“El problema es que la clase dominante tuvo un origen esencialmente europeo”

“El problema es que la clase dominante tuvo un origen esencialmente europeo”

Daniel Corach se recibió de biólogo en 1980 y siete años más tarde se doctoró gracias a su trabajo sobre la evolución molecular de roedores –cuyas técnicas, posteriormente, utilizó en humanos. En 1989 ingresó al Conicet, donde actualmente es investigador superior, profesor asociado de Genética Forense en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA y creador y director del Servicio de Huellas Digitales Genéticas en esta casa de estudios.

Desde ese organismo, en virtud de un convenio con la Corte Suprema de Justicia de la Nación firmado en 1993, se realiza la identificación forense de las muestras que les llegan por causas judiciales y así generan los recursos que les permiten investigar. Se trata además del Centro de Referencia en Identificación de Genética Humana de la UBA. Por un estudio iniciado en 2004, determinó que el 56% de los argentinos poseen linajes maternos característicos de los nativos americanos.

«El problema es que la dominación europea negó el componente nativo», dice Corach.

¿Cómo se llega al estudio de la composición étnica argentina?

A partir de la ciencia forense, se evalúan las probabilidades que surgen del conocimiento de la estructura genética de la población. Si digo “una persona comparte con una evidencia un perfil genético”, dependerá de cuán raro sea ese perfil para que la información que obtenga tenga peso o no. Si es muy común, es probable que, por azar, otro individuo tenga el mismo perfil. Pero si es raro, la evidencia se incrementa. Quiere decir que de los mismos datos que uno va obteniendo, hay que ir generando información estadística para saber de qué manera los marcadores genéticos varían en la población.

¿Y cómo se determina?

Con las muestras que trabajamos a lo largo del tiempo, en general estudios de identificación criminal o vínculos biológicos de parentesco, se van generando bases de datos de referencia. Después depende de cómo se organicen estas bases de datos. Por ejemplo, en un momento trabajamos con 10 provincias, comparábamos sus datos y observábamos que existían diferencias, lo que nos permitía ver la composición de cada una. Luego empezamos a usar marcadores que son informativos de ancestro, que permiten saber si un linaje tiene un componente africano, europeo, nativo americano, asiático, de Oceanía o de donde fuere. Combinando esa información, uno entiende la composición desde el punto de vista de su origen, porque nosotros somos el producto de una mezcla de gente que estaba acá en América antes de que llegaran los conquistadores. Esa gente había venido de Asia a través de Alaska hace unos 15 o 20 mil años y se fue distribuyendo por el continente, es decir que los primeros inmigrantes que tuvo América eran asiáticos.

¿Cómo pasaron a ser nativos americanos?

Esas comunidades que se asentaron y que llamamos nativos americanos en realidad lo son en las últimas generaciones, pero de origen son asiáticos. Por ejemplo, bolivianos o peruanos han tenido mucha menos mezcla que nosotros y como tenían poblaciones muchísimo más grandes, entonces el efecto de los europeos fue menor. Tienen rasgos asiáticos, el pelo muy negro, lacio, los ojos almendrados, todas características que los hacen más semejantes a los asiáticos que a los europeos. De esa manera, se puede entender cómo ese primer componente asiático nativo americano se fue diferenciando respecto de sus orígenes, de los asiáticos en su sentido estricto y, al ponerse en contacto hace sólo 520 o 540 años con los europeos, empieza una mezcla fundamentalmente entre las mujeres que estaban en América y los hombres que eran los conquistadores. Hay una matriz materna nativa americana importante y una paterna pobre desde el punto de vista de los marcadores maternos, pero muy alta desde los paternos. Es decir, según el cromosoma masculino tenemos en la población básicamente representada por la europea. Desde el punto de vista del ADN que se hereda por vía materna, el mitocondrial, tenés más del 50 por ciento de la población que es de origen nativo americano, o sea, tenemos una linda mezcla.

¿Existe la posibilidad de un lado paterno nativo y uno materno europeo?

Todas las combinaciones pueden darse, pero si se lo analiza en un contexto general, tomando muchas muestras, se analiza cuál es la tendencia, la cual fue que los hombres originalmente aportaron la información masculina y las mujeres aportaron desde el lado americano la materna. Después eso se confirma con otro tipo de marcadores.

«Más de la mitad de la población tiene linajes maternos característicos de los nativo americanos», afirma Corach.

¿Entonces los nativo americanos descienden de los asiáticos?

Sí, pero no es tan sencillo. Los asiáticos descienden de las poblaciones que habitaron y se diferenciaron en Medio Oriente y allí se dispersaron hacia Asia y hacia el oeste europeo, España, Portugal, Italia, pero todo ese núcleo surge de África. El origen último es África.

¿Además de Europa tenemos incidencia de otras regiones?

A los 60 años de haberse metido en América, los europeos empezaron a traer esclavos negros que también se fueron combinando en menor grado de acuerdo a las áreas, en Argentina tenemos una representación baja. No obstante, hay marcadores característicos de africanos que se integraron al patrimonio genético argentino, mujeres en mayor medida ya que a los varones no los dejaban reproducirse, pero las africanas fueron objeto también de abusos dada su condición de esclavas. Esta situación es la misma en toda América, desde Canadá hasta Chile, todos los países se mezclaron. Somos un continente mestizo, el tema es que el origen de la población que tenemos es asiático y es la población que menor variabilidad genética tuvo. Entonces es la más débil desde el punto de vista de la respuesta antigénica, es decir que su sistema inmunológico es un poco más flojito, dado su origen, como fue migrando iba perdiendo información y esto se transforma en mayor susceptibilidad a patologías.

¿Qué implica esto?

Los europeos, más que las armas y el genocidio, el efecto que tuvieron sobre las poblaciones nativas fue en su estructura patogénica. Ante una enfermedad traída por un europeo, el nativo americano no tenía la batería para defenderse. Se morían como moscas. En ese momento, se produce un bajón de la población que después retoma. ¿Por qué? Retoma con la hibridización, se empiezan a mezclar los componentes maternos nativos, esa información genética más bien pobre se enriquecía por la información europea de los varones y entonces los mestizos empiezan a tener mayor resistencia a nivel inmunológico. Por tanto, tenemos esta situación de mayor respuesta inmunológica, mayor posibilidad de subsistencia a lo largo del tiempo y se forma lo que sería esta sopa interétnica que es la población americana. Varía de acuerdo a los lugares. Por ejemplo, en las zonas tropicales hay mayor cantidad de población africana porque es donde se adecuaron mucho mejor. Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y, en menor grado, Venezuela, tienen un componente africano fuerte. Hay que pensar, además, que las poblaciones andinas, desde el principio, tenían un componente demográfico más grande que en nuestra zona. Lo que es ahora nuestro país, comparativamente, estaba mucho menos poblado, entonces había comunidades, es cierto, pero no eran de la magnitud que tenían en Perú, en Bolivia, en Mesoamérica, que eran millones. Acá había una población más baja, de lo que corresponde a nuestro territorio serían medio millón de habitantes aproximadamente al momento del contacto europeo.

«En nuestro país, hay alrededor de 30 lenguas nativo americanas», describe Corach.

¿Qué tribus habitaban en lo que hoy es Argentina?

El problema es que son construcciones que las denominaron los mismos europeos. Los araucanos tienen una vinculación con los actuales mapuches, que son relativamente recientes, porque la araucanización de la Patagonia se produce con un desplazamiento de grupos que eran nativos como los tehuelches, y a los que someten. Acá ha habido siempre un problema complejo en cuanto a las dominaciones. Los incas, que duraron unos 100 años, dominaban desde Colombia hasta Argentina y eran muy odiados por las comunidades previas, por sus súbditos, porque eran terribles cobradores de impuestos. Cuando llegan los europeos piensan que los van a salvar, entonces muchas poblaciones indígenas ayudan a los europeos a sacarse a los incas de encima. Lo mismo pasa con los aztecas cuyas últimas formas fueron bastante violentas y también imperiales.

¿Cuáles otras sobrevivieron?

Están los aymaras y los quechuas en el norte. En conjunto, los coyas son grupos bastante diferenciados. También los matacos, entre ellos los guaicurús, los wichí y los mataguayos, que se forman por el lenguaje que hablan. Dentro de los guaycurúes están los toba, los qom, los mocovíes y varios más. En nuestro país, hay alrededor de 30 lenguas nativo americanas y algunas se han perdido, como la de los onas en el sur. Cada uno de esos grupos puede diferenciarse de los otros, el tema es que de cualquier forma están ya muy mezclados con componentes europeos y africanos en menor grado.

¿Qué sucede con esa idea de que venimos de los europeos?

Nuestra población es claramente heterogénea y mestiza. El problema es que la clase dominante tuvo un origen esencialmente europeo, entonces dejó de visibilizar el componente originario, y eso se da desde la Independencia. Desde la Revolución de Mayo en adelante, la mayoría eran criollos europeos, es decir hijos de europeos nacidos fuera de su lugar de origen. El problema es que la dominación europea negó el componente nativo, se lo restringió y no se los integró como debería haber sido, como intentó en su momento Sarmiento, informar y educar a todo el mundo, acá se los fue dejando de lado. Las comunidades más pobres tienen un componente nativo americano más alto porque la clase dominante le dio más importancia a la historia europea y ahí está la diferencia. El único país que se salva de esto, más o menos, es Bolivia, donde un hombre de origen nativo (Evo Morales) se hace cargo del gobierno durante un tiempo considerable.

El 56% de las y los argentinos, ¿descienden de pueblos originarios?

No es que cada uno desciende, sino que hay rasgos de pueblos originarios. Más de la mitad de la población tiene linajes maternos característicos de los nativo americanos. Las mujeres tienen la misma información mitocondrial que su madre, que su abuela, que su bisabuela, que su tatarabuela y así. Y si tienen un cromosoma mitocondrial A, B, C o D entonces son de origen nativoamericano. Si un varón tuviera en el cromosoma Y, un marcador que se llama M3-Q3 podría suponer que pertenece a un linaje paterno nativo.

¿Hay pueblos originarios “puros”?

En la Argentina no porque el grado de mestizaje es muy alto, incluso ese 100 por ciento nativo podría solamente detectarse en poblaciones aisladas, fuera del contacto con cualquier otra población, y eso solamente se da en el Amazonas, en nuestro país no.

¿De qué hipótesis partieron para la investigación?

Por un lado, entender la estructura genética de la población de nuestro país para un estudio de tipo académico, pero además otro de aplicación práctica, porque necesitamos conocer esas características para hacer la evaluación estadística de los casos de interés judicial que estamos tratando.

¿Qué muestras utilizaron?

Muestras biológicas, saliva o sangre. Es el material que recibimos, que después se anonimiza, es decir que se saca la posibilidad de identificarlo con nombre y apellido, y se lo toma como individuo N. Toda esa información, al interpretarla en forma conjunta, nos permite entender la estructura de la población y crear bases de datos de referencia como las que tenemos de cromosoma Y, de ADN mitocondrial y de marcadores autosómicos, las cuales están además disponibles desde nuestra facultad y en bases de datos mundiales.

¿Cuántas muestras fueron?

Esta investigación la hicimos antes de 2004 y se publicó en 2005. En ese momento, habíamos analizado más de 12 mil muestras, de las cuales seleccionamos un grupo como representativas del total. Hoy, si pusiéramos los números, serían más de 20 mil porque lógicamente se incrementaron y tendríamos que volver a hacer una selección. Lo que pasa es que con el tiempo surgieron otros laboratorios que hicieron estudios parecidos y todos fueron coincidentes. Entonces, es como que todo se va reestructurando de manera cada vez más eficiente.

¿Continúan desarrollando esta investigación?

Sí, seguimos porque se van abriendo nuevos aspectos. Trabajamos también con grupos nativo americanos y caracterizamos a los mapuches, a los mataco guaicurús, a los guaraníes, a los chiriguanos. Todos los grupos étnicos argentinos fueron estudiados por nuestro laboratorio y siempre van surgiendo nuevas áreas en las que podemos seguir avanzando. La investigación nunca se termina, siempre se van abriendo nuevos caminos.

¿Cualquier persona puede establecer su ancestralidad?

Nosotros lo que hacemos es mucho más limitado. Si alguien quiere averiguarlo, debería realizarse un hisopado bucal y enviárselo a 23andMeK, que es una compañía estadounidense que hace un estudio que es realmente impresionante y bastante acertado. Se dedica a eso. También le va a decir si tiene predisposición para patologías, esa es la genética que se viene.

A 20 años del 2001, la represión institucional sigue en pie

A 20 años del 2001, la represión institucional sigue en pie

La Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI) presentó su informe anual de casos de violencia estatal. Este año hubo 581 asesinatos perpetrados por el Estado, más de uno por día.

A fines de agosto Yair Ayala había ganado un campeonato de fútbol con su equipo y se juntó a celebrar con algunos compañeros en la localidad de Esteban Echeverría. En un momento, un desconocido para el joven de 21 años, comenzó a orinar en la habitación del dueño de casa, en claro estado de ebriedad. Le dijeron que se fuera, cosa que hizo, pero cuando volvió llegó con otra persona y empezaron a disparar. Una de esas balas fue a parar en el cuerpo de Yair, que poco tiempo después murió. 

El asesino resultó ser un miembro de la Policía de la Ciudad, que a pesar de no estar en horas de servicio fue a buscar el arma reglamentaria a su domicilio. “¿Sabés lo que hicieron mal? Le dieron autoridad a gente que no está capacitada. La mayoría son chicos que salen de la secundaria, en menos de 6 meses ya son policías y tienen un arma -comenta Víctor Gómez-. Yair era mi mejor amigo, mi compañero de trabajo. Su muerte nos dejó quebrados”.

Este es solo uno de los 585 casos de asesinatos perpetrados por el Estado durante el 2021. Así lo señala el informe anual que la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI) presentó durante la tarde del viernes en Plaza de Mayo, junto a familiares de víctimas, organizaciones sociales y de derechos humanos, a 30 años de su creación y 20 de las jornadas de diciembre de 2001, que finalizaron con 39 muertes causadas por las fuerzas estatales. “Los resultados demuestran que la democracia, en la calidad que hoy tiene, no es un freno contra la represión”, señala Rodrigo Iglesias, miembro de CORREPI. Es que desde 1983 hasta la actualización de este año los casos acumulados de víctimas a manos del aparato represivo del Estado dan la suma de 8.172. 

A pesar de que la serie toma los datos de los ya casi cuarenta años de democracia, la evolución de los números no se dio de manera idéntica en todos los gobiernos. Para María del Carmen Verdú, la principal referente de la organización, un quiebre reciente se dio durante el gobierno de Mauricio Macri: “Fue una gestión marcada por el más alto voltaje represivo desde la última dictadura”. Las decisiones políticas y las expresiones públicas, principalmente de Patricia Bullrich, quien por ese entonces ocupaba el cargo de ministra de Seguridad, generaron un aumento abrupto en el uso de la violencia por parte de las fuerzas de seguridad.

“En el tiempo de Macri comenzó todo esto, desde que les dieron vía libre a la policía y a los gendarmes para disparar cuando quisieran”, comenta Mariana Montecinos, madre de Cristian Montecinos Vergara, asesinado junto a David Florentín por un miembro de Gendarmería Nacional el 25 de marzo del 2019 en Tortuguitas, en el partido de Malvinas Argentinas. “Supuestamente fue un intento de robo, pero según los vecinos eso no sucedió y hay imágenes de más de veinte cámaras que no muestran nada de eso -indica Mariana-. Pero en caso de que haya sido cierto, yo preferiría ir a ver a mi hijo a la cárcel antes que a un cementerio”. 

Solamente un par de días antes, en la mañana del 23 de marzo de 2019, Federico Barrios era asesinado por una policía mientras iba a la casa de su hermano en bicicleta en Virrey del Pino, partido de La Matanza. “Se dio cuenta que un patrullero lo seguía y empezaron a dispararle. Mi hijo intentó escapar, pero la oficial cruzó su paso, le pegó cinco tiros, le pateó la cabeza y se fue”, relata Mirta Fontein. “Algunas veces hay casos puntuales que son tomados por la sociedad, pero la mayoría de las veces pasan desapercibidos, sobre todo porque son pibes pobres”, señala Juan Fortunato, militante del Movimiento Teresa Rodríguez (MTR), agrupación que lleva el nombre de una joven asesinada a manos de la policía de la provincia de Neuquén en 1997. La falta de recursos dificulta las presentaciones de denuncias de este tipo de casos: “A mi hijo lo mataron y entré en un estado de depresión por dos meses, tenía miedo. En la comisaría no me dieron respuestas y no tenía para pagarme un abogado, la ausencia del Estado era total -recuerda Mariana-. Pero, gracias a las compañeras de CORREPI, pude conseguir uno y de a poco me ayudaron para salir del encierro en el que estaba”. 

“Cuando comenzó la pandemia hubo carta libre para la policía, no solo se notó en los barrios populares sino también en los pueblos del interior”

Con el cambio de gobierno, tras la victoria del Frente de Todos en las elecciones de 2019, se esperaba que hubiera un giro rotundo en las políticas de seguridad, algo que en los primeros momentos de la nueva gestión se cumplió: “El comienzo fue auspicioso, se derogaron los protocolos de Bullrich que favorecían el gatillo fácil, se prohibió a policías de seguridad aeroportuaria portar el arma reglamentaria fuera de servicio y se derogó el protocolo de detención de personas del colectivo LGTBIQ+, que eran parte de la agenda que habíamos presentado para el 2020 -indica Verdú-. Pero todo eso se interrumpió con la pandemia”. Fortunato señala: “Cuando comenzó hubo carta libre para la policía, no solo se notó en los barrios populares sino también en los pueblos del interior”. Para Rodrigo Iglesias esto apareció en la provincia de San Luis, de donde es originario: “Algo que antes era extraño y casi no pasaba aumentó exponencialmente”. Los casos de Chubut y Jujuy durante este año sirven también como ejemplos. “Una de las primeras señales de que no todo lo que iba a venir eran pétalos de rosa fue la designación de Berni como ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires”, señala Verdú.

En los últimos dos años, 981 personas murieron como consecuencia del funcionamiento del aparato represivo estatal, es decir, más de una por día. Una particularidad es que la mayoría de los casos se dio bajo custodia, con el porcentaje del total llegando casi al 70%: “Esto se debe a las condiciones de hacinamiento que se viven en los lugares de detención, ha habido muchas muertes por enfermedad sin atención médica -precisa Verdú- sumadas a las que se producen por detenciones arbitrarias seguidas de tortura”. A pesar de esto, para Verdú todavía es posible tomar medidas que disminuyan el ejercicio de este tipo de violencia: “Solamente con quitarle el arma reglamentaria al personal que no está en horas de servicio bajarían a la mitad las muertes por gatillo fácil”.

Los asesinatos de Luciano Oliveira en Miramar y de Lucas González en la Ciudad de Buenos Aires, dejaron entrever que el accionar criminal por parte de las fuerzas de seguridad no es responsabilidad exclusiva del signo político que un gobierno tenga, sino que más bien se trata de un problema transversal que se agudizó en los últimos años, con el gobierno de Macri y que encontró continuidad, voluntariamente o no, durante el gobierno de Alberto Fernández con la aparición de la pandemia. Para Iglesias esto es claro: “Si la represión ha continuado en todo este período es porque ha sido una política de Estado, por más que no sea reconocida como tal”.  

Los humedales seguirán sin una ley que los proteja

Los humedales seguirán sin una ley que los proteja

La falta de interés en la conservación del medio ambiente dejó caer el estado parlamentario del proyecto de Ley que proponía su resguardo. Hace un año que el proyecto permanecía inmóvil en la Comisión de Ganadería. El año pasado fueron destruidas 300 mil héctáreas en el Delta del Paraná.

 

Hoy, martes 30 de noviembre, se termina el año legislativo, y con él la esperanza de que el proyecto de ley que busca establecer presupuestos mínimos “para la conservación, uso racional y sostenible de los humedales en todo el territorio de la Nación” sea discutido en el recinto. Después de meses de quedar trabado y no ser tratado en la Cámara Baja, finalmente pierde su estado parlamentario. 

Los humedales representan el 21,5% del territorio nacional, y funcionan como reservorios de agua que sirven para mitigar los efectos de las lluvias abundantes, evitando así, inundaciones. Además, estos ecosistemas son el hogar de múltiples especies de seres vivos, y representan un factor esencial en la lucha contra el calentamiento global porque pueden almacenar niveles más altos de carbono que otros ambientes. 

Aunque el arrasamiento de ecosistemas enteros para la explotación ganadera, agrícola e inmobiliaria es un asunto de larga data, recién a partir de los incendios intencionales que el año pasado destruyeron 300.000 hectáreas del Delta del Paraná, entró en la agenda legislativa la necesidad de protegerlos. Diez iniciativas se presentaron en la Cámara de Diputados, que luego de un largo trabajo la Comisión de Recursos Naturales logró unificar en un solo texto. 

Para que este proyecto pudiese ser tratado en el recinto, debía pasar por las comisiones de Intereses Marítimos, Presupuesto y Ganadería, pero se quedó trabado en esta última desde principios de este año. Cuando un proyecto de ley pierde estado parlamentario, debe ser presentado luego de dos períodos de sesiones y pasar nuevamente ante las comisiones. 

En el año 2013 primero, y luego en 2016, un proyecto de ley para la protección de estos ecosistemas había logrado media sanción en la cámara de Senadores, pero no tuvo apoyo en Diputados. Los efectos del lobby empresarial y la falta de compromiso con el medioambiente por parte de los legisladores tiene como resultado que otra vez se pierda la posibilidad de discutir una ley para el cuidado del entorno natural y el bienestar de la población. Según Ramsar (Convención Relativa a los Humedales de Importancia Internacional), por año se destruye un 1,5% de los humedales, y nuestro país aún no cuenta con un marco legal para protegerlos. 

El modus operandi de la policía que termina en asesinatos como el de Lucas González

El modus operandi de la policía que termina en asesinatos como el de Lucas González

Según la CORREPI, cada 20 horas ocurre una muerte por violencia institucional. El caso de Lucas González, ocurrido a una cuadra de la 21-24, es uno de ellos. ANCCOM dialogó con vecinos del barrio para descubrir cómo actúa cotidianamente la policía con los jóvenes. También cuentan cómo se organizan para resistir el abuso de las fuerzas estatales.

 

El homicidio de Lucas González, a manos de la Policía de la Ciudad, tuvo una gran repercusión mediática por su gravedad: un claro ejemplo de la estigmatización y de la criminalización por portación de rostro. Sin embargo, el de González no es el único caso de violencia institucional que ocurre en la Ciudad. Según la Coordinadora contra la Represión Policial (CORREPI), cada 20 horas una persona es asesinada por las fuerzas del Estado.

El “Diagnóstico y estrategia para erradicar la violencia institucional en CABA” es un documento presentado por el Ministerio Público de Defensa (MPD) y fue recientemente difundido por Página/12. Revela que sólo entre el 1º de julio y el 19 de noviembre de este año, en la Ciudad de Buenos Aires se registraron 472 hechos de violencia institucional. En promedio se contabilizan 94 casos por mes y más de 3 por día.

Las comunas de la zona sur son las que concentran una mayor cantidad de violencia institucional.

La persecución policial que le costó la vida a Lucas González ocurrió a una cuadra de la villa 21-24, ubicada en el barrio porteño de Barracas. Según el informe, las comunas de la zona sur son las que concentran una mayor cantidad de violencia institucional: la 1, la 4 (en donde se encuentra Barracas) y la 8 suman el 50% de los casos. Además, al menos el 37% de las víctimas se encuentran en una situación habitacional de vulnerabilidad: el 17% situación de calle y el 20% habita viviendas precarias.

Carlos Desajes, docente de una escuela de la Vill 21-24, ex vecino, y miembro de la Comisión de Derechos Humanos, dice que los jóvenes del barrio ven a las fuerzas de seguridad como “algo violento”, que los “mantienen encerrados y perseguidos». Explica que esto ocurre porque actúan sin estar “en absoluto preparadas para intervenir, en casi ninguna situación, y mucho menos en barrios como los nuestros. No tiene preparación, no saben cómo hacerlo, no tiene estudios en sociología, ni en psicología, ni en antropología, ni en nada”, declara.

Altura mínima: auto
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Anchura máxima: auto
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En el barrio, la actitud que tiene la unidad de Prevención Barrial (UPB) con los jóvenes , que depende de la Policía de la Ciudad, “es la de siempre”, dice Lucas Bogado, miembro de la Junta Vecinal y militante del Movimiento Evita. Sin embargo, advierte que, en los últimos dos años, cuando la Prefectura dejó de ser la fuerza a cargo del barrio y se creó la UPB, los casos de violencia aumentaron: “Históricamente los molestan por tener un cigarrillo de marihuana, los paran, los revisan, los cachean. Y ni siquiera hace falta que tengan marihuana, sino que tienen esa rutina de parar.  Esas situaciones generan violencia con los jóvenes, porque se hacen los piolas, los pillos; y los efectivos de las fuerzas de seguridad también son jóvenes, entonces se genera un enfrentamiento, una competencia y una pelea. En vez de cuidarte, hacen que sientas miedo y confrontación”, asegura.

Respecto a los cambios en las fuerzas intervinientes en el barrio se puede señalar: inicialmente la presencia de la Policía Federal, después la Prefectura y Gendarmería, durante un breve período la Metropolitana y, hoy, la UPB. Esta última, “al principio se presentaba amablemente hacia la comunidad”, cuenta Desajes. Y continúa: “Como dice el refrán popular: ‘escoba nueva barre bien’. Intentan mostrarse como gente honesta, no corrompible, que iba a hacer su trabajo como corresponde, pero a los pocos meses empezaron los conflictos”.

Tanto Desajes, como Bogado coinciden en que el sector más violentado por la policía es el de la juventud. En tal sentido, el informe postula que la edad promedio de las víctimas es de 33 años, en un rango que va desde los 15 a los 65. Por otra parte, Desajes explica que si bien la adolescencia es un momento difícil en la vida de todas las personas, en las villas se acentúa. “Algo que nota una persona que viene de afuera de la villa es que la niñez tiene algo de jugar en el pasillo, de andar en la calle, de encontrarse con amigos a jugar, de entrar en una casa y salir en otra”, cuenta. 

El problema se genera, especialmente para los varones, cuando terminan la primaria, comenta. “Aquel pibe que ayer era un chico al cual su familia lo cuidaba y lo protegía, de golpe se le cierran las puertas, las posibilidades de continuar”, dice Desajes. Y, acorde con el informe del Ministerio Público de la Defensa, cuanto mayor es el nivel de vulnerabilidad, más alta es la posibilidad de sufrir abusos por parte de las fuerzas de seguridad: el 57% de las víctimas no completó la educación secundaria y el 65% atraviesa una situación laboral de vulnerabilidad: 20% desocupados, 20% actividades de subsistencia y 25% ocupaciones informales”.

Por otro lado, el docente recuerda que, desde una perspectiva psicológica, “lo que genera identidad para un adolescente está en esto de confrontar con un otro para darte identidad a vos mismo. Bueno eso se da en todos lados, no sólo acá por ser una villa, aunque a veces por esta situación de ocultamiento tiene picos más violentos que quizás en otros lugares”, propone. Entonces, a esta sensación de desamparo o de falta de acompañamiento, combinada con una actitud confrontativa se le suma una “presencia policial, que es más notoria dentro del barrio y alrededor del barrio, no solamente por lo numérico sino también por el tipo de relación que se establece con el habitante joven del barrio”.

La presencia de la policía no se limita al cercamiento externo del barrio: mientras los efectivos uniformados rodean el barrio, en su interior se encuentran las “brigadas”, que recorren los pasillos de la villa vestidos de “civil”. Desajes dice que trabajan “con un arma que muchas veces se utiliza para mantener dividida a la población, separada, peleada: el rumor, que funciona como un arma de división dentro del barrio”. De esta forma, la policía genera enfrentamientos entre distintos grupos. “Así tenés la fórmula perfecta: encierra, divide y reinarás. De esta manera mantiene el control social las fuerzas de seguridad en un barrio como el nuestro”, asegura.

Respecto al modus operandi de la policía, tanto Desajes como Bogado coinciden en que los hechos de violencia suelen ocurrir durante la noche y, especialmente, cuando las víctimas se encuentran bajo el efecto de alguna sustancia. Y “cuando (los jóvenes) se encuentran en una situación de soledad, ahí agarrate Catalina porque empieza el baile”, advierte Desajes. En tal sentido dice que la Policía actúa “con una prepotencia que pareciera que se creen los dueños dentro de un zoológico”.

No obstante, desde hace muchos años, se vienen gestando diversas formas de organización territorial para hacerle frente a los abusos policiales. Cuando algún caso llega a los oídos de los vecinos, conscientes del accionar inhumano de la policía, se organizan en asambleas y salen hermanados a poner el cuerpo. Eso fue lo que ocurrió con el caso de Lucas González, quien no era del barrio, pero “como vecinos son simpatizantes del club Barracas, en el que él jugaba, inmediatamente salieron a denunciar”, narra Desajes. Y agrega: “Al día siguiente estábamos cortando la calle las organizaciones de la 21. Es decir, no teníamos una relación directa, pero acompañamos a la familia a la comisaría y fuimos a reclamar. Inmediatamente se puso sobre la mesa que acá había habido un gatillo fácil; que no había habido ningún enfrentamiento, que los pibes salían de entrenar. Simplemente está esa discriminación de ver al pibe morocho, con ropa deportiva y la gorrita; eso de por sí es sospechoso: cuatro pibes arriba de un auto, por el color de piel y por la forma de vestirse. Eso es lo trágico”, concluye.

Por su parte, Bogado también destaca todo el trabajo de las organizaciones que actúan en el barrio. En ese sentido, cuenta que llevan adelante la tarea de concientizar a los jóvenes y de enseñarles sus derechos pero advierte la complejidad de la situación “porque podés saber todos tus derechos, pero si te agarran en un pasillo a las doce de la noche cuando no hay nadie, es difícil”. Y finaliza diciendo: “Las fuerzas de seguridad dependen del Estado. Deberían tomar medidas más serias y un mayor control. Estas brigadas que existen en el barrio no deberían estar”.