El arte como herramienta de memoria

El arte como herramienta de memoria

La inauguración de MURO, la obra de los artistas Luis Martínez Salas y Sebastián Chillemi Fernández, dan continuidad al proyecto «La violencia en el espacio, que investiga sobre el impacto urbanístico de las dictaduras.

Con la inauguración de la obra “MURO” de los artistas Luis Martínez Salas y Sebastián Chillemi Fernández y la proyección de “Despojo y memoria de la tierra. El caso de Urabá” el pasado 6 de agosto la plataforma La Violencia en el Espacio, ubicada en el Edificio Familiares del Espacio Memoria y Derechos Humanos (Ex-ESMA), continuó con su tarea de plantear una revisión crítica de proyectos territoriales y urbanos emprendidos durante las últimas dictaduras cívico-militares de Argentina y países de la región que transformaron las formas de pensar y habitar los espacios.

Carlos Salamanca Villamizar, coordinador del proyecto, explicó que esta plataforma “comenzó en 2018 con una exposición itinerante que se llamó ‘La Violencia en el Espacio’ y que se inauguró en Rosario, que se propuso pensar de qué manera la última dictadura cívico militar intentó modificar la sociedad a través de la transformación de los territorios. Nuestra propuesta de trabajo es analizar esa dimensión espacial y tomar por cierto y literal que cuando [Jorge Rafael] Videla dijo ‘vamos a emprender un proceso de reorganización nacional’ en realidad era de reorganización espacial. De alguna manera, se reconfigura la ciudad, las zonas de frontera, estableciendo relaciones de exilio y segregación que configuran el presente de nuestras ciudades y regiones”.

En la inauguración de MURO se proyectó “Despojo y memoria de la tierra. El caso de Urabá”.

Desnaturalizar los espacios

“MURO” es un proyecto colaborativo compuesto por obras de los artistas Luis Martínez Salas y Sebastián Chillemi Fernández. Se inauguró en esta jornada con una sala repleta de asistentes y en el marco de una conferencia en la que los artistas y organizadores reflexionaron sobre la importancia de esta creación.

A la característica frialdad de la arquitectura del edificio de la Ex-ESMA, la compensaba la calidez de los guías al recibir a los invitados. Las paredes lisas de cemento no se veían  impasibles porque esta vez las cubrían figuras de extraños humanoides que rompían con la quietud característica del lugar. Estos personajes precisamente son los protagonistas de las diez obras que componen la intervención artística “MURO”: cinco elaboradas por el dibujante Martínez Salas y otras cinco creadas por el pintor Chillemi Fernández.

Las primeras palabras del evento fueron las de Salamanca Villamizar, arquitecto con doctorado en Antropología e investigador, quien relató que la idea de esta obra surgió a partir de una visita de estos artistas a la plataforma “La Violencia en el Espacio”. Aquel encuentro fue el puntapié que despertó recuerdos de vivencias propias de los artistas y reflexiones acerca de las distintas modalidades de violencia socio-espacial, que ya venían trabajando y problematizando en sus obras. Finalmente, estas inquietudes dieron lugar a este proyecto que se viene gestando desde hace más de un año, donde Chillemi y Martínez profundizaron en la problemática, indagando en cómo lo habitamos y en cómo éste nos habita de cierta manera. El arte como motor de transformación y reflexión sobre la coyuntura social.

 En la mesa principal, junto a Salamanca y los artistas, se encontraban Tomás Crowder-Taraborrelli, doctorado en Español y Portugués en la Universidad de Irvine; y Kristi M. Wilson, profesora afiliada en Humanidades en la Soka University of America. Ambos habían sido invitados a la inauguración por sus trabajos vinculados a los estudios latinoamericanos. Wilson compartió un recorrido por los espacios de memoria que se encuentran alrededor del mundo: el 9/11 National Memorial, el Complejo Auschwitz, los parques de Memoria en Nagasaki e Hiroshima y el Espacio Memoria y Derechos Humanos Ex-Esma. “Son archivos en sitios (…) considerados por la UNESCO como museos vivos de la memoria. Terrenos políticos contra amnésicos en los que la política cultural en curso busca empuñar las lagunas en el conocimiento de la gente, de modo en que los recuerdos recuperados puedan permanecer críticamente inquietantes”, explicó la docente e investigadora. “Críticamente inquietantes” son las palabras que ella utiliza para describir las obras de Sebastián Chillemi y Luis Martinez, quienes amalgamaron a través de su intervención artística la memoria institucional con la memoria pública.

A continuación, Tomás Crowder-Taraborrelli reflexionó sobre las causas más estructurales de la violencia que se da en los espacios. “Esto se puede ver en la obra de Sebastián, la concentración del capital en pocas manos, compañías que se convierten en grandes monopolios de los medios de producción y se lanzan a la colonización de nuestras vidas”, afirmó Taraborrelli. Además, destacó la promoción del rol activo del arte en la ciudadanía, frente a la violencia, la opresión y el genocidio político, social y económico. “La exhibición intenta insertarnos nuevamente en una práctica humanitaria que se opone a una extractivista, la de la muerte. Y la vida recupera su valor”, concluyó el investigador.

 Martínez compartió la lectura de un poema que escribió en su croquera a puño y letra:

 

MURO:

El lugar, el límite, mi casa, mi caja, mi cuerpo, mi espacio, mi refugio.

Un lugar, un lugar que habito, me habita, nos habita.

Un territorio, un cuerpo, un paisaje;

sujeto, sujetos, cerrados y encerrados.

El abrir por descubrir un adentro, un afuera, un hogar, una comunidad.

Cajitas, casitas.

 “Encontré estos personajes encerrados en una especie de figura geométrica, en una tensión constante con el espacio entendido como un lugar límite. De ahí viene ‘MURO’”, explicó Martínez, artista galardonado oriundo de la Ciudad de Valparaíso, que reside en Buenos Aires desde 2005. Su propuesta es una mirada crítica al modo de vivir en espacios reducidos y la manera en que deforman, moldean, asfixian, deterioran y reducen la calidad de vida del ser humano llevándolos a una degradación corporal orgánica. Su obra nos invita a reflexionar sobre la invasión de la violencia y las vivencias en los cuerpos pero también en los vínculos, la psiquis y las emociones. “Nos transformamos de a poco, lentamente”, afirmó el artista chileno.

Para Sebastián Chillemi: “Estamos en este lugar con mucha carga, con todo lo que implica”. Sus obras expresan un clima social en el que los trabajadores se ven con los cuerpos amoldados a su función en las fábricas: chimeneas, tuberías, engranajes y la presencia de estos personajes “autómatas” dan cuenta de un contexto industrial dictatorial caracterizado por vidas monótonas. El artista complementa al mundo obrero y autoritario con un rojo vibrante que se lleva todas las miradas. “La obra me pedía rojo”, confesó Chillemi, que se dedica al oficio del dibujo hace 33 años.

Lo interesante de la intervención es que ambos artistas dialogan de diferente manera con la plataforma; con los mismos materiales, la tela cruda, que da la impresión de estar pintando en la pared, en el MURO. Martínez representa al espacio casi de manera literal, con trazos y figuras geométricas que moldean esos cuerpos biotécnicos tullidos, asfixiados, quietos que luchan por dar una bocanada de aire. Chillemi, por su parte, crea un mundo que podría ser la cotidianeidad actual de muchos trabajadores: estancados en un espacio y contexto que no pueden modificar, en vidas predestinadas al trabajo forzoso, la obediencia y la muerte.

El conjunto de obras interpela al espectador invitando a que se cuestione acerca de los espacios que circula y cómo los circula. Proponen pausar al menos por un momento la automaticidad con la que vivimos, detenernos a observar lo que nos rodea, desnaturalizar e interrogar las políticas espaciales que estructuran los sitios que habitamos.

“Si podemos dejar algo muy pequeño en cada uno de ustedes y que esto continúe cuando nosotros no estemos es un gran logro”, concluyó Chillemi.

La exposición MURO, es una muestra itinerante en la plataforma “La Violencia en el Espacio. “ Los días y horarios de visita están disponibles en @/violenciaenelespacio

Despojos, violencia y memoria

 

Durante la misma jornada, se proyectó el documental “Despojo y memoria de la tierra. El caso de Urabá” que reconstruye la historia más triste de Colombia; visibilizando todas las maneras de violencias contra las personas y contra la tierra en Nueva Colonia, municipio de Turbo, Urabá antioqueño en la década del ochenta, provocando la desaparición forzosa de indígenas y la destrucción ambiental.

Carlos Salamanca Villamizar inauguró la exhibición con la presentación del informe final de la Comisión de Verdad de Colombia y Forensic Architecture. Las proyección cuenta con testimonios de personas que sufrieron el despojo de sus tierras; realizando una reconstrucción de los lugares específicos y de la memoria de la violencia impartida por grupos paramilitares, grupos de narcotráfico y violencia por parte del Estado a través de los medios de control y seguridad que vulneraron los derechos de los ciudadanos.

Oscar Pedraza, uno de los investigadores de la Comisión de la Verdad expresó la importancia de visibilizar las distintas formas de violencia del país: “En 2019 hicimos este proyecto sobre la desaparición forzada, la violencia de la guerra y sus diferentes formas, en la geografía y sus pueblos indígenas. Aquí, se observa cómo se realizó el despojo de tierras y los recorridos de la relación entre empresas de bananas trasnacionales y colombianas, intereses estatales y las tensiones con campesinos: una articulación de alianzas entre empresarios y paramilitares para controlar la tierra por especulación financiera”.

Salamanca planteó que, desde que llegó al edificio y se convirtió en un gran promotor de la plataforma “La violencia en el espacio”, comenzó a trabajar con colegas de Chile para pensar cómo es esa expresión de lo espacial, el autoritarismo y la dictadura de Augusto Pinochet. Y que más recientemente empezó a trabajar con colegas de Colombia para tratar de pensar la misma problemática en ese contexto. “Naturalmente, las preguntas pueden ser similares pero los contextos pueden ser muy distintos y requieren de un proceso de elaboración teórica, conceptual y metodológica importante. En eso trabajamos. En ese marco, desde el año pasado cuando conocimos las huellas de la desaparición, promovida por la Comisión de Verdad de Colombia y el Equipo Internacional de Arquitectura, se fijó un acuerdo con este estudio de investigación para dar cuenta de cómo son estas violencias y los efectos que puede tener para la región”, expresó.

Carlos Beristain, del Comisionado de la Verdad de Colombia, enfatizó sobre la importancia de que los testimonios de las violencias salgan a la luz. “En Urabá se consolidó un proyecto paramilitar, las víctimas expresaron el dolor que esto produjo y contaron a la comisión cómo el empresariado financia a los grupos, la acumulación de tierra y los despojos, las zonas para lavar dinero y libre salida narco a diferentes países. Por eso, es importante el valor de campesinos y juezas para contar sus vivencias, silencios y el exilio. La clave para entender lo ocurrido en Colombia es el testimonio de las víctimas. Así se presentó el informe como aporte para pensar la humanidad rindiendo cuentas sobre el pasado. Un informe que es la voz de la sociedad, plural, que da cuenta de muchas formas en que la violencia en estos 50 años afectó las ciudades, regiones, poblaciones y comunidades de diferente manera Y a la naturaleza y el medio ambiente también como víctimas de esto”, agregó.

Para Salamanca “no solamente las ciudades, el medioambiente, los espacios de diversión, los medios de comunicación y los espacios cotidianos fueron marcados por el autoritarismo que se expresa en el espacio y con el espacio. No es sólo un escenario en el que suceden cosas, sino que constituye las sociedades”. Y concluyó destacando la importancia de narrar la violencia para llegar a nuevos debates”.

Baek-ku

Baek-ku

Los coreanos argentos cada vez tienen más presencia en la vida cultural del país. Las nuevas generaciones impulsan una movida artística que derrama desde el epicentro Bajo Flores.

La escena musical fue sacudida en 2012 cuando el rapero surcoreano PSY lanzó Gangnam Style, que rompió récords y se ubicó como el video más visto en la historia de YouTube por dos años consecutivos. A partir de ese momento, el K-pop comenzó a tomar notoriedad a lo largo y ancho del planeta. Hoy, la cara visible del género es BTS, quien lidera los charts y reúne millones de reproducciones en plataformas de streaming. Este fenómeno tiene un nombre, Hallyu u ola coreana, pero no se limita a la música. En 2020, Parasite, del coreano Bong Joon-ho, se convirtió en el primer film asiático en conseguir el premio a mejor película en los Oscar. Su director subió al escenario del Teatro Dolby y, en coreano, animó a la industria y espectadores a romper la barrera de los subtítulos y consumir más películas de habla no inglesa. Algo similar ocurrió en la pantalla chica, cuando El Juego del Calamar, serie coreana original de Netflix, se convirtió en la más vista de la historia de la plataforma, incluso sin mucha promoción. Este auge no es casual, ni obra del destino. Al contrario, no es más que el resultado de un plan ideado minuciosamente y puesto en marcha hace ya varios años por el gobierno de Corea del Sur. Gabriel Pressello, gestor del Centro Cultural Coreano (CCC) en Buenos Aires, explica que “Corea trabaja desde hace varias décadas en expandir su industria cultural. El auge es consecuencia de un trabajo y una política sostenida en el tiempo”.

Ahora bien, el Hallyu, la ola coreana ¿ha alcanzado a la Argentina?

Coreanos argentos

La comunidad coreana en Argentina supera los 20.000 habitantes, según la Cancillería, y aunque es bastante menor a muchas otras, concentra una gran colectividad. La inmigración comenzó oficialmente en la década del 60, cuando 13 familias se instalaron en la provincia de Río Negro, convirtiéndose así en los primeros inmigrantes coreanos en asentarse en nuestro país. Sin embargo, el mayor flujo migratorio se produjo veinte años después, en la década del 80, momento en el que Corea del Sur atravesaba una dictadura, por lo que muchos de sus ciudadanos se vieron obligados a emigrar en busca de mejores condiciones. 

La mayor cantidad de coreanos se volcó a la industrial textil y se concentró en el barrio de Flores. Baek-ku, el barrio coreano de Flores que se extiende sobre avenida Carabobo, entre Eva Perón y Castañares, es hoy en día el corazón de Corea en Buenos Aires. Allí se puede observar la convivencia de ambas culturas, con carteles en letras coreanas que indican los negocios de origen oriental, mezclados con locales argentinos típicos de la Ciudad porteña. El barrio coreano alberga, además de los restaurantes asiáticos, el Instituto Coreano Argentino e iglesias y templos coreanos. Baek-ku, 109 en coreano, y bautizado así por la línea de colectivos que llegaba a esa zona, combina la vida diaria de dos culturas muy opuestas, pero que viven en armonía hace ya varias décadas. 

El libro Coreanos Argentos, del argentino Ricardo Mosso, es la prueba literaria de esta mezcla de culturas. En ese libro, publicado en fines de 2021, logró recopilar las historias de jóvenes de la comunidad coreana en Argentina, que crecieron a la par de ambas culturas. Allí podemos observar la vitalidad que, según el autor, caracteriza a los coreanos, sus ganas de trabajar, emprender y crecer. Pero, sobre todo, la biculturalidad con la que conviven, cómo logran, día a día, combinar ambas culturas sin prescindir de ninguna. 

Cuando el autor comenzó a recopilar todos estos testimonios, desde que se despertó su interés por la comunidad, allá por 2011, el mundo aún guardaba muchos recelos sobre este país. Argentina no era la excepción. Aún hoy, aunque muchas cosas han cambiado, los coreanos deben seguir lidiando con muchos de esos prejuicios. A raíz de esto, Mosso llega a la conclusión de que “son los jóvenes quienes intentan modificar esos supuestos”, aquellos con los que dialoga en este libro. “Al contrario de sus padres o abuelos, se muestran más abiertos y predispuestos a mostrar su cultura”, dice Mosso y sostiene que “a los coreanos les importa mucho el qué dirán, por lo que los jóvenes han tomado la posta en dar a conocer su cultura y así combatir varios de esos prejuicios”.

Mamá de dos culturas

Gloria Lee es una joven argentina empresaria de 32 años, primera generación de argentinos en una familia enteramente coreana, que emigró al país hace ya más de tres décadas. Actualmente se encuentra al frente de Filum, un local de indumentaria mayorista ubicado en el barrio de Flores, sobre la avenida Avellaneda. El nombre Filum, hilo en latín, y el símbolo detrás del negocio, abundancia, según la creencia oriental coreana, no son casuales. «Nosotros, los orientales, decimos que tu nombre es lo que guía tu vida, es muy importante. La cultura (coreana) siento que me dio parte de eso, la sabiduría”, nos cuenta Gloria, en una cafetería del barrio de Flores, donde se comunica con los dueños en coreano y a través de reverencias, propias de la cultura del país asiático. 

Lee no solo es dueña de Filum, sino también quien maneja las redes sociales. Con el correr del tiempo, y especialmente en la pandemia, logró formar una comunidad en internet, sobre todo en Tik Tok. Allí promociona su local de indumentaria y también recomienda productos, algunos de origen coreano. Nos cuenta que a partir del boom de El Juego del Calamar descubrió que las redes buscaban rostros orientales, y ella sacó provecho de esa situación. 

«Ser la primera generación de coreanos en la Argentina me marcó mucho porque costó llegar hasta acá» relata Lee acerca de su día a día con ambas culturas. «Tener descendencia coreana es hermoso, es una cultura milenaria de la que uno siempre aprende. La conexión la fui teniendo de grande. Me costó bastante por la mezcla y diferencia cultural que hay”, continúa. Lee repasa brevemente cómo fue su infancia siendo hija de inmigrantes coreanos y la contrapone con la crianza de su hija de 5 años, llega a la conclusión de que «hoy en día hago cosas que mi mamá nunca hizo, llevar e ir a buscar a mi hija al colegio. A mí me llevaba un remisero o la niñera. Los coreanos son más secos», culmina.

Corea del Sur y Argentina vienen construyendo una relación cada vez más estrecha en el último tiempo. Este 2022 celebran el 60° aniversario de las relaciones bilaterales de ambos países, firmadas en el gobierno de Arturo Frondizi, en febrero de 1962. Bajo este marco, muchos eventos se vienen desplegando desde comienzo de año, impulsados desde la Embajada de Corea y el CCC. Al Festival Hansik, propuesta gastronómica, HAN CINE y el Concurso KPOP Latinoamérica, eventos anuales impulsados por el Centro Cultural Coreano, se suman los propios del 60º aniversario. Durante la última semana de mayo y las primeras de junio, se celebró la semana de Intercambio Cultural Corea – Argentina y se llevó a cabo una iniciativa federal, trasladar el Centro Cultural porteño, ubicado en Retiro, a la provincia de Tucumán. De esta manera, se busca “abrir la posibilidad a conocer otros aspectos de Corea y a fomentar los intercambios entre coreanos y argentinos”, cuenta Presello, gestor del CCC. “La sociedad responde bien, por eso el crecimiento sostenido del interés por la cultura coreana en nuestro país”, finaliza.

De espectadores a rehenes

De espectadores a rehenes

Veinte años después de su estreno original, la comedia Bang Bang y somos historia retornó al escenario. El humor absurdo y el teatro participativo como paliativo para dejar atrás la pandemia.

Son las diez en punto de la noche y la calle Mario Bravo al 900 está colmada de gente. Por la vereda del teatro El Tinglado no se puede caminar. Chicos, grandes, gente de todas las edades aguarda la orden para ingresar a la sala y ver el reestreno de Bang Bang y somos historia, comedia teatral creada en la década del 90 y que hoy, veinte años más tarde, vuelve a la escena. 

La obra, escrita por Martín Gervasoni y Willie van Broock, y protagonizada por Luciano Cazaux, Pablo Razuk, Josep Rodríguez y elenco, narra la interrupción de una función de teatro por parte de tres hermanos ladrones, que toman al público como rehén e intentan tener su momento de fama. Sin embargo, fallas en la comunicación y planificación del atraco, y los cambios de personalidad de los protagonistas generan enseguida que el plan se venga abajo y sucedan situaciones desopilantes que transforman una situación de miedo en comedia. 

Bang Bang y somos historia se estrenó en la década de 1990 y fue galardonada, en aquella época, con el premio ACE a mejor espectáculo de humor en 1999. Su gran éxito en Argentina generó que la obra se expanda hacia España, donde su éxito se mantuvo y le permitió realizar varias temporadas. Luciano Cazaux fue el responsable de la puesta y dirección de escena en aquella época. En esta nueva etapa, mantiene ese rol y además es uno de los tres protagonistas. En diálogo con ANCCOM, explica las razones que lo llevaron a tomar la iniciativa de volver a la escena, veinte años después: “Nos dimos cuenta que la obra está totalmente vigente. Es un humor que no pasa de moda. Lo que hicimos fue limpiar los chistes viejos de los años 90, medio machirulos, pero después se mantiene igual, es un clásico, tiene comedia física, chistes y pasajes de sitcoms”. 

Una de las cuestiones que caracterizan a la obra es la inclusión del público. Los ladrones entran y los espectadores son sus rehenes. Haciendo memoria, Luciano cuenta cómo tomaron esa decisión: “Se podía tratar de dos maneras, escénicamente hablando: desde el escenario o entre el público, y ésta última nos pareció la mejor opción”. Mientras, recuerda cuando, en la época anterior, a la gente le costaba y tenía miedo de participar. Una vez, un amigo suyo le contó que, en plena función, vio a un hombre tirar la billetera y el celular debajo de la mesa. “Pasa que había muchos asaltos a restaurantes en ese entonces. Por suerte, ahora el público se engancha más”. En la función del 2 de abril, el público, además de reírse, contestó, cantó y gritó. 

Además de Luciano, el otro actor que formó parte de la obra en su primera versión es Pablo Razuk, quien encarna el personaje de “Joe”. A la hora de comparar los públicos de ambas temporadas, relata: “Claramente, después de 24 años desde el estreno, el público cambió. En su momento la gente se sorprendía más de nuestra irrupción en el espacio. Ahora está más abierta al juego del humor donde el absurdo es el común denominador”. También, por supuesto, hay similitudes. Luciano las encuentra en el tipo de sociedad en la que vivimos: “Después de la pandemia y de todo lo que tuvimos que atravesar, la gente tiene una enorme necesidad de divertirse. En los 90 también, pero había otras condiciones, era un contexto que aparentaba una fiesta permanente”. 

El espectáculo de comedia es un estilo particular, que requiere no solo de la habilidad de los actores, sino también del ambiente que se genere con el público. En este sentido, Razuk opina sobre el género y cómo se ha modificado hasta hoy: “La comedia tiene la particularidad de ser, a veces, previsible y redundante, y eso es parte del humor que conlleva. En este caso, Bang Bang da cierto giro hacia el absurdo, y las nuevas generaciones lo entienden a la perfección, porque los dibujitos que hoy son los más seguidos tienen una cuota de absurdo enorme en el rompimiento del espacio y el tiempo”. 

Todos los sábados a las 22:15, en el teatro El Tinglado (Mario Bravo 948) hay función de Bang Bang y somos historia. Un plan ideal para disfrutar en familia, solo o con amigos; en definitiva, todos necesitamos divertirnos. Incluido los actores, por supuesto, que como marca Razuk, están muy contentos con esta nueva temporada, ya que “el espíritu original, lo que sucede con el público se mantiene, y la risa y la carcajada son cosas que no solo nos alegran, sino que nos alimentan”.

«Es hermoso ser argentino»

«Es hermoso ser argentino»

Los viernes de abril puede verse «Mr.Martin», una obra de teatro que aborda la temática de la identidad entre un profesor de inglés y su alumno argentino.

Los viernes abril, en Tadrón Teatro, se podrá ver El señor Martín, dirigida por Gabriela Villalonga y con las actuaciones de Juani Pascua y Luis Cardozo. En el escenario situado en Niceto Vega y Armenia, se reúnen en el salón de clases un maestro de inglés y su alumno en una rutina que invita a la reflexión. “La obra es el encuentro de dos tocayos llamados Martín, en un colegio inglés donde se educa a los chicos como si estuvieran en un rincón de Cambridge o en Londres, en una cultura diferente. Y esa es la lucha de la identidad resistida contra la identidad que rehúye la nuestra”, comenta en diálogo con ANCCOM el creador de la obra, Gastón Cerana.

 Escrita en 2001 y estrenada en julio del 2002 en Teatro por la identidad, “la obra tuvo muchas versiones, algunas extranjeras. No las vi todas. Estoy muy orgulloso de esta versión y de que sea un reencuentro con Gabriela Villalonga, a quién conocí en ese ciclo. Que los chicos tengan esa frescura que me emociona mucho, me hace acordar a cuando nosotros éramos teníamos veintipico haciendo la versión más linda que he visto. Es la segunda vez que la veo”, comenta Cerana.

 “Ahora, el texto está sumamente resignificada –dice la actriz, directora teatral y dramaturga Gabriela Villalonga- , por eso elegimos hacerla en este momento. Hay algo de lo que la obra muestra que es cómo se realzan valores de otra cultura pero siempre en detrimento de la nuestra. O sea, una binariedad: podés valorar cosas de otras culturas pero no por eso tiene que ser descalificado lo nuestro. Pareciera que ligado a ciertas políticas, sobre todo económicas, está esta cosa de lo binario. ‘Si está muy bien eso otro es porque lo nuestro está mal’. Y como siempre, en lo binario hay una zona que está aplanada, vinculada con lo más particular, lo individual de cada uno y cada una, hasta lo social, lo que nos gusta y lo que nos gusta menos y lo que nos gusta un poco más o lo que nos encanta. Y encima esto se transmite, como muestra la obra. En matrices de aprendizaje están esos valores y esa binariedad, entonces se supone que si nos gusta eso no nos tiene que gustar lo otro.”

 Se apagan las luces y llega el momento clave, Luis Cardozo y Juani Pascua dejan sus cuerpos para prestarlos al profesor de inglés Mr. Martin y a Martín, alumno del colegio James Day High School, lugar dónde transcurre la trama. Con un traje cuadrillé gris, camisa celeste, corbata marrón con rayas blancas, zapatos negros y lentes aparece en escena el docente “Mr. Martin es un profesor de una escuela privada en un rinconcito de Burzaco. Él es muy histriónico, muy inglés y no permite que sus alumnos hablen lengua castellana en su clase. Es muy estricto a la hora de dar clases y es un gran soñador”, agrega el actor y estudiante de sociología, Luis Cardozo quien lo interpreta.

 Vestido con el uniforme escolar gris y verde Martín entra a clases. “¿Quién es Martín, el estudiante? Pude haber sido yo porque tiene mucho de biográfico, después uno le mete ficción como es el arte. Tiene que ser un entretenimiento, pero tiene mucho de mi vivencia. Lo veo a él y me veo un poco”, reflexiona Cerana. Martín es un fiel representante de la lucha por evitar la imposición: “Ahora que lo pienso, esa imposición le hace a él valorar más su identidad y preguntarse por qué tanta resistencia de este señor, es lo que genera que vaya a averiguar de dónde es este profesor”, agrega el autor.  “Martin es un estudiante de esta escuela secundaria bilingüe y está cansado de no pertenecer a ese mundo de escuela burguesa que odia lo nacional y exacerba lo traído de afuera. No se siente para nada parte de ese mundo y durante toda la obra lo explicita; .le cuenta al público desde el inicio lo incómodo que se siente en ese espacio”, retrata Juani Pascua, actor y estudiante de sociología quien interpreta a Martin.

 Pascua plantea que el mensaje de la obra consiste en que “no es que estemos diciendo que está mal apreciar otras culturas pero sí, si eso viene con el desprecio de la nuestra. Desde la educación, a una temprana edad, nos educan para irnos: ‘Estudiá para hacer plata e irte a otro lado’, ‘Tenés que irte de Argentina, Argentina es una mierda’. Y creo que con esta obra queremos contar que queremos a nuestro país y que más allá de todo lo que pueda llegar a pasar, es hermoso ser argentinos y apreciar toda esa cultura que es nuestra”. Luis Cardozo agrega con respecto a lo que transmite la obra que “principalmente habla de cómo nosotros nos autopercibimos como argentinos, nuestra identidad nacional y cómo desde afuera constantemente se nos quiere avasallar con ese mensaje, con esa identidad a través del eurocentrismo, del colonialismo. Constantemente nos quieren hacer creer que ser argentino está mal o que no se puede triunfar o progresar en este país. Además, lo hace en un ámbito educativo. El autor, Gastón Cerana, esto lo lleva al ámbito de la educación, de un profesor, un alumno en una escuela privada lo cual lo hace mucho más interesante para poder indagar ahí.”

Villalonga tiene un deseo respecto a la obra: “La idea es que uno se pueda quedar pensando en esta binariedad de la que hablábamos y cómo la tendencia a instalarnos en ese tipo de pensamiento hace que nosotros y nosotras descalifiquemos costumbres, hábitos, paisajes y producciones artísticas que son nuestras, argentinas. Hay épocas de la Argentina donde esto fue en trazo grueso, fue super explícito.”

 

Inés Martina debutó en Buenos Aires

Inés Martina debutó en Buenos Aires

La artista oriunda de Buenos Aires, ahora instalada en Nueva York, se presentó en un escenario porteño por primera vez en su carrera y ANCCOM estuvo presente y también la entrevistó.

Composiciones propias y ajenas, canciones en español pero también en inglés. Ritmos rioplatenses, arrabaleros, mestizados con un poco pop y otro tanto de rock, sumado a un público activo, que no paró de aplaudir, cantar y bailar, fueron algunos de los condimentos que hicieron de la noche del pasado jueves 27, una fiesta inolvidable.

Inés Martina Chouciño Storani tenía 21 años cuando partió de Buenos Aires rumbo a Nueva York para estudiar artes por tres meses. Lo que no sabía en ese entonces es que allí sería su nueva residencia y mucho menos imaginaba que diez años después volvería a su Argentina natal para presentar ante los suyos su incipiente carrera como cantante.

En la Gran Manzana perfeccionó sus conocimientos artísticos y logró transformarse en una compositora, intérprete, cantante, actriz y bailarina, entre otras cosas. Fue en 2020 que llegó su debut como cantante y el 2021 trabajó en la producción de sus primeros sencillos, que se encuentran disponibles en las plataformas digitales. Tiene además dos videos: “Los giles” dirigido por Laura Manson y Celeste Lois y “Bailan con el viento”, también guiada por Manson.

En la velada del jueves no faltaron las sorpresas. Una de ellas fue la apertura del show de la mano de la humorista y actriz (entre otras tantas cosas) Vero Lorca. Conocida por sus actuaciones de stand up y sus participaciones en Canal 9 y en la TV Pública, la comediante se encargó de dar inicio a la antesala del recital.

Así, cuando el turno de Inés llegó, las y los asistentes ya estaban metidos de lleno en la jornada artística y rápidamente empezaron los alientos desde abajo del escenario incentivando a la cantante a dar inicio a su show.

Acompañada por Rafael Varela en guitarra, Mariana Molinero en teclados, ukelele, bajo y percusión y Manuel Barrios en bandoneón, la anfitriona comenzó el espectáculo con una versión acústica de “Bailan con el viento”, una canción propia. Desde el inicio se fue generando un ambiente familiar que perduró durante todo el show.

En el concierto dominó un clima cálido y familiar, con momentos emotivos como cuando Inés ofrendó una canción a su padre. La artista, además de presentar sus canciones, realizó imponentes interpretaciones de artistas como Natalia Lafourcade, Monsieur Periné, Luz Pintos y Amy Winehouse.

El momento más emotivo fue, quizás, cuando las y los seguidores más cercanos escucharon los primeros acordes de “Los giles”, una canción propia cuyo video, estrenado hace 4 meses, ya superó las 50.000 vistas en YouTube.

Para cerrar el show la artista eligió “Gafas rosas”, un tema inédito que desnuda las raíces rioplatenses, y finalmente se despidió con una versión eléctrica de “Bailan con el viento”. Los y las presentes, de pie, reconocieron a la artista con un interminable aplauso.

 

Con la adrenalina todavía recorriendo su cuerpo y las emociones a flor de piel, Martina tuvo un tiempo para contarle a este medio cómo se sintió en su primer presentación en Argentina.

  • ¿Cómo fue pensar desde Nueva York un show en Palermo?

¡Estuve más nerviosa preparándome para este show en La Tangente que para cualquier otro de los que hice en Nueva York! Fue la primera vez que interpreté mis temas originales en mi país, así que todo bastante nuevo. Empezando por el hecho de que me dirigí al público en castellano durante todo el show.

  • ¿Cómo surgió la idea de compartir escenario con el stand up?

La idea de pedirle a Vero Lorca que se sumara a mi show para llevar a cabo la antesala surgió de que hice algo parecido en Nueva York y funcionó muy bien. Soy actriz también y tengo muchas amigas comediantes que hacen stand up e improvisación a las cuales suelo invitar a mis shows allá.

  • ¿Qué descubrieron en esta hibridación artística?

Me gusta mucho mezclar la comedia con la música porque me encanta la idea de que el público llegue, se pida algo de tomar o comer, se rían a carcajadas y luego me escuchen cantar. Siempre pienso en lo que yo disfrutaría más siendo parte del público y trato de incluirlo.

 

  • ¿Qué expectativas tenías previo a tu primer show en Argentina?

Por suerte nunca me pongo muchas expectativas, entonces siempre salgo feliz. Lo aconsejo. Solo quería que se vendieran cierta cantidad de entradas, y se vendieron muchas más del número que tenía en la cabeza. No hubo ni una silla vacía y hubo muchas personas paradas también. La gente estaba súper contenta y tuve comentarios muy lindos acerca de todo el show. Así que: feliz.

  • ¿Cómo viviste el show arriba del escenario?

Me sentí muy cómoda arriba del escenario y me encantó lo que recibí del público durante y entre todas mis canciones. Muchos gritos positivos y varias personas cantando al unísono mis temas. ¡Es lo que más me gusta de todo!

¿Cuánto tiempo tuvieron para preparar el show con la banda que te acompañó?

La banda que me acompañó fue un lujo. Son músicos talentosísimos y se aprendieron todos los temas muy rápido. Con Rafa y Marian tuvimos dos ensayos y con Manu ¡solo uno! Además, no nos conocíamos así que me impresiona lo bien que conectamos con tan poco tiempo de preparación. Me encantaría volver a trabajar con todos.

  • Le regalaste al público un adelanto de tu próximo trabajo discográfico

“Gafas Rosas” es mi nuevo tema, una milonguita muy sexy. Van a poder encontrarlo en todas las plataformas digitales pronto. En este momento estoy en preproducción para grabar el video clip en marzo, acá en Argentina. Pueden encontrar en mi canal de youtube mis otros dos videos de música realizados, en Buenos Aires el primero, y en Nueva York el segundo.

  • ¿Tenes pensado un nuevo show en el país antes de volver a Nueva York?

Vuelvo a Nueva York en unos días porque tengo un show programado allá para el 26 de Ffbrero. Vuelvo a Argentina a mediados de marzo y la idea es programar un show para finales del mes o principios de abril.