. 

«Nosotros nos estamos yendo de a poco, pero hay que seguir estando», le dijo un señor con boina y bastón a un joven compenetrado con las palabras del adulto. Lo marcaron, porque al poco tiempo no aguantó decirle a sus dos compañeros: «Me parece importante que vengamos el sábado que viene. Tenemos que ser más la próxima vez». 

«El Conti no se toca»

«El Conti no se toca»

Miles y miles de personas rebalsaron el predio de la ex-Esma en defensa del centro cultural que allí funciona y de las políticas de memoria, verdad y justicia que el gobierno quiere desterrar. Manifestaciones artísticas, dirigentes de diversos espacios y gente de a pie se reunieron para repudiar el despido de 50 trabajdores y el ajuste en políticas derechos humanos.

Miles de personas se acercaron al festival contra el cierre del Centro Cultural Haroldo Conti. El secretario de Derechos Humanos Alberto Baños anunció el 31 de diciembre -horas antes del brindis de Año Nuevo- su cierre por «reestructuración». El 2 de enero los trabajadores fueron recibidos por la policía en las puertas del centro; 50 de los 79 empleados encontraron su nombre en la lista de despedidos, impidiéndoles el ingreso al establecimiento.

El ajustazo contra las políticas de Memoria, Verdad y Justicia sigue en avance. Una vez más, el espacio de memoria ex-Esma recibió el impacto del gobierno de Javier Milei: en solo una semana, se puso en duda la continuidad del Archivo Nacional de la Memoria y se anunció el cierre -por una reestructuración que nadie sabe en qué consiste- para el Centro Cultural Haroldo Conti. Ante tal conmoción, miles de personas caminaron por la avenida Libertador para encontrarse con otras miles en el festival en contra de su cese. A las 18 horas, puntual a su convocatoria, el predio ya estaba repleto; pero una vasta murga afro consiguió hacerse lugar para su performance. La marcha bailable de su candombe llevó a los presentes al frente del escenario. Comienzó el acto.

Son alrededor de 50 artistas y oradores convocados para defender la Memoria. El Tata Cedrón, quien inauguró el acto con un sentido tango, se siente honrado de haber conocido a Haroldo Conti: «Un tipo humano, tierno, solidario, se lo veía en la cara. Mi hermano vio cuando se lo llevaron los militares, lo extraño mucho. Ningún otro podría haber tenido el honor de cargar el nombre de este centro cultural».

El Haroldo Conti es un espacio que permite una enorme diversidad y expresividad artística, pero forma parte de una conquista histórica de la sociedad civil, de décadas de lucha colectiva. Para Damián Lamanna Guiñazú, trabajador de hace 13 años, detrás del Conti hay algo más grande: «Es un espacio que se lo apropió la comunidad, la memoria colectiva, y cuando digo memoria me refiero a muchas memorias haciendo fuerza para consolidar algo. En el Conti pasan y pasaron artistas de todas las generaciones, en el Archivo Nacional de la Memoria se guardan testimonios del bombardeo del 55, los testimonios de las travestis cagadas a palos por la policía en los ochenta, los testimonios de la dictadura… Son todas las memorias las que conviven acá, no solo las de los setenta. Cerrar este espacio es un abuso para todos, pero en momentos donde las cosas se ponen feas, la fuerza de la comunidad florece».

La Orquesta Andina del SUTEBA de Lomas entonó el Himno Nacional. La versión no necesitó más de tres instrumentos para ser igual de imponente, con una flauta de madera y un siku que guiaban la melodía que avanzaba lenta, pausada, emotiva, alcanzando todos los rincones. Los presentes cantaron casi en susurro, como conectados; hasta que llegó el “Sean eternos los laureles que supimos conseguir” a todo pulmón. Los retoños de la comunidad floreciente. 

Mientras la música continuaba, en el predio también había una feria de emprendedores con de todo: stickers, libretas, serigrafía, hasta salames y quesos. Una mujer mayor sin puesto caminaba y ofrecía sus llaveros con forma de pañuelo por 2.500 pesos a todo aquel que se le cruzaba. Cada tanto también se echaba una cuclilla difícil de mantener para enseñar su mercadería a quienes estaban sentados. La jubilación no permite perder oportunidades de venta. 

Paula Fernandez es otra de las despedidas del Centro. Trabajó allí 15 años, desde que se creó el espacio. Cuenta que el viernes 26 de diciembre comenzaron a llegar los telegramas para sus compañeros. Aunque todavía no llegó el suyo, lo espera, porque sabe que los trabajadores de contratación bajo la denominación llamada en la jerga interna ACARA fueron todos despedidos. De una plantilla de 79 personas, en el Conti quedaron alrededor de 30. También, fue de las que no adhirió al extorsivo retiro voluntario; planeaba trabajar allí toda su vida.

 

—Gracias al Conti soy orgullosamente estatal. No lo cambio por nada- dice.

 

Entre la multitud, de repente, se hizo una gran ronda, impensada de lograr por el poco espacio que había. Es que el grupo circense de más de 20 personas que hizo su sorpresiva aparición para compartir un pequeño show en medio de toda la comunidad. Los payasos, malabaristas y bailarines hicieron sus gracias al son de un clarinete y una trompeta. Colmados de ovaciones al final, dieron el grito por los 30 mil desaparecidos presentes, junto a la respuesta y los puños en alto del público, con la misma fuerza de los aplausos del cierre. ¿Cómo es que dentro de la diversión y el disfrute se encuentra una causa tan potente? Los trabajadores del Conti lo saben muy bien: la cultura no está exenta de la memoria. O mejor dicho, la memoria está en la cultura. Que el Conti esté dentro de uno de los centros de detención y tortura clandestinos más grandes de latinoamérica es la manera de combatir el olvido de nuestra historia, porque un pueblo sin memoria está condenado a repetirla.

Es por eso que el predio de la ex-Esma estaba enteramente saturado. El bar de la agrupación H.I.J.O.S estaba repleto de personas riendo bajo los farolitos colgados en los árboles; los niños aprovechaban el extenso estacionamiento frente a la Secretaría de Derechos Humanos para unos pases largos con la pelota o para darse enviones eternos en el monopatín. “Papá, ¿qué hace el señor con esas fotos?”, preguntaba un curioso sobre el cartel de Néstor bajando el cuadro de Videla del Colegio Militar. Marina y Gustavo también vinieron con su hijita de 6 años: «Ella sabe, hace preguntas y le contamos para que entienda. La otra vez quiso saber qué es un desaparecido. Nosotros vamos todos los 24 de marzo, el jardín público también cuenta sobre este momento a su manera. El tema está presente y ella hace preguntas porque quiere saber». 

Finalmente, llegó la noche. Los organizadores comenzaron a repartir vasos de plástico y velas para hacer pequeñas antorchas mientras Tati Almeida tomaba el micrófono. El enojo se le sentía en la voz, lista para un “mano a mano” con Milei y Villarruel: «Yo quisiera preguntarles en la cara si están de acuerdo con sus amigos genocidas de haber tirado al río a tantos hijos nuestros en ese avión que recuperamos», mientras señalaba al Skyvan PA-51 en medio del predio, utilizado para los vuelos de la muerte. Pero el odio del gobierno no terminó por cegarla: “Las velas son para alumbrar el camino que vamos a continuar”.

La noche avanzaba igual que la lista de quienes tomaban el micrófono y las tablas para mostrar su apoyo y compromiso contra el cierre del Conti, y contra todo el intento de barrer la memoria de un pueblo entero. Desde Liliana Herrero hasta la Asociación Mocha Celis, desde el folcklore convocante hasta la cumbia conquistante, el mensaje fue el mismo: los desaparecidos están presentes y depende de nuestra lucha mantener vivo su recuerdo. Como dijo Nana Gónzalez, trabajadora del Centro y delegada de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), «Seguiremos convocando». Porque una vez que el fuego de la memoria arde, es muy difícil apagarlo.

La motosierra avanza sobre los derechos humanos

La motosierra avanza sobre los derechos humanos

Una asamblea de trabajadores del estado se convocó de manera urgente este jueves en el predio de la Ex-ESMA ante el anuncio del cierre del Centro Cultural Haroldo Conti y el Archivo Nacional de la Memoria. ATE denunció la militarización del predio y despidos masivos en la Secretaría de Derechos Humanos. También hubo cesantías en Parques Nacionales. Mirá las fotos de ANCCOM.

Una memoria de película

Una memoria de película

El viernes 13 se exhibió en la Casa por la Identidad de las Abuelas de Plaza de Mayo, en el Espacio de Memoria y Derechos Humanos ex ESMA, el documental Un Jardín para Pichón, de Carla Ciarocchi. El film recuerda a Gerardo “Pichón” Escobar, víctima de la violencia policial asesinado en el año 2015 en la ciudad de Rosario.

“Desde el retorno de la democracia hasta el 24 de febrero de 2023, 9.175 personas fueron asesinadas en hechos con participación del Estado” es la frase con la que inicia Un jardín para Pichón. Su directora, Carla Ciarocchi, dice que las preguntas originarias al momento de comenzar a escribir el guion fueron: “¿Cómo pudo pasar esto?” “¿Cómo pudo haber gente que haya hecho esto?”. 

Gerardo “Pichón” Escobar trabajaba en la dirección de Parques y Paseos de la municipalidad de Rosario y era encargado de la cuadrilla que mantenía la rotonda ubicada en el cruce de bulevar Oroño y Pellegrini. Un mes después de su homicidio, sus compañeros transformaron el sitio en un espacio de memoria, escribiendo con flores el nombre “Pichón”. Casi diez años después, el equipo de Parques y Paseos continúa con el mantenimiento del memorial. “A lo largo de los años he pasado por ahí en bicicleta y ver el memorial y que esté mantenido y cuidado siempre me conmovió, siempre lo miré. Y en un momento decidí escribir un documental y tomé eso como tema, como punto de partida”, relata Ciarocchi.  La película está centrada en ese ejercicio activo de la memoria y busca multiplicar la historia de Pichón con testimonios de compañeros de trabajo, de su hermana Luciana y de sus docentes en la Escuela de Jardinería y de la escuela donde Gerardo estudiaba para terminar la primaria. “No quería que fuera una noticia de televisión, quería buscar y conocer eso que cada persona recuerda”, explica la directora. “Tenía muy en claro que quería que sea una historia luminosa, filmamos de día, sonoramente es una película que suena a pájaros, a árboles, a agua. Y, además de esa decisión estética, buscamos hacer foco en la memoria, en el hoy y cómo se lo recuerda, no tanto en la parte judicial”.

Para su hermana Luciana, “Pichón era la primavera, vino con ella, es importante que su historia se siga contando, más allá de cómo pasó. Me quedo con eso, con poner mi granito de arena como hermana en haberla contado en el documental. Ahora la película ya puede moverse y la historia de Pichón ya se cuenta sola, y esa es la manera de transformar todo ese dolor en lucha”. 

 

El accionar de la injusticia  

Gerardo Escobar tenía 23 años, trabajaba en la Dirección de Parques y Paseos de la Municipalidad de Rosario, y estudiaba en la Escuela Nocturna Nº 30 para terminar la primaria. La noche del 14 de agosto de 2015 salió con sus amigos, tuvo fortuna en el casino y para festejar acudió al boliche La Tienda. Salió de allí entrada la madrugada. En el registro de una de las cámaras de seguridad se ve a uno de los patovicas del lugar, Cristian Vivas, golpeándolo en el suelo. En otro video aparece corriendo y cuatro testigos lo vieron escondido detrás de un auto. Es la última vez que se lo ve con vida. Para la familia su ausencia era extraña, y por eso acudió a la policía. Estuvo desaparecido una semana, mientras sus familiares y amigos lo buscaron intensamente, hasta que fue encontrado sin vida en el río Paraná.

Dos policías,  Luis Alberto Noya y Maximiliano Amiselli, y tres patovicas, Cristian Vivas, José Luis Carlino y Cesar Darío Ampuero, fueron detenidos e imputados. La hipótesis de la querella y la fiscalía es que Escobar fue metido en un patrullero y trasladado a la seccional 3ª, donde fue golpeado hasta la muerte y su cuerpo arrojado al río.

La querella logró, luego de varios meses, que la causa fuera trasladada a los Tribunales Federales por tratarse de un caso de desaparición forzada. Los cinco imputados estuvieron detenidos durante un año, hasta que  el juez Marcelo Bailaque los sobreyó y liberó. La decisión fue anulada por la Cámara Federal, que dictó un cambio en la figura de sobreseimiento por el de falta de mérito, lo cual permitió que la causa continúe abierta, con los acusados en libertad. En tanto, el juez Bailaque fue recusado y se retiró de la causa.

A más de nueve años de los hechos, la justicia no ha realizado ningún avance, dejando sin curso la investigación de varias pistas, como la prueba de que el celular de Cristian Vivas fue detectado en la región del puerto donde apareció el cuerpo de Pichón. Además, la autopsia realizada por la médica forense Virginia Creimer confirmó que el joven no murió ahogado, invalidando la versión que especulaba con un posible sucidio o caída al agua a causa del alcohol, sino que fue arrojado sin vida al río. Por otro lado, surgen sospechas respecto a los registros de las cámaras de seguridad que captaron a Gerardo corriendo por la calle, luego de ser golpeado por Vivas y el registro que sigue a ello “se perdió”. Los 38 minutos faltantes, desde las 5:42 a las 6:20 de la mañana, coinciden con el momento de los hechos y podrían haber sido claves para el esclarecimiento del caso. Tampoco se avanzó en las investigaciones respecto a los hematomas y golpes que presentaba el cuerpo del joven. 

“Al principio creía en la justicia, en que iba a pasar algo con el caso de mi hermano. Por suerte, paralelamente fui construyendo un camino de justicia popular, junto con otros familiares. La cosecha de esos años de lucha nos trae hoy a este espacio”, dice Luciana. 

Sin justicia, con Memoria

Desde su aparición sin vida, el nombre “Pichón” escrito con flores mantiene viva la memoria del joven. Además del recuerdo floral, la familia, los compañeros y docentes de Escobar en la escuela nocturna, lograron que en 2017, el Consejo Municipal de Rosario declarara el 24 de septiembre, fecha de cumpleaños de Gerardo, como el Día del y de la Estudiante de Escuelas de Adultos. 

Al contrario del accionar del Poder Judicial, Luciana Escobar se ha mantenido activa, militando contra la violencia institucional y exigiendo justicia por su hermano, para que no lo sigan desapareciendo. “Creo que el arte permite llegar a muchas personas, acercandolas a través de los detalles, del recuerdo de cómo se reía, de cómo estudiaba, de qué hacía”, dice Ciarocchi. Y agrega: “No hay que permitir que nos ganen con el olvido, porque el objetivo del Poder Judicial y de la policía es que nos olvidemos, porque olvidarlo es como si no hubiera pasado. Entonces traerlo al presente es la herramienta que tenemos para que no nos ganen”. 

Si bien el día anterior la película se había exhibido en La Plata a instancias de la Comisión Provincial por la Memoria, no es casual que la presentación del documental haya sido en la Casa por la Identidad, en el Espacio de Memoria y Derechos Humanos Ex-Esma. En el pasillo que lleva desde la puerta de la Casa de las Abuelas hasta el auditorio donde se proyectó la película, las paredes exhiben una muestra fotográfica sobre la violencia policial. ”Esas locas, como las llamaron en su momento, que empezaron a dar vueltas con sus pañuelos, fueron armando un camino, que hoy nos muestra, después de tantos años, cómo el Estado sigue siendo el mismo cómplice para que se repitan estos casos”, reflexiona Luciana. “Y hubo otras madres que tiempo después se calzaron sus remeras con las fotos de sus hijos, de sus hijas, y detrás de esas madres viene una trinchera muy importante que son las hermanas”, dice.  “Las hermanas estamos ahí para esas madres que si se caen, nosotras las sostenemos. Y somos mujeres que desde el amor, sin que nos gane el odio, transformando muchas veces el enojo, ponemos el cuerpo”, concluye Escobar. 

“Fueron los 18 días más largos de mi vida”

“Fueron los 18 días más largos de mi vida”

El martes se llevó a cabo la 4ta sesión por la megacausa Mansión Seré IV y RIBA II en la que prestaron testimonio de manera virtual el sobreviviente Sergio Giovanni Gobulin y su esposa Ana Zulma Barzola. La defensa pidió que testifique el papa Francisco.

“Fue para nosotros la cancelación de todos nuestros proyectos en la vida: el desarraigo», analizó Sergio Giovanni Gobulin, sobreviviente que testimonió de manera virtual desde Italia en la cuarta sesión por la megacausa de Mansión Seré IV y RIBA II. “Fue un dolor muy grande abandonar mi país, que considero todavía mi patria”, sostuvo el testigo y agregó: «Por un par de años en la casa que alquilábamos, no colgábamos nada en las paredes, porque íbamos a tener que sacar todo para irnos». También declaró en carácter de testigo su esposa, Ana Zulma Barzola quien afirmó que el sacrificio del exilio requirió de una gran resiliencia: “Quizás este proceso me puede ayudar a cerrar una herida que con el tiempo fue cicatrizando, pero que todavía está abierta”, reflexionó la testigo y agregó que “los exiliados tienen un tipo de melancolía diferente, parte de desarraigo e injusticia”. A su vez analizó: “Pudimos continuar haciendo lo nuestro con las cosas que traíamos en el baúl», en relación a la labor de solidaridad social que consolidó la pareja antes del exilio, en el barrio Villa Mitre, localidad de San Miguel, convicción que los acompañó en los años de desarraigo.

En esta jornada se juzgaron particularmente los crímenes imputados a Ernesto Rafael Lynch como teniente primero y luego capitán de la VIII Brigada Aérea de Moreno, centro clandestino del cual dependían las Comisarías 1° de Moreno, la 5° de Paso del Rey y 6° de Francisco Álvarez. La abogada Clarisa Góngora, integrante de la Asociación Civil Moreno por la Memoria, querellante de la causa, expresó en diálogo con ANCCOM la importancia de los testimonios de la pareja que actuó con alto grado de participación y solidaridad, que sirven como forma de “visibilizar y resguardar en la memoria una época de comunidad unida y que, como otros compañeros, vecinos y vecinas organizados del barrio, también sufrieron la persecución de las fuerzas militares, e incluso que hasta la actualidad muchos de ellos se encuentran desaparecidos. No era una comunidad que miraba para otro lado. Se involucraba, participaba y daba sostenimiento”, reflexionó en referencia a quienes compartían con Gobulin las actividades de ayuda social que realizaba en Villa Mitre.

El 11 de octubre de 1976, Gobulin pidió permiso laboral para avanzar en la construcción de la casa de la pareja. En el trayecto hacia el corralón, lo interceptaron tres personas vestidas de civil y lo subieron a un auto. Se dirigieron a la construcción, donde había más personas, algunas uniformadas, y varios vehículos. Ahí le vendaron los ojos, lo esposaron y lo subieron al baúl de un auto. Treinta y cinco minutos tardó el recorrido hasta llegar al que sería su destino por 18 días: un centro clandestino de detención y tortura. Lo dejaron vendado y atado con esposas, en una pequeña pieza con una diminuta ventana. Los interrogatorios comenzaron esa misma tarde y se sucedieron dos veces al día. Mediante torturas siniestras y artimañas macabras, el objetivo de cada sesión era el mismo: hacerle confesar que pertenecía a una agrupación, junto con Rodolfo “Rolo” Freyre, también víctima en este caso: “Yo pensé que me iban a preguntar por la actividad social que realizaba en Villa Mitre, pero me di cuenta que de eso no sabían nada”. Pasaron los días de encierro: “Distinguía el día de la noche solo mirando por la ventanita”, expresó el testigo.

“Una noche me hicieron reconocer la voz de mi hija, me dijeron que mi mujer y mi hija estaban ahí, les dije que sostenía lo mismo, pero que sí implicaba su libertad me declaraba culpable”, expresó Gobulin en relación a una de las situaciones más crueles que le tocó vivir dentro del centro de detención, dado que no estaba en situación de poder distinguir qué de lo que le contaban era mentira o verdad: “Estaba convencido de que las habían agarrado”, sintetizó el testigo, que hoy puede reflexionar que “seguramente usaron a una niña” para ejecutar esta maniobra.

El día de su liberación fue el 29 de octubre. Lo tiraron a una zanja cerca de la casa de sus suegros, hasta la que debió arrastrarse dado que no podía mantenerse en pie. En ninguno de los días de cautiverio comió, le daban agua de forma ocasional y ni siquiera lo sacaban de la pieza para ir al baño. Fue ingresado en el Hospital Italiano por un accidente en la calle, con otro nombre y apellido. “Le preguntaban si antes del accidente comía, porque tenía los valores muy alterados, tenía desnutrición”, declaró su esposa. Allí se reencontraron los tres y recibieron protección consular de la Embajada de Italia. Las consecuencias del secuestro fueron relatadas principalmente por Ana Barzola, esposa de Gobulin, quien dio algunos detalles de las torturas que su marido sufrió y con las que tiene que lidiar hasta la actualidad: “Tiene secuelas físicas, porque le saltaban encima de la columna, como parte de los tormentos que vivió”.

“Fueron los 18 días más largos de mi vida”, declaró Barzola, también víctima de estos crímenes que los llevaron al exilio. Relató cómo vivió el secuestro de su marido y cómo lograron esconderse ella y su hija Natalia para evitar que también las secuestraran. La testigo hizo hincapié en la ayuda que recibió del actual papa Francisco, quien realizó una serie de averiguaciones para lograr dar con su paradero y conseguir su libertad. También narró diferentes peripecias que tuvo que atravesar, como los varios allanamientos que vivió su familia. En uno de ellos, la madre de Ana Barzola increpó a uno de los policías: “¿Ya se dieron cuenta que acá no hay armas?”. Y el policía respondió: “A nosotros nos interesan quienes tienen armas acá”, relató la testigo señalando su cabeza.

Antes de finalizar la audiencia, quedó solicitado por el fiscal Felix Crous, en representación del Ministerio Público Fiscal, el testimonio de Nancy Barzola, hermana de Ana. Por su parte, la defensa del imputado Leston, solicitó el testimonio del papa Francisco, quien en aquel entonces era el padre Jorge Bergoglio, señalado como una figura central en la aparición con vida del detenido Sergio Gobulin: “Se puso en movimiento al día siguiente de mi secuestro, visitó diferentes cuarteles y luego de mi liberación me confirmó que había sido detenido por la Fuerza Aérea”. Sin embargo, antes del inicio del juicio, en la audiencia preliminar, desde la querella de Moreno por la Memoria ya se había presentado la petición para que aporte información en calidad de testigo pero “se desestimó directamente desde el tribunal”.

Desde Moreno por la Memoria reafirmaron la importancia de sumar otros testimonios sobre el caso de Sergio Gobulin, como el de su cuñada, cuyas vivencias fueron relatadas por Ana Barzola: “En el barrio hubo miedo, mi hermana perdió a todas sus amigas, tuvo varias secuelas, entre ellas, facetas depresivas”. Desde la asociación concluyeron que “era una niña cuando allanaron su domicilio y padeció el interrogatorio y el vandalismo de su casa. A eso se suman todas las secuelas de lo que tuvo que afrontar después”. Por otro lado adelantaron que a partir de noviembre, las audiencias de la megacausa serán cada 15 días, ya que se alternarán con el inicio del juicio Campo de Mayo.

Dos testimonios que hilan, desde sus distintas vivencias, una misma historia, conocida en partes, a lo largo de los años, con los aportes de familiares y amigos que siguen reclamando Memoria, Verdad y Justicia.