Un argentino marrón

Un argentino marrón

David Gudiño saltó al escenario público después de haber reunido 9 millones de vistas en su cortometraje Argentina No Es Blanca. El documental fue presentado en la novedosa categoría Tiktok en el festival de Cannes, en Francia. No fue seleccionado, pero sirvió para demostrar que Argentina es racista. Entrevista publicada el 15 de junio de 2022.

«El primer comentario de hate que me hicieron en TikTok fue: “Un productor boliviano, ni yo me la creo”, recuerda Gudiño.

“¿Qué significó que mi mamá se fuera a cuidar chicos blancos de padres blancos que no le pagaban los aportes mientras yo me quedaba solo en mi casa?”, reflexiona David Gudiño, actor, director y docente, durante esta entrevista con ANCCOM.  El disparador fue la producción de su corto Argentina No Es Blanca, que participó en la nueva categoría para cortometrajes en TikTok del Festival de Cannes y que, pese a no haber sido seleccionado, instaló el debate del racismo en Argentina tras viralizarse con más de nueve millones de vistas. Gudiño, además habla sobre el estreno de la serie “Marrón. Antirracismo en tiempo presente” por Canal Encuentro y de su activismo en el colectivo Identidad Marrón.

Aunque Argentina No Es Blanca no quedó entre los finalistas de Cannes, ¿qué cosas sentís que se movieron desde que se viralizó?

A partir del corto se comunicaron más de 30 medios. Siento que de alguna forma se instauró el debate y empezaron a decir: “Ah, mirá, son marrones”. Tenemos que entender que el racismo en Argentina circula de una forma distinta a lo que vemos en Estados Unidos y los medios están dispuestos a tener ese debate. Eso es un gran logro que jamás imaginé mientras hacía el corto. Que además lo grabamos en dos días con los chicos del colectivo Identidad Marrón y capaz hacíamos una toma sola y quedaba. Entre todas las redes sociales lo vieron nueve millones de personas. Es una locura, me para gente en la calle. El hecho de que se esté hablando de esto en medios grandes me parece muy importante para la causa. De hecho, en las últimas notas ya ni se menciona Cannes. Es el video por el video. Y es perfecto que haya pasado eso, porque lo del festival quedó como algo anecdótico y con esa excusa se empezó a hablar de identidad marrón. 

¿Cómo nació la idea del corto?

El primer comentario de hate que me hicieron en TikTok fue: “Un productor boliviano, ni yo me la creo”. Yo ahí ya participaba en el colectivo Identidad Marrón y percibía mi identidad como tal. A TikTok no entré a hablar de racismo, entré a hacer humor. Y cuando saltaron los comentarios racistas me sorprendió muchísimo, porque en TikTok hay gran mediación con las normas con el hateo. “Un peruano se ríe de Majul”, “No sabía que en Perú miraban TN”, “Lo que pasa es que sos boliviano”. Cuando pensaba en el corto, era imposible no pensar en las nacionalidades porque a mí me las dicen, es algo que atravesé todo el año. En Perú se generó una gran controversia a partir de esto. De los tres millones que vieron el video en TikTok, el 40% son peruanos. Tuve que salir en vivo a decir: “Sí, esto está pasando en Argentina”. No sé si les habrá pasado a Malena Pichot, Santi Maratea o cualquier otro comediante que le digan alemán, polaco, italiano, inmigrante ándate. Es innegable que en Argentina el racismo llegó a tal punto que las nacionalidades son utilizadas como un insulto. El 10% de las reproducciones son de Bolivia y el 7% de Chile. 15 mil peruanos comenzaron a seguirme después de eso. 

¿De qué forma pensás tu contenido para TikTok? 

Tuve un año de estudio de mercado para ver qué prendía. Yo sabía que si algo se volvía viral, la gente tenía ganas de ver eso. Observé que la gente en TikTok tenía ganas de consumir crítica social, política y medios con humor. En la pandemia los medios me estallaron la cabeza. La vacuna, la cuarentena, lo anti, el encierro, la alerta. Me harté y pensé: “¿Qué hago yo como ciudadano para generar una contrapropuesta?” Lo que hago en mis videos como productor que tira letra dentro del control de un estudio de TV es una forma de demostrarles que lo que hacen no es tan importante. Es de cartón, es un relato. Ahora es lo mejor que sé hacer en mi vida. Lo vi, se me ocurrió y pum, lo grabé a las 9 de la mañana. En general, la grabación es espontánea. Me ocupo de que a lo que estoy reaccionando desde el control sea conciso y se entienda. Hago tres tomas y elijo lo mejor. En Tiktok si lo pensás mucho se nota. Tiene que parecer que lo hiciste con papel afiche y cinta Scotch.

¿Cómo conociste a Identidad Marrón y cuándo decidiste empezar a participar de ese colectivo?

Hace dos años, cuando fue lo de George Floyd en mayo del 2020, una compañera de la facu compartió un collage que se hizo viral de los rostros de los pibes marrones de acá y hablaba de que no había que ir muy lejos para encontrar racismo. 

«En Tiktok, si lo pensás mucho se nota. Tiene que parecer que lo hiciste con papel afiche y cinta Scotch», admite Gudiño.

David interrumpe lo que está diciendo, toma su celular y busca algo. Finalmente lo encuentra: es el collage del que está hablando. Se coloca el celular junto a su rostro, manotea del escritorio su gorra, se la pone y dice:

Vi eso y caí: “Ah, tengo la misma cara”. En ese mismo momento fui al espejo, me miré y dije: “Soy marrón”. Ahí, como un vómito en mi cocina, escribí mi monólogo Marrón. En julio ya estaba adentro del colectivo. A mi me paró una vez la policía, me pasó también estando junto a un amigo blanco en una clínica que uno de seguridad me pida la mochila y a él no. Todo eso lo tomaba como algo normal, como lo que me tocó. Pero cuando entendés que tiene que ver con algo estructural y con tu color de piel, la cosa cambia. Encontrar Identidad Marrón fue como volver a nacer. Yo me sentía perdido, hasta ese punto llega la identidad. Ahora sé todo el valor que tuvo y tiene ser marrón.

Este mes se estrenó la serie que hicieron con el colectivo Marrón. “Antirracismo en tiempo presente» por Canal Encuentro. ¿Cómo nació el proyecto?

Había empezado a circular en redes un meme de un Zamba “turro” que portaba un arma. Nosotros, desde el colectivo, le sacamos la pistola al dibujo y la publicamos diciendo basta a la estigmatización de los chicos de barrios populares. A partir de que una compañera, América Canela, se lo tatuó y se hizo viral, llegó hasta Jésica Tritten, la directora de contenidos de Canal Encuentro. Tras algunas reuniones se decidió que Identidad Marrón formaría parte del contenido de la programación 2022 del canal. La grabamos toda este verano. Estuvimos en el guión, la producción y la edición en conjunto con la productora Un Puma, que nos incluyó siempre en la toma de decisiones.

¿De qué forma pensaron la escena en la que los roles se intercambian y los productores blancos pasan a ser entrevistados por los actores marrones?

La propuesta surgió en conjunto. La idea era no caer en una exotización, hacer algo más real. La productora puede estar compuesta por personas blancas pero nosotros también nos movimos dentro de ese contenido. No fue un “hagan lo que tengan ganas con nosotros”. Esa escena fue un momento interesante para poder pensar en la aceptación de las diferencias. Crecimos en entornos distintos y con cosas distintas, eso es real. Que alguien hoy pueda tener una productora implica que pudo tener acceso a una cámara de niño. Se trata de chicos, como dice uno de ellos en esa escena, que fueron cuidados por personas marrones. De hecho mi mamá iba a cuidar otros chicos y me dejaba solo con mis hermanas cuidando de mi cuando yo tenía diez años. Sirve para pensar cómo nos constituimos de manera distinta, que no está mal, sino que es lo dado, y ahora con un capital cultural se puede reflexionar: ¿qué significó que mi mamá se fuera a cuidar chicos blancos de padres blancos que no le pagaban los aportes y yo me quedaba solo en mi casa? ¿Cómo camino mi vida hoy? 

¿Cómo fue crecer en una familia marrón en un país que se dice blanco?

Crecí en un ambiente no tan violento en el sentido racista. Sí, andando en bici me decían “boliguayo”. Sí, no me sentía parte. Pero dentro de todo en Tierra del Fuego, como clase marrona, tuvimos un ascenso social, y hoy es la provincia con menor nivel de pobreza. Invito a algún sociólogo marrón a analizar este caso –ríe–. En las familias marrones a veces no está cultivar el talento. Había otras prioridades. El talento estaba en saber levantar una pared, saber hacer algo rápido. Es algo que compartimos todos los marrones. Dije que iba a estudiar Medicina, pero terminé haciendo el Profesorado de Biología. Más tarde, finalmente, me cagué en lo que esperaban mis viejos de mí. Sufrí y lloré un montón que mis viejos no vengan a verme actuar o cuando a los 17 estrené una obra que había escrito yo en un festival regional. Mis viejos ni deben saber hasta ahora que eso pasó. El blanqueamiento es un sistema que asocia al color marrón a lo indigno, a lo chorro y uno empieza a no querer serlo. Si tu color de piel es asociado a lo feo, mal gusto, no a la belleza, te lleva a desear no ser marrón, huirle a los espejos. A los 7 años, mientras le ponía azúcar a un té, un tipo me dijo: “No le pongas tanta azúcar al té que nunca vas a ser blanco”. Desde ahí yo cargo con una aspiración de ser lo que nunca voy a ser. Así, me ponía la toalla en las rodillas para que no se me pongan tan marrones o me ponía protector solar en invierno. Y cuando empecé a tener más plata, un protector solar más caro que impida que me vuelva más marrón. 

El blanqueamiento es un sistema que asocia al color marrón a lo indigno, a lo chorro y uno empieza a no querer serlo. Si tu color de piel es asociado a lo feo, al mal gusto, no a la belleza, te lleva a desear no ser marrón, huirle a los espejos.

David Gudiño

¿En qué lugares siempre te viste hasta que aparecieron ciertas barreras sociales, culturales o raciales que te impidieron habitarlos?

Por lo general fueron lugares de belleza, de sentirme bello. Siempre que me vi representado en la tele, mi color aparece como sucio, desalineado. Pero a mi siempre me gustó sonreír, sentirme lindo, el sentirme deseado, en el buen sentido del “che, levanto”. Ese  lugar siempre se me negaba hasta que encontré Identidad Marrón. De hecho, como un acto político, mando cada tanto una foto al feed medio en bolas, para que el algoritmo salte. También, siempre quise ser aceptado como un buen deportista. Nunca tuve un compañero que me enseñe a jugar a la pelota, ni mi papá. Me faltaron amigos, que ahora por suerte los tengo, que me apoyen en las debilidades que yo sentía del cuerpo. A mí me gustaba el deporte, pero me hacía sentir mal no jugar tan bien. Y a su vez el lugar más masculino, varonil me fue negado también. Había siempre algo de que el varón arreglaba todo solo. Y también estaba el hecho de tener que proteger pero no poder ser protegido. Eso lo veía en mi viejo. Que un varón pueda decir, más allá de su condición sexual, que sufre racismo, es un lugar vulnerable. Me llegan muchos mensajes de chicos que pasan por esas situaciones y se sienten identificados. Es importante que entre varones podamos hablar de eso para contribuir en el acercamiento hacia el varón deconstruido que queremos hoy en día. 

¿De qué forma vivís la articulación entre tu carrera artística, el reclamo antirracista y la reivindicación de tu propia identidad?

Lo vivo con muchísima alegría. Hay recuerdos que tengo de chico del ritual de familia marrona, clase media baja, haciendo humita que pensé que no tenía valor. Pero ahora me doy cuenta que artísticamente es algo bellísimo. Que podría escribir una novela sobre eso. Haber crecido sin tapa de inodoro, sin cortinas, sin botiquín para mirarme al espejo son cosas que hoy como artista las valoro mucho. Y eso es lo que se me juntó. Que todo mi mundo marrón que yo creía indigno y sin valor, es artísticamente muy potente y muy bello. Y me inspira y puede inspirar a otros. Haber estudiado para tener una voz y para poder articular bien y poder decir claramente: Lautaro Rosé, Camila Arjona, Fernando Báez Sosa… Es como si me hubiera preparado esos ocho años de carrera para poder decir esos nombres. Lo primero que quiero decir son los nombres de estos chicos que mataron. ¿Cómo voy a decir otra cosa? Ahí están las ganas de seguir creando. Es algo que me podría haber pasado a mí. Ser marrón a la noche, al lado de la policía, es estar en peligro. El monólogo Marrón es una interpelación a los marrones. “Facundo no somos blancos ni negros”. Es hacia nosotros. A mí no me gusta apuntar a nadie y decir: “Ustedes son racistas”. Ellos que hagan sus cosas, nosotros hagamos nuestro contenido. Cuando me di cuenta que solo iba a hacer castings para ser chorro o policía me puse a escribir y dirigir yo. Si no podía actuar iba a hacer otra cosa. La universidad pública me preparó para hacer todo y podía hacer algo con esas oportunidades. 

¿Cuáles son las urgencias del reclamo antirracista hoy?

Principalmente hay que atender la cuestión del racismo institucional y de la violencia institucional. Es importante contar con una ley sobre el entendimiento de la violencia institucional que ejerce la policía sobre los cuerpos marrones y que se acepte que existe un perfilamiento policial: que por tus rasgos fenotípicos sos percibido como alguien que desea hacer el mal a una sociedad. Se necesita una capacitación a la policía para entender estos mecanismos. ¿Cómo negar que a Fernando Báez Sosa se lo mató a patadas mientras se le decía negro de mierda? En Argentina no hay jurisprudencia en relación a sentencias de crímenes racistas. Pero bueno, cuando fue lo de George Floyd, estalló todo. 

¿A qué se debe la indignación con lo que pasa en Estados Unidos en detrimento de lo que pasa acá?

Hay una aspiración blanca en Argentina que nosotros, los marrones, la arruinamos con la presencia de nuestros cuerpos. Es una cuestión histórica: en esta nación se eligió al sujeto europeo como digno de habitar y construirla y se tomó la clara decisión de correr al sujeto indígena fuera del plano. Esto se suma a que mundialmente reconocemos un solo tipo de racismo, que genera una homogeneización del concepto y que desplaza la territorialización del término. Debemos entender cómo circula, por eso es tan difícil hablar de racismo en Argentina. Por eso el corto no gana. 

En una escena de la serie, César González reflexiona sobre que quizá la solución para el racismo no sea empezar a ser tapa de revista, a ocupar todos esos lugares de visibilidad de los blancos. Para vos, ¿con qué tiene que ver esa solución?

Por un lado, se trata de que una clase social pueda aceptar sus privilegios. Hay un discurso instalado de que “somos todos seres humanos” o “somos iguales ante la ley”. Pero hay que ver esas diferencias para poder debatir qué hacer con eso, ese es el primer paso. Yo estoy de acuerdo con César: no se trata de algo frívolo, de que los marrones queremos actuar y en las series haya marrones o estar en las revistas. Pero a la vez, recibo muchos mensajes de gente que le hace bien que yo esté en esos lugares. Entonces, puede ayudar a un montón de personas a verse representada. Pero después es importante que debatamos derechos civiles y políticas públicas. El pibe marrón que vive en un barrio popular no tiene TikTok para ver mi video. Es el amigo de Lucas González, Dante Valero, diciendo que por ser más morochito y tener visera ya sospechan de vos. Hay un sujeto que no tiene recursos para hablar porque no nos educan sobre el racismo, y la desigualdad que existe en Argentina. Si hay un pueblo marrón que es pobre, ¿podemos aceptar que esto es así o vamos a seguir en este “daltonismo social” del que habla Alejandro Mamani? En Identidad Marrón hablamos de una doble racialización: por tu color de piel y de dónde venís. Las personas blancas son racializadas por la sociedad que les dice negros de mierda porque son pobres o porque vienen de determinado barrio. No somos propietarios de nada. Tratamos de dar el debate desde nuestros recursos y la visibilización mediática. Después de 30 entrevistas veo que en este tema no hay grieta: todos los medios coinciden en que nos merecemos el debate sobre racismo en Argentina. 

¿Qué cosas nuevas se vienen desde Identidad Marrón?

Marrones escriben es un libro que se está terminando de editar. Contiene todo el material teórico que hemos podido producir en este tiempo. Escrito por marrones que escriben de diversos temas, sean o no del colectivo. El proyecto fue presentado en la Universidad de Manchester y trabajamos con organizaciones de Brasil, de México, para poder hacer una contribución global al estudio sobre el racismo. Luego, el objetivo anual es siempre “Octubre Marrón”, donde reivindicamos nuestro legado indígena, donde recordamos que nadie descubrió nada y cómo nuestros cuerpos habitan en el presente. Habrá actividades virtuales, presenciales, festivas, de encuentro durante todo el mes. Nos estamos organizando con recursos propios, integrando también organizaciones de otros países. 

¿Qué forma sentís que es la más cómoda para nombrarte? 

A mí me encantaría que me digan “che, marrón”. Ahora amo mi color y lo vivo con mucha felicidad. Para seguir bastardeando la aspiración blanca de Argentina, me gusta que me digan “un argentino marrón”. Necesitamos muchos más marrones haciendo cosas. Identidad Marrón no es un colectivo, no es un producto, no es una idea, es una identidad. Cualquier persona marrón, con rasgos indígenas, que hable y que haga desde su perspectiva y su visión. Ya un montón de blancos autorizados hablaron sobre indígenas en documentales, ahora dejame a mí que yo hable desde lo que me pasa. 

Los mitos del punitivismo

Los mitos del punitivismo

La abogada Claudia Cesaroni acaba de publicar su nuevo libro, «Contra el punitivismo», donde desarma los argumentos que exigen mano dura cada vez que un crimen impacta en la opinión pública. ¿Por qué las mujeres son víctimas de las políticas del encierro? Entrevista publicada el 25 de febrero de 2022.

“Quilmeña. Gallina. Brigadista. Abogada. Docente. Un hijo, un nieto. Milito, escribo y hablo.” Así se describe en su cuenta de Twitter la abogada y escritora Claudia Cesaroni. Autora de varios libros que ponen en discusión las políticas punitivistas o, en criollo, políticas de mano dura. Entre ellos se encuentran: La vida como castigo, Un partido sin papá y El dolor como política de tratamiento. La abogada habló con ANCCOM sobre su nuevo libro, Contra el punitivismo, y puso en discusión los mitos que rondan alrededor de las personas que cometen crímenes. 

 Antes de responder cualquier pregunta, a Cesaroni (haciéndole honor a su rol de docente) le pareció indispensable explicar qué es el punitivismo: “El punitivismo trae aparejada la idea de que el castigo cada vez más duro y extenso soluciona tanto los delitos más graves, como un homicidio o una violación, hasta los más simples”. Qué hacer con las personas que cometen crímenes ha sido un tema de grandes discusiones a lo largo de la humanidad, polémicas que, según la autora, siempre se solucionan con más años de cárcel: “Aún en los casos más graves, cuestiono la duración de ese castigo. Deberíamos pensar otras alternativas que probablemente sean más satisfactorias para que no se vuelvan a repetir los hechos o que tengan un efecto pedagógico.”

 Pensar en otras soluciones le parece clave a la autora a la hora de decidir qué hacer con la gente que llega a cometer algún delito. Pero, es inevitable preguntar:

¿Qué otras soluciones se pueden aplicar además de la cárcel? ¿Cómo se le responde a la víctima que pide justicia?

En los casos graves es difícil pensar en otra solución que no sea el encierro, pero lo que sí optan otros países es por hacer que la pena no sea tan larga. En algunos países como España o Colombia, y también acá (pero muy de vez en cuando), se aplica algo que se llama mediación penal, sobre todo en el ámbito juvenil. Por ejemplo, si un pibito viene corriendo y le roba el celular a alguien, se intentan instancias de mediación penal donde las dos partes se sientan con su abogado, junto al Estado, y se piensa cuál sería la mejor manera de reparar el daño que se hizo. ¿Qué es mejor? ¿Que el pibe ese vaya tres años a la cárcel o que eventualmente trabaje para devolver el celular además de pedir disculpas? Aunque lo más importante es que el Estado, junto con la sociedad, ayuden a ese pibe a no volver a cometer delitos. Pero no es fácil pensar esas soluciones, lo más fácil es mandar a la gente presa. 

Hay algo que queda claro, hay crímenes que no pueden responderse más que con la cárcel, pero, sin olvidar los derechos de cada una de las partes: “Las personas que cometen delitos también tienen derechos. Como, por ejemplo, el derecho a la reinserción, que le permite a la persona que estuvo presa volver a la sociedad libre. Si le imponen una pena de 30 años a alguien de 20, ese derecho es absolutamente negado. Esa persona va a volver a la sociedad con una edad avanzada y totalmente inhabilitada para la convivencia social, o directamente muerta”, afirma Cesaroni. 

Mayoritariamente son las mujeres las que se hacen cargo de la situación; ahí hay un colectivo de mujeres absolutamente vulnerado que tiene que hacerse cargo económicamente de sostener a su preso, todo ese gasto no se evalúa.

Claudia Cesaroni

La autora sostiene que la cárcel no solo afecta a quien está condenado, sino que todo lo que gira a su alrededor también se ve alterado: “Mayoritariamente son las mujeres las que se hacen cargo de la situación; ahí hay un colectivo de mujeres absolutamente vulnerado que tiene que hacerse cargo económicamente de sostener a su preso, todo ese gasto no se evalúa. Cuando hablamos de políticas de cuidado, en general, no se mira a las acciones que llevan adelante las mujeres vinculadas a una persona privada de la libertad”. Agregado al gasto que le pueda generar a su familia, Cesaroni resalta el gasto público que genera tener personas privadas de la libertad: “A todos nos conviene que haya menos gente presa, más allá de una cuestión humanista, por una cuestión económica. Un preso cuesta mucha plata, desde los gastos judiciales, el personal penitenciario, los micros de traslado, etcétera.”

Pero, si un preso cuesta mucha plata, ¿por qué se sigue sosteniendo ese gasto?

Se gasta porque el Servicio Penitenciario recibe un enorme presupuesto. Justamente el cuestionamiento que siempre hacemos es que nunca se investiga qué se hace con ese dinero. Lo que sí sabemos es que las cosas con las que viven los presos, la comida, la ropa, los elementos de higiene no los proveen el sistema, sino las familias. Y muchas veces cuando se necesita hacer un traslado se dice que no hay dinero para la nafta. El presupuesto del sistema penitenciario es una gran caja en la que se pone muy poco la lupa.

Las cifras que maneja el sistema penitenciario, según Cesaroni, son borrosas y pocos claras. No se puede acceder fácilmente a algún presupuesto o detalle de gastos realizados, a diferencia de otras instituciones que tienen, o al menos eso parece, las cuentas un poco más claras.

¿Las políticas de mano dura corresponden a una falta de acción por parte del Estado?

No creo que el Estado esté ausente, sino que el Estado aparece de una sola manera: en lugar de prevenir, interviene siempre castigando. Es una respuesta fácil, por ejemplo, si no pueden evitar los femicidios, al femicida le meten 50 años de cárcel. Por mi parte, elegiría invertir mucho más tiempo y dinero en evitar que haya una muerta antes de festejar que le metan 50 años de cárcel al autor del hecho.

 

Los femicidios y el punitivismo demostraron ser temas sensibles a la hora de discutirlos, por eso la autora decidió explicar el panorama trayendo ejemplos de la realidad argentina. La abogada menciona el caso de Micaela García y la modificación que se realizó a partir de este en la Ley de Ejecución de la Pena Privativa de la Libertad donde se limitaron las salidas transitorias (ya que el autor del hecho se encontraba aplicando ese derecho) a personas no solamente condenadas por delitos sexuales sino también por homicidio, robo a mano armada y hasta cultivo de cannabis: “En el caso de Mica García es muy importante la posición que tuvieron las compañeras del movimiento “Ni una menos” cuando se usó el caso para directamente dinamitar el sistema de ejecución de las penas en nuestro país (que es él se encarga del manejo de las personas que ya están condenadas). Ellas dijeron: “No en nuestro nombre”. Me parece muy valiente la posición de las compañeras de pedir que no se las use para aplicar políticas de mano dura. Lo que ellas reclamaban era otra cosa, más ligada a la prevención de esos hechos. Obviamente que no les dieron lugar y siguieron con la reforma”.

 Por otro lado, la autora menciona un caso que obtuvo mucha relevancia e indignación hace unos días: el de Chiara Páez: “En este caso, lo polémico fue la forma en la que se presentaron los hechos. La noticia fue: “Anulan la condena del femicida de Chiara” y obviamente apareció la respuesta de indignación de la gente. Pero en realidad, esa sentencia está bien porque lo que dice la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe es que el adolescente autor del hecho, Manuel Masilla, debió ser condenado como menor de edad. Nadie explica esto, dicen: ‘Un femicida libre’, que tampoco está libre, sino que se pide que se lo vuelva a someter a juicio en un tribunal de menores”. El caso de Chiara tocó, sin dudas, fibras profundas en las distintas ramas de feminismo: “El planteo fue que la justicia no tiene perspectiva de género, que muchas veces se da, pero tiene que tener también perspectiva de infancia. Me parece que a veces hay ciertos feminismos que, en función de la perspectiva de género, se olvidan de la perspectiva de derechos humanos”, agrega Claudia. 

 Estos casos detallados por la abogada tienen algo en común: fueron sumamente mediáticos. Los medios de comunicación tienen, según ella, un rol determinante a la hora de aplicar o discutir políticas de mano dura. 

 ¿Siempre es negativa la participación de los medios en este tipo de casos?

 Hay muy poca gente que sabe de estos temas que hable en los medios y cuando se invita a abogados especialistas, en general, son punitivistas. Las posiciones más críticas, que tratan de ver el fenómeno del delito desde otro lugar, prácticamente no están. Sumado a eso, está el morbo que genera la víctima llorando por el delito recién cometido y pidiendo justicia, que se combina con la empatía por el dolor que se genera en la audiencia. Aunque, sin duda hay un doble estándar en las víctimas porque hay algunas que se muestran y hay otras que no existen. Por ejemplo, el 14 de febrero una policía mató de un disparo en el pecho a un pibe de diecinueve años en Mendoza y el hecho no apareció por ningún lado. Este pibe no existe, es un acto cometido por las fuerzas armadas y, encima, si se quiere más morbo, por una mujer. Entonces, en la determinación de lo que es o no noticia, la manera en que se presenta y a quien se consulta, los medios tienen una gran responsabilidad. 

 Cesaroni a la hora de argumentar quién es el mayor responsable tiene una respuesta diferente: “Mucha más responsabilidad que los medios la tienen los sectores políticos, no solamente los partidos sino sindicatos, sectores educativos, etc. Son temas que no escuchan, ni atienden y tampoco les importa. Los dirigentes políticos, los funcionarios públicos tienen pánico de hablar estos temas, votan cosas que muchas veces en las discusiones parlamentarias admiten que no sirven, pero las votan igual porque es la demanda pública. Es una manera alevosa de lavarse las manos”. 

 Entonces, si las políticas de mano dura no son una solución, ¿por qué siempre se recurre a lo mismo?

 Porque es una solución fácil. Todas las reformas que se dieron a lo largo de los años estuvieron siempre relacionadas a un hecho de impacto público, como el secuestro y asesinato de Axel Blumberg, el femicidio de Mica García, etcétera. Frente a cada uno de esos hechos, que nadie niega que sean dolorosos e irreparables, la respuesta inmediata fue más años de prisión. Pero eso no le devuelve la vida a nadie ni tampoco evita que se sigan cometiendo asesinatos y secuestros.

 La pregunta sigue siendo la misma, y la respuesta es cada vez más compleja. ¿Qué se hizo antes, y que se hace durante y después con una persona que comete un delito? Según Claudia Cesaroni, los caminos fáciles y rápidos no solucionan nada y siguen llenando de gente las cárceles. 

 Unos días después de la entrevista, Claudia publicó en Twitter que intentaron entrar a su casa de Quilmes. Al día siguiente publicó una foto suya que decía: “Me tomé el día post robo, lloré, arranqué yuyos y me puse mi remera gallardista #ElijoSeguirEstando”. La mayoría de los comentarios fueron “jodete”. Al parecer el castigo no es solo para quienes cometen crímenes sino también para quienes  defienden que todo se sostenga sobre los fundamentos de los derechos humanos. 

La herencia de Darío

La herencia de Darío

Una radiografía del Polo Textil del Frente Popular Darío Santillán: la distribución del trabajo, la red de contención, la mayoritaria intervención de las mujeres y las tareas de cuidado. Una economía que busca más la dignidad que el lucro.

“Nosotros estamos acá hace más o menos 19 años. El espacio de arriba es el que más tiempo tiene, ¿verdad Silvia?”, decía Dina Sánchez, vocera del Frente Popular Darío Santillán, secretaria general adjunta de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP) y “luchadora, trabajadora de la economía popular y feminista”, como se presenta en sus redes.
“Sí, antes estaba el sector de arriba no más -continuó Silvia Cano, coordinadora del Polo Textil del Frente Popular Darío Santillán-. El año pasado armamos la parte de abajo porque no entrábamos más”. Había largas hileras de máquinas de coser y pilas de camperas y guardapolvos que resbalaban por las mesas en el Polo. Afuera, se escuchaba la sinfónica de sierras anunciando la ampliación de la planta baja.

Este no es el único Polo Textil, la organización tiene trece talleres textiles más en el Área Metropolitana y en la Provincia de Buenos Aires. Reparten el trabajo en ellos talleres y luego centralizan todo en el de Avellaneda.
“Hacemos el producto hasta el terminado: serigrafía, estampado, bordado… Tratamos de que todo quede en los compañeros. Acá, en el Polo Textil, es Silvia la que hace la gestión, la que va a comprar todas las telas. No tenemos economistas para hacernos los balances, así que vamos sumando nosotras centavo por centavo. Y las ganancias no se las lleva Silvia, tenemos acuerdos de trabajo. Las horas se cuentan y las compañeras ganamos de la misma manera, lo mismo se cobra en los trece talleres. Por eso siempre rajamos a buscar las telas, porque al día siguiente pueden aumentar y mientras más caminemos mejores precios vamos a encontrar. Así buscamos que el precio de la confección sea digno para que las compañeras y compañeros a fin de mes se puedan llevar una buena moneda para garantizar el alquiler y lo que se necesite”, explicaba Dina. 

“Yo tengo el mío, vos agarrate el tuyo”, insistió Silvia con una sonrisa mientras pasaba los platos de comida. Las cocineras también van de lunes a viernes y pueden preparar desde cincuenta hasta cien platos por día.  

El trabajo colectivo no se limita a las paredes del Polo, trabaja toda la organización. Silvia explicó que las asambleas que llevan adelante son fundamentales para poder charlar y poner en común lo que pasa en todo el territorio: “No es que yo soy de Polo Textil y no me importa si vos tenes que ir a barrer y no te paga nadie. No, toda la compañerada se organiza para bancar ante cualquier situación. A veces nos turnamos para ir a cubrir a las compañeras que trabajan de barrenderas en Barracas de lunes a lunes, así pueden descansar por lo menos algunos días. Después, también cuando nosotras tenemos una entrega vienen los compañeros y compañeras de herrería, de niñeces, de todos lados a darnos una mano. Las compañeras del territorio a las seis o siete dejan de hacer lo que están haciendo y se viene para acá para ayudarnos a doblar. Doblamos, ponemos todo en cajas, viene el camión, todos cargamos el camión y lo llevamos para entregar. Nos damos una mano entre todos”. 

“Nosotros no somos arquitectos, pero clavamos y construimos. Nosotros no somos contadores, pero sabemos contar con los dedos y vemos que los números no nos están dando. Nosotros no somos enfermeros, pero nos damos cuenta que los pibes se están desnutriendo. Y a todo eso le tenemos que dar respuesta”, dijo Silvia. 

Desde la organización trabajan principalmente con el Estado. “Es un tema porque vos le entregás hoy y te pagan en dos meses. Nosotros podemos trabajar con ellos porque ya hace un montón de tiempo que laburamos, ya hicimos la cadena. Este mes nos entra el pago del anterior trabajo que hicimos, el mes que viene lo de los guardapolvos, el otro el de las camperas y así se va dando. Como tenemos tiempo trabajando podemos sostener eso, si no se dificulta un montón”, comentó Dina. 

“Estación Darío Santillán y Maximiliano Kosteki”, dice el parlante del tren Roca cada vez que llega a Avellaneda. Bajando de la estación, la variedad de texturas y colores pintan las paredes, que en sus dibujos cuentan la historia de los ya conocidos símbolos de lucha, muerte y resistencia. A un costado, sin siquiera pasar los molinetes, hay una pequeña reja que abre las puertas al Polo Textil del Frente Popular Darío Santillán. Silvia explicaba que “la estación es un lugar de paso, hay un montón de gente en situación de calle que se acerca y te pide la comida y ¿le vas a decir que no? Hemos ido construyendo muchas redes en los barrios, con las salitas, las escuelas. Cuando necesitan algo vamos nosotros y  arreglamos las paredes, las sillas, los cuadernos, traemos las carpetas a las carpinterías para arreglar, todas esas cosas. Es un laburo de todos los días, porque todos los días hay una nueva necesidad. El construir estas redes y estar en los barrios nos ha permitido que sepan quienes somos. Y quién nos conoce sabe que no somos lo que dicen en la tele.”
El asegurar espacios para el cuidado de las niñeces fue un punto importante en el que trabajaron a través de los años. Con eso buscan asegurar que todas las mujeres que trabajan en la organización que están a cargo de la crianza de sus hijos o nietos, puedan adaptar sus horarios para poder trabajar tranquilas. Dina explicó que “en la economía popular el 80 por ciento somos mujeres y cuando hablamos de la feminización de la pobreza nos referimos a esto. Nosotras hace mucho tiempo que venimos construyendo poder popular y eso es porque muchas de nosotras entendimos que somos sujetas políticas y tenemos que pelear por nuestros derechos, nadie se va a acordar de nosotras si nosotras no lo hacemos. Estar en los territorios ha permitido que las compañeras den discusiones que antes no se daban. Siempre decimos que vengan a conocer para darse cuenta que en todos nuestros espacios la mayoría somos mujeres”.

“Al final, las planeras trabajamos, y trabajamos mucho. En nuestra organización en su gran mayoría somos mujeres las que estamos al frente de los espacios como responsables políticas. Empezamos a entender que nosotras podemos hablar y no vamos a permitir que los varones hablen por nosotras”, agregó Silvia. 

Las personas que se acercan a la organización ya no lo hacen solamente por un plato de comida sino en busca de trabajo. “Cuando se dice que ahora no podría ser un 2001, es porque ahora la gente ya está organizada -afirmó Dina-. En los barrios ya hay muchas organizaciones, la persona que se queda sin laburo sabe que hay una organización en su barrio que, por lo menos, te va a garantizar la comida. Y hoy, cuando comer es un privilegio y donde la especulación en los precios de los alimentos es constante, acortarlo inclusive a decir ‘por lo menos va a haber comida’, ya es un montón, garantizar comida todos los días en tu casa es un número que para muchas compañeras es una ayuda enorme”.

El cuidado de las niñeces, los comedores y merenderos, el acompañamiento a personas con problemas de adicción, el bachillerato popular, “cosas que en otras economías pareciera no ser importante, pero para nosotros es fundamental -dijo Silvia-. No venimos a decir que las otras economías, tanto la privada como la pública, sirven. Nosotros creemos que las tres economías pueden convivir tranquilamente. Pero la diferencia valorable es que la economía popular no busca el lucro, busca el cuidado, busca el buen vivir. Y el buen vivir no es llenarnos de guita, es justamente un buen vivir que nos permita tener una obra social, una ART, aportes jubilatorios”. 

Dina afirmó que los salarios sociales complementarios no alcanzan para vivir. “¿A quién le alcanza 22.000 pesos? Dicen que los planeros viven del Estado pero para las compañeras que tienen el Potenciar Trabajo les sirve solo como una base, un programa de empleo, pero igual tienen que trabajar para conseguir más ingresos porque no alcanza”.

 “‘El planero’, ‘el negro’, ‘el piquetero’, ‘el cabecita’, hay instalado un odio de clase bastante fuerte”, dijo Silvia. 

“Con eso de los planeros se quedaron 20 años atrás -siguió Dina-. Los gobiernos tienen que hacerse cargo porque las políticas sociales, es decir los mal llamados planes, aparecen cuando ellos se mandan una cagada. ¿Por qué Macri fue el mayor planero? Porque cerraba todo el tiempo empresas, cerraban fábricas. Y a esa gente les daba un plancito para que se quedaran tranquilos mientras él se la llevaba en pala. Nosotras entendimos que nadie vive con un plan. Por eso empezamos a tener nuestros espacios productivos”.

Dina explicó que “el sistema hoy no tiene capacidad para generar empleo. Hay políticos que te dicen, nosotros estamos pensando en la creación de dos millones de puestos de trabajo de acá a 10 años ¿A diez años? Hoy tenemos en la Argentina a 7 millones de personas que están por fuera de lo que es un empleo formal. ¿Tienen trabajo? Por supuesto, la gente no vive del aire, pero no es empleo formal. Entonces, hay que reconocer que emerge otra economía y que cuando decimos que la economía popular llega para quedarse es tal cual. Porque por ejemplo, a la gente que la echan a los cuarenta o cincuenta años del trabajo, ¿qué hace esa gente? juntan sus ahorros, se compran un autito y salen a hacer ‘Didi´, la gente no se puede quedar en su casa. Lo mismo los pibes, que los tenemos dando vueltas en moto con sus mochilitas laburando de delivery. Eso también es economía popular. Nosotros desde la economía popular organizada exigimos que reconozcan que existimos y que venimos dando respuestas cuando ellos no las dan”. 

 

La plaza de la justicia social

La plaza de la justicia social

Un duro documento respaldado por un centenar de organizaciones entre las que se encontraban La Cámpora, el PJ Bonaerense y las dos CTA se leyó en una masiva marcha a Plaza de Mayo para conmemorar el Día de la Lealtad. Los Gordos de la CGT hicieron su propio acto en Obras Sanitaria y Los Cayetanos, en La Matanza.

A las dos de la tarde en la avenida 9 de julio las banderas, los tambores y los y las leales ya esperaban para salir a Plaza de Mayo. El mar de banderas celestes y blancas serpenteaba con el viento cubriendo Diagonal Norte y Avenida de Mayo convocadas bajo la consigna “Unidad nacional por la soberanía con justicia social”.

Más de cien agrupaciones estuvieron detrás de la organización de esta marcha. La Cámpora y el PJ Bonaerense, la Central de Trabajadores de la Argentinos (CTA) y la CTA Autónoma, el movimiento Frente Patria Grande, la Corriente Descamisados, el Frente Popular Darío Santillán, el Partido Piquetero, los trabajadores de cooperativa Fetraes, el Sindicato de choferes de Camiones, la Unión de Trabajadores Rurales y Estibadores, el Sindicato Único de Trabajadores de los Peajes y Afines y el Sindicato Único de Fleteros, entre muchas otras fueron las organizaciones que se hicieron presentes y levantaron sus banderas en Plaza de Mayo.  

“Hace 77 años todos y todas las compañeras se acercaban a esta misma plaza. Hoy estamos de vuelta, hoy estamos presentes- se escuchó desde los parlantes que se adelantaban por Avenida de Mayo para que la larga fila de leales escucharan a los y las dirigentes que hablarían desde el escenario. “Otro 17 de octubre, nuestro día, el día de la lealtad peronista”, continuaban. 

Las banderas ausentes de los sectores gordos de la CGT y “Los cayetanos” se encontraban con sus respectivos referentes en el estadio Obras Sanitarias por un lado, y en La Matanza. En su acto de dirigentes sindicales, los gordos de la CGT lanzaron la nueva «Corriente Político-Sindical Peronista» para disputar y negociar las candidaturas del año próximo. Los Cayetanos, por su lado -Movimiento Evita, la Corriente Clasista y Combativa, Somos Barrios de Pie, entre otros- convocaron un “Cabildo abierto de la militancia popular” en el Estadio de Laferrere para hacer visible su propia agenda política. 

“Unidad de los trabajadores y al que no le gusta se jode se jode. Unidad de las trabajadoras y al que no le gusta que se joda que se joda”, se escuchaba desde el parlante. La división a la hora de organizar la expresión de lealtad peronista no impidió que la plaza se llenará con más de 200.000 trabajadores y trabajadoras. Además, los y las autoconvocadas se esparcían como manchas de pintura entre las columnas de las organizaciones, en pequeños grupos que se sentaban a tomar mates frente a la Casa Rosada.

“La unidad nacional solo será duradera en el tiempo si se construye con el pueblo como protagonista a través de sus organizaciones y deberá asentarse esencialmente en la búsqueda del bien común por el camino de la paz hacia la conquista plena de la justicia social”, decía el documento que se leyó en el acto. 

“La verdadera democracia es aquella donde el Gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo”, dijo Perón hace ya años. Rodeando la fuente, donde se refrescaban los pies descalzos, una mujer levantaba sus dedos en V, invitando a los compañeros a hacer lo mismo para la foto. La lealtad se mostró en cada retrato que inevitablemente llevaba la marca peronista. Las cámaras apuntaban y los dedos se levantaban. 

“Hay chori, Paty y bondiola”, gritaban anunciando las parrillas encendidas, acompañadas de su particular olor mezclado con el humo de bengala que inundaba las calles. “¡Acá Juan!”, le  gritó uno al amigo, mientras levanta un vaso de fernet con una mano y los dedos en v con la otra. 

Resaltaron los ojos que buscaban a sus compañeros, las sonrisas del encuentro y los abrazos de celebración. De fondo, se escuchó la fiesta de trompetas, tambores y explosiones.

Perón y Evita, Nestor y Cristina, Maradona y el Papa, Juana Azurduy y San Martín, Mercedes Sosa, el «Indio» Solari y Estela de Carlotto, estaban todos en las banderas que rodeaban el escenario donde los dirigentes de las organizaciones se pararon a dar sus discursos. Las imágenes de los santos populares acompañaron la movilización en banderas, remeras, pines y aros de los y las leales.

“Siguen llegando columnas a lo largo y a lo ancho. Para seguir militando, para seguir emocionándonos -se escuchaba de los parlantes-. Acá estamos todos los laburantes y las laburantas”. “Nacional, popular y latinoamericanista”, decía la remera de la chica que zigzagueaba entre medio de la multitud. Rostros jóvenes inundaron las calles, la militancia renovada se puso la pechera de sus organizaciones para salir a marchar.

“Madres de la plaza / El pueblo las abraza”, sonó fuerte. “Están las madres que nos acompañan y que acompañamos. Taty Almeida está presente. Las madres que nos guían y nos enseñan el camino”, decían desde el escenario.

El documento leído cerró con un posicionamiento claro en vistas de las elecciones del año próximo: “Es hora pues, de que el movimiento sindical, las organizaciones sociales y políticas, los pequeños y medianos productores agropecuarios e industriales, el cooperativismo y todos los sectores que están identificados en los hechos con el interés nacional, dotados de la solidaridad imprescindible para la vida en comunidad, representativos de la inmensa mayoría de nuestro pueblo, reemprendamos el camino para recuperar nuestro derecho a la autodeterminación, a nuestra Independencia real, sin la que no hay nación, democracia, ni justicia social”.