La heredera

La heredera

Araceli Matus, la nieta de Mercedes Sosa, presentó su disco Matuséandose en el Centro Cultural Borges el día que su abuela hubiera cumplido 87 años. Además, la homenajeron bautizando al auditorio con el nombre de la cantante tucumana y presentando una muestra fotográfica que recorre su vida. Entrevista publicada el 11 de julio de 2022.

Curiosamente nacida un 9 de julio, el Centro Centro Cultural Borges celebró en la fecha patria el  87 aniversario del nacimiento de  Mercedes Sosa, con la inauguración oficial de la muestra fotográfica en torno a su figura, la designación de una sala con su nombre, y un concierto de su  nieta, Araceli Matus, en el Auditorio Astor Piazzolla. 

El C.C.Borges se encuentra en las porteñas Galerías Pacífico de la calle Viamonte 525, un espacio gestionado desde 1995 por la Fundación para las Artes, que  este año pasó a la órbita del Estado como uno de los polos culturales del Ministerio de Cultura de la Nación. La celebración del cumpleaños de la artista es una iniciativa conjunta del Ministerio de Cultura de la Nación y la Fundación Mercedes Sosa, impulsada por su nieta Araceli Matus, quien presentó su disco debut Matuseándose.

Araceli, nieta de Mercedes y del guitarrista y compositor Oscar Matus, creció rodeada de música. Empezó a los catorce años a tocar los teclados y a cantar coros en distintos grupos. A los diecisiete, en el Teatro Ópera de Buenos Aires, cantó en público por primera vez junto a su abuela. Además de su formación musical, es docente, musicoterapeuta y preside la Fundación Mercedes Sosa. En diálogo con ANCCOM, Araceli cuenta sobre su primer disco y, en especial, recuerda aquella relación con su abuela:

Matuseandose ya tiene una nominación a los Premios Gardel, ¿qué significa para vos “Matusearse”?

Matusearse lo usábamos mucho con mi abuelo, como algo bueno. De la misma manera que se usa caetanear. Yo tardé mucho en realizar esta idea que tenía del disco. Matusearme tiene que ver con lo que soy: yo soy Matus. Está muy relacionado a mi identidad, como el disco de mi abuelo Matuseando de 1967. También como una manera de diferenciarme de mi abuela, que es lo que más amo, pero tenía esa necesidad.

Para los que no te conocen ¿qué tipo de música dirías que se van a encontrar en el disco?

Siempre toqué en bandas desde la adolescencia, pero en los últimos años me dediqué más al canto. En realidad, canto desde siempre, pero empecé a poner el foco en el canto en las producciones musicales. El disco tiene que ver con eso, el foco en la voz, con canciones en castellano y en portugués. Hay dos canciones con música compuesta por mí y la letra es de Junior Carrizo, que es un músico de Brasil que vivió muchos años en Argentina.

¿Cuál dirías que es la influencia más fuerte de esa abuela como abuela y como artista, si es que se pueden separar?

La extraño como mi abuela, es mi familia. Lo que más me cuesta es esa figura, la pública, donde desde la Fundación, en la que estoy como responsable, trabajamos para preservar esa figura, su legado. Yo pasaba mucho tiempo con ella y me influenció como mujer, como música, como persona. 

¿Cómo es mantener vivo ese legado?

Es un peso inmenso. Mi papá que estaba como responsable de la fundación Mercedes Sosa, se enfermó y se murió a los tres meses. La fundación cumplió 10 años el año pasado. Yo estoy buscando la forma de llevarla adelante a mi manera y también poder cumplir con la función de la fundación que es el cuidado y la difusión del legado musical y artístico de mi abuela y de la cultura latinoamericana, porque somos latinoamericanistas. Uno de los objetivos, por ejemplo, es llegar a otras generaciones, que puedan escucharla, saber quién fue. En este sentido, estoy contenta porque en Argentina, sobre todo en Buenos Aires, hay tres jardines de infantes, creo que tres primarias, cuatro secundarias y escuelas de música gratuitas que llevan su nombre. Tiene que ver con el trabajo que hacen las comunidades, y como Fundación nosotros estamos trabajando para apoyar y facilitar, compartir fotos e información. 

El inicio de la celebración estuvo a cargo del periodista Gustavo Sylvestre quien brindó un emotivo discurso sobre su relación con Mercedes Sosa. Recordó la primera vez que la escuchó cantar y anécdotas como una cena en su casa, donde la cantante tucumana emocionó hasta las lágrimas al el expresidente Raúl Alfonsín, en 2007, y su relación con Araceli. Luego se proyectó un video breve por el aniversario, con saludos que incluían a su nieto, al cantautor Victor Heredia y múltiples fotos familiares. 

El momento del show musical comenzó con un repertorio variado que incluyó folclore, pero sobre todo ritmos rioplatentes, jazz y bossa nova. La formación músicos que acompañó a Araceli, con guitarra, bajo, batería, percusión y saxo barítono brillaron sobre el escenario. 

Sobre el final, Araceli mencionó el proyecto propuesto para crear el «Día de la cantora nacional», por la fecha en que su abuela se subió al escenario por primera vez de la mano de José Cafrune. Hay un día del cantor pero falta el de la cantora, explicó.

En relación a la muestra fotográfica, titulada Mercedes por Pupeto Mastropasqua, de Juan “Pupeto” Mastropasqua, reúne más de 50 fotografías que el artista le tomó a Mercedes como reportero gráfico en distintos recitales. Se pueden ver imágenes del tamaño del alto de la sala, en blanco y negro, y en las paredes retratos de distintos formatos que revelan a Mercedes sobre el escenario, con el bombo y también abajo, con la París del exilio de fondo. Además, se exhiben dos ponchos célebres, el bombo de la cantante y algunas cartas intercambiadas con artistas como Ernesto Sábato y Charly García.  

Asimismo, el auditorio del tercer piso quedó bautizado con el nombre de Mercedes Sosa, que pasará a ser programado por la Fundación Mercedes Sosa con el fin del cuidado y difusión de los valores de la canción popular.

La figura de Mercedes Sosa y su trabajo abrió camino de distintas maneras y como artistas de diferentes generaciones, es un ejemplo de, como decía ella “vivir la vida en voz alta”. Araceli Matus, es una nueva voz que se asoma con un legado que cuidar y un nuevo espacio como una oportunidad para la difusión y el trabajo, para contribuir en cierta forma en sembrar memoria y construir lo nuevo.

Del paco a la literatura

Del paco a la literatura

Ariel González es un poeta popular que, a través de sus rimas y narraciones, retrata la vida de los vecinos y vecinas de la Villa Itatí, de Quilmes. Logró dejar atrás consumos problemáticos, pero nunca se olvida de los que no pudieron hacerlo. Escribió dos libros que se difunden en las escuelas del distrito y recibió el reconocimiento de las autoridades municipales. Su nuevo proyecto se llama Villa Filosofía, que muestra los trabajos de diferentes artistas de las barriadas humides.

La historia de Ariel González transcurre por muchos caminos comunes que atraviesan a los habitantes de las barriadas humildes de nuestro país, en el contexto de una Argentina con pobreza e indigencia que casi alcanzan a la mitad de la población. Pero también se evidencia en él una excepción a la regla que lo hace un personaje distinto: su extrema lucidez para transmitir lo que es la cotidianeidad en Villa Itatí. El relato de este artista “villero” (como él mismo se define) incluye carencias y durísimas experiencias de vida tanto para él como para su entorno, pero también un afán de superación y solidaridad colectiva que irradian potencia e inconformismo con la realidad que atraviesa el barrio. Su arte combina todos estos factores.  

Concertar la entrevista con “Ari” en la casa de su abuela en el triángulo de Bernal (lugar conocido por tener un santuario del Gauchito Gil) fue cuestión de segundos: “Estoy haciendo laburos de albañilería por mi cuenta en el barrio y me vendría bien, así también zafo porque me duele mucho la espalda, ja”. Su pequeño cuerpo —no supera 1,65 metros de estatura— debe lidiar con horas de esfuerzo y malas posturas, en jornadas interminables de revoques y apuntalamientos de paredes.  

Una cara casi adolescente oculta sus 35 años y es aún más increíble cuando cuenta que tiene cinco hijos, (el más chico de 3 y el más grande tiene 12). Su mamá, pilar fundamental para la recuperación de Ariel, es jubilada y optó ser portera de escuela aunque tenía título como profesora de Contabilidad. Ahora trabaja de costurera de cartucheras en su casa en Itatí. Ese fue el trabajo que le legó la abuela de Ariel que ya no podía tomar más esas tareas. “Es una esclavitud”, expresaba con una mueca irónica. “Ari” es el hermano del medio en su familia. Los trabajos de sus otros cuatro hermanos incluyen desde la repartición de pan, la albañilería y las labores para cooperativas populares, hasta la costurería que realiza su hermana junto a su madre.  

Pasó por tres colegios y llegó hasta tercer grado: “Iba a la escuela porque veía que mis amigos iban y ahí te daban de comer”, contó. Señaló que no le interesa terminar los estudios porque aprender “solo te da un conocimiento que después no usas para nada”. 

Como contraparte, afirmó que aprendió más “viviendo y sufriendo” con lo que le deparaba “la calle”. “No estoy ni en pedo en contra del estudio, pero tengo problemas con la concentración. Se me parte la cabeza”, se sinceró. Ariel destacó que quiso terminar la escuela, yendo a un colegio de Villa Azul, barrió vecino de Itatí, pero cuando volvía a su casa esos dolores lo aquejaban. Apunta que la causa de este problema se relaciona con su consumo de paco por doce años. Seducido por su mensaje de paz, se volvió fanático de Bob Marley y adora a Charly García. También se considera profundamente creyente, aunque cuando algún vecino le achaca que no asiste a misa, siempre recalca que habla con Dios “todos los días”.

La lucha contra el paco en primera persona (y también en tercera)

Fue en ese periodo de adicción —entre los 15 y los 24 años— que comenzaron a fluir sus primeras rimas y reflexiones, que su madre transcribía en la computadora: “Yo no sabía escribir”, recordó. En todo momento, Ariel reafirmó que su inspiración surgía “del sufrimiento”. Señaló que lo tenía “muy mal” saber que no podía dejar de consumir. Sus recaídas eran recurrentes. 

El arte de Ariel reflejaba eso que le pasaba a él pero que se replicaba en decenas de pibes y pibas del barrio. De una vez que pagó casi el doble de lo que valía una dosis de paco salió una de sus primeras poesías, que le “hablaba a la abstinencia”: “Para comprarla no ponemos pretextos ni peros, cuando la esperamos nos tiramos pedos. Queremos dejarla pero no podemos, cada vez que nos acordamos, el culo retorcemos”. Y recordaba, irónicamente y entre risas, que no se quejaba de ese aumento “repentino” de precio pero sí lo hacia con la yerba que compraba todos los días para el mate.  

Destacó que su recuperación tuvo avances significativos cuando, en el medio de la villa, se paró frente a unos pibes que consumían y se mantuvo inmutable. Afirmó que aún vive en el infierno, pero que ya no lo “quema”. Sin embargo, ve que muchos a su alrededor hoy “se siguen quemando”. Gente “dopada”, “en cana”, o en centros de rehabilitación que, para Ariel, nunca generan buenos resultados, eran los destinos “inevitables” para los pibes y pibas que caían en la adicción.  

Ariel obtuvo el reconocimiento de amigos y vecinos del barrio cuando les mostraba esos primeros trabajos artísticos, e incluso se convirtió en una “referencia” para mucha gente de la villa, que lo buscaba para contarle sobre sus adicciones. Se convertía en su última “carta” a quien recurrir antes de ir a comprar paco. Su respuesta era siempre la misma: “Armaba una chimenea, comprábamos un pedazo de carne, pasábamos tiempo juntos e intentaba mostrar que la plata se puede gastar en otras cosas que no fueran la droga. A mí me ayuda ayudar a esos pibes”. 

Esas ganas de cambiar la situación del barrio generaron una primera semilla en él. Durante su proceso de mejoría, se produjeron los primeros encuentros de Ariel con el padre Ángel Tisot, un cura del barrio que luego fue a vivir al sur patagónico, al que le llevó sus fotocopias de los primeros escritos. Fue así como Tisot conoció en detalle el desolador paisaje de los pasillos de Itatí: pibes y pibas deambulando por las calles, sin rumbo alguno, haciendo trabajos precarios e incluso robando para conseguir nuevas dosis de pasta base, siempre bajo el acecho de las bandas que aun venden su “mercadería” en el barrio.  

Ariel le propuso al padre que transformaran la huerta que había en la iglesia ubicada en el corazón de la villa en un centro de “contención” para los pibes que sufrían de dependencia al paco. Ariel destacó que cada vez se hacía más numeroso el espacio y que conseguían comida a partir de las changas que hacían en los negocios del barrio: “No hacía falta la ayuda del Estado”. Esta reticencia de Ariel a la intervención estatal se basa en lo que para él son tratamientos poco eficaces para erradicar las adicciones en el barrio. Cuando Ariel y el padre Tisot se fueron quedó armada la estructura de lo que hoy se llama “Hogar de Cristo”, apadrinado por el Papa Francisco. Ariel contó que a veces vuelve al lugar y que cuando lo reconocen se queda jugando a la pelota con los pibes y pibas que hoy están allí: “Faltas vos”, le decían.    

A pesar de este escenario un poco más auspicioso para la realidad del barrio, Ariel no dio rodeos y fue “al hueso” cuando se le consultó sobre los grupos narcos que hacen base en el en la zona: “La situación ahora es terrible. Está volviendo la ola. Todo lo que yo escribí en mis libros que pasaba antes, pueden ser relatos de ahora”. Cargó contra los gobiernos de turno y aseguró que “todos los ‘peces gordos’ volvieron”.  Reclamó con urgencia que haya mayor intervención para erradicar el problema del consumo de paco en Itatí: “Prefiero hasta vivir sin luz, pero que mis hijos estén lo más lejos posible de las drogas”. A este “coctel”, Ariel añadió el clima de violencia e intolerancia que hay entre los propios vecinos, con peleas cotidianas tanto dentro de cada casa como fuera.

Creaciones en el medio del caos

Ariel publicó su primer libro en 2012 y fue en 2021 cuando salió su segundo trabajo literario, Yo soy Ariel. Su primer verso en esa publicación grafica a fondo el drama cotidiano de lidiar con la marginalidad y la oferta de droga a cada hora: “Con cien kilos de vidrio compras un kilo de pan/ Los precios para los pobres vuelan como Súperman/ Las tripas de mi panza viven a las trompadas, pero la esperanza nunca se me acaba”. 

A pesar de que hace unos meses este segundo libro fue declarado de interés municipal, expresó que tiene que regalar los libros que escribió y editó cuando brinda charlas en las escuelas (lo hace desde 2016) porque la ayuda económica del gobierno no llega. “Es más importante un pedazo de asfalto, que lo ponen, lo vuelven a romper, que la juventud, que es a la que tenemos que cuidar para el futuro porque es la que se mueve, la que piensa. Nosotros no vamos a estar más pero los chicos que están ahora son los que se van a quedar con todo esto que les dejamos. Si la nuestra es una generación de mierda, va a ir todo para atrás”.

Hoy se enfoca en su nuevo proyecto, Villa Filosofía. Este canal de videos de YouTube se convirtió en su carta de presentación para que la gente que no es de la villa conozca todo lo que se produce allí. Recalcó que solo conociendo los problemas que se narran desde la propia villa, se podrán generar las soluciones necesarias para superarlas y, según Ariel, “despertar la conciencia”.

Consultado sobre un futuro nuevo trabajo literario, este artista popular fue categórico: “Si alguien quiere tener mi tercer libro, que me escuche porque no lo escribí. Lo tengo en palabras”.

 

Una de terror

Una de terror

Hasta el domingo 27 se realiza en CABA el festival de cine Buenos Aires Rojo Sangre en el Centro Cultural San Martín, las salas Multiplex de Belgrano y, de manea online, en la plataforma Vivamos Cultura.

El Buenos Aires Rojo Sangre (BARS) nació en el 2000 con la motivación de crear un espacio donde difundir el cine de terror argentino. Gabriel Schipani, uno de los creadores del festival explicó, en diálogo con ANCCOM, el origen de este ritual que año tras año reúne a los fanáticos de miedo. Contó que a fines de los 90, descubrió que hacía años no se estrenaban películas nacionales de este género y que, al buscar apoyo del Instituto Nacional de Cine, la respuesta era que el terror no era nuestro. Investigando conoció distintos realizadores independientes que habían hecho películas de bajo presupuesto, pero que solo eran vistas por la familia y los amigos. A partir de allí, junto con un grupo de personas vinculadas al cine y amantes del terror, decidieron hacer una primera presentación donde proyectaron algunas de estas películas y cortos independientes. La primera vez que se presentaron fue en la Facultad de Filosofía y Letras, durante un solo día. Con el tiempo pasaron a hacer proyecciones en el Centro Cultural San Martín, y junto con el crecimiento del festival, comenzó a crecer el género en el país.

Hoy el festival cuenta para su realización con el cine Multiplex de Belgrano. También con el Centro Cultural San Martín, y este año además agregaron proyecciones virtuales a través de la plataforma Vivamos Cultura.

Después de varios años de trabajar organizando el festival, el INCAA comenzó a brindar créditos y subsidios para el cine de terror, reconociéndolo como un género que estaba creciendo. Además de la difusión de estas películas, el festival permite que el público participe desde otros lugares: puntuando las proyecciones, habilitando charlar con los realizadores de cada una. También cuenta con un concurso de cortometrajes que se realiza durante el festival (Fin de semana sangriento) y, por último, con un jurado para elegir los mejores largometrajes y premiarlos el último día.

Al comienzo, sin la existencia de las redes sociales y con poco presupuesto detrás, podían  colocar algunos afiches en la calle, pero también debían transmitir de boca en boca la existencia de este espacio. Actualmente con el crecimiento de la comunicación virtual, se logró masificar la difusión, haciendo que también crezca el público, lo que también ayudó a que cada año puedan estrenarse más películas de este género a nivel comercial.

Ellos son

Las personas que se acercan habitualmente al BARS son en su mayoría fans del cine de terror y de la cultura pop de los ochenta y noventa. Se puede ver gente con remeras haciendo alusión a alguna serie o película reconocidas del género. Pero sobre todo lo que se puede observar es un micromundo que empieza y termina en las puertas del cine Multiplex. Gracias a las redes sociales, se generaron comunidades de fans de este tipo de películas que intercambian ideas y conocimientos alrededor de ellas.

YouTube es uno de los espacios donde muchas personas comparten sus miradas sobre distintas películas. Una de ellas es Carla, la cabeza detrás del canal Pedacitos de terror (@pedacitosdeterror). En diálogo con ANCCOM confesó que su gusto por el cine de terror comenzó a los 10 años cuando vio por primera vez Viernes 13 parte VII. Lo que disfruta del cine de terror es la sensación de miedo, la adrenalina de no poder ver una película sola. Sin embargo, también asumió que de alguna forma sufre el haber perdido un poco ese miedo, pero que igualmente el cine la hace feliz desde otro lugar. Su canal de YouTube cumplió, el sábado 19 de noviembre, tres años desde su primer video. A través de ese medio, generó una comunidad de “pedacitos”, como se dicen entre ellos, que comparten este mismo amor por el género. Con respecto al BARS, contó que antes de la pandemia no solía venir, porque no tenía quien la acompañe y no le gustaba ir sola al cine. Durante la pandemia, el festival transmitió todas las películas desde la web y ella aprovechó la oportunidad para poder verlo todo. Recién cuando se volvió a la presencialidad, se animó a ir por su cuenta, y en este espacio, encontró una gran comunidad. En el BARS, para Carla, las películas toman otra dimensión. Es un público especial que ama este tipo de cine. “El que está al lado tuyo, está en la misma que vos”, concluyó.

Facundo es uno de los espectadores más fieles del festival. Contó a ANCCOM que el cine de terror es parte de su vida desde muy chico. Su memoria lo lleva a cuando tenía, al menos, 5 años. La primera película que vio fue It de 1990, basada en la novela de Stephen King. La incomodidad, la sensación de estar todo tiempo expectante es lo que más le gusta del género. También aclaró que existen distintos subgéneros que provocan otras sensaciones: comedias, dramas (actualmente llamado terror elevado), psicológico, entre otros. Facundo hace unos 10 años que asiste al festival. Con respecto a la comunidad, explicó que a través de las redes sociales fue conociendo amigos con los que suelen ir juntos a ver este tipo de películas. Según los films que se proyectan en el BARS, puede ir con ellos o muchas veces solo. Para él, el festival arrastra el género que ya existía desde los 80. Es un “nicho” que siempre existió pero gracias a internet se masificó. Y coincidió con Gabriel en que la aparición del festival también empujó al género nacional. Porque aunque existían estas películas, no eran tan conocidas. Recordó que la película Aterrados de 2017, fue presentada en este festival y terminó formando parte del catálogo de Netflix y luego de Cine.ar.

Existimos

El género de terror siempre se asoció a las películas estadounidenses. Pero el Festival Buenos Aires Rojo Sangre, permitió demostrar que en nuestro país hay un cine independiente que explota a todo pulmón este tipo de largometrajes. La existencia de estos espacios permite enriquecer la cultura audiovisual de la Argentina, logrando llegar mucho más lejos. Las comunidades generadas alrededor de estas producciones crecen gracias a la difusión de sus fanáticos. Es importante hacerlas visibles para que crezca también el cine nacional.

La última banda de ruta

La última banda de ruta

La Renga tocó en Rosario y miles de personas viajaron a escucharla. Política y mística en una banda que pasó las tres décadas de vida.

El dólar está a $6,49 y Argentina todavía no le debe 45 millones de dólares al FMI. Es 10 de diciembre de 2013 y en el escenario montado delante de la Casa Rosada para festejar 30 años de democracia ininterrumpida suena La Renga. 

“Estamos muy contentos de estar acá, de que nos hayan invitado a participar del festejo de la democracia, los 30 años. Un honor para nosotros.”  

Ocho años después, el 5 de septiembre de 2021 Javier Milei ya tiene entidad pública en la escena política y mediática. En el acto de cierre de campaña en Parque Lezama de cara a las PASO legislativas, el entonces candidato a diputado sube al escenario con “Panic Show” y empieza: “Hola a todos, yo soy el león. Rugió la bestia en medio de la avenida. Corrió la casta, sin entender. Panic show a plena luz del día. Por favor, no huyan de mí, yo soy un rey de un mundo perdido.” 

Y La Renga, que en general no usa las redes más que para comunicar sus shows, le respondió por Twitter: “Entre nosotros existen lazos y sentimientos, no queremos tener un disfrazado de amigo hablando de la libertad.”

***

Es 19 de noviembre de 2022 y un micro más sale de alguna parte del país rumbo a Rosario para el banquete, toca La Renga. La última banda que sigue produciendo cartografía, que se nutre de la ruta y la rueda.

Rosario es la sede porque Tecnopolis quedó vetado para La Renga. Después de una invitación de las autoridades del predio, La Renga tenía programadas dos presentaciones: 20 y 27 de agosto. El municipio de Vicente Lopez, donde se ubica Tecnopolis, no accedió a otorgar el permiso correspondiente y los shows fueron cancelados antes de que comience la venta de entradas. 

La Renga debió moverse a Rosario. 24 de septiembre fue la fecha establecida. La cancelación esta vez fue porque La Playa de la Música, ubicada en el Camping del Sindicato de Trabajadores Municipales de Rosario, no estaba preparada para la cantidad de gente que se esperaba. En el medio, la banda tocó en Baradero y Montevideo.

 Ahora sí es 19 de noviembre y La Renga toca en el estadio   Marcelo Bielsa de Newell’s para más de 50.000 personas.

Pareciera que el dresscode es una remera de La Renga, un piluso y mínimo un tatuaje de la banda. Pero no hay dresscode. Es una fiesta popular. 

Son las 15:30 en el Parque de la Independencia y ya hay mucha gente. Pegado al cordón del lado de la calle, una fila de puestos de comida empieza a copar el boulevard Oroño. Enfrente pilusos, remeras y banderas sobre mantas. En el medio, la gente y las birras a 500 pesos la lata. Refrigeradas en cajas de telgopor con sello de portadoras de vacunas, como el último vestigio de un pasado a olvidar. 

Ya son las 19 horas, el boulevard está colmado. Una ola de gente cuyos límites están marcados por micros estacionados donde se pudo sobre el Parque de la Independencia. Me arriesgo: 400 micros. Me quedé corto. 

 Cada vez se escucha más fuerte la que nos sabemos todos y todas: 

 Vamos La Renga, con huevo vaya al frente

que te lo pide toda la gente

Una bandera que diga Che Guevara, un par de rocanroles y un porro para fumar

 matar un rati para vengar a Walter

que en toda la argentina

comienza el carnaval

 Entonces: micros, remera y piluso puesto, tatuaje, choris, birras, venta de remeras y pilusos para los y las desprevenidas, banderas, una estrofa pegadiza y un motivo aglutinante.

 Fiesta popular.

***

22:00 horas. La Renga sale a la cancha. Literal. El campo es el campo de juego del leproso. También literal, no hay separación entre la gente y el pasto del Marcelo Bielsa. Una alfombra con respecto a Baradero. La última vez que La Renga tocó en Argentina, lo hizo en el Balneario Municipal de Baradero, que era de tierra y el público de La Renga en Rosario lo recuerda porque estuvo ahí. 

El viaje es una victoria que se muestra en banderas. Sin repetir y sin soplar: Quilmes, Venado, Varela, Chaco, Formosa, Neuquen, Bariloche, La Rioja. Faltan algunos. Una bandera que diga Che Guevara, tu localidad y algún elemento de la banda. Otra bandera solo dice Tierra, Techo, Trabajo. 

La Renga toca como si fuese su debut. En 2019 cumplieron 30 años. 

“Chicas, chicos ahora vamos a tocar una viejita, espero que se la acuerden”

Claro. Nos acordamos: ¿Adónde vas, qué buscás en el frío de la noche? En tu andar, veo mi andar, y somos los mismos de siempre. 

Somos los mismos de siempre es la primera canción del primer álbum de La Renga: 1991.

Después de dos horas de fuego producto no de la quema de humedales, sino del calor, la humedad que cada un par de temas se hace lluvia, las 50.000 personas y la banda explotando cada momento de podo, Chizzo, el cantante, y la banda dejan el escenario. Se apagan las luces.

Pasaron diez minutos. Se prenden las luces. 

“Mañana es el Día de la Soberanía. Tenemos un río bellísimo, el Río Paraná y lo tenemos que cuidar para que podamos seguir hablando de la libertad”

Hablando de la libertad es el tema con el que cierra el show La Renga. 

La voz (y la imagen) del rioba

La voz (y la imagen) del rioba

Berretines Audiovisual es una productora conformada por jóvenes de la Villa 21-24 que filman cortos y videoclips con la actuación de los vecinos. “La idea es encontrar una identidad que represente al barrio”, dice Alan, uno de sus integrantes, que reivindica la creatividad y la solidaridad para romper prejuicios y ampliar vínculos.

A pocas cuadras de la Villa 21-24, cinco jóvenes posan frente a una cámara fotográfica. Dos de ellos sostienen una claqueta, a todos se los ve pacientes y distendidos mientras bromean entre sí y cada tanto hacen algún gesto para la foto: son algunos de los integrantes de Berretines Audiovisual, una productora de contenidos creada y sostenida por jóvenes de la villa con el cometido de “contar historias del barrio, que sean sinceras, que sean lo más genuinas posible y no tan alejadas de la realidad”, en palabras de Alan Gómez.

Alan es uno de los fundadores de Berretines y se dedica más especialmente al cine, al guión y a la producción. También están presentes el Jona, Toche y Big Punta -tres jóvenes que, entre otras cosas, se dedican a rapear- y Guido, que es productor y también se encarga de las redes sociales. La propuesta de crear Berretines surgió mientras Alan y algunos de sus compañeros trabajaban en la Casa de la Cultura del barrio, donde actualmente lo siguen haciendo. “La idea era independizarse un poco de lo que te demanda un Ministerio, los cambios de gestión y todo eso, que siempre estás pendiente, como a ver qué pasa, si sigue el laburo, si no…”, explica Alan. Las ganas de formar algo propio e independiente que contara historias sinceras sobre el barrio y desde el barrio tuvo su primera expresión en un videoclip para un tema del Jona: “Vida Rapera”. También en sus inicios, el grupo participó en la producción del video de la canción “21-24”, una colaboración entre la artista Sara Hebe y El Flaco, cantante del barrio.

“Nosotros tenemos como berretines el tomar la cámara y filmar, por eso surgió el nombre Berretines Audiovisual”, explica Alan. La idea era “encontrar una identidad que represente al barrio” y mostrar que “no tenemos berretines de picante ni de pistolero, tenemos berretines de filmar y contar historias y querer aportar con algo piola”.

Una de las tareas clave de Berretines es hacer frente a los prejuicios transmitidos por los medios de comunicación. “El que consume eso y no conoce lo que es una villa, lo que es el sistema carcelario, se imagina y cree que están todo el día violándose, cagándose a puñaladas, o que en la villa la gente es bruta, o bueno, también hay como un prejuicio ya instalado de que en los barrios se vive de planes, o de que la gente de las villas no quiere laburar”. Frente a estas nociones, detalla Alan, “la idea es contar historias contando que hay arte, que hay cultura, que hay gente trabajadora, que es el 90, 95 por ciento del barrio, y bueno, que también ese trabajo de la gente de la villa ayuda mucho a la economía de la ciudad, del país”. Y ejemplifica: “La gente de la villa es la que construye los edificios en Puerto Madero”.

Alan habla con tranquilidad, como en confianza, desde uno de los ambientes de la casa de Barracas donde funciona Berretines. Sobre la pared azul turquesa reluce el logo de la productora: una claqueta que contiene en su interior edificios de alturas y colores diferentes, en alusión a las casas de la villa.

 Sus compañeros lo ayudan a explicar las repercusiones del prejuicio. “Mismo la apariencia, por la apariencia ya también te dejan de lado, o directamente ni te dan chance al diálogo», acota “el Punta”, como lo llaman sus amigos, desde su silla al lado de la puerta. “Yo, ponele, voy a trabajar y no cuento que soy de la villa”, agrega Toche, que mientras habla se dedica a pintar intentando reproducir las tonalidades de una foto en blanco y negro, para ayudar a un amigo con un trabajo práctico. “Capaz estoy en Recoleta y me preguntan de dónde soy, y respondo que de Parque Patricios, pero para no tener complicaciones, ¿me entendés? Capaz una vez en confianza te cuento, pero después siempre hay complicaciones más que nada por la zona, porque piensan que vas a robar o vas a tocar algo”.

Para Alan la explicación tiene que ver con cuestiones de clase. “La gente que intenta representar la pobreza viene de una clase más bien media alta”, y al mismo tiempo estas personas “representan la marginalidad de una manera también comercial” porque mostrar pobres “matándose entre pobres” es algo que “siempre vende”. Pero como también creen que esto puede cambiar en la medida en que “aparezcan artistas de los barrios que vengan y rompan ese prejuicio”, Alan y sus compañeros no se quedan quietos y salen a filmar, a rapear, y a contar desde su lugar y su experiencia.

Las producciones de Berretines se diferencian de las de las productoras industriales no sólo por el mensaje que buscan compartir sino por los protagonistas que se paran frente a las cámaras de Alan y sus compañeros: los propios vecinos del barrio. Cada rodaje es un punto de encuentro en el que resalta la voluntad de colaborar y de encontrarse. “Lo que pasa muchas veces es que ya nos conocemos del barrio, y es como: ‘eh, compa, ¿te gusta hacer ésto? ¿Te querés sumar?’. O si no mismo se ofrecen, como ven que estamos en esta ya se ofrecen”, explica Toche.

En 2019 filmaron Domingo 21-24, un cortometraje documental en el que entrevistan a distintos vecinos de la Villa 21-24 de Barracas. “En el barrio hay una banda de gente que se anima a actuar y que tiene mucho talento”, afirma Alan, y añade que al contar con cierta trayectoria de trabajo cultural en el barrio fueron construyendo vínculos con otros colectivos: “Hay otros pibes que también están más metidos en lo que es la actuación, se llaman Actores de Villa, que lo coordina Fabián Benítez, es un pibe acá de Zavaleta. Él ya tiene también su grupo de actores, ahora van a participar varios para el video del domingo”. Con “el video del domingo” se refiere a un videoclip para un nuevo tema de Big Punta llamado “Locura”, cuya filmación tendría lugar el domingo siguiente.

Cuando el equipo iba afianzándose tras un año de trabajo, la pandemia llegó para detener al mundo, pero Berretines pudo seguir filmando y comunicando. “En pandemia hicimos un corto llamado Quedate en casa, filmado por celu y al que por suerte le fue bien… hace poquito ganó un premio en Rosario”, cuenta Alan. El cortometraje, protagonizado por dos niños, refleja la cuarentena dentro de la villa pero también la situación de los más chicos en el barrio. “Un nene de ocho a diez años ya tiene responsabilidades de adulto; ya saben lo que es cocinar, están súper independientes, ya están repillos y ya tienen esa chispa”, añade Alan. Además, agrega que fuera de lo que es Berretines él y sus compañeros también se dedicaron al trabajo social haciendo ollas populares, todo a pulmón y gracias a donaciones de los propios vecinos. “En la pandemia se ayudó mucho. Mucha solidaridad, eso estuvo bueno. Eso creo que es lo que más rescato”, reflexiona. Otros cortos producidos por Berretines fueron “Domingo 21-24”, un documental filmado en la feria de la calle Iriarte, y “El Rengo”, que cuenta la historia de un entrenador de fútbol de la villa que busca resolver los enfrentamientos entre bandas que asolan al barrio.

Si le preguntan qué es lo que más le gusta de lo que hace, Alan responde “que la gente esté haciendo, y que la gente se sume, y que los pibes también se sumen”. Él y sus compañeros resaltan, por sobre todo, la posibilidad de aprender: “Hacer algo creativo, ir viendo la mirada del otro también e ir aprendiendo entre todos y todas”. Su visión a futuro consiste en seguir adelante con su proyecto. “La idea es que se siga sumando gente e intentar romper ese prejuicio tanto de adentro hacia afuera como viceversa”, para lo cual se proponen “mezclar a la gente de la industria, gente que no es de la villa y hacer esa integración urbana que es la que rompe la grieta”, una grieta que para ellos es de índole política y social. ¿Cuál es el siguiente paso para Berretines? “Seguir creciendo, intentar romper esas grietas sociales y políticas”, responde Alan, y concluye que “lo más importante son los vínculos y que los pibes en vez de que estén en una, estén en esta”.

La marca de Rolando

La marca de Rolando

Se cumplen diez años de la muerte de Rolando García, fundador del CONICET y quien impulsó la llegada de Clementina, la primera computadora que hubo en la Argentina. Una de las figuras más importantes de la UBA que renunció la Noche de los Bastones Largos. 

Quienes toman clases en el Pabellón I de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires quizás hayan escuchado alguna vez el nombre de Rolando García. De hecho, figura en la placa que se encuentra en la puerta y que da nombre al edificio, pero que para el desconocimiento de la mayoría, esconde mucha historia sobre la ciencia en nuestro país.

Rolando García, quien más tarde se convertiría en una figura fundamental de la investigación y el desarrollo en Argentina, nace un 20 de febrero de 1919 en la localidad de Azul, Buenos Aires. Pasa sus años formativos estudiando el Profesorado en Ciencias, para más tarde ingresar a la Universidad de Buenos Aires, donde todavía Exactas estaba unida a la Facultad de Ingeniería.

Poco después, García consigue una beca en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) sin haber terminado la licenciatura y se marcha a Norteamérica, donde concluye sus estudios como magíster y doctor en Física. En 1956, García vuelve a la Argentina. Allí se reencuentra con el filósofo Vicente Fatone, un viejo amigo de sus años de profesorado, quien lo lleva a Bahía Blanca, donde los dos organizan la Universidad Nacional del Sur (UNS).

Con la experiencia de haber inaugurado la UNS, García vuelve a Exactas, en un contexto donde la Facultad se acababa de independizar y tenía muy pocos alumnos. De acuerdo con el doctor en Física y ex-colega Jorge Aliaga, “junto con Risieri Frondizi, hermano del ex presidente y rector de la UBA en su momento, Rolando pertenecía al grupo de quienes creían en una idea de universidad más científica frente a los que tenían una visión más profesionalista”.

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A principios de 1958, con tan solo 38 años, García toma el control de dos de las instituciones más importantes de la ciencia nacional. Junto a Bernardo Houssay, quien ya era Premio Nobel en Medicina, funda el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y es nombrado como vicepresidente del organismo. Paralelamente, se hace cargo del rectorado de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, aprovechando la oportunidad para impulsar la creación de Ciudad Universitaria, donde originalmente se mudarían la mayoría de las facultades de la UBA. “Yo creo que parte del éxito que tuvo en esa época fue porque era muy joven y no le tenía miedo a nada”, reflexiona Aliaga.

Como si no fuera suficiente, “en 1960 crea el Instituto de Cálculo a la par de Manuel Sadosky, y logran que el CONICET financie la compra de la primera computadora para uso académico de Latinoamérica, la Clementina”, señala. Comprometido con la investigación para el progreso, funda simultáneamente el Instituto de Investigaciones Bioquímicas, donde pone a cargo a Luis Federico Leloir, quien después sería Premio Nobel de Química. En cuanto a su rol como rector, Aliaga remarca que “en muy pocos años la Facultad se convirtió en un centro muy destacado. Mirando hacia atrás, García logró sobreponerse a la burocracia y encontró financiación en un contexto político de mucha turbulencia”.

A las altas horas del 29 de julio de 1966, mientras las autoridades se encuentran en las instalaciones, la Policía Federal ingresa a la Facultad en una jornada que hoy se recuerda como “la noche de los bastones largos”. Luego de enfrentar a las fuerzas de seguridad y que le rompan un dedo, García renuncia a su puesto en repudio al régimen de Onganía, terminando su mandato como decano.

En esos años el científico aprovecha la ocasión para viajar a Europa junto a su esposa, la reconocida psicóloga Emilia Ferreiro, y se instala en Suiza. Allí trabaja con Jean Piaget, y colaborando en el desarrollo de la epistemología genética, uno de los bastiones más fuertes de la teoría piagetiana. “Esto que plantean es revolucionario para la época, porque sugiere que el desarrollo del conocimiento tiene un sentido biológico. Hablan de un rol activo, donde el sujeto va a actuar para construir su conocimiento, resaltando el rol fundamental de que existan ambientes estimulantes en los que pueda hacerlo”, destaca la psicopedagoga Belén Palmieri, reforzando la visión de García respecto a la enseñanza.

Después de pasar algunos años investigando el cambio climático para las Naciones Unidas, Rolando intenta regresar a la Argentina pero poco después se muda definitivamente a México, huyendo de las amenazas de la Triple A. Mucho tiempo más tarde, con la vuelta de la democracia, la pareja emprende un segundo intento por volver al país, pero García se encuentra con una Argentina que lo hace sentir olvidado y desvalido.

Aliaga, quien fue decano de Exactas entre el 2006 y el 2014, lo conoce tres días después de asumir su cargo, cuando visita a la eminencia en su casa. “Su primera reacción fue justamente explicarme cómo sentía que lo habían destratado en Argentina”, recuerda apenado. “Yo intenté que sintiera que la Facultad le tenía un enorme reconocimiento por lo que había hecho por el país y por la universidad. Cuando cumplió 90 años en el 2009, le pusimos su nombre al pabellón de Exactas que él había creado, y pudo verlo en vida. Estaba muy emocionado y muy agradecido”.

García, quien se ha llevado no mucho más que la letra chica en la historia de nuestro país, dedicó toda su vida a colocar semillas para que él y tantos otros profesionales de la ciencia pudieran defender la investigación como camino hacia el progreso. “Él creía que en ciencia había que tener una formación muy rigurosa pero que también había que poder aplicar eso a resolver problemas del país”, comenta. La breve amistad que compartieron permitieron que el científico pudiera recomponer su relación con la facultad, pero más que nada con la Argentina. Aliaga sabe que esto marcó definitivamente los últimos años de su vida. “Emilia, su mujer, era una persona de pocas palabras. En su cumpleaños 90, bajando el ascensor, recuerdo que me dijo: a esta edad, es bueno saber que tuvo sentido”.

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