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Por Tomás Castelli

Fotografías: Captura de pantalla de La Retaguardia

En el juicio se investiga a la desaparición de la cúpula del PRT-ERP.

Este jueves 4 de noviembre transcurrió el cuarto día del juicio que investiga los crímenes de lesa humanidad ocurridos el 29 de marzo de 1976 en la quinta La Pastoril, con la novedad que fue la jornada en la que comenzaron las declaraciones testimoniales. Comenzaron María Ofelia e Iris Lidia Agorio, hermanas del desaparecido ese día en la quinta, Nelson Alberto Agorio, de quién no se supo nada más hasta 2008, cuando el Equipo Argentino de Antropología Forense encontró su cuerpo enterrado como NN en el cementerio de Moreno. Por la causa hay ocho imputados: los militares retirados Juan Manuel Giraud, Carlos Alberto Guardiola, Juan Carlos Jöcker, Héctor Alberto Raffo y Eduardo Sakamoto; y los policías retirados Julio Alejandro Pérez, Juan José Ruiz y Julio Salvetti. Todos son juzgados por cometer hechos de homicidio y de privación ilegítima de la libertad. 

La jornada estuvo marcada por interrupciones desde el comienzo. La menor de las hermanas, María Ofelia, tuvo que esperar dos horas más de lo que había sido citada para dictar su testimonio, luego de un pedido de los abogados defensores, liderados por Guillermo Fanego, representante del imputado Juan Manuel Giraud, quien solicitó la presencia de la testigo (y los futuros testigos del juicio) en el Tribunal N°5 de San Martín o, en su defecto, la presencia de un representante del Tribunal en el lugar donde se encontraba próxima a declarar, para garantizar la ausencia de terceros o de documentos que pudieran orientar su testimonio, luego de hacer referencia además a la neurociencia y a la psicología gestual. Tanto el abogado querellante, Pablo Llonto, como la fiscal general, María Ángeles Ramos, pidieron el rechazo a esta petición, ya que la consideraron absurda y sin fundamentos. La declaración de María Ofelia se vio obligada a esperar aún más, pero a ella se la notaba tranquila. Ante el pedido de disculpas por la demora del presidente del Tribunal, Matías Mancini, previo a retirarse unos minutos para debatir sobre el pedido, la menor de las hermanas afirmó: “Hace 45 años que estoy esperando, estar una hora más o menos no me va a cambiar nada. La verdad es que tengo la piel gruesa”.  Apenas unos días atrás todas las partes habían estado de acuerdo con estas condiciones y con la modalidad semipresencial, y que a ninguno de los imputados se los obliga a estar de forma presencial, fue rechazado por el Tribunal. 

Luego de la espera, la menor de las hermanas Agorio comenzó su declaración de manera virtual, seguida luego por Iris Lidia, quien se encontraba de manera presencial en el Tribunal. Ambas coincidieron en que Nelson Alberto Agorio era una persona “amorosa, sociable, siempre sonriente, muy cariñosa”. Hijo mayor, de padre lechero y madre trabajadora en hogar de niños, siempre fue el mayor orgullo de su padre, quien deseaba que sus tres hijos pudieran estudiar y aprender lo más posible, para trabajar menos tiempo y cobrar un mejor sueldo que él, cuando fueran mayores. Nelson terminó la secundaria como perito mercantil y, en 1973 ingresó al Servicio Militar, cuando ya formaba parte del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT – ERP). Iris Lidia recuerda mejor el episodio vivido en julio de 1974 que su hermana, que solo tenía 11 años, cuando recibieron un llamado avisándoles que Nelson se encontraba detenido en Córdoba. A fin de ese mes lo soltaron por falta de prueba de delito, pero a partir de allí nada fue igual. En 1975, Nelson pasó a la clandestinidad debido a que lo perseguían por su militancia, y la casa de los Agorio comenzó a ser vigilada las 24 horas. 

El 29 de marzo de 1976, Nelson tenía 23 años. Unos días después, los Agorio recibieron un papelito por debajo de la puerta, avisándoles que buscaran al hijo varón, porque algo había sucedido. Allí empezaron las idas y vueltas, según recuerdan las dos hermanas. Iban de comisaría en comisaría sin obtener respuestas útiles, y la angustia comenzó. En la de Moreno, solo dejaron entrar a la madre de la familia, a quién el comisario Hernández le indicó que se fijara en unas fotos si uno de los cuerpos sin vida que aparecían en el terreno de la quinta La Pastoril era el de su hijo. Pero Nelson no era ninguno de ellos. Unos días más tarde, otro mensaje oculto fue deslizado bajo la puerta de los Agorio, pero esta vez contenía una fecha y el hipódromo de San Isidro como lugar de encuentro. Allí, Eduardo, amigo de Nelson, les contó lo sucedido: que a Nelson lo fusilaron el 29 de marzo de 1976, cuando intentaba escapar en un auto que se quedó sin nafta mientras era perseguido por dos camionetas del Ejército, y que, tras salir del auto entregándose con los brazos en alto, un testigo escuchó una ráfaga de tiros, y nunca más lo volvió a ver. Nelson se encontraba en la quinta La Pastoril, en el cruce de la Avenida Monsegur y la calle Padre Fahy, participando de una reunión del PRT, a donde había asistido para discutir con sus compañeros los pasos a seguir frente al nuevo golpe militar, 

La vuelta a la democracia en 1983 le devolvió la esperanza a la familia Agorio, al menos de encontrar el cuerpo del hijo mayor. Cuando se enteraron de la existencia de la CONADEP, rápidamente escribieron el relato y lo llevaron junto a la foto de Nelson a la organización, llenos de esperanza. Sin embargo, ésta se fue diluyendo ante la ausencia de respuestas. El 31 de diciembre de 1986, una semana después de la sanción de la Ley de Obediencia Debida y Punto Final, el padre de la familia Agorio falleció. La situación permaneció sin cambios hasta el nuevo siglo, cuando, en el año 2002, Iris Lidia se enteró que había un organismo de Derechos Humanos que aglutinaba a los hermanos de desaparecidos, y así ambas hermanas se sintieron contenidas, y gracias al soporte material y emocional que encontraron allí, juntaron fuerzas para continuar la investigación. Al año siguiente, fueron contactadas por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), que les comentó sobre posibles novedades del caso de su hermano gracias a un cruce de huellas dactilares en la comisaría de Marcos Paz, no sin antes advertirles que no se hicieran muchas ilusiones, porque las probabilidades eran mínimas. Cinco años más tarde, en 2008, el EAAF las contactó nuevamente, esta vez para confirmarles que habían identificado los restos de Nelson, inhumados el 31 de marzo de 1976 en el cementerio de Moreno. 

Ni siquiera una nueva interrupción del abogado defensor Guillermo Fanego, quién volvió a recurrir a la Teoría de los Dos Demonios, tal como es habitual, para poner en duda el testimonio de las hermanas Agorio sobre su hermano Nelson, pudo opacar los claros relatos de María Ofelia e Iris Lidia. Ambas se mostraron, por momentos, visiblemente conmovidas situación completamente lógica si se tiene en cuenta los años de angustia y lucha que atravesaron en búsqueda de respuestas sobre su hermano. Aun así, se mantienen firmes y en pie, con un pedido central: “Nosotras vamos a seguir resistiendo como familia, como lo hicimos toda la vida, pero pedimos que este Tribunal reconstruya los hechos e imparta justicia. Sólo eso”.