Primeras declaraciones en el juicio de La Pastoril

Primeras declaraciones en el juicio de La Pastoril

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Por Tomás Castelli

Fotografías: Captura de pantalla de La Retaguardia

En el juicio se investiga a la desaparición de la cúpula del PRT-ERP.

Este jueves 4 de noviembre transcurrió el cuarto día del juicio que investiga los crímenes de lesa humanidad ocurridos el 29 de marzo de 1976 en la quinta La Pastoril, con la novedad que fue la jornada en la que comenzaron las declaraciones testimoniales. Comenzaron María Ofelia e Iris Lidia Agorio, hermanas del desaparecido ese día en la quinta, Nelson Alberto Agorio, de quién no se supo nada más hasta 2008, cuando el Equipo Argentino de Antropología Forense encontró su cuerpo enterrado como NN en el cementerio de Moreno. Por la causa hay ocho imputados: los militares retirados Juan Manuel Giraud, Carlos Alberto Guardiola, Juan Carlos Jöcker, Héctor Alberto Raffo y Eduardo Sakamoto; y los policías retirados Julio Alejandro Pérez, Juan José Ruiz y Julio Salvetti. Todos son juzgados por cometer hechos de homicidio y de privación ilegítima de la libertad. 

La jornada estuvo marcada por interrupciones desde el comienzo. La menor de las hermanas, María Ofelia, tuvo que esperar dos horas más de lo que había sido citada para dictar su testimonio, luego de un pedido de los abogados defensores, liderados por Guillermo Fanego, representante del imputado Juan Manuel Giraud, quien solicitó la presencia de la testigo (y los futuros testigos del juicio) en el Tribunal N°5 de San Martín o, en su defecto, la presencia de un representante del Tribunal en el lugar donde se encontraba próxima a declarar, para garantizar la ausencia de terceros o de documentos que pudieran orientar su testimonio, luego de hacer referencia además a la neurociencia y a la psicología gestual. Tanto el abogado querellante, Pablo Llonto, como la fiscal general, María Ángeles Ramos, pidieron el rechazo a esta petición, ya que la consideraron absurda y sin fundamentos. La declaración de María Ofelia se vio obligada a esperar aún más, pero a ella se la notaba tranquila. Ante el pedido de disculpas por la demora del presidente del Tribunal, Matías Mancini, previo a retirarse unos minutos para debatir sobre el pedido, la menor de las hermanas afirmó: “Hace 45 años que estoy esperando, estar una hora más o menos no me va a cambiar nada. La verdad es que tengo la piel gruesa”.  Apenas unos días atrás todas las partes habían estado de acuerdo con estas condiciones y con la modalidad semipresencial, y que a ninguno de los imputados se los obliga a estar de forma presencial, fue rechazado por el Tribunal. 

Luego de la espera, la menor de las hermanas Agorio comenzó su declaración de manera virtual, seguida luego por Iris Lidia, quien se encontraba de manera presencial en el Tribunal. Ambas coincidieron en que Nelson Alberto Agorio era una persona “amorosa, sociable, siempre sonriente, muy cariñosa”. Hijo mayor, de padre lechero y madre trabajadora en hogar de niños, siempre fue el mayor orgullo de su padre, quien deseaba que sus tres hijos pudieran estudiar y aprender lo más posible, para trabajar menos tiempo y cobrar un mejor sueldo que él, cuando fueran mayores. Nelson terminó la secundaria como perito mercantil y, en 1973 ingresó al Servicio Militar, cuando ya formaba parte del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT – ERP). Iris Lidia recuerda mejor el episodio vivido en julio de 1974 que su hermana, que solo tenía 11 años, cuando recibieron un llamado avisándoles que Nelson se encontraba detenido en Córdoba. A fin de ese mes lo soltaron por falta de prueba de delito, pero a partir de allí nada fue igual. En 1975, Nelson pasó a la clandestinidad debido a que lo perseguían por su militancia, y la casa de los Agorio comenzó a ser vigilada las 24 horas. 

El 29 de marzo de 1976, Nelson tenía 23 años. Unos días después, los Agorio recibieron un papelito por debajo de la puerta, avisándoles que buscaran al hijo varón, porque algo había sucedido. Allí empezaron las idas y vueltas, según recuerdan las dos hermanas. Iban de comisaría en comisaría sin obtener respuestas útiles, y la angustia comenzó. En la de Moreno, solo dejaron entrar a la madre de la familia, a quién el comisario Hernández le indicó que se fijara en unas fotos si uno de los cuerpos sin vida que aparecían en el terreno de la quinta La Pastoril era el de su hijo. Pero Nelson no era ninguno de ellos. Unos días más tarde, otro mensaje oculto fue deslizado bajo la puerta de los Agorio, pero esta vez contenía una fecha y el hipódromo de San Isidro como lugar de encuentro. Allí, Eduardo, amigo de Nelson, les contó lo sucedido: que a Nelson lo fusilaron el 29 de marzo de 1976, cuando intentaba escapar en un auto que se quedó sin nafta mientras era perseguido por dos camionetas del Ejército, y que, tras salir del auto entregándose con los brazos en alto, un testigo escuchó una ráfaga de tiros, y nunca más lo volvió a ver. Nelson se encontraba en la quinta La Pastoril, en el cruce de la Avenida Monsegur y la calle Padre Fahy, participando de una reunión del PRT, a donde había asistido para discutir con sus compañeros los pasos a seguir frente al nuevo golpe militar, 

La vuelta a la democracia en 1983 le devolvió la esperanza a la familia Agorio, al menos de encontrar el cuerpo del hijo mayor. Cuando se enteraron de la existencia de la CONADEP, rápidamente escribieron el relato y lo llevaron junto a la foto de Nelson a la organización, llenos de esperanza. Sin embargo, ésta se fue diluyendo ante la ausencia de respuestas. El 31 de diciembre de 1986, una semana después de la sanción de la Ley de Obediencia Debida y Punto Final, el padre de la familia Agorio falleció. La situación permaneció sin cambios hasta el nuevo siglo, cuando, en el año 2002, Iris Lidia se enteró que había un organismo de Derechos Humanos que aglutinaba a los hermanos de desaparecidos, y así ambas hermanas se sintieron contenidas, y gracias al soporte material y emocional que encontraron allí, juntaron fuerzas para continuar la investigación. Al año siguiente, fueron contactadas por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), que les comentó sobre posibles novedades del caso de su hermano gracias a un cruce de huellas dactilares en la comisaría de Marcos Paz, no sin antes advertirles que no se hicieran muchas ilusiones, porque las probabilidades eran mínimas. Cinco años más tarde, en 2008, el EAAF las contactó nuevamente, esta vez para confirmarles que habían identificado los restos de Nelson, inhumados el 31 de marzo de 1976 en el cementerio de Moreno. 

Ni siquiera una nueva interrupción del abogado defensor Guillermo Fanego, quién volvió a recurrir a la Teoría de los Dos Demonios, tal como es habitual, para poner en duda el testimonio de las hermanas Agorio sobre su hermano Nelson, pudo opacar los claros relatos de María Ofelia e Iris Lidia. Ambas se mostraron, por momentos, visiblemente conmovidas situación completamente lógica si se tiene en cuenta los años de angustia y lucha que atravesaron en búsqueda de respuestas sobre su hermano. Aun así, se mantienen firmes y en pie, con un pedido central: “Nosotras vamos a seguir resistiendo como familia, como lo hicimos toda la vida, pero pedimos que este Tribunal reconstruya los hechos e imparta justicia. Sólo eso”. 

Y florecerán mil nietos y nietas

Y florecerán mil nietos y nietas

En el marco del Día Nacional del Derecho a la Identidad, Abuelas de Plaza de Mayo celebra un nuevo aniversario. Se cumplen 44 años de lucha y de la fundación del organismo, que invita a participar de la campaña “Florece Identidad”. Con el objetivo de visibilizar, una vez más, la búsqueda de los nietos y nietas que todavía no conocen su verdadera identidad.

“Al principio los buscábamos con entusiasmo y con alegría, por ahí con algunas lagrimitas. Pero nos dimos cuenta de que nos iba a costar mucho. Entonces decidimos dejar las lágrimas en la casa y salir a buscarlos con todas las fuerzas de nuestro corazón. Y logramos lo que nos habíamos propuesto, dijimos que hasta que el último nieto no recobre su identidad no nos íbamos a separar. Así lo hemos hecho y todavía seguimos buscando. Yo hace 47 años que busco a mi nieto. Pero todavía guardo la convicción de que no me voy a ir a vivir a las estrellas hasta que no lo encuentre, para poder contarle lo que fue la familia, lo que fueron sus padres y los proyectos tenían para él”, reflexiona Sonia Torres la máxima referente de Abuelas de Plaza de Mayo de Córdoba.

En 1977, el organismo de derechos humanos referente en Argentina y el mundo nació organizado por madres en busca de sus hijos e hijas secuestrados por la última dictadura cívico militar. El terrorismo de Estado desapareció 30.000 personas y unos 500 bebés que fueron secuestrados con sus padres o nacieron durante el cautiverio de sus madres embarazadas. Desde ese entonces, Abuelas de Plaza de Mayo sigue buscando a esos nietos y nietas que ven violada su identidad. Durante ese camino han desarrollado numerosas entidades y herramientas para garantizar este derecho, y ya restituyeron la identidad a 130 nietos que hoy conocen su historia. Por ello el 22 de octubre, el día que estiman ya estaban conformando este colectivo con las 12 primeras Abuelas, fue instituido a partir de 2004 como el Día Nacional por el Derecho a la Identidad, en homenaje a las Abuelas.

Sonia, a sus 92 años, sigue buscando a su nieto, nacido durante el secuestro de su hija Silvina Parodi y su marido Daniel Orozco, dos días después del inicio del golpe de Estado de 1976. “Yo digo que soy Abuela hace 47 años porque a la media hora que me avisaron que la habían secuestrado ya estaba en el cabildo preguntando por mi hija. Y como estaba embarazada de seis meses y medio, a medida que transcurrían los días buscaba también a mi nieto. Yo tuve una suerte que no tuvieron todas las abuelas, seguí paso a paso lo que fue la desaparición, la tortura y la muerte de Silvina. Y aunque te parezca doloroso, es mucho mejor conocer que estar en permanente agonía sin saber a dónde está”, agrega.

La incertidumbre es el factor común que recorre todos los relatos de las Abuelas. Pero también lo es para la numerosa cantidad de personas que cuestionan su identidad, así lo afirma Laura Rodríguez, miembro del equipo de Presentación Espontánea de Abuelas. En lo que va del año tuvieron 2.756 consultas a través de mails. Pero, de esa cantidad, solo 388 en CABA y GBA completaron el trámite para comenzar la búsqueda de información y ser analizados. Es decir, que de la cifra original solo 1.922 nacieron entre 1975 y 1983, y todo el resto se arrepiente o abandona el proceso.

Explica Rodríguez: “Esa gran cantidad de consultas es mucho más grande que la totalidad de nietos buscados. Abuelas, con respecto al derecho a la identidad, abrió una pregunta importantísima, instaló un problema. Que, si bien como práctica existe en todo el mundo, como pregunta solo existe en Argentina. Cualquier persona que empiece a plantear alguna duda sobre su origen se va a encontrar con una relación que le va a decir que llame, pregunte o consulte, sobre todo las generaciones más jóvenes. Lo que grafican los números es todo lo que Abuelas pudo iluminar. La posibilidad de buscar, de preguntar, de conocer esos mecanismos de búsqueda y de sintetizar todas las escuchas”.

Luego de una campaña de difusión, generalmente se recibe una gran cantidad de consultas y aquellos con la edad correspondiente son invitados a realizar una entrevista, que ahora también puede ser virtual. Cada proceso es particular para cada persona y dar el paso de plantear su duda puede ser un proceso muy demandante. “Imaginate que de repente te enteres que no sos hijo de quien te crió o de quienes se hacen llamar mamá y papá. Y empezar a pensar que hay una familia que te puede estar buscando, o tener la duda y que nadie te la quiera aclarar. Entonces necesitan contención y nosotros lo que proponemos es justamente atender esa demanda y tratar de dar la mejor respuesta. Los casos son personas que vienen con una necesidad de poder ser ayudados en ese camino, que a veces les tomó muchos años llevar a delante”, comparte Manuel Gonçalves Granada, nieto restituido en 1997 y el primero en integrar la Comisión Directiva de la organización.

Por otro lado, Rodríguez remarca lo esencial de la entrevista con Abuelas. “Cuesta un montón llegar, pero no hay personas que no se sientan mejor después de haber tenido la entrevista. Es hora de poder ponerle palabras a eso que no te animabas a decir. Sobre todo, para ordenar, porque son 40 años de hipótesis y sensaciones; en la charla se trata dónde buscar una respuesta. A mí, particularmente, me parece muy importante poner en historia, esto de que todas nuestras historias están ancladas en un contexto y nos sitúan”.

Luego de este paso se completa un formulario y la organización se pone en contacto con la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI), quien verificará que los datos que figuran en el acta de nacimiento coincidan con el libro de partos que debería estar en el lugar de nacimiento. En los casos en que la persona que figura como madre no se encuentre en dicho registro se realiza un análisis de ADN, para comparar con el de los grupos familiares de personas desaparecidas.

La búsqueda es permanente, porque a pesar de los logros de los encuentros concretos y el derecho construido, aún existen alrededor de 300 familias que continúan buscando. Es por eso que la convocatoria a la sociedad para acompañar este reclamo, no para. Este 22 de octubre, la campaña “Florece Identidad” propone a la sociedad, instituciones, organizaciones de la sociedad civil y la comunidad educativa a crear pétalos de diferentes tamaños, formas y colores para “construir colectivamente flores que nos inviten a pensar quiénes somos, de dónde venimos, qué hacemos y hacia dónde vamos”. A la vez, intenta reflexionar sobre la identidad en general, dando cuenta de la riqueza de nuestra sociedad diversa y como metáfora de la esperanza sembrada hace 44 años para ver florecer las identidades que todavía falta.

Para participar se puede descargar la flor de la campaña en la página web de Abuelas de Plaza de Mayo (www.abuelas.org.ar) o, con toda libertad creativa, armar un esténcil, hacer collage, dibujar, pintar, copiar y/o intervenir la imagen con la frase #FloreceIdentidad, para pegarla en algún lugar visible. Además de registrar la acción con fotos o videos en redes sociales este viernes, junto con las etiquetas de la campaña: #Abuelas44Años, #FloreceIdentidad y etiquetar a @abuelasdifusion.

“Sólo con el ejercicio colectivo de la memoria florecerá la identidad de quienes aún viven sin conocer la verdad sobre su origen”, afirman desde Abuelas en su comunicado. Si dudas de tu identidad comunícate, enviando un mail a dudas@abuelas.org.ar o completando este formulario. Si tenés información sobre un posible nieto/a comunícate a denuncias@abuelas.org.ar. También es posible acercarse o llamar a algunas de las filiales de Abuelas distribuidas por el país.

«Las cosas en el país serían muy diferentes si la dictadura no se hubiera llevado lo mejor de esa generación»

«Las cosas en el país serían muy diferentes si la dictadura no se hubiera llevado lo mejor de esa generación»

En una nueva audiencia virtual del juicio por los crímenes cometidos en el Pozo de Banfield, el Pozo de Quilmes y la Brigada de Investigaciones de Lanús declararon los testigos Silvia Cavecchia, compañera de detención de Miguel Ángel Calvo en el Centro Clandestino La Cacha, quien le relató su paso por el Pozo de Banfield mientras compartieron cautiverio; Yamil Robert, hermano de Norma Robert, detenida en Pozo de Quilmes; y Norberto Borzi, hermano de Oscar, detenido en la Brigada de Lanús. Tanto Miguel Ángel Calvo como Oscar Borzi permanecen desaparecidos.

La primera testigo en prestar declaración fue Silvia Cavecchia, secuestrada el 1° de marzo de 1977, junto a otros dos compañeros, en Formosa capital. Pasados 25 días de cautiverio, Silvia fue trasladada por vía aérea a la provincia de Buenos Aires. “Nos llevan en una avioneta que manejaba un piloto, un copiloto y tres asientos en los que íbamos nosotros, esposados en el asiento de atrás” y agregó: “Un Ford Falcón venía al encuentro, lo vimos por la ventanilla. Nos bajan y nos meten a los tres en un baúl”. De esta manera, la testigo relató su llegada al Centro Candestino de Detención La Cacha, ubicado en la ciudad de La Plata, donde padeció un interrogatorio seguido de torturas. Luego del tormento, Silvia fue llevada a un sótano con otra gente, donde alguien le indicó: “No tengas miedo, ya pasaste lo peor, destabicate”. A pesar del terror, la testigo narró que consiguió quitarse la venda de los ojos y reconoció en esa voz a Miguel Ángel Calvo. Silvia Cavecchia estructuró su testimonio alrededor de la figura de Miguel Ángel. Lo describió como una persona que resultó fundamental durante el período de detención, de quien recordó que obraba “siempre apostando a hacernos reír un poco a todos los que estábamos atados a camastros en el piso” y sentenció: “La parte humana, la encontré ahí con él”. La testigo relató que el piso de aquel sótano se encontraba lleno de cables sueltos que “Cachito” Calvo desarmaba para armar figuras con los alambres pelados, que luego regalaba a sus compañeros de cautiverio. Asimismo, Calvo era quien se ubicaba frente a la escalera del sótano y alertaba acerca de la presencia de los guardias.

A diferencia de las torturas que Miguel Ángel Calvo refirió a su compañera haber sufrido en el Pozo de Banfield, en La Cacha “nunca se lo habían llevado para interrogarlo, nunca le pegaron” y asegura Silvia que pensó que él “era una persona que ya salía”. Luego de algunos días, aconteció un “traslado” en el que se llevaron a todas las personas que estaban en cautiverio con Silvia en el sótano. La testigo puntualizó que tomó conciencia cabal de que “Cachito” Calvo no había salido en libertad a partir de una conversación que ella tuvo con un carcelero que le hizo una seña con la mano, y le alertó sobre el destino de su compañero: “Yo siempre lo interpreté como que «se fue en un avión y lo tiraron»”.

Finalizando su testimonio, Cavecchia exigió “Justicia, Verdad y cárcel a los genocidas”.

El segundo testigo en declarar fue Yamil Robert, hermano menor de Norma Robert, quien permaneció secuestrada en el Pozo de Quilmes a partir del 15 de octubre de 1976. Acerca de su hermana Norma, el testigo contó que, previo a su secuestro, ella residía en la ciudad de La Plata, donde estudiaba Arquitectura y convivía con su marido, Miguel Ángel Andreu. “Mi cuñado sale un día de la casa, desaparece y hasta el día de hoy no sabemos nada de él”, señaló Robert, haciendo referencia al secuestro de Andreu, semanas antes de la desaparición de su esposa. A partir de este hecho, Norma retornó a la casa de sus padres en la ciudad de Carhué, al interior de la provincia de Buenos Aires. Pasado un tiempo, el testigo narró las circunstancias en que se produjo el secuestro de su hermana: “Un sábado a la tardecita, casi noche, mi padre está parado afuera en la puerta de la casa, donde para un auto color negro y preguntan si era la casa de Robert”. Yamil describió que, sin mediación de la violencia, “se bajaron 4 hombres armados pidiendo por Norma”. De acuerdo con el testimonio, los hombres subieron a la hermana mayor de los Robert al auto negro para tomarle declaración, prometiendo dejarla pronto en libertad: “La sentaron atrás, entre medio de los dos policías. Parte el auto, y nunca más tuvimos noticias de Norma”.

A partir de la desaparición de Norma Robert, el testigo subrayó que su padre hizo “todo lo que estuvo al alcance de un padre para recuperar a la hija”, llevando adelante una búsqueda infructuosa durante el período de dictadura. “Mis padres murieron sabiendo que algo le había sucedido [a Norma], con la esperanza de que apareciera viva”. Yamil Robert completó que los restos de Norma fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense en una fosa común en el cementerio de San Martín, luego de que sus hermanas prestaran una prueba de ADN. El testigo refirió la dificultad personal que le significó atravesar el proceso de recuperación del cuerpo de su hermana: “Me llevó más de un año, hasta que un día junto con mi señora y mi hijo fuimos y retiramos el cuerpo de Norma en Buenos Aires”. Asimismo, confesó que el momento de reconocer los restos de su hermana fue “un momento muy difícil” y agregó que “tenía un tiro en el cráneo”.

El último testigo de la jornada fue Norberto Borzi, hermano de Oscar Isidro Borzi, secuestrado el 30 de abril de 1977 en la Brigada de Investigaciones de Lanús, centro clandestino de detención conocido como “El Infierno”. Norberto narró la noche del secuestro de su hermano a través de las palabras de su cuñada, Ada Miozzi, y sus tres sobrinos pequeños, Ernesto, Luis y Juan Manuel, quienes se encontraban junto a él en aquel momento. Indicó que un grupo de tareas que se identificó como “fuerzas conjuntas del Ejército y la Policía” se presentó en el domicilio de “Cacho” Borzi a las dos de la mañana. Durante el ingreso, lastimaron a Oscar en el pecho con un arma y empujaron contra la pared a Juan Manuel, su hijo de entonces tres años. El testigo manifestó que se montó un operativo de gran infraestructura para el secuestro de su hermano, y que los perpetradores permanecieron en la casa durante muchas horas: “Los chicos cuentan la forma en que lo golpeaban, que lo torturaban a su papá, que buscaban cosas en la casa. Así fue que robaron todo lo que había de valor”. Asimismo, Norberto explicó que a su cuñada la obligaron a cocinarles durante todo el tiempo en que estuvieron en el domicilio, “desde las dos de la mañana hasta aproximadamente las 7 de la tarde, que llegó el entonces jefe de Policía, Ramón Camps, junto a Miguel Etchecolatz y al médico Jorge Antonio Bergés”. 

A partir de esta circunstancia, el testigo sostuvo que el grupo de tareas intentaba apropiarse de los hijos de “Cacho” Borzi y Ada Miozzi. De acuerdo al relato, Jorge Bergés -ex médico de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, imputado en la causa por sustracción de niños, entre otros delitos- insinuó que Ernesto y Luis eran demasiado mayores para llevárselos, pero cuando intentaron apartar a Juan Manuel “su mamá lo abraza, se niega y les dice que el nene está enfermo del corazón”; por esta razón, los secuestradores desisten de esa apropiación y amenazan a Ada con “volver a buscarla”. Norberto finalizó el relato de aquella noche explicando que los secuestradores de su hermano lo subieron a un Ford Falcon y le indicaron a su familia “que lo miren, porque es la última vez que lo van a ver”. Posteriormente, a partir de testimonios de otras personas, los familiares de Oscar Borzi se enteraron de que permaneció cautivo en la Brigada de Investigaciones de Lanús. 

Oscar Isidro Borzi permanece desaparecido, estado sobre el que su hermano puntualizó que “uno a la muerte se acostumbra”, para agregar “a mí se me murió mi viejo y también fue terrible. Pero yo sé dónde están mis viejos, dónde está el cuerpo de mi viejo, yo sé qué pasó con mi viejo” y sentencia: “Con mi hermano no pasó eso”.

Sobre el final de su declaración, Norberto Borzi indicó que el secuestro de Oscar desintegró a su familia: “A partir de que se llevan a Cacho se terminó la alegría en mi casa. Ya no disfrutamos fiestas, ya no disfrutamos las reuniones familiares”. Asimismo, el testigo declaró sobre su presente que “por pensar de maneras diferentes respecto de la misma cosa, yo no tengo trato hoy con los hijos de mi hermano y con la esposa de mi hermano. Cosa que a mí me hace mucho daño” y agregó: “Esto que yo cuento de mi familia lo sé por tener trato con familiares de otros desaparecidos, y ha pasado en muchísimas familias. Y no estoy hablando de peleas por dinero o por propiedades”. En consecuencia, acerca de la última dictadura en Argentina, Norberto concluye que “este proceso militar, que nos gobernó durante todo ese tiempo, no solamente provocó males o atrasos en lo económico, sino que además provocó un daño terrible a la sociedad. No solamente en lo cultural, sino en todo sentido, porque hay familias desmembradas, porque fueron todos sus miembros desaparecidos”. En perspectiva, Norberto Borzi cierra su testimonio: “Soy un convencido de que se han llevado lo mejor de esa generación, y yo creo que las cosas en el país hubieran sido muy diferentes de no haber ocurrido esto”.

Desclasificados

Desclasificados

Por medio de una reunión virtual, se realizó el acto de cierre de la primera etapa de la práctica pre-profesional Desclasificados, una iniciativa interdisciplinaria que comprende a la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, en conjunto con tres traductorados y los organismos de derechos humanos Abuelas de Plaza de Mayo, Memoria Abierta y el CELS. Del encuentro participaron Estela de Carlotto, presidenta de la asociación Abuelas de Plaza de Mayo; Larisa Kejval, directora de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales; Gabriela Minsky, directora del Instituto Superior de Enseñanza “Lenguas Vivas”; así como les integrantes de los organismos pertenecientes a la práctica y los estudiantes homenajeados.

“Estoy muy emocionada porque esta etapa de colaboración que han realizado responde a un deseo añejo de Abuelas de Plaza de Mayo”, expresó Estela de Carlotto durante el encuentro de cierre.

El Proyecto Desclasificados nació en agosto de 2019, en razón de la última desclasificación de 4.903 archivos por parte de los Estados Unidos sobre el terrorismo de Estado en Argentina. La práctica comprende la sistematización, traducción y relevamiento de dichos materiales en una base de datos de acceso público. Esta base está organizada mediante campos de clasificación de la información (tales como remitente, destinatario, fecha, palabras clave, traducciones, entre otros) y presenta la característica de ser interactiva, brindando la posibilidad de seleccionar filtros de búsqueda y agrupamiento temático y estadístico de los datos. 

“Este proyecto condensa lo que creo que tiene que ser el sentido de las carreras y de la Universidad, ir aprendiendo de manera enredada con otres y con organizaciones. Al mismo tiempo que aprendemos, contribuimos comprometidamente con los procesos de Memoria, Verdad y Justicia”, señaló Larisa Kejval que, junto a Clarisa Veiga, docente de la carrera de Ciencias de la Comunicación e integrante de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, es una de las principales responsables de la existencia de este proyecto. 

La práctica fue llevada a cabo de manera colaborativa, lo que reviste para los estudiantes una experiencia de formación investigativa, a la vez que resulta un ejercicio de construcción colectiva. De acuerdo a las palabras de Marcela Perelman, integrante del CELS y del equipo de coordinación del proyecto, “todo el encuentro cooperativo hace que ese material sea accesible a la comunidad y tenga los usos efectivos que puede tener en su reconstrucción de verdad, en su contribución a la memoria, y muy concretamente en su contribución a los juicios, al proceso de justicia”.

El acto de cierre constó de la entrega de certificados a los 9 estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales que formaron parte de la práctica. Los practicantes son: por la carrera de Ciencias de la Comunicación, Macarena Sandoval García, Virginia Pombo, Joaquín Bousoño, Agustina Castro, Florencia Sosa y Naiara Mancini; por la carrera de Trabajo Social, Guadalupe González Antúnez; y por la carrera de Relaciones del Trabajo, Cecilia Véliz y Andrea Ayestarán. 

Por parte de los estudiantes, sólo hubo palabras de agradecimiento por lo que significó formar parte de la práctica. Cecilia Véliz concluyó que “este proyecto me enriqueció como cientista social, como licenciada en Relaciones del Trabajo, como militante del campo popular” y expresó su voluntad de “participar en otros proyectos que tengan que ver con la responsabilidad empresarial en la dictadura militar”. Por su parte, acerca de la experiencia, Macarena Sandoval recalcó que “el carácter interdisciplinario, para mí, fue una de las mejores cosas de la práctica, y demostró el compromiso de las organizaciones porque cada dos semanas nos traían un invitado para poder seguir formándonos con respecto a los archivos, aspectos históricos, respecto a los juicios, el uso de los archivos que le dan los periodistas”.

La etapa de práctica pre-profesional del Proyecto Desclasificados encuentra un cierre para transformarse en un Programa de Extensión Universitaria, a partir de nuevas líneas de investigación que surgieron de la propuesta inicial, tales como el aporte de archivos a los juicios de lesa humanidad en curso, el análisis de los documentos con información tachada y la producción de contenido de investigación y periodística sobre la base de datos desclasificados

En consonancia con la puesta en valor de esta práctica hacia el futuro, Guadalupe Basualdo, integrante del CELS y del equipo de coordinación del proyecto, reflexiona que el trabajo también funciona “como experiencia concreta para otros pedidos que podamos realizar, profundizando en relación a información que hoy aparece censurada, pero que vamos a poder solicitar para tener la información completa”.

Hacia el final de la reunión, Estela de Carlotto se mostró muy agradecida con el devenir del proyecto, recapitulando el proceso de lucha en que se inserta la desclasificación y el acceso a los documentos: “Siempre quisimos tener los archivos de EEUU para dilucidar todo lo que se había grabado y establecido allá, y que aportara datos para la reconstrucción de nuestra historia”. Asimismo, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo hizo hincapié en la importancia del traspaso generacional: “La confianza que hoy Abuelas pone en la juventud, el reemplazo que hoy es para nosotros la presencia de todos ustedes para el día en que nosotras, que iniciamos esta dolorosa pero importante y necesaria tarea, no estemos; ustedes van a seguir caminando a través de los grupos continuando con el proceso de Memoria, Verdad y Justicia”.

Acerca de la importancia de las prácticas de la Facultad con los organismos de derechos humanos, Larisa Kejval concluyó que “es muy importante porque habla del compromiso de la Universidad, no sólo en producir conocimiento, sino en hacerlo público y ponerlo al servicio del pueblo. No producimos conocimiento para su apropiación privada, sino para que esté disponible para el conjunto de la ciudadanía y para que pueda ser usado para otros procesos de investigación y el esclarecimiento de acontecimientos que permanecen encubiertos”. 

Finalmente, la directora de la carrera de Ciencias de la Comunicación ratificó el compromiso académico con la comunidad y las organizaciones sociales: “Estoy convencida de que tenemos que habitar todas las instancias que la Facultad nos brinda para potenciar estos objetivos que creemos que tienen que orientar a la educación pública”.

Una calle contra el negacionismo

Una calle contra el negacionismo

“Esto no es un acto, es un encuentro de personas queridas”, fueron las palabras con las que Taty Almeida inauguró su discurso, “Personas que tienen memoria”.

En el edificio Casa Nuestros Hijos, dentro del Espacio para la Memoria, la calle “Capitán Hipólito Bouchard” cambió su nombre para siempre por el de “Son 30 mil”. Se trata de la primera arteria de la exESMA que es rebautizada. El acto ocurrió en el marco del Día Internacional de las Personas Detenidas-Desaparecidas, una conmemoración impulsada a principios de este siglo por de la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos-Desaparecidos (FEDEFAM), con el objetivo de aportar a la toma de conciencia a nivel mundial acerca de la persistencia de la práctica de la desaparición forzada de personas por parte de los Estados.

Del acto participaron Taty Almeida, integrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, y Lita Boitano, presidenta de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, acompañadas por demás integrantes de organismos de derechos humanos y funcionarios nacionales como Nicolás Trotta, ministro de Educación de la Nación; Victoria Montenegro, legisladora por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Horacio Pietragralla, secretario de Derechos Humanos de la Nación, entre otras personalidades. También hubo presentaciones musicales a cargo de Ignacio Copani y la Escuela Popular de Música, radio abierta e inauguración de murales realizados por Blanca Rice Cabrera y la Sociedad Argentina de Collage.

El Día Internacional de las Personas Detenidas-Desaparecidas se estableció originalmente no solo con la intención de honrar la memoria de las personas desaparecidas, sino también en pos de preservar a futuro aquellos derechos que el mismo Estado debe garantizar. En esta línea, Guadalupe Basualdo, integrante del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), afirmó que el evento de Casa Nuestros Hijos contribuye a “poder conectar las demandas de Memoria, Verdad y Justicia respecto de los crímenes cometidos durante la dictadura con las desapariciones que siguieron ocurriendo durante la democracia, y que suceden hasta el día de hoy”. Por su parte Guillermo Amarilla Molfino, nieto restituido y miembro de Abuelas de Plaza de Mayo, remarcó: “Cuando hablamos de memoria no hablamos de una memoria estática sino una memoria viva, una memoria que circula, que se alimenta y que se va dando con la militancia y el tiempo”.

 

Durante el desarrollo de la jornada, Hugo Yasky, diputado nacional por la Provincia de Buenos Aires, declaró: “Nos sentimos reivindicados con el cambio del nombre de una calle que pasó de tener el apellido de un militar a llamarse «Son 30 mil», es decir, nuestros compañeros y compañeras desaparecidos”. Frente a los discursos negacionistas de la dictadura militar y la relativización de la cifra, el evento se ubicó en una posición que refuerza el consenso por la memoria que tiene lugar en la batalla por el sentido común. Esther Córdoba, presidenta de la Fundación Música Esperanza, agradeció “la enseñanza que nos están dando las Madres de haber tomado ellas la iniciativa de poder hacer esto” y aventuró la posibilidad de que “en todo el país pensemos qué apellidos deberíamos sacar, porque es una vergüenza que ciertos nombres los tengamos tan presentes”.

Asimismo, sobre la discusión acerca de los derechos humanos en la esfera pública, muchos de los testimonios hicieron referencia a la gestión de Mauricio Macri, finalizada en 2019. Horacio Pietragalla, secretario de Derechos Humanos de la Nación, afirmó: “En cuatro años de neoliberalismo reivindicaron posiciones que ponen en duda el número de desaparecidos y reinstalaron la Teoría de los Dos Demonios. Cuestiones que ya habíamos saldado a partir de las condenas que hubo en este país”. Por su parte, Daniela Saez, Integrante del equipo docente de la Escuela Popular de Música y de la Orquesta Estable de Reconquista, declaró su experiencia: “Venimos de 4 años de mucho embate y mucha resistencia desde adentro y sumado a eso no haber podido habitar físicamente el espacio por la pandemia. Entonce,s retomar nuestra actividad en la ex ESMA es volver a nuestro trabajo, que es resignificar el lugar a través de la música”. 

Esta línea es la que intenta seguir Lucila Quieto, coordinadora del Área de Artes Visuales, que impulsa nuevos murales en un recorrido por distintas historias de militancia: “De los setentas, de Madres y Abuelas, y de cómo ese legado nos atraviesa hasta el día de hoy para pensar las luchas del presente”. Esther Córdoba siempre tiene presente la frase de Enriqueta Maroni, una de las Madres: “En este lugar de horror, donde hubo tanta muerte, nosotras queremos que haya vida”.

A pesar de no estar abierto al público en general, el acto dio lugar al reencuentro de muchos militantes de derechos humanos a los que la pandemia había obligado a recluirse en sus hogares: “Qué alegría poder vernos, aunque no nos podamos tocar demasiado”, señala Lita Boitano, madre de Miguel y Adriana desaparecidos durante la última dictadura militar. El evento significó una de las primeras actividades presenciales en el marco de un paulatino retorno a habitar nuevamente el espacio público. 

La ausencia forzada por la pandemia de los movimientos populares en el espacio público fue uno de los temas que marcaron la jornada. Carlos de Feo, secretario general de la Federación Nacional de Docentes Universitarios (CONADU), señaló: “Fue y es un problema muy grave porque es en la calle donde los trabajadores y el pueblo construyen la unidad. A través de las redes opera Macri, nosotros operamos a través de los cuerpos, que son los que construyen las políticas de emancipación que queremos”. Por su parte, Horacio Pietragalla remarcó: “A nosotros que nos hicimos de actos, de marchas en la Plaza, de acompañar a nuestras Madres y Abuelas esto es lo que queremos” y vaticinó para el 24 de marzo de 2022: “Queremos que la marcha del año que viene, si es que la pandemia lo permite, sea la más grande de todas y llenarnos de toda esa energía que nos transmite cada una de esas fotos de los 30 mil”.