Inteligencia artificial por la identidad

Inteligencia artificial por la identidad

Una comunidad de más de 140 personas de 13 provincias distintas participaron en el desafío IA por la identidad de Abuelas de Plaza de Mayo y fundación Sadosky. La premiación a los grupos que destacaron por su trabajo con el archivo de Abuelas se dio este 24 de Julio en el pabellón Cero + infinito de Ciudad Universitaria.

El lunes 24 de julio tuvo lugar la premiación del proyecto #IAxlaIdentidad en el pabellón Cero + Infinito de Ciudad Universitaria. La propuesta conjunta de Abuelas Plaza Mayo y Fundación Sadosky celebró con premiaciones el proyecto que supo unir la inteligencia artificial a los archivos de la memoria en pos de una mayor accesibilidad. El evento contó con la participación del ministro Daniel Filmus, el decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (UBA) Guillermo Durán, entre varios colaboradores más. Estela de Carlotto y Taty Almeida mandaron su saludo desde la distancia dado a que no pudieron asistir.

El desafío “IA x la identidad» estuvo dirigido a personas o grupos que contaran con cierto manejo de Inteligencia Artificial con el fin de ofrecer soluciones al procesamiento de escaneos de documentos mecanografiados o impresos. Las propuestas enviadas fueron evaluadas por un jurado experto en el área, quienes tuvieron como criterio a la hora de decidir ganadores la exactitud de la tipificación del material, la interpretabilidad y documentación del código presentado, y la presentación y contenido del informe presentado. 

El tercer puesto fue para el grupo Three Data Scientist, integrado por Oscar Matías Bonfanti, Matías Naranjo Harper y Joel Stanich; un equipo mixto con representantes de Córdoba, Corrientes y provincia de Buenos Aires. En segundo lugar quedó el equipo Ana Teresa Diego, constituido por Adolfo Simaz Bunzel, Agostina Filócomo y Ezequiel Pássaro. Por último, el equipo Les Cigarres integrado por los estudiantes de la UBA Julieta Goria, Sofía Goy y Francisco Sandalina obtuvo el primer lugar. “Fue todo muy colaborativo” cantaron los ganadores. En cuanto a la relación del desafío con el trabajo de Abuelas, los miembros de Les Cigarres sumaron declaraciones reivindicatorias al labor realizado por ellas para con la memoria. “Cómo miembro de la comunidad judía entiendo justamente que cuando uno se olvida de los genocidios y las matanzas en cierto punto permite que se perpetúen otra vez”, concluyó el ganador. Los premios repartidos fueron una notebook para cada integrante del grupo.

“Es tan importante llegar a estos términos para que todo el mundo se entere y sepa que el trabajo que hacemos las abuelas es uno que tiene que ver mucho con la identidad de todos; porque toda persona que no conoce su identidad, no sabe dónde está y no sabe quien és” afirmó Buscarita Roa, abuela de Plaza de Mayo, sobre el programa. “Nos faltan nietos por encontrar y queremos que el pueblo argentino se haga cargo, comente y lo cuente en todas partes para encontrar a todos los que faltan; por lo menos antes de que tengamos que irnos las últimas abuelas que quedamos, que somos muy poquitas” concluyó Buscarita acompañada con sentidos aplausos.

“Esto es un comienzo, un puntapié inicial a un mundo que tendremos que ver cómo transitarlo; por ahora tenemos material fílmico para tratar también”. le comentó a ANCCOM Juan Pablo Moyano, nieto restituido y trabajador del registro de Abuelas de Plaza de Mayo. “Abuelas siempre ha demandado la colaboración de los diferentes sectores de la sociedad y la ciencia; cada uno pone el granito de arena que puede para esto”, profundizó. Al hablar del alcance del proyecto, Juan Pablo categorizó este trabajo en conjunto como “la búsqueda de un pueblo, la búsqueda de la identidad, no sólo de los desaparecidos, sino de la historia argentina”.

 

«Que cada lector se sienta valorado»

«Que cada lector se sienta valorado»

La escritora Paula Bombara habla de su trayectoria, del valor formador de la literatura en las infancias, de su aporte a las Abuelas de Plaza de Mayo y a la construcción de memoria en un país que se encuentra conmemorando los 40 años de democracia. Mañana se presenta junto a Abuelas y el Ministerio de Educación de la Nación en la Feria del Libro Infantil y Juvenil.

Paula Bombara es una escritora y comunicadora científica que trabaja con las juventudes, realizando charlas con docentes y estudiantes. Su trayectoria la llevó a recorrer diversos campos de la literatura y las ciencias, así como también a participar en proyectos vinculados a la defensa de los derechos humanos, especialmente junto a Abuelas de Plaza de Mayo. En entrevista con ANCCOM, recorre parte de su trabajo y reflexiona acerca de la importancia del acercamiento con las niñeces y las juventudes a la literatura. Este jueves estará en el Centro Cultural Kirchner, presentando la colección “La Abuelas nos cuentan” en la 31° Feria del Libro Infantil y Juvenil.

¿Cómo definirías quién es Paula Bombara en pocas palabras?

Soy una mujer curiosa, que me gusta estudiar. Soy escritora, me encanta escribir y me encanta escribir de todo y leer de todo. Por eso me dedico tanto a la literatura como a la comunicación de las ciencias. Y leo tanto una como la otra, y cada vez que puedo mezclarlas o ponerlas en cuestión o compartir las inquietudes que me generan estos puentes entre artes y ciencias, lo hago.

¿Cómo elegiste estudiar la carrera de bioquímica?

Estudié bioquímica porque un profe de literatura de quinto año de la secundaria me dio un buen consejo: “Si querés ser escritora usá tus años universitarios para estudiar algo que no tenga que ver con la literatura y seguí leyendo y escribiendo literatura”. Su argumento fue que, ampliando mi abanico de intereses, también iba a prepararme para ser escritora. Y bueno, yo ahí me puse a pensar qué otra cosa me gustaba y siempre me gustaron las ciencias. Sobre todo las ciencias que tienen algo que ver con la naturaleza. Me gustaban muchísimas cosas, siempre fui muy curiosa. Y yo en la ciencia lo que encontré fue un modo de mirar que complementó muy bien el modo de mirar artístico que yo ya traía por mi crianza. La mirada científica del mundo, además de muy atractiva, te ofrece muchas explicaciones que concluyen en este paradigma social en el que vivimos. Tener una mirada científica del mundo te explica mucho, encontrás respuestas a mucho de las preguntas que te hacés respecto a cómo vivimos.

Paula Bombara cuenta que la comunicación de las ciencias es un desafío porque existe mucho rechazo. Esto se debe a estereotipos de tiempos pasados que siguen vigentes. Como por ejemplo la idea de que los científicos viven apartados de la sociedad. Pero que se va modificando gracias a la tarea que hacen quienes se dedican a la comunicación de las ciencias.

“Este modo de decir a medio camino entre los artículos académicos y la literatura, cuenta. Lo seguimos explorando –subraya- porque todavía está muy inestable. Yo me recibí de bioquímica pero mi doctorado lo estoy haciendo en lingüística. Estoy en un grupo de investigación en donde estamos explorando los modos de decir de la comunicación y la ciencia. Cómo lograr que los mediadores entre la comunidad científica y las infancias (muchas veces encantadas con la ciencia), empiecen a mirar esta situación más amable, con más amor y más creatividad.”

Sos bioquímica y divulgadora científica. Pero además escribiste historias para niños. ¿Por qué decidiste dedicarte a la escritura?

La literatura infantil es más una categoría que un género. Porque dentro de la literatura infantil tenés narrativa, poesía, dramaturgia y demás. Es una categoría que no está muy valorada y eso es porque está así pensada desde el mundo adulto, que la deja atrás y olvida lo importante que fue para su formación lectora. A mí me atrae mucho dirigirme a las infancias y juventudes justamente porque en mi formación lectora, esas escritoras fueron fundamentales, las que me abrieron la puerta al placer de leer. Al desafío de leer, porque muchas veces leés textos que te hacen llorar o enojar. Aún así yo creo que hay un goce en esas lecturas. Además de estar presente en esos momentos de formación lectora, me encanta reunirme con los chicos y las chicas. Disfruto del diálogo, de lo que ellos y ellas también me cuentan. Me gusta porque creo que las mejores ideas del futuro están hoy en las cabezas de las juventudes y de las infancias. Ahora que cumplimos cuarenta años de democracia, lo que yo les digo es que la democracia y el futuro están en ellos. Nosotros, la población adulta, acompañaremos. Pero afianzar y perfeccionar la democracia está en la juventud. Y me gusta estar ahí. Siempre que escribo primero llevo mis escritos a editoriales para jóvenes porque me interesa la mirada que me ofrecen. Las devoluciones son más honestas.

La escritora explica además que los comunicadores científicos están intentando dejar atrás el término “divulgación científica”. Porque entienden que esa modelo proviene de un lugar superior de la ciencia. Es por ello que Paula Bombara y sus colegas deciden hablar de comunicación. Porque además lo importante es lo que sucede en una conversación, es un ida y vuelta.

“Yo me paro a la par –describe-. La divulgación es una palabra heredada de una cultura en donde se pensaba que los científicos estaban por encima de la sociedad. Ahora los trabajadores de la ciencia se consideran parte de la sociedad común y no se las saben todas”.

En tu libro El mar y la serpiente, contás una historia desde la perspectiva de una niña. ¿Por qué decidiste contar esa historia desde ese lugar? ¿Ese fue el inicio de tu recorrido en la literatura infanto-juvenil?

Este libro se publicó en 2005 y yo empecé a escribir en 1998. Me llevó mucho tiempo escribirlo. Lo que yo quería era contactar con personas nacidas en democracia. Y pensé que para eso hacía falta irse al momento de la vida en donde hubiéramos vivido lo mismo. Empecé a pensar y me fui yendo cada vez más atrás. Porque la escuela en dictadura fue muy diferente a la escuela en democracia. La vida fuera de la casa era muy diferente. Entonces iba cada vez más atrás. Llegué hasta los dos años, al momento de empezar a hablar. Para contactar y que alguien que nació en democracia sienta algo parecido. Las dificultades para hablar, para poder decirle a tu mamá o tu papá lo que sentís. Hasta esa edad me tuve que ir. Cuando me di cuenta de eso, tuve que empezar a escribir de nuevo. Desde ese lugar tuve que estudiar bastante sobre adquisición de la lengua, tiempos de respuesta, cuándo comenzás a caminar. Yo iba a una plaza y me ponía a observar niños y niñas. Me ponía a mirar el arenero. Y fui escribiendo desde ahí, pensando que si de algún modo en la literatura nos reuníamos en ese momento, después, cuando el personaje creciera, el lector iba a seguir conectado con mi historia. Y es algo que les gusta mucho a los chicos, entienden esa primera parte y se sienten muy identificados. Aparece como una indignación en lo que le va pasando. Ahí las docentes toman el libro para empezar a hablar de todo eso que después desarrollan. Cuando lo empecé a escribir no existía el feriado del 24 de marzo. Era un poco un deseo que hubiera un día para conmemorar a los seres queridos desaparecidos y a la búsqueda de justicia. Después se dio y poquito a poco la novela comenzó a ser difundida por el boca a boca de las maestras. Yo siempre pensé que iba a ser más leída por adolescentes, pero hoy lo hacen mayoritariamente los nenes y nenas de 11 o 12 años, en el final de su primaria. Es impactante porque las preguntas que me hacen, quizás me las hacen en un profesorado. Cómo logran expresar sus preguntas al respecto. Después, en la adolescencia tal vez hay menos lecturas, pero si fuiste lector a esa edad es probable que vuelvas a agarrar los libros. Creo que es una edad clave en la formación del lector.

A mí naturalmente me sale escribir más en una zona gris entre lo juvenil y lo adulto. Pero cuando los libros llegan a una editorial, y nos ponemos a trabajar en la construcción de un libro, ahí aparece la lectura de un editor que me dice “está bueno para los doce años”, yo digo buenísimo. Porque es difícil lograr ese tono, la complejidad. Porque ya no son historias simples las que les interesan. Algún mundo del que ellos puedan tomar datos, curiosidades, juegos incluso. Ahí tenés un montón de información que podés ir volcando en próximas lecturas, en proyectos propios.

 

Como escritora y comunicadora, ¿qué encontraste en la literatura infantil que te llevó hacia ese lugar? ¿Cuáles temas te gusta abordar más?

No parto de temas, parto de alguna pregunta que me inquiete a mí en realidad. Porque en un principio no sabes bien para quién escribís o al menos a mí me pasa eso. Salvo que sea para muy chiquititos, 3 o 4 años. Pero cuando empiezo pienso “uy, esto no sé para qué edad es”. Por eso a mí me parece importante la mirada de un editor. Yo escribo sin autocensurarme, escribo las preguntas que a mí me movilizan. No tienen que ver con el destinatario. Y creo que como me da tanta curiosidad este paso a la adultez, aparece en muchas historias, en algún momento niños o jóvenes. Porque realmente me interesa cómo se sienten, cómo nos sentimos cada uno, con su historia, cada vida, al entrar al mundo hostil de los adultos. Entonces, más que temática es una cuestión del cómo contar, cómo contás una historia, a qué le das prioridades en el contar. Y después ver qué te dicen. En mi caso es ver qué me dicen las editoras: esto para quién es. Creo que la construcción del libro tiene dos etapas de escritura muy diferentes. La que tenés a solas, mientras estás confeccionando un borrador y la que después se da en el trabajo en equipo para lograr el mejor libro posible, en donde aparecen otras miradas. Pero ya no es con esas incertidumbres que a mí me gusta tanto atravesar de la creación del borrador.

En el libro Mara contás la historia de la elefanta del Zológico. ¿Qué es lo que te llevó a querer contar su vida?

Fue una invitación de la editorial y un desafío porque me propusieron a contar la vida de Mara para todos los públicos. O sea, mi desafío fue la escritura y eso a mí me encantó. Era construir un libro que fuera informativo, que tuviera datos de comunicación de la ciencia, pero más de conducta de los elefantes. Un libro con información, pero a la vez que fuera emocionante, que fuera para toda la familia. Tuve una charla hermosa con la editora cuando me invitó. Porque era escribir un libro fuera de toda categoría, un libro que no sepas dónde meter en la biblioteca, que terminas diciendo: “Bueno, lo pongo acá de frente para que se luzca la tapa”. Como si no supieras donde meterlo. A mí eso me encantó, porque es muy difícil armar un libro así. Hay personas que me dicen: “Pero no es un libro para chiquitos”. Pero lo leen en jardines. Y en secundarias. Y lo puede leer cualquier persona, ese era el objetivo y el mayor trabajo. Y creo que también fue el mayor trabajo para Raquel Cané (ilustradora), porque sabía que ante este texto su obra iba a ser mirada por toda clase de personas. No había límites de edad.

Y después, cuando empecé a investigar la historia de Mara, me encontré con una historia que me hizo mucho eco a otra novela que yo había escrito. Que se llama La Chica Pájaro. Está protagonizada por una chica que se llama Mara y que es una novela atravesada por una historia de muchas violencias. En donde Mara tiene que encontrarse. Tiene que valerse por sí misma y tiene que salir de ese círculo de violencia por sí sola. Y yo iba explorando, investigando, haciendo entrevistas para escribir el libro de Mara y decía: “Qué bárbaro este animal. Cuánta violencia ha recibido en su vida y cuánto tuvo que adaptarse para seguir”. Y ahí me recontra comprometí con el libro. Me impactó tanto su historia que ya no podía dejar de pensar en eso. Fue apareciendo el tono, apareció esa mirada de investigadora que empieza a sufrir también. Por todo eso que está investigando y se está preguntando. Y queda sentada una posición respecto al trato con otras especies de animales. Partió de una invitación, de un compromiso y una valoración del trabajo que vienen haciendo ciertas instituciones y el juzgado de la jueza Elena Liberatori que hace un trabajo increíble para tratar de cambiar la manera de tratar a otros animales. Es nuevamente esto de que la humanidad se cree mejor. Cambiar esa mirada.

¿Por qué crees que es importante acercar a los niños y los jóvenes a estas historias y a la ciencia?

Yo creo que ellos viven todos los días mirando historias así. Pensá en las cosas que estamos viendo hoy. El juicio por el asesinato de Lucas, un chico que volvía de jugar al fútbol y que lo mataron. Vas recorriendo las noticias que les llegan a todos. Las luchas por los salarios, todo lo que el mundo adulto está viviendo. El tema de los cambios climáticos que estamos viviendo. Una sociedad cada vez más participativa.Los chicos también la están viviendo y les siguen enseñando en la escuela las cuatro estaciones. Hay ahí un choque entre lo teórico, lo que la gente grande dice que un niño o una niña tiene que ser y lo que en la vida real ellos ven, sienten y se preguntan: “¿Yo tengo que hacer esto?”. Entonces encuentran  en la literatura, libros de comunicación científica, que les propongan un diálogo franco. Sí, la vida es otra cosa. Muchas veces queremos proteger a nuestros niños y niñas de la violencia. Pero la violencia está en la calle todos los días, la violencia está en cuando ven a un chico de su edad arrastrando un carro de cartonero. Eso es re violento. Entonces dar herramientas para poner palabras a esas preguntas que todavía no saben bien cómo formular. Y ahí aparece la presencia de historias que tengan toda la política, la violencia, la reflexión sobre eso. También la parte linda, la posibilidad del amor, de la amistad, el balance en todo eso. La importancia de quererse a uno mismo.

Hay muchas formas de hacer las cosas. Vos tenés que encontrar tu forma. Hay muchas formas de ser niño, de ser niña. Encontremos tu forma, la forma en que te haga bien. Que los adultos no te presionen para que vos seas de otra forma. Vos sos como sos. Un poco en cada libro es eso, que cada lector se sienta valorado. Me parece que falta mucha ternura en esta sociedad, falta contar estas historias desde un lugar así, donde encuentren que hay una persona adulta que quiere charlar y escuchar, Que va a hacer lugar a las ideas. A mí me interesa mucho escuchar también.

«Ahora no solo buscamos nietos y nietos, sino también a sus hijos e hijas, o sea, ya buscamos familias», subraya Bombara.

Además de tu trabajo en las ciencias y la literatura, ¿qué actividades realizas vinculadas a los derechos humanos?

Desde mi lugar de hija de desaparecidos, en un momento me paré a pensar, desde qué lugar seguir las búsquedas de justicia. Fue alrededor del año 2006 que ya estaba colaborando con Abuelas. Pero a partir de 2011, apareció la posibilidad de aportarles ideas. Justamente para vincular a la segunda generación de personas con identidades vulneradas. Ahora no solo buscamos nietos y nietos, sino también a sus hijos e hijas, o sea, ya buscamos familias. Entonces ahí aproveché toda la experiencia de recorrer colegios, encontrarme con lectores y lectoras de mis libros. Así empezar a pensar cómo vincular, cómo sumar a la búsqueda a estas nuevas generaciones. Y yo creo que aportándoles ideas para nuevos proyectos, acompañando esas ideas ahí donde haya que ir. Tenemos nuestro proyecto literario Ovillo de trazos, donde propuse un proyecto a largo plazo. Y que pudiéramos incluir cada vez más voces, más editoriales, más miradas. Enseguida les pareció que era viable en la Comisión Directiva. El último proyecto que hicimos fue el libro Historias de Abuelas, que son doce cuentos biográficos ficcionalizados de doce abuelas. Al que seguramente le seguirán otros libros con otras historias.

Creo que mi tarea es eso. Pensar a medida que yo recorro todo el país y voy viendo las experiencias que van sucediendo. Ir pensando de qué manera, desde Abuelas, podemos proponer a las nuevas juventudes y nuevas infancias que la búsqueda siga. Porque dentro de poco para un chico que está estudiando las Efemérides, las invasiones inglesas y el 24 de marzo va a ser un poco en el mismo plano. Hay tanta distancia temporal, que, si no hacemos algo para que eso no suceda, va a pasar eso, va a ser un efeméride más en la que ya no va a haber sobrevivientes. Está justamente en nosotros impedir que eso suceda. Transmitiendo la memoria histórica de lo que se vivió. Entonces, ahí saben que cuentan conmigo para lo que necesiten. Me interesa mucho más eso que aportar desde mi mirada de hija. Porque como escritora puedo entrar a establecimientos educativos, a conversar y todas las charlas terminan de un modo u otros en los derechos de las infancias Que son los derechos que protegen las Abuelas, que por su intervención en la Convención de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes, cuidan más, que se proteja a todos los niños.Desde mis libros la cuestión de los derechos de las infancias, que son derechos humanos de las infancias, están presentes siempre. Ahí también aparecen preguntas que yo puedo llevar a Abuelas, y decir “¿cómo hacemos con esto?”.

 

En este punto, Paula recordó que hace unos años, lo que llevó a la creación del tercer libro de Ovillo de Trazos fue que una visita a un jardín. La escritora cuenta: “Una nena me preguntó si cuando yo fuera viejita quería ser una Abuela de Plaza de Mayo. Entonces pensé ‘algo no está funcionando. O sea, está funcionando bien lo de las superhéroes, pero algo no está funcionando’. Porque ¿cómo vas a querer ser una Abuela de plaza de Mayo? ¿Qué implica ser una Abuela de Plaza de Mayo? Yo le expliqué todo eso a todos esos nenes. Y volví impactada. Y en la siguiente reunión en Abuelas les conté y propuso hacer algo al respecto, sacarlas de superhéroes y ponerlas en un lugar más humano. Así nació Historias de Abuelas.”

¿Y de qué manera abordás en tus charlas el tema de la dictadura para explicarlo a los niños y jóvenes?

Desde la democracia que vivimos ahora. Sobre todo por este número redondo que nos da la excusa de hablar de la democracia, empiezo por ahí. Desnaturalizando lo que ya se da por sentado, lo que consideran imposible. Como por ejemplo: No podías escuchar la música que querías. Y cuando empezás por sus espacios, por los espacios en donde ellos circulan: la escuela, las casas y contás que no podías entrar a la escuela con el pelo suelto, no podías tener esa gorra puesta, no podías teñirte el pelo de ese color. Ahí de golpe aparece el valor de que ahora sí está. Con todas las imperfecciones, eso lo podes hacer, y a partir de ahí empezamos a hablar. Me parece que hay que considerar el espacio presente. Las libertades que se dan por hechas, que se cree que ya son un derecho adquirido y ponerlas en cuestión y decir “ojo, esto puede ir para atrás en cualquier momento. Depende de nosotros que no sea así”. Ahí empiezan a escuchar.

¿Cuál es tu actividad favorita dentro del campo en el que te movés?

En la vida se necesitan los balances. Entonces, hay momentos en donde digo “tengo que darle más prioridad a este proyecto literario” y hay otros momentos en los que digo “No, tengo que priorizar la escritura de tal ensayo”. Me parece que tiene que ver con el momento presente que esté viviendo. No tengo favoritos. Es un tema con los chicos porque me preguntan un montón: mi color favorito, mi comida favorita, mi autor favorito, mi libro favorito. En realidad, yo creo que eso depende mucho de cada día, de cada presente. Y lo que veo es que cuando estoy mucho armando una novela, hay momentos que me levanto y digo “no, hoy no van a escribir algo que tenga que ver con la novela. Quiero ver qué puedo hacer”. Me pongo a escribir alguna cosa de ciencias o a leer, algo que tenga que ver con otro espacio, necesito entrar y salir todo el tiempo. Sin dudas, los momentos de escritura a full, donde me olvido de todo, son hermosos. Pero tampoco es algo que vos pueda pretender. Llegás a eso. No tenés que buscarlo tan directamente. Se dan o no se dan. Y cuando se dan, me doy cuenta que estoy viviendo ese momento, lo disfruto muchísimo. Pero también es hermoso construir un libro en equipo. Porque ves cómo el libro va tomando forma. Eso es magnífico. Soy muy entusiasta y me gusta encontrar momentos de disfrute en todo lo que hago.

 

 ¿Estarás presente en la Feria del Libro infantil y Juvenil?

 Tenemos el 20 de julio, a las 17, un evento con Abuelas en el que voy a estar presentando el proyecto: “Las abuelas nos cuentan, a cuarenta y cinco años”. Es un proyecto en el que estuvimos trabajando todo el año pasado. Así que ese día voy a estar presente.

Memoria infinita

Memoria infinita

Con un enfoque íntimo y personal, Leo Vaca retrató a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en sus casas para componer Un abrazo infinito, la muestra fotográfica que se inauguró en el Centro Cultural Haroldo Conti.

“¿Pueden los objetos capturar algo de lo que puede un cuerpo? ¿Pueden ser acunados? ¿Pueden acunar a su vez a las mismas manos que tantas veces los han acariciado, interrogado? ¿Cómo se teje la trama de la existencia en torno a un cuerpo ausente?” Estas preguntas pueden leerse en el texto de presentación que la periodista Marta Dillon escribió para Un abrazo infinito, la muestra fotográfica de Leo Vaca, que retrató a Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en sus casas, así como objetos preciados que remiten a la memoria.

La muestra, iniciativa de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, está compuesta por unas 120 fotografías y se inauguró el 6 de julio en el Centro Cultural Haroldo Conti. Leo Vaca es fotógrafo, editor y colaborador de revistas nacionales e internacionales como Anfibia, Rolling Stone y Brando. En 2018 ganó el Premio Gabo en la categoría Imagen por el trabajo “Memoria, verdad y justicia para las pibas”, una cobertura del Ni una menos.

El secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla Corti, y las madres de Plaza de Mayo Taty Almeida, Clara Weinstein y Bella Friszman presenciaron la inauguración de la muestra.

En diálogo con ANCCOM, el fotógrafo contó el proceso de creación de la muestra: “El inicio del proyecto fue en el contexto de la pandemia y la única forma de retratar a las Madres y a las Abuelas era en sus casas. Encontré en ese esquema de trabajo un hallazgo, porque nos permitió verlas en otro contexto, en un perfil mucho más íntimo, en su cotidianidad. Esos espacios también reflejan sus historias de lucha: esos livings, esas habitaciones están abarrotados de objetos y de memoria”.

 Unas manos que sostienen un portaretrato con una fotografía en blanco y negro, un paquete de cigarrillos, un poema escrito en un cuaderno escolar, un vestido, un álbum con recuerdos. “Los objetos tienen mucho para decir. Son objetos con vida, muy presentes y muy latentes. Resguardados por ellas, adquieren un sentido muy diferente al que podría tener el objeto por sí mismo”, reflexionó Leo Vaca sobre el protagonismo que adquieren las cosas en Un abrazo infinito.  

. “Los objetos tienen mucho para decir. Son objetos con vida, muy presentes y muy latentes. Resguardados por ellas, adquieren un sentido muy diferente al que podría tener el objeto por sí mismo”, reflexionó Leo Vaca.

 

El evento contó con la presencia de las Madres Taty Almeida, Clara Weinstein y Bella Friszman y del secretario de Derechos Humanos Horacio Pietragalla Corti. Un grupo de la Escuela Popular de Música Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora 

interpretó temas como “Zamba para olvidar” y “Déjame que me vaya”.

“Pensamos constantemente cómo explicarles a las generaciones jóvenes lo que significó esa dictadura y cuanto aún perdura del daño que generó- reflexionó Pietragalla Corti- Quiero agradecer al fotógrafo Leo Vaca porque esta muestra contribuye a eso”.

“La memoria nunca va a desaparecer a pesar de que muchos la quieren borrar. No lo van a lograr mientras existan jóvenes como ustedes que tomen la posta de nuestra lucha”, dijo ante el público Taty Almeida.

 

 

La muestra puede visitarse de martes a jueves de 13 a 19 y viernes, sábados y domingos de 13 a 21. Centro Cultural Haroldo Conti, Avenida del Libertador 8151, CABA. Entrada gratuita.

Una muestra fotográfica sobre las esclavas sexuales de la Segunda Guerra Mundial

Una muestra fotográfica sobre las esclavas sexuales de la Segunda Guerra Mundial

Las Abuelas de Plaza de Mayo junto a la Asociación Coreana exhiben las imágenes del reportero japonés Yajima Tsukasa para visibilizar un crimen de hace casi 90 años.

En el marco del mes de la Mujer y de la Memoria se inauguró la muestra fotográfica “Mujeres de Confort. Coreanas en la diáspora” del fotógrafo japonés Yajima Tsukasa. En ella se retratan momentos cotidianos de sobrevivientes coreanas, quienes durante la Segunda Guerra Mundial fueron captadas y esclavizadas sexualmente por el ejército japonés. Hasta el 31 de mayo, las puertas de la Casa por la Identidad en el Espacio Memoria y Derechos Humanos (ex ESMA) estarán abiertas al público de manera libre y gratuita para dar visibilidad a este crimen que ha sido silenciado durante décadas.

La exposición, organizada por Abuelas de Plaza de Mayo y la Asociación Civil de Coreanos en la Argentina, estuvo bajo la curaduría de María del Pilar Álvarez, politóloga y especialista en la temática, quien informó a los presentes sobre este hecho aberrante que miles de mujeres, provenientes de Corea en su mayoría, pero también de China, Indonesia, Filipinas y Vietnam, sufrieron entre 1939 y 1945. Las fotografías fueron tomadas en 2004 por Tsukasa, y en ellas se pueden observar los rostros de ancianas en espacios como la cocina, el patio y la sala de estar; se trata de aquellas mujeres que, a pesar de lo que vivieron, lograron continuar con sus vidas y decidieron dar sus testimonios sobre el terror al que fueron sometidas.

Además de Álvarez, el panel expositivo que inauguró la exhibición contó con la presencia de Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo; Paula Sansone, coordinadora de la Casa por la Identidad; Dante Choi, representante de la colectividad coreana; y el reportero gráfico Alejandro Reynoso, quien recalcó la importancia de la fotografía como herramienta política para no olvidar el pasado y darle voz a aquellos que ya no la tienen.  

El primero en hablar fue Choi, quien expresó: «La primera palabra que representa esta reunión es la ‘empatía’, el sentimiento quizás más importante del ser humano». Más tarde, en diálogo con ANCCOM, agregó que “el hecho de que las Abuelas de Plaza de Mayo haya aceptado hacer esta muestra significa la empatía que tienen las abuelas argentinas hacia la historia de las abuelas coreanas”, y manifestó su agradecimiento con las organizaciones argentinas que acompañan la lucha y dan a conocer las violaciones que ocurren en otros países.

Siguiendo la misma línea, Álvarez recalcó el protagonismo que tiene Argentina en materia de derechos humanos y expresó: “Estando en la Casa por la Identidad, el compromiso de traer esta historia es abrir también este lugar a un montón de otras identidades que fueron, de alguna manera, arrebatadas como en el caso de las mujeres de confort”. Según la especialista, la realización de esta exposición es una gran muestra de solidaridad hacia las comunidades migrantes del país, ya que muchas veces no se reflexiona sobre la posibilidad de dialogar con otras colectividades que han sufrido problemáticas similares a las de la sociedad argentina.

Durante la década del 1980 se inició el movimiento de base que dio a conocer, mediante los testimonios de las sobrevivientes, esta parte de la historia que había quedado relegada al olvido. Se estima que entre 200.000 y 400.000 mujeres, provenientes de sectores marginados, fueron colonizadas y retenidas por la fuerza en las denomidas “estaciones de confort”, ubicadas principalmente en China, donde eran sometidas a torturas y violaciones por los soldados japoneses. Según el testimonio de Park Seo-Un, primera mujer en relatar publicamente lo ocurrido, muchas de ellas no soportaron el calvario en el que estaban inmersas y se convirtieron en víctimas del suicidio. Por ese motivo, fueron pocas las que lograron regresar a sus hogares de origen y retomar sus vidas luego de la guerra; el trauma ocasionado por el horror, la vergüenza, la pobreza y el desprecio por parte de la sociedad fueron las causas de esta marginalidad.   

“Fueron años de silenciamiento forzado por una cuestión de género; toda esta problemática se inscribe en un mundo patriarcal, donde las mujeres no tenían derechos y la violencia hacia el cuerpo de la mujer estaba normalizada”, declaró Álvarez, agregando la perspectiva de género a la problemática. La investigadora subrayó que durante esos años las mujeres prácticamente no tenían derechos y muchas veces eran desplazadas, vendidas o tenían que depender de un hombre para poder vivir. Más allá de que con el pasar de los años ganaron más posición al tratar de transformar su realidad, esto sigue siendo muy difícil para ellas debido al negacionismo sostenido por el gobierno japonés.

Minutos antes de que el acto de inauguración llegase a su fin, Carlotto tomó la palabra y exclamó: “Hoy tenemos la suerte de que esta gente amiga nos permite conocer también la historia de su país y hermanar la lucha». Entre aplausos, la referente de Abuelas concluyó: “Sigamos pensando qué más podemos hacer juntos para que la memoria funcione y el Nunca Más sea una realidad».

La abuela Delia

La abuela Delia

Soledad Iparraguirre publicó «Delia: bastión de la resistencia», un libro que cuenta la historia de una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo.

Delia, bastión de la resistencia es un libro de Soledad Iparraguirre que cautiva desde el principio y se lee con facilidad, porque es consecuente y sincero con su propósito: contar la historia de Delia Cecilia Giovanola que, a su vez, se enlaza con la de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y con la historia de toda una búsqueda que se abrió con la última dictadura.

Un libro cautivador no sólo por su sinceridad y su narrativa ligera y dinámica, sino también por los sentimientos que moviliza desde la primera página. Delia deja expuesta con crudeza la realidad de mujeres como ella y la de los hombres y las mujeres cuyas vidas fueron arrancadas para ser sometidas a la tortura, al asesinato y a la apropiación de sus hijos e hijas bajo el terrorismo de Estado. Su semblanza permite conocer lo vivido por todo un pueblo durante y después de la dictadura más cruel de su historia, y lo hace mostrándonos la vida de una de todas esas mujeres particulares, concretas, con sus propias vivencias, sus sufrimientos y también sus alegrías.

Soledad Iparraguirre, su autora, es periodista. Nació en Mar del Plata. A sus 22 años se mudó a La Plata y de ahí en adelante fue construyendo su compromiso con los derechos humanos. Hoy, sus energías están puestas, en gran medida, en la lucha de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo y en realidades asoladas por el ecocidio, como la de los pueblos fumigados. En medio de una situación crítica en su economía familiar, consiguió una beca para estudiar periodismo en la capital bonaerense y desde entonces se le “abrió un mundo”.

Recuerda el impacto que le representó visitar la casa Mariani-Teruggi, donde secuestraron a la aún desaparecida Clara Anahí, nieta de Chicha Mariani, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo. También una recorrida por la exESMA que cubrió para la revista La Pulseada. O el día que se había escapado un momento del trabajo para presenciar el juicio contra el torturador y asesino Miguel Etchecolatz y apareció el hijo de Julio López avisando que no encontraban a su padre.

“No tenía mucho conocimiento de lo que había sido la dictadura. La verdad que mi educación secundaria en ese sentido no había sido para nada buena ni completa”, explicó, y agregó que al poco tiempo quedó “deslumbrada con los ovarios de las madres y las abuelas” y quiso conocerlas. “Entonces acompañaba las marchas o actos que se hacían, pero no me animaba a acercarme a saludarlas. Era como un respeto muy grande”. En mayo de 2016 Soledad se decidió y encaró a Delia Cecilia Giovanola, otra de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo. En ese momento sentó las bases de su vínculo y un año después le planteó la idea de escribir sobre su vida.

“En 2016 conocí a Delia, en el acto de colocación de la baldosa homenaje a Héctor Oesterheld en Beccar”, relató la autora. Y comenzó a reír al recordar su carácter: “Delia era una tromba. Era: ‘¿Qué hacés, cómo estás? Y yo con esa emoción, con esa cosa pudorosa”. La primera vez que le habló, en ese acto, Soledad le preguntó cómo iba todo con su nieto Martín, recientemente recuperado. Enseguida y con mucho entusiasmo, Delia empezó a mostrarle fotos suyas en su celular. Tras haber vencido la timidez, Soledad reflexionó que, después de todo, “no era para nada difícil acceder a Delia, como a tantas de ellas, que en realidad, claro, después hasta ellas agradecen y dicen que es lo que las sostiene y lo que las mantiene vivas: el acompañamiento y el afecto de la gente”.

En los años en que estuvo preparando el libro, Soledad la conoció muy bien. Pasaba días entrevistándola, y como Delia vivía lejos, en Villa Ballester, incluso se quedaba algunas noches en su casa. “Ella era muy amiguera, y mantenía amigas ‘de sus años mozos’, como decía, de cuando había estudiado bibliotecología. ¡Imaginate! A los 90 y pico seguía siendo amiga de esas compañeras. Y de alumnos suyos: del Normal 1 y de otras escuelas en las que fue docente”. Destacó, también, lo “compinche”, lo cibernética (manejaba bien la tecnología y en Abuelas la llamaban “la abuela cibernética”) y lo dispuesta que estaba siempre a ayudar a los demás. Pero, por sobre todo, destacó su resistencia. “Yo creo que no se daba tiempo a ponerse mal o a entristecerse”, mencionó Soledad.

La muerte de su marido cuando los dos todavía eran muy jóvenes, haber tenido que cuidarlo y transitar con él un cáncer sumamente agresivo, quedarse sola con su hijo, Jorge Ogando, y sostenerse ambos con múltiples trabajos, la muerte de su madre. Y, en el 76, la desaparición de su hijo y su nuera, Stella Maris Montesano, con la subsiguiente búsqueda de su nieto por décadas.

Stella Maris Montesano y Jorge Ogando fueron secuestrados de su casa de La Plata el 16 de octubre de 1976 por un comando del Ejército. Esa noche dejaron a Virginia, su hija de tres años, sola en la casa. Delia se hizo cargo de Vicky, como le decían, y nunca más volvió a ver a su hijo y a su nuera, que estaba embarazada cuando la secuestraron y terminó pariendo en cautiverio. Con quien sí logró dar Delia fue con su nieto Martín, casi cuarenta años más tarde, al cabo de una lucha que en sus orígenes estuvo marcada por la fundación de Abuelas de Plaza de Mayo y que no abandonó hasta el día de su muerte.

Con todo, Soledad consideró que “el año más crudo” para Delia fue 2011, cuando Vicky, marcada por la desaparición de sus padres y la agotadora búsqueda de su hermano, de la que no lograba ver resultados, se suicidó. “Más dolor no se podía pedir, ¿qué más? Y bueno, aún así ella agradecía siempre a la vida por los momentos maravillosos que le había dado. Pero creo que sí, que nunca se detuvo a pensar demasiado”, sostuvo la escritora aunque admitió que “no había una noche en la que no pensara en la nieta”.

“De hecho, Martín me contó que le preguntó al poco tiempo de conocerla: ‘¿Cómo hiciste para seguir, abu?’ Y ella contestó: ‘En realidad seguí porque te tenía que seguir buscando a vos y a todos los nietos’. Porque eso es algo que también ella siempre dejó y a mí me interesaría dejarlo en claro: cuando apareció Martín, mucha gente le decía ‘Delia, misión cumplida’ y ella siempre respondía ‘No, no, a medias, porque sí, yo encontré a Martín, pero me faltan por encontrar cerca de 350 nietas y nietos’. Entonces yo creo que eso hacía que ella no se detuviera a pensar jamás. Pero hay que ser muy fuerte para bancarse eso también”, relató Iparraguirre.

Las entrevistas con Delia estaban cargadas de recuerdos, de fotos, risas, tristeza, helados o café a la noche (Delia era muy golosa, recuerda Soledad). Y también, interrupciones, porque su celular sonaba continuamente recibiendo invitaciones y convocatorias a actos y eventos.

Además de la protagonista de su libro, Soledad contó con muchas otras personas entrevistadas, mayormente para el momento de reconstruir la historia de Vicky: “Traté de acercarme lo más posible a una imagen de Vicky que no quedara romantizada. Ya de por sí había sido muy trágico su paso por esta vida. Pero igual es muy difícil, porque te puedo asegurar que de todas las personas que entrevisté, todos me hablaron con un amor y una emoción de Virginia que yo creo que era imposible que alguien no la quisiera y que realmente era una piba muy luminosa, de esas personas que no abundan”, expresó.

 

Aún así, el eje del trabajo de Iparraguirre fue esencialmente Delia, para quien, como explica al principio del libro, quiso funcionar como “un puente” hacia los lectores. “Quise centrar la historia en el testimonio base, el eje de todo, que es Delia. Dejar que ella se cuente”. Cuando terminó de escribir, llegaron a revisar todo el libro juntas, y Soledad la recuerda muy contenta. “Le pareció exagerado el título que le propuse del libro: ‘¿Bastión de la resistencia?’ Me decía. ‘Suena como mucho’. Y bueno, hoy creo que está bárbaro el título, que es el indicado, por las que pasó… y aún así seguía, y eso era un resistir permanente. Hasta el día que falleció era un resistir, entonces, ¿cómo me va a parecer mucho?”, reflexionó la autora.  

Cuando Delia murió el 18 de julio de 2022, el libro entraba a la imprenta. “Le dieron el alta y falleció a los cuatro días. Pero cuando le dieron el alta y volvió a la casa, no sabés, estaba radiante, estaba bárbara”, recordó sonriente Soledad. Y agregó que le dijo: “Ahora me pongo bien y salimos de gira con el libro”. “Yo lo pensé siempre con ella. Entonces la verdad que [su muerte] fue un baldazo. Y ni hablar en lo afectivo lo que significó para mí”, sostuvo.

¿Por qué contar? ¿Por qué registrar? Soledad está segura de que Ángela Pradelli lo responde muy bien en el prólogo del libro. “Yo realmente pienso como ella con esta idea de Primo Levi, que fue un sobreviviente del nazismo, que es: contar porque puede volver a suceder, y para que sepamos que no debe volver a suceder nunca más”, explicó. Para la escritora: “Tenemos que contar siempre. Y ahora, en este presente en que se nos están yendo, por una cuestión lógica y generacional, las madres y las abuelas, nos estamos quedando solos y ahí sí creo que vamos a llegar sumamente huérfanos. Dar el relato, batallar este relato memorioso de ellas que viene siempre desde el lado del amor y de la construcción y no de la venganza. Me parece que es fundamental, sobre todo para las nuevas generaciones”. Las personas más jóvenes “tienen que saber que el terrorismo de Estado no podemos permitirlo nunca más, que las consecuencias atravesaron generaciones”.

Ahora mismo, Soledad sigue de acá para allá, de presentación del libro en presentación, o de evento en evento. Se ríe ante la pregunta de si puede hacer algún balance de todo el proceso. “Balance todavía no sé si puedo hacer, estoy muy en el tsunami, muy en la ola. Por ahí en unos meses. Sí que estoy muy agradecida porque estoy teniendo un acompañamiento muy amoroso, un montón de gente que te manda la foto, ‘mirá, tengo tu libro’”, cuenta. En medio de la “ola”, ella está segura de que Delia anda por ahí, “moviendo los hilos”, acompañándola en el proceso y presente en el camino, todavía largo, que queda por recorrer.