«El sistema penal está preparado para sostener y cristalizar la desigualdad»

«El sistema penal está preparado para sostener y cristalizar la desigualdad»

Julián Axat es hijo de desaparecidos, militante de derechos humanos, abogado y poeta. Durante seis años ocupó el cargo de defensor penal juvenil en La Plata. Hace unos días presentó su libro “Diario de un defensor de pibes chorros”. En esta entrevista radiografía a la familia judicial y la máquina policial.

El abogado y poeta, Julián Axat, presentó su último libro Diario de un defensor de pibes chorros, en la Biblioteca Nacional, junto a un panel conformado por la abogada Claudia Cesaroni, el defensor público Ramiro Dos Santos Freire y el periodista Horacio Cecchi el pasado lunes 12. La obra, publicada este año, reúne una selección de relatos en primera persona sobre los casos que le tocó abordar en sus años como defensor penal juvenil. En esta entrevista, el autor conversa sobre la realidad de los adolescentes que entran al sistema penal, el modus operandi judicial, el rol de las feminidades, la justicia clasista y las operaciones mediáticas de los policiales.     

 

Partiendo del título, ¿quiénes son esos pibes chorros?

 Yo empiezo por la negativa describiendo a los pibes tal como los nomina el sistema, cómo nominan los medios a esos adolescentes de las periferias urbanas y que asumen una violencia principalmente masculina. En ese sentido prefiero nominarlos de entrada desde ese punto de vista negativo porque me parece que justamente el desafío es desarmarlo, deconstruir ese rótulo. Entonces directamente le pongo el título de ese modo como una provocación. Parto de la negatividad en la cual están enredados. Mi desafío en el libro es desarmar ese estigma para mostrar que debajo de él hay humanidad. Seres de carne y hueso, con todos los problemas que tiene el ser humano que además están atravesados por la pobreza, la violencia más estructural de la sociedad. El objetivo es partir de esa negatividad para encontrar una positividad. El progresismo en general hace al revés, dice “ningún pibe nace chorro”, me parece que esa operación es más simple porque es declamar de entrada que todos los pibes son buenos, inocentes y el sistema es malo. Está bien pero es una simplificación. Me parece que si yo hubiera partido de ahí hubiera sido más fácil pero poco honesto. Todos los pibes son considerados chorros, entonces mi desafío es demostrar, con estrategias legales y simbólicas de un defensor de personas consideradas enemigas de la sociedad, que debajo de un pibe chorro hay un ser con un montón de problemas y vulneraciones y lo hacen más cercano a lo que nosotros lo pensamos, más parecidos a nosotros mismos.     

 ¿Qué otros actores están involucrados dentro de esta figura? 

 El libro busca romper con algunos lugares comunes. Por ejemplo, cuando se habla de pibes chorros: hablemos de pibes de clase media que cometen delitos, hablemos de los autores intelectuales que están detrás de todo, hablemos de los adultos que los reclutan para cometer delitos, hablemos de las redes de trata que muchas veces los tienen atrapados como soldaditos, los usan como carne de cañón y luego los descartan. Hay un montón de complejidades detrás de la figura del pibe chorro que como no se analizan queda aislada y los medios se enfocan en eso.     

 ¿Por qué no se analizan?

 Porque hay un interés político y económico de sostener el sistema penal a sus mismos clientes. A los pobres y a los jóvenes pobres. Porque es mucho más fácil tirar debajo de la alfombra aquello que es considerado siempre la misma mugre para que la sociedad siga reproduciendo la desigualdad estructural. Lo importante es alumbrar a esos sectores a los que no se apunta. El sistema penal está preparado para sostener y cristalizar aquella desigualdad representada en la concentración de la riqueza en pocas manos. Lo mismo sucede con los estereotipos. Sostiene un sistema patriarcal y normado donde los migrantes, las personas trans, las comunidades originarias, los pibes o los niños siempre se descartan.

 Siguiendo con el título, ¿quién es ese abogado defensor?            

 La figura del defensor oficial de pobres y ausentes en la justicia argentina está bastante relegada. Siempre aparecen el fiscal y el juez como los protagonistas de una justicia más importante y el defensor que se designa para aquellos que carecen de recursos económicos o son ausentes y necesitan una representación es una figura devaluada. Sin embargo, los tres tienen el mismo rango jerárquico y cobran el mismo salario. El rol de la defensa pública ha sido dejado de lado por el sistema y principalmente también por los jueces y fiscales. Lo que sí está sobrevaluado es la figura del abogado pagado por honorarios. La defensa pública que debería ser autónoma e independiente, es burocrática y refleja los otros dos poderes. Y ha quedado como la cenicienta del sistema: ha sido citada al baile pocas veces y ha sido siempre en carroza. Pocas veces se convierte en una princesa, pero le dura poco. Pero debe cambiar su actitud. En mi caso, yo me convierto de la noche a la mañana en un defensor disruptivo, molesto, que busca la misma participación de los jueces y los fiscales en las audiencias. Y lo más importante de todo, hace hablar a sus defendidos por ellos, en contra de la vieja tradición de mantener en silencio a sus asistidos. Quise romper con todo eso y hacerme cargo de una defensa pública activista.    

 ¿Esa decisión es la que te hizo entrar a ese mundo?   

 Yo entré a trabajar a los 20 años en la Defensoría de Pobres y Ausentes, de pinche, cosiendo expedientes. Fui haciendo toda la carrera ahí y a los 30 decidí concursar el cargo titular de defensor, pero preferí hacerlo de adolescentes. Me pareció más interesante porque tienen más chances que los adultos, que ya están cocinados. Si yo estaba de entrada con el adolescente que ingresaba por primera vez al sistema podía tratar de evitar que ingresara después como adulto.  

 ¿Esta actitud rupturista tuvo algún costo?

 Yo sabía que cuando asumía mi tarea, por el tipo de inversión que iba a hacer y por el tipo de compromiso que iba a asumir, tenía un plazo de vencimiento. Y lo tuvo cuando inicié la causa con la cual se investigó el número de muertes como consecuencia de la inundación de la ciudad de La Plata en 2013, que me costó un juicio político del que luego fui absuelto. Pude renunciar sin ningún tipo de prontuario, pero si fue el costo político que pagué.

Las mujeres que asumen un rol de juezas de menores, lo hacen con un rol masculinizado porque el patriarcado judicial se los exige de ese modo.

Julián Axat

Retomando el título, ¿por qué un diario?

 En la justicia argentina no hay un registro de un magistrado que cuente en primera persona lo que fue el ejercicio de ese rol con algún intento de honestidad. Además retoma la voz de Roberto Arlt porque me pareció que las aguafuertes eran el registro más cercano a lo que yo quería escribir para que todo el mundo pudiera entender de qué estaba hablando. Yo no quería escribir un libro de derecho, una novela o más poesías. Quería escribir algo sencillo símil a algunas notas que salen en los diarios, con un registro cuasi periodístico y literario. Con eso buscaba transmitir la experiencia de lo que me tocó vivir.  

 En el libro hay un capítulo dedicado a “la piba” donde hacés mención de tres categorías de las feminidades que intervienen en el universo de la justicia a chicos, chicas y adolescentes. La primera figura es la piba chorra, ¿cómo la describís? 

 Las tres categorías son víctimas del patriarcado. La considerada piba chorra porque se le exige en los barrios reproducir una rudeza y una forma similar a la del pibe que asume un rol de provisión y violencia, por fuera de su autopercepción femenina, a modo de defensa. Entonces, muchas veces cometen los mismos actos y quedan atrapadas por las madejas de la policía. En el caso del libro, un hombre quiso abusar o acosar a “la piba” y ella se defendió porque estaba embarazada y se sintió desprotegida; fue víctima pero se convirtió rápidamente en victimaria al acuchillar. Sin embargo, ella es víctima de ese patriarcado. Y si bien el porcentaje de mujeres infractoras del sistema penal juvenil es bajo, en los casos que ocurre quedan prisionalizadas.  

 También está la jueza, una feminidad que encarna el poder desde un lugar masculino. ¿Por qué se da de esta manera? 

 Las mujeres juezas, que asumen un rol de juezas de menores, asumen un rol masculinizado porque el patriarcado judicial se los exige de ese modo y se involucran en un lugar masculino que exige juzgar los hechos como si fueran hombres, y dentro de los patrones de los hombres. Por ejemplo, a las madres de los chicos presos les dicen que han malcriado a sus hijos, y por eso se han transformado en menores delincuentes, por lo tanto hay que quitarles la patria potestad e institucionalizarlos y todas las figuras del patronato de la infancia contra esas madres que han hecho lo que han podido porque están tan atrapadas como esos pibes en un sistema de violencia, en un círculo de vulneración. Esas juezas, en vez de analizar la situación arrasan en el modo de juzgamiento con violencia simbólica masculina, tratando a esas madres de “malas” madres. Yo las considero juezas que de algún modo son alienadas y reproducen el sistema patriarcal sobre esas madres y sus hijos.          

 En tercer lugar mencionás a las madres. ¿Qué rol cumplen en este sistema?

 La tercera categoría, las madres víctimas que acompañan a sus hijos en el flagelo de sus vidas arrasadas por la violencia institucional, la droga y el encierro, son madres que asumen esas tragedias en su cuerpo junto a sus hijos, verdaderas heroínas del sistema. Porque muchas veces sus hijos son asesinados por la policía y tienen que continuar por la reconstrucción de la verdad, por lo que pasó y por la memoria de su hijo. En este caso yo le dedico el libro a una de esas mujeres, a Fernanda Nicora. Me pareció que este libro tenía que estar dedicado a una mujer así. Las madres de víctimas de la violencia institucional son descendientes de las Madres de Plaza de Mayo, que inevitablemente aparecen como la figura central de esta problemática. Es un libro que habla especialmente de los jóvenes varones de las barriadas que están atravesados por la violencia. Pero donde la figura de la mujer es central en esas vidas. Entonces, de algún modo el libro también tiene que abordar el tema de los feminismos tangencialmente, y su liberación de esas masculinidades que las atraviesan.     

 En otro capítulo traés a los pibes rubios. ¿En qué se diferencian de los protagonistas del libro? 

 Las infracciones al sistema penal están democráticamente distribuidas en los sectores sociales juveniles. Los jóvenes de clase media cometen delitos todo el tiempo. Con los autos de los padres, consumiendo narcóticos, llevándose algo de un negocio por jugar. El tema es que la policía no los atrapa. Porque no se fijan en ellos, porque no cumplen los estereotipos típicos que sí tienen los pibes de los barrios pobres. Ambos cometen delitos pero el sistema policial está preparado para atrapar solo a los segundos. Sin embargo, muchas veces ocurren raras excepciones donde es tan grosero el delito cometido por los pibes de clase media que quedan detenidos y hay que llamar a un defensor. Allí me he encontrado con pibes que tenían más dinero que yo. Me tocaba defenderlos hasta que el abogado que el papá les colocaba me desplazaba. Yo asumía la defensa de ese chico con toda dignidad como si fuera uno de los otros pibes, pero obviamente no tenía costo alguno. No tenía que hacer casi ningún esfuerzo, a diferencia de los otros pibes con los que tenía que hacer una labor descomunal. Porque el juez y el fiscal ya sabían que los tenían que largar inmediatamente, pues no eran parte del sistema, a pesar de haber cometido un delito grave.

 ¿En qué se parecen esos pibes y los otros?

 Muchos jóvenes de los sectores medios están lumpenizados. Se visten, hablan, escuchan la música y asumen la misma cultura lumpen que los otros pibes. Son pibes que viven en un country pero se ponen gorrita. Ahí hay una cuestión de subculturas muy interesante. Pero el sistema penal está preparado solamente para apuntar a los pibes pobres. La diferencia está en los costos que significa defender a unos y a otros. Los estudios de derecho penal siempre ponen el foco en la criminalización de los pobres pero habría que empezar a hacer una criminología de los sectores medios, explicar por qué no quedan atrapados. Cuáles son las formas que adoptan estos sectores sociales para salir rápidamente de las redes del sistema penal. 

Del paco a la literatura

Del paco a la literatura

Ariel González es un poeta popular que, a través de sus rimas y narraciones, retrata la vida de los vecinos y vecinas de la Villa Itatí, de Quilmes. Logró dejar atrás consumos problemáticos, pero nunca se olvida de los que no pudieron hacerlo. Escribió dos libros que se difunden en las escuelas del distrito y recibió el reconocimiento de las autoridades municipales. Su nuevo proyecto se llama Villa Filosofía, que muestra los trabajos de diferentes artistas de las barriadas humides.

La historia de Ariel González transcurre por muchos caminos comunes que atraviesan a los habitantes de las barriadas humildes de nuestro país, en el contexto de una Argentina con pobreza e indigencia que casi alcanzan a la mitad de la población. Pero también se evidencia en él una excepción a la regla que lo hace un personaje distinto: su extrema lucidez para transmitir lo que es la cotidianeidad en Villa Itatí. El relato de este artista “villero” (como él mismo se define) incluye carencias y durísimas experiencias de vida tanto para él como para su entorno, pero también un afán de superación y solidaridad colectiva que irradian potencia e inconformismo con la realidad que atraviesa el barrio. Su arte combina todos estos factores.  

Concertar la entrevista con “Ari” en la casa de su abuela en el triángulo de Bernal (lugar conocido por tener un santuario del Gauchito Gil) fue cuestión de segundos: “Estoy haciendo laburos de albañilería por mi cuenta en el barrio y me vendría bien, así también zafo porque me duele mucho la espalda, ja”. Su pequeño cuerpo —no supera 1,65 metros de estatura— debe lidiar con horas de esfuerzo y malas posturas, en jornadas interminables de revoques y apuntalamientos de paredes.  

Una cara casi adolescente oculta sus 35 años y es aún más increíble cuando cuenta que tiene cinco hijos, (el más chico de 3 y el más grande tiene 12). Su mamá, pilar fundamental para la recuperación de Ariel, es jubilada y optó ser portera de escuela aunque tenía título como profesora de Contabilidad. Ahora trabaja de costurera de cartucheras en su casa en Itatí. Ese fue el trabajo que le legó la abuela de Ariel que ya no podía tomar más esas tareas. “Es una esclavitud”, expresaba con una mueca irónica. “Ari” es el hermano del medio en su familia. Los trabajos de sus otros cuatro hermanos incluyen desde la repartición de pan, la albañilería y las labores para cooperativas populares, hasta la costurería que realiza su hermana junto a su madre.  

Pasó por tres colegios y llegó hasta tercer grado: “Iba a la escuela porque veía que mis amigos iban y ahí te daban de comer”, contó. Señaló que no le interesa terminar los estudios porque aprender “solo te da un conocimiento que después no usas para nada”. 

Como contraparte, afirmó que aprendió más “viviendo y sufriendo” con lo que le deparaba “la calle”. “No estoy ni en pedo en contra del estudio, pero tengo problemas con la concentración. Se me parte la cabeza”, se sinceró. Ariel destacó que quiso terminar la escuela, yendo a un colegio de Villa Azul, barrió vecino de Itatí, pero cuando volvía a su casa esos dolores lo aquejaban. Apunta que la causa de este problema se relaciona con su consumo de paco por doce años. Seducido por su mensaje de paz, se volvió fanático de Bob Marley y adora a Charly García. También se considera profundamente creyente, aunque cuando algún vecino le achaca que no asiste a misa, siempre recalca que habla con Dios “todos los días”.

La lucha contra el paco en primera persona (y también en tercera)

Fue en ese periodo de adicción —entre los 15 y los 24 años— que comenzaron a fluir sus primeras rimas y reflexiones, que su madre transcribía en la computadora: “Yo no sabía escribir”, recordó. En todo momento, Ariel reafirmó que su inspiración surgía “del sufrimiento”. Señaló que lo tenía “muy mal” saber que no podía dejar de consumir. Sus recaídas eran recurrentes. 

El arte de Ariel reflejaba eso que le pasaba a él pero que se replicaba en decenas de pibes y pibas del barrio. De una vez que pagó casi el doble de lo que valía una dosis de paco salió una de sus primeras poesías, que le “hablaba a la abstinencia”: “Para comprarla no ponemos pretextos ni peros, cuando la esperamos nos tiramos pedos. Queremos dejarla pero no podemos, cada vez que nos acordamos, el culo retorcemos”. Y recordaba, irónicamente y entre risas, que no se quejaba de ese aumento “repentino” de precio pero sí lo hacia con la yerba que compraba todos los días para el mate.  

Destacó que su recuperación tuvo avances significativos cuando, en el medio de la villa, se paró frente a unos pibes que consumían y se mantuvo inmutable. Afirmó que aún vive en el infierno, pero que ya no lo “quema”. Sin embargo, ve que muchos a su alrededor hoy “se siguen quemando”. Gente “dopada”, “en cana”, o en centros de rehabilitación que, para Ariel, nunca generan buenos resultados, eran los destinos “inevitables” para los pibes y pibas que caían en la adicción.  

Ariel obtuvo el reconocimiento de amigos y vecinos del barrio cuando les mostraba esos primeros trabajos artísticos, e incluso se convirtió en una “referencia” para mucha gente de la villa, que lo buscaba para contarle sobre sus adicciones. Se convertía en su última “carta” a quien recurrir antes de ir a comprar paco. Su respuesta era siempre la misma: “Armaba una chimenea, comprábamos un pedazo de carne, pasábamos tiempo juntos e intentaba mostrar que la plata se puede gastar en otras cosas que no fueran la droga. A mí me ayuda ayudar a esos pibes”. 

Esas ganas de cambiar la situación del barrio generaron una primera semilla en él. Durante su proceso de mejoría, se produjeron los primeros encuentros de Ariel con el padre Ángel Tisot, un cura del barrio que luego fue a vivir al sur patagónico, al que le llevó sus fotocopias de los primeros escritos. Fue así como Tisot conoció en detalle el desolador paisaje de los pasillos de Itatí: pibes y pibas deambulando por las calles, sin rumbo alguno, haciendo trabajos precarios e incluso robando para conseguir nuevas dosis de pasta base, siempre bajo el acecho de las bandas que aun venden su “mercadería” en el barrio.  

Ariel le propuso al padre que transformaran la huerta que había en la iglesia ubicada en el corazón de la villa en un centro de “contención” para los pibes que sufrían de dependencia al paco. Ariel destacó que cada vez se hacía más numeroso el espacio y que conseguían comida a partir de las changas que hacían en los negocios del barrio: “No hacía falta la ayuda del Estado”. Esta reticencia de Ariel a la intervención estatal se basa en lo que para él son tratamientos poco eficaces para erradicar las adicciones en el barrio. Cuando Ariel y el padre Tisot se fueron quedó armada la estructura de lo que hoy se llama “Hogar de Cristo”, apadrinado por el Papa Francisco. Ariel contó que a veces vuelve al lugar y que cuando lo reconocen se queda jugando a la pelota con los pibes y pibas que hoy están allí: “Faltas vos”, le decían.    

A pesar de este escenario un poco más auspicioso para la realidad del barrio, Ariel no dio rodeos y fue “al hueso” cuando se le consultó sobre los grupos narcos que hacen base en el en la zona: “La situación ahora es terrible. Está volviendo la ola. Todo lo que yo escribí en mis libros que pasaba antes, pueden ser relatos de ahora”. Cargó contra los gobiernos de turno y aseguró que “todos los ‘peces gordos’ volvieron”.  Reclamó con urgencia que haya mayor intervención para erradicar el problema del consumo de paco en Itatí: “Prefiero hasta vivir sin luz, pero que mis hijos estén lo más lejos posible de las drogas”. A este “coctel”, Ariel añadió el clima de violencia e intolerancia que hay entre los propios vecinos, con peleas cotidianas tanto dentro de cada casa como fuera.

Creaciones en el medio del caos

Ariel publicó su primer libro en 2012 y fue en 2021 cuando salió su segundo trabajo literario, Yo soy Ariel. Su primer verso en esa publicación grafica a fondo el drama cotidiano de lidiar con la marginalidad y la oferta de droga a cada hora: “Con cien kilos de vidrio compras un kilo de pan/ Los precios para los pobres vuelan como Súperman/ Las tripas de mi panza viven a las trompadas, pero la esperanza nunca se me acaba”. 

A pesar de que hace unos meses este segundo libro fue declarado de interés municipal, expresó que tiene que regalar los libros que escribió y editó cuando brinda charlas en las escuelas (lo hace desde 2016) porque la ayuda económica del gobierno no llega. “Es más importante un pedazo de asfalto, que lo ponen, lo vuelven a romper, que la juventud, que es a la que tenemos que cuidar para el futuro porque es la que se mueve, la que piensa. Nosotros no vamos a estar más pero los chicos que están ahora son los que se van a quedar con todo esto que les dejamos. Si la nuestra es una generación de mierda, va a ir todo para atrás”.

Hoy se enfoca en su nuevo proyecto, Villa Filosofía. Este canal de videos de YouTube se convirtió en su carta de presentación para que la gente que no es de la villa conozca todo lo que se produce allí. Recalcó que solo conociendo los problemas que se narran desde la propia villa, se podrán generar las soluciones necesarias para superarlas y, según Ariel, “despertar la conciencia”.

Consultado sobre un futuro nuevo trabajo literario, este artista popular fue categórico: “Si alguien quiere tener mi tercer libro, que me escuche porque no lo escribí. Lo tengo en palabras”.

 

La mujer que nació en un Falcon

La mujer que nació en un Falcon

Teresa Laborde, hija de Adriana Calvo, sobrevivió junto a su madre del Pozo de Banfield. Su historia se hizo famosa en el Juicio a las Juntas y ahora volvió a la Luz con el estreno de «Argentina 1985». ¿Qué opina de la película?

Teresa Laborde nació el 15 de abril de 1977 en la parte trasera de un Falcón mientras su mamá, Adriana Calvo, era trasladada por los militares al centro clandestino de detención Pozo de Banfield. El testimonio de esa situación por parte de su madre conmovió a todo el país, una vez más, tras el estreno de Argentina, 1985, la película dirigida por Santiago Mitre que relata el Juicio a las Juntas Militares. 

ANCCOM conversó con ella, que ahora tiene 45 años y continúa el legado de su madre en la lucha contra la impunidad y por la memoria, verdad y justicia. Luego de tanto tiempo, actualmente se está llevando a cabo el Juicio Brigadas donde se tratan los crímenes efectuados en los Pozos de Banfield, Quilmes y El Infierno; allí Teresa declaró como testigo. El juicio cuenta con 17 imputados y lo que se intenta determinar es qué ocurrió con 442 personas que hoy continúan desaparecidas.

 

Luego de la película, donde muchísima gente conoció tu historia, ¿sentiste una cierta responsabilidad de contarla en primera persona o más ganas de darla a conocer?

Sentí la responsabilidad de contar esta otra parte de la historia que por ahí no está reflejada en la película, fue una necesidad de decir que, en realidad, ese juicio no tuvo mucho de ejemplar. En mi casa y en mi familia los sobrevivientes lo tomaron así. Hubo absoluciones, hubo condenas muy flacas, de tres años, cuatro años, no se quiso juzgar a más. Mi mamá estaba muy indignada con esos asuntos. Fue un juicio que se vivió con mucho miedo, con terror porque había muchas amenazas, eso la peli sí lo muestra con el testigo que no quiere declarar porque dice que el que lo torturaba trabajaba de médico. En mi casa pasaba lo mismo, Bergés que era apropiador, torturador de embarazadas y ladrón de bebés, siguió ejerciendo, trabajaba en una clínica en Quilmes. De hecho, ahora está en prisión domiciliaria, estuvo en la cárcel, pero favor va, favor viene… Se arregló. De este lado se vivió como la puerta a la impunidad.

 

 

¿Qué le cambiarías o agregarías a la película Argentina, 1985?

Me parece que como toda película está hecha desde un punto de vista porque es ficción, no es un documental que te va a mostrar todas las aristas, todas las miradas del mismo suceso histórico. Es una película íntima, del fiscal y el fiscalito, de sus familias, cómo ellos atravesaron este juicio y ese es el enfoque. Creo que le agregaría un pantallazo de todo lo que fue la movilización popular para llegar a ese juicio. En las placas del final le daría una bajada histórica con una continuidad, pero no me lo hubiera bancado Amazon probablemente. A mi madre no se le hubiera ocurrido pararse a aplaudir a esos jueces. Esto igual la película lo dice cuando el hijo de Strassera le pregunta cómo le fue. Él le dice mal.

 

¿Cómo fue ver la imagen de tu mamá en la película? ¿Te quedaste conforme con cómo fue representada?

La vi con ojos amorosos, me pareció una buena decisión estética no imitarla, que Laura Paredes encuentre su Adriana Calvo, porque, así como mi mamá hubo muchas. Me gustó cómo lo hizo, que no agarrara el testimonio como lo hizo mi mamá sino las palabras y encuentre la suya. 

«Yo le preguntaba a mi mamá cómo hacía para no rendirse. Y ella me contestaba que los malos ganan si los buenos no hacemos nada para impedirlo.»

Teresa Laborde

Ahora estás participando como testigo en el Juicio Brigadas, ¿cómo se sigue luchando contra la impunidad después de tantos años?

Eso mismo yo le preguntaba a mi mamá cuando era más joven, cómo hacía, cómo no se rendía. Cómo podía cuando ellos tenían mucho, mucho poder. Ella me decía esta frase de que los malos ganan si los buenos no hacemos nada por impedirlo. Que estos eran malos malísimos y que los buenos buenísimos éramos muchos y muchas más y que si no iba a ser cada vez peor. La impunidad trae más impunidad. Yo digo siempre algo que decía mi mamá: los militares fueron el brazo armado de este plan sistemático que fue de exterminio, pero también económico. Los medios de comunicación fueron fundamentales. Nos estaba mirando el mundo, si hubieran salido esos testimonios de frente como ahora pudimos ver algunos ficcionados, imaginate, cómo hubieran podido hacer esas condenas tan paupérrimas. Deberían haber hecho un mejor desempeño, nadie se iba a creer además la Teoría de los Dos Demonios. Le quisieron hacer creer a la sociedad que hicieron todo este despliegue por las guerrillas armadas que en realidad ya estaban aniquiladas por la Triple A. Los (desaparecidos) de 1977 en adelante eran trabajadores, estudiantes, pero tenían que justificar con ese falso demonio. A mí me salvaron la vida tres militantes del PRT-ERP, las compañeras de cautiverio de mi mamá, Marina Santucho, Cristina Navajas de Santucho y Alicia D´Ambra. Las “subversivas” eran las que le levantaban el ánimo a las demás, las que le daban el plato de comida a mi mamá cuando llegaba cada tres días, las que armaron esa muralla para que no me lleven y no me envenenen. Ellos le querían hacer creer a la gente que eso era el demonio. Entonces tengo esa responsabilidad, cómo no la voy a tener, cómo no voy a salir a reivindicar a las tres mujeres que hicieron que yo no perdiera la identidad y a todas las demás mujeres que no están porque como mi mamá hubo cientas. Por algo seguimos buscando 300 nietos y nietas.

 

¿Cómo ves a las nuevas generaciones en términos de la memoria? 

Este plan sistemático económico y de exterminio, el Plan Cóndor, a lo que vino es justamente a quebrar nuestra empatía y a instalar la cultura del “no te metas”, de para qué te vas a meter si no podés cambiar nada. Eso fue lo que me atravesó a mí como juventud. Yo creo que esta película vino a remover esta cuestión. Antes por ahí no les interesaba el 24 de marzo, los desaparecidos, el pañuelo blanco, les parecía aburrido. Ahora les interesa. Por eso me pone tan contenta cuando me llaman, me preguntan. Esta peli vino a despertar una curiosidad sobre un pasado reciente que me parece maravilloso. Antes de que saliera igual creo que hay mucha juventud y mucha gente resistiendo en distintos lugares. Me parece que sí hay jóvenes comprometidos, que se están involucrando. A través de los celulares nos hacen llegar noticias que no van a salir en los medios de comunicación. Estamos llegando a una época del fin de la apatía. Tengo fe y esperanza en la juventud motora.

«Hasta la victoria siempre, Hebe»

«Hasta la victoria siempre, Hebe»

Este jueves, una multitud acompañó la ronda 2328 de las Madres de Plaza de Mayo con el corazón puesto en el homenaje a Hebe Bonafini. Sus cenizas fueron depositadas en un altar junto a la Pirámide. Organizaciones, partidos políticos, sindicatos, dirigentes y mucha gente de a pie estuvieron presentes.

En ronda su número 2328, las Madres de Plaza de Mayo convocaron, otro jueves, a una manifestación histórica alrededor de  la Pirámide para poder despedir junto al pueblo a su última presidenta Hebe de Bonafini, fallecida el domingo pasado. Organizaciones sociales, partidos políticos, sindicatos, agrupaciones y una multitud se congregó en la plaza de las madres para homenajearla con un mensaje claro: “Ahora hay que seguir adelante”.

“Hasta la victoria siempre, Hebe”, “Amor con amor se paga”, rezaban los carteles hechos de puño y letra por los convocados, colgados en la reja circular de la Pirámide. Con cada ofrenda que colgaba otra persona se fue formando un altar de rosas rojas y blancas, fotos, pañuelos, frases y banderas. La gente se detenía a leer, a mirar de cerca, se paraba a escribir sus mensajes para Hebe en una bandera enorme. Pero esto solo pudo apreciarse cuando comenzó la desconcentración. Aún con el tremendo calor, una multitud colmó la plaza para despedir –y también para recibir– a Hebe.  

“Tenemos que estar a la altura para defender a Hebe a partir de ahora. Para reivindicarla entera, no para inventarnos una Hebe a nuestra medida. Nos toca estar a la altura de su ejemplo extraordinario, de su cualidad revolucionaria para siempre decir las verdades más duras en los momentos más difíciles”, expresó el periodista Demetrio Iramain, quien llevaba adelante el acto.

El padre Paco Olivera, de Curas en Opción por los Pobres, bendijo los restos de Hebe mientras una multitud se persignaba con aplomo. Luego, el cura y las madres presentes iniciaron la ronda, junto a todas las personas que los seguían detrás. En un hueco en el jardín del interior de la Pirámide, vertieron las cenizas de Hebe, que se mezclaron con la tierra para descansar junto a los de Azucena Villaflor. De fondo resuena un largo y sentido aplauso. 

Fue un 30 de abril de 1977 la primera vez que las madres hicieron una ronda. A un año del golpe cívico-esclesiástico-militar, en medio de un Estado de Sitio que no permitía las reuniones, se movilizaron por sus hijos e hijas. Unos militares cobardes les dieron la orden de que circulen. No sabían qué motores estaban poniéndose en marcha.  

La última ronda de Hebe con vida fue, en sí misma, una cuestión vital. Convenció a los médicos de que asistir era también parte de su salud. El pasado 10 de noviembre dio la vuelta a la Pirámide como más de dos mil veces lo hizo durante los últimos 45 años. “No sé cuánto se recuperó viniendo a la plaza, pero a sus enemigos los jodió y mucho. Ese último día convocó una pueblada contra los jueces del partido judicial para echar a la Corte Suprema”, comentó Iramain. 

Ayer dio su última vuelta de una forma trascendente y quedó inmortalizada en el lugar donde comenzó todo.

“Hebe nos dijo, la política no es un camino para conseguir un cargo, la política es construir un proyecto donde la distribución de la riqueza esté en el pueblo, donde la vida es vida, donde garanticemos que los niños sean felices”, expresó Irene de Chueque, madre de Plaza de Mayo, en sus palabras a Hebe. Arriba del escenario junto a ella también le expresaron su cariño Visitación de Loyola, Josefa de Fiore, Sara Mrad y Carmen Arias. Algunas ya con 98 años, otras desde su silla de ruedas, le expresaron su amor, le agradecieron y, sobre todo, le prometieron que seguirán adelante con su lucha. 

  “Dicen que en la naturaleza hay cuatro elementos. Yo siento que Hebe es la tierra fertilizada en la lucha de nuestras hijas e hijos. Siento que es el agua que humedece esa tierra para que la semilla germine. Siento que es el aire que respiramos en las plazas. Y siento que es ese fuego infinito encendido con pasión revolucionaria”, se despidió como un poema Sara Mrad. 

“El amor pudo más que el odio” rezaba la enorme bandera con la que las madres, junto al gobernador bonaerense Axel Kicillof y otras figuras, encabezaron la marcha de este jueves. Entre la multitud acompañaron el dirigente de La Cámpora y ministro de Desarrollo de la Comunidad de la provincia, Andrés «Cuervo» Larroque, y otros dirigentes de distintos sectores, el ministro de Cultura Tristán Bauer, la cantante y exministra de Cultura Teresa Parodi, la exministra de Mujeres, Género y Diversidad Elizabeth Gómez Alcorta, el exministro de Economía, Amado Boudou, el gremialista Daniel Catalano de ATE Capital, y el ministro de Trabajo bonaerense, Walter Correa.

No fue exactamente una fiesta en la plaza como Hebe había deseado que fuera. Tampoco fue la pesadumbre de un velorio inmóvil y gris. Fue una tarde desordenada que dio lugar al llanto y al bombo, un paso más allá de la estructura del deber ser, un estallido así como ella lo había sido. 

Mientras, en medio del homenaje a Hebe en la Cámara de Diputados, ciertos legisladores de ultraderecha evocaron el “nunca más del kirchnerismo” y el “cierre de una etapa” jugando con la muerte, el pueblo estuvo de pie dando batalla a la discursiva odiante. En el epicentro del intento de la desestabilización de la democracia, que Hebe y tantas han dado su vida por defender, ante su ausencia no se dio ni un paso atrás. Las madres han dejado en claro que por ella hay que seguir adelante. Para siempre, hasta el próximo jueves.         

Mar del Plata volvió a vibrar al ritmo del cine

Mar del Plata volvió a vibrar al ritmo del cine

Finalizó el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. La 37ª edición contó con la participación de 200 mil personas en más de 500 funciones en sala, paneles de discusión, presentaciones de libros, proyecciones al aire libre, conciertos y charlas con cineastas y referentes del audiovisual.

La 37ª edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata finalizó con la entrega de premios el sábado y las últimas proyecciones el domingo. En su ceremonia de clausura llevada a cabo en el Teatro Auditorium, la película dirigida por Haroldo Borges, “Saudade fez morada aqui dentro”, fue premiada con el Astor Piazzolla al Mejor Largometraje de la Competencia Internacional. La historia cuenta la vida de Bruno, un adolescente de 15 años a quien le informan que está perdiendo la vista de manera irreversible. El jurado destacó la obra del realizador brasileño por “su capacidad de retratar con belleza y verdad una historia dramática que nos muestra que cuando las personas se preocupan unas por otras, hay esperanza”.

Al recibir el premio máximo del festival, Borges expresó: “En Salvador de Bahía siempre escuchamos hablar tan bien, tan fuerte de Mar del Plata, que para nosotros es siempre un faro, un lugar de resistencia que nos muestra que es posible hacer cine. Así que estar aquí con ustedes es muy emocionante”.

La vuelta a la presencialidad plena implicó el refresco del Premio del Público, donde la película más votada también fue “Saudade fez morada aqui dentro”.“Este es un premio muy importante para los trabajadores de la cultura de Brasil, porque estamos saliendo de un laberinto muy extraño, muy oscuro, en el que éramos tratados como enemigos de la nación. Hoy estamos en un momento de renacimiento de la esperanza, que coincide con este premio”, expresó Borges.

El premio a Mejor Dirección fue para dos jóvenes realizadoras argentinas: Ana García Blaya (“La uruguaya”) y Melisa Liebenthal (“El rostro de la medusa”). “Este Festival siempre permite el intercambio, da esa posibilidad de que el público se encuentre con las realizadoras y realizadores, y que les podamos contar el esfuerzo que cuesta hacer una película, la cantidad gente que participa detrás de cámaras”, dijo García Blaya y agregó: “El cine se hace en formato horizontal”.

La actriz colombiana Sonia Parada recibió el Premio Astor Piazzolla a la Mejor Interpretación por su protagónico en la película boliviana “Los de abajo”, de Alejandro Quiroga, y “ThereThere”, de Andrew Bujalski, fue premiado como mejor guión en la competencia internacional. El jurado también destacó la película “Tres hermanos”, de Francisco J. Paparella “por su poderoso uso de las herramientas cinematográficas (fotografía, diseño de sonido, actuación y música) para retratar con crudeza y autenticidad su universo” y otorgó menciones especiales al film ‘Cambio cambio’ de Lautaro García Candela y al elenco del largometraje internacional ganador.

En la competencia latinoamericana, el Premio Astor Piazzolla al Mejor Largometraje fue para ‘Trenque Lauquen’ de Laura Citarella, y en la competencia argentina para ‘Sobre las nubes’ de María Aparicio. También se realizaron menciones especiales a ‘Mato seco em chamas’ de Joana Pimenta y Adirley Queirós, ‘Anhell69’ de Theo Montoya y ‘El silencio de los niños’ de Sofía Quirós Ubeda. Mientras que los cortometrajes premiados fueron “Ánima!, de Manuel Matías Gómez, en la competencia latinoamericana, y “Carne de Dios”, de Patricio Plaza en la competencia argentina. El Premio José Martínez Suárez a la Mejor Dirección fue para Leandro Listorti por “Herbaria”.

En la competencia de Estados Alterados se destacó como mejor película a “Geographies of Solitude”, de Jacquelyn Mills, y en la competencia En Tránsito a “Plata o mierda”, de ToiaBonino y Marcos Joubert. También recibieron menciones especiales “TheNewestOlds” de Pablo Mazzolo y “Filme particular” de JanaínaNagataPunku de Juan Daniel Fernández Molero y “Sombra grande”, de Maximiliano Schonfeld.

La edición dedicada a la figura y obra del gran Leonardo Favio, contó con invitados internacionales como el estadounidense John McTiernan, director de “Depredador” y “Duro de matar”; Patricia Mazuy, cineasta francesa que vino a acompañar su retrospectiva; el crítico de cine español Marcos Uzal, editor de Cahiers du Cinéma; y el director de fotografía portugués RuiPoças, destacado por sus trabajos con João Pedro Rodrigues, Miguel Gomes y Lucrecia Martel. Junto con la reconocida productora argentina Lita Stantic, todos ellos integraron las Charlas con Maestras y Maestros de este año.

Durante la ceremonia de cierre, el vicepresidente en ejercicio de la Presidencia del INCAA, Nicolás Batlle, recordó que “una de las acciones importantes que se dieron en el marco del Festival fue la inauguración de la sede de la ENERC, con especialización en animación y tecnologías digitales. Además, durante el Festival, el Teatro Chauvin se sumó a la red de salas de cine más grandes del país, la Red de Espacios INCAA, dedicada a difundir el cine nacional”. También resaltó la visita del ex presidente de Bolivia, Evo Morales y el músico León Gieco, que acompañaron la proyección de la película Seremos millones.

En estos 10 días, el Festival contó con la participación de 200 mil personas en más de 500 funciones en sala, paneles de discusión, presentaciones de libros, proyecciones al aire libre, conciertos y charlas con cineastas y referentes del audiovisual, ofreciendo así actividades y proyecciones en toda la ciudad.