La voz de Túnez en la Argentina

La voz de Túnez en la Argentina

La tunecina Mariem Labidi presenta su primer disco. Cómo pasaron sus canciones de expresar la protesta social a dar cuenta de su mundo interior. La Primavera Árabe y las similitudes de su país con Buenos Aires.

Mariem Labidi tiene 40 años, es cantante y hace 25 que se dedica a la música. En 2009 vino a vivir a la Argentina y es una de las 40 personas nacidas en Túnez que residen en el país. En algunas de sus interpretaciones, Mariem aborda temas como la libertad, la lucha contra la opresión y la búsqueda de la identidad, cuestiones muy conectadas con la historia reciente tunecina. Se considera como una artista poliglota y versátil musicalmente; canta en muchísimos idiomas distintos géneros musicales, como el jazz , melodías tradicional árabe y fusiones de distintos géneros. Mientras presenta su primer disco, que contiene canciones cuya letra y música son de su autoría, cuenta sobre su recorrido.

¿Por qué llegaste a la Argentina?

Llegué en 2009, te diría que fue un poco de azar porque no tenía pensado un destino fijo, podía ser Argentina como cualquier otro país del mundo. No conocía el idioma y la información que tenia de Argentina a nivel general era muy poca.

¿Sentiste un choque cultural al llegar?

Muy poco, logré adaptarme enseguida. Lo único que sabía de Argentina es que era un quilombo vivir ahí (risas), pero la realidad es que fui agradablemente sorprendida. La gente es muy acogedora y de alguna manera muy similar a la gente de Túnez. Más allá de que no nos encontramos cercanos en distancia son dos países con mucha influencia del Mediterráneo, compartimos el mismo gusto por la comida y la costumbre de agasajar a nuestros invitados. También veo que en los dos lugares son de salir mucho y compartir tardes sentados en la vereda tomando algo y charlando. El personaje del gaucho argentino tiene bastante de árabe, sobre todo en su estirpe de caballero. Tuve la suerte de no sentir un choque cultural. Además, me gustó encontrarme con mucha más libertad que en mi país.

¿Consumías productos culturales o noticias de Argentina antes de tu viaje?

Si, llegué a ver películas de Pino Solanas, también recuerdo ver la película Historias mínimas, escuchar temas de Mercedes Sosa o de Piazzola y leer algunos cuentos de Cortázar . Mucho de estos artistas estaban radicados en Francia y llegaban de rebote a las colonias francesas, como había sido Túnez. Una vez que me adapté al país, conocí artistas como Charly García , Spinetta y Gustavo Cerati . También me gusta el folclore, el tango , varios artistas de distintos géneros. Con lo que no llegué a adaptarme todavía es con los artistas nuevos que forman parte de toda la música urbana , me cuesta un poco , quizás sea por una cuestión generacional. Lo mismo pasa con la música que está de moda hoy en Túnez , todavía no llegó a interpelarme ya que el género número uno en la actualidad es el rap.

¿Cómo era el panorama en tu país cuando decidiste irte?

Estábamos viviendo bajo una dictadura que nos oprimía constantemente, nadie se podía expresar libremente porque enseguida eras castigado. Yo formaba parte de un colectivo de artistas que nos organizábamos para armar recitales, charlas, muestras de arte en universidades y ámbitos estudiantiles, era una de las maneras que teníamos para poder expresarnos libremente.

¿Cómo hacían para organizarse y no ser perseguidos? ¿Lo hacían de manera clandestina?

Todo esto se practicaba de manera libre pero con restricciones, no podías ser directo, utilizábamos muchos mensajes encriptados en nuestras obras para que no parezca que ofendíamos al régimen de Ben Ali. Aprendíamos a expresarnos con sutileza y doble sentido.

¿Volviste a Túnez desde que estás erradicada en Argentina?

Si, volví muchas veces. La primera vez me acuerdo que fue ocho años después de mi partida , encontré el ambiente muy cambiado .La gente está más libre y es algo que se siente en el aire , hay muchísimas más posibilidades de expresarse que antes. Imagínate que yo me fui en 2009 en una plena dictadura que duró más de 20 años, la revolución fue en 2011 , y para mi vuelta ya habían pasado 6 desde que derrocamos a la dictadura.

Hoy en día hay dos posturas sobre los procesos revolucionarios de la Primavera Árabe: por un lado se los toma como una oportunidad perdida y por el otro se los plantea como un gran avance para esas sociedades. ¿Cuál es tu postura en esta cuestión?

La Primavera Áabe se dio en muchos países, en algunos lugares, como en mi país, logramos que se llevaran a cabo elecciones y también se logró imponer una nueva Constitución que por ahora no funciona tan bien. Creo que estamos en camino a seguir mejorando, tuvimos la suerte de salir de la dictadura. Después tenés otro países como Siria o Libia que entraron en una guerra civil, por eso es difícil evaluar a las revoluciones bajo una misma mirada .Túnez es un país democrático con los problemas típicos de la democracia, no es fácil cambiar un régimen de un día para otro, el régimen no se encontraba solo en el gobierno, sino que lo podías encontrar en las instituciones y en las mentalidades de las personas. Tenemos casos de muchos exmandatarios que antes tenían poder y hoy salen disfrazados bajo el nombre de partidos nuevos para seguir con ese poder. Por el momento, Túnez no está teniendo el resultado que yo y muchas personas desearíamos que tenga pero creo que de todas maneras estamos muy bien encaminados, se valora muchísimo tener más libertades que en el pasado.

¿Me podés decir algo de lo cotidiano donde notaste esa libertad?

En muchísimas cosas. Por ejemplo, hoy las mujeres pueden usar el velo si es que lo desean. Mucha gente que no conocía de mi país pensaba que en una dictadura árabe era una obligación usar el velo , pero esta era una dictadura laica , entonces esa acción era condenada con castigos. Hoy la gente puede expresarse religiosamente con libertad. De todas maneras es una situación compleja, la gente que tomó el poder después de la dictadura son religiosos radicales y a veces actúan parecido a sus antecesores en el hecho de imponer ideas y creencias.

Mencionaste la situación con el velo y eso me da el pie para preguntarte como fue el papel de las mujeres en la revolución.

A diferencia de otros países de la región, se puede decir que en Túnez las mujeres siempre contaron con mayor libertad y participación dentro de nuestra sociedad. Por ejemplo, tenemos aborto legal y gratuito desde el año 1957, fuimos bastantes avanzados en varios sentidos, más allá del régimen que estaba vigente.

¿Cuáles eran los reclamos históricamente más comunes de las mujeres en la sociedad tunecina?

Una de nuestras luchas fue –y sigue siendo- lograr una herencia más equitativa. El hombre hereda el doble de lo que puede heredar una mujer. En mi caso somos tres hermanos, un varón y dos mujeres, el día que mi padre fallezca la ley marca que mitad de su patrimonio va a ser para mi hermano y la otra mitad debemos repartirla con mi hermana. Es una regla que proviene de la religión y más allá de eso también está alojado en la mentalidad y practica de la gente. Fue una ley que no fue forzada por la dictadura y el sentido común de las personas lo toma como algo normal.

¿Qué logros podes destacar de ese periodo para las mujeres?

Hoy en día podés fumar en la calle sin que nadie te insulte, antes corrías ese riesgo y hasta el de ser detenida. Además, está penalizado el piropo, los hombres que hagan esto pueden llegar a ir a la cárcel.

¿Este tipo de experiencias de lucha tuvo influencia en el trabajo que estás presentando ahora?

En este momento siento que no hace falta seguir expresándome de la misma manera que en el pasado. Hoy, Túnez es un país libre, el contexto cambió y por lo tanto el mensaje que transmito también cambió. Antes yo cantaba para los demás, lo hacía en modo de protesta y por una causa colectiva, hoy lo hago desde mi propia experiencia y por un mensaje que sale desde mi interior, por eso también me animé a componer. Antes utilizaba el arte como un arma de lucha, hoy solo lo veo como una expresión personal.

El hombre hereda el doble de lo que puede heredar una mujer. En mi caso somos tres hermanos, un varón y dos mujeres, el día que mi padre fallezca la ley marca que mitad de su patrimonio va a ser para mi hermano y la otra mitad debemos repartirla con mi hermana.

Mariem Labidi

¿Cual fue el motivo por el cual te animaste a lanzar tu primer disco después de 25 años?

Me sentía inspirada, toda la vida interpreté poemas y temas de otros compositores porque me gustaba mucho su contenido y los valores que expresaban, temáticas como la lucha contra la opresión estaban muy presentes, pero ahora sentía que yo también tengo algo para decir desde mis adentros y no tanto en nombre de otros. En el disco comienzo con el tema llamado “Diez”, que compuse a mis 15 años y lo voy a interpretar por segunda vez en mi vida durante la presentación del disco en vivo.

Túnez fue un país que antes de la dictadura fue colonia francesa, ¿podés distinguir alguna influencia de Occidente en tu formación como artista?

Totalmente, de pequeña escuchaba artistas como Jack Brel, que es un cantante belga, tuve mis momentos de rock pesado escuchando Metallica, algo de grunge como Nirvana y una gran cantidad de artistas occidentales, hasta me animaría a decir que escuché mas música occidental que oriental en mi juventud.

¿Esto por qué se dio así?

Es que la mayoría de los canales eran extranjeros, teníamos solo dos canales de TV tunecinos que pertenecían al eEstado y la verdad es que sus producciones no eran tan buenas como las extranjeras. Se me hacía aburrido ver ese contenido. Además, la música folclórica era bastante anticuada, no progresaba , tenia la sensación de que se habían quedado en los setenta.

¿Sentís que tu obra intenta despegarse un poco de lo anticuado de ese folclore?

Hoy me siento mucho más cómoda en el genero fusión por toda la apertura mental que transité durante estos años. Me encanta mezclar instrumentos árabes con otros que son parte del mundo, como por ejemplo el bandoneón. La realidad es que al estar lejos de mi país me siento mucho más cerca, consumo mucho de su cultura y noticias a la distancia .Hoy utilizo instrumentos árabes porque los necesito por una cuestión de afinidad con mi país. Además utilizo mucho el dialecto tunecino y el árabe clásico para cantar, es algo inevitable, no lo hago a propósito. Quizás si en este momento me encontraba en Túnez no lo planteaba de la misma manera, se me ancló más esa identidad y tengo mas claro quién soy. El salir de mi lugar y estar en contacto con otra realidad fue lo que incentivó un poco todo este proceso.

¿Qué artistas árabes son los que escuchás con frecuencia?

Hay una cantante egipcia que me fascina y se escuchaba en casa. Se llama Um Kalthu, es de los años cincuenta o sesenta. Sus canciones duran una hora y hay veces que el público va a sus recitales para que cante solo una canción. Este era un estilo muy típico de ella, además nunca sabías que canción de su repertorio tocaba ese día pero terminabas el recital aprendiéndola de memoria porque se repetía constantemente .Es como una ópera que repetía distintas partes de una misma canción varias veces. Te podría decir que a muchos artistas árabes pero ella es una de las cantantes que mas me marcaron.

La historia de un hito que nunca sucedió

La historia de un hito que nunca sucedió

El director Jorge Colás cuenta cómo filmó «Viedma, la Capital que no fue», un documental que aborda el frustrado proyecto de Raúl Alfonsín de trasladar la sede administrativa del país a la Patagonia.

El director de cine Jorge Leandro Colás estrenó este jueves Viedma, la Capital que no fue, en Cine Gaumont, espacios del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) del interior del país y Cinépolis Recoleta. El realizador habló sobre la producción del documental, que analiza el fallido proyecto de traslado de la capital hacia el norte de la Patagonia y anticipa: “Pensamos en la película como un organismo vivo que puede ir mutando hacia otras cosas como una serie o un podcast”.  

¿Cómo y por qué surgió la idea de este documental?

Yo soy de Viedma, vivo desde muy chico en Buenos Aires y la idea del traslado de la Capital Federal a Viedma siempre estaba dando vueltas en mi cabeza. Yo vengo haciendo documentales hace más de diez años, creo que es el formato más rico porque te permite trabajar con materiales reales, como la gente, los espacios, los archivos y los registros de cosas que son concretas, siento que ahí hay una fuerza que la ficción no tiene. Cada vez que digo en Buenos Aires que soy de Viedma la gente me responde: “Ah, de Viedma, de la Capital que no fue”. En un momento dije alguien va a hacer este documental y yo me voy a querer matar porque es una película que hasta me hubiera gustado verla a mí como espectador. No me demoré más y empecé a contactarme con los testimonios que muchos eran de un círculo bastante cercano y próximo, primero fueron charlas informales y después seguimos con todas las otras cuestiones que implican rodar un documental. Fueron alrededor de tres años todo el proceso de producción hasta al estreno de la película.

 ¿Cómo fue la elección de los testimonios y la recolección y edición del material de archivo?

El eje de la película siempre tuvo tres partes concretas con respecto a los entrevistados: la parte más política e histórica con gobernadores, diputados, intendentes de esas regiones involucradas en aquella época, otra parte arquitectónica con los arquitectos que organizaron el proyecto, que trabajaron desde Viedma y Buenos Aires y, por último, una tercera parte que tenía que ver más con lo social, con los vecinos que llegaron a Viedma en busca de un futuro mejor y también los vecinos que se veían afectados por el movimiento que iba a significar el traslado de la Capital. Así que, en base a esos tres ejes, fuimos buscando y encontrando a la gente más representativa de cada uno. Con respecto al archivo, trabajamos con una productora que es especialista en material de archivo audiovisual y dividimos la búsqueda en dos grandes grupos, uno que tenía que ver con las transmisiones oficiales que involucraban a Raúl Alfonsín, los spots publicitarios que promocionaban la nueva capital, que no estaban ni siquiera digitalizados, así que fue muy emocionante tener esos materiales inéditos en la película. Después, por otra parte, empezamos a rastrear los medios locales porque nos parecía interesante escuchar la historia desde los vecinos, los estudiantes y toda esa gente de la propia ciudad que estaba siendo involucrada en este proyecto de la nueva ciudad.

Hay mucha sorpresa de ver que en realidad fue un proyecto bastante concreto y que estuvimos mucho más cerca de lo que podemos pensar de modificar la Capital de Argentina y eso lo pone en escena la película.

Jorge Colás

 

  • ¿Qué significa para usted y para la gente de la Patagonia poder contar esta historia?
  • Me parece que está bueno que podamos contar en esta película todo ese proceso de tantos años y que salga un poco a la luz nuestra historia. Es muy importante porque mucha gente piensa que fue una idea de Alfonsín dicha en un discurso afiebrado y la verdad es que no fue solo eso. Al contrario, hubo un montón de gente trabajando para diseñar el proyecto desde el planeamiento general hasta la calefacción en cada una de las casas, estudios muy detallados de suelos, arboles, hasta un análisis de los hospitales de Viedma y Carmen de Patagones para saber si estaban en condiciones de brindarle atención de salud a toda esa gente que iba a llegar. Hay incluso una ley que fue sancionada y consensuada en la Cámara de Diputados y Senadores y que nunca fue derogada, muchas cuestiones que la gente se sorprende cuando empieza a ver la película. Hay mucha sorpresa de ver que en realidad fue un proyecto bastante concreto y que estuvimos mucho más cerca de lo que podemos pensar de modificar la Capital de Argentina y eso lo pone en escena la película.

 En el documental algunos testimonios hablan de esta idea como un fracaso. ¿Usted cómo califica este proyecto inconcluso?

En lo local, como viedmense siento que es verdad esa idea de la frustración, por algo que pudimos ser y no fuimos. Para toda la región este proceso de traslado de la Capital es como un hito, pero de algo que no pasó. Después en cuanto a algo más global, siento que la película y mi mirada tiene que ver con la nostalgia por esos primeros años de democracia en donde se pensaba un país que podía ser distinto, que podía ser mejor y dejar atrás los años tan terribles de la dictadura. Creo que ese intento de traslado fue tal vez en estos 40 años de democracia, el último gran proyecto drástico que podría haber cambiado el país, no hubo en este tiempo una propuesta tan marcada de cambiar el eje del país, federalizarlo y mirar hacia el sur pensando en potenciar la Patagonia.

 ¿Cuáles fueron las sensaciones en estos días de estrenos y cuáles son sus expectativas para los estrenos comerciales?

Fueron muy lindos los momentos de estrenos, primero en el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI), con gente principalmente de acá y ahí teníamos un poco de incertidumbre, porque era la sorpresa de una historia que quizás apenas sonaba en la cabeza de la gente. Finalmente, algo de razón teníamos porque muchos se encontraron con una historia desconocida así que fue un poco de sorpresa y fascinación de una historia que pudo cambiar el país y no lo hizo. Después, en Viedma, la carga emotiva fue impresionante, hicimos cinco funciones a sala llena y mucha gente con lágrimas en los ojos se acercó para decirnos que vio la película con un nudo en la garganta durante toda su duración. Ahora tengo mucha expectativa con lo que viene porque a pesar de que para los documentales es muy difícil el acceso a las pantallas y que la gente vaya a ver las películas al cine, siento que se está despertando un interés muy grande por este documental. Nosotros, junto a la productora, alentamos a que se acerquen porque trabajamos mucho la imagen y el sonido para que el ámbito natural sea el de la pantalla grande. Por eso, estamos muy expectantes al estreno y a que la película encuentre a su audiencia ideal en esos espacios para después más adelante poder abrir la puerta a otras ideas, como una serie o un podcast, que cuente más en profundidad todo lo que está un poco concentrado en la película y que quedaron afuera. Hay mucho más material del que suponíamos y eso nos hace pensar en la película como un organismo vivo que puede ir mutando hacia otras cosas y proyectamos en un futuro poder concretar estas ideas y que no sea “la serie que no fue”.

Vivir para contarla

Vivir para contarla

El 2 de mayo de 1982, Mariano Francioni cumplía el Servicio Militar a bordo del Crucero General Belgrano. Fue uno de los 770 argentinos que sobrevivió al ataque británico durante la Guerra de Malvinas y acá relata su historia.

Corría el año 1981 y la última dictadura cívico-militar aún se encontraba azotando Argentina. Mariano Francioni, al igual que muchos jóvenes de la época, había decidido llegar más tarde al trabajo para quedarse a escuchar el sorteo que definía su entrada al Servicio Militar Obligatorio, ,más conocido como la “colimba”.  Esperando un número bajo que pudiera evitar la conscripción, tuvo que conformarse con el 917 que lo enviaba directamente a la Armada. No le quedó otra que resignarse. Se trataba, al fin y al cabo, de una obligación que había que cumplir. 

El conscripto Clase 62 fue incorporado en la última tanda de su año. “A diferencia del Ejército y de la Fuerza Aérea, que incorporaban a todos juntos, la Armada incorporaba cinco tandas por año”, cuenta Mariano. Luego de tres meses de instrucción comenzaron a realizar los pases. Si bien su lugar iba a estar en la armería donde se encontraba, el destino quiso que los planes fuesen distintos. Tras luxarse el codo no pudo seguir allí y cuando obtuvo el alta fue designado para embarcarse en el crucero General Belgrano. 

El primero de diciembre inició allí un entrenamiento más intenso. Su función era el control de averías y actuaba de bombero, enfermero, mecánico. Esas tareas, si bien fueron importantes y necesarias, la posibilidad y obligación de transitar y conocer a fondo el barco fue la clave fundamental para lo que vendría después. “Tenía un suboficial que nos decía: ‘Usted está en tierra, lo meto dentro de una bolsa y lo subo a bordo. Yo abro un poquito la bolsa y saca la mano, solo por tocar el mamparo tiene que saber dónde está’. Yo tenía 18 años, no me interesaba nada de todo eso. Y sin embargo, eso fue lo que me salvó la vida. Gracias al entrenamiento que tuve, quizá no fue el mejor, pero gracias a eso estoy acá”, reflexiona Mariano. 

El verano pasaba y la vida a bordo tenía su rutina pero también su encanto. “Era lo más parecido a tener un trabajo: levantarse temprano, desayunar, ir a la formación. Nos asignaban tareas a realizar, ese era el momento en que todos nos tratábamos de fugar aunque en mi división no se podía. A las dos de la tarde quedábamos libres pero siempre te enganchaban para hacer algo, y luego teníamos guardias. Los días de franco me iba para casa y me decían ‘¿vos estás seguro de que estás haciendo la colimba?’ Había recuperado y hasta aumentado el peso que perdí en la instrucción”. Los conscriptos tenían la posibilidad de ir a la pileta de natación cerca de allí, al casino o a la cantina. Pero Mariano prefería en lo posible ahorrar dinero para volver cada quince días, el fin de semana que tenían libre, y visitar a su familia y amigos. “A pesar de todo eso, uno contaba los días que pasaban como semanas y las semanas que pasaban como años. Incluso antes de la Guerra de Malvinas pensaba: ‘Todavía me faltan ocho meses acá’ y me quería morir. Pero era así, era una obligación”.

10 de abril de 1982. Hacía días que el ambiente estaba tenso: había un ir y venir de camiones, la flota se preparaba, había llegado toda la infantería de Marina y se cargaban los buques de desembarco. “Era como estar dentro de una película de guerra, todos vestidos de combate”, recuerda Mariano. Aquel sábado llamaron a todos los presentes para que dejaran sus puestos de trabajo y se dirigieran al comedor. Ubicado en una esquina en un televisor a color, algo particular para la época, se encontraba Leopoldo Fortunato Galtieri dando un discurso para todos los presentes reunidos en la Plaza de Mayo. En contraposición a los gritos provenientes de la pantalla, los conscriptos escuchaban las palabras en absoluto silencio. “Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”. Finalizada la transmisión, los presentes se levantaron y regresaron a sus puestos de trabajo. “Éramos muchos y sin embargo nadie dijo nada. La sensación era de extrañeza y de una sorpresa muy importante”.

Esperando el regreso de la flota que había zarpado a la Operación Rosario, Mariano y sus compañeros se quedaron en el puerto Belgrano. A su retorno, llega la orden de ir hacia Ushuaia: “Teníamos la tarea de resguardar los canales fueguinos, el paso entre el Atlántico y el Pacífico”.  Se abastecieron con la cantidad necesaria de municiones, cargaron los otros barcos y la flota zarpó. En el tiempo transcurrido allí se realizaban prácticas llamadas zafarranchos. “También tuvimos situaciones de combate real en los que había que cubrir los puestos y lo hacíamos más rápido que en los zafarranchos. Todo eso, sumado a algunos incendios que hubo en el barco, fue un entrenamiento que nos ayudó a sobrevivir”, recuerda el veterano.

“Un día llegó un helicóptero y dejó órdenes: ir a Malvinas. Íbamos a la guerra”. El plan consistía en hacer un trabajo de pinza a la flota inglesa aprovechando el momento en que realizaban su desembarco y que se encontraban más vulnerables. Con barcos más antiguos a los del enemigo buscaban acercarse a la costa y burlar los radares que tendían a confundirse en esa zona. El plan fue suspendido a medio camino, “ya sabíamos que había submarinos por el área y que iban a intentar atacarnos. La pinza se tuvo que abrir y volvimos a los tres lugares designados al este de Islas de los Estados, lugar en el que teníamos que permanecer navegando en zigzag”.

2 de mayo de 1982. Este día no empezó como cualquier otro. El rumor de que iban a ser atacados recorría el General Belgrano. A diferencia de lo que finalmente sucedió, se esperaba un ataque aéreo. “A las seis de la mañana tocó combate real, teníamos que cubrir los puestos de combate y estuvimos así hasta el mediodía. Luego de eso, se levantó la alarma, almorzamos y continuamos con la vida normal en crucero de guerra”. Mariano tomó su guardia que finalizaba a las cuatro de la tarde. Faltando unos minutos para el horario de cambio y encontrándose en el comedor de tropa, decidió quedarse allí para tomar unos mates antes de ir a descansar. 

A las cuatro y un minuto, la historia del General Belgrano y de toda su tripulación cambiaba para siempre. “Me elevé en el aire y sentí como si una persona me agarrara del pecho y de la espalda y me apretara con todas sus fuerzas hacia adentro. Los oídos me quedaron zumbando del estruendo, del ruido del hierro rompiéndose. La luz se cortó”. Mariano se encontraba en el centro del barco, en un local cerrado por lo que el fuego que pasó por todos los pasillos no pudo encontrarlo. “Si hubiera decidido irme a descansar, me hubiera agarrado el fuego. Mi compañero de cucheta vio el fuego venir, se tapó con las frazadas y se descubrió los pies. Las medias de nylon se le fundieron en la piel”.

Mariano aún estaba recuperándose, solo había llegado a tomar un matafuegos cuando el segundo impacto volvió a sacudir la nave. Sobre su cabeza, colgados en el techo del comedor, unos corta caños resistieron ambos torpedos y se mantuvieron en su lugar, “si se caían me partían la cabeza”. Abandonó el comedor y vio al suboficial que se encontraba tomando mate unos minutos atrás. Viéndolo un poco aturdido, lo apuntó con una linterna y le gritó: “¿Qué hace acá? Váyase”. Enseguida se escucharon gritos provenientes de atrás del hombre, de la zona de las máquinas de proa, lugar en el que había pegado el primer torpedo. “Era un tripulante, y lo llamo así porque no tengo idea si era conscripto, cabo primero o segundo. Estaba bañado en petróleo y venía gritando”.

En el camino lo agarró y comenzaron a salir, o mejor dicho, a intentar salir en la oscuridad total. El suboficial con su linterna quedó atrás revisando el lugar. Mariano lo llevaba pero el camino se hacía imposible: “Nos resbalábamos por el petróleo. No se veía nada, no sabíamos a dónde ir. Sabía que estábamos cerca de una escalera y podíamos caer ahí dentro. El aire se consumió”. Fue entonces cuando el entrenamiento y los saberes adquiridos durante esos interminables meses les salvaron a ambos la vida. “Levanté la mano y fui tanteando el mapa, como me habían enseñado. Supe dónde estábamos y fuimos a la escalera de subida”.  Cuando estaban llegando, ya sin aire, el tripulante le dijo:

-Dejame acá, no doy más.

-No, de acá salimos los dos -contestó Mariano. 

Milagrosamente, la puerta se abrió y apareció una mano. Mariano agarró a su compañero y lo empujó hacia afuera. En el proceso sacó la cabeza y volvió a respirar. “Nunca supe si se salvó o no, ni siquiera quién era”. Salió a cubierta y se tiró a un costado, aún no sabía que había sucedido pero creía que los habían atacado por aire. Al no ver movimiento de cañones, ni del personal cargándolos y ante el grito de “¡vayan a las balsas!”, se levantó y fue hasta la popa. Recibida la orden de desembarco, Mariano junto a los 26 que compartieron con él la balsa, abandonaron el General Belgrano que se hundía lentamente. 

La situación era caótica. El barco continuaba inclinándose, muchas balsas se rompían. Las que estaban en el agua quedaban pegadas a la nave empujadas por la corriente de un lado y el viento del otro. Aquellas que iban llegando a la popa, si podían pasar, eran empujadas por el viento y las alejaba del lugar. Mariano y sus compañeros pudieron rescatar a tres personas más, un oficial y dos cabos que se hicieron cargo de la balsa. En el medio de toda esa escena, vio en cubierta a uno de sus amigos: “Éramos tres compinches que siempre estábamos juntos. Lo vi a uno de ellos: Osvaldo ‘negro’ Galvarne y dije ‘bueno, zafó’”. Lamentablemente, unos días más tarde y por medio de su otro amigo en común, se enteraría de su fallecimiento cuando el ancla del barco caía y arrastraba consigo la balsa en la que se encontraba. 

El barco fue recostándose hasta que se hundió por completo. Unidos por la situación vivida y por el cariño a la patria, los tripulantes de la balsa comenzaron a cantar el Himno Nacional. Al finalizar, nuevos ruidos de explosiones los sorprendieron. Las calderas del Belgrano se hacían escuchar desde los 4200 metros del fondo del mar y los puntales, maderas largas de seis metros que se encontraban debajo del techo del barco, salían disparados del agua. Entre los presentes había dos o tres heridos por quemaduras que fueron atendidos rápidamente. Uno tenía una radio y logró sintonizar Radio Colonia donde decían que el barco había sido atacado y averiado. “Si piensan que está averiado no nos van a venir a rescatar”. El miedo y la incertidumbre iban en aumento.

La noche los sorprendió con una fuerte tormenta, con olas de hasta diez metros de altura. Por más que intentaran mantener las puertas de la balsa cerradas, el agua helada ingresaba a borbotones. “Nos turnábamos para tenerla cerrada con las manos. Cuando terminó mi turno tuve que pedir que me sacaran de ahí, que me abrieran las manos a la fuerza porque no podía salir”. Sentados con las espaldas alrededor del habitáculo se encontraban mitad de los presentes de un lado y mitad del otro con las piernas cruzadas, unas encima de las otras. “El que quedaba con las piernas abajo hacía fuerza y las pasaba hacia arriba y así continuamente. Con el frío teníamos que orinarnos encima”. 

Cuando Mariano sucumbió al cansancio y cuando despertó la noche estaba quedando atrás, la tormenta había calmado. Organizaron los víveres que tenían para repartirlos entre los presentes. El agua fue reservada en su mayoría para los heridos y el resto tomó solo un trago. “Había caramelos de gelatina. Nosotros habremos comido un cuarto de caramelo y luego les dimos uno a cada herido. Por suerte estábamos bien alimentados”. Las horas pasaron y todos permanecían allí sentados sin hacer nada. Cerca de la una de la tarde algunas miradas comenzaron a cruzarse pero nadie se animaba a decir nada. Intentando agudizar el oído, miraban a los costados y buscaban la aprobación de los demás hasta que alguien se animó a romper el silencio.

“¿Ustedes escuchan? ¿Están escuchando?! ¡Un avión!”

El motor de un avión se acercaba, los estaban buscando. Pasó varias veces pero no había suerte, hasta que por fin, los del cielo y los del mar, se encontraron. El avión se movió ligeramente de un lado a otro, los estaban saludando. “¡Nos vio!” El ánimo cambió completamente y para levantar aún más a los presentes, el oficial les contó la historia de una gitana quién al leerle la mano le advirtió que luego de pasar la etapa más feliz de su vida tendría la prueba más dura. Pero que saldría adelante, que la pasaría. “Así que yo tengo confianza”, les dijo mientras les mostraba las fotos de su señora e hijos. 

Tras 29 horas y cerca de las cinco de la tarde se encontraron a lo lejos con las luces de un buque que se acercaba. No comprendían el por qué de la tardanza pero luego supieron que no muy lejos de dónde ellos se encontraban había un conjunto de balsas diseminadas por la zona. El momento de abordar el Aviso Gurruchaga llegó. “Nunca pasé tanto frío en mi vida como en esos minutos”, recuerda Mariano. Tiritando y con el agua congelada que salpicaba cada vez que la balsa y el buque chocaban, hizo lo posible para tomar la escalera de soga que le habían tirado. “Por suerte no me caí, yo no sé nadar. Igual no me hubiese servido de nada porque me hubiera muerto congelado”. 

El Gurruchaga era un barco pequeño, de poca tripulación pero todos allí brindaron hasta lo que no tenían para ayudar a los sobrevivientes. “Nos duchamos y nos dieron toda su ropa. Vaciaron hasta el último cajón para que nos pudiéramos cambiar la ropa orinada y vomitada. Después nos dieron sus jarritos y pasó un colimba con chocolate que nos advirtió que ‘no estaba caliente sino hirviendo’”. A medida que iban llegando los rescatados, los ponían en la cama, les hacían masajes para que entren en calor y cuando estaban mejor, iban con el siguiente. Sobrevivieron 770 personas pero aquel 2 de mayo murieron la mitad de los argentinos fallecidos en Malvinas.

El frío de Ushuaia fue mitigado por la calidez con la que los recibieron los fueguinos quienes los esperaron con cajas repletas de galletitas, chocolates, paquetes de cigarrillos. “Allí estuvimos en un hangar del aeropuerto donde nos dieron overoles, medias, zapatillas, camisetas, calzoncillos”. Esperando ver a sus dos amigos, Mariano embarcó en uno de los últimos aviones. Al llegar a la Base Naval un gritó le devolvió la alegría que había perdido: “¡Te dije, que la mierda flota!”. Su amigo, Hugo “la Bruja” Adeso, asomaba la cabeza desde una de las camas altas. Al feliz reencuentro le siguió la tristeza por la noticia del fallecimiento del “Negro”. 

Tras una serie de confusiones con su nombre y apellido, y el de un cabo segundo llamado Máximo Frangioni, la familia de Mariano no estaba segura de qué había sucedido con él. Su madre decidió ir hacia allí y aclarar la situación. “Nos cruzamos en el camino sin saberlo. Cuando ella llegó le dijeron que yo iba hacia Buenos Aires”. En un micro con todas las ventanillas y cortinas cerradas por la supuesta “subversión” los llevaron hasta Constitución. En el camino, se animaron a mirar hacia afuera y vieron a las personas que los observaban y saludaban. 

“¡¿A dónde los llevan?!”, querían saber algunos.

“¡Venimos del Crucero General Belgrano!”, les contaban a los peatones, que se agarraban la cabeza, sorprendidos.

Al llegar a Constitución, Mariano tomó el 12 que lo llevaba a Barracas, por fin iría a casa. La autopista aún en construcción y que siempre le había irritado al pensar en las casas destruidas, ahora se veía maravillosa. Las cinco cuadras que tuvo que caminar desde la parada hasta su destino le tomó una hora recorrerlas. Los vecinos salían y lo saludaban. “Me invitaban a comer y yo les decía que ni siquiera había arribado a casa todavía. Al llegar a la esquina vi a lo lejos a mi hermano que hacía señas: ‘¡Ahí viene, ahí viene!’, gritaba. Ahí salió mi viejo y lo vi en la puerta de casa”. A Mariano se le quiebra la voz.

Solo tuvieron diez días de licencia y nuevamente debieron volver, sin saber cuál sería su destino. “A mí me mandaron al Hospital Naval Central que todavía estaba sin inaugurar. Tuve que hacer guardia militar, nunca tuve la suerte de trabajar seis horas e irme a casa, como sí le tocó a algunos. Yo entraba a las ocho de la mañana y salía a la misma hora del día siguiente”. Tras un año en la colimba, Mariano obtuvo la baja.

Los meses e incluso los años que siguieron estuvieron marcados por el apoyo, la compañía y el cariño de su familia y amigos que lo ayudaron a seguir adelante. “Cada caso es distinto, hay algunos que no quieren saber nada con lo que pasó. Nadie está preparado para eso, ni en ese momento ni ahora. La gente nos recibió y nos acogió bien pero también es cierto que muchos no te daban trabajo por considerarte un ‘loquito de la guerra’. No fue mi caso pero sucedía”. Mariano se dedicó a ayudar a su hermano en su tapicería, luego acompañó a un socio en una relojería. Más tarde comenzó a trabajar con su padre en la tornería. “Ellos me ayudaban a mí. No era experto en esas cosas pero aprendía y me las rebuscaba. Todo lo que tení que hacer, preguntaba cómo se hacía y lo aprendía por necesidad, porque no nos quedaba otra”.  En el año 2005 surgió la posibilidad de formar parte del personal auxiliar de una escuela en Provincia, “era como un portero. Al principio el sueldo era bajo pero luego se consiguió un plus y con eso compensaba. Luego el plus aumentó y ahí ya era un buen sueldo. Me quedé ahí hasta que me jubilé”.

Mariano recuerda aquellos años como una lucha constante, cortando calles y peleando por hacerse notar en los medios de comunicación. “Nos escondieron cuando llegamos y recibíamos órdenes solapadas de consejos para que no nos juntemos con los centros de veteranos. Pero gracias a esos centros se consiguieron distintos puestos de trabajo y leyes”. Durante el gobierno de Néstor Kirchner se hizo la “Carpa Verde” que se instaló en la Plaza de Mayo y que nucleó a todos los veteranos del país. “Hubo palazos y muchos terminaron en cana, pero ahí las cosas empezaron a cambiar”, recuerda. “Fuimos consiguiendo más cosas que nos correspondían pero siempre con mucho sacrificio”.

La lucha por el reconocimiento histórico continúa pero, en particular, el excombatiente señala la “desmalvinización” constante e implacable que observa y percibe por parte de políticos como también de los medios. “Tenemos que seguir peleando, siempre desde la vía pacífica y política pero con fuerza. Si no levantamos la cabeza, no vamos a lograr nada”. También da cuenta de la existencia de “malvineros” que tal vez no fueron al conflicto pero que a ojos de sus hijos son veteranos por ser patriotas y transmitir ese amor por su tierra. 

Para Mariano el mayor reconocimiento viene del pueblo, de los amigos y de la familia. “Cuando voy por la calle y llevo algo que me identifica como excombatiente, siempre se me acerca alguien y me saluda, me da la mano. En los festejos del Mundial fui a comprar una gaseosa y me la dejaron más barato porque era para mí”, recuerda divertido. Un día sus hijos lo esperaban en casa con una sorpresa que habían estado escondiendo por unos días. Grabado para siempre en su piel, le mostraron las Islas Malvinas. Con los ojos llenos de lágrimas, Mariano comenta “para mí es un orgullo bárbaro”.

Llamativamente, en relación a la experiencia vivida, Mariano disfruta de ir a navegar. “Incluso antes de hacer la colimba tenía la fantasía de navegar a vela. Cuando estaba en el General Belgrano, generalmente estaba adentro, encerrado trabajando. Recuerdo un día que decidí ir a tomar aire y me quedé mirando desde el medio de la cubierta. No lo podía creer, había visto fotos, películas pero estar ahí, ver esas olas, ese mar azul”. Se encontró allí con un suboficial quien con aire sereno, poco habitual en él, le dijo: “El día que no pueda volver a navegar, me voy de la Armada”.  Programando unas vacaciones con amigos para ir a navegar a Brasil, decidió tomar clases. Allí se reencontró con ese amor por el mar. Desde entonces navega cada sábado y cuando encuentra un tiempo libre: “No importa qué esté haciendo, yo cuelgo cualquier cosa y me voy a navegar”.

«Tener salud es ser libre»

«Tener salud es ser libre»

El actor y director Juan Vautista relata su experiencia personal con la institución médica en el documental La salud bajo control.

Mostrar la cara no visible de la medicina es el propósito de La salud bajo control, una investigación devenida en largometraje de acceso gratuito que abre una variedad de interrogantes sobre el funcionamiento y las prácticas del sistema de salud y sobre el impacto que tienen en las personas los intereses de la industria farmacéutica y la información de los medios de comunicación. Realizada entre 2016 y 2022 con financiamiento colectivo, atravesada en el medio por la pandemia, la película incluye entrevistas a profesionales de distintas partes del mundo.

“Sentí y acepté que estaba al servicio de todo esto, que yo era un instrumento más para que esta película se hiciera. De ahí comencé a tener más fe en mi intuición para llegar a los entrevistados. Tardé en darme cuenta que la vida me había puesto en ese lugar. Como actor, tenía que aplicar todo esto y tener un criterio artístico para hacerlo”, cuenta su director, Juan Vautista, en diálogo con ANCCOM.

Actor, director de cine y teatro, creador de sketches, musicales, performances y monólogos, Vautista también fue guionista y codirector del documental La educación prohibida (2012) y actualmente está presentando su obra Varonas en el Teatro La Mueca del porteño barrio de Palermo.

“Me frustra que la máquina sea tan grande y poderosa como para poder desarmarla. El sistema está compuesto por las corporaciones, el poder político y otros actores que están allí arriba –afirma–. Entre sus herramientas más importantes está la economía, que copa cada estrato de la sociedad, luego el sistema educativo, clave para formatear mentes desde la infancia, y el sistema sanitario, que te pone de frente a la muerte, por lo que la gente, guiada por el miedo, va a hacer todo lo que le digan. Con el sistema sanitario nos mueven como un rebaño”.

¿Cómo surge el título La salud bajo control?

Cuando comencé a realizar el documental pensé que se llamaría “La salud prohibida”, de modo similar a mi anterior película. Dejé que las investigaciones y las mismas entrevistas hechas para la producción lo fueran definiendo de manera autónoma. Un día estaba en una plaza, acostado en un banco, cuando el nombre me llegó de golpe. Me dije: “Tiene que ser ‘La salud…’, algo que se adapte a dos normas a la vez”. O aprendemos a controlar nuestra propia salud o la controlarán ellos, y la realidad es que no le importamos a la industria farmacéutica, a la alimenticia y ni siquiera al Estado. No hay que olvidarse que son los gobiernos quienes juegan un papel importante al financiar campañas de difusión para apadrinar lo que la institución médica hace.

¿Los pacientes se encuentran automatizados y adoctrinados frente a las indicaciones médicas?

Nos tenemos que cuestionar todo. En el documental expongo carátulas con distintas preguntas porque me parece que debemos salir de ese lugar de comodidad. Tomar el control de mi salud significa también abrir los ojos y ver la realidad. Es probable que necesitemos la cooperación de los médicos, pero no desde un lugar de ignorancia, de comodidad o de pasividad. Se trata de tomar las riendas de nuestra propia salud, ya que si no lo hacemos tampoco podemos pretender que lo haga el otro. Los médicos pueden llegar a tener buenas intenciones pero aun así se hallan en una burbuja de ignorancia y están arrastrados por la ley. Básicamente se encuentran atados. 

¿Esperás que el documental sea visto por estudiantes de Medicina?

Mi anhelo es que lo vean. Muchos me han contado que la primera etapa de la carrera es interesante, hasta que aparece la farmacología. En ese momento es donde empieza a decaer la magia del estudio al haber una sola forma de curar debido a que los programas universitarios de Medicina fueron construidos por la misma industria farmacéutica. Esto provoca que los estudiantes salgan formateados. Actualmente, el esquema está cambiando porque comienza a ser cuestionado y se busca información por otros medios. El estudiante debería atravesar toda la estructura que compone la carrera con los ojos abiertos, tomando ciertas sugerencias y dejando de lado la ignorancia. Esto evitaría que sea parte del rebaño, como nos pasa al resto.

¿Qué impacto tuvo la pandemia en la realización de la película?

No estaba en mis planes hablar sobre la pandemia, pero ésta nos atravesó. La situación puso de manifiesto el rápido funcionamiento de absolutamente todo y el desconocimiento de todos, me incluyo, sobre nuestra propia biología, mente, cuerpo y emociones. Estamos adiestrados a querer todo muy rápido, en todo momento, a partir de tener una gran cantidad de cosas sintetizadas en un teléfono, lo cual nos genera más ansiedad. Además, el nivel de ignorancia fue tan alto que pudieron hacer lo que quisieron, controlándonos a raíz del miedo. Nos van llevando a eso, no tenemos la culpa nosotros. Va a ser en la segunda parte de La salud bajo control donde toque en profundidad lo ocurrido en la pandemia. Lo que fui descubriendo en la construcción de ambos documentales es que estamos viviendo en una época de extrema ansiedad social. Cada vez nos cuesta más ser nosotros mismos y tener valentía para expresar lo que queremos.

¿Qué respuestas recibiste del público?

Hay mucha gente que no está de acuerdo con la película, les genera rechazo. A mí me parece que pasará un tiempo hasta que el tema sea aceptado. Recientemente, una médica que la vio me dijo que lo que rescataba de la película es que no le chocaba, sino que le abría una puerta de interrogantes.

¿Fueron difíciles las entrevistas?

Lo que salva a La salud bajo control son las personas que compartieron sus testimonios, que son parte del universo de la salud. Previamente, varios de ellos se habían negado a aparecer en otras películas, ya que tenían temor de la edición que luego se les aplicaría a sus palabras en el montaje, pero lo que hizo que se entregaran con total relajación a participar y confiaran en mí fue mi anterior película, La educación prohibida. Muchos me han dicho que no pueden creer cómo llegué a juntar a todas esas figuras en un mismo largometraje. He recibido elogios al lograr que el documental fuese entretenido y sintetizara todos estos temas.

¿De qué forma se complementa el arte con el tema de la película?

Las animaciones, el color y la música están muy pensadas en el documental. Traté de que el músico participara activamente en la visualización. Le mostré la película en pantalla grande para que armara la base y la estructura musical. La música juega un papel clave para que el espectador se adentre en las imágenes y no se aburra. Siento que la musicalización promueve un pulso que acompaña los fuertes temas tratados. Eso ayuda a quien lo ve, especialmente cuando la trama de la película es oscura. Decidí también que las animaciones tenían que estar todas en un mismo lenguaje. Con la ayuda del animador, intentaba que las mismas sean absurdas y suavizaran la densidad del argumento.

¿En qué tópicos hará énfasis la segunda parte de La salud bajo control?

La primera refiere principalmente a que el control de nuestra salud lo tienen los otros, la institución médica. En cambio, en la segunda parte hay una reformulación en la que el eje pasaría al control que nosotros mismos ejercemos. Quiero abordar el tema de la pandemia sin tener que preocuparme por la censura. La parte uno del documental es oscura, a pesar de que las animaciones y la música ayudan a suavizarlo. En su continuación, a pesar de que va a comenzar tratando el tema del covid, se plantea lo ignorantes que fuimos para que se nos vendiera este asunto con tanta facilidad sin llegar a cuestionar nada. Luego el film se adentrará a pensar sobre el cuerpo humano, a interrogarse qué es la enfermedad y todo esto acompañado de otros testimonios vinculados con el hecho concreto del acto de sanar. Se estrenará a finales del primer semestre del próximo 2024. Mi intención es que pase un tiempo después del periodo de pandemia para que el público mire con otros ojos la situación ya que todavía es un asunto que sigue latente.

Tras esta primera parte del documental, ¿podés contestar qué es tener salud?

Me siento privilegiado por todas las personas que conocí y entrevisté para la realización del film y fue de esta forma que construí mi idea. Creo que ser y descubrirse a uno mismo a nivel emocional, biológico y psicológico logra motorizarte al objetivo de tener salud. Se debe salir de ese lugar de comodidad y descubrirse a uno mismo. Como dice una de nuestras entrevistada en la película: “Tener salud es ser libre”.

Lápices que resisten la voracidad inmobiliaria

Lápices que resisten la voracidad inmobiliaria

La arquitecta Natalia Kerbabián dibuja casonas y edificios en demolición para concientizar sobre el riesgo de la pérdida del patrimonio arquitectónico de la ciudad de Buenos Aires.

 

Viejos chalets de pisos de madera, zaguán y tejas, luego de ser demolidos, sobreviven en la pluma de la arquitecta y diseñadora Natalia Kerbabián, creadora de la cuenta de Instagram Ilustro para no olvidar. Desde 2022 empezó sus ganas de contar (o de gritar) en acuarelas y lápices aquella Buenos Aires que está desapareciendo producto de la modificación del Código Urbano sancionado en 2018 y que dió luz verde a la construcción indiscriminada de torres en la ciudad.

 

¿Cómo nació la idea?

Las casonas de Olazabal y Vidal fueron el puntapié inicial. Fue la gota que rebalsó el vaso, y que condensó todo para impulsar lo que venía ideando, porque fueron varias instancias en las que vi tapiar arquitecturas irremplazables. Pero cuando estaba por demolerse esa esquina decidí ese mismo día empezar a ilustrar todas las demoliciones de patrimonio y las que estuvieron en riesgo también.

 

¿Qué reacciones te generó?

En realidad lo que me pasó es todo lo que tiene que ver con las emociones, porque razonable no era nada. Me impactaba esta sensación de lo absurdo, de lo incomprensible de demoler algo que estaba en buen estado y que definía la fisonomía de nuestra ciudad, la identidad, la cultura. Primero fue una confusión enorme entre bronca, angustia, enojo e incomprensión, y después empezar a averiguar y ver que había un montón de movimientos: blanqueo de dinero, cambio en el Código de Planeamiento y Edificación, y a continuación la firma de las autoridades del Consejo de Asuntos Patrimoniales (CAPS) desestimando arquitecturas que habían sido protegidas hasta el momento.

 

¿Hay personas que colaboran con el proyecto?

La colaboración es en red ciudadana con datos específicos de arquitecturas que fueron o van a ser demolidas. Por toda la ciudad, la gente me envía datos e incluso a veces empiezo a recibir del conurbano, de Rosario, de La Plata y de otros lugares, pero ya no puedo abordar lo que ocurre fuera de Capital. Lo que hago es invitar a colegas, a dibujantes y a quienes quieran sumarse para hacer una extensión del proyecto porque a mí me desborda. También lo que ya tengo para ilustrar me va a llevar dos años. Por otro lado tengo un apoyo incondicional que son las asociaciones vecinales y Basta de demoler, pero lo que es la ilustración lo estoy abordando yo. Invité a algunos ilustradores que seguramente van a aportar con alguna propiedad que hayamos perdido.

 

También veo publicaciones de otras ciudades, como Mar del Plata, donde hay casonas y chalets en riesgo de demolición. Al final el problema no es solo el patrimonio de la ciudad.

Mar del Plata sufrió una baja grande en los años setenta. Hace mucho tiempo perdió todo lo que era la galería costera, que era muy de estilo francés, una joya, y se construyó La Rambla, pero en esa época hubo una pérdida muy grande por la masificación de edificios. Ahora está sufriendo otra barrida y es uno de los lugares afectados. También estoy avisando pero cuesta que se sume gente de otros lugares, no es tan fácil.

 

¿Cómo ves la evolución o degradación del patrimonio histórico en la ciudad?

Gravísimo. De alto grado. Hay una voracidad en lo que es demoliciones en tiempo y forma nunca antes visto. Las demoliciones se producen de manera muy llamativa y de forma veloz, y ya prontamente se ingresa una construcción. Ha habido demoliciones siempre. Algunas de ellas se trataban de estructuras en muy mal estado pero no es lo que está sucediendo hoy que se talan árboles y se demuelen edificios vivos.

 

¿Cómo observan esta situación en el grupo de arquitectos? ¿Hay indiferencia?

Hay silencio. A ver, algunos colegas se manifiestan pero desde las instituciones hay silencio o, por lo menos, a mi no me llegó ningún tipo de comentario, entonces el silencio es abrumador.

¿Creés que hay una forma de frenar esta fiebre por los desarrollos inmobiliarios?

Hay una forma pero va a llevar tiempo. Tiene que ver con que la ciudadanía se vuelva activa y que empiece a conocer las herramientas de denuncia y de ejercicio de sus derechos para empezar a implementarlas. También las reuniones de ciudadanía en cada comuna, en las organizaciones vecinales con el comunero, para que se puedan presentar en la Legislatura proyectos de ley como los que se están haciendo. Cada vez más son más. Entonces, una ciudadanía activa y consciente que retoma o que reconecta con la estima de su ciudad es para mí el movimiento que viene, el futuro. Si vos sos consciente de quién sos y lo que te corresponde y te identifica, probablemente no estés esperando al gobierno de turno para que te represente o aceptes que haga y deshaga como se les ocurra. En la página de «Basta de demoler» hay una solapa que indica cómo denunciar o qué se puede hacer. Yo las compartí en la página de Ilustro y con la autora de la cuenta de Instagram «Buenos Aires Perdida« . Nosotras hicimos una transmisión en vivo por esa plataforma y ahí explicamos un poco.

 

¿Hay diputados o legisladores que estén enterados de la movida?

Si hay legisladores y diputados que se comunicaron conmigo. Son legisladores del Frente de Todos y tienen intención de declararlo proyecto de interés cultural. Estamos ahí comenzando a intercambiar. También están enterados de lo que está sucediendo hace rato por los grupos vecinales organizados como los de Colegiales por el Parque Ferroviario. Hubo muchos proyectos de ley para darles freno al avasallamiento inmobiliario.

 

Hay muchos de estos edificios que datan de antes de 1941, fecha establecida por la normativa para impedir demoliciones sin la aprobación del Consejo de Asuntos Patrimoniales. Sin embargo, se autoriza de todas formas su destrucción. ¿Con qué criterios evalúa ese Consejo?

Los criterios no están claros. Porque una misma arquitectura que puede tener una gemela o una muy parecida se puede desestimar y la otra está protegida. Hay un hermetismo en las instituciones que determina cuáles son los criterios de protección, eso confunde mucho también. Es todo incierto, nunca sabes qué le van a dar, pero últimamente están desestimando muchísimo más que antes, no es que siempre fue así.

 

¿Quién lo integra?

En la página del Gobierno de la Ciudad, en la sección Consejo de Asuntos Patrimoniales ves toda la tablita con la gente que está adentro y todas las instituciones. No incorpora antropólogos, ni filósofos, ni tampoco historiadores.

 

¿Estos tres que mencionaste son necesarios?

Sería interesante que un antropólogo, antropóloga o una filósofa, un historiador  puedan tener voz y voto en cuestiones de patrimonio intangible.

Por la calidad y cantidad de dibujos daría la sensación de que se viene un libro.

Se vienen dos libros. Uno es compartido con una persona que lo respeto un montón y que pronto lo diré, y el otro es propiamente de “Ilustro…” con memorias ciudadanas y relatos específicos de las historias de las casas o los barrios que sufren demoliciones.

 

¿Cuál es tu objetivo a largo plazo con estas obras?

No sé si con mis obras, porque pueden ser como diferentes formas de tomar conciencia en diferentes áreas de documentación, de archivo, de memoria registrada; pero el propósito en realidad es reconectar con la memoria emotiva de la ciudadanía, que empiece a entender que sí hay mucho valor en nuestra ciudad, que sí somos una ciudad diferente y única, que sí somos una ciudad peculiar, de una reunión cultural mixta muy interesante y única, que sí es original y no una copia y que pensemos a hacer dueños y responsables y gozar de los derechos de esta ciudad y apelar a la buena calidad de vida. El propósito es despertar conciencia ciudadana respecto de nuestro patrimonio.

Una guerra indefinida por el poder en Perú

Una guerra indefinida por el poder en Perú

La derecha parlamentaria sostiene a la presidenta Dina Boluarte, cuya promesa de llamar a elecciones antes de fin de año se diluye mientras mantiene una agenda afín a las grandes empresas y alejada de los intereses populares.

Colín Fernández, abogado y militante del Partido Regionalista de Integración Nacional (PRIN).

Colín Fernández, abogado y militante del Partido REgionalista de Integración Nacional (PRIN) del Perú.

En medio de la convulsión social que se vive en Perú, con más de 60 personas asesinadas por la represión desatada por el régimen de Dina Boluarte -aunque la cifra es imprecisa porque se considera que algunas no fueron contabilizadas-, ANCCOM dialogó con Colín Fernández, abogado y militante del flamante Partido Regionalista de Integración Nacional (PRIN), un espacio que se define como “de centro”. Desde Lima, donde dirige un estudio jurídico y está por concluir un doctorado en Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Fernández afirma que “no se percibe un quiebre constitucional” y, cuando se le requiere su opinión sobre las denuncias por violaciones a los derechos humanos cometidas tras la caída de Pedro Castillo, manifiesta que se trata de “críticas aisladas”. “Se habla de lo autoritario –agrega–. Son las voces de los opositores que antes apoyaban a Castillo y quieren ver al gobierno de Boluarte como dictatorial”. Para Fernández, los acontecimientos de los últimos meses se tratarían de un eslabón más en una problemática institucional de larga data.

¿En qué momento comenzó la crisis política en Perú?

Nuestro país ha vivido una historia muy convulsionada desde su fundación. Lo ha caracterizado la desunión. Y la situación actual empezó en el momento en que el Gobierno no ha tenido articuladores efectivos en el Congreso de la República y se produjo, por consecuencia, esta “contención” que se viene dando desde el gobierno de Pablo Kuczynski (2016-2018), con Ollanta Humala (2011-2016) también se visualizaba esa tensión pero no era tan fuerte y por eso que no lo llegaron a destituir. Lo mismo sucedió con Alejandro Toledo (2001–2006) que lo quisieron vacar pero, a último momento, no consiguieron los votos porque él comenzó a articular e hizo alianza con el partido de Fernando Oliveira, lo mismo hizo Alan García (2006-2011). Alberto Fujimori, sin embargo, tenía comprado todo el Congreso.

Al Pedro Castillo se le atribuye una estrecha relación con Vladimir Cerrón (dirigente del partido Perú Libre y ex gobernador), hoy condenado por corrupción, ¿qué opina al respecto?

No sé si error o acierto, pero Castillo llegó a la presidencia con el partido de Cerrón, se supone que para formar parte de un partido político hay que conocer a su líder. Cerrón ha sido sentenciado por hechos de corrupción en su gestión como gobernador regional de Huancayo, donde hay gran descontento. Se dice que no ha hecho nada por su provincia. Castillo, al inicio de gobierno, trató de tomar distancia de Cerrón, pero no del todo, y más se notó en el segundo gabinete que lideró Mirta Vásquez. Ella es izquierdista, pero una de las más progresistas. Aparentemente, Castillo intentó desligarse de Cerrón no por convicción sino por la presión mediática, y los resultados están allí: no pudo hacer sentir su poder en los ámbitos del Estado porque no tenía detrás una estructura sólida. En el ámbito político, se necesita articular con las diferentes fuerzas y, para esto, hacen falta personas que representen y ayuden con ese rol. Quienes estaban alrededor de Castillo eran técnicos, alejados del quehacer político, mientras que los que le podrían haber sido más útiles él los ahuyentó en su indecisión de alejarse o no de Cerrón, y la presión mediática estaba puesta en que se alejara. A fin de cuentas, tomó distancia por esa presión. Castillo nombraba ministros y también por presión mediática los hacía renunciar. Se tiene que entender que si el Poder Ejecutivo y el Legislativo están en contienda, uno de ellos va a caer, como ya ocurrió en el gobierno de Vizcarra.

¿Qué se percibe en los peruanos en relación a sus gobernantes?

La gran mayoría del país, conformada esencialmente por las provincias, quiere que los congresistas se vayan, mientras que los congresistas niegan la realidad y parece que viven en un mundo paralelo, y creen que el pueblo los ama y se van a quedar hasta el 2026. Hay descontento de un gran sector de la población que no ven realizadas sus aspiraciones y ven que su Estado no está acompañando a forjar el bienestar común, uno de los objetivos por los cuales ha sido creado el Estado. Históricamente, la zona norte del país se siente más identificada con el capitalismo, con las ideas proempresa, de salir adelante, el emprendimiento, a diferencia de la zona sur, donde nos encontramos con un ciudadano más insatisfecho en sus reclamos al Estado y que tiene una cierta influencia de un sector de la izquierda. Hay que tener claro que la política es la lucha por el poder. Para amainar a los contrincantes, hay que hacer ciertas concesiones y eso es normal. Alan García hizo una articulación en el Congreso con el fujimorismo, y por eso tuvo esa convivencia de cinco años. Luego los gobiernos pasaron a resquebrajarse. En los últimos meses del gobierno de Humala ya se venía dando esta situación. Y en el de  Kuczynski ya se complicó todo.

¿Cuál es el mayor reclamo al régimen de Dina Boluarte?

Boluarte llegó a prometer que si sacaban a Castillo, ella renunciaba a la presidencia. Esas declaraciones, el pueblo peruano se las restriega en la cara. El gobierno de Boluarte está en piloto automático y no está chocando con las grandes empresas, no aporta nada nuevo y se está dejando llevar por lo que hicieron los anteriores gobiernos. Se percibe una inercia. Se limita a cumplir la agenda sin grandes cambios.

¿Convocará a elecciones antes de fin de año como también dijo?

No. No cumple sus promesas. Estos días, con los desastres naturales (aluviones y el ciclón Yaku), las protestas han menguado y aún no se sabe si se van a reactivar, pero como no hay una notoria convulsión social en Lima y las otras provincias, entonces ellos se sienten que ya han ganado esta lucha. No olvidemos que muchos de estos congresistas han llegado con préstamos bancarios y también con favores que tienen que devolver. Boluarte se va a querer quedar aunque hay partidos políticos que se están preparando para esas supuestas elecciones.

¿Cómo ve a Dina Boluarte como presidenta?

Es una pieza de ajedrez utilizada por el Congreso para permanecer hasta el 2026. Si al Congreso no le sirviera la presidenta, ya la hubieran sacado. El tema es que si Boluarte renuncia o la sacan, la Constitución vigente, de 1993, dice que inmediatamente el presidente del Congreso asumiría la presidencia, pero sólo para convocar elecciones. Hay congresistas que se han atrevido a reinterpretar a su manera la Constitución diciendo que en ese caso sólo se convocaría a elecciones para presidente, pero no para el Congreso. Están gobernando a espaldas de los intereses  del país. Hay una realidad capitalina y otra provinciana. La provinciana muchas veces no es atendida por las autoridades nacionales que están centradas en la realidad capitalina, tal es así que cuando las autoridades de provincia tienen que aprobar un presupuesto, la autorización llega desde Lima. Y en general, si  el provinciano quiere mejorar su calidad de vida, tiene que venir a Lima. 

¿Boluarte está a salvo de la vacancia?

Hay una moción para el 2024 que aún no ha sido ratificada y si no se ratificada, no se va a realizar. Para que sea admitida en el debate se necesita un 40 por ciento (52 votos a favor). Si se admitiera el debate luego se necesitaría 87 votos, los dos tercios, para ser vacada. La vacancia está siendo promovida por un grupo minoritario de izquierda, donde está Perú Libre. La derecha y centroderecha, que son mayoría, están respaldando a Boluarte. Dina está para rato, a menos que aparezca algún tema de corrupción que la comprometa. Su popularidad sigue bajando. Y la del Congreso asciende a un 91 por ciento. Mientras tanto, la incertidumbre sobre nuestro país sigue presente.