«Exigimos la libertad inmediata de todos los detenidos»

«Exigimos la libertad inmediata de todos los detenidos»

Al cierre de esta edición, la jueza Servini de Cubría ordenó la excarcelación de 17 de los detenidos en la manifestación contra la Ley de Bases. Aún quedan aparesados otros 16. Denuncian vejámenes en los calabozos.

 

Al cierre de esta nota, 17 de las 33 personas detenidas en la movilización contra la ley de Bases, fueron excarceladas por la jueza federal María Servini de Cubría, tras una evaluación de imágenes y videos de los hechos. Horas antes, diputados nacionales, legisladores bonaerenses y de la ciudad de Buenos Aires, integrantes de organizaciones sociales, políticas, sindicales y de derechos humanos, habían repudiado las falsas imputaciones realizadas por la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y replicadas por el fiscal Carlos Stornelli en su acusación contra los manifestantes.

En una conferencia de prensa que se desarrolló en la sede del Servicio de Paz y Justicia (Serpaj), en el centro porteño –donde también se hicieron presentes familiares de las personas detenidas–, la referente del Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT-Unidad) y presidenta del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH), Myriam Bregman, subrayó la gravedad de la situación: “Exigimos la libertad inmediata de todos los detenidos, quienes no solo han sido encarcelados, sino que han sufrido enormes vejaciones y humillaciones durante su detención”.

Bregman detalló el trato que recibieron los detenidos, que fueron indagados en los tribunales de Comodoro Py. “Ayer visitamos la Comisaría 15, donde las mujeres detenidas estaban tiradas en el piso, esposadas en un pasillo”, reveló. El fiscal Stornelli, continuó Bregman, está buscando justificar graves delitos relacionados con un supuesto atentado al orden público. «Y Servini de Cubría –agregó– debería considerar si sigue las indicaciones de Stornelli y Bullrich, o escucha a las organizaciones que denuncian esta persecución. Es fundamental garantizar el derecho a la protesta, pero primero debemos asegurar la libertad de los detenidos».

Cabe puntualizar que las acusaciones se centran en las organizaciones, manifestantes y legisladores que participaron en la masiva movilización en la Plaza Congreso contra la Ley de Bases. La legisladora de la Ciudad de Buenos Aires, Celeste Fierro (FIT-Unidad), también expresó su preocupación: «Este Gobierno nos lleva a un estado de excepción que no podemos permitir. El jueves denunciamos en la Legislatura que Jorge Macri pretende criminalizar la protesta social con la Ley de Reiterancia”. Fierro señaló que las declaraciones de Milei y Bullrich, acusándolos de intento de golpe de Estado, ponen en riesgo la libertad de los compañeros detenidos. “No podemos permitir que se les acuse de terroristas”, remarcó.

La legisladora Victoria Montenegro (Unión por la Patria), afirmó: «Nadie en este país debe estar preso por luchar en las calles. Celebramos 40 años de democracia, recuperada gracias a la lucha de los derechos humanos. No vamos a retroceder frente a la violencia institucional que intenta imponer el gobierno de Milei y su ministra Patricia Bullrich».

En tanto, la diputada nacional Romina Del Plá (FIT-Unidad) hizo un llamado a la acción: «No podemos permitir que se impida la movilización popular. Necesitamos la más amplia unidad para enfrentar las políticas de este Gobierno y asegurar la caída de estas infames acusaciones. Debemos desarrollar una campaña nacional e internacional para denunciar lo que está ocurriendo en Argentina». Su par en la Cámara Baja, Nicolás del Caño (FIT-Unidad), repudió las acusaciones de Bullrich: «Estuvimos en la Comisaría 4 en Parque Patricios con los familiares de los detenidos, muchos de los cuales fueron golpeados y degradados. Estas acusaciones de terrorismo y golpe de Estado son absurdas. Es crucial la unidad nacional e internacional para denunciar y enfrentar esta persecución».

Casi todas las personas detenidas lo fueron cuando ya se retiraban de la zona del Congreso. Las imputaciones de Stornelli incluyen la figura de sedición, con el objetivo claro de impedir su liberación. ANCCOM pudo dialogar con algunos familiares que participaron de la conferencia de prensa, una de ellas Silvia Oliva: «Mi hija Camila fue detenida junto a tres compañeros, todos estudiantes y vecinos de San Martín. Ayer la vi cinco minutos, esposada y en el piso. Fue una escena aterradora. Espero que salga en libertad lo antes posible», expresó. Por su parte, Yesica, esposa del vendedor ambulante Matías Ramírez, denunció: «Matías estaba trabajando cuando fue detenido. No pertenece a ninguna agrupación política y no tiene antecedentes. Lo tuvieron horas esposado sin agua ni comida”.

Lucía Adano, hermana de Santiago Adano, músico y miembro de una asamblea vecinal, otro de los detenidos al voleo, manifestó: «Mi hermano siempre ha sido solidario y justo. Lo último que supe de él fue por audio en el que se mostraba indignado por la aprobación de la Ley de Bases. Tengo la esperanza de que la presión que estamos ejerciendo, llevará a su liberación». Horas más tarde, Adano fue uno de los excarcelados. Quedan 16 personas detenidas. La lucha sigue.

Familiares y amigos de los detenidos se concentraron en Comodoro Py para luego trasladase a la sede del Serpaj a una conferencia de prensa masiva. 

“Mi objetivo es vivir muchos años de las redes”

“Mi objetivo es vivir muchos años de las redes”

La crítica de libros, otrora reservada a la sección cultural de los diarios, hoy crece en Instagram, YouTube y TikTok de la mano de los bookfluencers. ANCCOM entrevistó a Agustina Gómez Orfila, una joven creadora de contenido para conocer de cerca su trabajo.

Con ganchos persuasivos y concisas reseñas, la escritora y bookfluencer Agustina Gómez Orfila – o Agus Grimm Pitch, como se presenta en su perfil– ha  logrado sumar unos 215 mil seguidores en TikTok y más de 60 mil en Instagram.

Sus videos, con recomendaciones literarias, tienen el objetivo de incentivar el hábito de la lectura. A sus 22 años y con cuatro detrás de trayectoria en el ámbito editorial, confiesa haber encontrado en las redes un trabajo al cual piensa dedicarse por un largo tiempo.

En diálogo con ANCCOM, la autora de la novela juvenil La teoría de Joa, publicada en 2023 por Penguin Random House, reflexiona acerca del contacto con las editoriales, la diferencia entre la colaboración paga y el canje de libros, y explica por qué no busca en la escritura una ocupación de tiempo completo.  

¿Cómo surgió la idea de subir reseñas a las redes?

Durante años fui solo consumidora. En 2016 empecé a seguir en YouTube a personas que realizaban contenidos relacionados con la lectura y cuando hacían encuentros en la Feria del Libro los iba a ver. Es más, tengo el vivo recuerdo de mirar al escenario y decir: “Yo quiero hacer eso, quiero ser como ellos”. Durante un tiempo tuve mi propio canal en YouTube, donde empecé a grabar videos que, si bien no los veía mucha gente, a mí me hacían muy feliz. Me divertía hablarle a la cámara y aprender aspectos de edición. A fines de 2020, en plena pandemia, descubrí que había creadores de contenido en TikTok que hablaban específicamente de libros, entonces probé hacer un video y le fue más o menos bien. Después hice otro con un audio que estaba en tendencia y le fue excelente. Soy muy creyente de las señales y de que el universo te habla, así que lo consideré como una señal de que tenía que seguir haciéndolos y me lo empecé a tomar en serio.

¿Te identificas como bookfluencer?

Me gusta bookfluencer porque es la categoría general que engloba a todas las plataformas en las que estoy, no como booktoker o bookstagramer, que quedan más acotadas. Sí, es una categoría que me define. Porque hablo en su mayoría de libros por elección, aunque a veces también hablo de otras cosas.

¿Cómo es el contacto con las editoriales?

Te pueden escribir ellas o ser una la que encara. En mi caso, en el primer contacto con Planeta me escribió su equipo, por mensaje privado, para promocionar un libro en particular. Yo recién estaba arrancando, hacía menos de tres meses que creaba reseñas. A partir de ahí quedé como colaboradora y me mandan libros todos los meses. Con otras editoriales fue algo parecido, se me fueron acercando para invitarme a eventos o enviarme novedades. En general, si ven que sos una persona confiable, que trabaja bien y que tiene alcance, te tienen en consideración. Por otro lado, hay contactos que fui generando por mi cuenta, porque está bueno ser un poco mandada y mostrar el contenido que una hace. Si se logra seguir dentro de la movida, las oportunidades salen, ya sea porque se acercan o porque una sale a buscarlas.

¿Qué oportunidades aparecieron?

Obviamente, en lo que se refiere a libros, hago mucho canje, pero desde 2022 me empezaron a salir oportunidades laborales más formales relacionadas con las redes, como las colaboraciones pagas con editoriales o incluso trabajar en el equipo de la Feria del Libro creando contenido para las suyas. Son puertas que se me abrieron a partir de mostrar lo que hacía y de usar las plataformas como un currículum. Hoy me dedico a tope a las redes y eso me ayuda a cubrir mis gastos y también ahorrar.

¿Cómo se define el monto a cobrar en las colaboraciones pagas?

Hay editoriales que te escriben con un presupuesto, cuyo monto varía según la cantidad de seguidores que tenga el bookfluencer, ya que no es lo mismo tener 10 mil que 100 mil. Hay otras que no suelen pagar la reseña, sino que ofrecen hacer un canje de libros. En mi caso, como estoy trabajando dentro de Penguin Random House haciendo videos para su cuenta de TikTok y promocionando sus libros, sí recibo un monto fijo. A mí me resulta que las reseñas sean pagas, porque no solo es una parte importante del sueldo, sino también porque me abre contactos a nivel laboral. Al igual que los autores independientes que ven ese trabajo y me contactan para dar a conocer sus novedades o se recomiendan entre ellos mi perfil.

¿Te solicitan las métricas de las reseñas para saber su rendimiento?

En mi caso, tengo todas las métricas públicas, entonces cualquier persona puede entrar a mi perfil y ver cuantos ‘me gusta’ tienen mis publicaciones. Pero depende la empresa. Hay una librería con la que estoy colaborando ahora que sí me piden las métricas todos los meses. Otras sólo te piden algunas, como el alcance, para medir a cuantas personas llegó. Otras ni se fijan.

¿Te dan plena libertad para reseñar?

Sí, plena libertad. Nunca tuve ningún problema ni con editoriales ni con autores porque confían mucho en mi criterio y las recomendaciones acerca de las ideas que sé que pueden funcionar. En general no ponen ninguna restricción porque conocen al bookfluencer y el contrato de lectura que tiene con su audiencia. Tampoco pasa nada si no le gusta un libro, nunca lo van a criticar por hacer una reseña negativa, salvo que falte el respeto o tenga algún otro tipo de polémica. Nunca tratan de pasar por encima de su criterio.

¿Qué tenés en cuenta al hacer una reseña?

Soy muy subjetiva a la hora de evaluar los libros, así que depende de cuánto me haya llegado a mí. Además, tengo el gusto entrenado, entonces sé qué es lo que me puede gustar y lo que no. Una se va conociendo a sí misma como lectora. Hay géneros o temáticas con las que de antemano sé que no me voy a meter. No hago reseñas muy largas, salvo que sea un libro muy específico. Por ejemplo, hace poco hice una de El archivo de las tormentas de Brandon Sanderson y fue un video de cuatro minutos para TikTok, pero no es lo habitual. Trato de arrancar con una buena “frase gancho”, contando la sinopsis del libro y dejando comentarios sobre lo que me gustó y las cosas que tiene para mejorar. Igualmente, depende de cada libro, porque con cada lectura la experiencia es distinta.

También sos escritora, ¿cómo te llegó la propuesta para editar tu novela?

Ya tenía la historia en la cabeza, pero no la había terminado de escribir. Cuando vi que muchos chicos y chicas de mi edad estaban publicando sus novelas y que las editoriales tenían esa ventana abierta, me animé a terminarla. Fue mi proyecto principal del 2022, no sólo meterle de lleno para terminarlo sino también empezar a mostrar en las redes que lo estaba escribiendo. Básicamente, quería que lo viera todo el mundo. Para esa época ya colaboraba con un montón de editoriales, entonces quería llamar su atención y mostrarles que la gente que me seguía también se entusiasmaba con el proyecto, cosa de que si se publicaba les aseguraba que iba a tener lectores. Luego de un par de meses, y con la Feria del Libro de 2022 de por medio, me llegó un mail de Penguin Random House diciéndome que querían evaluar el proyecto. Fue un proceso bastante largo, recién en agosto o septiembre de ese año firmé el contrato.

¿Cómo fue recibir el primer ejemplar físico?

Me costó mucho caer. Lo pude presentar en la Feria de Libro del año pasado con una firma de ejemplares que fue increíble, pero que la viví con mucha ansiedad y presión. Tal vez porque dejé que opinara mucha gente externa a mi proceso. Al principio, no llegaba a dimensionar todo lo que me estaba pasando, porque estaba enfocada en lo que iban a pensar los demás. Recién unos meses después pude caer y reflexionar sobre lo increíble que fue publicarlo. Y sobre todo por el cariño con el que lo recibieron los lectores. Desde que se acerquen con el libro todo marcado, que me cuenten las sensaciones que les provocó la lectura o hasta que me regalen un dibujo de alguno de los personajes. Fue recién ahí que empecé a tomar dimensión y a disfrutarlo.

¿Qué planes tenés?

Me gustaría seguir trabajando y haciendo plata con las redes. Mi objetivo es vivir muchos años de las redes sociales. También tengo ganas de lanzar algún emprendimiento relacionado con mi marca personal, porque me encanta trabajar de manera independiente y manejar mis tiempos y prioridades. Obviamente, también tiene un lado malo, que es la estabilidad, porque no todos los meses recibo la misma cantidad de plata, sino que fluctúa según la época del año. Las semanas que dura la Feria sé que es donde me van a llegar un montón de propuestas y que después, el resto del año, va a ser más tranquilo.

¿Y respecto a la escritura?

Tengo otro proyecto en el tintero que todavía no lo presenté en ningún lado ni sé cuándo va a salir. Quizás lo autopublique o quizás otra editorial me ofrezca algo, no lo sé. Por ahora es mío. Con la escritura no me quiero presionar para no automatizarlo, porque si bien me apasiona y me encantaría seguir creciendo como escritora, entiendo que no tengo ningún apuro porque los libros no se van a ir a ninguna parte. Ya cumplí todas mis expectativas con la publicación de mi primer libro: una historia, un sello, un recibimiento y una firma increíble. Voy a seguir escribiendo, pero si tiene un rédito económico que pueda complementar con mi trabajo en las redes. Es decir, no dejaría de hacer todo lo otro para dedicarme a eso. La escritura es mi espacio seguro, no quiero que se vuelva un proceso automatizado.

 

Las cooperativas gastronómicas resisten

Las cooperativas gastronómicas resisten

Nacieron en la crisis del 2001 ocupando y poniendo a producir sus restaurantes cuando sus empleadores los dejaron en la calle. Ahora, enfrentan la caída del consumo y los tarifazos con esa experiencia a cuestas.

«El trabajo está muy caído, después de la pandemia no se terminó de acomodar”, cuentan desde La Robla

Según el último registro nacional de empresas recuperadas por sus trabajadores realizado en 2021, en el país existen más de 400 organizaciones de este tipo, en una extensa gama de rubros, entre ellos el gastronómico. Los Cabritos, La Robla y Pizzería 1893, tres experiencias porteñas, cuentan cómo atraviesan la caída del consumo y el aumento de las tarifas.

Las empresas gastronómicas recuperadas tienen experiencia en sobreponerse y adaptarse, ya que la gran mayoría de ellas se formó en momentos de gran incertidumbre. Jorge Jaian, secretario de la cooperativa Los Cabritos, parrilla ubicada en el barrio de Mataderos, comenta: “Cuando se clausuró el local, el desánimo y la falta de perspectiva nos hacían sentir que íbamos navegando en un barco sin timón, no sabíamos qué iba a pasar. Al formar la cooperativa en 2015, ese cambio produjo una reacción positiva en nosotros. Nos costó mucho, pero pudimos sacar el negocio adelante”.

En la misma línea, Carlos Delucca, secretario de la cooperativa que lleva adelante de La Robla, restaurante ubicado en el microcentro porteño, remarca que muchos no entienden cómo funciona una cooperativa de trabajo, por eso muchas veces se genera desconfianza y se vuelve complicado alquilar un local. ”Cuando nos mudamos en 2015 tuvimos que plantar bandera. Nos costó mucho acceder al local porque al dueño no le cerraba demasiado que fuéramos una cooperativa, tenía cierta desconfianza, hay un preconcepto enorme respecto al trabajo cooperativo, no lo entienden bien”, señala.

Y el contexto económico actual no es la excepción. El aumento constante de precios y la caída del consumo las obliga, nuevamente, a ponerse al hombro la difícil tarea de sacar adelante el negocio en una realidad adversa.“Sentimos una disminución del trabajo y estamos tratando de adaptarnos, lo que implica una mayor atención, un mayor compromiso con el tema de la mercadería, que no se desperdicie, achicar los costos, todo lo hacemos en función de que la fuente de trabajo siga existiendo”, remarca Jaian.

Pese a la crisis,  la Pizzería 1893 se resiste bajar la calidad de sus proveedores para achicar costos.

En esta situación inflacionario, que ha obligado a recortar gastos porque que la plata no alcanza, las salidas a comer afuera se convierten en algo más que prescindible. Las cooperativas gastronómicas lo sienten más que nunca y, por ello, muchas de ellas se ven obligadas a no abrir ciertos días de la semana en los que no hay tanto trabajo. “Hay días que no se justifica abrir, por ejemplo el lunes o el martes a la noche, porque hay muy poca gente en la zona. El trabajo está muy caído, después de la pandemia nunca se terminó de acomodar”, enfatiza Delucca.

No es fácil trasladar los aumentos de la mercadería a la carta. Las cooperativas hacen un gran esfuerzo por mantener precios competitivos y razonables, y aplicar los aumentos indispensables, para no perder clientes. Esto se traduce muchas veces en una pérdida de rentabilidad, al tener que absorber los aumentos. Por este motivo, generalmente, se encuentran en un rango de precios mucho más bajo que otros negocios del mismo rubro. A la caída de la convocatoria de los comensales, la inflación y la poca venta, se suma el aumento de las facturas de luz y agua, que para los comercios de estas características alcanza los 800.000 pesos por mes.

Para las cooperativas, la calidad de sus productos es muy importante a la hora de diferenciarse y posicionarse dentro del mapa gastronómico de Buenos Aires, y por eso hay costos que no se pueden achicar. Ernesto De Arco, tesorero de la Pizzería 1893, situada en el barrio de Villa Crespo, explica: “No buscamos precios en algunos insumos porque no queremos que cambie nuestro producto, queremos que la pizza siga siendo igual. La mozzarella, que es lo principal y la clave de la pizza, la seguimos comprando al mismo proveedor”. De Arco señala que sí cambiaron proveedores de otros productos que hacen al trabajo cotidiano en la pizzería. “Somos clientes de muchas cooperativas a las que les compramos, desde la papelera Patria Grande, productos de limpieza a la cooperativa Burbuja Latina, y productos de almacén a la cooperativa RECOOP”.

“Sentimos una disminución del trabajo y estamos tratando de adaptarnos» afirman desde Los Cabritos.

A pesar de lo difícil de la situación, las cooperativas gastronómicas resisten. “Todos viajamos en el mismo barco, entonces tratamos de buscar precios, de conversar con los proveedores, de encontrarle la vuelta para que podamos seguir”, reflexiona Jaian. “Estamos tratando de llevarla de la mejor manera posible como cualquier otro restaurante, haciéndole frente a este mal momento que estamos atravesando no sólo nosotros como cooperativa sino cualquier persona del común”, comenta Delucca.

En este marco, el apoyo de los clientes no es una cuestión menor. Muchos de ellos eligen las cooperativas no sólo por la calidad de los productos, sino también por la buena atención.Tanto es así que, por ejemplo, Los Cabritos recibió el reconocimiento de ser una de las diez mejores parrillas de la ciudad, en una encuesta organizada por el gobierno porteño, en 2018. Por su parte, De Arco señala que la clientela de 1893 es muy fiel y al formar la cooperativa, sumaron aún más comensales ya que la pizza a la piedra y a la parrilla se volvió muy conocida en el barrio.

Es muy importantepara las empresas gastronómicas recuperadas el contacto entre sí, para poder apoyarse mutuamente. Jaian, Delucca y De Arco concuerdan en que en los primeros momentos de la formación de las cooperativas fue crucial el apoyo de AléAlé, una cooperativa gastronómica creada en 2013. Todas recibieron asesoramiento de parte de aquellay gracias a esta ayuda pudieron continuar.“El entonces presidente de la cooperativa vinoa charlar con mis compañeros y a convencerlos de que se podía. Fue súperimportante para que ellos tomen la confianza y crean que este proyecto podía darse”, recuerda De Arco. Tambiénles prestaron el espacio de cocina de su restaurante para que pudieran vender las pizzas por delivery.

Por su parte, Jaian señala que sin su ayuda hubiera sido más que difícil abrir el negocio, ya que tenían muchas urgencias y carecían de experiencia: “Nos pusimos en contacto con ellos y nos ayudaron mucho, nos contactaron con las personas que nos podían ayudar y así empezamos el proceso de convertirnos en una cooperativa”. Delucca rememora que en su momento también hablaron con los compañeros de AléAlé y tuvieron una reunión con una abogada del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER), que les indicó cómo proceder.

Este acompañamiento y ayuda fue tan importante, que ahora ellos sienten la misma responsabilidad de ayudar a otro restaurante que esté pasando por la misma situación. “Seremos nosotros quienes vayamos, los apoyemos y les digamos: ‘No se dejen pisotear, no se vayan a casa sin nada, quédense acá dentro y peleen por lo que les corresponde’, concluye De Arco.

«Nadie te registra»

«Nadie te registra»

Las organizaciones Proyecto 7 y Lxs Irrompibles realizaron este sábado un desayuno y almuerzo solidarios para personas en situación de calle. ANCCOM habló con las personas que vivien en la vía pública y cuentan por qué no sirven los paradores y por qué no pueden salir a flote.

«¿Quién te va a dar trabajo viviendo en la calle? Te vas deteriorando, te crece la barba, se ensucia tu ropa y no tenés cómo cambiarte», se lamenta Carlos mientras se acerca a las mesas desplegadas sobre Entre Ríos y Rivadavia, para tomar un café caliente y comer algo. Está viviendo en la calle desde el inicio de la pandemia, cuando perdió su trabajo de albañil. “Cuando se terminó el laburo –cuenta-, enganché en un supermercado chino, estuve unos meses pero después el dueño no me quiso pagar más y me echó, me tenía en negro”.

Este sábado 8 de junio las organizaciones Proyecto 7 y Lxs Irrompibles realizaron un desayuno y almuerzo solidario frente al Congreso de la Nación. El desayuno arrancó a las 8:30 de la mañana, con la consigna “la calle no es un lugar para vivir”, el lema de Proyecto 7 desde hace 20 años, y que lucía en las banderas rojas colgadas en las rejas de la plaza. En las mesas había termos con bebidas calientes y comida para ofrecer, debajo de un gazebo, se desplegaron mesas con ropa y abrigos a disposición, además de un rinconcito de «peluquería» para quien lo necesitara.

Proyecto 7 es una organización social integrada y coordinada por personas en situación de calle. Tienen cuatro Centros de Integración donde realizan acompañamientos de proyectos de vida, generan fuentes de trabajo y las personas pueden recibir alimentos, asistencia social, legal, sanitaria, entre otras.

Desde la organización sostienen que, tras el cambio de gobierno, ha crecido el número de personas que viven en la calle, y consideran que la situación irá empeorando con el correr de los meses producto de las políticas de Javier Milei, que hacen que incluso gente con trabajo no pueda pagar el alquiler. Miguel fue desalojado hace una semana de un monoambiente que alquilaba con su amigo. “Me quedé sin trabajo hace unos meses y sólo encuentro changas que no me alcanzan para nada, no pudimos pagar más el departamento”, se lamenta. “Nos turnamos con mi amigo para ir a buscar trabajo, porque no podés dejar las cosas solas, te las roban”, agrega.

En el último censo realizado a fines de abril, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires indicó que hay 4.009 personas viviendo en situación de calle en el territorio porteño. Desde diferentes ONG denuncian que estos números no son reales debido a los métodos que se usan para censar, ya que sólo se recorre la ciudad por un par de horas y las observaciones se hacen sin bajarse de los móviles. Según el último censo popular de personas en situación de calle realizado en 2019, la cantidad ya era 7.251, de los cuales 871 eran niños y adolescentes. Tras las medidas de ajuste del gobierno de Javier Milei, estiman que el número habría alcanzado a las 12.000 personas sólo en Capital Federal.

«Si vivís en la calle nadie te tiene confianza, no te dan laburo. Te piden un teléfono para contactarte, no tenés; te piden una dirección de referencia, no ténes», dice Florencia.

Rodrigo, que lleva cinco años viviendo en la calle, comenta: “Estás peor en los paradores del Gobierno que durmiendo en la calle, deberían ser centros de integración según la ley, con personas capacitadas para acompañar y ayudar, pero recibís malos tratos nomás. Mejor te buscás algún techo, con dos o tres frazadas o cartones y ahí pasás la noche”, agrega mientras busca entre las mesas algo que lo abrigue.

Además, estos lugares imponen horarios estrictos; una vez finalizado el desayuno, las personas deben retirarse y sólo pueden volver por la tarde-noche. «Es complicado buscar trabajo, ningún lugar abre antes de las 9 o 10 de la mañana, y desde las 6:30 ya estás en la calle. Hasta el mediodía buscás, pero después no tenes a dónde ir, y es peor si llueve», comenta Florencia, de 30 años, acompañada de su hijo de 6. «Si vivís en la calle nadie te registra, nadie te tiene confianza, no te dan laburo. Te piden un teléfono para contactarte, no tenés; te piden una dirección de referencia, no ténes; y no podés poner la información del parador», añade, señalando los obstáculos diarios que enfrentan quienes viven en la calle.

En medio del conflicto con el Jefe de Gobierno, quien recientemente mostró en redes sociales cómo «limpiaba» la zona donde se encontraban personas en situación de calle y les confiscaba sus pertenencias, Proyecto 7 está exigiendo la implementación de la Ley 27654 para Personas en Situación de Calle y Familias sin Techo. Instan a que se asigne el presupuesto necesario y se establezcan los programas pertinentes para abordar esta problemática de manera integral.

Treinta días sin celular

Treinta días sin celular

¿Cómo es pasar un mes sin teléfono móvil ni redes? Una psicóloga hizo la prueba, la registró, la recreó con chicos y grandes, y ahora comparte sus reflexiones sobre la abstinencia, los efectos positivos, los riesgos de internet y la urgente necesidad de regulación estatal.

En 2018, la psicóloga Clara Oyuela decidió apagar el celular por 30 días –sin WhatsApp, sin Instagram, sin Facebook– y escribir cada día una crónica sobre lo que sentía. Publicadas inicialmente en un portal de noticias de su ciudad, San Martín de los Andes, luego se convirtieron en un libro impreso titulado Crónicas de una abstinencia. Un experimento fuera de línea, y más tarde Oyuela replicó el experimento en adolescentes y personas adultas. ¿Qué pasa cuando nos desconectamos de las redes? ¿Cómo afecta a la salud mental? ¿Cómo tratar este tema con los niños? Para encontrar respuestas, ANCCOM dialogó con la autora, que nos atendió desde su casa en la Patagonia.

¿Cómo nació este experimento social?

Antes de la pandemia, en 2018, estaba criando a mi segunda hija, Miranda, que tenía ocho meses y llevaba tiempo sin dormir. Ella estaba bien, pero yo muy mal. Nunca me había pasado no poder dormir. Estaba en medio de un trastorno de sueño y con un uso del celular que no me ayudaba a salir adelante. Un día me encontré pensando qué pasaría si le ponía un freno y le di una dimensión más creativa: pensé en apagar el celular, guardarlo en un cajón y no usarlo por 30 días. A su vez, pensé en escribir crónicas de lo que me iba pasando. Me acuerdo que estaba con mi prima, que me dijo que no podía estar completamente desconectada, porque la vida cotidiana no me lo permitía. Así que agarré un celular muy viejo para mandar mensajes de texto. Me puse en contacto con artistas para que ilustren estas crónicas y con un diario local de San Martín para ver si estaban interesados en publicarlas los fines de semana. Y así resultó Crónicas de una abstinencia.

¿Te ayudó vivir lejos de grandes ciudades?

Vivo en San Martín de Los Andes hace 10 años. Todo este proyecto nació allá, en un pueblo de 60 mil habitantes. Esto es importante, porque en el imaginario social la gente que vive en la naturaleza, con un ritmo de vida más tranquilo, no está atravesada por la tecnología, pero todos estos experimentos los hice allá. Consideré a San Martín como un microlaboratorio.

¿Cómo atravesaste los primeros días de desconexión?

Me sentí muy bien. Estaba saturada física y mentalmente, había llegado a un límite por la falta de sueño. Esa primera semana fue de calma absoluta. Después, empezó un mundo de contradicciones. Al día 10 hice la primera trampa y prendí el celular. Revisé el WhatsApp, pero no tenía ansiedad por entrar a Instagram. Sí tenía necesidad de hacer FaceTime con mis hermanas que viven en otro lado. Las veces que hice trampa fue para hacer videollamadas con ellas.

¿Qué opinó tu entorno de esta decisión?

Hubo opiniones diferentes. Mi hermana le mandó un audio a mi pareja para que me deje de joder con el experimento, que se tenía que comunicar conmigo y no sabía cómo. Una de las reglas que yo me había puesto era no usar el celular de mi pareja. Por otro lado, recibía mensajes de “qué envidia”, “qué ganas de hacer esto”, o me decían que mandando mensajes de texto se sentían en el año 1800.

¿Cómo surgió la idea de que participen adolescentes en el experimento?

Después de la pandemia, la dueña de la escuela donde trabajo me dijo que teníamos que generar espacios para los adolescentes, porque la pandemia los había pasado por arriba. La tecnología nos había salvado de muchas maneras, pero los adolescentes volvieron pálidos, ojerosos, como si no hubieran tenido contacto con la luz del sol ni con otros. Te dabas cuenta corporalmente que la tecnología había sido excesiva, sumado a todo lo que conllevó la pandemia. Con un grupo de 30 jóvenes de 16 años, decidí hacer la intervención. Les propuse siete días y me dijeron que estaba loca, entonces arreglamos tres, que parece sencillo, pero no lo es. Les di la misma consigna, comunicarse por mail, tomar registro escrito de lo que sentían a nivel corporal y mental, pero si no aguantaban más podían agarrar el celular. No se trataba de aguantar por aguantar, no había que forzar nada. Era un experimento del propio uso de la libertad. Si lo prendían, tenían que registrar por escrito por qué y qué sintieron después.

¿Qué decían en esas crónicas?

Vi que al menos 28 tenían síntomas de abstinencia, ligado a lo que es una adicción. Recopilé las mejores frases como “me tiemblan las manos, me quiero comer las uñas, me sudan las manos”. En otra escuela propuse a los padres hacer esto por un fin de semana y aparecieron los mismos síntomas. Después lo propuse a través de Instagram para voluntarios mayores de 18 años de todo el país. En sus registros aparecen la ansiedad y el aburrimiento como un estado insoportable y de mucha irritabilidad. Uno me dijo que estuvo 15 minutos esperando sin celular a que su hija saliera del jardín y fue una pesadilla. También hubo síntomas positivos, como volver a conectarse con la lectura. Es un estado de calma, sobre todo en los últimos días, porque sabés que vas a agarrar el celular. Me acuerdo que antes de volver a prenderlo sentí mucha nostalgia. Me dio pena tener que volver, pero ya no soportaba más el celular viejo, detestaba la forma de las teclas. No quería más ese teléfono viejo e incómodo.

¿Ocurrió algo inesperado durante el experimento?

Tuve como voluntaria a una mujer de Mar del Plata que me escribió para decirme que no llegó al cuarto día porque le avisaron del fallecimiento de su papá por el celular de una amiga. Es el único caso que recibió una noticia así. Me dijo que esos tres días de desconexión le hicieron estar conectada con cosas muy profundas de su vida y la noticia la recibió desde ese lugar. La vida siguió su curso, estando conectada o no, no iba a evitar que su papá muriera. Porque mucha gente me cuenta que no lo hace porque tiene miedo de que pase algo urgente y no estar. Si pasa algo, pasa algo. Siempre hay alguien que te avisa, pero es interesante ver cómo aparece el miedo a no enterarse si pasa algo urgente. Muchos me escribieron que cuando prendieron el celular se dieron cuenta de que todo seguía igual. Que era algo decepcionante, volvían con todo y no se encontraban con nada interesante.

¿Cambiaste tu forma de ver al celular?

Empecé a pensar cuál es el momento para darle a una persona su primer teléfono inteligente. ¿Qué pasa con la generación de niños que ya tienen un teléfono en la mano, pero que no tienen contención ni regulación? Están totalmente expuestos. Hay muchos niños contenidos y acompañados, pero hay otros que no. El celular es una súper herramienta, pero tenemos que ver cómo usarlo para sentirnos mejor y no tener que hacer mindfulness, yoga y meditación para bajar la ansiedad. Si cuando nos desconectamos aparece la ansiedad, es porque hay una dependencia extrema, entonces el objeto nos está dominando. Estuve en contacto con una enfermera de neonatología de San Martín de Los Andes y decía que es muy impactante ver a las mujeres con los hijos recién nacidos en un brazo y el celular en el otro. Yo lo viví como parturienta. Son esos primeros momentos de conexión y es polémico.

Y en tu uso personal, ¿cambiaste hábitos?

No, por eso hablo de esto. Lo positivo es que no pienso dar a mis hijas un celular hasta los 14 años, les voy a dar un celular que sacó Nokia que no tiene Internet ni redes sociales. Ese es el celular ideal como paso previo al smartphone para la niñez y preadolescencia, para acompañar el desarrollo natural y madurativo. Se pueden comunicar, pero se evitan los grupos de WhatsApp. No tengo ningún tipo de culpa ni reparo en decidir esto, quiero cuidarlas y darles el celular en el momento en que mejor estén preparadas. Hace una semana di un taller para adolescentes sobre este tema y uno de los chicos dijo que los adultos estamos igual que ellos con el celular. En un punto nos dijo que estamos boludos. Otro chico nos dijo que sufrió acoso sexual a través de las redes. Contaban que había aplicaciones para hablar con gente de todo el mundo y aparecían adultos desnudos pidiéndoles fotos. Y no tienen las herramientas para enfrentar eso todavía.

Generalmente, se les da el celular cuando arrancan el secundario o empiezan a viajar solos…

Muchísimos niños tienen un celular propio incluso antes de la secundaria. Hay mucha gente que es muy cómoda y les da el celular, otros no tienen información sobre lo que provoca, también hay gente con buena intención que piensa que sus hijos se quedan afuera del grupo si no tienen celular. Hay muchas razones por las que el adulto da ese primer celular. Los mayores problemas de bullying y acoso, según un estudio de Noruega, son potenciados por las redes. Sexto y séptimo grado son los que tienen más conflictos y afecta sobre todo a las niñas. Noruega tomó la decisión de sacar los celulares de las escuelas primarias. La UNESCO dijo que el uso del celular afecta la vinculación y la atención. Tiene que aparecer una entidad mayor, el Estado, para tratar esta problemática que se nos fue de las manos. Porque no es tan complicado lo que habría que hacer.

¿Qué medidas habría que tomar?

El Ministerio de Salud y el de Educación tendrían que pensar en sacar el celular de las escuelas primarias, porque no tiene que estar ahí. Que la educación digital forme parte de la agenda, se podría plantear el etiquetado, que haya campañas en lugares públicos. Hay que unir muchas voluntades, gente creativa y que tenga ganas de enfrentar esto. Hay que hacer cambios de hábitos. Se puede prevenir muchísimo con cosas tan simples. El celular es un objeto de consumo masivo, y si el tabaco y el alcohol también lo son y desde el Ministerio de Salud les pusieron una etiqueta de lo que provoca su consumo, ¿por qué el celular no tiene su propia etiqueta? No lo planteo como la única solución, porque la gente sigue fumando, pero una cosa lleva a la otra. Decir “esto es lo que te puede provocar” le puede ayudar a muchos padres a ponerle límites a sus hijos. Se trata de ponerle palabras a lo que pasa.

Hace poco la empresa Movistar presentó una campaña sobre el sharenting, que es cuando los adultos comparten fotos privadas de sus hijos en las redes, por ejemplo, del primer día de clases. ¿Qué opinás al respecto?

En el libro le dedico un capítulo a este tema. Llegamos a naturalizar tanto las acciones con el celular que fuimos capaces de exponer a nuestros propios hijos en situaciones como bañándose, llorando o durmiendo. Me pregunto qué sentirías vos si tu papá o mamá postearan fotos tuyas en situaciones íntimas sin tu consentimiento. Dejen a sus hijos en paz. Me encanta cuando veo famosos o influencers que protegen la cara de sus hijos en redes con emojis o de espaldas, como Dalma Maradona o Darío Barassi. Entre los derechos del niño habría que incluir algo del mundo digital, proteger la intimidad, el derecho a no ser expuesto. Pero también creo que una foto cada tanto, no es nada malo. Lo peligroso es el exceso, porque no tiene nada de malo compartir una foto de la familia.

¿Podrías haber hecho esta desconexión en pandemia?

Buena pregunta. Creo que hacerlo implicaba un grado de valentía extra. Había incertidumbre, miedo, paranoia y la tecnología generaba lazos. Había que ser jugado y valiente para desconectarse así. Hubieran aparecido muchos fantasmas, porque en ese momento la muerte y la amenaza estaban más presentes. Hay que estar muy en eje, tenés que ser un monje del Tibet para hacer eso. Aunque yo entrevisté a uno, le pregunté por su relación con el celular y me dijo que tienen el mismo problema que en Occidente.

Lentes que fueron tapitas

Lentes que fueron tapitas

El Taller Proyecto Mutan recicla tapitas de plástico en anteojos, composteras, lámparas, muebles, macetas y tachos de basura. Armaron sus propias máquinas de triturado, inyección y prensa. Trabajan con cooperativas de recicladores.

Del dicho al hecho, a veces, puede haber un corto trecho. Sergio Fasani, fundador del Proyecto Mutan, dice y hace en consonancia. Al momento de conversar con ANCCOM, lleva puestos unos anteojos cuyo marco fue elaborado en su propio taller, en el cual él y sus cinco colegas producen lentes, composteras, lámparas, muebles, macetas y tachos de basura con tapitas de plástico recicladas. 

Desde la planta alta del taller, ubicado en Villa Martelli, Provincia de Buenos Aires, Fasani cuenta que estudió Diseño Industrial en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y que ya desde el último tramo de su carrera se empezó a interesar por el universo del reciclaje y las cooperativas. Lo dice sentado en una silla hecha con plástico reciclado, mientras toma un café que está apoyado sobre una mesa también reciclada. La lámpara que ilumina la sala de la planta alta, que funciona como oficina, también está hecha con tapitas de plástico fundidas. Dice que su tesis de grado exploró, allá por el 2013, la idea de triturar plástico para transformarlo en nuevos objetos. “Al final de la carrera quedó más como una pequeña investigación. Diseñamos cestos de residuos y nos empezamos a juntar acá, en este taller, para hacer pruebas. Primero fuimos a ver algunas fábricas que ya trabajaban con plástico tratando de que nos hicieran algunos prototipos con sus máquinas, pero en ese momento no había mucha conciencia del reciclaje y los productores no querían hacerlos. Los que nos hacían un prototipo ya después no nos querían hacer un segundo o tercero. Por eso terminamos haciendo nuestras propias máquinas. La primera, que es una vieja hormigonera que todavía tenemos, nos permitió hacer las luminarias”, cuenta. 

Unos minutos antes Candela Aris, quien también trabaja en el taller, había mostrado la máquina trituradora de plástico a la que se referiría Fasani, que se encuentra en la planta baja del lugar junto con las otras herramientas que utilizan en el día a día. Ella había contado que el artefacto en cuestión fue el proyecto final de la materia Tecnología 4 de la carrera de Diseño Industrial de la UBA. “Acá todos venimos de la universidad pública”, había dicho mientras gesticulaba con las manos para explicar el funcionamiento de la máquina. Ese aparato y los demás, una inyectora para objetos pequeños, una rotomoldeadora para objetos huecos y una máquina de prensa con calor, fueron construidos por los integrantes de Mutan con componentes adquiridos a través de proveedores nacionales. 

Ahora, en la planta alta, Fasani cuenta que la tesis del 2013 se transformó, en 2016, en la presentación oficial del primer producto (las lámparas) en el mercado, que se hizo junto con la Fundación Garrahan en la Feria Puro Diseño. Garrahan le había vendido a Mutan las tapitas de plástico con las que elaboraron las luminarias, por eso estuvieron juntos en la presentación. ¿Cuánto tiempo les llevó, y les lleva, hacerlas? 

Y tienen un proceso de horneado y rotación —explica en detalle Fasani—. O sea, básicamente es como cocinar. Lo metemos en el horno, con un molde y una matriz, y está una hora calentándose y una hora enfriándose. Así que hacer una lámpara demora dos horas en máquina, más todo el armado de la pieza. Los productos más pequeños, como los anteojos o los llaveritos que solemos vender a las empresas, llevan dos minutos. Las composteras te toman medio día, porque son muchos módulos por vez. Casi todos tienen procesos posteriores, de pulido y de corte, para terminar de darles la forma”. 

Mientras Fasani cuenta esto, se puede ver detrás de él una estantería que reúne todos los productos terminados: un cesto de residuos, una compostera, una maceta, y así. Un ejemplar de cada uno. Dice que Mutan no sólo consigue las tapitas de plástico a través de Garrahan, sino que también se las compra a cooperativas que se dedican a recolectarlas, clasificarlas y limpiarlas, y también a algunas empresas que tienen su propio descarte industrial. Cuenta que él y sus compañeros no se encargan del acopio porque les interesa dedicarse directamente a la transformación y al diseño de los productos. 

«Cuestionarse, como diseñadores, con qué material está hecho lo que producimos o qué va a pasar con nuestros materiales después es algo relativamente nuevo», dice Fasani.

De todas maneras, el vínculo con las cooperativas va más allá de la obtención del material, dice Fasani. Por ejemplo, tiempo atrás Mutan empezó a producir los estuches de los anteojos con el reciclaje de bolsas plásticas. En el ínterin conoció a Entramadas, un colectivo socioambiental de mujeres emprendedoras del barrio 1-11-14 también dedicado al reciclaje, y las ayudó a conseguir máquinas. Después Mutan les dio capacitaciones y ahora ellas producen los estuches en su totalidad. Fasani cuenta que él y sus compañeros también tienen vínculo, gracias a un proyecto de la UBA, con la Cooperativa Recuperadores Urbanos del Oeste. Dice que la idea es montar un pequeño taller y brindarles capacitaciones. 

Con respecto al vínculo con las empresas, Fasani dice que los primeros cien anteojos que hicieron en Mutan fueron elaborados con las carcasas de pavas eléctricas que tenían fallas, las cuales fueron provistas por Newsan, que produce electrodomésticos. Esas pavas se transformaron y volvieron a la empresa en forma de lentes. Fasani dice que también fabrican premios y mini souvenirs para firmas como Andreani y el Consejo Publicitario Argentino. “¿Ves?”, y Fasani señala un pequeño galardón de color blanco con pintitas de colores, los vestigios de las otrora tapitas de plástico.

¿Mutan recibe algún tipo de ayuda estatal? “No de forma constante”, dice Fasani. Cuenta que han obtenido subsidios del exMinisterio de Ciencia, Tecnología e Innovación, sobre todo, para fabricar o mejorar alguna máquina. “Hoy se cortó bastante”, agrega. “Es más dice tenemos uno que nos dieron el año pasado para mejorar la tecnología de los lentes y ya lo rendimos y todavía no logramos que nos firmen el okey de la rendición. No hay nadie que lo firme, lo que pasa en un montón de sectores, me parece”. 

¿Qué es lo más desafiante de llevar adelante el Proyecto Mutan? “Que la gente note la calidad de los productos”, dice Fasani después de pensarlo un poco. Ahora se explaya: “Como el reciclaje estaba más asociado a lo artesanal, quizás no se confiaba en la calidad de un producto reciclado. Creo que eso está cambiando bastante y fuimos parte de eso, de mostrar que podemos hacer productos complejos, como los anteojos, o con una estética particular, como la compostera, que para mí es la más linda del mercado”, dice entre risas. ¿Y lo más gratificante? “Trabajar en una nueva área del diseño, porque cuestionarse, como diseñadores, con qué material está hecho o qué va a pasar con nuestros materiales después es algo relativamente nuevo. Eso nos interesa a todos los que formamos parte de Mutan, y saber que lo que hacemos tiene impacto en la gente. Con esta nueva conciencia, sabemos que hay que producir y consumir mejor, entonces tratamos de acompañar ese camino y es gratificante saber que estamos haciendo algo en ese sentido”, concluye.