La crisis pegó de lleno en la Feria del Libro

La crisis pegó de lleno en la Feria del Libro

Ante la falta de políticas públicas, y con una disminución de las ventas de entre un 20 y un 50 por ciento, el encuentro cultural anual más esperado resultó víctima del ajuste.

La Cámara de la Industria Ferial Argentina (CAIFE), en su informe de este año titulado “Menos stands, menos inversión”, manifestó la preocupación respecto a la caída de las ventas en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, una baja que ya el año anterior había sido del 24 por ciento en relación a 2022: “Esta tradicional y masiva Feria, fundamental para la cultura de nuestro país, cuenta con un espacio expositivo de más de 45 mil metros cuadrados, es una de las más grandes de América Latina y es un importante motor para el fomento del turismo por ser la más concurrida en el mundo de habla hispana. Sin embargo, este año tiene menos metros cuadrados construidos que los habituales y una inversión mucho más baja en los stands que fueron contratados”.

En diálogo con ANCCOM, el secretario general de CAIFE, Jaime Usach, sostiene: “La coyuntura económica que vive el país, donde hay inestabilidad y recesión, genera efectos sobre el poder adquisitivo de la población y modifica sus hábitos de consumo, incluyendo la compra de libros. Esto va acompañado de la competencia de los medios digitales, que aparecieron hace bastante tiempo, y la piratería”.

“Por otro lado, es destacable la ausencia del Gobierno nacional –prosigue–. La no participación con un stand en la Feria se puede interpretar como una acción política, acompañada de la falta de apoyo o de interés en la cultura y en la industria, no sólo del libro. Ahí hay una señal que va en concordancia con lo que está demostrando el Gobierno, que la cultura no tiene lugar en su lista de prioridades. También es notoria la reducción de stands de las provincias y, en general, de editoriales y librerías. Este recorte afecta directamente a nuestra industria, a todos los que somos proveedores, a muchísimas PyMEs, ya que nuestra cadena de valor está conformada por muchos rubros, como arquitectura y diseño, herrería, carpintería, pintura, gráfica audiovisuales, mobiliario, electricidad”.

Algunos, de hecho, fueron afectados por la decisión del Gobierno, que a través de su vocero afirmó que la participación en la Feria significaría un “gasto” de 400 millones de pesos. Según Usach, no logran entender que esto no es un gasto sino una inversión, porque estarían apoyando a la cultura, a la industria y a los negocios. “Desde CAIFE, además, podemos dar la certeza de que los valores dados no son correctos, ya que se hacen por mucho menos”, asegura Usach.

Las interrogantes se acumulan: ¿la crisis económica sólo daña las ventas durante la Feria o es un fenómeno a nivel nacional? ¿Por qué la gente ya no compra tantos libros? ¿Por qué un pueblo deja de invertir en la cultura literaria? ¿Qué rol cumplen los libros en la vida diaria de las sociedades y, particularmente, de la argentina?

Pablo Canalicchio, editor y director de la Carrera de Edición de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), afirma que la industria del libro atraviesa diversas problemáticas: “Es un escenario de alta complejidad, donde infieren factores como el precio del papel, el empobrecimiento de la gente, el recorte a la cultura y la crisis económica que azota al país. El ecosistema del libro está frágil y lastimado por la falta de políticas públicas, y así las librerías se achican y, en el peor de los casos, cierran. Por otro lado, está la cuestión de la competencia por el tiempo libre de la gente. Hay muchas empresas que compiten por ese tiempo libre, muchas son editoriales que compiten entre sí, pero también hay otras empresas con otros bienes culturales, donde entra en juego lo digital”.

“Se registra una crisis en las ventas desde el anteúltimo gobierno (el de Macri), que fue relativamente malo para la industria editorial. Hubo una falta de apoyo y, otra vez, de políticas públicas. Argentina es un país que, si lo comparamos con otros de la región, sale muy bien parado en casi todos los índices culturales, tenemos enormes cantidades de editoriales, bibliotecas, librerías y escritores. Muchos de nuestros autores nacionales consiguen premios y reconocimientos académicos internacionales. Es necesario proteger esta industria”, agrega.

“El libro es el centro de la cultura, es el objeto físico más importante que existe. Lo que pasa en un aula alrededor del libro, en una biblioteca, en una casa, no se puede reemplazar por ninguna otra cosa. Sí hay otros lugares que generan encuentros y desarrollo cultural, como el cine o el teatro, pero la capacidad que tiene el libro de estar ahí, en la biblioteca de una casa esperando que venga un chico y lo agarre en algún momento, no se compara con nada. La posibilidad de que haya bibliotecas en lugares de bajos recursos, donde puedan acceder niños, jóvenes y adultos, potencia la posibilidad de emparejar e igualar oportunidades. Los libros son de los principales y más cómodos, más efectivos y más económicos vehículos de aprendizaje, y por consiguiente de ascenso social. La potencia de los libros, cualquier tipo de libro, es inmensa. Una sociedad sin la literatura en el centro, como eje, es un pueblo más plano, sin herramientas para pensar, dialogar, cuestionar, proyectar, soñar y crecer”, concluye.

 

Un paseo por la Feria

Paola, personal del stand de la provincia de la Pampa, cuenta que “se ha vendido muy poco en relación a otros años. Hay público durante toda la Feria, pero las ventas han disminuido en relación al año pasado en un 50 por ciento”. En su puesto, lo que más busca la gente son poetas e investigadores pampeanos, muchos de la Universidad Nacional de la Pampa, que tiene su propia editorial. “Es notable en la provincia que, debido a la situación económica, hay otras prioridades, como comer. La literatura, como todas las artes, es una de las formas de expresión fundamentales para el desarrollo de cualquier persona, tan necesaria como todas las otras disciplinas para educarnos, desarrollarnos y expresarnos”, remarca Paola.

Tal como señaló Usach, en esta edición de la Feria fue llamativa la ausencia de varias provincias. Ramón Blanco, coordinador del stand de Corrientes, comenta: “Si bien tuvimos mucho interés durante las jornadas profesionales, que fueron el martes y el miércoles previos a la inauguración oficial, es cierto que, comparado con otros años, estamos vendiendo menos. Quizás llegamos a 400 ejemplares vendidos en total hasta ahora. Nuestro público en general son adultos de entre 35 y 60 años, más librerías que buscan autores autóctonos, el género que más buscan es historia”. Blanco dice que él es quien es “gracias a los libros”. “Celebrar el libro –añade– es una forma de celebrar la vida, no concibo mi vida sin los libros. Hay que seguir protegiendo e incentivando la lectura, sobre todo para la juventud”.

En la Feria también participan países de la región como Perú, Paraguay, Chile y Brasil, así como de otras latitudes, como Portugal e Italia. “La literatura ayuda a los pueblos a tener conciencia crítica y, sobre todo, a conocer sus raíces”, afirma Derlis Sosa, del stand de Paraguay, donde casi no se encuentra stock de libros sobre la Guerra de la Triple Alianza gracias al masivo interés que despierta en lectores, escritores, docentes y bibliotecarios argentinos. El segundo lugar en ventas lo ocupan los libros de gramática, antropología e historia de la cultura guaraní, junto con mitos y leyendas locales. “Tenemos un público consumidor autóctono con raíces paraguayas que quiere aprender el idioma o conocer la historia de nuestros pueblos hermanos”, puntualiza Sosa.

La caída de las ventas está en boca de todos, ¿pero cómo se sienten los lectores que visitan la Feria año a año frente a los precios en alza? Uriel Bitar (22) cree que, en comparación con años anteriores, son exponencialmente más caros: “Suelo comprar libros usados, por lo que a veces encuentro buenos ejemplares que se quedan ‘atrás en el tiempo’ con sus precios y cuestan lo que deberían haber salido meses atrás. Este año, en la Feria, compré un solo libro, porque encontré un descuento con mi tarjeta de crédito, pero años anteriores podía llevarme varios más. Es triste, ya que los libros cumplen un rol fundamental en la memoria histórica de los pueblos y en el registro cultural que cada momento y cada sujeto imaginario llega a la posteridad. Nos permite retrotraernos a distintos pasados, comprender diversas miradas, y analizar la realidad desde nuevos lentes. Una población sin inversión en la literatura sería un pueblo abandonado totalmente a la desmemoria y a la completa ignorancia de lo que lo hace pueblo, y en tanto pueblo, indefectiblemente libre”.

Una excursión al Mercado Central

Una excursión al Mercado Central

Un sindicato organiza viajes para que sus afiliadas y familiares puedan defender su bolsillo ante la inflación. ANCCOM se subió al micro y te cuenta la travesía.

“No nos podemos retrasar un día como hoy”, se escucha. Es sábado al mediodía. Hace minutos el rocío se convirtió en llovizna, pero todavía no llega la tormenta. El micro escolar se acerca a la parada del 42, en la esquina del restaurante Bernal, en el barrio porteño de Saavedra. María se refugia bajo un balcón y luego es la primera en subir. Controla la hora en su celular cada dos minutos, revisa que no haya mensajes del conductor o de sus compañeros. Ella afirma que “comunalmente” se advertía la necesidad de ayudar al otro. Así, lograron que el Sindicato Único de Trabajadores de Edificios de Renta y Horizontal (SUTERH) gestione y subvencione estos viajes al Mercado Central.

Las nubes se ciernen sobre la zona, donde vive la mayoría de los 33 pasajeros que se embarcan una vez por mes hasta Autopista Ricchieri y Boulogne Sur Mer, en la localidad de Tapiales, partido de La Matanza, donde se ubica el inmenso Mercado Central de Buenos Aires. María tiene los nombres y apellidos de los viajeros en una lista que no abandona su mano o bolsillo. Son cinco paradas, todas sobre la Avenida Cabildo, en las que van subiendo los pasajeros, hasta la última, en la General Paz.

Isabel sube un poco antes, en Cabildo y Monroe. Deja su carrito azul encimado sobre los otros, elige el asiento que nadie se había animado a ocupar, el que enfrenta al resto, y desde allí los puede ver a todos. Sus movimientos son rítmicos y a la vez automáticos, en un parpadeo dispone de lo que necesita entre sus manos: termo, mate y yerba. “Mis mates tienen algo especial, son diferentes a los demás”, dice mientras ceba.

¿Cuál es el secreto? Su respuesta es una sonrisa llena de picardía, quizás no hay secreto, quizás no hay magia. Pero ante una acción siempre hay una reacción y algo sucede. Las pasajeras a su alrededor dejan de quejarse del frío, de la lluvia, del gobierno y de sus maridos, y empiezan a conversar. Ahí está la magia, el secreto, la receta. El micro ya no estará en silencio hasta el fin de la jornada.

“¿Quién quiere un mate?”. “¿Cómo están tus hijos?”. “¿Dónde está Molina, por qué no vino?”. “Mi hija está bien, estudiando, tiene miedo porque los profesores le dicen que la facultad puede cerrar”. “¿Quién va a comprar tutucas?”.

María permanece de pie. Solo se permite descansar cuando la última pasajera sube al micro. Muchos de los viajeros no se conocen entre sí, y ella, como el mate de Isabel, ocupa el rol de conectora. Dialoga con los solitarios que eligieron un asiento en el fondo, el club de materas que rodea las primera filas, las dos parejas que decidieron viajar con sus hijos, y con el conductor.

Maite (25) vive en Belgrano y estudia Administración en la Universidad de Buenos Aires. Este es su segundo viaje al Mercado Central, viene para acompañar a su mamá, Marta, que va por su cuarto viaje. “La diferencia de precios es tremenda, con 50 mil pesos compro el doble o el triple que en el supermercado cerca de mi casa”. Su hermana Clara también la acompaña. Ambas son encargadas de edificios, como el 90 por ciento del pasaje.

“Me enteré de estos viajes por mi hermana, que participa desde el año pasado. Yo vengo con mi marido, y este es nuestro segundo viaje, lo hacemos por los precios y la comodidad, está bien organizado, se hace súper ameno. Estoy este rato conversando con mi pareja, mi hermana y mis sobrinos, no somos la única familia que viene no sólo a comprar, sino a pasar el día. A mi hermana no la veía hace unas semanas, así que aprovechamos para pasar tiempo juntas”, cuenta Clara. Las mujeres Ávila han ocupado asientos en ambas filas. Sus risas musicalizan la excursión.

Sólo hay ocho hombres en el ómnibus, casi todos parejas de las mujeres más grandes, algunas jubiladas. Clara opina que es así porque dentro del rol de ama de casa, o de madre, o de esposa, la mujer es la responsable de las compras para el hogar. “Los hombres más que nada acompañan para cargar lo que nosotras compramos”, explica.

Los Barrientos eligen convertir la travesía en un plan familiar. Sus dos hijos probablemente corretearán entre los puestos de ropa y electrodomésticos, el pabellón de pequeños productores, quizás jueguen a las escondidas en la feria minorista, o a la mancha entre las naves 10 y 12. Posiblemente terminen su excursión con hamburguesas en el patio de comidas, frente a los puntos de flores y plantas, con un enorme paquete de tutucas de postre.

El Mercado Central es una telaraña, cada pasillo se entremezcla con otro pabellón lleno de recovecos. A través de sus naves se expanden los Nueve Mundos del Yggdrasil. Y por las rendijas, entre tablones, aparecen cada vez más personajes. Familias enteras despliegan una obra ruidosa y ardua. Isabel va al frente, dirige al grupo, ha venido incontables veces. Su fiel termo está guardado en su carrito, o tal vez lo dejó en el micro, para la vuelta.

Miguel trabaja en la carnicería La Celestina hace ocho años. Su chomba blanca y delantal rojo están impolutos. “En los últimos dos o tres meses las ventas han bajado un 40 por ciento, gracias a Dios tenemos una clientela fiel que nos sigue eligiendo por la calidad de la carne, pero la disminución es notoria y preocupante. Antes, la gente venía a comprar dos kilos de milanesas, ahora compra kilo y medio, un kilo, o incluso por unidades. Subimos los precios cada un par de meses, no queremos hacerlo, sabemos y entendemos que a la gente le cuesta, pero no nos queda otra”.

Marta (40) trabaja en el Mercado Central desde que tiene 10 años y es dueña de su propio puesto. Su sector es una explosión de colores, aromas y texturas, con sus frutos secos, aceites, harinas, legumbres, especias y condimentos. Sus productos llegan de toda la región, Paraguay, Perú, Brasil, Bolivia. En su caso, la clientela ha aumentado desde el cambio de gobierno, la gente busca otras formas de comprar. Los precios en su puesto aumentan cada 10 o 15 días. “Uno ya se acostumbra a la subida constante de precios, hay cosas baratas y caras, pero siempre conviene comprar acá. La gente compra por kilo o por cuarto, pero compra cada vez más, porque conviene. Solía racionar maní en bolsitas de medio kilo y por la demanda de la gente ahora vendo por kilo”. Sus productos estrella son las harinas y fécula, “para la chipá, que se consume mucho”, y la granola y avena instantánea, que son opciones sanas, “en un supermercado el kilo de granola cuesta 8 mil pesos, y acá 4 mil”, señala.

Si se presta atención, entre la marea de gente se distinguen figuras encapuchadas que caminan lento pero en un segundo se agachan y recolectan lo que va cayendo de los cajones, carritos y camiones. Uno de ellos esconde su rostro bajo una capucha gris, y en su bolsa improvisada, que pudo haber sido una red de limones, lleva papas, tomates y naranjas. Fuera del mercado, decenas de puestos siguen funcionando bajo toldos que amenazan con salir volando. Las compras, aún bajo la lluvia, no cesan.

A las 16, los viajeros de la Comuna 13 ya están terminando sus compras. En sus bolsas de tela se observan papas, uvas, limones, calabazas, cebollas y bananas. Pocos han optado por la carne, las plantas y los electrodomésticos. A las 16:30 todos están de regreso en el micro, pero la escena ha cambiado, los carritos apilados frente a las puertas ahora se encuentran por todos lados, repletos de bolsas. Isabel hace notar que recargó agua caliente y compró facturas. Saca el termo, el mate, y arranca la vuelta.

Los rebusques de la clase media

Los rebusques de la clase media

¿Cómo se las ingenia para enfrentar los aumentos de servicios, alimentos y artículos esenciales, con salarios congelados y la pérdida del poder adquisitivo?

Dentro de un escenario económico complejo en donde la crisis se hace notar cada día más, la canasta básica alimentaria de marzo es la más alta de la historia del país. Ante esto, la clase media lleva a cabo estrategias para subsistir a las medidas tomadas por el Gobierno.

Según el INDEC, la variación mensual de la canasta básica alimentaria (CBA) fue de 10,9%, mientras que la canasta básica total (CBT) fue de 11,9%. Además, los servicios básicos tales como la energía, agua, gas, colegios y prepagas incrementaron sus tarifas, siendo un golpe más para las clases sociales bajas y medias. De acuerdo con el Centro de Educación, Servicios y Asesoramiento al Consumidor (CESyAC), el relevamiento de precios al consumidor de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires del mes de marzo es de $1.071.675,76. En ese monto se incluyen los gastos totales de una familia, ya sean los servicios básicos para el hogar y los productos del consumo como las carnes, verduras y artículos de limpieza.

El Gobierno busca ensanchar cada vez más la brecha entre ricos y pobres, tendiendo a diluir la clase media entre ambas. Fernando Adrián Barrera, director de CESyAC, declaró a ANCCOM: “Se produjo una retracción del consumo, fundamentalmente, de los sectores medios urbanos, se ha cambiado el hábito y la costumbre de esos sectores”. Mariela Mancini, vecina de Parque Chacabuco (Comuna 7), dijo: “Tengo que ir a los supermercados solo los días que tengo descuento con la tarjeta, sino es imposible”. Además, agregó: “Me la tengo que rebuscar y volverme experta en las promociones, por lo que siempre termino comprando en diferentes supermercados distintos productos para conseguir el precio más barato, ya no importa cuál sea la marca”.

El informe de CESyAC dio como resultado que una familia de cuatro personas por día necesita para vivir $35.722, 53. Si bien a esta familia se la piensa con capacidad de alquilar vivienda, poseer auto, un bono de medicina prepaga, además de que sus hijos asisten a una escuela privada, estamos hablando de una familia tipo de clase media.

Los vecinos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires buscan ganarle a la inflación de todas formas. Leandro Campana, vecino de Almagro (Comuna 5), comentó: “Vivo en Caballito pero voy al Mercado Central un sábado al mes con mi mujer para hacer compras grandes. Desde principios de año empezamos a venir, hay mucha diferencia”. La situación económica actual genera que trabajadores y trabajadoras de clase media tengan que buscar precios por demás y hacer cuentas para llegar a fin de mes, cuestión que antes el contexto no les exigía. Campana también expresó: “Las verdulerías y carnicerías de mi casa manejan precios altísimos, no voy a pagar de más, pero la carne está cara en el Mercado Central también. Termino comprando de más y puedo frizar algunas cosas y otras dárselas a mi vieja para que no termine gastando fortuna”.

El director de CESyAC sostuvo: “Estamos viviendo un proceso de estanflación que junto a la pérdida del poder adquisitivo del salario la gente no tiene plata. Solo se compra lo elemental y si no se buscan marcas más económicas o directamente se compra en negro, cuestión que favorece la posibilidad de bajar el índice de inflación pero que a la vez expresa una profunda crisis económica del país”.

Los trabajadores están pagando la crisis y el ajuste. La única forma de llegar a fin de mes parece ser buscar alternativas más económicas constantemente y no bajar los brazos ante los masivos aumentos.

Disparen a la prensa

Disparen a la prensa

Otra vez, cronistas y fotógrafos resultaron heridos en la represión ejercida por el Gobierno ante una protesta de los movimientos sociales. Balas de goma, gases y cámaras rotas.

Este miércoles varios movimientos sociales marcharon hacia la 9 de Julio y avenida Belgrano y ocuparon las calles que rodean el exministerio de Desarrollo Social, en reclamo de alimentos para comedores y merenderos suspendidos desde diciembre, y en rechazo a la baja de beneficiarios del plan Potenciar Trabajo. Durante la manifestación, hubo una docena de detenidos y varios trabajadores resultaron heridos por la represión ejercida por parte del personal de la Policía de la Ciudad y de la ciudad con tanques hidrantes y balas de goma. Cómo ocurrió en anteriores protestas desde que asumió el Gobierno Javier Milei, cronistas y fotógrafos fueron un blanco predilecto.

 El Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SIPREBA) en conjunto a la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (ARGRA) publicaron en sus redes sociales un mensaje de repudio a  las agresiones que sufrieron periodistas y reporteros gráficos. “Repudiamos la represión frente al exministerio de Desarrollo Social. Otra vez, atacaron directo a la prensa con balazos de goma”, indicaron. «Nos solidarizamos con Diego Ricciardelli de Crónica TV, Antonio Becerra de la Agencia de Noticias Red Acción (ANRed), Antú Divito Trejo de La Retaguardia y con todos los heridos», añadieron.

Antonio Becerra Peoraro, reportero gráfico de la Escuela de ARGRA y colaborador en la ANRed, fue uno de los reprimidos. En diálogo con ANCCOM, Becerra señaló que la represión de la policía fue un “momento salvaje” en el que “uno intentó cubrir la manifestación pese al accionar de la policía totalmente brutal, con balas de goma, gas pimienta, los camiones hidrantes, la verdad es que fue una vergüenza”. Alterado por lo ocurrido, dijo que perdió su equipo de trabajo porque una bala de goma le pegó en su brazo y también impactó en la pantalla de su cámara.

A pesar de todo, Becerra afirmó que seguirá trabajando. “Como reportero gráfico, creo que la mejor forma de ejercer este oficio es poniendo el pecho, independientemente de cuál sea la coyuntura, como trabajador de prensa lo importante es registrar todo lo que suceda de la mejor manera”.

Paula Acunzo, es reportera freelancer y también padeció las balas de goma y los gases. “Fue muy violento, de alguna manera lo esperaba ya que todas las manifestaciones que cubrí fueron así. Vi a gente que estaba paseando con sus hijos de casualidad y tuvieron que correr con bebés a upa. Una señora que entró en pánico, compañeros heridos gravemente”, relató a ANCCOM. “A mí me lastimaron, fue atroz y violento. Había gas en el agua del hidrante”, describió.

Acunzo dijo que desconoce el plan del Gobierno pero para su entender hay algo “sistemático de generar violencia y terror para desmovilizar y destruir los vínculos de comunidad y colectividad de resistencia”. A ella la moviliza para seguir luchando “la esperanza de un país donde no haya pibes excluidos socialmente, donde no se los lleve a como única solución posible el consumo o la muerte, donde todos tengan tierra, techo, trabajo, salud y educación”.

Florencia Fosatti, periodista y locutora en Radio Continental, contó a ANCCOM lo que vivió: “Lo único que pensaba era querer correr, bronca, dolor e inseguridad. Iba gritando por todos lados ‘prensa’ para que no me hagan nada. En medio del tumulto me quedé en medio de la gente. Cuando quise escapar no había posibilidad, recibí todos los golpes. Lo viví con mucho miedo y lo único que pensaba era en salir de ahí. Viví varias represiones en la calle y ninguna fue tan salvaje como esta”.

Sin embargo, la cronista explicó que seguirá cubriendo este tipo de movilizaciones. “Quiero un periodismo libre, donde no censuren ni se naturalice el odio al periodista por ser de un medio u otro” señaló. “Me moviliza que podamos caminar por las calles, ser prensa y poder contar libremente lo que nos pasa y no tener autoridades en el Estado que festejan cuando a un periodista lo reprimen”, remarcó.

Verdurazo para enfrentar el ajustazo

Verdurazo para enfrentar el ajustazo

La Unión de Trabajadores de la Tierra entregó 30.000 raciones de verdura gratis frente al Congreso de la Nación. Jubilados, despedidos y estudiantes hicieron fila para llevar comida a sus casas.

“Esto es libertad. Comer es libertad”, vociferó Nahuel Levaggi, coordinador nacional de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra (UTT), desde arriba de un camión repleto de cajones de verduras para dar inicio al primer “Verdurazo” de este 2024. El encuentro fue organizado por la Mesa Agroalimentaria Argentina (MAA), que se compone de pequeños y medianos productores agrícolas de todo el país, y consistió en la entrega de 30.000 raciones de verduras gratuitas a quienes se acercaban a conseguir las verduras que ya no pueden comprar. “Esta es la flor de la libertad”, dijo Levaggi al tiempo que repartía flores a quienes estaban presentes en la Plaza del Congreso, lugar donde sucedió el evento, que tuvo su inicio pasadas las 11 de la mañana de este miércoles.

En diálogo con ANCCOM, Zulma Molloja, vocera nacional de la UTT, aseguró: “Estamos donando más de 30.000 kilos de raciones de verduras, hay flores también para que se lleven nuestros jubilados o esas familias que no están pudiendo llegar a fin de mes. También estamos solidarizándonos con los despedidos -este Gobierno es lamentable-, con Télam, con ANSES, con el INAFCI, de agricultura familiar, que lo quieren cerrar. Es lamentable lo que viene pasando con la inflación, venimos también de cuatro temporales muy fuertes, por los que se inundó y perdimos la producción. Hoy nos hemos solidarizado con lo poco que nos quedaba, dijimos: ‘donemos lo que se pueda’”.

Si bien este Verdurazo es el primero del año que corre, en pandemia también lo habían organizado. “Hemos donado a comedores populares, a La Poderosa y otras organizaciones que llevaban un plato de verduras a esas familias que estaban muy complicadas por el Covid. Hoy también estamos haciendo eso, porque es preocupante la situación, porque los que no producen no tienen para comer. Nuestra lucha también es por el acceso a la tierra: en vez de pagar el alquiler, queremos tomar un crédito blando y poder pagar la tierra. Y que vea este Gobierno de qué forma trabajamos y quiénes somos los que realmente alimentamos al pueblo”, agregó Molloja.

Levaggi por su parte, sostuvo: “Es un Verdurazo más de los que hemos hecho durante tantos años y donde planteamos la necesidad de visibilizar la situación del sector y, por otro lado, que nuestra forma de lucha sea en solidaridad con el pueblo, por eso estamos compartiendo nuestro fruto de trabajo como es la verdura con todos los vecinos, vecinas, comedores y trabajadores despedidos, y donde nosotros planteamos nuestra realidad, de tarifazos, devaluación, que aumentó los costos de producción un 300 por ciento. Porque los costos están dolarizados, la situación de emergencia climática tampoco fue atendida por parte del Gobierno, el desguace de las instituciones nacionales que atienden al sector. Ante eso, nosotros planteamos que el alimento es un derecho y si ese derecho no se garantiza, planteamos la solidaridad”.

A su vez, Pedro Poslaba, delegado de la UTT cuya base funciona en la Escuela N° 49, aseguró: “Somos trabajadores de la tierra, producimos las verduras que entregamos. La decisión surge por la organización que tenemos, de cada base, y cubrimos los gastos entre todos”.

Poco antes de las 11 de la mañana, mientras los organizadores del encuentro bajaban de los camiones los cajones de verduras y los acomodaban en hilera en la vereda de la plaza, iban llegando cada vez más personas, que enseguida formaron una fila larguísima. “Me trae la necesidad, porque soy jubilada con la mínima y realmente no nos alcanza. Es la primera vez que vengo. No hay derecho a que los chicos pasen hambre, porque están en una etapa de crecimiento”, comentó a ANCCOM Graciela Margini, quien asistió a la Plaza del Congreso para llevarse una ración de verdura.

Un relato similar realizó Gustavo Lama, un señor que también acudió al lugar y contó: “Vine por la situación en la que estamos. Es la primera vez que participo en esto. No damos abasto. Soy jubilado, gano $170.000, pago hotel donde vivo, me sale $100.000, me quedan $70.000”. Por su parte, Camila, una joven que también fue en busca de una ración de verduras, aseguró: “Vine para apoyar a la Unión de Trabajadores de la Tierra y a buscar alimentos gratis, que hoy en día es muy difícil pagarlos. Yo igual estoy en una situación de privilegio, tengo techo y comida, pero lo único que estoy comprando es comida, así que vine a apoyar y a recibir lo que es justo para todes”.

También estuvo presente Marcela Galeano, referente de La poderosa, quien afirmó: “Somos varias vecinas de todos los barrios tratando de recibir verduras porque estamos en una situación bastante difícil. También estamos recibiendo para nuestros comedores, que se están sosteniendo solamente con donaciones de buenas personas, porque no tenemos nada. En distintos comedores se dan muchas raciones por día y cada día están aumentando más porque cada día hay más gente que se queda sin trabajo y hay muchos que directamente están en situación de calle. Esto nos viene rebien para cocinar a todos nuestros compañeros, compañeras, y aparte para los vecinos y los que vienen a buscar la comida al comedor”.

Cerca del mediodía, la fila humana ya se había desarmado. Ahora había personas por doquier yendo de un lado a otro con bolsas cargadas de comida. Por esa hora, la UTT improvisó un escenario arriba de uno de los camiones con verduras. Allí se subieron Levaggi, Molloja, una referente de La poderosa y también Valeria Taramasco, secretaria de Derechos Humanos de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), quien, con micrófono en mano, aseguró: “Venimos no sólo a solidarizarnos, sino a compartir la lucha, porque es la misma lucha, primero porque estamos siendo víctimas de las políticas de este Gobierno, pero además los trabajadores y trabajadoras de la agricultura familiar compartimos la misma lucha con las organizaciones, están desmantelando las políticas para el sector. A nosotros nos están despidiendo, sin anunciarnos el despido, sino directamente no renovándonos los contratos, además estamos sin cobrar el mes de marzo. Es un Gobierno al que poco le importa la producción, la soberanía y menos que menos las políticas territoriales”.

Aunque no subieron al “escenario”, también estuvieron en el “Verdurazo” algunos trabajadaores de “Somos Télam” y del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA). Tampoco faltó la presencia policial, un clásico de este Gobierno para desplegar el protocolo represivo caprichosamente e intentar, de manera infructuosa, abortar la actividad.