“Casi todos los escritores tenemos que trabajar también en otra cosa”

“Casi todos los escritores tenemos que trabajar también en otra cosa”

Se estrena en el Gaumont El Piletero, el Metrodelegado y el Cadáver, una docupelícula dirigida por Eduardo de la Serna y protagonizada por los escritores Félix Bruzzone y Kike Ferrari. “Yo pertenezco a la clase de los que construimos el mundo, y eso lo ejerzo tanto cuando trabajo en el subte como también cuando escribo”, plantea Ferrari en esta entrevista.

Dirigido por Eduardo de la Serna, El Piletero, el Metrodelegado y el Cadáver es un documental mixturado con elementos de ficción que aborda la cuestión de aquellos escritores que no ejercen plenamente su oficio, sino que se ven forzados a realizar otras actividades para poder vivir. A través de charlas, entrevistas y participaciones de distintos eventos, se exhiben en el film distintos retazos de la vida de los escritores Kike Ferrari y Félix Bruzzone, cuyos principales empleos se encuentran alejados del arte y de las obras literarias. Ferrari trabaja desde hace más de diez años en el Subte de la Ciudad de Buenos Aires, mientras que Bruzzone se desempeña como piletero. El relato tejido a dos voces tiene como disparador la aparición de un cadáver anónimo en un túnel subterráneo, a partir del cuál se empiezan a elucubrar distintas teorías. El film retrata los pensamientos de sus protagonistas, su compromiso político y sus historias de vida.

Ferrari tiene 53 años y confluyen en él tanto su producción literaria como su trabajo a jornada completa como empleado del Subte de la Ciudad de Buenos Aires, que le valieron el apodo de “el escritor proletario”. Novelas y cuentos de género policial como Que de lejos parecen moscas (2011) u Operación Bukowski (2004) le valieron a Ferrari distintos reconocimientos en el ámbito literario, como el premio Silveiro Cañada de la Semana Negra de Gijón (España). Él tuvo, desde un primer momento, muy en claro que su principal fuente de ingreso no sería provista por la literatura.

¿Cómo fue el proceso de producción de la película?

Fue un proceso largo, raro y tropezado. Fue divertido, de las clases de cosas que me gustan, hecha muy a pulmón. Eduardo (De la Serna) me contactó en 2017 para proponerme esta idea. En un primer momento iba a ser solo documental, pero luego se le fue sumando mucho de ficción. Habla sobre la relación entre dos trabajadores que escriben o de dos escritores que tienen otros trabajos, que somos Félix Bruzzone y yo. En un momento pareció caerse el proyecto, por un tiempo no supe más de él. Supuse que podía ser como otros muchos proyectos que quedan en la nada. Después de la pandemia, en 2021, Eduardo se volvió a contactar conmigo para comunicarme que el proyecto volvía a las andadas y que teníamos que filmar nuevas cosas. Retomamos y hubo una segunda tanda de filmaciones. Armamos un poco juntos lo que nos faltaba. Seis o siete meses después se terminó de grabar. El año pasado nos enteramos de que todo eso que habíamos estado produciendo había llegado a buen puerto y que la íbamos a poder estrenar este año. Fue, entonces, un proceso muy largo, hecho por muchas capas, pero que disfrutamos mucho.

 

¿Vés en el audiovisual un lugar potencial para seguir desarrollando tu carrera?

Me interesa, pero estando siempre detrás de cámara. Para escribir. Escribí un guión y tengo algún que otro proyecto por ahí guardado. Es un lenguaje distinto que uno tiene que aprender. Tiene posibilidades distintas. A mí me interesan todas las formas narrativas de la ficción desde el uso de la palabra.

 

¿Creés que tu trabajo en el subte te ubica en otro lugar a la hora de escribir?

Lo que creo que me ubica en un lugar distinto es mi pertenencia de clase. Es mi decisión que el lugar que ocupo en la producción o en el trabajo sea una parte identitaria respecto a quién soy. Ya sea en el subte o en cualquier trabajo asalariado. Trabajé en el subte los últimos doce años de mi vida, y los veinticinco anteriores los trabajé también pero en otro oficio. Lo que me da esto es una pertenencia, un lugar desde el cual vivir. Por supuesto que eso se traduce también en lo que escribo, como todas las demás cosas que me componen. Objetivamente, uno siempre ocupa un lugar en el proceso productivo, más allá de lo que piense. Después podés tener una posición más renegada o no con respecto a tu clase.

Yo pertenezco a la clase de los que construimos el mundo, y eso lo ejerzo tanto cuando trabajo en el subte como también cuando escribo. Esto me acerca a los demás. Por eso tengo participación gremial y por eso me siento uno con mis compañeros del subte pero también con los maquinistas o los obreros de fábrica o los maestros. La decisión consciente está en ese acercamiento a los de mi clase, pero eso no significa que cambie mi lugar objetivo en el mundo, ese siempre es el mismo.

 

¿Qué tan difícil es poder vivir de la escritura en nuestro país?

Son muy pocos los compañeros que pueden vivir exclusivamente de la venta de libros. Después los demás tenemos que tener otras tareas para solventarnos económicamente, que pueden estar más o menos cerca del proceso de escritura. Hay compañeros que son docentes, o que dan clases de creación literaria o que corrigen textos para una editorial. Ellos están más cerca de la literatura. Otros, como Félix, que limpia piletas, o como yo, que trabajo en el subte, estamos más lejos. Pero casi todos, excepto un puñado de nombres, tenemos que trabajar en otra cosa.

 

¿Por qué tu decisión, entonces, de trabajar en algo tan lejano a la escritura?

Yo lo prefiero. De hecho doy muy pocos talleres, tal vez uno o dos por año. Corrijo muy de vez en cuando textos ajenos. No hago mucho más que eso por fuera de mi trabajo. Para escribir necesito estar fresco, necesito tener ganas de escribir, y de poder poner las ideas y la voluntad del trabajo con el lenguaje ahí, en mis textos. Cuando trabajo con textos de otras personas me pasa que cuando vuelvo a mi propio tiempo literario ya no tengo ganas, no tengo ya fuerzas para ponerme a escribir. Es por eso, entonces, que prefiero que el tiempo de mi otro trabajo, de aquel que me veo obligado a hacer para poder vivir, sea otra cosa.

Podríamos decir que gran parte de la producción de tu obra comienza a gestarse durante tu tiempo en el subte?

En ese tiempo que estoy trabajando no dejo de pensar en lo que estoy escribiendo. En el subte craneo mucho. Quizás si tuviese otro trabajo en el cuál es más difícil distraerse o que implica otros riesgos sería otra cosa. Mi trabajo en mantenimiento tiene mucho tiempo de laburo mecánico y físico. En un laburo que lo hacés con el cuerpo y nada más, es muy fácil que la cabeza se te vaya. En esos momentos me permito pensar y organizar ideas que después vayan a ser escritas tres o cuatro horas más tarde, que es cuando llego a mi casa y puedo sentarme a escribir frente a la máquina. En el mejor de los casos, en el durante, saco el celular y escribo o guardo alguna nota o idea para recordarla después. Pero sí, me permite tener mucho tiempo pensando en lo que después va a componer mi trabajo.

 

Si estás leyendo esto

 El 14 de febrero de este año el escritor publicó su última novela, titulada Si estás leyendo esto, en la que se reconstruye un presunto intento de suicidio de Jorge Luis Borges en la década del 30. Ferrari se vale de ese episodio para construir una historia, trayendo escritores de la talla de Ricardo Piglia como parte de la  ficción y entramando, por lo bajo, una historización de la literatura argentina.

 Respecto a la novela, Ferrari explica: “La primera vez que leí respecto a este intento de suicidio fue leyendo Borges: esplendor y derrota de María Esther Vázquez. Pensar en Borges agarrando un arma, queriendo matarse y no pudiendo me pareció una metáfora espléndida de la literatura argentina. Pensé que podía construir una historización de la literatura argentina alrededor de ese revólver que iba pasando de mano en mano, donde mucha gente lo tiene pero nadie lo dispara. Las manos por las que va pasando son autores de los 180 años de la literatura argentina, como Rodolfo Walsh, Sara Gallardo o Ricardo Piglia. Es una novela de ensayo en algún punto, pero escondida dentro de una novela policial de aventuras. Se puede leer de las dos maneras”.

Sobre su vínculo con la obra de Borges, exclama: “¡Creo que Borges es el mejor escritor de la lengua castellana del siglo veinte! Que hayamos tenido la suerte de que haya escrito desde acá, con todo lo que eso implica, es un privilegio enorme. Todo lo que pasó en la literatura argentina a partir del año 46 tiene que ver con cómo se posicionan los escritores frente a Borges. Algunos se mantienen en su estilo, otros enfrentan su poética, otros tratan de huir. Todos orbitan alrededor de esa obra, que es extraordinaria. Hay muchísimo para aprender ahí y para deleitarse del gozo de la lectura sobre todo”.

Una cantante de película

Una cantante de película

Delfina Campos, la intérprete y compositora que aporta su música a Envidiosa, acaba de realizar una gira y se presenta nuevamente en Buenos Aires. El rock el rock, el folk y pop el pop pensados como imágenes de cine.

El sonido invade la terraza del Centro Cultural Recoleta y rompe con la calma del domingo. Delfina Campos y su banda realizan la prueba de sonido, mientras la gente se amontona alrededor de las cintas que delimitan el escenario. “Chicos, esta es la prueba de sonido. El show arranca a las 6”, dice la artista al micrófono, un poco incrédula, entre risas. Los espectadores se quedan ahí, para vislumbrar lo que será una nueva presentación de Películas Perdidas, el último álbum de la cantante, que a lo largo de nueve canciones recorre el amor, la desilusión y la transformación personal.

Cuando la prueba concluye, Campos y su banda se retiran. Una hora después, regresan ante un público ya multiplicado, que cubre casi por completo la terraza. Algunos aseguran su lugar sentados en colchonetas de colores; el resto espera de pie. La música comienza y el público responde de inmediato: los cuerpos se mueven al ritmo, las voces corean cada letra y varios celulares registran fragmentos del show. En las últimas canciones, la cantante llama a los espectadores a romper el orden establecido y a acercarse al escenario para bailar. Así comienza una fiesta a corazón abierto.

Luego de presentar su show en el Centro Cultural Recoleta, y antes de una fugaz minigira que la llevó por el exterior, Campos habló con ANCCOM acerca del proceso creativo de su segundo disco, de sus futuros proyectos y del lugar de las mujeres en la escena musical argentina. Ya de vuelta en Argentina, tiene una nueva fecha en CABA, este sábado 24 a las 20, en ArtLab Centro Cultural, Roseti 93.

¿Cuál fue el punto de partida para construir Películas Perdidas?

Fue algo que me estaba pasando cuando tocaba en vivo, una necesidad de mayor potencia y más organicidad en las canciones. Mi disco anterior tenía canciones con batería acústica, pero también con beats programados. Sin embargo, me pasaba que el vivo me pedía más rock, más potencia, otro tipo de registro y de intensidad. El punto de partida fue sensorial, quería grabar un disco que fuese pop rock, en el que yo disfrutara y se sintiera de una determinada forma al tocarlo en vivo. Después hubo muchas canciones que eran notas de voz perdidas en el celular, algunas de las cuales había escrito hace muchos años, y otras hace no tanto tiempo, pero no había grabado. Algunas las recuperé, por eso el título hace referencia a ellas. Muchas veces la gente me dice que mi música tiene una cualidad visual, como si fuese cinematográfica, el título también juega con eso.

 

¿Cómo fue el proceso de redescubrirlas e integrarlas al disco? ¿Cambiaron mucho de su forma original?

El proceso se dio a partir de unas sesiones para componer con otros compositores y productores en el estudio de Warner Chappell, mi editorial. Me encontré en una situación de: “Bueno, tengo estas jornadas de composición, ¿qué ideas o disparadores que ya haya hecho antes puedo llevar?” En esa cosa de buscar entré a mis notas de voz y las encontré. Fue muy interesante, porque encontré por ejemplo la grabación de la guitarra y voz de “Balada para el fin del mundo”. Se la mostré a Percii (Gastón Porro), un productor que conocí en el marco de estas jornadas, y armó una propuesta de producción para la canción que yo jamás me hubiese imaginado. Me fascinó, y ahí decidí que quería laburar con él como productor del disco. A nivel composición no sé si las canciones cambiaron mucho de su forma original, pero de golpe hay algo de la dirección que pueden tomar desde producción que a veces sorprende. En esas sesiones también hubo algunas canciones que surgieron de cero, como “Testigos”, que la compusimos con Juana Aguirre, Nico Landa y los chicos de Hipnótica.

Tanto en Películas Perdidas como en Cómo bailan los demás tus letras muestran una gran conciencia: hay una mirada muy lúcida sobre lo que sentís, sobre el otro y las consecuencias de las acciones. ¿Esa claridad también te acompaña en la vida cotidiana, o es algo que aparece con el tiempo, cuando tomás distancia de los hechos?

Soy una persona muy introspectiva, estoy muy en contacto con mis emociones, con mis pensamientos. Soy muy reflexiva, por ahí eso transpira mucho en mis canciones. Me es muy fácil componer desde un contacto con mi mundo emocional interno y me resulta más difícil hacerlo desde algo más mental. Lo intimista e introspectivo es el combustible creativo que más usé hasta ahora. Puedo empezar a intentar componer desde otros lugares, pienso en artistas que componían desde lo político, pero mi mundo emocional me resultó el lugar más intuitivo al que acudir.

 Si Películas Perdidas fuera una película, ¿de qué género sería y de qué trataría?

En algún lado leí que alguien decía que tal o cual canción del disco podría servir de soundtrack de un coming of age. Los yankees utilizan este término para llamar a las historias que hablan de un personaje joven o adolescente que atraviesa una experiencia la cual lo convierte en la persona que tiene que ser, en un adulto o en lo que sea. Creo que Películas Perdidas podría ser una película donde una persona a través de sus vínculos o relaciones amorosas se vuelve más adulto, o más maduro, como si fuera un coming of age argentino. Me gusta pensar que la última canción del disco es la más madura también, en muchos sentidos, por los temas que trata y aborda. “500 años luz” es una canción que quita el foco de lo interpersonal y lo vincular, y lo pone en hacerse preguntas más existenciales. En ese sentido, el disco empieza con “Testigos”, que tiene un registro más despechado, y termina con “500 años luz”, que es una cosa más madura. También pienso que definitivamente la película transcurriría en una ciudad, probablemente de noche, porque son los escenarios de mis canciones.

 

¿Hay algún sonido, formato o territorio creativo que te gustaría explorar en tus próximos proyectos?

Hay muchas cosas que tengo ganas de hacer. Hubo un descubrimiento para mí con este disco, definitivamente esto de que me interesa un camino más orgánico. Desde las producciones me gusta el territorio del rock, del folk también. Creo que en algún momento voy a hacer un disco más folk, es algo que me lo debo. Hay una triada entre el pop, el rock y el folk que es en donde mejor me hallo. A veces fantaseo con que quiero hacer un disco de boleros. Quiero hacer mil discos, pero es probable que el próximo se mantenga en esos géneros. También hay algo que siempre quise hacer: grabar un disco en vivo. Es un proyecto que eventualmente me encantaría.

 

Entre tu presentación en un festival masivo como el Quilmes Rock y la incorporación de tu música en la serie “Envidiosa”, ¿sentís que tu música está alcanzando otros espacios o públicos inesperados?

Si hay algo que me importa, que quiero y que pienso mucho, es que ojalá mi música siga creciendo y pueda llegar a más gente, que personas nuevas la descubran. El Quilmes y “Envidiosa” fueron plataformas para que eso sucediera. Sentí que estuvo pasando, y espero que ocurra cada vez más.

 

¿Cómo ves el lugar de las mujeres en la escena del pop y del rock argentino?

Hay ciertos prejuicios hacia la mujer, muchas veces es como si se desconfiara de su agencia creativa, por ejemplo con la idea de que atrás tiene que haber un hombre produciendo. Eso existe en todos los géneros, no solo en el pop o en el rock. En el rock creo que el público argentino es muy snob con ciertas ideas. Está el rock nacional, donde son todos hombres. Obvio que hubo un montón de mujeres, pero es un territorio esencialmente masculino, donde creo que es muy difícil ganarte el respeto de esa tribuna de hombres que determina que entra o que no en ese panorama del rock argentino. Hay una especie de cultura del rock chabón, donde olvidate que entre una mina. Está habiendo exponentes femeninos espectaculares en el rock y me encanta, pero me parece que todavía hay mucho camino por recorrer. Creo que está cambiando, y va a cambiar, pero siempre fue un territorio muy masculinizado. Y los que siguen determinando quien entra, quien sale, como los programadores de los festivales del género, siguen siendo predominantemente hombres.

La película que sigue rodando

La película que sigue rodando

A 40 años de su estreno, «Esperando la carroza» regresa a la pantalla grande en su versión remasterizada. Un recorrido por la historia de un clásico que no pierde vigencia.

“En Esperando la Carroza uno no ve una película de época, sino la realidad”, afirma Diana Frey, productora del film. La frase resume el espíritu de esta comedia que, cuatro décadas después de su estreno, vuelve a las salas desde este jueves, ahora con una versión remasterizada.

Dirigida por Alejandro Doria y basada en la obra de teatro del uruguayo Jacobo Langsner, la película retrata un almuerzo familiar que se ve interrumpido cuando desaparece Mamá Cora, una anciana de la cual ninguno de sus hijos se quiere hacer cargo. Mientras se desarrolla su búsqueda, afloran la desesperación y viejos resentimientos que dejan al descubierto vínculos marcados por tensiones económicas, prejuicios y mandatos familiares.

A lo largo de noventa minutos, grandes intérpretes del cine y el teatro como China Zorrilla, Luis Brandoni, Antonio Gasalla, Betiana Blum y Villa construyen personajes tan entrañables como contradictorios, que marcan el tono tragicómico de la película. Julio De Grazia, Lidia Catalano, Juan Manuel y Andrea Tenuta y la participación especial de Enrique Pinti y un joven Darío Grandinetti terminan de completar la escena familiar y contribuyen a intensificar el caos que se desata entre todos los partícipes de la historia. “Fue una bendición haber sido parte de esta película y también poder disfrutarlo mientras estoy viva”, manifiesta Villa.

La familia argentina en su máxima expresión

La historia pertenece al grotesco criollo, un género cuya creación se le atribuye a Armando Discépolo y que mezcla lo popular con lo absurdo y lo costumbrista con lo trágico. La contención familiar no obtenida y la ausencia de dinero son algunos de los temas que aparecen en este estilo de narraciones además de las locaciones que remiten a un ambiente cotidiano como una vivienda familiar o las calles del barrio. “La película se impregnó en el ADN cultural de la Argentina porque en todas las familias existe una posibilidad de verse identificada”, asegura Frey.

El film también funciona como guiño a La Nona, pieza teatral y cinematográfica estrenada en 1979 basada en el texto de Roberto Cossa, en donde una familia intenta satisfacer las demandas alimenticias de una abuela que se convierte en una carga imposible de sostener. Aunque ambas parten de los resabios de una sociedad marcada por las crisis económicas de la década del 70 y 80, en Esperando la carroza el foco está puesto en el egoísmo, el desprecio a la vejez y las tensiones familiares. “La película es un éxito porque retoma ciertas cuestiones de la cultura popular y pone el foco en la hipocresía social”, sostiene Villa.

Doria tenía en claro quién quería que personificara el personaje de Mamá Cora: la reconocida actriz Nini Marshall. Pero cuando ella se negó, rápidamente tuvieron que salir a buscar otra alternativa. Fue en ese momento que a Frey se le ocurrió que Antonio Gasalla –a quien había visto en el teatro en la piel de una señora mayor– podría ser una buena opción. “El personaje no era para un hombre, sino que era un papel para una mujer pero que lo haya interpretado Gasalla hizo que la película fuera menos dura”, admite Frey. Para la productora, que el dolor se haya vuelto parodia fue lo que permitió que los espectadores hayan podido empatizar con la historia y reído de lo que en otro contexto hubiese sido imposible.

De película subestimada a clásico indiscutido

Si bien hoy es considerada como una de las mejores producciones del cine nacional, en su estreno recibió críticas muy duras por parte de la prensa especializada y estuvo a punto de ser levantada de la cartelera por ser considerada demasiado grotesca. Sin embargo, lo que no logró en su lanzamiento lo conquistó en años posteriores, con repeticiones televisivas y con un creciente grupo de seguidores que hicieron de la película una experiencia colectiva.

Quizás el mejor ejemplo sea el tour carrocero, un recorrido gratuito organizado por fanáticos, en el que un domingo por mes, decenas de personas se reúnen en la casa chorizo ubicada en el barrio porteño de Versalles –que en 2011 fue declarada Patrimonio Cultural de la Ciudad de Buenos Aires– para visitar locaciones icónicas de la película, acompañados por intérpretes que representan las escenas en vivo. “Me parece una cosa increíble, no puedo entender de dónde viene tanta devoción”, confiesa Frey.

Esperando la carroza logró lo que pocas obras consiguen: trascender el cine y convertirse en un ícono de la cultura popular argentina. “Esta película es un excelente resultado artístico porque todo fue perfecto: desde el vestuario y la escenografía hasta el montaje y las actuaciones”, asegura Villa.

“Yo hago puchero, ella hace puchero. Yo hago ravioles, ella hace ravioles”, “Tres empanadas” y “¿A dónde está mi amiga?” dejaron de ser líneas memorables para convertirse en frases capaces de inmiscuirse en cualquier charla sin necesidad de otorgarles un contexto y,aun así, ser entendidas a la perfección.

A cuatro décadas de su estreno, la pieza sigue más vigente que nunca. No sólo logra atravesar generaciones, sino que interpela, conmueve e invita a reconocernos –y reírnos– de nuestras propias miserias.

 

El reestreno de Esperando la carroza está previsto para este jueves 8 de mayo en distintas salas del país.

La amistad como refugio y resistencia

La amistad como refugio y resistencia

En “Ojos látigo”, cuatro pibes duelan a un amigo asesinado por la policía. “El mundo puede desmoronarse, pero mientras estemos enlazados, seguimos avanzando”, afirma su directora.

La sala es el escenario de un ritual. En Ojos látigo, cuatro cuerpos invocan a un amigo ausente. Le hablan, le cantan, le bailan. Lo hacen presente en una noche, en una esquina, en un barrio. La obra, escrita y dirigida por Leticia Coronel, construye desde la ausencia una celebración del tiempo compartido.

“Pensé en los amigos de mi hermano, en el barrio, en los lugares comunes de las infancias de los años 2000: las esquinas, los quioscos, los bancos, las canchas de fútbol, los espacios improvisados”, cuenta Coronel.

En esa evocación, emerge un modo de estar en el mundo: la amistad como refugio frente a las ausencias familiares, como sostén frente a un contexto hostil. “Cuando uno está con amigos, está a salvo; el mundo puede desmoronarse, equivocarse, retroceder, pero mientras estemos enlazados, seguimos avanzando”, dice la directora en diálogo con ANCCOM.

Ojos látigo está dedicada a Leonel Coronel, hermano de Leticia, quien en 2023 perdió a su mejor amigo asesinado por la policía. “Es una obra para la amistad y para la memoria”, sintetiza la directora. El ritual escénico transforma la pérdida en acción colectiva. No es solo duelo: es reconstrucción, invocación y resistencia.

La música de barrio toma protagonismo en la obra: no como fondo, sino como forma de estar y de resistir. Los cuatro chicos no esconden su dolor: lo gritan, lo sacuden, lo bailan, lo cantan. Lo juegan también. Porque en Ojos látigo el dolor no niega la alegría: convive con ella. Detrás de ellos, una foto acompaña toda la obra. Es la imagen de cinco chicos que ya marca una ausencia sin necesidad de nombrarla.

El duelo, entonces, no se llora en soledad: se comparte, se grita entre varios, se inscribe en los cuerpos que no paran de moverse. Leticia Coronel convierte el teatro en calle, esquina, vereda. Lugar de pertenencia y resistencia. Y también espacio donde las nuevas generaciones ya no vivirán con la misma inocencia: la pérdida es colectiva.

La obra se puede ver los domingos de abril y mayo a las 18 en El Extranjero Teatro, Valentín Gómez 3378, CABA.

Elecciones en Santa Fe y después

Elecciones en Santa Fe y después

Especialistas analizan la contienda electoral en la provincia santafesina donde se eligieron cargos comunales y convencionales constituyentes. El oficialismo se impuso con el 35 % de los votos aunque perdió electorado. Los especialistas advierten con preocupación la falta de participación ciudadana.

La provincia de Santa Fe se enfrenta a una reconfiguración de su esquema político provincial, tras la elección de convencionales constituyentes y a cargos comunales del domingo último. El oficialismo de la provincia se impuso con el 35,46% de los votos pero perdió medio millón de votos con respecto a los comicios del año 2023. A su vez, la oposición encontró en Juan Monteverde, quien hace dos años estuvo a un punto de ser electo como intendente de Rosario, a una figura a nivel provincial. ANCCOM dialogó con especialistas para comprender en profundidad lo que se viene para una de las regiones más populosas del país.

Los resultados

La contienda electoral tenía como su centro la conformación de la convención constituyente que reformará la constitución de la provincia. Allí, cada lista podía presentar un candidato para el distrito provincial y uno por departamento. En el caso del distrito único, el gobernador Maximiliano Pullaro se impuso con holgura por sobre Monteverde, candidato por Más Santa Fe. La Libertad Avanza, cuya lista fue liderada por el diputado Nicolás Mayoraz, tuvo una mala elección, superando sólo por dos puntos al armado local que llevaba como principal candidata a Amalia Granata, Somos Vida y Libertad.

Una de las grandes apuestas en esta convención por parte del oficialismo es permitir la reelección del primer mandatario provincial, cargo al cual solo se le permite un término sin reelección. Sobre esto, José Giavedoni, profesor de Ciencia Política en la UNR e investigador del CONICET, remarca que todo indica que irá por un segundo término.

Sin embargo, subraya que “el nombre de Pullaro jugando en una constituyente no es un punto atinado desde una perspectiva republicana. Es el gobernador, es parte de un proceso político y la convención supone pretender desprenderse de los avatares de la política partidaria porque debe discutir la norma fundamental”.

Sobre el resto de las performances, señala que Mayoraz fue uno de los “perdedores” de la elección y que, a pesar de haber tenido una buena noche como candidato provincial, Monteverde “intentaría nuevamente ir por la intendencia de Rosario”.

Apatía política

La participación sobre el padrón fue del 55% del total. Sobre esto, Cecilia Lesgart, politóloga investigadora del CONICET, marca que “eran unas elecciones confusas por los distintos cargos que se jugaban en este caso y la ciudadanía mostró desinterés. Hubo una falta de información oficial sobre los cargos que se sometían a elección”.

Sobre este punto, Giavedoni señala que “las fuerzas deberían interrogar si es factible la reforma constitucional con menos de la mitad de los electores ejerciendo su voto. Porque, si a ese 55% le restás los nulos y en blanco, quienes decidieron positivamente fueron el 45%. En el 2001, a nivel nacional, hubo 73% de participación. Es un dato alarmante”.

Además, observa que hay una responsabilidad directa del gobierno de no haber logrado transmitir la importancia de esta elección. “Cuando se discute la norma fundamental, además de actores de los sectores políticos, se podría haber convocado a representantes de la sociedad civil. Podrían haber facilitado la socialización de la discusión y el conocimiento de lo que se votaba”, concluye.

A su vez, más de 100 candidatos se presentaron a más de un cargo en la misma elección. Sobre esto, Giavendoni señala que esto es evidencia de la dificultad de los espacios políticos de construir sus propios referentes, más allá de las propuestas.

Convención de derecha

Sobre la composición de la convención constituyente, Unidos para Cambiar Santa Fe liderada por el gobernador Pullaro y conformada por la Unión Cívica Radical, el PRO y el Partido Socialista, ganó en todos los departamentos y logró 33 bancas. “De todos modos, no consiguió lo que esperaban, que era una mayoría propia. No es el triunfo arrasador que esperaban, pero le sacó alrededor de 20 puntos a Monteverde”, marca Lesgart.

El peronismo provincial, tras la elección de Monteverde y la mala actuación de Marcelo Lewandowski por Activemos, la lista que representa el espacio del exgobernador Omar Perotti, puede enfrentarse a una reconfiguración. “Esta coalición encabezada por Monteverde está suscitando un acompañamiento consensuado. Habrá que ver si esto se sostiene para las elecciones definitivas de junio, pero para la convención la fuerza de Más Santa Fe logró 12 representantes. La lista de Lewandowski quedó rezagada detrás de la lista de La Libertad Avanza y Somos Vida y Libertad”.

Por lo tanto, en la convención, sumando las bancas del oficialismo con las bancas de las fuerzas de La Libertad Avanza y Somos Vida y Libertad, las expresiones del centro a la derecha contarán con 50 representantes sobre 69. Más allá de los 16 escaños logrados por las distintas expresiones del peronismo y los tres logrados por Frente de la Esperanza, liderada por la exboxeadora Alejandra “Locomotora” Oliveras, la izquierda no logró representación en la convención constituyente.

Sobre esto, Franco Cassasola, ex candidato a convencional constituyente del Frente de Izquierda por Rosario, subraya que hay una apatía muy grande, ya que fue la elección local con “menor participación del ‘83 hasta acá”. Además, señala que Pullaro quedó por debajo de su objetivo de llegar a 40 puntos y que en Rosario y en la capital se ubica por debajo de los 30. “Hay elementos de derechización pero esas fuerzas no logran consolidarse, más bien retrocedieron, tanto Pullaro como los votos que Milei consiguió en Santa Fe”, remarca.

Acerca de cómo su fuerza se va a aproximar a la convención habiendo quedado sin representación, remarca que “el rol del Frente de Izquierda será denunciar y convocar a la movilización para que estén consagrados algunos derechos que señalamos en la campaña, como el 82% móvil a los trabajadores estatales o la discusión del modelo productivo de la provincia. Al no estar el FIT, va haber distintos debates que no se van a dar. Inclusive en la lista más progresista como la de Monteverde, detrás de él hay mucha gente que tienen una concepción muy lejana a los sectores populares”.