“Tratamos de proteger el hábito de ir al cine”

“Tratamos de proteger el hábito de ir al cine”

La historia del Cine Club Núcleo incluye hitos como ser el primer espacio en difundir a directores como Ingmar Bergman en el Río de la Plata, así como ser emblema de lucha contra la censura de la dictadura. Su director, Alejandro Sammaritano, hijo del fundador, comparte sus entrañables recuerdos y reflexiona sobre la experiencia cinematográfica.

Frente a la Plaza del Congreso, la sala principal del Cine Gaumont se encuentra repleta de adultos mayores bien vestidos y perfumados para la ocasión. Cuando empieza la película –la multipremiada Puán–, el reflejo de la pantalla deja ver los cabellos blancos de un público cinéfilo (y combativo) desde su juventud, que hoy sigue asistiendo a las funciones presenciales.

Ante el avance de las plataformas de streaming y la habitual programación de las salas comerciales, se vuelve imprescindible la preservación de espacios como el que constituye, desde 1952, el Cine Club Núcleo, para compartir el hábito y recordar tiempos pasados en los que el acceso no era para todos.

Fundado por Salvador Sammaritano, un ícono de la crítica cinematográfica argentina, desde 2001 Cine Club Núcleo es dirigido por su hijo, Alejandro Sammaritano, quien tras el fallecimiento de su padre, en 2008, tuvo que decidir si continuar con el bien de familia que tenía un valor emocional y espiritual muy grande o seguir siendo un “oscuro” contador de una empresa metalúrgica. Eligió la primera opción y continuó viviendo el cine cada día de su vida.

¿Qué diferencias encontrás en los objetivos actuales de Cine Club Núcleo y los que motivaron su creación?

Núcleo nació para tratar de facilitar al público el acceso a películas que de otra forma no podría ver nunca. Ese objetivo ahora se desvirtuó porque existe la posibilidad de verlas en el celular y, antes que no verlas, es mejor opción. Considero que se modifica mucho la percepción teniendo en cuenta que la concentración y la estética visual es diferente. Por eso lo que tratamos de proteger actualmente es el hábito de ir al cine, el hecho de estar sentado con un montón de gente que no conocés, pero con la que compartís sentimientos similares. Son prácticas que se pierden estando sentado en el living de casa.

Durante la dictadura, se planificaban excursiones a Uruguay desde la mañana temprano hasta la noche y los socios iban a ver cuatro películas en el día que estaban prohibidas en Argentina.

Alejandro Sammaritano

Núcleo continuó su actividad durante la última dictadura, ¿cómo convivieron con la censura?

La lucha contra la censura hoy parece una cosa lejana, pero fue lo más emblemático de Núcleo. Los que lo vivimos sabemos lo duro que es: había un tipo que arbitrariamente decidía qué películas se podían ver y cuáles no. Lo que hizo el cine club fue organizar un “contrabando visual”. Se planificaban excursiones a Uruguay desde la mañana temprano hasta la noche y los socios iban a ver cuatro películas en el día que estaban prohibidas en Argentina, tales como La última tentación de Cristo, Emmanuelle, Último tango en París y La Naranja Mecánica. Miguel Paulino Tato, a quien Charly García bautizó como el “Señor Tijeras”, fue uno de los censores más destacados de la época y tenía una visión elitista de la cultura. Con el tiempo, mi viejo llegó a un acuerdo de pasar ciertas películas con la condición de no anunciarlas públicamente, pero en el contestador telefónico –que era el medio de difusión de las programaciones– se decía “hay un importante preestreno” y la sala se llenaba, porque todos sabían que era una película prohibida.

¿Cuándo adquirió popularidad Núcleo?

En un principio empezó con un grupo de amigos del barrio de Colegiales, con la palabra “núcleo” uno se imagina una cosa restrictiva, pero lo que querían era que ese núcleo se agrandara y difundir el buen cine, entonces repartían volantes en la calle. De a poco comenzaron a conseguir mayor cantidad de películas, les prestaron algunos sótanos más grandes y había inclusive un arquitecto que les facilitó la casa. Se fue haciendo una cosa popular con películas que realmente no eran convencionales porque no había videocasete, DVD, Blu-rays, había que conseguir el celuloide o el material con la película. Para esto iban a embajadas y a festivales itinerantes a buscarlas, hasta que muchos distribuidores de cine se enteraron de la existencia del cine club y les ofrecieron películas de arte con el objetivo de ver la reacción de la gente y después encarar un lanzamiento. Así se consagró que Cine Club Núcleo tenga preestrenos los martes de películas artísticas. Se podían ver algunas comerciales porque no todo Hollywood es malo, pero se buscaba un cine más alternativo. La programación también se pudo seguir sosteniendo por los contactos que tenía mi viejo con Leopoldo Torre Nilson, Humberto Ríos, José Martínez Suárez, Carlos Sorín, Alberto Lecchi, también con Campanella, que nos dio todas sus películas. Actualmente, muchos periodistas continúan viniendo a ver el preestreno de ciertas películas acá para después criticarlas.

¿Cómo es la gestión del cine club?

Los distribuidores compran las películas y las ceden para el preestreno en Núcleo mediante un acuerdo. Obviamente el cine es un arte, pero no deja de ser un negocio, traer películas te sale guita y si después la gente no va, te fundís. Muchas veces yo las pido por directores, recorrido en festivales o que tengan actores o actrices importantes, pero también hay un asesoramiento implícito de las distribuidoras en la programación, ya que tienen criterio para anticiparnos si la película va o no para el cine club. Tenemos además un montón de gastos fijos que se pagan con la mensualidad de los socios, hoy si no tuviéramos el apoyo del INCAA, que nos presta la sala, no sé si podríamos continuar con esta actividad. Por mes en total son 12 funciones –la actividad en el MALBA los jueves y en el Gaumont los martes y domingos– así que, en términos monetarios, si asisten a todas es muy barato.

Teniendo en cuenta que tienen un público que viene hace años, ¿cómo hacen para que se renueve?

Es complicado, tratamos de interpelar a un público más joven, pero no tienen constancia con una actividad regular como esta. La diferencia con la gente grande es que conforma toda una salida para ellos y en los jóvenes esa práctica no está tan instalada. A su vez, después de la pandemia mucha gente perdió el hábito, cada vez se les hizo más difícil llegar hasta el centro para venir y otros lamentablemente quedaron en el camino. El público de a poco se va renovando pero la realidad es que me da miedo que a largo plazo esto que a nosotros nos gusta tanto se pierda. Hay películas que al verlas en la computadora son seis puntos pero en el cine suben a ocho, las imágenes se ven majestuosas y la experiencia es muy distinta. Por eso, resalto la importancia de salvaguardar estos espacios porque también es cuidar la calidad artística de los filmes.

¿Cómo fue crecer en una casa de cinéfilos?

Yo veía películas desde muy chico. Me acuerdo que un día mi viejo me llevó a ver La conversación, que era durísima. También películas rusas muy buenas, pero a la edad que yo tenía no eran las adecuadas para ver, así que habré dormido un rato. Algunas las volví a ver y me gustaron, otras no. En casa –que era muy chiquita– había un proyector de 16 mm que mi viejo armaba, poníamos un afiche blanco dado vuelta y veíamos las películas para decidir si la programaba para el cine club o no. Así que siempre estuve muy embebido, y eso repercutió en mi formación.

Maldito Tik Tok

Maldito Tik Tok

Amnistía Internacional presentó la primera investigación sobre TikTok en Argentina. La red social de origen chino se caracteriza por el extractivismo de datos, el impacto en la salud mental y la intromisión en la privacidad de los usuarios. Las tácticas que los jóvenes y adolescentes practican para defender su bienestar en la red. 

El pasado viernes, en el ArtLab de Villa Crespo, se presentaron los resultados de «Domar el Algoritmo: desafíos para la salud mental y privacidad de Argentina en el uso de TikTok«, realizada por Amnistía Internacional Argentina. Es la primera investigación en nuestro país sobre esta red social, los condicionamientos de su algoritmo y las estrategias que los jóvenes practican para “domesticarlo”.

Si bien su fachada sugiere entretenimiento, creatividad y comunidad, TikTok esconde un modelo de negocio profundamente extractivo, que puede poner en riesgo la privacidad y la salud mental de sus usuarios, en especial de los adolescentes y jóvenes que scrollean infinitos videos y contenidos. Así lo determina el informe de Amnistía Internacional, que de hecho organiza en los ejes «privacidad» y «salud mental» los principales hallazgos de su investigación.

Este estudio, de tipo etnográfico y exploratorio, fue desarrollado por siete investigadores durante el primer semestre de 2023 en cinco ciudades argentinas: CABA, la localidad de San Martín en el Gran Buenos Aires, Córdoba, Rosario y Salta. Se entrevistaron jóvenes de 13 a 17 años y de 28 a 25, en base a diversos criterios económicos, políticos y poblacionales.

Culpa, miedo, adicción y pérdida de control personal son emociones comunes en varios de los testimonios, que dan cuenta del «carácter absorbente» de la plataforma, así como de una dificultad generalizada (y en muchos casos angustiante) para desprenderse de sus videos.

Extractivismo de datos

Por un lado, el informe reconoce la enorme extracción de datos que la plataforma realiza sobre sus usuarios, identificando intereses y conductas para crear perfiles que luego son vendidos a anunciantes. «Esto demuestra la deficiente política de privacidad de TikTok, que no sólo absorbe información de las interacciones de uno con la aplicación, sino que también es capaz de leer correos electrónicos y la geolocalización, por más que uno la desactive», explica Paola García Rey, Directora Adjunta de Amnistía Internacional Argentina.

Con todos estos datos a su disposición, extraídos del usuario con y sin su consentimiento, TikTok puede dirigir contenidos altamente personalizados, lo que no sólo es inquietante sino también atractivo: «Muchos de los testimonios que relevamos dan cuenta de un algoritmo ‘mágico’, que ‘me conoce, me comprende y que en función de eso me brinda contenidos que me atraen, que me gustan y que sigo consumiendo'», agrega García Rey. Con esto, el circuito extractivo de TikTok se completa: cuanto más tiempo pase el usuario retenido en la plataforma, más datos pueden obtenerse (interacciones dentro y fuera de la app, contactos, búsquedas, entre otros) para ser transformados casi de inmediato en publicidad dirigida.

En Argentina, TikTok sumó entre 2022 y 2023 casi cinco millones de usuarios, alcanzando los 16,2 millones a principios de este año. No obstante, este número subestima su crecimiento real, en tanto la empresa dueña de TikTok, ByteDance, no informa datos de menores de 18 años, sector donde la plataforma es muy popular.

El informe también reflexiona sobre las repercusiones negativas que algunos contenidos y la lógica de consumo de TikTok tienen en el bienestar emocional de adolescentes y jóvenes. Culpa, miedo, adicción y pérdida de control personal son emociones comunes en varios de los testimonios, que dan cuenta del «carácter absorbente» de la plataforma, así como de una dificultad generalizada (y en muchos casos angustiante) para desprenderse de sus videos.

Pandemia

Respecto a la irrupción de TikTok en la cotidianidad adolescente, la investigadora Brenda Peralta explica que «TikTok surge en un contexto de pandemia, donde los chicos estaban aislados, aburridos, solos. Primero funcionó como un modo de contención y acompañamiento, luego se instaló y fue moldeando nuevos hábitos».

Hoy, el propio diseño de la plataforma es un punto de conflicto: «El algoritmo pasaba de ser algo mágico, que te daba todo lo que querías ver a rozar el límite del acoso, porque todo el tiempo te muestra lo mismo». Peralta recuerda su labor etnográfica, y enfatiza en que «el término ‘adicción’ surgió del propio trabajo de campo. Fueron los jóvenes quienes dijeron cosas como ‘entro en un bucle temporal, pierdo la noción del tiempo y llego tarde a otras actividades'». El informe señala que, después de WhatsApp, TikTok es la aplicación que más tiempo de uso concentra por usuario, superando a Instagram, Facebook y YouTube.

El funcionamiento de TikTok difiere sustancialmente de las redes sociales «clásicas», que fomentan la construcción de comunidades y grupos de amigos. En cambio, TikTok recompensa el gusto por un contenido con su reiteración, es decir, con la curaduría  algorítmica de piezas similares. Si bien puede resultar positiva en algunos casos, los investigadores afirman que esta lógica tiene su contracara. Cuando los contenidos reiterados son agresivos, tóxicos o incluso incitan a la violencia y a la autolesión. Ese «lado oscuro» de TikTok es reconocido por casi todos los adolescentes involucrados en la investigación que emplean tiempo y estrategias para evitarlo: entrenar el algoritmo a partir de los «me gusta», scrollear rápido para demostrar desinterés por un tipo contenido, migrar de cuenta para resetear el algoritmo, y hasta desinstalar la app en época de exámenes.

En TikTok, el status del usuario importa menos que la novedad en el contenido, es decir, no hay que ser un influencer para volverse repentinamente viral en la plataforma. Y es sobre este punto que la antropóloga social Victoria Irisarri da cuenta de un hallazgo interesante: «Nosotros partimos con la idea de que los jóvenes usaban TikTok para producir contenidos y volverse virales pero en la mayoría de los casos encontramos un miedo a publicar y a viralizarse, principalmente por la imposibilidad de desactivar la circulación de los videos, que puede derivar en comentarios negativos. Hay mucho cuidado en que los videos no se esparzan tan fácilmente». De hecho, Irisarri recuerda el caso de una adolescente de 15 años que, preocupada por la tendencia a la sobreexposición, afirmaba: «Si no subo nada, no me va a pasar nada».

En diálogo con ANCCOM, Irisarri también destacó la importancia del trabajo de campo en investigaciones de este tipo: «Al ser un trabajo exploratorio, la idea fue alejarnos de los grandes conceptos que aparecen sobre las redes socio digitales, algunos celebratorios y otros demonizadores, para enfocarnos en qué hacen las personas con TikTok. Solo gracias al método etnográfico fue posible abrir los temas de privacidad y salud mental, en la medida en que se fue generando una relación de confianza y seguridad entre los investigadores y sus interlocutores».

Martín Becerra, investigador principal en CONICET y Doctor en Ciencias de la Información, reflexiona sobre los cambios que la aplicación puede realizar en pos de una experiencia más justa y sana: «En primer lugar, TikTok tiene que dar algún tipo de alternativa en la organización de los contenidos distinta a la que dispone por defecto. Esto implica darle poder de agencia al usuario respecto a lo que quiere ver: uno podría priorizar, por ejemplo, contenidos cercanos al lugar donde vive». Además, enfatiza que la cantidad de datos que TikTok obtiene de sus usuarios debería ser, cuanto menos, revisada. Según el especialista, “La empresa no debería recolectar datos que no sean funcionales a la operación de la propia plataforma. Por ejemplo, un servicio de mensajería no tendría por qué tener acceso a mis compras online. Cosas así ocurren porque el modelo de negocio, basado en la publicidad conductual y la creación de perfiles personalizados, requiere de una extracción de datos que es abusiva».

Los cuestionamientos a las redes sociales vienen en crecimiento. El Estado de Montana de EE.UU prohibirá el uso de TikTok en 2024, por cuestiones de seguridad nacional. La normativa es drástica y afectará a todos sus ciudadanos, que deberán pagar multas de hasta 100.000 dólares de no respetarla. A finales de octubre de este año, más de 40 estados de los EE.UU demandaron a Meta, corporación que nuclea los servicios de Instagram y Facebook, por incentivar una «crisis nacional de salud mental» mediante los condicionamientos de su algoritmo. Para Becerra, «que prosperen demandas contra las big tech puede atenuar, corregir o, siendo ambiciosos, resolver la lógica extractiva de datos que bombea su modelo de negocios».

El informe Amnistía Internacional Argentina aporta más datos concretos sobre los efectos de TikTok y da sustento a la creciente preocupación. Este tipo de investigaciones es la base necesaria para plantear también desde el sur global la necesidad de un marco regulatorio frente a un modelo de negocios que prioriza las ganancias por sobre cualquier otra cosa.

La lente en los sufridos

La lente en los sufridos

«La cámara afgana», la muestra del multipremiado Rodrigo Abd, exhibe la realidad del país asiático capturada por el fotógrafo tras dos extensos viajes.

El Centro Cultural Borges presenta la muestra fotográfica La Cámara afgana, de Rodrigo Abd y curaduría de Irina Dambrauskas. El reportero gráfico argentino fue dos veces ganador del premio Pulitzer y visitó Afganistán por primera vez en 2006 y por segunda en 2022, ya sin la ocupación de tropas estadounidenses en ese país.

En el primer periodo, entró en contacto con la cámara de cajón (artefacto que era muy común entre los fotógrafos callejeros de aquel lugar), que permite tomar la foto y realizar el proceso de revelado con la misma herramienta. Dambrasukas relata cómo influyó esta modalidad en el trabajo de Abd: “Dio como resultado un material totalmente distinto al que se podría obtener con una reflex o con una mirrorless digital. Las fotografías parecen detenidas en el tiempo. La muestra consta del material que realizó durante dos viajes; del primero teníamos mayoritariamente retratos de trabajadores jornaleros, y durante su segundo viaje llevó la cámara más allá de sus límites, realizando fotografías en exteriores, con movimientos y variedad de planos”.

 La segunda visita del fotógrafo lo situó en un contexto de menor rispidez en ciertos aspectos, lo que le permitió llegar a zonas que en 2006 le estaban vedadas y que Abd se propuso recorrer. La selección de las fotos para la muestra denota una tendencia a retratar imágenes de personas adultas y niños realizando actividades que forman parte de su cotidianidad, con mujeres con el rostro cubierto y hombres armados.

“En un principio lo que hice fue ir armando varias selecciones con distinto tamaño y jerarquía. Rodrigo produjo una enorme cantidad de material increíble, así que reducirlo e ir dejando afuera fotografías fue muy complejo. Fuimos viendo de cubrir distintas temáticas de la vida cotidiana en Afganistán: niñez, trabajadores, mujeres, consumo de drogas, talibán, religión, cultura, etcétera. En este proceso terminaron quedando afuera imágenes con las que uno se encariña, pero que quizás en el diálogo con el resto del material hacían ruido o no funcionaban del todo bien”, explica la curadora.

Algunos turistas que andaban de paseo por el Centro Cultural Borges se acercaron a recorrer la muestra, como es el caso de Amanda Klein, de Sao Paulo, Brasil. Tiene 26 años, es médica y la visita la hace conocer por primera vez la obra de Abd. “La sensación general que me dejó la muestra es de tristeza y sufrimiento, como la que se ve en el rostro y mirada de aquel hombre de 75 años que ya no puede trabajar por su físico. De todas maneras hay otras que me causaron una sensación contraria, como la de la familia que estaba de vacaciones navegando en un bote”, cuenta.

Ese sufrimiento también fue percibido por Paola Frías, cuidadora de adultos mayores y de 53 años: “Sentí tristeza con las fotos exhibidas. Las imágenes muestran el maltrato que sufren esos seres humanos, principalmente las mujeres y niños”. Paola agrega: “Mi conocimiento sobre la cultura afgana era muy pobre. No he tenido la oportunidad de observar con detenimiento anteriormente, por los pocos fragmentos que llegan de los medios”.

Distinta fue la experiencia de Augusto Reyes Mora, antes de visitar la muestra. Este ingeniero industrial peruano, de 45 años, había leído un libro que hablaba de la opresión contra la mujer en aquel país. “La muestra me generó una sensación de naturalidad para contar las cosas y muy explicativa. Me sorprendió un poco la situación que tienen frente al trabajo infantil, sobre todo la imagen de aquella niña que debía trabajar porque no le estaba permitido estudiar y refleja esa opresión que leí en aquel libro”.

La muestra se encuentra en el primer piso del Centro Cultural Borges hasta diciembre del 2023.

“Aída Bortnik fue una persona muy importante en mi vida”

“Aída Bortnik fue una persona muy importante en mi vida”

“Las guerras a través del tiempo” es una serie de cortos dirigidos por Víctor Laplace que busca revivir y rendir homenaje a la notable guionista argentina.

Encabezado por el reconocido actor y director Víctor Laplace, el proyecto de Las guerras a través del tiempo tiene como propósito abordar la persistencia de los conflictos bélicos a lo largo de la historia y poner en valor la obra de la destacada guionista Aída Bortnik (1938-2013). Laplace y Bortnik colaboraron en la década del 60 en Soldados y soldaditos, una pieza de teatro pacifista estrenada en 1972, en un contexto mundial marcado por las guerras.

“Bortnik fue una persona muy importante en mi vida –afirma Laplace–. Hablar de ella implica rememorar las reuniones que hacíamos en su casa, junto a otros colegas, y ahí nos quedábamos pergeñando ideas. Así surgió Soldados y soldaditos”. Bortnik, asimismo, es un nombre clave en la cinematografía argentina, recordada como guionista de La tregua (1974) y La historia oficial (1985), esta última ganadora del Oscar a mejor película extranjera.

“Con Aída empezamos a pensar en la posibilidad de hacer un espectáculo sobre las guerras que tenía que ver con los soldados de verdad”, cuenta Laplace, quien en aquel momento le propuso a Bortnik que escribiera la obra mientras que él actuaría. El proceso creativo implicó meses de trabajo diario, que resultó en una pieza teatral con 14 personajes: El Soldado Yanqui, Soldado Samurái, Balada del Desertor y La Paloma de la Paz, son algunos de ellos.

Para Las guerras a través del tiempo, Laplace contempló la posibilidad de ampliar el espectro de personajes de la producción. “Si hubiera tenido tiempo, habría hecho un espectáculo de ocho o diez personajes. Porque tienen que aparecer más los malos, sino es todo muy buenito”, sostiene, entre risas, en diálogo con ANCCOM.

El factor tiempo fue uno de los desafíos significativos durante el proyecto. Pudieron llevar a cabo la producción en el Centro Cultural Kirchner (CCK), y si bien se trata de un espacio que ofrece una plataforma destacada, también presenta complejidades debido a su alta demanda de producciones. Laplace contó con la colaboración de Diego Poleri, quien lo ha acompañado en sus incursiones cinematográficas.

La serie está disponible inicialmente en la plataforma Contar. El rodaje tuvo lugar en Tandil, la ciudad natal de Laplace, y el objetivo del director es revivir los textos de Bortnik en formato audiovisual, honrando su habilidad para transformar momentos dolorosos de la historia argentina en obras artísticas significativas.

Las piezas audiovisuales incluyen textos de Eduardo Galeano, que abren y cierran cada “bitácora”, y según Laplace responden a la profunda impresión que le generaron dichas obras al escritor uruguayo. Suenan además dos canciones de Viet Rock, la ópera musical sobre Vietnam de Megan Terry.

Laplace inició su trayectoria en Buenos Aires, adonde se trasladó para estudiar teatro. Este período marcó un capítulo importante en su carrera. “Me comencé a relacionar con (el actor y director) Jaime Kogan, fundador del teatro Payró, sobre la calle San Martín, donde producimos justamente la obra Viet Rock”, relata.

Actor de teatro, cine y televisión, recordado por interpretar al General Perón en el filme Eva Perón (1996), Laplace también se ha destacado por su compromiso, de hecho, en los 60 y 70 hacía teatro político en barrios obreros de todo el país. “Junto con otro colega íbamos a hacer teatro en la villa y así se desachavaban los problemas que tenían”, evoca.

Hoy, como actor, está ensayando con Andrés Bázaro, director con quien ya ha colaborado antes, una obra de la autora Sandra Franzen, Oda al poeta esquivo, aunque el título definitivo aún está sujeto a discusión. Y a sus 80 años, desde Tandil, donde vive rodeado de sus afectos y amigos, Laplace sigue produciendo proyectos vinculados con la literatura, el teatro y el cine.

Yendo del estudio al streaming

Yendo del estudio al streaming

Con la hegemonía de las plataformas en la industria musical, los modos en que los artistas independientes construyen su público cambiaron. Las nuevas formas de distribución prometen sencillez y efectividad, pero siguen sin resolver la necesidad de utilizar intermediarios.

La música por streaming cambió los pasos que un artista tenía que seguir para mostrar su trabajo. La llegada de las plataformas hizo necesario que un nuevo actor medie entre el artista y la audiencia: las distribuidoras o agregadoras digitales. Estas empresas, en su mayoría extranjeras, se presentan como una forma sencilla, rápida y justa para que cualquier artista que quiera (y tenga algunos dólares a mano) reparta sus canciones entre Spotify, Itunes, Youtube Music y otros rincones de la música digital.

En la teoría, las plataformas parecen listas para difundir una canción hecha en casa: es la ilusión de llegar al mainstream con “una computadora de Conectar Igualdad”. Sin embargo, en la práctica, producir, distribuir y exponer música no ha perdido su complejidad.

No te olvides de lo artesanal

«Las bandas grabábamos discos, como ahora, pero esas grabaciones se ponían en un soporte físico, que en mi caso era el CD», cuenta German Alperowicz, promotor, manager de artistas y docente de Comercialización en la Escuela de Música de Buenos Aires. Recuerda que años antes de Spotify, “la distribución independiente era artesanal, con un circuito de disquerías amigas en Buenos Aires, el conurbano o el interior del país. Cada vez que tocabas había un puesto con los discos. Todo aquello no era para nada malo: era invertir en la grabación, en la fabricación de un soporte y después salir a venderlo. Venderlo generaba un contacto con el público».

Datos de la Federación Internacional de la Industria Fonográfica muestran que, en 2022, la industria musical grabada facturó 17.500 millones de dólares en plataformas de streaming. Esto cuadruplica los ingresos de la música en formato físico, que el año pasado fueron de 4.600 millones de dólares.

De ese carrito que empujaba el propio artista ahora se ocupan las distribuidoras que, si bien tienen la potencia para exportar la música independiente a todo el mundo, ¿ofrecen un vínculo similar al que construía vender un CD justo después del show? Para Alperowicz , el desafío es interesante: «El objetivo es tener al público cautivo en esta nueva era digital, donde hay muchísima oferta y donde la demanda es distinta. Yo creo que sigue habiendo fanáticos de la música, fanáticos de artistas, de bandas. Pero, al haber mucha oferta, se hace más complicado generar una comunidad».

Para Leandro, un músico que prefiere no dar su apellido, quién  también es productor e ingeniero en sonido, las plataformas de streaming y las distribuidoras significan un avance enorme. «Antes, la única posibilidad de pegarla era que te descubriera un cazatalentos y que invierta plata en vos. Hoy en día, podés ocuparte de todo el proceso desde tu casa, desde crear un tema hasta distribuirlo para que suene en Japón. Dependés más de vos y de tus estrategias».

No obstante, depender de uno no elimina las exigencias de la industria musical, las reconfigura: «Al tener independencia es uno quien arma su calendario de lanzamiento. Antes te lo imponía un sello, ahora te lo impone esta nueva mentalidad de ‘como todos tenemos las herramientas, todos van a estar sacando música, así que yo también’”. Sea un disco por año o un single por mes, el ritmo lo pone el mercado.

Según Leandro, el consumo de música se “inmediatizó”, por lo que el artista debe atender a múltiples demandas, rápido y por su cuenta: “Si querés seguir la ola, tenés que subir contenido todo el tiempo. Y eso es medio una cagada para el artista; es el capitalismo extremo aplicado a la música. Para responder a la demanda tenés que producir más y eso influye directamente en lo que hacés, porque estás más apurado”.

¿Cuánto duele?

En el home-studio que armó en su living, Tomás (quien también prefiere no dar su apellido) hace trabajos de producción y mezcla para artistas independientes: «Si querés hacer una sola canción y no tenés el equipamiento necesario, te puede salir 100 lucas: 30 en la mezcla, 15 en el mastering, una jornada de grabación de 5 horas 15 lucas, comprar una instrumental 10 o 15. Esto solamente para hacer la canción, sin contar la distribución y todo lo demás. De entrada, es un hobby caro. Yo eso me lo puedo ahorrar ahora que tengo el equipo… pero tuve que servir mucho café».

Tomás también tiene su proyecto musical, que ronda los 500 oyentes mensuales y las 20.000 reproducciones en Spotify. Como eso no alcanza a transformarse en dinero concreto, el músico lo toma como una inversión casi obligatoria para atender a otros modos de financiamiento, principalmente shows en vivo: «Que tus temas estén sonando en Spotify implica más llegada al público y el día que hagas una fecha, que es donde realmente está la plata, capaz podés recuperar algo de lo que invertiste. Pero si tu música no está en ningún lado, vas a tocar siempre para dos amigos».

Su portal de Distrokid (la distribuidora que contrató) indica que, por cada reproducción en Spotify, Tomás se lleva menos de 0,0003 dólares. Curiosamente, el número varía según el país de origen: si la canción se escucha en Estados Unidos o en Europa, genera unos milicentavos más que de ser escuchada en Argentina.

El primer trimestre de 2023, Spotify reportó un total de 510 millones de usuarios mensuales, de los cuales 210 millones son suscriptores premium: con esos números lidera el mercado holgadamente. Los ingresos totales de la plataforma crecieron en un 14%, alcanzando los 3.000 millones de euros, un récord para un trimestre. Esos volúmenes requieren intermediarios que sumen a cientos o miles de artistas y simplifiquen su tarea.

Hay alternativas

Si bien hoy entre los artistas independientes el sistema predominante va del estudio a la distribuidora digital y de esta al catálogo de plataformas dominantes, en nuestro país está tomando forma otro tipo de iniciativas en favor de los músicos que, por lógica de mercado, no tienen tantas reproducciones.

Entre ellas está BeatHey, una plataforma argentina, cooperativa y colaborativa para artistas y seguidores de la música independiente, que permite compartir música sin intermediarios. Además de ser representante de BeatHey, Nicolás Beldi también es artista, sube sus canciones a las plataformas convencionales y afirma que «la repartición de regalías es totalmente desigual. La mayoría de los artistas que se llevan la plata pertenecen a tres multinacionales muy conocidas que son las que manejan todo el mercado y que casualmente son las mayores accionistas de estas plataformas».

En contrapunto, la idea de BeatHey es promover un pago más justo y equitativo entre los artistas, sin distribuidoras que se lleven un porcentaje y con una tasa de ganancia por reproducción que supere los “0,00026 dólares promedio” de Spotify. Esto funciona mediante un sistema de suscripción que, según Nicolás, también fomenta el desarrollo de una comunidad: «Permite escuchar música, pero también publicarla, armar listas, participar en concursos, eventos que son curados con artistas dentro de la plataforma, una revista digital y campañas de promoción. Uno puede ir conectando y sintiéndose parte de una comunidad independiente. Se empiezan a armar nichos en diferentes ciudades, provincias, regiones y nos vamos juntando todos pensando desde el mismo lado». Hoy, BeatHey cuenta con aproximadamente 5.000 artistas y 40.000 suscriptores.

Por otra parte, el Instituto Nacional de la Música (INAMU) presentó en septiembre la primera agregadora digital de música argentina: AMA. A través de un convenio con el Ministerio de Cultura de la Nación, se pondrá en funcionamiento a fin de este año, y permitirá a los artistas distribuir su música sin costo, conocer en detalle cuánto generan sus reproducciones y concretar sus derechos intelectuales. En un comunicado institucional, se sintetiza: «Queremos que los músicos puedan subir sus canciones de forma sencilla y que cobren lo que les corresponde». Con esto, puede pensarse el desarrollo de AMA como parte del fomento a la actividad musical, establecido en el primer artículo de nuestra Ley Nacional de la Música.

Las voces de las Swifties

Las voces de las Swifties

Durante más cinco meses las fans de Taylor Swift acamparon en la puerta del Mâs Monumental a la espera de los recitales de esta semana. ¿Quiénes son? ¿Por qué lo hicieron?

Las voces de las fans

¿Quiénes son las swifties? Desde que salieron las entradas en junio, las fanáticas de Taylor no dudaron en instalar sus carpas en la puerta del estadio River Plate para esperarla. En este episodio nos cuentan su experiencia.

¿Quiénes son las swifties?

por Marina Ampuero y Mailen Farías.