
Yo marcho, tú marchas, él marcha
Cientos de miles de personas ocuparon la Plaza de los Dos Congresos y la Avenida de Mayo para defender la salud y la educación pública. Aquí explican sus razones.

Winona Langone, estudiante del profesorado de química del Joaquin V. Gonzalez.
Pasado el mediodía, las calles aledañas a la Plaza del Congreso empiezan a irrigar un enorme caudal de personas de todas las edades hacía su corazón. Mientras, Avenida de Mayo, que está cubierta de carteles que rezan: “No al veto. Sí a la Universidad y Salud Pública”, algunas columnas empiezan a armarse para nutrir la Tercera Marcha Federal Universitaria desde que asumió el gobierno libertario. Tan solo unas horas más tarde, el cuerpo entero de las comunidades afectadas por los vetos de Javier Milei a la Ley de Emergencia Pediátrica y de Financiamiento Universitario, se volverá a erigir, en contra del ajuste feroz que paraliza el funcionamiento de los sistemas públicos.

Lourdes Acosta, estudiante de Trabajo Social de la Universidad de Moreno.
El sol pegaba fuerte a las tres de la tarde sobre la calle Hipólito Yrigoyen, donde bajo una constelación de paraguas, una agrupación de la Universidad Nacional de Moreno decía presente en la jornada después de haberse reunido en su institución y marchado hacia el centro de la Capital Federal. Entre las personas se encuentra Lourdes Acosta, estudiante de trabajo social que eligió marchar porque “nos estamos quedando sin comisiones y sin docentes”. Según explica: “están jubilando docentes y achicando comisiones. Por ende, ahora estamos teniendo comisiones de 90 alumnos cuando antes eran de 30. No entramos en las aulas”.

Lucas Brunacci, estudiante de Ingenería de la UBA y Jorgelina Bulgheroni, docente de Nivel Inicial.
Sobre este punto, Lucas Brunacci, estudiante de Ingeniería Informática en la Universidad de Buenos Aires, comparte: “Al comienzo de cada clase los profesores te dicen que están cargados, que no hay puestos, que no hay docentes para cubrir todas las clases”. Además, se apena de que haya “ingenieros que se están haciendo Uber para llegar a fin de mes”. Al lado de él se encuentra compartiendo un mate– el gesto universal entre los estudiantes– Jorgelina Bulgheroni, estudiante de Psicopedagogía en la Universidad de Lomas de Zamora, quien añadió que en su casa de estudio en muchas ocasiones “hay apagones que obligan al turno noche a irse más temprano”, ya que resulta imposible cursar sin luz.

Monica Andrea Gonzales, docente de Nivel Primario.
Avanzada la jornada, sobre Avenida de Mayo una sinfonía de murgas animaban a los manifestantes mientras se esperaba que comenzara la votación en rechazo a los vetos; sobre esta tumultuosa multitud, un guardapolvo hecho de cartón se eleva como mástil. Lo sostiene Mónica Andrea González, quien es docente de nivel primario en una escuela nocturna de Moreno, y cuya mayor cantidad de alumnas son “mujeres con hijes y que trabajan en servicio doméstico”. González trabaja con personas que después de una larga jornada de trabajo en Capital, vuelven a Moreno y salen a terminar el primario. “Últimamente lo que estamos hablando en clase es que todas quieren tener un hijo universitario”, explica la docente, para después proseguir entre sollozos y lágrimas: “Que un estudiante quiera que su hija no sea empleada doméstica y tenga un título universitario, ahí hay un cambio en el paradigma afuera del determinismo”.

Gonzalo Paredo, egresado de Ciencias de la Comunicación en la UBA.
Metros adelante, observando con una sonrisa a tres mujeres mayores que sostienen carteles en defensa de la educación pública, se encuentra Gonzalo Peredo, licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires, quien explica que quienes estudian en “la pública tienen un compromiso de por vida” con esas instituciones. “Me cambió la vida, yo vengo de una familia de laburantes, mi papá siempre fue empleado de seguridad y mi mamá empleada doméstica. Tuve la posibilidad de entrar a la facultad y estudiar y eso me llevó por diferentes rubros. Gracias a la facultad pude acceder a otro tipo de trabajo”.

Maximiliano Rua, docente de Antropología de la UBA.
A las cuatro de la tarde la multitud se preparaba para esperar a la votación de ambos vetos, algunos que encontraban espacio se sentaban en el pasto para descansar, mientras otros seguían de pie atentos a lo que sucedía, charlando con colegas. Ese es el caso de Maximiliano Rua, docente de la carrera Antropología en la Facultad de Filosofía y Letras, quien definió su labor en la universidad como “una forma de devolver a la sociedad, lo que la sociedad invirtió en mi”. Además de ser docente, Rua forma parte de los equipos de investigación y de extensión de la universidad, que no están exentos de la motosierra, con pocos cupos para jóvenes investigadores y reducción en presupuesto para las prácticas extensivas, respectivamente. “Que yo investigue, que yo haga extensión, alimenta las discusiones que yo puedo dar, o los problemas que puedo abordar con las y los estudiantes del aula y el desfinanciamiento afecta estas experiencias”.

Azul Rodríguez, estudiante de la Universidad de las Artes.
Llegadas las cinco de la tarde, la totalidad de la plaza y de la Avenida de Mayo se encontraban repletas, con todavía más gente entrando por las vías auxiliares; alumnos, docentes, médicos, investigadores, jubilados y otros trabajadores esperaban con ansiedad el resultado de la votación que se estaba terminando de llevar a cabo en el recinto parlamentario. La voz de un organizador se transmitía por parlantes hacia toda la plaza hasta que salió el primer resultado: el rechazo al veto de Emergencia Pediátrica con amplia mayoría de 181 votos a favor. Inmediatamente después, también la insistencia con el Financiamiento Universitario, con 174 votos a favor.
La calle se llenó de una alegría que se esparcía contagiosa mientras se escuchaban fuegos artificiales y volaba confetti sobre la plaza que, durante toda la jornada, había albergado cantidades iguales de angustia y esperanza. La gente se abrazaba, saltaba y cantaba; en definitiva festejaba que, tal como había indicado unas horas antes Azul Rodríguez, estudiante de la Universidad de las Artes: “todavía hay cierto nivel de sensibilidad que la crueldad de este gobierno no se llevó puesta”.