¿La única salida es Ezeiza?

¿La única salida es Ezeiza?

¿Cuántos jóvenes emigran del país? ¿Es una cuestión de clase? El mito del éxodo y por qué los latinoamericanos siguen eligiendo a la Argentina cuando se van de sus terruños.

“Las oportunidades las crea uno mismo, mientras que el contexto y el país al que decidís emigrar solo te las va a poder facilitar, pero no te va a dar la solución”, reflexiona la joven argentina Candela Niesl, de 27 años. 

Emprender un nuevo destino, adaptarse a otro estilo de vida, lejos de la familia y amigos, aprender a lidiar con la soledad y el miedo a lo desconocido. Todo ello por el objetivo de construir un futuro y reconstruirse personalmente, a través de nuevas experiencias y culturas. Esos son algunos de los procesos por los que pasan quienes deciden emigrar de sus hogares para ir a otro país que, en algunos casos, se puede convertir en su segunda casa. 

Argentina recibió a muchos de estos aventureros a lo largo de su historia. Entre 1860 y 1930, fue de los principales destinos para los europeos. En la década de 1960, extranjeros latinoamericanos llegaron en masa, y nuevas costumbres se sumaron a su ecuación. Así lo describe el inmigrante colombiano de 26 años, Jorge Arévalo: “A nivel cultural te haces un festín en Argentina, hay mucha diversidad”. No obstante, el país continuó recibiendo a quienes huían de las crisis políticas y económicas que había en sus tierras de origen.  “No pudimos escoger otra tierra donde ir que no fuera la Argentina, porque ha sido un país que abraza, que recibe, que contiene, sobre todo”, confiesa Valentina Araujo, una de las miles de venezolanas y venezolanos que llegaron al país desde 2015.  

Sin embargo, hoy es moneda corriente que entre algunos jóvenes argentinos se converse sobre la posibilidad de viajar al extranjero con un futuro planeado o librando el destino, al azar. Muchos de ellos son descendientes de inmigrantes europeos del siglo XX y hacen largas filas en las embajadas europeas para conseguir su ciudadanía. 

Parece tan popular este debate que los medios de comunicación, las redes sociales y las campañas políticas lo recogen como tema de agenda. En este sentido, a veces se divulga información poco certera sobre la cantidad de emigrantes argentinos y sus experiencias en el extranjero. 

Guerra de oportunidades

En la mira de las próximas elecciones presidenciales, los partidos políticos se dirimen el apoyo de las juventudes. Estos son votos decisivos a la hora de ganar y Mauricio Macri lo sabe. A través de su cuenta de Instagram, el ex mandatario argentino hace tiempo que opina sobre los flujos migratorios, y expresó: “Me parte el alma el éxodo de los jóvenes argentinos que vemos todos los días. Se van frustrados por no poder desarrollar sus vidas acá mientras en otros países los esperan con empleo, estudio, vivienda, crédito y un futuro. Por eso no los cuestiono, entiendo sus razones”.  Luego de este inicio, fue de lleno al discurso político: “En 2023 se producirá un cambio muy profundo”, afirmó, haciendo alusión a su intención de volver a ser Presidente. 

Pero, así como Juntos por el Cambio no interpela a toda la ciudadanía, este discurso también deja a varios argentinos afuera. ¿A qué jóvenes les habla Macri? ¿Todos los sueñan con irse del país? 

De acuerdo a una encuesta realizada por esta nota en octubre de 2022 a 200 jóvenes de entre 20 y 30, quienes manifiestan sus deseos de experiencias en el extranjero son pibes y pibas de clase media y acomodada. En parte de aquel público podría estar Tomás González, un argentino de 23 años que estudió en una universidad privada de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y vive en España hace un año. No obstante, Tomás confiesa: “Es imposible hacer esto si no tenés la plata”. Sus padres le pagaron la carrera para que él pudiera terminarla lo más rápido posible. Con su título de Licenciado en Turismo y Hotelería fue a buscar su primer trabajo en el extranjero.

Más de la mitad de los encuestados por este medio coincide con la visión de Tomás. Al preguntarles por los obstáculos que se les presentan para viajar al exterior, primero respondieron que les costaría distanciarse de su familia y amigos, y luego, que no cuentan con el dinero necesario para viajar. Paralelamente, el informe que el INDEC publicó en septiembre de 2022 señala que más del 36,5% de la población argentina se encuentra bajo la línea de pobreza. No estaría en las prioridades y posibilidades de la población, viajar a buscar experiencias.

Igualmente, las trabas no están solo en la Argentina, también son impuestas por el exterior. Existen muchos requisitos que cumplir si, por ejemplo, se quiere trabajar de niñera en los Estados Unidos. “Podes ser Au Pair en 4 pasos”, ofertan las compañías que organizan programas de viajes para chicas jóvenes del país. No obstante, cada etapa está lejos de ser simple. Para poder aplicar hay que contar con título secundario, licencia de conducir, un alto nivel de inglés, 200 horas de experiencia cuidando niños y/o niñas, y tramitar el pasaporte y la visa de trabajo norteamericana. El costo del programa ronda los 150.000 pesos y dentro de él se incluyen el viaje de ida y la asistencia médica. 

Desde la Dirección Nacional de Migraciones, la Directora Florencia Carignano le respondió al expresidente a través de Twitter que durante el gobierno del PRO abandonaron el país 50 personas por día, mientras que entre 2020 y 2021 bajó a 18 emigraciones diarias. Para sostener estas estadísticas, la funcionaria del Frente de Todos aclaró que fue comparada la cantidad de argentinos de entre 18 y 40 años que salieron del país y no volvieron por 12 meses. Como las y los ciudadanos no están obligados a declarar los motivos de sus viajes es complicado contar información precisa. Solo es posible apoyarse en datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), y de los censos de población nacional comparados con las estadísticas de migraciones argentinas en el resto del mundo. 

El aumento en el interés por emigrar puede observarse en el recuento de trámites realizados para sacar la ciudadanía española o italiana. Sin embargo, no todos los que cuentan con alguna de ellas, se van del país. De acuerdo a la encuesta realizada por este medio, varios argentinos tienen presente la posibilidad de irse, pero aún hay algo que los frena. 

Aterrizar en la realidad

“Es clave no pensar que todo es color de rosa y enfrentar lo que toque”, admite Micaela Genta, una aspirante a Au Pair de 22 años. 

En la actualidad, quienes no se encuentran con las promesas que reciben son las jóvenes argentinas que emigran como Au Pairs a los Estados Unidos. Cada vez son más las mujeres que se aventuran a cuidar niños y niñas en el extranjero con la ilusión de conocer sus icónicas ciudades, tener alojamiento y comida gratuitos, y un sueldo semanal de 200 USD. Pero, al mismo tiempo, aumentan las denuncias en redes sociales que las viajeras realizan a sus familias empleadoras por explotación laboral o violencia intrafamiliar. 

Entre los participantes de la encuesta realizada, un 80% de ellos son argentinos y más del 60% de los mismos destacó que les gustaría vivir en el exterior. Pero, ¿por qué quieren irse? “Yo me fui porque me interesaba conocer nuevos lugares, nuevas personas y nuevas culturas. Siento que te abre mucho la mente viajar, pero no descarto volver a la Argentina”, aclara el argentino que reside en España, Tomás González.  

A causa de la pandemia, los países con alto envejecimiento poblacional fueron afectados por la caída de la mano de obra. En consecuencia, facilitaron el acceso a visas de estudio y de trabajo para los inmigrantes. Varios de ellos salieron elegidos como los países preferidos por las y los encuestados. 

La emigración que vive la Argentina es comparada por algunos sectores con la fuga de cerebros de 1966. Pero en aquel entonces, los jóvenes se iban a ejercer sus profesiones a otros países, mientras que hoy: “Se van a lavar copas o limpiar baños, que es digno, pero yo que estoy estudiando mi carrera y ejerciéndola, no podría dejar lo que construí acá”, manifiesta el colombiano Jorge Arévalo. Muchos de ellos son discriminados por los turistas incluso, tal como cuenta Tomás González: “La discriminación que yo sentí es que cuando me acerco a las mesas se agarran las carteras, me corren el celular”.

Quienes se van no solo dejan a sus familias, sino códigos sociales que varían considerablemente entre países. Argentina representa las noches de fiesta interminables, el beso en el cachete y ese trato “amiguero” incluso entre desconocidos. Ese clima da una sensación de bienvenida a los extranjeros que es destacable: “Una de las cosas que los venezolanos valoramos de los argentinos es que son muy abiertos a las otras culturas. Les gusta y se interesan”, manifesta Eli López, inmigrante venezolana que llegó al país hace cuatro años. 

El refugio de América latina

“Algo muy loco que a mí no me pasa, es que en Argentina todo el mundo se queja de la inseguridad. Pero en Colombia hay una cultura del miedo, la gente no saca el celular en la calle, es muy precavida, y acá son súper relajados”, destaca Jorge Arévalo al conversar con este medio sobre las características de la Argentina que más le llamaron la atención. 

En Latinoamérica, todos y todas están más que acostumbrados a la inseguridad, los altibajos económicos y las sorpresivas dictaduras o inestabilidad política. Pero en algunos países estas situaciones son peores que en otros. Por eso, en varios momentos históricos que expulsaron a miles de habitantes latinos de sus países de origen, la Argentina fue la solución más cercana. 

En el país, la población migrante era aproximadamente de dos millones de personas en 2019, según datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En la investigación de migraciones de la Dirección Nacional de Población, se destaca que, entre el 2012 y el 2020, el 93% de las residencias otorgadas fueron a migrantes procedentes de países de América del Sur, luego a inmigrantes del resto del continente, y por último, a europeos. La variación en los orígenes de quienes ingresan al país se puede ver claramente en el estudio del Instituto Nacional de Datos, Estadística y Censo (INDEC), que abarca el período de 1830 a 2010. 

“Mi familia me pagó el pasaje porque en Colombia las universidades son muy caras. A otros chicos a veces los padres no les pagan una universidad en su país, pero sí el alquiler de Buenos Aires que es carísimo”, comenta Jorge Arévalo. Según un ranking internacional, seis universidades de la Argentina se encuentran entre las 50 mejores de América Latina, y, entre ellas, la Universidad de Buenos Aires (UBA) se ubica en el puesto número nueve. La educación argentina también es destacada en las conversaciones entre europeos: Los argentinos tenemos una gran fama de tener buena educación, que para mí es real”, revela el argentino Tomás González y añade que el título universitario argentino es un privilegio que le abre más posibilidades a los jóvenes en el exterior.

Teniendo en cuenta que la mayoría de los inmigrantes latinoamericanos llegados a la Argentina entre 2018 y 2019 tenían entre 22 y 28 años, gran parte de la sociedad critica que vienen al país a aprovecharse de la educación pública. No obstante, en el Anuario Migratorio Argentino de 2020, un grupo de investigadoras del CONICET demostró que un 38% de los inmigrantes llegó a la Argentina buscando trabajo, y solo un 22% para ampliar sus estudios. A su vez, también destacan que quienes vinieron recientemente tienen perfiles educativos más altos que inmigrantes anteriores. 

Aunque muchas personas deciden aventurarse a la vida en el extranjero todo inmigrante sabe que esa búsqueda implica incertidumbre. Así lo asegura González: “Lo más importante es estar preparado para la inestabilidad de la vida, sobre todo al principio porque en muchos aspectos puede salir mal. Tenés que ser bastante luchador para salir adelante y no rendirte”. 

Al llegar a nuevos países las circunstancias socioeconómicas podrán ser más favorables que en la Argentina, pero eso no garantiza un futuro más sencillo o exitoso. A su vez, no hay una urgencia inmediata que lleve a los jóvenes a correr estos riesgos, como sí ha ocurrido en otros momentos de la historia nacional. “No es un número que impacte ni que se acerque a las emigraciones de la dictadura o de La Noche Los Bastones Largos, donde tampoco se puede mencionar a la crisis del 2001 como un gran éxodo”, explica Roberto Aruj, sociólogo de la Universidad de Buenos Aires. Varios sectores políticos podrán hablar de aumento de migración, pero las estadísticas muestran una realidad distinta. “No hay migración hoy en día, hay mucha propaganda política que está tratando de desprestigiar al gobierno actual a través de la campaña que plantea un gran flujo migratorio de jóvenes que no es real”, remarca el licenciado. 

Entonces, ¿La única salida es Ezeiza? Este dicho se volvió popular en Twitter y entre las y los usuarios de las redes que postean fotos de sus pasaportes y valijas a horas de abandonar el país. Sin embargo, parece ser más una campaña de algunos twitteros que un diagnóstico basado en la realidad.

Perú duele

Perú duele

ANCCOM recorrió las calles del centro de Lima y habló con los manifestantes que se animaron a hacerlo. El país sigue en tensión y la represión continúa. La presión popular será determinante para los próximos acontecimientos.

“La mayoría de los medios nos tildan de terroristas. Al contrario: acá hay un terrorismo de Estado”, protesta Delgado, una estudiante de provincia que vino hasta Lima para ser parte de la marcha y prefiere no dar su primer nombre por seguridad. “Esta prensa es una basura. Hay infiltrados que se meten para producir el enfrentamiento. Los medios tienen un guion, pero los testigos que están ahí cuentan lo que realmente está sucediendo”.

Desde que asumió el expresidente Pedro Castillo, hubo diferentes investigaciones sobre supuestos casos de corrupción contra él y su familia. Su gobierno duró desde el 28 de julio del 2021 hasta el 7 de diciembre de 2022, cuando el Congreso de la República lo sacó por “incapacidad moral» con 101 votos a favor, 6 en contra y 10 abstenciones. Su cargo pasó a ser ocupado por la vicepresidenta Dina Baluarte. Las marchas en su contra se intensificaron a partir de ese momento, la represión también: ya suman, por lo menos, 58 los manifestantes muertos desde diciembre pasado.

ANCCOM recorrió la zona céntrica de Lima que rodea el Palacio de Gobierno y la plaza central, donde no está permitido manifestarse. En la zona habló con la gente para intentar comprender qué hay más allá del cerco mediático. Así encontró que las personas que tratan de llevar una vida “normal”, como si no hubiera manifestaciones, se muestran renuentes a tocar temas políticos, más aún si la consulta proviene de un periodista. Quienes sí se atrevieron a hablar, dieron su versión de cómo ven la situación política, social y económica actual.

En el centro de Lima, en el cruce de las avenidas Alfonso Ugarte y Bolivia, a tres cuadras de la Central Operativa de Investigación (DIRINCRI) que se suele vallar cada vez que hay una manifestación, cerca de las 20:30, miles de manifestantes se hacen presentes. “La policía nos reprime, nos provoca nos detiene brutalmente y nos patea las piernas. Hay videos que lo muestran. Esto no es justo”, continúa Delgado. Minutos después, su padre se acerca para decirle que no debe dar explicaciones a desconocidos: que primero demuestren que no son de Perú porque «podrían ser soplones del Estado o la prensa».

Por otro lado, un taxista aclara que “no puede dejar de trabajar porque tiene que alimentar a su familia”. Vive “al día” y no está de acuerdo con las protestas. “Los que participan en la marcha rompen las calles y hacen destrozos. Se tiene que reponer y son millones de soles”, opina. En el transporte público uno de los pasajeros cree que “el Estado está vendiendo al país a las empresas extranjeras y debería revisar los contratos que van a ser renovados. Si las condiciones no son más favorables para el Perú, no deben continuar en el país. Y eso es lo que pesa hoy. Hay muchos intereses económicos de por medio”, dice.

En una agencia de viajes está Juana, de 38 años. Viene con sus cuatro hijos y su nieta desde el estado de Trujillo, Venezuela, y va rumbo a Chile. Todo su viaje es por vía terrestre: cuenta que se encontró con numerosas rutas cortadas y manifestaciones. “Desde que cruzamos la frontera entre Ecuador y Perú tuvimos muchos problemas porque somos novatos en estas cosas. A medio camino los manifestantes tiraron piedras a los buses. Ya en la segunda traba que tuvo el bus nos tuvimos que bajar y caminar para luego tomar otro transporte. En ese ínterin tuvimos que usar los alrededores como baño y comer golosinas”, cuenta Juana.

La ruta se complicó cada vez más y la agencia no se responsabilizó de la situación; por eso ella y otros quince venezolanos debieron pagar una combi. El costo normal es de 100 soles hasta Lima, pero debido a la situación política les cobraron 205 soles, poco más de 50 dólares. Juana se muestra sorprendida de que Dina Baluarte considere a los manifestantes como, “personas que no tienen oficio”. Esto le recuerda a Venezuela donde, según ella, desde el gobierno afirmaban que quienes marchan son de la oposición porque, en realidad, “todo está bien”: “Las personas se manifiestan porque la situación no está bien. La presidenta no quiere soltar el poder por intereses propios”, reflexiona.

Un abogado de unos 30 años, quien prefiere que no se le identifique, asegura que en Perú hay mucho abuso por parte de las empresas multinacionales y las leyes siempre favorecen a los que están en el poder. Los trabajadores no tienen el conocimiento suficiente para que se le reconozcan sus derechos. Según él, “los que marchan no tienen un argumento sólido y se necesita que en los centros de estudio se hable más de estos temas porque, en parte, todo esto tiene que ver con el cambio de Constitución», agrega.

En el céntrico Parque Juana Alarco de Dalmet los manifestantes de provincia se juntan alrededor del mediodía para almorzar en una olla popular. Percy Chino Quispe, un joven del departamento de Cuzco, explica: “Dina Baluarte había dicho que si Pedro Castillo se iba, ella también se iría. Ahora lo que queremos es que cumpla su palabra, que renuncie. Ahora han sacado las fuerzas armadas y es como si estuvieran trayendo un asesino para que nos maten. No hay terroristas: si hubiera hace rato declararíamos la guerra. Nosotros estamos marchando sin armas. Baluarte está engañando al pueblo. Ya no queremos más muertes, queremos que renuncie y tengamos nuevas elecciones”. Para este joven el Ejército está “infiltrado”: se visten de policías y eso no está permitido.

Al ser consultado, un policía dice que va a opinar como peruano, no como policía: “Definitivamente esto no debería estar sucediendo. Si bien es cierto que los problemas no son de este año, sino de años atrás, los reclamos son justos y válidos, pero no es la forma. Tampoco tienen claro qué es lo que quieren los manifestantes. Ellos quieren cerrar el Congreso, una nueva Constitución. Pero qué quieren cambiar, no lo saben”. Para él debe haber un diálogo entre el gobierno y las provincias para ordenarse.

Hay más de 100 policías en los cruces de 9 de Diciembre y Vía Expresa, frente al hotel Sheraton, cuando nuevamente se acercan miles de personas con pancartas que dicen, entre otras cosas: “Joven estudia, no seas policía”, “Mi lucha es por mi patria, el pueblo ya lo sabe”, y “La sangre derramada, jamás será olvidada”. Para entonces, el policía que hablaba como ciudadano, es convocado por sus superiores y solo alcanza a concluir: “Que se sienten los líderes con el gobierno y lleguen a una conclusión de un punto neutro”. Para este policía los manifestantes intentaron realizar atentados en los aeropuertos de Arequipa, Cuzco y Puno, y quemar comisarías.

Las marchas son pacíficas pero cada tanto se producen enfrentamientos, que algunos consideran producto de las infiltraciones de provocadores. Las opiniones sobre los manifestantes, como pudo verse, son variadas. La mayoría de los manifestantes son de Puno, Cusco, Cajamarca y otras provincias del sur de Perú. De Lima también hay, pero se perciben menos, probablemente porque quienes acampan no son de la ciudad y su presencia es más visible.

El domingo 29 a horas de la noche, la presidenta en ejercicio dio un mensaje a la Nación afirmando que su “deber es proteger a todos los peruanos, salvaguardar la seguridad del país y garantizar la paz social”. Para Baluarte depende del Congreso de la República que se adelanten las elecciones. En el caso que no se de, el Poder Legislativo debatirá una reforma constitucional para que las elecciones generales sean este 2023. La primera vuelta en octubre y la segunda vuelta, si es necesario, en diciembre. Seguramente la presión popular en las calles será fundamental para acelerar los tiempos.

«Nos estamos cagando de hambre»

«Nos estamos cagando de hambre»

El Gran Chaco es, según el INDEC, el aglomerado urbano más pobre de la Argentina. Siete de cada diez habítantes se encuentra en un grado de inseguridad alimentaria.

Según los datos del INDEC, Gran Resistencia es el aglomerado urbano con la pobreza más alta del país con 49,9% en el primer semestre del 2022, pero bajó 2,1 puntos porcentuales respecto al año anterior. Las condiciones de pobreza alcanzan a 209.411 personas del área que conforman Resistencia, Barranqueras, Fontana y Puerto Vilelas. Por su parte, la indigencia es del 15%, representando a 63.038 habitantes. Estos resultados corresponden a la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) respecto al primer semestre de 2022 que alcanza a 29,1 millones de personas y 9,7 millones de hogares, a nivel nacional.

“Los datos reflejan la realidad, en el Chaco no estamos llegando a fin de mes”, comentó Ariel Ortiz, habitante del barrio San José Obrero de Resistencia y militante de La Poderosa. “Hoy el ingreso de un albañil es de 15.000 pesos por semana y no sirve de nada, con 60.000 pesos por mes no hacés nada, estás casi por debajo de la línea de indigencia y solo te alcanza para comprar lo necesario. Si querés mantener una familia, tenés que elegir entre comer todos los días o comprar unas zapatillas para que los chicos vayan a la escuela y, en general, tenemos que decidir si comprar un jean o comer dos días más”, agregó.

En diálogo con ANCCOM, la ministra de Desarrollo Social de Chaco, Pía Cavana, comentó su preocupación respecto no solo a la situación de la provincia, sino por el aumento de la pobreza en toda América Latina luego de la pandemia. Además mencionó: “Es importante la creación de políticas sociales para atender a la situación de pobreza que realizamos desde el Ministerio. Los indicadores ayudan, pero es necesario una visión holística”.

El Instituto de Estadística y Ciencia de los Datos (IPECD) de la provincia del Chaco, registró una suba del 5,5% del IPC en el mes de octubre en el aglomerado de Gran Resistencia, con una desaceleración respecto al registro previo (6,7% en septiembre). Sin embargo, las mayores variaciones se dieron en los capítulos de ‘Alimentos y bebidas’ (6,17%) e ‘Indumentaria y calzado’ (6,17%).

Estas cifras no hacen más que reflejar las necesidades de los barrios populares, sobre las cuales Ariel Ortiz indicó: “Hoy la mayoría de las familias tiene solamente una comida por día. A veces tengo para comprar para el desayuno, el almuerzo y la cena, pero hay veces que no lo puedo hacer y tengo que decidir. Los ingresos no me alcanzan para comprar buena mercadería de comida y artículos de limpieza. Las necesidades están, pero no hay una respuesta concreta del Estado, ya no sabemos cómo decir que nos estamos cagando de hambre”.

Teniendo en cuenta este contexto, la directora del Instituto de Investigación Social, Económica y Política (ISEPCi) de Chaco, Patricia Lezcano, comentó: “Vemos con preocupación que no existan políticas públicas claras y concretas dirigidas a revertir esta situación que debería ser unas de las prioridades de la gestión actual”.

«El 62,8% ha tenido que suprimir una de las cuatro comidas diarias”, comentó Lezcano.

“En los últimos días se presentaron desde el ISEPCI los datos nacionales del IFAD (Indicador Familiar de Acceso a Derechos) que arrojó datos contundentes: 7 de cada 10 hogares (el 70%) se encuentran en situación de inseguridad alimentaria’. Cuando las personas ven disminuida su capacidad de acceso a los alimentos, operativamente, se define como la reducción de las porciones y/o supresión involuntaria de comidas en el hogar, y en este sentido un 64,3% de las familias relevadas han tenido que reducir la cantidad de porciones durante las comidas por falta de dinero y el 62,8% ha tenido que suprimir una de las cuatro comidas diarias”, comentó Lezcano.

“En cuanto a las privaciones recientes de alimentos en el último mes, el 70% de las familias entrevistadas refiere en términos generales haberse privado de consumir carnes, verduras, frutas, cereales o legumbres por falta de dinero”, dijo, y agregó: “Hoy más que nunca necesitamos que el Congreso trate y apruebe el proyecto de ley para congelar los precios de los alimentos básicos por doce meses. No hay futuro posible si en el presente no están garantizados los derechos básicos e inalienables  a la mayoría de nuestra población”.

Ante esta situación, también se suman demandas históricas por la falta de luz y agua en los barrios populares de Gran Resistencia. Al respecto, Ortiz resaltó: “Estuvimos toda la pandemia sin agua y hoy esa realidad no cambió mucho. También tenemos puntos en los barrios que no terminaron de hacer el tendido eléctrico y se vienen los calores. Además se suma la falta de ripiados, las veces que salimos a tomar colectivos es a los saltos o con las zapatillas en la mano, y basurales a cielo abierto porque no hay horarios fijos de recolección”.

“No sabemos cómo decir que los barrios populares la estamos pasando mal en todo sentido”, concluyó Ortíz. Los datos tienen una correlación con la realidad que están atravesando los barrios de Gran Resistencia y es inminente la respuesta del Estado con políticas sociales que atiendan las demandas de la población.

 

La fila de los invisibles

La fila de los invisibles

Casi un millón de personas ya se anotó para cobrar el bono que la ANSES otorgará a quienes viven en situación de indigencia. Hombres y mujeres que duermen en la calle o que sobreviven con rebusques hacen cola mientras tienen que aprender qué es un CBU. Historias de los caídos del mapa.

A las nueve de la mañana, los rayos de sol que cruzan perpendicularmente la Avenida Santa Fe, impactan de lleno contra el cartel blanquiceleste de la oficina de ANSES ubicada en Palermo. Son más de 30 las personas que esperan tramitar allí la inscripción para el bono de 45 mil pesos que las personas en situación de indigencia cobrarán en dos pagos mensuales de 22.500 pesos.

Mientras aguardan a ser atendidos, algunos se refugian del calor y la humedad matutina bajo la sombra de una palmera. La hilera se extiende hacia la izquierda, hasta la agencia de lotería “Vendedores de Ilusiones”. Frente a la puerta del local, uno comenta:

Vine porque vivo en la calle. Ojalá me lo den al bono. Con la plata que te dan, me alcanza para alquilarme una pieza por un mes.

Con el paso de los minutos, la hilera se extiende. Los transeúntes pasan por el lugar con normalidad. Nadie repara que, a pocas cuadras del predio de la Sociedad Rural Argentina, quizá el máximo símbolo de la producción alimentaria argentina, haya gente completando formularios para poder comer. 

«Acá no te podemos dar plata. Tenés que generar un CBU en el Banco Nación o en el Banco Provincia».

“No, acá no te podemos dar la plata. Tenés que generar un CBU en el Banco Nación o en el Banco Povincia”, avisa uno de los empleados de ANSES a la persona de la fila que contó que vive en la calle

El inquilino del asfalto no tiene cuenta bancaria, tampoco los otros cuatro que lo preceden en la cola. Automáticamente, se va rumbo a la sucursal del Banco Nación ubicada en Plaza Italia. Allí lo esperan más personas que se encuentran en la misma situación. Algunos fueron al lugar a abrir su primera cuenta bancaria; otros tantos utilizan su umbral para dormir. 

“Creo que tendrían que fijarse el tema de las colas. Yo no sé usar la computadora, entonces no me pude inscribir por internet y tuve que venir acá -se queja uno de los que espera que lo dejen entrar al banco-. El tema es que para venir, yo tuve que dejar de trabajar. Yo junto cartón, metal, y una mañana perdida le duele bastante al bolsillo”. 

Mientras el hombre habla, otro que está más adelante lo escucha. Media hora más tarde, ese otro explica que tiene 30 años, que no tiene lugar donde dormir y que por eso necesita el refuerzo alimentario. 

“Yo vivo acá a unas cuadras, en Plaza Italia -comenta Silvia, otra de las que anhelan cobrar el bono-. Mi marido trabajaba en un taller en Mataderos. Cuando vino la pandemia, lo despidieron y no pudimos pagar más el alquiler. Ahora nadie nos quiere dar trabajo ¿Cómo salimos de la calle si nadie nos quiere dar laburo?”

Mientras tanto, la fila de ANSES sigue extendiéndose y se mezcla con la de las paradas de los colectivos. Todos miran impacientemente hacia la puerta, mientras un empleado de la oficina recorre la cola respondiendo preguntas e intentando espantar a los reporteros gráficos que retratan el escenario. 

“Lo que pasa es que no quieren mostrar que hay tanta gente necesitando esta ayuda -opina Manuel, un albañil de 29 años que faltó a su trabajo para poder acercarse hasta el edificio público-. La plata que nos dan son monedas y de acá a diciembre, cuando se cobra la segunda cuota, nos va a alcanzar para menos cosas. Pero bueno, peor es nada. Mis compañeros también querían venir, pero no los dejaron porque alguien tenía que seguir la obra. Todos estamos en negro y cobramos una miseria. Yo falté porque si no, no tengo cómo darle de comer a mis nenes.”

Una y otra vez, los minutos de espera son definidos como tiempo quitado para el trabajo. Y en la economía informal, donde el sueldo es un anhelo y los derechos una utopía, cada segundo que se le dedica a otra cosa que no sea conseguir dinero, significa alejarse un centímetro más del plato de comida. 

Es una realidad que afecta a todos los pobres del país, pero sobre todo a quienes recibirán el bono alimentario. Para poder cobrar el llamado popularmente “IFE 5”, no se pueden percibir jubilaciones ni pensiones; prestaciones por desempleo; no estar inscriptos en el Pla Potenciar Trabajo, ni ser beneficiario de Becas Progresar, Asignación por Embarazo o ni ningún programa social. El bono no es para los que se encuentran en los márgenes del sistema, es para los que están aferrados con las uñas para evitar la caída. 

Nadie repara que a pocas cuadras de la Sociedad Rural, quizá el máximo símbolo de la producción alimentaria argentina, hay personas haciendo cola para poder comer.

“A mí lo que me da miedo es lo que viene después de esto. En su momento sacaron cuatro IFE y después se olvidaron de nosotros. La ayuda está muy bien, pero no podemos vivir eternamente en la calle, por más de que nos regalen plata -declara José Luis-. Uno va a pedir ayuda al Gobierno de la Ciudad y la policía te amenaza. El Gobierno nacional te tira dos pesos y después se olvida. Nadie nos ve a nosotros, somos invisibles.”

Mientras habla, el hombre sostiene un bolso. Ahí dentro están sus únicas pertenencias: una campera, un jarrito de metal, una botella de agua, una sábana sucia y una gorra. Él duerme en la parada de la línea 60 del Metrobus. Su cama es el suelo, porque los asientos fueron construidos especialmente para que tipos como él no puedan acostarse. Contra él no conspira solo el sistema económico y social imperante, sino también la arquitectura diseñada por un Gobierno que no quiere pobres durmiendo en la calle pero no les ofrece salidas dignas a la indigencia. 

Para las once de la mañana, quedan cinco personas esperando. Si cumplen con los requisitos, se sumarán a los más de 800 mil argentinos que ya fueron aprobados de los más de dos millones estimados que podrían obtener el bono. La primera cuota se cobrará el 14 de noviembre, mientras que la segunda se depositará en diciembre. Todo sea por una Navidad en ¿paz?

La clase media va a Avellaneda

La clase media va a Avellaneda

Los altos índices inflacionarios trajeron consigo cambios en los hábitos de consumo. Quiénes son los que abandonaron los shoppings por el popular paseo de compras del barrio Flores.

Es sábado por la mañana, está fresco y a punto de largarse a llover pero casi no se puede caminar por la Avenida Avellaneda, en el barrio porteño de Flores. El mal tiempo no parece ser un impedimento para un paseo de compras del que cada vez participa más la clase media.

Remeras, polleras, pantalones, buzos, gorras, zapatillas, ojotas: todo lo necesario para aprovisionarse para la nueva temporada está en Avellaneda. Quienes mejor conocen la zona recomiendan adentrarse por las paralelas o las calles que cortan la avenida para conseguir mejores ofertas y variedad. Los precios son considerablemente inferiores a los de los shoppings o marcas reconocidas pero, según los vendedores de los locales, las ventas han bajado en gran medida después de la pandemia.

Hace diez años que Ulises y Micaela son los dueños de Házlo Fácil en la calle Helguera. “Si antes de la pandemia hacías 100 ventas por día, hoy haces 30. Nosotros vendemos todos los días al por mayor, pero nos tenemos que adaptar a la gente sino también nos perdemos muchas ventas. Entonces lo que hacemos es vender por menor con un precio un poco más elevado y hay gente que no lo quiere pagar. Antes por ahí vendíamos seis prendas al por mayor y hoy hay que adecuarse a vender dos. Les decís tres y se asustan. Es una rueda: si el minorista no vende, nosotros no vendemos. Los revendedores no quieren llevarse ni una de más. Hoy el consumo está un poco parado por los precios y la inflación. La economía no ayuda”, explica Ulises.

Según el INDEC, en septiembre los precios del rubro de “prendas de vestir y calzado” aumentaron un 10,6 por ciento, un número alto en comparación al ya elevado 6,2 del nivel general de la inflación promedio. Ulises y Micaela explican que para los locales es imposible actualizar los precios al nivel que crece la inflación. “A veces las textiles te aumentan un 10 por ciento por semana y vos tenés que aumentar un dos o un tres porque si no no vendés, el cliente no lo compra. Por más de que trabajes buena confección y buena calidad hoy la gente busca buenos precios”.

Los dueños de Házlo Fácil también remarcan un cambio en el público que visita Avellaneda para realizar sus compras. Si hace unos años era un espacio exclusivo para revendedores que compraban al por mayor, hoy gran parte de la clase media se acerca, sobre todo los sábados ya que los locales permiten comprar por menores cantidades de prendas. “Público hay de todo. Hay gente que busca calidad, hay gente que busca precio. Mucha gente de clase media que quizás antes iba al shopping o compraba en marcas ahora se viene para acá. Uno se pregunta por qué las marcas venden tan caro. Si bien el alquiler en los shoppings es muy alto, les retienen un porcentaje de la venta y pagan publicidad, igual no lo justifica. Le ganan un 1.000 o un 1.500 por ciento a la prenda”.

Graciela es de Durazno, Uruguay, y es clienta fiel de Avellaneda. Antes tenía un local de ropa y revendía las prendas que compraba en Argentina y ahora viene con su familia a comprar por menor para consumo personal. “Es un lugar al que me encanta venir por la calidad de las prendas y por los precios. Venimos a buscar prendas de vestir y surtirnos para todo el verano. Ya conozco locales de hace mucho años pero hago una recorrida. A la gente le recomiendo que venga y compare precios”.

Venir a comprar a Flores también es una actividad que suman a su lista viajeros del interior del país. Camila es de Palermo y trajo a Agustina, de Mar del Plata, a conocer Avellaneda. “Yo que soy de Mar del Plata nada que ver con los precios de allá. Con lo que gasto en dos prendas allá, me compré siete. Vine a buscar remeras básicas, blazers”, comenta la segunda.

Muchas chicas jóvenes o adolescentes llegan a Avellaneda a partir de Tik Tok. En la red social se pueden encontrar distintas influencers que visitan la zona, hacen sus compras y las comparten con sus seguidores dándoles detalle de los precios, los locales y sus ubicaciones. Ailén, quien vino acompañada de su mamá, explica: “Yo volví por Tik Tok. Venía antes del boom de Tik Tok pero ahora veo que los precios están mucho más caros que antes de que pasara eso. Igual, sigue siendo más barato que un shopping. Con la misma plata te comprás varias prendas y en el shopping no conseguimos talles”.