La luna, en el cielo y en la pantalla

La luna, en el cielo y en la pantalla

La Asociación Argentina Amigos de la Astronomía realizó una jornada de observación de astros y proyección de películas vinculadas a la temática, junto al colectivo cultural El Camalote, que cura y difunde cine de animación de autor.

Cuando se deja de mirar el suelo citadino por un momento y se pasa a observar el cielo nocturno, aparece una extraña sensación: los problemas mundanos parecen achicarse y se toma conciencia de la fugacidad de la propia existencia. ¿Qué son un par de años de vida humana en comparación con los del universo? Esta pregunta es una de las tantas que surgen con sólo mirar hacia arriba, de vez en cuando, para poner en contexto nuestro paso por la Tierra.

Quienes miran mucho para arriba son los integrantes de la Asociación Argentina Amigos de la Astronomía (AAAA), que este viernes organizó un encuentro de observación lunar en su jardín, ubicado en el Parque Centenario de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Av. Patricias Argentinas, 550) con entrada libre y gratuita. La jornada también incluyó la proyección de una serie de cortometrajes con temática lunar en el auditorio, que estuvo a cargo del Grupo Cultural El Camalote. Además se podía acompañar con una visita guiada, que en mayo se ofrece cada jueves a las 20, y los viernes y sábados, se suma otra función a las 21 horas.

“Esta asociación es sin fines de lucro. Se fundó el 4 de enero de 1929. La crearon unos jóvenes que miraban el cielo desde sus terrazas, que eran músicos del Teatro Colón y estaban en la Asociación Wagneriana. En 1937 obtuvieron la personería jurídica y en 1942 empezaron a construir este edificio con el aporte de socios”, contó Julio Patamia, el vicepresidente de AAAA, en lo que fue una de las visitas guiadas habituales que se realizan allí, y que ocurrió en paralelo a la jornada de observación lunar gratuita que tuvo lugar en el jardín a partir de las 20.

Desde lo más alto del edificio de Amigos de la Astronomía, durante el recorrido, Patamia contó que en 1871 llegó al país el primer telescopio, que hoy se encuentra en el Observatorio Astronómico Nacional de la ciudad de Córdoba, inaugurado ese mismo año por el entonces presidente Domingo Faustino Sarmiento. Señalando el telescopio que estaba frente a él, Patamia agregó: “Este vino en 1882, es el segundo que llegó a la Argentina, con el fin de ver el tránsito de Venus. Es el momento en que desde la Tierra podemos ver cómo en algún sector del Sol atraviesa un diminuto circulito que es Venus. Ese fenómeno se produce cada 125, 8, 125, 8 años y así consecutivamente. El próximo se va a ver, en el hemisferio sur, en el año 2125”. A medida que el vicepresidente y otros miembros de AAAA, que también estaban ahí, avanzaban en la explicación de algunos conceptos astronómicos básicos, las personas iban observando a través del telescopio el cúmulo de estrellas que se llama El joyero y se encuentra en la constelación de La Cruz del Sur.

Mientras tanto, en el jardín de la asociación acontecía la observación lunar gratuita, que atrajo a curiosos de las más diversas edades y profesiones. Amigos de la Astronomía previó que el encuentro sería multitudinario, por lo que puso a disposición no uno sino tres telescopios para que las personas pudieran contemplar la Luna a través de ellos. Entretanto se llevaba adelante la observación de a una persona por vez —en total oscuridad y al aire libre—, los miembros de la asociación contaban, a quienes esperaban en fila su turno, detalles de la Vía Láctea, la galaxia de la que formamos parte en el universo, así como también de las constelaciones El Centauro, Orión y La Cruz del Sur. Las estrellas Sirio y Canopus también fueron objetos de la conversación astronómica, al igual que otras que sirvieron de inspiración a la mitología griega.

En diálogo con ANCCOM, Patamia contó cómo llegó a formar parte de la asociación: “Soy fotógrafo aficionado, quería hacer una foto a la Luna —de esto hace 12 años y medio ya—. Me compré un telescopio y los accesorios, pero las fotos que sacaba eran horribles. Entonces por insistencia me dijeron: ‘¿Por qué no vas a aprender a la Asociación Argentina Amigos de la Astronomía?’. Un día entré y aprendí a sacar mejores fotos, que son mías y eso me llena de satisfacción. Hice un curso de iniciación a la astronomía y construí un telescopio. Un día quedé al frente del taller de construcción de telescopios, después me invitaron a la Comisión Directiva, fui vocal, y desde hace cinco años —y por tres más— soy el vicepresidente”. También aseguró que la asociación se financia con las visitas guiadas y los cursos que realiza, ya que rara vez recibe donaciones que no sean de los socios. “Ojalá tuviéramos la posibilidad de que alguna entidad nos dé una mano, porque el edificio ya tiene ochenta años y se le nota el paso del tiempo”, agregó.

A las 21 empezó la proyección de cortos con temática lunar en el auditorio, que estuvo a cargo del Grupo Cultural El Camalote. Después de la contemplación astronómica en el jardín, el público disfrutó del visionado de las películas A Street Sweeper on the Moon, de Konstantin Golubkov; Le petit garçon qui vola la lune, de Ernest Ansorge y Gisèle Ansorge;  L’homme Aux Bras Ballants, de Laurent Gorgiard; Estória do Gato e da Lua, de Pedro Serrazina; How to Raise the Moon, de Anja Struck; How Death Came To Earth, de Ishu Patel; e Insomnia, de Vladimir Lesciov. “Estuvieron muy buenos. El Camalote siempre se enfoca en temáticas puntuales y esta vez le tocó la Luna y las estrellas. Yo los sigo desde el 2008, cuando hacían los ciclos en el Club Premier. Hoy vine porque me gustaba la temática y porque se hacía en este lugar al que nunca había venido”, expresó Elisa Acevedo Miño, una espectadora, en diálogo con ANCCOM.

 

“Desde el 2006 hacemos curaduría y difusión de cine de animación de autor. Seleccionamos películas bajo una temática que las aglutine y tratamos de que se vea reflejada cierta diversidad de técnicas, formas de narrar y nacionalidades —hoy, por ejemplo, tuvimos cortos de Catar, Letonia, Suiza—. La idea es que quien no tenga mucho contacto con la animación, venga y se vaya con otra idea, que no sea la de que la animación es igual a producto para niños o producto estandarizado del mainstream de Hollywood”, contó Patricio Gallego, fundador de El Camalote. “La jornada de hoy fue re linda. Al entrecruzar con otras asociaciones, hay una mixtura de público: están los que ya nos siguen de antes y gente nueva que no conoce la propuesta. Eso hace que se retroalimente también al revés: los que vinieron y no conocían a Amigos de la Astronomía se fueron con la experiencia del lugar, que está buenísimo”, agregó.

Las visitas guiadas tienen un costo de 2500 pesos, pero para los menores de 6 años es gratis. Las entradas se adquieren en www.asaramas.ar. La caminata se suspende con cielo nublado y se recomienda comprar con anticipación ya que el cupo es limitado.

La entrañable historia de las hermanas Falco

La entrañable historia de las hermanas Falco

Con materiales de autoficción y memoria familiar, y en lucha hasta al final contra un cáncer de lengua, Silvia Falco escribió Montaje, un libro conmovedor centrado en su hermana Dora, secuestrada en 1978 y desaparecida desde entonces.

El murmullo de voces se desvaneció en un instante cuando la periodista Marta Dillon, con voz firme pero entrecortada por la emoción, pronunció esas palabras que resonaron en el salón del barrio de Boedo: ¡Por Dora Falco! El público respondió al unísono: ¡Presente! ¡Por Dorita Falco! ¡Presente! ¡Por Silvia Falco! ¡Presente! ¡Ahora y siempre! El ambiente era una atmósfera cargada de recuerdos, de historias entrelazadas por la ausencia de Silvia Falco, la autora de Montaje, y su incansable lucha por hacer justicia por su hermana desaparecida durante la dictadura.

La presentación se realizó el jueves 16 de mayo, con la presencia de familiares y amigos de Silvia, que murió durante la pandemia. Gabriel D. Lerman, editor del libro, compartió con ANCCOM sus reflexiones sobre esta obra: “Montaje es una manera de acercarse a una vida personal y singular entretejida por la lucha en favor de la justicia por su hermana Dora, por apoyar a su familia, por intentar encontrar una identidad propia como sobreviviente de los años 70 y todo hacerlo a través de un uso muy delicado y comprometido de la palabra”.

La voz emerge como el hilo conductor de este montaje. Marta Dillon, afectuosamente «la profe», escritora y tallerista que colaboró con Falco en la elaboración del libro, describe cómo la voz de Silvia, afectada por las cirugías contra un cáncer agresivo, se transforma en una voz escrita y poderosa. «A veces rasposa, a veces entrecortada, a veces imposible, pero que no dejaba de gritar. Un grito de guerra», describe Dillon.

Gabriel D. Lerman, editor del libro de Falco

Laura Nevole, docente de teatro, la conoció en 2017 cuando Silvia quiso retomar clases de actuación. Le contó que desde su jubilación, después de toda una vida como docente, había empezado a experimentar temblores en la voz y temía que eso pudiera dificultar su actuación. “Podés actuar sin hablar”, le sugirió Nevole; “No, no, yo voy a hablar, tengo mucho para decir”, recuerda emotiva citando a Silvia. “Cuando ella finalmente se queda sin voz para hablar, pero sigue teniendo mucho que decir, encuentra en la escritura una posibilidad de expresarlo”, concluye Nevole.

La historia de las hermanas Falco se teje a través de las páginas de este libro. “Es una experiencia literaria que combina la memoria, la autoficción, es como un ejercicio libre de trabajar con los materiales de la propia vida, y la ficción argentina en sentido amplio”, leyó Lerman durante la presentación. 

Literatura, palabras, abrazos, charlas de militancia. “Esta historia tiene muchos matices”, opina Dillon. “Pensar a su hermana desaparecida no como esa imagen sacralizada ni como una heroína, sino como esa hermana que a veces era molesta, que recibía más mimos que ella, su relación con su mamá, madre de Plaza de Mayo, una luchadora legitimada pero a la que también le reclama de alguna manera su lugar de madre. Es una complejidad que ella supo poner en palabras, en anécdotas graciosas”, cierra Dillon.

Entre la emotividad de los testimonios compartidos por sus amigos, quienes tomaron el micrófono hacia el final para recordar anécdotas con Silvia, y la fuerza narrativa que atraviesa cada página, Montaje se revela como un testimonio conmovedor y vital. Es un recordatorio de la capacidad humana para enfrentar la adversidad, de la búsqueda incansable por la Memoria, Verdad y Justicia. En cada línea, Silvia Falco recuerda que la voz, incluso cuando es rasposa y quebrada, nunca deja de clamar por la verdad y la dignidad perdida.

La poesía también puede ser un juego

La poesía también puede ser un juego

La Fundación FILBA organizó un concurso de escritura poética con los textos de lomos de libros. En una librería de Villa Urquiza se reunieron amateurs y profesionales para hacer lomopoesía.

No estar inspirado dejó de ser una excusa para no escribir. Una técnica literaria promovida por la Fundación FILBA conquistó el corazón de todas las personas que participaron del Primer Concurso Nacional de Lomopoesía. “Muchas gracias por la confianza, por haber venido a hacer algo que nadie sabe bien de qué se trata”, dijo Amalia Sanz, directora de FILBA, para dar inicio a la jornada. El encuentro tuvo lugar este viernes a la tarde en Estación Libro, una librería porteña del barrio de Villa Urquiza.

La lomopoesía consiste en “hacer un poema usando las palabras que están en los lomos de los libros. No vale agregar artículos ni pronombres. Lo que está ahí, es lo que queda en los versos”, explicó Victoria Rodríguez Lacrouts, programadora de FILBA y coordinadora del certamen, a los diecinueve participantes que se acercaron a la librería. “Una de las reglas es que tienen veinticinco minutos para armar cuatro versos como mínimo y apilando los ejemplares que elijan. No vale robar los libros del compañero”, agregó Sanz entre risas, quien también aclaró que el ganador del concurso se llevaría una orden de compra por $50.000 para gastar en ese mismo local.

Mientras los competidores recorrían el lugar y miraban atentos los títulos de los libros que estaban en las estanterías, Juan Pablo Poggio, librero de Estación Libro, aseguró en diálogo con ANCCOM: “Esta es una buena oportunidad para que vean el surtido de ejemplares que tenemos. Nuestra idea es estar haciendo eventos constantemente”. Por su parte, Rodríguez Lacrouts contó a este medio cómo surgió la idea de hacer el concurso: “Es algo que yo hacía hace muchos años, cuando tenía un club de libros y nos poníamos a armar poemas con las obras que teníamos en la biblioteca”. También aseguró que, a futuro, FILBA organizará más jornadas de este estilo en las distintas sedes de Estación Libro, con el objetivo de armar una final con los ganadores de cada certamen.

Una vez que los competidores terminaron de crear sus lomopoemas, pasaron de a uno a un rincón de la librería —que devino en una suerte de escenario improvisado— y leyeron en voz alta sus creaciones. Después de cada lectura Ana Prieto, escritora y jueza del certamen junto con Sanz y Poggio, tomó una fotografía de cada poema para deliberar luego acerca de cuál sería el ganador. Mientras los participantes leían los títulos de los libros apilados, el resto se regocijaba al escuchar la divina musicalidad que se desprendía de cada invención.

“Me parece divertido, me gusta hacer este tipo de improvisación con el cuerpo y usar la intuición”, contó Renee Carmichael, una joven estadounidense radicada en Argentina que participó del encuentro, mientras los jueces discutían en otro sector de la librería sobre el poema ganador. Por su parte, Simón Risé, otro competidor también joven, aseguró: “Me gusta jugar con las palabras, no tomarme formalmente la escritura, que fluya. Esta actividad invitaba mucho a fluir, a lo que se mueve y cambia”.

Entretanto los jueces seguían deliberando, FILBA convidó a los presentes una copa de vino. Los lomopoetas aceptaron con gusto y se pusieron a conversar entre sí, además de a leer algunos de los libros que habían elegido para la pila. David Delgado Valery, un participante venezolano radicado en el país, dijo: “Vine para tener un desafío creativo y conocer gente que hace poesía”. Es que, efectivamente, entre los presentes había personas que ya se dedicaban a escribir, como Mónica Landolfi: “Yo soy dramaturga y hago haikus –contó-. Vine porque quería ver cómo era escribir con los lomos de los libros. Me encantó, volvería a hacerlo. Es más: lo difundiría con mis alumnas”. A su vez, Andrés Giorda, un competidor cordobés que desde hace un año vive en Buenos Aires, expresó: “Vine motivado por conectar con la lectura desde un espacio lúdico. Lo que más me gustó de la propuesta fue sentir que venía a jugar con los libros”.

El lomopoema que resultó ganador decía así: “Bien tarde en el día / Querida amiga, desde mi vida te escribo a tu vida / ¿Por qué te empeñas en sufrir así? / Soy toda oídos / Los árboles caídos también son el bosque / La oscuridad es un lugar / Las madres no / Llega un hombre y dice / Quiénes somos ahora / Entre ellos / La belleza de aquellos años / Tu sueño imperios han sido / Ya te llegará / Como el fuego / El infierno prometido”. Su autor, Juan Ford, dijo emocionado: “Estoy contento. Me gusta escribir pero me falta disciplina, lo hago porque me gusta. Acá caí de casualidad. Fue realmente un juego, como armar un rompecabezas”.

 

A corazón abierto pero con humor

A corazón abierto pero con humor

La obra La Paciencia (fatídica sindical), escrita y dirigida por Macarena García Lenzi y protagonizada por Noelia Prieto, Valeria Giorcelli y Karina Elsztein, invita al público a adentrarse de manera tragicómica en un centro de cuidados intensivos para conocer la vida de las enfermeras.

Si hablamos de La Paciencia (fatídica sindical), hablamos de las enfermeras y sus vidas consagradas al ciudado de personas: sus esfuerzos diarios, su lucha por ser reconocidas como personal de salud esencial, el acompañamiento y la contención a los padecientes. Las tres enfermeras de esta obra protagonizadas por Karina Elsztein (Gloria), Valeria Giorcelli (Silvia) y Noelia Prieto (Ludmila) retratan la cotidianeidad de la profesión a corazón abierto, con actuaciones brillantes que mantienen al público expectante y dejan huella en él una vez que las luces se apagan.

“La defino como una comedia negra, con un humor delirante y que está muy arriba, roza lo neogrotesco. Ese límite finito entre creer y no creer me parece que es algo que se maneja en la obra”, comenta a ANCCOM García Lenzi. La directora señala que la inspiración para escribir la pieza teatral surgió de la experiencia de estar en una sala de espera aguardando por una persona muy querida. “En ese contexto de estar muchas horas esperando, me parecía muy interesante lo que se ve y lo que no se ve, y lo que uno va construyendo de todos esos fragmentos de historias que no se ven, que quedan atrás de una cortina o a través del teléfono”.

Para comenzar a trabajar en el texto fue crucial el contacto con las enfermeras, conversar sobre su experiencia, para abordar el vínculo enfermera-paciente de manera verosímil. En estos encuentros e intercambios profundizaron en cuestiones técnicas, como por ejemplo qué se aplica a un paciente, y también en su lucha, las marchas y la difícil situación que atraviesan.

Al no ser reconocidos como profesionales en la Ley Nº 6035 de la Ciudad de Buenos Aires, los enfermeros quedan excluidos de la posibilidad de concursar legítimamente por cargos, capacitarse dentro del ámbito laboral, acceder a una remuneración acorde a un profesional del área de la salud, lo que genera que tengan que recurrir al pluriempleo porque los sueldos no alcanzan. “Empezamos a investigar más a fondo acerca de la ley y el conflicto que está muy presente en CABA y en otros puntos del país, y nos dimos cuenta que son el último eslabón de una institución que es muy vertical”, reflexiona García Lenzi, y agrega que esto también está vinculado con el lugar que tienen los ancianos en nuestra sociedad, que son considerados como una carga, una mochila.

La Paciencia… recupera todas las aristas que delimitan el día a día de las enfermeras y lo representa en el escenario con total crudeza, de manera tragicómica. Para lograr ese realismo resulta significativo no sólo el diseño de escenografía que envuelve a las protagonistas, a cargo de Duilio Della Pittima, sino también los diseños sonoro y de iluminación, realizado por Santiago Zorrilla y Julián Alerta Mujica respectivamente, que puntualizan, sugieren y acompañan.

Este universo en el que el espectador se sumerge se vuelve aún más verosímil cuando entre el público están las propias enfermeras, que comentan entre sí y se ríen. Para el equipo de dirección y el elenco, desde el primer momento fue muy importante que ellas se sintieran identificadas y entendieran el humor de la obra, para que no parezca una ridiculización. “La presencia de las enfermeras nos genera mucha satisfacción. Es realmente muy importante tener su aval. Mientras ensayábamos y al ser humor, hay una cosa de poder salirse de una misma porque es muy duro lo que viven. Uno se distancia para poder trabajarlo desde el humor porque para el drama ya está la vida misma, para eso hacemos un documental”, remarca García Lenzi. Y en este punto, concluye que lo “mejor que le puede pasar como directora de la obra” es que el público le diga “me reí, pero me reí incómoda”, “me reí y pensaba ¡de qué me estoy riendo!”.

La Paciencia (fatídica sindical) pone la lupa en la enfermera como persona, explora el costado humano y social de la profesión, indaga en el vínculo con los pacientes. La consigna presente en las marchas -“Nos dicen esenciales pero somos descartables”- también está presente a lo largo de la obra. Invita a pensar y repensar, a reírse y emocionarse.

La Paciencia (fatídica sindical) puede verse los sábados a las 20 en el Camarín de las Musas, Mario Bravo 960, CABA. Las entradas pueden adquirirse por Alternativa Teatral y en la boletería del teatro.

Peligra una biblioteca mapuche

Peligra una biblioteca mapuche

La Municipalidad de General Roca intenta desalojar a la Biblioteca de Arte y Cultura de la Estación, creada hace doce años por la comunidad originaria.

La Biblioteca de Arte y Cultura de la Estación de General Roca (Fiske Menuco), en Río Negro, funciona allí hace más de 12 años, pero en este momento está siendo el epicentro de un intento de desalojo por parte del municipio de la ciudad. Desde el espacio de Educación Autónoma Mapuche Menoco Newen, que trabaja en el lugar, ofrecen resistencia y llaman al diálogo.

El 11 de marzo, luego de varias amenazas y la quita de parte de la cartelería exterior, el municipio de General Roca, liderado por María Emilia Soria, habilitó el desalojo del lugar. De manera unilateral, la municipalidad roquense cambió la cerradura del espacio, prohibió la entrada del lugar y sustrajo gran parte del material que allí se encontraba; material de la cultura de los pueblos, especialmente de la comunidad mapuche, que aún hoy sigue sin aparecer.

Con el correr de los días, y durante tareas de mantenimiento y pintura, algunos integrantes de la biblioteca decidieron ingresar al lugar. Mauro Huenchul, vocero de la Asamblea de la Biblioteca de Arte y Cultura de la Estación de Fiske Menuco, conversó con ANCCOM y denominó ese accionar como una “recuperación del espacio”.

Durante esos días de marzo la biblioteca continuó con las actividades previstas, aún con la policía en las inmediaciones del lugar. Pero la situación escaló a niveles más violentos. Durante las primeras semanas de abril, las fuerzas policiales se presentaron en el lugar, sin orden judicial, según denuncian desde Menoco Newen, con intenciones de desalojo. Una vez allí, y luego de un forcejeo, exigieron la documentación de todas las personas que se encontraban dentro del lugar, y los acusaron de ser usurpadores. De esta manera, y ya con la policía instalada en la puerta, se prohibió tanto la salida como la entrada, y todas las personas fueron obligadas a permanecer allí. Inmediatamente los referentes de la biblioteca convocaron a una conferencia de prensa, donde denunciaron sentirse secuestrados, imposibilitados hasta de concurrir al baño, que se encuentra en las afueras del lugar.

El caso llegó a la Justicia y las partes se encontraron en una audiencia donde se determinó levantar cargos por usurpación a 8 de las personas que se encontraban dentro al momento del desalojo. También, se acordó una mesa de diálogo para llegar a un acuerdo entre ambos.

Desde el Ministerio sostienen que el lugar donde se encuentra funcionando la biblioteca fue un espacio cedido al Teatro de la Estación, que se encuentra justo al lado, para la realización de actividades culturales, pero que luego fue devuelto. Según explica Huenchul, en principio, el gobierno de Soria parecía querer respetar la ubicación de la biblioteca y formalizar su permanencia allí con alguna personería jurídica para que haya un responsable. Pero, la única solución que han recibido hasta ahora, por parte de las autoridades, es el traslado a un barrio aledaño. La respuesta de los referentes de Menoco Newen es contundente: “Nosotros reclamamos que se respete la identidad de la biblioteca, queremos seguir funcionando en el mismo lugar, ya que la Biblioteca de Arte y Cultura es un espacio consolidado en el tiempo, con identidad propia”, explicó Orlando Carriqueo, vocero del Parlamento Mapuche Tehuelche de Río Negro.

 

Espacio privilegiado

Los motivos del desalojo parecen ser varios. En primer lugar, su ubicación privilegiada, ya que se encuentra en el centro de la ciudad y su accesibilidad es inmejorable. En segundo lugar, el tipo de actividades que allí se vienen realizando desde hace más de una década, “actividades contraculturales”, en palabras de Mauro Huenchul. Son las mismas que parecen no agradar a los vecinos de la biblioteca; la Secretaría de Turismo y el Teatro de la Estación. «Muchas de las agrupaciones que se juntan allí están reclamando derechos que el mismo Estado vulnera. Supongo que es un lugar incómodo para el Municipio», afirmó el vocero de la Asamblea de la Biblioteca. Por último, las personas que habitan el espacio son minorías y calificadas de marginales. En los últimos años, las actividades fueron llevadas a cabo por la comunidad mapuche del grupo Menoco Newen, por lo que Huenchul lee la situación como «un acto de racismo y xenofobia por parte del municipio». 

Desde la biblioteca señalan que las mesas de diálogo pactadas fueron canceladas y leen ese accionar como una falta de interés, de parte del municipio, al diálogo y a la negociación. «Las razones del desalojo son xenofobia, racismo e ignorancia. Hay algo de malicia también porque se cierran al diálogo.  A ellos no les interesa lo que nosotros queremos hacer», señaló Huenchul. 

 

La causa sigue abierta y a la espera de una solución que parece no verse en el horizonte. Mientras tanto, el grupo Menoco Newen responsabiliza a la gestión municipal de Soria, del Partido Justicialista, por la imposibilidad de mantener las puertas abiertas de la biblioteca, y la equiparan con el presidente Javier Milei. La acusan de querer despegarse del discurso del presidente de la Nación, pero actuar de la misma forma que él, despreciando la cultura en general. «El cierre de un espacio cultural y de una biblioteca implica un ataque a la cultura”, declaró Carriqueo. Pero, sobre todo, apuntaron sobre el menosprecio a la cultura mapuche, fuertemente bastardeada por el actual gobierno; «Las comunidades originarias en general son un estorbo para el Estado porque nosotros siempre vamos a defender la tierra y el territorio. Y ellos no tienen esa misma intención, quieren explotarla y apropiársela. Entonces siempre va a haber ese choque entre esas dos formas de cosmovisión”, sentenció Huenchul.

“La comunicación es de interés más allá de ámbitos académicos”

“La comunicación es de interés más allá de ámbitos académicos”

Presentado en la Feria del Libro, “Vocabulario crítico de las Ciencias de la Comunicación” reúne a 139 especialistas que definen más de 100 conceptos, en una obra que busca diferenciarse del clásico diccionario.

Coordinado por el vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, Diego de Charras, la directora de la Carrera de Ciencias de la Comunicación, Larisa Kejval, y la docente e investigadora Silvia Hernández, Vocabulario crítico de las Ciencias de la Comunicación reinstala el debate sobre el objeto de la comunicación, sus fundaciones y sus límites. Con una función pedagógica, se propone como una herramienta de consulta para estudiantes e investigadores. La relación entre sociedad, medios y tecnologías, los problemas de los lenguajes y las significaciones, y las relaciones entre procesos culturales, identidades, política y economía, son algunos de los ejes que atraviesan el libro publicado por Taurus.

En diálogo con ANCCOM, De Charras, Kejval y Hernández reflexionan acerca de la importancia de contar con un vocabulario donde quienes forman parte del campo puedan verse reflejados.

 

¿Cómo surgió la idea del libro?

Diego De Charras: Más que surgir, fuimos catalizadores de una idea que estaba desde hace muchos años dando vuelta por la comunidad de la Carrera de Ciencias de la Comunicación. Existieron varios intentos de gestar un diccionario propio para esta ciencia social, pero ninguno llegó a ver el sol, entonces nos propusimos poner en marcha este proyecto y llevarlo al final. Y por suerte lo logramos.

 

¿Por qué no se pudo gestar antes un vocabulario?

Larisa Kejval: Uno de los motivos quizás es que se trata de un campo que es relativamente joven, ya que comienza a institucionalizarse a partir de los años 80, con la creación de las carreras de Ciencias de la Comunicación tanto en Argentina como en el resto de América Latina. Como es poco para un campo de conocimiento, era necesario recorrer algunas décadas para madurar un proyecto de estas características. Otro elemento tiene que ver con que es muy difícil de hacer. De alguna manera, lo que hace un diccionario es, provisoriamente, poner un borde a un campo, es decir, delimitar cuáles son sus conceptos principales y quiénes pueden ser los referentes para dar cuenta de esas nociones. Silvia, en todo el proceso de hechura, estaba muy insistente con una palabra que yo no conocía, “balizar”, que significa poner un señalamiento provisorio dentro de un campo que fluye en el transcurso del tiempo mediante el debate, pero que también es ancho, lo cual implica trazar esos bordes en relación con otras disciplinas o formas de abordaje de lo social.

Silvia Hernández: Sí, yo agregaría que son 40 años de institucionalización que igual no agotan el pensamiento de lo comunicacional, porque si uno mira las referencias bibliográficas más fuertes del libro, eso se extiende mucho más en el tiempo.

 

¿Por qué eligieron la palabra vocabulario y no diccionario?

LK: Todo el tiempo oscilamos entre esas dos palabras, porque fue una idea que formó parte de muchas conversaciones. Siempre fue nombrado diccionario porque era el término con el que conocíamos a este tipo de publicaciones en otras disciplinas. En el momento en el que nos pusimos a pensar el nombre terminamos eligiendo vocabulario porque expresaba mucho más la intención de no pretender abarcar todo, sino un conjunto de nociones que forman parte de nuestro hablar y de nuestros intercambios en una comunidad académica.

SH: Uno podría pensar que el vocabulario es un punto de llegada. En parte sí, cuando concebimos el proyecto tratamos de hacerlo no como un punto final o de decir “esto que hay acá es el campo de la comunicación”. El vocabulario no tiene un propósito normativo de decir qué sí y qué no, sino que en una época en donde la comunicación parece ser todo y que no se puede hacer nada sin ella, necesitábamos una imagen en la que vernos reflejados. De ver qué cosas pudimos hacer y qué no, qué agenda tenemos y también poder observar qué estuvo haciendo un compañero. Me parece que funciona como un mojón en sí mismo para ver cuáles son nuestras referencias.

¿Cuándo empezó el proceso de creación?

LK: Cuando Silvia no quiso ser más secretaria académica (risas). Yo le dije: “Si me vas a dejar, yo sólo te pido que concretemos este libro”.

SH: Empezó en agosto del 2022 y hubo un primer momento caótico de pensar qué metodología íbamos a utilizar y qué queríamos lograr. Eso llevó tanto tiempo como el que tuvieron los autores para escribir y el posterior período de edición. El armado de la idea también supuso pensar qué queríamos hacer, “peinar” otras referencias importantes del campo, ver qué habían hecho otros y realizar consultas. Incluso formamos un comité asesor con un conjunto de docentes de la Carrera para que nos acompañen en los primeros momentos. También tuvimos que decidir qué hacer con los términos clásicos y con los emergentes que, si bien no están reconocidos por todo el campo, queríamos apostar por ellos. Una vez definido el mapa de términos, teníamos que ver si hacían sistema, qué figura componían y quiénes serían los encargados de escribir.

LK: Sí, y todavía hoy nos levantamos pensando en nociones que deberíamos haber incluido, pero a sabiendas de que el vocabulario no abarca todo.

 

¿A qué público está dirigido el libro?

DDC: Es un proyecto que tiene distintas aristas. Una claramente es pedagógica, pensamos en nuestros propios estudiantes, tanto presentes como futuros, como en nuestros colegas, para que funcione como una herramienta de consulta permanente. Tratamos de hacer un documento que jugase en ese filo entre algo que pueda ser leído por alguien externo al campo, pero de las Ciencias Sociales, como para alguien que fuera externo a ambos lugares, pero con un interés por la comunicación y que lo pueda comprender y al mismo tiempo pudiera funcionar dentro de la academia. Por otro lado, tiene una función académica y política en el sentido de que queríamos contener a toda la comunidad docente y de investigadores de la Carrera para que pudieran quedar expresadas distintas líneas de pensamiento, matrices teóricas y perspectivas epistemológicas. Fue un hojaldre que se amasó muchas veces antes de pedir los artículos.

LK: Sí, y creo que hacia adelante va a ser interesante ver cómo repercute en otros territorios, tanto de nuestro país como de América Latina. Si bien es un proyecto que de alguna manera nace en la UBA y en Argentina, hay que ver cómo resuena en otras geografías, qué otros términos han tenido un eco allí y qué no hemos tenido en cuenta. Por ejemplo, nosotros decidimos incluir la noción de “memoria”, que no sé si en otros países de Latinoamérica es igual de significativa que para nuestra historia político comunicacional.

 

¿Cómo definieron cuáles serían los conceptos?

SH: Primero hicimos una especie de conjetura acerca de cómo podríamos ordenar este campo. Para eso, imaginamos tres subzonas: una que piensa la relación entre medios y sociedad, una que reflexiona sobre el problema de los lenguajes y la significación, y otra que medita sobre el vínculo entre identidades, cultura, política y poder. Eso permitió definir un conjunto de términos y ver cómo se ordenaban según esos ejes, pero no es una división tajante, sino que se intersectan de maneras múltiples. Con respecto a la autoría, algunos términos ya venían con su nombre, ya que hay representantes casi exclusivos de algunos conceptos. También había algunas áreas emergentes que nos interesaba que estuvieran, pero que todavía no tenían un concepto decantado, y en esos casos era el nombre del autor o autora el que nos ayudaba a definir la noción encargada de albergar esa zona de interrogaciones.

LK: Somos un equipo muy complementario, entonces también tuvimos roles entre nosotros. A Silvia lo que más le preocupaba era la lógica interna y estos conjuntos. Yo en varias oportunidades amanecía pensando en conceptos que no podían faltar y muchas veces eran un nombre propio. Los roles nos permitieron ir y venir en un buen complemento con los énfasis que cada uno de nosotros le puso en base a su trayectoria. Por ejemplo, hay que reconocer en Silvia una enorme experiencia editorial y una cabeza para llevar la carga mayor de este libro que tuvo que ver con el proceso de hechura, de elaboración de directrices y de seguimiento cotidiano del equipo.

SH: Es un campo joven y acá tenemos la posibilidad de acceder a la palabra de las personas que han hecho contribuciones sustantivas con sus definiciones, entonces recuperar esas voces para nosotros es súper valioso.

 

Ustedes lo definen como una obra coral…

SH: Todas las entradas fueron escritas al mismo tiempo, ya que si todos escribían en diferido hubiese tardado mucho más en salir el libro. Igualmente, tratábamos de informar que otras entradas conexas a las que les tocaba escribir iba a haber en el listado final y eso les permitía descartar y saber qué términos no eran necesarios que definan, ya que otra persona se iba a encargar de eso. Nosotros propusimos de base la idea de recuperar debates y en algunos casos a la hora de la elección de los términos y las autorías tomamos algunas decisiones que apuntaban a que eso ocurriera. Por ejemplo, hay algunas entradas que tienen un único término definido por más de un autor, para decir que hay distintas perspectivas desde las cuales se han venido abordando estos conceptos y que son divergentes. Lo fuerte de este proyecto viene ahora en el sentido de cómo será leído. Hay un punto en que somos responsables del proyecto, de la elección de los términos y de las autorías, pero cada uno hizo su camino, volcó su trayectoria y su mirada acerca de eso. Ahora es la comunidad la que tiene que responder sobre esto.

LK: Yo creo que también tiene que ver con el conjunto de directrices bastante exigentes que recibieron las autorías para poner en pocos caracteres una noción que a veces requiere un libro entero. Las sugerencias por parte del equipo editorial, la propuesta de abordaje y genealogía que incluía los principales debates y la delimitación de la extensión o la cantidad de citas que se podían incluir en cada una de las entradas también ayudó a que sea un material abordable y amalgamado.

 

¿Qué términos les gustaría haber sumado y no incluyeron?

LK: No los voy a decir ahora, de ninguna manera (risas). Eso será para futuras ediciones. Ahora estamos disfrutando lo que pasa en la comunidad con un proyecto de estas características que logra construirse como una obra colectiva. Trabajamos muchos y muchas en este proceso, no solo nosotros tres. Desde un equipo editorial formado por Gonzalo Zubia y Magalí Bucasich, que tuvieron la enorme tarea de recibir las entradas, de revisarlas y de editar los trabajos. Roberto Montes, profesor de nuestra Facultad que hizo el enlace con la editorial. Y un comité de asesores con quienes fuimos probando, compartiendo y validando las ideas iniciales, conformado por Washington Uranga, María Graciela Rodríguez, Felisa Santos, Oscar Steimberg y Stella Martini. También colaboró el equipo de Dirección de la Carrera en diferentes momentos.

 

¿Cuál es el principal aporte del libro?

DDC: Yo creo que es una radiografía de un momento histórico. Logra captar una imagen en movimiento que sintetiza una historia y deja una foto para el futuro.

LK: Es un mojón en una conversación, ya que además de condensar abre un montón de charlas entre las mismas páginas y también hacia el futuro. Nos invita a conversar, a volver a debatir y a discutir y eso está buenísimo. Un propósito de este libro es recuperar la conversación entre escritos y entre perspectivas, algo que fue tan central en la conformación de nuestra carrera y que hoy en nuestra sociedad sigue siendo tan necesario. En ese sentido, me parece que seguramente vengan además de las lindas reverberancias, los reclamos y las molestias. Nos hacemos responsables de ello reconociéndonos humanos y humanas, pero dándole la bienvenida.

 

SH: Yo creo que reivindica algunas cuestiones importantes que están en el título: la crítica y la idea de ciencia. Es el nombre de una carrera, pero también es una demanda por el conocimiento. Me parece que es una apuesta a situarnos, a recuperar esas palabras y hacernos cargo de ellas, por eso funciona como un gesto hacia adelante y de revisión. Hay una politicidad en redefinir y pensar el objeto de la comunicación no sólo al interior del campo sino para el conjunto de las Ciencias Sociales. Vivimos en un capitalismo que se dice informacional, entonces la cuestión de la comunicación es de interés más allá de ámbitos académicos y universitarios. Esperamos que el libro pueda llegar un poco más allá también.

 

¿Además de generar debates, puede saldar ciertas discusiones?

DDC: Creo que sí. A lo largo de su proceso de existencia, nuestra Carrera fue conteniendo debates, perspectivas y tensiones. Tratamos de abarcar eso y darle una cristalización. Quisimos expresar eso que conocimos y conocemos y con lo que nos formamos y seguimos formando personas. De alguna manera, convertir eso en un conjunto de entradas y términos con sus descripciones consolida una historia y una parte del campo de las Ciencias de la Comunicación. Por lo menos de nuestra Carrera, que dialoga con otras ciencias sociales y humanas y con el campo de la comunicación del resto del país y de América Latina. Entonces, ahí hay algo que termina de tomar una forma, no definitiva, siempre precaria, pero que se termina de consolidar.

 

¿Están satisfechos con el resultado?

SH: Es algo que nos propusimos, que intenta reunir proyectos múltiples que ya han existido y que ojalá hayamos logrado hacer justicia a las expectativas de toda una comunidad. Ahora se abre eso con las lecturas, los debates y la alegría de las autorías cuando se encuentran con el libro y ven que se publicó tal cual fue prometido y que todo el esfuerzo dio lugar a este producto.

LK: Retomando lo que dijo (la docente e investigadora) Cora Gamarnik hace unos días, es un proyecto necesario porque viene a ocupar un lugar de vacancia, es colectivo, en el sentido de lo coral y de que fuimos muchos los que lo hicimos posible y es perdurable. Son cosas que están haciendo falta en nuestra sociedad.