«La realización de películas argentinas tiende a cero»

«La realización de películas argentinas tiende a cero»

Cae el empleo en la industria cinematográfica actual a partir de las nuevas políticas que redujeron el financiamiento a las producciones audiovisuales.

Como consecuencia del desfinanciamiento del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) y de la crisis económica que atraviesa el país, la producción cinematográfica nacional descendió a niveles mínimos y miles de puestos de trabajo corren peligro. La actividad entró en un tobogán luego de la resolución 16/2024 del organismo, emitida el mes de marzo, que congeló la asignación de financiamiento a proyectos audiovisuales, y tras el decreto 662/2024 del 27 de julio, que reglamentó que cada proyecto debe contar, como mínimo, con un cincuenta por ciento de financiamiento propio para recibir algún incentivo económico.

“La realización de películas argentinas tiende a cero en un sentido cuantitativo. Nosotros, los distribuidores, lo notamos porque si no hay largometrajes no tenemos trabajo”, remarca Manuel García, presidente de la Cámara Argentina de Distribuidores Independientes de Cine. En consecuencia, resalta que “es un impacto progresivo si comparamos el año anterior con este, en donde la cantidad de obras se reduce. Si no hay una política cultural activa, el 90% del cine nacional no va a tener posibilidades de hacerse”.

Desde su rol, destaca que los estrenos que se están dando este año son producciones que se realizaron durante la gestión anterior. Más allá de películas financiadas por plataformas de streaming internacionales, en este momento “no se está filmando nada”.

Así lo percibe Ramsés Tuzzio, director de Orégano: La Familia Fracaso, película independiente recientemente estrenada en el Cine Gamount: “Se producen muchas menos películas a nivel comercial y estas deben buscar otras alternativas para financiarse”.

Esta caída deja sus efectos en el mercado laboral del sector. Según Tuzzio, “el trabajo y las producciones cayeron mucho. Varios perdieron su trabajo o directamente no consiguen empleo exclusivamente en producciones audiovisuales, teniendo que mutar a otros rubros”.

Un informe del INCAA publicado en septiembre del 2023, anotició un crecimiento del 45% del trabajo registrado en la industria entre 2007 y 2022. Según el Sindicato de la Industria Cinematográfica Argentina, el año pasado se registraron 28.565 puestos de trabajo y se realizaron 79 largometrajes de ficción. Este número de películas y empleos corren peligro y la oferta laboral ya se ve afectada.

Corina Safer trabaja como sonidista desde hace seis años en producciones audiovisuales y es su principal fuente de ingreso. Más allá de que subraya que la gran mayoría del empleo disponible es por relaciones y contactos, resalta que “del año pasado para atrás era un mercado laboral grande”.

Sin embargo, lamenta que hoy la situación “es un desastre: Hay una falta de trabajo angustiante, se vio disminuida la oferta de forma abrupta en unos pocos meses. Conozco gente grosa que está trabajando de Uber o de otras cosas por fuera del sector. Estamos todos en números rojos, hicieron mierda la industria». En ese sentido, señala que antes con sus ingresos vivía bien, dándose algún que otro gusto, pero que ahora tiene que ajustarse, restringiendo consumos por la falta de flujo de ingresos y de trabajo.

García detecta que la situación actual de la industria cinematográfica es similar a la que atravesó en la pandemia: “Hay mucha gente calificada con trayectoria en producción, técnica, actores y actrices sin trabajo. Todo eso está volviendo a pasar, pero ahora con la diferencia de que no hay un Estado presente que ayude y las políticas que se prometen a futuro no permiten pensar que esto pueda revertirse”, remarcó.

A su vez, la falta de trabajo y la ausencia de legislación laboral en el área afecta negativamente las condiciones laborales de los trabajadores. Julieta Muriel es asistente de producción de efectos visuales y destaca que, si bien en esta línea hay una buena oferta de trabajo, “es un mercado muy demandante y bastante precarizado. Es el único rubro que no tiene un sindicato. En otros hay un tarifario con el cual uno se puede regir, pero este no es el caso. Una regulación sería clave para mejorar las condiciones y el flujo de trabajo”, recalcó.

Asimismo, Safer cuenta que hay gente que se aprovecha de la crisis en el sector: “Por la necesidad que existe ahora, están acortando un montón los presupuestos y muchas veces se ofrecen salarios de hace dos años atrás. Por la necesidad de trabajo, la gente los agarra”.

Al mismo tiempo, también está siendo afectada la posibilidad de exhibición, luego de la desreglamentación de la cuota de pantalla nacional en cines comerciales. El Decreto 662/2024 también le otorgó únicamente al presidente de la institución, Carlos Pirovano, la facultad de fijar dicha cuota, aunque no especificó el mecanismo o criterio para hacerlo. Esto termina de generar un caldo de cultivo esquivo para la industria audiovisual nacional, atentando contra el financiamiento de las producciones independientes y limitando sus posibilidades de exhibición.

Según García, “no se produce y lo que está producido no tiene un impacto público. Las herramientas que tiene el cine argentino para ser exhibido las eliminaron. Es extraño porque se supone que esta era la gestión que se quejaba de que el cine argentino no tenía audiencia”. En esa línea, subrayó que la situación es una especie de profecía autocumplida por parte de la política cultural por parte del gobierno: “Decían que nuestro cine no tenía audiencia y hoy está mal financiado y está mal promovido. El cine argentino está siendo sometido a una muerte lenta”.

 

 

“Cobramos por debajo de la canasta básica”

“Cobramos por debajo de la canasta básica”

Médicos residentes de hospitales públicos dependientes de Nación realizaron un paro de 48 horas y se movilizaron a la sede del Ministerio de Salud en reclamo de un aumento salarial. Tras meses de protestas y ante la indiferencia oficial, anticipan la continuación del plan de lucha.

La marcha y la medida de fuerza –del 25 al 26 de septiembre inclusive– fue convocada por una asamblea que concentra a todas las residencias que dependen del Ministerio de Salud de la Nación. “Somos más de 15 hospitales con algunas otras instituciones. Incluso algunos hospitales que no están en Provincia de Buenos Aires ni en la Ciudad, sino en otras jurisdicciones”, explica Elián Salis, residente de clínica médica del Hospital Posadas. “Conformamos esta asamblea hace tiempo, no sólo con el aumento salarial como reclamo, sino también en defensa de la salud pública, en un contexto donde vemos que se está llevando adelante un ajuste considerable en recursos y, principalmente, en la cuestión salarial”.

A través de un comunicado, los médicos residentes del Garrahan expresaron su preocupación por la crisis en el sistema médico público e informaron su decisión de ir al paro y a la movilización. “Desde abril hemos advertido sobre esta situación y fuimos  adoptando medidas de fuerza de manera escalonada. A raíz de esas acciones y sucesivas negociaciones, se logró el compromiso de una recomposición salarial a través de un bono no remunerativo desde julio de 2024, con la promesa de incorporarlo al salario a partir de enero del próximo año. Sin embargo, a la fecha, dichas promesas no han sido efectivizadas y se ha interrumpido el diálogo con las autoridades, lo que nos obliga a retomar las medidas de fuerza”.

“Nos habían prometido un 35 por ciento de aumento entre junio y julio, que nos venían pateando, diciendo que requería de algunos trámites de aprobación. Íbamos a hacer el paro de 48 horas sin guardia, ahí fue cuando se pudo movilizar la última firma que nos faltaba para conseguir el aumento prometido”, señala Matías, residente del Garrahan. “Dos horas después de que nos comunicaron que la firma final ya estaba, terminaron dando el aumento de baja porque no estaban los fondos suficientes”.

“Hace un montón que cortaron el diálogo, cuando nosotros siempre estuvimos dispuestos. La última respuesta había sido esta promesa que nunca se hizo efectiva. Meses de espera, de paciencia. De creerles, básicamente”, dice Clara, residente del Garrahan. “Lo que queremos es que (Mario) Russo nos escuche para así poder conseguir lo que estamos pidiendo”, agregó, en referencia al Ministro de Salud de la Nación y de quien depende la decisión por el aumento salarial.

Los residentes movilizaron ayer a las 9.30 desde el Garrahan y recorrieron marchando el trayecto que separa al hospital de la sede del Ministerio. Llegaron escoltados por la policía y por agentes de tránsito de la ciudad y se concentraron en la base del edificio de Moreno y Lima.

Un cordón policial se formó entre los convocados y las puertas del Ministerio. Del otro lado de la calle aguardaban estacionados un carro hidrante y dos camionetas de la Federal. Los efectivos no permitieron cortar la Avenida 9 de Julio, por lo que los médicos recurrieron a otras maneras de llamar la atención, como la ocupación de la senda peatonal cuando el semáforo se teñía de rojo o el uso de carteles con consignas como “900 mil mínima, plata hay” o “Como mal, duermo mal, cobro mal”.

 “Este es el primer paro que tenemos sin guardia”, agrega Matías. “Eso repercutió un montón porque los residentes somos una pata muy importante en los hospitales. A pesar de eso, contamos con el apoyo de los médicos de planta del hospital.”

“Lo que tiene de particular el Garrahan es que también se están sumando médicos de planta al reclamo, es decir que hay otros profesionales que forman parte de la institución que se están plegando a defender al hospital frente al recorte y el ajuste”, señala Elián.

Juan Pedro, residente del Garrahan involucrado con el reclamo, explica la razón por la cual decidieron que el paro incluya a las guardias médicas: “La medida fue para visibilizar realmente la labor de los residentes”.

 

 “El contexto es de un deterioro sustantivo del poder adquisitivo. Si comparamos nuestros salarios con el de residencias de otras jurisdicciones, los nuestros son los peores pagos”, apunta Elián Salis. “Un residente de primer año a nivel nacional cobró el último mes $721.000 en un contexto donde el trabajo asciende a casi 12 horas diarias con guardias de 24 horas cinco o seis veces al mes. La diferencia es considerable si lo comparamos con un residente de Ciudad Autónoma de Buenos Aires que, incluso a veces teniendo una menor carga horaria, estaba cobrando por arriba de los $950.000”.

“Hasta el momento seguimos cobrando por debajo de la canasta básica familiar”, denuncia Elián. “Si no hay respuesta, probablemente vayamos a una nueva medida de fuerza la semana que viene, en conjunto con otros sectores como los universitarios, los docentes de los colegios medios y otros trabajadores de la salud, para confluir en una gran manifestación en defensa de la salud y de la educación pública”.

Los universitarios abrazaron al Clínicas

Los universitarios abrazaron al Clínicas

 En una semana signada por las medidas de fuerza para visibilizar el conflicto universitario, miles de integrantes de la comunidad se manifestaron frente al hospital escuela para exigirle al gobierno de Javier Milei mayor presupuesto y aumento salarial para los docentes y los no docentes.

Sindicatos, agrupaciones sociales, estudiantes, docentes y no docentes de diferentes facultades de la Universidad de Buenos Aires, se unieron esta mañana en Avenida Córdoba 2351, para brindarle su apoyo a una de las instituciones más importantes del país, como lo es el Hospital de Clínicas. La movilización se realizó bajo la consigna de abrazo a la institución y abogó por dos claras deudas del gobierno: salarios dignos y presupuesto universitario.

La jornada de visibilización logró unir a miles de personas con el objetivo de evidenciar cuáles son las problemáticas por las que atraviesan la educación y salud pública. Letreros, banderas, guardapolvos hospitalarios y cuerpos deseosos de encontrar respuestas para cambiar el panorama que se vive, fueron las piezas clave para abrazar al hospital desde las 10 de la mañana.

Aplausos, gritos, pancartas y bombos, se hicieron presentes en las calles. Los cánticos que se escucharon con fuerza e hicieron temblar a cualquiera que no formara parte de la comunidad académica fueron:  “Sin salarios dignos, no hay salud y educación públicas”.

Una de las personas con las que ANCCOM tuvo la posibilidad de dialogar en la movilización fue Ileana Celotto, secretaria general de la Asociación Gremial Docente AGD-UBA, quien expresó su preocupación por el presente que les toca afrontar e indicó: “Estamos peleando durante todo este año para que la universidad siga estando de pie, necesitamos una universidad estatal, pública, gratuita y laica. Esto implica tener presupuesto para funcionar, para investigar, para hacer docencia y extensión, pero también para salarios de docentes y no docentes”.

Por su parte, María Fonseca, quién es enfermera en el Área de Control de Infecciones en el Clínicas y que a cargo de ese sector hace más de 25 años, dijo: “Estoy movilizándome porque la situación salarial es terrible, ya es insostenible. No nos alcanza para nada y a eso hay que sumarle que el hospital no tiene los insumos necesarios para la atención de los pacientes. Muchas veces se compran cosas que no son de tan buena calidad y se terminan rompiendo, lo que repercute en los pacientes, ya que hay que retirarles el dispositivo y colocarle otro, con el sufrimiento que eso conlleva, lo que supone más trabajo para los médicos, para los enfermeros y es insostenible esta situación”.

En tanto, Sebastián Rodríguez, trabajador no docente de la Universidad de Buenos Aires, cuando se le consultó porque se hizo presente, explicó: “Tenemos que abrazar a la salud pública y a la educación pública, porque sin salarios dignos la UBA no funciona. Invitamos a toda la comunidad universitaria y a la sociedad en general a que nos apoyen, porque la universidad es el desarrollo para un país mejor, el desarrollo para el futuro de nuestros hijos y de la vida de los ciudadanos. Sin educación y sin salud pública, no hay un país en desarrollo”.

Por otro lado, Celotto se mostró confiada de que las diferentes acciones que se vienen desarrollando en los últimos meses van a conseguir las soluciones deseadas. “Esperamos una pronta respuesta del gobierno, lo vamos a lograr porque la universidad se lo merece y nosotros que la sostenemos, también. Tengo una fe absoluta, a pelearla”, estableció.

Sin embargo, la espera es muy larga. Fonseca,  además de enfermera es madre de un niño con discapacidad y argumentó  sobre lo que debe enfrentarse con el actual gobierno. “No estoy de acuerdo con la política de ajuste que está haciendo Milei, nos está asfixiando y personalmente, me siento como que en nuestro país somos ciudadanos de segunda, los que trabajamos en el Hospital de Clínicas y en toda la universidad”, afirmó.

La trabajadora agregó: “El sueldo no alcanza para nada. Solo tengo este trabajo porque a mi nene lo tengo que acompañar más al tener una discapacidad y me replanteo si vuelvo a tener un segundo trabajo para poder dedicarle las comodidades que él necesita o estoy en casa. Es difícil la decisión.”

Fonseca explicó, además, el por qué llevar a cabo ciertas acciones en el Clínicas resulta complejo. “Venimos haciendo varias medidas para que nos escuchen, como paros sin concurrencia. Pero la realidad es que esto repercute también en los pacientes. Este hospital, siempre se caracterizó por ser emblemático, de reconocimiento a nivel de lo que es la salud pública, la mayoría de los pacientes concurren a este hospital porque no tienen la solución en otras instituciones y tratamos de brindarle lo mejor.”

Celotto adelantó algunas de las propuestas en materia de movilización que llevarán adelante en los próximos días: “En todas partes va haber acciones. Nos nucleamos alrededor de nuestras unidades académicas para convocar con todo al 2 de octubre, nos movilizamos y convocamos a toda la población a salir a defender nuestra universidad.”

 

Y vueltas y vueltas bajo tierra

Y vueltas y vueltas bajo tierra

Todos los días, decenas de artistas muestran su arte en las líneas del subterráneo porteño. ¿Cómo se organizan? ¿Cuánto ganan? ¿Cuántas horas trabajan? ANCCOM los acompañó para conocer ese mundo.

Los medios de transporte se convierten a diario en un escenario donde los artistas callejeros, por necesidad o decisión, ofrecen sus creaciones para ganarse la vida. Jeremías Pérez, cantante y compositor de 22 años, es uno de ellos. Trabaja desde hace meses en la Línea H del subte, una de las que más artistas alberga. Cada vez que sube a un vagón  con su guitarra al hombro se presenta como Jeremías Uriel y comienza a entonar diferentes canciones de rock nacional en formato acústico. Son apenas cinco minutos que los viajeros gozan de su música. Lo que no saben es que detrás de esos 5 minutos hay un enorme detrás de escena.

Oriundo de Villa de Mayo, barrio del partido de Malvinas Argentinas, Jeremías, encara una travesía de 36 kilómetros para llegar a su lugar de trabajo. Todo comienza con el colectivo 341, que lo lleva de su casa hasta la estación de Los Polvorines, donde se toma el tren hasta Retiro. En la terminal del ferrocarril Belgrano Norte lo esperaba ANCCOM para acompañarlo durante toda su jornada de trabajo.

Retiro apenas es una parada intermedia para llegar a su escenario rodante. “Ahora hay que tomarse la Línea E para hacer combinación con la H, en Jujuy”, indica Jeremías, y agrega: “Yo cuento las horas que trabajo desde que subo al subte y empiezo a cantar. Usualmente hago entre cuatro y seis horas. Tengo dos horas de viaje de ida y dos horas de vuelta”.

“Acá, en la Línea E, no canto porque es muy ruidosa, son coches más viejos, no se escucha la voz. Fijate que casi nunca se ve a nadie haciendo arte en este subte”. Jeremías aprovecha para desgranar su historia: “Empecé antes de la pandemia con una amigo por la zona de Boulogne, después trabajé de otras cosas pero decidí renunciar y empezar a estudiar Licenciatura en Música y trabajar con esto. Además tengo mi banda, Siluetas Del Pasado, donde canto y toco la guitarra. La experiencia del subte sirve para soltarse en el escenario, antes me costaba mucho. Todavía me falta desarrollar un poco más de carisma: vengo con el cassette puesto”. Entre charla y consultas, el subte llega a la línea H. Ahora queda llegar a Parque Patricios en donde comienza la función.

Un mundo con reglas propias

“La E y la B son muy ruidosas”, retoma. “La C tiene un recorrido muy corto y se llena mucho, eso es contraproducente. La A y la D son muy jodidas, hay mucha competencia; la H es la mejor, es la más tranquila y donde mejor se puede trabajar”, comenta Jeremías. Subir a cantar a un transporte no es tan fácil como parece.

“La primera vez que vine al subte a cantar lo hice con un amigo sin saber cómo funcionaba. Primero fuimos a la Línea A y nos estaba yendo muy bien, pero vino otro músico y nos amenazó, nos dijo que íbamos a tener problemas si seguíamos yendo. Ahí fue cuando decidimos probar en la H. Fue una lástima porque en la A se ganaba mejor. Quizás por eso tiene esa modalidad más dura”.

En los trenes tampoco tuvo suerte: “Me dijeron que si quería tocar tenía que pagarle tres mil pesos por semana a un vendedor que supuestamente coordina todo. No es mucho pero no pienso pagar para trabajar”. En los colectivos, dice, también es complicado: depende mucho del humor del conductor que decide si se puede subir a cantar o no. A pesar de esto Jeremías tuvo buenas experiencias: “Ahora estoy probando tocar en el colectivo de mi barrio y me va muy bien, es una zona humilde, no suele haber artistas callejeros, la idea también es traer un poco de cultura al barrio”.

Jeremías encontró en la Línea H cierta estabilidad que en parte está garantizada por la  organización interna que tienen los artistas. El desfile de músicos está coordinado y reglamentado. Hay postulados que deben cumplirse a rajatabla para no romper con el buen clima entre colegas y existen delegados que se encargan de hablar con los vendedores para hacer que la relación sea lo más amigable posible. Tres puntos son innegociables: no puede haber dos artistas en la misma formación, los artistas nuevos no pueden ir antes de las 3 de la tarde y los recorridos empiezan y terminan siempre en Parque Patricios.

“El mismo día que nos echaron a mi amigo y a mí de la Línea A, probamos suerte en la H y no era horario permitido para los nuevos, nosotros no sabíamos y entonces nos explicaron cómo funcionaba todo, pero siempre lo hicieron con muy buena onda”, cuenta. “Tenemos grupo de WhatsApp, se suele hablar para informar cada uno en qué formación está”.

La comunicación entre ellos no se limita a cuestiones organizativas, también se extiende a los lazos sociales: “A la mañana nos saludamos, nos deseamos suerte. Hay muy buena onda, hablamos de todo, de la vida, situaciones personales, se forma un lazo entre nosotros”, destaca Jeremías. Por supuesto, a veces hay conflictos: “Hace poco a un chico lo expulsaron de la Línea, porque no cumplía ninguno de los acuerdos que tenemos, llegaba a cualquier horario y se subía en la estación que quería, cuando está estipulado que hay que subir en Parque Patricios, ahí recién arranca la vuelta. No te podes subir en otra estación. Se hizo una asamblea y se votó la moción de expulsarlo. Él  estaba presente y dio sus explicaciones pero lo terminó aceptando. Había amenazado a un compañero por eso todos votaron para que se vaya”.

“Si yo estoy cantando en una formación y alguien se sube en cualquier lado me puede perjudicar –completa-. La idea es que haya un artista por cada formación así no competimos entre nosotros en un mismo coche”, esta alternancia entre artistas y vagones es fundamental en un tiempo donde los dos principales valores que puede capitalizar un artista callejero escasean. Uno es el dinero y el otro es la atención que puede habilitar una retribución. En tiempos de bolsillos flacos y de atención limitada por los celulares, auriculares y otras distracciones, la presencia de dos artistas en un mismo viaje para inviable.

¿Se puede vivir?

“La media  que gano – revela- es de tres mil por hora, la vuelta es de 40 minutos en total, ahí se suele sacar alrededor de dos mil pesos, hay días muy malos también, es muy variable, lo máximo que llegue a sacar fueron 20 mil pesos, pero usualmente se saca alrededor de 15. Influye el momento que estamos pasando como país, también el momento del mes, tenés gente que deja 50 pesos y gente que te deja dos mil, pero la media es de 200 o 300 pesos”.

Jeremías divide su tiempo entre el subte y sus estudios, por lo tanto su ingreso es acorde al tiempo que le dedica, aunque reconoce que lo que puede obtener en un día es superior a lo que podría hacer en otros trabajos. “Cada vez que vine acá gane mejor de lo que me pagaban en otros lugares en los que estuve. Si lo llevás a nivel mensual es distinto, porque yo no vengo todos los días, pero lo que sacás por hora es mucho más que trabajando en gastronomía, por ejemplo”.

En el caso de Jeremías, el dinero que gana en el subte lo utiliza para solventar sus gastos personales, sin embargo, hay quienes pagan alquiler y hasta crían a sus hijos gracias a este trabajo. Tal es el caso de José Luis, alias “El niño”, cantante y actor peruano, que mantiene a su familia trabajando en el subte: “Hace 6 años que estoy acá. Yo crío a mi hijo y este es el único trabajo que me permite tener tiempo para estar con él. Con un trabajo formal no lo podría hacer. Con esto puedo vivir. Lo que te rinde el trabajo es relativo a lo que vos le dediques. Ahora estoy por mudarme, entonces le dedico más de lo que debería”.

Otro artista de “la H” es Daniel Olivera, folclorista mendocino que hace diez años vive de la música. “Estuve en Cosquín, grabé dos discos y de uno vendí más de diez mil copias, todo de boca en boca”, cuenta: “El año pasado vine porque me entregaron el premio Raíces por mis diez años de trayectoria, pero se me rompió el auto y no quedó otra opción que volver a cantar en el transporte. Buenos Aires tiene esa posibilidad”. Hace un año que está tocando en los subtes porteños: “Mi ingreso principal es el subte, se puede vivir bien con esto, yo hago seis horas de lunes a lunes, estoy todos los días”.

Zona de consultas

La estación de Parque Patricios no solo es un lugar de espera, sino también de interacción y consultas. Los plateados bancos se convierten en un diván donde los intercambios florecen naturalmente. “¿Vos dónde comés?” le pregunta Jeremías a José Luis. “Algunos van a la estación Caseros que arriba hay una sanguchería: es lo más barato, aunque yo voy a Plaza Miserere y compro comida peruana”, contesta.

Jeremías, por su parte, confiesa aguantarse el hambre para no tener que gastar parte de lo recaudado en el día: “Como cuando vuelvo a mi casa. Desayuno y vengo para acá”. Algo similar ocurre en relación a las necesidades fisiológicas debido a la escasez de baños: deben salir de las estaciones y volver a pagar el boleto. “Yo me aguanto hasta que salgo, no todas las estaciones tienen baños del lado de adentro y muchas veces están cerrados”, explica Jeremías.

“Esta línea es hermosa, hay mucha armonía. En el tren, por ejemplo, tenía que andar discutiendo con los vendedores. Acá no pasa eso”, comenta Olivera. “El Niño” también resalta las bondades de La H: “En varios lugares nos tratan mal. Yo además de cantar también actúo. Una vez haciendo de Don Quijote nos atacaron, nos dijeron que nos teníamos que ir a nuestro país, pero aca no es así, he hecho teatro, he improvisado, rapeado, traje títeres, hice de todo en el subte”.

Tarea difícil

En el subte, a diferencia del teatro, el cine u otros auditorios, el público no está allí para ver espectáculos artísticos. En ese contexto es difícil captar la atención y el interés de la audiencia.

Olivera explica: “Yo interpretó canciones mías, como si todo el mundo las supiera aunque no las conozcan. Cierro los ojos y empiezo a imaginar que estoy en un estadio frente a 40 mil personas”. Esa parece ser una de las claves para sobrellevar un trabajo en donde el rechazo y la indiferencia aparecen con frecuencia. Para Jeremías la preparación mental es fundamental: “Hay que tener una fortaleza importante, hay veces que haces toda una vuelta y no te dan ni mil pesos, pero hay que seguir adelante con buena onda porque eso influye un montón en la performance y la gente lo nota”.

Así como la indiferencia entristece, el buen recibimiento por parte de la audiencia genera sensaciones que trascienden lo económico. “Hay veces que tenés una ovación y después no te dan plata, pero al menos eso te llena. Por más que no me ayude a mi economía es algo que me hace bien espiritual y mentalmente. Hay gente que le gusta mucho lo que hacemos, esa es la idea nuestra también, darle un poco de cultura y arte para sacar esa monotonía y tedio del viaje”.

La receptividad y relación entre público y artista se consolida con el aporte de una colaboración, un dinero que sella la aprobación y el estímulo, dándole  sentido a la travesía del músico.

Ante todo este escenario, la pregunta se vuelve inevitable:

-¿Estás nervioso antes de cantar? 

-Hoy estoy un poco más nervioso porque están ustedes.

 

Pero los nervios quedan de lado cuando se ubica en el medio del vagón con su guitarra y llama la atención de los viajeros: “Para quienes aún no me conocen mi nombre es Jeremías Uriel, soy músico independiente y ahora vengo a compartir con ustedes un poco de lo que hago, un poquito de música. Ojala que les guste”, dice antes de entonar las primeras estrofas de “11 y 6” de Fito Páez. Su repertorio se basa en canciones clásicas del rock argentino, intercaladas con el primer tema de su autoría: “Fly Away”, compuesto en Inglés y promocionado en los vagones del subte: “Este fue mi primer tema propio, pueden encontrarlo en Spotify y Youtube”, dice el cantautor antes de pasar en búsqueda de las retribuciones voluntarias que los pasajeros decidan dejarle. Camina por todo el pasillo central del vagón como si fuera una pasarela, en la mano porta un gorro de lana de tonos violáceos el cual oficia como alcancía.

“Hubo mucho aplauso pero a nivel económico fue flojito. Igual esto es muy variable, hay que tener fortaleza mental”, dice Jeremías en relación a su primera vuelta. “El humor social está muy caldeado. Antes la gente tenía más onda que ahora. Yo creo que se debe a la crisis que estamos viviendo”. Sin embargo, su segunda vuelta mejora exponencialmente: “Esta vez superó las expectativas: casi cuatro mil pesos en 40 minutos, muy distinta a la primera, esto es así, una incertidumbre total”.

Su idea de hacer un total de seis vueltas se desvaneció a medida que su garganta le iba pasando factura. “Vengo de unos días complicados, bastante resfriado”, confiesa después de realizar cuatro viajes en otras tantas horas. Dentro del subte no se pueden ver los  recorridos, en cuestión de minutos las distancias se ensanchan kilometricamente: se pierde el sentido del tiempo y el espacio. Una vorágine propia de una especie de túnel del tiempo donde solo la repetición de las canciones pueden dar una idea de cuantas vueltas se llevan andando. Lo que sí quedó claro es que la jornada dio sus frutos, la gorra de lana logró albergar unos 15 mil pesos, un número convincente para Jremías que da por terminado el día laboral.

Más que un trabajo

Ser artista callejero no solo es un medio de vida: ingresar en los túneles y dar vueltas por debajo de la ciudad no es para cualquiera. “Es un medio de subsistencia pero también es una forma de resistencia política: yo podría dejar de hacer esto y buscar trabajo en una oficina o un restaurante, pero a mí lo que me apasiona y me moviliza es el arte y creo que es una forma de transformar la realidad, ser músico subterráneo es una manera de resistencia”, resume Jeremías, quien explica: “Mis motivaciones son varias: la primera que te podría decir es la necesidad económica. Ahora, elijo este y no otro trabajo, por la satisfacción que me da venir a tocar y que la gente me escuche. La música me apasiona, es un medio de expresión que me hace bien, es combinar el trabajo con la música, algo que siempre quise”. Aunque de una forma alternativa, ser artista callejero es una aproximación al ideal de vivir de su vocación aunque no cualquiera se adapta al ritmo de la calle. Para quienes lo logran es un disfrute. “Me gusta la idea de hacer a la gente escucharme, que sepan que existo; es un manifiesto de la existencia artística”.

Los 36 kilómetros que Jeremías atraviesa cada vez que va a trabajar al subte son eclipsados por la satisfacción de hacer lo que ama. “No me arrepiento para nada de haber elegido esto, me siento orgulloso de lo que hago” dice, dejando en claro que la vocación compensa cualquier esfuerzo y acorta cualquier distancia.

Milei vuelve con la receta menemista de vender Aerolíneas

Milei vuelve con la receta menemista de vender Aerolíneas

Todos los sindicatos del transporte se declararon en alerta y movilización. «Esta película ya la vimos: se rifó todo un capital acumulado por la población» dijo Fabio Basteiro, referente gremial de los 90.

Luego de que el vocero presidencial, Manuel Adorni, anunciara la (re)privatización de Aerolíneas Argentinas avivando las llamas del conflicto gremial, el histórico exsecretario general de la Asociación de Trabajadores Aeronáuticos, Fabián Basteiro, comparó la disputa actual del gobierno de Milei con el vaciamiento de Aerolíneas en la era menemista: “Esta experiencia ya la vivimos. Se rifó todo un capital acumulado por el conjunto de la población», dijo Basteiro a ANCCOM.

“Queremos comunicar que, en virtud de los persistentes paros que afectaron cerca de 40 mil pasajeros, el Gobierno ha iniciado conversaciones con varias empresas privadas latinoamericanas para que se hagan cargo de Aerolíneas en caso de que las extorsiones continúen”, comunicaba por la mañana Adorni.

Horas antes, vía red social X, la Jefatura de Gabinete publicó una foto de la reunión que tuvo lugar esta mañana, con el texto “para terminar con la extorsión permanente de los gremios de Aerolíneas Argentinas”“. En el encuentro estuvieron presentes la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei; el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, el ministro de Economía, Luis Caputo; el secretario de Transporte, Franco Mogetta; el asesor Santiago Caputo, el vicejefe de Gabinete, Lisandro Catalán; y Manuel Adorni. 

Pero más temprano, el exprimer mandatario Mauricio Macri había tuiteado: «Por el bien de todos los argentinos, lo que necesita Aerolíneas Argentinas es un plan de desarme urgente. La situación actual es una ruina sin salida. Los convenios colectivos de APLA (pilotos); APTA (mecánicos y despachantes) y AAA (representante de los tripulantes de cabina) estipulan privilegios insostenibles y vergonzosos”, publicó al mismo tiempo que indicó algunos pasos a seguir para el cierre de la aerolínea de bandera. 

Desde la llegada de Milei, los gremios han señalado un retraso salarial del 80%, lo que motivó a las organizaciones sindicales a planificar una serie de asambleas informativas durante las dos primeras semanas de septiembre.  Como contraofensiva, el Gobierno declaró a la aviación comercial como “servicio esencial”, obligando así a mantener un 50% de los vuelos en funcionamiento incluso durante las huelgas. 

En diálogo con ANCCOM, Mariano Recalde, expresidente de Aerolíneas Argentinas (2009-2015) y actual senador, aclaró que “como el gobierno no pudo antes porque se rechazó ese punto en la Ley Bases, están buscando destruirla por otros medios: provocando a los trabajadores”. 

“Cuando se privatizó Aerolíneas se la fue vaciando lentamente: menos vuelos, menos aviones y menos conexión entre las provincias. Cuando la recuperó el Estado se renovó y amplió la flota, mejorando la puntualidad y  la regularidad. Además de que se levantó el concurso preventivo de acreedores para que se inserte nuevamente en la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA)”, remarcó Recalde.

Fabio Basteiro, quien fue secretario general de ATA durante el menemismo, señaló que “más allá de la privatización, hay una pelea de fondo que tiene que ver con la destrucción de la política regulatoria de Argentina. No quieren discutir si Aerolíneas es o no rentable; lo que buscan es entregar la desregulación aérea a las grandes compañías internacionales, respaldadas por fondos de inversión con negocios poco claros y que eluden responsabilidades civiles y penales. En muchos casos, esos mismos fondos son los dueños de los bonos de la deuda argentina.”

“Aerolíneas viajaba a Londres, París, Hamburgo, Zurich, Amsterdam: con Menem fueron levantadas absolutamente todas las escalas. Los aviones iban con ruedas nuevas y les ponían ruedas usadas de Iberia. Hasta se vendió un simulador de vuelo que terminó en un parque de diversiones en Brasil. Hangares y edificios, vendidos”, añadió Basteiro. 

“Lo que antes era una unidad productiva robusta, capaz de generar rentabilidad operativa, terminó siendo desmantelada en favor de intereses privados”, aseveró el histórico dirigente de ATA.  También explicó que “las aerolíneas low-cost en Europa funcionan porque allí hay una alta densidad poblacional y distancias cortas, características no aplicables a Argentina, que tiene un extenso territorio y una población concentrada en pocas áreas”.

En cuanto a la rentabilidad de AA, Recalde especificó que no se limita únicamente a los retornos derivados del funcionamiento operativo de los vuelos, sino que también se debe contemplar recaudaciones indirectas, como son el impacto económico generado por el turismo y otras actividades relacionadas. “También en divisas, porque en una economía bimonetaria como la nuestra, con faltante de dólares, si un argentino compra un pasaje por American Airlines esos dólares se fugan”, detalló.

El actual senador destacó que Aerolíneas Argentinas está diseñada para impulsar el turismo receptivo, lo que contribuye significativamente a la generación de divisas. Según Recalde, aunque algunos vuelos, como los que conectan Brasil con Salta, pueden no ser directamente rentables, su verdadero valor radica en activar el turismo en esa región y promover ingresos para el país.

“Macrí está atrás de esto por una cuestión ideológica y porque tiene negocios: cuando Aerolíneas era privada, las provincias se quedaban sin vuelos y tenían que contratar a otras empresas aéreas, contrataban a MacAir, la empresa del grupo Macri “, remató Recalde.

Tras la ofensiva del gobierno, y asamblea de por medio, los gremios aeronáuticos anunciaron la creación de una Mesa Nacional de Transporte, que contará con la participación de los camioneros liderados por Pablo Moyano, ferroviarios y otros sindicatos de la CGT.  

 El encuentro reunió  figuras del movimiento sindical transportista, incluyendo a Pablo Biró (Asociación Pilotos de Líneas Aéreas), Pablo Moyano y Omar Pérez (camioneros), Juan Pablo Brey (Aeronavegantes), Omar Maturano (La Fraternidad), Mario Caligari (UTA), Juan Carlos Schmid (Fempinra) y Raúl Durdos (Obreros marítimos).

La Mesa  la integran sindicatos afiliados a la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT) y la Unión General de Asociaciones de Trabajadores del Transporte (UGATT).

En el comunicado emitido por la Asociación Argentina de Aeronavegantes (AAA), se remarcó que el objetivo  de la mesa es “defender los derechos laborales de los y las trabajadoras y garantizar la no precarización de la actividad, expresando el fuerte rechazo a la regularización del derecho a la huelga”.

El comunicado también subraya que «estamos unidos más allá de nuestras centrales de transporte, en respuesta a la situación política actual que nos llevó a constituir esta Mesa Nacional del Transporte». A su vez, se anunció un “estado de alerta y movilización”. Por último, se detalló que la próxima semana se llevará a cabo una nueva reunión para elaborar un «plan de lucha general», que podría incluir medidas de fuerza de carácter nacional.

Una década de autogestión

Una década de autogestión

La gráfica Madygraf cumplió diez años desde que sus obreros la recuperaron y comenzaron a producir sin patrón. El rol de las mujeres y el aporte al cuidado del ambiente en una planta donde trabajan cien personas.

En la mañana del 11 de agosto de 2014 las vidas de los 400 empleados de la empresa gráfica R. R. Donnelley se detuvieron. Las máquinas también. Un comunicado de la compañía, pegado de manera muy improvisada sobre el portón de la entrada, anunciaba la quiebra y el cierre definitivo de la firma. Todos habían perdido sus trabajos sin ningún tipo de indemnización ni explicación.

Lo que no se detuvo aquella mañana de invierno fue la iniciativa de los empleados. La mitad de los despedidos decidió acatar la decisión, pero el resto optó por la resistencia. Ese mismo día encendieron las máquinas rotativas y comenzaron a hacer lo único que deseaban: trabajar. De esta manera recuperaron la planta y nació Madygraf. Diez años después celebran la hazaña.

Un poco de historia

R.R. Donnelley se instaló en Argentina en 1992 tras la compra de la editorial Atlántida. Su fundador había comenzado con su propia imprenta en Chicago el siglo anterior, pero la empresa creció de manera tan exponencial que Estados Unidos le quedó pequeño. 

En 2001, tras varios años soportando la implementación de las doce horas de trabajo y el turno americano, que los obligaba a trabajar sábados y domingos, ocurrió un conflicto previo. A raíz de esto, hubo cincuenta despidos. La tensión, lejos de desaparecer, aumentó con el correr del tiempo.

En julio de 2014, un mes antes de la quiebra y posterior recuperación, la empresa solicitó al Estado un subsidio alegando una situación económica muy complicada. Para ello, presentaron un plan de crisis que constaba de más de cien despidos y una reducción considerable de los salarios. La propia presidenta Cristina Fernández de Kirchner dijo que se trataba de fondos buitres, tal como denunciaban los trabajadores.

Finalmente, el 11 de agosto llegó y el comunicado del cierre de la planta también. Muchos de los, por ese entonces, desempleados decidieron rápidamente la toma del establecimiento. No fue necesario romper puertas ni candados. Al día siguiente, los mismos guardias entregaron las llaves y, desde allí, fueron conservadas por sus trabajadores. 

Una vez dentro se encontraron con que la Editorial Atlántida tenía su papel para imprimir en uno de los depósitos. Por supuesto que cuando se enteraron de la noticia quisieron llevárselo, pero en ese mismo instante los trabajadores acordaron terminar las revistas. De esta manera, pudieron mostrar que no solo querían  trabajar, sino que también podían hacerlo sin la necesidad de un empleador. “No hacen falta patrones para poner en movimiento una fábrica. Ellos no saben encender una máquina, nosotros sí”, resumió de manera contundente a ANCCOM Marcelo “El pollo” Ortega, trabajador de Madygraf desde el año 2012.

Son cien las personas que forman Madygraf, aunque 70 se encuentra en actividad. Ante la ausencia de la patronal, las decisiones son tomadas enteramente por los trabajadores de manera colectiva en asambleas que se realizan habitualmente. Cada sector tiene su propia comisión, lo cual permite que problemas más pequeños puedan ser resueltos de manera más rápida.

Los roles rotan constantemente y muchos son sometidos a votación. Año a año son los mismos obreros los que deciden quiénes serán los encargados de ocupar los cargos en la presidencia, la tesorería y la secretaría. “Acá podemos organizarnos, debatir y votar democráticamente. En un laburo bajo la mirada de un patrón eso no lo podes hacer, no tenes voz”, afirmó Érica Gramajo, trabajadora de Madygraf desde 2015.

 

Memorias propias

El solo recorrido de la planta, ubicada en Garín, cuenta su propia historia. Justo en la entrada, un cartel con letras de todos colores da la bienvenida y presenta uno de los mayores logros de los obreros: la juegoteca, una guardería donde las mujeres dejan a sus hijos mientras cumplen su horario laboral. Se encuentra en el mismo sector donde funcionaba la Secretaría de Derechos Humanos durante la época de Donnelley, lo cual la carga aún más de sentido. Allí interactúan con otros niños en su misma situación bajo la mirada atenta de docentes y trabajadores sociales. Este logro fue mérito de las mujeres, quienes al momento de la toma parecían inexistentes, pero que luego lograron un rol imprescindible. 

Continuando el recorrido, al lado de la juegoteca, se puede vislumbrar una pared con varias tapas enmarcadas: Paparazzi, Billiken, Para Ti, todas revistas impresas aquí mismo. Más adelante, también encuadrado, uno de los cuadernillos característicos, aquel que cuenta la historia de esta gráfica recuperada y que es entregado a alumnos y alumnas de escuelas estatales. 

Las camisetas de fútbol de clubes de barrios aledaños también dan el presente en esa enorme pared que funciona como una vitrina de logros. Es que Madygraf hace tiempo dejó de ser solo una empresa recuperada para convertirse en un símbolo de lucha y de resistencia. “Nosotros cumplimos un rol social y tenemos el apoyo de la comunidad”, mencionó Ortega.

Las mujeres 

Al momento de la recuperación de la planta, solo había algunas pocas mujeres en el sector de administración. Eso hoy cambió rotundamente. Fue un proceso paulatino, no ocurrió de un día para el otro.

Allá por 2011, tres años antes de la toma, 19 empleados fueron despedidos. Sus compañeros y parejas decidieron dar la batalla y lograron la reincorporación de todos. Pero en el medio hubo muchas protestas y acampes frente a la puerta de la fábrica. Allí fue donde se conocieron las mujeres que pasaron de ser solo las esposas o novias de los empleados de Donnelley a integrear Madygraf. “Teníamos muchas cosas en común y se formaron vínculos. Desde ahí no paramos más y ya tenemos 13 años de organización”, expresó Gramajo. El resultado de ello fue la creación de la Comisión de Mujeres, fundada en 2011.

Una vez recuperada la empresa, esas mujeres que lucharon codo a codo a la par de sus parejas y compañeros no podían quedar relegadas. Por eso pasaron a formar parte de la gráfica y hoy en día son maquinistas, presidentas y tesoreras, a la par de los varones. “El cierre de la planta nos encontró organizadas y pudimos recibir nuevas mujeres. La organización es fundamental”, agregó Érica.

El proceso de aceptación fue largo, hubo muchos palos en la rueda y resistencia. La deconstrucción fue necesaria, algunos chistes y algunas maneras de actuar cotidianamente tuvieron que cambiar para mejorar el día a día entre compañeros y compañeras. “Eran batallas contra nosotros mismos porque no podíamos tener los mismos valores que nos dictaban los de arriba que nos querían dividir. Nosotros teníamos que ser mejores personas”, manifestó Ortega. 

El presente

Aunque en el cartel de la entrada sobre el km 36,7 de la Panamericana aún se puede leer “Donnelley”, así como también en las cajas dentro de la planta, el nombre Madygraf se lleva con mucho orgullo entre los obreros, ya que carga con mucho simbolismo para ellos y ellas. 

El nombre Madygraf nació en honor a la hija de uno de los empleados de la gráfica que se encontraba al momento de la toma. Madeleine era una niña que había sufrido un accidente que le complicó su salud y que la condenó a una expectativa de vida de 10 años, pero Mady finalmente vivió más de 20 años y es considerada aún como una luchadora. 

Ellos mismos también se consideran luchadores. Han tenido que reinventarse más de una vez y constantemente. No solo tuvieron que experimentar crisis económicas y una pandemia que los obligó a la confección de sanitizantes y barbijos, sino también la caída abrupta del consumo de revistas gráficas en formato papel. Por eso hoy apuestan a las bolsas de papel, una labor a favor del medio ambiente que ofrece opciones para reemplazar al plástico. 

Muchas de las grandes máquinas que integran la planta en Garín hoy están paradas, pero el sector que se encarga de aquellas bolsas, mayormente conformado por mujeres, está más vivo que nunca. 

Lamentablemente la impresión de cuadernillos y manuales de uso escolar es cada vez más baja, aunque sea una prioridad para los trabajadores. Especialmente desde la llegada de Javier Milei.

Los integrantes de Madygraf subrayan el rol clave que podría jugar el Estado en esta gráfica y reclaman la estatización de la planta para producir libros escolares, entre otros productos, a bajo costo. “Nosotros sabemos todo lo que imprime y puede imprimir el Estado. Ellos tranquilamente podrían estatizar la fábrica y hacer un montón de cosas para las escuelas y las universidades”, denunció Érica.

Pero la estatización no es el único de los deseos de los trabajadores.  Guillermo Kane y María Laura Cano, ambos diputados bonaerenses del Frente de Izquierda, están llevando a cabo el proyecto por la expropiación. Por el momento contó con dictamen positivo de la Comisión de Tierras, pero el trayecto es más largo y debe pasar por otras comisiones antes de ser aprobado en el recinto.

 

Una década después 

El relato de esta historia se puede oír de la voz de sus propios trabajadores y trabajadoras en el documental Huellas de un futuro, antesala de una celebración que parece recién haber comenzado.

Este mes también anunciaron la publicación del libro Trincheras de Libertad, donde Eduardo «Chavo» Ayala y Jimena Gale, ambos trabajadores de Madygraf, relatan la historia de organización de los obreros de Donnelley. Además, festejaron a lo grande con el Festival por la Expropiación Definitiva para Madygraf en el playón de la fábrica. Allí se presentaron, C4 Reggae Combativo, Las Manos de Filippi, Grupo Anaconda y Sonido de Cumbia.